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poeta cuyo deceso a los 35 años de edad fue causado por una cardiopatía
para mitigar el dolor torácico producido por las fuertes palpitaciones. Temprana edad la
De este escritor uruguayo nacido en una familia por aquel entonces de buena
ver publicado en forma de libro ninguno de sus poemarios, puede decirse que su fama y
prestigio ha venido con paso firme acrecentándose con el correr de los años. Por otra
parte, sin embargo, no existe hasta la fecha ningún estudio académico del que se tenga
noticia que explore su escritura desde el punto de vista de la enfermedad. Por lo tanto,
¿Existe en realidad un vínculo estrecho entre ambos elementos?, ¿vale la pena a estas
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acercarse el presente estudio mediante un análisis del léxico empleado en la obra poética
tratamiento, así como a temas, figuras literarias o al ritmo mismo de los poemas.
publicado en 1932, “ha sido sin duda alguna la figura literaria hispano-americana que
reunía para hablar de literatura y leerse y comentarse entre ellos sus textos en la Torre de
los Panoramas, cuarto de azotea de una de las casas en las que residió el poeta, y desde
editor. De este grupo de amigos sobresale César Miranda, quien junto con la colaboración
de quien fuera la esposa de Herrera, Julieta de la Fuente, fue el que se dio a la tarea de
en cinco tomos en 1913. En el otro sentido, algunos escritores y críticos como Miguel de
Unamuno, Luis Cernuda, Octavio Paz o Juan Ramón Jiménez no supieron leer en su
imprescindibles ya que ayudan al lector a conocer y captar la personalidad del poeta, nos
pequeño tuvo una imaginación extraordinaria, misma que se reflejará más tarde en las
lector asiste cuando lee su obra. Más adelante, Herminia agrega: “Nacido con un defecto
orgánico —corazón chico—, desde sus primeros años había sufrido de grandes
Ahora se sabe que, según Eduardo Espina, el diagnóstico del padecimiento de Herrera era
insuficiencia mitral (86), afección de la válvula mitral del corazón que en nuestros días
puede ser tratada exitosamente con tratamiento médico específico, o por medio de un
prótesis valvular, con los consiguientes riesgos que conlleva cualquier tipo de cirugía,
Este trastorno orgánico conocido también como regurgitación mitral debido a que
la sangre regurgita o pasa de manera anormal de una cavidad del corazón a la otra, es
diversos síntomas entre los que se encuentran dificultad para respirar, dolor del pecho y
palpitaciones intensas, molestias éstas que sufrió Herrera y Reissig desde la primeras
cuando sufrió un terrible ataque cardíaco que descubrió la verdadera enfermedad ocultada
hasta entonces por la familia” (67). Por su parte, Roberto Ibáñez, observa que ese
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momento fue crucial en el desarrollo del poeta: “La revelación de la taquicardia fue
(citado por Carmen Ruiz 67). No obstante Ruiz, la misma crítica ya mencionada, al estar
de acuerdo en que puede existir relación entre enfermedad y obra, acaba opinando que
ese asunto “puede ser más que discutible” (67). Fue en ese entonces que el médico
morfina, no sin antes haberlo discutido previamente con otros doctores. La droga fue
efectiva desde la primera vez en ser administrada, por lo que Herminia asegura que ese
fue el origen “de lo que más tarde hayan querido asegurar los acerbos, que usaba el
tóxico como estimulante para su obra intelectual. ¡Nada más falso y calumnioso!” (86),
sostiene la hermana del poeta. Pero ya antes de 1900, aproximadamente 10 años antes, ya
había sufrido Herrera una crisis cardíaca. “Mientras jugaba con sus compañeros se sintió
repentinamente mal: grandes palpitaciones y una tremenda angustia, casi lindando con la
Para los propósitos de este trabajo es útil y conveniente, sin embargo, hacer
referencia a la morfina y sus propiedades. Derivada del opio, la morfina es una potente
postquirúrgicos y dolor por otras causas como el cáncer. Altamente adictiva esta droga,
griego del sueño, puede ocasionar como reacción adversa precisamente somnolencia y
sedación, pero también entre otros efectos secundarios son comunes la euforia, las
fatal.
