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Por mi fe en el nombre de Jesús:

Declaro que, mientras usted lee el libro, su fe se enciende y algunos


milagros comienzan a manifestarse en su vida, justo ahora. Le
llegará una buena noticia, alguna deuda le será cancelada o recibirá
algún beneficio inesperado, y cualquier enfermedad será destruida,
por el poder de la palabra escrita. En el nombre de Jesús, ¡amén!
Profeta W. Anach

Primera edición: julio de 2021


ISBN: 978-84-18835-54-4
Copyright © 2021 Wuilber Anach Gonzalez
Editado por Editorial Letra Minúscula
www.letraminuscula.com
contacto@letraminuscula.com

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el


ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita
de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento
informático.
El conocimiento es poder.
Aprende a vivir en una atmosfera de libertad
financiera, salud física, emocional, espiritual y
en todos los sentidos, gracias a tu capacidad
de creer en Jesucristo. Toneladas de milagros
esperan
por ti, ¡felicidades!
W. Anach
Índice

Sobre el autor: Wuilber Anach González


Dedicatoria
Agradecimientos
Sobre el libro
Enlaces a YouTube. Testimonios
Introducción
Capítulo 1.
¿Qué son los milagros y de dónde proceden?
Capítulo 2.
Los milagros se reciben y se liberan por la fe
Capítulo 3.
Definiendo en esencia lo que es la fe para milagros
Capítulo 4.
¿Cómo crear fe para manifestar milagros?
Capítulo 5.
El poder de la confesión para milagros
Capítulo 6.
De receptores a emisores de milagros
Capítulo 7.
El ayuno refuerza la fe y la autoridad para
provocar milagros
Capítulo 8.
Necesidad de tener y vivir en la paz del Señor,
Dios Todopoderoso
Sobre el autor: Wuilber Anach González

Nacido en Xavier, Contramaestre (Santiago de Cuba), Cuba, en


1972. Radicado en Spokane, Washington, EE. UU., desde 2014.
Profeta, maestro, conferencista y predicador del Evangelio de
Jesucristo, presidente y fundador del Ministerio Internacional
Restauración de la Fe Apostólica. Con más de 30 000 seguidores en
las redes sociales.
https://www.facebook.com/Wuil72
https://www.facebook.com/pastw.anach.gonzalez
https://www.facebook.com/revalcion2017
https://youtu.be/eovj_3if4_s
https://www.facebook.com/profetaw.a

Actualmente conduce el programa La Hora del Milagro, de su


ministerio, a través del cual entra en contacto con sus seguidores de
habla hispana en tiempo real, cada semana, de lunes a jueves
(actualmente) y los domingos, para enseñarles a desarrollar la fe de
milagros en el nombre de Cristo y para hacer oraciones de sanación
por ellos en vivo y en directo. Poseedor de los extraordinarios dones
de milagros, sanidades y profecía. Son incontables las curaciones
que Dios ha hecho por su mano, desde mudos hablar, sordos oír,
ciegos ver, cancerosos quedar sanos, mujeres estériles parir,
milagros financieros, deudas pagadas, enfermos de VIH ser libres,
personas gordas bajar de peso de manera instantánea, niños crecer
justo en el momento de la oración, en vivo, personas atormentadas
por espíritus malos ser libres, y muchas otras obras milagrosas,
imposibles de enumerar. Consideradas extraordinarias, ya que son
realizadas por la palabra hablada, en llamadas a distancia.
Dedicatoria

Dedico este libro a todo aquel que tenga deseos de recibir y de


manifestar grandes milagros procedentes de Dios. Deseo que cada
persona que lo lea pueda encontrar en sus páginas la inspiración y
la llave de acceso a los milagros y a la libertad que a mí me ha sido
entregada.
Con mucho amor.
Profeta W. Anach
Agradecimientos

Primero, a mi Señor Jesucristo, que me dio la sabiduría y la


habilidad para escribir este libro, pues no soy escritor y, después, a
todos aquellos que contribuyeron a su publicación.
Mil gracias.
Sobre el libro

En este libro enseño cómo obtener y liberar milagros en el nombre


de Jesucristo, pues creo que cualquiera que lo desee puede
hacerlo, tal y como el mismo Señor lo dijo en Marcos 11:23:
“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este
monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón,
sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será
hecho”. He procurado transmitir claramente tres cosas
fundamentales para activar la fe para milagros:
Primero: La enseñanza teológica cristiana en cuanto a la fe
milagrosa basada fielmente en el ministerio y obra del Señor
Jesucristo y sus apóstoles.
Segundo: Mi testimonio y experiencia en el ministerio como
maestro y predicador por más de veinte años y testimonios escritos
sobre grandes milagros.
Tercero: Varios enlaces de videos donde aparezco orando en vivo
por personas enfermas y los resultados de milagros evidentes.
Con estos conocimientos, usted podrá obtener cualquier milagro,
ya sea de salud, económico, espiritual, emocional, familiar, o
cualquier otro, si así lo estima. Espero que adquiera el libro y que
encuentre en cada palabra la motivación que lo inspire a practicar lo
que aprenda, y que, además, si le parece bien, lo comparta con
otros, y que muy pronto pueda ver sus primeros milagros, y también
los de sus seres queridos y de toda persona que pretenda ayudar.
¡Amén!
Querido lector, le agradecería profundamente que escribirá su
opinión sobre el libro en la sección de reseñas de Amazon. Su
opinión será muy importante. ¡Mil gracias!
Con mucho amor.
Profeta W. Anach
Enlaces a YouTube. Testimonios

1. Sorda y muda curada:


https://youtu.be/4-Fwd8XTqIA
2. En vivo desaparece el acné del rostro y baja de peso:
https://youtu.be/rysr-5jvccw
3. Mujer paralítica sanada por la oración de fe:
https://youtu.be/kH2Dpn41f5Y
4. Sanidad y liberación: https://youtu.be/so_DO-jpnnA
5. No menstruaba y Dios la sanó:
https://youtu.be/BtcjcWyTZYg
6. Columna se endereza y testículo se desinflama:
https://youtu.be/cINXkj7aVjI
7. Demonio sale de una mujer:
https://youtu.be/ZwxGBwUTucY
8. Milagro económico, audio:
https://youtu.be/eD9YgtcHcaQ
10. Mujer estéril. Embarazo milagroso:
https://youtu.be/FlrjRhbLmUE
11. Mujer sanada de herpes zoster y parálisis:
https://youtu.be/HlVjBgA2KNM
12. Hombre sanado de cáncer:
https://youtu.be/XJm579wA9sw
13. Sacado de la cárcel por la palabra profética:
https://youtu.be/sNnlBe8S7HQ
14. Desaparece abultamiento del vientre:
https://youtu.be/NhbnHH6IsOA
Introducción

Antes que nada, quiero decirle que no importa de qué credo,


religión, denominación o ministerio cristiano usted sea, y ni aun si es
ateo. Este libro está escrito para personas que quieran recibir
milagros de Dios y para aquellos que sean cristianos y deseen
convertirse en repartidores de milagros, para que puedan lograrlo.
Desde mis comienzos en la fe cristiana, hace más de dos décadas
me interesé por los milagros. Comencé a leer los relatos de los
Evangelios en la Biblia y pude descubrir que personas comunes y
corrientes de aquella sociedad, como muchos de nosotros el día
de hoy, recibían grandes milagros de Dios tan solo por la fe, y
también vi a otros, de igual condición social, que, sin muchos
estudios ni un trasfondo muy espiritual, después de dar el paso de la
conversión, también liberaban tales milagros sobre los necesitados.
Yo asistía a una pequeña iglesia donde el fervor por la fe era
grande, pero el enfoque en la verdad total de la palabra era muy
limitado, pues, aunque a todos se nos instaba a que leyéramos y
estudiáramos la Biblia, los maestros y los predicadores enseñaban
que los grandes milagros ya no eran para estos tiempos. Creían
mucho en la espiritualidad y en la santidad, pero no en los milagros.
Decían que tal vez Dios, si estaba de buen humor, podía hacer
alguno, pero no debía ser algo que esperáramos sucediera de
manera ordinaria.
Tenían una especie de velo que no les permitía ver que los
milagros de Dios no tienen tiempo de caducidad ni importa el
tamaño del milagro que se necesite, pues la Biblia dice que
Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos. Entonces, yo no
sabía cómo conciliar la incredulidad de los pastores con la verdad
de Las Sagradas Escrituras, porque ahí me decía otra cosa. A raíz
de esto, decidí iniciar una lectura individual y personalizada, para
encontrar por mí mismo la verdad al respecto, y fue entonces que
comencé a ver con más claridad que era muy posible que cualquiera
que creyera (aun personas no practicantes de la fe cristiana)
pudiera recibir un milagro de Cristo, tan solo porque los milagros,
según la Biblia, operan por la fe.
En este libro dedico ocho capítulos a enseñar sobre los milagros.
Parto desde la comprensión de lo que es un milagro y su origen
hasta la conclusión de cómo podemos llegar a convertirnos de
receptores a liberadores de milagros. Para recibir, usted solo
necesitará fe genuina, pero, para portar y liberar, necesitará
conversión auténtica a Cristo. Me he propuesto como objetivo y
meta con cada enseñanza y testimonio despertar en cada persona
esa chispa de fe que tiene en el corazón, que poseemos todos, y
que esta fe llegue a ser como la pólvora, que le pones tan solo una
sola chispa y en fracciones de segundos se enciende creando una
explosión. Yo quiero con todo mi corazón enseñarle a usted cómo
liberar esa fe, para que usted pueda obtener cualquier tipo de
milagro. De los veintidós años que llevo sirviendo a Dios, he
dedicado unos doce a formar discípulos, en cursos de
entrenamiento para milagros, y las cosas que le he visto hacer han
sido increíbles.
Estoy seguro de que con la lectura de este libro su fe realmente
será activada, aunque sea pequeña al inicio, y que usted verá
suceder los primeros milagros muy rápido, si de verdad lo cree, y,
además, tal y como pasó conmigo, confío en que, con el transcurso
del tiempo, también usted podrá obtener muchos más grandes cada
vez. No porque el tipo de milagro determine, sino por causa del
tamaño de su fe, pues nadie podrá recibir milagros más allá de
su capacidad de creer. Usted necesita ir por pasos, aprender con
cada enseñanza lo que debe hacer para colocar primero el
fundamento de su fe y, una vez que lo haya logrado, entonces solo
deberá fluir en este poder y el límite para recibir o liberar milagros lo
pondrá usted. La Biblia dice, en Marcos 9:23: “Jesús le dijo: Si
puedes creer, al que cree todo le es posible”.
Espero que usted disfrute de cada capítulo y que reciba la
inspiración necesaria para activar su fe. En el nombre de Jesús,
amén. Reciba y libere milagros.
Profeta W. Anach
Capítulo 1. ¿Qué son los milagros y de dónde
proceden?

Define “milagro” el diccionario Oxford como: Suceso extraordinario


y maravilloso que no puede explicarse por las leyes regulares de la
naturaleza y que se atribuye a la intervención de Dios o de un ser
sobrenatural.
Los milagros son intervenciones de orden y naturaleza espiritual
manifestadas en el mundo natural, mayormente por la fe. Estos son
actos procedentes del mundo invisible que traen como resultado
algún bien o beneficio al hombre y que operan por nuestra
capacidad de creer. Nuestra fe es como un imán para atraerlos:
cuanto más grande sea nuestra fe, mayores milagros veremos. La
Biblia dice que hay dos fuentes de donde pueden proceder los
milagros, una es la del mal y otra es la del bien, y que nosotros
recibiremos el milagro en dependencia de la fuente a la cual
estemos conectados.
Hay ciertos cursos de milagros en donde los maestros que los
imparten jamás dicen de dónde exactamente proceden. Atribuyen
los milagros al Universo, a la Fuente, a la Inteligencia cósmica, y a
cuantas cosas más se les ocurre. Pero no fue eso lo que nos dejó el
Señor Jesucristo como legado en su Evangelio, él enseñó el
verdadero origen de los milagros. Si podemos creerle a alguien a
ojos cerrados sobre el origen de los milagros es a Cristo, el hijo de
Dios, porque fue el mayor exponente de tales manifestaciones. Yo
comprendo a estas personas, no quieren relacionar a Cristo con los
milagros porque él es un ser moral y espiritual. Es decir que, si
hablaran de él, descubrirían que no tan solo hizo milagros, sino que
además habló del amor, del perdón, de la paz y de la reconciliación
que debemos buscar entre nosotros como hermanos y para con
Dios.
Aparte de las escrituras, por mi propia experiencia y conocimiento
le puedo asegurar que el milagro que no haga Dios lo hace el
Diablo. De seguro sabe usted de personas que practican religiones
místicas y reciben milagros; yo conozco a muchos de mi país (Cuba)
que actualmente son conocidos por sus poderes milagrosos
procedentes de la rama del Espiritismo. En el caso del mal, la Biblia
atribuye los milagros a las fuerzas oscuras representadas por
Satanás y sus espíritus. Jesucristo dijo en el libro de Mateo 24:24:
“Porque se levantarán falsos Cristo, y falsos profetas, y harán
grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si
fuere posible, aun a los escogidos”. Es decir, que los falsos que
sirven a Satanás harían grandes señales y prodigios, que es lo
mismo que milagros, con el propósito de engañar a los hombres.
El fin de estos milagros hechos por el demonio es robar y
esclavizar el alma humana, para arrastrarla a la condena eterna,
tanto del que hace el milagro como del que los recibe. Muchos de
los hombres milagreros (curanderos, hueseros, chamanes, brujos
etc.) no cobran dinero como para ellos, sino como para sus “santos”,
o muertos, por atender a las personas y darles algún milagro. Pero
en realidad es mentira, porque los espíritus de las tinieblas no están
interesados en bienes o beneficios terrenales, sino en almas.
También otros de los que representan el reino de la oscuridad
suelen insinuar que por “sus” poderes son personas especiales y
dan a entender que ellos son la fuente del poder que poseen, de
hecho, la mayoría tiene un ego muy grande y fanfarronea de ser
poderoso.
Cuando era niño, oí de una señora bruja que solía provocar lluvias
con sus rituales y solía decir: “Dios en el cielo y yo en la tierra”. Esto
es un engaño, ningún ser humano espiritualmente es superior a
otro, todo está en la determinación del creer, lo cual muchos, por
diferentes vías y maneras, aprenden cómo desarrollar.

