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Experiencia personal
Soy de origen cubano y viví cuarenta y dos años bajo el régimen
comunista, un sistema de gobierno totalmente ateo y enemigo de la
fe, y mi vida se desarrolló en medio de carencias y extremas
necesidades hasta que conocí al Señor Jesucristo. Lo que quiero
decir es que yo no tenía la más mínima pisca de fortaleza para creer
que Dios me podía dar un milagro, pero en 1997 me convertí al
Señor, y comencé a marcar la diferencia entre mis compañeros de
fe y yo; ellos se limitaban a creer todo lo que los pastores les
enseñaban, en cambio yo no, continuamente me hacía preguntas y
trataba de ahondar un poco más en lo que se me enseñaba, y no
pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que ellos (los
pastores) eran incrédulos y justificaban su incredulidad en la
supuesta voluntad de Dios. Si iban a orar por un enfermo decían:
“¡Señor, si es tu voluntad, sánalos!”. Y yo me preguntaba cómo leían
la Biblia. Allí dice que la voluntad de Dios es sanar, ¿por qué ellos
clamaban a Dios como si esa porción de la escritura no existiera,
como si no conocieran la voluntad de Dios al respecto?
Estas cosas me fueron inquietando cada vez más y cada día me
sentí guiado por Dios a leer los pasajes de la Biblia que hablaban de
los milagros que Jesucristo hacía. Yo sentía que mi corazón se
hinchaba de gozo y de alegría cada vez que hacía estas lecturas.
Entonces comencé a hacer preguntas a los pastores, pero
lastimosamente ellos leían estas porciones de la Biblia sin emoción
alguna, no las creían, no las tomaban en serio. Leían los dichos de
Jesús como si aquellas palabras hubieran quedado congeladas en
el tiempo, pero no como recomendaciones de Jesús para la iglesia
actual.
Desde este punto en adelante, comencé a hacer oraciones por
personas con enfermedades y los primeros milagros que vi fueron
las curaciones de dolores de cabeza y de fiebre, lo hacía
continuamente y cada día que pasaba la felicidad y la convicción
profundizaban más en mi corazón. Los buenos resultados cada vez
eran mayores hasta que, al pasar cierto tiempo, ejerciendo mi fe
comencé a orar por cosas más difíciles y fui notando que mi
capacidad de creer se iba incrementando aceleradamente por cosas
más difíciles aún.
Recuerdo una vez que oré por un hombre en silla de ruedas, pero
me faltó un poco de fe y el hombre no se paró de su silla, siguió
pegado como si mi oración no hubiese tenido efecto alguno, pero yo
seguí creyendo y eso no me desanimó, porque reconocí que era yo
responsable de mi fe y que necesitaba fortalecerla mucho más para
que se generaran mayores milagros. Después de ese día, lo seguí
haciendo con otras personas hasta que, con el pasar de los años,
esa oración por paralíticos comenzó a tener resultados, y las
personas con esa condición comenzaron a sanar. Hoy no recuerdo
la cantidad exacta de los casos de parálisis por los que he orado en
mis programas en vivo y los milagros que han sucedido. Puede
usted abrir este enlace de YouTube para ver un fragmento de uno
de estos casos, un hombre durante tres años paralitico es curado:
https://youtu.be/v5gJh2SqUGI
En este caminar y experimentar de los milagros he visto personas
ciegas recobrar la vista, mujeres estériles dar a luz, una señora
muda de cincuenta y cinco años hablar por primera vez después de
la oración, una muchacha de veintisiete años que nació sin el oído
derecho se le creó de manera instantánea, y varios casos más de
enfermedades, incluyendo varios de SIDA. Uno de ellos, creo que
fue el primero, tío de mi esposa, estuvo enfermo del SIDA por veinte
años y sanó totalmente. Todo solamente por creer en Dios.
