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“Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar” Gamoneda

REVISTA DE CRÍTICA POÉTICA

Iª época nº1 2007

Ejemplar gratuito
REVISTA DE CRÍTICA POÉTICA

Iª época nº 1 2007
PUERTO, nº 1 (2007)
Revista de crítica poética

C/ Afán de Ribera, 212


41006 Sevilla

E-mail: Revista_Puerto@hotmail.com
http://revistapuerto.blogspot.com

Director, maquetador y diseñador:


Jaime Galbarro García
Asesor: Diego Vaya

Imagen de la portada: La Revista de Crítica Poética


Medusa de Caravaggio Puerto está abierta a poetas y críti-
cos que deseen enviar sus obras o
sus colaboraciones. Pero no estará
Colabora: Aula de Cultura de la Facultad
obligada a mantener correspon-
de Filología de la Universidad de Sevilla. dencia, o publicar reseñas no soli-
Edita la Asociación Novel de Filología citadas.
(ANFI).

ISSN: 1886-3043
Depósito Legal: SE-5945-05
REVISTA DE CRÍTICA POÉTICA

Iª época nº 1 2007

Flota de amarre

EL ACANTILADO ................................. p. 5 UN CANTO A RAS DE TIERRA ... p. 16


de José María Algaba de Diego Vaya
por Manuel Moya por Antonio Morales

LADINO ..................................................... p. 7 AQUEL INSTANTE EN QUE... .... p. 18

de Joan de la Vega de Sergio Gadea Escudero


por Eduardo Moga por Antonio Moreno Ayora

EL SUEÑO DEL MONÓXIDO ....... p. 10 FATIGA DE MATERIALES ............. p. 19


de José Daniel García de Gonzalo Escarpa
por Jaime Galbarro García por Carmen Camacho

