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Equipo docente: Fal, Juan; Pinazo, Germán; Puello Socarrás José; Varesi, Gastón Ángel
Introducción
¿Por qué razón es necesario realizar hoy la crítica del capitalismo y profundizar en el
conocimiento de la teoría que sustenta la crítica de la Economía Política propuesta por Marx
hace más de medio siglo?
Los últimos acontecimientos de la historia del siglo XX, en particular, la caída del muro
de Berlín y de los llamados socialismos reales (como el de la URSS), impusieron la idea del Fin
de la Historia1.
Esta tesis pretendía convencer que la historia concluía y, con ello, la confirmación
histórica del capitalismo como el último eslabón de la evolución humana, sin marcha atrás ni
adelante. No habría posibilidad de pensar en otro estado de cosas diferente y tendríamos que
conformarnos con el mundo actual, tal y como lo conocemos. Esta idea también negaba la
validez de aquellos - como Marx - habían formulado que el orden capitalista no es una etapa
permanente en la Historia de la humanidad sino un período temporal que, debido a sus propias
contradicciones internas, especialmente entre los trabajadores y los capitalistas, necesariamente
daría paso a otra forma social distinta y cualitativamente superior.
Sin embargo, son los hechos – y no tanto las teorías - más actuales los que vuelven a
poner en los debates recientes la disyuntiva frente a la sostenibilidad perenne del capitalismo
1
como modo de producción dominante2.
Recordemos que hace tan sólo un par de décadas atrás se anunciaba el derrumbe del
socialismo como una alternativa de organización social y política al capitalismo, a la vez que
se corroboraba la derrota definitiva del movimiento de los trabajadores alrededor del mundo
mientras hoy, en medio de una de la crisis más espectaculares del capitalismo global, se
debaten posibilidades reales de avanzar hacia una fase distinta, post-capitalista.
Avanzar en una crítica del capitalismo actual resulta ser una exigencia inexcusable para
los movimientos de las clases subalternas y para la construcción de pensamiento crítico. Pero
esta construcción no reside simplemente en la inquietud de conocer y analizar la realidad
concreta, el mundo en la cual vivimos sino que fundamentalmente - como lo sostuvo Marx en
sus Tesis sobre Feuerbach -: “de lo que se trata es de transformarlo”3.
El análisis de Marx mantiene hoy por hoy plena vigencia. ¿Por qué Marx? ¿No es un
autor del siglo XIX y que si bien sus análisis fueron acertados para su época, podrían resultar
anacrónicos para la nuestra?
2 Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo más de 1.200 millones de personas en todo el
mundo viven con menos de 1 dólar por día y casi 850 millones pasan hambre mientras que existen recursos
suficientes para alimentar 5 veces la población mundial. La crisis global - por la que actualmente atravesamos -, de
otra parte, ha profundizado dramáticamente esta situación.
3 Marx, K. (1845), Tesis sobre Feuerbach. La 11ª tesis plantea: “Los filósofos no han hecho sino interpretar de
diferentes maneras el mundo; sin embargo, de lo que se trata es de transformarlo”. Como se ha planteado, “Karl
Marx pretendía aportar a la producción de conocimiento para la transformación social” (Gambina, 2008:
50).
2
reflexiones continúan siendo una herramienta fundamental de análisis tanto para comprender
la realidad como para poder transformarla.
Hay que reconocer – y, sobre todo, entender - que el análisis del capitalismo propuesto
por Marx desde sus primeros escritos inaugurales y hasta la redacción de El Capital - su obra
maestra y vivo ejemplo de la evolución de sus ideas y de la madurez de su pensamiento al final
de su vida - mantiene aún vacíos y temas no desarrollados en profundidad4. Precisamente, en
razón de ello, muchos pensadores revolucionarios trabajaron para ofrecer reflexiones
complementarias. No obstante, en todas ellas, la impronta del pensamiento de Marx es un sello
distintivo; de hecho, Marx siempre es un punto de partida común e inevitable no a causa de un
capricho intelectual o una fe dogmática hacia él sino porque, precisamente, los elementos
ofrecidos por Marx muestran una alta relevancia teórica y práctica para comprender, explicar y
transformar al capitalismo.
