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FINAL DE PROBLEMAS SOCIALES LATINO

AMERICANOS PTD 2019


SOLO FALTAN: 7180, 2044, 2046, 2035, 2007.

EJE 1: Contexto mundial y génesis de la estructura social LA y Argentina


Contexto internacional: De la hegemonía Inglesa al surgimiento de EEUU como potencia mundial. La edad de oro del
capitalismo. Neo-liberalismo y el nuevo paradigma tecno-económico, su efecto en las relaciones sociales.
Contexto nacional: El modelo agro-exportador y la división internacional del trabajo. Las migraciones internacionales, sus
efectos económicos y políticos. El modelo sustitutivo de importaciones en el marco de la postguerra. Las políticas de los ’90:
neoliberalismo y sus efectos en la estructura social y en la subjetividad. La etapa post- neoliberal. Conflictos actuales.

Ficha: 2062 - Más de un siglo de condicionamientos internacionales - Pacenza


Los vínculos internacionales con América Latina desde la colonización europea hasta la actualidad pueden ser estudiados por las
ciencias sociales desde dos puntos de vista:
Teoría desarrollista: interpretan la relación internacional como un vínculo necesario para la salida de la etapa de subdesarrollo y el
logro del crecimiento económico, tiene una visión positivista y considera al subdesarrollo como una etapa previa al desarrollo, lo
que le permitiría llegar a esta etapa sería la inversión de capitales.
Teoría de la dependencia (tomada por la catedra): Son estos condicionamientos internacionales los que produjeron el desarrollo
en los países centrales y el subdesarrollo en los periféricos. Desarrollo y subdesarrollo son vistos como dos caras de una misma
moneda, en un único contexto en el cual los condicionamientos de las potencias hegemónicas hacia nuestros países posibilito el
desproporcionado crecimiento de los países centrales y la dependencia de los países periféricos.
Características fundamentales del capitalismo como sistema:
⮚ Es un sistema mundial polarizado en centros hegemónicos, metrópolis y áreas dependientes, ligados entre sí con
relaciones de explotación. El sistema colonial es un factor para el surgimiento del capitalismo que opera sobre nuevas
bases. El pasaje a formas superiores de organización social es imposible sin la explotación subdesarrollante de las otras
áreas.
⮚ La característica esencial (explotación subdesarrollante) permanece inmutable pero las formas que asume van
cambiando en función de los cambios operados en los países centrales. En los 50 se produce la integración económica
mundial con el objetivo de captar los mercados de nuestros países asociándose con los industriales nacionales. En los
60 explotación de manufacturas, exportación de capitales, acopamiento de las industrias nativas)

España y relación colonial


España coloniza a América en una etapa de precapitalismo comercial y crea estados coloniales dependientes del rey. Buscaban
materias primas o metales preciosos, reclamado por el mercado mundial y mano de obra indígenafácilmente explotable. Estos
descubrimientos abrieron periodo de expansión en la vida económica europea: nuevos lugares para el comercio, nuevos
mercados para los productos del país, nuevos artículos. Esto dio inicio al subdesarrollo en nuestro continente y una intensa
actividad comercial para Europa.
Las desigualdades entre el desarrollo del Sur y del Norte son explicadas por las ventajas de cada terreno y las condiciones
materiales que la nueva situación les impone, y no como se creía, por la cultura de cada país colonizador. En el sur se creó la
encomienda porque se encontró con cultivos de exportación y mano de obra explotable, no porque eran fieles a su proyecto
feudal. En el norte los ingleses se encontraron con un territorio de tierra virgen. Se organizan a partir del trabajo familiar en
pequeñas granjas acompañado de la industria artesanal. Grandes bosques y la cercanía del mar lleva a la construcción de barcos
siendo la base de producción industrial.
Este periodo se caracterizó por el monopolio comercial (buenos aires es puerto cerrado hasta 1776, el comercio está
reglamentado entre la metrópoli y las colonias), la promoción de monocultivos agropecuarios sobre la base de trabajo esclavo de
indios y negros y el predominio del sector exportador. No estaba interesado en el desarrollo manufacturero lo que permitió el
desarrollo manufacturero de la industria.
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Proyecto hegemónico ingles
A fines del siglo XVIII se produce disgregación del imperio español. España no logra superar su etapa mercantil y se hace cada
vez más dependiente de los centros industriales. Para esta época las industrias textiles ocupaban un lugar indiscutible y los
artículos manufacturados provenientes de lana, seda y lino representaban los mayores volúmenes de intercambio comercial.
Francia e Inglaterra eran los grandes competidores en este comercio mundial. Francia llevaba cierta ventaja hasta el advenimiento
del maquinismo que se pondrá en manifiesto en la revolución industrial. Estos inventos aplicados al campo de la industria por
parte de Inglaterra fueron una respuesta a las oportunidades comerciales que eran cada vez mayor, pero en un principio la
economía inglesa dependió de la expansión de los comercios extranjeros, lo que le daba la oportunidad de colocar productos en
zonas marginales de otras potencias (como América Latina). Dos revoluciones se dan en Inglaterra: agrícola e industrial. En tal
siglo se desarrolló al máximo el capitalismo mercantil beneficiando al país que estaba en mejores condiciones para explotar un
mercado mundial en creciente expansión, y éste era Inglaterra.
La revolución industrial transforma a este país en el taller del mundo produciendo un crecimiento de la producción que necesita de
nuevos mercados de colocación y buscará en el espacio socio económico mundial la solución que su propio desarrollo ha
generado.
La incorporación de América Latina bajo su área de influencia se da previo a la emancipación. La independencia de las colonias
norteamericanas que eran sus mercados más fuertes genera mayor interés por el sur. En un primer momento intenta la conquista
directa (invasiones inglesas en 1808) y luego apoyará las guerras de la independencia contra España (mientras ésta es invadida
por Napoleón).
Comienza acá la Etapa Neocolonial con la penetración de Inglaterra en el continente. Función: asegurar orden interno para que
posibilite la entrada de manufacturas. El comercio británico operara en base a la producción y la experiencia en el campo
mercantil. Se ve migración en busca de fortuna con el objetivo de actuar como condicionantes de la política local mediante la
creación de cámaras comerciales y otras organizaciones de tipo mercantil. Los acontecimientos que marcan la diferencia de
Europa en esta época son: el uso extendido en Inglaterra de la energíamecánica, el rápido progreso de ultramar y crecimiento de
EEUU como mercado y fuente de abastecimiento de Europa, la derrota de Francia ante Inglaterra en ámbito comercial, industrial y
naval, la apertura de América Latina a Londres y la total destrucción en Europa de los resabios feudales.
En 1873 aparece la formación de monopolios (objetivo: dominación del mercado) produciendo la concentración de capitales, la
libre empresa y libre comercio que fomentaban las empresas individuales y mantenían equilibrio entre ellas sin tener una más
poder que la otra, comienza a decaer por la acumulación de capital dada en la revolucióntécnica, creando la necesidad de contar
con más capital para iniciar el proceso productivo, imposible de ser aportado por solo un empresario, dando como resultado la
unión de capitales y la corporación moderna, comienza la fase competitiva del capitalismo.
Dentro del capital monopólico cobra gran importancia el Ferrocarril, siendo Inglaterra pionera en esta industria:
Refuerza el proceso de concentración y exportación de capitales, produce desarrollo de industrias conexas (carbón, hierro) y una
nueva tecnología basada en la ciencia (química, ingeniería), amplía hasta el límitemáximo el mercado interno, acelera el proceso
integracionista mundial, se complementa con el comercio ultramar, acelera en las zonas periféricas el traslado de capitales dando
lugar a inversión de capitales en gran escala.

1873 en adelante
En 1873 como vimos anteriormente se produjo la concentración de la producción y del capital que crea el monopolio, se fusionan
el capital bancario con el industrial y forman las compañías de acciones. Los países coloniales buscan extender sus espacios
coloniales con el objeto de obtener nuevos mercados, asegurarse fuentes de abastecimiento de materias primas y alimentos y
para evitar que países rivales ocupen los territorios.
Hay una terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias más importantes, por lo que luego habrá disputas por un
reordenamiento de tal. Las luchas por el derecho a explotar regiones menos desarrolladas se expresaran en 1914 con la primera
guerra mundial. Surge la URSS (UniónSoviética) redefiniendo la problemática, combinándose en el mundo disputas entre un
estado socialista y paíseshegemónicos capitalistas con desarrollo y crecimiento de los movimientos de liberación tercermundistas.

Estados Unidos
Hacia mitad del siglo XVII el norte y el sur eran exportadores de materias primas, pero en el norte existía manufactura de
autoconsumo desarrollado por artesanos. En el sur no se manufacturaba nada, tenían cultivo de plantaciones para la exportación.
Las características del norte hicieron posible comerciar con el sur y con países tropicales, dándose el desarrollo industrial sobre la
base de un colonialismo interno que los sectores manufactureros del norte sobre el sector agrícola en su conjunto.
Este territorio poseía la ventaja de que el 40% del abastecimiento mundial de hierro provenía de allí y ademásposeían la mitad de
los yacimientos de carbón en un mundo donde la base de las industrias estádada por el uso de estos dos materiales. Se le suma
a su vez sus riquezas naturales (dos océanos, entorno geográfico excepcional) y el constante crecimiento del mercado interno
debido a las corrientes migratorias.
Luego de la guerra civil ingresa, en la era del ferrocarril, hay una transformación de la agricultura. Esta fue una gran característica
de la nación que lo convirtió en el granero del mundo, teniendo un crecimiento económico cada vez mayor.
Comienza a explotar las debilidades de Inglaterra y en 1850 se inicia la expansión continental y más tarde la extracontinental, en
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búsqueda de materias primas para el desarrollo de la manufactura, las que no tenían en cantidad suficiente (caucho, seda)
En 1880 se termina en EE.UU la época del libre cambismo, más tarde produce la fusión de la industria y de los bancos que tendrá
efectos en la construcción de una nueva hegemonía.
De hegemonía inglesa a estadounidense
El ascenso de EEUU al lugar de primera potencia se da por la primera guerra mundial la cual permite consolidar su hegemonía.
Las naciones europeas dedicaban su producción manufacturera a la producción de alimentos, EE.UU. se convierte en
abastecedor de alimentos y mercadería a las naciones en guerra. En principio lo pagan con oro, luego dinero recibido por la venta
de sus títulos e intereses norteamericanos, con lo que se produce la nacionalización de la economíade los estados unidos para
pasar a solicitar créditos de los banqueros estadounidenses, se convierte asi en nación acreedora mundial.
En 1917 los países aliados empiezan a sentir la banca rota financiera, dada la imposibilidad de seguir endeudándose. EE.UU le
declara la guerra a Alemania, dejando como saldo el debilitamiento de las naciones europeas y la fortaleza absoluta de EE.UU.
Asi se convierte en la potencia manufacturera y financiera más grande del mundo capitalista.
El rasgo más importante del periodo de desarrollo hacia afuera (desde fines del siglo XIX hasta 1930) es la estrecha vinculación
económica comercial y financiera internacional que se traducía en el predominio de la libre esterlina.

El mundo de la posguerra y la guerra fría


En la Segunda guerra confluyen varios procesos:
Guerra imperialista producto de la pugna de diferentes potencias con el objetivo de encontrar nuevos mercados y materias primas
que se ve en enfrentamientos como Alemania contra Inglaterra en Europa, EE.UU contra Japón en el pacifico y contra Alemania
en Europa, el enfrentamiento capitalista y socialista y una guerra de liberación en Asia integrándose China en el bloque soviético,
mientras en América Latina se desarrollan movimientos tercermundistas que cuestionan la dominación de ambas potencias. Esta
guerra conlleva a cambios grandes en las condiciones geopolíticas del momento conformado por grandes ejes de confrontación
alrededor de centros imperiales, esto se ve en el surgimiento de la URSS como centro dominante de un bloque de poder mundial,
se produce la estructuración de un sistema bipolar, en el que los nacientes bloques de poder se conforman a través de una
potencia central y naciones periféricas más débiles y además abarcan países con un considerable grado de desarrollo. Inglaterra
fue primera potencia colonial y Alemania entra en la guerra con el fin de recuperar su atraso en la expansión. Las explosiones de
Hiroyima y Nagasaki otorgan al país del norte el monopolio del arma decisiva elemento que le sirve de presión hacia Europa. Los
países imperiales en la preguerra son desplazados por el liderazgo indiscutido de EEUU como potencia dominante del sector
occidental.
Se trata de frenar el avance soviético tras los pasos del Plan Marshall, que al otorgarle dinero a los países europeos de su bloque
comienza un proceso de internalización de capitales y expansión de las grandes corporaciones estadounidenses, con finalidad no
solo económica sino también política, tratando de frenar el avance de la URSS, supone una ayuda importante para los países
europeos por su críticasituación que impide el control sobre las áreas colonizadas.
Se forma el movimiento del tercer mundo que da lugar a los “no alineados”, que será permanentemente socavado por la potencia
hegemónica a través de diferentes mecanismos, el más importante políticamente son los golpes de estado y la interrupción de los
gobiernos democráticos (peronismo en Argentina, acción democrática en Venezuela)
Se hace la comparación de EEUU con un jugador de póker que no puede dejar de jugar y ha ganado todo su dinero pero sus
competidores ya no tienen más para apostar por lo tanto el deberá prestarles para continuar el juego. Para reanimar el ciclo
económico fue necesario impulsar el comercio mundial en condiciones de paz. El New Deal con su intervención del mercado
interno se pensaba extender al nivel mundial, el dólar pasa a ser la divisa a nivel mundial y nace el FMI.
1949 marca un fortalecimiento del bloque socialista en la región con la revolución china y el estallido de la primera bomba, EE.UU
pierde el monopolio del arma estratégica.
1950 proceso de independencia acelerado en África negra y hacia fines del 50 se recuperan los principales países europeos.
1956 EE.UU y la URSS frenan avance anglo francés en Egipto
1959 creación del Mercado común Europeo que brindo importantes posibilidades de inversión a las empresas norteamericanas.
Hay una nueva lógica, dado el costo de la materia prima o laboral, algunos países periféricos producen y exportan artículos de la
industria del consumo

El mundo global y el fin del mundo bipolar


La desintegración de la URSS, y la caída del muro de Berlín ponen fin a la guerra fría, a desaparecer uno de los bloques del
mundo bipolar y la potencia que lo encabezaba. La caída del mundo comunista arrastro también la caída del tercer mundo (se
produce en ellos un agotamiento de los movimiento de liberación nacional)
A fines de la década del 70 hay una crisis del modelo keynesiano y el Estado Bienestar es seriamente cuestionado, mientras que
en los países centrales (gran Bretaña y EE.U) comienzan a instalarse discursos neoliberales.
Con esto en Argentina cae el modelo sustitutivo de importaciones y se empieza a inclinar a políticas aperturistas (las desarrolla
más adelante en un cuadro), de ajuste fiscal, liberación económica y el creciente financiamiento externo, que conducirá a la crisis
de la deuda de los 80.
Los cambios ocurridos son consecuencia de procesos de trasformación profundos que inciden sobre la organización social: 1) la

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revolución científico-técnica y sus derivaciones al mundo de la producción y al plano de la organización y gestión (desarrollo de la
cibernética, tecno electrónica, que son una llave importante para acceder al desarrollo futuro) 2) la trasformación del mundo del
trabajo y sus efectos sociales 3) la globalización económica
Una tendencia al descenso del nivel del empleo a diferencia del periodo de industrialización. El reemplazo de hombre por
tecnología genera disminución en la demanda de los trabajadores y una baja en el nivel de salarios.
Punto de vista económico la globalización puede ser entendida como una nueva fase de expansión del sistema capitalista: hay
una tendencia a la apertura de los sistemas económicos nacionales, un incremento del comercio internacional, expansión y
crecimiento de marcados financiero, innovación tecnológica, disminución de políticas estatales reguladoras y/o proteccionistas. Lo
que genera una aumento de la interdependencia entre países o economías diferentes, ensanchamiento de campo geográfica y
una polarización social, pobreza global.
La Globalización es un proceso complejo que abarca fenómenos políticos, económicos, culturales y la construcción de nuevas
identidades, tiene rasgos nuevos como la percepción de transnacionalidad en el turismo, consumo, medios de comunicación y
estilos de vida, conciencia de peligro ecológico global, percepción de otros transculturales en nuestras propias vidas, circulación
de las industrias culturales globales, desaparición del trabajo como integrador social, crecientes niveles de exclusión y
precarización laboral. "Ricos globalizados y pobres localizados" "dos caras de una misma moneda en la que las dos partes viven
en las dos distintos y ven solo uno"
En advenimiento de los procesos de globalización económica y política implicaron crisis y ruptura del modelo sustitutivo y la
implantación del modelo aperturista.

Modelo sustitutivo Modelo aperturista


Estado Mayor autonomía relativa del Restructuración y globalización
estado, importancia del estado orientado al sector externo,
nacional menos autonomía relativa del
estado que ha perdido la
soberanía
Rol Interventor, impulsor del Subsidiario. Garante de reglas de
desarrollo, garante del bienestar. juego
Empresario y empleador
Rasgos Distribución, desarrollo, articulador Estabilización, competencia,
regional de sujetos colectivos, saneamiento fiscal, inserción en la
pleno empleo, regulación economía mundial, busca de
equilibrios macroeconómicos
Políticas publicas Centralización económica, Descentralización, privatización,
nacionalización (YPF, ENTEL) estabilización, desregulación,
desarrollo distribución, regulación reducción del gastos, políticas
del capital y trabajo, políticas sociales “minimalistas”
sociales universales, etc
Regulación Fordismo periférico, principios Posfordismo, exportación y
tayloristas, mercado protegido mercado interno

FICHA 7180: Lado – La metamorfosis del capitalismo. Ficha de cátedra.

Ficha: 2026 - Las relaciones centro periferia y la transnacionalización. Osvaldo, Sunkel.


● Las relaciones entre el proceso de polarización internacional y el proceso de polarización nacional:
Característica básica de la economía internacional: la penetración de las economías desarrolladas en las economías de los países
subdesarrollados por medio de las subsidiarias del conglomerado transnacional extractivo, manufacturero, comercial y financiero;
resulta que debe haber una estrecha vinculación entre dichas prolongaciones de los países desarrollados en los subdesarrollados.
En el sistema global obtenemos dos elementos componentes:

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a)un complejo de actividades, grupos sociales y regiones que se encuentran ubicados geográficamente en Estados/naciones
diferentes, conforman la parte desarrollada del sistema global y se hallan ligados entre sí, a través de una variedad de intereses
concretos así como por estilos y niveles de vida similares y fuertes afinidades culturales;
b) un complemento nacional de actividades, grupos sociales y regiones parcial o totalmente excluidos de la parte nacional
desarrollada del sistema global y sin ningún lazo con las actividades, grupos y regiones similares de otras naciones.
Esta visión del fenómeno desarrollo/subdesarrollo trata de incorporar los aspectos de dominación/dependencia, de marginalidad y
de desequilibrios espaciales que son parte inherente del mismo; los países desarrollados resultarían ser aquellos donde prevalece
la estructura económica, social y espacial desarrollada, mientras que las actividades, grupos sociales y regiones atrasados y
marginales constituyen fenómenos excepcionales limitados, y aparecen como situaciones de importancia secundaria. A la inversa,
los países subdesarrollados son los que prevalece la marginalidad excluyente, afectando a gran parte de la población, de las
actividades económicas y del espacio físico, presentándose como un problema básico, urgente y agudo por su dimensión absoluta
y relativa.
Partiendo de las categorías básicas que se han combinado para llegar a esta formulación (economías capitalistas nacionales que
se caracterizan internamente por una heterogeneidad entre países desarrollados y subdesarrollados o dominantes y
dependientes, y un sistema capitalista internacional que define las relaciones entre las economías nacionales) se elabora un
modelo gráfico. Se supone en primer lugar, la existencia aislada del sistema capitalista internacional, ya que su coexistencia con
uno o varios sistemas socialistas no es importante. Se supone que el sistema capitalista internacional está integrado por un solo
país desarrollado o dominante y por dos subdesarrollados y dependientes.
En cada país hay una gran heterogeneidad de niveles de desarrollo, de modernidad, de progreso, de ingresos. Se hablara de
sectores integrados y marginados. Suponemos que el sistema capitalista internacional contiene un núcleo internacionalizado o
transnacionalizado, compuesto por los sectores nacionales integrados y las relaciones entre ellos, y segmentos nacionales
excluidos formados por los sectores marginales de cada país y las relaciones entre estos y los integrados.
El sistema capitalista internacional contendría un núcleo central internacionalizado de sectores sociales de mayor o menor
importancia relativa en cada país. Estos comparten una cultura y un estilo de vida común. No obstante hablar idiomas diferentes,
estos sectores tienen una capacidad de comunicación entre sí que es mucho mayor que la posibilidad de comunicación de uno de
estos sectores con sus coterráneos obreros, campesinos o marginados. Para que esta comunidad internacional que reside en los
diferentes países del mundo, tanto desarrollados como subdesarrollados, pueda sostener patrones de consumo similares, debe
tener también niveles de ingresos similares.
En general, en los países desarrollados la distribución del ingreso se ha mantenido más o menos constante o ha mejorado en las
últimas décadas, en los subdesarrollados la desigualdad de los ingresos, seguramente se ha acentuado. Los grupos marginados
experimentan ritmos de crecimiento demográficos superiores al promedio de uno y otro tipo de países, mientras que sus ingresos
crecen a tasas menores que sus respectivos promedios nacionales, sus ingresos per cápita crecen menos que el promedio
nacional también por efectos de ambos factores. Se traduciría en un deterioro de la distribución del ingreso en ambos grupos de
países. Tal tendencia puede quedar contrarrestada en los países desarrollados por efecto de las políticas de redistribución de
ingresos. En los países subdesarrollados dichas políticas, no logran alcanzar resultados similares porque los sectores de bajos
ingresos representan una proporción sustancial de la población. La razón por la que cuando dichas políticas se aplican en
nuestros países tienden a beneficiar a los grupos restringidos pero bien organizados de los sectores medios y obreros antes que a
la gran masa.

Ficha: 2054 – Capítulos 1 y 2. Sistema socio-económico y estructura regional de la


Argentina. Rofman Alejandro y Romero Luis.
o Primera etapa: La Argentina criolla
La primera etapa corresponde a la situación de Argentina sobre 1852. Si bien el objetivo es la caracterización de etapas dentro del
proceso histórico argentino, la elección de un límite temporal es arbitraria. Sin embargo, este año sirve para caracterizar un
periodo cuya finalización corresponde al momento en que se produce la apertura de la Argentina al mercado mundial.

1. El sistema internacional
Hacia 1852 el sistema internacional correspondiente al capitalismo industrial ya está estructurado y son evidentes las jerarquías
que funcionarán en el siglo XIX y parte del XX. Las relaciones de dependencia a escala internacional se organizaron según las
formas económicas del capitalismo comercial, que obtenía beneficios en el área de la circulación, aprovechando las diferencias de
precios entre las regiones productoras y consumidoras.
En 1770 comenzó a predominar en Inglaterra un nuevo tipo de relaciones de producción (capitalistas) que se caracterizaban por la
apropiación del excedente bajo la forma de plusvalía y que coincide históricamente con el proceso de la Revolución Industrial.
Este proceso estaba desarrollado en Inglaterra en 1852 y comenzaba a afirmarse en el resto de Europa occidental. Estos cambios
influyeron en el sistema internacional total.
La Revolución Industrial implicó en Inglaterra una aceleración en la división interna del trabajo. Esto exige una expansión del
mercado que, de no producirse, origina un estrangulamiento en el desarrollo. Los mercados coloniales adquirieron así una
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importancia decisiva, y la formación de un área mercantil colonial estuvo relacionada con este desarrollo industrial. La expansión
colonial fue acelerada por la Revolución Industrial.
El sistema internacional se caracteriza por el papel de mercados que tienen las áreas coloniales. Al mismo tiempo, comienzan a
esbozarse las características de la etapa siguiente, e Inglaterra empieza a organizar la producción a escala mundial,
determinando la formación de las áreas de monocultivo que se ajusten a las necesidades de ese mercado. Esta jerarquización
económica se traduce en formas de dominación política más variadas y flexibles.

2. El sistema nacional
Dentro de ese sistema internacional jerarquizado, la función del sistema nacional argentino se relacionó directamente con el grado
de su integración al mismo. En 1852 la integración de Argentina al sistema internacional es bastante limitada en relación a la
etapa siguiente. Sin embargo esta integración se fue acentuando desde fines del siglo XVIII. Esta misma provocó cambios
internos que prefiguraron los contactos posteriores con el sistema internacional. La integración de Argentina al sistema
internacional, ya en este momento, representa una primera e importante forma de relación.

2.1. El papel económico del sistema nacional


El sistema internacional asigna al sistema nacional una cierta función económica. Argentina se integró al área mercantil inglesa
para absorber su producción, industrializada, permitiendo además que siguieran funcionando los mecanismos del capitalismo
comercial que posibilitaban la concentración de los beneficios en la metrópolis. A su vez, en la llanura pampeana se dio un
desarrollo ganadero que se ajustaba tanto a la necesidad de abrir el área a la oferta como a la de formar un área de monocultivo
según las necesidades de la demanda. Esta estructuración se dio sobre una organización regional ya existente, que hizo que la
adaptación de las distintas regiones fuera diferente (el Litoral realizó este cambio más rápida y profundamente que en el Interior).
La apertura de Argentina a los requerimientos del mercado mundial se produjo en el siglo XVII. Buenos Aires se convirtió en el
punto de conexión con el exterior y se estructuró una red de intercambios organizada para que los beneficios que se originaban
quedaran en el puesto. La región litoral tuvo un desarrollo de la producción ganadera, cuyos productos eran exportados por
Buenos Aires hacia los compradores europeos. El Interior ocupó un papel secundario en la red de intercambio, que desapareció
en 1810, cuando se perdió el contacto con el Alto Perú.
Predominó en el país la producción pecuaria, de características simples y rudimentarias, mientras que el comercio exterior
proveyó de la mayoría de los restantes artículos.

2.2. La estructura social y política


A. Las estructuras locales de dominación
La estructura de la sociedad criolla es simple y su configuración es casi dual. La ganadería es la actividad principal, la tierra está
distribuida en pocas manos, y hay en esa sociedad pastoril terratenientes y trabajadores rurales. Los sectores urbanos se
encuentran en retracción.
Las relaciones capitalistas de producción se encuentran escasamente desarrolladas. Dentro del sistema capitalista que se
estructura a escala internacional se incluyen en las áreas periféricas subsistemas productivos de tipo precapitalista, que permiten
la existencia de objetivos entre los grupos dominantes del sistema internacional y de los subdominantes locales.
La estructura social es simple y el dominio del sector terrateniente le permite asegurarse la concentración de los beneficios que se
originan en la actividad ganadera. La forma en que los ganaderos estructuran su dominación política varía según las regiones.
En Buenos Aires, la sociedad está más diversificada, quizás el rasgo más característico sea la debilidad de la burguesía porteña,
en contraste con la importancia comercial de la ciudad. La actividad mercantil está en manos de comerciantes ingleses. Otro
rasgo de Buenas Aires es la existencia de una importante plebe subocupada, cuya existencia se hace posible debido a la variedad
de oportunidades de subsistencia que ofrecía la capital virreinal.
La terminación de las guerras europeas, con la afirmación del dominio comercial inglés, provocó el desplazamiento de la
burguesía mercantil hacia las actividades pecuarias, surgiendo la oligarquía terrateniente porteña. Sus miembros más ilustres
provienen de las viejas familias comerciales del fin de la Colonia, que encontraron en la tierra una alternativa para conservar su
posición.
En el periodo de 1820/27 (época rivadaviana) el Partido del Orden representó la alianza de los ganaderos con los políticos
urbanos, para realizar un programa de orden, progreso económico y apoyo en la expansión ganadera. Este equilibrio precario
desaparece con la crisis de 1820/27, que se prolonga hasta la llegada de Rosas al poder. De la crisis surge un sector nuevo: la
plebe campesina. Esta masa de peones y capataces se movilizó políticamente por primera vez como reacción a la guerra, la
penuria económica y las levas forzosas. Estos factores crearon una movilización que era vista como irreversible y que incorporaba
a la vida política un nuevo sector.
Esta situación era peligrosa tanto para el orden rural como para las bases de la sociedad pastoril; de ahí que el rosismo encontró
una fórmula política que incluyó y canalizó el movimiento popular, rural y urbano, bajo la hegemonía del sector terrateniente. Esta
estructuración del poder se muestra más sólida y eficaz que la anterior, y dura hasta 1852.
En las otras provincias litorales la situación es más sencilla, no solo por la homogeneidad económica sino por la inexistencia de un
sector urbano. La forma que asume la dominación de los ganaderos es el caudillismo. Este puede ser el representante de los

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terratenientes y de masas rurales cuyo grado de movilización política es muy alto, presentaba los intereses de la provincia en
bloque.
En el Interior se vive una situación de cambio. Tradicionalmente los grupos dominantes eran “gente decente”, comerciantes,
doctores, etc. La declinación económica de esa clase se enlaza con la crisis del sistema mercantil del Interior, y con la
simplificación de la vida política y la desaparición de las funciones administrativas y eclesiásticas que sustentaban la posición
social de la “gente decente” (pérdida del poder político de estos sectores). Muchos de estos terminaron al servicio de los nuevos
caudillos que surgieron. El agotamiento económico es causa de que ninguno de los sistemas de poder locales logre afirmarse
realmente.

B. Las estructuras nacionales de dominación


Hacia 1852 no se había constituido en Argentina un Estado nacional asentado sobre un sistema jurídico institucional; este lugar
era ocupado por la estructura laxa de la Confederación, en la que las provincias permanecen unidas, manteniendo la autonomía y
delegando en el gobierno de Buenos Aires solo el manejo de asuntos externos. Las relaciones entre los estados provinciales
fueron conflictivas. En 1830, cuando las provincias litorales firman el Pacto Federal, para oponerse a la Liga del Interior, propicia la
ocasión para plantear a Buenos Aires algunas exigencias que implicaban modificar la política económica porteña.
Litoral e Interior discrepaban en aspectos básicos de dicha política. Mientras el Interior, con una economía más diversificada,
debía defender su industria de la competencia de productos importados, el Litoral ganadero era partidario del librecambio. Los
grupos dominantes de Buenos Aires pudieron imponer siempre su hegemonía a las provincias a causa de su mayor solidez
económica. Esta provenía no solo de las rentas aduaneras, sino también de la expansión ganadera. Esta hegemonía adoptó
diversas formas según la peculiar coyuntura y los apoyos que utilizó.
Durante el periodo Virreinal, Buenos Aires pudo reunir su hinterland económico dentro de un marco político. Durante la primera
década de la independencia (1810-1820) Buenos Aires pretendió mantener ese predominio y consolidarlo con un sistema
institucional unitario. La declinación de su protagonista, la burguesía comercial porteña, significó el fracaso del intento y la ruptura
de la unidad nacional, con la siguiente anarquía y surgimiento de las provincias. El federalismo artiguista, que movilizó el Litoral,
fue el intento más firme de quebrar la hegemonía porteña.
La crisis final de los gobiernos nacionales de Buenos Aires (1820) coincide con el comienzo de la expansión interior porteña,
basada en la ganadería, lo que le dio gran solidez económica. Y el hecho de que el sector ganadero este enraizado en la antigua
clase gobernarte aumentó la cohesión de su poder. De ahí que Buenos Aires puede articular un dominio de hecho, sin armazón
institucional que lo sustentara.
En esta tarea la clase ganadera porteña tuvo aliados. En primer lugar, los terratenientes santafesinos proporcionaron a Bs As
ayuda militar a cambio de apoyo económico. Sin embargo, durante los periodos en que la crisis y la división interior debilitaron a
Buenos Aires, Santa Fe intentó arrebatarle ese predominio. Por otro lado, todo el Litoral se unió a Buenos Aires en función de
intereses comunes básicos, para mantener dominado y fraccionado al Interior.

C. La inserción en el sistema internacional de dominación


La situación de Argentina en el sistema internacional de dominación fue relativamente autónoma, sobre todo en relación con la
subordinación que se dio en la etapa siguiente. El sistema mercantil estuvo, desde 1810, en manos de comerciantes británicos. La
relación con el mercado mundial fue débil: Argentina aportó cueros, cebo y carne salada, pero los produjo independientemente,
sin inversiones extranjeras.
Esa relativa autonomía se tradujo en el plano político en la existencia de una frontera que permitió a los sectores dominantes
locales manejarse más o menos libremente con respecto a las grandes potencias. Esto llegó a su culminación con las actitudes de
Rosas frente a los franceses, que pretendían desplazar a los ingleses de sus posiciones dominantes en el comercio rioplatense.
Rosas intentó mantener cerrada la navegación de los ríos y recuperar el control político sobre Montevideo, cabecera del comercio
francés.
La frontera alta que mantenía Argentina coincidió con su status jurídico independiente, respetado por las potencias coloniales. Así
es que la Argentina tuvo un status de semicolonia.

3. La configuración espacial

3.1. El Litoral
La evolución del Litoral desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX está caracterizada por: el desarrollo del
puerto y la configuración de un área comercial; y por la formación de una zona productiva ganadera en torno del mismo.

A. El sector comercial
El sector comercial controló el grueso de las inversiones. Los sectores comerciales concentraron los resortes del poder en todos
los niveles y su acción fue decisiva en la configuración espacial Argentina. Para comprender la situación es necesario analizar
esquemáticamente su evolución:
a. Hasta 1776 Buenos Aires era puerto cerrado. La región litoral se desenvolvía autosuficientemente mientras la región
dinámica era la del Alto Perú, que encontraba salida por Lima y se conectaba con el Interior argentino. No obstante, antes de
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1776, Buenos Aires experimentó un alto desarrollo. Este había sido posible por el tránsito de mercadería hacia el Interior, la
actividad de los marinos franceses y el contrabando por ingleses y portugueses desde Colonia.
b. A lo largo del siglo XVIII, la presión de los países imperiales que ansiaban incorporarse al comercio americano comenzó a
hacerse sentir en el Rio de la Plata; esto representa la primera acción de la variable externa y la primera vinculación con el
mercado mundial. Desde principios de siglo se dio una fácil comunicación con el mercado mundial. Buenos Aires se convirtió en el
puerto de entrada de los productos europeos y de salida de la plata potosina.
Hacia fines del siglo la plata representaba el 80% de las exportaciones por Buenos Aires. El carácter básico de las inversiones: a
partir de un centro productor minero, Potosí, hay una traslación de excedente al sector comercializador y exportador.
c. Este reemplazo se originó en la presión de los centros mundiales de decisión, para los cuales Buenos Aires tenía más
condiciones que Lima. Pero también fue decisiva la creación del Virreinato. Esta medida liberó a Bs As del control de Lima y dio
vigencia administrativa al hinterland comercial porteño, incluyendo en él a Potosí. Luego, el reglamento de Libre Comercio otorgó
mayor flexibilidad a los contactos comerciales de las colonias con Europa, aliviando la presión del monopolio. La acción del
Estado tuvo importancia decisiva para acelerar sus efectos.
d. Examinaremos las características de este sistema de inversiones. Las inversiones se produjeron en el sector comercial y los
capitales se centraron en las casas comerciales. Estas casas articularon un sistema destinado a trasladar el total de los
excedentes económicos al exterior. Si bien el grueso del excedente se trasladó al exterior, una parte quedo en Bs As. A su vez, el
Virreinato fue un área comercial que se abrió a los productos manufacturados europeos.
Este efecto secundario se complementó con la formación de una serie de economías de aglomeración. Los beneficios comerciales
crearon una gran demanda, dando lugar a una concentración del comercio y el consumo de artículos de importación y regionales.
A esto se agregó que Bs As era sede de la administración colonial. Estos rasgos explican cómo, a partir de la concentración inicial
de las inversiones comerciales, se produjo una concentración secundaria de inversores no ligados que complementó a aquella y la
realimentó, dando lugar a un proceso circular.
e. Esta situación básica se modificó parcialmente durante la coyuntura originada por las guerras europeas de la Revolución
Francesa y de Napoleón. En estos momentos se debilitaron y rompieron los lazos que unían a Bs As con su metrópoli y no se
notó aun la presencia de la que reemplazaría a España. El comercio local se expandió y se vinculó con el mundo entero.
f. 1810 Inauguró una nueva coyuntura que alteró esa preeminencia de los comerciantes porteños. En primer lugar, disminuyó
su hinterland por los sucesivos desmembramientos. La acción del nuevo Estado fue ineficaz para reconstruir su hinterland. Por
otra parte, el dominio inglés sobre las áreas coloniales comenzaba a reafirmarse a partir de 1810. En Bs As, la libertad de
comercio estuvo acompañada por la radicación de un grupo de comerciantes británicos que terminaron desplazando los criollos.
Hubo un cambio en los sectores inversores y un reordenamiento en el sistema comercial, una disminución de las exportaciones
que provocó un aumento de importaciones. Otro mecanismo para saldar el déficit citado consistió en inversiones locales de los
sectores británicos en compra de tierras. Los desequilibrios básicos de la economía portuaria van a ser compensados por la
expansión ganadera.
g. A través de este proceso se produjo la formación, el crecimiento y la crisis del grupo comercial porteño, primer sector
inversor en actividades mercantiles, y su desplazamiento por los ingleses.

B. La ganadería
Desde 1810 los productos pecuarios abarcan el 90% del valor de los productos salidos por Buenos Aires. Esta expansión de las
exportaciones pecuarias se origina la expansión de la ganadería bonaerense, que se inicia en 1820 y se desarrolla sin cambios
hasta 1850. Esa ganadería conformó algunos aspectos de la estructura económica-social.
a. La expansión ganadera se ajusta a una decisión muy general del sistema internacional, que presiona para estimular el
desarrollo de zonas de monocultivo. El vehículo eficaz fue la demanda de productos pecuarios que se aceleró desde fines del
siglo XVIII. En tanto la relación predominante era la de mercado y la situación en Argentina era de un sistema capitalista, esta
demanda fue el único medio de acción. Las inversiones exteriores para estimular la producción no aparecen en este periodo. Las
peculiaridades de esta demanda influyen en las características de la producción. El cuero argentino ocupa un lugar secundario en
el mercado mundial. La ganadería debe desarrollarse con independencia del precio y esto explica la necesidad que tienen los
inversores locales de operar con escasos capitales y asegurando altas ganancias.
El mercado mundial demanda cueros, preferentemente gruesos y carne salada, no necesariamente de buena calidad. Las
exigencias de la demanda se limitan a un animal muy tosco y poco refinado.
b. Características del agente inversor. El núcleo es la nueva clase ganadera, surgida de la entraña del grupo comercial porteño
y por la nueva ordenación del comercio mundial. Este grupo encontró en la ganadería la salida a esa difícil situación. Las
inversiones en tierras es el ámbito elegido por los inversores extranjeros localizados en Bs As. Estas inversiones son una de las
formas de compensar los balances comerciales sistemáticamente deficitarios del comercio porteño. La expansión ganadera
permitió también la integración de los dos grupos hasta entonces rivales.
El Estado no actúa como inversor directo, sin embargo, está controlado por los ganaderos y su acción es decisiva como anticipo y
ayuda del proceso inversor para estimular el desarrollo ganadero.
c. El punto seleccionado para la inversión ganadera es la campaña de Buenos Aires. No era una región que originalmente
hubiera tenido gran ganadería. Las guerras civiles y la acción disruptiva del comercio británico produjeron un aniquilamiento
ganadero en las provincias litorales, que permitió a Bs As expandirse sin competencia. Los demás factores se relacionan con la
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necesidad de escasas inversiones y altas ganancias. La coyuntura desfavorable de 1810 había descapitalizado a los
comerciantes y ganaderos porteños. La acción del Estado fue decisiva para superar estos inconvenientes:
1) En primer lugar era necesaria tierra. La campaña al desierto de Martín Rodríguez, y la de Rosas, y la defensa de la frontera
ganada, muestran la acción del Estado para incorporar una gran porción de tierra a la explotación agropecuaria.
2) La tierra debía ser barata para los ganaderos, y sobre todo no debía producirse la especulación que suele acompañar a los
procesos expansivos. La ley de enfiteusis de Rivadavia y las políticas adoptadas hasta 1852 tuvieron como resultado que la tierra
fuera entregada en grandes propiedades y a precios bajos. En este segundo aspecto, el Estado sentó las bases de la oligarquía
terrateniente bonaerense.
3) A la escasa inversión en tierras correspondió una escasa inversión en instalaciones y adelantes tecnológicos. Las
inversiones privadas se dirigieron predominantemente a la adquisición de animales y sal. Los fondos del Estado, que se dirigían a
facilitar la expansión ganadera, provenían de los impuestos aduaneros de las importaciones, las exportaciones eran mínimamente
gravadas.
4) La carencia de mano de obra representaba una posible limitación a la expansión ganadera, no solo por la escasez crónica
sino por los hábitos laborales, características de una situación anterior a la modernización. La acción del Estado fue decisiva,
concentró el poder judicial y de policía rural en manos de los jueces de paz, que eran personas allegadas a los hacendados. Estos
agregaron a su predominio local el uso del aparato represivo para impulsar activamente al trabajo de mano de obra. Se lograba
así atemorizar y disciplinar a los restantes, mientras que los enviados a las milicias colaboraban defendiendo la expansión
ganadera. Se configura un cuadro de producción donde escasas inversiones aseguraban grandes ganancias.
Hacia 1852 se agota la coyuntura favorable y se instalan nuevas formas productivas. El mercado mundial comienza a tener otras
exigencias y la escasez de mano de obra comienza a disminuir. Sin embargo, el fin de esta coyuntura mantendrá intactos algunos
elementos, como el régimen de tenencia de la tierra y la estructura social que genera, que influirán en la etapa siguiente. Esta
expansión ganadera se concentró en la provincia de Buenos Aires.
Sobre 1840 empieza a producirse una acelerada modernización en Entre Ríos, que se convierte en el centro de la oposición al
predominio porteño.

3.2. El Interior
El proceso de incorporación al mercado mundial que provocó el desarrollo comercial y productivo del Litoral produjo una
decadencia en el Interior, que comenzó a ser superada a fines del periodo. Fases y etapas:
a. La situación inicial, hacía del Interior la zona más floreciente del país. La producción del Interior, se colocaba en un mercado
de gran capacidad adquisitiva, el Interior se comunicaba, por medio de contrabando, con centros comerciales portugueses del
Brasil, lo que lo convertía en un cruce de rutas comerciales.
b. El desarrollo comercial de Bs As dio vida a los centros urbanos a lo largo de la ruta al Alto Perú. Sin embargo, la importancia
del sector comercial del Interior no bastaba para cimentar un crecimiento sostenido. Dentro del sistema comercial, donde se
operaba la transferencia del excedente a la metrópoli, y a Bs As, los centros intermediarios del Interior lograban absorber una
pequeña parte del mismo, que se concentraba en el puerto y el exterior, impidiendo que este sistema se capitalizara y lograra
autonomía.
c. La apertura económica provocó una consecuencia negativa sobre la producción local, que sufrió los efectos de la
competencia de los productos europeos.
d. Más importante fue la fragmentación del antiguo Virreinato (luego de 1810); al separar a uno de los polos del sistema, el Alto
Perú, dejó la ruta que los unía sin función económica.
e. Perdidos los beneficios para los inversores privados, la acción del Estado multiplicó los efectos negativos. La fragmentación
y la anarquía aumentaron el número y las exigencias de los aparatos fiscales.
f. La simplificación de la administración estatal desplazó a los sectores “decentes”, que ocupaban los cargos de gobierno y
constituían uno de los fundamentos de la vida urbana.
g. Todos estos factores provocaron efectos secundarios de desaglomeración, que trasladaron y multiplicaron las
consecuencias, realimentando el proceso.
h. Esa situación comienza a ser superada cuando algunos sectores inician una reorientación hacia la ganadería. En esta
decisión operan los mismos factores estimulantes que en el Litoral. Los grupos inversores fueron sectores que anteriormente
tenían poca importancia, que comenzaron a prosperar en cada una de las provincias (como por ej. los caudillos).
i. Los costos de transporte y la ventajosa competencia de ganadería del Litoral hacen que generalmente la producción
ganadera del Interior no se vuelque en Buenos Aires.

4. Configuración del esquema urbano


A fines del siglo XVI habían sido fundadas, con excepción de Catamarca, todas las ciudades que surgieron en el territorio ocupado
por los españoles y que correspondieron a las tres corrientes colonizadoras que penetraron en territorio argentino. Las ciudades
resultado de ese afán fundador de los primeros conquistadores dejaron configuradas desde entonces las líneas fundamentales del
esquema regional argentino. Las ciudades fueron, en primer lugar, la concreción política y jurídica de la toma de posesión del
territorio. La ciudad se originó también como etapa de una ruta de conquista. A fines del siglo XVI quedaron establecidas también
las vías de comunicación entre las ciudades que ponían en contacto a regiones muy diversas.
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El esquema regional se altera profundamente con la creación del Virreinato del Rio de la Plata. Buenos Aires, sede virreinal, tiene
un crecimiento y se convierte en el puerto de salida de la producción de metales preciosos del Alto Perú. El establecimiento de
una activa ruta comercial entre el Alto Perú y Buenos Aires estructura un esquema regional ahora centrípeto. Las ciudades
reorientan sus actividades en función de esa ruta, y cobran importancia las funciones comerciales, de transporte y administrativas
en detrimento de la producción. Durante el periodo Virreinal, las distintas regiones y ciudades que integran el hinterland ven
subordinado su crecimiento a la actividad del comercio porteño.
Con la Revolución se inicia una nueva etapa y el periodo va de 1810 a 1830 muestra grandes alteraciones del esquema anterior.
La pérdida del Alto Perú, rompe el eje que integraba las diferentes regiones al cortar el camino Potosí-Buenos Aires.Se inicia un
periodo de desorganización de las diferentes economías regionales y de destrucción de riquezas como consecuencia de las
campañas militares y las guerras civiles. Paralelamente se da la decadencia de los grupos de comerciantes urbanos y
funcionarios de la antigua administración, y los gobiernos provinciales recurren a los derechos de tránsito y aduanas provinciales,
que entorpecen aún más la actividad comercial.
Los saqueos, venta indiscriminada de ganados y el cierre de los ríos por el monopolio de Buenos Aires, se relaciona con la
decadencia de la ganadería del Litoral.
En el período entre 1830 y 1859 se produce un resurgimiento de las economías regionales y de las ciudades en función de los
nuevos mercados periféricos y en general basadas en la ganadería. Este nuevo esquema centrípeto concluye cuando se
reconstruye la unidad sobre la organización nacional del país, la supresión de las aduanas interiores, el establecimiento de la libre
navegación de los ríos, las mejoras de las comunicaciones y los nuevos caminos. Estos factores ayudan a configurar un mercado
interno nacional.

o Segunda etapa: La producción de bienes primarios exportables (1852-1930)


Esta segunda etapa tiene una fecha de iniciación imprecisa, pero termina con la crisis mundial de 1930.

