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22/2/2021 Anthony McFarlane, War and Independence in Spanish America

Nuevo Mundo Mundos


Nuevos
Nouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New world New
worlds

Comptes rendus et essais historiographiques | 2015

J L O S C

Anthony McFarlane, War and


Independence in Spanish America
Routledge, Nueva York, 2014, 452 p.
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.67928

Référence(s) :
Anthony McFarlane, War and Independence in Spanish America, Routledge, Nueva York, 2014, 452 p.
[10/03/2015]

Texte intégral

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https://journals.openedition.org/nuevomundo/67928 1/4
22/2/2021 Anthony McFarlane, War and Independence in Spanish America

1 Anthony McFarlane ha escrito una de las obras más importantes sobre las
independencias hispanoamericanas publicadas en los últimos diez años. Construido a
partir de una extensa bibliografía y de un acabado trabajo documental, War and
Independence in Spanish America es un libro indispensable para aquellos interesados en
el estudio de un proceso que, luego de años de reformismo, revoluciones políticas y
guerras civiles, derivaría en la creación de los Estados nacionales que hoy conocemos. La
historiografía sobre la materia es inmensa y no es del caso volver sobre ella; baste señalar
que McFarlane nos presenta perspectivas que sobrepasan con creces el reduccionismo de
la historia disciplinar. Este libro combina una mirada ‘militar’ con eventos ‘políticos’ cuyas
consecuencias ‘sociales’ y ‘económicas’ se revelan en una narración detallada y cuidada.
Catalogar a McFarlane como un historiador únicamente militar es, en ese sentido, un error
a la hora de leer su trabajo.
2 Hace años que la historiografía ‘militar’ superó el análisis tedioso de las estrategias y
tácticas empleadas por ‘héroes’ y ‘contra-héroes’ en las ‘grandes’ batallas de la historia. Ya
en 1988 R.R. Palmer llamaba en su prefacio a la versión inglesa del libro de Jean-Paul
Bertaud sobre el ejército revolucionario francés a estudiar a los militares no tanto en
relación con la guerra, cuanto a partir “de las condiciones sociales, económicas, políticas,
sicológicas, tecnológicas y organizaciones bajo las cuales una sociedad utiliza la fuerza
armada, ya sea para mantener autoridad sobre su propia población o para ejercer poder
ante la amenaza externa”1. Eso es exactamente lo que propone McFarlane en un libro que
comienza con las consecuencias inesperadas de la Guerra de los Siete Años y culmina en
los últimos enfrentamientos entre revolucionarios y realistas en Ayacucho. A lo largo de
esas seis décadas nos adentramos en un recorrido continental que abarca, problematiza y
cuestiona el papel de las fuerzas armadas hispanoamericanas desde perspectivas múltiples
y supranacionales. Así, la historia de los territorios de Perú, Chile y el Río de la Plata se
entremezcla con la de México y Centroamérica en una interpretación comparativa y
dinámica.
3 De los muchos temas tocados por el autor quisiera detenerme sólo en tres: el primero
dice relación con las reformas implementadas por los Borbones para mejorar la defensa
colonial y el entrenamiento militar de los soldados y oficiales del llamado Ejército de
América. Como es sabido, las derrotas españolas en la disputas internacionales de la
segunda mitad del siglo XVIII obligaron a la metrópoli a rediseñar el funcionamiento de
un imperio agotado económica y políticamente. El reformismo Borbón funcionó en
diversos niveles y se aplicó considerando las particularidades de cada caso. Con todo, hubo
al menos una característica común a toda Hispanoamérica al momento de reformar la
administración imperial: a lo largo del continente fueron los propios grupos de poder
americanos los que cargaron con la misión de mejorar la calidad de los ejércitos de sus
respectivas regiones.
4 A pesar de los intentos borbónicos de ‘reconquistar’ el territorio supuestamente perdido
a manos de las elites coloniales, para fines del siglo XVIII España era consciente de que su
incapacidad de enviar refuerzos desde la Península la ponía en una situación de
dependencia respecto a sus súbditos de ultramar. Entrenar, pagar y mantener leal al
Ejército de América fue, pues, una responsabilidad americana más que metropolitana,
como queda de manifiesto en esta frase de McFarlane: “while Spain’s regular forces in
America grew modestly, they also came to depend disproportionately on American
recruits. During the 1770s and early 1780s, Spain increased the number of regulars sent to
the colonies through the rotation of Spanish regiments through American garrisons. But
from 1786 onwards, garrison strengths had to be maintained by greater recruitment of
Americans, which brought a pronounced ‘Americanization’ of the regular army” (18). En
todo caso, dice correctamente McFarlane, dicha “americanización” estuvo lejos de generar
una “militarización” de la sociedad colonial ni menos poner en entredicho la legitimidad
del sistema imperial. Revueltas y rebeliones como la de Túpac Amaru en el virreinato del
Perú y de los Comuneros en Nueva Granada fueron derrotadas con relativa presteza; no
porque las milicias y los ejércitos regulares de aquellas regiones hubieran alcanzado un