Los milagros de Dios no se pueden comercializar


No se pueden usar como vías o medios para generar ingresos. Al
menos, no debe ser esa la intención, aunque eventualmente cuando
oramos por las personas y suceden milagros, muchos de ellos
(agradecidos pues se sienten felices) determinan bendecirnos de
alguna manera. Hubo un caso, en California, en el que un pastor oró
por una señora que estaba en silla de ruedas. Él no sabía que era la
esposa del dueño de una tienda de trajes muy caros. Después de
que él oró y ella recibió el milagro, el dueño de la tienda se apareció
en el hotel con otra persona para que le tomaran las medidas del
cuerpo. Para su sorpresa, este señor le regaló una colección de los
mejores trajes que él jamás había visto.
La intención de él no era vender el milagro ni buscar un beneficio,
solo ayudar y mostrar la misericordia de Dios, pero las personas
agradecidas, así como en los tiempos de Jesús, ofrendaron a su
ministerio. En las escrituras encontramos a Lucas 8:1-3:
“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y
aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios,
y los doce con él, 2 y algunas mujeres que habían sido sanadas
de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba
Magdalena, de la que habían salido siete demonios, 3 Juana,
mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras
muchas que le servían de sus bienes”. Recordemos que Jesús,
antes de ser predicador, era carpintero, y que dejó su oficio para
ayudar a las personas a llegar al reino de Dios; entonces ellos, de
corazón agradecido, le ayudaban a sostenerse económicamente, no
pagándole, sino apoyándole por causa de su misión.
Cuando usted es alguien que le provoca un beneficio a otro, la
persona vendrá a mostrar gratitud; eso no está mal, pero sí lo está
cobrar dinero por los milagros. Esto lo he experimentado por años,
muchas personas me han bendecido porque Dios me ha usado
como instrumento de poder para sanarlos y libertarlos de sus
esclavitudes, pero jamás he pedido un centavo, ellos lo han hecho
de corazón, agradecidos con Dios.
Hay que amar mucho a las personas para poder ayudarlas con el
poder de Dios. Jesucristo no confiará su poder a gente
manipuladora, sino a gente honesta y desinteresada. Le aconsejo
no dar dinero por adelantado a nadie que en nombre de Dios pida
para darle un milagro. Si usted desea convertirse en colaborador
económico de algún ministerio o iglesia, debe ser de manera
espontánea, porque lo sienta en su corazón, pero debe saber que
por los milagros jamás se paga.
Una vez vi en un programa de televisión evangélica que un
predicador estaba levantando una ofrenda para el ministerio que
representaba y literalmente dijo: “Usted que está ahí escuchando
o viendo este programa y tiene a su hijo en las drogas, envíe
una ofrenda de veinte dólares y oraremos para que su hijo sea
librado de esta condición, y si su hijo no está en las drogas,
debe enviar la ofrenda también para impedir que su hijo caiga
en esta adicción”. Al oír esto pensé cómo era posible que hicieran
eso. ¿Cómo pueden aprovecharse del dolor de una madre o del
miedo a que sus hijos caigan en las drogas para sacarle dinero? Sin
dudas que hay mucha maldad en esto.
Hay un texto del Evangelio de Mateo en donde Cristo dijo que
muchos hacen milagros en su nombre, pero que él los rechazará
(Mateo 7:22-23: “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios e hicimos muchos milagros?’ 23 Entonces les diré
claramente: ‘Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de
maldad!’”). Vea que él no condena por hacer milagros, sino por
hacer maldad. Puede haber personas que comenzaron creyendo
en Jesús para recibir milagros y luego probaron creer para
emitirlos sobre otros y, como vieron que les funcionaba,
comenzaron a cobrar y, ahí, sin darse cuenta, entró el demonio en
sus vidas.
Hace un tiempo, oí el testimonio de un pastor de África sobre lo
que sucede cuando los milagros que Dios hace a través de alguien
son retirados y Satanás trae los suyos a la vida de la persona y esta
no se da cuenta porque no ve la diferencia. Él decía: “Cuando
alguien recibe y libera milagros de Dios sobre las personas y se
mantiene humilde, con un corazón sano, los milagros de Dios son
abundantes. Pero cuando la persona se corrompe por intereses
personales, Dios retira sus milagros y Satanás es quien se encarga
de seguir haciéndolos porque ahora la persona le sirve a él”.
Otro testimonio que conocí fue el de un evangelista muy conocido
en EE. UU., que obraba grandes milagros. En una de sus
campañas, se recaudó mucho dinero mientras él predicaba, pues la
gente entregaba grandes sumas, emocionada al ver el poder de
Dios. Después de terminado el servicio, los líderes de la iglesia
estaban contando el dinero sobre una mesa, y él de repente entró y
se abalanzó sobre este: “¡No cuenten mi dinero, todo es mío, Dios
me lo dio!”. Uno de los diáconos intento detenerlo, entonces el
pastor dijo: “Déjenlo, no le quiten el dinero, que se lo lleve todo…”.
Tres años después, este pastor encontró al evangelista como
indigente en las calles y, a pesar de que era bastante joven, murió
luego de tres años más.
Mi consejo:
¡No haga usted esto jamás! Después de aprender sobre los milagros
y convertirse en un emisor, nunca los cobre, no le será necesario. Si
no los cobra, tendrá mil veces más, porque Dios será quien le
pague: el mismo poder milagroso de Dios que sana a los enfermos
provocará milagros económicos para usted, en gran abundancia, sin
necesidad de pedir.
El propósito de los milagros: amor profundo a la humanidad y
validación de la misión de Jesús.
Amor profundo: Obviamente, un milagro vendrá siempre a suplir
una necesidad en nosotros. Cosas que, por las vías ordinarias
(métodos, recursos o medios), no podemos lograr. Entonces,
cuando el milagro de Dios viene a nuestra vida es para provocar en
nosotros un bienestar y para mostrarnos su amor y cuidado para
con sus criaturas. Cuando Jesús sanaba a los enfermos, él sentía
profunda compasión por ellos, sentía sus dolores y necesidades, por
eso no escatimaba tiempo ni recursos para ayudar a la gente.
Además, para dar la más grande muestra de amor, el sacrificio de
Jesucristo por toda la humanidad vino a revelar la profundidad del
amor de Dios, y a demostrar cuánto estuvo dispuesto a hacer por
nosotros, al entregar la vida de su único hijo en la cruz.
El apóstol Juan escribió en su evangelio (Juan 3:16): “Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna”. También dice el libro de los Romanos, capítulo 8,
verso 32: “El que no escatimó ni a su propio hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también
con él todas las cosas?”. A mi juicio, este es el primer propósito
por el cual Dios hizo los milagros en el ministerio de Jesucristo: para
mostrar su gran amor para con toda la humanidad.
Validación de la obra de Cristo entre los hombres: Dios quería
revelar al mundo que Jesucristo era su hijo, prometido a Adán y Eva
después de la caída, en el Edén, y que contaba con su respaldo
cien por ciento, algo que algunos líderes de Israel reconocieron en
secreto, no se atrevieron a confesarlo públicamente por miedo a los
opositores de Cristo. Uno de ellos fue Nicodemo, miembro de la
Junta de Gobierno de la Nación, quien vino a Jesús para averiguar
cómo era posible hacer los milagros:
Juan 3:1-2: “Había un hombre de los fariseos que se llamaba
Nicodemo, un principal entre los judíos. 2 Este vino a Jesús de
noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como
maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces
si no está Dios con él. Nicodemo literalmente reconoció que Jesús
era el enviado de Dios, no por sus palabras sabias, sino por los
grandes milagros que el hacía”.
Es decir, que los milagros bendecían a las personas, pero también
tenían como propósito convencer a los judíos de que Jesús era el
Mesías y que, como libertador y salvador, debía provocar las
manifestaciones sobrenaturales de su padre, para que todos
quedaran convencidos de que él no era resultado del azar, ni del
universo, ni del demonio, sino alguien directamente salido de la
mano de Dios. También Jesús varias veces apuntó a este hecho y
su carta de presentación eran los milagros. Sus discípulos tendrían,
al igual que él, amor y poder. Veamos:
1-Lucas 11:20: “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los
demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”.
2- Lucas 4:18: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto
me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado
a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los
cautivos, y vista a los ciegos; y poner en libertad a los oprimidos”.
3-Juan 14:10: “¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en
mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mi propia cuenta,
sino que el Padre que mora en mí es el que hace las obras”.
A los discípulos: Juan 13:34: “Un mandamiento nuevo os doy:
que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así
también os améis los unos a los otros”.
Juan 14:12: “Les aseguro que el que cree en mí hará también las
obras (milagros) que yo hago; y hará otras todavía más grandes,
porque yo voy a donde está el Padre”.
Estos hombres, a excepción de Judas, continuaron la obra de
Cristo después de su muerte y resurrección, y hacían milagros y
sanidades de tales magnitudes que algunas de ellas eran calificadas
como verdaderos prodigios. Ellos sentían como misión suprema
conducir a las personas a Dios, tal y como habían visto a Jesús
hacerlo, por medio de los milagros, mostrándoles su amor y poder.
El libro de los hechos registra varios, pero a mi juicio hay dos que
son los más sobresalientes:
1-Hechos 5:14-16: “Y los que creían en el Señor aumentaban más,
gran número así de hombres como de mujeres; 15 tanto que
sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos,
para que, al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre
alguno de ellos. 16 Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a
Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus
inmundos; y todos eran sanados.
2-Hechos 19:11-12: “Dios hacía milagros extraordinarios por medio
de Pablo, 12 a tal grado que a los enfermos les llevaban pañuelos y
delantales que habían tocado el cuerpo de Pablo”.
En mi caso, cuando estoy haciendo las oraciones por las personas
enfermas y atormentadas por espíritus malos y veo cómo el poder
de Dios los toca y los cura, me es difícil contener las emociones.
Frecuentemente lloro, aunque esté ministrando en vivo, no me da
vergüenza, porque es sublime ver cómo un rostro sombrío y
oscurecido por el dolor y la frustración que genera una enfermedad
pasa de la tristeza al gozo en cuestiones de segundos. De verdad
es muy gratificante ver a alguien sonreír después de haber pasado
mucho tiempo de lágrimas y sufrimiento por alguna dolencia que
parece no terminar jamás. En el último capítulo del Evangelio de
Marcos aparece un texto muy importante, y que considero uno de
los más reveladores de la verdadera misión de la Iglesia, veamos:
Marcos 16:14-20: “Finalmente se apareció a los once mismos,
estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y
dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían
visto resucitado. 15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será
salvo; más el que no creyere, será condenado. 17 Y estas señales
seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios;
hablarán nuevas lenguas; 18 tomarán en las manos serpientes, y si
bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán. 19 y el Señor, después que les
habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.
20 Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el
Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían.
Amén”.
Algunos enseñadores incrédulos de la Biblia han dicho que estas
últimas palabras de Jesús respecto de los milagros fueron
solamente para sus discípulos, pero si analizamos bien, después de
corregirlos, en el versículo 17 entendemos que es un mensaje para
todo tiempo, tanto para el presente de ellos, como para el futuro por
generaciones hasta que haya humanos sobre la Tierra, porque él
afirma que todos los que crean en su nombre podrán hacer
milagros. Han pasado dos mil años desde que él dijo estas palabras,
y aún estamos acá creyendo y viendo los milagros en su nombre
que prometió. ¡Yo los veo continuamente, y sé que también usted
los verá! ¡Gloria a Dios!
Veamos cuáles fueron las palabras: Y estas señales seguirán a
los que creen… A mí me llama mucho la atención que el Señor
puntualiza que quienes crean de verdad en él, como resultado,
tendrán manifestaciones o señales de intervenciones espirituales,
poderosas y milagrosas. Qué bien suenan esas palabras, estoy
seguro de que muchos las creerán y comenzarán a ver milagros,
porque honestamente según las palabras de Jesús mismo, todo se
resume en creer.
El verso 20 del pasaje anterior dice: 20: “Y ellos, saliendo,
predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la
palabra con las señales que la seguían”. Es decir que no solamente
fueron palabras, sino que además fueron hechos demostrables.
Literalmente dice que después de que se despidieron del último
encuentro con Jesús, ellos salieron a predicar en todas partes y el
Señor los ayudaba con las señales que seguían a la
predicación.
En el estudio de la historia de la Iglesia se cuenta que los primeros
trescientos años de la comunidad de creyentes en el antiguo Imperio
Romano fueron tiempos en que los cristianos poseían una fe
profunda y que hacían grandes milagros. Hace muchos años, vi un
documental donde unos arqueólogos descubrieron unas ruinas y
encontraron en los mosaicos del piso de una de estas
construcciones un letrero grabado en granito que más o menos
decía: “Hay un grupo de sanadores milagrosos que creen en un tal
Jesús y hacen grandes obras de sanidad y lanzan espíritus malos
fuera”. Después del siglo iii, surgió el catolicismo, y los milagros en
forma masiva desaparecieron del seno de la iglesia, reduciéndose
está a una patética religión sin vida auténtica de poder. Pero,
gracias a la misericordia de Dios, el tiempo de los milagros ha
regresado y usted será uno de los millones de protagonistas de las
más grandes obras milagrosas que jamás la humanidad actual haya
visto.
Y ese es el propósito de este libro: infundir a cada lector el espíritu
de fe suficiente para que crea. Para que reciba los milagros de Dios
sin limitación alguna. Tengo fe en que así será. Olvide usted todo lo
aprendido en la Universidad acerca del origen del Universo, olvide
todo lo que aprendió en la iglesia acerca de los milagros (que
tenemos suficiente desarrollo científico como para necesitarlos),
olvide todo lo que huela o suene a incredulidad y comience
fervorosamente a creer.
Declaración de fe: Por mi fe en el nombre de Jesús, declaro que
mientras usted lee el libro su fe se enciende y algunos milagros
comenzarán a manifestarse en su vida, por el poder de la
palabra escrita. En el nombre de Jesús. ¡Amén!
Profeta W. Anach
Capítulo 2. Los milagros se reciben y se liberan
por la fe

Según la Biblia, los milagros inicialmente se reciben tan solo por la


fe en Jesús, sin ningún compromiso previo con Dios, o sea, que no
exige más que fe genuina para que una persona pueda recibir un
milagro, y no necesariamente alguien debe hacerse religioso para
ello. Como ya había mencionado en la introducción del libro, si
después de recibir un milagro por fe, alguien quiere convertirse en
un hijo de Dios portador de los milagros, es una decisión muy
personal. Desde luego, si me preguntaran, yo aconsejaría
entregarse totalmente a Dios y recibirlo todo, pues hay muchas más
cosas que obtener de él, incluso la vida eterna.
“Seamos como imanes para atraer milagros”
En relación con la fe para atraer milagros, los humanos debemos
ser como los imanes, esas piedras negruzcas que poseen la
capacidad de atraer el hierro y el acero. Si usted pretende recibir
cualquier milagro, debe aferrarse profundamente a ello, no debe ser
como quien dice: “Bueno, si Dios quiere, que me dé el milagro y que
sea su voluntad”. La mayoría hablará así, no porque en realidad sea
muy espiritual y esté interesada en la voluntad de Dios
(evidentemente tiene una necesidad y quiere cubrirla), sino que
advierte que, si no sucede el milagro, fue por causa de Dios, que no
quiso, y no por su incredulidad. Usted grabe este criterio en su
mente si quiere un milagro real de Dios: “Debo ser como un imán y
no parar hasta no tener mi milagro”. Si no fuera la voluntad de
Dios, deje que sea él quien se lo diga, la mayoría de las veces sí
quiere.
Así que deje esa ridícula excusa y no la diga más. Cierta vez,
estaba yo enfermo con un terrible dolor de cabeza, y una hermana
de la iglesia oró por mí: “Señor, si es tu voluntad, sana a este
hermano, amén”. Al terminar la oración, me dijo: “Cuando llegues a
casa, tómate una píldora para los dolores de cabeza”. Yo no le dije
nada en ese momento, pero pensé: “Dios mío, que mujer más
incrédula, si voy a tomar pastillas, ¿para qué hizo la oración de
sanidad?”. No sugiero que usted no tome sus medicinas hasta que
el milagro ocurra, lo que estoy diciendo es que, si ora creyendo
profundamente, espere hasta ver el resultado y no se desespere.
Desde ahora, sépalo: Es la voluntad de Dios que todos
recibamos cualquier milagro, recuérdelo y repítalo
continuamente: ¡cualquier milagro! Cuanto más grande, mejor,
porque así el testimonio será mayor. Afírmese en estas
palabras y no dude jamás: Juan 14:12: “En verdad, en verdad
os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará
también; y aún mayores que éstas hará, porque yo voy al
Padre”.
Nosotros tenemos una especie de un interruptor espiritual dentro
nuestro, pero desactivado por causa del desconocimiento, que
cuando se activa sucede lo que Jesús dijo respecto al poder de la fe
en función:
Marcos 11:23: “En verdad os digo que ‘cualquiera’ que diga a
este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’, y no dude en su corazón,
sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido”. Uno
de los pasajes bíblicos que más me ha ayudado es este, el de la
higuera que Jesús maldijo, porque es acá donde se rompe el mito
de que para recibir o hacer un milagro uno debe ser casi un ángel
con dos alas. De hecho, tal parece que la intención de Jesús al decir
“cualquiera” era dejarnos una clave para que no quedáramos
privados de experimentar el poder de movernos en la fe personal.
Recordemos que el mundo actual está gobernado de manera
oficial por la ciencia para casi todo, es más, este libro está
dependiendo en parte de ella como vehículo para su publicación,
pero también vemos su ineficacia frente a los desafíos que cada vez
son mayores para el ser humano. Por causa de la ciencia, nuestro
interruptor de fe hacia el mundo espiritual está desactivado, porque
el sistema de educación desde nuestra entrada al jardín de infantes
hasta la universidad no nos enseña a desarrollarla, más bien nos
inculca menospreciar el mundo espiritual y no creer en Dios.
¿Ha visto usted la saga de Harry Potter? Ahí enseñan a los niños
a desarrollar la capacidad de creer en lo invisible. Sabemos que es
cosa de diablos, hechizos y brujos, y que no es bueno, pero lo tomo
como referencia de que algunos sí enseñan sobre el mundo
espiritual, pero resaltando lo malo y para distorsionar la verdad de
Dios. Todo lo que califica actualmente en el cine y la televisión de
fantástico o ficción en realidad no lo es. Lo que pasa es que la mejor
manera de negar algo real es presentarlo primero como falso, para
que cuando se manifieste lo auténtico sea desechado y ridiculizado.
Le aseguro que, si en nuestro sistema de educación se admitiera
como asignatura el estudio de la fe, tendríamos de seguro hoy una
sociedad poderosa, con menos enfermedades y menos estrés.
En mi familia vivimos de manera espectacular, por medio de la fe.
Mis hijos tienen entre diez y doce años; tengo tres, dos nenas y un
varón, y los tres obran en sanidades, los he puesto a orar
públicamente por enfermos y las personas han sanado. Para ellos,
ver un milagro es normal, porque desde que nacieron me ven obrar
en milagros y además porque han experimentado en carne propia el
poder de la sanidad por la fe, en el nombre de Jesús.
Testimonio: Cuando mi primer hijo estaba en el vientre de su
madre, después de un tiempo prudencial como para tener cierto
tamaño, el doctor diagnosticó que no crecía, que estaba por debajo
de su desarrollo normal y que nacería diminuto. Cuando supe esto,
lancé un ataque de fe contra ese diagnóstico y como una fiera miré
al vientre de mi esposa y dije: “Niño, ¡en el nombre de Jesús,
crece!”. Al día siguiente, mi esposa repitió el mismo análisis del
doctor y ahí estaba el milagro, el niño se había estirado y ya estaba
del tamaño y peso normal.
Yo conocía muy bien al doctor que atendía a mi esposa, porque
era miembro de la misma iglesia a la que yo había asistido por un
tiempo, y fue él quien me dio la noticia: “Oye, hermano, esto es un
verdadero milagro. ¡Gloria a Dios!”. Mis otras dos hijas también
enfrentaron terribles ataques de enfermedades, y todos fueron
librados por la oración de fe. Cosas que repetidas veces han oído de
mí; es decir, la fe de ellos ha sido sustentada fuertemente por la
propia experiencia familiar.
Para mí, los milagros forman parte de la vida cotidiana, es algo
que puedo hacer en todo momento. Si estuviera durmiendo, alguien
me despertara (supongamos que a las tres de la madrugada, algo
parecido me ha pasado) y yo medio somnoliento le respondiera y la
persona me dijera que tiene alguna enfermedad, yo contestaría:
“Ok, vaya y tome agua, dé gracias a Dios y llámeme dentro de tres
horas y estará completamente sana”. ¿Y sabe algo? Literalmente
sucede. ¿Sabe por qué? Muy simple: porque vivo en la atmosfera
de los milagros, los atraigo cada día, porque lo creo a todo nivel de
mi ser, ya que soy una especie de un imán. Gloria a Dios, y usted
también podrá.
La fe personal
Tal vez usted nunca oyó hablar de la fe personal y ni siquiera tiene
idea de a qué refiere este concepto, pero le dejo saber que es la que
nace dentro de todos nosotros y es la que debemos cultivar y
desarrollar para recibir los milagros de Dios. Casi todos hemos
vivido alguna vez dependiendo del creer de otros para lograr
nuestras metas; en cambio, Jesús, desde el principio, enseñó que
cada persona debe ocuparse de desarrollar su propia capacidad de
creer. Son pocos los predicadores que ayudan a las personas a
desarrollar la fe personal, porque esta nos conduce a poner los ojos
directamente en Dios y no en los hombres. Muchos de ellos quieren
ser creídos, seguidos y casi adorados, para no perder su estatus de
hombre (o mujer) ungido. Esto lo he visto pasar una y otra vez.
Hay congregaciones en donde los pastores temen ser superados
en fe, poder y autoridad por los miembros, entonces los coaccionan
y les impiden predicar o ministrar en la iglesia local, por miedo a ser
superados. Eso no debe ser así, todos tenemos el derecho a ser
discipulados, entrenados y activados en el creer porque, cuantos
más creyentes podamos recibir milagros, más voces darán
testimonio del poder de Jesucristo para ayudar a los hombres a vivir
una vida mucho mejor. Honestamente, creo que Satanás está detrás
de esta obra maligna que impide que todos recibamos y aun
podamos ministrar los milagros de Dios.
El mismo Jesús trabajó continuamente en el desarrollo de la fe
personal de sus discípulos, veamos tres ejemplos:
1-Pedro camina sobre el agua. Mateo 14:22-33: Pedro estaba en
la barca, y vio a Jesús a cierta distancia y lo confundió con un
fantasma y como tenía miedo le hablo diciendo: Señor, si eres tú di
que yo vaya a ti sobre el agua, entonces Jesús le respondió: Pues
bien, hazlo”. Entonces Pedro, basado en las palabras de Jesús,
salió del barco y logró caminar unos metros sobre el agua, pero
luego se hundió. ¿Por qué pasaría esto? Es muy simple de explicar:
Pedro confiaba en la fe de Jesús inicialmente para recibir el
milagro, pero no confiaba en la fe de él para poseerlo y
sostenerlo, por esto se hundió.
2-Maldicion de la higuera estéril. En la maldición de la higuera
estéril, en Marcos 11:23, que es mi versículo favorito y el texto áureo
de todo este libro, vemos a Jesús exhortando a Pedro para que
tenga una fe personal, le dice: “De cierto te digo, que tú mismo, o
cualquier otro que decida hacer esto que yo hice y no lo dude, lo
podrá hacer también”.
3-Misión de los doce discípulos. Marcos 6:7; 12-13: “Después
llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio
autoridad sobre los espíritus inmundos. 12 Y saliendo, predicaban
que los hombres se arrepintiesen. 13 Y echaban fuera muchos
demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban”.
En este pasaje de Marcos, ellos aún no habían recibido el bautismo
en el Espíritu Santo como para moverse en una autoridad plena,
pero Jesús les hizo esta activación para que ellos pudieran
comprender el fundamento de la fe personal.
Si el Señor no los hubiera ayudado a alimentar la fe personal, ellos
jamás habrían hecho las obras de fe y poder que registran las
escrituras que hicieron, porque hubieran pensado que, con la partida
de Cristo, también se habría ido el poder. Los discípulos no tenían
un aval histórico de fe, porque en el judaísmo (de donde habían
salido) los milagros no eran objeto de estudio como para aprender a
hacerlos. Es posible que los rabinos hablaran de los milagros que
Dios había hecho para Israel al salir de Egipto, pero hasta ahí nada
más. Según la cronología del libro de Marcos, los doce llevaban
apenas unos pocos días con Jesús. Andaban detrás de él viéndolo
hacer milagros y liberaciones de demonios, pero no tenían ni idea
de cómo Jesús lograba hacerlo.
Entonces el Señor, para presionarlos a actuar en fe, se separó de
ellos y los envió a que fueran sin él e hicieran lo que le habían visto
hacer. Ninguno reprochó nada ni puso objeción, solo obedecieron y
los resultados fueron grandes. ¿Lo ve usted? Ese es el método de
activar nuestra fe personal. Ahora mismo, atrévase usted a creer
por un milagro, desde hoy en lo adelante sosténgalo con
mucha fuerza en el corazón y no lo suelte hasta lograrlo. ¿Sabe
algo? ¡Lo tendrá! Por favor, escríbame cuando lo reciba, para
gozarme con usted y, si me lo permite, publicaré su testimonio
en mi próximo libro. Este es mi correo:
wuilberag1972@gmail.com
Cuanto más crea en los milagros de Dios y los busque, más los
recibirá, y más tendrá para compartir con otros. Puede convertirse
inicialmente en un receptor, pero con el tiempo, si lo desea, puede
pasar a ser un repartidor de auténticos milagros. Por ahora, me
limitaré a enseñar cómo recibir un milagro, pero más adelante
trataremos el asunto de cómo repartirlos. Cuando leemos las
Sagradas Escrituras, nos encontramos con personas de diferentes
estratos de la sociedad que acudían a Jesús para recibir grandes
milagros, y ninguna de ellas contaba con un aval de integridad moral
o espiritual relacionado con Dios, sencillamente iban a Jesús porque
habían oído de su poder, pues su fama se extendió por todo el
Medio Oriente por causa de los milagros, y las personas creían que
él los podía curar, a lo cual Jesús con mucho amor y sin vacilación
les respondía. Veamos estos textos que aluden al hecho:
Marcos 1:27-28: “Y todos se asombraron de tal manera que
discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¡Una enseñanza
nueva con autoridad! Él manda aun a los espíritus inmundos y
le obedecen. 28 Y enseguida su fama se extendió por todas
partes, por toda la región alrededor de Galilea.
Lucas 5:15: “Pero su fama se extendía más y más; y se reunía
mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus
enfermedades”.
Hay tres casos que sobresalen en los relatos de manifestaciones
de los milagros de Jesús, uno es el de la mujer sirofenicia a quien
Jesús para probarla le dijo que no estaba bien atenderla, porque
ella no era judía, el segundo fue el del jefe militar romano, y el
tercero fue el de la mujer con el flujo de sangre, veamos:

1-Milagro concedido a la mujer sirofenicia


Marcos 7:24-30: “Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y
de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese;
pero no pudo esconderse. 25 Porque una mujer, cuya hija tenía un
espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies.
26 La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que
echase fuera de su hija al demonio. 27 Pero Jesús le dijo: Deja
primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de
los hijos y echarlo a los perrillos. 28 Respondió ella y le dijo: Sí,
Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las
migajas de los hijos. 29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el
demonio ha salido de tu hija. 30 Y cuando llegó ella a su casa, halló
que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama”.