Quiero decir que la perfección en la fe no se genera de un día para
otro, es como el ejercicio físico que se hace para quemar grasas y
para desarrollar los músculos, esto necesitará de una práctica
continua, no será todo de una vez, sino que hay que hacerlo y
repetirlo hasta ver los resultados. Así que para ver grandes
milagros usted debe quemar la grasa de la incredulidad y
desarrollar los músculos de la fe. Piense en el duro
entrenamiento de un boxeador cuando se prepara para una pelea
que definirá su futuro, lo dará todo en el ring. De todas esas cosas,
lo que más ha marcado mi vida ha sido lo que considero el más
grande de los milagros, que le voy a contar a continuación:
Vivía yo en Cuba, sumergido en la pobreza de manera extrema, y
a fin de mes no tenía alimento para mis hijos y lo poco que aparecía
se los daba ellos y me acostaba sin comer, entonces comencé a
creer que iba a salir de mi país con mis tres hijos y con mi esposa
para los Estados Unidos y me determiné a hacer ejercicios de fe (en
los próximos capítulos hablaré de estos) y pasado algún tiempo de
ejercitarme todos los días constantemente, las puertas para salir de
Cuba se abrieron y me vine a vivir a los Estados Unidos, donde
actualmente estoy con mi familia. Esta experiencia fue una prueba
de fuego para mi fe, pues no tenía dinero para salir de Cuba, no
tenía familiares en el estado al que vine y no hablaba absolutamente
nada de inglés, pero le creí a Dios y entonces el Señor me proveyó
de todo el dinero que necesitaba y hasta me quedó un poco y
gracias a Dios aquí estoy, no hablo un inglés fluido, pero lo hablo y
puedo entender bastante.
Testimonio de un discípulo
Recuerdo el caso de un señor de sesenta años que era parte de una
pequeña congregación a donde fui a predicar y a enseñar sobre los
milagros. Él estaba sentado al final del auditorio, observándome
cuidadosamente mientras yo explicaba cómo orar por las personas
para que sucedieran milagros o curaciones, entonces pedí un
voluntario que tuviera algún padecimiento y una muchacha pasó
adelante con un brazo ligeramente más corto que el otro y se paró a
mi izquierda, luego pasé la vista por los primeros bancos frente a mí
y escogí a un joven líder de la congregación y le pedí que pasara a
mi derecha. Lo miré y le dije: “Ya me has oído enseñar sobre que
todos podemos obrar milagros, ¿puedes orar por ella para que su
brazo crezca?”. Él, con una sonrisa nerviosa, me miró sin articular
palabra, como queriendo decirme que no podría hacerlo. Entonces
le expliqué una vez más detalladamente y le pedí que orara.
Comenzó a orar con voz temblorosa y titubeante mientras la
muchacha permanecía con sus brazos estirados frente a él y nada
pasó, el brazo permaneció tal y como estaba, entonces le pedí al
joven que se sentara y, mirando a la muchacha de frente, le pedí
que extienda otra vez los brazos hacia delante y ella lo hizo. Le
hablé al brazo más corto y este, como si fuera halado por una fuerza
invisible, se estiró y se emparejó con el otro. Todos estaban
asombrados pues jamás habían visto semejante milagro. Luego oré
por otras personas enfermas y todas sanaron. Al terminar el culto, el
pastor dijo: “Nuestra congregación tiene mucho conocimiento de la
Biblia, pero nada de los milagros, necesitamos aprender”.
Pasaron tres meses, estaba reunido con unos amigos y llegó el
señor mayor de sesenta años de la iglesia donde había estado
enseñando, nos saludó a todos y uno de los presentes le dijo:
“Cuéntanos cómo te va, hemos sabido que andas por ahí haciendo
milagros, ¿cómo lo haces?”. Él me miró y respondió: “Ahí está mi
maestro, el que me enseñó cómo hacerlos”. Me quedé confundido
con sus palabras, pues no recordaba haber tenido a este anciano
por discípulo, y sin que pudiera emitir criterio alguno, él comenzó a
narrar cómo había comenzado todo y recordé que era el viejito que
mientras yo predicaba no quitaba sus ojos de mí, estaba recibiendo
en su espíritu cada palabra que enseñé esa mañana y, cuando salió
de la reunión de la iglesia, empezó a ponerlas en obra, y a ver puros
milagros, y les digo algo: Hasta ese momento, él obraba en milagros
mayores a los que yo había ministrado.
De esta manera espero que suceda con todo el que lea este libro,
que sea activado para creer y recibir los grandes milagros de Dios.
La verdad es que todos los seres humanos tenemos fe, lo que pasa
es que el objeto varía mucho y va a ser dirigida hacia donde
nosotros seamos educados y formados para ejercerla. Va a ser muy
fácil que creamos que, si nos sentamos en una silla, esta va a
sostener nuestro cuerpo, porque creemos que será suficientemente
fuerte. También es fácil que creamos que podemos salir de casa y
llegar al trabajo o a la escuela y regresar otra vez. Casi siempre
planificamos para después, podemos llegar a decir que el año
próximo vamos a hacer un viaje, o a abrir un negocio, o a casarnos,
etc., etc., y muchos lo logran. La razón es muy clara: Dios nos creó
con fe y por medio de su fe podemos vivir.
