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Aplicando a los trastornos narcisistas el modelo de articulación de componentes que hemos tomado como punto de
partida para el desarrollo de una psicopatología modular-transformacional, nos tendremos que interrogar acerca de
cuál es el elemento distintivo que permite construirlos como categoría psicopatológica y cuáles son las
configuraciones que resultan de la articulación de ese núcleo básico con otras dimensiones, por ejemplo con la
agresividad o con la forma con que se utiliza al objeto para compensar el sufrimiento narcisista o con los diferentes
mecanismos de defensa.
Lo específico del narcisismo, en la clínica, es el sistema de significaciones o perspectivas desde las cuales se organiza
la captación de cualquier actividad, pensamiento, sentimiento, o tipo de vínculo: todo es vivido en términos de
valoración del sujeto de su ubicación dentro de una escala comparativa de virtudes o defectos, de
superioridad/inferioridad con respecto a modelos.
Desde la perspectiva del sistema de significaciones narcisistas, hasta las sensaciones o funciones corporales son
tomadas como indicadores de la valía o inferioridad del sujeto: sí siente frió puede avergonzarse pues otra gente
poseería, supuestamente, una temperatura corporal que queda categorizada valorativamente como superior. Por eso
se suele decir con orgullo (yo no siento frío), y el no abrigarse pasa a ser exhibido.
El código narcisista domina, cuando se presta ayuda a alguien el centro de la vivencia no se halla en qué le pasa al
otro sino en lo meritorio de ser el que está ayudando. Incluso, cuando el sujeto se conmueve por el sufrimiento del
otro, se autocontempla conmoviéndose, constituyendo esto para él un indicador de valía por tener tal tipo de
emociones.
Esa autoevaluación, que eclipsa cualquier otra perspectiva desde la cual el sujeto se relaciona consigo mismo y con el
mundo, solo es el núcleo común de los trastornos narcisistas mientras que las variantes (que autoestima esté
aumentada o disminuida) especialmente el interjuego con otras dimensiones dimensiones por ejemplo la agresividad
será que determine la forma que asumió el cuadro psicopatológico.
Así, una persona con un trastorno narcisista en la variante baja autoestima, si simultáneamente es agresiva, para
salir del sufrimiento narcisista podrá atacar a los demás y defenderse mediante la descalificación de éstos; o si la
tendencia fuera la de dirigir la agresividad sobre sí misma -cualquiera que sea la causa que originó esta tendencia-, la
insatisfacción narcisista podrá dar lugar a verdaderas orgías de sadismo del superyó, cebándose en las presuntas
insuficiencias de la que adolecería la persona.
Si el trastorno narcisista coexistiera con un núcleo fóbico, generado por intensos miedos infantiles ante figuras
aterrorizantes, el sujeto podrá mejorar defensivamente la autoestima fusionándose con una figura autoritaria a la
que se someterá e idealiza, y de la que esperará valorización a la vez que protección a través de otorgar, a cambio,
pleitesía; o, sintiéndose inferior y aterrorizado, renunciará a todo deseo o derecho, sometiéndose masoquista- '
mente a figuras explotadoras; o, si la baja autoestima se combinase con un código paranoide, producto de padres
que hicieron sentir al entorno como amenazante y malévolo, ante el sufrimiento narcisista, el sujeto tenderá a
atribuir su infelicidad a los ataques de los demás, quienes supuestamente no le brindarán aquello que necesitaría
para sentirse bien.
Hay dos patologías, por tanto, muy diferentes: la caracterizada por hipemarcisización, incluso por un sentimiento
básico de megalomanía, y, en contraposición, los cuadros en que lo genera es el déficit de narcisización. Al respecto,
creemos necesario poner en tela de juicio que la diferencia entre aquellos sujetos que tienen una baja autoestima y
los que muestran arrogancia, sobrevaloración y desprecio por los demás consiste únicamente en una diferencia a
nivel de la conciencia y que ambos compartirán un mismo sentimiento de inferioridad inconsciente, del cual la
arrogancia e hiperbolización consciente sería siempre simplemente una defensa.
Tomando en consideración lo anterior, creemos útil distinguir, por lo menos, tres condiciones:
1. Sujetos con hipernarcisización primaria: identificados a la grandiosidad parental y/o a la imagen grandiosa
bajo la cual le vieron sus figuras significativas.
2. Déficit primario de narcisización no compensado: son aquellas personas que ya sea porque sus padres no la
especularización positivamente, o porque sus padres no aportaron una imagen valorizada de sí con la cual el
hijo/a pudiera identificarse, o porque la rivalidad edípica del hijo/a impidió a éste/a la identificación con la
imagen valorizada de los padres, o porque el entorno social ubicó al sujeto corno inferior, o por una
condición física o psíquica del sujeto que le hizo sentirse inferior desde su temprana infancia, por cualquiera
o la combinación de todas estas condiciones el sujeto no ha podido construir una imagen valorizada de sí
mismo; y, además, ha sido incapaz de coro- ; pensar este déficit.
3. Sujetos con hipernacísización secundaria compensatoria, defensiva, frente a traumas narcisistas infantiles.
Creemos que estas categorías de bipemacisización primaria, bipernarcisizacíón secundaria compensatoria y déficit
primario de narcisización no compensado permiten entender el porqué de la polémica entre Kernberg y los
partidarios de la psicología del self sobre la psicopatología de los trastornos narcisistas.
El retrato robot que Kernberg tendría en mente para caracterizar al trastorno narcisista sería el de alguien que por no
poder tolerar la dependencia, por envidia, construye defensivamente un sentimiento de grandiosidad que mantiene
merced al ataque de los objetos internos y de las figuras externas. Es decir, hipernarcisizacion secundaria
compensatoria, producto del conflicto que la enviaría· promueve, con agresividad en contra del objeto interno y
externo. En cambio, el trastorno narcisista que. Kohut posee como referente es el que corresponde a un déficit
primario de narcisización no compensado, con intentos, aunque siempre-fallidos de compensación.
Rosenfeld denominó narcisismo destructivo al que presentan ciertas personalidades que por envidia y rivalidad
atacan al objeto, al que desean destruir. La megalomanía se sostiene en el sentimiento de omnipotencia destructiva,
en las fantasías de que se puede forzar al objeto mediante las amenazas y agresiones, o de que pueden prescindir
totalmente de éste.
En el caso de la personalidad narcisista libidinal en cambio, nos encontramos ante un sujeto expansivo que engloba
a los demás en su megalomanía, que los quiere incorporar a su circuito de admiradores, que si no lo consigue los deja
de lado pero sin atacarlos, pasando a buscar otros admiradores.
En el primer caso, cuando lo que domina es una representación desvalorizada del self (déficit primario de
narcisización) , la persona se deprime por no ser como los demás: observa a todos y sufre por sentirse fea; más
tonta, menos hábil, etc. En cambio, cuando hay descenso de la autoestima como resultado de expectativas
patológicamente altas, la persona se siente mal por ser como los demás, lo que para su codificación narcisista pasa a
otorgarle la imagen mediocre, ya que espera ser superior, excepcional.
En otras personas lo que conduce especialmente al descenso de la autoestima es la severidad de la conciencia
crítica. A su vez, bajo dos variantes:
1. La persona no tolera ningún apartamiento con respecto a los ideales y ambiciones, a las nonnas y valores
bajo los que juzga su conducta. Respecto a los ideales, nonnas, valores, y ambiciones, en sí mismo podrán ser
elevados o no, incluso podrán corresponder a los valores promedios para su cultura, pero lo central es la no
aceptación de condiciones atenuantes que pennitieran justificar que el sujeto no alcance lo que fijan esos
ideales.
2. Sujetos plenos de hostilidad contra sí mismos, que se auto observan con el mismo ensañamiento que podría
tener alguien que odiando a otra persona le buscase sus defectos. En estos casos la intencionalidad agresiva
es previa, preside, organiza y moldea al proceso de autoevaluación.
La obra freudiana centra su estudio del balance narcisista en el interjuego entre el superyó y la representación del
yo. Esta dimensión intrapsíquica del narcisismo es la que hemos considerado en el apartado anterior dedicado a
examinar el triángulo de la autoestima.
La existencia de un superyó colocado en la figura externa en la que se delegan funciones, o de un superyó proyectado
en el otro para no hacerse cargo de la culpa o responsabilidad que las críticas del superyó conllevarían, la podemos
encontrar en los sujetos en quienes el superyó sí se ha constituido como estructura intrapsíquica.
Kohut fue el autor que con mayor insistencia y especificación describió cómo el objeto que llamó objeto-del-self
cumplía las funciones de especularización -admirar al sujeto- y de ser una imago parental idealizada con la cual el
sujeto podía identificarse y gozar de esa idealización. Para Kohut, estas funciones que corresponden primariamente
al objeto externo son luego interiorizadas por el sujeto, transformándose en estructuras intrapsíquicas, lo que sólo
sucede en la medida en que hayan existido condiciones de frustración óptima.
Por el contrario, la depresión introyectiva se produciría cuando la persona siente que no alcanza las realizaciones,
metas y ambiciones que su superyó le exige. Son personas competitivas, perfeccionistas, esforzadas, predominando
la autocrítica, el superyó severo, los sentimientos de culpa, de inferioridad.
Respecto al tratamiento, Blatt sostiene que los dos tipos de depresión requieren y son sensibles a diferentes formas
de tratamiento.
- En las depresiones anaclíticas dependencia frente al objeto externo-, el apoyo y el vínculo terapéutico cálido
son esenciales para el paciente, quien mejora, a veces espectacularmente, en el marco de una transferencia
positiva. Son la curas por la transferencia.