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alto grado de profesionalismo (lejos de ello, de hecho), sino porque España contó con el
apoyo y la ayuda logística de los propios americanos para detener a los rebeldes.
5 El segundo gran tema analizado por McFarlane puede entenderse como una
consecuencia del proceso de “americanización” de los ejércitos coloniales. Haciéndose eco
de lo que ha sostenido la historiografía en el último tiempo, el autor propone que las
guerras desatadas a lo largo de Hispanoamérica desde 1809 en adelante fueron el
resultado de un mismo fenómeno: “the breakdown of authority at the center of the
monarchy and the subsequent fragmentation of the system of government into divergent
parts” (85). En un comienzo, los conflictos militares que siguieron a la caída de Fernando
VII no fueron particularmente violentos (excluyendo algunas zonas de Venezuela y el Alto
Perú), siguiendo el modelo de las ‘guerras cívicas’ que Clément Thibaud estudió en su
Repúblicas en Armas. Dos de las principales características de las ‘guerras cívicas’ fueron,
siguiendo a Thibaud, la indecisión de los oficiales de acometer ataques directos y el slow
tempo de los movimientos de los ejércitos combatientes. Cuando las diferencias políticas
se acentuaron, los campos de batallas se convirtieron en el lugar por excelencia del
proceso de toma de decisión. Las ‘guerras cívicas’ pasaron así a convertirse en
enfrentamientos directos y explícitos, dividiendo a los americanos en grupos
irreconciliables2.
6 Hubo, no obstante, un rasgo compartido por los ejércitos insurgentes (esto es, los que en
un principio apoyaron un mayor grado de autonomía al interior del imperio y que
eventualmente devinieron independentistas) y fidelistas (es decir, aquellos leales a
cualquier autoridad que residiera en la metrópoli): todos estaban preferentemente
formados por personas nacidas en América o con una larga experiencia en el continente.
Con la nada despreciable excepción de las tropas de Pablo Morillo –compuestas en su
mayoría por peninsulares-, los ejércitos en México, Perú, Chile y el Río de la Plata eran tan
americanos como a fines del siglo XVIII. De ahí que las ‘guerras cívicas’ del primer período
de la revolución autonomista (1810-1812) derivaran en ‘guerras civiles’; de ahí también
que ya no sea posible continuar insistiendo en que la revolución fue un conflicto entre
naciones consolidadas, como si la creación de los actuales Estado nacionales hubiera sido
inevitable y una esperanza largamente deseada por las elites criollas. Como queda de
manifiesto en el libro de McFarlane, la opción por la independencia era una de muchas
cuando Fernando VII retornó al trono en 1814. Ello explica por qué las guerras civiles
americanas duraron tanto tiempo y por qué los ejércitos se erigieron en árbitros de las
contiendas políticas.
7 Finalmente llegamos al tercer punto que quisiera recalcar. Nuevas investigaciones han
cuestionado que las revoluciones hispanoamericanas fueron pensadas y ejecutadas
únicamente por elites hambrientas de poder y deseosas de ‘controlar’ el acontecer
político3. Por un largo tiempo, los ‘historiadores sociales’ tendieron a ver a los grupos
‘plebeyos’, ‘subalternos’ o simplemente ‘bajos’ como actores monolíticos que, debido a su
histórica marginación, obedecían sin más las imposiciones de autoridades, hacendados,
patrones, comerciantes y oficiales militares. Con el fin de destacar el “egoísmo” de las
elites, se tendió a ver a las clases menos acomodadas como grupos homogéneos sin
agendas políticas discernibles; el objetivo era explicar las históricas desigualdades
latinoamericanas a partir de las ambiciones de los de ‘arriba’. Mucho de esto, por
supuesto, es verdad: incluso líderes como José Gervasio Artigas o José Antonio Páez
tendieron a dejar atrás sus objetivos ‘populares’ cuando alcanzaron la cima del poder. Pero
el sólo hecho de que ambos hayan alcanzado dicha cima nos habla de que las elites no
podían actuar por sí mismas; al final de cuentas, ya fueran realistas o revolucionarios, los
grupos de poder necesitaban de un mínimo de legitimidad social para existir y sobrevivir.
Una legitimidad que no podía construirse sólo a partir del reclutamiento forzoso, ya que
tanto o más importante que la coerción era la negociación entre los de ‘arriba’ y los de
‘abajo’. De ese modo, esclavos, inquilinos, indígenas, artesanos y mestizos –por tan sólo
nombrar a los sectores populares más representativos- cultivaron agendas políticas que,

