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LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD

LECCION 1
I. La existencia de Dios.

La idea más grande y más profunda que pueda concebir la mente humana atañe la posibilidad de la
existencia de un Dios personal. La magnitud de la importancia de la respuesta del hombre a esta idea no
puede ser exagerada, porque la misma, no sólo gobernará su vida aquí, sino que también determinará
su destino final. Si no se puede contestar satisfactoriamente la pregunta de quién, es imposible resolver
los problemas de cómo, por qué, cuándo y dónde de la existencia propia.

A. Algunos argumentos filosóficos a favor de la existencia de Dios.

1. El argumento de la creencia universal: Toda la humanidad tiene alguna idea de un Ser supremo. Este
argumento ha sido desafiado frecuentemente pero nunca refutado. Aunque los conceptos de Dios
encontrados en muchas culturas y civilizaciones varían grandemente en cuanto al número, el nombre y
la naturaleza de este Ser supremo, sin embargo, la idea es la misma. Un ejemplo clásico es la
sorprendente historia de Helen Keller (1880-1968). A los dos años de edad, la señorita Keller se quedó
ciega, sorda y sin el sentido del olfato. Después de meses de esfuerzos angustiosos y estériles por parte
de la maestra para comunicarse con esta niña, ocurrió un milagro. Un día Helen comprendió
repentinamente el concepto y el significado del agua corriente. Desde este humilde fundamento, la
señorita Keller construyó una alta torre de pensamiento, incluyendo la habilidad de usar la voz para
hablar. Se convirtió en un ser humano educado y elocuente. Poco después de haber progresado al punto
de poder participar en la conversación, se le habló de Dios y de su amor al mandar a Cristo a morir en la
cruz. Se dice que respondió con gozo: «¡Siempre supe que estaba ahí, pero no sabía su nombre!»

2. El argumento cosmológico: Todo efecto debe tener una causa adecuada. Robert Culver escribe: «Uno
de los grandes nombres de las ciencias, las matemáticas y la filosofía de Gran Bretaña es Sir Isaac
Newton (1642-1727). Sir Isaac se hizo construir un modelo del sistema solar en miniatura. Había una
gran bola dorada representando al sol en el centro, y alrededor de ella giraban esferas más pequeñas,
representando los planetas: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y los demás. Cada uno permanecía
en una órbita relativamente igual a la del verdadero sistema solar. Por medio de varas, ruedas dentadas
y correas, todo se movía alrededor de la bola dorada central con precisión exacta. Un amigo visitó al
famoso hombre un día cuando estaba estudiando el modelo. El amigo no creía en la doctrina bíblica de
la creación divina. Según los informes, la conversación fue la siguiente:

Amigo: “Newton, ¡qué cosa tan exquisita! ¿Quién te la hizo?”

Newton: "Nadie.” Amigo: “¿Nadie?”

Newton: “¡Así es! ¡Dije que nadie! Todas estas bolas y varas y ruedas y correas y engranajes se juntaron
por casualidad y, maravilla de maravillas, ¡por casualidad empezaron a girar en sus órbitas fijas con
perfecta coordinación!” Por supuesto que el visitante entendió el argumento implícito: “En el principio
creó Dios los cielos y la tierra.”» (The Living God, pp. 29, 30.)
3. El argumento ontológico: «El hombre tiene una idea del Ser Más Perfecto. Esta idea incluye la idea de
la existencia, ya que un ser, de otro modo perfecto, que no existiera no sería tan perfecto como un ser
perfecto que existe. Por lo tanto, ya que la idea de la existencia está contenida en la idea del Ser Más
Perfecto, el Ser Más Perfecto tiene que existir.» (C.C. Ryrie, Síntesis de doctrina bíblica, Editorial
Portavoz, p. 15.)

4. El argumento antropológico: la conciencia y la naturaleza moral del hombre exigen un Creador


consciente y moral. Este barómetro interno no provee ninguna información, y la información sobre la
cual pasa juicio puede ser incorrecta. Pero, aun así, la conciencia nos dice que deberíamos hacer lo
correcto con respecto a la información que tenemos. Robert Culver escribe: «Este sentido del deber
puede estar débil (1 Co. 8:12), bien (1 P. 3:16), mancillado (1 Co. 8:7), endurecido (1 Ti. 4:2), fuerte o
puro (1 Co. 8:7, 9). Pero nunca está ausente. La única explicación adecuada es que el gran Ser Moral,
que nos creó a todos, implantó el sentido moral en nosotros. Ninguna otra explicación es adecuada.»
(The Living God, p. 31.)

B. Argumentos bíblicos a favor de la existencia de Dios.

Ninguno. La Biblia simplemente da por sentado la existencia de Dios. Salmo 14:1: «Dice el necio en su
corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien.»
Hebreos 11:6: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.» Clark Pinnock resume todo esto
acertadamente cuando escribe: «Para las Escrituras entonces, la existencia de Dios es tanto una verdad
histórica (Dios obró en la historia) como una verdad existencial (Dios se revela a toda alma). Su
existencia es tanto objetiva como subjetivamente evidente. Es necesaria lógicamente porque nuestra
suposición de orden, diseño y racionalidad descansa en ella. Es necesaria moralmente porque no hay
ninguna explicación para la forma de la moralidad aparte de ella. Es necesaria personalmente porque el
agotamiento de las posibilidades materiales todavía no puede satisfacer el corazón [del hombre].

La prueba más profunda a favor de la existencia de Dios aparte de la historia es la vida misma. Dios ha
creado al hombre a su imagen, y el hombre no puede eludir las implicaciones de este hecho. Su
identidad lo persigue por dondequiera.» (Set Forth Your Case, p. 77.)

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