- En cambio, para las depresiones de las personalidades que dependen de su superyó, el apoyo del terapeuta
o del medio dr cundante no se tiene en cuenta y, frecuentemente, se descarta.
En el caso de las defensas compensatorias, en cambio, el psiquismo es capaz de construir una realidad psíquica
incluso en el inconsciente, que intenta contrarrestar el sufrimiento narcisista. Así, por ejemplo, si alguien se siente
narcisisticamente insatisfecho consigo mismo puede buscar una figura de la cual recibir admiración, o fusionarse con
una figura idealizada que le haga sentir que participa de la grandeza del objeto externo.
Por un lado, se hallan aquellos autores que como los kleinianos o Kernberg ponen el énfasis en el papel de la
agresión, de la envidia, de los ataques al objeto, en el conflicto intrapsíquico e interpersonal, considerando esencial
encarar desde el comienzo la transferencia negativa, la hostilidad no aceptada por la conciencia, las expectativas
grandiosas, todo ello mediante la interpretación sistemática de estos aspectos.
Desde esta perspectiva, los kleinianos, Kemberg y la psicología del yo tratan los trastornos narcisistas como lo harían
con cualquier otra patología: hacer consciente lo inconsciente, poner al descubierto los deseos agresivos, la rivalidad
edípica o preedípica, observando cómo estos conflictos se desenvuelven en la relación con el terapeuta y con las
figuras significativas del paciente.
En el caso de que la personalidad narcisista se haya originado en una hipemarcisízación primaria, resultado de un
vínculo privilegiado con un progenitor narcisista que especularizaba u obligaba a una fusión con su propia imagen
grandiosa: Claro, esa situación en que (la madre o el padre) le hablaba a usted en la intimidad, criticando a ... (el otro
progenitor), no podía menos que ser placentera para un niño, haciéndole sentir muy importante. Ahora espera el
mismo trato privilegiado por parte de las personas con las que se encuentra.
En una orientación terapéutica muy diferente con respecto a la kleiniana, a la de Kernberg y a la de la psicología del
yo se encuentran aquellos autores que consideran que al haberse originado la patología en la falla del objeto externo
en satisfacer legítimas necesidades narcisistas, el centro de la intervención terapéutica debe ser la comprensión
empática y la satisfacción de esas necesidades hasta tanto el paciente pueda ir tomando a su cargo las funciones de
sostén del narcisismo y de un self cohesivo que cumple, vicaria y provisoriamente, el terapeuta
En realidad el modelo terapéutico de Kohut es mucho más matizado y abarca los siguientes componentes:
1. Un vínculo terapéutico de intenso apoyo emocional, en que el terapeuta especulariza y se presta como
objeto idealizado con el cual el paciente pueda fusionarse. Éste es un componente no interpretativo, no se
busca hacer consciente lo inconsciente sino que el paciente se sienta aceptado, calmado en sus ansiedades
narcisistas, legitimado en sus deseos y tiene similitudes con la actitud terapéutica de Balint y con la
experiencia emocional correctiva de Alexander. El terapeuta podrá llegar hasta alabar y mostrar su
entusiasmo y admiración ante un rasgo o conducta del paciente.
La idea básica es que el paciente, frustrado en la infancia en sus necesidades exhibicionistas, que eran
adecuadas para la correspondiente etapa evolutiva, teme volver a exponerse a igual traumatismo si despliega
esas necesidades en el tratamiento. Por tanto, la preocupación del terapeuta no se halla en que el self
grandioso sea reemplazado por el yo de realidad sino en que pueda emerger de la represión cuando éste ha
sido su destino. Para Kohut, la represión del self grandioso priva al sujeto de una fuente de entusiasmo y
vitalidad.
2. Interpretaciones en el sentido clásico de hacer consciente lo inconsciente y mostrar las escisiones -por
ejemplo, entre un self grandioso y simultánea vergüenza consciente-. Junto al elemento de experiencia
emocional correctiva, Kohut destaca la importancia de la interpretación tanto en la transferencia con el
terapeuta como con los personajes significativos del paciente. Pero ¿cuál es el contenido temático de esas
interpretaciones? Lo que Kohut intenta es que su paciente vea la secuencia entre ciertas frustraciones
narcisistas y las conductas y fantasías que le siguen. Así, por ejemplo, si el paciente adopta una actitud
arrogante, se aísla, toma un aire provocativo, usa un lenguaje hostil o rebuscado para adquirir un sentimiento
de superioridad.
La diferencia de Kohut con un analista clásico consistiría en que mientra éste ve la conducta del paciente como
motivada por sus conflictos internos, por sus deseos agresivos y su rivalidad, Kohut la entiende como repetición en la
transferencia ante algo que ha hecho el objeto externo, en este caso, el analista. De esta manera la transferencia no
es considerada como algo predeterminado en el paciente que sería impulsado por los conflictos internos, por el
interjuego entre deseos y prohibiciones de su superyó, y luego volcado sobre un analista neutro que no incidirá en el
proceso.
En la técnica kohutiana, las interpretaciones transferenciales se entrelazan con reconstrucciones de la infancia del
paciente en que se intenta que recupere el recuerdo emocional de aquellas experiencias con el objeto-del-seif
parental que fueron traumáticas para su narcisismo.
La terapia kohutiana cumple, para los deseos narcisistas, el mismo papel que la freudiana tuvo respecto a la
sexualidad: permitir su emergencia de la represión e integración dentro de fonnas maduras de expresión. Así como
en el psicoanálisis clásico, la sexualidad y la agresividad primitivas deben encontrar su camino hacia su satisfacción
directa y/o sublimada, de manera similar, el narcisismo infantil, coartado en su expresión, frustrado en su
satisfacción, debe hallar su salida bajo nuevas fonnas que sean una suerte de transición entre el deseo primitivo y las
demandas de la realidad.
DESCENSO DE LA AUTOESTIMA TRIÁNGULO DEL BALANCE NARCISISTA
2. DIO BLEICHMAR, E. Manual de Psicoterapia de la relación padres e hijos .
NARCISISMO Y SÍ MISMO
En tanto dimensión del psiquismo, el narcisismo es toda actividad psíquica que tiende a mantener la integridad, la
estabilidad y el estado de bienestar de la representación de uno mismo. La representación de uno mismo como
vivencia que experimenta el niño o el adulto debe ser distinguida del yo (ego) y del self como Instancias o estructuras
del psiquismo. El yo, instancia en la teoría psicoanalítica, no debe ser confundido con el yo de la enunciación o con el
yo oficial a partir del cual una persona se designa a sí misma. Se trata de una organización encargada de una serie de
funciones psíquicas: el juicio de realidad, la coordinación y ejecución de la acción y del comportamiento, lo que en la
actualidad designamos como recursos o habilidades con los que cuenta una persona para hacer frente a las
demandas tanto interpersonales como del ambiente.
De modo que es necesario distinguir dos aspectos diferentes del self: la vivencia que tiene el sujeto de la
representación de sí mismo y la conceptualización teórica que se hace de esa vivencia.
Una definición funcional del narcisismo: el mantenimiento de la integridad, la estabilidad y el estado de bienestar de
la representación de uno mismo, y entendemos por motivación narcisista la movilización psíquica que se pone en
marcha para mantener el equilibrio de la representación del sí mismo. Como producto del funcionamiento del
sistema narcisista se logra el balance consciente e inconsciente de los sentimientos de satisfacción/insatisfacción,
bienestar/malestar, valoración/ desvalorización con uno mismo, constantes siempre presentes en la subjetividad.
La relación consigo mismo sigue las vicisitudes de cualquier relación en términos de valoración y de afectos, de
modo que el concepto más utilizado para dar cuenta de la relación y de la representación de sí mismo es la
autoestima. La autoestima es como un marcador de la salud narcisista de sí mismo, es decir, cuánto y de qué modo
se quiere y se valora la persona. Esta regulación se da entre estados extremos de satisfacción y sufrimiento de amplio
colorido, que oscilan desde la plenitud, el placer, la neutralidad, la angustia, hasta la depresión narcisista de acuerdo
a la valoración que el yo otorgue al desempeño de sí mismo.
LA FIGURA DE APEGO Y LOS ADULTOS SIGNIFICATIVOS EN TANTO OBJETOS DEL SELF (SELFOBJECT)
El concepto objeto del self o selfobject es propuesto por Kohut para describir funciones esenciales que cumple el
adulto en la constitución del sí mismo del niño: especularización-admirar al niño-y provisión de una imago parental
idealizada, con la cual el niño pueda identificarse y gozar con esa idealización. Kohut da cuenta de la cualidad de
plenitud que la paren- talidad exitosa desencadena en la pareja madre-hijo, padre-hijo, padres satisfechos en la tarea
de la crianza, orgullosos de dar vida y generar una prolongación de sus historias vitales que transmiten esta vivencia
en la consideración prevalentemente positiva de la mayoría de las interacciones con sus hijos.
● La cohesividad o coherencia del self se refiere a la vivencia profunda de estar compenetrado con lo que se
hace.
● La continuidad o unidad en el tiempo se refiere a la autopercepción de los estados psíquicos y emocionales
que se hacen familiares por su repetición y cierta constancia.
● Agente o autor de las propias acciones.
● La unidad corporal y mental se refiere a la experiencia intrapsíquica de vivenciarse como un ser separado en
relación con otros, de saberse una unidad diferenciada, un todo físico no fragmentado.
COMPONENTES DE LA REPRESENTACIÓN DE SÍ MISMO
A. AUTOCONCEPTO
Es la idea u opinión que se tiene de sí mismo. Abarca un gradiente que va desde el extremo de ideas de grandiosidad,
superioridad, pasando por sentirse adecuado, hasta el opuesto de la inadecuación, la inferioridad o la profunda
convicción de no valer nada.