Pero como nuestro mundo es material y generalmente todo lo
conseguimos a través de las acciones y leyes físicas, nos es difícil
evaluar la fe como algo espiritual porque, aunque la usamos, el
mérito se lo llevará siempre “el esfuerzo que hicimos”, no la fe
que tuvimos. Sin embargo, de no haberlo creído, no nos habríamos
esforzado tanto hasta tener el logro. La Biblia dice que Dios, al
crearnos, puso de su Espíritu dentro de nosotros, quiere decir que el
poder creador de Dios está contenido dentro de nosotros, y así
como él creyó para hacernos y lo logró, también nosotros, a
semejanza de él, podemos creer para liberar esa fe y recibir de su
mano puros milagros. Lo que pasa es que nuestro espíritu está
limitado por causa del pecado, pero sin lugar a dudas, ese
interruptor de fe en nuestro espíritu se puede comenzar a ejercitar si
se enfoca correctamente. La Biblia dice, en Hebreos 12:2:
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe,
quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz,
menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del
trono de Dios”.
Si queremos tener acceso a las bendiciones procedentes del bien,
debemos alimentar nuestra fe en Jesucristo, porque según hemos
leído más de una vez en porciones de la Biblia ya mencionadas, fue
él quien autorizó a los hombres a usar la fe, y dijo de hecho que
podíamos hacerlo en su nombre. Para empezar a cultivar la fe que
llevamos por dentro, lo primero que tenemos que hacer es pedirle a
Cristo que nos ayude a despertar y a hacerla crecer. Recordemos
que pedirle a Jesucristo también es tener fe, porque no podemos
verlo, pero entendemos al leer la Biblia que fue quien dijo que todo
lo que pidamos en su nombre al padre, si lo creemos de todo
corazón, sin duda lo recibiremos, por ejemplo, en Juan 14:13-14: “Y
todo lo que pidiéreis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el
Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si algo pidiéreis en mi
nombre, yo lo haré”.
Lo primero es pedirle a Jesucristo como el Señor y autor de la fe
que ya tenemos, para que con su poder nos ayude a liberarla.
Según dice la Biblia, es él quien nos ha dado esa fe para que
podamos recibir los milagros (Hebreos 12:2: “Puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe”). En una ocasión, sus
discípulos le dijeron: “Señor, danos fe, auméntanos la fe”, y Jesús
les respondió: “Ya vosotros tenéis y la tenéis como un grano de
mostaza dentro de ustedes, lo que tienen que hacer es activarla
para que pueda crecer y mover montañas”. La fe está dentro de
nosotros y no fuera, y es ahí en donde se tiene que centrar nuestra
atención para recibir los milagros que vienen de él. Recordemos,
como dije al principio, que los milagros tienen dos fuentes de
procedencia, la oscuridad y la luz, el bien y el mal. En este caso, los
que somos de la luz invocamos al Señor de la luz, al señor
Jesucristo.
Lo primero es pedirle con mucha amabilidad y humildad que por
favor nos ayude a despertar y a usar la fe que nos ha dado y que
queremos usar en su gran nombre.
Lo segundo es procurar leer en la Biblia todos los pasajes que
tengan que ver con actos milagrosos resultantes de la fe. Muchas
personas, en momentos de crisis, creyeron profundamente y
recibieron poderosos milagros. También podemos ver películas y
testimonios. Hay muchos videos en las redes sociales de grandes
ministros de Dios que oran por personas enfermas y por cualquier
otro asunto y Dios hace maravillas. Si nosotros nos identificamos
con ellos (con los necesitados), vemos lo que reciben y decimos: “Yo
también puedo recibirlo, porque estos que liberan milagros y los
otros que reciben son tan humanos como yo, y además Jesús
también ya dijo que yo puedo”, nuestra mente se convence de que
creer y recibir es posible, y sin obstáculo alguno fortalecemos la
convicción porque no solo es un concepto el asunto de la fe, en
realidad funciona.
Mientras usted lee los actos milagrosos de Dios, escucha o ve
predicaciones o lo que tenga que ver con milagros, su corazón se irá
conectando con esa emoción. Así, usted va a empezar a sentir la
necesidad de poner por obra la fe y va a empezar a orar por cosas
pequeñas y las verá suceder. No ore por cosas demasiado
complicadas al principio, porque su fe necesita desarrollarse poco a
poco, y si trata de ir más allá de su estatura de fe y no sucede el
milagro esperado, es posible que el enemigo le ponga pensamientos
de desistir en su propósito.