1. El sistema internacional
La producción industrial se generalizó como modo de producción dominante en Europa occidental y en Estados Unidos,
afianzándose el núcleo de los países centrales. Las relaciones capitalistas de producción se hicieron extensivas también al sector
agrícola. La situación de las áreas marginales es distinta a la de la etapa anterior. El proceso de crecimiento económico rebalsó
los países centrales y se proyectó hacia el resto del mundo. Estos países se convirtieron en imperialistas; la concentración y
centralización de la producción metropolitana impuso la necesidad de organizar la economía mundial, incorporando al sistema
capitalista nuevas regiones. La organización se basó en la especialización funcional de las distintas áreas y en la división
internacional del trabajo en función de las necesidades de los países centrales.
Uno de los cambios que acompañó al desarrollo industrial fue el aumento de población y traslado de grandes masas de actividad
agrícola a la producción industrial. Este proceso provocó un aumento en la demanda de alimentos, que se unió a la demanda de
materias primas para la industria. De ahí es necesario que los países centrales organicen en la periferia economías primarias,
productoras de alimentos y materias primas para la exportación y consumidoras de las manufacturas europeas. Por esto las áreas
coloniales pasaron a ser productoras, esto determina la función de estas áreas: recibir inversiones de capitales de los países
centrales.
Estos dos aportes (población e inversiones) correspondían tanto a los requerimientos de estas regiones para expandir su
producción cuanto a las propias necesidades internas de los países centrales, que trasladaban a la periferia las contradicciones
surgidas del desarrollo capitalista.
Los excedentes demográficos de los países centrales se volcaron hacia las regiones periféricas. Fueron emigraciones de zonas
dedicadas a la cultura fundamentalmente. El capital acumulado que no encontraba áreas rendidoras de inversión en la metrópoli,
halló en la periferia la solución a la tasa decreciente de la ganancia. La expansión imperialista no solo aseguró el dominio del
mundo a los países capitalistas, sino que evito su propia destrucción interna.
El desarrollo capitalista trajo aparejado en los países centrales un proceso de concentración y centralización económica que llevo
a la integración de las distintas ramas de la producción, el comercio y el financiamiento. Si en la primera parte de la etapa el
dominio de Inglaterra fue indiscutido, aparecieron hacia su fin nuevos competidores (Alemania y EEUU), siendo las regiones
periféricas el campo de disputa. La Primera Guerra Mundial sirvió para dirimir las supremacías y allanar el camino al crecimiento
norteamericano.

2. El sistema nacional
La relación de Argentina con los países centrales se modificó en esta etapa; se dio un acelerado crecimiento económico en
función de las necesidades de los países centrales. El crecimiento relevó un grado muy alto de integración de la economía
argentina al mercado mundial: la etapa puede caracterizarse por la presentación de una frontera muy débil frente al sistema
internacional de dominación.

2.1. La función económica


La incorporación de Argentina al sistema mundial se vio favorecida porque la región litoral no era una “zona vacía” y tenía
orientada su producción hacia la actividad agropecuaria: solo fueron necesarias algunas adaptaciones que acentuaron tendencias
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ya perfiladas. Para realizar esa adaptación, Argentina recibió inmigrantes y capitales del exterior. Los inmigrantes se instalaron en
el Litoral; las inversiones extranjeras no se dirigieron a la actividad productiva directa, sino a la creación de una infraestructura de
transporte, al control del sistema de comercialización y al financiamiento del Estado nacional.
La acción de las inversiones locales y extranjeras permitieron una rápida expansión de la producción litoral. La colonización
agrícola en Santa Fe y Entre Ríos, el desarrollo de la producción lanera en Buenos Aires, las transformaciones que provocó la
aparición del frigorífico y el desarrollo de la agricultura fueron las grandes etapas del desarrollo de esta producción primaria. A su
vez, el crecimiento de los centros urbanos estimuló el desarrollo de una industria manufacturera que empezó a sustituir algunas
importaciones.
Esta expansión se tradujo en un incremento del comercio externo y una modificación de las relaciones con la metrópoli. Argentina
pudo eliminar el déficit en la balanza de pagos. El control británico de los transportes y la comercialización externa y los préstamos
que recibía el Estado se tradujeron en un estrechamiento de las relaciones financieras y una gran sensibilidad local a las
fluctuaciones cíclicas metropolitanas.
La región donde se realizaron estas transformaciones fue la del Litoral, cuya extensión territorial se amplió. El crecimiento hizo
que los desequilibrios existentes en el Litoral e Interior se acentuaran. Sin embargo, produjeron dos variantes con respecto a la
situación anterior: el aumento de las importaciones y el establecimiento de la red ferroviaria acercaron los mercados del Interior a
Buenos Aires, modificando la situación de dispersión del mercado nacional existente hacia el comienzo de la etapa.

2.2. El sistema de dominación


El proceso de expansión económica descripto fue conducido por la oligarquía terrateniente. Consolidado el dominio interno y
modernizado el aparato estatal, el proceso de crecimiento económico movilizó a nuevos grupos sociales que se incorporaron al
sistema de dominación dentro de los marcos fijados por la oligarquía.
a. La consolidación del sistema nacional de dominación
Cuando se inició el proceso de expansión, la oligarquía lo condujo de modo tal que las bases de su hegemonía (posesión de las
tierras) no se vieran alteradas; la expansión se realizó al ritmo de la conquista y ocupación de nuevos territorios, que fueron
entregados por el Estado a precios muy bajos. La instrumentalización del poder político que hizo la oligarquía se completó, desde
1880 y hasta la crisis de 1890, con la inflación del valor de los bienes raíces a causa de la especulación, que impidió que las
tierras escaparan del control de los que ya las tenían. Los excedentes originados en la expansión agropecuaria fueron canalizados
por la oligarquía, que logro mantenerse cerrada y acrecentar su poder interno. Su eficacia fue mayor en la medida que logró
superar las divisiones dentro de la clase, consolidándose un sistema nacional de dominación en el que quedaron delimitados los
grupos hegemónicos. Esta cohesión interna se logró a través de etapas:
* Durante el periodo de 1852/62 la división del Estado argentino en dos sectores enfrentados parecía indicar que se
prolongaban las luchas anteriores. Esta situación terminó con la victoria de Mitre en Pavón y la posterior reunificación.
* Las primeras presidencias (1862/80) correspondieron a una etapa de consolidación del poder del Estado nacional, el cual
debió combatir fuertes focos de resistencia, no solo por los levantamientos de los caudillos provinciales sino también por la
revolución mitrista de 1874 y los conflictos surgidos en torno de la federalización de Buenos Aires. Se dio un principio de
entendimiento entre los sectores provinciales y el gobierno nacional, que se reforzó a partir de 1880.
* Luego de resolver el problema de la capital, Roca logro articular los distintos grupos locales en una agrupación política, el
Partido Autonomista Nacional, que aseguró la continuidad y la canalización de las tensiones políticas internas de la oligarquía
dentro del marco legal durante veinticinco años. La constitución del nuevo bloque señaló la decadencia definitiva de los sectores
mercantiles de Buenos Aires, representados políticamente por el mitrismo.
A través del PAN la oligarquía terrateniente incorporó al sistema de dominación a las oligarquías del interior. Esa participación les
daba a las oligarquías marginales un peso político. Sobre esa base, los grupos del Interior pudieron acogerse a los beneficios de
la expansión económica del Litoral, actuando el Estado como redistribuidor del ingreso nacional en beneficio de los sectores
dominantes pero sin alterar la situación de las provincias. El desarrollo de la burocracia estatal permitió emplear a los tradicionales
decadentes sectores dominantes del Interior.

B. La modernización institucional
La función de la oligarquía en el plano político fue organizar el Estado nacional de modo tal que pudiera operar sobre el proceso
expansivo que se desarrollaba. Esta acción correspondió a un programa iniciado en 1852 y acelerado luego de 1880.
* El primer paso fue la consolidación de la unidad nacional, acabando con los particularismos políticos locales y afirmando el
poder del Estado. Esto demando un proceso largo y conflictivo en el que se incluyó el acuerdo e integración de las oligarquías
mencionadas antes y la eliminación de los núcleos de oposición mediante el uso de la fuerza. La unificación política se produjo
paralelamente al proceso de unificación económica y de conformación del mercado anterior.

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* La unificación se prolongó en la tarea de dotar al país de un armazón político-institucional que comprendió la sanción de la
Constitución y la creación de los poderes nacionales, la obra codificadora y la organización del Estado. Este armazón fue el
sostén del orden interno y la garantía para la concurrencia de las inversiones exteriores.
* El Estado nacional se apoyó en la fuerza militar, garantía del mantenimiento del orden interno. Además el ejército sirvió para
expandir y defender la frontera, ganando tierras a los indios y asegurando el reparto de las mismas dentro de la clase dominante.
* El Estado actuó como intermediario de la inversión extranjera, que en buena parte se canalizó en los préstamos al mismo. La
política económica adoptada fue liberal, evitando la interferencia en la actividad privada, excepto en aquellos sectores que no eran
absorbidos por ninguno inversor privado.
* La obra de la modernización estatal incluyó importantes realizaciones en la promoción de la educación, la laicización de
algunas actividades tradicionalmente eclesiásticas. El funcionamiento del Estado fue modernizado siguiendo criterios de eficacia y
agilidad, pero manteniendo su control intacto en manos de los sectores tradicionales.
* La escasa participación política tenía que ver con el carácter marginal de los contingentes inmigratorios, para los que durante
mucho tiempo fue indiferente a la suerte del país; la lucha política que se producía no era más que la competencia entre las
facciones de la propia oligarquía para adueñarse del poder. En cambio, la clase dominante trató de lograr un consenso del
conjunto de la población para los valores y objetivos de los grupos dirigentes.

C. La integración al sistema internacional de dominación


Toda estructura de poder tiene un carácter bipolar, originándose por un lado en una relación de fuerzas de los sectores
dominantes internos y por otro en una alianza con el poder metropolitano. Para la etapa anterior se señaló que a un sistema
nacional poco integrado correspondía una estructura de poder apoyada en las relaciones sociales internas y con cierta
independencia respecto del sistema internacional de poder.
En esta etapa la oligarquía gobernante recibía su poder tanto del control interno de la producción como de su capacidad para
negociar eficazmente con el exterior. Sin embargo, la función primordial consistió en asegurar que el grueso del excedente fuera
remesado al exterior, quedando el productor local como último y modesto eslabón en una larga cadena de beneficiarios. Esta
tendencia se acentuó en épocas de crisis.

D. La incorporación de las clases medias


El crecimiento del sector primario exportador provocó una expansión económica global de la sociedad. Esta se diversificó,
apareciendo nuevos grupos, algunos se incorporaron al sistema de dominación. Tal fue la experiencia que Argentina vivió con el
radicalismo. El desarrollo del sector primario modificó la estructura ocupacional. El establecimiento del Estado nacional amplió el
estado burocrático.
Estamos ante el proceso de expansión y diversificación de la sociedad y aparición de las clases medias. Estas se caracterizaron
por su heterogeneidad y por el carácter marcadamente encontrado de sus objetivos últimos. Tenían un rasgo común: su condición
de marginales en un sistema político que mantenía todas las características tradicionales y que les vedaba totalmente la
posibilidad de incorporación. Esta marginalidad fue la fuente de numerosas tensiones y conflictos. Las tensiones se caracterizaron
por el intento de estos sectores de incorporarse a una sociedad que les parecía legítima y llena de posibilidades, y cuyos
fundamentos últimos no pretenderían cambiar.
En la zona rural, la tensión creada por la superexplotación a que eran sometidos los arrendatarias no hizo crisis hasta que no se
produjeron dificultades reales en la expansión de la agricultura. El grito de Alcorta procuraba incorporar a ese sector rural medio a
la organización social vigente en mejores condiciones.
La misma tendencia a la incorporación predominó en la acción gremial del incipiente movimiento obrero. Mientras la línea
socialista intentaba incorporar a la clase obrera a la vida política. La línea sindicalista manifestaba desconfianza hacia la acción
política y sostenía que, a través de los sindicatos, se podían lograr esas mismas reformas.
Ni la protesta rural ni la protesta urbana se vincularon con el movimiento político de las clases medias y, en el caso del socialismo,
manifestaron siempre una decidida repulsa hacia el radicalismo. Estos sectores de clase media expresaron sus reivindicaciones
en el plano político, y su programa, el de la Unión Cívica Radical, fue el del sufragio universal y la vigencia de la Constitución.
Movimiento heterogéneo, unía a grupos de intereses encontrados, que solo un programa que significara la posibilidad de la
incorporación a la vida política podía convocar. La UCR libró un combate largo y paciente, en el que se esforzó por limitar su lucha
a la intransigencia y la abstención electoral. Luego de una obstinada resistencia, la oligarquía comprendió que era más riesgoso
tratar de mantener el control exclusivo del Estado que aceptar la participación en el poder. La Ley Sáenz Peña, que concretó en
1912 el sufragio universal, garantizaba que los viejos sectores dominantes no desaparecerían por completo de la escena política.
El triunfo del radicalismo significó la ampliación del sistema de poder, la incorporación de vastos sectores y, en conjunto, la
adaptación de la vida política a las pautas de los países europeos. La oligarquía cedió el gobierno a un partido que contaba con
apoyo popular pero que, por sus mismas características, no aspiraba a modificar los elementos básicos del poder, que
permanecieron en manos de los viejos sectores. Su acción de gobierno respetó los intereses agropecuarios; no se modificó el
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latifundio ni se debilitó el poder de los frigoríficos; tampoco hubo política de promoción industrial. En algunos aspectos
secundarios el gobierno radical pudo adoptar posiciones progresistas, mientras que los tibios intentos de nacionalismo económico,
faltos de proyecciones reales, fueron frenados por los grupos tradicionales, que conservaban buena parte del poder efectivo.
El radicalismo reunía, en equilibrio inestable y delicado, a grupos de la oligarquía y a sectores medios; durante el gobierno de
Alvear ese equilibrio se rompió. Al tiempo que se retrocedía en aquellos aspectos políticos en que el primer gobierno radical había
avanzado, se organizó una tendencia antiyrigoyenista, de carácter oligárquico. Solo la quiebra del sistema internacional en 1930
llevó a la crisis definitiva de este sistema político y a la restauración de la oligarquía.

3. La configuración espacial

A. Las inversiones extranjeras


Desde mediados del siglo XIX Argentina comenzó a ser receptora de capitales europeos, que se hizo más intenso en el periodo
1880-1914, decayó durante la Guerra Mundial y reapareció en la década del veinte. Esos capitales emigraron de la metrópoli
empujados por la disminución de la tasa de ganancia que se había provocado la acumulación de capital.
Hay una división de funciones entre las inversión extranjera y la local, orientándose la primera hacia prestamos al Estado y
creación de una infraestructura, y solo secundariamente a la inversión directa, que quedó a cargo de inversores locales.
Durante el siglo XIX, esas inversiones provinieron de Gran Bretaña, que hacia 1900 totalizaba 4/5 partes de la inversión
extranjera. La competencia interimperialista se reflejó en Argentina con la aparición de capitales alemanes y norteamericanos;
luego de la guerra, y hasta 1930, la influencia de estos últimos se acentuó.
Las inversiones extranjeras se radicaron en la región pampeana, cuyo objetivo final era estimular la producción agropecuaria. Esta
selección obedeció a las aptitudes y recursos naturales de la región y a su ubicación cercana a los puertos de salida. Además fue
decisivo el hecho de que ya tuviera su producción orientada hacia las actividades agropecuarias. El Litoral se amplió con respecto
a la etapa anterior. Esta región naturalmente apta no disponía mano de obra suficiente, por lo que el primer requerimiento y sector
donde se localizó la inversión de capital extranjero fue la inmigración.
Pese a que la ley de Avellaneda de 1876 establecía un fomento estatal a la inmigración, cerró prácticamente todos los caminos
para la apropiación de la tierra por el inmigrante.
El grueso de las inversiones británicos se orientó hacia los prestamos estatales, las cedulas hipotecarias y los ferrocarriles y
puertos, a través de los cuales las inversiones operaron directamente sobre la producción. Las inversiones extranjeras
controlaban también la comercialización y elaboración primaria, así como las fuentes de financiamiento.
En esta etapa se construyó toda la red ferroviaria. Estas inversiones tuvieron dos tipos de efectos distintos. A corto plazo los
inversores ferroviarios obtuvieron importantes beneficios. A mediano plazo, la red ferroviaria estimulo la producción agropecuaria,
posibilitando la colocación de los productos en los mercados y haciendo rentable una actividad como la agricultura, que hasta
entonces no se había encontrado condiciones favorables para desenvolverse, el ferrocarril orientó la producción en el sentido de
las necesidades de la metrópoli. El ferrocarril cubrió densamente zonas hasta entonces despobladas. El ferrocarril contribuyó
también a consolidar la posición de Buenos Aires como centro exportador-importador, sobre todo luego de la construcción del
nuevo puerto y la centralización de líneas férreas.
Los préstamos al Estado fueron utilizados para la realización de aquellas obras públicas que por su carácter deficitario no podían
ser emprendidas por los inversores extranjeros. El grueso de los gastos del Estado correspondió a la creación y sostenimiento de
la administración y al mantenimiento del orden interno, condiciones indispensables para el crecimiento económico que se estaba
esperando.
La tasa de los beneficios logrados por los inversores extranjeros era sensiblemente inferior a la que obtenían los sectores locales
con la especulación en tierras. Varias causas explican esta división de funciones. En primer lugar, los inversores locales no podían
emprender esas inversiones básicas, las que valorizaban las tierras; para los extranjeros, la inversión cumplía la doble función de
estimular el desarrollo industrial metropolitano. Buena parte del capital provenía de pequeños ahorristas, para quienes los títulos
ferroviarios o cédulas hipotecarias constituían la única forma de invertir en los lejanos países periféricos.
La inversión extranjera escoge la zona más apta, tanto por los recursos naturales como por los humanos, y realiza las inversiones
en infraestructura que posibilitan el desarrollo de la producción primaria en esa zona.

B. Las inversiones locales


La inversión de los sectores locales se orientó a la adquisición y especulación en tierras. Luego de 1880, las inversiones
ferroviarias, la colonización y la expansión de la producción hicieron de la tierra un valor de especulación, cuya reventa dejaba
altos márgenes de beneficios. Estas inversiones permitían rápidas ganancias y una acelerada capitalización. Para lograr el
crecimiento de la producción, la inversión en tierras estuvo acompañada por inversiones de capital para la explotación rural:
aguadas y molinos. Estas inversiones tuvieron menos efectos que la ocupación de la tierra.

C. Las etapas de la producción


La producción del Litoral vario a lo largo de esta etapa; las diversas formas que asumió dependieron del desarrollo de las fuerzas
productivas internas, las posibilidades tecnológicas y el cambio de la composición de la demanda mundial. Estuvo en constante
aumento desde 1880 hasta 1914, estabilizándose después hasta la crisis de 1930. Los precios internacionales fueron fluctuantes.
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A partir de 1855, la lana suplanta al ganado vacuno y el tasajo, y pasa al primer lugar como rubro de exportación. Agotadas las
perspectivas del cuero y el tasajo, se produjo en el último periodo de la etapa anterior el desarrollo de la cría de ovejas en Buenos
Aires.
El perfeccionamiento de la cámara frigorífica, logrado hacia 1890, abrió a las carnes argentinas la posibilidad de llegar al mercado
europeo, introduciéndose cambios en la producción. La oveja merina fue reemplazada por la Lincoln, al tiempo que el vacuno
comenzó a recuperar importancia. La alta exigencia de calidad del frigorífico condujo al refinamiento en la cría de ganado. Las
exigencias del frigorífico acentuaron la división del trabajo, distinguiéndose el criador del invernador, encargado del engorde final
del animal antes de su utilización. El ganado vacuno termina desplazando a las lanas del primer lugar como consecuencia de la
aplicación del sistema del chilledbeef.
La agricultura se desarrolló, desde 1880, directamente vinculada con esa expansión agrícola. La necesidad de alfalfar los campos,
con la poca tradición agrícola y escasa mano de obra empleada, obligó a los ganaderos a recurrir los inmigrantes. A partir de esta
situación se produjo el desarrollo agrícola de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba. La abundante mano de obra
disponible, la infraestructura ya montada y la posibilidad de un cultivo extensivo hicieron que los gastos de inversión fueran bajos y
las ganancias altas. Argentina se convirtió en 1914 en el tercer exportador mundial de granos. Luego en 1920, las circunstancias
del mercado mundial, el cese de la explotación de nuevas tierras y el aumento del consumo interno llevaron a la tecnificación
agrícola.

D. Inversiones y apropiación del excedente


Los beneficios de la expansión, originados en la llanura litoreña, se concentraban en el extranjero o en Buenos Aires. La parte
principal de las ganancias era remesada del exterior bajo diversas formas: servicio de la deuda externa del gobierno, remisión de
utilidades de las empresas ferroviarias, frigoríficos, pagos a compañías de transporte o seguros, etc. Otra parte del excedente se
concentró en los puntos de vinculación de la producción local con el mercado externo; como Buenos Aires y los demás puestos
litorales. Esto se debió a diferentes factores:
- La posición del centro del poder administrativo hacia donde se derivaba parte de los ingresos.
- La ubicación en ese lugar de la cabecera de las líneas marítimas internacionales y el desarrollo del puerto, construido con
fondos estatales.
- La ubicación de las terminales de las líneas férreas, cuya política de concentración llevo al predominio del puerto de Bs As
sobre los demás.
- La localización de los centros comercializadores de la producción.
- La instalación en los centros portuarios del Litoral de frigoríficos y molinos harineros, que efectuaban la elaboración primaria
del producto, fijando el precio al productor.
Estos factores muestran que si bien la actividad agropecuaria estaba en manos de empresarios locales, el grueso de las
ganancias se concentraba en el sector exportador, controlado por el inversor extranjero. Este controla las actividades clave del
país: elaboración primaria, transporte, financiamiento, comercio exterior, a las que se suman el transporte de ultramar y los
seguros.
La desigual participación del sector local y del extranjero en las ganancias provocó el surgimiento de oposiciones en épocas de
contradicción de las ganancias, los sectores extranjeros tendían a descargar las perdidas en los locales. La especialización y
división del trabajo beneficiaron a las actividades más cercanas a la comercialización.

E. La traslación de ingresos y la conformación de la red urbana


La policía de tierras estimuló la concentración de masas inmigrantes en las ciudades litorales. Esta concentración estuvo
acentuada por factores como las actividades de elaboración primaria, los ferrocarriles, el puerto, que determinaron la localización
de mano de obra en la ciudad. Se expandieron los sectores secundarios y terciarios, cuyo desarrollo no fue concomitante con un
real crecimiento industrial, proceso característico de las economías exportadoras.
La demanda existente, la oferta de la fuerza de trabajo proveniente de una inmigración no absorbida totalmente y la dependencia
de los insumos importados que entraban por el puerto acentuaban la pauta de localización en los centros portuarios. El desarrollo
de la manufactura estuvo limitado por la competencia de productos europeos. En tanto la política aduanera benefició a los
productos de lujo, se mantuvo para la industria local la posibilidad de llegar al sector de bajo consumo, desarrollándose así una
producción muy variada. La Guerra Mundial no pudo ser aprovechada, pues la industria local tenía una organización muy débil y
no pudo superar los primeros problemas de abastecimiento. El periodo de la guerra fue de recesión y la industria comenzó a
recuperarse después de 1919.

F. El papel del Estado


Si bien el Estado actuó parcialmente en el proceso de inversión, cumplió importantes funciones favorables a este.
a. Realizó la unificación y organización del Estado nacional, condición necesaria para la localización de las inversiones
extranjeras.
b. Aseguró el mantenimiento del orden interno.
c. Llevó a cabo la política de incorporación de tierras, que fue uno de los factores dinámicos del crecimiento.

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d. Mantuvo una política monetaria y crediticia acorde con las necesidades de los grandes productores agropecuarios,
canalizando así el crédito externo.
e. Reorientó parte de los ingresos de la actividad agropecuaria hacia las regiones marginales garantizando el equilibrio del
sistema nacional total.
f. Estimuló el proceso exportador ante la necesidad de recaudar fondos a través del sistema aduanero, principal mecanismo para
incorporar ingresos al erario.
g. El papel del Estado inversor fue determinante como conformador del espacio. El comportamiento del Estado fue decisivo en la
concentración geográfica argentina, que se refleja en la particular configuración de la red de los centros urbanos.

4. La estructura de centros urbanos


El efecto de los procesos descriptos consistió en un acelerado desequilibrio ecológico-demográfico a lo largo del periodo. Dicho
desequilibrio se manifestó en un rápido crecimiento poblacional de los núcleos del sistema urbano-regional que actuaron como
ejes de vinculación con el Resto del Mundo.
El proceso migratorio externo e interno se orientó a reforzar el esquema concentrador. Una parte de la migración externa,
destinada a las tareas agropecuarias, desistió de ese propósito. A su vez, la migración interna comienza a manifestarse desde la
primera verificación censal, en 1869. La desigualdad estructural en la posición relativa de cada región con referencia al proceso
exportador agropecuario identifica a las zonas emisoras y receptoras de los migrantes internos.
Las raíces del desequilibrio demográfico descansan en la forma de inserción de la estructura socioeconómica nacional en el
sistema capitalista mundial, y no en el modo como tal inserción tiene lugar en alguna de las etapas de su desarrollo histórico. En
primer término, el proceso de concentración demográfica en la cúspide, a través de un progresivo distanciamiento del resto de los
núcleos urbanos, fue ininterrumpido en toda la etapa. En segundo término, el orden de ubicación de las ciudades se va
modificando entre censo y censo. En tercer término, surgen otros núcleos urbanos con particular ímpetu, sobrepasando a centros
fundados en las primeras épocas de la ocupación española. En último término, de los diez centros más significativos en 1914, seis
de ellos se encuentran establecidos sobre las vías fluviales o marítimas de salida de productos agropecuarios al exterior. Los
flujos migratorios tuvieron un papel fundamental en la alteración del esquema urbano-regional preexistente.
Hay un polo central de atracción, que es la región geográfica vinculada a la división internacional de trabajo, y polos secundarios,
que constituyen los núcleos en donde los sectores dominantes locales han conseguido cristalizar alianzas con el poder central
para mantener procesos productivos regionales en marcha.

Ficha: 2034 – Población y bienestar en Argentina, del primero al segundo centenario. Una
historia social del siglo XX.
Susana Torrado plantea la evolución de la estructura social de la Argentina desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. La crisis
internacional del 1930 da lugar a dos etapas históricas:

- La primera caracterizada por la vigencia del modelo de acumulación o estrategia de desarrollo basado en el sector
agroexportador.
- La segunda, asentada, primero, en la industrialización sustitutiva para el mercado interno y luego, en la apertura a la
globalización económica internacional.
o El modelo agroexportador: antes de 1930

Las transformaciones que experimenta la economía argentina a partir de la segunda mitad del siglo XIX están directamente
determinadas por la coyuntura de los mercados internacionales de materias primas, signada en ese entonces por el notable
acrecentamiento de su demanda en los países que se consolidan como centros industriales, fundamentalmente en Europa. Se
induce asi una nueva división internacional del trabajo que favorece la incorporación a la economía mundial de las regiones
productoras de bienes primarios, vía la inversión de capitales y las migraciones internacionales desde el centro a la periferia.
La Argentina fue designada como una de las zonas más aptas para la producción agropecuaria. Las elites que condujeron el país
durante este periodo se abocaron a resolver cuatro cuestiones prioritarias: la organización política; la atracción de capitales
externos que posibilitan el desarrollo de formas modernas de producción agropecuaria; la promoción de la inmigración europea; la
educación universal y obligatoria.
La unidad nacional y la organización institucional eran indispensables para asegurar las inversiones extranjeras y la continuidad
de las actividades económicas. La promoción de inmigrantes europeos tenía por objetivo “poblar el desierto”. La universalización
de la educación buscaba asemejar el elemento humano nacional al de los países europeos que servían de paradigma. Puede
considerarse que todos estos objetivos se alcanzaron durante el lapso 1870-1930.

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El asentamiento en las ciudades de la mayoría de los recién llegados proporcionó una temprana e importantísima urbanización en
las áreas que se incorporaron a las nuevas actividades agroexportadoras, la que fue acompañada por una incipiente
industrialización ligada a la preparación de productos primarios para la exportación y por un muy considerable desarrollo del
sector terciario. Entre 1885-1914 hubo una rapidísima expansión de los sectores medios, y esto afecto a la movilidad social. Las
cifras indican que el proceso de movilidad social ascendente fue mucho más acentuado entre los extranjeros. A su vez, es
necesario recalcar que las tasas de movilidad debieron haber sido muy desiguales entre regiones, en razón del muy dispar
desarrollo del país durante el modelo agroexportador. Éste modelo finaliza con la crisis mundial de 1930. En Argentina las
consecuencias fueron inmediatas y se tradujeron en disminución de las exportaciones, deterioro de la relación de intercambio
entre los productos nacionales y los bienes de importación, disminución de la entrada neta de capitales, aumento de los servicios
de la deuda externa, cierre del país a la inmigración extranjera, etc.
o La industria como eje del desarrollo: 1930-1975

Como consecuencia de la crisis del 30, la Argentina debe abandonar el modelo agroexportador y se inicia un proceso de
desarrollo basado en la industrialización sustitutiva de importaciones. Ambos modelos tienen un rasgo en común, si bien a
diferente ritmo, ambos indujeron el crecimiento de actividades no-agropecuarias dando lugar a la transferencia de mano de obra
rural hacia los sectores urbanos (migraciones internas). También con respecto a la movilidad social. Ambas estrategias difieren en
lo que concierne a la forma en que se absorbe el empleo no-agropecuario según los sectores productivos y según los estratos
sociales componentes y, por lo tanto, en perfil resultante de la estratificación social.
El modelo justicialista (1945-1955): Este periodo estuvo asignado por el estancamiento de la actividad agropecuaria tradicional y
por el estímulo a la actividad industrial, entrando en juego el capital extranjero mediante la inversión directa en actividades
industriales que funcionaban en condiciones oligopólicas. Sin embargo, hacia 1945 predominaban en la estructura internacional
las empresas pequeñas y medianas de capital nacional.
En 1945 emerge un nuevo movimiento liderado por Juan Domingo Perón como expresión de una nueva alianza de clases: la de la
clase obrera y los pequeños y medianos empresarios industriales. Ahora la industria constituye el objetivo central del proceso de
desarrollo. Se impulsa una industrialización sustitutiva basada en el incremento de la demanda de bienes de consumo masivo en
el mercado interno, la cual es generada a través del aumento del salario real. El principal mecanismo para lograr estos objetivos
fue la reasignación de recursos para la producción a través de la acción del Estado. Para este entonces, las medidas que
impulsaron la industrialización beneficiaron sobre todo a los pequeños y medianos empresarios de origen nacional y, los
asalariados industriales. También el Estado busca nacionalizar o crear empresas de servicios públicos, hubo altísimos niveles de
creación de empleo urbano.
Por única y primera vez en la Argentina, la industria manufacturera asume el liderazgo de ese proceso favoreciendo a la creación
de puestos asalariados tanto de la clase obrera como de la clase media. Lo fundamental de este modelo justicialista fue su
superior capacidad de creación de empleo industrial, aunque no puede afirmarse de un importante crecimiento en la economía ni
tampoco modernización destacable en la estructura social. No solo se da lugar al aumento del empleo asalariado sino también del
empleo autónomo (empleadores y cuenta propia). La distancia entre las velocidades de expansión entre la clase obrera y la clase
media era cada vez menor. No se detecta en este momento empleo precario y existe escaso empleo marginal. En conclusión,
todas las evidencias disponibles llevan a concluir que la movilidad ocupacional ascendente fue efectivamente acompañada por un
movimiento también ascendente en la escala de ingresos.
Una serie de restricciones estructurales y coyunturales en las variables que sostenían la acumulación interna se conjugaron para
interrumpir el crecimiento industrial impulsado durante el periodo justicialista. Entre ellas pueden citarse: la acérrima oposición del
sector agroexportador que, al disminuir la producción exportable, favoreció una crisis en la balanza de pagos que redujo la
capacidad de importación de los bienes intermedios y de capital indispensables para continuar y profundizar la industrialización
sustitutiva; la no menos virulenta oposición de los grandes empresarios que retrotrajeron la inversión y trataron de recuperar
ingresos a través del aumento de los precios con la consiguiente inflación; el fracaso en la tentativa de obtener capitales externos
que permitieran superar el estrangulamiento externo de la economía. Estas fueron las principales fuerzas que se conjugaron para
derrocar al gobierno justicialista en 1955.
El modelo desarrollista (1958-1972): En 1958 accede al poder un nuevo bloque caracterizado por la alianza de la burguesía
industrial nacional y el capital extranjero, corporizado este último por grandes empresas transnacionales norteamericanas que
afluyen entonces al país en magnitudes significativas. En esta nueva estrategia, la industria también constituye el objetivo central
del proceso de desarrollo. Pero, a diferencia del modelo justicialista, se impulsa ahora una industrialización sustitutiva de bienes
intermedios y de consumo durable, en la que el incremento de la demanda está asegurado por la inversión, el gasto público y el

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consumo suntuario del estrato social urbano de altos ingresos. Este modelo implica, un proceso regresivo de concentración de la
renta. El papel de la industria manufacturera es prácticamente nulo. Este modelo destruye un número muy considerable de
pequeños y medianos establecimientos industriales pero crea empleo asalariado de clase media a un ritmo veloz. Aunque es
verdad que la creación de empleo urbano es aún más rápida que durante el justicialismo, el contexto ya no es de pleno empleo.
La expansión del empleo favoreció más al asalariado que al autónomo, se acelera el crecimiento de la clase media con respecto a
la clase obrera, dentro de la clase media la expansión beneficia al estrato asalariado y en la clase obrera al estrato autónomo, es
decir, se produce un proceso de asalarización de la clase media y de desalarización de la clase obrera.
Con respecto a la movilidad social, la misma es descendente relativa que constituye el efecto neto, por un lado, del mejoramiento
de las posiciones correspondientes a la clase alta y a los segmentos superiores de la clase media, por otro, del empeoramiento de
las posiciones propias de la clase obrera y de los segmentos inferiores de la clase media. Hay notoria modernización y
complejización de la estructura social gracias a la expansión rápida de puestos de clase media asalariada, pero también hay
incremento de empleo precario que hace que se lo denomine como “excluyente”.
El freno de este modelo estuvo dado por la convergencia de factores económicos y políticos de índole adversa. Entre los
primeros, se encuentra la recurrencia de las crisis de la balanza de pagos,la agudización del conflicto social manifestado en las
movilizaciones de protesta. Durante 1970-1973, una aguda crisis institucional que se resuelve con el llamado a elecciones
generales y con la asunción del tercer gobierno justicialista, en mayo de 1973.
o El modelo aperturista: 1976-2001

El gobierno surgido del golpe de Estado de marzo de 1976 adoptó una estrategia de desarrollo sustancialmente diferente a todas
las experimentadas en el pasado. Esta estrategia aperturista dio lugar a la vigencia de los precios de mercado como régimen
básico de funcionamiento; promoción de los sectores altamente competitivos lo que implicaba la concentración del capital y la
eliminación de empresas de menor productividad; apertura de la economía a la importación de capital extranjero y de bienes de
todo tipo; etc.
En el plano económico se observa una notable reducción de los aranceles a la importación, privatización, se desmantela el Estado
de bienestar que se había organizado en nuestro país en la década de 1940. Este modelo está conformado por dos momentos: el
de ajuste en dictadura y el ajuste en democracia.
El ajuste en dictadura (1976-1983): Un golpe de estado militar desplaza al modelo justicialista en marzo de 1976 adoptando una
nueva estrategia de desarrollo. Puede caracterizarse al nuevo bloque dominante durante 1976-1983 como una alianza entre el
estamento militar y el segmento más concentrado del capital nacional y de las empresas transnacionales. Las Fuerzas Armadas
llegaron al poder modificando la antigua estructura de relaciones sociales, políticas y económicas. Dicho modelo da por terminada
la industrialización como objetivo central del proceso de desarrollo.
En cuanto a los aspectos sociales hubo una disminución de la migración interna hacia las grandes ciudades, retroceso de la
inmigración de trabajadores limítrofes, aumento de la emigración externa de argentinos. Hubo aumento de los no-asalariados y de
la alza del trabajo precario y marginal, es decir, que se detiene el proceso de asalarización de la clase media y se acelera el de
desalarización de la clase obrera. El desempleo abierto afectó a todos los trabajadores pero en los estratos inferiores lo hizo con
mayor intensidad. Hay una desigualdad en la distribución del ingreso (reducción del salario real, incremento de desigualdad en la
distribución de las remuneraciones entre los asalariados y los no-asalariados, etc).Y con respecto a la movilidad social, el menor
crecimiento del empleo urbano elimina la movilidad ascendente, expansión de la clase media aunque dicha clase crece menos
que en las etapas precedentes. En conclusión, el balance del modelo aperturista durante el gobierno militar es de preeminencia de
movilidad estructural descendente.
El ajuste en democracia (1983-2001): En abril de 1982 la guerra de las Malvinas marca el ocaso del gobierno militar es por ello
que para fines de ese año, estaba ya en marcha el proyecto de reconstrucción democrática que culminaría con la asunción del
gobierno constitucional de Raúl Alfonsín(partido radical) en diciembre de 1983. Desde entonces hasta julio de 1989 no llegó a
implementarse una estrategia de desarrollo especifica distinta al aperturismo. La recuperación democrática había legado al nuevo
gobierno una situación económica caótica, con enorme déficit fiscal y presiones inflacionarias. Los brotes hiperinflacionarios hacia
fines de 1980 obligaron a la entrega anticipada del poder en julio de 1989.Carlos Saúl Menem (partido justicialista) asume para
ese entonces. Fue en 1991 con el Plan de Convertibilidad que se afianza una estrategia de desarrollo nítida en sus objetivos y en
sus medios de implementación, que, en el placo económico, retoma el modelo aperturista del gobierno militar pero ahora con un
éxito notable en el control de la inflación y en el crecimiento del producto bruto nacional, al menos durante algunos años. A los
inconvenientes generales que el modelo aperturista arrastraba desde los años setenta, se agrega durante los noventa un
agravamientos de la vulnerabilidad externa de la economía.
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En diciembre de 1999, el justicialismo fue desplazado del poder por una alianza de partidos que llevó como presidente a Fernando
De La Rúa, cuyo gobierno no cambió la orientación aperturista prevaleciente hasta su renuncia anticipada a fines del 2001.
Entre 1980-1991 se acelera el aumento del cuentapropismo, aumenta el número de empleadores varones, expansión ocupacional
del sector terciario y volvió a disminuir la mano de obra ocupada a la industria. Durante la década de 1980 hay un aumento del
desempleo, intensa precarización del trabajo asalariado donde la desocupación en el 2000 era más que el doble de 1991.
Entre 1991-2000 fue prácticamente nula la creación de empleo asalariado. Hubo una nueva y brutal devaluación de los títulos
académicos que indujo la abrupta irrupción del hiperdesempleo ya que ahora para conseguir empleo se necesita de más
educación pero para reciclarse se necesitan ingresos que no se obtienen porque se es desempleado. A partir de 1991, el exitoso
control de la inflación que acompañó el Plan de Convertibilidad permitió que mejorasen los ingresos reales de todos los grupos de
perceptores. No obstante, ésta importante recuperación después de 1994 continuó la tendencia negativa de las remuneraciones
reales. Hay una desregulación de las antiguas protecciones de los trabajadores, ya que las normas laborales se modificaron
dando lugar a la precarización del trabajo aumentando el trabajo en negro y la vulnerabilidad social.
Con respecto a la estructura social hubo una drástica desalarización de toda la estructura, aumento de la clase obrera,
crecimiento del estrato autónomo, abrupto incremento del estrato marginal, etc.
En cuanto a la movilidad social fue esencialmente descendente tanto desde el punto de vista ocupacional como de la distribución
de los ingresos.
En conclusión, el aperturismo da lugar a un empeoramiento de las condiciones laborales y de bienestar en tan corto lapso,
heterogeneidad de la pobreza crítica, deterioro brutal de los niveles de bienestar, etc.
Una visión de largo plazo: Antes de 1930, durante el modelo agroexportador, el perfil de la estructura social se trastoca
profundamente, se aprecia una rapidísima expansión de los estratos medios. Después de 1930, la estrategia justicialista si bien no
modernizó significativamente la estructura social, fue claramente distribucionista e incluyente de los estratos más desfavorecidos.
Por su parte, el desarrollista aunque modernizadora, fue marcadamente concentrador y excluyente. La aperturista presenta rasgos
de claro sesgo desindustrializador, concentrador y excluyente, sin atisbos de modernización.

Ficha: 2058 - La sociedad excluyente: La argentina bajo el signo del neoliberalismo.


Svampa
o Capítulo 1: Hacia el nuevo orden neoliberal:
Durante décadas, en la Argentina imperó un modelo de integración de tipo nacional-popular, cuya máxima expresión fue el primer
peronismo (1946-1955). En primer lugar, en el plano económico, presentaba una concepción del desarrollo vinculada a la
sustitución de importaciones y la estrategia mercado internista. En segundo lugar, implicaba el reconocimiento del rol del estado
como agente y productor de la cohesión social por medio del gasto público social. Por último, una tendencia a la homogeneidad
social, visible en la incorporación de una parte importante de la clase trabajadora, así como la expansión de las clases medias
asalariadas.
El desmantelamiento de este modelo social, y su reemplazo por un nuevo régimen centrado en la primacía del mercado conoció
diferentes momentos.
El nuevo orden liberal llevo a diversas transformaciones: durante los primeros años del retorno a la democracia se visualizaron
cambios en la estructura social, pero los principales cambios se dieron a fines de los 80 y principios de los 90 con la gestión
menemista.El cambio en el régimen de acumulación conoció un primer intento con el “Rodrigazo”, bajo el gobierno de Isabel
Martínez de perón, durante el cual se aplicaron drásticas medidas de ajuste con devaluación y aumento de las tarifas de servicios
públicos, se apuntaba a poner fin a la política económica nacionalista y reformista, característica del peronismo, para dar paso a
una política de estabilización y ajuste.La segunda tentativa arrancaría con el golpe de estado de 1976, el objetivo fue llevar a cabo
una política de represión, al tiempo que aspiraba a refundar las bases materialistas de la sociedad.
Las consecuencias económicas y sociales de estos procesos fueron devastadoras. El nuevo régimen de acumulación supuso la
puesta en marcha de un modelo asentado en la importación de bienes y capitales en la apertura financiera. Lo cual implicaba la
interrupción de la industrialización sustitutiva y propiciaba el endeudamiento de sectores públicos y privados, reflejados en el
aumento de la deuda externa. El proceso de desindustrialización iniciado por la dictadura produjo cambios en la estructura social,
anticipando la “latinoamericación” de Argentina, a través de la expulsión de mano de obra del sector industrial al sector terciario y
cuentapropista, y la constitución de una mano de obra marginal. Se da el aumento de la llamada “pobreza estructural”, así como la
aparición de una nueva pobreza que afectaría a los sectores medios y bajos.
Durante los primeros años del gobierno de Alfonsín hubo ciertos ensayos que se propusieron reorientar el desarrollo, acorde al
modelo de acumulación precedente. Fines de los 80: el país se hundía en una grave crisis económica, con la caída de inversión
interna y extranjera, la fuga de capitales y record inflacionario. Se da una crisis hiperinflacionaria en 1989, impulsada por los
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grandes grupos económicos, estos sucesos determinan el retiro de Alfonsín. Argentina a principios de los 90 era una sociedad
empobrecida y atravesada por desigualdades. 1989: significó el final de un ciclo político-económico, tanto en el nivel internacional
como nacional. El fin del mundo bipolar abrió un espacio político-ideológico que sería ocupado por el neoliberalismo (como
pensamiento único). En los países latinoamericanos se da la “década perdida”.
La crisis hiperinflacionaria trajo una mayor caída del salario real, el reemplazo de la moneda local por el dólar, desemboco en el
acuerdo entre diferentes actores sociales sobre ciertos puntos referidos al agotamiento del modelo de integración social que el
peronismo había puesto en vigencia, y la hiperinflación terminó por afianzar las posturas que afirmaban la necesidad del mercado
y un achicamiento radical del estado. Además, confrontó a los individuos con la perdida de los marcos que rigen los intercambios
económicos, a través de la desvalorización de la moneda nacional.
La sociedad argentina asistía al final de un modelo de integración social, siendo la crisis hiperinflacionaria la que sentó las bases
para el consenso neoliberal. La época que se abría rebela una concepción diferente respecto de la relación entre lo social y lo
político, en el marco de un nuevo modelo caracterizado por el aumento de la polarización social.

El nuevo orden neoliberal: Programa de ajuste.


La progresiva institucionalización del sistema político partidario no se dio sin inconvenientes, sucedieron rebeliones militares
producidas durante el gobierno de Alfonsín y el primer año del gobierno de Menem. Aunque la campaña electoral de Menem se
fundó en el llamado populismo, terminó construyendo una nueva alianza política-económica que le permitió dar cauce a la
demanda de ejecutividad, mediante una estrategia liberal, orientada a la deslegitimación y desmantelamiento del modo nacional-
popular. Se abrió una nueva época marcada por la polarización y fragmentación social, así como por la hegemonía de los grupos
económicos en alianza con el partido mayoritario.
Se consolidó la liberación de la economía, a partir del plan de Convertibilidad y la reforma del estado, el primero produjo la
equivalencia entre el dólar y el peso, la restricción de la emisión monetaria, la liberación del comercio exterior y el aumento de la
presión fiscal. Se logró salir del espiral hiperinflacionario. El nuevo orden impuso un modelo de “modernización excluyente”,
modificó la inserción de la economía en el mercado mundial, ya que la apertura a las importaciones condujo a una reprivatización
de la economía. Las limitaciones del último modelo serían notorias a partir de 1995, momento en el que el crecimiento se estanca,
acompañado por la desocupación. 1998: se entra en un periodo de recesión profunda que llevaría al estallido del modelo hacia
fines del 2001.

La restructuración del estado:


Nuevo modelo de gestión se caracteriza por las “CINCO R”: restructuración, reingeniería, reinvención, realineación,
reconceptualización. Restructurar significa eliminar de la organización todo aquello que no contribuye o aporta valor al servicio o
producto suministrado al público, cliente o consumidor. Se da una fuerte reducción del gasto público, una matriz social
caracterizada por la desigualdad.
A lo largo de los 90 la dinámica de consolidación de una nueva matriz estatal se fue apoyando sobre tres dimensiones:
patrimonialismo (se vincula con la total perdida de la autonomía relativa del estado, a través del carácter que adoptaron las
privatización, asistencialismo y reforzamiento del sistema represivo institucional.
Durante el proceso de privatizaciones el estado generó nuevas normas jurídicas que favorecieron la implantación de capitales
extranjeros. El estado se vió obligado a reforzar estrategias de contención de pobreza, por vía de la distribución de planes
sociales y de asistencia alimentaria. El estado se encamino al reforzamiento del sistema represivo institucional apuntado al control
de las poblaciones pobres y a la represión y criminalización del conflicto social.

El impacto del proceso de privatizaciones:


Este proceso tuvo dos etapas:
1) La primera se extendió desde la asunción del Menem hasta principios de 1991 y abarco la transferencia a manos
privadas de ENTEL y aerolíneas argentinas. También se dio inicio a otras privatizaciones (canales de televisión, áreas
petroleras, líneas de ferrocarriles, etc)
2) La segunda etapa abarco la privatización del servicio eléctrico, de agua así también como el resto de los ferrocarriles, etc
El plan de estabilización implementado por Caballo había logrado detener la inflación. La privatización de YPF, la empresa
productiva estatal más grande del país construyó un modelo de civilización territorial.
1991 “nueva ley de empleo”: conlleva a un cambio en el modo en el que el estado intervenía en la relación capital-trabajo. La
flexibilización del contrato de trabajo formal y la creación de nuevas modalidades de contratación destinadas a facilitar la entrada y
salida del mercado de trabajo y se dio el desarrollo de políticas sociales compensatorias.

