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Desde la antigüedad, la costumbre religiosa

de darle culto a los muertos era parte de


muchas culturas:

Los caldeos, los sirios, los persas, los


egipcios, los griegos, los celtas, los chinos y
muchos otros pueblos, como las tribus de
Canaán, celebraban a sus muertos y los
invocaban, incluyendo el herir sus cuerpos
por los muertos, como duelo y para aliviarlos
de sus posibles sufrimientos.

En América, tanto los indios de Norte


América, como nuestros antepasados
precolombinos, tenían grandes ceremoniales
para sus muertos.

En México, los frailes católicos que vinieron con los colonizadores, como en todos lados,
“cristianizaron” las costumbres paganas que practicaban las culturas autóctonas, conservando
la fiesta a los muertos con las costumbres propias de nuestros ancestros, en donde se ponían
altares con ofrendas, generalmente con pertenencias de los difuntos, agua y alimentos que les
gustaban cuando vivían, creyendo que en esas fechas, sus almas regresaban y participaban
de las viandas ofrecidas.

También se visitaban los cementerios, poniendo ofrendas florales y veladoras en sus tumbas,
con la creencia de que los muertos venían y hasta podían platicar con ellos, costumbre
pagana aún muy arraigada en nuestro país.

En la cultura anglosajona, heredera de las costumbres celtas, se celebra el Halloween, la


noche del día 31 de octubre. Sus orígenes se remontan a más de 2,500 años, cuando el año
celta terminaba al final del verano, el día 31 de octubre de nuestro calendario (Samhain).

El ganado era llevado de los prados a los establos para protegerlos del frío del otoño e
invierno.

Ese día, se suponía que los espíritus podían salir de los cementerios y apoderarse de
los cuerpos de los vivos para manifestarse, pedir alimentos y maldecir. Estos espíritus,
que en realidad son inmundos y no de los muertos, les hacían víctimas de conjuros si no
accedían a sus peticiones: “Me das algo o te hago una maldad”, que es la interpretación de
"Trick or Treat" (Truco o Trato), que todavía se usa en la celebración. De ahí viene la
tradición de decorar con motivos siniestros las casas, en la actual víspera de la fiesta a los
muertos.

Los celtas además solían disfrazarse con pieles de animales el 31 de octubre para no ser
descubiertos por los espíritus que, según ellos, por esa noche recobraban la vida. De ahí
también viene la costumbre actual de disfrazarse esa noche. Los colores tradicionales de
Halloween, son el negro de la noche y el naranja de las primeras luces del día.

DEL CULTO A LOS MUERTOS AL "DIA DE TODOS LOS

SANTOS"
Siendo una creencia universal de prácticamente todas las culturas, la iglesia de Roma, como
es su técnica, convirtió las diferentes festividades a los muertos al catolicismo, instituyendo el
1 de noviembre como el día de “Todos los Santos”, o, “De los Fieles Difuntos”, como se le
conoce más en México, que en Inglaterra se denominó como: "All Hallows' Day", y la noche
anterior "All Hallows' Eve" que posteriormente derivó en "Halloween".

La fiesta fue traída a los Estados Unidos por emigrantes europeos hacia 1846. Sin embargo
no se generalizó sino hasta 1921. Ese año se celebró el primer desfile de Halloween en
Minnesota y luego le siguieron otros estados.

La importación de tal costumbre norteamericana a México y paises europeos se produjo hasta


finales de los años 70-80, gracias al cine y a la televisión.
Esta tradición, como todo lo que no viene de Dios, se ha distorsionado más y más, hasta llegar
a convertirse en una especie de juego, en el que el pueblo norteamericano, que ha dejado a
Dios de lado, le llama “Noche de Brujas”, donde fantasmas, representados por las caras
macabras labradas en calabazas con velas en su interior, así como en uso de todos los
objetos asociados con la brujería, satirizando esa práctica, de modo que los niños se visten de
brujos y brujas, fantasmas, calacas, espantapájaros y monstruos, como Drácula, Frankestein,
etc.

Y salen a las calles a “asustar” y a pedir dulces y dinero, tocando de casa en casa,
pronunciando la frase "Truco o trato", o ahora en México: “me da mi calaverita”.

Si los adultos les dan caramelos, dinero o cualquier otro tipo de recompensa, se interpreta que
han aceptado el trato. Si por el contrario se niegan, los chicos les gastarán una broma tratando
de asustarlos.