Usted puede orar diciendo: “Hoy, en el nombre de Jesucristo, voy a
tomar una taza de café”, en caso de que en su casa usted no tenga
café. Si lo cree de todo corazón, sin la más mínima pizca de duda,
de seguro el milagro sucederá. Alguien le traerá café o le dirá para
juntarse con usted para tomar café en algún sitio. Ya luego puede
comenzar a orar por personas que tengan enfermedades, como
dolores de cabeza, fiebre, gripe o cualquier otra de las que son
comunes, y decir: “En el nombre de Jesucristo, que suceda el
milagro ahora y esta fiebre o este catarro desaparezcan”, y
sucederá. Aclaro que esto podrá hacerlo cualquiera que crea, lo que
es totalmente diferente a ser un ministro de los milagros, que ya
tiene pacto con Dios para dedicar su vida a hacer milagros.
Jamás cuestiones un milagro
Cierta vez, un amigo religioso e incrédulo me dijo: “No creo en todos
esos testimonios que andan publicados por ahí, yo soy como Tomás
(discípulo incrédulo de Cristo), tengo que ver para creer”. Yo le
contesté: “Amigo, no me importa si es verdad o no, si mienten al
decir que Dios les concedió un milagro y no es verdad, a mí no me
afecta, al contrario, esto fortalece mi fe, porque yo me emociono
escuchando las historias y los testimonios de grandes milagros, y
sin duda mi fe se alimenta”. Y esto es realmente así, para
desarrollar su fe debe tener un espíritu crédulo a la máxima
expresión. Cuando comenzamos a creer por un milagro, nuestros
pensamientos pueden ser inyectados por la incredulidad. Entonces
debemos saber protegernos e ignorarlos inmediatamente.
He leído testimonios de algunos predicadores en sus libros y la
verdad es que yo solo (como en la mayoría de los libros) he visto
letras y he creído profundamente cada relato con todo mi corazón.
Pensando en el lector, he dejado varios enlaces como ayuda
suplementaria al inicio del libro. Son fragmentos de las oraciones
que hago por las personas y cómo ocurren los milagros. Le
recomiendo leer cada vez que pueda Hebreos 11 completo. Acá le
dejo una parte del capítulo para que usted pueda confirmar lo que
ha leído hasta acá acerca de la fe.
Hebreos 11: 6-12: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan. 7 Por la fe
Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no
se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase;
y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la
justicia que viene por la fe. 8 Por la fe Abraham, siendo
llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como
herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe habitó como
extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando
en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma
promesa; 10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos,
cuyo arquitecto y constructor es Dios. 11 Por la fe también la
misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a
luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel
quien lo había prometido. 12 Por lo cual también, de uno, y ése
ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en
multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del
mar”.
Si usted ora por un milagro y no llegara a suceder en los primeros
intentos, no crea que es que Dios no quiere responder, acuérdese
de que Dios dijo que sí, que lo puedes hacer y lo ha autorizado a
usted, pero va a medir cuán real es la fe suya, porque recuerde que
sin fe es imposible agradar a Dios. Entonces, si usted ora y el
milagro no sucede, no se desanime, tómelo como una prueba, pero
de seguro que, si lo hace con fe y convicción profunda, va a
suceder. La Biblia dice acerca de probar nuestra fe, en Pedro 1:7:
“Porque la fe de ustedes es como el oro: su calidad debe ser
probada por medio del fuego. La fe que resiste la prueba vale
mucho más que el oro, el cual se puede destruir. De manera
que la fe de ustedes, al ser así probada, merecerá aprobación,
gloria y honor cuando Jesucristo aparezca”.
Un ejercicio que recomiendo es el de las ilustraciones, le cuento:
Antes de venir a EE. UU., cuando estaba en Cuba a la espera del
resultado de la entrevista con inmigración por petición de refugio,
para alimentar mi fe dibujé un avión con cinco caritas felices, una
por cada miembro de la familia, y lo puse en una pared de casa.
Cada vez que pasaba frente al dibujo, respiraba esa sensación de
viaje, me emocionaba profundamente y lo creí como algo ya hecho.
Un amigo me dijo: “Perfecciona tu fe, ve un paso más allá, porque
en el avión aun estas en el aire, dibújate en tierra firme, y será más
efectivo”. Así lo hice, dibujé cinco personas caminando por una
calle, alrededor de un parque y se lo mostré a mi esposa, que
sugirió: “Debes dibujar nuestro auto parqueado en algún sitio por
ahí, no es bueno andar a pie, como si estuviéramos acá en Cuba”,
así lo hice y juntos disfrutábamos de sentirnos como viviendo en el
dibujo.