Si reflexionamos sobre los cambios más significativos del último siglo vemos que han
dejado como resultado profundas modificaciones al interior del modo de producción capitalista,
especialmente en el mundo del Trabajo y, por supuesto, en la clase trabajadora. Sin embargo, las
realidades más acuciantes del viejo orden capitalista (del siglo XIX) y del nuevo (en pleno siglo
XXI) mantienen una conexión indiscutible. Comenzando por las lógicas específicas que lo
sustentan y, en general, el tipo de relaciones sociales que históricamente han producido el orden
y la organización capitalista. Las principales contradicciones identificadas hace más de 150 años
por Marx: la ganancia como razón de ser de la sociedad capitalista; la generalización de las
relaciones mercantiles hacia todos los ámbitos de la vida - y, con ello, las actividades humanas
devenidas en puras mercancías -; la extracción de la plusvalía como fuente de acumulación del
Capital, la imposición de relaciones de explotación y la polarización entre las clases sociales e,
incluso – hoy somos testigos de ello - del carácter predatorio frente a la naturaleza misma; la
destrucción de las relaciones sociales no capitalistas (las economías indígenas, campesinas,
familiares, etc.) – entre otras cuestiones - finalmente han conducido a que la riqueza, que es
producida por toda la sociedad, se concentre en pocas manos y más allá de los tiempos de
abundancia o de escasez, la constante que rija para las mayorías de la población sea el creciente
empobrecimiento y su pauperización progresiva. Estos hechos son incontestables en el tiempo y
marcan históricamente las realidades del régimen actual bajo el Capital. Pero también poseen su
correlato desde el punto de vista espacial, pues esta lógica aplica no sólo para las naciones del
Sur del hemisferio y las llamadas economías periféricas - mal llamadas subdesarrolladas - sino
4 Especialmente, en la teoría del Estado. Aunque si se toma en su conjunto la obra de Marx, aún es posible
rastrearla.
3
también al interior de los países del Norte, considerados del “capitalismo central”,
industrializados, “desarrollados”, en los cuales conforme pasa el tiempo las situaciones de la
población en general se muestran cada vez más críticas e insoportables.
Y es que la base fundamental del capitalismo, de ayer y el de hoy, sigue siendo la misma:
explotación de la fuerza de trabajo por parte del Capital o, lo que es lo mismo, la explotación de
la clase obrera y la producción de la miseria generalizada.
Por estas razones y dado que el capitalismo sigue siendo en lo esencial el mismo, la
crítica que realizó Marx al capitalismo sigue vigente. Sus reflexiones, nociones, conceptos y
lenguaje, antes que estar desactualizados, ratifican cada vez con más fuerza su incuestionable
pertinencia para analizar el mundo actual, como lo confirma día tras día la historia reciente5. Y
esto lo decimos, no sólo en un sentido intelectual o erudito. Su valor está en aparecer como una
herramienta de transformación concreta de nuestras vidas. Pues si por un lado Marx nos
proporciona elementos para descifrar las estructuras históricas y las contradictorias
manifestaciones del presente capitalista, por el otro, sus análisis nos ayudan a esbozar auténticas
posibilidades para construir un sistema distinto y nuevo, regido por valores diferentes, de otro
cuño.
Aunque muchas voces han intentado justificar que el análisis de Marx y su teoría son “letra
muerta”, este señalamiento resulta ser infundado. Insistimos: si bien el capitalismo ha sufrido
cambios desde sus orígenes, incluso, transitando por diferentes períodos (capitalismo comercial,
5
Para seguir acumulando razones, Marx había anticipado la disociación del capital de las actividades
productivas y la aparición del capital especulativo, como él planteaba, un capital parasitario que se
“valoriza” virtualmente. Recuperar todos estos conceptos hoy ante una situación como la que plantea la
crisis global actual donde se verifica el peso de la cuestión financiera, por ejemplo, nos permiten realizar
una interpretación aguda sobre nuestra situación actual y en donde Marx es un punto de referencia
cardinal.
4
industrial, financiero) y fases (fordismo, postfordismo, por ejemplo) hasta la actualidad, y
resultaría inoportuno atenerse rígidamente a los análisis particulares realizados “en” y “para”
otras condiciones históricas, sus lecturas sobre el capitalismo siguen teniendo un valor
imprescindible. En lo esencial develan las dinámicas y lógicas fundamentales que han permitido
la existencia y el funcionamiento del sistema y ofrecen claves sustantivas para descifrar la
naturaleza y principios más axiomáticos del capitalismo que aún hoy permanecen.
Decíamos que el pensamiento de Marx llegó a sus más altos grados de elaboración teórica
con su crítica a la economía política clásica, desarrollada entre otros por economistas liberales
como Adam Smith (en 1776 publica su famoso “Investigación acerca de las causas de la riqueza
de las naciones”) y David Ricardo (en 1817 publica su principal obra sobre “Principios de
Economía Política y Tributación”). Desde Smith y hasta Marx se registra un importante
desarrollo del capitalismo y, por supuesto, de las ideas y del pensamiento que intenta defender y
justificar el statu quo aunque paralelamente también de aquel que lo critica.
5
explotación del momento, a quienes denominó economistas vulgares. El objetivo de Marx
entonces era la constitución de un pensamiento ligado a los trabajadores que respondiera a sus
propios intereses y sirviera como herramienta para avanzar en la organización de un orden
social más allá del capitalismo y sus contradicciones. Una Economía Política del Proletariado.