Modernización excluyente y asimetrías regionales:


El doble proceso de modernización y exclusión que afecto al sistema económico nacional se reprodujo en cada una de las
regiones que lo integran. La política de apertura económica significó el desmantelamiento de la red de regulaciones que
garantizaban un lugar a las economías regionales en la economía nacional.
Área central: de gran desarrollo económico, caracterizado por la existencia de “economías urbanas de servicios” (ciudad de
buenos aires), así como por la existencia de “estructuras económicas de gran tamaño y diversificación” (buenos aires, córdoba y
19
santa fe). El proceso de modernización excluyente desembocó en una desindustrialización, acompañada por concentración de la
actividad económica en manos de grupos privados y empresas multinacionales.
Área mixta: conformada por las provincias patagónicas, a excepción de Rio Negro, caracterizadas como “estructuras productivas
basadas en el uso intensivo de recursos no renovables”
Área periférica: se mantienen rezagadas en términos de crecimiento económico, más allá del desarrollo de ciertas áreas
marginales. Entre las provincias periféricas intermedias se incluye a Rio Negro, Entre Ríos, Tucumán, Salta y La Pampa, Mendoza
y San Luis. En el grupo de las provincias periféricas rezagadas, caracterizadas por fuerte rigidez en su aparato productivo, están
Misiones, San Juan y Jujuy, mientras que La Rioja, Santiago del Estero, Corrientes y Formosa, presentan un retraso.
El proceso de modernización excluyente implicó la introducción de un nuevo modelo agrario. El proceso de apertura económica
posibilitó la introducción de nuevas tecnologías que modificaron bruscamente el modelo local de organización de la producción,
orientada al mercado externo. Incrementó la producción de soja transgénica, colocando a la Argentina entre los principales
exportadores mundiales.
Década del 90: final de la “excepcionalidad Argentina” en el contexto latinoamericano. Enorme cantidad de trabajadores fueron
expulsados del mercado de trabajo formal, mientras que otros sufrieron las consecuencias de la precarización.

FICHA 2044: Svampa – La sociedad excluyente (cap 2)

EJE 2: La nueva cuestión social


La nueva configuración social luego de los ’90, características de los grupos dominantes, fragmentación de las clases medias
y sectores populares. Pobreza y exclusión social. Indicadores LP, NBI, vulnerabilidad social, desintegración y nuevos pobres.
Los efectos de la nueva configuración post-convertibilidad: Problemática alimentaria y desnutrición, el quiebre de las
instituciones de integración social: familia, escuela. La nueva sociabilidad juvenil, jóvenes, educación y trabajo.

Ficha: 2059 – La sociedad excluyente. La Argentina bajo el siglo del neoliberalismo. Svampa.
o Capítulo 4: Continuidades y rupturas de los sectores dominantes

De manera general la teoría social considera como sectores dominantes a aquellos sectores sociales que ocupan un lugar
privilegiado –económico y político- dentro del modelo de acumulación capitalista. Buena parte de la literatura latinoamericana
pareció concluir en el carácter más bien dominante – antes que dirigente- de la burguesía. Sin embargo, la presentación sobre los
sectores dominantes tiene un carácter fragmentario e incompleto, ya que existe una escasa investigación al respecto.

Del empate social a la gran asimetría


Entre 1880 y 1930 las clases dominantes argentinas se caracterizaron por un fuerte dinamismo social y económico. Durante esta
etapa las clases dominantes pusieron en marcha un proyecto modernizador que trajo aparejada la integración socio- económica
de vastos sectores de la sociedad. Sin embargo, esta integración era acompañada por una tendencia política excluyente, con una
definición restrictiva de la democracia. Luego de la sanción del voto universal y obligatorio en 1912, la gran dificultad de la elite
dirigente seria consolidar a nivel nacional un partido conservador. Por ello, los portavoces de privilegiados de las elite serían las
corporaciones tradicionales: Sociedad Rural Argentina (SRA) y la Unión Industrial Argentina (UIA); y por otro lado el Ejercito. Así
se arrancaba entonces el proceso de conformación de una elite oligárquico-militar. Durante los años 30, aparecen los núcleos
identitarios de los sectores dominantes: liberalismo económico, conservadurismo político y por último, el antiperonismo militante.
Sin embrago, el pasaje a un modelo nacional-popular implicaría importantes cambios en la estructura económica del país, lo cual
pondría en evidencia el declive de la burguesía agropecuaria, así como la emergencia de un nuevo empresariado nacional,
asociado al desarrollo sustitutivo. La CGE, ilustraba la alianza entre un sector de la burguesía y los sectores populares, promovida
por Juan Domingo Perón desde el Estado. También cabe destacar el rol de la UIA que estaba formada por grandes empresarios
pertenecientes a la elite tradicional argentina y que supo consolidar un grupo de control con poder económico y fuerte influencia
política que se mantuvo estable hasta su colisión (política) con el peronismo. A pesar de que el programa de industrialización
sustitutiva le restaría dinamismo económico a la elite agropecuaria, seguiría conservando una gran centralidad política, económica
y también cultural. Luego en 1955, con la entrada en un periodo de democracia restringida, luego de 1955, coincidió también con
el avance de la internacionalización del capital; y a su vez este nuevo escenario aceleraría la dinámica de la polarización política.
Un primer intento de poner fin a esta situación tuvo lugar durante el gobierno de Onganía, en donde se establece una alianza
entre el estamento militar y las elites burocráticas, vinculadas con los grandes grupos extranjeros. El resultado fue la
implementación de un “Estado burocrático-autoritario”
Finalmente, sería la última dictadura militar y bajo la gestión del ministro Martínez de Hoz, cuando se sellaría el empate social,
sentando las bases de un nuevo régimen excluyente. El proceso de concentración se inicia en los 70, época en la cual se
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interrumpe la industrialización sustitutiva y se produce una transferencia de excedente desde el Estado a los grandes grupos
económicos. Asimismo, se marca un reemplazo de empresas nacionales por extranjeras diversificadas y/o integradas. De esta
manera, el programa de la dictadura militar permitiría a los sectores dominantes adaptarse a los cambios, sin tener que renunciar
a su núcleo identitario (liberalismo económico, conservadurismo político y antiperonismo).
Posteriormente con la reinstalación del régimen constitucional, Alfonsín, al inicio de su gestión, intentó llevar una propuesta de
“concertación” que aspiraba a involucrar a los principales agentes socioeconómicos. La acción de los sectores dominantes se
orientaría a la colonización de los dos grandes partidos políticos existentes, mediante la difusión de un discurso económico liberal,
como eje de la solución de los problemas argentinos. Sin embargo, el triunfo final de la estrategia de los grandes grupos
económicos no hubiera sido posible sin aquel golpe de estado de 1976 que desembocaría en una verdadera revancha de clase
por medio de la represión. La resolución final del empate social, marcaria entonces la entrada en un periodo signado por las
grandes asimetrías, entre las elites cada vez más internacionalizadas del poder económico y los cada vez más fragmentados y
empobrecidos sectores populares y medios.

Concentración económica y extranjerización del capital


El gobierno de Carlos Menem abrió las puertas al establecimiento de una alianza entre los sectores dominantes, nucleados en los
grandes grupos económicos y la dirigencia política, de origen peronista. El correlato económico de esta nueva alianza fue la
modalidad que adoptaron las privatizaciones de las empresas públicas. Esa modalidad posibilitó la reconfiguración positiva de los
grupos económicos nacionales, que reorientaron sus actividades hacia los servicios. Dicha reconfiguración del perfil empresarial
incluyó la desaparición de las empresas estatales, dando paso a un mayor protagonismo de los grupos subsidiarios de empresas
transnacionales y de unos pocos grupos económicos locales.
A su vez, la desregulación económica potencio la dinámica desindustrializadora característica de mediados de los 70, acentuando
una tendencia concentracionista y el proceso de extranjerización. Esta dinámica implicó el colapso y cierre de numerosas
pequeñas y medianas empresas. Así durante los primeros años de la década del 90 varias empresas argentinas decidieron
repatriar parte del capital financiero depositado en el exterior, para invertirlo como capital fijo. Para el año 1997 y como
consecuencia de las privatizaciones, los sectores más favorecidos serían los comerciantes, financieros y profesionales. En los
años 90 se produce la proliferación de hipermercados y shoppings, perjudicando notablemente los pequeños comercios. Sin
embargo, la dinámica de la concentración no solo alcanzó los rubros de la vida social y económica, sino que también incluyó los
medios de comunicación, hacia fines de los 90.

Empresariado, privatizaciones y sector financiero


Los grupos dominantes poseen dos rasgos característicos: el primero de ellos se refiere al carácter independiente del gran
empresariado respecto del estado, el segundo, a la profundización de una perspectiva “cortoplacista”.
De esta manera, diremos que una parte importante de los grandes empresarios nacionales supo adaptarse exitosamente a los
nuevos tiempos mientras que los pequeños y medianos empresarios quebraban o eran absorbidos por firmas mayores. Una vez
más, las privatizaciones fueron el marco ideal para garantizar el acceso y saqueo del Estado por parte de los grupos privados. Por
otro lado, el contexto externo también acompañó la consolidación de un nuevo “empresariado absentista”, las nuevas reglas del
capitalismo tendieron a afianzar una relación de exterioridad. De esta manera se produjo el pasaje a un nuevo modelo de
desregulación estatal. Así, el sector financiero, favorecido por la estabilidad monetaria, logró expandir notoriamente sus servicios
modernizando su oferta y aumentando el volumen de sus créditos. Esta expansión fue concretándose en un marco de
concentración y consolidación de la posición de los grandes bancos y su creciente internacionalización.
Uno de los grupos de interés que ilustrara estas nuevas coordenadas seria ADEBA (Asociación de Bancos de la Argentina) la cual
no se opuso a la extranjerización. En el caso de la Asociación de Bancos de la Argentina, decidió modificar sus estatutos para
poder representar también a los bancos extranjeros.

Modelo agrario y ¿nuevos? perfiles empresarios


Desde mediados de los 90, asistimos al desarrollo de nuevas tramas productivas en el agro argentino. Este nuevo modelo, que se
caracteriza por el uso intensivo de biotecnologías, ha colocado a la Argentina no solo como uno de los grandes exportadores
mundiales de cultivos transgénicos sino como uno de los países mejor posicionados en términos tecnológicos. Dichas
innovaciones implicaron el desarrollo del sector agroalimentario. Según Roberto Bisang, el desarrollo de la agroindustria se trata
de una figura empresarial que se ha desarrollado en el marco de un mercado abierto y competitivo de alta rentabilidad por medio
de altas tecnologías. En este modelo encontramos diferentes actores económicos: mientras que en el sector semillero aparecen
las grandes empresas multinacionales y unos pocos grandes grupos económicos locales; surgen otros actores económicos
conocidos como los “terceristas” (los que cuentan con el equipamiento tecnológico)y los “contratistas”(productores sin tierra, que
rentan la propiedad para su explotación), además de los “productores rentistas”. De esta manera, en los años 90 se produce la
emergencia de una nueva clase empresarial, suerte de “nuevos ricos”. Así el contratista y el tercerista vendrían a reflejar una
nueva tendencia que expresaría un perfil empresarial que asocia las nuevas tecnologías con la búsqueda de nuevos nichos de
mercado

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Otro elemento novedoso es el surgimiento de organizaciones empresariales vinculadas a este sector agroindustrial, las cuales
convocan numerosos seminarios y convenciones en donde convergen los distintos actores involucrados, abordándose así
preocupaciones técnicas, económicas y políticas.
De esta forma, hay elementos que indican que el vertiginoso desarrollo de la agroindustria ha traído aparejada la desarticulación
de los sistemas productivos locales, en favor del desarrollo de formas organizacionales como lo son los pools de siembra y los
fondos de inversión, con escasas relaciones en el contexto local. Asimismo, no hay que olvidar los “paquetes agrotecnológicos”,
los cuales están en manos de unas pocas empresas multinacionales.

Las marcas del mimetismo cultural


Ahora daremos cuenta de ciertas transformaciones culturales de los sectores dominantes, en especial, a las fracciones más
tradicionales de la elite. En términos generales, los sectores dominantes argentinos se han caracterizado por el desarrollo de una
sociabilidad de tipo comunitario; se han caracterizado por un “colectivismo práctico”: prácticas y estrategias sociales encaminadas
a la conservación de las posiciones y la reproducción social dentro del espacio social. En la Argentina, desde los orígenes de la
república moderna, dichas prácticas fueron definiendo círculos de pertenencia exclusivos, realizados colectivamente como el polo,
el golf o los countries.
Sin embargo, la sociabilidad de la elite oligárquica encontró un límite en el carácter “socialmente abierto” de la sociedad argentina.
Ahora bien, el establecimiento de una alianza con el peronismo triunfante produjo en las elites argentinas, tradicionalmente
liberales y profundamente antiperonistas, una importante recomposición. En los 90, las clases altas fortalecieron su seguridad
ontológica, esto es, su confianza de clase, al encontrar en su adversario histórico, el peronismo, un inesperado aliado. Al mismo
tiempo este encuentro con el peronismo se dio en un contexto de modernización de la elite y de generación de nuevos espacios
de sociabilidad, asociados al avance de la privatización del social. Así, en un contexto de alta rentabilidad la elite tuvo que resignar
ciertos criterios de afirmación del nivel social, para aceptar la entrada de “nuevos ricos”. El resultado fue la ampliación de los
espacios de sociabilidad y socialización, posibilitando el contacto entre los políticos y los “nuevos ricos”. Dicha alianza con el
peronismo se dio en un contexto de modernización y globalización de las elites.En el caso del menemismo, se observó un estilo
de vida marcado por el consumo ostentoso, la frivolidad, los gastos excesivos, todos ellos abrazando a la clase dominante
argentina. Sin embargo, para una parte de la clase política esta reconfiguración cultural supuso un gran quiebre ideológico a partir
del abandono ideario tradicionalmente peronista y la conversión al neoliberalismo.

Elitismo, socialización homogénea y visiones de la pobreza


En los 90 se redefinen los espacios de sociabilidad y de socialización. Esto aparece ilustrado en la expansión de las
urbanizaciones privadas. Esta nueva dinámica privatizadora, trajo aparejado tanto una apertura social como la reformulación de
las tradicionales estrategias de distinción. De esta manera, frente a la deserción del Estado y el vaciamiento de las instituciones
públicas se fueron desarrollando modalidades privatizadas de la seguridad y de la integración social que marcarían nuevas y
rotundas formas de diferenciación entre los ganadores y perdedores del modelo neoliberal. La elite participó activamente en la
recreación de nuevos espacios de sociabilidad, producto de la nueva ola privatizadora, en los cuales confluyeron diferentes
fracciones, entre ellas, un contingente de nuevos ricos ligados al poder, y también franjas importantes de clases medias
consolidadas y las clases medias en ascenso. Se observó también la proliferación de centros de enseñanza privados que
reforzaban la homogeneidad de los círculos sociales. También se desarrollaron políticas de contención social, intentando incluir al
excluido.

Las marcas de la distinción


La reformulación de las estrategias de distinción puede ser ilustrada por dos aspectos visibles en los espacios de sociabilidad: por
un lado la flexibilización de los códigos de pertenencia y por el otro la reafirmación del estilo de vida asociado a la elite, como
símbolo de la distinción.
El primero se refiera a las estrategias de adaptación de la elite, frente a la flexibilización inevitable de las condiciones de acceso a
los espacios de sociabilidad tradicionales. Un ejemplo de esto se puede ver en el boom de los countries, los cuales desarrollaron
una política de expansión en donde optaron por flexibilizar el pago de la cuota de ingreso o disminuir su costo. De esta manera
encontramos lo que se conoce como “estilo de vida verde” que imita el de las clases medias y medias-altas. De esta manera, la
exclusividad de los fines de los 90 aparece representada por la permanente tranquilidad, por la extensión del predio y por el
resguardo de la privacidad, todo esto, generando una distinción notable. Estas nuevas condiciones acentuaron también la
importancia del capital financiero en la estructura productiva argentina.

RECAPITULANDO, consignamos la expansión de un nuevo paradigma agrario desde mediados de los 90, hablando así de un
nuevo perfil empresarial, vinculado a la revolución tecnológica y la sociedad del conocimiento. Exploramos también las
transformaciones culturales analizando las prácticas de los actores. Desde el punto de vista cultural, para los sectores dominantes
liberales en lo económico y antiperonistas), la alianza con el gobierno de Menem significó una gran oportunidad. Este giro
inesperado alentaría una suerte de mimetización cultural de la elite con la clase política gobernante, una fascinación por lo
plebeyo despojado de su dimensión antagónica y contracultural, en una dinámica en la cual se entremezclaban y confundían ética
de la ostentación y sentimiento de impunidad, consumos suntuarios y afán de transgresión. Aunque acostumbradas a la distancia
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social y las ventajas de los lugares protegidos, la modificación del espacio social trajo consigo consecuencias importantes para las
clases altas en términos de socialización y sociabilidad. Así los nuevos espacios serán compartidos tanto por los antiguos como
los recién llegados a la elite.

o Capítulo 5: La fragmentación de las clases medias

Históricamente en nuestro país las clases medias fueron consideradas como un rasgo particular de la estructura social respecto
de los países latinoamericanos. Sin embargo, la crisis de los 80 y el pasaje a un nuevo modelo de acumulación en los 90,
terminaron por desmontar el anterior modelo de integración, echando por tierra la representación de una clase media fuerte, y
hasta cierto punto, culturalmente homogénea, asociada al progreso y la movilidad social ascendente. Se da de esta manera una
suerte de fragmentación de las clases medias.

Rasgos generales de las clases medias


- Debilidad estructural: Las clases medias han designado un vasto conglomerado social, con fronteras difusas; esto es una
categoría intermedia cuya debilidad congénita estribaría en su misma posición estructural, un tercer actor sin peso
específico propio, situado entre la burguesía y las clases trabajadoras. Esta debilidad estructural explicaría tanto sus
comportamientos políticos como culturales. Desde el punto de vista político se ven las dificultades en desarrollar una
conciencia de clase autónoma, y desde el lado cultural desarrollan conductas imitativas respecto de los patrones
culturales de las clases superiores. Dicha adopción de pautas de conducta de las clases superiores implica así una
disociación entre el grupo de pertenencia y el grupo de referencia (sirve de parámetro a los individuos para valorarse a sí
mismos). Dicha debilidad determinara la conformación de una mentalidad conservadora y reaccionaria.
- Heterogeneidad: esta heterogeneidad corresponderá tanto a lo social como a lo ocupacional. El criterio de diferenciación
más clásico para caracterizar a las clases medias ha hecho hincapié en el trabajo como variable, distinguiendo a los
trabajadores “manuales” de los “no manuales” que luego adoptaría el nombre de trabajadores de “cuello azul” y “cuello
blanco”. Así los distintos análisis afirman que durante el siglo XX los sectores de cuello blanco se complejizaron y
ampliaron las dimensiones de la clase media. Dentro de las ocupaciones de cuello blanco encontramos una creciente
diferenciación ya que la brecha sería desde empleados administrativos hasta empleados con mayores oportunidades de
promoción.
- Educación como canal de ascenso: otra de las notas constitutivas de la identidad de las clases medias ha sido la
movilidad social ascendente. Así se contribuyó a aumentar la importancia de la educación como canal privilegiado para el
ascenso y reproducción social.
- Capacidad de consumo: aparecen definidas positivamente por su capacidad de consumo y por el acceso a un
determinado estilo de vida, caracterizado por un modelo tipo en el cual tienen una aspiración residencial (vivienda
propia), la posesión de un automóvil y la posibilidad de esparcimiento.
En resumen, la debilidad estructural haría referencia a características más bien negativas como la mentalidad conservadora y el
mimetismo cultural; la heterogeneidad daría cuenta de la imposibilidad de unificar sus intereses de clase, explicando la necesidad
de una movilidad ascendente. Y por último la definición a través del consumo le otorgaría un cierto estatus. En consecuencia, se
la puede definir a las clases medias como “clases de servicios”, apoyada en el fuerte incremento registrado en el sector servicios.

Las clases medias en Argentina


A lo largo del siglo XX, las clases medias latinoamericanas se constituyeron en un agente central en el proceso de desarrollo.
Según algunos autores esta centralidad se debe a la preocupación que las clases medias manifiestan por la educación, siendo
éste un instrumento por excelencia de movilidad social y criterio distintivo. El arquetipo de estas clases seria el pequeño
propietario o el comerciante, o especialmente, las profesiones asalariadas empleadas en el sector público. El modelo argentino
parecía hacer referencia a dos componentes mayores: por un lado, el progreso y la movilidad social ascendente y por el otro, una
cierta homogeneidad racial y cultural.
Desde una perspectiva económica, la acción (1946-1955) no solo beneficio a los vastos sectores de la clase trabajadora sino,
también, a los amplios sectores medios mediante el impulso al sector asalariado dependiente del Estado. De esta manera, a partir
de los años 60, los estratos medios se convertirían en los principales proveedores de una demanda de puestos gerenciales,
burocráticos, administrativos, promovidos por el sistema sustitutivo. Así los sectores asalariados irían adquiriendo mayor peso por
sobre el sector autónomo, lo cual confirmaría una clase media de servicios, ligada al estado.
¿Cómo explicar entonces el antiperonismo militante de las clases medias argentinas? En realidad, el peronismo lesionó a las
clases medias a través de pautas de comportamiento y sus modelos culturales. Así fueron sus rasgos plebeyos e iconoclastas
(estigmatizados como forma de barbarie) los que más fastidiaban y afectaban la tranquilidad de las clases medias. A su vez, su
oposición se vio acentuada por el carácter autoritario que tomo el régimen peronista, respecto del mundo conocido de la cultura.
El peronismo, no solo afectó sus pautas culturales sino que les negó la inclusión simbólica dentro del discurso político oficial.
Hacia los años 60, el proceso de modernización cultural produjo grandes cambios y transformaciones culturales e ideológicas de
las clases medias. Estos cambios fueron desde nuevos hábitos de consumo, cambios en la moral sexual y el rol de la mujer, y un

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gran cuestionamiento a los modelos familiares y escolares tradicionales. En definitiva, se trataba de una nueva clase media. De
esta manera, la alianza entre los sectores medios y los populares se tornaba real y posible, gracias a la peronización de la
juventud y de los sectores intelectuales. Así la década del 60, queda establecida como la época de oro de las clases medias, pues
estas habrían de afirmar una cierta autonomía cultural respecto de las clases dominantes, buscando así una articulación política
con las clases populares peronistas.
Hacia la heterogeneidad y la polarización social
Durante mucho tiempo, el modelo de integración social se asentó en la afirmación de estilos residenciales y espacios de
socialización mixtos, apuntando a una mezcla entre distintos sectores sociales. El marco propicio para tal integración eran los
espacios públicos. Estos proveían al individuo de una orientación doble: hacia adentro y hacia afuera de su grupo social,
apareciendo como contextos propicios para una socialización mixta y exitosa.
Ahora bien, a partir de los 90, la entrada en una sociedad excluyente tiró por la borda esta representación integradora de la
sociedad argentina, centrada en lo público. La nueva dinámica excluyente puso de manifiesto el distanciamiento en el interior
mismo de las clases medias, producto de la transformación de movilidad ascendente y descendente.
Dichas transformaciones terminaron de abrir una gran brecha en la sociedad argentina, acentuando los procesos de polarización y
vulnerabilidad social. De esta manera, la entrada en una sociedad excluyente determinó que ciertas clases medias se vieran
empobrecidas y debieran desarrollar estrategias de sobrevivencia, basadas en la utilización y potenciación de competencias
culturales y sociales preexistentes.

Empobrecimiento y multiplicación de estrategias de adaptación


Como ya dijimos, la movilidad social descendente asumió una dimensión colectiva que arrojó del lado de los “perdedores” a
grupos sociales que formaban parte de las clases medias asalariada y autónoma: franjas de empleados, técnicos y profesionales
del ámbito público, cuentapropistas, etc.
La segmentación social fue consolidando una fractura intraclase que es necesario leerla en dos tiempos diferentes:
-A fines de los años 80, el proceso de empobrecimiento de ciertas franjas de las clases medias estuvo vinculado a la
inflación y claro está, a la hiperinflación, esto es a la pérdida del deterioro salarial y la pérdida del poder adquisitivo. Asimismo,
tanto la degradación de los servicios públicos como la privatización de los servicios básicos (educación, salud, seguridad)
contribuyeron fuertemente al empobrecimiento de las clases medias por la precarización laboral y la inestabilidad.
-A mediados de los 90: la fractura intraclase se hizo mayor cuando el empobrecimiento pasó a vincularse no solo a la
pérdida del poder adquisitivo, sino también al desempleo.
Así, fue surgiendo lo que se conoce como “Nueva pobreza” caracterizada por ser en términos urbanos, más difusa y dispersa. En
algunos casos como el de los jubilados, el empobrecimiento en las últimas décadas ha sido una notoriedad incontestable. En otras
situaciones, como el de los expulsados, tarde o temprano también terminó en una relocalización urbana. La nueva pobreza
entonces adoptaría nuevas dimensiones urbanas.
Podemos decir que la nueva pobreza tiene un carácter “intersticial” o “hibrido”, dando cuenta de afinidades y semejanzas con los
sectores menos consolidados en variables tales como el nivel educativo o la composición de la familia, y a su vez revelaban cada
vez más la proximidad con los “pobres estructurales” en términos de ingresos, características del empleo (subempleo) y ausencia
de cobertura social. De esta manera, los primeros testimonios de estas personas reflejan la desnaturalización e incertidumbre
para definir esta situación.
Así, a fines de los 90, se posicionaba dentro de los sectores medios una fuerte pauperización. El empobrecimiento, trajo
aparejados importantes cambios en las prácticas y orientaciones de la acción. Como consecuencia de ello, lo propio del periodo
fue la multiplicación de estrategias individuales orientadas a obtener ventajas comparativas; se vieron ante la necesidad de
redefinir los marcos sociales y culturales de su experiencia, siempre en una visión cortoplacista y de total incertidumbre.

Empobrecimiento y experiencia del trueque


En términos generales recién hasta la segunda mitad de los 90, los sujetos sociales incorporarían plenamente un discurso que
permitiría evacuar el estigma del fracaso personal. En 1995 nace el famoso “trueque” como una organización estructurada sobre
la base de redes.
La actividad de trocar aparecía como una forma de:
- Reinventar el mercado, reinventar la vida y como alternativa a un patrón de desarrollo que ha llevado la exclusión a
grandes sectores de la población
- Vínculo social de otro tipo, basado en la reciprocidad y en la confianza
Consecuencias del trueque:
- Permitió una cierta reconstitución de las identidades individuales
- Permitía revalorizar capacidades negadas y descartadas por el mercado formal
- Emergencia de un espacio de sociabilidad, donde confluían sectores populares y empobrecidos
- Mayor libertad y reflexividad, sin necesidad de tener que “seguir aparentando lo que no eran”
- Les permitió el acceso a las necesidades más elementales

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Después del colapso del modelo de convertibilidad en el 2001, el trueque registro una explosión incontrolada. Así, en 2002, la
Argentina poseía la red del trueque más extensa del mundo. Ahora bien, se puede decir que la explosión del trueque estuvo
directamente ligada a la crisis económica. El resultado es conocido,las redes no pudieron procesar este crecimiento explosivo y la
mayoría terminaron pos estallar en medio de una crisis de inflación de la moneda social (los créditos) y de corrupción.
El ascenso y la búsqueda de la distancia social
El reconocimiento de la producción de nuevas brechas en el seno de las clases medias aparece ilustrado por la expansión de
consumos y estrategias de inclusión, cada vez más diferenciadas, tanto en términos de capital económico como cultural. Sin
embrago, en un segundo momento la fractura intraclase aparece reflejada en los nuevos estilos residenciales, modelos de
socialización y formas de sociabilidad emergentes.
En el caso de la oferta inmobiliaria, importa recodar que el centro de expansión no comprendió tanto los clubes de campo,
exclusivos y elitistas, sino los nuevos barrios privados cerrados, provistos de seguridad privada, cuyos destinatarios eran las
clases medias en ascenso. Los destinatarios han sido mayoritariamente matrimonios jóvenes pertenecientes a las clases medias
de servicios, con hijos pequeños. Entre urbanizaciones privadas y clases medias ascendentes podemos abordar dos temas: en
primer lugar, la seguridad privada impulsa el desarrollo de un estilo de vida, centrado en el contacto con el verde que se
caracteriza por la homogeneidad social y generacional. En términos de sociabilidad este nuevo estilo de vida presenta rasgos
comunes con un modelo más comunitario y cerrado propio de las clases altas.
En segundo lugar, las urbanizaciones privadas han permitido la creación de nuevos marcos de socialización que implican un
escaso contacto con seres diferentes. La sociabilidad se desarrolla en un amplio espacio común en la cual se encuentran barrios
privados, countries y los diferentes servicios.
En resumen, este nuevo estilo residencial tiende a afirmar una inclusión hacia arriba, en donde los espacios comunes tienden a
naturalizar la distancia social.

Entre el consumo y el vínculo privilegiado con la cultura


Las clases medias empobrecidas se juntarían así con las franjas medias de las clases medias. Buscaron reafirmar una identidad
en crisis, mediante una lógica de acción individualista- estrategia que apunto a una integración por medio del consumo.
Ciertamente no hay que olvidar el éxito del menemismo, el paradigma del consumidor puro, sobre todo hasta 1995.
Por otro lado, el devenir del ciudadano consumidor estuvo acompañado por la introducción de nuevas tecnologías de la
comunicación y la información, nuevos hábitos y prácticas ligados a una sociedad atravesada ideológicamente por el “discurso”
único del neoliberalismo.
Para hablar en términos de Bourdieu, la cultura puede ser concebida como una variable o recurso en términos de capital cultural.
Esto sucede, con las clases medias empobrecidas, donde la cultura es concebida como capital incorporado o como competencia
del sujeto. En esta perspectiva también puede ser comprendida la de la dimensión del consumo, como capital objetivado.

RECAPITULANDO: las nuevas estrategias de adaptación de las clases medias empobrecidas dieron cuenta de la centralidad que
adquirían el capital y las competencias culturales. Asimismo, los diferentes estudios mostraron que, una vez asumida la caída
social, frente a la imposibilidad de retornar a su estatus anterior, la experiencia del empobrecimiento conducía a la progresiva
recomposición de una cultura individualista en el seno de nuevas formas de solidaridad. Por ejemplo, la experiencia del trueque
puede ser leída en estos términos. Luego, en 2001, se vio la importancia de la textura cultural en el proceso de redefinición de las
clases medias movilizadas. Así, es importante subrayar el rol de la cultura en la constitución de las clases sociales, sobre todo, en
el pasaje de la acción colectiva. Pensaremos así la cultura, como eje de reconstrucción de la subjetividad y a la vez, como
expresión de la resistencia colectiva.

o Capítulo 6: La transformación y territorialización de los sectores populares

Durante décadas en la Argentina hubo una fuerte tendencia a interpretar las transformaciones de los sectores populares urbanos
en sintonía con la historia de los sectores sindicales a la luz de los avatares del peronismo. Cambios económicos y sociales que
arrancaron en los 70 y se acentuaron en los 90, reconfiguraron el mundo popular urbano, cuya identidad colectiva se había
estructurado en torno a la dignidad del trabajador. Marcado por la desindustrialización, la informalización y el deterioro de las
condiciones laborales, este conjunto de procesos fue trazando una distancia creciente entre el mundo del trabajo formal y el
mundo popular urbano, cuyo resultado fue tanto el quiebre del mundo obrero como la progresiva territorialización y fragmentación
de sectores populares. Este proceso “el pasaje de la fábrica al barrio”, señala el ocaso del universo de los trabajadores urbanos, y
la emergencia del mundo comunitario de los pobres urbanos.
Tres ejes mayores constituyen la trama mayor del mundo popular actual:
- Transformaciones y quiebre del mundo obrero
- Emergencia de un nuevo tejido territorial
- Análisis de las mutaciones del peronismo

La doble configuración de “lo popular”

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La teoría social clásica ha elaborado la noción de “clases obreras o trabajadoras” para designar al sector social que ocupa una
posición desventajosa en la estructura productiva, caracterizado por la no propiedad de los medios de producción y obligado a
vender su fuerza de trabajo en el mercado. Se le suele añadir la dimensión cultural, que incluye tanto los modelos de socialización
como los estilos de vida; por otro lado, la dimensión política, que alude a las formas de organización y la acción colectiva
resultante. La acción de las clases trabajadoras en tanto actor de clase, comportaría la articulación de estas tres dimensiones
(económica, cultural y política), esferas propiamente diferenciadas y contrapuestas al otro gran actor de clase, la burguesía o
clase dominante.
La aplicación de este esquema reveló rápidamente sus insuficiencias en las sociedades periféricas, donde sectores subalternos
constituyen un conglomerado más amplio y heterogéneo que el de la sola clase obrera. Éste es el caso de los países
latinoamericanos, región en la cual la existencia de un proletariado multiforme y heterogéneo, en el cual se entrecruzan y al mismo
tiempo se dividen estructuras y estilos de vida tradicionales y modernos, correspondientes a diferentes modelos culturales y
formas de desarrollo económico, constituye una marca de origen.
La acción de los sectores populares no estaría determinada de manera exclusiva por el conflicto de clase, sino también por las
luchas por la integración nacional y contra la dominación extranjera. Desde el comienzo, lo popular tendería a designar una
resistencia cultural y política, tanto frente a la acción de una clase dominante con notorios resabios feudales, como frente a la
dinámica imperialista de los capitales extranjeros.
Entre las décadas de 1930 y 1950, el carácter subalterno y la dependencia terminaron por habilitar el llamado nacionalista y
desarrollista del proletariado latinoamericano. Encontró su expresión política en el populismo, fenómeno estructurado
institucionalmente en torno a un líder carismático y un proyecto nacional basado en una coalición de clases sociales. Signó el
éxito de la noción de “pueblo” sobre la de “clase social”. Concepto de pueblo realidad difícil de acotar y multidimensional,
construida en el cruce siempre ambiguo entre lo social y lo político, categoría central del discurso político y las ciencias sociales
latinoamericanas, designando sectores populares como sujeto social y actor colectivo.
Desde la perspectiva del marxismo, hacia los años 60, se elaboraron otras nociones para dar cuenta del carácter multidimensional
de la realidad social latinoamericana. Teoría de la marginalidad consideraba que la especificidad latinoamericana en relación con
las sociedades centrales, residía en la “masa marginal”: aludía a los múltiples tipos de relación con los medios de empleo,
subrayando el carácter deficitario de los mecanismos de integración sistémica proporcionados por un mercado y/o por el Estado.
La heterogeneidad de situaciones sociales dentro del mundo urbano latinoamericano terminó siendo un rasgo poco tenido en
cuenta en el contexto del modelo de acumulación sustitutivo. En el caso argentino, en un contexto de pleno empleo la pregnancia
del modelo nacional-popular fue tal que durante mucho tiempo se consideró que nuestro país estaba más cerca de las
“sociedades salariales” del Primer Mundo que de otro países latinoamericanos.
En las últimas décadas, el proceso de desmantelamiento del modelo nacional-popular ha sido de tal envergadura que significó
para numerosos individuos y grupos sociales la entrada a la precariedad, pérdida de soportes sociales y materiales que durante
décadas habían configurado identidades sociales. Política de flexibilización laboral apuntó a la “reformulación de las fronteras de
trabajo asalariado”, afectó fuertemente la capacidad de representación y de reclutamiento del movimiento sindical, acelerando con
ello el quiebre del mundo obrero. Este proceso de pérdida y despojo de derechos se vio agravado por el comportamiento de los
grandes sindicatos nucleados en la CGT, cuya adaptación pragmática a los nuevos tiempos desembocó en el apoyo del modelo
neoliberal propuesto por el peronismo triunfante, a cambio de la negociación de ciertos espacios de poder. En consecuencia, el
pasaje a un nuevo modelo de sociedad supuso una fuerte transformación de las pautas de integración y exclusión social, lo cual
se tradujo en la desvinculación de amplios contingentes de trabajadores y la rápida puesta en marcha de una modelo
caracterizado por la precarización, la inestabilidad laboral y una alta tasa de desocupación.
Analizaremos los ejes centrales de esa configuración de “lo popular”:

Peronismo, integración y sectores populares


En nuestro país “lo popular” se definió en oposición a otros grupos sociales. Le tocaría al peronismo, entre 1946 y 1955, llevar a
cabo este proceso de configuración de las clases populares, mediante la integración socio-económico y simbólica en términos de
“pueblo trabajador”, visible en la extensión y reconocimiento de los derechos sociales, asociados al trabajo asalariado. Conllevó la
legitimación de la acción sindical así como la valorización del mundo del trabajo y de los valores obreristas.
Pese a que la experiencia concreta y central del “pueblo” estuvo anclada en la figura del trabador, ésta no encontró una expresión
política completamente “clasista”. Es que, en el lenguaje político del peronismo, el trabajador era tanto un “trabajador” como un
“descamisado”, esto es, a la vez un explotado y un humillado. El trabajo no desempeñó un rol determinante a la hora de definir la
dominación social, la noción de “pueblo” adoptó un registro político. Aun cuando es posible hallar elementos comunitarios y
clasistas de la conciencia obrera en la Argentina, su debilidad relativa hizo improbable una primacía de la conciencia clasista
sobre otras dimensiones. La presencia de una inmigración extranjera y la ausencia de verdaderas familias obreras no permitieron
su verdadera consolidación.
El peronismo histórico presenta dos vías heterogéneas pero en gran parte complementarias, de integración social: la primera se
apoya sobre la figura del trabajador, mediante la afirmación de los sectores obreros como fuerza social nacional y de la
consolidación de valores como la justicia social y la dignidad del trabajo; la segunda apuntaba a la figura del pobre, históricamente
desposeído, por medio de las políticas sociales compensatorias. La figura del pobre se constituía como una prolongación casi
natural de la imagen del “pueblo-trabajador”, pues ahí donde la intervención social del Estado se manifestaba como insuficiente, la
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beneficencia emergía con el fin de colmar tales vacíos sociales. Mientras que el Estado regulador se erigía como mecanismo
“impersonal” de redistribuciones, la beneficencia guardaba un carácter personalizado y discrecional.
La desarticulación del mundo de los trabajadores urbanos, iniciada en los 70 y consumada en los 90, trajo aparejados profundos
cambios en la experiencia popular peronista. El peronismo fue el lenguaje político que permitió desactivar la verticalidad del
vínculo social. Durante los 90, el peronismo dejó de ser el principio de articulación entre una identidad obrera, un sentimiento
nacional y una conciencia popular. La identidad obrera, relativamente débil en la argentina, entró en crisis con la transformación
del mercado laboral, la precarización y la inestabilidad de las trayectorias laborales. El sentimiento nacional fue diluyéndose, en
tanto y en cuanto las demandas populares no encontraron correlato en un programa de políticas públicas, que apuntara a la
integración social y nacional. La conciencia popular fue desdibujándose a medida que la heterogeneidad social fue multiplicando
los registros de desigualdad, y que las divisiones ideológicas comenzaron a reducirse a diferencias respectos de la
implementación de políticas, o cuestiones de orden ético en torno de un único modelo socio-económico.
El peronismo fue perdiendo la capacidad de articular las diversas dimensiones de la experiencia social y política. Dejó
gradualmente de ser un mecanismo activo de comprensión de lo social, a partir del cual los sectores populares entendían la
dominación.

Descolectivización y transformaciones de la subjetividad popular


A partir de los años 70, la dinámica desindustrializadora y el empobrecimiento del mundo popular originaron un proceso de
descolectivización, que fue traduciéndose en profundos cambios dentro del tejido social popular. Este proceso, que afectó a las
clases trabajadoras argentinas, no ocurrió en una secuencia única, sino en diferentes fases: en primer lugar para un sector de los
trabajadores menos calificados de la clase trabajadora formal, el proceso de descolectivización arrancó en 1976, con la última
dictadura militar y se fue acentuando durante los gobiernos democráticos, en este período muchos trabajadores se vieron
excluidos del mercado formal, y comenzaron a desplazarse hacia actividades propias del sector informal, a partir del trabajo por
cuenta propia o en relación de dependencia. En términos de acción colectiva, este proceso de pauperización de las clases
populares aparece ilustrado por la toma ilegal de tierras (asentamientos), que se desarrollaron desde fines de la dictadura militar y
durante los primeros años del gobierno de Alfonsín, los asentamientos expresan la emergencia de una nueva configuración social
que pone de manifiesto el proceso de inscripción territorial de las clases populares. En segundo lugar a partir de 1990-1991, a
raíz de una serie de reformas para abrir la economía, se privatizaron las empresas públicas, se descentralizó la administración
pública y se controló la mano de obra mediante la flexibilización laboral. Los individuos tendieron a buscar un refugio en las
actividades informales y precarias, acentuando con ello la inestabilidad de las trayectorias laborales. En tercer lugar, en 1995, con
el “efecto tequila”, se inició una nueva etapa de crisis económica y desempleo (intensas movilizaciones colectivas encabezadas
por empleados del Estado, los docentes y jubilados). Sin embargo, la recesión económica se instaló sobre todo a partir de 1998 lo
cual terminaría por acelerar el proceso de expulsión del mercado de trabajo y el aumento de la inestabilidad laboral.
Desembocaron en un conglomerado de organizaciones de desocupados. Ambos procesos nueva vuelta de tuerca durante la crisis
del 2001-2002.
Este conjunto de transformaciones se inserta en un escenario laboral que da cuenta del aumento de la productividad, producto
tanto de la modernización tecnológica como de la ostensible reducción de los costos de la mano de obra, a través del deterioro de
las condiciones de trabajo, implementación de la flexibilidad y la precariedad laboral. En términos de subjetividad política, la
descolectivización se revistió de otras dimensiones. El rol que desempeñaron los sindicatos en este proceso de desestructuración
subjetiva fue mayor. La subordinación de una gran parte de los sindicatos a las orientaciones del gobierno justicialista generó una
gran desorientación en los individuos. No fueron poco aquellos que, provenientes del mundo popular, resultaron abandonados
literalmente por sus sindicatos, a la hora de afrontar el desmantelamiento del modelo de relaciones sociales en el cual se habían
socializado.
Cambios estructurales de las últimas décadas generaron un proceso de desinstitucionalización que repercutió sobre identidades
laborales, produjo una crisis de las identidades políticas. A estos procesos hay que agregarle las consecuencias que tuvo la
expansión de las industrias culturales en el proceso de socialización de las clases populares, en la medida en que esas industrias
fueron portadoras de nuevos modelos de subjetivación que tendría que ver con la pura identificación con nuevas pautas de
consumo.
La desaparición de los marcos sociales que definían al mundo de los trabajadores urbanos y la emergencia de nuevos procesos,
profundamente marcados por la desregulación social, la inestabilidad y la ausencia de expectativas de vida, así como la gran
difusión de las nuevas subculturas juveniles, producto de la globalización de las industrias culturales y la influencia de medios de
comunicación masivos. Los modelos de subjetivación que fueron cobrando importancia en los procesos de construcción de las
identidades se distancian de los roles sociales y profesionales y remiten cada vez más a nuevos registros de sentido centrados en
el primado del individuo, en la cultura del yo y en los consumos culturales. El resultado de ello ha sido la emergencia de
identidades sociales más volátiles y más débiles que antaño, fuertemente marcadas por una matriz conflictiva de las relaciones
sociales.

Las nuevas relaciones laborales: juventud y límite de la inserción


En la sociedad actual, los jóvenes constituyen el sector más vulnerable de la población, pues vienen sufriendo los múltiples
efectos del proceso de desinstitucionalización (crisis de la escuela, crisis de la familia), así como la desestructuración del
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mercado de trabajo que caracteriza a la Argentina en los últimos 15 años. En mayo de 1995, el país alcanzó su primer record
histórico de desempleo, la desocupación de los jóvenes del Área Metropolitana de Buenos Aires alcanzaba el 34,2%. Noviembre
de 1999, los jóvenes desocupados duplicaban la tasa nacional de desempleo. A la falta de clasificación laboral se le sumaba la
ausencia de oportunidades educativas, también aparece como un fiel reflejo de una integración cada vez más lejana. El mundo
laboral en el cual deben insertarse los jóvenes aparece sacudido por diferentes transformaciones económicas, laborales y
sindicales. Nuevas políticas de empleo desarrolladas por empresas apuntaban a población más joven considerada como “más
maleable” y “menos problemática”. Jóvenes se constituyeron en el target ideal de la política de flexibilización y precariedad laboral.
La noción misma de “derechos sociales”, tan cara a los trabajadores de otras épocas y tan recurrente en el lenguaje sindical
peronista, tiende a desdibujarse aceleradamente. Tanto la fragmentación salarial como la existencia de un contingente vasto de
desempleados que oficia como fuerza disciplinadora, conspiran contra su posible reactualización. También hay que señalar que el
rápido desdibujamiento de la existencia de derechos sociales se halla ligado a la consolidación de la inestabilidad laboral.
El proceso de subjetivación se realiza en un escenario atravesado por la incertidumbre y la inestabilidad, prontamente
naturalizado, que impulsa a los jóvenes de los sectores populares a desenvolverse como verdaderos cazadores en una ciudad
cada vez más caracterizada por la multiplicación de fronteras sociales, en la cual el individuo debe procurarse recursos para
sobrevivir, sin posibilidad alguna de planificación reflexiva de la vida.
Las estrategias de persuasión dirigida a los jóvenes trabajadores incluye un discurso, a la vez de corte pedagógico y normativo,
en torno de los derechos del trabajador: la cultura del trabajo, el orgullo sindical, la solidaridad social y el reconocimiento del lugar
que todavía ocupa el peronismo en la vida de los trabajadores, los cuales se constituyen en la contracara inevitable de la
despolitización juvenil y de la afirmación individualista del consumo.
Hay que tener en cuenta que la irrupción del neoliberalismo en el mundo laboral fue tan violenta que parecen quedar pocos
vestigios acerca de esa supuesta edad de oro que representó el modelo peronista, que articulaba bienestar social, derechos
sociales y orgullo del trabajador industrial. Los jóvenes trabajadores tienden a desarrollar un tipo de solidaridad expresiva, que
pone de relieve la importancia de los lazos afectivos, sin que ello desemboque en la construcción de una solidaridad de tipo
laboral.
En definitiva, en la medida en que el trabajo deja de ser el principio organizador en el proceso de afirmación de la subjetividad,
otros componentes, ligados al consumo y, sobre todo, los gustos musicales, adquieren mayor peso. Una de las consecuencias de
la nueva dinámica laboral es que los modelos de subjetividad emergentes se construyen a distancia del mundo de trabajo, y
remiten cada vez más a nuevos registros de sentido centrados en las dimensiones más expresivas del sujeto. El trabajo continúa
siendo factor de integración social, pero lo que aparece relativizado es su importancia como principio de individualización y como
espacio de construcción de un colectivo social.

Cultura popular y estigmatización de la juventud: el horizonte de la exclusión


El declive y la desagregación del mundo de los trabajadores urbanos coincide con el fuerte avance de la industria cultural y de la
influencia de los medios masivos de comunicación en un mercado cada vez más globalizado, de esto forman parte los jóvenes.
Entre las nuevas narrativas identitarias juveniles se encuentra la oposición a la policía, ésta tópica tiene su origen en la última
dictadura militar. Es el rechazo a una de las instituciones más cuestionada en las últimas décadas. Tiende a poner al descubierto
y a denunciar la estigmatización de la juventud como “clase peligrosa”. Dicha política de represión y ensañamiento para con los
más jóvenes tiene de paradigma el rock “chabón” y la “cumbia villera”. El rock chabón se define como el rock de aquellos jóvenes
a los que les duele que el mundo de sus padres no exista más. Con sus letras que aluden al barrio, a las peleas callejeras, a la
oposición a la policía, ésta música está lejos de ser un ritmo de los “ganadores”, es más bien de las “víctimas jóvenes de una
reestructuración social violenta, abrupta y traumática”. Diferente es el caso de la “cumbia villera”, depende del sector social, surgió
en los 90. Se caracteriza por un discurso que constituye un “nosotros” negativo y termina por vaciar de significado el reclamo.
Tópicos centrales: la mujer (denigrada y ridiculizada, refleja la crisis del universo masculino debido a la autonomía de éstas);
repudio a la policía (represión y persecución a los jóvenes).
Los jóvenes de los sectores populares aparecen como la ilustración más acabada de un conjunto de procesos: por una parte,
devienen los destinatarios privilegiados del nuevo modelo de relaciones laborales (más flexibles, con pocos vestigios de un
pasado de integración social y laboral); por otra parte aparecen como la expresión por antonomasia de la “población sobrante” (la
clase peligrosa). Entre esos dos polos que definen tanto el límite de la inserción como el horizonte de la exclusión, se van
configurando los nuevos marcos de referencia de las conductas juveniles, donde conviven desorganizadamente y a veces en
tensión, diferentes principios y valores; la naturalización de la situación alterna con el talante antirepresivo; el rechazo a los
políticos, con una actitud antisistema, pocas veces politizada; la conciencia del horizonte de precariedad duradera, con una
necesidad de descontrol de las emociones y sensaciones.