HOMENAJE A LA FIESTA... ......... p. 11 FIERA VENGANZA DEL TIEMPO p. 20


de VV. AA. de Carlos Vaquerizo
por Giacomo da Lentini por Miguel Florián

Muelle de carga

Reseñas a cargo de Jaime Galbarro García


y Diego Vaya ... p. 25
Flota de amarre
acantilado, que bien pudieran armar-
se como una trilogía, encontramos a
un poeta mucho más enrocado en sí
El acantilado
mismo, pero también más herido, más
José María Algaba
extrañado, más conflictual en suma,
Algaida, Sevilla, cercano ya, tanto en el fraseo cuanto
2006, 76 pp. en la desnuda dramatización, al ex-
presionismo centroeuropeo de Celan,
Holan o Benn, o al hermetismo italiano
de Montale, Quasimodo, Caproni o Luzi.
Algaba es, digámoslo sin rodeos,
Con El acantilado conseguía un poeta entrañado, que observa el
José María Algaba el premio “Ciudad mundo desde la desnudez y la crude-
de Salamanca” de poesía en el otoño za de un lenguaje en tensión, rozando
de 2005. Con anterioridad, y hasta siempre lo irracional, pero sobre todo
con posterioridad, alcanzó otros pre- desde ese laborioso exilio que debe
mios relevantes del panorama autoimponerse todo artista verdadero,
español, como son el “Luis Cernuda”, para quien la poesía sea, sin quizás,
el “Cáceres”, “Patrimonio de la un arte sin concesiones, a sangre, el
Humanidad”, el “José Hierro” o el oficio de la desnudez y el exilio per-
“Aljavive”, por no ser exhaustivos. manentes. El acantilado, que ya
José María Algaba (Sevilla, desde su propio título nos sitúa justo
1954), digámoslo cuanto antes, es un en los límites de nuestra propia expe-
atípico poeta sevillano. Su dicción, riencia como hombres, es un libro que
rica, sustantiva y honda, que conoce se suspende sobre el filo de la navaja,
la tradición natal, como de sobra dejó abierto al dolor y el desarraigo, pero
demostrado en sus primeras obras, le también a una cierta dosis de ternura
hace desembocar en otras betas forá- -entendida como el afán de compren-
neas donde cohabitan la esencialidad der y extenderse en la existencia de
y la tensión del lenguaje. Si sus pri- los demás. Tanto el uno como el otro,
meros libros, La quimera encendida, el desarraigo y el dolor, comparecen
La casa de las sirenas, El bruñidor de por estas páginas densas, apercibidas
ágata o El sudario de Laertes nos de luz y de sombras escalofriantes, en
mostraban a un hombre adolorido, toda su radical lucidez, entrañados y
por más que su dolor quedase acuña- plenos de desazón y desasosiego y
do, atenuado por una dicción de cier- donde no sólo no se rehuye la llaga,
ta delicadeza tonal, en sus tres libros sino que el poeta se abisma en la pro-
últimos, El silencio de Isaac, pia conciencia de la llaga para desde
Fragmento único, y el presente El allí mostrarnos la caída, justo donde
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la palabra limita, ya sí, con el acanti- tradición mediterránea. De toda esta
lado: “el poeta, que nunca llega a “gran herida abierta” que él hace su
saber qué cierra / abre sombras y bandera, extrae Algaba una icono-
resurrecciones / y de repente es el pie / grafía precisa, pero la partitura incon-
que sostiene el abismo”. fundible, la tensión dramática, desco-
Como queda ya insinuado, la voz nocida a mi modo de ver en la última
de este hombre íntegro no ha dejado poesía española, nos sitúa ante una
de crecer y de abismarse desde la obra torrencial y densa, que explora
publicación de El silencio de Isaac en hasta las heces el alma humana.
una sucesión de obras que se desarro- Conflicto y revelación, pero también
llan en el límite del decir. Con el men- rebelión y comunión, parecen darse la
cionado libro abría un territorio per- mano en esta voz que nos llega de lo
sonal y conflictual que, en dosis de hondo del alma humana, en lo que es
menor tensión, ya se encontraba pre- una persecución agonística llevada, lo
sente en sus obras primeras, aunque repito, hasta sus últimas consecuen-
no es menos cierto que será a partir cias: “cada nota es un muerto /
del abismo que se abre ante él, con la cerrazón, cerradura”. El papel de la
visión entregada del padre, cuando el palabra y del decir en esta aventura no
poeta que hay en José María Algaba es otra que situarse en el “acantilado”
implosiona y encuentra su verdadero de esa realidad otra que una y otra vez
territorio nuclear, abriéndonos la se nos escapa y que sólo el poeta -el
puerta a un mundo habitado por som- poeta con mayúsculas, se entiende-
bras y presencias que vigilan al poeta puede revelarnos. Si en Único frag-
desde la oscuridad para acabar con- mento, la figura tutelar del padre
virtiéndose en luz nueva, pero también (Isaac), reaparece como hombre y
en razón oscura. Frutos de esta ten- Dios al mismo tiempo, dando paso al
sión dramática serán los libros Único universo intocado pero vulnerable de
fragmento y ahora El acantilado. las hijas, en un ir y venir donde no
El acantilado, el último de los falta ni la ternura ni la desesperación,
libros publicados hasta la fecha -se en El acantilado se completará el
halla en proceso de impresión el ciclo familiar con la presencia de la
impresionante Libro de Ajax, ¡leánlo, madre, que encarna lo telúrico, lo
por favor, no se lo pierdan!- por José nutricio y a quien llega a equiparar en
María Algaba no añade amplitud sino su papel envolvente y sagrado a Dios.
intensidad a este ciclo. Como sugiere El poeta, mediador y recluso entre
el título, en El acantilado se remata esos tres mundos, en el de la madre
este gran retablo expresionista, donde como ser de luz, en el dolor encarna-
confluyen los helados pámpanos cela- do por el padre (“padre sin voz, ya
nianos, la sombra del último Juan soy tu hijo muerto / mírame regresar
Ramón, y el preciso bisturí la gran de una casa extraña”) y en la esperanza
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-que es también desesperanza- repre-
sentado por las niñas (y yo abracé a
mis hijas en un abrazo hermoso, / y
Ladino
no tuve consuelo), se halla en una
Joan de la Vega
situación sin aparente salida, ante una
verdad obvia, pero que al sernos reve- Trea, Gijón,
lada inequívocamente, nos coloca 2006, 206 pp.
ante el dolor abisal, ante el acantilado,
como nos recuerda el final del con-
movedor “Asfodelos”, uno de esos
poemas que delatan a un poeta verda- BARROCO MODERNO
dero: “y descendió al fondo más oscu-
ro,/ hacia el olor a fuego de la mesa, / Un rasgo formal unifica estos
y ya no hay muertos, dijo”. tres libros, los primeros de Joan de la
La obra de Algaba, como tam- Vega (Santa Coloma de Gramenet,
bién la de Miguel Florián o la del 1975), agrupados en Ladino: el uso
joven Diego Vaya abren nuevos y del poema en prosa, por lo general
esperanzados horizontes en la a veces breve y rotundo, de aires gamonedia-
demasiado solipsista y estereotipada nos. En Ixtab, las composiciones
poesía sevillana. Ojalá, ojalá cunda el adoptan suaves -y ocasionales- perfi-
ejemplo. les versales: del bloque compacto sur-
gen, a veces, como versículos. En
MANUEL MOYA Ipalnemoani, la parte final de la tri-
logía, los poemas se alargan percepti-
blemente. El poema en prosa consti-
tuye un rasgo de modernidad: su dis-
currir exonerado de las pautas métri-
cas, rítmicas o estróficas tradicionales
se adapta mejor al fluir del pensa-
miento y transcribe con mayor nitidez
la respiración del poema en construc-
ción, que es lo mismo que decir de la
conciencia en construcción.
Otra característica llama la aten-
ción en Ladino: la adjetivación pode-
rosa. Los epítetos de Joan de la Vega
no buscan meramente calificar a los
sustantivos a los que acompañan, sino
muscularlos, subrayarlos con violen-
cia. Al poeta le gusta practicar los
contrarios; por eso hallamos frecuen-
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tes oxímoros: “grito estático”, “noc- “¿Qué debo hacer con este resenti-
turno día”, “luz negra”. La poesía de miento del sentimiento trágico de la
Joan de la Vega aspira a repujar la vida?”, lo que nos lleva a otro de los
realidad, a hacer más viva la vida, a motivos que aletea en estas páginas:
dotar de pasión y sentido a lo que el aliento de Dios, la pugna con la fe,
decae o palidece. Es una poesía tensa acaso como desafío, acaso como sal-
y desesperada, sabedora de que todo vación. En Inti-huatana son remarca-
fluye, de que todo se desmiente y bles las imágenes asociadas al naufra-
escapa, y que quiere retener, habitar, gio -“el arte de naufragar”, “la luz del
respirar cuanto lo rodea. Quizá por naufragio”-, que también aparecen en
eso también practica aliteraciones, Ipalnemoani, donde se integran en un
puntadas sonoras que aspiran a traer a conjunto de poemas de tema marino.
la página el sonido verdadero de lo El mar, antiquísima metáfora, repre-
evocado: “Zurzo el cuerpo vagabun- senta simultáneamente la libertad y la
do del cierzo”; “y el temor: rumor de muerte, el amor y el dolor, el tiempo
olas en la retina sin lumbre”. y la extinción del tiempo.
El rasgo principal de Ladino es, Ciertos motivos o temas apare-
no obstante, la violencia de su dic- cen de forma recurrente, como venta-
ción. En sus poemas abundan térmi- nas en el pozo de oscuridad que es
nos como “vacío”, “muerte”, “ausen- Ladino, como hebras que constituyen
cia”, “nada”, “sangre” y, en general, el ser o como puntos de fuga, hacia
palabras con connotaciones negati- los que se dirige la voluntad recon-
vas, de ruptura o confrontación. Así centrada del poeta.
reza un poema de Ipalnemoani: “Las En primer lugar, la memoria, en
heces coronan el silencio de la calle. particular de la infancia y la adoles-
Enmudecen los úteros de las sombras./ cencia, espacios de pureza, libres de
La memoria aguarda la nada. La nada dolor. En uno de los primeros poemas
nace en la luz. / La luz muere de luz. de Inti-huatana, apoyándose en un
Luz fratricida”. Es significativo que sintagma que es, en realidad, el título
Ixtab, el título de su segundo poema- de un libro de uno de sus poetas tute-
rio, sea el nombre de la diosa maya lares, Emilio Prados, escribe: “Desde
del suicidio. También que abunden un cuerpo perseguido se presienten -
los términos compuestos por el prefi- con gran exactitud- los nombres pro-
jo “des-”, como signo de pérdida o pios del recuerdo”.
desposesión: “En tierra de nadie des- En segundo lugar, el amor, siem-
menuzo desalientos, para pronunciar pre con un fuerte componente erótico,
el nombre del dios deseado al descu- y siempre quejoso de la ausencia y el
bierto”, reza un poema de Ixtab. Cabe desengaño, lo que constituye otro
reseñar asimismo la referencia, explí- polo de tensión: de sufrimiento. En
cita, al Unamuno más desgarrado: esta pieza de Ipalnemoani, la evoca-
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ción amorosa se sustenta en un uso constituye en correlato objetivo de su
muy pertinente del lenguaje local: interioridad: significa, con su carácter
“¿Quién se interpone a la visión de ti, laberíntico y cerrado -y generalmente
torso de guardabarranco, dédalo de nocturno-, su propia confusión y su
sacuanjoche, milpa de maíz? Tu ros- propio abandono. No hay en él deli-
tro náhuatl nada en los márgenes de quios rurales, sino un descarnado
mi voz”. vagabundear por las suciedades de la
En tercer lugar, los ojos y la luz. ciudad, en cuya descripción -basuras,
Ladino es una voz que mira, una excrementos- se advierten ecos del
poesía que ve. Casi todos sus poemas Leopoldo Mª Panero más escatológi-
aluden a lo cromático y lo visible, a lo co. En Ixtab esta ciudad es Managua,
luminoso o lo oscuro: otro modo de a cuyo manifestarse en la página
aprehender la realidad. Las pupilas coadyuvan numerosos nicaragüesis-
del poeta son membranas fotosensi- mos. La noche, a la que llegamos por
bles; es más, son prensiles, como la vía de la oscuridad, pero también
manos. En Ixtab, por ejemplo, lee- por la vida canalla recogida en
mos: “Ojos que no atrevo a mirar fija- muchos poemas, nos abre los motivos
mente, que han desgastado el aliento./ del sueño y del despertar, que vincu-
Ojos que hablan de piedras rotas en lan a Joan con la estética surreal, libé-
los rostros de la noche, que perforan rrima e indagatoria.
océanos de luz para buscarse./ Ojos Un último rasgo caracteriza la
que no hallarán las respuestas de un poesía de Ladino, vinculándola asi-
hombre aguado”. Los motivos del mismo con la contemporaneidad: la
amor y de la luz se aúnan en un viejo reflexión metapoética. De la Vega es
tópico, de origen trovadoresco, que consciente de estar escribiendo; sus
aparece en varios momentos del libro: poemas hablan, pues, de sí mismos,
la albada, el lamento por la llegada de su enigmática e instantánea consti-
del amanecer, que rompe el hechizo tución, además de hablar de muchas
de la noche con la amada. En Inti- otras cosas: “A raíz del poema, del
huatana encontramos esta composi- otro, me esquivo. Niego el verbo a la
ción, que no por casualidad lleva el mirada. Sorbo el muñido del aire...”,
epígrafe “coitus”: “De madrugada, un dice la primera pieza de Ipalnemoani.
sexo herido brama oscuridad. Sin Y en Inti-huatana encontramos un
lugar a luz”. poema en gallego, como también los
Por último, la ciudad: De la Vega escribieran Lorca y Valente.
es un poeta urbano. Su mundo es el de
las calles y las plazuelas, el de los EDUARDO MOGA
bares y los neones, el de los pubs y los
transeúntes que pasan, espectrales,
por las aceras. El mundo de la urbe se
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Las frecuentes metáforas traslúci-
das de una realidad sórdida parecen
El sueño producto de una visión alucinada, y
del monóxido encajan prefectamente con el humanis-
José Daniel García mo urbanita (y especialmente subur-
bial) del autor, que consigue hacer res-
plandecer la belleza en los lugares más
DVD, Barcelona, deprimidos: “cisne de cal en el estan-
2006, 76 pp. que sucio / de la vida”.
Sin ser poemas narrativos, se
cuentan historias particulares: la prosti-
El sueño del monóxido, que obtu- tuta incorrupta en la cuneta, el que salta
vo el “Premio Andalucía Joven de la tapia para desenterrar el cuerpo de su
Poesía 2005”, es el primer poemario de madre, el terrorista en su oficio, las her-
José Daniel García (Córdoba, 1979), manas Lisbon, etc., fabricando una red
vinculado a la estética realista de Pablo de destinos abocados a la fatalidad.
García Casado, y a las ideas de Vicente Aunque es la noche el reino de vida de
Luis Mora, pero que trae un bagaje pro- estos personajes, las otras partes del día
pio de obsesiones, percepciones, lectu- se utilizan para dar constancia de la
ras (la poesía en lengua inglesa), y la metamorfosis que en ellos produce la
música (de Jim Morrison a Nirvana, oscuridad [19].
pasando por Leonard Cohen) que se Resulta especialmente interesante
refleja en su obra. la ósmosis textual (o hibridación gené-
A partir de un neosurrealismo de rica) de algunos textos, como defini-
imágenes traslúcidas e impactantes, ción casi enciclopédica del monóxido
como golpes de púgil, que diría el de carbono, o la microficción (en esta
autor, José Daniel García se propone, y misma parte sexta), así como la recu-
consigue, hacer desfilar ante el lector peración contenida de elementos van-
una galería de personajes marginales guardistas como las greguerías: “El
(la meretriz, el prisionero, el drogode- murciélago es / un paragüas abierto”, y
pendiente, el suicida …), marcados por de diversos aspectos gráficos, como el
el dolor, la angustia o la muerte, que uso de la cursiva en los poemas com-
comparten el círculo asfixiante del mo- pletos para oponer el subjetivismo inti-
nóxido de carbono. En esta atmósfera mista a la objetividad (en la parte cuar-
opresiva, triste, y cargada de feísmo en ta), los versos colgados al final de la
ocasiones, aparece de forma recurrente página en la sexta parte para simular la
la belleza encarnada en forma de flor, aparición del fantasma de Cecilia, o la
como producto de una síntesis entre enumeración con ceros de las distintas
belleza y tragedia, como la extraña secciones del libro.
variedad de flor nacida de las cenizas
de los campos de concentración nazis.
10
Finalmente el único poema de la
última sección trata de cerrar el círculo
del poemario, al mismo tiempo que Homenaje a la
proyecta nuevas situaciones, y conecta Fiesta del soneto...
con la cita de Diego de San Pedro que VV. AA.
abre el libro, en la que ya se plantea la
ecuación de que el conocimiento con- Sevilla, Ateneo de
Sevilla, 2006, 304 pp.
duce a una mayor sensibilidad, y por
tanto, consciencia del dolor.
JAIME GALBARRO GARCÍA
ETHOS Y ECOS DEL SONETO
(Un estudio del síndrome de Violante)

