Rafael Agapito Pajares Garcia

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Rafael Agapito Pajares García

LA EXPERIENCIA RELIGIOSA EN EL SER HUMANO ¿BÚSQUEDA HUMANA O


CONEXIÓN CON LO SAGRADO?

Un hecho relevante en la historia universal es la constatación de la existencia de


la(s) religión(es) en “todo tiempo histórico y en toda cultura”; incluso en aquellas que
experimentaron un desarrollo aislado del resto de sociedades o civilizaciones. En ese
sentido, se puede afirmar que el hombre se muestra ante el tiempo como “una criatura
religiosa”, que tiende hacia la construcción de estructuras de pensamiento religioso -
más o menos complejo-, como parte de su desarrollo en sociedad (García, J, 2009, p.
116).

Un principio que busca explicar el fenómeno descrito anteriormente es el


principio de causalidad evidente, según el cual los seres humanos tienden a buscar las
causas del mundo y fenómenos que los rodean para comprenderlos. Según esta
posición, la religión responde a este afán de las primeras sociedades y civilizaciones
por explicar el origen y sentido de los seres y las cosas (Bentué, 2012). Estas primeras
explicaciones, de carácter sobrenatural y simbólico, atribuían estos orígenes y sentido a
fuerzas trascendentales y absolutas (dioses en las religiones teístas) que habían
organizado el mundo y se hallaban por encima de ellos.

Además de ayudar a explicar las causas fundamentales de las cosas y los


fenómenos, la religión también dotaba de sentido a la propia existencia humana. En ese
sentido, el pensamiento religioso era clave para comprender los principales fenómenos
de la vida de los hombres, como explicar el por qué y la finalidad de su propia
existencia, el sentido y la trascendencia de la muerte, y la convivencia en sociedad. Así,
en la experiencia religiosa; es decir, en la experiencia –intuitiva y preracional primero, y
luego consciente y racional –de las personas con ese principio trascendental y absoluto
que explica el mundo, los seres humanos construían o reconocían una orientación para
sus vidas y la de sus congéneres (García, J, 2009, p. 117).
Hasta este punto, es posible considerar que la experiencia religiosa es producto
de la angustia del hombre por comprender el mundo y hallar respuestas a preguntas
fundamentales vinculadas con el sentido de la vida y la muerte. Esa pretensión del
hombre por explicar su realidad se proyecta en la creación de dioses propios y en la
construcción de sistemas religiosos con base en un principio absoluto.

No obstante lo anterior, la variedad de culturas y civilizaciones ha implicado que


las experiencias religiosas de cada una de estas haya estado impresa de un sello de
diferenciación respecto de las demás; lo que conlleva a la diversidad de religiones. Así,
si bien pueden reconocerse aspectos en común entre en las concepciones religiosas de
diferentes culturas en torno a la muerte, existen otros elementos que las hacen
diferentes pues responden a la características de su propio contexto histórico y cultural.

Por ejemplo, en la religión islámica, la pretensión del hombre por comprender la


manera en cómo se organiza el mundo derivó en la construcción de una religión
monoteísta que tiene en Alá el principio fundamental de las cosas. Como tal, la creencia
en Alá ayuda a los hombres a resolver la angustia universal de lo que depara la muerte.
La incertidumbre de la posible “nada” después de morir se descarta y, en su lugar, se
formula una promesa de resurrección y de gozo, siempre y cuando las personas se
hayan mostrado respetuosas y sometidas al dios único. De esa manera se responde a
uno de las grandes interrogantes de la humanidad acerca del sentido de la muerte,
pues se cree que así como Alá fue el creador de la vida, es él quien, a través de su
voluntad y designios, dispone de la muerte de los hombres (Galindo, 2003, p. 4).
Entonces, la muerte, un hecho ya comprendido como inevitable, cobra un sentido en
tanto es decisión de un dios que determina la fecha, hora y lugar para que esta ocurra.

La incertidumbre frente a la muerte se disipa en el islam con la creencia en


lugares diferentes para los muertos una vez que se hallen frente a la inminencia del
Juicio Final (Bentué, 2009, p. 245). Para los fieles que vivieron según la ley de Alá se
abre un lugar que redunda en ambientes cargados de vegetación, frutos y agua –lo que
contrasta con el medio geográfico árido en el cual se desarrolló la civilización islámica-,
mientras que para los infieles e injustos se depara un lugar lúgubre, de tormentos y
castigos eternos.
El destino de los hombres tras su muerte, y el sentido de este último fenómeno,
se vincula directamente con el sentido de la vida, ya que esta es concebida como un
periodo de prueba y preparación, en el sentido de que el hombre debe estar preparado
para morir frente a lo súbito que podría ser este último acontecimiento (Castañeda,
2009, 495-496). Esta preparación debe ser constante pues el hombre no conoce el
tiempo exacto de su muerte, por lo que es imprescindible que viva según el temor y
sometimiento a Dios.

Por esa razón, el sentido de la muerte, en estrecha relación con el sentido de la


vida, son aspectos claves en la sociedad islámica pues ordena y dota de sentido a las
prácticas y tradiciones que han sido parte constitutiva de su identidad cultural y de su
desarrollo histórico. Esta constitución de la identidad islámica también reside en el
cumplimiento de normas que van determinadas por la revelación divina a Mahoma y
que han sido recogidas en el Corán.

Con todo, se considera que la experiencia religiosa es producto de la búsqueda


humana por comprender el mundo y aliviar la angustia de la imposibilidad de acceder al
conocimiento pleno de las cosas y los misterios de su propia existencia (Mafla, 2013,
pp. 434-437). Además, muchos de sus anhelos de justicia se tratan de resolver al
trascender la vida terrenal; de allí que, por ejemplo, la promesa de resurrección en el
islam venga acompañada de una certeza de justicia divina que no se logra en este
mundo.

Referencias bibliográficas

Bentué, A. (2009). Dios y dioses. Historia religiosa del hombre. Pontificia Universidad
Católica de Chile.

Bentué, A. (2012). Pensamiento inductivo e idea de Dios. En Anales de la Facultad de


Teología, vol. V, 61-86.

Castañeda, J. (2009). De la muerte y las muertes en el mundo islámico: algunas


reflexiones sobre la muerte de Muhammad, el profeta. En Estudios de Asia y
África, vol. XLIV, núm. 3, 491-525.
Galindo, E. (2003). La muerte en el islam. En Encuentros islamo-cristiano, (372), 1-8.

García, J. (2009). Sobre la experiencia religiosa: una aproximación fenomenológica. En


Folios, núm. 30, 115-126.

Mafla, N. (2013). Función de la religión en la vida de las personas según la psicología


de la religión. En Theologica Xaveriana, (63), núm. 176, 429-459.

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