o no les interesa encontrar una íntima conexión entre su poesía y la enfermedad. Tal es el
caso de Lauxar, quien comenta que “[e]s enteramente caprichoso querer explicar por la
enfermedad cardíaca del poeta o por el uso o abuso de la morfina la confusión buscada y
(171). Este crítico refiere enseguida que el efecto del fármaco pudo haber intensificado la
personalidad de Herrera y mostrarlo sin inhibiciones “puesto que nada agrega al espíritu
nivel del espíritu, pero sí en la esfera mental ya que la sustancia activa se une a los
receptores opioides que se localizan en las neuronas que conforman el tejido del sistema
relación entre droga y escritura, ni tendría méritos para establecerla, en el caso de Julio
Herrera. Para él fue la morfina (a fin de aliviar la angustia ante los desarreglos
cardíacos)” (9), para otros, como Baudelaire por ejemplo, fue el hashish. La droga
como refiere Echavarren que era esa la finalidad del poeta al administrársela, pues no es
en las fases terminales de una enfermedad, por sus efectos analgésicos y porque su
Tiene razón Idea Vilariño cuando menciona que conocemos la vida del poeta así
como nos ha llegado: envuelta a través de su leyenda que se ha forjado en torno (2).
Según ella, al desmentir el dandismo que se le atribuía al poeta, considera asimismo falsa
la leyenda que el propio Herrera “contribuyó a crear para asustar a los buenos burgueses
de su adicción a las drogas. Los médicos no habían encontrado otro remedio para aliviar
sus crisis cardíacas que no fueran las inyecciones de morfina” (5) por lo que él se vio ante
a las famosas fotografías para las que Herrera posó en 1906 y 1907, en una de ellas
argentino Caras y caretas, para ilustrar el artículo sobre Herrera y Reissig y su obra. En
la nota “Los martirios de un poeta aristócrata” aparece la imagen en la que se lee: “El
artista dándose inyecciones de morfina antes de escribir uno de sus más bellos poemas
de enero de 1907, en la otra fotografía “Fumando cigarrillos de opio según los preceptos
de Tomás de Quincey”, se aprecia la imagen del poeta de perfil, leyendo, al parecer con
un cigarrillo en los labios. La tercera foto de la serie de Caras y caretas muestra al poeta
recostado en su cama, con los ojos cerrados, misma que se publicó con la leyenda: “En
los paraísos de Mahoma, bajo la influencia del éter, de la morfina y del opio”
(Mazzucchelli 320).
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época. Mazzucchelli dice que “[s]e trata de una maniobra publicitaria masiva
cuidadosamente calculada por el propio Herrera y Reissig, quien había enviado antes una
‘autobiografía’ a Soiza Reilly, que este empleó luego para escribir el texto que acompaña
tomaran esas fotografías fue del mismo poeta. En la mencionada crónica semanal,
firmada como Fray Mocho, pseudónimo de Juan José de Soiza Reilly, el autor explica:
Pero la versión final, real, de cómo se dieron los hechos, se la ofrece a Bula Píriz, Soiza
Reilly —quien definiera a Herrera y Reissig como “el poeta más raro, el lírico más triste,
el pecador más esteta, el jilguero de sangre más azul, el loco más ardiente, más fogoso,
más bueno y más encantador que haya tenido el Plata” (Citado por Vilariño x). A Píriz le
comenta Soiza:
Yo fui a hacerle un reportaje junto con el hermano del aviador Adami, que
era quien tomaba las fotos. Cuando éste fue a fotografiarlo, Julio dijo:
Sería bueno tomarme una fotografía dándome una inyección de morfina o
bajo el sueño de la morfina. Pero no teníamos jeringa, y entonces yo fui a
la farmacia y compré una jeringa Pravaz y la llenamos con agua, y Julio la
puso contra el brazo fingiendo la inyección, y Adami le tomó la fotografía.
Después se fingió dormido y tomamos esa otra donde aparece dormido
bajo el sueño de la morfina; y la otra en la que aparece fumando cigarros
de opio según los preceptos de Tomás de Quincey, la tomamos mientras se
fumaba un cigarrillo casero hecho con tabaco Passo Fundo. Julio se reía a
carcajadas luego de todas estas cosas, pensando en lo que dirían de sus
desplantes (citado por Blengio Brito 20).