Desde el título destacan hermo-


sas y alegres las palabras homenaje,
fiesta, celebración. Expresamente se
evita la antología. Enrique Barrero:
“El libro ni es ni ha querido ser nunca
una antología de sonetos”. Existen
notables antologías como el Libro de
los sonetos en lengua española
(Turner, 2005), prologado y seleccio-
nado por Luis Antonio de Villena, o
Un siglo de sonetos en español, reco-
pilados por Jesús Munárriz y publica-
do por la editorial Hiperión.
Tras los preliminares de Barrero
y Rodríguez Almodóvar [págs. 11 a
21], se recrea y documenta la efemé-
rides de 1912 [págs. 23 a 45] con las
siguientes reproducciones: crónica de
El Liberal de 3 de marzo de aquel
año, estudio de Miguel Romero
Martínez sobre el soneto y sus oríge-
nes, intervención de José María
Izquierdo, reportaje gráfico, facsími-
les, y el soneto Amor de Juan Ramón
Jiménez, en homenaje. Aunque la
ocasión la pone la Fiesta de 1912, lo
mayor y más morboso del libro son
11
los Sonetos castellanos de poetas magna enciclopedia o fondo de poesía
actuales, respuesta de 127 firmas a la en que anda Juan José Téllez venga a
rica y lujosa convocatoria del Ateneo resolver un poco este desconcierto y
[48-301]. Ciento veintisiete, entre quizá también tengan que plantearse
poetas, poetisas y poetisos, vienen autores y editoriales Internet como
con sus catorce versos, aunque no grandísimo tablón electrónico donde
todos: Ramírez Lozano da diez versos las obras descatalogadas o libres de de-
[241] y Julia Uceda dieciséis, supo- rechos puedan ser consultadas. O hacer
niendo el estrambote [287]. El convite como Montero Glez en sus contrapor-
fue, me consta, generoso y centrífugo. tadas: por toda bio-blio, una dirección
Una expansión de agendas en cadena o página web, y que usted se apañe bien.
con base en Sevilla y de ahí a Anda- Otra posibilidad hubiera sido
lucía, a España y a la Humanidad, sin pasar una encuesta a todos los partici-
pasarse: no pretende el libro la poesía pantes preguntándoles por la vigencia
hispana del otro lado, con ex-cepción y actualidad del soneto, esa pregunta
del familiar Ángel Leiva (Tucumán, topicaza pero eficaz: ¿qué es para
1941). Cada quien deja su nota bio- usted y por qué escribe usted sonetos?
bibliográfica dictada por esa mezcla La pregunta es pertinente porque el a-
de modestia y vanidad con fondo de fán por responder a la convocatoria ha
libro de texto y toques de coquetería forzado a alguien a meterse en camisa
interesada: ese callar la edad como de catorce varas. Y conste que uno no
queriendo huir de la segunda cifra, la critica aquí ni a poetas ni a recopilado-
terrible que cierra el paréntesis. En no res, al contrario: hablamos de resulta-
decir como otras dicen “Madrid, dos, de evidencias que tienen que ver
1982” (Verónica Aranda, la más joven con la jodida tradición y con la obliga-
de todas) o “Antequera 1909” (José da originalidad; con el arte o la artesa-
Antonio Muñoz Rojas, el mayor) nía, con la sinalefa y el fluir del idio-
acaso esté encerrada la última verdad: ma en la lógica y la música del caste-
que la obra es el único argumento, y llano que nos enseñó el padre de todo
no envejecer, morir, como creía Gil esto, Garcilaso de la Vega, que con
de Biedma. tanta naturalidad hizo lo que no es na-
De las bibliografías, la cantidad tural: hablar por cuartetos y tercetos,
de títulos y títulos que fueron raros de respirar por once en sexta o cuarta y
encontrar ya en su día, y que ahora, ni octava, y hallar las consonantes. Nos
les cuento. Una utilidad de estas obras quejamos de versos como “mi semblan-
colectivas es abrir el apetito singular te en la pena que dispensa” [141], ¿la
por leer más de quien de pronto nos pena se dispensa?, y nos quejamos de
ha gustado o sorprendido. Pero ¿a dónde “renaciendo cual dulce primavera” [187]
irá a buscarlo el enamorado público?, y de retóricas inflamadas de “presen-
¿a qué librería o biblioteca? Quizá la cia inacabada de la espera” [95].
12
De la convocante Sevilla de Vltra octava: “y ahora el destíno de unas
y Grecia queda poco y el tono es con- mános” [201], “a confundír la honda
servador. Julia Uceda rompe el molde poesía” [255]. Esto es como el juego
con un sentido texto asonantado y hete- de las siete y media: o te pasas o no
rométrico [287], Ramírez Lozano, llegas. Se pasan versos de doce o que
siempre provocador, propone su sone- admiten doce: “aunque despierte a
to trunco [241] y Antonio Carvajal sombras y agrande ecos” [95], “Tan
[91] y Carles Duarte [107] organizan ajenos al dolor como a la risa” [177],
a su manera estrofas y medidas. Unos “sería tener un mágico resorte” [191],
pocos sonetos van en asonante [113, “Lleva conmigo más de sesenta años”
171 y 251, del recopilador Rodríguez [219], o incluso trece: “por tanto
Almodóvar]. Félix Morales Prado da Amor temió a la parca y su hora”
el suyo en versos blancos y un pareado [239]. Y hemistiquios de seis en vez
[203]. Un puñado usa el serventesio de siete sílabas alejandrinas: “que me
[71, 85, 109, 141, 159 y 185] o el ale- hacen perder” [147], “la forma arro-
jandrino [85, 113, 127, 147, 207 y gante” [275]. El poema alejandrino de
275] y apenas tres versifican a la in- la 113 no parece, en endecasílabo [i-
glesa, por tres cuartetos y pareado fi- o], bien resuelto. Y éramos pocos y
nal [101, 171 y 207]. Sólo uno utiliza parió la errata: “Ni mira[s] a esos ojos
el encabalgamiento léxico [171]. Lo que has cegado” [243], “Búscate [a]
mayor del menú: estrofado de endeca- otro que en tu nombre diga” [279].
sílabos para dar y tomar. Lo normal. En el colegio nos enseñaron que
Lo que no es normal es quien no sabe los sonidos de rimas de los cuartetos
rimar ni medir y merece las Coplas de no debían aparecer ni repetirse en los
Manolete: “si no sabes torear / pa que te tercetos, salvo si fuera por intención
metes”. “En esta ciudad no estás de probada. También nos dijeron que las
paso” [51], salvo errata, es verso de diez rimas A y B de los cuartetos no deben
sílabas, lo diga usted como lo diga. coincidir entre sí, cosa que ocurre en
“Lunas de azogue en las madrugadas” Juan Lamillar [169]. Que Manuel Man-
[89] y “sin rumbo fijo, rota heroína” tero, Benítez Reyes, Charo Prados o
[201] dan diez también. Versos de Juan Lamillar se manejan y saben lo
medida dudosa cuando leemos rápido que hacen, no es cosa que yo descu-
las sílabas iniciales en anacrusis: bra aquí, pero no siempre está uno tan
“aunque no sea más que unos despo- seguro de si quien mezcla mezcla por
jos” [131], “¿A qué aire divino, si voy innovación o por desconocimiento.
preso” [153], “de un sueño que a la Véanse 59, 71, 81, 139, 149, 155,
muerte es llamada” [201], “Y se hizo 157, 173, 181, 201, 227, 235, 237,
la luz pura cascada” [231]. Peor están 243 y 277. Lo mismo digo de algún
otros endecasílabos, que admiten lec- que otro verso que quedó por ahí suel-
tura de nueve con acentos en cuarta y to y aún estará buscando pareja [177].
13
Además nos enseñaron a huir de 95, 123 y 281; “camino” y “peregri-
ripios o rimas fáciles por repetición o no” en 53 y 211, donde no falta pino,
similicadencia que facilitan, no me como en una letra rociera. Pero ese
digan, la tarea de sus señorías. Soneto tampoco es el problema. Siendo rimas
hay con rima “campanillo” y “duende- trilladas, “hombre” y “nombre” dan
cillo” [143], “infinitos” y “nietecitos” juego a Antonio Rivero Taravillo
[249]. Rimas de gerundio: “mirando”, [247] para un soneto en eco o rima
“preguntando”, “volando” y “lloran- interna técnicamente perfecto, y sir-
do” [173]; “haciendo” con “tejiendo”, ven para un buen trabajo de Esther
“vulnerando” con “cegando” [189], Garboni, una de las sorpresas de la
“dibujando”, “palpitando”, “recordan- colección [133]. Con “camino” y
do”, “divagando” [297], “dando”, “destino” sale airoso Cruz Giráldez en
“volando”, “preguntando” [285]; a José María Izquierdo [101], de lo
rimas adjetivas: “cincelada”, “ensi- mejorcito del libro. Pero de un poeta
mismada”, “islamizada” y “heredada” como Fernando Ortiz cabe esperar
[97]; “arrebatado”, “cambiado”, más invención que “años”, “engaños”,
“multado”, “desertado” [199]; “espe- “desengaños” [223] y dejar para otros
rado”, “pasado”, “alejado”, “amado” “año”, “antaño” y “desengaño” [77].