Otra cosa que hacía era tomar recortes de fotos de billetes y los
ponía en diferentes partes de la casa. Mientras miraba los billetes y
cerraba los ojos, respiraba profundo como cuando algo genera gran
emoción y complacencia, y disfrutaba profundamente verlos y
sentirlos. De esto tuve grandes resultados. A usted se le pueden
ocurrir otras cosas y, si las hace, procure disfrutarlas con todo su
ser, como si todo esto fuera una realidad tangible. Luego pasé a otro
punto: en mi caso, que quería salir de Cuba, mientras caminaba por
una calle o estaba en cualquier actividad, por momentos cambiaba
el entorno en que me encontraba y proyectaba otra realidad en mi
mente. Le explico: caminaba en mi pueblo por una calle y me
imaginaba que estaba en EE. UU., caminando por otra calle
diferente, conforme a mi deseo.
Esto se aplica en cualquier necesidad o situación, si usted quiere
tener un milagro de sanidad, imagínese sano y haciendo las cosas
que no puede. Si tiene un trabajo que no le gusta, mientras
realiza sus actividades véase trabajando en otra cosa y,
mientras lo hace, sonría con frecuencia y mencione el nombre
de Jesús, recuerde que es él quien le otorgará el milagro y lo
estará probando para evaluar su fe. La sonrisa de satisfacción
libera mucha energía y ayuda mucho a nuestra fe. ¿Ha oído usted
de las medicinas placebo que usa la ciencia médica? Son píldoras
neutras, de azúcar, que se usan para tratar enfermedades, pero a
nivel de la fe del paciente que le provocará creer. Se usan de esta
manera: algún paciente padece determinada enfermedad, pero
después de ser tratado no muestra signos de progreso, entonces se
le cambia el tratamiento por placebo, o se le proporciona junto al
que ya consume.
El doctor dice al enfermo que esa medicina es la mejor del mundo,
que es tan eficaz que en tres días sanará totalmente. Entonces el
enfermo se alegra desde su espíritu, alma y corazón, porque sabe
que sanará, y con todo el rigor y la exactitud que el doctor le indica,
el enfermo las toma. En el 90 por ciento de los casos la persona
sana totalmente, ¿sabe por qué? Simplemente porque lo ha creído,
por activar su fe. Me contó mi esposa que cerca de donde vivía su
padre una anciana padecía de presión arterial alta y con nada se
curaba, entonces mi suegro buscó un trozo de lápiz de tiza, esas
que se usaban antes para escribir en las pizarras y dar clases, y la
redujo al tamaño de una píldora ordinaria, y le dijo: “Esta pastilla es
importada, es única y cura para siempre la presión alta, si usted la
toma una sola vez sanará totalmente”. La anciana lo creyó, la tomó
y quedó sana. Así de simple.
Otro ejercicio poderoso es detenerse a meditar en los milagros de
Jesús, pero recreándolos en su mente como una escena en la que
usted se encuentra. Váyase a ese tiempo y colóquese detrás de
Jesús o al lado, escuchando lo que habla y mirando lo que hace, y
va a sustituir ese milagro o sanación por el milagro que usted quiere,
mientras disfruta tenerlo. Mientras esté haciendo el ejercicio de
meditación y visualización mental, tiene que crear una asociación
continua con Jesús, sentirse su amigo o discípulo, porque si
solamente visualiza, pero no direcciona su fe en relación con Cristo,
estará vibrando en pura fe hacia el mundo espiritual, y si no está
conectado a Jesús pueden venir los agentes del mal provenientes
de otra fuente e intervenir en su ejercicio de fe.
Y sepa que los milagros provistos por la fuerza oscura de seguro
cuestan caros, porque el enemigo después los cobra y de seguro
usted no quiere pagar por lo que es gratis. Entonces usted se va a
tomar tiempo para meditar y para disfrutar en su mente, va a tener
ejercicios de unos diez o quince minutos diarios, viendo en su mente
el milagro realizado por la mano de Jesús. Si usted está enfermo,
cuando cierre sus ojos, piense y véase caminando sano con Jesús;
si usted está pobre, véase con mucho dinero, y Jesús en su vida
sonriendo con usted; si usted tiene cualquier situación negativa,
cambie esa aparente condición por la realidad de su deseo. Si está
soltero, visualícese casado, mientras da gracias a Cristo, respire
profundo y diga: “Sí, yo lo puedo tener, yo ya lo tengo, yo ya lo
poseo ahora en el nombre de Jesús”.