2-Milagro concedido al centurión romano


Lucas 7:1-10: “Después que hubo terminado todas sus palabras al
pueblo que le oía, entró en Capernaum. 2 Y el siervo de un
centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de
morir. 3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos
ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es
digno de que le concedas esto; 5 porque ama a nuestra nación, y
nos edificó una sinagoga. 6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya
no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos,
diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que
entres bajo mi techo; 7 por lo que ni aun me tuve por digno de
venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano. 8 Porque también
yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis
órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo:
Haz esto, y lo hace. 9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y
volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en
Israel he hallado tanta fe. 10 Y al regresar a casa los que habían
sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo”.

3-Milagro concedido a la mujer del flujo de sangre


Lucas 8:43-48: “Pero una mujer que padecía de flujo de sangre
desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo
cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, 44 se le
acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se
detuvo el flujo de su sangre. 45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el
que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él
estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es
el que me ha tocado? 46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado;
porque yo he conocido que ha salido poder de mí. 47 Entonces,
cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y
postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué
causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. 48 Y él
le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz”.
Es impresionante, ¿verdad? Está muy claro: Solo
necesitaremos una fe grande. Del resto, Dios se encargará.
¡Amén!
Estas lecturas han sido muy importantes en la formación y solidez
de mi fe, pues estas personas sencillamente creían en Jesús y él
respondía a la fe de ellos, sin exigirles que fueran santos y sin
pedirles ni siquiera que lo siguieran. Es de saber que estas tres
personas socialmente eran detestadas por el liderazgo judío,
ninguno de ellos podía acercarse a un rabino de Israel, dos de ellos
porque eran gentiles paganos y una porque era inmunda, pues
en la cultura judía cuando una mujer menstruaba era considerada
inmunda y no podía estar cerca de nadie, incluso permanecía
aislada de su familia y los no judíos eran considerados inferiores y
paganos.
Hoy día no tenemos a Jesús físicamente caminando entre las
personas haciendo curaciones, pero sí tenemos sus enseñanzas y a
sus ministros enviados, quienes nos ocupamos de enseñar a toda
persona que lo desee y que sea capaz de aceptarlas y, sin lugar a
duda, si creen de todo corazón, tal y como aquellos necesitados de
los días de Jesús, grandes bendiciones recibirán. Aprendamos a
cómo recibirlos, motivémonos a hacerlos y hagámoslos, que el
mundo nos espera para ver la manifestación milagrosa de Dios por
nuestra fe. ¡Aleluya!

Libro de los Hechos apostólicos, escenario de fe y poder


En los primeros años de la iglesia cristiana esto fue una realidad
tangible, todos habían aprendido a moverse en la fe personal y cada
día los milagros obrados por la fe de los apóstoles eran mayores. El
libro de los Hechos, manuscrito narrativo que recoge la vida y obra
de la iglesia desde los primeros días después de la resurrección
hasta pasados unos treinta años, detalla impresionantes hechos
sobrenaturales dignos de mencionar, citemos tres de ellos:
1-Hechos 3:6-7: “Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que
tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y
anda. 7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento
se le afirmaron los pies y tobillos”. Este milagro fue extraordinario,
porque Jesús mismo entró muchas veces al templo y vio a ese
hombre allí y no le sanó, lo preservó para que después de su partida
los apóstoles tuvieran material para ejercitar la fe, y así fue. El
Señor, muchas veces, pudiendo sanar a las personas sin que se lo
pidan, no lo hace, y las envía a quienes ya creen y están en función
de activar la fe, para que oren por ellos y vean resultados.
2-Hechos 6:8: “Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía
grandes prodigios y señales entre el pueblo”. Esteban era un
diácono, un sirviente de las mesas, pero como vivía bajo la
atmósfera milagrosa de los apóstoles, aprendió que también él, que
era un simple creyente, podía hacer grandes milagros, tal y como
los apóstoles, no siendo más que gente humilde lo habían logrado
cuando andaban con Jesús.
3-Hechos 8:5-8: “Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de
Samaria, les predicaba a Cristo. 6 Y la gente, unánime, escuchaba
atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las
señales que hacía. 7 Porque de muchos que tenían espíritus
inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y
cojos eran sanados; 8 así que había gran gozo en aquella ciudad”.
Felipe era compañero de Esteban, los dos habían sido escogidos
por los apóstoles como repartidores de comida a las viudas y a los
huérfanos, para poder dedicarse a la evangelización, pero como
sucedió con Esteban (que se activó por fe para ir un poco más allá y
convertirse en un poderoso hombre de Dios) Felipe hizo lo mismo y
los resultados fueron iguales, los dos manifestaron el poder de Dios
por la fe poderosa que pusieron en función.

Continuaron con la máxima de Jesús de Milagros sin


compromiso
En ninguno de estos casos vemos a los apóstoles exigiéndole a las
personas que recibieron milagros que fueran a la iglesia, y las
razones eran obvias y es que tampoco habían visto a Jesús hacer
esto. Quién ha experimentado un proceso de enfermedad o de
cualquier situación crítica en la que no haya tenido solución y haya
agotado todos sus recursos y experimente un milagro de Dios, eso
le marcará para siempre y desde su libre y espontánea voluntad en
el momento que lo sienta y lo desee, si así lo prefiere, vendrá a
reunirse con los creyentes, para convertirse en un cristiano y recibir
más, y tener todo lo que Dios da para los que en él creen, incluso
vivir eternamente. Es obvio que los apóstoles predicaban el
arrepentimiento, y la salvación del alma, pero no cambiaban
curaciones por conversión. No era una exigencia.
En mi caso, en más de veinte años de orar por personas enfermas
he visto lo mismo: Dios los sana, Dios los cura y Dios los libera
solamente por la fe. Si creen de todo corazón, de seguro que
reciben los milagros. Es difícil para un pastor aceptar que los no
creyentes practicantes del cristianismo, en ocasiones, tienen
mucha más fe para recibir un milagro de Dios que los propios
miembros de la iglesia, y esto está demostrado. El que está dentro
de la iglesia no cree que Jesucristo puede provocar un milagro,
porque se les enseña que deben tener un alto nivel de consagración
y pureza tal que casi deben ser iguales a Dios para ser sanados,
pero la gran verdad es que no encontramos algo así en Las
Escrituras. Mas los que no son creyentes de práctica y les hablan de
milagro creen que Dios los sanará y así sucede. Son sanados.
La Biblia dice que para ser sano lo único que hay que tener es una
fe profunda, y eso lo demuestran las personas que no tienen un
trasfondo de práctica religiosa, como ya he mencionado citando los
casos de la Biblia en donde gente común y corriente recibió su
milagro por la fe. En estos tiempos pasa como cuando Jesús, la
gente se entera de que en determinado lugar o iglesia hay un
evangelista predicando y que suceden milagros y ellos recorren
largas distancias y son capaces de hacer cualquier sacrificio movido
por la esperanza y por la fe para llegar hasta allá en busca de su
bendición, y al arribar dicen: “Yo recibo mi sanidad, mi milagro esta
acá y ahora lo tengo”, y de verdad que lo reciben.
En una ocasión, había terminado yo una predicación que había
hecho en un video en mi página de Facebook, y como lo consideré
muy bueno lo subí a la plataforma de YouTube, donde tengo mi
canal, y pasó algún tiempo. Un día abrí el video y me fijé en los
comentarios y una persona expresó lo siguiente: “Pastor, mientras
yo veía su prédica creí que me podía sanar y el señor literalmente
me sanó”. Para mí es normal ver palabras y testimonios como estos
en mis prédicas en vivo, pero no en videos ya grabados. Es decir
que esta persona creyó tan profundamente la palabra predicada que
terminó atrayendo un milagro por la poderosa fe que tuvo.
En otra ocasión, una señora católica que tenía una úlcera en la
planta del pie, que con nada se le curaba, estaba junto a su
hermana viendo una de mis ministraciones de videos en vivo por el
programa que realizo en Facebook y la hermana colocó un
comentario pidiendo oración por la enferma, yo no vi el comentario,
y tampoco oré por su hermana, pasaron unos días y la persona me
envió unas fotografías del pie con una úlcera que mostraba la carne
de la persona, literalmente tenía un hueco. La úlcera había
devorado parte de su carne, días después de que ellos creyeron que
se podía sanar enviaron otra foto de la herida y estaba sanando,
algún tiempo más adelante enviaron otras dos con la úlcera
totalmente cerrada. Puedes ver el video de apenas 10 segundos
en mi canal de YouTube, abriendo en este vínculo:
https://youtu.be/B82JJrHlJLU
Lo que sucedió fue que mientras yo predicaba ellos creyeron, pero
lo más asombroso es que la persona que creyó no fue la que estaba
enferma, sino la hermana, quien había pedido la oración. Me
recuerda a los hombres que rompieron el tejado para bajar a un
enfermo a la sala donde Jesús estaba predicando y él lo curó.
También ha sucedido que mientras hago oraciones en vivo por
personas a quienes llamo durante el programa, que no sé quiénes
son, excepto ver su nombre en el registro de llamadas, otros
enfermos que están viendo la trasmisión creen profundamente que
pueden ser curados y de hecho lo son.
Entonces, querido lector, usted es candidato para recibir cualquier
milagro procedente de Jesucristo, sin importar cuán grande sea su
necesidad, usted solamente necesita creer y, si lo hace, de seguro
que Jesús le hará un milagro, como lo hizo con todo aquel que se
acercó a él. La Biblia dice, en Hebreos 11:1: “Es pues la fe la
certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”,
también dice en el versículo 6: “Pero sin fe es imposible agradar a
Dios, pues es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay y que es galardonador de quien se le acerque”. Todos
nosotros, seamos creyentes o no creyentes de práctica en
Jesucristo, seamos feligreses parte de una iglesia, grupo de
creyentes o no lo seamos, si creemos con todo el corazón, lo que
deseamos y pidamos a Dios lo recibiremos, y después
determinaremos si seguirlo para más o no.
Jamás olvides esto: Los milagros no serán superiores a tu fe,
recibirás de Dios lo que seas capaz de creer profundamente
desde tu espíritu, en el nombre de Jesús.
Romanos 10:9 dice: “Si confesares con tu boca y creyeres en tu
corazón que Jesucristo es el Señor y que Dios lo levantó de los
muertos serás salvo”.
Esto quiere decir que debe de combinarse nuestro corazón con
nuestra mente y con nuestra boca, para creer que será posible
recibir un milagro. Si solo creemos con la inteligencia, porque
parece sabio a causa de los testimonios que vemos y de lo que dice
la Biblia, pero no nos conectamos con una emoción profunda de fe,
no se podrá recibir el milagro. Debemos tener una fe firme, sin lugar
ni espacio a dudas, porque la duda mata el milagro. Un hombre le
preguntó a Cristo si él podía ayudarlo, y Jesús le dijo: “¿Cómo que
si puedo? Claro que puedo, el problema estaría en si tú no creyeras
que yo puedo sanarte”, y lo sanó. Veamos el pasaje completo:
Marcos 9:22b-27: “Si puedes hacer algo, ten compasión de
nosotros y ayúdanos. 23 —¿Cómo que si puedo? Para el que cree,
todo es posible. 24 —¡Sí, creo! —exclamó de inmediato el padre del
muchacho—. ¡Ayúdame en mi poca fe! 25. Al ver Jesús que se
agolpaba mucha gente, reprendió al espíritu maligno. —Espíritu
sordo y mudo —dijo—, te mando que salgas y que jamás vuelvas a
entrar en él. 26 El espíritu, dando un alarido y sacudiendo
violentamente al muchacho, salió de él. Este quedó como muerto,
tanto que muchos decían: ‘Ya se murió’. 27 Pero Jesús lo tomó de la
mano y lo levantó, y el muchacho se puso de pie.
Llevo muchos años orando por enfermos y me alegra mucho
cuando las personas creen, se lo veo en los ojos, ellos creen
con toda la fuerza del corazón y reciben. Esta es la fe que
provoca los grandes milagros, pero cuidado, mucho cuidado
con dudar, porque la duda frena el poder de Dios.
Muchos no recibieron milagros en tiempo de Jesús, porque no le
creían, él se apartaba de ellos porque consideraba la duda como
una terrible ofensa a Dios. Veamos en Mateo 13:55-58: “¿No es
éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus
hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus
hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas
cosas? 57 Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay
profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. 58 Y no hizo
allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos”.
Marcos 6:4-6: “Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino
en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. 5 Y no pudo
hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos,
poniendo sobre ellos las manos. 6 Y estaba asombrado de la
incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor,
enseñando”.
Si queremos milagros de Jesús, debemos creer con todo el
corazón y de seguro él nos bendecirá. Hubo un individuo en la Biblia
que no era muy santo, de hecho, se le llamaba el mentiroso, Jacob,
hijo de Isaac, quien engaño a su padre, a su hermano y a su suegro,
pero era tan crédulo a Dios, que el Señor lo perdonó y lo bendijo.
Desde luego, sus mentiras le trajeron duras consecuencias. Usted
no debe mentir, pero lo pongo como ejemplo para ayudarle a
entender que no será su perfección de testimonio lo que provocará
recibir su milagro, sino su fe. Una vez más: ¡NO MIENTA! Je, je, je,
es solo una broma, sé que usted no se aprovechará de esta
revelación para pecar.

El Infierno atacará tu fe para milagros, como lo hizo


contra Jesús
Desde ahora quiero que lo sepas: tendrás ataques contra tu fe, pero
tranquilo, el remedio contra ese mal está asegurado en este libro. Si
hay Dios hay demonios, si existe el bien, existe el mal, y debemos
estar convencidos de esto. El mismo Jesús enfrentó muchas veces
a los demonios y a los hombres incrédulos, influidos por estos seres.
Tuvo que abrirse paso a fuerza de pura fe entre la maleza y los
abrojos del enemigo, pues desde el principio enfrentó muchos
obstáculos, su familia no creía en él. Léalo: Juan 7:5: “Porque ni
aun sus hermanos creían en Él”.
Marcos 3:20-22: “Jesús llegó a una casa, y la multitud se juntó de
nuevo, a tal punto que ellos ni siquiera podían comer. 21 Cuando
sus parientes oyeron esto, fueron para hacerse cargo de Él,
porque decían: Está fuera de sí. 22 Y los escribas que habían
descendido de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebú; y: Expulsa los
demonios por el príncipe de los demonios”.
Todo el tiempo el Señor Jesús fue atacado y todo el tiempo fue
perseguido. Primero, con el desprecio de su propia familia (que,
influenciada por los demonios, lo creían loco y lo hacían dudar de su
misión), y de los fariseos, quienes intentaban sembrar todo el tiempo
la confusión en sus seguidores. Desde este punto en adelante,
usted debe saber que en este barco de la fe para alcanzar buenos
milagros y liberarlos sobre otros, usted también padecerá de lo
mismo que padeció el maestro, las fuerzas del mal tratarán de
detenerlo, como históricamente lo han hecho conmigo. No importará
si usted cree que hay diablos o no, de todas maneras, a ellos no les
interesa ese punto, incluso si no creyera que hay diablos, para ellos
será mejor destruirle su fe.

¡Cuidado! El enemigo tratará de invertir tu fe


Estos opositores del mal se encargarán de luchar contra usted,
porque necesitarán de su energía positiva de fe para cambiarla en
sentido opuesto y obtener el derecho de acceder a su futuro para
detenerlo en su progreso. ¿Cómo ocurre esto? Es muy simple:
ellos crearán para su mente una falsa realidad, la negatividad y las
dudas para que usted las crea. No le quitarán la capacidad de creer
porque no pueden, más bien le motivarán para que crea, pero al
revés: para que usted tenga mucha fe en que no recibirá nada.
Cuando usted crea para un milagro, liberará mucho poder de fe,
entonces el enemigo intentará invertir su potencial en sentido
negativo, para que aplique fuerzas de fe en ese sentido, porque
estará aceptando como real lo que el enemigo le estará diciendo y
allí se concentrará toda su energía: en pensar que no podrá o que
no logrará obtener lo que se propone.
Entonces ellos (los espíritus malos) transformarán su capacidad
de creer, pero en sentido negativo, es decir: cuando creemos que
tenemos miedo, preocupaciones, desesperación, inseguridad, afán,
etc., comenzamos a invertir la energía o la fuerza de la fe que Dios
nos ha dado a todos para vivir plenos y satisfechos y comenzamos a
creer que no lo lograremos, y decepcionados terminamos afirmando
una y otra vez lo que no queremos. Cuando ya nuestra fe esta al
revés solemos decir:

Qué difícil me será curarme, dice el médico que no hay


medicina para esta enfermedad.
No podré emprender mi nuevo proyecto porque no
cuento con el dinero suficiente.
Mi trabajo me paga una miseria, de esta manera nunca
lograré comprar mi casa.

