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Decisiones para la eternidad

Por el élder Russell M. Nelson


Del Quórum de los Doce Apóstoles
El uso sabio de la libertad para tomar sus propias decisiones es crucial para su
crecimiento espiritual, ahora y en la eternidad.

Mis queridos hermanos y hermanas, cada día es un día de decisiones. El


presidente Thomas S. Monson nos ha enseñado que “las decisiones determinan el
destino”1. El uso sabio de la libertad para tomar sus propias decisiones es crucial
para su crecimiento espiritual, ahora y en la eternidad. Nunca serán demasiado
jóvenes para aprender, ni demasiado viejos para cambiar. El deseo que tienen de
aprender y de cambiar proviene del anhelo divinamente infundido de progresar
eternamente2. Cada día brinda la oportunidad de tomar decisiones para la
eternidad.
Somos seres eternos: hijos en espíritu de Padres Celestiales. La Biblia dice que
“creó Dios al hombre a su imagen… varón y hembra los creó”3. Hace poco,
escuché un coro de niños cantar la querida canción “Soy un hijo de Dios”4, y me
pregunté: “¿Por qué no he escuchado a más madres y fieles padres cantar esa
canción?”. ¿Acaso no somos todos hijos de Dios? En realidad, ¡ninguno de
nosotros jamás dejará de ser hijo de Dios!
Como hijos de Dios, debemos amarlo con todo el corazón y toda el alma, incluso
más de lo que amamos a nuestros padres terrenales5. Debemos amar a nuestro
prójimo como hermanos y hermanas. No hay ningún otro mandamiento que sea
mayor que éstos6. Y siempre debemos venerar el valor de la vida humana, en
todas sus muchas etapas.
En las Escrituras se nos enseña que el cuerpo y el espíritu constituyen el alma del
hombre7. Como ser dual, cada uno de ustedes puede agradecer a Dios los dones
invalorables de su cuerpo y de su espíritu, los cuales Él les ha dado.

El cuerpo humano
Mi vida profesional como médico me dio un profundo respeto por el cuerpo
humano. Fue creado por Dios como un don para ustedes y ¡es absolutamente
increíble! Piensen en los ojos que ven, los oídos que escuchan y los dedos que
sienten todas las maravillosas cosas a su alrededor. Su cerebro les permite
aprender, pensar y razonar. Su corazón bombea sin descanso día y noche, casi sin
que ustedes se den cuenta8.
El cuerpo se protege a sí mismo. El dolor viene como un aviso de que algo está
mal y que requiere atención. Hay enfermedades infecciosas que atacan de vez en
cuando y, cuando lo hacen, se forman anticuerpos que aumentan la resistencia a
infecciones posteriores.
El cuerpo se repara solo; las heridas y los moretones sanan; los huesos rotos
pueden llegar a recuperar su fuerza. He citado sólo una pequeña muestra de las
muchas e increíbles cualidades del cuerpo que Dios les ha dado.
Aun así, parece que en toda familia, si no en toda persona, existen algunas
condiciones físicas que requieren atención especial9. El Señor ha dado el modelo
para enfrentar los desafíos de este tipo. Él dijo: “Doy a los hombres debilidad
para que sean humildes… porque si se humillan… y tienen fe en mí, entonces
haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos”10.
Con frecuencia, hay espíritus estelares que se alojan en cuerpos imperfectos11. El
don de esa clase de cuerpo puede, en realidad, fortalecer a una familia cuando los
padres y los hermanos, de su propia voluntad, organizan su vida para acomodar a
ese hijo o hija que nació con necesidades especiales.
El proceso de envejecimiento también es un don de Dios, lo mismo que la muerte.
La muerte final del cuerpo terrenal es esencial en el gran plan de felicidad12 de
Dios. ¿Por qué? Porque la muerte permitirá que su espíritu regrese a casa, a Él13.
Desde una perspectiva eterna, la muerte sólo es prematura para quienes no estén
preparados para comparecer ante Dios.
Siendo que el cuerpo es una parte tan vital del plan eterno de Dios, no es de
extrañar que el apóstol Pablo lo describiera como un “templo de Dios”14. Cada vez
que se miren en el espejo, vean su cuerpo como un templo. Esa verdad —
renovada con gratitud cada día— puede influir en forma positiva en sus
decisiones sobre la forma en que cuidarán su cuerpo y la manera en que lo
utilizarán; y esas decisiones determinarán su destino. ¿Por qué? Porque su
cuerpo es el templo de su espíritu, y la manera en que utilizan su cuerpo afecta a
su espíritu. Entre las decisiones que determinarán su destino eterno se
encuentran las siguientes:
• La forma en que decidan cuidar y utilizar su cuerpo