Pues si Smith y Ricardo aportaron un conocimiento teórico contra el poder absoluto del
viejo régimen precapitalista, reivindicando la libertad de mercado, asumían directamente los
intereses de la burguesía en el poder contra la clase terrateniente pero subordinando claro está, a
los trabajadores. Marx asume la mirada de los trabajadores contra la burguesía y los
terratenientes, al mismo tiempo.
¿En qué sentido se adelanta una crítica de la economía política clásica por parte de Marx?
Marx retiene los rasgos esenciales de la explicación clásica que formulaba la Economía
Política (Smith y Ricardo, principalmente), como elementos de verdad – “el trabajo como fuente
de la riqueza” -. Partiendo de allí, reformula su sentido, traduciendo nuevamente las relaciones
que ya habían sido establecidas. De tal modo, al final sus conclusiones tienen el efecto de
“remodelar la estructura y revolucionar la significación práctica tanto del conjunto como de las
partes” en el conocimiento del régimen capitalista. Por citar sólo uno de los muchos ejemplos,
Marx no vacila en recurrir a los argumentos de Smith cuando realiza una crítica a la “Filosofía
de la Miseria” de Proudhon, en su “Miseria de la Filosofía”6 (Marx, 2004).
Aunque los clásicos ya habían identificado una red de relaciones fundamentales alrededor
de unos principios coherentes (determinación de las relaciones sociales como relaciones entre
los hombres en tanto productores; las relaciones de producción entre los hombres como relación
de clase entre “capitalistas y trabajadores”, etc.), sin embargo, no profundizaron sobre ellas. Se
limitaron simplemente a describirlas.
Por ejemplo, una noción tan central en la obra madura de Marx como la división de
clases, no es un descubrimiento propio. Este fenómeno ya había sido previsto mucho antes por
la Economía Política pero – según lo veía Marx – tan sólo ofrecía una explicación parcial: las
clases eran producto o bien del orden de la naturaleza, o simplemente como “una forma que
adoptaba espontáneamente la división del trabajo en una sociedad libre, y no como un producto
histórico especial”. Por eso, explica Engels en el Anti-Düring que, para Marx, los economistas
6 El mismo Marx lo reconoce en su carta a Weydemeyer (5 de marzo de 1.852) cuando se refiere a los
historiadores de la restauración en su análisis sobre la Revolución Francesa: “No me corresponde a mí el mérito de
haber descubierto ni la existencia de las clases en la sociedad moderna, ni su lucha entre sí. Mucho tiempo antes
que yo, los historiadores burgueses habían descrito el desarrollo histórico de la lucha de clases”. (Sánchez Ángel,
2005: 95)
6
clásicos sólo descubrieron la mitad del problema: el lado positivo del capitalismo frente al
orden económico social anterior. Sólo restaba la crítica desde los explotados, portadora de una
perspectiva socialista. (Dobb, 1976: 43).
Los economistas clásicos demostrando las leyes del laissez-faire, laissez passer (“dejar
hacer, dejar pasar”: Gournay), realizaban una crítica frente al orden anterior, al antiguo régimen.
Sin embargo, ésta no era una crítica histórica del capitalismo emergente. Con ello y al no
criticar al capitalismo, éste aparecía - como quiere aparecer en nuestro tiempo – a la manera de
un orden natural, estable y permanente. Una concepción que si bien se retoma recientemente
con la tesis del Final de la Historia de Fukuyama, como veíamos al iniciar este apartado, fue
sugerida también en el siglo XIX por los autores clásicos, exactamente por David Ricardo con la
idea del estancamiento final de las sociedades en la etapa capitalista.
Los clásicos de la Economía Política sustentaban que la dinámica social estaba gobernada
por la “mano invisible” y las leyes del mercado, lógicas por excelencia que garantizaban la
existencia armónica del sistema. Así, en el mercado, vendedores y compradores,
individualmente considerados, establecían relaciones entre ellos a través del intercambio
mercantil, el cual - suponía la Economía Política clásica - siempre conduciría a la sociedad en su
conjunto hacia el equilibrio, digamos, hacia el bienestar. No obstante, la realidad no funcionaba
completamente así. Por el contrario, la norma que regía eran los frecuentes y cada vez más
pronunciados desequilibrios sociales fruto de las contradicciones del sistema mismo que
negaban en lo concreto las suposiciones de los clásicos. De ahí la necesidad dialéctica que
postula Marx de “integrar” una crítica de la Economía Política con una crítica socialista del
régimen de producción pues de lo que se trataba no era simplemente verificar las fisuras de la
explicación clásica sino esclarecer qué era lo que sucedía.
Por eso, tal vez uno de los elementos más distintivos en el análisis de Marx respecto de
los autores clásicos es su análisis sobre la ganancia capitalista.