[211]; “enamorada, “amada, “amura- Sigue habiendo quien cree que la
llada” [187], “azogado”, “cansado”, poesía consiste en “cual” en vez de
“coronado” [233]; de pretéritos: “como”: “Quise ser cual errante
“nacieron”, “compusieron”, “recono- beduino” [53], “un rayo que nos
cieron”, “abrieron” [183]; de presen- puede cual nube a sol pasada” [127]; o
tes: “fluye”, “huye”, “confluye” consiste en hablar enclítico: “en ti fún-
[119]; “exiges”, “riges”, “afliges”, dese Oriente y Occidente” [97], con
“aguijes” [279]; por derivaciones: lo fácil que es *en ti se funde; o en
“grata”, “ingrata” [141]; “oro”, “teso- hacer gárgaras, digo góngoras: “sin
ro” [167]; “uno”, “alguno”, “ninguno” pulso vital que incendie el anhelo”
[175], “risa”, “sonrisa” [177], “poco”, [123], “que azar daba llovido de una
“tampoco” [199], “bajo”, “cabizbajo” esfera” o “busco que sólo vientos for-
[269]. La repetición es abusiva y lite- men alas” [95]. Los versos capicúas o
ral en 205. Y soneto hay que siete de en epanadiplosis [269] tienen algún
los ocho versos de los cuartetos los mérito cuando prima la homofonía:
termina en adjetivo [165]. “Has perdido. ¡Si no te queda un as!”
Salvando la dicción andaluza [269, v. 10], pero se quedan en fácil
legítima, algunas rimas fallan: “enla- repetición muy de relleno en “Satanás
za”, “alcanza” [93] y otras son, más con el rabo, Satanás” [v. 14] y en el
que rimas, rumias previsibles: “histo- límite del buen uso del idioma:
ria” y “memoria” se usan en 49, 55, 69 “Soneto cuando nace no es soneto”
y 71; “cielo” y “suelo” sirven en 49, [v.1]. Por supuesto que no.
14
Un grande como Muñoz Rojas en arte, al menos no del arte como riesgo
un soneto imperdonablemente lleno y aventura. En este país, donde quien
de erratas se permite empezar diri- más sonetos vende es Joaquín Sabina,
giéndose a “Olivos” [213, v. 1], para los temas de la poesía llámale culta y
pasar de vosotros a los dos, y al final a oficial no sorprenden a nadie: el amor,
uno solo: “Con tu raíz me fundo...” [v. la salvación, y en este caso mucha
9] “olivo de mi sangre...” [v. 12]. Que metapoesía que tiene que ver con el
Julio Alfredo Egea proponga el verso soneto como problema en sí: 63, 65,
“herido estoy mortal de tu pedrada” 81, 135, 139, 241, 261 ó 269, mani-
[111] tampoco parece que eduque a festaciones, unas mejores y otras peo-
nuevas generaciones a escribir buenos res, del mismo síndrome de Violante.
sonetos. Están muy poco representados los
Tomemos por caso al poeta de la temas del día y de la calle y escasean
página 196, nacido en 1961 y ya beca- el compromiso, el cinismo crítico y el
do en 1995 para la creación literaria humor. Quizás por eso son de apreciar
en la modalidad de poesía. Desde sonetos como el de Diego Vaya,
entonces el hombre dispone de un “Despídete prepucio de este pene”
currículo que haría feliz a una madre: [294], o el de Ernesto Pérez Zúñiga,
premios por aquí y por allá, mencio- que aporta la palabra “piercing”, “pir-
nes, títulos de poeta, narrador y editor. sin”, para el decoro poético [229]. En
Lean su soneto “Semblanzas de juven- el otro extremo de la edad, el soneto
tud”, escáncienlo un poco, por escan- del abuelo Ángel García López,
dir, medir: el verso 5º tira a doce síla- “Arantxa, ¡come!”, nos ha hecho reír
bas, el 6º lo mismo. Será la sinalefa. y cómplices de lo que pasa. Otros muy
Luego olvídense de la métrica: a lo buenos sonetos hay. De entre los bue-
mejor, lo que ha querido hacer es nos, recomiendo porque se ajustan a la
transmitir, decir, emocionarnos. Sea ocasión el de Antonio Cáceres [81], el
como sea, el soneto no es lo suyo, y es de Aquilino Duque [109], y, en su gé-
la impresión que nos dan muchas otras nero, el “Plaza de doña Elvira”, de
colaboraciones, ese traje de gala que Mena Cantero [193]. En general, se
no se sabe llevar, de corbata que a un recomiendan todos los que a su mane-
zagalón le ponen para una boda o para ra se han propuesto matar al padre, al
un bautizo. Para asuntos de menor tópico, a las dichosas rimas consonan-
cuantía, algunos sonetos quedan gran- tes.
des y tardan en entrar en materia [167] Si de estas 127 muestras sacamos
o se estiran artificiosamente [175] o estadística, se lleva la mentalidad de
directamente les sobran versos [105]. los imagineros (bien dicho, y no escul-
Muchísimas veces los catorce flu- tores) de Sevilla, que son maestros en
yen pero ese fluir, que es oficio, nos hacer la misma virgen y el mismo
deja un paladar de artesanía y no de cristo, a los que luego adoran como
15
únicos. Visto así, tan cierta es la
vigencia del soneto como su decaden- Un canto a ras
cia; tan cierto que está enfermo como de tierra
que goza de buena salud; tan oportuno Diego Vaya
haber participado como declinar la
invitación. Verdad es que los versos La Garúa, Santa
los carga el diablo. Para saberlo, basta Coloma de Gramenet
(Barcelona),
darse un paseo por el libro. Pasen y 2006, 64 pp.
lean.
GIACOMO DA LENTINI El territorio poético de Diego es
una afirmación rotunda de los ecos:
los ecos no sólo reconocibles sino
también reconocidos, autoafirmados,
vigorosos y nuevos a un tiempo por
paradójico que esto pueda parecernos.
Desde el poema inicial el yo lírico
ostenta, hace suyo, el “Réquiem” hie-
rriano, que hace patente al situarse
ante un mundo de nóminas y libros de
familia como un hombre solo. La
mención explícita a César Vallejo es
una trampa y no puede distanciarnos
de la auténtica matriz de este poema,
que intertextualmente refleja mucho
más a Hierro en el espejo.
No es ésta la única trampa que
encierra la lectura de Un canto a ras
de tierra. La disposición ascética del
poemario en tres cantos y las mencio-
nes explícitas al San Juan más tras-
cendente pueden hacernos creer que
la búsqueda emprendida por el sujeto
lírico es un camino sin retorno, un
canto con la vuelta mutilada, pero
nada más falto a la verdad. Nótese
cómo desde el primer poema la sal-
vación (“pero queda el amor que
corona con hierro y con espinas y
también con tus labios”) dota al poe-
mario de una circularidad que niega
16
en sí misma la apariencia mística de hombre no es bello para el hombre,
unos pasos que no pretenden ascender parece decirnos la voz lírica desde la
hacia nada, sino más bien preguntar orilla de la elipsis. “Este no ser la
por todo a sabiendas de que las res- nube que al sol se vuelve luz” (ahora
puestas ya han sido sublimadas. los ecos sueñan con “lo fatal” de
Asimismo el ejemplo anterior puede Darío) es un verso con reverso: hubo
servirnos para comprobar cómo bajo un momento en que “el corazón se
una apariencia versicular se oculta dividía en pájaros”, y ese momento,
una perfecta trabazón de heptasílabos que se rememora desde las últimas
y endecasílabos que refrenda la arqui- palabras del canto, es capaz sin dudas
tectura solapada de los ecos. El yo de poner la soga sin ambages en el
lírico conversa con sus lecturas, pero cuello de cualquier lobo.
deconstruye mundos ajenos para Llegados aquí, el optimismo, que
construir los suyos con la verdad nunca ha abandonado ni el fondo ni la
como único estigma de pasión. forma, se despereza pleno en la con-
En este punto debemos contex- clusión del poemario, donde una
tualizar la pregunta que el lector per- memoria cerval es capaz de poseer
cibe a lo largo de todo la primera incluso lo que nunca ha sido poseído.
parte de Un canto...: ¿dónde está el Ahora sí ha sobrevenido el momento
padre? El yo lírico (mutilador de fra- justo para dar cierre al segundo
ses, inventor de periodos sin sujeto canto, que decíamos inconcluso, par-
que nada tienen que ver con la imper- tiendo de una intuición que resulta
sonalidad) es capaz de encontrar la demiúrgica incluso para inventar
respuesta convirtiéndose a sí mismo desde la ceguera (“ya ciego la belleza
en creador de lo buscado, compren- sigo buscando en ti con la memoria”),
diendo que el referente de su búsque- y que incluso a todas luces es osada
da ha de ser nombrado de nuevo, a la para correr un tupido velo ante un
manera de Altazor, creacionando: si destino cierto de ceniza que nos asola
el padre tiene púas no puede llamarse a todos, da igual los mares que pon-
de otra manera que “puadre”. “Qué gamos de por medio.
otra cosa podía ser oh puadre” es el
verso que culmina esta primera bús-