• Los atributos espirituales que decidan cultivar

El espíritu humano
Su espíritu es un ser eterno. El Señor le dijo a Su profeta Abraham: “…fuiste
escogido antes de nacer”15. El Señor dijo algo similar en cuanto a Jeremías16 y
muchas otras personas17. Incluso lo dijo de ustedes18.
Su Padre Celestial los ha conocido por mucho tiempo. Ustedes, como Sus hijos o
hijas, fueron escogidos por Él para venir a la tierra precisamente en esta época,
para ser líderes en Su gran obra sobre la tierra19. Se los escogió, no por sus
características corporales, sino por sus atributos espirituales, tales como la
valentía, la intrepidez, la integridad de corazón, la sed de la verdad, el hambre de
sabiduría y el deseo de servir a los demás.
Ustedes cultivaron algunos de esos atributos en la vida premortal. Los demás los
pueden cultivar aquí en la tierra20 a medida que los procuren con persistencia21.
Un atributo espiritual fundamental es el del autodominio: la fuerza para poner el
razonamiento por encima del apetito. El autodominio crea una conciencia fuerte,
y su conciencia determina sus respuestas morales en situaciones difíciles,
tentadoras y complicadas. El ayuno ayuda a su espíritu a cultivar el dominio
sobre los apetitos físicos. El ayuno también aumenta su acceso a la ayuda divina,
ya que intensifica sus oraciones. ¿Por qué hay necesidad de autodominio? Dios
implantó en nosotros fuertes apetitos de afecto y de amor, los cuales son vitales
para que la familia humana se perpetúe22. Cuando dominamos nuestros apetitos
dentro de los límites de las leyes de Dios, podemos disfrutar de una vida más
larga, un amor más profundo y un gozo consumado23.
No es de sorprenderse, entonces, que la mayoría de las tentaciones para que nos
alejemos del plan de felicidad de Dios vengan a través del mal uso de esos
apetitos esenciales que Dios nos dio. No siempre es fácil controlar nuestros
apetitos. No hay ninguno de entre de nosotros que los domine a la perfección24.
Se cometen errores, equivocaciones y pecados. ¿Qué podemos hacer entonces?
Podemos aprender de ellos, y podemos arrepentirnos sinceramente25.
Podemos cambiar nuestra conducta; incluso nuestros deseos pueden cambiar
¿Cómo? Solamente hay una manera. El verdadero cambio, el cambio permanente,
sólo viene mediante el poder sanador, limpiador y habilitador de la expiación de
Jesucristo26. Él los ama, ¡a cada uno de ustedes!27. Él les permite tener acceso a Su
poder conforme guarden Sus mandamientos con firmeza, sinceridad y exactitud.
Es así de sencillo y de seguro. ¡El evangelio de Jesucristo es un Evangelio de
cambio!28.
Un espíritu humano fuerte, que tiene control de los apetitos de la carne, es dueño
de sus emociones y pasiones, y no es esclavo de ellas. ¡Ese tipo de libertad es tan
vital para el espíritu como lo es el oxígeno para el cuerpo! ¡La libertad de la
esclavitud que uno se impone a sí mismo es la verdadera liberación!29.
Somos “libres para escoger la libertad y la vida eterna… o escoger la cautividad,
[la miseria] y la muerte”30. Cuando elegimos el camino más elevado hacia la
libertad y la vida eterna, ese camino incluye el matrimonio31. Los Santos de los
Últimos Días proclaman que “el matrimonio entre el hombre y la mujer es
ordenado por Dios” y que “la familia es fundamental en el plan del Creador para
el destino eterno de Sus hijos”. También sabemos que “el ser hombre o el ser
mujer es una característica esencial de la identidad y del propósito premortales,
mortales y eternos de la persona”32.
El matrimonio entre el hombre y la mujer es fundamental en la doctrina del
Señor, y es crucial en el plan eterno de Dios. El matrimonio entre el hombre y la
mujer es el modelo de Dios para tener una vida plena en la tierra y en el cielo. No
se puede abusar, malentender ni malinterpretar el modelo de Dios en cuanto al
matrimonio33; si es que se desea el verdadero gozo. El modelo de Dios para el
matrimonio protege el poder sagrado de la procreación y el gozo de la verdadera
intimidad matrimonial34. Sabemos que Dios unió en matrimonio a Adán y a Eva
antes de que experimentaran el gozo de unirse como marido y mujer35.
En nuestros días, los gobiernos civiles tienen interés particular en proteger el
matrimonio porque las familias fuertes constituyen la mejor manera de proveer
para la salud, la educación, el bienestar y la prosperidad de las nuevas
generaciones36. Sin embargo, los gobiernos civiles se ven muy influenciados por
las tendencias sociales y las filosofías seculares cuando escriben, modifican y
ejecutan las leyes. Independientemente de qué leyes civiles se aprueben, la
doctrina del Señor concerniente al matrimonio y la moralidad no se puede
cambiar37. Recuerden: el pecado, aunque el hombre lo legalice, ¡sigue siendo
pecado a los ojos de Dios!
Aunque debemos emular la bondad y la compasión del Salvador, y aunque
debemos valorar los derechos y los sentimientos de todos los hijos de Dios, no
podemos cambiar Su doctrina. No es nuestra para cambiarla. Nuestra
responsabilidad en cuanto a Su doctrina es estudiarla, entenderla y defenderla.
El modo de vida del Salvador es bueno. Su modo incluye la castidad antes del
matrimonio y la fidelidad total dentro del matrimonio38. El modo del Señor es la
única forma de tener felicidad perdurable. Su modo brinda consuelo constante a
nuestra alma y paz perpetua a nuestro hogar. Y lo mejor de todo, Su modo nos
conduce a nuestro hogar junto a Él y a nuestro Padre Celestial, a la vida eterna y
la exaltación39. Ésta es la esencia misma de la obra y la gloria de Dios40.
Mis queridos hermanos y hermanas, cada día es un día de decisión, y las
decisiones que tomamos determinan nuestro destino. Algún día, cada uno de
nosotros comparecerá ante el Señor para ser juzgados41 y tendremos una
entrevista personal con Jesucristo42. Daremos cuenta de las decisiones que
tomamos en cuanto a nuestro cuerpo, nuestros atributos espirituales y la forma
en que honramos el modelo de Dios para el matrimonio y la familia. Ruego
sinceramente que cada día tomemos decisiones sabias para la eternidad. Es mi
oración, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

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