Era conocido que toda la riqueza es producto del trabajo humano, en últimas generador de
las ganancias, motor del capitalismo. Este problema para los economistas anteriores a Marx
planteaba varios desafíos pues se debía explicar de dónde surgía el excedente económico. Sin
excedente no había acumulación y menos posibilidad de satisfacer las demandas crecientes de
una sociedad en expansión. Desde luego, el interrogante no era nuevo. La sociedad primitiva fue
superada por ulteriores sociedades precisamente con base en el excedente económico. Sin
excedente la esclavitud era simplemente inviable. Tanto el esclavismo como el feudalismo se
explican por la capacidad de almacenar excedentes para subordinar parte de la población a quien
domina el orden social vigente. Ahora en medio del desarrollo capitalista, el crecimiento
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exponencial de bienes y servicios para satisfacer necesidades de una población que avanzaba a
pasos agigantados era producto del crecimiento del excedente bajo el régimen del capital. Pero
los clásicos no podían dar explicaciones consistentes de dónde provenía tal excedente. Por lo
general, terminaban justificando las ganancias como la mera diferencia entre los costos de
producción (materias primas, materiales) y el salario (remuneración a los trabajadores) fruto de
la acción del mercado y de la mano invisible. De esta manera, quedaba saldada teóricamente (y
también políticamente) la ganancia de los capitalistas, la renta del terrateniente y, por
consiguiente, el salario de los trabajadores.
Esta respuesta para Marx, sin embargo, no resultaba satisfactoria. Había que desentrañar
el fenómeno de la ganancia y para ello formuló una explicación alternativa. Partiendo desde la
teoría del valor, inicialmente desarrollada por los economistas clásicos llegó a su propia versión
a la que denominó: la teoría del plusvalor o de la plusvalía, una explicación auténtica y profunda
de la ganancia capitalista y de la renta terrateniente.
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efectivamente a los problemas y necesidades de los trabajadores y de la sociedad en general se
plateaba entonces como una cuestión fundamental que, aún hoy, sigue siendo uno de los grandes
desafíos actuales que justifica la continuación de la obra de Marx.
Karl Marx presentó en vida el Tomo I de El Capital, dedicado al estudio del “Proceso de
producción del capital”. El tomo II y III de esa gigantesca obra fue redactado por Federico
Engels sobre la base de los manuscritos de Marx. El Tomo II trata del “Proceso de circulación
del capital” y el Tomo III del “Proceso de producción capitalista en su conjunto”; es decir de la
producción y circulación como síntesis de la totalidad. Es un proceso de escritura que va de lo
abstracto a lo concreto. Introducirse en el conocimiento de Karl Marx requiere de un esfuerzo
especial, por el conjunto de categorías utilizadas que tratan de enfrentar el ocultamiento que
surge de explicaciones apologéticas del capitalismo con pretensión científica. (Marx, 1999).
7
Según Marx (1973:187) “el uso o empleo de la fuerza de trabajo es el trabajo”.
9
2) El objeto de trabajo es el elemento/cosa sobre la cual se ejerce la fuerza de trabajo,
como la materia en bruto que encontramos en la naturaleza y que aún no ha sido manipulada por
el hombre (p.ej. la arena de una playa o los árboles silvestres) y la materia prima, que ya ha
tenido alguna modificación humana (p.ej. un metal o el cemento).
3) El medio de trabajo “es una cosa o conjunto de ellas, que el hombre interpone entre él
y su acción (…). Así convierte cosas exteriores en órganos de su propia actividad" (Marx,
1973:188). En este sentido, los medios de trabajo incluyen las herramientas con las que se actúa
sobre el objeto de trabajo. Pero también “abarcan, en un sentido más amplio, todas las
condiciones materiales que, sin intervenir de manera directa en sus operaciones, resultan sin
embargo indispensables o cuya ausencia las haría defectuosa” (Marx, 1973:190). Por lo que
debemos tener en cuenta medios de trabajo indirectos como, por ejemplo, los talleres donde se
realiza la producción, los caminos para transportar los bienes, etc.
Gráfico 1:
Proceso de
trabajo
Gráfico 2:
Medios de producción
Además ese producto puede, a veces, ser utilizado en un nuevo proceso de trabajo, tanto
como objeto de trabajo o como medio de trabajo; en este sentido los productos del trabajo no
son sólo resultados sino condiciones de la producción. El primer caso puede ser expresado por
las materias primas: estas son objetos de trabajo filtrados por un trabajo anterior que reingresan
como medios para una nueva producción. A excepción de las actividades extractivas, cuyo
objeto de trabajo es proporcionado directamente por la naturaleza, todas las otras ramas utilizan
materias primas. En este punto resulta importante destacar que los medios de producción
(objetos y medios de trabajo) son trabajo pretérito, trabajo pasado, muerto: productos mismos
del trabajo que se reinsertan en el proceso productivo.