En la infancia temprana, el niño considera a los adultos como figuras que cumplen funciones para sí mismos, como
figuras de apego que brindan atención, compañía, protección, auxilio; como proveedores de admiración y
reconocimiento, es decir, en su función especularización e idealizada del niño, lo que alimenta el narcisismo infantil;
como proveedores de caricias y contacto sensual; como reguladores de la fisiología corporal y de los desequilibrios
emocionales. Todas estas funciones que cumple el adulto, el niño las espera espontánea y naturalmente y puede
retribuirlas de forma escasa o no retribuirlas en absoluto dada la asimetría de desarrollo y de capacidades con
respecto al adulto-, lo que lo sitúa en una posición de autocentramiento y de desconocimiento del otro como ser con
necesidades y problemas.
C. AUTOESTIMA
Es el componente afectivo que indica las variaciones en el autoconcepto y en la valoración que va teniendo
constantemente la experiencia del sí mismo. Cómo se siente frente a las actividades que realiza, las relaciones que
mantiene, las expectativas que lo gobiernan.
El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica, es
uno de los primeros trabajos de Lacan basado en las observaciones, de Wallon; en él describe los sucesivos pasos del
autorreconocimiento hasta las reacciones de júbilo y alegría que tiene un infante cuando descubre su imagen en el
espejo. El reconocimiento que el infante hace de la forma del otro humano y la precipitación correlativa en su
psiquismo de un primer esbozo de dicha forma es el proceso que en psicoanálisis se denomina identificación
especular y que remarca el papel que desempeña la imagen del otro en la construcción de la representación del sí
mismo. A su vez, Lacan lo que pone de relieve con la metáfora del espejo y con otros ejemplos que utiliza de la
etología es que la imagen corporal de la madre, del padre o de cualquier adulto con quien el infante se identifique no
le devuelve una simple objetivación de sí mismo, sino un mensaje cargado de significado.
El self prereflexivo es el experimentador inmediato de la vida y el self reflexivo es el observador interno de la vida
mental, complemento dialéctico de la experiencia. El self reflexivo sabe que el self siente, percibe, reacciona. El self
reflexivo refleja la experiencia mental, consciente o inconsciente, registra la vida psíquica y construye
representaciones de sentimientos y pensamientos, deseos y creencias.
El self reflexivo desempeña un papel central en la parentalidad. El infante está indefenso, tanto mental como
físicamente. Padres y cuidadores necesitan tener la capacidad de contener las emociones desbordantes del infante,
de anticipar sus necesidades psicológicas, así como las físicas, de adaptarse rápidamente a su perspectiva y de
manipular el mundo externo para el bienestar del niño.
EL GENERO DEL YO
debemos considerar un aspecto central del sí mismo del yo y es que en tanto representación subjetiva se halla
constituida desde su inicio en torno a la diferencia entre hombres y mujeres -No existe un yo vivencialmente neutro,
como sucede en el lenguaje, todo yo es o femenino o masculino y eso es lo que se denomina género, un atributo de
la identidad (Dio Bleichmar, 1985, 1997) Siempre se ha considerado que la identidad surge y se basa en la diferencia
sexual y que el sentido del sí mismo del niño se estructura en torno al reconocimiento de los órganos sexuales.
El género es una categoría compleja y múltiplemente articulada que comprende: 1) la atribución o asignación del
género, 2) el núcleo de la identidad de genero y 3) el rol del genero.
ATRIBUCION DE GENERO
En primer lugar se basa en una atribución de expectativas y en el dimorfismo de respuestas que hacen los adultos
ante el cuerpo del recién nacido que Money considera que es uno de los aspectos más universales de interacción
social humana. Desde el momento en que los padres saben si es una niña o niño, esta información pone en
movimiento una cadena de respuestas dimorfas, comenzando por los colores rosa y azul de las ropas del bebe y la
cuna, el uso de pronombres y la elección de los nombres, los proyectos del futuro:si es una niña, , serà la compañera
de la madre en vejez , si es un niño , un socio en la compañía, etc , es decir , aspectos todos que no tienen que ver
para nada mi con los órganos genitales ni con la sexualidad del futuro sujeto.
A parte de estos hechos, John Money reflexiona sobre el poder de la creencia, de la palabra, del deseo de los otros
en la constitución de identidad por la cual un sujeto sume aspectos femeninos y masculinos . Los padres pueden
aguardar nueve meses para saber el sexo de la criatura, pero desde el momento en que se prende la luz rosa o azul,
se inicia un movimiero de construccion de la identidad de ese cuerpo a traves de lenguaje, las actitudes, las
expectativas, los deseos y las fantasias que será transmitido de pesona a persona para abarcar todo el contexto
humano con el que el individuo se encuentra doa tras dia, desde el naciemiento hasta la muerte.
De manera que género es un término que inicialmente pertenecía como concepto únicamente a la gramática, de allí
fue importado por Money a la medicina y a la psiquiatría para dar cuenta del proceso de adjudicación de significado
efectuado por los adultos en la codificación del cuerpo.
El género se ha confundido la asimilación y el amplio uso que ha hecho de este concepto las ciencias sociales con el
concepto de sí mismo, que ni por su origen ni por su naturaleza es exterior al individuo y su subjetividad, sino todo lo
contrario. Money insiste en describir el sistema de relaciones cara a cara, de los padres y familiares cercanos con cría
humana durante los dos o tres primeros años de vida; a partir de tal tipo de relaciones, el sentimiento íntimo de ser
varón o niña se instituye en el psiquismo. A este sentimiento Money lo denominara identidad de género, saberse
varón o niña, sentimiento estructurado por identificación al igual y complementación con el diferente, proceso a
veż circular, del niño y de estos hacia el niño.
EL ROL DE GÉNERO
otra serie de conocimientos que contribuyen a consolidar la subjetividad de la feminidad/masculinidad es el
creciente conocimiento sobre la estructura cognitiva de los primeros símbolos y el desarrollo del proceso de
simbolización. las secuencias de interacción entre las personas son fragmentarias, cada persona proporciona una
parte de la conducta total , mientra que la conducta instrumental con objetos implica la realización de una secuencia
completa.
-DESARROLLO NORMAL: cuando el niño es aceptado en su singularidad por sus padres y estos tienen capacidades de
especularización y reconocimiento, en la observación clínica se nos presenta como niño alegre, vital, activo,
conversador, con entusiasmo y curioso, es necesario distinguir el entusiasmo en la actividad, que se acompaña de un
sentimiento de bienestar y de buen humor, de la hiperactividad que es utilizada como una forma de vehiculizar la
ansiedad. El talante afectivo del sí mismo es un indicador de la salud de sus constantes y se correlaciona con
manifestaciones de autonomía, de dominio instrumental de sus actividades. se muestra voluntarioso y se empeña en
hacer las cosas por sí mismo al mismo tiempo que tiene sus ideas claras de cómo las quiere hacer y es capaz de
mostrar disgusto si no logra lo que desea.todas estas manifestaciones de un buen equilibrio entre las motivaciones
de apego y las narcisistas. así como requiere la presencia y compañía de la figura de apego en los momentos de cierta
ansiedad o sufrimiento, también puede disfrutar de espacio y momentos de juego a solas sin requerir la atención
constante del adulto. Las manifestaciones de autonomía son crecientes en el contexto de una relación con los padres
que reconocen y respetan sus necesidades de autoafirmación. El dibujo tiene el carácter de una narración o
expresión de un estado interior, por eso no es realista ni le interesa serlo.
-DEPRESIÓN NARCISISTA:
efectos estructurales del descenso de la autoestima: gran número de trastornos o síntomas aislados en la infancia
admiten un descenso pronunciado en la autoestima, como pueden ser diferentes temores y fobias. El síntoma no
surge con la finalidad de mantener inconsciente el sentimiento de inferioridad o el trauma narcisista, sino que es la
consecuencia no buscada de procesos discursivos de cualquier intencionalidad. El síntoma no es una defensa, sino un
efecto de la modificación que tiene lugar en la estructura representacional del sujeto cuando se produce el descenso
de la autoestima. El descenso de la autoestima, al implicar una modificación de la representación del sujeto, puede
originar síntomas en áreas alejadas del narcisismo, síntomas cuyo contenido temático no tiene que ver con el
autoestima. La inferioridad es vista como omnipotencia, temor, debilidad y puede dar lugar a comportamientos
regresivos, temores hipocondríacos, feminización en el varón, temor obsesivos de la muerte.
DEFENSAS NARICICSTAS:
La agresividad otorga un sentimiento de potencia que puede modificar la representación del sí mismo, que pasa a
sentirse poderoso, no débil ni sometido, y a través del efecto de intimidación que tiene sobre los otros niños y
adultos, consigue su atención aunque sea por medio de malas artes. Por lo general, este tipo de defensa tiene un
límite, en su función de restablecimiento de la autoestima, contribuyendo a una descompensación aún mayor o a un
incremento de la destructividad.
El término narcisismo fue escogido por Nacke para designar aquella conducta por la cual un individuo da a su propio
cuerpo un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; es decir, lo mira con complacencia sexual, lo
acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena.
- El narcisismo cobra el significado de una perversión que ha absorbido toda la vida sexual de la persona
Resultó evidente a la observación psicoanalítica que rasgos aislados de esa conducta aparecen en muchas personas
aquejadas por otras perturbaciones.
Surgió la conjetura de que una colocación de la libido (definible como narcisismo) podía reclamar su sitio dentro del
desarrollo sexual del hombre. El narcisismo, en este sentido, no sería una perversión, sino el complemento
libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación, de la que se atribuye una dosis a todo ser vivo.