La mutación organizacional: hacia el mundo comunitario de los pobres urbanos


En la Argentina, el nuevo régimen de acumulación terminó de liquidar la estructura salarial anterior, que ofrecía protección social,
estabilidad laboral y derechos sociales. Durante este período de grandes mutaciones, la sociedad argentina no contó con centros
de formación o de reconversión laboral, al tiempo que fue notable la ausencia de políticas estatales en la materia, todos
mecanismos que hubieran compensado, en parte, los efectos de las progresivas medidas de flexibilización laboral o los despidos
masivos que acompañaron a los procesos de privatización y de reconversión de empresas en el nuevo contexto de apertura
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comercial. Las redes de reciprocidad y las organizaciones de bases existentes, orientadas a la gestión de las necesidades más
básicas, fueron ciertamente insuficientes.
A partir de 1987, Año en que Antonio Cafiero asumió la gobernación de Bs As, fueron multiplicándose las formas de intervención
en el mundo popular, que encontraría su expansión durante el gobierno de Menem.
Modo de “hacer política” vinculado al discurso neoliberal y el mandato de los organismos multilaterales, era el elemento central de
un nuevo modelo de gestión. Ese modelo se basa en tres presupuestos centrales: la división del trabajo político por medio de la
profesionalización de las funciones, la política de descentralización administrativa y la focalización de la ayuda social. Estos tres
ejes de la política neoliberal fueron la clave para la reformulación desde el Estado de la relación con las organizaciones sociales,
peronistas y no peronistas. El pasaje de la fábrica al barrio se fue consolidando a través de la articulación entre descentralización
administrativa, políticas sociales focalizadas y organizaciones comunitarias, trajo consigo una reorientación de las organizaciones
locales.
Las nuevas estrategias de intervención territorial fueron produciendo un entramado social en el cual se insertaron las
organizaciones comunitarias, fuertemente dependientes de la ayuda del Estado. Nueva política local produjo hondas
transformaciones: por un lado, promovió una nueva figura de mediador, el “militante social” de los barrios. Mientras que el trabajo
específico quedaba en mano de los profesionales, instalados en el municipio, la acción del nuevo militante social, de carácter
asistencial, quedaba prácticamente encapsulada en el territorio.
Los fondos de inversión social en América Latina surgieron como una estrategia compensatoria a lo que dio en denominarse “las
consecuencias sociales negativas del ajuste estructural”.
Trabajosamente, en medio de la crisis y de la desaparición de las instituciones típicas de la sociedad salarial, estas redes
territoriales se fueron densificando y orientando cada vez más a la gestión de las necesidades básicas, configurando de manera
incipiente los contornos de un nuevo proletariado, multiforme y heterogéneo, caracterizado por la autoorganización comunitaria.

Mundo peronista, brechas culturales y nuevas militancias


Las mutaciones del mundo popular urbano ocurridas durante los 90 conllevaron también una transformación del peronismo, no
sólo en el nivel organizacional, sino en el plano de la subjetividad. La transformación del peronismo en los sectores populares
encuentra tres grandes inflexiones: una primera se produce durante la etapa inicial del gobierno de Menem (1989-1995), y
aparece asociada al debilitamiento del peronismo en términos socio-culturales; una segunda inflexión arranca en 1996/97, y está
directamente vinculada al desarrollo de formas de (auto) organización de lo social y nuevas figuras de la militancia territorial, por
fuera de y confrontadas con la estructura del partido peronista. Por último, una tercera inflexión se produce a partir de 2002, como
producto de la masificación de los planes sociales en el empobrecido mundo popular.
La primera inflexión es de índole socio-cultural y presenta dos aspectos íntimamente relacionados: el debilitamiento del peronismo
en términos identitarios y la difusión de culturas alternativas, que conducirían a la multiplicación de los grupos de pertenencia. La
primera brecha socio-cultural aparece manifiesta en la dificultad de transmisión del peronismo en el marco familiar, que remite
tanto a las consecuencias sociales que tendría el viajero neoliberal del Partido Justicialista, al tiempo que nos advierte sobre la
importancia creciente de otros ejes de construcción identitaria. A mediados de los 90, se fue diseñando un corte claro que remite
tanto al desapego creciente de los jóvenes hacia la política como al hecho de que el peronismo dejó de ser, para ellos, el núcleo
de una vivencia social. Este proceso de debilitamiento del peronismo en la cultura popular coincide con fuerte avance de la
industria cultural en un mercado cada vez más globalizado.
Segunda brecha fue introducida por religiones alternativas. Durante mucho tiempo, la hegemonía del peronismo en los sectores
populares se tradujo en suerte de homogeneización político-cultural, expresada en la subordinación y, en el límite, en la
deslegitimación de otras prácticas o creencias populares. Desde sus orígenes, el peronismo estuvo estrechamente asociado a
valores de la cultura católica, más allá de duros enfrentamientos entre Iglesia y Estado.
Los planes conllevan un fortalecimiento de la matriz asistencial del modelo neoliberal. A diferencia del militante político de las
décadas pasadas, la nueva figura del militante social tenía la ventaja de presentar un perfil “despolitizado”y, por ende, menos
problemático. En el origen de esta brecha política cobra relevancia el carácter abusivamente clientelar y manipulador del
peronismo, así como la escasez de recursos, en un contexto de cruda descolectivización y pauperización masiva de los sectores
populares.
En consecuencia, durante los años 90, el peronismo, en tanto lenguaje político desde el cual los sectores populares inteligían la
dominación social, se desdibujaba aceleradamente, al tiempo que diferentes organizaciones territoriales a través de nuevas
formas de acción colectiva, vehiculizan fuertes apelaciones a la dignidad y la lucha. Entre 1997 y 2002, surgimiento de nuevas
organizaciones de tipo territorial puso en evidencia no sólo el deterioro de la relación entre el peronismo y el mundo popular, sino
también la posibilidad de la politización de lo social.
A partir de la crisis del 2001-2002, se implementó la nueva política de Plan Jefas y Jefes de Hogar. Por una parte, la entrega de
subsidios compensatorios, planes sociales, muestra la continuidad con políticas anteriores, se tiende a fijar su inclusión como
excluidos. Esto se ve complementado con el otorgamiento de subsidios para los emprendimientos productivos, que exige la
autoorganización de los pobres, lo cual complejiza y transforma el modelo de ciudadanía asistencial participativa que el
neoliberalismo reserva a los excluidos.

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En el marco de este proceso de reconfiguración territorial, surge un nuevo proletariado, multiforme, plebeyo y heterogéneo, que no
sólo es el asiento de prácticas ligadas al asistencialismo y al clientelismo afectivo, promovidas centralizada o descentralizada
desde diferentes instancias y organizaciones, sino también el locus de nuevas formas de resistencia y prácticas políticas.

Ficha: 2027 – Neoliberalismo y subjetividad. Jorge Aleman.


I. El neoliberalismo no es solo una ideología que defiende la retirada del Estado, su desmantelamiento a favor del mercado o un
dejar hacer al capitalismo financiero; es una construcción positiva que se apropia del orden del Estado y es un permanente
productor de reglas institucionales, jurídicas y normativas, que dan forma a un nuevo tipo de racionalidad dominante. El
neoliberalismo socava los lazos sociales a la vez que su racionalidad organiza una nueva relación entre los gobernantes y los
gobernados, una gubernamentabilidad según el principio universal de la competencia y la maximación del rendimiento extendida a
todas las esferas públicas, reordenándolas y atravesándolas con nuevos dispositivos de control y evaluación: es la propia
población la que pasa a ser objeto del saber y el poder (Foucault).

II. El carácter constructivo del neoliberalismo refiere a que las técnicas de gobernación propias del mismo tienen como propósito
producir, fabricar un nuevo tipo de subjetividad. A diferencia del sujeto moderno, diferenciado en sus fronteras jurídicas, religiosas,
institucionales, etc, el sujeto neoliberal se homogeniza como sujeto emprendedor, entregado al máximo rendimiento y
competencia, como un empresario de sí mismo, que vive permanentemente en relación con lo que lo excede, el rendimiento y la
competencia ilimitada.

III. Las técnicas de gestión, los dispositivos de evaluación, los coach, los entrenadores personales, los consejeros y estrategas de
vida son el suplemento social del sujeto neoliberal, quien vive al límite, en el goce de la rentabilidad y la competencia y
estableciendo consigo mismo la lógica del emprendedor que está a punto de fracasar a cada paso. El stress, ataques de pánico,
depresión, corrosión del carácter, lo precario, lo líquido y fluido, etc, constituyen el medio en el que el sujeto neoliberal ejerce su
propio desconocimiento de sí, respecto a los dispositivos que lo gobiernan, los cuales le reclaman que sea el acto de su propia
vida, el que racionaliza su deseo en la competencia y en la técnica de conducirse a sí mismo y a los demás: management del
alma.

IV. La racionalidad del neoliberalismo cumple con lo analizado por Heidegger respecto a las estructuras de emplazamiento que
provocan en el ser humano una presentación de su existencia en forma de cálculo de sí, o lo planteado por Lacan en el Discurso
Capitalista, donde el sujeto ya sólo está condicionado por la plusvalía de goce. El fin del neoliberalismo es la producción de un
sujeto nuevo, íntegramente homogeneizado a una lógica empresarial, competitiva, comunicacional, excedida todo el tiempo por su
performance.

El neoliberalismo se extiende, no sólo por los gobiernos, circula mundialmente a través de los dispositivos productores de
subjetividad.

Ficha: 2018 – Cambios recientes en la estratificación social en Argentina. Inflexiones y


dinámicas emergentes de movilidad social – Pablo Dalle
Introducción
En la primera década del siglo XXI, la cuestión del desarrollo económico “hacia adentro” volvió a plantearse como primordial para
los países de la región, desde la necesidad “renovada” de aprovechar un ciclo de crecimiento económico para profundizar
procesos de industrialización que contemplen la integración entre actividades económicas, la difusión del desarrollo a todo el
territorio y la distribución más equitativa de los procesos de acumulación económica. Desde distintas perspectivas teóricas que
conforman el campo de debate sociológico se plantea que estamos inmersos en un “cambio de época”. Con diferentes ritmos e
intensidades según los países, las políticas de Estado pusieron en cuestión la hegemonía económica neoliberal, ampliando el
horizonte de democratización hacia distintas esferas. El análisis de la evolución del perfil de la estratificación social, la formación
de clases sociales y las tendencias de movilidad social en el tiempo constituyen dimensiones centrales para evaluar la dirección y
los significados del proceso de cambio social en curso. Varios estudios constataron una disminución en el peso relativo de la clase
obrera y el aumento de la precarización laboral en los países que siguieron en mayor profundidad políticas de apertura y
desregulación económica (Chile, Argentina y México). Asimismo, los sistemas de estratificación social se habrían vuelto más
cerrados en relación a las posibilidades de movilidad social ascendente desde las clases populares y medias. En la última década,
el retorno a políticas económicas y de empleo que favorecen la expansión del mercado interno -aun sin llegar a adquirir los
contenidos altamente proteccionistas de la industrialización por sustitución de importaciones- marcaron un punto de inflexión con
aquellas desplegadas en la década de 1990.

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Decadencia y derrumbe
Desde la segunda mitad de la década de 1970, la reestructuración capitalista neoliberal de la economía a través de la
desarticulación de la estructura productiva industrial y el deterioro de las instituciones del Estado de Bienestar, erosionaron las
bases que estructuraban el sistema de estratificación abierto e integrado de la segunda posguerra. Este proceso no fue lineal,
durante el gobierno de la Junta Militar (1976-1983) se aplicaron medidas de apertura comercial y liberalización de la economía, no
obstante, el Estado mantuvo el control de las empresas estatales. Durante el primer gobierno democrático, hubo esfuerzos por
volver a recrear el modelo de la industrialización sustitutiva sostenida en el mercado interno, pero sus esfuerzos fracasaron en un
contexto signado por las urgencias financieras que imponía la crisis de la deuda a los países latinoamericanos y por ende un
mayor condicionamiento de los organismos internacionales de crédito. La crisis de la hiperinflación y la nueva hegemonía
neoliberal difundida por el Consenso de Washington abrieron, a principios de la década de 1990, las vías para las reformas de
mercado las cuales desmantelaron el tejido productivo de la industrialización sustitutiva de importaciones. Una mirada de mediano
plazo, permite observar las transformaciones regresivas de la estructura social que acompañaron esta súbita y profunda
transición. Entre los efectos regresivos sobre la estructura social se destacan el aumento de la desigualdad de ingresos, el
crecimiento de la pobreza, la instalación de la desocupación como problema estructural del funcionamiento de la economía y el
incremento sostenido de la precariedad laboral. El proceso de desindustrialización y reducción del Estado generó la expansión de
un estrato marginal-precario. Desvinculado del trabajo formal fabril, se fue configurando un universo heterogéneo de marginalidad
socioeconómica compuesto por trabajadores que realizaban actividades de subsistencia. La crisis de 1998-2002 no se trató de un
fenómeno coyuntural sino de la fase final de una progresiva “decadencia social” de un país que desarticuló su estructura
productiva y su entramado social. El período 1998-2001 en el que se produce la crisis final del modelo de apertura y liberalización
de la economía, se profundizaron tendencias que venían desarrollándose en el mediano plazo. La estratificación social de la
Argentina durante la crisis de 1998-2002, condensó el mayor nivel de desigualdad de al menos todo el siglo XX. Los efectos de la
globalización neoliberal fueron la polarización de sectores tradicionalmente ligados a las clases medias y la desestructuración de
la clase trabajadora organizada apoyada en el trabajo formal y el acceso a cobertura social. En 2002, luego de la devaluación, la
desocupación superó el 21% (en mayo) y más de la mitad de la población quedó bajo la línea de pobreza (54,3% en Octubre). En
ese contexto, la distribución del ingreso evidenció los niveles de mayor inequidad entre el vértice de los sectores de mayor poder
económico y una base amplia conformada por un conjunto heterogéneo de obreros no calificados precarizados y trabajadores
cuenta propia con débiles o nulos lazos con la economía formal.
Indicios de recomposición social
En el período 2003-2011, la economía creció a un ritmo acelerado impulsada por la expansión del mercado interno y las
exportaciones del agro. La hoja de ruta de este proceso fue proyectada desde el Estado a través de la reedición de políticas de
estímulos a la demanda tales como el aumento de salarios, subsidios a los servicios básicos y el sostenimiento de un tipo de
cambio competitivo. Complementariamente, esta política fue favorecida por un contexto internacional favorable para las
exportaciones de commodities y productos agropecuarios (en los cuales el país cuenta con ventajas comparativas y es altamente
productivo) demandados en forma creciente por la incorporación al mercado mundial de los países del sudeste asiático, en
espacial China. Ambos procesos confluyeron favoreciendo una década de casi ininterrumpido crecimiento económico. Uno de las
consecuencias del impacto de la expansión económica fue el aumento significativo de la población asalariada de 72,5% del total
de ocupados en 1998, a 76,3% en 2011. El crecimiento de casi 4 puntos porcentuales de la tasa de asalarización, junto al
incremento de la Población Económica Activa (PEA) y el descenso de la tasa de desocupación, representó en términos absolutos
la incorporación de alrededor de 3.800.000 nuevos trabajadores asalariados a la población ocupada urbana. La novedad del
modelo de desarrollo económico-social en curso reside en que mientras en la década de 1990 aún en los ciclos de crecimiento
económico se incrementaban el desempleo y la precariedad laboral, la tendencia actual ha mostrado hasta el momento un rasgo
incorporador de fuerza de trabajo.
En paralelo al proceso de asalarización se fue consolidando otra tendencia de signo más positivo para la integración social: el
incremento sostenido del empleo registrado (con cobertura social) y desde fines de 2004 el estancamiento del empleo no
registrado, trayendo aparejado como corolario un paulatino cambio de composición de los trabajadores asalariados. Los
“empleadores”, que refieren a los propietarios de capital, aumentaron su número con un ritmo lento pero constante luego de la
crisis de 2001-2002 e incrementaron su participación más de un punto porcentual entre los ocupados. Se trata de dueños de
medianos y pequeñas fábricas, comercios y empresas de servicios que florecieron al abrigo de la protección cambiaria y los
estímulos de la creciente demanda interna de bienes de consumo. Por su parte, las ramas que más absorben empleo estatal
como los servicios sociales y de salud, administración-defensa y educación se expandieron entre un tercio y un cuarto
respectivamente respecto de su volumen inicial. En todas las ramas se produjo un mayor crecimiento relativo del empleo
registrado sobre el no registrado. Estas tendencias se frenaron en 2009 por el impacto de la crisis internacional, pero continuaron

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su expansión con el retorno del crecimiento económico hacia fines de 2009. Sin embargo, en 2010 y 2011 el incremento del
empleo fue más lento de lo que había sido los años previos, a pesar de lo cual se mantuvo la tendencia de mayor dinamismo del
empleo registrado. Si bien el crecimiento de la mano obra asalariada en la industria manufacturera en el período 2003-2011 fue
importante, aún no alcanza en cifras absolutas el nivel que registraba en 1998.
Dinámicas emergentes
Uno de los rasgos distintivos de este breve pero intenso período fue una recomposición de la clase trabajadora consolidada
conformada por un sector de la clase obrera calificada inserta en grandes y medianas empresas de los sectores más dinámicos
de la economía (automotrices, petroquímica, siderurgia, minería, agroindustriales, entre las principales) y la recuperación del
sector asalariado de las clases medias bajas. Unos y otros apoyados en el fortalecimiento de los sindicatos tanto en su densidad
como en su capacidad para negociar los salarios, fueron mejorando su posición relativa en la estructura social al tiempo en que se
profundizó una tendencia precedente: la frontera entre los trabajadores asalariados no manuales y manuales se volvió más difusa
por una participación económica creciente de los obreros. En este marco, el movimiento sindical, dejó atrás la política defensiva
de la década de 1990 contra los despidos, el desempleo y la flexibilización laboral, y desarrolló una política ofensiva orientada
hacia el aumento de salarios, la disminución de las condiciones de explotación y la ampliación de la cobertura laboral junto a la
sindicalización de los trabajadores. Estas problemáticas difieren del incremento de la exclusión, la marginalidad y los nuevos
pobres que caracterizaron a la década de 1990. El progresivo incremento de los salarios a través de la negociación colectiva,
acompañado por un proceso de disminución de las desigualdades salariales tendió a mejorar la posición relativa de los obreros
calificados en la estructura social, obteniendo en ocasiones mejoras salariales más altas que sectores asalariados de las clases
medias “fuera de convenio” y otros cuenta propia o pequeños propietarios de capital. Esta dinámica impulsa la regeneración de
dos tipos de problemáticas en la estructura social: i.) Por un lado, se observa un retorno de los conflictos de clase por la
apropiación del ingreso típicos del modelo de acumulación capitalista basado en la Industrialización por Sustitución de
Importaciones en el que la relación salarial se extendía en el mundo del trabajo. Palomino y Trajtemberg trazan un recorrido de la
negociación colectiva desde la década de 1990 hasta la actualidad, mostrando que la misma experimentó desde 2005 un
crecimiento exponencial: mientras en la década pasada los convenios colectivos de trabajo rondaban en promedio los 200, en
2011, alcanzaron los 1600, una cifra ocho veces mayor. También se incrementaron los conflictos laborales con paro y la cantidad
de huelguistas, en particular en el ámbito público. El impulso de la economía y de la inflación, le otorgan un carácter conflictivo al
período en la carrera por la distribución del ingreso. En un trámite acelerado, los obreros y parte de los trabajadores de cuello
blanco fueron experimentando mejoras, obteniendo incrementos salariales por encima del aumento de precios, al tiempo que
mejoró el perfil distributivo. ii.) Por otro lado, se manifiesta en la estructura social una aceleración de procesos de “inconsistencia
de estatus”, en la medida en que el estrato formal y calificado de la clase obrera ha adquirido mejoras económicas periódicas en
un contexto inflacionario que les permitió sobrepasar en la carrera por apropiación del ingreso a un sector significativo de las
clases medias. Estas últimas apoyadas sobre una pretensión de mayor prestigio social desarrollan actitudes y comportamientos
reactivos al avance de los obreros al tiempo que buscan imitar sus prácticas de afiliación sindical.
Los estratos de clase media conformados por profesionales, docentes, empleados públicos, empleados de oficina de grandes y
medianas empresas, ampliaron sus fronteras y mejoraron su posición económica en relación al período de crisis e incluso la
década de 1990, contribuyendo a abrir canales de ascenso desde las clases populares, sobre todo para los hijos/as del sector
más calificado e integrado. Si bien la tendencia dominante de los años recientes ha sido la de un proceso de recomposición social,
un segmento importante de las clases populares aún no ha podido salir de una situación de pobreza y precariedad laboral.
Algunos indicadores basados en la distribución personal del ingreso muestran que el nivel de desigualdad, tanto en los ingresos
de los ocupados como los ingresos familiares, disminuyó en el período 2003-2011. Sin embargo, dicha disminución no fue
suficiente para revertir el largo deterioro distributivo que tuvo lugar en el país desde mediados de la década de 1970, presentando
en la actualidad un nivel alto similar al de mediados de la década de 1990. Para los asalariados no registrados y trabajadores
cuenta propia de baja calificación, la salida de la crisis de 2001-2002 implicó una cierta mejora de sus ingresos. La recuperación
del trabajo, aunque sea precario, implicó efectos favorables en la organización y reproducción de la vida cotidiana. En esta línea,
la asignación universal por hijo aplicada recientemente ha mejorado sus ingresos, no obstante, para un segmento importante de
las clases populares todavía no se han abierto canales efectivos de movilidad ascendente. En el contexto actual, entre las
principales privaciones de este estrato se encuentran la carencia de una vivienda digna, el hábitat deficitario, la sobre-explotación
económica y la falta de protección laboral.
Reflexiones finales
Visto en perspectiva, el perfil de la estratificación social en Argentina en la actualidad condensa las huellas de dos procesos
sucesivos de distinta direccionalidad. Por un lado, aún persiste un alto nivel de desigualdad y un sector importante de las clases
populares conservan marcas de la exclusión social que implicó la etapa de hegemonía neoliberal. Por otro lado, desde 2003 es
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posible constatar un proceso de recomposición social aún en ciernes que ha implicado una expansión de sectores importantes de
la clase obrera y las clases medias. Si la desindustrialización y el declive del mundo obrero significaron una doble pérdida: de la
estabilidad laboral y la acción sindical como fuentes de acceso a mejores condiciones de vida, los cambios en los años recientes
en el marco de una nueva etapa de desarrollo económico-social, han marcado algunas inflexiones tanto en el tamaño relativo de
las clases como en algunas dinámicas propias del sistema de estratificación social. En las clases medias, se constató el aumento
relativo de los grupos ocupacionales asalariados, en especial del estrato medio bajo, compuesto por docentes, trabajadores
calificados de la salud y empleados de rutina de la administración pública y privada. En las clases populares, se expandieron los
grupos ocupacionales calificados y disminuyeron su peso relativo los trabajadores cuenta propia no calificados y los obreros no
calificados en la industria y los servicios, en donde los niveles de precariedad laboral son mayores. Apoyados en el fortalecimiento
de los sindicatos la clase obrera calificada y parte de las clases medias asalariadas fueron mejorando su posición relativa en la
estructura social. A diferencia de la década de 1990 en la que se popularizó el concepto de “nuevos pobres” para conceptualizar la
caída de estos grupos, en los comienzo del siglo XXI, se ha observado un proceso de sentido inverso: la ampliación de las clases
medias en términos de ingresos por la recuperación de fracciones de esta clase anteriormente empobrecidas y la incorporación de
algunos grupos de las clases populares que en el ciclo reciente de crecimiento económico lograron mejorar sus ingresos.

Ficha: 7077 – La pobreza del ajuste o el ajuste de la pobreza. Beccaria y Vinocur.


En la Argentina, la generalización de la educación primaria, secundaria y superior, la construcción de la red hospitalaria, la
infraestructura de transportes, las redes de agua potable y alcantarillado conforman un hábitat urbano que aún hoy sorprende a
propios y extraños. Nuestro país sufrió las consecuencias del endeudamiento externo, de los desfavorables comportamientos de
los términos del intercambio y de las políticas de estabilización. El hecho de que este proceso de deterioro se haya verificado en
sociedad con niveles relativamente elevados de bienestar, el cual se distribuía entre la población sin las diferencias típicas de las
economías en desarrollo, hizo que la pobreza asumiera características también peculiares.

Reseña breve de la pobreza en la Argentina


La privilegiada asociación de este país con el mercado mundial, hasta la crisis del treinta, y, luego, la enorme expansión del
mercado interno, que posibilito sustentar el modelo de sustitución de importaciones, generaron condiciones de vida que resultaron
de las mejores del continente y comparables con algunas naciones europeas.
La población pobre estaba constituida por segmento del sector rural (personas vinculadas a la elaboración de productos que no
competían con similares de origen europeo). Los pobres urbanos fueron inmigrantes europeos que habitaron llamados
“conventillos” a principios de siglo. Una vez insertos en el mercado de trabajo formal, aquellos fueron reemplazados por migrantes
internos, provenientes de economías regionales cada vez más debilitadas. Se sumaron los inmigrantes de países limítrofes, estos
dos últimos grupos ocuparon cordón de tierras fiscales, la mayoría bajas y no aptas para ser urbanizadas, rodean las principales
ciudades y que pasaron a constituir las “villas miseria”.
La consolidación del modelo acumulativo a través de sustitución de importaciones llevada a cabo por el peronismo implicó el
alumbramiento de la clase popular y la generalización de políticas sociales que sentaron las bases de la versión nacional del
“estado de bienestar”. Proceso de desarrollo que supuso grandes diferencias con mayoría de los países latinoamericanos. Desde
1955 hasta 1975, la problemática de la pobreza marcó un debate sobre los reales alcances del proceso de crecimiento encarado
por la economía argentina. La oposición sostenía que la pobreza era inherente al modelo de desarrollo.
La primera medición sobre la condición de pobreza en el país, referida a la situación de los años 70 y medida a través de la
insuficiencia en los ingresos. Un 5% de los hogares urbanos argentinos tenían ingresos inferiores a los necesarios para acceder a
una canasta básica de bienes y servicios. Pero en 1976 se puso en marcha un proyecto que buscaba modificar radicalmente el
patrón de acumulación. La idea era volver a basar el crecimiento en las ventajas comparativas (Argentina = tierras), abriendo la
economía a la competencia internacional y reduciendo el papel del Estado tanto en la producción de bienes y servicios como en la
regulación de los mercados. Ese objetivo no pudo ser logrado, pero el tema se instaló definitivamente en la sociedad argentina.

Empleo, salario y distribución del ingreso


Uno de los elementos centrales de la política de ajuste puesta en marcha en 1976 fue la concentración salarial. Al impedirse toda
acción gremial resultó prácticamente inexistente la resistencia al deterioro de las remuneraciones y se facilitó el
redimensionamiento de la fuerza de trabajo ocupada en empresas puesto que también se redujo la oposición a los despidos y al
rediseño de los procesos de trabajo. Implicó un incremento de la productividad sin inversión.
El crecimiento del empleo global se desaceleró a lo largo de todo el período bajo análisis (1974-1989) como consecuencia de lo
que acontecía con la demanda del sector formal. La desocupación abierta cayó en principio debido a la disminución de la oferta de
trabajo y del crecimiento del “cuentapropismo”. Entre las consecuencias derivadas del crecimiento del “sector informal” se
encuentra la expansión del número de trabajadores precarios o clandestinos, aquellos que no están registrados en la seguridad
social y no gozan de los beneficios básicos de la legislación laboral.

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Fue a partir de mediados de los 80 cuando el persistente estancamiento de la demanda de empleo empezó a reflejarse en
desocupación y subocupación abiertas. Fines de la década, el desempleo alcanzó niveles nunca antes conocidos en el país. La
combinación de continuo deterioro del nivel de empleo asalariado y fundamentalmente de las remuneraciones reales, derivó en
fuerte caída de la participación de sueldo y salarios en el ingreso nacional. Se incrementó la desigualdad en la distribución de las
remuneraciones entre asalariados. Diversas razones permiten entender este comportamiento y todas derivan de la fuerte
reducción de los pisos salariales que fijaba el gobierno hasta 1988. Ciertas firmas decidieron otorgar salarios por encima de
convencionales a todo o parte de su personal, especialmente al más calificado. Se redujo el efecto de homogeneizador que
significaban las convenciones colectivas por rama de actividad y salarios pasaron a reflejar las posibilidades de pago de las
empresas. Este proceso se dio conjuntamente con ampliación de las diferencias en las posibilidades de pago entre empresas de
mismo sector. El comportamiento exhibido por la economía argentina a lo largo del periodo reseñado llevó a creciente
heterogeneización de la estructura productiva. La regla fue la diferenciación hacia el interior de las ramas industriales.
Los ingresos de los ocupados no asalariados, básicamente los de los cuentapropistas, siguieron un proceso similar de
concentración. El aumento en la desigualdad de la distribución de sus ingresos es una consecuencia del creciente grado de
subempleo que dicho proceso refleja. Hasta mediados de los 70, los que trabajaban por cuenta propia lograban ingresos
adecuados al producir bienes y servicios con un nivel razonable de productividad. La caída de la demanda de trabajo formal llevó
a que las actividades independientes comenzaran a ser consideradas como una alternativa frente al desempleo. Muchos de los
que pasaron a desarrollarlas se dedicaron a tareas de muy baja productividad. Junto al deterioro de los salarios se mantuvieron en
niveles extremadamente reducidos los haberes jubilatorios.

La economía argentina desde 1976


El rápido proceso de empobrecimiento de amplios sectores de población es el resultado más dramático de la evolución
socioeconómica de la Argentina. El país mostraba, hacia principios de los 70, condiciones sociales atípicas para la región.
Argentina respondió a los efectos de la crisis mundial de años 30 embarcándose en esquema de sustitución de importaciones,
proceso que fue profundizado por política peronista iniciada a mediados de los 40. A diferencia de otras realidades, ese proceso
se inició en un país con escasa población fundamentalmente urbana, sector rural que mostraba alta productividad y donde el
campesino no constituía un sector demasiado grande. Esta estrategia generó flujos inmigratorios hacia BsAs y otras metrópolis
desde el sector rural y más tarde de países limítrofes.
Niveles de salarios de los centros urbanos, donde sindicatos tenían cierto poder de negociación, eran altos en comparación con
los de otras naciones en desarrollo. Política redistribucionista del primer gobierno peronista elevó aún más los salarios y mejoró
sustancialmente. Durante los años 50 y 60, aun cuando la economía continuó creciendo, lo hizo a una tasa algo menor que la
registrada anteriormente y exhibiendo comportamiento fluctuante. La inflación pasa a ser un fenómeno casi permanente, cuya
intensidad depende de la suerte que siguen las cuentas externas.
Es a partir de 1976 cuando comienzan a observarse alteraciones significativas en tendencias que venían operando y que
derivaron en los elevados niveles de pobreza. En marzo de ese año se quiebra nuevamente el régimen constitucional que se
había iniciado tres años antes. Se buscaba reinsertar a la economía argentina en el mercado mundial a partir del aprovechamiento
de sus ventajas comparativas. Se hacía necesario eliminar todas las restricciones al comercio, consolidar un sistema financiero
moderno y también inserto en el mundo, reducir la regulación de los mercados y acabar con el Estado empresario logrando asi
mayor eficiencia en la producción de los bienes y servicios que estaban en sus manos y que constituían insumos básicos para la
producción. El programa estabilizador del gobierno militar logra reducir la inflación aun cuando la misma permanece elevada. Se
consiguió controlando los salarios a través de la eliminación de toda actividad gremial. El frente externo también mejoró de modo
notable como consecuencia de las políticas de ajuste: aumento de tipo de cambio real, caída del consumo interno.
La inflación distaba de estar bajo control y se ensayó un nuevo esquema estabilizador: se pauta la cotización futura del tipo de
cambio, que evolucionará a un ritmo de aumento decreciente. Si bien la medida redujo el nivel inflacionario, no logró que se
ubicase por debajo del ritmo de devaluación. El acelerado crecimiento de la deuda externa sin una expansión paralela de la
capacidad productiva y con superávit de la cuenta comercial.
La continua sobrevaluación del peso comenzó a hacer menos atractivo el endeudamiento en dólares y se incrementó la tasa de
interés interna, esto tuvo un impacto negativo sobre el sistema financiero. En el marco de la continua libertad cambiaria, se
produjo una corriente de adquisición de activos extranjeros por parte de los agentes domésticos. El gobierno trató de compensar
la salida de capital endeudándose fuertemente en el exterior. En marzo de 1981, junto con cambio de presidente, se modificó el
esquema de política económica. Se procede a devaluar el tipo de cambio, lo que ocasiona los conocidos efectos inflacionarios y
contractivos. El gobierno estatiza entonces la deuda externa privada y permite una licuación del pasivo de empresas.
El anuncio de la vuelta a la vida democrática hacia fines de 1982, el hecho de que se esperasen políticas expansivas de quienes
ganaran las elecciones y el aumento de las remuneraciones favorecen el nivel de actividad. Los efectos del elevado
endeudamiento externo no se hacen esperar. Mediados de 1984 se agudizan los problemas de balance de pagos e inflacionarios,
lo cual llevó a poner en marcha políticas contractivas.
Solo hacia 1989 comienza a dibujarse una propuesta articulada que se enmarca en el paradigma neoliberal vigente a nivel
mundial. Durante el primer año y medio del gobierno justicialista, las preocupaciones estuvieron centradas en la resolución del
problema inflacionario y poco se avanzó en la implementación de medidas que plasmaran los objetivos de reestructuración

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económica. Cabe destacar el irreversible proceso de privatizaciones que implicará la consolidación de nuevos grupos de poder en
los que se asocian capitales extranjeros y un puñado de empresarios nacionales.

La medición de la pobreza
Dos aproximaciones tradicionalmente utilizadas para medición de la pobreza: la denominada línea de pobreza (LP) y la de
necesidades básicas insatisfechas (NBI). La primera presupone la determinación de una canasta básica de bienes y servicios de
costo mínimo que se construye respetando las pautas culturales de consumo de estratos populares en un determinado momento
histórico. Esta canasta normativa define la LP. La valorización de una canasta de alimentos de costo mínimo permite determinar la
línea de indigencia (LI). La segunda aproximación, NBI, remite a las manifestaciones materiales que evidencian falta de acceso a
ciertos servicios como vivienda, agua potable y educación. Según su criterio, se considera como pobres a los hogares que
respondan a uno de los siguientes indicadores:
✔ Hacinamiento (conviven más de tres personas por cuarto)

✔ Viviendas carecen de servicios higiénico con arrastre de agua

✔ Viviendas son precarias (construidas con desechos o en terrenos de tenencia precaria)

✔ Deserción escolar (niños en edad escolar que no asisten a la escuela)

✔ Baja capacidad de subsistencia (cuatro personas o más por miembro ocupado y el jefe de hogar tiene un nivel de
instrucción igual o menor a segundo grado de primaria)
Ambos métodos evalúan situaciones diferentes. El de las NBI, la pobreza histórica o “estructural”, es decir, la de aquellos sectores
que han sufrido carencias esenciales por generaciones y que difícilmente pueden superarlas mediante estrategias individuales,
aun cuando sus ingresos pueden ser superiores al valor de la LP; estos sectores necesitan programas sociales. El método de la
LP toma en cuenta aquella situación de pobreza que sólo se expresa en ingresos insuficientes y que en la Argentina es resultado
de un proceso de pauperización. Este enfoque da lugar a clasificación de los hogares en cuatro grupos: no pobres, transicionales,
pauperizados y estructurales.

Los cambios entre 1974 y 1989


Hacia 1974la pobreza en el Conurbano Bonaerense se concentraba en el grupo de los transicionales, es decir, los hogares que
tenían alguna necesidad básica insatisfecha, los niveles de ingreso eran relativamente elevados. Gran parte de los transicionales
estaban en un proceso de movilidad ascendente. A lo largo de la segunda mitad de los años 70 disminuye la pobreza total, se
reduce en forma significativa la incidencia de aquellos hogares con NBI pero casi se triplica la de los pauperizados o nuevos
pobres, y se deterioran las condiciones de los estructurales.
Grupos de distinto grado de intensidad de la pobreza entre los pobres por NBI:
● Pobreza extrema: constituido por aquellos hogares que presentan al menos una de las siguientes condiciones
o Ingresos inferiores al valor de la línea de indigencia
o Vivienda precaria
o Vivienda sin servicios higiénicos de arrastre de agua
o Hacinamiento y además tenencia precaria de la vivienda
● Pobreza estructural no extrema: constituido por aquellos hogares con al menos una de las siguientes condiciones
o Hacinamiento
o Deserción escolar
o Tasas de dependencia de cuatro y más inactivos por miembro ocupado
o Tenencia precaria de la vivienda
● Pobreza estructural con ingresos suficientes: constituido por hogares con las mismas características que el subgrupo
anterior, pero con ingresos mayores que la LP.
El proceso que se inició a mediados de la década del 70 tuvo como resultado un incremento de la pobreza global, explicando por
la caída de los ingresos de un segmento social muy significativo. Si bien los pobres por NBI representan actualmente una
proporción algo menor que 15 años atrás, sus condiciones de vida empeoraron, tanto por la disminución de su capacidad de
consumo como por la intensidad de las carencias. Da como resultado una estructura social sumamente heterogénea, compuesta
por sectores que tienen muy distinto origen, disimiles expectativas y experiencias organizativas y que poseen vivencias también
diferentes sobre causas y sobre posibles respuestas.
Uno, los estructurales, habitan espacios relativamente homogéneos, tienen referencias culturales similares y pueden reconstruir a
partir de su comunidad cierta capacidad de gestión y organización. Otros, los pauperizados, residen en un heterogéneo y vasto
espacio urbano que dificulta reconocerse entre pares. Formaron parte de cultura que tuvo en el ascenso social su paradigma, con
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escasa experiencia organizativa tanto a nivel laboral como social. Tienen una percepción de pérdida en su calidad de vida que
genera frustración, pues carecen de vías apropiadas para canalizar sus demandas y visualizan una respuesta individual.
Quizá lo que ambos sectores comparten sea apenas la certidumbre sobre los efectos sociales que han provocado los sucesivos
planes de ajuste y estabilización. La reducción de los niveles inflacionarios que se advierten desde la puesta en marcha del
programa de convertibilidad, su efecto expansivo sobre el nivel de actividad y el consecuente mejoramiento de los ingresos
familiares muy posiblemente han llevado a disminuir la incidencia de la pobreza por ingresos. Sin embargo, y considerando una
perspectiva más amplia, la consolidación del nuevo esquema de acumulación que se está cristalizando aceleradamente en los
últimos meses, más abierto a la competencia internacional y con una menor participación del Estado en la regulación de los
mercados, puede también acentuar y reafirmar el proceso de exclusión social que se verifica desde mediados de los 70. Ello
implicaría la consolidación de un escenario en el que la persistencia de la pérdida de la calidad de vida de los pauperizados los
convierte en estructurales, si no ésta en la futura generación.

Ficha: 7198 – La nueva pobreza urbana: Dinámica global, regional y Argentina en las
últimas dos décadas. Kessler y Di Virgillio.
Se analizarán distintas dimensiones de la “nueva pobreza”; el proceso de pauperización sufrido por parte de la clase media en
Argentina, en distintos momentos entre mediados de los ’70 y la crisis del 2001. En constante comparación con la pobreza
estructural, se caracterizará las particularidades de la experiencia de empobrecimiento, las estrategias adaptativas del grupo
mediante la utilización del capital cultural y social, la erosión de su identidad social y la dimensión urbana de la pauperización.

El empobrecimiento en Argentina
Causas del empobrecimiento
El empobrecimiento de los sectores medios es el resultado de varios factores:
* La disminución de los ingresos de las categorías socioprofesionales intermedias tras la instauración del gobierno militar
en 1976. En efecto, la nueva pobreza fue en sus comienzos el resultado de una contracción salarial. En los 80 se
produce la disminución del salario y la pérdida de los beneficios directos e indirectos ligados a los puestos de trabajo. La
hiperinflación de 1989 marcó un punto de inflexión a partir del cual la historia del empobrecimiento se aceleró en
asociación con el aumento del desempleo.
* Una segunda fase de empobrecimiento comenzó en los 90 con el aumento de desempleo. La ley de convertibilidad
aprobada en 1991 favoreció a la estabilidad macroeconómica y el crecimiento, pero aun así seguía habiendo desigualdad
en los ingresos y problemas en el mercado de trabajo. Luego en 1994, los ingresos tuvieron un nuevo punto de inflexión
y hubo una distribución del ingreso desfavorable para los trabajadores menos calificados, que afectó también a los
estratos medios bajos.
* También una creciente inestabilidad de los puestos de trabajo, que afectó primero a los menos calificados y se fue
extendiendo hacia los más calificados.
La crisis del mercado laboral y la creciente desigualdad entre los ingresos de los hogares impactaron fuertemente en las
condiciones de vida de algunos sectores de clase media y se plasmaron en forma paulatina en la emergencia de una nueva
pobreza vinculada a la falta de recursos monetarios. Hacia mediados/fines de los ’90 la pobreza por insuficiencia de ingresos se
consolidó como tendencia estructural.
A fines del 2001, el mercado laboral argentino presentaba una elevada desocupación abierta y una mayor precarización e
inestabilidad de las ocupaciones. Esto último como consecuencia del trabajo en negro y del menor grado de estructuración de las
ocupaciones independientes. Estos factores se influían entre sí: la precariedad aumentaba ya que las personas, ante la falta de
empleo pleno y estable, aceptaban cualquier puesto de trabajo; y a su vez la mayor presencia de puestos inestables hacia que
aumente la tasa de ingreso al desempleo, de episodios cortos.
Hacia fines del 2002 comenzaron a mejorar las condiciones del mercado de trabajo y, por ende, a disminuir los niveles de
pobreza. A la par del crecimiento económico, los niveles de ocupación aumentaron con rapidez. Los salarios, en cambio, se
recuperaron con lentitud. La pregunta seria, cómo esto ha impactado en los distintos grupos de trabajadores. El grado de
desigualdad en las remuneraciones ha disminuido, pero esta tendencia es restringida. En definitiva la desigualdad en sí, no solo
continúa siendo muy elevada, sino que no ha decrecido sustancialmente respecto a los altos niveles de fines de la década de
1990. Ahora bien, ¿cómo ha influido esto en los nuevos pobres? Es posible que aquellos que estaban desocupados, contaban con
más capital educativo y eran más jóvenes hayan tenido mayores posibilidades de reinsertarse en el mercado de trabajo. Cabe
pensar también que posiblemente los que ocupaban puestos de bajas remuneraciones hayan conocido algunas mejoras en sus
ingresos.

La experiencia de la pauperización.

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La pauperización es el empobrecimiento sin pérdida de posición laboral, lo que es diferente al desempleo y a la pobreza
estructural. Es una de las características del comienzo de la nueva pobreza argentina.
Características de los nuevos pobres:
- Los nuevos pobres constituyen un estrato híbrido: están próximos a los sectores medios en variables ligadas a aspectos
económicos-culturales que actúan en el largo plazo (ej., nivel educativo y la composición de la familia), pero se asemejan
a los pobre estructurales en variables de corto plazo, provocadas por la crisis (ej., el nivel de ingresos, el subempleo).
- Polarización y heterogeneidad: la nueva pobreza surgió como un universo heterogéneo que reunía a los “perdedores” de
cada categoría profesional, ya que a partir de los ’80 todas las categorías ocupacionales cayeron de manera sensible.
Esta heterogeneidad, diversidad de perfiles socio-profesionales, conllevaba trayectorias sociales, orígenes familiares,
carreras educativas e historias personales. Mientras tanto, los individuos fueron internalizando expectativas, creencias,
pautas de consumo, muy divergentes. Asi, una vez pauperizados, tal variedad de trayectorias estará en el origen de
formas heterogéneas de experimentar la pobreza.
La pauperización es un cambio general: todos los aspectos de la organización familiar ligados a lo económico e incluso las
practicas más rutinarias y normalmente menos problemáticas, son sometidos a revisión, modificación y supresiones, por ejemplo:
dejar de usar el auto y andar en colectivo, dejar de ir frecuentemente al médico, etc.
Esta constante coacción, obligación, al cambio es una de las singularidades del empobrecimiento. Es una movilidad descendente
que genera una creciente complejidad en la vida cotidiana de quienes realizan permanentes esfuerzos para estabilizarla; la
necesidad de hacerlo es tanto más lenta porque para los afectados no se trata solo de alteraciones en la situación personal, sino
también del mundo circundante. En efecto, la dislocación de la cotidianeidad va afectando tramos de sentido sedimentarios: ideas,
creencias, expectativas, hasta entonces dadas por descontado, que no resisten a la dislocación de la cotidianeidad. La
pauperización se experimenta como una dislocación personal y como una desorganización del mundo social circundante. Esta
doble percepción lleva a que no pueda producirse una “adaptación”: el acomodamiento a un contexto nuevo.
El empobrecimiento de una parte importante de la clase media significó un corte desigual con el modelo generacional y con el
modelo histórico-cultural hasta entonces vigente. La caída marcaba, para los nuevos pobres, el fin del proceso de reproducción
del sentido de trayectoria social familiar, sellada por la movilidad ascendente de cada generación respecto de la anterior. El
empobrecimiento sin posibilidad de recuperación era el fin de ese recorrido, un punto de inflexión que amenazaba amplificarse en
el futuro con la temible movilidad descendente de sus hijos. Asi se explica la aparente irracionalidad de muchas familias que
intentaban mantener las pautas de consumo habituales y hasta se endeudaban para hacerlo.