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Gráfico 3:
Proceso de trabajo
Medios de trabajo
Uso de la Fuerza de
trabajo (trabajo pasado,
muerto)
(trabajo presente, vivo)
Objeto de trabajo
Ahora bien, en los distintos momentos de la historia los hombres se relacionan de formas
particulares entre sí para transformar la naturaleza, desarrollar el proceso de trabajo y repartirse
los productos de dicho esfuerzo colectivo. Llamamos a estos vínculos relaciones de
producción.
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no propietarios. Es más, para que pueda haber propietarios privados de los medios de
producción debe haber hombres desposeídos de esos medios y que lo único que posean es su
fuerza de trabajo. Estos constituyen en su conjunto la clase obrera o proletariado: al verse
expropiados de los objetos y medios de trabajo para satisfacer sus necesidades, sólo les queda su
fuerza de trabajo, que deberán vender a los que sí poseen los medios de producción (clase
capitalista o burguesa) para poder subsistir. En el capitalismo, la posesión de unos implica la
desposesión de otros.
Gráfico 4:
En tanto valores de uso las mercancías aparecen como distintas entre sí, p. ej., nada nos
dice cuántos panes equivalen a un par de zapatos, ya que satisfacen necesidades
cualitativamente diferentes. Marx entonces busca algo común a todas las mercancías que nos
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permita compararlas: “si prescindimos del valor de uso de las mercancías estas sólo conservan
una cualidad: la de ser producto del trabajo humano” (Marx, 1999: 5). Ahora ¿cómo comparar
el trabajo de un panadero con el de un zapatero? Ambos realizan trabajos concretos distintos, y
sin embargo, ambos trabajan para producir un bien para el intercambio; es este concepto general
de trabajo el que nos permitirá comparar y establecer relaciones de cantidad para poder
intercambiar: este trabajo humano en sí, que Marx denomina trabajo humano abstracto.
Entonces para poder relacionar dos valores de uso de naturaleza distinta (pan y zapatos)
debemos observar la cantidad de trabajo humano abstracto involucrada en ellos, o sea cuántas
horas llevó su fabricación. Pero sabemos que incluso en una misma actividad los trabajos se
realizan a tiempos distintos: un zapatero con experiencia puede tardar 5 horas en hacer un par de
zapatos y otro recién iniciado puede tardar 8 horas para hacer el mismo par. Marx entonces dice
que “lo que determina la magnitud del valor de un objeto no es más que la cantidad de trabajo
socialmente necesario o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción.”
(Marx, 1999:7). Esto quiere decir que según las horas promedio que se necesiten, en una época
y lugar específicos, para producir determinados valores de uso, estos podrán ser intercambiados
por otros observando la cantidad de trabajo incorporado en los mismos. Pero además para que
estos valores de uso sean efectivamente reconocidos como mercancías deben ser valores de uso
para otros, valores sociales, que puedan ser intercambiados.
Volviendo al proceso de trabajo, nos vamos a encontrar con que las relaciones de
producción capitalistas generan que haya unos pocos propietarios de los medios de producción y
muchos que no tienen nada más que su fuerza de trabajo, y por esto, sólo van a poder vender
esto único que tienen: su fuerza de trabajo, que es su esfuerzo físico y mental, “alquilando” su
vida misma. Se da esta particularidad que en el capitalismo, la fuerza de trabajo se convierte en
una mercancía, capaz de ser vendida y comprada, por lo que, como toda mercancía posee un
valor de uso y un valor de cambio. El valor de cambio de la fuerza de trabajo está constituido
por el costo de reproducción de la fuerza de trabajo, es decir, que expresa el salario con el cual
el trabajador satisface sus necesidades de subsistencia cotidiana y las de su familia (para
asegurar para el capitalista la reproducción de futuros trabajadores). El valor de uso de la fuerza
del trabajo está constituido por el trabajo mismo, o sea el empleo productivo de las capacidades
laborales, y la agregación de valor (plusvalor) que se apropia como ganancia el capitalista.
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Gráfico 5:
8 En la práctica cotidiana, los capitalistas tratan de pagar la fuerza de trabajo por debajo del valor de reposición
de los bienes y servicios necesarios para reproducir la fuerza laboral del trabajador y su familia. Es parte de la lucha
permanente entre las patronales y los trabajadores.
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primer D es distinto a D´. ¿Qué pasó? Que el dinero (D) se transformó en capital, precisamente
gracias al proceso de producción (P). Esta transformación del dinero en capital, que se lleva a
cabo en la esfera de la circulación a través de la compra inicial de fuerza de trabajo y medios de
producción y la venta posterior de la mercancía generada en el proceso de trabajo, genera un
mayor valor, la plusvalía, pero su origen está en una esfera distinta. Es en la esfera de la
producción donde la explotación de la fuerza de trabajo produce una plusvalía: “Al convertir el
dinero en mercancías que sirven de elementos materiales de un nuevo producto, el incorporarles
luego la fuerza de trabajo viva, el capitalista transforma el valor –del trabajo pasado, muerto,
convertido en cosa- en capital, en valor preñado de valor” (Marx, 1973: 201). Pero en tanto, es
el capitalista quien compra la fuerza del trabajo mediante su salario, como una mercancía más, y
el valor de uso de esa fuerza que dará origen a nuevo valor pertenecen al capitalista y por tanto
el producto generado en el proceso del trabajo es también propiedad del capitalista y es así
enajenado de su productor, el trabajador.