Un motivo acuciante para considerar la imagen de un narcisismo primario y normal surgió a raíz del intento de incluir
bajo la premisa de la teoría de la libido el cuadro de la dementia praecox (Kraepelin) o esquizofrenia (Bleuler). Los
enfermos que he propuesto designar «parafrénicos» muestran dos rasgos fundamentales de carácter: el delirio de
grandeza y el extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas). Esta última alteración los
hace inmunes al psicoanálisis, los vuelve “incurables”.
El histérico y el neurótico obsesivo han resignado el vínculo con la realidad. El análisis muestra que han cancelado el
vínculo erótico con personas y cosas, pero aún lo conservan en la fantasía: han sustituido los objetos reales por
objetos imaginarios de su recuerdo o los han mezclado con estos. Otro es el caso de los parafrénicos. El
extrañamiento del parafrénico respecto del mundo exterior reclama una caracterización más precisa. Los
parafrénicos parecen haber retirado realmente su libido de las personas y cosas del mundo exterior, pero sin
sustituirlas por otras en su fantasía (y cuando esto último ocurre, parece ser algo secundario.
Surge esta pregunta: ¿cuál es el destino de la libido sustraída de los objetos en la esquizofrenia? El delirio de
grandeza propio de estos estados nos indica aquí el camino. La libido sustraída del mundo exterior fue conducida al
yo, y así surgió una conducta que podemos llamar narcisismo. Así, nos vemos llevados a concebir el narcisismo que
nace por replegamiento de las investiduras de objeto como un narcisismo secundario que se edifica sobre la base de
otro, primario, oscurecido por múltiples influencias.
Aclaración: Freud con esto no pretende aclarar el problema de la esquizofrenia ni profundizar en eso, sólo justificar
una introducción del narcisismo (como concepto de la teoría de la libido).
Un tercer aporte a esta extensión de la teoría de la libido lo proporcionan nuestras observaciones y concepciones
sobre la vida anímica de los niños y de los pueblos primitivos. Vemos también a grandes rasgos una oposición entre la
libido yoica y la libido de objeto. Cuanto más gasta una, más se empobrece la otra. El estado del enamoramiento se
nos aparece como la fase superior de desarrollo que alcanza la segunda; lo concebimos como una resignación de la
personalidad propia en favor de la investidura de objeto. En definitiva concluimos, respecto de la diferenciación de
las energías psíquicas, que al comienzo están juntas en el estado del narcisismo y son indiscernibles para nuestro
análisis grueso, y sólo con la investidura de objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual, la libido, de una
energía de las pulsiones yoicas.
Antes de seguir adelante debo tocar dos cuestiones que nos ponen en el centro de las dificultades del tema. La
primera: ¿qué relación guarda el narcisismo, del que ahora tratamos, con el autoerotismo, que hemos descrito como
un estado temprano de la libido? La segunda: si admitimos para el yo una investidura primaria con libido, ¿por qué
seguiríamos forzados a separar una libido sexual de una energía no sexual de las pulsiones yoicas? ¿Acaso suponer
una energía psíquica unitaria no ahorraría todas las dificultades que trae separar energía pulsional yoica y libido
yoica, libido yoica y libido de objeto?
Sobre la primera pregunta, hago notar: es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el
individuo una unidad comparable al yo. El yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son
iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el
narcisismo se constituya.
El valor de los conceptos de libido yoica y libido de objeto reside en que provienen de un procesamiento de los
caracteres íntimos del suceder neurótico y psicótico. La separación de la libido en una que es propia del yo y una
endosada a los objetos es la insoslayable prolongación de un primer supuesto que dividió pulsiones sexuales y
pulsiones yoicas.
Dada la total inexistencia de una doctrina de las pulsiones que de algún modo nos oriente, está permitido o, mejor,
es obligatorio adoptar provisionalmente algún supuesto y someterlo a prueba de manera consecuente hasta que
fracase o se corrobore. Ahora bien, el supuesto de una separación originaria entre unas pulsiones sexuales y otras
yoicas, viene avalado por muchas cosas. Pero, en primer lugar, esta división conceptual responde al distingo popular
tan corriente entre hambre y amor. En segundo lugar, consideraciones biológicas abogan en su favor. El individuo
lleva realmente una existencia doble, en cuanto es fin para sí mismo y eslabón dentro de una cadena. La separación
de las pulsiones sexuales respecto de las yoicas no haría sino reflejar esta función doble del individuo. En tercer lugar,
debe recordarse que todas nuestras provisionalidades psicológicas deberán asentarse alguna vez en el terreno de los
sustratos orgánicos. Es probable, que sean materias y procesos químicos particulares los que ejerzan los efectos de la
sexualidad y hagan de intermediarios en la prosecución de la vida individual. Nosotros tomamos en cuenta tal
probabilidad sustituyendo esas materias químicas particulares por fuerzas psíquicas particulares.
Precisamente porque siempre me he esforzado por mantener alejado de la psicología todo lo que le es ajeno,
incluido el pensamiento biológico, quiero confesar que la hipótesis de unas pulsiones sexuales y yoicas separadas, y
por tanto la teoría de la libido, descansa mínimamente en bases psicológicas, y en lo esencial tiene apoyo biológico.
Así pues, tendré la suficiente consecuencia para desechar esta hipótesis si el trabajo psicoanalítico mismo sugiere
una premisa diferente y más servicial acerca de las pulsiones. Hasta ahora ello no ha ocurrido. Con todas esas
especulaciones no llegamos a ninguna parte; puesto que no podemos esperar hasta que alguna otra ciencia nos
obsequie las soluciones definitivas, es atinado averiguar si una síntesis de los fenómenos psicológicos no puede echar
luz sobre aquellos enigmas biológicos básicos.
Otra cosa sería, desde luego, si se aportara la prueba de que la teoría de la libido ya ha fracasado. Jung lo aseveró,
con lo cual me forzó a hacer las anteriores puntualizaciones, que de buena gana me habría ahorrado. Ahora bien, la
aseveración de Jung es precipitada, sus fundamentaciones son pobres. Ya Ferenczi, en una crítica a fondo al trabajo
de Jung, expuso lo que hay que decir para rectificar esa interpretación falsa. No me resta sino declararme de acuerdo
con él y repetir que yo no expresé renuncia a la teoría de la libido. En su siguiente gran trabajo, Jung roza muy de
pasada la solución que yo apunté hace ya mucho: «sólo resta considerar un punto (al cual Freud se refiere en su
trabajo sobre el caso Schreber), que la introversión de la libido sexualis lleva a una investidura del "yo", y
posiblemente por esta vía se produce aquel efecto de pérdida de realidad. Es de hecho una tentadora posibilidad
explicar de esta manera la psicología de la pérdida de realidad».
Capítulo 2
La principal vía de acceso a él seguirá siendo el análisis de las parafrenias. Así como las neurosis de trasferencia nos
posibilitaron rastrear las mociones pulsionales libidinosas, la dementia praecox y la paranoia nos permitirán inteligir
la psicología del yo. Para aproximarnos al conocimiento del narcisismo nos quedan expeditos algunos otros caminos
que describiré en el siguiente orden:
1. La consideración de la enfermedad orgánica
2. La consideración de la hipocondría
3. La consideración de la vida amorosa de los sexos
1.
Ha sido una sugerencia de Ferenczi la que me llevó a apreciar la influencia de la enfermedad orgánica sobre la
distribución de la libido. Es sabido que la persona afligida por un dolor orgánico y por sensaciones penosas resigna su
interés por todas las cosas del mundo exterior que no se relacionen con su sufrimiento. Mientras sufre, también
retira de sus objetos de amor el interés libidinal, cesa de amar. “El enfermo retira sobre su yo sus investiduras
libidinales para volver a enviarlas después de curarse”. Libido e interés yoico tienen aquí el mismo destino. El notorio
egoísmo del enfermo los recubre a ambos. Hay un decaimiento de la disposición a amar por obra de perturbaciones
corporales.
A semejanza de la enfermedad, también el estado del dormir implica un retiro narcisista de las posiciones libidinales
sobre la propia persona; más precisamente, sobre el exclusivo deseo de dormir. En ambos casos vemos ejemplos de
alteraciones en la distribución de la libido a consecuencia de una alteración en el yo.
2.
La hipocondría se exterioriza, al igual que la enfermedad orgánica, en sensaciones corporales penosas y dolorosas, y
coincide también con ella por su efecto sobre la distribución de la libido. El hipocondríaco retira interés y libido de los
objetos del mundo exterior y los concentra sobre el órgano que le atarea.
Ahora bien, hay una gran diferencia entre hipocondría y enfermedad orgánica: en el segundo caso las sensaciones
penosas tienen su fundamento en alteraciones orgánicas comprobables, en el primero no.
Ahora bien, el modelo que conocemos de un órgano de sensibilidad dolorosa, que se altera de algún modo y a pesar
de ello no está enfermo en el sentido habitual, son los genitales en su estado de excitación. En ese estado reciben
aflujo sanguíneo, se hinchan, se humedecen y son sede de múltiples sensaciones. Llamemos a la actividad por la cual
un lugar del cuerpo envía a la vida anímica estímulos de excitación sexual su “erogenidad”. Podemos decidirnos a
considerar la erogenidad como una propiedad general de todos los órganos, y ello nos autorizaría a hablar de su
aumento o su disminución en una determinada parte del cuerpo. A cada una de estas alteraciones de la erogenidad
en el interior de los órganos podría serle paralela una alteración de la investidura libidinal dentro del yo. En tales
factores habríamos de buscar aquello que está en la base de la hipocondría y puede ejercer, sobre la distribución de
la libido, idéntico efecto que la contracción de una enfermedad material de los órganos.