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En 1904, Herrera viaja a Buenos Aires para trabajar en el censo. Para ese entonces
menguando lentamente. Así lo refiere en una carta que le escribe en 1905 a su novia, en
Obsérvese el verbo que inventa Julio, en relación a la droga que utiliza para paliar sus
malestares físicos: morfinicé. En otra carta enviada unos meses antes, Herrera escribe:
enfermedad cardíaca y a la morfina. Pero hasta donde se sabe, no existe evidencia de que
herramienta para llevar a cabo su labor creativa. Sin embargo, si se analiza su poesía
puede percatarse el lector que en repetidas ocasiones el léxico usado es el que responde a
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frecuentes en su cartas, como puede apreciarse en una misiva que le envía a Edmundo
enervantes por parte de Herrera. ¿Esa vehemencia de la que habla su amigo no pudo
acaso ser exacerbada también por la morfina?, ¿cuáles serán las imprudencias que en
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cantidad enorme comete el poeta? Sólo ante elucubraciones sobre el uso indiscriminado
lenguaje nuevo que va más allá del Modernismo. De acuerdo a Mario Álvarez, su obra se
caracteriza por el exotismo, el cual está presente bajo dos formas a saber:
Ensueño y delirio, dos términos con una carga semántica muy relacionada entre
sí, pero que además parecieran ser producto o vincularse con una mente sobreexcitada.
una bipolaridad a través de imágenes alucinantes. Es en ese texto donde Herrera habla
públicamente de su enfermedad, y allí asegura que fue la muerte “su maestra, la que le
enseñó a escribir. Luego hace la más bizarra narración de la mezcla entre su enfermedad
acrecentar su innata sensibilidad. Por otra parte, nunca se sabrá si en verdad escribía bajo
el influjo de la morfina, como el poeta mismo decía. Poco o nada importa si usaba la
droga como estimulante para escribir, ya que es la obra como tal la que debe juzgarse en
su dimensión poética.
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trastorno orgánico, pues éste influye y se hace presente en su escritura al utilizar términos
relacionados con la enfermedad. Los siguientes ejemplos pertenecen a los sonetos que
con áspera sonrisa palpita la campaña (31), No late más que un único
reloj (31), palpitan al unísono sus corazones blancos
(32), laten bandadas de pañuelos en fila (34), las voces retumban como un
solo latido (36), Conjeturan fiebrosos del principio escondido (37), un
gallo desvaría (37), el pastor loco (37), como la carne herida (38),
la palpitante gleba (38), laten en todas partes monótonas urgencias
(38), siente latir un nuevo corazón de tres meses (43), donde laten los
últimos ópalos vespertinos (44), transubstanciado, él siente que no es el
mismo (45), ¡y es que Job ha escuchado el latido del mundo (45),
un latido dícela que él se acerca (47), luego inundan sus fiebres (47), la
tarde en la montaña, moribunda se inclina (52), se duerme
al narcóticozumbido de las moscas (55), hipnotiza los predios
inexhaustos (56), ataca a sus enfermos el médico cazurro ((56), se hunden
en una sorda crisis meditabunda (58), sangran su risa flores rojas en la
barranca (58), un gran silencio que anestesia y que embruja (60),
el narcótico gran silencio del campo (62).
Tan sólo en este poemario, que es uno en donde la voz poética se regocija con el mundo,
enfermedad, o algún término que de alguna manera se relaciona con ésta. La alusión a
uno de los órganos vitales, el corazón, es muy frecuente a través del uso de verbos y
adjetivos tales como latir, palpitante, o del sustantivo latido. Además, en su título esta
colección de poemas contiene la palabra éxtasis, misma que aparece varias veces dentro
de los poemas, y tal vez su presencia pudiera relacionarse con el uso de narcóticos. Por
otro lado, también derivados del vocablo ebriedad, constan en los poemas. En un libro
homenaje a Julio Herrera y Reissig, en el que también participan Antonio Seluja y Diego
Pérez Pintos, Magda Olivieri atinadamente opina que la característica general de Los
éxtasis de la montaña es
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Nocturnos es una serie que consta de tres poemas de largo aliento y de arte menor
—octosilábicos con rima consonante. Esta sección incluye “Desolación absurda”, “La
torre de las esfinges” y “La vida”. Este último poema es importante ya que encierra en
gran medida su poética de la que se ha venido hablando: “Sacudido por un asma” (126),
recuérdese que fue ese diagnóstico el que se pensaba era la causa de los malestares de
Herrera, del que hablaba su hermana. “De agotamiento cardíaco / tuve síncopas
mi corazón” dice la voz lírica, y ese corazón cansado es el que pertenece a Herrera.