Tenemos aquí la clave para comprender la enajenación. Dijimos primero que tanto el
objeto de trabajo como los medios de trabajo, que en conjunto conforman los medios de
producción, son trabajo pasado, muerto, que el capitalista compra y los combina con trabajo
vivo, uso de la fuerza de trabajo, y consigue nuevas mercancías que contienen dentro de sí un
valor mayor. Obviamente, un capitalista no va a invertir con la pretensión de obtener
exactamente el mismo dinero que invirtió. Estos bienes no quedan en manos de los trabajadores
que los generaron, sino que son apropiados por el capitalista gracias a la propiedad privada de
los medios de producción que rige en nuestras sociedades. Ahora bien, el capitalista se queda
con las mercancías producidas. Estas son luego colocadas en la esfera de la circulación, o sea
puestas a la venta, es entonces donde los productos comienzan a mostrar un carácter misterioso,
las cosas parecen cobrar vida y son admiradas y deseadas por los hombres. Las mercancías
aparecen como ajenas a los hombres, según Marx, “el carácter misterioso de la forma mercancía
estriba (…) en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si
fuese un carácter material de los objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre
los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación establecida por los
mismos objetos, al margen de sus productores” (Marx, 1999:37). Esto es lo que Marx llama el
fetichismo de la mercancía; los productos del trabajo parecen cobrar vida y ocultan su origen de
ser producto de la explotación del trabajo humano, completando así la enajenación.
Queremos insistir en esta cuestión, pues el capital construirá sobre esa base todos los
instrumentos necesarios para la reproducción del régimen de explotación y dominación,
particularmente el Estado capitalista, que aparece como una institución de toda la sociedad, y
sin embargo está al servicio de las clases dominantes, ya que garantiza, de diversas maneras, la
reproducción de la sociedad en tanto sociedad capitalista, procurando favorecer el proceso de
acumulación de capital y con ello la división de clases que ella implica. La dinámica del capital
permite construir mediaciones que favorecen su dominación y que hoy se manifiestan mediante
los medios de comunicación, la labor ideológica, cultural y propagandística, pero también el uso
de la fuerza y la represión, con lo cual instala concepciones y visiones sobre la realidad que
buscan ocultar las implicancias profundas del capital como relación social, promoviendo el
consenso hacia el orden imperante. La explotación se esconde y sólo queda el fenómeno, y a
través del tiempo se instala el fetiche de la dominación de la mercancía, del dinero y del propio
Estado que aparece por encima de las clases. Por ello es que ahora con la Crisis mundial en
ciernes, el Estado interviene para resolver el problema… de las empresas en crisis…, no de los
millones de nuevos desempleados por los cierres o achiques de los empresarios. Es frente a este
estado de cosas que Marx, en el Manifiesto Comunista llamaba a los trabajadores a constituirse
en poder en la conquista de una genuina democracia, sin explotadores ni explotados: el
socialismo.
Para llegar a esta conclusión, señalamos que, por un lado, la mercancía es apta para
satisfacer necesidades humanas: es un objeto útil. Marx dirá que el valor de uso, o su
exterioridad, es el soporte material de la riqueza. Esto quiere decir que una mercancía puede ser
un objeto de valor en tanto tenga la capacidad de satisfacer necesidades humanas. Pero cuidado,
existen objetos útiles que no son mercancías, p.e. los bienes creados para el uso individual, es
decir, que no van con destino al mercado. Tampoco tiene valor el aire, y nadie duda de su
utilidad. Por su parte, la tierra no tiene valor, pues no es producto del trabajo humano. ¿Qué
ocurre entonces con el aire y la tierra? El aire no es apropiable y teniendo utilidad no es objeto
de cambio ni producto del trabajo humano, con lo que se obtiene directamente de la naturaleza.
La tierra es apropiable (se le puede preguntar a los pueblos originarios como fueron desplazados
por los propietarios a posteriori de esas tierras) y como tal se la vende (tiene precio) y tiene
utilidad, pero no tiene valor pues no es producto del trabajo humano. Insistamos, para ser
mercancía se requiere: a) ser producto del trabajo; b) tener utilidad; c) estar destinada al
intercambio. También debemos mencionar que, como veremos más adelante, precio no es lo
mismo que valor. En ocasiones en la vida cotidiana se pregunta cuánto “vale” algo y nos
contestan una magnitud, el precio, lo que hace confundir precio con valor. Ya precisaremos más
adelante el tema, pero retengamos el problema, pues el precio oscila por encima o por debajo
del valor. Lo fenoménico, lo concreto es el precio, pero lo esencial a descubrir es el valor, una
categoría clave de la Economía Política clásica y que Marx con su crítica contribuyó a
desentrañar.