Advertimos que, prosiguiendo esta ilación de pensamiento, tropezamos no sólo con el problema de la hipocondría,
sino con el de las otras neurosis actuales, la neurastenia y la neurosis de angustia. Por eso queremos detenernos en
este punto. La hipocondría es a la parafrenia, aproximadamente, lo que las otras neurosis actuales son a la histeria y
a la neurosis obsesiva; vale decir, depende de la libido yoica, así como las otras dependen de la libido de objeto. La
angustia hipocondríaca sería, del lado de la libido yoica, el correspondiente de la angustia neurótica. Además, si ya
estamos familiarizados con la idea de que el mecanismo de la contracción de la enfermedad y de la formación de
síntoma en las neurosis de transferencia ha de conectarse con una estasis de la libido de objeto,' podemos
aproximarnos también a la imagen de una estasis de la libido yoica, vinculándola con los fenómenos de la
hipocondría y de la parafrenia.
En este punto nos surge esta pregunta: ¿por qué una estasis así de la libido en el interior del yo se sentiría
displacentera?
Hemos discernido a nuestro aparato anímico sobre todo como un medio que ha recibido el encargo de dominar
excitaciones que en caso contrario provocarían sensaciones penosas o efectos patógenos. La elaboración psíquica
presta un extraordinario servicio al desvío interno de excitaciones no susceptibles de descarga directa al exterior, o
bien cuya descarga directa sería indeseable por el momento. Ahora bien, al principio es indiferente que ese
procesamiento interno acontezca en objetos reales o en objetos imaginados. La diferencia se muestra después,
cuando la vuelta de la libido sobre los objetos irreales (introversión) ha conducido a una estasis libidinal. En las
parafrenias, el delirio de grandeza permite esta clase de procesamiento de la libido devuelta al yo; quizá sólo después
de frustrado ese delirio de grandeza, la estasis libidinal en el interior del yo se vuelve patógena.
Intento aquí penetrar unos pocos pasos más en el mecanismo de la parafrenia. Sitúo la diferencia entre estas
afecciones y las neurosis de trasferencia en la siguiente circunstancia: en aquellas, la libido liberada por frustración
no queda adscrita a los objetos en la fantasía, sino que se retira sobre el yo. El delirio de grandeza procura entonces
el dominio psíquico de esta libido, es decir, sería la operación psíquica equivalente a la introversión sobre las
formaciones de la fantasía en las neurosis de transferencia. De su frustración nace la hipocondría de la parafrenia,
homóloga a la angustia de las neurosis de transferencia. Sabemos que esta angustia puede relevarse mediante una
ulterior elaboración psíquica mediante conversión, formación reactiva, formación protectora (fobia). En lugar de esto,
en las parafrenias tenemos el intento de restitución. Puesto que la parafrenia a menudo trae consigo un
desasimiento meramente parcial de la libido respecto de los objetos, dentro de su cuadro pueden distinguirse tres
grupos de manifestaciones:
1) Las de la normalidad conservada o la neurosis (manifestaciones residuales)
2) Las del proceso patológico (el desasimiento de la libido respecto de los objetos, y de ahí el delirio de
grandeza, la hipocondría, la perturbación afectiva, todas las regresiones)
3) Las de la restitución, que deposita de nuevo la libido en los objetos al modo de una histeria (dementia
praecox, parafrenia) o al modo de ufta neurosis obsesiva (paranoia).
3.
Una tercera vía de acceso al estudio del narcisismo es la vida amorosa del ser humano dentro de su variada
diferenciación en el hombre y en la mujer. Las pulsiones sexuales se apuntalan al principio en la satisfacción de las
pulsiones yoicas, y sólo más tarde se independizan de ellas; ahora bien, ese apuntalamiento sigue mostrándose en el
hecho de que las personas encargadas de la nutrición, el cuidado y la protección del niño devienen los primeros
objetos sexuales: la madre (o su sustituto). Junto a esta fuente de la elección de objeto, que puede llamarse de
apuntalamiento, la investigación analítica nos ha puesto en conocimiento de un segundo tipo que no estábamos
predispuestos a descubrir. Hemos descubierto que ciertas personas, señaladamente aquellas cuyo desarrollo libidinal
experimentó una perturbación (como es el caso de los perversos y los homosexuales), no eligen su posterior objeto
de amor según el modelo de la madre, sino según el de su propia persona. Manifiestamente se buscan a sí mismos
como objeto de amor, exhiben el tipo de elección de objeto que ha de llamarse narcisista. En esta observación ha de
verse el motivo más fuerte que nos llevó a adoptar la hipótesis del narcisismo.
➔ Ahora bien, no hemos inferido que los seres humanos se descomponen tajantemente en dos grupos según
que su elección de objeto responda a uno de los dos tipos, el narcisista o el del apuntalamiento; más bien,
promovemos esta hipótesis: todo ser humano tiene abiertos frente a sí ambos caminos para la elección de
objeto, pudiendo preferir uno o el otro.
➔ Tiene dos objetos sexuales originarios: él mismo y la mujer que lo crió.
La comparación entre hombre y mujer muestra que en su relación con el tipo de elección de objeto presentan
diferencias fundamentales. El pleno amor de objeto según el tipo de apuntalamiento es característico del hombre.
Diversa es la forma que presenta el desarrollo en el tipo más frecuente, y con probabilidad más puro y más genuino,
de la mujer. En particular, cuando el desarrollo la hace hermosa, se establece en ella una complacencia consigo
misma que la resarce de la atrofia que la sociedad le impone en materia de elección de objeto. Tales mujeres sólo se
aman, en rigor, a sí mismas, con intensidad pareja a la del hombre que las ama. Su necesidad no se sacia amando,
sino siendo amadas, y se prendan del hombre que les colma esa necesidad. Tales mujeres poseen el máximo
atractivo para los hombres. En efecto, se evidencia que el narcisismo de una persona despliega gran atracción sobre
aquellas otras que han desistido de la dimensión plena de su narcisismo propio y andan en requerimiento del amor
de objeto. Es como si les envidiásemos por conservar un estado psíquico beatífico, una posición libidinal
inexpugnable que nosotros resignamos hace ya tiempo.
Además, estoy dispuesto a conceder que un número indeterminado de mujeres aman según el modelo masculino.
Aun para las mujeres narcisistas, las que permanecen frías hacia el hombre, hay un camino que lleva al pleno amor
de objeto. En el hijo que dan a luz se les enfrenta una parte de su cuerpo propio como un objeto extraño al que
ahora pueden brindar, desde el narcisismo, el pleno amor de objeto. Y todavía hay otras que no necesitan esperar el
hijo para dar ese paso en el desarrollo desde el narcisismo (secundario) hasta el amor de objeto. Antes de la
pubertad se han sentido varones y durante un tramo se desarrollaron como tales; y después que esa aspiración
quedó interrumpida por la maduración de la feminidad, les resta la capacidad de ansiar un ideal masculino que es en
verdad la continuación del ser varonil que una vez fueron.
Un panorama de los caminos para la elección de objeto nos sugeriría estas observaciones: se ama..
y a las personas sustitutivas que se alinean formando series en cada uno de esos caminos.
El niño debe tener mejor suerte que sus padres, no debe estar sometido a esas necesidades objetivas cuyo imperio
en la vida hubo de reconocerse. Enfermedad, muerte, renuncia al goce, restricción de la voluntad propia no han de
tener vigencia para el niño, las leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe ser de
nuevo el centro y el núcleo de la creación. Debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de sus padres; el varón
será un gran hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa para
la madre. El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los
padres, que en su trasmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza.
Capítulo 3
Alfred Adler extrajo su «protesta masculina», que él ha elevado a la condición de fuerza impulsora casi exclusiva de la
formación del carácter y de la neurosis, al paso que no la funda en una aspiración narcisista, sino en una valoración
social. En la investigación psicoanalítica se ha admitido desde el comienzo mismo la existencia e importancia de la
«protesta masculina», pero, en contra de Adler, se sostuvo que era de naturaleza narcisista y que tenía su origen en
el complejo de castración.
La sublimación es un proceso que atañe a la libido de objeto y consiste en que la pulsión se lanza a otra meta,
distante de la satisfacción sexual; el acento recae entonces en la desviación respecto de lo sexual. La idealización es
un proceso que envuelve al objeto; sin variar de naturaleza, este es engrandecido y realzado psíquicamente. La
idealización es posible tanto en el campo de la libido yoica cuanto en el de la libido de objeto.
La formación de un ideal del yo se confunde a menudo con la sublimación de la pulsión. Que alguien haya trocado
su narcisismo por la veneración de un elevado ideal del yo no implica que haya alcanzado la sublimación de sus
pulsiones. Además, la formación de ideal y la sublimación contribuyen en proporciones por entero diversas a la
causación de la neurosis. Según tenemos averiguado, la formación del ideal aumenta las exigencias del yo y es el más
fuerte favorecedor de la represión. La sublimación constituye aquella vía de escape que permite cumplir esa
exigencia sin dar lugar a la represión
Delirio de ser notado: con tanta nitidez aflora en la sintomatología de las enfermedades paranoides, y puede
presentarse también como una enfermedad separada o entreverada con una neurosis de transferencia. Los enfermos
se quejan de que alguien conoce todos sus pensamientos, observa y vigila sus acciones; son informados del imperio
de esta instancia por voces que, de manera característica, les hablan en tercera persona. («Ahora ella piensa de
nuevo en eso»; «Ahora él se marcha»).