Lo quieren hacer parecer una costumbre inocente e inofensiva, practicada cada vez más en
México, hasta con su nombre en inglés, tristemente promovida por las escuelas del gobierno y
privadas que siguen sus programas de enseñanza.

Lo cierto es que el Halloween es una fiesta basada en el miedo, la muerte, los muertos
vivientes, la magia negra y los monstruos místicos. Los "personajes" que se suelen
asociar a Halloween incluyen a la muerte, los fantasmas, las brujas, los gatos negros, los
trasgos, los banshees, los zombis y los demonios y cornudos diablos.

La manera más apropiada para definir estas costumbres ancestrales, es la nigromancia, que
es una práctica pagana reprobada por Dios, asociada con la magia negra, que consiste en la
adivinación mediante la consulta a los “espíritus” de los muertos y a su control, por medio de
un supuesto poder psíquico sobre ellos.

El nigromante es un tipo de mago, que invoca a los muertos y con sus supuestos poderes los
manipula y utiliza para hacer sus hechizos y maldiciones.

Si la iglesia autoriza el invocar a gente muerta que fue buena y le atribuye el poder de
responder plegarias, instituyendo el culto a “los santos”, o personas ya muertas y
canonizadas, comprendemos que esto es en realidad una práctica que no es de Dios.
LO QUE LA BIBLIA DICE AL RESPECTO DE HALLOWEEN
Todo creyente en Cristo, debe ceñirse exclusivamente a las enseñanzas de la Biblia,
como la Palabra de Dios, y nunca aceptar las costumbres y tradiciones de su medio, aún y
cuando hayan sido practicadas por sus padres (1ª P. 1:18-19).

Así que consideremos en serio lo que Dios nos dice en su libro santo: Dios prohibió a su
pueblo que se hirieran por sus muertos (Lv. 19:28, Dt. 14:1), costumbre canaanita por la cual
Dios los expulsaba de su tierra para dársela a Israel, como se lo había prometido a Abram
(Gn. 15:16).

También prohibió categóricamente que se intentara consultar a los muertos, ya que no


es posible y quien cae en este engaño, en realidad hace contacto con los demonios (Dt. 18:9-
12, Is. 8:19-20, 1ª Co. 10:20), esta también era una práctica de los pueblos que habitaban
Canaán.

Cristo explicó que los muertos, muertos están. No tienen ni conocimiento ni ciencia, y nada
saben, por lo que no pueden venir a la tierra como tales, tampoco pueden pasar de su lugar a
otro (Lc. 16:26-31).
No hay almas en pena, pero sí hay demonios que hacen creer a los ignorantes que lo son, por
lo tanto la gente los consulta y cae bajo su opresión y queda con ataduras y miedos que dan
ocasión a sufrir muchas calamidades (Sal. 42:9, Sal. 43:2, Is. 54:14).

El Señor declaró que no debemos darle mayor importancia al cuerpo del cristiano ya muerto,
pues está descansando, sólo hay que sepultarlo para el día de la resurrección de los hijos de
Dios (Mt. 8:22, 22:31-33, Lc. 14:14).
Los cristianos saben bien que sus muertos en realidad duermen en el Señor y que no
podemos hacer lo que los demás hacen con sus muertos (Mt. 23:32, Mr. 12:26-27, Lc. 20:38,
1ª Ts. 4:13, 16, 1ª Co. 11:30).

El caso clásico de nigromancia en la Biblia, es el de la bruja de Endor (1º Sm. 28), donde
ésta invocó al espíritu de Samuel, ya muerto, en presencia de Saúl, razón por la cual el rey
Saúl fue desechado por Dios. Obviamente, lo que apareció a Saul no era Samuel.

Este espíritu es muy astuto y usa la Biblia y falsifica su verdad para cebar a los ignorantes y
extraviados, como en el otro caso de la pitonisa que parecía hacerle buena propaganda a
Pablo y a Silas, para que, cuando ellos se fueran, ella siguiera con su buen negocio de
adivinar; Pablo reprendió al espíritu pitónico de ella, el cual salió al momento (Hch. 16:16-21),
eso es lo que se debe hacer con estos engaños del diablo.

Quien se basa en el pasaje de la bruja de Endor para justificar que se puede invocar a los
muertos y hacerlos venir, o que hay un umbral para hacer contacto con ellos, no sólo es
temerario, sino insensato, pues las consecuencias de rebelarse a Dios al final son funestas, al
abrir las puertas de su propia alma a demonios crueles y astutos que los atraparán en sus
redes malignas y mentirosas (Ec. 10:8).

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