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El Salvador les contó a Sus discípulos acerca de un hijo que dejó a su padre rico, fue a una provincia apartada
y malgastó su herencia. Cuando vino una hambruna, el joven tomó el humilde empleo de apacentar cerdos;
tenía tanta hambre que quería comer las algarrobas que eran para los animales.
Lejos de casa, lejos del lugar donde quería estar y en su condición de indigente sucedió algo de
transcendencia eterna en la vida de ese joven. En las palabras del Salvador: “[volvió] en sí” (Lucas 15:17).
Recordó quién era, se dio cuenta de lo que había perdido, y comenzó a desear las bendiciones que estaban
disponibles gratuitamente en la casa de su padre.
En el transcurso de nuestra vida, ya sea en momentos de oscuridad, de desafío, de pesar o pecado, nosotros
podemos volvernos en Si, sentir al Espíritu Santo que nos recuerda que somos verdaderamente hijos e hijas
de un amoroso Padre Celestial que nos ama y podríamos sentir hambre por las sagradas bendiciones que
sólo Él puede proveer. En esos momentos cada uno de nosotros debe esforzarse por volver en sí y regresar
a la luz del amor de nuestro Salvador. Al aumentar nuestros deseos espirituales, nos volvemos
espiritualmente autosuficientes.
Élder Joseph B. Wirthlin: “¿Administramos sabiamente nuestro dinero? ¿Gastamos menos de lo que
ganamos? ¿Evitamos deudas innecesarias? ¿Seguimos el consejo de las Autoridades Generales de
‘almacenar suficiente alimento, ropa y, en donde sea posible, combustible para que duren por lo menos un
año? ¿Enseñamos a nuestros hijos a valorar y a no desperdiciar lo que tienen? ¿Les enseñamos a trabajar?
¿Comprenden la importancia de la ley sagrada del diezmo? ¿Tenemos los estudios suficientes y el empleo
adecuado? ¿Mantenemos buena salud al vivir la Palabra de Sabiduría? ¿Estamos libres de los efectos
adversos de las substancias nocivas?” (“El programa inspirado de bienestar de la Iglesia”, Liahona, julio de
1999, pág. 91).
Para llegar a ser autosuficientes, debemos:
Pagar diezmos y ofrendas.
Evitar contraer deudas innecesarias y ahorrar para el futuro.
Pagar las obligaciones contraídas.
Utilizar nuestros recursos y bienes con prudencia y evitar malgastarlos.
Utilizar sabiamente el tiempo.
Estar dispuestos a servir a los que tengan necesidad poniendo a su disposición nuestro tiempo,
nuestros talentos, nuestros recursos y bienes”
La fortaleza social, emocional y espiritual
“Debemos esforzarnos por vivir rectamente, desarrollar una buena relación con los integrantes de nuestra
familia y con otras personas, y por sentirnos satisfechos con nosotros mismos.
Salud
“Una de las razones por las que hemos venido a esta tierra es la de obtener un cuerpo, lo cual es un paso
necesario para llegar a ser como nuestro Padre Celestial. El Señor nos ha mandado conservar nuestro cuerpo
y nuestra mente en buen estado de salud (véase D. y C. 88:124 “Cesad de ser ociosos...” y D. y C. 89). Cuando
lo hacemos, nos encontramos en mejores condiciones de satisfacer nuestras propias necesidades y de
prestar servicio a los demás.
Trabajo o empleo
“Cuando tenemos un trabajo o empleo honesto y trabajamos como el Señor nos lo ha mandado, podemos
proveer para nuestras necesidades, para las de nuestra familia y para las de otras personas. Un buen trabajo
nos da también la oportunidad de mejorar nuestros talentos y desarrollar nuestros atributos divinos. Cuando
el trabajo que tenemos se ajusta a nuestros intereses y habilidades, y satisface nuestras necesidades, nos
sentimos mucho más felices. El Señor nos ha mandado trabajar y proveer para nuestras necesidades y para
las de nuestra familia.
“porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes. Y en tanto que los hombres hagan
lo bueno, de ninguna manera perderán su recompensa” (D. y C. 58:26–28).
El profeta José Smith: “Creemos que Dios ha creado al hombre con una mente capaz de recibir instrucción,
y una facultad que puede ser ampliada en proporción al cuidado y diligencia que se da a la luz que del cielo
se comunica al intelecto; y que cuanto más se acerca el hombre a la perfección, tanto más claros son sus
pensamientos y tanto mayor su gozo, hasta que llega a vencer todas las malas cosas de su vida y pierde todo
el deseo de pecar; e igual que los antiguos, llega su fe a ese punto en que se halla envuelto en el poder y
gloria de su Hacedor, y es arrebatado para morar con Él. Pero consideramos que éste es un estado que
ningún hombre alcanzó jamás en un momento” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 54).
El camino a la perfección requiere vivir el Evangelio cada día, siempre. El esforzarse en llegar a ser
autosuficiente temporalmente requiere poner en práctica todos los principios del evangelio de Jesucristo.
Élder M. Russell Ballard del Quórum de los Doce Apóstoles: “Pidan a su Padre Celestial que los bendiga con
fe y valentía, y Él los ayudará a soportar cualquier problema que tengan que afrontar. Él los ayudará a vencer
la soledad, los sentimientos de desesperación y desesperanza, los contratiempos de naturaleza personal,
emocional, económica e incluso espiritual; o los fortalecerá cuando sencillamente se sientan abrumados por
todas las cosas que les demandan atención y tiempo. Él les brindará la capacidad para prestar servicio
fielmente en toda asignación que reciban de sus líderes locales de la Iglesia. La fe y el conocimiento que
ustedes tengan de la restauración del Evangelio les darán fortaleza para ser fieles y veraces a los convenios
que hayan hecho con el Señor, y para brindar sus energías y talentos con agrado con el fin de edificar el
Reino de Dios sobre la tierra.
Obispo Robert D. Hales, en ese entonces Obispo Presidente de la Iglesia: “Hoy se nos pide enseñar y
practicar el principio del trabajo, la autosuficiencia, la vida providente, el dar, el cuidar del pobre, aumentar
nuestras generosas ofrendas de ayuno para ayudar a los necesitados, prestar más amplio servicio caritativo,
hacer participar a nuestros familiares en actos de servicio unos para con otros y a nuestros semejantes”
(véase “Los Principios de Bienestar son para guiar nuestra vida: Un plan eterno para el bienestar de las almas
de los hombres”, Liahona, julio de 1986, 28).
Élder Russell M. Nelson del Quórum de los Doce Apóstoles: “Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance
por tratar de mejorar cada día. Cuando surjan nuestras imperfecciones, continuemos corrigiéndolas;
aprendamos a perdonar los defectos en nosotros mismos, así como en las personas a las que amamos;
recibiremos consuelo y paciencia. El Señor enseñó: ‘No podéis aguantar ahora la presencia de Dios…; por
consiguiente, continuad con paciencia hasta perfeccionaros’ [D. y C. 67:13]” (véase “La inminencia de la
perfección”, Liahona, enero de 1996, págs. 101–102).