El sentimiento de sí se nos presenta como expresión del «grandor del yo», como tal, prescindiendo de su condición
de compuesto. Todo lo que uno posee o ha alcanzado, cada resto del primitivo sentimiento de omnipotencia
corroborado por la experiencia, contribuye a incrementar el sentimiento de sí.
Si introducimos nuestra diferenciación entre pulsiones sexuales y pulsiones yoicas, tendremos que admitir que el
sentimiento de sí depende de manera particularmente estrecha de la libido narcisista.
Además, es fácil observar que la investidura libidinal de los objetos no eleva el sentimiento de sí. La dependencia
respecto del objeto amado tiene el efecto de rebajarlo; el que está enamorado está humillado. El que ama ha
sacrificado, por así decir, un fragmento de su narcisismo y sólo puede restituírselo a trueque de ser-amado.
El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo primario y engendra una intensa
aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio del desplazamiento de la libido a un ideal del yo
impuesto desde fuera; la satisfacción se obtiene mediante el cumplimiento de este ideal.
Introducción
La creciente incidencia de la anorexia/bulimia en los últimos años y las dificultades para un tratamiento exitoso
constituyen un reto para la comunidad profesional.
¿Se trata de una enfermedad psicosomática, de un trastorno del comportamiento, de una desregulación del balance
narcisista? ¿El trastorno anorexia/bulimia tiene las mismas causas que aquellos casos que la psiquiatría viene
documentando desde hace más de un siglo?
Del examen de estos interrogantes se destaca un cuestionamiento a las concepciones simplificantes que intentan una
unificación que conduce a la creación de una identidad psicopatológica imaginaria como es "la" anoréxica o "la"
bulímica, en singular.
- La clínica muestra, por el contrario, una diversidad de configuraciones subyacentes que tienen sólo en común
la profunda vulnerabilidad narcisista del período de la pubertad y la adolescencia femenina, desbalance que
encuentra una ilusión de reequilibración en la fetichización de la delgadez que la cultura le ofrece.
Cualquiera sea la naturaleza de la ansiedad desencadenada, siempre le es posible a una adolescente mujer apelar al
recurso del perfeccionismo corporal a través de la búsqueda y mantenimiento de la delgadez como defensa
narcisista universal de compensación ofrecida por los valores de la cultura actual.
Al igual que la histeria, el trastorno anorexia/bulimia se inscribe en el cuerpo, pero en este caso no sin materia sino
con efectos desestructurantes y destructivos para la personalidad y la vida de la paciente.
Las diversas propuestas que se han dado para la delimitación conceptual del cuadro (enfermedad psicosomática,
fobia al peso, desregulación del balance narcisista etc) se refieren a distintos niveles de análisis:
1. La motivación que desencadena el trastorno: la motivación que instituye la búsqueda de la delgadez para la
estabilización del balance narcisista del self, que al constituirse en motivación dominante sobre los otros
sistemas motivacionales produce efectos adversos sobre la personalidad.
2. La patogenia: los procedimientos extremos a los que se recurre para la pérdida de peso (por ej vómitos
autoprovocados) que generan una dinámica de autocentramiento, rituales y aislamiento.
3. Los síntomas: la pérdida de peso, la alteración del juicio sobre la imagen corporal, la desnutrición, como
responsables de la afectación corporal y del riesgo de muerte.
Si bien se hallan todos comprendidos, no parece válido erigir a uno de ellos como el que se hace cargo de la
titularidad del trastorno.
La psique como causa: si consideramos el trastorno como una enfermedad psicosomática se trata de algo del orden
psíquico que afecta al cuerpo, comprometiendo algún órgano de manera que se altera su fisiología normal. Pero lo
central del concepto de enfermedad psicosomática es que aquello del orden psíquico que está sucediendo es, o
desconocido por el sujeto, o tan inespecífico como el estrés o la angustia y que, a su vez, no se detecta causa
orgánica que justifique la dolencia, la cual al considerársela indeterminada, se sospecha su relación con lo psíquico.
- Por otra parte, quien sufre por ej de hipertensión, acude a la consulta médica buscando soluciones. Nada de
esto ocurre en la anorexia/bulimia. El sujeto sabe muy bien que lo que quiere es no engordar y si esas son las
consecuencias asociadas no parecen preocuparlo.
Nos parece más pertinente, entonces, delimitar conceptualmente a la anorexia/bulimia como una enfermedad
mental.
El cuerpo como causa: es habitual en estos trastornos la hiperconcentración en temas vinculados al peso ganado o
perdido, la excesiva preocupación en las calorías, en el tipo de comida ingerida, etc. A mayor pobreza de contenidos
mentales, mayor derivación hacia el cuerpo de los conflictos.
Para los que tienden a considerar al trastorno como de índole psicosomática, estos rasgos son la expresión de un
defecto en la capacidad de formular las fantasías, cuadro denominado alexitimia, descrito en pacientes que
padeciendo enfermedades orgánicas presentan dificultades para expresar emociones, es decir, sería un defecto de
origen neurológico que ocasionaría una mayor tendencia a resolver las situaciones de tensión a través del cuerpo (y
así es aplicado a la anorexia/bulimia).
Bruch fue la primera en llamar la atención sobre los defectos en la autopercepción y autorregulación de las
sensaciones de hambre en los trastornos de la alimentación. La autopercepción del hambre no es completamente
innata, el infante debe experimentar repetida y constantemente una secuencia de sucesos: la emisión de señales, su
reconocimiento por parte del adulto, la respuesta apropiada y la sensación de alivio final.
No cabe duda de la importancia de la figura de apego para la regulación de la capacidad discriminadora del infante
entre sensaciones corporales y estados emocionales, pero es necesario tener en cuenta que esta perturbación
debiera de afectar a infantes de ambos sexos.
En la determinación causal de la obsesión de estas pacientes sobre contenidos mentales en torno a la comida, otros
autores consideran que se trata de efectos directos de la hambruna.
Aunque muchas pacientes con bulimia aparecen físicamente con buen estado de salud, pueden presentar correlatos
psicológicos y físicos como estados depresivos, irritabilidad y tendencias obsesivas.
De manera que gran parte de los síntomas psíquicos (la obsesión en torno a temas vinculados con la alimentación, la
irritabilidad, el aislamiento social) los tenemos que correlacionar con los efectos de un estado de gran desequilibrio
metabólico que la mente trata de regular.
Aunque se han adoptado criterios clínicos específicos para el diagnóstico de pacientes con trastornos alimenticios,
los síntomas se suelen presentar como un continuo entre aquellos de la anorexia y de la bulimia. La mayoría de las
pacientes presentan una combinación de comportamientos bulímicos y anoréxicos.
El conocimiento de esta afección es muy antiguo. Siempre se trataron de casos aislados. Es recién a fines de la
década de los 60 que se empieza a dar un incremento de la incidencia y se comienza a hablar de “epidemia”.
¿Qué observamos como diferencia (además del número) entre las anorexias/bulimias del pasado y las actuales?
Que las adolescentes que presentan una patología asociada son las menos. La mayoría de ellas padecen el síntoma
en forma más aislada.
Caso de Ellen West: se trataba de una anoréxica con evolución a la bulimia que terminó suicidándose.
La delgadez puede ser considerada como el factor que diferencia a las anoréxicas/bulímicas actuales de las del
pasado, lo que conduce al planteamiento sobre la diversidad de configuraciones motivacionales que pueden
desencadenar el síntoma.
Ante los datos clínicos que muestran un espectro tan amplio de cuadros (neuróticos, psicóticos y borderlines en los
cuales la anorexia/bulimia puede estar presente) son muchos los autores que consideran la anorexia/bulimia como
un síndrome. Las diversas causas suelen dividirse entre las de órden individual, familiar y culturales.
1- Formas de equilibración del balance narcisista por medio del patrón estético de belleza actual
El inicio es a partir del comienzo de una dieta para perder peso. En estos casos, que son la mayoría, la motivación
prevalente es la ganancia narcisista que se espera obtener mejorando la silueta. Todas buscan un estado de bienestar
psíquico por medio del reconocimiento interpersonal de la belleza de sus cuerpos y de la delgadez del mismo.
Si bien el objetivo es el mismo, la condición psicológica de la cual parten puede variar. En la clínica, encontramos
desde la jovencita que imita a sus compañeras en el colegio que hacen dieta, la adolescente que no sintiéndose muy
favorecida físicamente espera que la delgadez le otorgue los atributos necesarios para acceder al otro sexo, etc.
➔ De manera que la motivación que impulsa la conducta se desencadena a partir de una predominancia del
sistema narcisista vinculado a un atributo corporal que funciona tanto como a) un estereotipo de género que
garantiza una especularización narcisizante, o b) como una cualificación imprescindible para una actividad:
gimnastas, modelos, acróbatas, escaladores.
B) Abuso sexual: las revisiones de la investigación sobre abuso sexual muestran una potencial relación con los
cuadros de anorexia/bulimia, a predominio de los síntomas bulímicos.
Dificultades en la tramitación adolescente del vínculo de apego, ya sea solo por el hecho del cambio de la situación
vital (tipo de crisis adolescente), o por cambios de residencia por motivo de estudio o trabajo. Estos casos suelen ser
de buen pronóstico, a los que se tiende a llamar "reacciones anoréxicas"
5- Síntoma dentro de una patología mayor
Por ej estados depresivos se consideran tanto condición predisponente, asociada o consecuencia de un cuadro de
anorexia/bulimia, ya que sus manifestaciones son muy similares: trastornos del sueño, retracción social, falta de
placer en las actividades, disminución del apetito.