queda. ANTONIO MORALES
Ya en el segundo canto un hom-
bre que no deja de escrutar los espe-
jos se encuentra en los azogues con el
lobo de Hobbes. Y lejos de regalar
espacio a la desesperanza una voz
nada dramática se bate en duelo con
el filósofo en un canto inconcluso. El
17
andaba sigilosa”, “La noche es fría”,
“por las noches de la vigilia imaginati-
Aquel instante va”), a cuyo cobijo surgen variadas
en que la noche emociones amorosas y personajes o
Sergio Gadea situaciones aquilatados en su espacio,
Escudero como la prostituta o la soledad. No es
fortuito, de este modo, que ese verso
Ánfora Nova, Rute rector “Aquel instante” evoque un
(Córdoba), 2006, 49 pp.
pasado retenido al que se vuelve con
fruición, sin marginar otras sensaciones
del presente, para recordar “experien-
El Premio Nacional de Poesía
cias remotas, imágenes perdidas”. Es
“Mariano Roldán”, en su edición XVI
esto precisamente lo que hace que el
de 2005, se concedió en diciembre
optimismo actual se mida en relación
pasado al libro Aquel instante en que la
con vivencias pasadas “de recuerdos
noche, del alicantino Sergio Gadea
satisfactorios”. Así, el mundo femenino
Escudero, cuyo primer libro de versos
se exalta y se anhela, en ocasiones con
Poemas del corazón data de 2003.
tristeza, entremezclándolo con referen-
Recién editado ahora aquel premio,
cias al cine, a la pintura y sobre todo a
vemos que contiene treinta y nueve
la música del jazz. Y por eso también
composiciones (algunas de ellas bas-
una de las composiciones comienza
tante breves, con entre ocho y diez ver-
anunciando que “A veces, volver sobre
sos), expresadas con total libertad
lo pasado / es como tensar una cuerda”.
métrica pero concentradas e intensas y
Es este un poemario cuya emoción
haciendo referencia a muy diversos
se basa en la viveza de las observacio-
momentos del intimismo amoroso: ilu-
nes y descripciones. En él se encumbra
sión, aburrimiento, recuerdo, espera,
la imaginación y el poder de la sensua-
celos, encuentros fortuitos, deseo…
lidad que electrifica tiñéndose de un
El título del libro procede de su
sugerente erotismo. Sergio Gadea,
primer verso (“Aquel instante en que la
poeta con una dicción sencilla pero a la
noche / posó sus labios en la expresión /
vez emocionante y enraizada en la cul-
de tu rostro”) y adelanta una poesía
tura musical, se ha merecido este
melancólica y sugerente de fluidez y
Premio “Mariano Roldán” por su sentir
musicalidad mantenidas en la que el
homogéneo y su capacidad para propo-
tema amoroso es preponderante y
ner vivencias con las que asiduamente
emerge de momentos nocturnos para
se identifica el lector. Y por ello, sin
mostrar la intimidad del protagonista:
duda, el poeta aduce que su voz se con-
“Para tu vida me robas la vida /… /
mociona con todo aquello que “canta
usurpadora nocherniega”. Tales
sobre tristeza, sobre felicidad”.
momentos explican la proliferación del
sintagma noche (“Cuando la noche ANTONIO MORENO AYORA
18
incluidos en Fatiga de Materiales
hace entender que Escarpa ha elegido
Fatiga de Materiales publicar cuando ha tenido listo lo que
Gonzalo Escarpa tenía que decir (que no lo que podía
vender) y lo ha hecho desde una edi-
Ediciones Trashumantes, torial que pretende implicar al lector
Valencia, 2006, 115 pp. en el proceso poético. La colección
“Poemas Desechables” invita al lec-
tor a descuajeringar el libro, desha-
cerse de los poemas, recortarlos por la
LA RENDIJA QUE HAY ENTRE LAS línea de puntos y convertirlos en paja-
PALABRAS Y LAS COSAS ritas de papel, dejarlos olvidados,
resucitarlos o, como señala Valero
El siguiente apunte supera lo Cortadura, “hacer un poema que
anecdótico. Llega a mis manos Fatiga caduque… que se pudra”, así, a lo
de Materiales de Gonzalo Escarpa Nicanor Parra.
(Madrid, 1977) justo cuando estoy a- “Definir es cenizar”, decía Lezama
cabando de leer Resistencia de Mate- Lima. Al igual que sucede con la
riales de Jorge Riechmann. Cada cual poesía de Aníbal Núñez -a quien, por
a su manera, y ambos sin heroísmos cierto, tanta belleza debe algún que
ni victimismos, indagan ricamente lo otro verso de Escarpa-, catalogar los
mismo: la resistencia -y su reverso, el poemas de Fatiga de Materiales en
temblor-, de la poesía y de su aquél, - una corriente o rumbo, incluirlos en
el mundo de las cosas del mundo-. una tendencia, buscarles una escuela
Sorprende -no del todo- que y matricularlos, en suma, acotar,
Fatiga de Materiales sea el primer dejaría fuera bastantes posibilidades
libro de poemas de Gonzalo Escarpa, reales del libro. De todos modos,
algunas cosas concretas sí pueden
y que haya decidido darlo a la luz y al
decirse de este poemario: que el autor
offset en “Poemas Desechables”, la
se toma el juego en serio, como pro-
colección de poesía que acaba de puesta vital y hasta ética y por
echar a andar en la valenciana supuesto poética “Puedes, si es lo que
Ediciones Trashumantes. Un vistazo quieres parler, Welt / mais never try to
rápido al currículo de Escarpa (autor listen muy esatto / el Sprache non ser-
prolífico, antologador, performer, vit para nada / porque es un carnavale
neorapsoda digital, editor de revistas di parole” [15]. Tan en serio como se
y boletines imposibles, fundador de toma el dolor o la dulzura. Que hace
salas-búnker para la poesía en ritmo y con eso dice verdad: “Ata la
Madrid… cosas de esas), puede llevar trenza atrás, para que atrape / los
a pensar que este libro llega tarde o cuerpos tercos. Deja que la nuca /
trasnochado. Un repaso sosegado a su trepe a través del ábside que truca / la
trayectoria y, sobre todo, a los poemas luz que atravesada luz arrape” [87].
19
Que el poema visual o el quitarse el
sombrero ante Francisco Pino puede
ser casi tan brutal como descubrir las Fiera venganza
múltiples posibilidades de unos ver- del tiempo
sos medidos, de los acentos encaja-
dos, del poema prieto. Carlos Vaquerizo
La poesía de Fatiga de Materiales
tiene que ver con los andares, con la Colección Adonais,
trayectoria vital de Gonzalo Escarpa. Editorial Rialp,
No obstante, este libro se aleja de plan- Madrid, 2005, 88 pp.
teamientos yoístas, no es un diario de
un poeta sino que se enristra más bien
por la vía de la indagación, por lo que UN VERSO QUE NOS DESCIFRE
el autor, a lo largo de su existencia, ha EL MUNDO
ido desaprendiendo. Desde este saní-
simo punto de partida: “Yo no com- Es el poético un quehacer singu-
prendo nada. No por eso / me rindo. lar que implica al sujeto lírico de tal
Una cuestión / de técnica, sin más” manera que acaba por convertirse en
-dice el primer poema del libro-, objeto. ¿De qué nos habla el poeta?
Escarpa mete los dedos en la rendija Siempre de lo mismo, de lo más esen-
que hay entre la realidad y el lengua- cial: del deseo, del devenir que aboca
je para luego revolcarse en las pala- a la muerte, de la belleza… Nos
bras; más tarde se va consigo, des- habla, al cabo, de aquello que nos
pués abre y guiña un ojo poético. Y así ocurre, de cuanto oscuramente ambi-
hasta intentar proclamar la belleza.
cionamos. El poema no busca expli-
“Palabras que conozco”, “Lesión de
car, indagar los principios causales de
lo Claro”, “El Tiempo Subjuntivo”. De
las tres partes de Fatiga de Materiales, lo real que nos envuelve. El poema
la última -donde se encuentran sus señala, eleva mediante una extraña
poemas más recientes- sabe a paso, abstracción emotiva, lo concreto, lo
como si el poeta en su afán exporador indiviso y personal, a categoría uni-
hubiera encontrado algo, como si al versal. El poeta habla pues de sí
meter los dedos en la yaga que hay mismo, de lo que le acontece; se incli-
entre el decir y las cosas los hubiera na para tomar la piedra con la que tro-
sacado empapados de algo, de no pieza y nos la muestra limpia e irisa-
sabe qué, “y celebrarlo” [9]. Julio da, de tal manera que podemos refle-
Reija, al que cita, lo dice así: “Tú tie- jarnos en ella. “Hacer poesías es tener
nes un nombre, y yo lo digo. / Y al siempre abierta una herida, por donde
decirlo no se hace más tu nombre, / ni huye la buena salud del cuerpo”, dejó
tú te haces más tú, / pero te giras”. escrito Cesare Pavese en su diario
CARMEN CAMACHO poco antes de morir. El poeta se inter-
na en los meandros de la memoria que