Solo por mencionar algo de lo que terminamos aceptando y


creyendo. En el fondo, deseamos un milagro, pero creemos
firmemente que no lo recibiremos, ¿y entonces? El milagro no
sucederá porque tenemos una gran fe en eso.
Entonces los espíritus malos usarán nuestra fuerza para
combatirnos y destruirnos, estancándonos en la incredulidad para
el bien, y anclándonos fuertemente en la credulidad para el mal.
En palabras más sencillas: imaginemos que usted quiere recibir un
milagro financiero, tal vez necesita 50 000 dólares y de casualidad
ese deseo lo conduce a encontrarse con este libro. Ok. Usted lo
adquiere y lo lee completo y, al finalizar, asume una posición de fe
firme para recibir dinero milagroso y ahí concentra toda su energía.
Entonces, el enemigo lo mira y sabe que usted estará dispuesto cien
por ciento a jalar su milagro, pero no le permitirá recibirlo así de
fácil, y hará que personas incrédulas vengan a usted para
desanimarlo, ya sean familiares o amigos. Tal vez no directamente
diciéndole que no crea, sino más bien haciendo énfasis en su
condición de necesitado.
En ese momento, el Demonio operará en su contra, para
hacerlo dudar, pero usted debe afirmar más que nunca toda la
fuerza de su fe y rechazar fuertemente toda invitación de
incredulidad.
Experiencia personal
Aún recuerdo cuando vivía en Cuba y tenía el propósito de venirme
a vivir a los Estados Unidos. Yo le hacía comentarios a mi familia
cuando estábamos reunidos de cómo creía que sería mi vida en
este país, de cómo me convertiría en un hombre próspero y
cumpliría mis sueños. Una de mis hermanas, de carácter muy
jocoso, y a quien le gustaba mucho hacer chistes, me comparaba
con un actor de una novela brasileña llamado Artajerjes. Este era un
señor de unos 50 años que había pasado toda la vida creyendo que
sería dueño de muchas tierras, y le describía a su nieta, de unos 7
años, cómo sería la vida de familia cuando él alcanzara esta meta.
Entonces la nieta se ilusionaba con esos anhelos del abuelo, pero
él nunca los alcanzó. Todo se quedó para él en simples sueños,
tenía profundos anhelos, pero se lamentaba de ser un hombre
pobre, de ser un hombre que no tenía nada para que sus sueños se
ejecutaran, y su familia lo veía como un simple soñador. Es así que
cuando yo daba vida a mis sueños por medio de relatos, mi
hermana con risa burlona solía decir: “Acá está el señor Artajerjes
con sus delirios y sus sueños”. Evidentemente esto era un ataque
del enemigo en su mente para decepcionarme, pero nunca lo
acepté, siempre rebatí esas declaraciones en contra de mi milagro y
confesé lo que en realidad quería. Pasaron muchos años y justo en
este momento estoy sentado en una oficina, en el Estado de
Washington, escribiendo para usted este libro. ¡Ja, el Artajerjes
cubano sí cumplió su sueño!
Este juego del Demonio es como en algunas artes marciales
chinas, en las que la filosofía del adversario es absorber la fuerza
del contrario y redirigirla en su contra para derrotarlo. Así hará el
enemigo en contra de nosotros, aprovechará nuestra capacidad
de creer para que le creamos a él y no a Dios. Cuando temes, le
crees al enemigo; cuando te desesperas, le estarás creyendo al
Demonio; en cambio, cuando eres firme en tu fe, le crees a Dios. La
Biblia dice, en Salmos 40:1-4: “Pacientemente esperé a Jehová, Y
se inclinó a mí, y oyó mi clamor. 2 Y me hizo sacar del pozo de la
desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y
enderezó mis pasos. 3 Puso luego en mi boca cántico nuevo,
alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán
en Jehová. 4 Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su
confianza, Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la
mentira”.
En fin, no te apresures, espera en Dios, no des tu fuerza de fe al
enemigo, porque la usará en tu contra para destruirte el futuro.
Desde ahora para recibir tu milagro ya sabes que, si decides creer,
ataques de dudas vendrán. El remedio será aferrarte a tu fe, como
lo hizo Jesús, a pesar de los múltiples ataques que recibió. Si
creemos, pero no profundamente, se puede estropear el milagro.
Recuerde este versículo, de cómo Jesús no pudo ayudar a algunos
por causa de la incredulidad: Mateo 13:58: “Y no hizo allí muchos
milagros, a causa de la incredulidad de ellos”. Estas personas lo
conocían personalmente y, como nunca lo habían visto obrar
milagros antes de los treinta, dudaban de él. Eso es normal, las
personas no lo entienden, tal vez pase con usted que mientras lee el
libro se anima a hablar a otros acerca de cómo obtener milagros y
no le crean. No se preocupe, es normal, pero cuando usted
persevere y demuestre el resultado de su fe, entonces todos
querrán saber cómo lo logró.

Por mi fe en el nombre de Jesús: profetizo y creo


profundamente que, mientras usted lee el libro, su fe se activa
para creer que todo es posible en el nombre de Cristo, y creo
que su vida comienza a ser transformada poderosamente para
atraer incontables milagros en el nombre de Jesús ¡Amén!
Afirmo: ¡De seguro los tendrá!
Profeta W. Anach
Capítulo 3. Definiendo en esencia lo que es la fe
para milagros

Hebreos 11:1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la


convicción de lo que no se ve”.
Para tener la fe que provoque milagros no podemos quedarnos en la
interpretación simple del concepto de fe: certeza y convicción, sino
que tenemos que ir a un nivel más profundo y comprender qué
significan. La certeza aporta seguridad y confianza en lo que deseas
y esperas, pero la convicción como elemento determinante es el
nivel más profundo de fe, porque cuando nos quedamos en la
primera corremos el riesgo de cambiar de opinión producto a
cualquier alteración que haya relacionada con lo que esperamos
recibir de Dios. En cambio, la convicción es un estado perfecto
de la fe, es cuando esta se torna inconmovible y nada la hace
retroceder.
Cuando combinamos la certeza con la convicción nuestra fe se
vuelve inconmovible, porque la convicción es una posición de
seguridad tan profunda que es como si disfrutáramos de antemano
lo que esperamos recibir. La certeza te ubica en la esperanza, pero
la convicción te establece en la posesión. Debemos hacer la
diferencia entre “espero recibir” (certeza) y “ya tengo” (convicción).
Digamos que si usted tiene en su billetera $100, ni siquiera
necesitará creerlo, porque los posee. Sencillamente ahí están los
$100. Diferente de cuando usted cree que tiene los $100 pero no
está convencido; ahí no puede expresar que tiene $100, y abrirá la
billetera cuando esté convencido de que ahí están, aunque no sea
así.
La convicción será lo que va a generar en nosotros un
comportamiento que va a manifestar una actitud en la que nuestra
manera de ser, sentir y pensar va a girar en torno al “ya lo tengo”, y
no a “lo tendré un día”, pues estoy seguro de que lo poseo. El
primero es una actitud que genera quietud, tranquilidad y confianza,
de manera que si usted está convencido de que tiene en su poder
los $100 con los que pagará la energía eléctrica al día siguiente, va
a descansar y a dormir totalmente tranquilo, no va a preocuparse o
a temer, porque sabe que tiene el dinero. La convicción te va a
generar paz, tranquilidad, descanso y confianza profunda, a pesar
de que físicamente no tengas lo que esperas recibir. Si la adoptas,
te hará sentir que lo tienes ahora, ya mismo, y sin duda lo tendrás.
¡Gloria a Dios!
En una ocasión, un pastor amigo me dijo: “Cuando estés en
espera de algo, tienes que hacer fiesta”. Yo no entendía lo que me
quería decir, y él me repetía la misma frase. Pasaron algunos años y
finalmente entendí lo que significaba aquello. Las únicas personas
que celebran algo es porque ya tienen lo que han querido tener.
Pongamos dos ejemplos: si usted es un corredor, un atleta, ¿cuándo
hace la fiesta de celebración, antes o después de correr la carrera y
haber ganado la medalla de oro? Evidentemente, la hará luego de
que la medalla de oro esté en su posesión, p¡ esperará a tenerla en
sus manos para compartirlo con sus amigos, porque considerará
que tiene algo que mostrar. La auténtica fe celebra lo que cree antes
de poseerlo, como si ya lo tuviera. Lea lo que dijo Jesús:
Marcos 11:24: “Por eso les digo que todo lo que ustedes pidan en
oración, crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán”. ¿Lo ves?
Crean que ya lo han conseguido, ese es el secreto de por qué
algunos reciben milagros y otros no; unos esperan a que sucedan,
otros los dan por recibidos antes de que sucedan y los reciben. El
que espera siempre se encontrará en la esperanza, ¿lo puede usted
entender? Es-pe-ran-za. ¿A que le suena esta palabra? Es muy
obvio, suena a esperar, a después, a mañana, a algún día en el
futuro. En cambio, el que no espera, sino que ya cree, ese tiene su
bendición en el ahora. Manifestarse será cuestión de breve tiempo.
Otro ejemplo es cuando un joven está en la universidad y celebra
su graduación, ¿cuándo lo hará? ¿Antes o después de graduarse?
La respuesta es muy clara, ¿verdad? Lo hará después, cuando
llegue a casa con su diploma, mirará a sus padres y a sus amigos
más íntimos y se alegrará con ellos por haber obtenido al final la
premiación de su sacrificio. Entonces, permítame decirle que,
cuando estamos convencidos de que tenemos el milagro, actuamos
como de ese modo. Si no nos atrevemos a hacer fiesta, si no nos
atrevemos a celebrar la victoria antes de que se manifieste, no
tenemos en realidad la fe de la cual habla Dios y que es
indispensable para recibir milagros.
La mayoría de las personas que esperan recibir un milagro de Dios
nunca lo reciben, porque se alegrarán o harán fiesta después de
que el milagro se manifieste. Usted dirá que la regla para recibir el
milagro es demasiado dura y demasiado desafiante, pero no es así,
solo que al comienzo usted necesitará esforzarse un poco, luego de
que comience a ver los primeros milagros ya confiará más, hasta
que llegue a hacerlos parte de su vida cotidiana. Cuando
aprendemos adoptar la fe de esta manera nos sirve para tener una
vida exitosa en todo lo que emprendamos. Dice el libro de Marcos
11:23: “Pues les aseguro que si alguien le dice a este cerro:
‘¡Quítate de ahí y arrójate al mar!’, y no lo hace con dudas, sino
creyendo que ha de suceder lo que dice, entonces sucederá”.
Queridos hermanos y amigos, la convicción en la fe es la clave para
provocar el milagro. La certeza de lo que se espera y la convicción
de lo que no se ve serán un estado donde no habrá retroceso,
donde hay fiesta y donde hay celebración por lo que ya se espera,
porque se sabe que se posee.
Usted crea, pero crea de verdad. No se deje amedrentar por lo
imposible que parezca algo, en realidad nada es imposible para el
que cree y Jesús lo dijo en Marcos 9:23: “Jesús le dijo: ‘¿Cómo si tú
puedes?’ Todas las cosas son posibles para el que cree”.

Experiencia personal
Soy de origen cubano y viví cuarenta y dos años bajo el régimen
comunista, un sistema de gobierno totalmente ateo y enemigo de la
fe, y mi vida se desarrolló en medio de carencias y extremas
necesidades hasta que conocí al Señor Jesucristo. Lo que quiero
decir es que yo no tenía la más mínima pisca de fortaleza para creer
que Dios me podía dar un milagro, pero en 1997 me convertí al
Señor, y comencé a marcar la diferencia entre mis compañeros de
fe y yo; ellos se limitaban a creer todo lo que los pastores les
enseñaban, en cambio yo no, continuamente me hacía preguntas y
trataba de ahondar un poco más en lo que se me enseñaba, y no
pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que ellos (los
pastores) eran incrédulos y justificaban su incredulidad en la
supuesta voluntad de Dios. Si iban a orar por un enfermo decían:
“¡Señor, si es tu voluntad, sánalos!”. Y yo me preguntaba cómo leían
la Biblia. Allí dice que la voluntad de Dios es sanar, ¿por qué ellos
clamaban a Dios como si esa porción de la escritura no existiera,
como si no conocieran la voluntad de Dios al respecto?
Estas cosas me fueron inquietando cada vez más y cada día me
sentí guiado por Dios a leer los pasajes de la Biblia que hablaban de
los milagros que Jesucristo hacía. Yo sentía que mi corazón se
hinchaba de gozo y de alegría cada vez que hacía estas lecturas.
Entonces comencé a hacer preguntas a los pastores, pero
lastimosamente ellos leían estas porciones de la Biblia sin emoción
alguna, no las creían, no las tomaban en serio. Leían los dichos de
Jesús como si aquellas palabras hubieran quedado congeladas en
el tiempo, pero no como recomendaciones de Jesús para la iglesia
actual.
Desde este punto en adelante, comencé a hacer oraciones por
personas con enfermedades y los primeros milagros que vi fueron
las curaciones de dolores de cabeza y de fiebre, lo hacía
continuamente y cada día que pasaba la felicidad y la convicción
profundizaban más en mi corazón. Los buenos resultados cada vez
eran mayores hasta que, al pasar cierto tiempo, ejerciendo mi fe
comencé a orar por cosas más difíciles y fui notando que mi
capacidad de creer se iba incrementando aceleradamente por cosas
más difíciles aún.
Recuerdo una vez que oré por un hombre en silla de ruedas, pero
me faltó un poco de fe y el hombre no se paró de su silla, siguió
pegado como si mi oración no hubiese tenido efecto alguno, pero yo
seguí creyendo y eso no me desanimó, porque reconocí que era yo
responsable de mi fe y que necesitaba fortalecerla mucho más para
que se generaran mayores milagros. Después de ese día, lo seguí
haciendo con otras personas hasta que, con el pasar de los años,
esa oración por paralíticos comenzó a tener resultados, y las
personas con esa condición comenzaron a sanar. Hoy no recuerdo
la cantidad exacta de los casos de parálisis por los que he orado en
mis programas en vivo y los milagros que han sucedido. Puede
usted abrir este enlace de YouTube para ver un fragmento de uno
de estos casos, un hombre durante tres años paralitico es curado:
https://youtu.be/v5gJh2SqUGI
En este caminar y experimentar de los milagros he visto personas
ciegas recobrar la vista, mujeres estériles dar a luz, una señora
muda de cincuenta y cinco años hablar por primera vez después de
la oración, una muchacha de veintisiete años que nació sin el oído
derecho se le creó de manera instantánea, y varios casos más de
enfermedades, incluyendo varios de SIDA. Uno de ellos, creo que
fue el primero, tío de mi esposa, estuvo enfermo del SIDA por veinte
años y sanó totalmente. Todo solamente por creer en Dios.
Quiero decir que la perfección en la fe no se genera de un día para
otro, es como el ejercicio físico que se hace para quemar grasas y
para desarrollar los músculos, esto necesitará de una práctica
continua, no será todo de una vez, sino que hay que hacerlo y
repetirlo hasta ver los resultados. Así que para ver grandes
milagros usted debe quemar la grasa de la incredulidad y
desarrollar los músculos de la fe. Piense en el duro
entrenamiento de un boxeador cuando se prepara para una pelea
que definirá su futuro, lo dará todo en el ring. De todas esas cosas,
lo que más ha marcado mi vida ha sido lo que considero el más
grande de los milagros, que le voy a contar a continuación:
Vivía yo en Cuba, sumergido en la pobreza de manera extrema, y
a fin de mes no tenía alimento para mis hijos y lo poco que aparecía
se los daba ellos y me acostaba sin comer, entonces comencé a
creer que iba a salir de mi país con mis tres hijos y con mi esposa
para los Estados Unidos y me determiné a hacer ejercicios de fe (en
los próximos capítulos hablaré de estos) y pasado algún tiempo de
ejercitarme todos los días constantemente, las puertas para salir de
Cuba se abrieron y me vine a vivir a los Estados Unidos, donde
actualmente estoy con mi familia. Esta experiencia fue una prueba
de fuego para mi fe, pues no tenía dinero para salir de Cuba, no
tenía familiares en el estado al que vine y no hablaba absolutamente
nada de inglés, pero le creí a Dios y entonces el Señor me proveyó
de todo el dinero que necesitaba y hasta me quedó un poco y
gracias a Dios aquí estoy, no hablo un inglés fluido, pero lo hablo y
puedo entender bastante.
Testimonio de un discípulo
Recuerdo el caso de un señor de sesenta años que era parte de una
pequeña congregación a donde fui a predicar y a enseñar sobre los
milagros. Él estaba sentado al final del auditorio, observándome
cuidadosamente mientras yo explicaba cómo orar por las personas
para que sucedieran milagros o curaciones, entonces pedí un
voluntario que tuviera algún padecimiento y una muchacha pasó
adelante con un brazo ligeramente más corto que el otro y se paró a
mi izquierda, luego pasé la vista por los primeros bancos frente a mí
y escogí a un joven líder de la congregación y le pedí que pasara a
mi derecha. Lo miré y le dije: “Ya me has oído enseñar sobre que
todos podemos obrar milagros, ¿puedes orar por ella para que su
brazo crezca?”. Él, con una sonrisa nerviosa, me miró sin articular
palabra, como queriendo decirme que no podría hacerlo. Entonces
le expliqué una vez más detalladamente y le pedí que orara.
Comenzó a orar con voz temblorosa y titubeante mientras la
muchacha permanecía con sus brazos estirados frente a él y nada
pasó, el brazo permaneció tal y como estaba, entonces le pedí al
joven que se sentara y, mirando a la muchacha de frente, le pedí
que extienda otra vez los brazos hacia delante y ella lo hizo. Le
hablé al brazo más corto y este, como si fuera halado por una fuerza
invisible, se estiró y se emparejó con el otro. Todos estaban
asombrados pues jamás habían visto semejante milagro. Luego oré
por otras personas enfermas y todas sanaron. Al terminar el culto, el
pastor dijo: “Nuestra congregación tiene mucho conocimiento de la
Biblia, pero nada de los milagros, necesitamos aprender”.
Pasaron tres meses, estaba reunido con unos amigos y llegó el
señor mayor de sesenta años de la iglesia donde había estado
enseñando, nos saludó a todos y uno de los presentes le dijo:
“Cuéntanos cómo te va, hemos sabido que andas por ahí haciendo
milagros, ¿cómo lo haces?”. Él me miró y respondió: “Ahí está mi
maestro, el que me enseñó cómo hacerlos”. Me quedé confundido
con sus palabras, pues no recordaba haber tenido a este anciano
por discípulo, y sin que pudiera emitir criterio alguno, él comenzó a
narrar cómo había comenzado todo y recordé que era el viejito que
mientras yo predicaba no quitaba sus ojos de mí, estaba recibiendo
en su espíritu cada palabra que enseñé esa mañana y, cuando salió
de la reunión de la iglesia, empezó a ponerlas en obra, y a ver puros
milagros, y les digo algo: Hasta ese momento, él obraba en milagros
mayores a los que yo había ministrado.
De esta manera espero que suceda con todo el que lea este libro,
que sea activado para creer y recibir los grandes milagros de Dios.

Por mi fe en el nombre de Jesús, para ti que estás leyendo:


Declaro que se manifiesten puros milagros para toda tu familia
y amigos en el nombre de Jesús. ¡Amén!
Profeta W. Anach
Capítulo 4. ¿Cómo crear fe para manifestar
milagros?