Las estrategias adaptativas: uso del capital social y cultural


En los nuevos pobres se encontraba una aparente dislocación de las estructuras clásicas de jerarquización de necesidades. En
efecto en el esfuerzo de detener la caída había, por ejemplo, quienes, aun cuando carecían de cobertura de salud, seguían
mandando sus hijos a colegios privados.
El aparente desorden de prioridades emanaba del tipo de recursos alternativos con los que esos nuevos pobres contaban y que
provenían del capital cultural y sobre todo del capital social acumulado en el pasado. Esos recursos, a diferencia del dinero, no
admitían fraccionamiento, por ser limitados. Asi, por ejemplo, pertenecer a una familia con profesionales de la salud o poseer una
red de amigos empresarios permitía obtener respuestas específicas y predeterminadas ante ciertas necesidades. Ahora bien,
muchos de los tipos de capital a los que se echaba mano en la nueva situación, habían sido acumulados en una situación social
anterior y con fines diferentes y otros jamás habían sido previstos como tales.
Con los nuevos pobres, no es posible el clientelismo político, ya que no están concentrados geográficamente ni son objeto de
políticas sociales específicas. Más bien, son los individuos mismos los que deben negociar en las instituciones públicas,
intentando obtener bienes escasos o beneficios adicionales. En tal sentido, se atribuye al capital cultural una serie de ventajas que
se observan en instituciones como la escuela, los hospitales o las mutuales sindicales. Estos beneficios eran evidentes cuando se
comparaba en una misma situación el desempeño de los nuevos pobres con el de los pobres estructurales. A los primeros la
movilización del capital cultural y social les permitía, por ejemplo, en el hospital obtener más fácilmente turnos con especialistas,
lugares de internación, medicamentos gratuitos.
Varios señalaron que lograban establecer relaciones de cierta complicidad con personal burocrático que les daba un trato
preferencial. No obstante, la mayor parte de las negociaciones tenían un carácter conflictivo. Las disputas comenzaban en general
cuando un usuario desconforme realizaba una “toma de palabra” ante la imposibilidad económica de optar por la “salida” y utilizar
el servicio privado. Exigían al prestador, las obligaciones del rol y por sus derechos.
A pesar de sus esfuerzos, persistía en ellos la incertidumbre sobre la eficacia de las estrategias y cada nueva interacción relatada
era una nueva experiencia de ensayo y error. Todo atributo aprobado con éxito en una oportunidad podía transformarse en capital
mediante una operación valorizada exitosa, para dejar de serlo en la siguiente tentativa.
En lo que respecta al capital social, su utilización por los nuevos pobres se orientaba a conseguir bienes y servicios habituales
cuyo acceso ya no les era asequible por intercambios de mercado corriente. No se intentaba establecer intercambio por fuera del
mercado, sino más bien flexibilizar las reglas normales de intercambio para obtener descuentos, pago en infinitas cuotas hasta
algunos trueques. Aquello que en situación de empobrecimiento se transforma en capital cultural o social, en realidad corresponde
a atributos acumulados en el curso de una situación social diferente, con otros fines o ni siquiera previstos como recursos.

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La teoría del capital cultural y social presupone un contexto estable, en el cual se produce una acumulación de, por ejemplo,
relaciones sociales con un fin predeterminado: la movilizada ascendente o la supervivencia en la pobreza. El empobrecimiento es
un cambio de contexto que deja en suspenso la eficacia del capital social acumulado, cuya reconversión no es automática. En
términos conceptuales, la nueva pobreza pone en evidencia la incertidumbre sobre el valor de los recursos a los que se puede
echar mano.

La erosión de la identidad social


Los nuevos pobres entrevistados se preguntaban quiénes eran ellos ahora. A diferencia de lo que ocurre con el desempleado, en
los procesos de empobrecimiento sin pérdida de trabajo no hay un “rito de destitución”, como el despido, que es simultáneamente
supresión de una categoría existente y base para una nueva. La pauperización cuestionaba una autentificación fundamental: la
pertenencia a la clase media, ligada íntimamente a la definición de la identidad social argentina. Durante la hiperinflación el “fin de
la clase media” era el fantasma de la aniquilación de un estrato y del proyecto de país que ella encarnaba; fue un fenómeno
arrasador, que al no dejar indemne a casi ningún grupo social, contribuyó a que el interrogante sobre la clase media se enunciara
en forma colectiva, como el fin de toda la clase.
La pauperización en cambio, es un proceso de larga duración visible como problema social solo al cabo de cierto tiempo, lo que
llevo a que en las entrevistas la pregunta se formulara más en términos individuales, es decir, referida a la propia permanencia o
expulsión de la categoría. Así, la pregunta inicial sobre la permanencia en la clase media obligaba al entrevistar a definir los
criterios imaginarios de inclusión: ¿era la posición pasada, los diplomas o el nivel cultural? Luego se le preguntaba por el alcance
del campo: ¿había sido individual, de todo el grupo social o de la sociedad en su conjunto? Por último, si él concluía que había
habido una expulsión, ¿cuál era el nuevo lugar de arribo?
En el origen de ese cuestionamiento estaba la supresión de determinados consumos. La autoinclusión en la clase media se
basaba en el acceso a bienes y servicios más allá de la supervivencia (auto, vacaciones). Y si bien el nivel educativo era
importante, el consumo era lo definitorio: se pertenecía a la clase media aun sin la posesión de algún diploma y, ante la crisis del
estilo de vida, ni siquiera era importante la calificación educativa, evitaba el cuestionamiento de dicha identificación. El
empobrecimiento demostró que la autopercepción que si pertenecía a la clase media se definía en la cotidianeidad de los hábitos
de consumo.
Las respuestas a los entrevistados fueron de dos modos:
- Las que sostenían su permanencia a rajatabla: aducían atributos que compensaría la pérdida del nivel de vida (los
diplomas, la posición laboral, el nivel cultural, las costumbres). Algunos se referían a una “devaluación masiva de la clase
media” que habría empeorado sus condiciones de vida, pero por cuestionar si su propia pertenencia a ella ni la existencia
de la clase media como estrato diferenciado, solo que ahora era una “clase baja alta”. Se trataba de un cambio colectivo
más de expulsión individual. Muchos se consideraban sujeto legítimo de políticas existenciales, ya que los etiquetaría y
las rechazaban.
- En contraposición, otros se consideraban expulsados: ellos consideraban la clave de la pertenencia el “estilo de vida”. La
autoexclusión era más frecuente entre los que no poseían diplomas o puesto calificados, aquello que facilitara
compensar en la definición de su identidad el deterioro de las condiciones de vida. Una vez auto decretada la expulsión,
había que buscar una nueva categoría de acogida. En ningún caso se consideraban pobres: los pobres eran los
estructurales, de los cuales los separaba tanto un pasado como un estilo de vida presente. A veces, ante la imposibilidad
de decir entre clase media y “clase pobre”, se incluían en la clase trabajadora, lo que implicaba un cambio en los
parámetros de clasificación: del estilo de vida al origen de los ingresos (trabajo asalariado). Hay una situación de duda,
una suerte de puesta en suspenso de la identidad social.
A mediados del 2002, la idea de expulsión de la clase media era casi mayoritaria, y sobre todo, muchos se consideraban ellos
mismos como nuevos pobres. El cambio de identidad social se daba a la vez con una distensión de las estrategias para
diferenciarse de los “verdaderos pobres”, marcada principalmente por el cambio de actitud frente a políticas asistenciales a las
que antes lo nuevos pobres se negaban a acudir.
Ahora bien, ¿qué pasa con esa identidad social hoy? Ha habido transformaciones socioculturales de las franjas ascendentes de
las clases medias argentinas desde los ’90. Ellos destacan un mayor individualismo, un acentuado consumismo, estrategias para
evitar sectores populares y una socialización restringida, cuya imagen más paradigmática son los nuevos barrios y urbanizaciones
privadas. En relación al consumo ha habido una dispersión de los bienes, y el abaratamiento paulatino de ciertos bienes
pronostica que pronto los nuevos estratos accederán también a ellos.

La dimensión urbana de la nueva pobreza


La nueva pobreza escapa a la lógica que por décadas fue rasgo característico de la pobreza urbana en argentina: villa = pobreza.
La presencia de las “villas miseria” en la ciudad expresa territorialmente la posición que las personas ocupan en la estructura
social. La nueva pobreza rompe con esta lógica, puesto que ahora la posición social no se traduce necesariamente en formas
estandarizadas de ocupación del territorio ni en condiciones uniformes de acceso al hábitat y a los servicios urbanos. La nueva
pobreza, modifica los usos y prácticas de la ciudad y en la ciudad, generando una nueva conflictiva en la vida urbana.
Varias décadas de empobrecimiento y el efecto del desempleo han roto el esquema que limitaba a los pobres a territorios bien
delimitados y claramente identificables.
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Algunos de los sectores que se habían asegurado el acceso a la ciudad en general y al hábitat en particular a través de una lógica
de mercado, es decir, el mercado era el mecanismo social por el cual lograban acceder a las viviendas y a los servicios urbanos,
fueron afectados por la pauperización y se tensionaron sus posibilidades de recurrir a mecanismos de mercado. En un contexto
en el cual el desempleo ha afectado a vastos sectores de la población, los mecanismos tradicionales de acceso al hábitat y a los
servicios urbanos se han visto bloqueados.
La crisis de los mecanismos sociales tradicionales de acceso al hábitat se ha expresado en fenómenos tales como la ocupación
de inmuebles (fábricas, galpones abandonados), a menudo carentes de instalaciones sanitarias, eléctricas, etc.
A lo anterior se sumó el retiro del Estado de la prestación de servicios públicos que hasta la década de los ‘90 regularon algunos
estándares mínimos de condiciones de vida y que hoy tienen un alcance muy limitado. La masiva privatización de los servicios
desplazó la gestión de consumos colectivos urbanos hacia la órbita del mercado y llevó a una mercantilización de los servicios
urbanos básicos. En este nuevo escenario, que transfiere los costos de vivir en la ciudad formal al salario directo de los
trabajadores, el acceso a dichos servicios está regulado casi exclusivamente por la capacidad de los hogares de obtener ingresos
suficientes para cubrir una canasta básica de bienes y servicios. La reducción de poder adquisitivo de los grupos de menores
ingresos significó el descenso de gasto en alimentación, cuidado de la salud y servicios.
Por otro lado, los límites en la acción del Estado se manifestaron también en el deterioro de la capacidad de las instituciones
públicas de la ciudad para procesar las demandas de los sectores empobrecidos, entre otras causas, por falta de personal e
insumos y supresión de algunas prestaciones.
Otra parte de la clase media “empató”, es decir, no vio variar su situación, y otra franja minoritaria ascendió en los años ´90. Esto
se puede ver en el aumento de la desigualdad en la distribución de los ingresos a lo largo de la década. Entre los “ganadores” se
encontraban sectores medios ubicados en las áreas más dinámicas de la economía.
Para comprender el empobrecimiento en un contexto general hay que tomar en cuenta lo que ha sucedido con las otras fracciones
de la clase media. En ese sentido, cabe señalar que el proceso de sub-urbanización está afectando a toda la fisonomía urbana
argentina. Hubo un desplazamiento desde un modelo de “ciudad abierta” centrado en la noción de espacio público y valores como
la ciudadanía política y la integración social, hacia un régimen de “ciudad cerrada”, marcado por la afirmación de una ciudadanía
privada, que refuerza la fragmentación social. Pese a las diferencias en términos de capital y la antigüedad de clase, las clases
altas y la franja exitosa de las clases medias llegan a ser partícipes comunes de una serie de experiencias en cuanto a patrones
de consumo, estilos residenciales y, en algunos casos, entornos de trabajo.

A modo de cierre: la nueva pobreza de hoy


En primer lugar, en Argentina la nueva pobreza ya no es nueva hoy como fenómeno social. Durante la crisis del 2001 se produjo
una nueva oleada de empobrecidos, de forma más violenta que en la crisis anterior y con más conciencia de lo que estaba
sucediendo. En segundo lugar, muchos rumbos de movilidad descendente vistos a comienzos de la década de 1990 hoy
aparecerían como trayectorias inestables. Ciertos individuos empobrecidos a comienzo de los ’90 vieron mejorar su situación en
fases de crecimiento posteriores y luego la volvieron a caer. Asimismo, en esa década se registró un proceso de movilidad
estructural ascendente, es decir, un incremento absoluto y relativo de puestos considerados de clase media por el nivel de
calificación requerido. Pero a la vez disminuyeron los beneficios y niveles de bienestar de tales puestos debido a la degradación
de los ingresos y la precarización general del trabajo. Por lo tanto, en muchos casos hubo movilidad ascendente intergeneracional
o intrageneracional en cuanto al nivel de calificación del puesto ocupado, pero sin que se ganara bienestar respecto del pasado,
dando orígenes a lo que se ha llamado movilidad espuria.
En tercer lugar, a comienzos de los años 90, la nueva pobreza era un fenómeno de “puertas adentro” pero no generaba acciones
ni estrategias colectivas. Ya en el año 2000, los sectores medios empobrecidos cruzaron la puerta y se organizaron en estrategias
colectivas. Los clubes del trueque fuero un ámbito privilegiado para observar las interacciones de los sectores medios
empobrecidos y sectores populares. El sentido otorgado al intercambio porcada clase era diferente: mientras para los sectores
populares significaba una suerte de ascenso social al acceder a sectores y prácticas identificadas con la clase media, para los
empobrecidos era un indicador más de que la expulsión tan temida finalmente había tenido lugar.
Una experiencia masiva de salida a la clase media, que incluyo a los empobrecidos fue la conformación de asambleas barriales,
las cuales fueron espacio de organización y deliberación que rompía con las formas tradicionales de representación política y
favorecía otras formas de auto-organización de lo social, con aspiraciones a la horizontalidad y proclives al ejercicio de la acción
directa. Estas nuevas experiencias reposicionaron a las clases medias, en un lugar importante de la escena política, aunque con
duración acotada.
El empobrecimiento de los sectores medios y su salida de ciertos puestos al aumentar el desempleo, hizo que los pobres de vieja
data se vieran desplazados a puestos de baja calificación. En esta situación de competencia en el mercado de trabajo los pobres
estructurales perdieron elegibilidad, y puestos ocupados tradicionalmente por sectores bajos pasaron a manos de sectores medios
empobrecidos pero más calificados. El impacto del empobrecimiento de la clase media en los más pobres (la desocupación en el
servicio doméstico, por ejemplo).
Por último, la nueva pobreza plantea grandes interrogantes a las políticas públicas en los diversos países. Tales políticas deben
incorporar componentes territoriales, pues la ciudad y las lógicas de acceso a ella también se han visto fuertemente impactadas,
en el nuevo contexto las políticas exigen máxima creatividad puesto que ciertos criterios habituales, no son útiles para la población

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dispersa en los resquicios de la ciudad. Parte del impresionante deterioro de la situación de los hogares se debió en gran medida
a la falta de políticas públicas preventivas.
En las investigaciones de los años ’90 se ha observado, por ejemplo, la falta de ayuda para pagar alquileres y expensas, que
llevan al desalojo; la carencia de recursos para afrontar deudas; las dificultades para afrontar y continuar tratamientos médicos
que luego provocan el fallecimiento; la interrupción de los estudios, que más tarde no eran reanudados, dando origen a un déficit
de capital humano luego insalvable. A la vez, se iba produciendo un aislamiento paulatino de las relaciones de larga data por el
“consumo” de un capital social que, al no poder establecer reciprocidad, se iba gastando. Así, cuanto más hubieran necesitado los
hogares empobrecidos de sus grupos de pertenencia, más se iban alejando de ellos.

Ficha: 2046 – Vaca – Globalización y narcotráfico.

Ficha: 2061 – Los chicos en banda. Duscatzky, Silvia y Corea, Cristina.


Se decide hablar de expulsión y no de exclusión social o pobreza. Porque:

● La pobreza define estado de desposesión material y cultural. Los obreros que migraron en el 50 mostraba como pobreza
no es lo mismo que exclusión, participaban en la estructura fabril, sindicatos, asociaciones barriales etc. La pobreza no
necesariamente afecta a la creencia que es posible alcanzar otras posiciones sociales.
● La exclusión pone el acento en un estado, esta afuera del orden social. La idea de expulsión social, refiere la relación
entre ese estado de exclusión y lo que lo hizo posible.
- El excluido es un dato, un resultado de imposible integración.
- El expulsado es un resultado de una operación social.
La expulsión nombra un modo de constitución social. El expulsado pierde la visibilidad, nombre, palabra. Es una “nueva vida”
porque son sujetos que entraron en el mundo de la indiferencia. La sociedad no espera nada de ellos.
Un ser de potencia, es un ser cuyas posibilidades son múltiples, es un ser indeterminado. Un ser de nuda vida, es un ser al que
se le han consumido sus potencias, sus posibilidades. Es un ser determinado.
A simple vista los indicadores de expulsión social, son por falta de trabajo, estrategias de supervivencia ilegales en algunos
casos. Falta de escolarización, violencia, drogas etc. Estos datos hablan de actos y hechos pero no hablan de los sujetos en si, ni
de las valoraciones construidas.
Una forma de subjetivación es el desplazamiento de la promesa del estado por la promesa del mercado. No se tratan de
ciudadanos sino de consumidores. El estado se sustituyo por el mercado. Y a diferencia del estado, el mercado no impone un
orden simbólico articulador.
El consumo no requiere ley porque es relación con un objeto. Y no es repartido equitativamente. Y el mercado instituye un nuevo
ideal del yo. Un espejo donde mirarse. El otro como espejo, como lugar de diferenciación se opaca. Para satisfacer el deseo,
necesito el objeto y no al sujeto.
Violencia no como accidente o práctica excepcional, sino como una nueva forma de socialidad. Un modo de estar con los otros. Y
se admite que la violencia es una expresión fallida de lo simbólico, es un lenguaje.
Nuestra hipótesis es que la violencia se presenta como un modo de relación que aparece en condiciones de impotencia
instituyente de la escuela y la familia. Porque pierden autoridad los maestros y los saberes de los padres. La figura materna o
paterna se encuentran despojados de autoridad.
Según Sarlo, ser Argentino significa:
1. Ser alfabetizado.
2. Ser ciudadano.
3. Tener trabajo.

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Estas 3 cosas anclan al sujeto en un lazo social y a una genealogía cultural. La impotencia instituyente habla de la caída de
referentes de identidad y de la autoridad simbólica. O sea sujetos que nombren, convoquen a los sujetos, les asignen un lugar en
la trama socia y los habiliten para la construcción de sus propios discursos. Es un sujeto fragmentado, despojado del lazo.
Cuando la ley simbólica (limite y posibilidad) no opera, el semejante no se configura. El semejante no es una construcción
espontánea que nace del vinculo entre 2 sujetos. El semejante es siempre igual al otro mediante un tercero. Es la ley la que
instituye un principio de legalidad basado en la formulación de la igualdad. Sin ley no hay registro de transgresión, y la violencia no
es percibida como tal, no hay registro de un limite violado. Se busca al otro desesperadamente sin entenderlo como un limite.
La violencia asume distintas formas:
1. Como estallido: en la escuela, se la vive como algo habitual, no como un acto de agresividad. Se lo detecta por un
observador pero no por sus agentes
2. Como forma instituida: en los ritos.
3. Como componente de un acontecimiento: fiestas.
4. Como matriz cotidiana: (calle).
El estado-nación, mediante sus instituciones principales como la escuela y la familia, dejo de ser un dispositivo fundante de
moralidad. La violencia es la incapacidad de este dispositivo para instituir una subjetividad regulada por una ley simbólica.
Antes el semejante era producto de una educación moral, orientada a la coacción. Enseñar lo bueno y lo malo, y fomentar el
habito de actuar correctamente. El semejante es la creación de un sujeto educado. Hoy en día la violencia en la escuela puede ser
leído como un síntoma de agotamiento del dispositivo pedagógico moderno.
La violencia en las fiestas cuarteteras, los chicos puede protagonizarla, registrarla, y tratar de evitarla. Los chicos se socializan
en fiestas que contienen la violencia como una de sus formas de expresión. Y la fiesta es al mismo tiempo catarsis. La violencia
en las fiestas es parte de la estética del acontecimiento.
La violencia en los ritos, “el bautismo del chico de la calle”. Es la marca del cual un individuo adquiere cierto estatuto. Y lo
ubica en un grupo. La violencia en este caso no es un fuera de lugar como en la escuela, ni un componente mas de la socialidad
como en la fiesta, sino una marca fundante de reconocimiento.
Violencia en la calle. Se presenta constituyendo la matriz del lugar. A diferencia de las fiestas, que también es constitutivo del
lugar. Aquí es de un lugar del cual no se puede escapar (calle). A la fiesta se elige ir, a la calle tenes que ir si o si. Hay un
sentimiento de inseguridad que aparece como un espiral, entre una violencia representada ( x medios de comunicación) y una
violencia real.

- Territorios juveniles emergentes.

Los ritos: Existe una diferencia entre los ritos institucionales transmitidos de generación en generación, y los ritos armados en
situación.
Los ritos institucionales: se configuran, en una relación intergeneracional. El eje de las generaciones se organiza en torno al
núcleo paterno-filial. Y responde al orden burgués. Estos ritos de pasajes, suponen la herencia y la posibilidad de transmisión.
Producen una filiación simbólica duradera. Marcan pertenencias. Y habilitan la transferencia de lo heredado hacia otras
situaciones. Está construido sobre el principio de autoridad y de saber.
Los ritos de escolarización. El pasaje de un grado a otro. El examen. El saludo a la bandera, se inscribe en una trama de
transmisión intergeracional. Cuyo docente es portador de autoridad simbólica. Y los efectos pedagógicos son duraderos y
transferible para el sujeto. Y esto le permite moverse en distintos ámbitos, familia, espacio publico etc.
En los ritos de situación: Son ritos que se producen en circunstancias de mercado. Temporales e imprevisibles, el otro es el
próximo, no el semejante. O sea el otro no se instituye a partir de la ley estatal, sino a partir de las regulaciones grupales. Y
tienen validez solo en el territorio simbólico determinado. No es intergeneracional, sino que se constituye entre pares
(intrageneracional) son frágiles y no generan experiencias transferenciales a otras situaciones sino que cumplen función de
anticipar lo que puede acontecer.
Para estos ritos, el otro no es un semejante, sino un próximo, porque solo me debo al próximo, el que comparte mi circunstancia.
El otro, el par y no la autoridad simbólica de la tradición. Estos ritos sirven como función de inscripción grupal. No a una
genealogía o una cadena generacional. Y no se inscriben en un pasado, presente y futuro. El tiempo del rito de situación es un

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tiempo no lineal. Y hasta se diferencian de la temporalidad del mercado. El tiempo del mercado es el tiempo actual, se
desvanece inmediatamente. El tiempo del rito desconoce la distinción, entre pasado y presente.
Hay 2 prácticas rituales de los jóvenes. En ambas esta la violencia. Y se da en las fiestas y los ritos de situación.
El rito del bautismo de la calle, se arma con las reglas, de la institución represiva, como la de la policía, institutos carcelarios y
de minoridad. La ley simbólica, al tiempo que aquella que reprime también posibilita. Se ha borrado para devenir solo como
amenazas y agresión: es la ley de la pura fuerza, una ley que ya no es portadora de autoridad.
Los chicos se apropian de las reglas del otro represivo, para así anticipar un peligro inminente.
Las fiestas cuarteteras; también constituyen un rito, que habilita el paso de una identidad laxa a otra que permite la constitución
de un nosotros. La fiesta condensa todos los sueños. Uno a cuerpos fragmentados en una identidad grupal. Pero las fiestas en
tanto ritos situacionales, es un reto a los limites, una tentativa de borrar la jerarquías. La fiesta produce una alteración, no se es el
mismo fuera y dentro de la fiesta. Se desarrolla fuera del tiempo codificado. Su fuerza no es la duración, sino la intensidad. La
fiesta condensa dimensiones políticas, amorosas, sexuales, sociales. Allí es hablado o cantado el malestar cotidiano, la falta de
trabajo, la relación con la policía, la perdida de un amor etc.

• Las creencias: Las creencias hablan del predominio de un universo simbólico que supera al centralismo de la racionalidad y que
es habitado también por el misterio y lo desconocido. El tipo de subjetivo resultante no esta dividido entre lo mundano y lo
transcendente sino que el sujeto mezcla formas diversas de inteligibilidad del mundo.
• El choreo: El choreo, el consumo de drogas, el baile, la pelea, la escuela, los vínculos con los padres, las brujas, es parte del
mismo discurso.
Para estos chicos, las practicas del choreo, esta impulsada por otras demandas. Que tiene que ver con la conquista de un lugar
en el grupo. Que pertenezcan a un sistema de valoraciones.
El encuentro, el dialogo, dan cuenta de un espacio narrativo y testimonial en el que se construye la subjetividad del chico que
decide chorear. Y también se da en un marco de posibilidades nulas.
El robo no es un móvil de la practica grupal, algo bien especulado, sino un desencadenante azaroso del encuentro entre sujetos.
El robo frente a la dilución de ofertas culturales, políticas y sociales, motoriza la grupalidad. Estos chicos nacen en lugares donde
el robo es una practica de reproducción de la vida cotidiana, se roba para comer, para vender, ir a bailes, comprar birras, viajar,
comprar drogas, cigarrillos. Y para esto son necesarias redes de interacción.
Y es necesario saberse los códigos del lugar. El robo esta investido de “legitimidad”, si bien no es reivindicado, tampoco esta
condenado moralmente. La dilución de la ley como marco regulatorio, hace que esfume la sensación de trasgresión y culpa.

• El faneo y otras yerbas: La representación de la droga, se acopla con la inseguridad. La droga va a asociada al robo, al
descontrol, al peligro “publico” que puede desencadenar. La frontera de la infancia a la adolescencia se torna borrosa, los chicos
se drogan y al hacerlo se vuelven extraños, indominables y peligrosos a los ojos adultos.
Y el consumo es algo mas que una adicción, es el lugar donde las emociones se desbordan (agresión, dolor, angustia, rabia,
impotencia). Mas allá de la adicción, la droga es una marca como un tatuaje. Marca que enlaza a un nosotros imaginarios. El
consumo no se despega de la socialidad.
Las sustancias alteran los estados, de conciencia y las percepciones mentales, pero el problema no es la sustancia, sino la
relación que el sujeto establece con ella. Tanto Freud, como Benjamin, han experimentado con sustancias químicas, se
consideraba que las drogas consistían en una experiencia y un conocimiento de los limites por medio de las confrontación con el
infinito, pero sin salir de lo social. Hoy en día, no se trata de la confrontación con el infinito como experiencia de saber, sino de la
tentativa de alcanzar una libertad sin limites, sin fallas. Según esta visión, el drogadicto, mas que producir productos químicos,
consume productos imaginarios.

- Nuevos rostros juveniles: la fraternidad y el aguante.

Al requebrajarse, el eje paterno, surge un modo de fraternidad (entre hermanos o amigos).


La hipótesis que tenemos es que la fraternidad o la relación con los pares no supone el advenimiento de una nueva institución,
frente a otra, la familia, en franca desaparición. Sino que se configura como posibilidades emergentes por la ineficacia del modelo
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simbólico tradicional. Las legalidades de protección que actúan dentro de los grupos quedan fuera de los dispositivos
institucionales.
Lewkowicz, Droeven y Grinshpun, estudiaron la elección fraterna en los niños de la calle. Y dicen que el empobrecimiento del
vínculo paterno, los vínculos fraternos pueden tener una capacidad simbólica de protección más fuerte que los familiares.
La familia como “marco” parece perder relevancia para estos jóvenes. Cediéndole lugar al grupo. Es más grave para ellos violar
las reglas dentro del grupo que las institucionales.

- La subjetividad de varones y mujeres.

Una de las preguntas, es acerca de la diferencia de géneros, entre mujeres y varones. Las mujeres dotadas de discursos de
representaciones, de imágenes, de opiniones, parecían ocupar lugares familiares y sociales instituidos en el lazo social, trabajan
van a la iglesia, son el centro de la vida domestica, se ocupan de la educación de los hijos.
Los hombres, mas jugados en la acción que en las palabras, más comprometidos que las mujeres en prácticas por reglas de
fidelidad y silencio. Solo parecían asistir a su destitución.
En principio, la correlación entre hombres y mujeres, destituidos contra instituidos, mantenía diferencia entre los sexos, en el
paradigma de los géneros: aquellas funciones que en hegemonía del régimen patriarcal desempeñaban los hombres, en tiempo
de crisis son desempeñado por las mujeres, los hombres parecen sometidos en lugares que las mujeres ocuparon durante siglos.
La mujer como lugar de la madre y esposa, y el hombre como portador del poder de decidir, de trabajar y ocuparse de los asuntos
públicos.
El esquema de las diferencias, no es que no contabilice diferencias, diferencia roles, estatus, diferencias cuantitativas. En pocas
palabras lo que deseamos señalar es que las diferencias de géneros HOY, no parten de diferencias inscriptas en un suelo
instituido para ambos. Sino que son diferencias construidas sobre condiciones de destitución. Ambos ocupan posiciones sin
posiciones “legalizadas” fijas.
El diagrama de varones y mujeres que ofrece el material de la investigación no permite ser leído desde las diferencias
establecidas por el paradigma patriarcal. La diferencia de los sexos debe leerse como un juego complejo de posiciones de
enunciación, que se mueven en la tensión destituido-instituido. Los registros muestran el agotamiento de la figura paterna, como
función de inscripción simbólica de los sujetos.
Las diferencias son diferencias de enunciación. O sea modos diferentes de habitar el ser varón y el ser mujer en ausencia de
mandatos tradicionales. Los varones y mujeres actuales ya no pueden reconocer un mandato, ni para impugnarlo ni para
cumplirlo. Las condiciones de los varones y de las mujeres ya no se anuncian desde una instancia común desde la cual se
especifican sus diferencias. Se ha borrado el suelo estable de institución de las posiciones masculinas y femenina desde donde
varones y mujeres.

- Las condiciones.

La subjetividad de los varones se constituye en situación. Porque son las practicas construidas en territorio y no la escuela y la
familia, las que marcan fuertemente a los sujetos. Los referentes identificatorios son sus pares, las reglas que rigen sus
comportamientos están elaboradas a partir de la demanda de cada situación. El grupo es el que le confiere nombre a unos
individuos.
El padre es una figura ausente, y la madre se insinúa como impotente, con una fuerte presencia afectiva y practica y a menudo es
un par de sus hijos.
La marca tradicional de la masculinidad ha dejado de operar, y las prácticas familiares cambiaron.
Si bien los territorios fuertes de inscripción para las mujeres no se reducen a la escuela, sus relatos nos muestran indicios de una
subjetividad fundamentalmente construida en el lazo. Tanto la presencia del referente religioso que usan las mujeres, como fuente
de moralidad que regula los comportamientos como la expectativa de un futuro vinculado a alguna profesión o trabajo (ser médica,
modelo), hablan de la presencia de un imaginario que procede del lazo.

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Ficha: 2024 – Comida, cocina y consecuencias: La alimentación en Buenos Aires. Patricia
Aguirre.
Postura conceptual de la seguridad alimentaria: derecho de todas las personas a una alimentación cultural y nutricionalmente
adecuada. Este concepto permite analizar tanto el nivel macro (ligándolo a los regímenes de acumulación económicos), como el
nivel microsocial de la cocina familiar (es en los hogares donde se producen la mayor cantidad de relaciones y las más
significativas respecto de la alimentación). En el ámbito de la cocina las relaciones sociales se instalan en la comida a través de
los valores que le dan sentido a la elección de los productos y su combinatoria, tanto como a través de la producción y distribución
de los alimentos que se utilizan y la tecnología aplicada en producirlos, prepararlos, distribuirlos y disponer sus restos. Estas
operaciones prácticas y simbólicas dan como resultado los platos característicos con la legitimación de su consumo por
determinados sectores sociales, géneros y edades. La alimentación es producto y produce relaciones sociales y son estas
relaciones las que dan forma a la cocina que compartimos, a través de la cual nos identificamos y nos ligamos a nuestro pasado.

Modelo Agro-exportador desde la emancipación hasta 1930.


En 1833, Bs As tenía una cocina que proporcionaba cantidad antes que refinamiento. La clase rica y media comían comida
española y francesa que cocinaban esclavos entrenados. El gran cambio para la alimentación llega a partir de 1890, de la mano
de grandes transformaciones económicas relacionadas al incremento de la demanda de materias primas de los países europeos.
La pampa se agriculturiza, el trigo baja de precio y anarquistas mediterráneos emprenden una panificación a gran escala.
Agricultores italianos fomentan el mercado minorista de frutas, verduras y legumbres, mientras que los vascos se concentraron en
la producción de lácteos. Aunque para 1895 los establecimientos agropecuarios se habían multiplicado, sus dimensiones se
habían reducido porque la explotación era familiar y más intensiva en uso del trabajo. El ganado se mejora con la introducción de
razas cárnicas mientras que industriales ingleses contribuyen a instalar la industria frigorífica. También aumenta la importación de
alimentos desde los países de origen hacia las comunidades que mantenían la gastronomía como último lazo con el lugar de
procedencia y sorprenderán a los porteños con sabores exóticos (hoy “cocina étnica”). Todas estas influencias llevan a que la
alimentación promedio se diversifique aunque la dieta sigue localizada.
En este período, surge una clase alta opulenta (lujosa) que copia la cocina y los estilos de vida franceses en la vida pública (exo-
cocina) y mantiene como endo-cocina (familiar) la que crea, fusionando tradiciones, la creciente clase media. Esta última es una
mezcla de platos italianos, españoles y antiguas recetas criollas. La aparición de esta cocina fusión da la pauta de la rápida
integración de los inmigrantes, ya que en una generación sus comidas pasan a pertenecer a la sociedad receptora. Lo que es
propio en la cocina criolla es la síntesis.
En un contexto de precios bajos y salarios en expansión, se fundamenta el consumo de carne y la construcción de
representaciones culturales del que se convierte en el plato marcador de la cocina porteña, el asado. Para 1888, el puchero
(mezcolanza abundante y burguesa de carne, verdura y legumbres) era el plato cotidiano debido a su costo, pero el preferido era
el asado, de carne vacuna y cuarto trasero. Más atrás le siguen las empanadas y la carbonada (platos a base de carne).
Como plato, el asado dramatiza la división sexual del trabajo culinario. En tanto la cocina es un ámbito exclusivamente femenino,
cuando el hombre cocina asado lo hace fuera de ella: en la parrilla, altar masculino por excelencia. Una soc con herencia
patriarcal, no dejaría el plato marcador, que maneja la carne, el cuchillo y el fuego en el ámbito fem.
Hacia el 1er Centenario, se formaba una clase baja, cuya comida de olla se cocinaba en la puerta de la pieza del conventillo
donde las familias se hacinaban.
Se afianza la enseñanza femenina para formar mano de obra competente en los trabajos domésticos, afirmando el papel de
productor asignado a la mujer frente a su masiva inclusión en el trabajo asalariado. Se dicta cocina desde el 4º porque obrero mal
alimentado gasta su capital y no gana.
En el imaginario de la 1ra mitad del s. XX, la preocupación es que no falte comida, que sea variada y que sea mucha. La gordura
será síntoma de buena salud física y económica.

La industria como eje de desarrollo


● Etapa peronista.
El bienestar se traduce como aumento de la tecnología hogareña (refrigeradores, cocinas de gas, etc.) y en el patrón alimentario
como acceso de todos los sectores a una alimentación suficiente y variada, aunque ante los altibajos de la capacidad de compra
se difundan recetarios a base de papa, se impulse la huerta familiar, la veda de carne, el control del agio, etc. Al mismo tiempo se
desarrolla una industria alimentaria nacional, legitimando la existencia de productos biológicamente seguros y pre-procesados
para ahorrar tiempo a la mujer trabajadora. La fábrica penetra en la cocina con enlatados, leche en polvo, picadillos, caldos,
cereales arrollados, gaseosas, etc.
Los alimentos industriales requieren cierta edu del consumidor y xa ello la radio y luego la tv, brindan una nueva plataforma. Las
empresas centran su objeto en la mujer-madre-ama de casa, informando y finalmente despegando los conceptos con los que
crean la imagen de la marca, de las explicaciones funcionales sobre el contenido.

● Etapa desarrollista.
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En esta etapa se encuentra una asociación entre alimentos con bajo valor agregado e ingresos, cuanto más pobres los hogares
mayor cantidad de alimentos frescos. Las mujeres sustituyen con su trabajo productos que en hogares acomodados se compran.
Cuando tienen dinero o falta tiempo compran masas hechas, salchichas, mayonesa, etc, no sólo porque les ahorran trabajo, sino
porque están rodeados de “modernidad”.
No se presentan consumos exclusivos, los mismos productos se encuentran en todos los sectores pero en cantidades diferentes
(los ricos comen más que los pobres) y en calidades diferentes (en carne vacuna, los pobre comen cortes delanteros, mientras
que los acomodados cortes del cuarto trasero).

● Composición química.
En la canasta de ningún estrato había déficit de energía ni de proteínas. La existencia de cierta uniformidad en los productos
elegidos para organizar la comida puede verse como una homogeneización sobre la diversidad de las cocinas, entre los hogares
de migrantes ints, los migrantes ext y los porteños tradicionales de los distintos estratos. Era un país que se pensaba a sí mismo
como progresista e influyente, la diferenciación entre estratos no pasaba por la alimentación sino por otros consumos (vivienda,
indumentaria, educación, etc.).
En la década de 1960, comienza la preocupación por la comida sana. La creciente medicalización de la vida, donde saberes-
expertos desplazaban el saber-experiencial sobre las reproducciones físicas y sociales, llega a la cocina. Se inicia una sinergia
entre la imagen de los alimentos y la imagen del cuerpo. Los ppios hipocráticos y el saber popular se cristalizarán en percepciones
como “la comida te cambia por dentro”. Se produce un desplazamiento de la preocupación por la comida a la preocupación de sus
efectos en los cuerpos. La dieta promedio se medicaliza, pasa de una condición negativa asociada a la enfermedad a convertirse
en régimen, xa lograr y/o mantener la salud. El cuerpo ideal es curvilíneo (guitarra) en la mujer; en los hombres abdomen chato y
hombros musculosos.
En la ciudad la pobreza está en retroceso vía empleo y asistencia alimentaria del Estado, pero en el área rural se encuentran
niños con deficiencias alimentarias, hay desnutrición aguda. A esta problemática tienden los programas de asistencia, entregando
alimentos ricos en energía (cereales) y proteínas (leche). En esta época sigue habiendo cuerpos gordos de abundancia y flacos
de escasez.

Modelo aperturista: 1976 hasta la actualidad.


Respecto a la alimentación, se reinstalan los patrones alimentarios diferenciados, volviendo a aparecer comidas de pobres y de
ricos, xo ahora se da vuelta el sentido del hambre. No estará asociado a no comer, sino a comer mucho xo de ciertos alimentos
poco densos nutricionalmente.
La década de la convertibilidad, x la profundidad y duración del ajuste, dará oportunidad xa que se produzcan cambios
adaptativos, físicos y simbs, en las cocinas de los diferentes sectores, cristalizando representaciones del cuerpo, de los alimentos
y de la comensalidad que cambian el sentido del hambre y los cuerpos de los pobres acusarán la existencia de una cocina de la
escasez mostrando malnutrición desplegada simultáneamente como déficit de micronutrientes y sobrepeso. En cambio, los ricos
de alta cocina tendrán más probabilidad de ser delgados y eutróficos (buen estado de nutrición).
La alimentación que había permanecido en la esfera privada, se vuelve pública y se instala en la agenda política, cuando el
crecimiento simultáneo de pobreza y disponibilidad pone en evidencia el reducido acceso a los alimentos que tiene un numero
cada vez mayor de personas.
La alimentación está en crisis, no xq existan probs en la prod, en la distribución o en el consumo, sino porque se presentan
simultáneamente en todas estas áreas. Respecto de la producción agroalimentaria, se vislumbra una crisis de sustentabilidad,
respecto de la distribución se enfrenta una crisis de equidad, y desde el punto de vista del consumo hay crisis de comensalidad.

● Producción.
Argentina no presentaba problemas de disponibilidad alimentaria, pero, para garantizar la seguridad alimentaria, se requiere,
además de que los alientos sean suficientes, que su producción sea estable (lo es), autónoma y sustentable (estas no). El campo
Argentino ha demostrado una dinámica y modernización extraordinaria, con desarollos originales en pos de aumentar la
productividad, xo las variables ambientales estaban secundarizadas, ya q representaciones de la naturaleza como pródiga e
infinita, justificaban cualquier tipo de explotación confiando en las capacidades auto-depuradoras del ecosist.
Otro prob asociado a la sustentabilidad, tiene que ver con la autonomía. Durante el último siglo, el país producía casi todos los
alimentos que consumía (menos café y frutas tropicales). Xo la última transición dietaria mundial hizo que, a medida que ingresan
los ingresos medios, la población tienda a consumir más productos animales (proteínas), relegando los cereales (carbohidratos).
Xa responder a estas nuevas pautas de consumo, los países modifican su estructura prod, entrando en la rev forrajera, ya que
para criar ganado necesita inmovilizarlo en establos y alimentarlo en forma controlada. Esto implica dedicar tierras a producir
forraje o importarlo. Mientras en el pasado Argentina era exportadora de carnes, criadas a pasto y agua, en la última década se ha
vuelto la 3ra exportadora mundial de forrajes (soja).

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La crisis de sustentabilidad también se verifica en la contaminación de los acuíferos y, en el mar, en el colapso de calderos que
parecían infinitos (merluza, calamar, etc). Xo todavía no impacta en la disponibilidad global.

● Distribución.
Observando los precios de los alimentos, estos han aumentado más que el promedio inflacionario, por lo que Argentina ha pasado
a ser un país de alimentos caros (reducción en la capacidad de compra).
Se observa un descenso en el consumo global de alimentos, debido a la reducción en la capacidad de compra, x los cambios en
la comensalidad (aumento de comidas tomadas fuera del hogar), y x las representaciones culturales, que funcionan como
principios de inclusión de los alimentos (ideales de cuerpos esbeltos y magros).
Los productos industrializados, envasados, pre-preparados dejan de verse como recurso excepcional xa pasar a ser la norma, en
parte debido al aumento de la participación femenina en la fuerza de trabajo. También cambió el perfil epidemiológico: las
principales causas de muertes se desplazan de enfermedades infecto-contagiosas a crónicas no transmisibles, dependientes del
estilo de vida, autorizando una mayor medicalización de la cocina. La prevención de sobrepeso, obesidad, diabetes, síndrome
metabólico, colesterol, etc, impulsan el reemplazo de carnes rojas por blancas, fritos por asados, graso por magro.
No sólo se ha partido el patrón alimentario, sino que la comida de pobres resulta deficiente en nutrientes básicos y excesiva en
grasas. La cocina de la pobreza condena a los comensales a una monotonía y repetición evidentes, no por falta de saber ni por
ansias de cambio, sino porque no pueden consumir otra cosa debido a sus magros ingresos. Las familias no comen como quieren
ni cómo deben, comen como pueden y en un área urbana ese poder comer está condicionado por la capacidad de compra.

● El hambre en el nuevo milenio.


Se encuentra baja prevalencia de niños desnutridos agudos, lo que indica que el principal problema de la salud pública es la
desnutrición crónica, niños que no desarrollan su potencial de altura genético, lo que denuncia la falta de calidad en su dieta. El
segundo problema de la salud pública por su magnitud es el sobrepeso. Se habla de desnutrición y no de hambre, debido a q
tanto el Estado, como el mercado y los hogares, a través de las estrategias de consumo, confluyen en una única respuesta:
entregar energía barata sustituyendo con cantidad la densidad nutricional. De esta forma se inaugura una nueva forma de
hambre: la obesidad de la escasez. De manera que hay 2 obesidades hoy: la de la escasez (de los pobres) y la antigua obesidad
de la abundancia. Pero sus carencias no son consideradas como tales, enmascaradas en el plano simbólico por representaciones
de otras épocas que asociaban el sobrepeso a la abundancia. El sistema med da soluciones industrialess a esta obesidad social,
ya que médica, normaliza, controla, cargando el sujeto con la responsabilidad de su dolencia. Hay 3 actores que sobredeterminan
la obesidad de la escasez:
1. El mercado: la industria agroalimentaria avanza sobre los alimentos frescos en busca de nichos de mercado cada vez más
recónditos. Genera una demanda construida a la medida de la oferta, a través de los medios masivos de comunicación que
manipulan las representaciones acerca de la edad, las imágenes corporales, la comida y el sexo, creando necesidades a
medida de los productos, manifestando escasa ética. Estos holdings, movidos x la lógica de la ganancia, lograron imponer
una industria alimentaria integrada a nivel planetario, q contribuye a la deslocalización y desestacionalización de las dietas,
donde sus productos deben ser “buenos xa vender”, sin la necesidad de ser buenos xa comer.
Existe el mercado de los pobres, basado en productos industrializados, de menor calidad, envasados en pequeñas cantidades, a
precios reducidos, en un grupo de marcas de distribuidor promovido x la distribución concentrada y el supermercadismo junto a
2das marcas pertenecientes a empresas líderes. En esta oferta xa pobres, aumentan las grasas, azúcar y sal invisibles respecto a
las marcas destinadas al público indiferenciado masivo. Los productos más baratos son ricos en carbohidratos o grasas, mientras
q los productos más caros son ricos en proteínas, vitaminas y minerales. El mercado ofrece energía barata y micronutrientes
caros.
2. El Estado: la intervención estatal en la cadena agroalimentaria (precio sostén, subsidios a la industria privada) y apoyo a la
producción xa el autoconsumo, lo más visible fue la asistencia en forma de subsidios, comedores y entrega directa de
alimentos. Bajos presupuestos y demandas crecientes en los programas de asistencia alimentaria, condicionaron, x precio,
logística y aceptación, la entrega de los mismos productos (cereales, grasas y azúcar), que las familias pobres podían
comprar. El empobrecimiento de las cocinas de la pobreza fue reforzado x la asistencia alimentaria del Estado y las ONGs,
entregando los mismos alimentos y, en los comedores, las mismas preparaciones q ya estaban sobrerepresentadas en la
pobreza. Esta asistencia centrada en alimentos rendidores contribuye a empobrecerlos culturalmente al no ofrecer
alternativas, teniendo en cuenta que los alimentos son productos y productores de relaciones sociales. En este marco, las
nuevas generaciones que no han estado expuestas a la construcción social del gusto por la diversidad alimentaria y sobre
todo por las frutas y verduras, las rechazan. Se empobrece así, no sólo la cocina, sino el mundo simbólico del sujeto.
3. Las estrategias de los hogares: En aras de mejorar su acceso, los hogares pobres diversificaron las fuentes de sus ingresos
y los circuitos de abastecimiento alimentario, manejaron la composición doméstica y se autoexplotaron (trabajaban más y/o
comían menos, sustituyendo, reduciendo y suprimiendo alimentos). Probando la correspondencia entre los sistemas de
clasificación sociales y mentales, los más pobres conservaron la valorización del cuerpo ideal de épocas anteriores (cuerpo
fuerte) q justifica la ingesta de alimentos rendidores (panificados, fideos, carnes, grasas, azúcares) adecuados a su acceso.

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En oposición, los sectores de ingresos medios y altos, tienen el ideal corporal q pasa x la belleza y la salud, que se
identifican con estar delgados. 2 ideales, pobres gordos, ricos flacos, adecuados al acceso, con contenidos y actores
opuestos.

● Consumo y comensalidad.
En los últimos 30 años, se observan cambios en la comensalidad: el evento alimentario deja de ser colectivo y se transforma en
acto solitario. La mesa familiar empieza a funcionar como un ideal, un deber ser y avanza el picoteo, una forma de alimentación
vagabunda, donde el evento alimentario se desestructura y el otro cultural desaparece. En ello han incidido: modificaciones en el
uso del tiempo, modificaciones en los alimentos cada vez menos frescos y naturales, desvalorización de los roles reproductivos a
favor de los productivos, captura de la alimentación por sistemas expertos, creciente importancia de los medios masivos y
publicidad sobre los saberes experienciales en la cocina, etc. Cada vez mayor cantidad de gente come x lo menos una comida
fuera del hogar; sólo los pasivos y las amas de casa comen en sus hogares, q es a su vez su lugar de trabajo.
El momento de la mesa es una situación de fuerte interacción familiar donde se transmiten las normas y valores de la sociedad, la
historia familiar y personal, la posición ética y política frente a los eventos cotidianos, el comportamiento esperable de las edades
y de los géneros. Esta comensalidad hogareña con sus desventajas, negociaciones, jerarquías y desgracias es uno de los
momentos más imp en la socialización de los jóvenes y en la reflexión crítica de los adultos. La comida hogareña puede no ser un
evento compartido, dependiendo en gran medida de la programación televisiva, con resultados diferentes, ya que en algunos
casos sustituye el diálogo en otros es un disparador xa el mismo.
Esta transformación de la comensalidad tiene q ver con las desestructuración del lenguaje de lo culinario, el cual pauta cuántas
comidas hay q tomar al día y las características de cada una, introduciendo un orden y una combinatoria legitimada de sabores,
texturas y temps; este lenguaje contribuye a crear una identidad, y se pone en acto en la mesa y desaparece en el picoteo. En
esta forma de comer, compuesta por actos alimentarios inds, cortos, desordenados, solo vale el deseo individual. Desaparecen
las normas y combinatorias del saber de los sabores creadas x generaciones anteriores, desaparece el otro cultural y la comida
deja de compartirse de manera material y simbólica Esta crisis de saberes en la alimentación se produce porque hay demasiados
valores. Mientras que en el pasado había un solo relato legítimo acerca de cómo se debía comer, hoy los grandes cocineros
enseñan a comer rico xa disfrutar de la vida, al mismo tiempo que el sistema med indica cómo comer sano xa prevenir enfs, y los
ecónomas que orientan para comer barato y llegar a fin de mes, junto a la ind que ofrece comer rápido, precocido, desgrasado y
envasado.