20
le llevan a esa región donde aún no se aboca a la pérdida, el tiempo que
había producido el sesgamiento, la devora a sus criaturas y las consume
ruptura entre la conciencia y el hasta depositarlas en la mudez irrevo-
mundo. Estoy convencido de que toda cable del olvido. Es, el de Vaquerizo,
poesía verdadera es fundamentalmen- un verbo contundente, vigoroso, pero
te elegíaca; si a veces se demora en la enormemente dúctil y carnal, sin
plenitud del instante para celebrarlo dejar nunca de ser melodioso. Al aso-
es justamente porque reconoce su marse a este poemario, el lector avan-
intrínseca labilidad. Es elegíaca en za hasta adentrarse en la pulpa del
tanto que la palabra siempre apunta a devenir. El libro se articula en siete
otra cosa, a algo más allá o más acá de secciones, que discurren una tras otra
sí misma, pero recóndito y distante hasta cerrar un círculo armonioso. La
que se nos descubre como carencia. primera de ellas, “Orígenes”, nos
De ahí su carácter intrínsecamente interna en la ilusión genésica de lo
simbólico. primordial, del tiempo sin tiempo
En Fiera venganza del tiempo, donde brotan los mitos. Al cabo los
Carlos Vaquerizo nos ofrece un mo- hombres somos puro devenir, porque
delo emblemático de cuanto llevo di- tenemos conciencia del discurrir de
cho. Ya el título del poemario (tomado, las horas en nuestra piel, porque
por cierto, de “Esta noche me embo- registramos parsimoniosamente el
rracho”, un tango de Carlos Gardel) es fluir de los instantes en el pálpito
suficientemente ilustrativo. Es este el abierto de nuestra sangre. Desde el
primer poemario publicado por Carlos remoto Heráclito de Éfeso, los poetas
Vaquerizo, y lo hace envuelto en la han subrayado el carácter transitorio y
aureola de haber obtenido el presti- versátil de nuestra naturaleza. La
gioso Premio “Adonais” en la convo- poesía, que bebe en los mismos man-
catoria del año 2005. Carlos Vaquerizo tiales del mito, como dijera Paul
es andaluz de Sevilla; pertenece a una Ricoeur, “da que pensar”. Tal vez sea
tierra luminosa y sensual donde las la poesía la manifestación más fide-
haya, un inagotable venero lírico. El digna del acontecer humano; la poesía
andaluz es persona proclive a lo ele- que siente y que piensa, pues que en
gíaco (a lo poético) y ello es ya mani- ella razón y emoción se confunden.
fiesto en el título de la obra que ahora Desde el Romanticismo inaugurado
comentamos. En Fiera venganza del por Johann Gottfried Herder hasta el
tiempo el devenir nos muestras sus momento actual (¿hemos, acaso,
múltiples facetas, su naturaleza pro- dejado de ser románticos?) hemos
teica. Es este el tiempo del origen, el sabido que el arte (Schopenhauer,
tiempo de la maravilla, el de los ojos Nietzsche, Zambrano…) y en especial
sorprendidos que confirman la reali- la poesía (y no la metafísica ni la cien-
dad, pero es también el tiempo que se cia) es la forma más rigurosa del pensar.
21
“En el principio la bondad del que la poesía es gnosis, desciframien-
ser”, leemos en el verso que principia to, desnudamiento de lo que se
el poemario, y continúa: “la voluntad encuentra anudado: “El movimiento
del ser sobre las dudas”. Vaquerizo, todo es retroceso / deseo sin regreso
como poeta verdadero que es, sacrali- hacia el origen” [17]; el alma se sabe
za lo primigenio, lo personifica iden- vástago de una edad pretérita a la que
tificando ser y bien. Somos productos se vuelve y, que como Moisés, no
del Ser, metamorfosis, máscaras del logra alcanzar sino mediante la argu-
Ser. Reconocemos aquí una suerte de cia de los signos. La poesía se nutre
monismo lírico que se reúne la varie- de la infancia, y aún de más atrás,
dad de las cosas existentes en el ger- como sugiriera Georg Groddeck. Para
men único de donde surgieron. Es el poeta lo real es real cuando se nom-
puro inicio pero, asimismo, potencia bra, cuando es consagrado por la
insofocable de posibilidades inusita- fuerza epifánica que reside en la voz.
das. “Para existir no hay más razón Hágase, suelen decir los dioses, y la
que el sueño”, en este verso contun- realidad aparece.
dente nos encontramos in nuce el En la sección tercera, “Infancia”,
tema que habrá de desarrollarse en el se asiste al paulatino desarrollo de la
resto del poemario; verso éste en ver- conciencia-mundo. El tiempo se
dad pleno de belleza y de sentido. Los ensancha y la conciencia madura del
elementos -lluvia, fuego, aire…- se poeta repta “hacia la luz” [22], gravi-
concilian y en su agitación se inicia el ta hacia el deslumbramiento, hasta la
Pleroma, la larga cadena del ser. inicial confusión entre el alma y el
“La herencia” es el título de la mundo… aspirando a alcanzar “la
sección segunda. Todo cuanto paula- forma de aquel niño” [29] que fue. El
tinamente va emergiendo es herencia. poeta francés, Jean Tardieu, escribió
Todos somos herederos, “(…) prolon- en unos versos imponentes, que era:
gaciones de otros seres y cosas” [15], “Un hombre que simula envejecer /
frutos de esas potencias contrarias aprisionado en su infancia”. El filóso-
que son la luz y la tiniebla: “proyecta- fo y el poeta coinciden en esto (y en
mos su luz, pero también lo oscuro”, mucho más), de ahí que ya desde los
se lee en el mismo poema. La palabra, románticos carece de sentido separar
el sonido, el símbolo, se desovilla Filosofía de Poesía. Como a Odiseo, a
para rescatar lo originario (“el camino los humanos nos reclaman melodías
devuelve a las raíces” [17]). La made- anteriores, que nos urgen regresar al
ja de Ariadna se despliega y en su hilo corazón del laberinto, al informe
se urden los hombres en el vaivén de núcleo de los mundos, hasta dar en las
la pasión y el logos, de Apolo y de fauces de Minotauro.
Dioniso… Carlos Vaquerizo conoce, Fiera venganza del tiempo va
lo sugerimos antes con otras palabras, jalonando una fase tras otra para asis-
22
tir, gozosamente (hegelianamente El tiempo en travesía es la sec-
también), al desarrollo del ser, del ción quinta. El poeta se reconoce
espíritu, de la conciencia. La sección ahora viajero, peregrino. Carga sobre
siguiente se titula “La belleza”. Lo sus hombros el bagaje de la experien-
bello, con su enigma de esfinge, como cia de lo terrible que le ha sido reve-
sentenciara Rilke (un referente funda- lado en la belleza. Es este el cami-
mental en Vaquerizo), es “el inicio de nante nietzscheano, y también es su
lo terrible”. La belleza emerge, cierta- sombra. Todos somos romeros (“ser
mente, desde la conciencia de esci- en la vida romero, sólo romero”,
sión que nos encara a lo otro, a lo cantó León Felipe) que deambulamos
ajeno que amenaza confundirnos, por la trama de senderos que se des-
para regresarnos a aquel estado primi- pliegan ante nuestros pasos: “Camina
tivo que añoramos y a la vez tememos imperceptible, como gota / de nieve
porque nos abole. Con rotunda exac- salpicando en la blancura” [50]. Ante
titud lírica lo expresa Carlos la mirada del viajero van desfilando
Vaquerizo cuando dice: “mientras miríadas de seres: árboles, aves,
sientes que dejas de existir” [35]. Ese nubes… Caminar no es un mero pase-
estado suspenso, de abandono, de ar (“Si eres un hombre libre, entonces
comunión (adermia me gusta a mí estás listo para echar a andar”, escri-
decir) donde la piel parece diluirse: bió Thoreau), es más, también es un
“Acuíferos y aves translúcidas me demorarse, un hermanarse con cuanto
habitan” [37]. Y, brevemente, nos es nos encontramos en nuestra andadura.
posible ser sólo mundo y un esca- En Psique y el tiempo, la sección
lofrío nos desvela nuestra fragilidad, penúltima, discurrimos por los rega-
y nos sabemos formas inermes, vila- tos de la conciencia. Porque más que
nos que se sostienen en la brisa, y se cuerpo somos conciencia, memoria,
deshacen; y nos aferramos a una pala- un yo que diría Descartes, pero ese yo
bra, a “un verso que nos descifre el no es sólo el yo lógico (tampoco lo
mundo” [38]. Más adelante nos topa- consideró así el pensador francés)
mos con estos dos reveladores versos: sino, sobre todo, emotivo y, aún más,
“La tibia lentitud con que se abre / la inconsciente (o semi-inconsciente),
herida de lo hermoso”[43]. El ende- como aquel otro yo becqueriano que
casílabo y el heptasílabo nos sitúan en habitaba entre las brumas de la vigilia
la entraña más profunda del poeta que y el sueño. Al final, nuestra sustancia
es Carlos Vaquerizo; “la herida de lo se nos descubre sueño: “Desciendo
hermoso”, como aquella otra herida, hasta el sendero más íntimo del
“luminosa”, de la que hablara aquel sueño”, escribe Carlos Vaquerizo en
otro imponente poeta que fue Josep el poema “Regresión”; descenso
Maria Sagarra. hasta el territorio inextenso e incons-
ciente, en donde se genera nuestra
23
conciencia. “Regresión. Regresión. En la poesía de Carlos Vaquerizo
Solamente raíces”. Se vuelve así hay un aliento intenso, una visión
urgente la vuelta por los caminos íntima del universo, que a veces
informes de la conciencia, por ese río recuerda a la poesía presocrática grie-
amniótico que desemboca en el mar ga. Imposible dejar de recordar los
del sueño, en el rutilar onírico de sus versos axiomáticos de Empédocles de
espejeos (“Se vuelca el tiempo en el Agrigento. Le asiste a Carlos idéntica
espejo” [67]). No es anecdótico que certidumbre que al poeta siciliano, la
un poema de esta sección se titule de que todo cuanto existe proviene de
“Soñada vigilia” y otro “Canción una partícula inicial y que la multitud
órfica” (¿No desandó Orfeo el dédalo de seres que de ella brotaron a ella
de las sombras hasta tornarse sombra han de regresar; el principio es el fin:
él también?). En el poema “Reden- “Todo se deteriora y todo nace”,
ción” nos encontramos con este escribe Carlos Vaquerizo en el poema
imponente y bellísimo endecasílabo: “A modo final”. Sin esta rara conjun-
“Se derrama la arena de una flor”. ción entre sentimiento y pensamiento,
Fiera venganza del tiempo con- entre imagen y concepto, entre sueño
cluye en Eros. Todos los caminos y vigilia, no existiría la poesía.
parecen desembocar en ese enorme
océano que es el amor. El amor es MIGUEL FLORIÁN
mundo desanudado, es esfinge desci-
frada y abolida… En la amada el
amante se completa; no en vano es
ella uno de los disfraces de la madre
primordial (Démeter, Cibeles,
Isis….), de la materia (madre) inau-
gural de donde partió el viajero (“De
la madre a la madre; no llegamos a
ninguna parte. Y todo el peregrinaje
tiene lugar en la madre”, Norman O.
Brown). El poema que inicia esta últi-
ma sección es “Amada” donde lee-
mos estos tres versos, contenidos y
reveladores: “Estás aquí. / Elemental./
Tus manos bastan”. En el amor,
decíamos, todo confluye; en él se
reúne (símbolo) cuanto se disgregó
como en el andrógino platónico, y
que ahora se esfuerza por reintegrase
en si unidad primigenia.
24
Muelle de carga