La verdad es que todos los seres humanos tenemos fe, lo que pasa
es que el objeto varía mucho y va a ser dirigida hacia donde
nosotros seamos educados y formados para ejercerla. Va a ser muy
fácil que creamos que, si nos sentamos en una silla, esta va a
sostener nuestro cuerpo, porque creemos que será suficientemente
fuerte. También es fácil que creamos que podemos salir de casa y
llegar al trabajo o a la escuela y regresar otra vez. Casi siempre
planificamos para después, podemos llegar a decir que el año
próximo vamos a hacer un viaje, o a abrir un negocio, o a casarnos,
etc., etc., y muchos lo logran. La razón es muy clara: Dios nos creó
con fe y por medio de su fe podemos vivir.
Pero como nuestro mundo es material y generalmente todo lo
conseguimos a través de las acciones y leyes físicas, nos es difícil
evaluar la fe como algo espiritual porque, aunque la usamos, el
mérito se lo llevará siempre “el esfuerzo que hicimos”, no la fe
que tuvimos. Sin embargo, de no haberlo creído, no nos habríamos
esforzado tanto hasta tener el logro. La Biblia dice que Dios, al
crearnos, puso de su Espíritu dentro de nosotros, quiere decir que el
poder creador de Dios está contenido dentro de nosotros, y así
como él creyó para hacernos y lo logró, también nosotros, a
semejanza de él, podemos creer para liberar esa fe y recibir de su
mano puros milagros. Lo que pasa es que nuestro espíritu está
limitado por causa del pecado, pero sin lugar a dudas, ese
interruptor de fe en nuestro espíritu se puede comenzar a ejercitar si
se enfoca correctamente. La Biblia dice, en Hebreos 12:2:
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe,
quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz,
menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del
trono de Dios”.
Si queremos tener acceso a las bendiciones procedentes del bien,
debemos alimentar nuestra fe en Jesucristo, porque según hemos
leído más de una vez en porciones de la Biblia ya mencionadas, fue
él quien autorizó a los hombres a usar la fe, y dijo de hecho que
podíamos hacerlo en su nombre. Para empezar a cultivar la fe que
llevamos por dentro, lo primero que tenemos que hacer es pedirle a
Cristo que nos ayude a despertar y a hacerla crecer. Recordemos
que pedirle a Jesucristo también es tener fe, porque no podemos
verlo, pero entendemos al leer la Biblia que fue quien dijo que todo
lo que pidamos en su nombre al padre, si lo creemos de todo
corazón, sin duda lo recibiremos, por ejemplo, en Juan 14:13-14: “Y
todo lo que pidiéreis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el
Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si algo pidiéreis en mi
nombre, yo lo haré”.
Lo primero es pedirle a Jesucristo como el Señor y autor de la fe
que ya tenemos, para que con su poder nos ayude a liberarla.
Según dice la Biblia, es él quien nos ha dado esa fe para que
podamos recibir los milagros (Hebreos 12:2: “Puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe”). En una ocasión, sus
discípulos le dijeron: “Señor, danos fe, auméntanos la fe”, y Jesús
les respondió: “Ya vosotros tenéis y la tenéis como un grano de
mostaza dentro de ustedes, lo que tienen que hacer es activarla
para que pueda crecer y mover montañas”. La fe está dentro de
nosotros y no fuera, y es ahí en donde se tiene que centrar nuestra
atención para recibir los milagros que vienen de él. Recordemos,
como dije al principio, que los milagros tienen dos fuentes de
procedencia, la oscuridad y la luz, el bien y el mal. En este caso, los
que somos de la luz invocamos al Señor de la luz, al señor
Jesucristo.
Lo primero es pedirle con mucha amabilidad y humildad que por
favor nos ayude a despertar y a usar la fe que nos ha dado y que
queremos usar en su gran nombre.
Lo segundo es procurar leer en la Biblia todos los pasajes que
tengan que ver con actos milagrosos resultantes de la fe. Muchas
personas, en momentos de crisis, creyeron profundamente y
recibieron poderosos milagros. También podemos ver películas y
testimonios. Hay muchos videos en las redes sociales de grandes
ministros de Dios que oran por personas enfermas y por cualquier
otro asunto y Dios hace maravillas. Si nosotros nos identificamos
con ellos (con los necesitados), vemos lo que reciben y decimos: “Yo
también puedo recibirlo, porque estos que liberan milagros y los
otros que reciben son tan humanos como yo, y además Jesús
también ya dijo que yo puedo”, nuestra mente se convence de que
creer y recibir es posible, y sin obstáculo alguno fortalecemos la
convicción porque no solo es un concepto el asunto de la fe, en
realidad funciona.
Mientras usted lee los actos milagrosos de Dios, escucha o ve
predicaciones o lo que tenga que ver con milagros, su corazón se irá
conectando con esa emoción. Así, usted va a empezar a sentir la
necesidad de poner por obra la fe y va a empezar a orar por cosas
pequeñas y las verá suceder. No ore por cosas demasiado
complicadas al principio, porque su fe necesita desarrollarse poco a
poco, y si trata de ir más allá de su estatura de fe y no sucede el
milagro esperado, es posible que el enemigo le ponga pensamientos
de desistir en su propósito.
Usted puede orar diciendo: “Hoy, en el nombre de Jesucristo, voy a
tomar una taza de café”, en caso de que en su casa usted no tenga
café. Si lo cree de todo corazón, sin la más mínima pizca de duda,
de seguro el milagro sucederá. Alguien le traerá café o le dirá para
juntarse con usted para tomar café en algún sitio. Ya luego puede
comenzar a orar por personas que tengan enfermedades, como
dolores de cabeza, fiebre, gripe o cualquier otra de las que son
comunes, y decir: “En el nombre de Jesucristo, que suceda el
milagro ahora y esta fiebre o este catarro desaparezcan”, y
sucederá. Aclaro que esto podrá hacerlo cualquiera que crea, lo que
es totalmente diferente a ser un ministro de los milagros, que ya
tiene pacto con Dios para dedicar su vida a hacer milagros.
Jamás cuestiones un milagro
Cierta vez, un amigo religioso e incrédulo me dijo: “No creo en todos
esos testimonios que andan publicados por ahí, yo soy como Tomás
(discípulo incrédulo de Cristo), tengo que ver para creer”. Yo le
contesté: “Amigo, no me importa si es verdad o no, si mienten al
decir que Dios les concedió un milagro y no es verdad, a mí no me
afecta, al contrario, esto fortalece mi fe, porque yo me emociono
escuchando las historias y los testimonios de grandes milagros, y
sin duda mi fe se alimenta”. Y esto es realmente así, para
desarrollar su fe debe tener un espíritu crédulo a la máxima
expresión. Cuando comenzamos a creer por un milagro, nuestros
pensamientos pueden ser inyectados por la incredulidad. Entonces
debemos saber protegernos e ignorarlos inmediatamente.
He leído testimonios de algunos predicadores en sus libros y la
verdad es que yo solo (como en la mayoría de los libros) he visto
letras y he creído profundamente cada relato con todo mi corazón.
Pensando en el lector, he dejado varios enlaces como ayuda
suplementaria al inicio del libro. Son fragmentos de las oraciones
que hago por las personas y cómo ocurren los milagros. Le
recomiendo leer cada vez que pueda Hebreos 11 completo. Acá le
dejo una parte del capítulo para que usted pueda confirmar lo que
ha leído hasta acá acerca de la fe.
Hebreos 11: 6-12: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan. 7 Por la fe
Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no
se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase;
y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la
justicia que viene por la fe. 8 Por la fe Abraham, siendo
llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como
herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe habitó como
extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando
en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma
promesa; 10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos,
cuyo arquitecto y constructor es Dios. 11 Por la fe también la
misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a
luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel
quien lo había prometido. 12 Por lo cual también, de uno, y ése
ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en
multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del
mar”.
Si usted ora por un milagro y no llegara a suceder en los primeros
intentos, no crea que es que Dios no quiere responder, acuérdese
de que Dios dijo que sí, que lo puedes hacer y lo ha autorizado a
usted, pero va a medir cuán real es la fe suya, porque recuerde que
sin fe es imposible agradar a Dios. Entonces, si usted ora y el
milagro no sucede, no se desanime, tómelo como una prueba, pero
de seguro que, si lo hace con fe y convicción profunda, va a
suceder. La Biblia dice acerca de probar nuestra fe, en Pedro 1:7:
“Porque la fe de ustedes es como el oro: su calidad debe ser
probada por medio del fuego. La fe que resiste la prueba vale
mucho más que el oro, el cual se puede destruir. De manera
que la fe de ustedes, al ser así probada, merecerá aprobación,
gloria y honor cuando Jesucristo aparezca”.
Un ejercicio que recomiendo es el de las ilustraciones, le cuento:
Antes de venir a EE. UU., cuando estaba en Cuba a la espera del
resultado de la entrevista con inmigración por petición de refugio,
para alimentar mi fe dibujé un avión con cinco caritas felices, una
por cada miembro de la familia, y lo puse en una pared de casa.
Cada vez que pasaba frente al dibujo, respiraba esa sensación de
viaje, me emocionaba profundamente y lo creí como algo ya hecho.
Un amigo me dijo: “Perfecciona tu fe, ve un paso más allá, porque
en el avión aun estas en el aire, dibújate en tierra firme, y será más
efectivo”. Así lo hice, dibujé cinco personas caminando por una
calle, alrededor de un parque y se lo mostré a mi esposa, que
sugirió: “Debes dibujar nuestro auto parqueado en algún sitio por
ahí, no es bueno andar a pie, como si estuviéramos acá en Cuba”,
así lo hice y juntos disfrutábamos de sentirnos como viviendo en el
dibujo.
Otra cosa que hacía era tomar recortes de fotos de billetes y los
ponía en diferentes partes de la casa. Mientras miraba los billetes y
cerraba los ojos, respiraba profundo como cuando algo genera gran
emoción y complacencia, y disfrutaba profundamente verlos y
sentirlos. De esto tuve grandes resultados. A usted se le pueden
ocurrir otras cosas y, si las hace, procure disfrutarlas con todo su
ser, como si todo esto fuera una realidad tangible. Luego pasé a otro
punto: en mi caso, que quería salir de Cuba, mientras caminaba por
una calle o estaba en cualquier actividad, por momentos cambiaba
el entorno en que me encontraba y proyectaba otra realidad en mi
mente. Le explico: caminaba en mi pueblo por una calle y me
imaginaba que estaba en EE. UU., caminando por otra calle
diferente, conforme a mi deseo.
Esto se aplica en cualquier necesidad o situación, si usted quiere
tener un milagro de sanidad, imagínese sano y haciendo las cosas
que no puede. Si tiene un trabajo que no le gusta, mientras
realiza sus actividades véase trabajando en otra cosa y,
mientras lo hace, sonría con frecuencia y mencione el nombre
de Jesús, recuerde que es él quien le otorgará el milagro y lo
estará probando para evaluar su fe. La sonrisa de satisfacción
libera mucha energía y ayuda mucho a nuestra fe. ¿Ha oído usted
de las medicinas placebo que usa la ciencia médica? Son píldoras
neutras, de azúcar, que se usan para tratar enfermedades, pero a
nivel de la fe del paciente que le provocará creer. Se usan de esta
manera: algún paciente padece determinada enfermedad, pero
después de ser tratado no muestra signos de progreso, entonces se
le cambia el tratamiento por placebo, o se le proporciona junto al
que ya consume.
El doctor dice al enfermo que esa medicina es la mejor del mundo,
que es tan eficaz que en tres días sanará totalmente. Entonces el
enfermo se alegra desde su espíritu, alma y corazón, porque sabe
que sanará, y con todo el rigor y la exactitud que el doctor le indica,
el enfermo las toma. En el 90 por ciento de los casos la persona
sana totalmente, ¿sabe por qué? Simplemente porque lo ha creído,
por activar su fe. Me contó mi esposa que cerca de donde vivía su
padre una anciana padecía de presión arterial alta y con nada se
curaba, entonces mi suegro buscó un trozo de lápiz de tiza, esas
que se usaban antes para escribir en las pizarras y dar clases, y la
redujo al tamaño de una píldora ordinaria, y le dijo: “Esta pastilla es
importada, es única y cura para siempre la presión alta, si usted la
toma una sola vez sanará totalmente”. La anciana lo creyó, la tomó
y quedó sana. Así de simple.
Otro ejercicio poderoso es detenerse a meditar en los milagros de
Jesús, pero recreándolos en su mente como una escena en la que
usted se encuentra. Váyase a ese tiempo y colóquese detrás de
Jesús o al lado, escuchando lo que habla y mirando lo que hace, y
va a sustituir ese milagro o sanación por el milagro que usted quiere,
mientras disfruta tenerlo. Mientras esté haciendo el ejercicio de
meditación y visualización mental, tiene que crear una asociación
continua con Jesús, sentirse su amigo o discípulo, porque si
solamente visualiza, pero no direcciona su fe en relación con Cristo,
estará vibrando en pura fe hacia el mundo espiritual, y si no está
conectado a Jesús pueden venir los agentes del mal provenientes
de otra fuente e intervenir en su ejercicio de fe.
Y sepa que los milagros provistos por la fuerza oscura de seguro
cuestan caros, porque el enemigo después los cobra y de seguro
usted no quiere pagar por lo que es gratis. Entonces usted se va a
tomar tiempo para meditar y para disfrutar en su mente, va a tener
ejercicios de unos diez o quince minutos diarios, viendo en su mente
el milagro realizado por la mano de Jesús. Si usted está enfermo,
cuando cierre sus ojos, piense y véase caminando sano con Jesús;
si usted está pobre, véase con mucho dinero, y Jesús en su vida
sonriendo con usted; si usted tiene cualquier situación negativa,
cambie esa aparente condición por la realidad de su deseo. Si está
soltero, visualícese casado, mientras da gracias a Cristo, respire
profundo y diga: “Sí, yo lo puedo tener, yo ya lo tengo, yo ya lo
poseo ahora en el nombre de Jesús”.
Estos ejercicios son hechos por muchas personas que practican
religiones místicas, pero todos ellos sacaron esa enseñanza de la
Biblia. Fue Jesús el que dijo que creyéramos tener por anticipado lo
que le pedimos y él lo hará. En nuestros programas en vivo son
incontables los milagros que he visto suceder, desde ciegos ver,
sordos oír, paralíticos caminar, incluso mudos hablar, como el caso
de una señora sorda y muda por cincuenta y cinco años, que
después de la oración recobro la audición y el habla. Quiero decir
que, como se emplea tiempo y dedicación para lograr algo
importante y se obtiene, así también usted va a recibir en este libro
el conocimiento para que empiece a trabajar en su fe, y al final
pueda obtener milagros.
Los tres consejos que lo ayudarán a desarrollar
emociones muy saludables para hacer crecer su fe
1-Algo tan simple como atrapar un pez
Hay pocas cosas tan emocionantes en la vida que superan la
experiencia de atrapar un pez. La Biblia dice, en Lucas 21:19: “En
vuestra paciencia poseeréis vuestras almas”. Usted debe procurar
cultivar la paciencia porque está ligada a la fe. Si le es posible
aprovechar la temporada de pesca para ejercitarse en la paciencia,
le aseguro que será muy bueno. Tal vez suceda que, al llegar,
atrape un pez muy rápido, pero la mayoría de las veces no será así,
sino que tendrá que esperar pacientemente hasta que un pez pique
el anzuelo. Tal vez pase una hora o dos para atrapar el primero,
pero cuando lo haga se combinarán tres cosas: la batalla, el gozo y
la recompensa.
El pez jalará tratando de escapar y usted recogerá el hilo tratando
de sacarlo. Podrá ver que durante ese corto tiempo se olvidará de
todo, será como si el mundo existiera solo para usted y para su pez,
toda su atención estará concentrada allí y su emoción aumentará
hasta que al final lo sacará y sonreirá por haberle ganado la batalla
al pez. Si se pudiera medir la cantidad de emoción que liberamos,
de seguro que sería mucha.
2-Siembre una planta y espere comer de su fruto
Aunque sea una plantita de guisantes o de tomates, usted la verá
nacer y crecer, le dedicará mucha atención para que algún día le dé
frutos. Si la coloca en una maceta, la moverá para donde haya sol,
le pondrá agua, tal vez algún tipo de abono, de insecticidas, etc.
¿Sabe algo? Nada será más importante para desarrollar su fe que
hacer cosas tan simples como estas, ¿y sabe por qué? Porque se
encontrará a usted mismo en un proceso de paciencia, de
motivación y de fe, y estará consciente de que, así como puede
activar su fe fervorosamente para algunas cosas comunes y
cotidianas, también podrá hacerlo para obtener su milagro.
3-Críe una mascota
Las mascotas, aunque sean adultas, dependerán todo el tiempo de
nosotros, algo tan simple como esto nos ayudará a fortalecer la fe,
porque conectarnos con la responsabilidad de alimentarlas y de
cuidarlas nos hará conscientes de que tenemos una obligación,
porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Puede ser un
ave, un gatito o un perrito, u otra, la que usted prefiera. Estos son
solo algunos ejemplos de los muchos ejercicios que usted podrá
hacer. Puede elegir otros que le ayuden de igual manera a estar
consciente de que los procesos de fe y paciencia, relacionados
con las cosas cotidianas u ordinarias del diario vivir, también
pueden ser usados para lograr grandes milagros. Es decir, si tengo
paciencia para ver crecer una planta hasta llevar fruto, también
tendré paciencia hasta ver el fruto de mi fe por un milagro.

Por mi fe en el nombre de Jesús: Declaro que cualquier síntoma


de enfermedad de su cuerpo desaparece mientras lee el libro.
En el nombre de Jesús. ¡Amén!
Profeta W. Anach
Capítulo 5. El poder de la confesión para milagros

Usted debe de confesar su bendición, el milagro que espera recibir


de Jesucristo. Esto quiere decir que, cuando usted ASUME una
actitud de convicción firme y disfruta en su mente la posesión de lo
que espera como si lo poseyera de antemano, estará haciendo lo
primero, pero el paso siguiente es la confesión: debe confesar
siempre de manera positiva y evitar toda palabra que contradiga lo
que usted cree que ya ha recibido por la fe.
Corto testimonio de un matrimonio restaurado por la
palabra de fe confesada
En una de mis prédicas en vivo, una señora llamó pidiendo oración
por el marido, que la había abandonado y ella se sentía sola y
deprimida. Lo pensé por un momento y le dije: “En el nombre de
Jesús, su marido regresará a casa antes de que terminen siete días,
créalo”. La mujer aparentemente lo creyó, colgué la llamada, y seguí
orando por el resto de las personas. Cinco días después, la mujer
me escribió: “Ya pasaron cinco días y mi esposo aún no regresa”. Yo
me enojé un poco porque ella no creyó la palabra de fe confesada y
le respondí: “No me escribas más hasta que no terminen los siete
días, espera”.
Pasaron dos días y a eso de las nueve de la noche del día siete la
mujer me escribió otra vez: “Hola, ya son alrededor de las nueve, y
aún no llega”. Le contesté: “Espera a que pasen las doce de la
noche y luego me escribes”. Al día siguiente, abrí el buzón
electrónico y encontré este mensaje: “Pastor, gloria a Dios, faltando
tan solo unos minutos para las doce de la noche, mi esposo tocó la
puerta y entró a casa”. Si yo no hubiera forzado mi confesión
firmemente, ella hubiera impedido el milagro, porque creía
intelectualmente, tal vez, por la confesión de fe que yo hice, pero al
ver que pasaban los días no confesaba su victoria.
Usted tiene que tratar de eliminar todas las palabras negativas de
su vocabulario, debe procurar no hablar en términos de lamentos o
de quejas, no participar de conversaciones donde las personas se
quejen continuamente del gobierno, de las crisis, de las
enfermedades, del divorcio, de la soledad, de la tristeza, y de
cualquier otra desgracia, porque no es lo mismo analizar una crisis
para solucionarla que para reforzarla con palabras de desánimo.
En las cuestiones de los males de la sociedad, que son temas de
conversación en cualquier ámbito, sea en el familiar, en el laboral u
otro, casi todos nos vemos involucrados. En estos casos podemos
hablar, pero siempre desde la óptica positiva, mostrando
soluciones, no reafirmando lamentos y desgracias. Usted debe
tener cuidado de no poner energía negativa en su boca, porque la
boca tiene poder. Si puede evitar a las personas negativas, aún
mejor. La Biblia dice, en 1 Corintios 15:33: “No erréis; las malas
conversaciones corrompen las buenas costumbres”. La
negatividad abunda, mire usted a la sociedad y dígame con
honestidad a cuántas personas ve reír y motivadas cada día. Será
difícil encontrar a mucha gente así. Por esto, la inmensa mayoría
está triste, desanimada y no cree en los milagros. No salen del
pantano de la negatividad y del lamento continuo y esa es la razón
por la cual (incluso dentro de la comunidad cristiana) será
imposible para ellos atraer milagros de Dios.
Debe usted salir disparado como una flecha de esos tipos de
ambiente de quejas y lamentos continuos porque matan la fe, para
usted será mucho mejor no estar entre ellos o mantener la distancia
de emoción y de espíritu. Usted puede viajar en avión al lado de un
ateo, que hable durante una hora sin parar de la evolución de
Darwin y no conectar su emoción ni su pensamiento con la tontería
de la que habla.
La Biblia dice que cuando nosotros creemos con el corazón y
confesamos con la boca se genera o se completa el ciclo de
preparación para generar la fuerza necesaria para recibir el milagro
(Romanos 10:9: “Que, si confiesas con tu boca a Jesús por
Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los
muertos, serás salvo”. Es decir que debemos equilibrar la boca
con el corazón, tanto lo que decimos como lo que creemos debe
armonizar, porque esto creará nuestra realidad. Muchas
personas creen que pueden recibir milagros de Dios, pero
hacen énfasis en su desgracia una y otra vez, y por eso se
mantienen en condición de necesitados y nunca reciben nada.
En mi programa de lunes a jueves, La Hora del Milagro, a través
de Facebook, tengo contacto en tiempo real con muchas personas,
creyentes y no creyentes, que visitan mi página en busca de ayuda
espiritual y de milagros, y es frecuente ver en sus comentarios
expresiones tales como: “Por favor, ore por ‘mi’ enfermedad”, “ore
por ‘mi’ necesidad”, “ore por ‘mi’ problema”, etc. Sin darse cuenta,
afirman con sentido de pertenencia el mal que les aqueja, y por eso
permanecen atados a su condición. En vez de decir: “Ore por mi
enfermedad”, deberían decir: “Ore por la enfermedad que me
afecta”, y eso lo cambia todo.
En Genesis 1 vemos a Dios cuando está creando al mundo y
solamente usa la confesión para hacerlo todo, dijo “sea la luz” y fue
la luz, “sea el Sol” y fue el Sol y así todo lo demás. El apóstol Pedro
dijo, en 2 Pedro 3:5: “Estos ignoran voluntariamente, que en el
tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y
también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste”.
Todo lo que existe fue creado por la palabra de Dios, por el
dicho de su boca. Jesús dijo acerca de sus palabras, en Juan
6:63: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada
aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y
son vida”.
Y de los hombres dijo, en Mateo 12:36: “Y yo os digo que de
toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella
en el día del juicio”.
Y para los que creemos en Dios nos dice, en Isaías 51:16: “Y
en tu boca he puesto mis palabras, y con la sombra de mi mano
te cubrí, extendiendo los cielos y echando los cimientos de la tierra,
y diciendo a Sion: Pueblo mío eres tú”.
Aquí tenemos 4 categorías de palabras:

