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¿QUE PASARIA SI EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA

RENUNCIARIA A SU CARGO?
“Si no hay justicia para el pueblo,
¡Que no haya paz para el gobierno!”
– Emiliano Zapata
Los hechos de Ayotzinapa se han transformado en un potente catalizador que ha
desencadenado un profundo descontento social dentro y fuera de nuestro país. Entre el
cúmulo de protestas que han surgido en diversos grupos y sectores de la sociedad ha
tomado fuerza la demanda de la renuncia del Presidente de la República. El eco de tal
petición ha sido tan grande que el secretario de Gobernación ha tenido que declarar
públicamente que el Presidente no va a renunciar. Sin embargo, en un contexto de
convulsión política y de enorme frustración colectiva no es sorprendente que esta
pretensión siga creciendo. El momento histórico que vivimos obliga a reflexionar con
detenimiento sobre la viabilidad jurídica y política que podría tener esta medida.
El presidente Enrique Peña Nieto cumplió dos años de haber tomado posesión en
un contexto que su gobierno no había previsto. La desaparición de 43 estudiantes de la
Escuela Normal Rural de Ayotzinapa el 26 de septiembre, a manos del grupo criminal
Guerreros Unidos, con la complicidad de la policía municipal de Iguala, detonó una crisis
política y social que movilizó a varios sectores de la población.
Además de los crecientes cuestionamientos (a nivel nacional e internacional) al gobierno y
su capacidad para ofrecer justicia a los desaparecidos y sus víctimas, un reclamo se hace
más fuerte en las marchas y protestas: la renuncia del presidente. En México lo más
cercano a la revocación del mandato es la figura jurídica del Juicio Político. De acuerdo con
los artículos 110 y 111 de la Constitución Política Mexica sólo habrá lugar para acusar al
Presidente de la República ante la Cámara de Senadores a través de un Juicio Político por
violaciones graves a la Constitución y a las leyes federales que de ella emanen, así como
por el manejo indebido de fondos y recursos federales. En este supuesto, la Cámara de
Senadores resolverá con base en la legislación penal aplicable.
Bajo estas circunstancias, ¿la salida del jefe del Ejecutivo es factible? El Artículo 86
de la Constitución mexicana dice que “el cargo de Presidente de la República sólo es
renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la Unión, ante el que se
presentará la renuncia”. Aunque la Constitución no precisa a qué se refiere como
“causa grave”, la renuncia del presidente sería muy complicada, debido a que los hechos
ocurridos en Iguala, Guerrero, fueron a nivel municipal y estatal, pero no federal, subraya
Gustavo López Montiel, profesor de Ciencia Política del Tecnológico de Monterrey,
Campus Ciudad de México.
Lo cierto, también, es que desde este suceso las acciones del presidente están bajo un
mayor escrutinio de varios sectores de la sociedad, algo que hace mucho más difícil
ejercer el poder.

De las reformas a Iguala


En 2013 y la primera mitad de 2014, el gobierno de Peña recibía elogios por parte de la
prensa internacional y especializada por la batería de reformas estructurales aprobadas. El
11 de agosto pasado, sólo 47 días antes de los hechos de Iguala, el mandatario promulgó
las leyes secundarias de la reforma energética.
Pero la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa y la violencia como el principal
factor de riesgo para el crecimiento económico, según los especialistas consultados por el
Banco de México (Banxico) en su última encuesta, han puesto en jaque su gobierno bajo
serios cuestionamientos.
El presidente cayó 23 lugares en la Lista anual Forbes de las personas más poderosas del
mundo. El mandatario se ubicó en el lugar 60, cuando el año pasado estuvo en el 37.
El jefe del Ejecutivo tuvo la caída más estrepitosa en la lista junto al taiwanés Terry Gou,
CEO de Hon Hai Precision, proveedor de Apple, quien bajó en la lista del puesto 48 al 71.

¿Y SI RENUNCIA...?
El Artículo 86 de la Constitución establece que el presidente sólo puede renunciar “por
causa grave”, que calificará el Congreso de la Unión.
“Sería complicado que haya una causa grave en este sentido, porque, en cierta medida, el
tema se originó en el municipio, y luego en el estado, pero no necesariamente en la
Federación, por lo que sería difícil que el Congreso encontrara una causa grave”, explica
Gustavo López Montiel, profesor de Ciencia Política del Tecnológico de Monterrey,
Campus Ciudad de México.
Además de la causa grave, tenemos el magnífico artículo 108 constitucional
(aunque igual de inútil que el otro), que en su segundo párrafo establece lo siguiente: “El
Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado
por traición a la patria y delitos graves del orden común.” Andrés Manuel López
Obrador ya interpuso una denuncia en la Procuraduría General de la República en contra
de Enrique Peña Nieto por traición a la patria en febrero del presente año. Por supuesto,
como era de esperarse por todos, no le pusieron atención alguna. Aunque bueno, por lo
menos se hizo lo que se debía hacer como ciudadano responsable y queda un
precedente.
La Ley Federal de Responsabilidades de Servidores Públicos contempla como
responsabilidad del presidente, así como de todos los funcionarios e integrantes de los
poderes Legislativo y Judicial, la presentación de su declaración patrimonial.
Las facultades y obligaciones del jefe del Ejecutivo están estipuladas en el Artículo 89
constitucional, y las más importantes son:
 Difundir y ejecutar las leyes que realicen los senadores y los diputados.
 Designar a secretarios de Estado; ministros de la Suprema Corte; procurador de la
República; a los oficiales del Ejército, Armada y Fuerza Aérea, entre otros.
 Tiene la obligación de resguardar la seguridad de la nación, interior y defensa
exterior de la Federación.
 Declarar la guerra en nombre de los mexicanos.
 Conducir la política exterior y celebrar tratados internacionales con otros países.
 Conceder absoluciones a los reos sentenciados por delitos de conformidad con las
leyes aplicables.
Bajo estas circunstancias, la renuncia del Presidente mexicano se tendría que generar bajo
condiciones de una extraordinaria presión política interna y externa. Las condiciones que
podrían obligarlo a dejar el cargo se tendrían que respaldar en una situación de
ingobernabilidad profunda en la mayor parte del territorio nacional, bajo un tiempo
prolongado y con un evidente colapso de los mecanismos que le otorgan funcionalidad al
estado y a sus instituciones. Un hecho de esta magnitud abriría un nuevo episodio en la
historia política de México ya que de ocurrir de manera súbita, y sin una transición bajo
los cauces legales, el país entraría virtualmente a un estado de insurrección. Aunque el
gobierno actual atraviesa por un momento de enorme debilidad ante su evidente
incapacidad para mantener la integridad de sus habitantes, y ejercer una eficiente
procuración de Justicia, en el horizonte cercano, la renuncia del ejecutivo es una medida
que no parece viable.

La sociedad mexicana, sin embargo, está muy agraviada por la corrupción, la


impunidad, la violencia y la falta de respuestas contundentes, creíbles y eficientes.
Aunque el Presidente no renuncie, la crisis de legitimidad gubernamental seguirá
creciendo. Una condición indispensable para contener la indignación ciudadana es que se
haga Justicia. La pregunta es ¿si este gobierno tiene hoy la credibilidad necesaria para
llevar a cabo esta crucial tarea?

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