Factores de cronicidad
Muchas pacientes sufren este cuadro por décadas con recurrentes ingresos hospitalarios, lo que conduce a pensar en
la existencia de importantes factores de mantenimiento del trastorno tanto de orden biológico como psicológico.
Aunque la motivación inicial no haya sido narcisista, una vez instalado el cuadro encuentra un soporte de
mantenimiento en el formato que la cultura idealiza para la identidad femenina actual: un cuerpo delgado con
aspecto adolescente que aporta una fuerte ganancia narcisista interpersonal.
Cualquier estado afectivo o relacional puede conducir a una mujer o a un hombre que haga de su apariencia física el
soporte privilegiado de su narcisismo a un comportamiento anoréxico/bulímico. De manera que la única condición
indispensable y presente para la producción del síntoma es la dimensión de la experiencia que sostiene el narcisismo
del sujeto: si es el cuerpo y su apariencia, la vía de entrada al trastorno está asegurada.
➔ No obstante, este planteamiento genera dificultades para su estatuto teórico en el psicoanálisis, ya que se
trata entonces de una maniobra defensiva y no un mecanismo de defensa intrapsíquico e inconsciente.
El cuerpo delgadamente bello es una oferta fácil al alcance de cualquier chica de nuestra cultura actual para erigirse
en una organización defensiva compensatoria. Frente al displacer inconsciente de cualquier tipo de experiencias se
pueden activar patrones de conducta que producen placer inmediato.
Lo más enigmático para un observador exterior es cuál es el placer que encierra someterse a tal privación, y se
desarrollan hipótesis de todo tipo: placer masoquista, erotización del hambre.
Tratándose en un 90 a 95% de mujeres, el único placer posible que le atribuyen ciertas corrientes pareciera ser el
sexual y no un narcisismo vigoroso que las lleva a niveles de renuncia y desactivación de deseos y necesidades.
Muchos psicoanalistas sostienen a la anorexia infantil como antecedente del trastorno que comienza en la
adolescencia. Un severo trastorno alimenticio temprano, básicamente por dificultades en la relación con la madre,
que sentaría las bases para su eclosión en la adolescencia, período de reactivación del conflicto.
Anna Freud fue la primera en llamar la atención sobre los aspectos evolutivos y postuló una línea de desarrollo desde
el lactante a la alimentación racional.
El dato cronológico de aparición de la anorexia infantil es por lo general entre los 6 meses y los 3 años, con una
frecuencia máxima alrededor de los 9 meses. En esta fase del desarrollo humano tiene lugar un cambio subjetivo
fundamental que es la capacidad que adquiere el infante para el reconocimiento del otro y de sí mismo como seres
provistos de subjetividad. El infante comienza a tener su propia voluntad, a partir del reconocimiento de sus propios
deseos. De manera que si en este período la voluntad de ser atendido en sus deseos se desconoce (es decir, no existe
por parte del adulto un reconocimiento de la diferencia entre el deseo del niño de alimentarse y de otros deseos),
efectivamente se produce un desencuentro caracterizado por la afirmación forzada del infante a través de conductas
de oposicionismo. Es al infante mismo que le deja indiferente la comida, le es más importante ser reconocido que
alimentarse
Se ha afirmado que esta dinámica conduce a una indiferenciación somatopsíquica en el bebé porque la madre al
interpretar toda iniciativa del bebé en términos de hambre, el infante no sabe diferenciar su hambre de sus
necesidades emocionales. Si la madre alimenta cuando tendría que calmar o hacer dormir, el niño desarrollaría una
falta de certeza sobre su capacidad para discriminar estados internos y dificultades en el contacto con la madre y en
obtener sus cuidados.
Un hallazgo llamativo de los infantes con anorexia infantil es su férrea voluntad: son persistentes y enérgicos o
provocativos al expresar lo que quieren. Parecen observar y estudiar a sus madres cuidadosamente y anticipar las
reacciones y desplegar una actitud de "a que no te atreves, mamá". Un deseo que se mantiene en ser reconocido, en
producir efectos en la figura de apego.
El infante se encuentra con una falta de reconocimiento a su self emergente que inaugura el descubrimiento de la
subjetividad de los otros y asiste a la experiencia de "ser deseante". Si en el adulto se desencadena una tormenta
emocional el bebé puede sentirse rechazado y asustado.
Si en otros momentos, la madre sintiéndose culpable de la interacción recompensa al infante pero vuelve a ponerse
irritada, ansiosa y enfadada en el momento de la comida, el infante también se condiciona a lo mismo y la ingestión
pasa a estar regulada por necesidades emocionales en lugar de estarlo por el hambre. Por otra parte, es de
conocimiento general que el rechazo es selectivo y si el infante es alimentado por otra persona suele comer.
¿Continuidad o discontinuidad entre la anorexia infantil y adolescente? ¿Cómo entender el componente oral?
¿Por qué si el conflicto alrededor de la alimentación del lactante lo tienen las madres con los varones y las niñas, la
anorexia en la adolescencia es más frecuente en las mujeres? La clínica infantil muestra que muchos infantes varones
sufren de anorexia infantil.
Por otra parte, la consideración de la anorexia/bulimia como un trastorno oral también merece muchas reservas.
Sandler y Dare hacen un claro planteamiento sobre la psicopatología incluida en los trastornos psicosomáticos que
comprometen la boca o la ingesta, sosteniendo que no es posible concluir que estos elementos provienen de la
perturbación psicopatológica del erotismo oral, simplemente porque la boca está incluida. Una manifestación erótica
manifiestamente oral puede representar un deseo inconsciente de regresar a una relación oral con el objeto de amor,
pero también un compromiso entre deseos femeninos de penetración y temores a la contaminación de otra fase. Se
da como ejemplo a las personas obesas, en una identificación inconsciente con la madre embarazada. Todo lo que se
describe como "oral" tiene que ser considerado en términos de relaciones de objeto o de vínculo de apego y se
puede manifestar como deseo de ser querido, de ser apoyado, de recibir dinero o consejo.
«El punto de vista que estamos intentado establecer es que cuando se describe un rasgo como oral no quiere decir
desde el punto de vista dinámico que se hallen implicados deseos orales»
Cinco características básicas en las familias de chicas anoréxicas (todas antitéticas para el desarrollo de la
autonomía): a) indiferenciación; b) sobreprotección; c) rigidez; d) evitación del conflicto y cuando el conflicto se
desencadena, muy pobre resolución; e) involucración de la chica en los conflictos de la pareja.
El papel otorgado a la madre resalta con tanta contundencia que pareciera que la especificidad de estos trastornos
tuvieran como única responsable a la madre. Los perfiles maternos considerados patogénicos incluyen:
- Madres dominantes, controladoras, intrusivas: la madre usa a su hija como continente de sus propias
emociones no procesadas y, además, es incapaz de contener las emociones de su hija.
- Madres rígidas y con baja autoestima: rasgos psicológicos comunes entre la chica con anorexia y sus
madres: baja autoestima y rigidez. A menudo la madre está casada con un hombre que es incapaz de darse a
sí mismo, al igual que su esposa es incapaz de valorarse a sí misma. El marido, incómodo con la dependencia
de las mujeres, suaviza su desconfianza en ellas, devalúandolas y exigiendo lealtad incuestionable y cuidados.
Frecuentemente, las demandas del padre se encubren bajo una actitud de autosacrificio y esfuerzo
desmedido.
- Madres narcisistas: hijas que completan la estructura narcisista de la madre más que como objetos de
sustitución edípica: "otra madre relacionaba la anorexia precocísima de su hija (desde el nacimiento) con el
hecho de que en esta época había renunciado, como ella decía, a su estatuto de mujer para poder entregarse
a actividades muy masculinas, y que le proporcionaban una satisfacción muy considerable. Jamás se había
sentido ella tan realizada.
- La madre de la madre: algunas historias muestran madres que confiesan sus temores de tener una hija, aún
antes de la concepción de la misma, pues suponían de antemano que tendrían muchas dificultades. "Por lo
demás, casi todas las madres de anoréxicas relatan haber tenido malas relaciones con sus propias madres.
Demasiado autoritarias o demasiado sumisas y vulnerables, no han podido tener contactos íntimos tiernos
con ellas.
La madre dominante y controladora es considerada causa o efecto del trastorno alimenticio. "Conocemos a los
padres de nuestros pacientes precisamente cuando han debido reorganizarse ante la enfermedad de sus hijos". En la
mayoría de los casos se trata de familias a las que se las podría encuadrar en "la normalidad".
La comparación entre 58 madres de anoréxicas y 204 madres control (de chicas de secundaria) muestran que la
historia familiar de preocupación por el peso y la silueta es tan común en las familias control como en las de
pacientes anoréxicas. ¿Es la sexualidad y la imagen del cuerpo de la anoréxica/bulímica una cuestión
exclusivamente de la madre?
Sours y Risen consideran que el inicio de la anorexia/bulimia en la adolescencia temprana se debe a la disminución
de la tolerancia a la frustración por la regresión a etapas pregenitales.
Pensamos que habría que tener en cuenta cuál es la articulación que se establece entre la fantasmática procesada en
la infancia y el impacto de las consecuencias de una puesta en acto de la sexualidad por parte de la adolescente.
Pensar si esta articulación no remodela la dinámica infantil de manera tal que el fantasma de escena primaria sádica
deja ya de ser sólo una teoría infantil sobre la sexualidad adulta para convertirse en amenaza real y, por lo tanto, en
factor traumático.
Algunos autores afirman que la pubertad es una época del desarrollo mucho más crítica para la niña que el período
del complejo de Edipo en la infancia. Gran parte de los aspectos que requieren su resolución durante el período
edípico masculino no se afrontan totalmente por la mujer hasta llegar a la pubertad. A su vez, no se considera que
esta época representa sólo una recapitulación del conflicto edípico, sino que introduce una nueva fuente de angustia
severa.