Estos ejercicios son hechos por muchas personas que practican
religiones místicas, pero todos ellos sacaron esa enseñanza de la
Biblia. Fue Jesús el que dijo que creyéramos tener por anticipado lo
que le pedimos y él lo hará. En nuestros programas en vivo son
incontables los milagros que he visto suceder, desde ciegos ver,
sordos oír, paralíticos caminar, incluso mudos hablar, como el caso
de una señora sorda y muda por cincuenta y cinco años, que
después de la oración recobro la audición y el habla. Quiero decir
que, como se emplea tiempo y dedicación para lograr algo
importante y se obtiene, así también usted va a recibir en este libro
el conocimiento para que empiece a trabajar en su fe, y al final
pueda obtener milagros.
Los tres consejos que lo ayudarán a desarrollar
emociones muy saludables para hacer crecer su fe
1-Algo tan simple como atrapar un pez
Hay pocas cosas tan emocionantes en la vida que superan la
experiencia de atrapar un pez. La Biblia dice, en Lucas 21:19: “En
vuestra paciencia poseeréis vuestras almas”. Usted debe procurar
cultivar la paciencia porque está ligada a la fe. Si le es posible
aprovechar la temporada de pesca para ejercitarse en la paciencia,
le aseguro que será muy bueno. Tal vez suceda que, al llegar,
atrape un pez muy rápido, pero la mayoría de las veces no será así,
sino que tendrá que esperar pacientemente hasta que un pez pique
el anzuelo. Tal vez pase una hora o dos para atrapar el primero,
pero cuando lo haga se combinarán tres cosas: la batalla, el gozo y
la recompensa.
El pez jalará tratando de escapar y usted recogerá el hilo tratando
de sacarlo. Podrá ver que durante ese corto tiempo se olvidará de
todo, será como si el mundo existiera solo para usted y para su pez,
toda su atención estará concentrada allí y su emoción aumentará
hasta que al final lo sacará y sonreirá por haberle ganado la batalla
al pez. Si se pudiera medir la cantidad de emoción que liberamos,
de seguro que sería mucha.
2-Siembre una planta y espere comer de su fruto
Aunque sea una plantita de guisantes o de tomates, usted la verá
nacer y crecer, le dedicará mucha atención para que algún día le dé
frutos. Si la coloca en una maceta, la moverá para donde haya sol,
le pondrá agua, tal vez algún tipo de abono, de insecticidas, etc.
¿Sabe algo? Nada será más importante para desarrollar su fe que
hacer cosas tan simples como estas, ¿y sabe por qué? Porque se
encontrará a usted mismo en un proceso de paciencia, de
motivación y de fe, y estará consciente de que, así como puede
activar su fe fervorosamente para algunas cosas comunes y
cotidianas, también podrá hacerlo para obtener su milagro.
3-Críe una mascota
Las mascotas, aunque sean adultas, dependerán todo el tiempo de
nosotros, algo tan simple como esto nos ayudará a fortalecer la fe,
porque conectarnos con la responsabilidad de alimentarlas y de
cuidarlas nos hará conscientes de que tenemos una obligación,
porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Puede ser un
ave, un gatito o un perrito, u otra, la que usted prefiera. Estos son
solo algunos ejemplos de los muchos ejercicios que usted podrá
hacer. Puede elegir otros que le ayuden de igual manera a estar
consciente de que los procesos de fe y paciencia, relacionados
con las cosas cotidianas u ordinarias del diario vivir, también
pueden ser usados para lograr grandes milagros. Es decir, si tengo
paciencia para ver crecer una planta hasta llevar fruto, también
tendré paciencia hasta ver el fruto de mi fe por un milagro.
La viruela.
El sarampión.
La gripe española.
La Peste Negra.
La plaga de Justiniano.
La tercera pandemia.
El tifus.
El cólera.
La gripe de Hong-Kong.
Esta es mi oración final para todo aquel que lea este libro:
Dios Todopoderoso, llena con tu Espíritu y con tu poder a toda
persona que lea este libro, sana de toda enfermedad y rompe
todo retraso y antiprogreso de sus vidas. Bendícelos y
anímalos para que activen la fe de recibir milagros y convertirse
en emisores de milagros. ¡Amén!
Profeta W. Anach