En este trabajo práctico continuaremos con el tema 4 “Salud, enfermedad,
atención” del programa de trabajo prácticos. Los principales objetivos de esta clase son:
Identificar y contrastar los distintos criterios para definir la salud y la
enfermedad, problematizando la relación enfermedad-anormalidad.
Comprender el concepto de medicalización y sus implicancias como
estrategia de control social.
En la clase anterior iniciamos el tema 4 con el texto de Herzlich y Pierret
(1988) quienes nos acercaron una perspectiva histórica en el abordaje de los procesos de salud, enfermedad y atención. Esta perspectiva nos permite comprender que tanto la forma de definir los padecimientos humanos, así como las prácticas para mitigarlos, y las instituciones involucradas en ocuparse de estos, han ido variando a través del tiempo entre los distintos grupos humanos.
Como señalamos anteriormente en los objetivos, un eje que es preciso
destacar es el rol de la medicina en la actualidad como agente de control social y el modo en que se constituyó como tal. Desde la visión médica positivista, que se nutrió de los conocimientos de la biología, la etiología de la enfermedad se atribuye a un agente externo que penetra en el cuerpo o a la alteración del buen funcionamiento del organismo. En este contexto, la legitimación de la biomedicina como forma de resolver padecimientos se cimentó a partir de la curación de diversas patologías infectocontagiosas y en otros avances científicos para algunos tratamientos. Esa legitimidad se ha fortalecido a lo largo del tiempo, ampliando el campo de acción de la mirada médica sobre conductas y comportamientos (por ejemplo, homosexualidad, alcoholismo, comportamiento escolar) que no pueden ser parcial o completamente sostenidos como un problema biológico.
Es decir, la medicina científica (o biomedicina) ha logrado posicionarse
como voz autorizada en Occidente de la definición de una parte de aquello que se considera como conducta “anormal” y de la solución viable para restablecer la “normalidad”. En consecuencia, la institución médica occidental se ha convertido en un agente de control social de la conducta considerada como anormal y son los equipos de salud quienes intervienen para el retorno a la conducta normal.
A diferencia de los enfoques biologicistas de la enfermedad, la perspectiva
socioantropológica recupera los aspectos históricos y culturales de las sociedades y de los sujetos; y nos permite indagar las construcciones socioculturales sobre los del procesos de salud y enfermedad y las formas de atención de los padecimientos. Desde esta perspectiva entendemos, siguiendo a Conrad (1982), que las enfermedades son juicios que los seres humanos emiten en relación con condiciones que existen en el mundo natural, es decir son construcciones sociales e históricas, lo cual implica considerar que los fenómenos y los conceptos varían en el tiempo y en el espacio; que cada grupo humano, tanto del pasado como del presente, construye colectivamente sus formas particulares de pensar, sentir y actuar “normalmente”. En este sentido podemos agregar que los fenómenos concebidos como anormales y como enfermedades también serán diversos, ya que dependen de los criterios que establezca cada sociedad en los diferentes momentos históricos.
Veremos que en las sociedades capitalistas dichos criterios se vinculan a la
capacidad de producción y reproducción del sistema social y generalmente son definidos por actores sociales con mayor poder en la estructura social. En nuestro contexto sociocultural, es la institución médica -principalmente y en el sentido más amplio-, quien define los criterios de normalidad como estado de salud. Esta normalidad la considera, desde una visión positivista, sobre los aspectos biológicos de la vida humana. En este marco, la medicina científica (biomedicina) se presenta como hegemónica, debido a la legitimidad lograda, que la habilita a dictaminar sobre las conductas de cada vez más aspectos de nuestras vidas. A este proceso se lo denomina medicalización de la vida. La misma se sustenta en los avances científico-tecnológicos. Por lo tanto, las etiquetas asignadas por esta institución serán entendidas como aquello que es anormal, asumiendo un rol como agente de control social, proponiéndose limitar, modificar, regular, aislar, o eliminar el comportamiento anormal socialmente definido, utilizando medios médicos en nombre de la salud (Conrad 1982).