Véanse las siguientes dos estrofas del mismo poema “La vida”:
vi un corazón de suicida
arrítmico y fraternal.
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Ese corazón es el mismo que poseía el autor de los mencionados versos. En nota a
pie de página, el autor aclara, refiriéndose a la estrofa anterior: “Se alude la corazón
arrítmico del poeta, quien ha sufrido siempre de una desesperante neurosis cardíaca que
catedrático Eduardo Espina sostiene —al referirse a la poesía de su paisano— que una
Más adelante, Espina comenta que ese poema ha sido considerado, por algunos
críticos, como producto de una experiencia tóxica debida al uso de medicamentos. Pero el
efecto de una intoxicación por alucinógenos, sin embargo, dura mucho menos que el que
necesita Herrera para encontrar la palabra precisa, ya que encontrar un adjetivo “le cuesta
Renovador del lenguaje literario, Herrera se adelanta con mucho a su tiempo: cuando
medidos y rimados. Nunca se sabrá a ciencia cierta si él escribía bajo los efectos de la
morfina o de cualquier otro narcótico, y tal vez ni valga la pena o sea necesario saberlo.
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Su obra es la que sobrevive y es ella lo que realmente importa. Sin embargo, sí existe una
agolpándose se la dictara. Ese su “corazón que había ido empeorando , [y que] hace su
crisis final el 18 de marzo de 1910” (Vilariño 6), no sin antes haber vertido a borbotones,
como ya se dijo, versos de gran originalidad y fuerza expresiva para su tiempo y aun para
la posteridad.
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Obras citadas
Álvarez, Mario. Ensueño y delirio. Vida y obra de Julio Herrera y Reissig. Montevideo:
Tradinco: 1995.
Blengio Brito, Raúl. Herrera y Reissig: Del modernismo a la vanguardia. Montevideo:
Universidad de la República, 1978.
Espina, Eduardo. Julio Herrera y Reissig. Prohibida la entrada a los uruguayos.
Montevideo. Planeta, 2010.
Herrera y Reissig, Herminia. Julio Herrera y Reissig. Grandeza en el infortunio.
Montevideo: Talleres Gráficos 33, 1949.
---. Vida íntima de Julio Herrera y Reissig. Montevideo: Amerindia, 1943.
Herrera y Reissig, Julio. Una infinita colisión compleja. Poemas. Ed. Roberto
Echavarren. Montevideo: La Flauta Mágica, 2010.
Lauxar (Osvaldo Crispo Acosta). Motivos de crítica. Montevideo: Palacio del Libro,
1929.
Mazzucchelli, Aldo. La mejor de las fieras humanas. Vida de Julio Herrera y Reissig.
Montevideo: Taurus, 2010.
Olivieri, Magda. Homenaje a Julio Herrera y Reissig. Montevideo: Concejo
Departamental de Montevideo, 1963.
Pino Saavedra, Yolando. La poesía de Julio Herrera y Reissig. Sus temas y su estilo.
Santiago: Prensas de la Universidad de Chile, 1932.
Ruiz Barrionuevo, Carmen. La mitificación poética de Julio Herrera y Reissig.
Salamanca:Universidad de Salamanca, 1991.
Santa Biblia. Ed. Reina-Valera. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana, 1964.
Sontag, Susan. La enfermedad y sus metáforas. El sida y sus metáforas. Trad. Mario
Muchnik. Madrid: Taurus, 1996.
Vilariño, Idea. Julio Herrera y Reissig. Poemas comentados. Montevideo: Técnica, 1978.