9 “Los trabajos del sastre y el tejedor son elementos integrantes de los valores de uso levita y lienzo
precisamente por sus diversas cualidades; en cambio, sólo son sustancia y base de valores lienzo y levita en cuanto
en ellos se hace abstracción de sus cualidades específicas, para reducirlos a la misma cualidad: la del trabajo
humano” (Marx, 1999: 7).
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Al ser objetos útiles distintos, que satisfacen necesidades distintas, las mercancías pueden
ser intercambiadas. “En el tipo de sociedad que nos proponemos analizar, los valores de uso
son, además, el soporte material del valor de cambio” (Marx, 1999: 4). Este valor de cambio
constituye el segundo paso en el razonamiento de Marx para encontrar el fundamento del valor
de las mercancías.
A primera vista este valor de cambio se nos aparece como la relación cuantitativa en la
que se cambian unos valores de uso por otros. El hecho de que pueda establecerse una relación
de proporcionalidad entre dos objetos cualitativamente distintos, está marcando que existe
“algo” igual entre éstos, a partir de lo cual se los puede comparar e intercambiar. El valor de
cambio entonces, pone en evidencia este “algo” igual, y demuestra a su vez cómo la forma en
que esta sustancia distinta de él se manifiesta. Siguiendo el razonamiento, Marx dirá que esta
sustancia igual que se revela no es el valor de uso, ya que son las diferencias cualitativas entre
las distintas utilidades de las mercancías las que llevan a los productores a realizar el
intercambio. “Ahora bien, si prescindimos del valor de uso de las mercancías, estas sólo
conservan una cualidad: la de ser productos del trabajo” (Marx, 1999: 5). Es decir que ha
llegado al resultado que se analizó en primer lugar. Ese “algo común” que permite establecer
una relación cuantitativa, a partir de la cual se pueden intercambiar dos mercancías
cualitativamente distintas, es su valor. Y éste no es más que el trabajo humano abstracto
cristalizado en dicha mercancía. En consecuencia, valor de cambio es la forma en que el valor se
manifiesta en relación con otros valores, y el valor de uso, su contenido material.
Las consecuencias más importantes que se desprenden de este análisis son las siguientes:
una mercancía es un objeto útil; y es un valor, en tanto producto del trabajo humano abstracto
socialmente considerado. Además es un objeto producido por productores individuales
independientes unos de otros. “Sólo los productos de trabajos privados independientes los unos
de los otros pueden revestir en sus relaciones mutuas el carácter de mercancías” (Marx, 1999:9).
Es decir, son producidas por individuos para los cuales éstas representan un no-valor de uso y
de esta manera y, en tanto productos del trabajo humano, son susceptibles de ser intercambiadas
por otras mercancías que sí tengan para ellos una utilidad.
El dinero es una forma del valor, cuya circulación va del trueque a la forma dinero del
valor. El tema es importante porque en el intercambio aparece el dinero como expresión del
precio de las mercancías. El precio no es lo mismo que el valor de las mercancías. El precio
oscila entre las peores y las mejores condiciones que existen en el mercado. El valor es un
concepto promedio, social, de las condiciones medias de trabajo, mientras que el precio remite
al mercado (abundancia, escasez, lejanía, cercanía, etc.). Las cosas se venden a un precio, que
está por encima o por debajo de su valor. El fenómeno son los precios, lo que todos consideran
como concreto son los precios, el precio de los alimentos, el precio de la vestimenta, o el precio
de la recreación, tanto como el precio de la fuerza de trabajo (el salario). Lo que no se ve y es
esencial es el valor. El precio es el fenómeno y el valor la esencia. Lo que se ve es el precio y lo
que se esconde es el valor. Las formas del valor constituyen el movimiento de la esencia y el
dinero culmina el proceso presentándose con cualidades propias y alejadas de su origen: se
transforma en un fetiche. En el sentido común lo que se pretende es el dinero, sin asumir que
este es una forma del valor, producto del desarrollo social generado por el propio ser humano.
La función particular del dinero, en tanto mercancía que cumple la función de equivalente
general, mercancía de mercancías, es precisamente la de manifestar el valor: expresar la
cantidad de trabajo abstracto que nos permite realizar intercambios. La mercancía que asume
socialmente este lugar es concretamente igual que cualquier otra mercancía. Esta puesta ahí, nos
dice Marx, como consecuencia necesaria del proceso social, pero al igual que las demás
mercancías es ante todo un valor de uso, producto del trabajo humano concreto y privado.
El carácter misterioso de estas relaciones ocurre en tanto los Hombres las ven como
características propias de la mercancía que ocupa este lugar (el dinero) y no como características
de la función social que ella ocupa. El fetiche es ver en las cosas un valor en sí mismo; y no ver
que pueden ser relacionadas en tanto valores porque son partes individuales del trabajo
colectivo de la sociedad.