El alba en tu ventana Viaje al imperio de


Iván García Jiménez las ventanas
cerradas
Númenor, Krisma Mancía
Cuadernos de poesía, 14,
Sevilla, 2005, 42 pp. La Garúa, Santa Coloma
de Gramenet (Barcelona),
2006, 56 pp.

Iván García Jiménez (Sevilla, En uno de los primeros poemas


1979) se presenta con una breve reco- de Viaje al imperio de las ventanas
pilación de trece poemas caracteriza- cerradas, Krisma Mancía (San
dos por una gran sencillez expresiva, Salvador, 1980) dice “Ofelia / disfraz
contención, y un sentimiento de de mi alma”. A través de este perso-
sosiego y serenidad contagioso. La naje de Shakespeare y con un lengua-
ventana se convierte, en gran medida, je repleto de imágenes de gran fuerza
en un símbolo recurrente del conjun- realiza la autora una exploración del
to, pues si por una parte deja pasar la amor, del sufrimiento y de la identi-
luz que ansía el poeta, y le lleva a una dad (“y ya no dirás todos los días:
contemplación melancólica de la Espejito, espejito, dime quién soy”)
naturaleza (en especial del mar), por en un simbólico Imperio donde todo
otra parte remite al cuadro, a la pintu- parece caminar hacia la nada sin dejar
ra como lugar donde asomarse para rastro de su presencia. Se hace paten-
buscar una realidad que acaba conec- te el contraste entre su malestar
tando con nosotros. Buen ejemplo de (“Debería vomitar inconteniblemente/
ello es el poema que abre el libro, vomitar hasta el alma y las entrañas”),
“Hilanderas”, en el que parte del cua- y un mundo que le exige ser lo que no
dro de Velázquez, para de forma sutil es, esconder su dolor en la vida
ir más allá vinculando el pasado (de la doméstica, “cumplir con mi tarea de
Fábrica de Tabacos) con el presente ser buena ciudadana”, y entre ambos
de la Universidad de Sevilla. la llamada obsesiva a Ofelia, porque
Un prólogo de Jacobo Cortines necesita “buscar ayuda”.
acompaña esta primera entrega poéti- Con Viaje al imperio de las ven-
ca de Iván García Jiménez. tanas cerradas Krisma Mancía obtu-
vo el I Premio de Poesía Joven La
J.G.G. Garúa en la categoría de autores his-
panoamericanos.
D.V.
25
Obra nueva precedido La humedad
de Currículum vítae Adagio Montorelli
Andrés González Castro
Ediciones Piratas,
La Garúa, Santa Coloma Colección “Tábula rasa”,
de Gramenet (Barcelona), Fuenteheridos (Huelva),
2005, 122 pp. 2005, 42 pp.

La Garúa publica conjuntamente En el prólogo a este libro, Daniel


las dos primeras entregas poéticas de Salguero Díaz analiza las posibles
Andrés González Castro (Barcelona, causas del olvido que desgraciada-
1974): Currículum vítae y Obra mente ha sepultado la obra del italia-
nueva, pues ambas están estrecha- no Adagio Montorelli, coetáneo de
mente vinculadas. Giuseppe Ungaretti. La humedad,
La primera obra está formada por único poemario del autor, ha sido
un conjunto de poemas ordenados y recuperado por la colección “Tabula
titulados como si fueran parte de un rasa”, que dirige Manuel Moya, con
currículum. Esta original estructura traducción de Adolía Díez Grinaldi.
podría considerarse una propuesta La poesía de Adagio Montorelli
postmodernista de descomposición gravita en torno a dos polos. Por un
del yo biográfico a través del yo líri- lado, sus versos están impregnados
co. por la tradición greco-latina, visible
Con el mismo sentido estructural sobre todo en el tratamiento de ciertos
se organiza Obra nueva, siguiendo las temas -como el amor- y en las refe-
distintas partes de un piso nuevo, aun- rencias culturales; por otro, la intensi-
que la variedad temática es mayor. dad del tiempo histórico que le tocó
Resulta interesante la forma de incor- vivir, marcado por las desgracias que
porar al texto citas, y ecos de versos trajo la Segunda Guerra Mundial, y
conocidos de poetas como San Juan que se aprecia en el léxico y en la
de la Cruz o Blas de Otero. fuerza de sus poemas.
Los versos de A. González La humedad es un poemario épico-
Castro ensayan el soneto, y el verso lírico, uno de esos libros fuera de lo
blanco, desarrollando el prosaísmo y común donde los géneros se funden y
la narratividad en sus poemas, a confunden: la narración y la poesía.
menudo desde una actitud irónica y Adagio Montorelli merece una
escéptica. segunda oportunidad; la misma que
J.G.G. ahora tienen los lectores españoles de
descubrir su obra.
D.V.
26
Un haiku
Sur adentro en el arco iris
Francisco Borrás F. Rodríguez-
Verdera Izquierdo
y Enrique Barrero y J. Montero
Rodríguez Marchena
Ateneo de Sevilla, Universidad de
Sevilla, 2006, 50 pp. Sevilla, Sevilla,
2006, 150 pp.