Ficha: 7197 – La exclusión y la escuela: el apartheid educativo como política de


ocultamiento. Getilli, Pablo.
La “anormalidad” vuelve los acontecimientos visibles, al mismo tiempo en que la “normalidad” suele tener la facultad de ocultarlos.
Lo “normal” se vuelve cotidiano. Y la visibilidad de lo cotidiano se desvanece (insensible o indiferente) como producto de su
tendencial naturalización. Lo que pretendo decir es que, hoy, en nuestras sociedades dualizadas, la exclusión es invisible a los
ojos.
La exclusión se normaliza y, al hacerlo, se naturaliza. Desaparece como “problema” para volverse sólo un “dato”.
La mirada normalizadora
De cierta forma, la normalización de la exclusión comienza a producirse cuando descubrimos que, al final de cuentas, en una
buena parte del mundo, hay más excluidos que incluidos. Tal como afirma el sociólogo francés Robert Castel (1997), podemos
reconocer tres formas cualitativamente diferenciadas de exclusión. Por un lado, la supresión completa de una comunidad
mediante prácticas de expulsión o exterminio. Es el caso de la colonización española y portuguesa en América, del Holocausto
perpetrado por el Régimen Nazi y de las luchas interétnicas que acaban con la vida de millares de personas en el continente
africano. Por otro, la exclusión como mecanismo de confinamiento o reclusión. Es el destino asignado antiguamente a los leprosos
y, en nuestras sociedades modernas, a los niños delincuentes, a los indigentes y a los locos confinados en asilos, a los
“deficientes” escondidos en instituciones “especiales” o a los ancianos recluidos en hogares geriátricos de dudoso origen y
tenebroso destino. Las prisiones son también un buen ejemplo de este tipo de dispositivo de exclusión. Finalmente, la tercera
modalidad de práctica excluyente consiste en segregar incluyendo, esto es, atribuir un status especial a determinada clase de
individuos, los cuales no son ni exterminados físicamente ni recluidos en instituciones especiales. Es el caso de los sin - techo, de
los “inempleados”, de los niños que deambulan abandonados por nuestras ciudades, de una buena parte de la población negra y
de los inmigrantes clandestinos. Esta forma de exclusión significa aceptar que determinados individuos están dotados de las
condiciones necesarias como para convivir con los incluidos, sólo que en una condición inferiorizada, subalterna, desjerarquizada.
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Son los sub-ciudadanos, los que participan de la vida social sin los derechos de aquellos que sí poseen las cualidades necesarias
para una vivencia activa y plena en los asuntos de la comunidad.
De cierta forma, es posible reconocer que lo que distingue lo visible de lo invisible es una determinada jerarquía de valores, una
cierta organización de sentidos. La mirada cotidiana opera movida por la selectividad de la conciencia moral. Determinados
acontecimientos se tornan chocantes, agradables, indignantes o placenteros, cuando entran en conflicto o van al encuentro de
valores instituidos social y subjetivamente.
La escuela de las muchas exclusiones
Resulta evidente que el incremento en la tasa de escolarización, el aumento en el promedio de años de obligatoriedad escolar, así
como la disminución del índice de analfabetismo absoluto y de las tasas de deserción y repetición escolar, no han sido mérito
exclusivo de los gobiernos neoliberales y conservadores que gobernaron buena parte de América Latina durante los últimos veinte
años. Resulta, sin lugar a dudas, altamente significativo que los sistemas educativos nacionales hayan alcanzado, en algunos
casos, niveles tan importantes de universalización en materia de acceso y permanencia. Sin embargo, cualquier festejo
apresurado puede ocultar algunas de las tendencias que han acompañado de forma perversa esta dinámica democratizadora. Los
sistemas educativos fueron desarrollándose a diferentes velocidades. La proclamada unidad de los sistemas educativos
nacionales siempre fue en América Latina, mucho más una aspiración que una realidad. Circuitos educacionales altamente
segmentados y diferenciados han ido configurando un conglomerado institucional donde la norma ha sido, casi siempre, la de
ofrecer educación pobre a los pobres, permitiendo apenas a las élites la posibilidad de acceso a una educación de excelencia.
Circuitos diferenciados donde el derecho a la educación de calidad, lejos de fundamentarse en un principio de igualdad, se fue
constituyendo en un caro privilegio de aquellos en condiciones de poder pagarlo.
El mecanismo histórico más eficaz de discriminación educativa (la negación del derecho a la educación a los sectores populares,
imposibilitados así de acceder y permanecer en la escuela) ha disminuido tendencialmente su intensidad. Sin embargo, no por
esto, la exclusión educativa ha desaparecido o está en camino de hacerlo. Que todos tengan acceso a la escuela no significa que
todos tengan acceso al mismo tipo de escolarización.
Resulta evidente que la exclusión es un estado, una condición. Sin embargo, el estado de exclusión no explica, por sí mismo, las
razones que lo producen. Un analfabeto, por ejemplo, está excluido. La condición de analfabeto nos aporta elementos para saber
dónde ese individuo se encuentra socialmente, aunque no por qué se encuentra ahí. Si esto no fuera así, nos enfrentaríamos al
tautológico argumento de que los analfabetos están excluidos por ser, justamente, analfabetos y son analfabetos por ser
excluidos. Para evitar semejante reduccionismo, resulta evidente que existe una diferencia entre la condición del excluido (un
estado) y las dinámicas de exclusión (un proceso). De tal forma, no toda acción tendiente a acabar con el analfabetismo supone
acabar con las causas que producen los procesos de exclusión educativa de millones de individuos, uno de cuyos indicadores es
el número de analfabetos existentes en un determinado momento histórico. La condición de excluido es el resultado de un
proceso de producción social de múltiples formas y modalidades de exclusión. Como proceso, como relación social, la exclusión
no desaparece porque se “atacan” sus efectos, sino sus causas. Y, para seguir con nuestro ejemplo, la causa del analfabetismo
no son los analfabetos. Por esto, las políticas que preocupadas aparentemente con la “gente”, desarrollan programas focalizados
para “atender” a los pobres, aunque tengan efectos compensatorios de mayor o menor alcance, no impiden, bloquean o limiten la
producción de nuevas exclusiones y, consecuentemente, de nuevos excluidos a ser atendidos por otros programas “sociales” en
el futuro. La consolidación de una sociedad democrática depende no sólo de la existencia de programas para “atender” a los
pobres, sino de políticas orientadas a acabar con los procesos que crean, multiplican, producen socialmente la pobreza.
La exclusión y el silencio
La cuestión central reside, creo yo, en que nos hemos acostumbrado a esto. La escuela democrática debe contribuir a volver
visible lo que la mirada normalizadora oculta. Debe ayudar a interrogar, a cuestionar, a comprender los factores que
históricamente han contribuido a producir la barbarie que supone negar los más elementales derechos humanos y sociales a las
grandes mayorías. La escuela democrática debe ser un espacio capaz de nombrar aquello que, por sí mismo, no dice su nombre,
que se disfraza en los grotescos eufemismos del discurso light, apacible, anoréxico. Al nombrar la barbarie, la escuela realiza su
pequeña, aunque fundamental, contribución política a la lucha contra la explotación, contra las condiciones históricas que hacen,
de las nuestras, sociedades marcadas por la desigualdad, la miseria de muchos y los privilegios de pocos. Aporta a la lucha
contra estas condiciones y contribuye a crear otras. Posibilidad que nos permite desencantarnos del desencanto, librarnos de la
resignación, recuperar o reconstruir nuestra confianza en la posibilidad de un sociedad basada en criterios de igualdad y justicia.
Una sociedad donde la proclamación de la autonomía individual no cuestione los derechos y la felicidad de todos. Una sociedad

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donde la diferencia sea un mecanismo de construcción de nuestra autonomía y nuestras libertades, no la excusa para profundizar
las desigualdades sociales, económicas y políticas.

Ficha: 4240 – La trama de la desigualdad educativa. Tiramonti, Guillerma.


La escuela en la encrucijada del cambio épocal
Después de una década y media de reformas educativas que se pretendían bendecidas por el poder de la verdad y el
conocimiento científico, la educación sigue siendo una cuestión no resuelta y últimamente escasamente ventilada en la esfera de
la discusión pública. Hay en general una tendencia a pensar sus problemas como la derivación de un funcionamiento deficitario de
la propia institución, de sus agentes o de las comunidades a las que atienden. Sin embargo, la problemática que enfrenta la
escuela tiene otra envergadura y un grado de complejidad que exige una mirada más amplia y abarcativa de cambios epocales
que se articulan de un modo particular con la institución escolar. Lo primero a decir es que la escuela es una producción
institucional de otro momento histórico y que, por lo tanto, nació asociada a otras circunstancias sociales, políticas y culturales.
Los cambios en el entramado institucional
La escuela moderna es una construcción social surgida entre el siglo XVII y XVIII en las sociedades europeas que inicia una
inédita relación que denominamos pedagógica entre un maestro (en un sentido nuevo del término) y un alumno. La relación es
inédita porque el maestro no es más un artesano transmitiendo un saber-hacer a un joven aprendiz, sino que se autonomiza del
resto de las relaciones sociales y genera un espacio y tiempo específico para la transmisión de los conocimientos. El espacio
escolar organiza las actividades de enseñanza aprendizaje mediante su distribución del tiempo y el espacio. La graduación de los
alumnos para su distribución en aulas y la división del tiempo que marca la duración de la jornada diaria, el período del año en el
que se desenvuelven las actividades y el lapso de la vida que se ocupa en ella. En las sociedades europeas a partir del siglo XVII,
cuando comenzaron a delinearse nuevos sentimientos y afectos respecto a la niñez. La aparición del cuerpo infantil implicó una
serie de transformaciones relacionadas con un lento proceso de demarcación de la niñez, la percepción del niño en tanto ser
inacabado que necesitaba resguardo y su segregación y posterior reinserción en la sociedad. En este proceso, la escuela fue
causa y consecuencia, relacionada principalmente con la necesidad de alejar al niño de la vida cotidiana del adulto. Asimismo,
implicó una proliferación de discursos para la regulación del cuerpo infantil provenientes de la psicología, la pediatría, la
pedagogía y posteriormente el psicoanálisis. Toda aparición de una determinada forma social está ligada a otras transformaciones
que se suceden en el mismo momento histórico. La conformación de los Estados nacionales asociado a las exigencias del
gobierno de una población definida como libre es sin duda uno de los referentes a considerar cuando se sitúa el surgimiento de la
escuela moderna y se intenta reconstruir el sentido político de esta creación institucional.
El modelo societario con que se organizaron las sociedades latinoamericanas desde fines del siglo XIX hasta avanzada la
segunda mitad del siglo XX tuvo al Estado como protagonista. El sistema que se constituye a fines del siglo XIX y principios del
XX reconoce en el Estado nacional su principal referente material y simbólico tanto para la administración, la gestión y el
financiamiento de las instituciones escolares como para la provisión de un sentido que se pretendía universalista y que expresaba
en clave nacional la “cultura civilizada”. La escuela estuvo doblemente asociada a la creación de este espacio común: por una
parte como portadora de una propuesta universalista que expresaba el conjunto de los valores, los principios y las creencias en
los que se fundamentaba la “comunidad”, a la que debían incorporarse las nuevas generaciones y, por otra, como dispositivo de
regulación social, y, en consecuencia, como instrumento de gobernabilidad. Trabajos recientes muestran cómo a través de los
textos escolares se forjaron las representaciones de lo que éramos como nación, del pasado que compartíamos, de las
tradiciones en las que se inscribía tanto el presente como nuestro destino como nación. La constitución de nuestras
representaciones identitarias como sociedad, como comunidad de pertenencia, fue plasmada en el espacio escolar.
La formación de la nacionalidad se correspondió con la conformación de la sociedad industrial y con el entramado institucional
propio de esta etapa del desarrollo capitalista: la fábrica, la familia, la escuela, la clase social y las instituciones de representación
política y sectorial constituyeron marcos institucionales que regulaban y contenían la existencia de los individuos hasta avanzado
el siglo XX. El proceso de globalización rompe esta matriz societal y deshace el entramado institucional en el que se sostenía y,
con ello, el campo común al que se integran y articulan individuos e instituciones. El Estado, y por ende la acción política y los
criterios que esta definía para la organización del campo nacional, pierde centralidad, en favor de una presencia fuerte del
mercado y la competencia en la definición del orden societal. El nuevo tipo societario está acompañado por una serie de cambios
en las instituciones que estructuraban la sociedad industrial y enmarcaban la existencia de los sujetos. Para Beck, asistimos a una
descomposición de la sociedad industrial como entramado de experiencias. Según esta postura, las personas han quedado libres
de las seguridades y de las formas de vida estandarizadas.

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Los cambios en este sentido son tan importantes que hay autores que hablan de la “declinación de la idea de sociedad” o de la
muerte de lo social. Según este razonamiento, las instituciones habrían perdido la capacidad de marcar las subjetividades y
estamos asistiendo al paso de una sociedad que integraba mediante un proceso de súper socialización de los agentes a través de
diferentes agencias socializadoras, entre las cuales se destacan la familia, la escuela y la iglesia, a una sociedad de individuos
subsocializados y anómicos. Se trataría de un proceso de desinstitucionalización que acompaña la crisis de la sociedad como
concepto y como realidad. En el campo de la educación, estos posicionamientos señalan la pérdida de la potencialidad de la
escuela para instituir identidades y asocian esa caída con la muerte del Estado nación y de la ley como instancia fundadora de la
ciudadanía. La escuela “cayó”, según estos discursos, como ilusión forjadora de un sujeto universal y no dispone de ninguna
narrativa en la que anclar la constitución de lo social.
Es evidente que el modelo societal integrado por la acción política de un Estado con capacidad de articular e incluir material y
simbólicamente al conjunto de la población está roto. Es claro también que el conjunto de las instituciones que caracterizaron a la
sociedad industrial está atravesando profundas modificaciones y que esto, a su vez, da cuenta de una sociedad que está
reconfigurando sus dispositivos de control y reproducción social. En esta nueva orden societal la familia ha cambiado. Ha dejado
de ser una estructura jerárquica organizada alrededor de los mandatos de reproducción de la especie, de la producción material y
de las exigencias del mandato patriarcal. Hoy día el eje organizador de la unidad familiar es la comunidad emocional, el cultivo de
la intimidad y el reconocimiento de las individualidades. Este tipo familiar resulta de una larga lucha por la emancipación de la
mujer, en la que jugó un papel central la separación entre sexualidad y reproducción que resultó del desarrollo de los dispositivos
de anticoncepción; de la valorización del espacio íntimo como fuente de gratificación; de la penetración del discurso “psi” y
también de la perplejidad de los adultos frente a los nuevas configuraciones culturales. Esta nueva familia es sin duda mas débil
en la transmisión de mandatos, no porque la composición heterogénea que ahora reviste impida este mandato, o porque las
relaciones emocionales y la democratización de la intimidad obligue a una horizontalidad reñida con la transmisión cultural, o
porque el discurso “psi” no incluya mecanismos de regulación, sino simplemente porque las familias viven la experiencia del
cambio cultura y de una sociedad de riesgo que exige lecturas particularizadas de la realidad y construcción individualizada del
futuro. Algunas de estas familias se han adaptado a esta sociedad de riesgo y apuestan a la creatividad de sus hijos para el
despliegue de estrategias y trayectorias innovadoras para abordar un futuro siempre cambiante.
Sin embargo la retracción de la tradición, y las rupturas en la trasmisión generacional de estrategias concretas para la acción que
por supuesto traen incluidas una definición ética, no significa que se haya interrumpido la trasmisión de capitales culturales y
sociales a los hijos a partir de los cuales estos rearman sus trayectorias a la luz de las oportunidades y restricciones que generan
las nuevas condiciones de existencia. No hay repetición pero si transferencia de capitales que, no siempre pueden ser actualizado
en las nuevas condiciones sociales. Los cambios en la familia han sido leídos en clave conservadora o con un dejo de nostalgia
por la pérdida del orden patriarcal. Según estos autores las familias han dejado de cumplir con su función de socialización
primaria, ya no transmiten a sus hijos una determinada visión del mundo sino que los han abandonado a sus propias elecciones. A
partir de ello se hace un reclamo a las familias para que reasuman su función de autoridad y de socialización primaria de sus hijos
de modo de restituir la capacidad familiar de regular los comportamientos de sus hijos. En este caso, no se trata de la muerte de la
familia ni de la pérdida de todo mecanismo de regulación, sino de una nueva configuración donde las responsabilidades
individuales tienen otra centralidad y donde la regulación está más asociada a los flujos y redes en las que se inscribe la vida
cotidiana. De cualquier modo, resulta impensable reconciliar la antigua estructura patriarcal de la familia con las nuevas
reivindicaciones de libertad individual y realización personal de hombres y mujeres. Según Beck, lo que se vive como crisis o
catástrofe consiste en que tenemos que entender y reconocer más libertades de las que “habían sido previstas en el libro ilustrado
de la mentada y prometida, pero nunca vivida, democracia”. Vivimos, según este autor, bajo las condiciones de una “democracia
internalizada” para la cual mucho de los conceptos y recetas de la primera modernidad se han vuelto insuficientes. Más allá de los
temores que puedan ocasionar los procesos de individualización y las prácticas “no estandarizadas” que estos procesos generan,
es importante señalar que son muchas las investigaciones que dan cuenta de una ruptura en la transmisión cultural
intergeneracional. El cambio cultural dificulta la comunicación entre las generaciones. La generación electrónica es portadora de
códigos, valores y comportamientos que resultan ajenos o extraños para la generación que les precede. Esta brecha generacional
se ve agravada por la incertidumbre que genera el futuro de una sociedad en permanente cambio.
De la Galaxia Guttemberg a la sociedad mediática
En la segunda mitad del siglo XX se acumularon una serie de cambios que transformaron significativamente el orden social,
político, económico y cultural a la vez que modificaron la vida cotidiana de la gente e impactaron significativamente en la
constitución de las subjetividades y en la conformación de identidades En el campo de la cultura el fenómeno más significativo es
sin duda la revolución de las comunicaciones, tanto por el desarrollo de los massmedia como por el de las tecnologías
electrónicas para la transmisión y almacenamiento de datos. Sin duda los medios de comunicación se han constituido en un

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ecosistema o ambiente donde se desenvuelve nuestra vida y donde se recrean y producen lenguajes, conocimientos valores y
orientaciones sociales. Este hecho desafía a la institución escolar, tanto en su función de transmisora de conocimientos y saberes,
como en su carácter de socializadora de niños y jóvenes. En el apartado anterior hemos presentado la existencia de un proceso
de des-institucionalización entendido como la pérdida de eficacia regulatoria de las instituciones generadas por la sociedad
industrial entre las que se destacan el Estado, la escuela y la familia. La otra cara de la moneda la constituye la capacidad de los
massmedia para definir modos de vida, gustos y conformar un arco valorativo que reordena y desmonta las anteriores formas de
intermediación y autoridad que configuraban hasta no hace mucho el estatuto del poder social. De allí que se piense a la TV como
un dispositivo que está en la base del aumento de la violencia, la pérdida de la autoridad en todos los ámbitos y la decadencia de
la capacidad lectora de las nuevas generaciones. En todos estos casos la TV es representada como un aparato poderoso que
contrasta con la pasividad con que los niños y jóvenes recepcionan los mensajes. A partir de esta apreciación sobre el efecto de
los medios se ha construido un discurso sobre la muerte de la infancia. Desde este punto de vista, se considera que los medios
han eliminado las fronteras entre la infancia y la madurez y por lo tanto han debilitado la autoridad de los adultos.
El formato de la escuela moderna rompe con las anteriores formas de transmisión cultural que se basaban en un aprender a hacer
a través de las incorporación de los aprendices a la producción familiar. La escuela instaura un lugar específico donde sucede la
relación pedagógica que es autónomo al resto de la vida social y productiva. Sucede que los medios representan un papel cada
vez más importante en la definición de las experiencias culturales de los niños de hoy. El desafío para las familias y la escuela no
es protegerlo de los medios vedándoles el acceso, sino por el contrario prepararlos para abordar la experiencia mediática. Dentro
de este paquete de calamidades que se le atribuye a la influencia de los medios, esté el declinar de la lectura o la muerte del libro.
Según esta postura la seducción que ejercen los medios audiovisuales sobre los niños y jóvenes sería la que explica su
alejamiento de la lectura. Sin embargo, la actual crisis de la lectura pareciera estar más relacionada con la profunda
reorganización que atraviesa el mundo de la escritura y los relatos y la consiguiente transformación de los modos de leer, es decir,
con el desconcierto que entre los mas jóvenes produce la obstinación de seguir pensando la lectura únicamente como modo de
relación con el libro y con la pluralidad y heterogeneidad de textos y escrituras que hoy circulan. No se trata entonces de la muerte
de la lectura, sino de la pérdida de su lugar central y hegemónico en el espacio cultural.
La inmersión de esta generación en un ambiente cultural tan diferente al de los mayores es en parte una de las causales de la
existencia de una brecha generacional que es pensada como ruptura en el sentido de pérdida de los intercambios y de la
transmisión cultural de una generación a otra. Esta ruptura también está en la base de las dificultades de la escuela para
constituirse en transmisora cultural. Para algunos autores la escuela se ha transformado en un lugar de enfrentamiento entre la
cultura letrada y la audiovisual. Sin embargo yo no creo que esa lucha efectivamente se esté librando. A mi entender, nos
encontramos ante instituciones escolares en las que la transmisión cultural es poco significativa o muy débil, de modo que no
puede considerarse que desde allí se apunte a contrarrestar o competir con el sustrato cultural que proponen los massmedia. Esta
falencia de la función básica de la escuela resulta de su incapacidad de reconocer los nuevos códigos culturales y de poner en
juego los instrumentos que proporciona la cultura letrada para interactuar inteligentemente con los medios audiovisuales y
electrónicos. La escuela debería proporcionar a los niños y jóvenes un “filtro cognitivo” que los desplace del lugar de espectador
pasivo y lo transforme en un lector inteligente de los mensajes que se le dirigen ya sea como consumidor a través de las
propagandas o como receptor cultural. Se trata de un cambio radical del proyecto cultural de la escuela. En primer lugar se trata
de reconocer a las nuevas tecnologías de comunicación como tecnologías de intelectuales o sea como estrategias de
conocimiento y no como meros auxiliares de la tarea escolar. En segundo lugar se trata de incorporar los medios audiovisuales
como objeto de estudio de la cultura cotidiana de los chicos, de la sociedad en que vivimos, de los acontecimientos que jalonan
nuestra historia y de los múltiples modos de contarnos esa historia. El análisis de una telenovela puede decirnos mucho de la
cultura popular, de los valores que la articulan, de los modos que se procesa el conflicto en nuestras sociedades, del lugar de la
mujer, de las relaciones familiares, de las relaciones entre los diferentes grupos sociales, de los modos de concebir la pobreza y la
riqueza y así al infinito.
De la promesa del futuro a la exigencia del presente
La escuela es una institución pensada en la intersección del pasado, el presente y el futuro. Es sabido que es a través de ella que
se transmite de generación en generación un acerbo cultural, una versión de la historia, una valoración de los rasgos identitarios
de la nacionalidad, una cosmovisión del mundo que reconoce tradiciones heroicas, que anula otras y que conforma lo que
Wallerstein llama la versión nacional del arbitrario cultural de la civilización occidental. Es posible que los textos televisivos hagan
hoy un aporte más sustancioso que la escuela para las construcciones identitarias y que en estas la relación con el pasado sea
más efímera y menos importante como fundador del presente. Con esto queremos señalar que el relato escolar se sostiene en
una secuencia temporal donde el pasado es fundante del presente, lo explica y lo hace inteligible. En cambio el discurso televisivo
se justifica en un mero presente.

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La escuela es una institución tradicionalmente anclada en esta secuencia temporal. El pasado que debe ser configurado,
inventado, transmitido por la institución para construir una representación que haga inteligible el presente y justifique la pretensión
de futuro. Al mismo tiempo, la escuela contiene una promesa de futuro. La promesa de integración e inclusión a través de la
incorporación al mercado laboral y a los códigos del intercambio social y la promesa de la autonomía individual mediante el
despliegue de las potencialidades que portamos como individuos. Desde esta perspectiva el presente escolar es valorado a partir
de su capacidad de transmitir una versión del pasado socialmente aceptada y de seleccionar las tradiciones que abonan ese
pasado y por otro lado, el presente se justifica porque contiene una hipótesis de futuro, una promesa a alcanzar. Habitamos una
cultura que en la secuencia temporal se privilegia el presente. La demanda por gratificación que se ancla en el deseo y la
búsqueda de su satisfacción, ha desplazado en gran medida una ética del sacrificio que desplazaba la graficación para el futuro.
Los padres evalúan no solo ni principalmente la construcción de futuro que promete la escuela, sino qué presente le brinda a sus
hijos, de este modo se puede cambiar de escuela a los hijos en función de un presente evaluado como insatisfactorio. Las
escuelas recogen también esta exigencia: generar propuestas extracurriculares, darles afecto, protegerlos del medio social en el
que viven, evitar el delito, aparecen como una exigencia que obliga a repensar la gramática escolar para reconfigurar la ecuación
del tiempo en el espacio escolar. La demanda por “contención” que recibe la escuela se inscribe en el mismo registro de
valoración del presente. Este mandato de contener atraviesa a todas las instituciones escolares.
La resiliencia se propone entender como niños, adolescentes y adultos son capaces de sobrevivir y superar adversidades a pesar
de vivir en condiciones de pobreza, violencia o desastres naturales. En el campo escolar se proponen favorecer la autoestima y la
autonomía, estimular la capacidad de resolver problemas y de mantener el buen ánimo a pesar de las situaciones adversas, y
crear un clima de optimismo y alegría. Se distinguen tres componentes esenciales para la promoción de resiliencia: 1) la noción de
adversidad, trauma o riesgo, 2) la adaptación positiva o superación de la adversidad, 3) la dinámica entre mecanismos
emocionales, cognitivos y socioculturales que influyen sobre el desarrollo humano. De allí que se piense a la escuela como un
espacio que puede desarrollar una dinámica destinada a la adaptación positiva de niños y jóvenes que habitan en contextos
sociales y familiares adversos. Si el contexto no puede cambiarse entonces la única posibilidad es que los individuos desarrollen
una estrategia “ganadora” para superar la adversidad del medio. Del mismo modo hay un discurso que proviene
fundamentalmente de los ámbitos oficiales que demanda esta función “contenedora” de la escuela, que se expresa en la
pretensión de universalización de los diferentes niveles educativos que viene atado tanto a un discurso que señala el valor del
conocimiento en la sociedad actual, como a una retórica que asocia contención escolar con control del riesgo social y que piensa
a la escolarización como un dispositivo de seguridad urbana, que saca a los jóvenes de la calle y previene la potencialidad
delictiva de un grupo social que no estudia ni trabaja. Las experiencias de escuelas “urbanas” que amplían la jornada escolar se
inscriben en esta preocupación por el control del riesgo social. Se argumenta a favor de la doble escolaridad de los “pobres” en
base a su derecho a recibir una escolarización “igual” a la que se les proporciona a los chicos “ricos” que generalmente concurren
a escuelas con este formato escolar.
A modo de cierre
El gran tema de hoy es redefinir los dispositivos tecnológicos con los que se pretende incorporar a las nuevas generaciones al
orden social y cultural. La escuela moderna presenta limitaciones muy fuertes para cumplir una tarea que le sigue siendo
reclamada. Responder a la pregunta de ¿Cómo educar hoy? exige revisar el sustrato cultural de las escuelas, su organización
institucional, sus articulaciones con el entramado social, su papel en la reproducción de las diferencias sociales y en la búsqueda
de la igualdad. En definitiva se trata de abandonar las pretensiones de reposicionar el mandato educativo de la modernidad y
plantearnos un nuevo proyecto institucional para dar acogida a las generaciones venideras.

FICHA 2035- BUCCI. Democratización y calidad educativa.

FICHA 2000. DUBET - ¿Por qué preferimos la desigualdad?


Dubet investiga la relación entre lazo social, justicia social y desigualdad en las sociedades contemporáneas, para
reflexionar sobre los mecanismos de representación y producción de la desigualdad en la sociedad francesa con un
estado social desarrollado. Lo que ha llevado a la intensificación de las desigualdades no es la instalación de un
discurso neoliberal y sus efectos reales o la globalización, sino que es lo que ha permitido el anclaje de ese discurso:
la crisis de la solidaridad, entendida como el apego a los lazos sociales que nos llevan a desear la igualdad de todos
IGUALDAD ABSTRACTA, IGUALDAD REAL En nuestras sociedades las desigualdades sociales se incrementan y esto, no
puede explicarse sólo por los efectos del capitalismo, sino que elegimos con frecuencia desigualdades sociales en la

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medida en que no ofendan nuestros principios democráticos. La sociedad moderna consagraba determinadas
desigualdades de clase dentro de una estructura que organizaba las experiencias de cada clase alrededor de su
cultura y su conciencia de clase. Este ordenamiento permitía percibir la desigualdad en un orden social injusto, al
tiempo que estable, que permitía que cada miembro de la sociedad tuviera asociados determinados atributos y
construyera su pertenencia e identidad de acuerdo con su posición social, y desde esa construcción podía
movilizarse para mejorar su posición, y acceder a recursos de los que antes estaba excluido (accesos a la educación,
el trabajo, la salud como derechos). La transformación de la estructura productiva, la desaparición de la gran
industria, y la emergencia de la cultura de masas multiplica y fragmenta las experiencias de las desigualdades
sociales, que comienzan a percibirse alrededor de otros ejes identitarios como desigualdades de género, de
credenciales, etarias, étnicas, culturales, etc. La paradoja de la sociedad democrática es que se denuncien las
grandes desigualdades y se defiendan prácticas de distinción que operan a nivel de microcosmos sociales entre
quienes comparten afinidades y grupos menos favorecidos. El problema es que al ahondarse las desigualdades al
tiempo que se encuentran afinidades con quienes comparten con nosotros puntos de vista, miradas del mundo
culturales, económica, étnicas y de género, se producen especies de guetos donde los desfavorecidos quedan
agrupados y descalificados. Si bien la masificación del acceso a la educación escolar constituyó una democratización
en cuanto a las posibilidades de estudio, las desigualdades sociales siguen teniendo peso significativo en la
trayectoria escolar de los estudiantes. “Al tiempo que la masificación escolar democratizó el acceso a los estudios,
los sujetos despliegan una competencia por obtener bienes escolares más redituables en el mercado de trabajo. Esto
refuerza la paradoja de la valoración de la meritocracia y la igualdad de oportunidades como principios de la justicia
social. La “elección de la desigualdad” se justifica en nuestra creencia en la igualdad de oportunidades, pero a la vez
que sostenemos esta creencia la competencia se ha convertido en regla y todos están interesados en profundizar sus
diferencias. Esta “economía moral del mérito y la dignidad” se extiende a todos los campos de lo social, culpando a
las víctimas como aprovechadores sobre todo cuando éstos están relativamente próximos y amenazan la caída social
y el desplazamiento.” La igualdad social -que asocia con la igualdad real- se funda en lazos, sentidos de pertenencia,
solidaridad, sentimientos de semejanza y fraternidad. Sin esos lazos prácticos e imaginarios, el reconocimiento de la
igualdad fundamental no nos compromete a buscar una igualdad real. En la modernidad, la solidaridad se establece
a escala nacional, que se define por el compartir lo cotidiano y por la adhesión a un conjunto de obligaciones en
favor de aquellos a quienes no conocemos, pero de los cuales nos sentimos próximos y responsables. La solidaridad
se apoya tanto en la división del trabajo y el funcionamiento económico a la vez que en acuerdos políticos, al tiempo
que en creencias y representaciones. Los lazos y los sentimientos de solidaridad son el producto de construcciones
sociales de los que emergen imaginarios de fraternidad, progreso e igualdad que, en tanto mitos, construcciones
colectivas, relatos, son efectivos siempre y cuando los individuos crean en ellos. Según Dubet, la sociedad moderna
fue conformando una sociedad que aparecía como protectora del desvalimiento del individuo y en esa sociedad se
sostenía el imaginario solidario que hoy está siendo cuestionado en sus fundamentos. En el paso de las comunidades
feudales a las sociedades nacionales, los lazos sociales, la cohesión, la solidaridad se adosaron a una representación
de la vida social en términos de integración alrededor de tres grandes ejes: el trabajo, las instituciones y la nación. Es
esta representación de la sociedad como sistema de integración la que se está agotando como resultado de las
mutaciones sociales atribuidas al neoliberalismo, a la globalización, a las nuevas tecnologías y a una nueva era del
individualismo. En un contexto de segunda modernidad o sociedad posmoderna, deviniendo una sociedad liviana,
líquida y arriesgada, el imaginario de solidaridad se desplaza hacia los individuos y las políticas, más que hacia las
instituciones y la política. Frente a estas nuevas condiciones se hace necesario pensar la construcción de una nueva
solidaridad social basada en un nuevo imaginario diferente del anterior y buscar nuevos horizontes reguladores,
maneras de leer la vida social y las experiencias. Si ya no es posible sustentar la solidaridad en el modelo de
integración, lo que nos queda a lo sumo son algunos indicios convergentes alrededor del concepto de cohesión
social. Por tanto, si la solidaridad no es un estado sino una producción continua, resultado de las acciones
individuales, las políticas públicas, el capital social y la confianza, lo que importa es el deseo de construir sociedad.
Página 35 de 69 Dubet identifica algunos de los fundamentos de la cohesión social: la centralidad del individuo, la
creencia en un mundo equitativo, la centralidad del capital social y la confianza. También el paso de un modelo
estado céntrico a un diagrama de políticas de administraciones descentralizadas y organizaciones de la sociedad civil.

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EJE 3: Pensar el Estado; Estado y políticas sociales: sistema de salud y salud
mental.

Estado y políticas sociales en Argentina: Las trayectorias de la protección social; problemas y orientaciones de políticas.
Tendencias actuales en el Estado y la política.
El sistema de salud en la Argentina, conformación y problemas. La atención de la salud mental en el sistema de salud mental,
nuevas perspectivas y estrategias, Ley de Salud Mental
.

Ficha: 2021 – Transformaciones del Estado Moderno. AA.VV.


5.- EL ESTADO MODERNO: CARACTERÍSTICAS FUNDAMENTALES DE SU TRANSFORMACIÓN HISTÓRICA
5.1.-Introducción: sobre los tipos y formas de Estado
La aparición de nuevas clases en el seno de una sociedad binaria (poseedores y no poseedores de la tierra), dará lugar a una
nueva mentalidad alejada de la anterior, que era cristiana, feudal, estática, jerárquica y basada en un orden divino. La realidad
social adquirirá, al compás de las luchas de la naciente burguesía contra los señores feudales, un carácter histórico y
desacralizado.
Dentro del sistema de producción capitalista, las formas bajo las cuales se manifiesta la naturaleza particular de un Estado
pueden ser variables. Por forma de Estado entendemos una articulación específica de diferentes instituciones y prácticas de
Estado, en el seno de un tipo dado. Los Estados y las formas políticas son inteligibles como elementos de un sistema social global
y no pueden explicarse sino por referencia a este sistema en sus diferentes fases y en sus diferentes marcos geográficos o
regionales. Las formas de Estado son, entonces, producto de determinaciones históricas complejas, que hacen posibles las
condiciones que explican el pasaje de una forma a la siguiente.
Los cambios que se producen en los distintos tipos y formas de Estado surgen a partir de determinadas crisis: se pone en
cuestión la matriz fundamental de la dominación social que le es inherente y sobre la que se constituye. La crisis de Estado
constituye un momento significativo de conflicto, un punto de inflexión de las tendencias históricas y contradicciones
determinantes de la configuración concreta del Estado y del régimen político. Por lo tanto, la crisis de Estado es estructural e
histórica y se configura en medio de una situación tal, que una solución de cualquier sentido posible trae aparejada una ruptura
con el pasado.

5.2.- El Estado como proyecto: Factores materiales, ideológicos y políticos en la génesis del Estado Moderno.
Siglos XIV y XV, etapa de transición entre el ocaso de la Edad Media y la génesis del Renacimiento. En líneas generales, se
caracterizó por la confluencia de diversos factores: recesión demográfica, crisis económicas, agitaciones sociales y convulsiones
políticas en un contexto de guerra generalizada. En el régimen feudal, los medios materiales de dominación pertenecían a los
señores feudales territoriales; por eso se caracterizó por ser sucesivamente primero una poliarquía, es decir, un poder
fragmentado, disperso, distribuido complejamente en las localidades y/o en unidades más extensas como el señorío, y luego se
transformó en un Estado estamental-dual, es decir, de representación corporativa y contradictoria. Esta competencia o poder dual,
es decir, de doble representación, establecería una ausencia de unidad concreta, que pretendió ser reemplazada por una unidad
ideal que se encontrara por encima de tantas contradicciones: es el origen de un nuevo tipo de Estado.
Las características básicas que distinguen al Estado moderno de sus antecesores de la Edad Media son:
● Centralización del poder: progresivamente el Estado va adquiriendo bajo el control y la intervención sobre la totalidad de las
relaciones sociales, económicas y políticas. Así adquiere la supremacía sobre el territorio.
● Secularización: la política y la administración van separándose paulatinamente de toda reminiscencia dogmática o religiosa.
La política se legitima sobre sus propias bases, con eje en la racionalidad del individuo. El Estado avanza autónomamente
en su proceso de construcción política.
● Administración concentrada en una burocracia profesional: crece y se desarrolla un tipo particular de administración, basada
en parámetros profesionales e impersonales, que opera en base a códigos y leyes estatuidas con anterioridad, elaborados
sobre criterios de racionalidad para la administración. Quienes llevan adelante esta tarea son funcionarios con idoneidad
para su desempeño, que perciben un salario.
Para analizar la relación entre el desarrollo incremental de las formas capitalistas de producción y el surgimiento de un nuevo tipo
de Estado, comenzaremos por analizar algunos de los factores materiales que la caracterizaron. Primero, el desarrollo de la
economía mercantil y manufacturera necesitaba de un conjunto de políticas por parte de los poderes públicos (seguridad en el
tráfico de productos, una mínima racionalidad fiscal y administrativa, estímulo y protección a las actividades emergentes). Dichas
políticas consolidan la alianza objetiva de la burguesía con la monarquía.

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En segundo lugar, la expansión demográfica registrada en Europa occidental a partir del siglo XI tendrá importantes
consecuencias sociales que arrastrarán cambios políticos. A ese crecimiento demográfico son atribuibles el auge de la
colonización interior, el crecimiento de las ciudades y la expansión de la actividad agrícola, comercial e industrial.
Un tercer factor se relaciona con el influjo de la guerra en el alumbramiento del entramado institucional que caracteriza a este
Estado. El ejército moderno adquiere nuevas características en materia de técnicas y de organización: mayor tamaño, artillería y
armas de fuego más sofisticadas, rasgos de permanencia, carácter mercenario, y la existencia de un cuerpo de oficiales
profesionalizado.
Hacer frente a esos costos crecientes exigía una reorganización general de los ingresos públicos, lo que requería una maquinaria
burocrática capaz de sostenerlos económicamente, así como una infraestructura administrativa complementaria (como por
ejemplo, el uso de la diplomacia como fuente de información).
Factores ideológicos y políticos de la transición. Las guerras civiles de finales del XIV y principios del XV, en la mayor parte de
Europa occidental, representaron la oportunidad de construir un Estado moderno bajo la forma de una monarquía autoritaria. En
esa forma estatal se halla el impulso hacia la construcción de los nuevos Estados.
La religión es un factor de innegable influencia en este proceso. Cuando estalle la Reforma, protestantes y católicos coincidirán en
aportar al nuevo Estado una de sus más significativas fuentes de legitimidad. El Estado se convierte en garantía de supervivencia
para estas religiones. En este contexto se procede a la sacralización de la cabeza del Estado; la tendencia protestante a hacer del
príncipe la cabeza de la Iglesia, a la vez que la del Estado, le hacía participar en el simbolismo de un cuerpo místico. Pero también
los monarcas católicos de la Contrarreforma se esforzaron por obtener un estatuto semejante.
Por último, la recepción y divulgación del Derecho romano constituye otro factor coadyuvante al proceso de gestación y
afianzamiento del Estado. De hecho, hace posible no solamente el desarrollo de una inicial economía capitalista, sino que
contribuye a la misma aceptación del hecho estatal. El derecho romano se funde con el influjo del derecho canónico para
conformar el pensamiento legal de Occidente. En última instancia, la idea de soberanía y la razón de Estado terminarán de
asentar ese modelo de organización política.

5.3.- El Estado-nación como primera construcción sociopolítica de la modernidad


El Estado moderno da cuenta del ejercicio del poder en un proceso que tendía a disolver el de dos grandes potencias de la Edad
Media: la Iglesia y el Imperio. Ese ejercicio del poder político se expresa en la noción de soberanía, concepto que viene a legitimar
el monopolio de la fuerza como rasgo sustancial del Estado, no eludible por ningún individuo, grupo o corporación del territorio en
que se ejerce, y no sometido a ningún poder externo. Este reordenamiento del mundo empieza a encontrar en la idea de Estado-
Nación moderno su forma natural de organización política.
La idea de Estado-Nación emerge como parte de esa construcción histórico-política que representa el Estado moderno, en la
medida que éste va adquiriendo simultáneamente soberanía irrestricta sobre su territorio, autonomía e independencia decisional, y
capacidad de integración social articulando la configuración de identidades y solidaridades amplias, en tanto emerge como
depositario del interés nacional. Ese alcance nacional de los estados se organiza alrededor de un centro único simbólico de poder,
en referencia al cual las sociedades particulares habían articulado sus lazos sociales: el Estado moderno, constituido como
espacio de unificación de las particularidades existentes.
El concepto de Nación sirvió para dar un sentido de integración social en la construcción imaginaria de la realidad social, porque el
modo en que dicho concepto se constituye hacia el interior de un territorio, presupone una concepción de la política que tiende a
erradicar el conflicto entre quienes forman parte de ella, para localizarlo como agente externo, amenazador de la unidad. Las
diferencias propias de toda sociedad compleja son visualizadas como elementos disolventes de la vida en común, por lo que
previamente deben ser erradicadas.
Como señala O’ Donnell, la nación es el arco de solidaridades que une al nosotros definido por la común pertenencia al territorio
acotado por un Estado. El Estado demarca a una nación frente a otras en el escenario internacional. Esa demarcación tiende a
generar un nosotros, definido por contraposición o diferencia respecto de los ellos de aquel escenario. En otras palabras, el
Estado tiende a ser coextensivo con una nación.
Es un Estado para la Nación en un doble sentido. Primero, como delimitación de la nación frente a otros Estados nacionales.
Segundo, hacia adentro de su territorio como pretensión de ser el agente privilegiado de custodia, interpretación y logro de los
intereses generales de la nación.
La noción de igualdad política constituye la base del imaginario político de la modernidad, en tanto engarza las ideas de soberanía
y representación. El Estado-nación es la primera construcción sociopolítica de la modernidad, en la medida que implica una
construcción de sujeto y una reorganización de las relaciones muy diferente a las anteriores, y es la primera forma sociopolítica y
jurídica que interpela a sus ciudadanos, a diferencia de otros dominios sociopolíticos que interpelan a sus súbditos.
Así como la idea de Nación sirvió históricamente para dar un sentido de integración social en la construcción imaginaria de la
realidad social, las concepciones nacionalistas que eclosionarán desde la segunda mitad del siglo XIX brindarán el principal
anclaje para la articulación entre Nación y Estado, que adoptará su forma plena con la instrumentación del Estado de Bienestar.

5.4.- El Estado entre los siglos XVII y XIX, y su proyección posterior. Los derechos civiles
A lo largo de los siglos XVII y XVIII se irán gestando las bases para la configuración del nuevo Estado liberal. El Estado
comenzará a encargarse de una serie de funciones que hasta ese momento corrían a cargo de la familia, de la Iglesia o de las
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instituciones locales, o que respondían a nuevas necesidades. Es decir, que en el proceso de conformación de las estructuras
políticas modernas, el Estado-nación se instituirá a partir de la concentración de su poder en un único centro simbólico, a la vez
que fomentará la unificación del mercado interno.
Como dice Marshall, el siglo XVIII corresponderá a las luchas por la ciudadanía civil (libertad de expresión y de religión, derecho a
la propiedad y a ser juzgado por la ley). Las monarquías europeas, aunque ilustradas, presentaban los rasgos de los regímenes
absolutos, y dentro de sus territorios y sus colonias serán evidentes los riesgos de un estallido.
Cuando comiencen las revoluciones burguesas, en Inglaterra, en Estados Unidos y en Francia, el nuevo modelo estatal se
fundamentará en los valores e instituciones acuñados a lo largo de los dos siglos anteriores: la creencia en la libertad y la dignidad
intrínseca de todos los hombres; la confianza en el progreso indefinido; la apuesta por la libertad económica; la idea de soberanía
nacional; la división de poderes; el Estado de Derecho, y la representación política. Durante este período se irá consolidando la
burguesía como formación social dominante, cuyo poder ascendente demandará una determinada organización política que será
el Estado liberal. Ese proceso se dará en simultáneo con el desarrollo de la sociedad industrial y la incorporación de las
innovaciones tecnológicas en el campo y en la industria, que garantizarán los recursos necesarios para esta nueva etapa, y
devendrá en el crecimiento del comercio mundial y el aumento progresivo de las ciudades.