Hay que recordar que el fetichismo, como hemos dicho, es propio del modo de
producción de mercancías, por ende, para preguntarse por el origen del fetichismo, hay que
preguntarse por la génesis de la mercancía. Señalamos que si los objetos útiles adoptan la forma
de mercancía para poder ser intercambiados, es únicamente porque son el producto de trabajos
privados e independientes. Los productores independientes necesitan que sus productos; además
de ser valores de uso, y para satisfacer sus propias necesidades, sean susceptibles de ser
intercambiados de manera continua por otros productos, es decir sean valores. La mercancía
manifiesta entonces el doble carácter interno de ser a la vez, valor de uso y valor. La cual se
exterioriza, con el desarrollo del intercambio, en el desdoblamiento entre mercancía y dinero.
Aparece así una forma, socialmente determinada, que cumple la función de ser
encarnación material de valor. Los productores necesitan relacionar sus trabajos particulares a
través de ella. En este momento, el valor pasa a ser patrimonio de un objeto, que regula sus
relaciones sociales, ocultando justamente el fundamento social de las mismas. Los productores
intercambian sus productos como si el valor fuera una particularidad del objeto, que por ende
regula sus relaciones. De esta manera lo que permanece oculto es que son ellos mismos los que
relacionan sus trabajos privados en tanto partes constitutivas del trabajo social, de una forma
particular, históricamente determinada. “Al equiparar unos con otros en el cambio, como
valores, sus diversos productos, lo que hacen es equiparar entre sí sus diversos trabajos, como
modalidades de trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen” (Marx, 1999: 37). La génesis del
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fetichismo está entonces en la génesis de la mercancía, en la forma particular de relacionar los
productos del trabajo colectivo.
En primer lugar es útil recurrir a Marx cuando plantea que este proceso (el proceso de
cambio) produce un desdoblamiento de la mercancía en mercancía y en dinero.
El desarrollo del proceso de cambio hace necesario que se rompan los diques individuales
del intercambio directo de productos, el trueque. En éste, las personas que intercambian sus
valores de uso en tanto valores, son a la vez compradores y vendedores. Ambos intercambian un
valor de uso que no necesitan por uno que sí. En la circulación de mercancías, rompiendo con
este esquema, los actos de compra y venta se encuentran separados. “El proceso de cambio de
mercancías se opera, por tanto, mediante dos metamorfosis antagónicas y que se complementan
recíprocamente; transformación de la mercancía en dinero y nueva transformación de éste en
mercancía” (Marx, 1999:66). Por un lado, el vendedor realiza el precio de su mercancía, al
venderla, y transformando lo que era para él una mera representación de valor (su valor de uso),
por la materialización concreta del mismo (dinero). Por otro lado, posteriormente y dinero
mediante, el vendedor puede comprar el valor de uso que necesita, a otro productor que necesite
a su vez materializar el valor de su mercancía.
El proceso completo, en síntesis, es ilustrado por Marx con la forma M-D-M (mercancía-
dinero-mercancía). Compuesta a su vez por dos transformaciones antagónicas: la primera (M-
D), en donde la mercancía en tanto valor de uso, se transforma en materialización de valor,
como consecuencia del acto de venta; la segunda (D-M), en donde el valor materializado vuelve
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a transformarse en valor de uso, esta vez, en uno distinto al que inicialmente vendió, que le
resulte útil. Este proceso implica necesariamente la existencia de una mercancía, el dinero, que
funcione para el productor como “forma desprendida de su mercancía enajenada” (Marx,
1999:69). Y en tanto que ocupa este lugar, el dinero es, “...la forma enajenada de todas las
demás mercancías o producto de su enajenación general, es por ello mismo la mercancía
absolutamente enajenable” (Marx, 1999:7.0)
En el punto anterior fue analizado el fetiche del dinero a partir del fetichismo de la
mercancía. “El enigma del fetiche dinero no es, por tanto, más que el enigma del fetiche
mercancía, que cobra en el dinero una forma visible y fascinadora” (Marx, 1999:55). En el
proceso circulatorio, el dinero adquiere esta forma en tanto todos los productores se relacionan
con él, como la forma enajenada del valor de su mercancía. Con la circulación de mercancías, al
producirse el desdoblamiento mercancía-dinero, y en tanto que este último aparece como la
materialización del valor, su carácter concreto, en tanto producto del trabajo socialmente
considerado, aparece oculto.
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El desdoblamiento refuerza la cosificación de las relaciones sociales. El dinero, que
ocupa un lugar en el proceso de circulación como consecuencia de una relación social, aparece
oculto detrás del dinero-cosa, en tanto encarnación objetiva del valor; y desde allí se les
manifiesta a los Hombres como regulador del proceso circulatorio.
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