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UNIVERSIDAD NACIONAL HERMILIO

VALDIZAN
ESCUELA DE POSTGRADO

MAESTRÍA EN INVESTIGACIÓN Y DOCENCIA


SUPERIOR

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ARTÍCULO DE OPINIÓN SOBRE LA EDUCACIÓN PERUANA

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CURSO: FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN

DOCENTE: SILVESTRE ZENON DEPAZ TOLEDO

ESTUDIANTE: JUVER ESPINOZA CHÁVEZ

HUÁNUCO - PERÚ - 2022


Artículo de opinión sobre la educación en el Perú.
“La educación es ahora mucho más desafiante pero sigue siendo la gran promesa de
mejorar nuestra vida”.
Desde hace mucho tiempo la falta de educación aparece como la falla fundamental de la
sociedad peruana. Por tanto, la mejora en su calidad se postula como la gran solución a
problemas tan variados como, por ejemplo, la inestabilidad democrática. Se ha hecho
sentido común creer que la mayoría ciudadana es ignorante y fácilmente manipulable por
los ricos y poderosos, traduciéndose esto en apoyo a gobiernos locales, regionales y el
nacional, que suelen ser corruptos e ineficientes.
A la debilidad de la educación se atribuye también la falta de un empleo digno. Al no haber
suficiente mano de obra calificada, solo nos quedaría promover a los trabajadores no
especializados, de baja productividad y reducidas remuneraciones, como actualmente
ocurre en la agricultura de exportación no tradicional (espárragos, mangos, uvas, etc.). Pero
así, con mano de obra escasamente calificada, estaremos muy lejos de lograr ingresos
suficientes para las mayorías.
Igualmente, a la falta de educación se le responsabiliza por lo reducido de los salarios y la
extensión del desempleo. Finalmente, la educación menguada se convierte, con razón o sin
ella, en un horizonte en el que estamos atrapados y del que no sabemos cómo trascender.
A la hora de tratar de explicar las grandes dificultades para mejorar nuestro nivel educativo
se recurre a dos líneas de argumentación. La primera generalmente tiene una base racista
que se suele camuflar pero que remite a supuestas limitaciones genéticas que hacen,
supuestamente, que la mayoría de un pueblo tenga un carácter refractario al aprendizaje. La
solución es entonces forzar el aprendizaje a través de un sistema de castigos que
mantendrán la disciplina y la interiorización de los contenidos que se deben aprender.
Se trata de la vieja filosofía de “la letra con sangre entra”, que suponía que el estudio y el
saber tendrían que lograrse mediante métodos punitivos tanto más fuertes cuanto menor
fuera la capacidad inherente de la persona o de la colectividad. Era variado el espectro de
instrumentos de castigo, pero el clásico era la palmeta, un pedazo de madera en forma de
matamoscas que se usaba para golpear las palmas de las manos o las nalgas del estudiante
reacio a la disciplina y al aprendizaje.
El castigo corporal comenzó a perder vigencia en el siglo XVIII dando lugar a una segunda
línea de argumentación, al amparo de nuevas concepciones sobre la naturaleza humana que
tenían como trasfondo una idea más generosa y optimista. Desde el siglo XIX, el énfasis en
el castigo fue menor y el proceso educativo se centró en el niño. Motivar al niño a que
razonara por sí mismo fue el objetivo básico de la educación, desplegándose una pedagogía
centrada en el diálogo y el convencimiento y la investigación.
Mientras que la idea de la educación centrada en el castigo definía el aprendizaje escolar
como la memorización de fechas, sucesos y nombres de personas, de hechos alejados de la
vida práctica (aunque saberlos era considerado como una distinción), la revolución
educativa del siglo XIX se comprometió con darles alas a las inquietudes de los niños.
En el Perú colonial, y hasta bien entrado el siglo XX, la pedagogía centrada en el castigo y
el miedo que despertaba era un referente fundamental de la enseñanza. Bien se comprende
que un niño educado sin tener la oportunidad de explorar lo que le atrae, desarrolle una
concepción dictatorial de la autoridad, que viva repitiendo, bajo el signo del miedo, a la
búsqueda de alguna protectora sumisión.
La educación que ha renunciado al castigo y que apuesta a la motivación de cada educando
tiene sus propios problemas, que no son menores. No en vano la natalidad ha descendido
drásticamente. Solo en un despliegue constante de amor tiene sentido tener hijos. Y el amor
tendrá que vencer fuerzas muy oscuras. En efecto, cómo renunciar al uso de la fuerza, cómo
disciplinar al niño, cómo lograr la prevalencia de una autoridad respetada y querida y no
simplemente temida, cómo llevar al niño a pensar por sí mismo, venciendo sus temores,
cómo preservar su innata alegría.
La educación es ahora mucho más desafiante pero sigue siendo la gran promesa de mejorar
nuestra vida, para hacerla más plena en el campo personal y colectivo. Y la escuela debería
ser el gran laboratorio de cambios. Pero todo esto son solo buenos deseos pues en la
realidad pocos son los que, en nuestro medio, se interesan realmente en el tema. La
educación sigue siendo un mito que nos promete un mundo mejor. Pero no se trata de una
condena eterna, sino una fuente de renovadas aspiraciones.

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