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Número 4, volumen 2
2019
ISSN 2605-3608
Edición y prólogo
José Eduardo Morales Moreno
R/N. Revista de narrativa
Número 4, volumen 2 Licencia Creative Commons
ISSN 2605-3608
Marzo, 2019
Reconocimiento — No comercial —
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Y a este propósito dice Plinio que no hay
libro, por malo que sea, que no tenga al-
guna cosa buena; mayormente que los
gustos no son todos unos, mas lo que uno
no come, otro se pierde por ello.
LAZARILLO DE TORMES
ÍNDICE
Prólogo .................................................................................................................................... 9
PRÓLOGO
ARCADIA DE CANTABRIA
AUTORES:
Alejandro Miguel Puerta Hernández
Daniel Aguilar Pérez
María Fernández Fernández
Paqui Fernández Martínez
Juan Pedro López Espín.
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Prólogo
Espero que esta historia venga a noticia de
muchos como usted, enfrascados en el dinero
sin tener en cuenta la opinión y la dignidad de
los demás, pues ha sido acusado de robar a los
más necesitados aun teniendo usted cantidad
de sobra para mantener a cada uno de ellos.
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Quizá sea cierto que exista una creencia po-
pular en la que se crea que el dinero es el único
que te puede llevar a alcanzar la máxima feli-
cidad, mas fíjese en la controversia que esto
genera pues, una vez que tenemos más dinero
del que realmente necesitamos, lo único que
queremos es tener cada vez más, por lo que yo
aquí le formulo esta pregunta: ¿Realmente
cree que teniendo todo el dinero del mundo
será usted feliz?
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Tratado primero
Arcadia cuenta su infancia. 1927. Santander
Pues sepa usted que mi nombre es Arcadia
de Cantabria, natural de un pequeño pueblo
llamado Suances, que se encuentra cerca de
13 Santander, la capital de esta provincia. Hija de
Tomás González Pérez y de María del Car-
men Cortés Venancio.
Mi nacimiento fue la mayor alegría que
mis padres se pudieron llevar nunca, pues es-
tos tuvieron que pasar por una vida muy dura
para conseguir lo poco que llegaron a tener,
una humilde casa situada en este pequeño
pueblo.
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Tratado segundo
Lo que le ocurrió a Arcadia con un señor feudal
Tratado tercero
El último amo de Arcadia
Después de pasar otro tiempo viviendo en
la calle, pude encontrar a quien fue mi tercer
y último amo. Este era un hombre viudo, aun-
que tenía tres varones como hijos: uno de
23 veintidós, otro de dieciséis, y otro de once
años.
A pesar de que este hombre trabajaba
como maestro, el gasto que suponía cuidar de
sus hijos y mantener la casa en la que vivían
me recordaba a los duros momentos por los
que habían tenido que pasar mis fallecidos pa-
dres para poderse llevar un bocado a la boca,
igual que esta familia. Con todo y con eso, allí
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Prólogo
Estimado amigo:
Primer tratado
Antonio cuenta sus orígenes
y las aventuras que vivió con su primer amo
Como tú ya sabes, amigo, yo me llamo An-
tonio de Segura, hijo de Carmen Segura y José
Pérez, pero a los 13 años ellos fallecieron en
28 el incendio de mi casa en Alhama del Segura.
Mi infancia con ellos fue muy bonita hasta
que fallecieron, tras esto tuve que buscarme la
vida, los primeros meses eran muy duros,
pues me costaba encontrar comida y un sitio
donde vivir, la mayoría de los días tenía que
robar la comida.
Un día de estos di con un panadero, él me
dijo que si le ayudaba ese día me acogería.
Con el aprendí todo lo que sé sobre el arte del
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Segundo tratado
El vendedor ambulante, segundo amo
Después de que Miguelín me expulsase de
su casa, me costó muchísimo encontrar otro
amo, pues se había corrido la voz de que yo
robaba dinero y comida, y así era, pero no lo
30 hacía por gusto, sino para no morir de hambre.
Tras un mes de pesadillas, vino al pueblo
un vendedor ambulante, llamado Ajendralo.
Esta era mi oportunidad, era alguien que no
sabía nada de mí. Me dirigí a él, con un poco
de dinero que tenía le compré una chaqueta
nueva. Creo que le di pena y por eso me invitó
a ir vendiendo cosas con él por toda Murcia.
Pero como con todos los amos, a los dos
años la tentación pudo conmigo y me acosté
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Tercer tratado
El juglar travieso, tercer amo
Ramona y yo llegamos a Alhama. Ese día
paseábamos por la plaza central cuando vimos
a un juglar llamado Per Abbat, nos quedamos
deslumbrados con todo lo que hacía, tras fina-
32 lizar su actuación fuimos a hablar con él para
que nos diera trabajo.
Al día siguiente nos dio la noticia de que
podíamos trabajar con él, pero nos advirtió de
que sería un duro trabajo, nosotros aceptamos
igualmente. Con él aprendimos muchas cosas,
pero pasaron los meses y ahí seguíamos, hasta
que un día conseguimos comprarnos una casa
Ramona y yo. Per Abbat se sintió traicionado
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ÁFRICA JONES
AUTORES:
Juan Pedro Fernández Jiménez
Guadalupe Sánchez Cayuela
Marta López López
Alejandro Hernández Fernández
José Guirado Guillén
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Prólogo
Sepan ustedes, padres, que hoy, 24 de fe-
brero de 2204, os contaré cómo ha sido mi
vida tras aquel último día que nos vimos.