1. La palabra creadora, usada por Dios en el principio


2. La palabra milagrosa, usada por Jesús durante su
ministerio terrenal
3. La palabra ociosa o incrédula, hablada por los hombres
en todo momento
4. La palabra de fe puesta en nuestra boca, la que
hablamos los sabios

De una palabra se constituyó el mundo, de otra se beneficiaron los


humanos, de otra los hombres tontos desgraciaron sus destinos y
de la última (nosotros) creamos las más grandes bendiciones. Los
que creemos debemos esforzarnos por mantener nuestra
confesión de poder en el nombre de Jesús y al mismo tiempo
huir de los que viven construyendo desgracias con sus propias
palabras. Vemos a mucha gente hablando de la fe, pero no la
confiesan, tienen temor a la presión social, a la burla, al fallo, al error
y por eso no toman el riesgo de proclamar y de confesar lo que
están creyendo en el corazón, entonces Jesús también dijo que por
nuestras confesiones de fe seríamos reconocidos aun en el cielo
(Mateo 10:32: “Por tanto, todo el que me confiese delante de los
hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está
en los cielos”).
Confesar a Jesús no se limita a participar de un culto religioso o
declararse creyente, confesarlo; es más, es creerle, es honrarlo
hablando con fe en todo momento y con toda nuestra fuerza,
haciendo lo mismo que hizo en cada relato de su vida y obra en los
tiempos de su ministerio y misión, según nos cuentan los
evangelios. Él sabía que Dios padre lo había enviado a confesar el
favor y las abundancias de Dios entre los hombres, y así lo hizo. El
libro de Isaías para nosotros dice, en Isaías 51:16: “Y en tu boca
he puesto mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí,
extendiendo los cielos y echando los cimientos de la tierra, y
diciendo a Sion: Pueblo mío eres tú”. Es decir que todo el
respaldo de Dios para confesar positivamente lo tenemos de
manera sobrada. Tengamos siempre presente los escritos del
apóstol Pablo (se cree escribió 13 de los 27 textos del Nuevo
Testamento), quien es considerado como el mayor exponente del
evangelio de Cristo. En todo el contexto de sus obras, dejó ver bien
claro que el hombre es justificado por la fe, por creer y confesar. Es
decir que los de fe muerta o apagada que confiesan negativo todo el
tiempo no pueden provocar el favor de Dios, porque es como negar
su poder.
Nosotros seamos como Jesús, seamos como los que triunfan,
confesemos el bien y la positividad contra toda crisis y pronóstico de
adversidad. Cuando llegué de Cuba a Estados Unidos pensé en
formar parte de alguna iglesia cristiana ya establecida y apoyar al
pastor hasta que lograra independizarme. Encontré una y me hice
parte de ellos, al principio todo ok. Pero en cuanto me invitaron a
predicar y vieron el poder de Dios, el pastor mostró signos de
envidia, se me acercó y con una sonrisa nerviosa me dijo: “¡Guau!
Con este ministerio que usted tiene miles se convertirán en
cristianos”; pero lo miré a los ojos y pude percibir su preocupación.
Sentí que tuvo miedo de que su congregación pusiera los ojos en
mi ministerio. Algún tiempo después estábamos en un culto de orar
por las personas y él nos pidió a mi esposa y a mí que oráramos por
algunos que estaban allí, entonces pasamos delante, mi esposa
(tiene el don de profecía) comenzó a hablar a los oídos de una
mujer mientras oraba y esta irrumpió en llanto y el pastor estaba
viendo esto. Luego pusimos manos sobre los enfermos y uno cayó
al suelo, tocado por el poder de Dios. El pastor se percató y
rápidamente nos mandó a parar. En ese momento, entendí con más
claridad que para él representábamos un peligro.
De ahí en adelante pasaron otras cosas y terminé yéndome de ese
sitio, por causa de la incredulidad que había en ellos. Fui a otros, y
en todos era lo mismo, me veían predicar o profetizar y se llenaban
de celos, entonces determiné quedarme solo en casa con mi familia
pensado qué hacer. Un día alguien me dijo que por Internet
(Facebook y YouTube) se podía predicar haciendo videos y audios
en vivo, entonces se me encendió la chispa y decidí: “Lo haré,
predicaré en vivo”. Lo comenté a un amigo que había conocido al
llegar a esta ciudad, y él me miro con cara de asombro, se rio y me
dijo: “Nadie te conoce, no tienes una iglesia, nadie querrá oírte,
¿para qué lo vas a hacer?”. Sus palabras fueron negativas y de
absoluto desánimo. Pero sentí que eran del demonio, lo miré, sonreí
y le contesté: “¿Sabes algo? Lo haré, sí, ¡lo haré!”. Y así fue, sus
palabras negativas, lejos de desanimarme, me retaron a hacer un
cambio y a emprender un nuevo proyecto de fe.
Abrí mi cuenta en Facebook y mi canal en YouTube y comencé a
confesar mi éxito. No podría contar la cantidad de milagros,
profecías y curaciones hechas por la palabra de confesión y de fe
que hasta el día de hoy han sido realizadas. Han sido tantas, siguen
siendo, y de maneras tan exageradas, que dejarían a cualquiera con
la boca abierta. Hoy es día 13 de abril de 2021 y estoy en mi oficina
(en Spokane Washington, EE. UU.) y aún siento la emoción del
milagro más reciente que el Señor hizo por el poder de la palabra
confesada durante una ministración en línea.
Justo ayer, en el tiempo de oración en vivo por nuestro programa
en Facebook, una mujer de Argentina pidió oración por su hija, que
tenía desviación en su columna, que le provocaba fuertes dolores de
espalda y que tuviera una pierna más corta que otra. Entonces, la
llamé y le pedí que midiera el largo de las piernas. Luego de
chequearla, vio que la izquierda era un poco más larga, ahí confesé
la palabra y hablé para que la pierna izquierda retrocediera y la
derecha saliera adelante y así fue, Dios lo hizo, mandó a un ángel
para realizar el milagro y el dolor desapareció. Puede usted ver un
fragmento del video en este enlace: https://youtu.be/_yvHaxrbjjE
Así que usted hágase el hábito de confesar siempre lo positivo y
poderoso, aun cuando las cosas parezcan malas y sin dudas su
confesión provocará grandes cambios a su favor. Recuerde que
por creer no se paga, es gratis. Algunos enlaces para Internet que
voy poniendo como testimonios en algunos relatos que usted ha
leído y que leerá solo son una parte de lo que vera al final del libro,
le sugiero que los abra y vea por usted mismo cuánta verdad hay en
lo que me he propuesto enseñarle. Si lo decide (lo invito a que lo
haga) me verá moverme en cada una de las revelaciones que
testifico acá. Cuando lo hago, ayudo a los enfermos en su fe, no
suelo hacer la clásica oración de: “¡Señor, si acaso es tu voluntad,
sánalos!”. No, no hago eso. En su lugar, digo: “¡Enfermedad del
demonio, sal fuera, fuera! ¡Al abismo, en el nombre de Jesús!
¡Amén!”.
¿Sabe algo? El 99 por ciento de las veces el milagro es
instantáneo, algunas veces lo hago por dos o tres intentos, y ahí
suceden las poderosas obras de Dios. Yo puedo hacer una oración
ordinaria, alguna que otra vez la hago, pero mayormente lo que
hago es confesar y declarar la eficacia y el poder de la palabra.
Generalmente predico primero, algunas veces por hora y media, y al
final hago las oraciones. Los mensajes son siempre alrededor de los
milagros y del poder de Dios. Miles de personas, mayormente de los
países hispanos, han sido muy bendecidas por mi ministerio. Vivo
en Spokane Washington y también personas de Australia, África,
Israel, y Europa me han escrito, porque hasta allá han llegado mis
mensajes. Así que usted anímese y confiese la palabra viva, positiva
y poderosa todo el tiempo en el nombre de Jesús.
Dando órdenes en el nombre de Jesús
Una cosa es orar pidiéndole a Dios que haga un milagro y otra es
ordenar que el milagro suceda en su nombre. Como dije al principio,
no es lo mismo recibir milagros que ser un emisor de milagros.
Cualquiera puede recibir, pero emitir es diferente. Cuando somos
emisores de milagros es porque estamos en relación con Jesucristo
y hemos pactado con él, es cuando él se convierte de nuestro
sanador a nuestro Salvador y Señor. La Biblia dice que la autoridad
de Jesucristo le ha sido dada, le ha sido otorgada en las manos a
quienes le sirven, como sucedió con sus primeros discípulos, que
después de la resurrección obraron portentos y prodigios en el
nombre de Jesús.
En mi caso, que soy predicador del Evangelio desde hace muchos
años, he descubierto que en el nombre de Jesús las enfermedades
y los espíritus malos pueden salir de los cuerpos, si nosotros
ejercemos la autoridad como si fuera la persona de Jesús en
nosotros. Nosotros no damos órdenes a Jesús, ni a Dios padre, ni al
Espíritu Santo, ni a los ángeles. No podemos hacerlo, a quien le
podemos dar órdenes es a las enfermedades que están en los
cuerpos, sean causadas por la propia persona, por negligencia, por
algún accidente, o por los demonios, o incluso por el mismo Diablo.
También podemos dar órdenes a la naturaleza, como lo hizo Jesús.

Testimonio: Tormenta retrocede


En una ocasión tuve un sueño. De repente me quedé viendo al cielo
y del horizonte venía un tornado, era tan recio que levantaba
animales y casas, árboles y todo lo que se encontraba por su paso.
Entonces, con un poco de temor, apunté con el brazo extendido a
donde venía la tormenta y le dije: “¡Vuelve atrás, vuelve atrás, en el
nombre de Jesús!”. Inmediatamente se detuvo y se disipó, luego vi
que en la parte más alta había un ángel escondido y una serpiente
traslúcida de color azul, que se desenvolvió y se escondió en un
nivel más alto, por encima del ángel.
Terminó mi sueño y un tiempo después fui invitado a una campaña
evangelística, era un pueblo pequeño de campo y con el pastor
salimos a invitar a las personas antes del servicio, pero al ir
caminando por la calle principal, miré al horizonte, hacia el Oeste, y
venía una tormenta terrible, el cielo se estaba poniendo oscuro y de
verdad que daba mala impresión ver aquello. Entonces me acordé
del sueño, y allí parado en medio de la calle extendí mis brazos al
cielo, mientras el pastor me veía hacer aquello: “¡Tormenta, vuelve
atrás, retrocede!”. Y así obedeció y se disipó.
Es decir que es Jesús quien nos manda a nosotros a hacer las
cosas que él hizo, como si fuera actuando a través de nosotros. En
una ocasión, un joven de la Iglesia tuvo la posesión de un demonio y
estaba en el piso dando vueltas. En aquel tiempo, yo tenía alrededor
de diez o doce discípulos a quienes estaba enseñando a obrar en
los milagros. Después de que batallaron con aquel muchacho para
sacarle el demonio aproximadamente durante una hora sin poder
hacerlo, me pidieron que liberara al joven. Fui con ellos y, al llegar a
la casa donde el muchacho estaba tirado en el piso, abrió los ojos y
me miró y me dijo: “Me quemas, me quemas, esa luz me quema.
Jesús, tú me quemas”.
Quien estaba frente a él era yo, ninguno de los que estaba con
nosotros se llamaba Jesús, entonces, ¿a quién le estaba hablando
este demonio que estaba en el muchacho? Me quedé viéndolo y
fijando en él los ojos con autoridad, le ordené al demonio que lo
soltara, y unos segundos después el muchacho recobró el
conocimiento y estaba en su forma normal y no se acordaba de
nada de lo que había sucedido. La enseñanza que recibí ese día fue
que, cuando llegué al lugar, conmigo o en mí llegó Jesús, en el
mundo espiritual. El joven estaba viendo al Cristo viviente, no a mí,
por eso fue por lo que el demonio tuvo que doblegarse y huir.
Tener experiencias como estas de verdad que me cambiaron mi
vida, pasé de ser un cristiano que creía y recibía milagros a ser un
poseedor de la autoridad de Jesucristo para echar fuera a las
enfermedades y a los demonios en su nombre. Cuando voy a orar
por una persona, si tiene cáncer, fijó la vista en ella y le digo:
“Espíritu de cáncer, en el nombre de Jesús te ordeno que salgas
ahora mismo de esta persona y que no regreses más”. Luego digo:
“Cáncer, en el nombre de Jesús, destrúyete, desintégrate,
desconéctate de este cuerpo y sé expulsado ahora mismo y no te
formes nunca más”. Destruyo toda célula maligna en el nombre de
Jesús y doy una orden para que los tejidos se restauren. Gracias,
Señor.
Con este tipo de ministración, las personas siempre sanan. Puede
que haya alguien que ya esté para partir de este mundo por el
llamado de Dios y el Señor determine llevarla con él, pero si no es
así, de seguro la persona sanará. De eso usted puede estar seguro.

Por mi fe en el nombre de Jesús: Declaro que mientras usted


lee el libro, recibe extraordinarias noticias de prosperidad y
progreso. En el nombre de Jesús. ¡Amén!
Profeta W. Anach
Capítulo 6. De receptores a emisores de milagros

Con las cosas que hemos aprendido hasta aquí, de seguro


podemos convertirnos en receptores de milagros, pero ser
emisores de milagros para dedicarnos a ayudar a otros, solicitando
el poder de Cristo, implicará inicialmente nuestra conversión, porque
es toda una responsabilidad, ya que cada hijo de Dios es
literalmente un representante de su Reino en la Tierra. Si usted
tiene una fe grande, pero no está convertido de corazón, o ha
estado apartado y quiere reconciliarse con Dios, y desea hacerlo
ahora mismo, haga esta oración: “Padre eterno, Dios
todopoderoso, me entrego hoy a ti pidiéndote perdón por todos
mis pecados, en el nombre de Jesús me arrepiento
profundamente de todo lo malo que he hecho y con la ayuda de
tu Santo Espíritu me convierto en un auténtico hijo de Dios,
para hacer tu voluntad perfecta. Lléname de tu poder para
servirte. En el nombre de Jesús. ¡Amén!”.
Si lo hizo, le aseguro que ha dado un extraordinario paso, porque
ahora es candidato para portar el poder de Dios en su vida y poder
con toda seguridad dar a otros de lo que ha recibido, ya que cuando
damos es como si nosotros multiplicáramos lo que tenemos. La
Biblia dice, en Proverbios 19:17: “El que se apiada del pobre
presta al Señor, y Él lo recompensará por su buena obra”. Y
Jesús mismo dijo que él dio su vida en rescate por todos nosotros
para ganarnos a todos.
Esto quiere decir que usted, como receptor de milagros, estará
muy bien, pero incomparablemente mejor si determina
comprometerse con Dios para provocar milagros para las personas
que están a su alrededor, y también para enseñar a otros a recibir
los milagros. Yo en este caso soy como un sabio banquero que
invierte en el poder y la revelación de Dios, ¿y qué cree? Jamás
pierdo, constantemente estoy ganando favores sobrenaturales de
Dios. Como he dicho reiteradas veces: para recibir un milagro no
hace falta ninguna condición previa más que creer, y sobrados
ejemplos puse acerca de personas de todo tipo de trasfondo
espiritual que no necesariamente eran justos ni muy ortodoxos en
sus creencias, y aun así recibieron grandes milagros.
La Biblia dice de ellos que eran gente despreciada por los judíos,
como en Mateo 11:19: “Vino el Hijo del Hombre, que come y
bebe, y dicen: ‘Mirad, un hombre glotón y bebedor de vino,
amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores’”. Esto
deja en claro que no hay que ser muy santo para recibir un milagro,
pero para ser un portador, un emisor de milagros, indiscutiblemente
hay que dar otro paso, hay que convertirse de corazón al Señor
Jesucristo y asumir un estilo de vida totalmente espiritual; cuanto
más espiritual, mayores milagros. La mayoría de las personas creen
que convertirse es tan solo para asistir a la iglesia y salvar el alma
de la condenación eterna, pero ignoran que el deseo de Dios es que
cada creyente, según el llamado y misión que reciba, lo represente a
él en la tierra con tanta autoridad y poder como la que tuvo Jesús.
Hay quien piensa que perderá su juventud o su tiempo si se
convierte al Señor. Le aseguro que ese pensamiento es un engaño
del demonio. Yo me convertí a los veinticinco y soy el hombre más
feliz que pisa la tierra, no solo por tener una vida bendecida, sino
además por lograr ayudar a otros a alcanzar el propósito de Dios. A
los discípulos del Señor Jesucristo, que fueron las personas que
más cerca estuvieron de él, y que fueron los encomendados a ser
emisores de milagros, Cristo les recomendó que tuvieran una vida
totalmente consagrada a Dios, como portadores del poder necesario
para derrotar al demonio y para conducir a los seres humanos a la
felicidad y a la vida eterna (Juan 14:23: “Jesús respondió, y le dijo:
Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y
vendremos a él, y haremos con él morada). El emisor de milagros
contará con el respaldo de Dios padre y de Cristo, según sus
promesas.
De su parte tendrá que comenzar inicialmente por la conversión
genuina y el arrepentimiento total y, con la ayuda del Espíritu de
Dios, vivir una vida de integridad moral, seguida de la integridad
espiritual en todos los sentidos, para no dar entrada a Satanás.
Recordemos que el Demonio también hace milagros, y si el emisor
se descuida, puede dar lugar al Diablo. Cristo prometió a sus
discípulos ser llenos del Espíritu Santo (Hechos 1:8: “Pero
recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros;
y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y
hasta los confines de la tierra”).
En Lucas 11:13: “Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar
buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”, tenemos
que buscar la experiencia de ser bautizados con el Espíritu Santo,
igual que lo fueron los apóstoles en el día del Pentecostés. Si me
dieran la oportunidad de reunir a toda la humanidad en un solo
momento para predicarles el Evangelio de Cristo, después del
sermón los invitaría a todos a ser salvos, y si todos aceptaran y
quisieran ser emisores de milagros, los invitaría a recibir la oración
para ser llenos del Espíritu de Dios, después les daría un corto
entrenamiento y estoy seguro de que de ahí en lo adelante todos
podrían.
En mi experiencia personal sucedió de la siguiente manera:
Ya habían pasado unos tres años desde mi conversión al
cristianismo y, aunque me movía en fe, no había tenido una
experiencia de poder real en mis tiempos de oración. Estaba
trabajando en una fábrica y eran aproximadamente las 10:00 de la
mañana, hora de tomar quince minutos de descanso y comencé a
adorar a Dios y sentí que algo cayó sobre mi cuerpo como si
hubiese sido una tonelada de algodón, algo suave y pesado a la
vez, difícil de explicar en términos humanos, pero fue una
experiencia que inundó todo mi ser y salió de mi corazón un clamor
ahogado en un sublime llanto de alegría, de felicidad y de plenitud,
que generó un estado de emoción más allá de lo comprensible y
seguidamente comencé a hablar lenguas, creo que humanas, tal
vez chino.
Desde ese día, el Espíritu de Dios comenzó a manifestarse en mi
vida de una manera que superaba en un millón a lo que había
experimentado antes de la experiencia del bautismo en relación con
sanidades y milagros. Mi vida realmente cambió y pasó a un nivel de
poder superior. Ahora bien, cuando todo esto acerca de lo que he
enseñado, relacionado con ser receptores de milagros, se junta con
la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo, nosotros quedamos
totalmente completos en Dios, como Jesús lo estaba, porque ese es
el propósito de Dios cuando bautiza a una persona con su Espíritu,
darle todo el poder. Vea:
Hechos 10:38: “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con
poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes
y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios
estaba con él”. Es muy probable que personas que no tengan
conocimiento de a qué me estoy refiriendo, no entiendan, pero lo
resumiré en pocas palabras: cuando usted se convierte en una
persona espiritual y se aparta del mal, automáticamente va a tener
una conexión con Dios, y Dios va a hacer descender sobre su vida
un poder extra que usted no tenía. Imaginemos que sobre nuestro
espíritu se derrama una tonelada del poder del Espíritu Santo de
Dios para que nosotros podamos hacer una obra verdaderamente
impresionante.
Cuando usted es lleno de este poder, es comparable a una batería
eléctrica nueva que no poseía carga y que, al serle suministrada la
energía suficiente como para no necesitar más, se ha convertido en
un depósito, en un portador de energía. Así es lo que pasa cuando
se recibe el poder de Dios para provocar milagros. Pero recordemos
algo: hay que liberar la energía recibida, no quedarnos llenos y sin
uso. Los cristianos suelen ser personas muy “prejuiciosas”, por
esto cuando enseño sobre los milagros suelo hacer profundo énfasis
en decir: ¡Los milagros los hace Dios! Lo puntualizo una y otra
vez. Pero le revelaré un secreto: Claro que es Dios, y siempre ha
sido, es y será Dios, pero cuando usted se convierte en un
depositario del milagro, el poder está en usted y es usted el que
determina cómo administrarlo, puede hacerlo bien o mal, o no
usarlo, pero ya lo tiene y en el día final dará cuentas a Dios por
cómo lo usó.
De ahí que la Biblia dice, en 1 Corintios 4:1-2: “Que todo hombre
nos considere de esta manera: como servidores de Cristo y
administradores de los misterios de Dios. 2 Ahora bien, además
se requiere de los administradores que cada uno sea hallado
fiel”. ¿Lo ve? Servidores, administradores y hallados fieles. A un
administrador se le confía un bien, para que lo cuide y determine
cómo usarlo; cuando se le pide cuentas, el administrador debe decir
qué uso le dio a cada recurso. Recordemos la parábola de los
talentos:

