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El anteproyecto de Código Penal que la comisión encabezada por Eugenio Zaffaroni le entregó
la semana pasada a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner propone una serie de
cambios importantes en el tratamiento de la inimputabilidad por razones de salud mental. Lejos
de lo que mucha gente supone, la declaración de inimputabilidad de una persona que ha
cometido un delito suele ser una vía hacia el mayor de los castigos y no hacia la impunidad,
porque el Código Penal actual le deja al juez un margen de discrecionalidad absoluta para
disponer la internación (encierro) de la persona en un manicomio sin límite de tiempo y más
allá del tipo delito en cuestión. La única indicación del texto vigente es que esa internación sólo
puede concluir si un examen de peritos determina que ha “desaparecido el peligro de que el
enfermo se dañe a sí mismo o a los demás”. Suele suceder, en particular cuando los
involucrados son personas de escasos recursos, que ese momento nunca llega. El encierro se
termina prolongando “más tiempo incluso del que le habría correspondido in abstracto en el
supuesto de haber sido condenado a cumplir el máximo de la pena previsto para el delito
cometido”, según la Corte Suprema advirtió en su fallo “RMJ s/insania” de 2008.
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Psicólogo. Ex diputado nacional, autor del proyecto que dio lugar a la Ley Nacional de Salud Mental 26.657
Sobre el anteproyecto de reforma al Código Penal
La encerrona que plantea el actual código es que, si bien no sanciona a la persona por el
hecho cometido, en el mismo momento en que la define como “no punible” automáticamente la
ubica en la categoría de “peligrosa”. Cometer un delito cualquiera, por caso un robo, conlleva
una pena determinada por un plazo que tiene un inicio y un fin. Ser peligroso, en cambio,
habilita una medida de control sin plazo alguno.
1) Si bien la causa para determinar la inimputabilidad sigue siendo la misma que la actual, esto
es, la imposibilidad al momento del hecho de “comprender su criminalidad o dirigir sus
acciones”, ya no se la asocia a una “insuficiencia de sus facultades” o “alteraciones morbosas
de las mismas”, como define el actual código, sino que es “a causa de cualquier anomalía,
trastorno o alteración psíquica permanente o transitoria”.
3) La medida de internación, prevista puntualmente en el artículo 39, sólo se podrá aplicar a las
personas que hayan cometido delitos cuya pena máxima fuere superior a diez años. O sea
para delitos moderados o graves y no para cualquier tipo de hechos.
4) Esa medida de internación, además, será sólo en aquellos casos en que un examen de
peritos acredite la presencia de “agresividad contra la vida, la integridad física o la integridad y
libertad sexual”. Es decir, ya no se vincula con el concepto abstracto de “peligrosidad” sino con
la presencia actual de una “agresividad” tal que pueda afectar esos bienes jurídicos señalados.
6) La internación puede cesar antes de ese plazo en caso de desaparición del riesgo creado
por la agresividad.
7) El juez puede, en cualquier momento, cambiar el establecimiento por uno más adecuado o
sustituir la medida de internación por otro tipo de tratamiento o control, pero está obligado
anualmente a revisar la medida oyendo directamente a la persona. La realidad de hoy es que,
una vez que se toma la medida, la persona es depositada en una institución y olvidada allí.
8) En los casos en que se declare la inimputabilidad de una persona que hubiese cometido un
delito menor, para el que corresponda una pena máxima inferior a los diez años, o en cuyo
examen pericial no se determinara la presencia de “agresividad” tal como se expresó en el
punto 4, se dará intervención al juez civil para que aplique la Ley de Salud Mental (que
establece que la internación es el último recurso y por períodos breves). Hoy por robar un
kiosco y ser declarado inimputable el código habilita una medida de internación que podría
llegar a ser de por vida.
Sobre el anteproyecto de reforma al Código Penal
La Ley Nacional 26.657, sancionada a fines de 2010 con el aval de todas las fuerzas políticas,
promueve una política de salud mental respetuosa de los derechos de las personas y orientada
a la inclusión social de aquellas con algún padecimiento mental. Para ello promueve la
desmanicomialización y la creación de servicios de salud integrados a los hospitales generales
y otros dispositivos integrados en la comunidad, no asilares, dejando la internación sólo para
momentos de crisis y por el menor tiempo posible. También promueve un nuevo rol para la
Justicia, que no debe ser el de determinación de tratamientos –que corresponde al equipo de
salud en conjunto con la persona y su familia–, sino el de garante de que no existan
restricciones indebidas de derechos en nombre de supuestas necesidades sanitarias.
Por otro lado, ha recibido media sanción un Código Civil que, en lo atinente a salud mental,
refrenda en general lo establecido por la Ley 26.657 y avanza en formular –en línea con la
Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad– un sistema de
apoyos, en lugar de la tradicional declaración de incapacidad y su consiguiente anulación para
el ejercicio autónomo de la capacidad jurídica.
El debate que se habilita en el Congreso para sancionar un nuevo Código Penal abre la
oportunidad para que, en un lapso menor a un lustro, podamos decir que Argentina renovó
prácticamente el ciento por ciento de la legislación que determina el campo de las políticas y
las prácticas en salud mental, dibujando un mapa absolutamente nuevo y ajustado a las
recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y los compromisos asumidos por el
país en materia de derechos humanos.
El anteproyecto plantea un “camino intermedio”, así definido por sus autores en los
fundamentos, abriendo las puertas para que, en un futuro y en tanto avance la aplicación de la
Ley de Salud Mental, los legisladores puedan revisarlo. Mantiene en manos del juez la
internación, incluso en “establecimientos psiquiátricos” –el Plan de Salud Mental establece una
progresiva sustitución de los mismos con plazo a 2020–, pero sólo para los delitos más graves,
por tiempo determinado y sujeto a revisiones permanentes.
A mi juicio, los avances que el proyecto plantea con respecto a la realidad actual son muy
importantes, pero aún más importante será si, como sucede con frecuencia, el debate
parlamentario nos estimula a involucrarnos de lleno en un estudio a fondo acerca de las
respuestas que el sistema judicial y el sociosanitario han dado hasta ahora y cuáles son las
mejores alternativas que podemos encontrar, bajo el nuevo paradigma de derechos, para
ocuparnos de las personas con padecimientos mentales que entran en conflicto con la ley
penal.