Tras dejarme sola y abandonada frente a
aquel orfanato, hace ya 14 años, he vivido una
serie de experiencias, algunas buenas y otras
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malas, que me gustaría compartir con voso-
tros.
Nada más iros, una señora que trabajaba en
aquel orfanato me recogió y me puso el nom-
bre de África Jones. África por el nombre de
la calle en dónde se encuentra el orfanato, y
Jones por el apellido de mi actual familia,
aunque no siempre tuve el mismo apellido,
pues, como ya he dicho, he vivido diferentes
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Primer tratado
Al principio era triste y luego fue peor.
Esta es la historia de cómo un traficante de ar-
mas me adoptó. Llego al orfanato una mañana
de primavera, estaba lloviendo, por lo cual es-
taban las ventanas llenas de lágrimas, porque
en poco tiempo iban a ver el fatal suceso que
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me iba a suceder. Una vez sacó su cartera
llena de dinero ganado de mala manera, me
cogió del brazo y me subió al coche. Cuando
llegué a su casa me quedé asombrada, era una
casa enorme donde una habitación valía más
que todo el orfanato donde antes me hospe-
daba. Al ver todo aquel lujo, mis ojos se pu-
sieron como platos, pero poco iba a durar, ya
que en el sótano me debía hospedar porque
todo el lujo nunca lo iba a llegar a disfrutar.
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Segundo tratado
Tras volver de aquella casa, pasé dos me-
ses viviendo en aquel orfanato, de nuevo me
volvieron a acoger, esta vez una mujer viuda,
la verdad es que esta no parecía ser mala. De
camino a su casa pasé por la casa de mi anti-
guo amo, el traficante de armas, ya lo había
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superado pero todavía quedaban todos los re-
cuerdos de cuando me maltrataba.
A los veinte minutos de salir del orfanato
la mujer paro el coche y dijo: “Hemos lle-
gado”. La verdad es que la casa no estaba mal,
pero tampoco se pasaba. Cuando estaba allí se
le cayó un bote con pastillas del bolsillo, lo
cogió muy rápidamente para ocultármelo,
yo no le quería preguntar, pero eso no me cau-
saba buenas sensaciones.
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Tercer tratado
Pasé en el orfanato un largo tiempo, estuve
ocho meses hasta que, otra vez, vinieron a
adoptarme. Esta vez, una pareja aparente-
mente muy simpáticos y felices. Cogí mis co-
sas y me marché con ellos hacia la nueva casa.
Me monté en el coche y poco después llegué.
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No podía creer lo que estaba viendo, era la
casa más lujosa y grande de Nueva York, de
la que todo el mundo hablaba y envidiaba. Se
localizaba en el centro de la ciudad y era
enorme.
Asombrada y muy contenta, me ayudaron
a hospedarme en la casa. Me llevaron hacia mi
habitación, era perfecta. Cuando me instalé
por completo, me di una vuelta por toda la
casa y entré a una habitación que estaba cerca
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ADRIÁN
AUTORAS:
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Primer tratado
Querido Guillermo:
Has de saber, ahora que he reunido el valor
suficiente para contártelo, el porqué de haber
intentado suicidarme.
Verás, todo esto comenzó hace unos tres
años, dos antes del intento de suicidio. Era el
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año 2010 y yo había salido con unos amigos
para ir a la discoteca. Cuando volví a casa, me
encontré con que habían entrado a robar, y
que, aunque no se hubieran llevado gran cosa,
la casa estaba destrozada. Llamé a la policía,
pero estos me dijeron que era muy tarde y que
no iban a hacer nada, por lo menos esa noche.
Al día siguiente, volví a llamar, pero no me lo
cogieron. Decidí investigar por mi cuenta, así
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Segundo tratado
Continuamos andando sin rumbo hasta
ver a un chico que encajaba con la descripción
del ladrón.
—¿Es el ladrón? —Miré a la chica que an-
teriormente me había dicho que se llamaba
Sara—. Iré a por él —comencé a correr hacia
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él.
—No, espera —me frenó y comenzó a
reírse—. Él es mi camello.
Nos acercamos hacia él e intercambiaron
dinero y sustancias mientras yo miraba.
Luego dijo que deberíamos ir a su casa a dejar
las sustancias alucinógenas, así lo hicimos y
fuimos a su casa y las dejamos. Mientras es-
tábamos allí, le conté mi situación sobre mi
casa y mi trabajo, ella me dio un vaso de agua
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Tercer tratado
Entré en la casa y, para mi sorpresa, todo
estaba superlujoso y ordenado. El hombre me
mostró mi supuesta habitación, en ese mo-
mento me vino un recuerdo en el que yo salía
de pequeño, como si hubiera estado yo allí al-
guna vez. Juan, el hombre, me mostró todas
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las habitaciones y me dijo que no le dejase en-
trar a nadie, a menos que fuera él.
Al día siguiente me levanté y fui para la
cocina. Cuando él llegó, me dijo que tenía el
permiso de coger todo lo que quisiera de co-
mida. Me levanté y cogí una tostada, estaba
muerto de hambre, ya que no había comido
nada desde lo de la discoteca.
Por la tarde comencé a limpiar la casa
mientras que Juan echaba una siesta. Cuando
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CON ÁNIMO
DE PÍCARO
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