Parábola de los talentos:


Mateo 25:14-30: En esta parábola, Jesús pone como ejemplo a un
rico que salió de viaje y antes entregó su dinero a los sirvientes,
para que negociaran y multiplicaran las ganancias mientras él
estuviera fuera. Dos de ellos hicieron lo correcto, pero el tercero
escondió el dinero y no lo usó, por temor a perderlo, y eso le trajo
una terrible consecuencia. Le sugiero leer el texto.
Ya en este punto de ser un poseedor del poder de los milagros, las
cosas cambian, y voy a decir algo acá que no lo digo en público,
porque no sería suficiente un tiempo de dos horas en video para
explicarlo detalladamente. Esta parábola muestra que los
administradores, por sí solos, conociendo la voluntad de su Señor,
deben tomar la decisión de usar los recursos recibidos, porque a
cuenta de ellos irá el recibir alabanzas o reprensión. A los que
invirtieron correctamente, se les confiaron más riquezas, porque
usaron la sagacidad para multiplicar los bienes de su Señor.
Cuando nosotros somos portadores de los milagros, debemos
realizarlos cada día, en cada instante debemos servirnos de este
poder y la razón es obvia: Dios nos lo ha confiado para que lo
multipliquemos. Si este libro vende un millón de ejemplares
(cifra inicial, creo que se venderán miles de millones) y
quinientos mil lectores deciden jalar milagros y convertirse en
poseedores de milagros para impartirlos a otros a su vez, yo
habré multiplicado el poder que me fue confiado en medio
millón de veces más, tan solo escribiendo.
¿Qué cree usted? Sin dudas, Dios pondrá más poder del que me
dio, porque lo usé hasta agotarlo y liberarlo sobre todos, como el
ejemplo de la parábola de Jesús, y ahí mismo Dios dice: “Ahora
recibe mucho más, por haber invertido el bien mío que te confié”.
Eso mismo hizo Jesús, él tenía todo el poder de Dios Padre, y
decidió darlo a sus discípulos después de la resurrección. Como yo
creo en la eternidad, mi enfoque no está tan solo limitado a los
beneficios de escribir este libro en términos de dinero, lo cual
evidentemente es necesario, pero voy un poco más allá y digo: “En
la eternidad, cuando me presente al Señor, él no podrá reclamarme
por no haber usado el poder que puso en mí, sino que lo usé y lo
multipliqué de manera exagerada”.
Una de las cosas menos entendidas por la Iglesia es que todos los
que somos hijos de Dios poseemos la autoridad que Jesús obró en
la tierra para liberarla sobre el mal y provocar puros milagros. Para
ser un poseedor del poder de Dios para milagros no hay que ser un
ministro ordenado, solo hay que estar bautizado por el Espíritu y
usar la autoridad que nos es dada. Hay una gran diferencia entre
dar órdenes para que suceda un milagro y en pedir a Dios que haga
un milagro y en creer que un milagro puede suceder en el nombre
de Jesús. En la actualidad, mi obra de ayudar a las personas está
establecida sobre la convicción de que poseo la autoridad del Señor
Jesús, entonces hay una gran diferencia entre una persona que
reconoce y usa la autoridad que tiene a una que se queda en el
nivel nada mas de creer y pedir a Dios para que sea él el que haga
algo. Hay que entender que Jesucristo dijo que toda la autoridad
que había recibido de su padre la depositaba en nosotros y que
estaría con nosotros todos los días hasta el fin de nuestras vidas
para hacer ejecutable esa autoridad.
Evidentemente, nosotros no obramos independientemente de
Jesús, algunas personas creen que cuando damos una orden para
milagros o declaramos algo es como si fuéramos dioses pequeños
actuando por nuestra cuenta. No es así, el milagro para ser liberado
lo determino por mi oración, pero lo ejecuta mi Señor por su poder.
Lo creo, recibí la autoridad de Dios para obrarlo, entonces determino
hacerlo y automáticamente su poder que está en mí provoca el
milagro. Es lo mismo que hizo y dijo Jesús: “Mi padre, que está en
mí, hace las obras”. Pero quien determinaba era Cristo, porque
había sido autorizado por el padre para eso. También nosotros
hemos sido autorizados cuando somos emisores para hacer lo
mismo que hizo él. Así que, la diferencia entre el que cree y pide
un milagro y el que reparte milagros, es que el uno ora y recibe,
pero el otro ordena y sucede, simplemente porque tiene el
poder.

Por mi fe en el nombre de Jesús: Creo por el poder de la


palabra escrita que usted será un emisor de milagros. En el
nombre de Jesús. ¡Amén!
Profeta W. Anach
Capítulo 7. El ayuno refuerza la fe y la autoridad
para provocar milagros

En una ocasión, los discípulos de Jesús le preguntaron: “Señor,


¿por qué nosotros no pudimos echar al demonio?”, y Jesús les
contestó: “Por vuestra poca fe, pero este género no sale sino es con
oración y ayuno”. La mayoría de los intérpretes de las escrituras
aseguran que Jesús se refiere al demonio que los discípulos
trataban de expulsar, pero hay otra interpretación que dice que a
quien Jesús se refería era a los discípulos, diciéndoles: “este género
de incredulidad que ustedes tienen no sale sino con ayuno y
oración”. Nosotros tenemos que procurar abstenernos de alimentos
como mínimo un día a la semana, para dedicarlo a cultivar nuestra
fe, porque el que domina su boca y estómago para no comer tiene la
posibilidad de dominar cualquier cosa, incluso mantener firme una
posición de fe para alcanzar cualquier bendición, por muy imposible
que parezca.
Según el libro de Lucas, después de que Jesús fue bautizado en el
Jordán, tuvo que pasar cuarenta días y cuarenta noches en ayuno
total para poder desarrollar su misión y luego de concluir, la Biblia
dice que Jesús regresó a su pueblo en el poder del espíritu, veamos
en Lucas 4:14: “Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu, y
las nuevas acerca de Él se divulgaron por toda aquella comarca”.
También se dice que Moisés pasó en el monte Sinaí cuarenta días y
cuarenta noches y que, cuando descendió, su rostro estaba
iluminado de tal manera que tenía que cubrirse con un velo para que
los israelitas no vieran el brillo de su cara y lo confundieran con un
dios.
Éxodo 34:28-33: “Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y
cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas
las palabras del pacto, los diez mandamientos. 29 Y aconteció que
descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del
testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés
que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado
con Dios. 30 Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y
he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de
acercarse a él. 31 Entonces Moisés los llamó; y Aarón y todos los
príncipes de la congregación volvieron a él, y Moisés les habló. 32
Después se acercaron todos los hijos de Israel, a los cuales mandó
todo lo que Jehová le había dicho en el monte Sinaí. 33 Y cuando
acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro”.
Yo soy una persona que ayuna con regularidad y puedo decir
que, cuando siento que puedo ejercer control sobre mi
voluntad para no comer, puedo entonces ejercer mi voluntad y
el dominio propio sobre cualquier otra cosa. Si puedo pasar un
día entero sin probar bocado, solamente tomando agua,
entonces quiere decir que estoy listo para sostener la creencia
en un milagro que espero y que puedo soportar con paciencia
hasta que suceda sin desanimarme. En mis primeros años en la
búsqueda del poder de Dios para los milagros, ayuné por distintos
períodos, el más extendido fue de cincuenta días, con una sola
comida a las seis de la tarde, es decir que su equivalente fue a 25
días de ayuno total. De ahí en adelante, los hago con regularidad y
esto me ayuda a perfeccionar mi fe.
Recordemos que los milagros son de origen y naturaleza
espiritual, proceden del mundo invisible. Como estamos conectados
al mundo natural por medio de los sentidos (y estos son los que dan
entrada a la información que almacena nuestra mente para evaluar
y determinar o tomar decisiones, o adoptar actitudes racionales
basadas en la lógica), no podemos con nuestros sentidos naturales
o con la parte nuestra de la razón para procurar recibir un milagro o
hacer crecer nuestra fe: nuestra mente no confía en el mundo
espiritual porque no lo ve, y porque la educación materialista que
recibimos desde el jardín de infantes ha sido configurada
erróneamente para limitarnos al mundo natural. Por eso para el ser
humano es tan difícil creer.
Para la mente natural la fe pertenece a un mundo totalmente
desconocido, por lo que la mente rechaza creer y aceptar como
verdadero lo que no puede ver, lo que no puede comprobar. Cierta
vez leí un artículo de medicina que hablaba acerca de la formación
reticular ubicada en el cerebro, y decía que esta era una estructura
del tallo encefálico que, entre otras funciones, intervenía en el
estado de la conciencia, es decir: la retícula era capaz de filtrar las
informaciones captadas por los sentidos, provenientes del espacio o
medio en que estos interactuaban para determinar, según la razón y
la lógica, qué era verídico y qué no, qué era información confiable y
qué era información falsa.
Suponiendo que así fuera, podemos llegar a la conclusión de que
nuestra conciencia está limitada a las cosas que percibe como
ciertas del mundo natural. El apóstol Pablo dijo, en 1 Corintios 2:14:
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de
Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se
han de discernir espiritualmente”.
Cuando a usted le hablan de un milagro, su mente no lo acepta
porque los milagros no son de este mundo, proceden de lo
desconocido. Lo que afecta la mente racional son las cosas que se
desarrollan y se mueven en el mundo natural, que se pueden ver,
sentir, oír y palpar. Si nosotros pretendemos alcanzar milagros
proyectándonos desde nuestra parte material, consciente, lo más
probable es que no podamos recibir el milagro, porque no lo
creeremos en profundidad. Es bueno para llegar a tener fe y ejercer
dominio sobre los apetitos y necesidades de nuestro cuerpo,
obligando al cerebro a aceptar que es normal la fe, que nosotros
controlemos desde nuestro espíritu a nuestra voluntad, y decidamos
ayunar. Por eso, cuando ayunamos, abrimos nuestra mente
espiritual y cerramos nuestra mente natural, que dirá: “Dame de
comer”, y la espiritual dirá lo contrario, entonces usted estará al
control y no su estómago y sin dudas milagros vendrán. ¡Gloria a
Dios!
En su mente, comer en determinados horarios es una realidad, y
no comer en esos horarios para la mente es falso. Quiere decir que
cuando llega el momento en que tiene hambre, su mente dice que
llegó la hora de comer y confía en que usted va a buscar comida,
pero cuando usted se opone a su mente y le dice que llegó la hora
de comer, pero que no quiere hacerlo, su mente va a tener que
aceptar la decisión de su voluntad. De esa misma manera, cuando
usted espera recibir un milagro financiero, por poner un ejemplo, su
mente sabe que usted no tiene trabajo ni nadie que lo pueda ayudar,
entonces le dirá: “Falso, no recibirás nada, porque no tienes de
dónde sacar el dinero ni tienes una herencia, no tienes una cuenta
en el banco, tú no tienes nada que te garantice recibir un milagro,
¿cómo lo vas a recibir?”. En ese momento, usted debe tomar el
control con todas las fuerzas de su voluntad y decir: “Pues sí lo creo
y sí lo recibo”, y así será hecho. Cuando el milagro suceda, su
mente, que no está capacitada para creer, pero ve el milagro,
comienza a aceptar la manifestación de los milagros ya de una
manera totalmente positiva y aceptable. De ahí al futuro, terminará
la resistencia de la mente natural y llegará el día en que usted se
acostumbrará a ver tanto los milagros que para usted pasarán a ser
algo normal.
Experiencia personal
Soy un individuo que ayuna con regularidad y me siento feliz cuando
sé que estoy al control, mis tripas suenan, mi estómago se
desespera, pero yo les digo: “No vas a comer, no debes comer,
debes de quedarte como estás hasta que yo determine cuándo
darte comida”, y mi cuerpo acepta y se quita la inquietud o la
ansiedad y entro en un estado de reposo. Mi mente se transporta a
lo que espero recibir y sonrío, lo disfruto mucho porque sé que estoy
en el punto de convicción favorable para que se manifieste el
milagro.
Soy maestro bíblico y predicador del Evangelio desde hace
muchos años, más de dos décadas, y puedo asegurar que cuando
se ASUME la fe como una realidad se llega al punto de estar más
consciente de las cosas que se creen por anticipado sin verse que
de las cosas que se ven. En todos estos años, me he convertido en
un férreo creyente de la palabra de Dios y de verdad confieso que
vivo más en el mundo espiritual que en el natural. Como ya he
mencionado más de una vez, usted podrá ver en mis redes sociales,
Facebook y YouTube, todo lo que Dios hace en término de milagros
por medio de la oración que hago, sanidades de cáncer, sida,
diabetes, artritis, esterilidad, ceguera, sordera, parálisis, problemas
renales, personas que han aumentado de estatura, otras que han
bajado de peso instantáneamente, pies planos que se han arreglado
y muchos milagros más, que no sabría citar porque son
demasiados, y le aseguro a todo el que lea este libro que, si de
verdad cree con todo su corazón y pone por obra cada consejo, sin
duda podrá experimentar todo esto y mucho más.
Un secreto: antes de hacer la oración, fuerzo mi mente
para ver el milagro hecho
Cuando hago la oración, o más bien doy la orden, por las personas
enfermas en mi programa en vivo, adopto una posición de
convicción plena, es decir: si una persona está en silla de ruedas y
voy a orar para que suceda el milagro, como estamos a la distancia,
lo que logro reproducir en mi mente es a la persona de pie y
caminando, y cuando oro digo lo que estoy viendo en mi mente. La
persona está postrada en lo natural, no puede caminar, pero no miro
esa aparente realidad, miro la realidad invisible, la que comienza a
reproducirse y a generarse en mi mente. Entonces digo la palabra y
los milagros suceden, porque no peleo contra la enfermedad,
simplemente la desplazo y traigo la salud por medio de la fe.
Orar por personas de un país a otro y creer que van a sanar en el
momento para nuestra mente es más difícil, porque la realización
del milagro será para alguien que se encuentra en la distancia, con
quien no puedo tener un contacto físico. Muchos de ellos están al
otro lado del mundo, pues en Chile y Argentina es donde tengo más
seguidores. Ahí la fe funciona como en el caso del Centurión
romano que dijo a Jesús: “Di la palabra y mi siervo sanará”. Pero
cuando estoy en contacto directo con enfermos y voy a orar, por
ejemplo, si la persona tiene el hígado graso y miro para esa parte de
su cuerpo, en mi mente hago una sustitución, en vez de saber que
estoy orando para ayudar a alguien con el hígado graso lo que hago
es decir que lo estoy viendo sano y limpio, entonces la visión “real”
que estoy creando en mi mente no se corresponde con la “mentira”
de un hígado enfermo, porque si me enfoco en eso, aunque ore de
la manera que sea, seguirá enfermo, porque me estaría enfocando
en ese falso criterio.
Donde ocurre primero el cambio es en lo que recreo en mi mente.
Si voy a orar por un hígado graso espero que la persona lo diga y,
cuando me cuente el padecimiento, el cuadro clínico o el diagnóstico
médico, le pido a la persona que guarde silencio y que no me
interrumpa durante la oración, porque el necesitado lo que ve es la
enfermedad, y yo lo que veo es su sanidad. Si le permito orar
conmigo, afectará mi fe, porque habrá una batalla de criterios a nivel
de la mente. El deseo del enfermo será sanarse, pero su
experiencia de dolor será negativa, porque su falsa realidad le hará
dudar, ya que su condición lo mantendrá convencido de que está
enfermo. Esto lo aprendí de Cristo, él jamás se puso de acuerdo con
alguien para orar por su condición, porque él sabía este secreto.
En el nombre de Jesús, declaro la palabra sobre su hígado y que
está totalmente limpio, el hígado se limpia, “sé libre en el nombre de
Jesús”, y automáticamente le pido a la persona que se examine y
todos los síntomas de dolor y molestias desaparecen. Luego, va al
doctor y está totalmente curado. Lo mismo pasa cuando oro por
personas para que desaparezcan las hernias en la columna o algún
tipo de malformación en algún órgano o en los huesos. Si me dicen,
por ejemplo, que tienen inflamación en las rodillas, miro fijo a las
rodillas por unos segundos y la persona está delante de mí y hago
como un injerto de una rodilla nueva, sustituyo la vieja por la nueva
y empiezo a orar viendo en mi mente la rodilla ya colocada y ya
está, al instante se hace nueva.
Recientemente, una señora me escribió diciéndome que el
domingo anterior a su mensaje, su esposo no pudo ir a la iglesia con
ella porque estaba en silla de ruedas ya que la artritis le había hecho
un daño terrible, y me pidió que mandara una palabra, una oración.
Lo hice, le dije: “Dile que se pare en el nombre de Jesús, él va a
caminar”. Ella respondió: “Sí, lo vamos a hacer”. Pasaron tres
minutos y respondió: “Qué bueno, mi esposo se levantó de la silla
de ruedas y ya está dando pasos”. ¿Qué fue lo que visualicé? Por
supuesto que caminando, y así fue. ¡¡¡Gloria a Dios!!!