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en muchos casos, fueron suficientemente poderosas para lograr que las elites modificaran
sus planes originales.
8 “Leaders on both sides widened recruitment by reaching out to the free coloreds,
Indians, and slaves who occupied the lowest ranks of society” (416), plantea McFarlane al
final de su libro. Al hacerlo, insurgentes y fidelistas no sólo acrecentaron sus respectivos
ejércitos, sino que abrieron la puerta a distintos tipos de participación popular. Las
guerrillas realistas cumplieron un papel especialmente relevante en la última etapa de la
revolución. Y ello pues en general las comunidades indígenas tendieron a apoyar a los
ejércitos del rey siguiendo una agenda política relativamente autónoma: “Indians seemed
to prefer the Spanish monarchy to its political rivals, possibly because their leaders saw
good relations with the king as the best means to protect and conserve their communities
and customs” (417-418). La guerra regular fue, entonces, relegada a un segundo plano por
una multitud de conflictos irregulares que, debido a su baja intensidad pero también a su
capacidad de movilización, alargó e intensificó el conflicto por casi dos décadas.
9 De todo esto y mucho más habla el libro de Anthony McFarlane. Su lectura es amena,
sus temas indispensables y sus acercamientos a la historia política, social, económica y
militar sumamente originales. Estamos, ya lo dije, ante una obra de consulta obligatoria
para todo aquellos cautivados por las implicancias americanas de la caída de la monarquía
española en 1808.

Notes
1 R. R. Palmer, “Translator’s Preface”, en Jean-Paul Bertaud, The Army of the French Revolution.
From citizen-soldiers to instrument of power, Princeton University Press, 1988, p. XII.
2 Clément Thibaud, Repúblicas en Armas. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia
en Colombia y Venezuela, Editorial Planeta, Bogotá, 2003, pp. 75-76.
3 Sólo cito tres ejemplos, los cuales, a pesar de sus diferencias, dan cuenta de la renovación de la
‘historia social’ sobre las revoluciones hispanoamericanas: Eric Van Young, The Other Rebellion:
Popular Violence, Ideology, and the Mexican Struggle for Independence, 1810-1821, Stanford
University Press, Stanford, CA, 2001; Gabriel Di Meglio, Viva el bajo pueblo. La plebe urbana de
Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo, Prometeo Libros, Buenos
Aires, 2007; y Marcela Echeverri, ‘Popular Royalists, Empire, and Politics in Southwestern New
Granada, 1809–1819’, Hispanic American Historical Review, vol. 91, número 2, 2011.

Pour citer cet article


Référence électronique
Juan Luis Ossa Santa Cruz, « Anthony McFarlane, War and Independence in Spanish America »,
Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], Comptes rendus et essais historiographiques, mis en
ligne le 10 mars 2015, consulté le 22 février 2021. URL :
http://journals.openedition.org/nuevomundo/67928 ; DOI :
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.67928

Auteur
Juan Luis Ossa Santa Cruz
Centro de Estudios de Historia Política, Universidad Adolfo Ibañez

Droits d’auteur

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