La pubertad genera una serie de ansiedades en la niña sobre la integridad de su cuerpo y sobre las consecuencias
indeseables que la satisfacción del deseo sexual puede conllevar. La literatura psicoanalítica muestra cómo la
pubertad es una fase del desarrollo del aparato genital que se ha estudiado básicamente sobre el modelo femenino,
mientras que la etapa genital infantil lo ha sido sobre el modelo masculino.
Si bien uno de los pilares diagnósticos de la anorexia/bulimia es la distorsión del esquema corporal, su importancia
como fenómeno psicopatológico aparece poco remarcado en los estudios psicoanalíticos. Algunos autores se
preguntaban si el escaso éxito de los programas terapéuticos no radicaría en la desatención puesta en la experiencia
de las mujeres con su cuerpo, y en un trabajo muy reciente se propone que debemos reemplazar el concepto de
imagen corporal por el de experiencia corporal, para poder dar cuenta de significados y contenidos múltiples y
complejos, tanto en la investigación como en el tratamiento de estos desórdenes.
La importancia de la imagen como imperativo cultural es obvia pero habría que profundizar en los significados de tal
imperativo, "ser delgada para ser más aceptada, popular y querida", "ser delgada para ser más sexy", "ser delgada
para ser menos inaccesible", "ser delgada como medio para conseguir una posición profesional". El cuerpo y la
imagen femenina se hacen tan imperativos por lo que se le impone a ellos como demanda, ya que en todo momento
son objeto de la mirada y del voyeurismo del hombre.
Asexualidad e hipersexualidad tienen mucho en común en términos de manifestaciones que evidencian la disociación
entre los comportamientos sexuales (propios de una mujer adulta y madura) y las capacidades psicológicas de su self
adolescente para hacerse cargo de la sexualidad. Con el agravante de la dislocación psíquica que sufren, ya que en
otras dimensiones de la experiencia y de la identidad son chicas capaces, exitosas que han gozado de una muy alta
estima familiar.
B. Exigencias de comportamiento sexual precoz con encubrimiento de los temores a la vulnerabilidad de sus
cuerpos. Conflicto entre motivaciones sexuales y de autoconservación, con negación de las ansiedades de
vulnerabilidad física e indefensión.
C. Inestabilidad o pérdida precoz de las referencias de protección y apego de la infancia, a partir del imperativo
de autonomía que lanza a las chicas a la pérdida de la madre. Es decir, una perturbación en el sistema
motivacional del apego.
El cuerpo desvestido
El ideal estético ha cambiado enormemente, especialmente en los últimos años, hacia formas y medidas cada vez
más extremas de delgadez. Pero los cánones de belleza actual no se aplican sólo a la ropa que cubre el cuerpo sino, y
muy especialmente, al cuerpo mismo; más aún, al cuerpo desnudo. Y este es un hecho nuevo en la historia de la
belleza femenina contemplada por un espectador que la juzga.
El cuerpo desvestido es el eje de la forma en que la mujer debe ofrecer su cuerpo a la mirada. Las mujeres ya no
pueden sólo manipular lo que adorna el cuerpo, la apariencia. La apariencia ya toca su propio ser, la intimidad de su
cuerpo. Millones de mujeres en las últimas décadas se sienten incómodas, no sólo con su peso sino insatisfechas con
sus formas, descubren defectos y odian su cuerpo.
La lengua inglesa posee dos palabras para poner de relieve esta diferencia: nude y naked.
- Nude: es utilizado con la connotación, ya sea de desnudo artístico, y también como la descripción de un
estado del sujeto que se supone voluntario.
- Naked: se refiere a una condición de desnudez que entraña algún grado de indefensión: desvestido,
indigente, descubierto, sin defensa.
Nos encontramos ante un mandado a desvestirse, lo que internalizado se transforma en ideal narcisista de ser capaz
de mostrar el cuerpo al desnudo, de no tener complejos, de animarse a vivir un cuerpo y una sexualidad diferente a
la vivida por sus madres. La desnudez se convierte en el emblema de la rebeldía. Será admirada, deseada en la
medida que se ofrezca de esta manera.
La estructura misma de la producción pornográfica guarda estrechas conexiones con la relación que se les impone a
las mujeres en la actualidad con su cuerpo. Por lo general, casi todas las mujeres tienen una relación con su imagen
corporal como un conjunto de partes que deben ser contempladas, examinadas en detalle y sometidas a diversos
procedimientos para su debida corrección. A su vez, a estas batallas con su cuerpo se les atribuye el poder de definir
sus vidas, y si algo sale mal es el cuerpo, por lo general, lo que las mujeres más se atacan y no se cuidan, como si
fuera el culpable de sus desgracias
Cuando a las mujeres se les autoimpone la necesidad de conseguir la modificación de una parte de su cuerpo, unida
a la creencia que en esa parte del cuerpo radica el futuro de su vida amorosa, cada espejo convoca compulsivamente
el comprobar en la imagen reflejada si se ha conseguido lo perseguido, o si todavía quedan unos centímetros de más
o de menos. Cuando la vigilancia sobre una parte se convierte en el foco obsesivo de atención indefinida se hace
equivalente este tipo de relación con el propio cuerpo a una relación de corte perverso: a) una parte por el todo; b)
una sobrevaloración de esa parte del cuerpo; c) un tratamiento sado-masoquista. En la subjetividad, entonces, el
cuerpo es vivido objetalizado, como "un cuerpo extraño", como algo ajeno o amenazante, en tanto es fuente
permanente de malestar, angustia e insatisfacción.
¿Cómo viven en su intimidad las adolescentes actuales que aspiran a la autonomía y control de sus vidas estar
desnudas en público? Su narcisismo (dependiente de un superyó conformado por el nuevo ideal de la libertad del
cuerpo) las fuerza a pasar por encima, negando, reprimiendo el miedo, la indefensión que la exposición del cuerpo
ocasiona. Enmascaran los temores a la indefensión de estar al desnudo pues de otra manera quedan descalificadas
por sus pares, rechazadas, distintas a las demás. De manera que los deseos narcisistas de ser admiradas, deseadas y
aceptadas, se oponen dentro del mismo sistema narcisista con la ambición de ser autónomas, y ambos deseos
contrapuestos entran en contradicción con el registro de las ansiedades autoconservativas de autoprotección de sus
cuerpos.
Las adolescentes actuales se sienten compelidas a vivir una sexualidad muy activa. Y esto constituye otras de las
paradojas para la subjetividad femenina. Las adolescentes, a partir de los años 60, si tratan de escapar a las
exigencias y urgencias de la líbido puberal deben enfrentar, o poseer poderosos recursos para no verse amenazadas
en su autoestima. Las chicas que no tienen romances o relaciones sexuales atraviesan crisis importantes de malestar
y microdepresiones.
El sentimiento de vulnerabilidad corporal de la mujer gobierna su fantasmática sexual. El narcisismo del cuerpo
como defensa ante las angustias persecutorias.
Durante la infancia, las niñas enfrentan una serie de temores sobre la integridad de sus cuerpos vinculados a las
visicitudes de la salud reproductiva de las mujeres: los partos de la madre, la regla, los abortos, las enfermedades
ginecológicas y las eventuales intervenciones quirúrgicas ¿Qué incidencia tienen estas visicitudes sobre su
fantasmática corporal?
La interpretación consagrada sobre la diferencia sexual conduce a que el significado atribuido al orificio vaginal se ha
considerado exclusivamente como una inferioridad (en relación al varón).
Las niñas privilegiadas de la actualidad en la coeducación y libre convivencia con los varones experimentan el
conocimiento de la sexualidad adulta por medio de las narrativas obscenas transgresoras (las malas palabras, chistes
y versos, así como el fácil acceso a las películas x), expresiones por lo general humillantes y abusivas con las mujeres.
Las niñas se suman a la diversión y al "placer" de reírse de formas denigratorias que las incluyen a ellas mismas.
En la actualidad, asistimos a un proceso de sexualización cada vez más precoz así como a un incremento y
naturalización de la violencia sexual en la imagen que se ofrece. ¿Será esta suerte de naturalidad y legitimidad para el
desnudo y la violencia sexual responsable del aplanamiento y vacío imaginario con que se presentan las adolescentes
actuales, presas de ansiedad sin nombre y con tendencia a preocuparse por su cuerpo?
Histeria y anorexia/bulimia
La histeria de conversión prácticamente ha desaparecido de la clínica pero si hay un equivalente en la actualidad que
es la anorexia/bulimia. Ambas condiciones presentan similitudes: son trastornos que afectan mayoritariamente a
mujeres y comienzan en la adolescencia, se caracterizan por la represión, restricción y/o renuncia a deseos y placeres
básicos, grados variables de manipulación interpersonal o se hallan asociados para atraer la atención o preocupar a
otros, y tienen un carácter "contagioso".
La vigilancia sobre los gramos y las curvas es la temática sobre la cual el superyó narcisista de estas chicas ejerce
todo su rigor; se constata un desplazamiento de la moral a la estrictez de las formas, y la perfección ya no radica en la
virtud del alma sino en las medidas del cuerpo. Si la pobre representación de sí misma generó la búsqueda de
reequilibración narcisista por medio del síntoma, la crueldad o severidad de la conciencia crítica que toma como foco
la conducta alimentaria convierte la vida en un tormento permanente. El perfeccionismo y los rasgos que se
describen principalmente en las anorexias restrictivas, son expresiones del superyó narcisista que es necesario
deconstruir en la terapia.