5.5.- El Estado Liberal. Los derechos políticos


El Estado Liberal hace referencia a un conjunto de elementos que configuran un orden jurídico-político que con el fin de garantizar
los derechos civiles, somete la actuación de los poderes públicos y de los ciudadanos a la Constitución y a la ley; divide las
funciones del Estado y las encomienda a poderes separados, y por último, reconoce expresamente los derechos y libertades de
los ciudadanos con plenas garantías jurídicas. Esa estrecha ligazón entre Derecho y Estado lo transformará en un Estado
Constitucional que protege a los ciudadanos frente a los abusos del poder. Así, se constituirá en un instrumento de transformación
social, económica y política en beneficio de la nueva clase dominante (la burguesía), del modo de producción dominante (el
capitalismo), y de la ideología dominante (el liberalismo).
En el ámbito económico, la expresión sistematizada del pensamiento liberal será la Teoría Neoclásica, que postula que el
mercado es el mecanismo por excelencia de asignación eficiente de los recursos, y resulta suficiente para la coordinación del
sistema económico en el capitalismo. Por eso defiende la no intromisión del Estado en las relaciones mercantiles entre los
individuos, y postula la reducción de los impuestos a su mínima expresión, la eliminación de todo tipo de regulación sobre el
comercio, la producción, o las condiciones de trabajo, y la exclusión de políticas de protección a los más desfavorecidos
(subsidios de desempleo, pensiones públicas, beneficencia pública), eliminando también los aranceles y subsidios a la
producción.
Desde la perspectiva del pensamiento político, el énfasis estará puesto sobre la noción de libertad de los individuos frente al
Estado, que transformará a los súbditos en ciudadanos provistos de derechos civiles y de derechos políticos (no necesariamente
extendidos a todos los ciudadanos). Pero, como señala O’ Donnell, históricamente, la ciudadanía se desplegó junto con el
capitalismo, el Estado moderno y el derecho racional-formal. Esto no es casual: el ciudadano corresponde exactamente al sujeto
jurídico capaz de contraer libremente obligaciones. El presupuesto de ese derecho es la igualdad abstracta de los sujetos. El
capitalismo tiene que generar el sujeto libre e igual ante el derecho, el contrato y el dinero sin el que no podría existir su acto
seminal: la compraventa de fuerza de trabajo y la apropiación del valor. Esta libertad efectiva (en la esfera abstracta en que se
pone) e ilusoria (en relación con la posición de clase), conlleva como su paralelo la igualdad abstracta de la ciudadanía. En la
práctica, los esfuerzos por limitar la pertenencia a la comunidad política (y por consiguiente la ciudadanía) a la gente de propiedad
no tardaron en ser arrasados.
El Estado liberal reconoce y garantiza algunos derechos fundamentales, como los derechos de libertad, de pensamiento, de
religión, de imprenta, de reunión, entre otros. Por eso resulta compatible con la democracia representativa o parlamentaria, donde
la tarea de hacer las leyes concierne a un cuerpo restringido de representantes elegidos por aquellos ciudadanos a quienes se les
reconocen los derechos políticos. Los ciudadanos tienen derecho a elegir sus autoridades en el marco de una organización
política basada en la separación de funciones de los órganos de poder y en el ejercicio de la autoridad. El Parlamentarismo y los
partidos de masas serán los elementos constitutivos del Estado Liberal.
Desde una perspectiva histórica, esta forma de Estado garantizaba los derechos pero no se ocupaba del bienestar de sus
ciudadanos, mientras que la normativa referida a la organización, ejercicio y límites de su poder no daba respuestas al problema
de los abusos por parte de los particulares y, en consecuencia, planteaba el problema de las desigualdades económicas que se
producían al instituir la igualdad formal ante la ley.
De esa manera, el Estado se convierte en el espacio del enfrentamiento de intereses, o en el coordinador circunstancial de
algunos de ellos. El desarrollo de la cuestión social, traerá como consecuencia la dificultad estatal para concretar la pretensión de
la representatividad de la totalidad de los intereses contrapuestos. Conjuntamente con el desarrollo industrial, la ampliación del
sistema de representación política, el crecimiento de las ciudades, el nacimiento del sindicalismo y de los partidos u
organizaciones de clase, surgieron demandas que por su alto nivel de especificidad sectorial, cuestionaron, en su actuación, el
papel pretendido de mediador neutral. Pero el Estado moderno fue capaz de adaptarse gradualmente, transitando desde la
asunción de un interés de clase, pasando por instancias de pacto o acuerdo entre partidos opuestos, y generando políticas de
concertación económica y protección social, con la pretensión de obtener la suficiente paz social que garantizara el
funcionamiento del sistema capitalista.
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La crisis del modelo liberal
La crisis del ‘30 fue la culminación de un período crítico del régimen de acumulación imperante hasta entonces, y puso al
descubierto la incompatibilidad de una economía capitalista en crecimiento desmesurado, donde la tecnología permitía alcanzar
niveles elevados de producción, con un mercado de masas reducido. Esta crisis del sistema capitalista mundial implicará el
quiebre del consenso acerca de que el Estado es el garante de la lógica de funcionamiento libre del mercado.
La dinámica de esta crisis operó en un contexto en el que, como consecuencia del constante desarrollo, los capitalistas invertían
según sus expectativas, más allá del crecimiento real del mercado, lo que llevó a un exceso de producción; y ante la disminución
de la inversión, el incremento del desempleo y la consecuente caída de la capacidad de consumo, se desató una espiral recesiva.
La crisis del 29 se evidenció en la quiebra de la principal bolsa de valores del mundo (Nueva York), cuando todos los inversores
pretendieron vender sus acciones a la vez, y se retiraron del mercado al mismo tiempo, lo que llevó a una abrupta caída del precio
de las acciones, derivando en la quiebra muchas empresas. Las profundas trasformaciones económicas producidas repercutieron
fuertemente en la estructura social y política, produciendo importantes cambios en la configuración de esta forma de Estado.

5.6.- Estado de Bienestar. Los derechos sociales


El Estado de Bienestar fue la respuesta histórica al proceso de agudización de las contradicciones sociales, implicado en la
existencia de una lucha entre dos clases fundamentales enfrentadas entre sí. El Estado asumió el rol de atenuar la conflictividad
para evitar el proceso de disgregación de la sociedad.
Esta forma de Estado implicó el desplazamiento de ciertas áreas del conflicto social a la esfera de la acción pública, en la medida
que se transformó en el espacio institucional público donde se dirimían intereses y se resolvían las necesidades colectivas a
través de un conjunto de políticas sociales específicas. En sentido estricto, el campo de las políticas sociales se extendió a las
intervenciones públicas sobre el plano laboral, es decir, sobre las pautas de inserción y exclusión de las personas en los
mercados de trabajo; pero también sobre el conflicto distributivo, en torno a las tensiones por la asignación de todo tipo de
valores, recursos y oportunidades entre grupos y colectivos sociales. En esa línea, la misión básica del Estado de Bienestar fue
garantizar legalmente la seguridad social mediante transferencias monetarias, servicios, infraestructura física, políticas
reguladoras y prestaciones en las áreas de salud, educación, vivienda, seguridad social, protección laboral y asistencia a las
familias. La política social universalista que lo caracterizó, emergió allí donde estaba en juego la forma en que las sociedades
intentaban garantizar su propia integración, mientras que el progreso social era identificado con la simple reducción de las
desigualdades económicas.
Esta forma de Estado surgió para consolidar la unidad de sociedades inmersas en altos niveles de conflictividad social, lo que
significó restringir el libre despliegue del mercado a través de intervenciones directas que funcionaron en un doble sentido:
garantizar las condiciones para mantener un mercado necesario para el desarrollo de los productores industriales o agrarios, y
limitar las arbitrariedades del sector empresarial garantizando niveles dignos de existencia para las clases trabajadoras del campo
y de la ciudad. Para ello, generó una serie de mediaciones a través de asociaciones voluntarias de propietarios y trabajadores,
con el fin de institucionalizar el diálogo y la concertación social. El reconocimiento estatal del conflicto de intereses provenientes
de distintos sectores sociales, y la consiguiente legalización de sus organizaciones, sobre todo las obreras, terminó por constituir
al Estado como árbitro obligado en la puja de intereses entre capital y trabajo. Así se generó la coexistencia de un espacio de
representación social con el tradicional espacio público adjudicado a las fuerzas políticas, aunado a la promoción del acuerdo
social a través de políticas activas impulsadas tanto desde el Poder Ejecutivo como del Legislativo.
En suma, durante la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial se produjo un largo período de auge que se prolongó hasta
finales de los años ‘60, que representó la mayor explosión de inversión, producción, comercio, ciencia y técnica de toda la historia,
y puso su sello a los acontecimientos políticos de todo el mundo. El auge de los países desarrollados superó los niveles de
entreguerras y tuvo efectos en relanzar las ilusiones en el capitalismo como sistema viable. Características básicas:
● Emerge como respuesta a la crisis del ’30, cuando se quiebra el consenso acerca de que el Estado es un mero garante de la
lógica de mercado;
● Estado planificador, fuertemente centralizado, que actúa como árbitro entre el capital y el trabajo, con un “rol empresario” de
intervención directa en el proceso de acumulación.
● Intervencionismo en la política económica. Bajo la inspiración keynesiana, se abandonan en la práctica algunos de los
elementos de la teoría liberal, y el Estado pasa a intervenir en la economía, regulando el funcionamiento del mercado.
Modelo de acumulación: sesgo hacia el capital industrial.
● Promoción del pleno empleo. Se regulan las condiciones de seguridad y de higiene en el trabajo, el salario mínimo, entre
otras, con el objetivo de garantizar un nivel de vida mínimo para todos los sectores sociales.
● Presidir las negociaciones colectivas. El Estado actúa como árbitro en negociaciones entre trabajadores, sindicatos y la
patronal.

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● Derechos sociales: A través de políticas sociales universales, el Estado se dirige a toda la población y extiende sus políticas
para cubrir todas las necesidades básicas sociales de los ciudadanos.
● Generalizar un alto nivel de consumo, para estimular la creación de puestos de trabajo y la promoción del empleo.

● Intervenir con políticas monetarias y presupuestarias. Con ello se trata de evitar la caída de la economía, así como aquellos
procesos sociales que puedan terminar en revueltas sociales, crisis o revoluciones.

La Crisis del Estado de Bienestar


Hacia finales de la década de 1970 comenzaron a manifestarse a escala mundial los efectos del agotamiento de la expansión
previa del capitalismo. Los factores económicos de la crisis se relacionaban con la creciente inestabilidad monetaria y el
estancamiento económico, agudizados por las sucesivas crisis del petróleo en 1973, 1974 y 1979, que terminarían por aumentar
los costos de producción y el desempleo, y por disminuir el consumo. Por otro lado, la internacionalización de la economía
ampliará la brecha competitiva entre los países en vías de desarrollo y los desarrollados.
Entre los factores sociales y políticos se encuentra el aumento de las expresiones de malestar y de protesta en sociedades cada
vez más plurales y fragmentadas, frente a la incapacidad del Estado de procesar las nuevas y complejas demandas que la
situación de crisis plantea, lo que terminará por evidenciar la pérdida de legitimidad del modelo. El ocaso de la estatalidad fue
planteado poniendo el acento tanto en la pérdida de poderes del Estado soberano, como en la pérdida de funciones del aparato
estatal. El primero era el diagnóstico del Estado débil, que ha perdido el monopolio de la coacción (propio del pensamiento
neoconservador), mientras que el segundo, de matriz liberal, respondía al diagnóstico del Estado Mínimo.
A fines de los ‘80, la crítica neoliberal al Estado intervencionista y social estaba atacando sobre dos frentes: la sobrecarga de
pretensiones igualitarias y el exceso de participación democrática. Como dice Portantiero, ese fue el diagnóstico propuesto por la
Trilateral Commission, a mediados de la década de 1970, que recomendaba mercantilizar las prestaciones sociales y despolitizar
a la sociedad, para aliviar al Estado de las demandas exageradas que se volcaban sobre él; la receta procuraba deflacionar la
política y la economía, ante los riesgos de una inflación rampante que carcomería tanto al poder como al dinero. Ese camino se
intentó en algunas sociedades del capitalismo central («thatcherismo» y «reaganismo»), manteniendo vigentes las normas del
liberalismo político. Se buscó lo mismo, pero de manera más brutal, por vía de las dictaduras militares.
Una de las consecuencias inmediatas de esa transformación fue el debilitamiento de la autoridad del Estado central a través de
mecanismos como la descentralización, privatización, y desregulación, vinculados a la brusca eliminación de sus funciones
empresarias, productivas y sociales, así como a la ampliación del espacio del mercado. Por otro lado, las políticas de
descentralización y traspaso hacia niveles subnacionales promovieron mayores competencias hacia las provincias y los
municipios, lo que produjo la revalorización de los espacios subnacionales o locales. La regionalización comenzó a constituir otro
nivel de la política: la del bloque. Porque, como respuesta a la amenaza de una competencia amplificada, surgieron las regiones
que buscaban operar a una escala territorial y económico-comercial más amplia para aumentar su capacidad económica y
política. Este traspaso de competencias o atribuciones hacia lo supranacional y hacia el mercado, también supuso una erosión de
los atributos del Estado-nación clásico en su soberanía y en su capacidad de generar identificaciones.
Esa nueva estrategia político-económica que resitúa las bases de la dominación social, define nuevas formas de legitimación-
deslegitimación estatal, e implica un cambio profundo de las fronteras entre el Estado y la sociedad y de los vínculos entre los
distintos grupos, clases y actores sociales. El Estado se transforma y pasa a tener un rol mínimo.

5.7.- Neoliberalismo y Neoconservadurismo. Los derechos ¿derechos?


El neoliberalismo es una doctrina económica que propugna el libre mercado y la limitación del intervencionismo estatal en la
economía. Por lo general, aparece asociado al conjunto de políticas económicas recomendadas por algunos organismos
multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. En América
Latina se la identificó con las recomendaciones del denominado Consenso de
Washington.
El liberalismo a ultranza, que había perdido la batalla de la conducción de la política económica con el Estado de Bienestar, ahora
encontraba condiciones propicias para regresar. En el tiempo que permaneció a la expectativa de la transformación de la
economía mundial, fue afinando ideológicamente el supuesto de la separación natural entre el Estado y la sociedad, y dio mayor
formalización a sus planteamientos teóricos. Es decir, se perfeccionó en su versión económica, pero también en la política: el
neoconservadurismo.
Como contraparte política del neoliberalismo, el neoconservadurismo basó su discurso en la férrea crítica a los fenómenos
colectivizantes que surgieron con la democracia y el Estado de Bienestar, en los cuales, según los neoconservadores, no se
reconocía cabalmente la función básica y el valor del derecho a la propiedad; y el individuo y sus capacidades particulares
terminaron por diluirse en un poder colectivo ilimitado. En la práctica, constituyó el regreso a una concepción autoritaria de la
política donde los mecanismos de control del Estado tenían que usarse tanto para revertir las conquistas alcanzadas en lo social y
en lo económico en los regímenes democráticos, como para mediar las demandas de las distintas organizaciones sociales.

58
La expresión neoliberal en el terreno político se manifestó en propuestas ideológicas que buscaban desandar los avances previos
hacia la construcción de una articulación más estrecha entre las tareas públicas y las relaciones de la esfera social-privada. El
diagnóstico neoconservador era que el problema residía en la multiplicación de los grupos de interés que la democracia había
favorecido, quienes tenían una incidencia real en los asuntos y acciones públicas; eso había cargado al Estado de Bienestar con
demandas crecientes, que ya no era posible atender porque la estructura de la gestión pública hacía inoperante su propio
funcionamiento. Para resolver tal situación proponían la simple disolución entre lo colectivo y lo privado en nombre de la libertad
económica y el individualismo.
Los efectos inmediatos de esas propuestas se plasmaron en:
1) que los grandes objetivos sociales de pleno empleo y de distribución del ingreso más igualitaria quedaron supeditados a los
mecanismos de regulación económica del mercado, y
2) que los conflictos entre los intereses propios de cada clase podían resolverse en la lucha política, a partir de la operación de la
democracia formal y de los regímenes partidarios con el ejercicio del voto.
Por lo tanto, para hacer frente a los problemas de pobreza y desigualdad, la atención gubernamental debía centrarse en la
creación de esquemas jurídicos y económicos que salvaguardaran la libertad individual y fomentaran la libre iniciativa empresarial
de los individuos, ya que el fortalecimiento de las actividades privadas traería el efecto derrame de mejorar las condiciones de vida
de todos los ciudadanos. Lo anterior suponía un poder Ejecutivo fuerte que impusiera los arreglos institucionales pertinentes para
facilitar la sustitución de la regulación económica con base en el intervencionismo estatal, por la regulación del mercado
fundamentado en la racionalidad económica de la empresa privada.
Características básicas:
● Progresivo debilitamiento del Estado-Nación.

● Estado Mínimo: Inserción en la economía globalizada al precio de la fragmentación social interna.

❖ Apertura de los sistemas económicos nacionales; aumento del comercio internacional; expansión de los mercados
financieros; reorganización espacial de la producción; búsqueda permanente de ventajas comparativas y de la
competitividad que da prioridad a la innovación tecnológica; aparición de elevadas tasas de desempleo y el descenso de
niveles históricos de remuneración; formación de polos económicos regionales. Sesgo hacia el capital financiero.
❖ Fragmentación y exclusión social: el Estado se retira de lo social y de lo productivo, y apura una reconversión tecnológica
que flexibiliza y margina una parte significativa de la población que carece de las capacidades para insertarse. El empleo
deja de ser el gran integrador de la sociedad, configurando sociedades débilmente integradas.
● Dificultad del Estado para legitimar políticas (debilitamiento de los mecanismos de solidaridad política, ideológica y laboral), y
para incitar adhesiones, por la disminución de la identificación ciudadana en el ámbito nacional. Tendencias al localismo, a
configurar grupos de referencia más cercanos.
● Nuevas formas de gestión estatal. El sector público deja de ser la burocracia de los ministerios (racionalidad de normas y
procedimientos, piramidal, sectorial) para exhibir mayor flexibilidad, descentralización y velocidad de tiempos en similitud a los
utilizados por el management privado. Este cambio se produce en la relación entre los distintos sectores y agencias del
Estado, cuestionando el modelo centralizado y burocrático, junto con la creciente importancia que adquiere la tecnocracia en
la definición de los problemas y en la toma de decisiones, y con nuevas formas de articulación público-privado para la
resolución de demandas.

5.8.- ¿La Crisis del modelo Neoliberal- Neoconservador?


El capitalismo en su actual forma neoliberal-neoconservadora revela niveles decrecientes en sus tasas históricas de crecimiento
económico, padece la hipertrofia de sus sistemas productivos (en beneficio del capital financiero especulativo) y la utilización
indiscriminada de las políticas monetaristas para controlar los procesos inflacionarios, lo que ha terminado provocando un
crecimiento desmedido de la pobreza y la precariedad social. Los efectos socialmente devastadores de este modelo comienzan a
observarse a escala mundial, y afectan incluso a los países desarrollados. También se observa que algunos de sus impactos
específicos constituyen efectos y tendencias estructurales de largo plazo e inherentes al modelo: a) un fuerte incremento de la
desigualdad, a nivel de las sociedades nacionales y a escala internacional; y b) el surgimiento y consolidación de potentes
procesos de exclusión, plasmados en el desempleo y subempleo estructurales, masivos y crecientes.
En este sentido, los fenómenos propios del proceso de globalización que acompañaron la consolidación de esta forma de Estado
(crisis financieras internacionales, conflictos económicos, revoluciones tecnológicas, cambios en la organización del trabajo,
nuevas pautas de producción y consumo, entre otros), han modificado radicalmente la relación entre Estado y Sociedad, en la
medida que restringen de diferentes maneras la extensión y naturaleza de la intervención del Estado en los asuntos sociales, y en
tanto su alcance involucra al conjunto de la sociedad civil al otorgarle nuevos papeles a diferentes actores sociales.
La contradicción entre capital y trabajo, y entre regulación/planificación y libertad de mercado, ha sido llevada al extremo por el
neoliberalismo; de ahí su crisis y su insostenibilidad. Este proceso parecería ir en consonancia con lo recientemente sostenido por
59
Negri y Hardt, en el sentido que el Estado-Nación no es ya el sujeto del desarrollo mundial capitalista, sino que está siendo
reemplazado por el mercado global en el cual las naciones tenderán a diluirse.
Otros autores, refutan la idea de que estos procesos estén conduciendo a la desaparición progresiva del Estado, o al menos a una
pérdida de su centralidad. Como dice Vilas, es indudable que la relación Estado/mercados se ha transformado, pero lo cierto es
que siempre ha tenido una enorme variabilidad. El carácter y contenido de esta relación, sus alcances y limitaciones, sus medios y
objetivos, están definidos en última instancia por los actores que impulsan a unos y otros. En los últimos 500 años el mundo ha
presenciado el paso del estatismo mercantilista al liberalismo de los burgueses conquistadores retornando luego al
intervencionismo imperialista de fines del siglo XIX, pasando al libreempresismo de la década de los veinte que condujo a la crisis
de 1929, para regresar al intervencionismo keynesiano y socialdemócrata, y ahora redescubrir las virtudes del mercado. Hoy lo
importante no es quitar del medio al Estado sino redefinir su articulación al mercado y sus actores, y el modo de ejercer sus
funciones respecto del capital. La cuestión es qué tipo de relación está construyéndose entre estados nacionales, organismos
supraestatales y mercados globales, mucho más que una supuesta disolución de lo estatal-nacional en lo mercantil-global.
Nos hallamos nuevamente ante un Estado-Nación en crisis, atravesado por la débil capacidad de acción política de los diferentes
actores para representar institucionalmente a la sociedad, lo que se traduce en una crisis de representación y de intermediación
política. Por otro lado, la sociedad vive una compleja mutación signada por los procesos de diferenciación social, exclusión
ampliada e inclusión limitada. El gran desafío actual es fortalecer al Estado en términos de ampliar su capacidad institucional, su
representatividad y su autonomía. Ello implica, por otra parte, la reestructuración de las relaciones entre el Estado y la Sociedad,
en el contexto crítico.

Ficha: 2074 – Problemas de política social en Argentina contemporánea. Andrenacci,


Luciano.
La política social argentina en perspectiva histórica
En el Occidente capitalista, las tres regiones de la política social moderna muestran tres grandes períodos históricos. Durante el
primero, la política social se ordena alrededor del imperativo de expansión del mercado de trabajo capitalista y de
homogeneización sociocultural del Estado-nación. La denominaremos política social del Estado capitalista clásico. Durante el
segundo, la política social adquiere los caracteres propios a la constitución del estatus de los asalariados y los mínimos
Problemas de la política social en la Argentina Contemporánea 59 universales de condiciones de vida garantizados por el
denominado Estado Social o Estado de Bienestar. Llamémosla entonces política social del Estado social. Durante el tercero, aún
en desarrollo, la política social gestiona la flexibilización y precarización del empleo, la transformación de los seguros sociales y
las instituciones universales en cuasimercados, y la expansión de los dispositivos de detección de, intervención sobre, y
neutralización de los conflictos provenientes de los grupos de riesgo. La llamaremos política social del Estado capitalista
neoclásico.
El estado capitalista clásico en la Argentina
En la Argentina, la condición de cambio del trabajo forzoso al trabajo libre vino de la mano de la inmigración transatlántica masiva
en un contexto de expansión de las relaciones capitalistas urbanas y rurales. Hasta entrada la segunda mitad del siglo XX, el
tributo y los servicios personales que las comunidades indígenas del Noroeste y Nordeste debían al encomendero colonial se
transformaron en arrendamientos pagos en moneda o especie a un terrateniente propietario, o en impuestos a un Estado titular de
tierras fiscales. La mano de obra flotante o estacional necesaria para las nuevas explotaciones, indígena o mestiza, se obtenía y
se retenía con sistemas de trabajo semiservil –el conchabo– hechos obligatorios en la práctica por métodos represivos. El juego
de la consolidación de la inserción económica internacional, la expansión de las relaciones económicas capitalistas y la
inmigración transatlántica masiva, a partir de la década de 1860, contribuyeron a transformar la división social del trabajo hacia
formas de salarización libre en las economías urbanas de manufacturas y servicios, aunque sólo parcialmente, con fuertes
diferencias regionales, en el mundo rural y centros urbanos del interior. Al mismo tiempo, la rápida generalización de relaciones
salariales produjo el surgimiento de conflictos entre capital y trabajo e intervenciones estatales predominantemente (aunque no
exclusivamente) represivas. Los conflictos que la propia época denominará “cuestión social” serán progresivamente
protagonizados por los nuevos inmigrantes asalariados.
La inmigración le dará además un giro característico al mundo del trabajo urbano: las formas asociativas de protección social. Las
propias características del empleo disponible y del mercado de trabajo, combinadas con una oferta nueva y segmentada, hicieron
de las organizaciones mutualistas una instancia clave en la autoprotección de los trabajadores. Se manifiesta así un desarrollo,
aún incipiente, de esquemas de seguros capaces de sostener el ingreso de los asalariados frente a los “riesgos” más acuciantes
de la vida activa: la vejez y la muerte.

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La política de servicios universales, en la Argentina, aparece también vinculada al descubrimiento de la importancia estratégica de
la población y sus condiciones de vida. Esta preocupación por la población estaba presente, como se sabe, en las especulaciones
de la élite sobre la ocupación de los espacios vacíos y la conformación de contingentes de brazos capaces de producir trabajo y
riqueza, tal y como aparecen en los escritos de Sarmiento y Alberdi. En las últimas décadas del siglo XIX esta preocupación
incorpora los dilemas propios a las consecuencias de la inmigración masiva: las condiciones de vida en una ciudad sobrepoblada,
la “nacionalización” cultural de los recién llegados. Es el origen de la esfera de las intervenciones públicas universales o
universalizantes, dentro de las cuales puede comprenderse la aparición del sistema de educación pública básica y, con el auge
del higienismo, un campo propio a la sanidad y la salud pública. La educación básica pública fue presentada como proyecto de ley
en 1880 y aprobada luego de un fuerte debate, sumamente polarizado, entre progresistas y católicos. La universidad pública, por
último, continuaría siendo un baluarte de las clases dominantes hasta la Reforma Universitaria de 1918. Antes que los dilemas de
la instrucción, las grandes epidemias –en particular la de fiebre amarilla (1871)– sobre unos núcleos urbanos en rápida expansión
determinarían que los problemas de la salud y la enfermedad ingresaran con creciente relevancia a la agenda del Estado, en
forma de preocupación por la higiene pública. Así, la laicización gradual de los establecimientos asistenciales existentes es
paralela a los comienzos de la profesionalización de la medicina y de la aparición de la preocupación pública por cuestiones de
salud, en particular con el Departamento Nacional de Higiene (DNH).
Por debajo del mercado de trabajo libre en expansión y de las redes de protección mutualista el sistema asistencial mantiene
estabilidad relativa, en franca continuidad respecto del pasado, como instrumento de política social en la Argentina. En los años
’30, sin embargo, la asistencia social sigue transitando el pasaje de una filantropía no demasiado sistemática a una asistencia
social relativamente laicizada y profesionalizada. La crisis económica introdujo la idea de que la pobreza podía ser (también) un
fenómeno coyuntural propio a las oscilaciones de la economía capitalista. Se abre paso gradualmente, así, una concepción de la
pobreza como situación que incumbe a la sociedad reparar, y una noción del empleo como condición que el Estado debe
normalizar y proteger.
El estado social en la Argentina
Contra cierta idea generalizada de que hasta 1943 las relaciones entre el Estado y las organizaciones de asalariados estuvieron
caracterizadas exclusivamente por el enfrentamiento y la represión, hay evidencias de un éxito relativo tanto en las medidas de
lucha cuanto en los resultados de las negociaciones colectivas. Estas habrían comenzado a redundar en “estatutos de garantías”
que incluyeron el nivel de salarios y otras mejoras, “una nueva pauta en las relaciones laborales”, cuya tendencia central habría
sido la negociación. El cambio hacia un patrón intervencionista del Estado en el nuevo dominio de “lo social” cruzaba instituciones
e ideologías, constituyendo una suerte de espíritu de época, cuya complejidad no se agotaba en las nuevas necesidades
económicas de un modelo en crisis. Para todo esto, que se hallaba “en ciernes”, el período 1943-55 fue una etapa histórica clave.
En esa etapa cambió la intensidad y la relación entre las dos lógicas de la intervención social, aquéllas que llamásemos lógicas de
intervención “en el centro” y “en las márgenes”. Se consolidó, en primer lugar, un nuevo tipo de intervención en el centro, basada
en la expansión de una condición de los asalariados protegida y regulada por el Estado. Esta condición salarial se realizó
fundamentalmente a través de una mayor intensidad en la regulación pública de los contratos de trabajo; del crecimiento de los
salarios reales; de la extensión cualitativa y cuantitativa del “salario indirecto” en forma de seguros sociales. Las transformaciones
se pusieron en marcha por la vía de una relación menos conflictiva y más “protectiva” del Estado en los conflictos capital-trabajo,
culminando en una alianza estratégica entre Estado y sindicatos que fue el sostén esencial del gobierno peronista; y que imbuyó
de sus especificidades al Estado Social en la Argentina. Se recicló, en segundo lugar, la intervención en las márgenes, adoptando
modalidades novedosas. Por una parte la asistencia social fue efectivizada por primera vez en términos de derecho ciudadano y
de deuda pública, poniendo en crisis la lógica de legitimación del dispositivo filantrópico-caritativo y paraestatal, que se basaba en
una correcta distinción entre pobres, la máxima profesionalización en la atención al pobre incapaz o no vergonzante y una división
del trabajo con el Estado respecto del pobre capaz. Sin embargo, al mismo tiempo se descubrió el valor político de una asistencia
social eficaz; y el grueso de la asistencia pública continuó siendo paraestatal, canalizándose a través del partido gobernante, con
el Estado como refuerzo financiero y legal. El aumento del salario real se convirtió en el elemento de transferencia de ingresos de
índole redistributiva de mayor intensidad de la política social del peronismo clásico. La expansión salarial fue posibilitada
directamente por aumentos reales, a través de negociaciones colectivas en donde los asalariados fueron apoyados fuertemente
por el Estado; mientras que el sector privado fue presionado para otorgar aumentos a cambio de crédito subsidiado.
Indirectamente, además, el salario real creció fuertemente por la disminución de costos clave de la canasta familiar, como el
congelamiento de alquileres urbanos y los arrendamientos rurales; el de los servicios públicos, progresivamente nacionalizados; y
el de los alimentos, sujetos a controles de precio y a subsidios indirectos. El otro elemento clave del nuevo modelo de intervención
fue la consolidación de una fuerte tutela pública del contrato de trabajo. El Estado medió en los conflictos entre capital y trabajo,
aplicando como novedad la fórmula de la conciliación obligatoria, fallando en una cantidad cada vez mayor de casos a favor de los
asalariados, imprimiendo intensidad y masividad a la dinámica mediadora.
61
Los cambios del período 1943-1955 fueron clave también en el conjunto de políticas universalistas. En la más asentada de estas
políticas, el sistema de educación pública, la etapa implicó la extensión y masificación de la enseñanza media y secundaria; y la
aparición de la preocupación por estrategias de instrucción vinculadas al desarrollo económico: las necesidades productivas y las
lógicas del mercado de trabajo. En salud pública el balance es ambiguo, en la medida en que los proyectos originales de
centralización y semiestatización quedan relativamente truncos; y al mismo tiempo el crecimiento del sector público en salud es
intenso. La expansión de la red de hospitales públicos y de su capacidad de atención serán resultado del esfuerzo presupuestario
de los gobiernos provinciales y de la Fundación Eva Perón. El Estado nacional se mantuvo en estrategias de coordinación
suprajurisdiccional y en el desarrollo de instituciones especializadas en atención específica; o en el desarrollo de medicamentos
clave. El cambio más dramático en políticas universales provino de la estatización de los servicios públicos. Se nacionalizaron o
crearon instituciones públicas de servicios en las comunicaciones, una parte importante del sistema de transportes urbanos e
interurbanos, la infraestructura sanitaria y los servicios de energía. El fuerte cambio de modelo de política social se reflejó también
en la política asistencial. El proyecto inicial del Estado peronista fue de crear un sistema público de asistencia a la pobreza que
integrase intervenciones sanitarias y transferencias distributivas, y que absorbiese directamente a la estructura filantrópico-
caritativa. Muy pronto, sin embargo, el grueso de la política asistencial pública se canalizó a través de la Fundación de Ayuda
Social Doña María Eva Duarte de Perón (más tarde Fundación Eva Perón, en adelante FEP). La FEP realizó un doble tipo de
acción: la “ayuda social directa” – distribuciones de bienes (muebles, ropa, juguetes, máquinas de coser, medicamentos y
equipamiento médico) y de dinero (efectivo y becas)– y el mantenimiento de una infraestructura de instituciones asistenciales –
hogares de tránsito y de ancianos, proyectos de vivienda, hospitales, centros recreativos y colonias de vacaciones, proveedurías
de bienes a precios subsidiados. En composición de ingresos la FEP distribuía en forma de política asistencial recursos
provenientes fundamentalmente del Estado nacional y de los sectores asalariados. En la FEP se combinaba la consolidación de
una idea de obligación universal del Estado en la atención a la pobreza con el descubrimiento del potencial político-electoral de la
asistencia social. La impronta del Estado Social argentino marcó los modos de integración social de la Argentina en las décadas
siguientes al peronismo clásico. Los fortísimos vaivenes políticos de la segunda mitad del siglo, quizás aún más que la
inestabilidad macroeconómica, hicieron variar la intensidad y la dirección de esta tutela: los sectores incluidos y parcialmente
excluidos del paraguas protectivo de un Estado semimilitarizado y feudalizado por una “sociedad civil” más fuerte que lo que una
lectura superficial del proceso ha tradicionalmente sugerido. Luego del golpe de Estado de 1955, y a pesar de un breve intento de
revisión general de la política social peronista, las tendencias de lo que hemos denominado política del trabajo en el período 1943-
55 se consolidaron: un contrato de trabajo pautado y regulado por el Estado según formas fordistas, con un fuero laboral con
impronta protectiva de los asalariados; y un sistema de seguros sociales garantes de la estabilidad del ingreso, fragmentado
según líneas corporativo-profesionales pero unificado “por debajo” a través de la intervención pública.
El aspecto más conflictivo y cambiante en el período 1955-76, con mayor impacto probablemente en los matices del complejo de
política social fue la relación entre el Estado y el movimiento obrero organizado. La revisión del lugar clave que esta relación había
ocupado en el período 1943-55 se constituyó en uno de los objetivos primordiales de los gobiernos posteriores. Esta situación
politizó radicalmente al diálogo Estado-sindicatos, en la medida en que estos últimos eran al mismo tiempo los representantes
políticos de los asalariados y del peronismo proscrito, partido de oposición mayoritario de gobiernos civiles y militares. Como se
sabe, la crisis del modelo de crecimiento económico y de las formas de intervención del Estado Social trajo aparejada una
paulatina degradación de las condiciones de generación de empleo y de financiación de la estructura de la protección social.
Durante la segunda mitad de los años ’70 y durante los años ’80 la Argentina presenció el crecimiento de la pobreza, la caída en
la tasa de generación de empleo, la saturación del sector cuentapropista y las pérdidas de posición de los salarios reales y de la
calidad de la protección social de los asalariados. Aunque la dictadura militar de 1976-83 significó un parteaguas en la historia
política y económica argentina, los cambios no redundaron en una alteración definitiva del modelo de política social. El impacto
más importante se verificó en una fuerte restricción de la influencia sindical en la negociación colectiva tripartita con Estado y
patronales que permitió una fuerte caída del salario real, un disciplinamiento represivo de la mano de obra y la intervención del
sistema de Obras Sociales. El disciplinamiento represivo sobre los asalariados se combinó con formas de terrorismo de Estado
destinadas a neutralizar la movilización social en organizaciones comunitarias barriales que había sido una característica de los
años ’70, a través de la desaparición física (por encarcelamiento o asesinato). Es la dictadura, por último, la que inicia el proceso
de descentralización de la educación pública y el de privatización parcial de los servicios públicos. La transición democrática
(1983-1991) fue una etapa de crisis abierta del modelo de integración social, de las capacidades presupuestarias del Estado y del
complejo argentino de política social; pero la compleja dinámica del sistema político evitó que esa crisis redundara en
transformaciones sustantivas. La política laboral estuvo signada por la negociación directa Estado-sindicatos de la indexación
salarial en un contexto de fuerte inflación y de convenciones colectivas congeladas.
El estado capitalista neoclásico en la Argentina: En términos generales, se podría decir que en la última década del siglo XX se
presencia un proceso de asistencialización de la política social argentina. Es decir, hay un cambio fundamental en la intervención

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sobre el mercado de trabajo, que desregula completamente las formas de salarización y el sistema de seguros sociales, incluso
privatizando parcialmente una parte de ellos. Hay una fuerte caída de la calidad de la cobertura de los sistemas universalistas del
Estado y la desaparición completa del sistema de servicios públicos como tales, quedando sólo una laxa y cuestionable regulación
en su lugar. Por último, adquiere una centralidad inmensa la política asistencial, tanto que gran parte de la legitimidad sociopolítica
del Estado argentino parece pasar a depender de esa política asistencial. Como se sabe, la crisis del modelo de crecimiento
económico y de las formas de intervención del Estado Social trajo aparejada una paulatina degradación de las condiciones de
generación de empleo y de financiación de la estructura de la protección social. Durante la segunda mitad de los años ’70 y
durante los años ’80 la Argentina presenció el crecimiento de la pobreza, la caída en la tasa de generación de empleo, la
saturación del sector cuentapropista y las pérdidas de posición de los salarios reales y de la calidad de la protección social de los
asalariados. El cambio en las formas de acumulación de los años ’90 agravó y consolidó este proceso en vez de detenerlo. El
empleo se estancó, y un proceso de reemplazo de empleo estable por empleo precario afectó a una parte importante de los
asalariados.
La política social argentina sigue de cerca y consolida estos procesos sociales. Adaptándose a las condiciones de funcionamiento
de los capitalismos de fin de siglo, la intervención social del Estado viró en casi todas partes hacia la búsqueda de formas de
reinsertar sujetos que habían perdido su calidad de asalariados hacia la búsqueda de formas de proteger sujetos cuya
salarización es de tan baja calidad que ya no garantiza el acceso a una protección social abarcativa. En el ámbito de la política
laboral, la ley ya no garantiza que una relación salarial formal esté organizada de manera de proveer los ingresos monetarios
mínimos para la subsistencia del asalariado/a y de su grupo doméstico. La flexibilización contractual, pensada para adaptar la
estructura del empleo a nuevos procesos productivos, redundó en la Argentina en procesos de precarización laboral. El
achicamiento del mercado de trabajo es tal, que se trata de crear instancias alternativas de obtención de ingreso monetario. Esas
instancias revisten para sus receptores el carácter de relaciones salariales, a pesar de que formalmente sean presentadas como
programas asistenciales de tipo workfare, es decir subsidios a desempleados con contraprestación en forma de trabajo.
Completando la mutación de la política social, a los cambios en el funcionamiento del mercado de trabajo y en la política laboral
se sumó la transformación sustancial del sistema de seguros sociales. El sistema previsional y el sistema de seguros de salud,
principales componentes de la seguridad social argentina, fueron parcialmente privatizados. La seguridad social ya no tenderá a
homogeneizar la condición salarial entre los extremos, sino que reproducirá en la calidad de la atención de salud y en las
prestaciones de retiro el éxito relativo de cada individuo en los ingresos de su vida activa. Las políticas universales del Estado
argentino acompañan también la tendencia. El sistema educativo público sufre hace bastante tiempo de una degradación de la
calidad de la enseñanza en sus tres niveles. La tendencia a una educación de calidad diferenciada entre sector público y privado
es visible, y está sólo frenada probablemente por la relativamente baja competitividad que ha ofrecido hasta ahora la enseñanza
en el propio sector privado. Como tendencia general, el aspecto asistencial de las políticas sociales ha pasado a ser el ámbito
fundamental de las nuevas formas de intervención social del Estado argentino durante los años ’90. El Estado argentino ha optado
políticamente, en el contexto de sus opciones de gobernabilidad (alianzas, límites fiscales y elecciones de política económica) por
multiplicar y –recientemente– sistematizar los programas que brindan asistencia alimentaria y nutricional, asistencia de salud y
empleo temporario. Estos programas han tomado una creciente centralidad, al punto que se asocia “políticas sociales” a
programas y políticas asistenciales.

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Ficha: 2005 – Diagnostico evaluativo para el fortalecimiento de la intervencion en Salud
Mental en Argentina. Gerlero Santra y otros.
Introducción.
Desde hace casi dos décadas, el campo de la salud mental comenzó a tener mayor visibilidad, tanto en contextos internacionales
como locales, a partir del impulso progresivo que instalaron en el sector los procesos de reforma.
Diversos organismos han instado a que se contemple la especificidad de la salud mental en la formulación de planes nacionales
de salud, se incrementen los esfuerzos por reestructurar los procesos de atención –reemplazando el hospital psiquiátrico por
servicios de atención comunitaria–, se diseñen estrategias de prevención y promoción de la salud, se formule legislación particular
sobre el tema y se enuncien y concreten medidas efectivas de protección de los derechos humanos de quienes sufren problemas
mentales.
En Argentina, si bien se han trazado lineamientos y acciones que valorizan la salud mental en el contexto más amplio de las
políticas sanitarias, se expresan fuertes inequidades en su cuidado y protección entre los distintos grupos sociales y en las
dificultades de acceso y obtención de prestaciones continuadas, en función de la carencia de servicios específicos de atención
primaria y modelos descentralizados de atención.
Un examen crítico de la situación nacional revela un conjunto de problemas no resueltos en el campo de la salud mental:
a) inexistencia de una legislación nacional que brinde un marco para las políticas y prácticas sanitarias de salud mental,
b) el alto número de personas que permanecen internadas por períodos terapéuticamente indeterminados, en condiciones de
cronicidad o abandono,
c) la vulnerabilidad y el riesgo constante de violación de los derechos de las personas con sufrimiento psíquico, al no estar
suficientemente garantizados los principios que las consideran sujetos de derecho y no objetos de tutela o custodia,
d) la fragilidad ética de las prácticas asistenciales con procesos de atención que no satisfacen estándares mínimos de calidad, y
e) la débil existencia de redes y estrategias de soporte social para propender a la máxima autonomía e independencia posible de
las personas con problemas mentales.
Este trabajo elabora un análisis de carácter evaluativo que busca identificar las transformaciones y logros obtenidos en el terreno
de las políticas, los planes y los servicios específicos; a la vez que explora aquellos obstáculos y barreras que dificultan
intervenciones sustentadas en la integralidad, continuidad y calidad en el cuidado de la salud mental.

MÉTODO
El enfoque adoptado sobre la evaluación
El estudio, desarrollado durante 2007, constituye una investigación evaluativa que vincula categorías analíticas devenidas del
encuentro entre la salud mental y las políticas de salud.
Se identificaron como unidades de análisis a las seis jurisdicciones nacionales que contaban, a comienzos del 2007, con la
sanción de una legislación específica para salud mental: Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias de Córdoba, Entre
Ríos, Río Negro, San Juan y Santa Fe. Se fundamenta en que la norma instala un marco regulatorio de las intervenciones del
sector y es indicativa de la existencia de grupos sociales, políticos, gestores, profesionales y organizaciones civiles que
estimularon el debate, en sus distintos momentos y visibilizaron la relevancia de la salud mental en esos ámbitos.
De las seis jurisdicciones, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe exhiben los mejores indicadores económicos,
culturales y sanitarios, Entre Ríos y Río Negro muestran condiciones cercanas a los promedios nacionales, mientras que San
Juan se ubica en una posición desfavorable con respecto a ellos.
RESULTADOS
La legislación en salud mental: la situación nacional y local
En Argentina, la década de los noventa se caracterizó por la sanción de algunas leyes provinciales que orientaron
transformaciones de las políticas y las prácticas de salud mental en el nivel local. A comienzos de 2007, sólo seis jurisdicciones de
todo el país contaban ya con leyes sobre salud mental, todas ellas sancionadas entre 1991 y 2000.
El conjunto de las leyes enfatiza el respeto por los derechos humanos de los pacientes, conforme a los lineamientos de la
Declaración de Caracas y los 25 principios de la Organización de Naciones Unidas. Las leyes de Santa Fe y Córdoba contemplan
garantizar el derecho al tratamiento y al cuidado de la integridad psíquica y física durante la internación psiquiátrica, mientras que
las restantes jurisdicciones agregan otros derechos.
Frente al debate social y sanitario sobre el hospital psiquiátrico, las diferentes leyes toman posiciones desiguales. La ley de Río
Negro es la única que reconoce la ineficacia terapéutica de la claustración de las personas en el hospital monovalente y prohíbe la
construcción de éstos en los sectores público o privado.
En similar dirección, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Entre Ríos promueven la desinstitucionalización progresiva y el
traspaso de la asistencia a centros de salud mental territoriales. En Santa Fe, la reglamentación de su ley dispone la reconversión
institucional bajo el nombre de Hospital Interdisciplinario de Salud Mental, aunque mantiene su carácter monovalente. San Juan

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mantiene el formato monovalente tradicional y la ley de Córdoba no hace referencia a su transformación ni a su sustitución por
otras formas de cuidado.
A pesar de estas diferencias, en casi todas las normas está presente la necesidad de incorporar la salud mental en la estrategia
de atención primaria de la salud.

La formulación e implementación de políticas en salud mental.


Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Santa Fe, Río Negro y Entre Ríos asumen explícitamente la atención primaria y proponen
como principio organizativo la territorialización de los servicios.
A excepción de Río Negro, es incipiente la constitución y/o fortalecimiento de una red de servicios para la atención integral de la
salud mental, que comprometa la articulación entre centros comunitarios y hospitales generales, y que apuntale la reforma hacia
servicios sustitutivos al hospital psiquiátrico. Río Negro, mediante la supresión de las instituciones psiquiátricas, preserva y
protege a su población de la violación de derechos que ha caracterizado históricamente a esos establecimientos asilares.
El desarrollo de prácticas e instituciones comunitarias sustitutivas a la internación, ha comenzado a desplegarse en estos últimos
años a través de dispositivos alternativos de cuidado. En los distintos lugares, las casas de medio camino, los subsidios a la
externación, los programas para la reinserción de pacientes y los emprendimientos económico-productivos para personas con
problemas mentales han comenzado a implementarse, aunque con inusitada lentitud y de manera puntual en algunos municipios.
Río Negro sobresale en el contexto nacional, ya que lleva más de dos décadas de tarea y experiencia en esta dirección.

Las respuestas sociales organizadas que componen el sistema de salud mental


La totalidad de jurisdicciones presentan servicios de salud mental integrados a las estructuras de salud general, aunque brindan
diferentes modalidades de atención. Las posibilidades y características de la internación por problemas de salud mental en los
hospitales generales presentan realidades heterogéneas. En Ciudad Autónoma de Buenos Aires, San Juan, Córdoba y Entre Ríos
existen salas o camas exclusivas para las internaciones causadas por problemas de salud mental.
Bajo estrategias de inserción social y laboral, se reúnen organizaciones y procedimientos que buscan evitar la exclusión y
fomentan la inclusión social de personas con problemas mentales. Aquellas se encuentran en distintas formas y grados de
desarrollo, la mayoría incipientes, o inexistentes, como en San Juan y Entre Ríos.

Los problemas de salud mental en su dimensión colectiva


La información epidemiológica producida por los organismos sanitarios gubernamentales es escasa y fragmentada, lo cual
ocasiona un desconocimiento de la situación de salud mental de la población en el país.
Se destaca la reciente implementación del Programa de Investigación y Vigilancia Epidemiológica en Salud Mental en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Sumado a ello, el Sistema de Información de los Centros de Salud y Acción Comunitaria permite el
registro de los procesos de atención específicos desarrollados en la red de atención primaria de esa jurisdicción. Tales acciones
han permitido iniciar el conocimiento de las características y composición de la población demandante en las instituciones que
prestan servicios ambulatorios.
Si bien Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Río Negro consiguen trazar un patrón de las consultas ambulatorias, esa información
no ha podido ser elaborada para las provincias de Santa Fe, San Juan, Córdoba y Entre Ríos. Esta ausencia de datos de las
consultas ambulatorias cobra relevancia en los grupos de niños y adolescentes para los cuales esa es la principal modalidad de
atención.