Las acuarelas de F. Borrás Fruto de la colaboración literaria-


Verdera y una veintena de poemas de pictórica de Fernando Rodríguez-
E. Barrero Rodríguez alcanzan espe- Izquierdo y Jesús Montero surge este
cial compenetración en Sur adentro libro que recoge veinticinco haikus y
(Acuarelas y poemas), de manera que pinturas de cada uno. Los poemas,
sería difícil determinar si fueron com- originalmente en castellano, son tra-
puestos antes los poemas, o las acua- ducidos al japonés (en versión kana),
relas. al latín, inglés, e italiano, vinculando
La poesía popular, la flamenca, y de una forma muy original en el pano-
la estética de la lírica neopopular de la rama poético la creación con la tra-
Generación del 27 tienen especial ducción. A la edición hay que sumar
influjo en este libro. Vemos a Lorca la colaboración de varios profesores
en “La viuda”, o encontramos una de la Universidad de Sevilla (Begoña
versión albertiana de “Si mi voz López Bueno, o Rogelio Reyes, entre
muriera en tierra…” en el poema otros), los traductores (Miguel Ángel
“Variaciones”. Cuevas o Juan Gil Fernández), o la
Diversas escenas costumbristas, caligrafía japonesa de Keiko Wakabe.
contemplaciones de la naturaleza, o Los haikus aparecen agrupados
miradas al pasado se van trenzando temáticamente (“Estaciones del año”,
armónicamente en un libro con dos “Ciclo del agua”, “Mundo Animal”,
versiones: la de la palabra, y la del “Anochecer, amanecer”, etc.), y a
color. cada uno acompaña una acuarela (de
D.V. Rodríguez-Izquierdo), o una pintura
con tinta china (de Jesús Marchena).
Jesús Montero fue el impulsor
entusiasta de este proyecto, que triste-
mente no pudo ver concluido.

J.G.G.

27
No tengo ruiseñores Mar de Praga
en el dedo José Luis García
Eduardo Chirinos Herrera

Editorial Pre-textos, Colección Julio Nombela,


Asociación de Escritores y
Valencia, 2006, 64 pp.
Artistas Españoles,
Madrid, 2005, 68 pp.

Dividido en cuatro partes, No José Luis García Herrera


tengo ruiseñores en el dedo es un (Barcelona, 1964) sigue consolidando
poemario intenso, donde a través de su trayectoria poética con este poema-
un verso libre, musical y lleno de rio, Mar de Praga, ganador del XVI
naturalidad, Eduardo Chirinos (Lima, Premio de Poesía “Blas de Otero”
1960) reflexiona sobre el silencio, la 2004 del Ayuntamiento de Majada-
palabra y el amor. honda. A lo largo de este poemario
La creación poética y la expe- asistimos a un viaje por la ciudad de
riencia amorosa -y erótica- aparecen Praga tras los ojos de un poeta que se
estrechamente ligadas a lo largo del detiene no sólo ante los edificios, las
libro, identificándose la amada con la iglesias, los puentes, las esculturas...,
poesía, y por lo tanto su ausencia con a menudo, con espléndidas metoni-
el silencio. Así, cuando “El brillo / del mias: “...el roce lento / de la mano que
pasado niega el brillo del presente” y acuña la cordillera del vacío”, sino
la memoria sólo trae la nostalgia, el también ante el frío, la noche, o el
autor prefiere “no decir nada”. La amanecer: “La Ciudad Vieja retira los
escritura es capaz de recuperar lo que andamios de escarcha”; y el tributo a
se ha perdido, como en el poema Kafka, “El callejón de oro”, y V.
“Albada”, donde el canto devuelve la Holan “El cuarto de Holan”. Este
unión de los cuerpos. recorrido por la ciudad es paralelo al
También los ciclos de la naturale- viaje interior del poeta (“Siempre
za se deslizan paralelamente a la cre- andamos buscando aquello que no
ación poética: el otoño trae la caída de somos”), que tiene a la lluvia por con-
las hojas, que “si caen / no es para tinúa compañera en este Mar de
morir, sino para brillar mejor”, y la Praga.
esperanza de que todo vuelva: la vida,
el amor y la poesía. J.G.G.
D.V.

28
J.G.G.

Cáliz amaranto Viendo caer


Paloma Fernández la tarde
Gomá Antonio Enrique

Colección Torremozas, Caja Rural,


nº 189, Madrid, La Espiga Dorada,
2005, 62 pp. Huelva, 2005, 86 pp.

Escrito en versos libres y versí- La contemplación del atardecer y


culos de buen ritmo, con un uso parti- las reflexiones que este evoca en el
cular de las aliteraciones y las parano- poeta forman el eje en el que se desa-
masias, Cáliz amaranto, de Paloma rrolla este extenso poemario de
Fernández Gomá, directora de la Antonio Enrique, dividido en tres par-
revista Tres orillas, es un poemario tes: “Color violeta”, “Color amari-
que se presenta con una simbología llo”, y “Color Blanco”.
llena de connotaciones religiosas, El autor aclara en una nota intro-
sensuales y eróticas, que ensalzan la ductoria su intención de emplear un
femineidad (como el propio símbolo “lenguaje estrictamente antirretóri-
principal del libro: el cáliz), mostran- co”, y efectivamente, nos encontra-
do al mismo tiempo una gran varie- mos con un libro de expresión clara,
dad temática. versolibrista, y próximo a un monólo-
Encontramos una concepción go lírico, que busca sobre todo la
neorromántica de la naturaleza como comunicación con el lector.
reflejo del estado de ánimo del poeta. El atardecer, y la contemplación
Esto, junto a las imágenes simbólicas de la naturaleza cercana (el huerto, el
que van apareciendo en los poemas, campo, la casa), llevan aparejada una
conducen al descubrimiento de las reflexión sobre la condición humana,
correspondencias entre la realidad y el paso del tiempo, la vejez, y con un
el mundo interior, como en los poe- inevitable tono existencialista en oca-
mas “Mar interior”, “Amaranto”, o siones.
“Presagio”, donde sintéticamente se Pese a su extensión, y a cierta
contrasta al final la renovación de la falta de condensación, este libro
naturaleza con la finitud humana: alcanza probablemente sus mejores
“Las eras custodiaron el pulso del momentos en los poemas con más
tiempo transcurrido”. aliento narrativo.
J.G.G.

29
Bazar
Ritual
de circunstancias
(1968-2003)
Rafael Alcalá
Francisco Peralto

Corona del Sur, Editorial Alhulia,


Málaga, 2005, 1120 pp. Salobreña (Granada),
2005, 64 pp.

Francisco Peralto es uno de los Con Bazar de circunstancias


pocos poetas españoles que bien Rafael Alcalá (Málaga, 1943) da por
pudiera encarnar el concepto juanra- finaliza su obra poética. En el prólogo
moniano de “obra en marcha”, pero Carmen Rodríguez Ávila define a este
con la añadidura de que su trabajo co- autor como un poeta-isla, alejado de
mo impresor supone ampliar el proce-
modas y tendencias dominantes. A
so creativo, que no acaba en la pala-
esto podemos añadirle las propuestas
bra escrita, sino en el libro impreso.
tan diferentes que nos han ofrecido
La exquisita, y necesariamente autoe-
cada uno de sus libros, a lo cual no es
dición, de Ritual, para bibliófilos y
coleccionistas, recopila en este volu- ajeno este último poemario.
men buena parte de la vasta obra del A lo largo de los veintitrés poe-
autor malacitano. mas que componen Bazar de circuns-
Al caudal de su obra llegan dos tancias predomina el uso de un len-
importantes fuentes: la literatura del guaje claro, directo e incluso en cier-
Siglo de Oro, y la lírica del siglo XX tas ocasiones coloquial en expresio-
(en especial Juan Ramón Jiménez, y nes como “de tu cuerpo serrano” o
las vanguardias literarias). Destaca la “Se caga en sus terapias”, pero conti-
recuperación de géneros o formas nuamente elaborado, donde el sentido
literarias clásicas (la elegía, la égloga, del humor, la ironía (demoledora en
el diálogo entre poetas, etc.), y formas “Cigalas en el escaparate de la Gran
de la vanguardia como la poesía visu- Vía de Madrid”), la búsqueda de lo
al, los caligramas, el letrismo, etc. imposible y la desmitificación total
También hallamos textos en en poemas como “Bond, James
prosa, como el diario de Summa, o El Bond” o “Su Señoría” se van uniendo
devoto de la poesía, compendio de para mostrarnos realmente un fondo
reglas para poetas, impreso con tipo- trágico y lleno de desengaño y pesi-
grafía del siglo XIX, y donde desta- mismo ante la existencia.
can la ironía y el humor, característi-
cas inherentes a casi toda la produ- D.V.
cción de Francisco Peralto.
J.G.G.
30

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