Por mi fe en el nombre de Jesús: Declaro que familiares y


amigos suyos serán curados y bendecidos por su oración a
favor de ellos en el nombre de Jesús. ¡Amén!
Profeta W. Anach
Capítulo 8. Necesidad de tener y vivir en la paz del
Señor, Dios Todopoderoso

La base de nuestra fe para la victoria total es la paz del


Señor
Este es el último capítulo del libro y, como cierre, quiero hablarle
acerca de una realidad innegable, y es esta: ninguna persona, haya
sido bautizada por el Espíritu Santo o no, que permanezca
desesperada y sin paz puede llegar a desarrollar a plenitud una fe
profunda, porque, para recibir y emitir milagros, hay que procurar
estar aquietado de espíritu, de alma y de cuerpo, ya que la
desesperación aleja la fe, porque roba la confianza. El mundo físico
en funcionamiento, en leyes y conceptos, es totalmente opuesto al
mundo espiritual, pues opera por leyes físicas, que crean una falsa
realidad, mientras el espiritual opera por leyes espirituales, por la fe,
y cuando el mundo material se está moviendo continuamente (se
mueve por lógica) y se impone en nuestras vidas, para nosotros el
mundo espiritual se detiene, y viceversa: cuando el mundo espiritual
se está moviendo continuamente en nosotros por el creer, el mundo
material (racional que todo lo duda) debe de detenerse, y le voy a
explicar cómo ocurre esto.
Cuando una persona está enferma de cualquier órgano de su
cuerpo, este pierde la capacidad de funcionar al mismo ritmo que
funcionaba cuando estaba sano, sus funciones se ralentizan o son
defectuosas, desacelera la funcionalidad y ese es el momento
adecuado para que el mundo espiritual comience a moverse para
manifestarse y entrar al mundo natural y provocar la salud que se
necesita. Quiere decir que, si usted es una persona de mente
aquietada y emociones calmadas y cuerpo en reposo, o aunque no
lo sea, pero adopta esa actitud para incursionar en el espíritu, va a
tener mayor libertad de poder moverse junto al Espíritu Santo en el
mundo espiritual para poder atraer el milagro y liberarlo sobre quien
lo necesite.
De este punto es de donde vienen las largas y profundas
meditaciones que suelen hacer los brujos, los chamanes o los
gurúes. En conformidad con su religión y en la filosofía que tienen
de concebir el mundo espiritual entienden que, para poder ponerse
en contacto con el mundo invisible, al cual sirven, deben de aquietar
tanto la mente como el cuerpo y las emociones para estar
plenamente entregados a una fe profunda y unirse con los espíritus
a los cuales rinden culto. No estoy validando con esto esos tipos
de creencias, porque, de hecho, creo que son muy
complicadas, y que el fin de ellos como dijo Cristo es la muerte
eterna. Pero es un ejemplo que nos puede ayudar a entender el
consejo que estoy dando acerca de la necesidad de estar tranquilos
y aquietados para fluir con mayor fuerza y eficacia en la fe.
En el aspecto negativo: La parálisis del sueño, entrada de
espíritus malos a nuestra realidad
Tal vez usted habrá oído hablar acerca de la parálisis del sueño,
un fenómeno que ocurre mientras dormimos, durante dos o tres
minutos. La ciencia lo atribuye a causas de carácter biológico o
psicológico, pero en realidad es mucho más que eso, y los que
hemos experimentado tal situación sabemos que es una especie de
ataque demoníaco. En la famosa obra de arte “La pesadilla”, de
Henry Fuseli (1781) se refleja esta experiencia como algo provocado
por un ente demoníaco. Lo he experimentado y puedo asegurar que
son entes oscuros (demonios) porque literalmente los he visto.
En una ocasión, alrededor de las 2:00 am estaba con los ojos
cerrados y por dormirme. Ya a punto de entrar en el sueño, sentí a
alguien quejándose, un lamento, e inmediatamente me acordé de
que estaba en mi cama junto a mi esposa, y me di cuenta de que
era ella quien gemía. Miré para donde estaba y vi a un ser que no
pude definir muy bien, pero que tenía figura humanoide, encima de
ella, frente con frente, como si le estuviera trasmitiendo un
pensamiento o mensaje. Del susto, grité muy fuerte: “Vete fuera, ¡en
el nombre de Jesús!”, y el ser salió disparado, lo sorprendí
poniéndole a ella una pesadilla. Ella despertó asustada contándome
que había tenido un sueño horrible. Era un demonio.
Estos seres del bajo astral aprovechan la hora del sueño profundo
porque es cuando la persona está totalmente en reposo, lo cual les
facilita la entrada a nuestro mundo. También las religiones de origen
africano, como la santería, el palo monte, el vudú, y otras, escogen
el horario de la noche para celebrar sus ritos porque es el tiempo de
menos actividad humana.

Todo opera por principios: Principio de funcionamiento


Los principios de funcionamiento de los motores de combustión
interna son los mismos, aunque tengan diferentes marcas o
variaciones en sus diseños, así también es la fe para entrar al
mundo espiritual, ya sea que sirvamos al bien o al mal, para lograrlo
habrá que cumplir los mismos requerimientos.
Si una persona esta turbada, atemorizada, desesperada y
demasiado conectada a los problemas y a las circunstancias
negativas que tiene, le será difícil poder creer de manera profunda,
porque las circunstancias lo han colocado en una posición de
atención total al mundo natural y automáticamente el cerebro anula
el mundo espiritual, pero cuando nos paramos en una actitud de
paz, de calma y de reposo, nuestra mente queda más consciente de
la esfera espiritual que del mundo natural y es entonces que
podemos fluir fácilmente en los milagros.
Entendiendo de esta manera sobre la necesidad de tener paz y
tranquilidad para poder desarrollar la fe, nosotros vamos a tener que
pedirle a Jesucristo que nos entregue, o que nos ponga en nuestro
corazón, la paz del Señor. La Biblia dice, en Juan 14:27: “Mi paz
les dejo, mi paz les doy, no como el mundo la da, no se turbe
vuestro corazón ni tengáis miedo”. Cristo le dijo eso a sus
discípulos, porque sabía las diferentes experiencias y las grandes
tribulaciones que ellos habrían de pasar al enfrentarse al mundo de
la incredulidad. Hay un pasaje de la Biblia que nos da un claro
ejemplo de lo que es confiar y calmarse frente a una adversidad,
veamos:
Hechos 12:6-11: “Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma
noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos
cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel. 7
Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz
resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le
despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron
de las manos. 8 Le dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo
hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme. 9 Y saliendo,
le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino
que pensaba que veía una visión. 10 Habiendo pasado la primera y
la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la
ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una
calle, y luego el ángel se apartó de él. 11 Entonces Pedro, volviendo
en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado
su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que
el pueblo de los judíos esperaba”.
Será casi imposible para un condenado a muerte poder dormir
profundamente como si nada pasara cuando está tan solo a unas
horas de ser ejecutado, esto quiere decir que, por la actitud de
Pedro, podemos entender que su nivel de confianza en que sería
salvado era tan grande que se sentía por encima de la amenaza y
de la circunstancia en que se encontraba. Hay una canción muy
conocida en el mundo cristiano llamada: “Paz en la tormenta”, que
dice que podemos tener paz en medio de la tormenta cuando ya no
tenemos más fuerzas para seguir, dando a entender que la
verdadera paz no es aquello que se produce como resultado de que
todo alrededor nuestro esté completamente bien.
De hecho, todo lo que en este mundo tiene propósito va a tener
oposición, que puede surgir desde dentro de nosotros por no creer
que somos capaces de realizar lo que nos proponemos, pero
también puede venir de afuera, de los prejuicios, de las limitaciones,
de las dudas, de los temores, o de las confrontaciones de otros
hacia nosotros.
En cierta ocasión pidieron a unos pintores que reflejaran la paz en
un determinado cuadro (los premiarían). Uno dibujó el mar en calma
a la caída del Sol y lo presentó como símbolo de paz, otro pintó un
jardín lleno de hermosas flores y una hermosa joven que se
paseaba entre estas, pero el tercero hizo un cuadro terrorífico: un
bosque estaba destruido por una tormenta y los árboles estaban
totalmente destrozados, era un ambiente frío, de color gris, y en la
ramita de un árbol que quedaba en pie, había una hermosa ave
cantando dulcemente.
Este cuadro fue el que ganó el premio, porque presentó la paz en
medio de una crisis, dos realidades nuestras, el mundo está
convulso, lleno de temores y preocupaciones, mientras que, los que
tenemos la paz del Señor, andamos felices y llenos de alegría
disfrutando de sus milagros. La verdadera paz hay que forzarla,
porque los problemas estarán siempre retándonos.
Todo lo bueno tendrá oposición. Cuando usted quiera hacer algo
bueno, el mal procurará impedir que pueda realizarlo, le va a
resultar difícil llevarlo a cabo porque lo que se proponga tendrá
muchos enemigos. Piense en esto: la razón por la cual se crean las
medicinas es porque existen las enfermedades y cada cierto tiempo
la humanidad enfrenta nuevos retos. Cuando todo parece estar
aquietado y calmado, de pronto se desata una pandemia como ha
pasado con el covid-19, que ha venido a crear un mundo de miedo y
de terror, porque son miles de personas las que han muerto y son
millones los que están amenazados hoy en día por esta
enfermedad. Estoy totalmente seguro de que la ciencia encontrará
una medicina eficaz para combatirla, pues ya solucionó todas las
anteriores, pero ojo, no creamos que, de ahora en adelante, no
surgirán otras, porque ya en el pasado la humanidad experimentó
plagas mortales. Recordemos algunas:

La viruela.
El sarampión.
La gripe española.
La Peste Negra.
La plaga de Justiniano.
La tercera pandemia.
El tifus.
El cólera.
La gripe de Hong-Kong.

Después de concluir cada una de estas plagas, la humanidad


experimentó un tiempo de paz o de quietud referente a la amenaza
que se presentó, pero al pasar el tiempo las personas volvieron a
entrar en preocupación y temor porque vinieron otras y otras y otras.
En esta que estamos ahora, que es el covid-19, las personas tienen
mucho temor, pero una vez que la ciencia logre erradicarlo, todos
tendrán cierta tranquilidad al respecto, hasta que surja una nueva
pandemia.
Además de las enfermedades mencionadas, han surgido dos
guerras que han puesto a la humanidad en peligro, al punto del
exterminio, la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Gracias a Dios
dejadas atrás y superadas por el tiempo, pero la humanidad no tiene
paz y confianza al respecto, porque de tiempo en tiempo la prensa
se encarga de liberar mucha incertidumbre y pánico a través de los
medios de comunicación, haciéndonos entender que no debemos
confiar en el futuro, porque en cualquier momento estalla la Tercera.
Por supuesto que yo me burlo de ellos, y no les hago caso, es
más, ni veo esas noticias, porque están diseñadas para
impedirnos movernos en una confianza plena. Yo sé en quién
he creído, porque tengo la paz del Señor y vivo en ella, y espero
que usted también adopte la misma actitud.
Las tres categorías de enemigos que atacarán nuestra paz

1. Los espíritus malos, demonios. Estos están fuera de


nosotros, pero batallan en nuestra contra sin parar.
2. Los familiares incrédulos. Estos están fuera de
nosotros, pero de igual manera el demonio también los
usará en nuestra contra.
3. Los temores, grandes enemigos del alma. Estos están
dentro y son los peores.

Los enemigos que están fuera se pueden derrotar fácil, incluso


podemos evitarlos, no yendo a donde están, pero los que están
dentro requerirán de un mayor esfuerzo, porque no nos dejarán en
paz jamás, ni cuándo vamos a dormir, ¿y sabes por qué? Porque
viven dentro. Se hacen llamar temor, mediocridad, inconstancia,
desánimo, y muchos otros que encuentran albergue en nuestro yo.
Esos enemigos van a tratar de imponerse para que no podamos
alcanzar ni cumplir nuestros sueños.
Recuerde siempre que el peor enemigo, el más terrible que todos
tenemos, está dentro de nosotros, porque es el que vive en nuestra
mente, en nuestros pensamientos y es nuestra propia persona
(cuando no tiene la paz del Señor). Cuando a usted, procedente de
cualquier fuente, le quieran poner miedo, rechácelo, puede hacerlo y
tener la victoria, porque el miedo para frenarnos en la fe está fuera,
no dentro, la Biblia dice:
2 Timoteo 1:7: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de
temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio”.
Si le das entrada al miedo, entonces habrás perdido tu batalla.
Recuerda que Dios jamás fuerza las cosas. Usted le pide su paz y
de seguro la recibe al instante, pero recuerde que el demonio
vendrá a probar si confía en ella. A usted puede acercarse un león,
queriendo comérselo, que si tiene un fusil AR-15 o una AK-47,
sonreirá, porque en realidad su aparente enemigo será una hermosa
presa. Jamás olvide esto: Toda circunstancia de peligro y de
aparente imposibilidad es una extraordinaria oportunidad para
asumir la paz del Señor y liberar un auténtico milagro.
El embarazo de tu madre, período de incubación de paz
De seguro que usted no se acuerda de los nueve meses que pasó
en el vientre de su madre, pero de lo que sí puede estar bien
convencido es de que los pasó en pleno crecimiento y mucha paz.
Cuando estuvo allí, nunca se preocupó por su alimentación, ni
por su crecimiento, ni por su desarrollo, sencillamente estaba
en forma corporal, física, reposando y creciendo confiadamente
en el útero de su madre, mientras avanzaba a la culminación de
un tiempo necesario para el desarrollo y luego a ser un bebé
nacido. Usted nació sin la más mínima pizca de miedo, inseguridad
o preocupación, simplemente porque no sabía nada al respecto.
Todo eso (si lo tiene aún por dentro) pudo haberlo adquirido
durante el curso de su vida hasta el día de hoy, pero, aunque haya
sido así, le tengo buena noticia: no tendrá que cargar para siempre
nada de lo anterior, si de verdad pide y recibe la paz de Dios,
dígale adiós a sus temores, cargas y preocupaciones, porque
sin duda será usted un portador de la paz del Señor como
emisor de milagros. Cuando nosotros estamos en Dios, él se
encarga de protegernos y de cuidarnos, así como una madre cuida
su tiempo de gestación, ella es quien lleva la carga y la
preocupación y usted está en un estado de descanso absoluto.
Compare este proceso de gestación con su desarrollo espiritual para
provocar grandes milagros del Señor. La confianza que él da a
quienes le creen genera la paz que es verdadera, y esta permanece.
Cuando se representen las crisis, nuestra arma (la paz del Señor)
poderosa se activará y desde nuestro interior estaremos tranquilos y
confiados, disparando confianza, gozo, y mucha alegría.
Para mantenernos en la paz del Señor hasta hacerla madurar,
debe ser al inicio por una experiencia forzada.
Fue esa exactamente la experiencia de Jesús para poder vivir en
la paz del Señor. Tenía ataques todo el tiempo, desde que empezó a
predicar el Evangelio en Israel, el liderazgo judío se levantó en su
contra porque Jesús solía ser poco ortodoxo según las normas de
los judíos. Él no se lavaba las manos para comer, el sábado sanaba
a los enfermos y según ellos rompía las tradiciones de los ancianos
(Lucas 11:38: “Cuando el fariseo vio esto, se sorprendió de que
Jesús no se hubiera lavado primero antes de comer, según el
ritual judío”). Y además decía que él era el hijo de Dios en la tierra,
enviado para salvar a los pecadores. Por esta causa, ellos lo
odiaban y lo acechaban constantemente, tratando de desprestigiarlo
(me hacen acordar a los políticos de hoy, cómo usan esta estrategia
para destruir a sus adversarios), de desanimar a las personas que lo
seguían.
Cada una de esas experiencias forzaba a Jesús a sacar desde lo
más hondo de su alma el poder de la paz del padre que estaba en
él, hasta que se volvió una experiencia continua en su vida. Por eso
la paz de Dios cuando está en nosotros nos provocará un estado de
confianza tal que nos mantendrá totalmente seguros, y la gente no
lo entenderá, pero usted recuerde siempre cuál es su mayor y más
eficaz arma. Es muy difícil para un predicador moverse fluidamente
cuando es invitado a predicar y a ministrar sanidad y milagros en
una congregación que no es la suya, porque hay mucha presión
sobre él, ya que al estar en un ambiente diferente la presión que el
enemigo ejercerá será mayor. En ese momento, la paz del Señor
será su única defensa.
En mi experiencia, cuando comencé a orar en vivo por los
enfermos, tuve que enfrentar situaciones difíciles con personas
ciegas, sordas, mudas o en silla de ruedas, u otras enfermedades
crónicas. Yo temía que el milagro no sucediera porque estos casos
mayormente son en público, y no hay forma de evitar a la persona
para no comprometer nuestra fe frente a las cámaras. Además,
como es por Internet, de cualquier rincón del mundo podría
cualquier persona, sentada en la sala de su casa, ver cómo yo me
desempeñaba haciendo las oraciones por los enfermos. En ese
momento, me venía este pensamiento: “Si estas personas no sanan,
me desacredito”. Yo sabía que era el Diablo que me atacaba, y, por
otra parte, tenía también la presión del propio mal, la enfermedad de
la persona, que muchas veces puede tener un demonio. En ese
momento, yo me acordaba de las palabras del Señor: “Mi paz te
dejo, mi paz te doy”, y ahí mi corazón cobraba fuerzas y oraba con
toda la confianza, convicción y seguridad que se necesita para
realizar el milagro, ¿y qué crees?
Hasta el día de hoy, nunca esa paz me ha fallado. He visto
personas ser sanadas instantáneamente después de orar por ellos,
tal vez por un minuto o dos de oración, de diversas enfermedades y,
sin duda, lo que me ha generado tal confianza ha sido la “paz del
Señor”, porque Cristo venció a todos los poderes negativos de este
mundo y yo lo he creído.
No puede haber paz sin que antes haya guerra, generalmente
para establecer la paz primero habrá que pelear. Si pretende ser
una persona capaz de realizar grandes hazañas y ser un liberador
de los milagros que Dios otorga al hombre, debe saber que va a
tener oposición continuamente, y que el peor o mayor opositor
puede ser usted mismo, si se deja arrastrar por los enemigos del
alma. Recuerde que él, Jesús, dijo: “Pedid y se os dará, buscad y
hallareis”. Así que, si aún no lo ha hecho durante la lectura de este
capítulo y ahora desea hacerlo, recite esta oración:
Señor, Dios Todopoderoso, padre de Jesús, tú que lo enviaste a
vivir en la tierra, semejante a los hombres, y que le diste mucha paz,
dame también a mí de esa paz que tú posees, para poder alimentar
y desarrollar poderosamente mi fe, quiero ser un auténtico liberador
de milagros, hechos en tu nombre, para mi bien personal, para
ayudar a mi prójimo, y para que tu nombre sea conocido y
manifestado en la tierra a través de mí. En el nombre de Jesús,
¡amén!
Cuando haga esa oración, va a quedar consciente de que le ha
pedido a Dios que le dé su paz, sin dudas vendrá y permanecerá en
usted. La paz será siempre mayor que el propio milagro, porque es
la que nos provoca la posición de quietud para que nuestra fe no
tenga resistencia. Cuando tenemos la paz de Dios nos es más fácil
creer que tendremos o liberaremos un milagro, por muy difícil que
parezca. La Biblia dice que nuestra fe se perfecciona en la
paciencia, entonces debe procurar tener paz y estar en espíritu de
aquietamiento antes de orar por los milagros, para que pueda fluir
en la confianza plena.
¡Hemos terminado! Deseo con todo mi corazón que este
pequeño libro le haya sido de mucha bendición, y que cada palabra
que leyó le sirva para encender su fe, y su corazón se cargue de
una inmensa y ardiente pasión por experimentar la fe de “los
milagros de Dios, y para ser además un auténtico portador y emisor
de milagros, que Dios te bendiga. ¡Éxitos! ¡Un abrazo!
Esta es la dirección de una de mis páginas, si estas enfermo,
escríbeme o entra a los videos en vivo:
https://www.facebook.com/revalcion2017

Esta es mi oración final para todo aquel que lea este libro:
Dios Todopoderoso, llena con tu Espíritu y con tu poder a toda
persona que lea este libro, sana de toda enfermedad y rompe
todo retraso y antiprogreso de sus vidas. Bendícelos y
anímalos para que activen la fe de recibir milagros y convertirse
en emisores de milagros. ¡Amén!
Profeta W. Anach

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