DISCUSIÓN
Argentina aún carece de una ley nacional de salud mental. La ausencia de una norma nacional es ilustrativa de la desatención y
los desacuerdos existentes en el sector. Si bien puede ser ventajosa la situación de las provincias que cuentan con legislación
específica, sus leyes muestran contradicciones en los modelos de atención y reflejan pautas incumplidas para la reestructuración
de los manicomios.
Difícilmente se consiga modificar las formas presentes de exclusión social y fragmentación sanitaria, si se mantiene el hospital
monovalente como principal estrategia de cuidado frente a los problemas más severos, y si persiste un modelo de atención que no
suprime las pautas de la asistencia psiquiátrica tradicional.
La continuidad de hospitales monovalentes perpetúa una organización en la cual los establecimientos generales aparecen sólo
como puerta de ingreso para pacientes que luego son derivados hacia las instituciones psiquiátricas. Períodos de internación que
superan una década en la mayoría de los psiquiátricos analizados, son elocuentes respecto de ello.
Un eje de avance tangible, que requeriría ser fortalecido, se encuentra en la expansión de los servicios de salud mental
articulados al desarrollo de una red de atención primaria. La fuerte concentración de esos servicios en los grandes centros
urbanos provinciales (Rosario, Santa Fe, Paraná, Córdoba y San Juan) expresa las limitaciones de accesibilidad geográfica de la
población.
Es insuficiente el desarrollo de dispositivos dedicados al cuidado de la salud mental infantil. Conforme con otros estudios, los
resultados revelan la deficitaria planificación de acciones que privilegien a esos grupos etáreos, como así también la ausencia de
información sobre sus problemas prevalentes.

66
Por último, la implantación de procesos de reforma en las políticas públicas en salud mental requiere estar acompañada de metas
claras a corto y largo plazo. Cuando aquellas no establecen plazos de tiempo y los planes no estipulan metas con presupuestos
temporales que garanticen su continuidad, las acciones quedan sujetas a vicisitudes, conflictos políticos y cambios en las
coyunturas de gestión.

RELEVANCIA PARA POLÍTICAS E INTERVENCIONES SANITARIAS


Alentar el debate y compromiso político de actores gubernamentales, organizaciones de la sociedad civil y asociaciones
profesionales, entre otras, para la sanción de una ley nacional de salud mental que resulte de un fuerte consenso social.
Promover que las autoridades sanitarias elaboren documentos programáticos, que sellen por escrito acciones y metas en las
políticas de salud mental.
Consolidar las redes de servicios de salud mental con base en atención primaria, articuladas a los sistemas de salud generales y
propendiendo a superar la fragmentación existente en la atención de los problemas psíquicos.
Estimular el establecimiento de instituciones e intervenciones comunitarias que garanticen la atención precoz y continua de las
personas con padecimientos severos, anticipándose a la cronificación y exclusión social de los mismos.
Alertar sobre la urgencia de planificar políticas que prioricen el cuidado de la salud mental de niños y adolescentes en el seno de
políticas integrales.

RELEVANCIA PARA LA INVESTIGACIÓN EN SALUD


Incorporar en los sistemas de información epidemiológica, nacionales y provinciales, indicadores específicos de salud mental, que
releven los problemas en su contexto regional y permitan componer un nivel de agregación nacional.
Incentivar la investigación sanitaria para fortalecer el conocimiento que haga visible las diferencias de salud entre grupos sociales
en cada región o entre regiones del país, buscando identificar aquellos más vulnerables para planificar acciones compensatorias.

RELEVANCIA PARA LA FORMACIÓN DE RECURSOS HUMANOS EN SALUD


Renovar y ampliar la formación del equipo de salud mental, para acompañar el proceso de reforma de los modelos de cuidado,
con énfasis en la atención primaria, la promoción, la prevención y la epidemiología.

Ficha: 2011 – Hacia la consolidación de un cambio de paradigma. Lo fundamental de la


Ley 26.657, Implicancias para la ciudad de Mar del Plata.
Introducción
A través de este escrito se pretende analizar algunos puntos que resultan de importancia sobre la Ley Nacional de Salud Mental
N°26.657, que fue sancionada por el Congreso Nacional el 25 de Noviembre de 2010 y promulgada por el Poder Ejecutivo el 2 de
diciembre del mismo año. Finalmente, este 9 de Octubre de 2013, previo al día Mundial de la Salud Mental, se lanzó el Plan
Nacional de Salud Mental , este plan es una herramienta de gestión, elaborada a partir de diversos espacios de discusión y
debate generados con el fin de detectar la prioridad acerca de los desafíos dentro del área.
La situación de la Salud Mental en Argentina
Para poder introducir el tema es necesario describir a grandes rasgos cómo se compone el sistema de salud en Argentina, el
sistema de salud está compuesto por tres subsistemas, público, privado y de seguridad social. En particular, cada subsistema ha
tenido su predominio en distintas etapas de nuestra historia, el público, durante el peronismo; el de seguridad social durante el
desarrollismo y el privado durante el aperturismo. En lo respectivo a la asignación de recursos se observa que la Provincia de
Buenos Aires, destina el 80% del presupuesto en salud mental a hospitales psiquiátricos, de esta manera reproduce el modelo
asilar y favorece la discapacidad. Según autoridades del sistema de salud, en promedio, cerca del 75% de los internados son
“pacientes sociales”, que permanecen internados por no tener vivienda. Esta situación luego de la crisis de 2001 acrecentó la
cantidad de personas que solicitaban asistencia en salud mental, dificultando el ya deficiente servicio. Una persona puede ser
encerrada de por vida, sin tener derecho a una audiencia con un juez, ni a su legítima defensa. Otro de los puntos de falencia del
sistema es la carencia que se observa en las políticas de promoción, prevención y rehabilitación y en la falta de articulación entre
los Estados Provinciales y Municipales. Por último, el informe destaca que otra de las fallas en el sistema está vinculado a la
permanente violación de los derechos humanos de los usuarios de estos servicios en el marco del modelo asilar de tratamiento.
La conformación del servicio de salud local y las características socio-económicas de los usuarios
Sobre la ciudad de Mar del Plata, se encuentran dos hospitales regionales en la ciudad, uno de adultos, con internación
psiquiátrica y el otro de maternidad e infancia. En tanto que desde el Estado municipal la atención se brinda a partir de los Centros

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de Atención Primaria en Salud (CAPS) y postas sanitarias, que en la actualidad ascienden a 35 espacios aproximadamente y la
reciente inauguración del C.E.M.A. Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias, estos centros tienen diferentes grados de
complejidad en el tipo de atención que brindan. En lo que respecta al perfil de la población que mayoritariamente utiliza los
servicios públicos de salud se puede afirmar que son fundamentalmente personas provenientes de sectores con Necesidades
Básicas Insatisfechas (NBI), pauperizados con ingresos insuficientes y/o vulnerables que, por diversas razones, no cuentan con
capacidad económica como para contratar algún tipo de cobertura en salud.
El cambio de paradigma de la Ley 26.657: entre consensos y resistencias
Ahora bien, en relación a una legislación en Salud Mental, lo primero que resulta necesario destacar aunque suene simplista, es
que finalmente se ha promulgado y reglamentado una Ley de Salud Mental, hecho histórico en torno a la conquista y ampliación
de derechos para toda la población. Esto implica dejar de lado una vieja concepción y tornar un cambio claro de paradigma en
función a instalar el campo de la Salud Mental con características interdisciplinaria, intersectorial y con diferentes actores
intervinientes, esta es la forma más racional de acercarse a las problemáticas sobre el padecimiento mental. Durante mucho
tiempo en nuestra región y en el resto del mundo, una serie de factores impidieron estos avances. Por un lado, la instalación del
capitalismo financiero desde mediados de los 70, promovió una privatización del sector Salud. Su consecuencia es la
medicalización del padecimiento subjetivo, lo que lleva a un reduccionismo biológico de la subjetividad. En Salud Mental este
movimiento tiene un nombre: la contrarreforma psiquiátrica. Ahora bien, pasemos a observar de qué se trata este cambio de
paradigma, para ello iremos analizando algunos artículos de la Ley 26.657. El artículo 1° expresa: “La presente ley tiene por
objeto asegurar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos de
aquellas con padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional…” Esta ley propone una ruptura con el modelo asilar
ya que concibe al usuario del servicio como sujeto de derechos y no como objeto de asistencia, se propone el pasaje a un modelo
comunitario de Salud Mental. Los usuarios de los servicios de Salud Mental históricamente han sido invisibilizados y marginados
en sus derechos. El servicio público deberá prestar una atención especial a las personas con trastornos psicóticos, por sobre las
que sufren disturbios neuróticos; una persona que no tiene cobertura social y sufre de un padecimiento psicótico, llega difícilmente
a poder sostener un tratamiento en el sub-sector privado de la salud su principal causa es el costo que un tratamiento puede
tener, además por otra parte, antes la tutela estaba dada en el hospital psiquiátrico, ahora, con la promulgación de la ley, es
necesario generar instituciones capaces de asegurarle atención y ayuda en cualquier momento del día a estas personas. Dos
modificaciones que se dan sobre las normas preexistentes son sobre el Código Civil que data del año 1869, la primera de ellas es
en el Art. 152 cuando manifiesta que una persona pude ser internada de por vida, sin tener derecho a una audiencia con un juez,
a tener asistencia jurídica o de presentar pruebas a su favor, y la segunda es en relación al Art. 482, para impedir las
internaciones de personas por su peligrosidad.
“Las declaraciones judiciales de inhabilitación o incapacidad deberán fundarse en un examen de facultativos conformado por
evaluaciones interdisciplinarias. No podrán extenderse por más de tres (3) años y deberán especificar las funciones y actos que
se limitan, procurando que la afectación de la autonomía personal sea la menor posible. (art. incorporado por Ley N° 26.657).”
Para el segundo de los casos, la modificación sobre el Código Civil es la correspondiente al Art. 482 que es sustituido por; “No
podrá ser privado de su libertad personal el declarado incapaz por causa de enfermedad mental o adicciones, salvo en los casos
de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros, quien deberá ser debidamente evaluado por un equipo interdisciplinario del
servicio asistencial con posterior aprobación y control judicial. Las autoridades públicas deberán disponer el traslado a un
establecimiento de salud para su evaluación a las personas que por padecer enfermedades mentales o adicciones se encuentren
en riesgo cierto e inminente para sí o para terceros. A pedido de las personas enumeradas en el artículo 144 el juez podrá, previa
información sumaria, disponer la evaluación de un equipo interdisciplinario de salud para las personas que se encuentren
afectadas de enfermedades mentales y adicciones, que requiera asistencia en establecimientos adecuados aunque no justifiquen
la declaración de incapacidad o inhabilidad”. El denominación de “demente” es reemplazado por “el declarado incapaz por causa
de enfermedad mental o adicciones” La consideración de “riesgo cierto e inminente para sí o para terceros, reemplaza a la
consideración de “daño para sí o para terceros o afectación de la tranquilidad pública” “La evaluación por equipo interdisciplinario
y posterior control judicial” suplanta a la “internación con autorización judicial” La intervención de “autoridades públicas” para
disponer el traslado y la evaluación reemplaza a la intervención de “autoridades policiales” para disponer la internación.
De aquí se desprende el Art. 5 de la Ley 26.657 cuando plantea que “la existencia de un diagnostico en el campo de la salud
mental no autoriza en ningún caso a presumir riesgo de daño o incapacidad, lo que solo puede deducirse a partir de una
evaluación interdisciplinaria de cada situación particular en un momento determinado. Otra modificación es la que establecía las
normas que regulan la internación y el egreso de establecimientos de salud mental. Pero, ¿qué otras cosas sucedían antes de la
ley? Previo a la promulgación de la ley, los usuarios de los servicios generalmente podían ser medicados de forma excesiva, en
algunos casos con fines punitivos, también como se ha señalado se los obligaba a internarse sin su voluntad, en muchos casos

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llegando a pasar largos períodos de encierro, garantizando la profundización de la ruptura de sus lazos sociales. Despojados de
sus derechos, anulados en sus posibilidades y potencialidades, sin poder; trabajar, casarse, votar, estudiar, podríamos pensar en
estos sujetos como expresión del concepto de nuda vida. Es necesario remarcar que no se puede delegar todo en función de que
como ahora hay una ley, entonces toda forma de violación de derechos deja de suceder, sino que ahora existe un marco
regulatorio que protege a los usuarios ante estas situaciones y es importante aunar fuerzas para garantizar que aquello no
suceda.
Desde la letra, el cambio de paradigma tiende a finalizar la reproducción de un sistema basado en lo patológico que estigmatiza a
los sujetos en donde; “La segregación en las instituciones psiquiátricas incrementa la discapacidad y viola los estándares
internacionales de derechos humanos. Al ser separadas de sus comunidades las personas profundizan la perdida de familiares y
amigos. Van perdiendo también sus habilidades de vida esenciales para vivir en la comunidad, obstaculizando su inclusión y
rehabilitación.” Sobre las internaciones prolongadas por “factores sociales”, el Art. 15 rompe con esta lógica prohibiendo la
internación fundada en problemas sociales o de vivienda, otorgándole al Estado la responsabilidad de la solución a través de los
organismos públicos competentes. En tal dirección, se plantea un sistema de integración entre lo que pueda hacer el equipo de
salud y lo que pueda hacer la comunidad con su distintas ramas que son: la familia si alguien le ofrece un soporte adecuado: las
instituciones del territorio cuando informadas, los distintos servicios existentes dentro de la comunidad. A lo largo del escrito de la
ley no se habla de enfermedad mental, sino de padecimiento mental y en la misma línea, es que en el Art. 3 se plantea que la
salud mental “…es un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos,
cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos
humanos y sociales de toda persona.” De esta manera, esta definición, incluye aspectos sociales de los padecimientos mentales.
Este artículo trajo particular resistencia por gran parte de la comunidad psiquiátrica ya que entienden que los componentes
biológicos han quedado al mismo nivel que los sociales y psicológicos. De esta manera al incluir la multicausalidad de los
padecimientos mentales, obliga al abordaje interdisciplinario.
La interdisciplina propone la igualdad de condiciones entre psicopedagogos, psiquiatras, psicólogos, terapistas ocupacionales,
enfermeros, fonoaudiólogos y demás profesionales con titulo de grado atravesados en el campo de conocimiento de la salud
mental para ocupar cargos de conducción y gestión de los servicios e instituciones. Continuando con la redistribución del poder
por parte de los profesionales tratantes, por su parte, los Art. 16 y 20 hablan acerca de los casos de las internaciones voluntarias o
involuntarias, en donde serán necesarias dos firmas, de las cuales al menos una debe ser de un psicólogo y/o un psiquiatra, y la
otra de cualquier otro profesional de la salud mental. Considerando fundamental la formación del psicólogo dentro del campo de la
psicopatología. Claramente este es otro de los artículos fuertemente resistidos por la Sociedad de Psiquiatría y Psicología Médica
de Mar del Plata entre otras instituciones de la psiquiatría. La ley refiere en el Art. 14 que la internación es “un recurso terapéutico
de carácter restrictivo, y solo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las
intervenciones realizables en su entorno familiar, comunitario o social, reforzando como se expuso más arriba, el cambio de
criterio en relación al Código Civil. En cuanto a los Arts. 27 y 28, se prohíbe “…la creación de nuevos manicomios,
neuropsiquiátricos o instituciones de internación monovalentes, públicos o privados.” Los ya existentes deben readaptarse a los
objetivos dispuestos hasta ser sustituidos por dispositivos alternativos.
Esto no significa que las personas no se internen, sino que lo que sucederá es que no lo harán en hospitales psiquiátricos, sino en
hospitales generales, que deberán adaptarse a tal fin. Pero sí significa que rompe con la lógica asilar del padecimiento mental
como estrategia terapéutica, proponiendo la desmanicomialización. No es posible la humanización del manicomio (estructura para
objetos deshumanizados), pero si lo es la humanización de la relación con el enfermo en estructuras no coercitivas o coercitivas
solamente en momentos muy circunscritos. “…si la cuestión de Salud Mental queda subsumida a debatir la situación de los
manicomios varias cuestiones quedan eludidas. No sólo la política en Salud y Salud Mental, que va mucho más allá de los
Hospitales Monovalentes. Sino también cuáles son los dispositivos teórico técnicos necesarios para poder llevar adelante una
transformación. Y como se sostiene. Inclusive se puede utilizar la nueva Ley de Salud Mental para encubrir despidos y profundizar
la privatización de la Salud. Es el caso en que el propio estado financie internaciones prolongadas de pacientes que antes estaban
en hospitales públicos en pequeños manicomios privados, cuestión que sucede en la Ciudad de Buenos Aires”. La Ley contempla
en el Art. 4 “Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental. Las personas con uso
problemático de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos y garantías que se establecen en la presente ley en su
relación con los servicios de salud.”
Necesario resulta destacar que el espíritu de la ley, a lo largo de su escrito y en particular sobre el Art. 7 refiere a los derechos de
las personas con padecimiento mental, este es un claro ejemplo de ampliación de ciudadanía, abarcando a un contingente de
personas que se encontraban recluidas y como objeto de asistencia, y de este modo garantizar una serie de derechos en
búsqueda de la inclusión social y la equidad: Derecho a la libertad y autonomía de la persona con padecimiento mental. De

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este modo la internación involuntaria solo quedará restringida a circunstancias de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros,
esto aparece expresado en el Art. 20. Así rompe con la noción de “sujeto peligroso”. Para reemplazar las internaciones masivas,
en el Art. 11 se promueven tratamientos ambulatorios; atención domiciliaria, casas de convivencia, hospitales de día, cooperativas
de trabajo, centros de capacitación socio-laboral, emprendimientos sociales, hogares y familias sustitutas. Se promulga en el Art.
21, la celeridad en los plazos para informar la internación involuntaria al juez, se informa dentro de las primeras 10 horas y el
juez debe expedirse dentro de los 3 días sobre ampliación de información, autorización o denegación de la internación. Derecho
a un trato digno y respetuoso: según Art. 29, se obliga a la denuncia de toda sospecha de trato indigno. El Art. 12 refiere que la
medicación se administrará con el fin terapéutico, nunca como castigo, o para suplir acompañamiento terapéutico. Derecho al
acompañamiento y contención familiar: las personas con padecimiento mental tienen derecho a ser acompañadas durante el
proceso terapéutico por familiares u otros afectos. El Art. 30, manifiesta que las derivaciones de tratamientos que se realicen fuera
del ámbito comunitario donde vive la persona solo corresponderá si se realiza en lugares donde la misma cuenta con mayor
apoyo y contención social o familiar, en la misma línea, el traslado tiene que darse con la compañía de familia o persona allegada.
Se destaca en este punto la atención del paciente y de la familia, dándole a la familia un lugar importante desde los servicios
comunitarios, ya que sobre los familiares recae una carga específica acerca del padecimiento del sujeto, a veces intolerable, por
ello es necesario la articulación y el apoyo desde el servicio. A veces, el padecimiento del familiar provoca malestar en esa familia,
entonces aparece otro motivo de intervención, la familia si bien puede a veces convertirse en el contexto que favorece la recaída,
es importante lograr un alto nivel informativo con los familiares. Siguiendo a la OMS, la construcción de una red social que
empieza por la familia, es el único índice de pronóstico positivo a largo plazo para el trastorno mental. Derecho a no ser
identificado ni discriminado por un padecimiento mental pasado o actual. Derecho a ser informado y a decidir: El Art. 7, la
persona con padecimiento mental y/o su familia debe ser informada de manera clara y comprensible adaptando a sus medios y
tecnologías de información acerca de los derechos y de lo inherente a su salud, tratamiento y alternativas de los mismos. En
consecuencia se privilegia el principio de consentimiento informado. En la misma línea, remarca que las personas con
padecimiento mental tienen derecho a no ser objeto de investigación clínica sin un consentimiento fehaciente, también a recibir
compensación justa por su tarea en caso de participar en actividades de labor terapia o de trabajo comunitario que impliquen la
producción de objetos, obras o servicios que luego sean comercializados. Derecho a que el padecimiento mental no sea
considerado un “estado inmodificable” aquí se intenta una ruptura con los rótulos de “demente”.
Sobre la cuestión del financiamiento para llevar adelante esta reforma que se propone en la ley, el Art. 32 refiere que el Poder
Ejecutivo Nacional debe incluir en los proyectos de presupuesto un incremento en las partidas destinadas a salud mental hasta
alcanzar un 10% del presupuesto total de Salud. A lo largo del tiempo se han podido corroborar en las instituciones psiquiátricas
diversos casos de violaciones a los derechos humanos. Esto es posible ya que no existen mecanismos de supervisión pública,
además de la falta de recursos apropiados, capacitación de los agentes de salud y el déficit edilicio en las instituciones.
Paralelismo entre la Ley 180 (Italia) y la Ley 26.657 (Argentina)
En Italia al igual que en nuestro país se propuso; * Cierre progresivo de los hospitales psiquiátricos, prohibiéndose la construcción
de otros nuevos o la actuación de nuevas internaciones allí. *La apertura de pequeños departamentos de hospitalización en los
hospitales generales o en los centros de salud mental en el territorio, considerados la base de la nueva red de asistencia. *La
creación de pequeñas estructuras protegidas para personas incapaces de vivir en familias o solas. *El tratamiento es considerado
terapéutico y voluntario (las excepciones, son estrictamente reglamentadas y delimitadas); se sanciona el derecho del paciente a
rechazar los cuidados, quedando firme el deber del servicio público de garantizárselos, en libertad, en la medida de lo posible.
Se observa mediante este paralelismo las coincidencias en el paradigma de atención en Salud Mental propuesto por el
movimiento de la antipsiquiatría de los años ´70 en Italia y el proyecto propuesto desde la ley en la Argentina, alineado con los
protocolos y documentos establecidos de manera internacional por los organismos de salud a nivel mundial.
Concluyendo
Esta ley posee una particularidad que no se puede soslayar y tiene relación con el riesgo de que la 26.657 quede como “letra
muerta” con el paso del tiempo. La aprobación de una ley de Salud Mental fue sorpresiva para todos los actores, de allí, por
ejemplo las organizaciones psiquiátricas se opusieron porque la ley afectaba sus intereses, los argumentos esgrimidos adolecen
de cientificidad, lo que más se repite es que “la ley es difícil de aplicar”, como si alguna legislación fuese lineal, directa y sin
disputa de intereses. Se deberán generar espacios para su divulgación, conocimiento y debate en el campo actual de la Salud
Mental, así como también estrategias para transformar ese sistema, así se harán más visibles las líneas sobre la lucha de poderes
que en ese campo se libran a partir de ahora.

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En este proceso que se ha dado comienzo con la ley, se deberá asegurar que la desinstitucionalización no signifique cerrar los
hospitales para reducir el gasto público, abandonando en el territorio a quienes en él estaban internados, que tampoco signifique
imaginar falsamente que se están eliminando las instituciones de control social en nombre de la ampliación de derechos de los
pacientes que luego nadie va a garantizar, y menos que no signifique desplazar a los “encerrados” a otros lugares con lógicas
similares, con nombres diferentes pero que totalizan a los enfermos en la enfermedad. Sí, deberá significar empezar otra vez por
la complejidad de la persona humana, por la necesidad de aligerar sus lazos sociales e interiores, por su derecho a ser
protagonista y libre, para no enfermar e incluso para elegir el tratamiento de su parte enferma. Por último y siguiendo a Carpintero,
hay que tener en cuenta que para evitar que el Mercado se filtre, será necesario que el Estado sostenga la salud pública
desarrollando una política universalista de seguridad social con la participación de equipos interdisciplinarios y usuarios. Para ello
debe asignar un presupuesto adecuado para dar una cobertura de salud a todos los ciudadanos independientemente de sus
posibilidades económicas y que los profesionales no sufran precarización laboral. Esto no solo es posible sino necesario.

FICHA 7802. LEY 26657. DERECHO A LA PROTECCION DE LA SALUD MENTAL.


Puntos a tener en cuenta:

Tiene por objeto asegurar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los
derechos humanos de aquellas con padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional.

Se reconoce a la salud mental como un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos,
culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social
vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.

Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental.

Derecho a no ser objeto de investigaciones clínicas ni tratamientos experimentales sin un consentimiento


fehaciente. Derecho a que el padecimiento mental no sea considerado un estado inmodificable.

Debe promoverse que la atención en salud mental esté a cargo de un equipo interdisciplinario integrado por
profesionales, técnicos y otros trabajadores capacitados con la debida acreditación de la autoridad competente. Se
incluyen las áreas de psicología, psiquiatría, trabajo social, enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o
campos pertinentes.

El proceso de atención debe realizarse preferentemente fuera del ámbito de internación hospitalario y en el marco
de un abordaje interdisciplinario e intersectorial.

Por principio rige el consentimiento informado para todo tipo de intervenciones.

La prescripción de medicación sólo debe responder a las necesidades fundamentales de la persona con
padecimiento mental y se administrará exclusivamente con fines terapéuticos y nunca como castigo… debe
promoverse que los tratamientos psicofarmacológicos se realicen en el marco de abordajes interdisciplinarios.

La internación es considerada como un recurso terapéutico de carácter restrictivo, y sólo puede llevarse a cabo
cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las intervenciones realizables en su entorno familiar,
comunitario o social…salvo en aquellas excepciones que por razones terapéuticas debidamente fundadas establezca
el equipo de salud interviniente.

Requisitos de internación: evaluación, diagnóstico interdisciplinario e integral y motivos que justifican la internación,
son la firma de al menos dos profesionales del servicio asistencial donde se realiza la internación, uno de los cuales
debe ser necesariamente psicólogo o médico psiquiatra.

La persona internada bajo su consentimiento podrá en cualquier momento decidir por sí misma el abandono de la
internación. El juez debe evaluar, en un plazo no mayor de 5 días de ser notificado, si la internación continúa
teniendo carácter voluntario o si la misma debe pasar a considerarse involuntaria, con los requisitos y garantías
establecidos para esta última situación.

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La internación involuntario de una persona debe concebirse como recurso terapéutico excepcional en caso de que
no sean posible los abordajes ambulatorios, y sólo podrá realizarse cuando a criterio del equipo de salud mediare
situación de riesgo cierto e inminente para sí o ara terceros.

Haciendo autorizado la internación involuntaria, el juez debe solicitar informes con una periodicidad no mayor a 30
días corridos a fin de reevaluar si persisten las razones para la continuidad de dicha medida, y podrá en cualquier
momento disponer su inmediata externación. Si transcurridos los primeros 90 días y luego del tercer informe
continuase la internación involuntaria, el juez deberá pedir al órgano de revisión que designa un equipo
interdisciplinario que no haya intervenido hasta el momento, y en lo posible independiente del servicio asistencial
interviniente, a fin de obtener una nueva evaluación.

Queda prohibida por la presente ley la creación de nuevos manicomio, neuropsiquiátricos o instituciones de
internación monovalentes, públicos o privados. En el caso de los ya existentes se deben adaptar a los objetivos y
principios expuestos, hasta su sustitución definitiva por los dispositivos alternativos.

Se deben desarrollar planes de prevención en salud mental y planes específicos de inserción socio-laboral para
personas con padecimientos mental.

Todas las personas que padezcan una enfermedad mental tendrán derecho a ejercer todos los derechos civiles,
políticos, económicos, sociales y culturales reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos…

Toda persona que padezca una enfermedad mental tendrá derecho a vivir y a trabajar, en la medida de lo posible, en
la comunidad.

Se protegerá a todo paciente de cualesquiera daños, incluidos la administración injustificada de medicamentos, los
malos tratos por parte de otros pacientes, del personal o de otras personas u otros actos que causan ansiedad
mental o molestias físicas.

No se someterá nunca a tratamientos psicoquirúrgicos u otros tratamiento irreversibles o que modifican la


integridad de la persona a pacientes involuntarios de una institución psiquiátrica y esos tratamientos sólo podrán, en
la medida en que la legislación nacional lo permita, aplicarse a cualquier otro paciente cuando éste haya dado su
consentimiento informado y cuando un órgano externo independiente compruebe que existe realmente un
consentimiento informado y que el tratamiento es el más conveniente para las necesidades de salud del paciente.

El medioambiente y las condiciones de vida en las instituciones psiquiátricas deberán aproximarse en la mayor
medida posible a las condiciones de la vida normal de las personas de edad similar.

Los Estados velarán porque existan mecanismos adecuados para promover el cumplimiento de los presentes
Principios, inspeccionar las instituciones psiquiátricas, presentar, investigar y resolver quejas y establecer
procedimientos disciplinarios o judiciales apropiados para casos de conducta profesional indebida o de violación d
los derechos de los pacientes.

Ficha: 2019 – Practicas inclusivas en salud mental y adicciones con enfoque de derechos
humanos.
Introducción: ¿Qué consideramos una práctica inclusiva?
La Ley Nacional de Salud Mental define principios y garantías para todas las personas en relación con el derecho a la salud
mental. Uno de los ejes primordiales es la promoción de abordajes interdisciplinarios e intersectoriales, basados en la comunidad,
entendiendo por ello que la definición respecto de los cuidados necesarios en salud mental involucra la participación de
usuarios/as y familiares. No hay salud mental son concreción de derechos humanos. Desde esta perspectiva, jerarquizamos el rol
protagónico de la comunidad en la que se inscriben todos los ciudadanos e instituciones sociales en las que tiene lugar el devenir
cotidiano de las personas. Porque a través de nuestras prácticas, desde el lugar que cada uno ocupa según sus
responsabilidades, podemos incluir albergando la diversidad, fruto del reconocimiento del principio universal de dignidad humana,
y generar alternativas para construir dispositivos que afecten lo menos posible las libertades individuales y alojen en toda su

72
dignidad a quien transita una situación de padecimiento en su salud mental. Es en el devenir de la práctica donde se presenta su
carácter inclusivo.
Café Basaglia
Descripción de la práctica: El propósito de quienes formamos parte del Café Basaglia consiste en construir y poner en práctica un
dispositivo nuevo, por fuera de las instituciones psiquiátricas, bajo el modelo conceptual de la empresa social y de la salud mental
comunitaria, diseñado especialmente con el fin de capacitar para la reinserción socio-laboral de personas usuarias de los servicios
de salud mental de la Ciudad de Buenos Aires; personas que por su vulnerabilidad social tienen dificultades en su inserción
laboral. A continuación se describirán los ejes que atraviesan la fundamentación del proyecto.
Estrategias de desmanicomialización: el dispositivo de inserción laboral Café Basaglia nace como una iniciativa autónoma en un
espacio dentro de la comunidad –y no dentro de un hospital– y se propone como un lugar de invención de salud y cultura; lugar de
socialización, de expresión físico-artístico-cultural, de actividad y trabajo conjunto. Por consiguiente, el Café Basaglia se propone
como un dispositivo que produzca nuevas tramas de relaciones sociales que actúen como estímulo y como red de contención. La
estrategia de desmanicomialización se basa en considerar que el proceso terapéutico puede desarrollarse a través de múltiples
efectores y desde diversos lugares que trascienden el hospital psiquiátrico.
La dignidad del riesgo: La empresa social implica crear condiciones que faciliten a la persona obrar con impulsos propios, lo cual
supone asumir la dignidad del riesgo. Esta expresión está vinculada, por un lado, al derecho de todas las personas de transitar el
mundo con todas sus posibilidades y peligros, y por otro, al riesgo que se asume en el desafío de construir conjuntamente un
proyecto que implica otro modo de pensar la salud y el trabajo.
Contexto en el que se desarrolla la experiencia: Lo instituido hasta el momento suponía que el mejor lugar donde puede estar una
persona con problemáticas mentales es en una institución especializada, depositando de este modo el saber en los técnicos, en
los profesionales. La reforma epistemológica que propone el contexto actual implica pensar en la integración de recursos no
convencionales en los equipos de salud mental, en la socialización del conocimiento y el empoderamiento de diferentes actores
para que los referentes vinculares sean partícipes del abordaje de las problemáticas mentales, y para que la comunidad misma
supere su tendencia excluyente (como manifestación del estigma, el miedo y la vergüenza) y pueda constituirse en un agente de
inclusión. Los dispositivos laborales creados y gestionados desde la comunidad promueven no solo la inclusión laboral, sino que
permiten la circulación de las personas con padecimientos mentales, favoreciendo su inclusión social y derribando mitos
vinculados con la peligrosidad, la incapacidad, la cronicidad y la irreversibilidad de las problemáticas mentales. ¿Y por qué un
café? Porque el café representa un espacio cotidiano de encuentro, trabajo e intercambio con otros, que ya forma parte de la
idiosincrasia cultural de nuestra ciudad.
El cisme del arte
Fundamentación de la práctica: El Cisne del Arte se fundamenta en el reconocimiento de las personas con padecimiento mental
como personas con plenos derechos, y de la dimensión cultural del hombre y los pueblos como parte integrante de los derechos
humanos. Esta iniciativa propone un abordaje interdisciplinario e intersectorial, y caracteriza la salud mental como un proceso en
el cual la dimensión de la cultura y el lazo social se consideran en relación dialéctica con los procesos de salud. El término
dispositivo cultural nos permite abarcar distintas prácticas que suceden en El Cisne del Arte: actividades artísticas, artesanales,
comunicacionales, editoriales, etc. Estas prácticas son el núcleo específico de un taller cultural que no es reductible a otros
campos del saber. El concepto de cultura supone reconocer distintos estilos y modalidades humanas en relación con la
supervivencia y el desarrollo comunitario. Abarca el análisis de las complejas tramas que relacionan lo orgánico, lo simbólico y lo
imaginario. Es un campo complejo y heterogéneo donde distintas maneras de pensar y sentir el mundo conviven en tensión,
contradicción o mixtura. El Cisne del Arte es un espacio, entre otros, para trabajar sobre las representaciones sociales, los
recursos simbólicos de usuarios, familiares, profesionales y allegados, con la finalidad de favorecer los lazos sociales por fuera de
estigmas, estereotipos o paternalismos.
Orientación de la práctica: El Cisne del Arte toma una dirección diferente de la llamada “rehabilitación de los enfermos mentales”.
No está para corregir, rehabituar o adaptar al paciente a los cánones de una normalidad, según la cual falla. Piensa al sujeto como
sede de un saber. Saber que hace lazo o que aún no ha encontrado su modo de entretejerse. El que viene al taller es alguien que
ha hecho algo con su malestar y su circunstancia. Desde esa singularidad se intenta alojar la diferencia, pero sin idealismos de
ningún tipo. Proponemos un proceso de trabajo que evita los imaginarios negativos sobre la locura, así como las idealizaciones
románticas, porque en definitiva ambas posiciones no representan necesariamente a los usuarios de los sistemas de salud mental
y dejan al sujeto allí donde lo encuentran: “si es un menos, no hay nada que apostar allí; si es un más, no hay ninguna necesidad
de apostar”.
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Descripción de la experiencia: La finalidad de El Cisne del Arte es promover el lazo social a través de prácticas artísticas,
artesanales, recreativas y comunicacionales. Trabaja fuertemente articulado con el equipo de salud de manera interdisciplinaria y
en concordancia con las estrategias personalizadas de tratamiento integral de cada participante. El Cisne del Arte no tiene una
finalidad terapéutica, los efectos en la subjetividad y en los vínculos de los participantes se retoman en sus espacios individuales
de tratamiento o en el espacio interdisciplinario del equipo de salud.
Grupo de mujeres “Proyectándonos entre puntos, puntadas y pinceladas
Descripción de la experiencia: La práctica que nos proponemos compartir en este escrito se relaciona con un proyecto productivo
de un grupo de mujeres convocadas desde distintos efectores de salud de la ciudad de Santo Tomé a fin de abordar algunos
aspectos de la situación de vulnerabilidad social que se encuentran atravesando. Los principales objetivos que direccionan este
proyecto se vinculan con los siguientes puntos: · Potenciar los saberes y habilidades de mujeres que se encuentran en tratamiento
ambulatorio con algún profesional del equipo de salud mental, desarrollando sus autonomías y autoestimas desde el
reconocimiento de la producción propia. · Contribuir a producir cambios significativos en los procesos de salud-enfermedad-
atención, potenciando los aspectos saludables de las personas. · Promover y fortalecer el lazo social. · Generar dispositivos
grupales como espacios complementarios a los abordajes individuales y en consultorio.
Fundamentación de la práctica: Desde este dispositivo se intenta realizar un abordaje partiendo de reconocer a la salud mental
como un proceso que está atravesado por una multiplicidad de componentes (históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos,
psicológicos) que están presentes en la singularidad de cada una de las participantes del proyecto. Asimismo, entendemos que la
preservación y mejoramiento de la salud mental implica un proceso de construcción social (artículo 3 de la Ley Nacional de Salud
Mental). Partimos de pensar al otro como sujeto de derechos, ciudadano, capaz de posicionarse activamente en la resolución de
sus conflictos y malestares, generando procesos de salud en tanto participación activa y crítica sobre la realidad; como actor
portador de saberes y habilidades que se ponen en juego en la interacción misma con otros sujetos. Pensamos en abordajes
integrales que complementen los tratamientos individuales y en consultorio, tomando también como marco legal y sustento de
esta práctica la Ley Provincial de Salud Mental de Santa Fe. Este dispositivo es concebido como espacio de intercambios
materiales de aquello que cada uno produce desde sus saberes y posibilidades, y también de intercambios simbólicos, que
implican el reconocimiento por parte de los demás actores (ya sean familiares o la comunidad en general) de estas producciones,
y la posibilidad de construcción de nuevos lazos de cooperación entre las integrantes del grupo.
Programa de rehabilitación y externación asistida (PREA)
Descripción de la práctica: El Programa de Rehabilitación y Externación Asistida (PREA) es un programa surgido en el año 1999,
a partir de una resolución del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires para su instalación en todos los hospitales
monovalentes de la provincia, bajo responsabilidad de la dirección ejecutiva de cada hospital. Tiene como objetivo promover y
sostener la externación de aquellos pacientes internados que carezcan de los necesarios soportes familiares y económicos que
les permitan su inclusión en la vida comunitaria.
Dispositivo de talleres para la externación: Este dispositivo acompaña el tránsito de cada paciente de la vida hospitalaria a la vida
en la comunidad. Es el núcleo de la tarea de rehabilitación. En este pasaje, el grupo y las actividades propuestas se ofrecen como
oportunidades de establecer vínculos, recuperar historias personales, explorar posibilidades, tantear límites e imaginar proyectos
de vida. Se trata de habilitar campos de experiencia habitualmente inexistentes en la institución manicomial, en los que un sujeto
es convocado a hacerse cargo de la singularidad de su propio recorrido. Previo a la externación a una casa del programa se
realizan salidas con permanencia progresiva en el nuevo domicilio, para lograr una apropiación del espacio. Pasarán, entonces, a
convivir en grupos de entre tres y cinco personas en casas alquiladas por el hospital, contando con el apoyo de los dispositivos de
asistencia en la externación. Entretanto, se habrán gestionado pensiones, subsidios o planes de empleo, y se promoverán
iniciativas laborales que contribuyan al sostén económico de las mujeres que se externan.
Programa Andrés
Descripción de la práctica: El Programa Andrés Rosario nace en el año 1993 como filial del Programa Andrés Buenos Aires. En el
año 1996 logra su independencia jurídica y económica, comenzando así a desarrollar modelos y prácticas de abordaje propios. El
origen institucional está estrechamente ligado al desarrollo de las organizaciones no gubernamentales, en el ámbito de los nuevos
movimientos sociales emergentes durante el período hegemónico neoliberal de la década del 90. Desde el Programa Andrés, se
resignifica el abordaje de las problemáticas subjetivas asociadas al consumo; son pensadas como situaciones complejas que
implican diversas formas de expulsión del sujeto.

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Metodología de trabajo: El esquema de trabajo es el siguiente: la plataforma de trabajo está en condiciones de sostener tres
intervenciones barriales educativas, lúdicas, laborales al mismo tiempo. Estos tres espacios funcionan como bases que articulan
distintos procesos. Cuando decimos procesos nos referimos a que pensamos las intervenciones como un “cordón” que articula los
tres espacios en los cuales trabajamos. Así, al definir la puesta en marcha de capacitaciones laborales, las pensamos con relación
a una posible implementación en los tres espacios.

EJE 4: Ciudadanía y Movimientos sociales y nuevos debates del siglo


XXI.
Modelos de construcción de ciudadanía y emergencia de derechos.
El movimiento social y los nuevos movimientos sociales. Actores colectivos, luchas sociales y ampliación de la ciudadanía.
Derechos sociales y reproductivos, derechos ambientales, ciudadanía y género en Argentina.
Movimientos sociales en América Latina: La protesta social y territorialidad. Protesta social y trabajo. Protesta social y derechos
ambientales. Protesta social y derechos humanos. Protesta social y género. Dilemas actuales: megaminerias y
narcoestado.

Ficha: 2022 –Svampa – Debates latinoamericanos. Indianismo, desarrollo, dependencia y


populismo.
Recordemos a partir del 2000, las luchas de diferentes movimientos sociales y organizaciones indígenas en contra
del ajuste neoliberal, el cuestionamiento del congreso de Washington, en fin, la desnaturalización de la relación
entre globalización y neoliberalismo, junto con la emergencia de gobiernos caracterizados como progresistas, de
izquierda o de centro-izquierda, insertaron en el continente un novedoso escenario transicional. El cambio de época
fue acompañado por la ampliación de derechos y las formas de participación popular. Por un lado, los diferentes
gobiernos se encontraron frente a una coyuntura económica favorable, un nuevo ciclo basado en la exportación
masiva de materias primas, el cuál combinaba con alta rentabilidad. Por otro lado, en el nuevo ciclo económico, los
capitales privados multinacionales estaban asociados a las economías nacionales. A medida que se expandían y
multiplicaban las actividades primario extractivas. En este libro se definirá la actual fase de acumulación que
atraviesa América Latina, bajo en concepto de “Consenso de los commodites”. En este contexto los gobiernos
Latinoamericanos habilitaron un retorno a la visión productivista del desarrollo. Con el correr de los años, el cambio
de época fue configurando un escenario conflictivo en el cual una de las notas mayores parece ser la rearticulación
entre tradición populista y paradigma extractivista. CAPITULO 3: La dependencia como brújula. Los nuevos enfoques
teóricos y la teoría de la dependencia: La teoría social acuño a términos como sociedad red, sistema-mundo,
modernidad avanzada ect, para conceptualizar a la sociedad en una época de globalización. La globalización vino
asociada a la consolidación de un orden neoliberal que favoreció el ro dominante de los EE.UU. como poder de
garantía del libre intercambio comercial y de capital, así como de reglamentaciones legales e institucionales que
constituían sus pilares. Estos procesos produjeron un debilitamiento del Estado nacional como agente regulador de
las relaciones económicas, asi como el surgimiento de nuevas formas de fronteras y en el límite de nuevas formas de
soberanía, mas alla de lo nacional-estatal. En América Latina el tránsito a la globalización neoliberal, a través de
reformas llamadas “ estructurales”, significo tanto la acentuación de las desigualdades ya existentes, como la
emergencia de nuevas brechas políticas, económicas, sociales y culturales, visibles por un lado,en la fragmentación y
pérdida de poder de los sectores populares y amplias franjas de clase media, y por otro lado, la concentración
política y económica de élites de poder internalizado. La entrada en el nuevo orden incluyó la apertura y
desregulación de la economía como una profunda reforma del aparato estatal, de la mano de un discurso
modernizador altamente excluyente. Este doble proceso, desemboco en la institucionalización de una nueva
dependencia, con una exacerbación de poder conferido al capital extranjero, a través de sus principales instituciones
económicas como Banco Mundial y FMI. Existieron dos líneas interpretativas diferentes, por un lado, aquella línea de
lectura que afirmaba la existencia de una ruptura con el periodo anterior, y entendia la globalización como “era del
globalismo”, producto del desarrollo intensivo y extensivo del capitalismo. Octavio Iani define estemomento como
“momento epistemiogico fundametal”, pues el paradigma fundado de la sociedad nacional era subsumido por el
nuevo paradigma, de la sociedad global. Una segunda línea de lectura, subraya los aspectos de la continuidad mas
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que de cambio en lo que designaba como procesos de globalización. Entre estos autores, Boron leia la globalización
como una fase superior al imperialismo, que proveía una cuartada para los grupos dominantes. Consideraba que
debían relativizarse los diagnosticos que hablan de “desaparición del Estado Nacional”, ya que mientras debilitados
los Estados nacionales de America Latina y Europa del este, en los países desarrollados de Occidente, el Estado y el
gasto público se había incrementado. Hacia fines de la década de los 90, los debates existentes en torno a las
consecuencias y alcances de la globalización se multiplicaron. Tres líneas de interpretación: La primera, es la tesis del
sistema-mundo que remite a Wallerstein. Este sostenía que la globalización era un fenómeno más antiguo, que
existía desde el siglo XVI, época en la que surgió el capitalismo. Wallerstein hará referencia a la teoría de la
dependencia al afirmar que efectivamente él retomaba el clivaje centro/periferia. Para esta división, agregaba el
concepto de “semiperiferia”, como el tercer estrato que configura la estructura espacial productiva del sistema-
mundo capitalista, lo cual permitía entender aquellas regiones que estaban a medio camino entre el centro y la
periferia. Asimismo, enfatizaba el rol hegemónico de las economías centrales en la organización del sistema
capitalista. Página 51 de 69 Otra lectura es la de Negri. Este sostenía que el actual proceso de recomposición del
capitalismo produce la erosión inevitable e irreversible del Estado-nación, y conlleva la emervencia de una soberanía
posnacional, caracterizada como una difusa red económica política, sin sede definible del poder, comprendida a
través de la noción de “imperio”. Por último, la visión acerca de la emerfencia de una estructura desterrirorializada y
descentralizada no solo ponía en cuestión la teoría del imperialismo sino que parecía contradecir los hechos, en un
momento en el cual, luego del colapso del bloque soviético, los Estados Unidos se consolidaban como potencia
hegemónica. Por último, aunque bastante negadas, existen conexiones entre el enfoque decolonial y la teoría de la
dependencia. La inflexión o giro decolonial destaca la distinción entre colonialismo y la colonialidad, pues mientras
que el colonialismo es un hecho político y militar, “la colonialidad es un fenómeno histórico más complejo”, que se
refiere a un patrón de poder que opera a través de la naturalización de jerarquías territoriales, raciales, culturales y
epistémicas. Este enfoque crítico apunta a la forumlacion de un nuevo paradigma, el decolonial, que cuestiona los
modelos eurocéntricos de conocimiento. La perspectiva decolonial propone ir más allá de la teoría de la
dependencia, como también del marxismo, de la teoría del sistema-mundo y de los estudios poscoloniales. La visión
dependentista compartiría así con el marxismo ortodoxo la orientación al reduccionismo económico. Entre la
semiperiferia y el subimperialismo La categoría de “subimperialismo”, elaborada por Ruy Mauro Marini, tiene la
capacidad de reflejar situaciones intermedias (emergencia de “centros medianos de acumulación” o “potencias
medianas”). Hay dos líneas interpretativas. Una primera alude a la pertinencia de aplicar o no la tesis del
subimperialismo en el actual escenario brasileño, en su calidad de potencia mediana o regional, con (nueva)
capacidad de negociación. La dependencia del Brasil estaría marcada sobre todo por el rol de agronegocio, ya que
Cargill y Monsanto utilizarían a Brasil como plataforma para expandirse a Paraguay y Bolivia. Asimismo, la categoría
es retomada para pensar el nuevo rol, mas alla de la idea estereotipada de un “Brasil potencia”, el líder natural de la
integración, aunque también del antiimperialismo simplista. Una segunda lectura plantea un dialiogo entre la
categoría del subimperialismo y aquella de semiperiferia, propuesta por Wallerstein en el marco de la teoría del
sistema-mundo. Las semiperiferias actúan tanto como periferia para los países centrales como centro para algunas
periferias. En América Latina, Brasil y México revestirían esta condición de naciones semiperiféricas. ¿Significa
entonces que estos dos países, por el nivel de industrialización y su importancia geopolítica a escala regional,
estarían en condiciones de “desarrollarse” no solo en términos económicos sino también sociales? “El sistema-
mundo opera a través de dos tipos de explotación. Primero, el proletariado es explotado por la burguesía; segundo,
la periferia y semiperiferia son explotadas por el centro. No son dos tipos distintos de explotación, sino procesos
complementarios que caracterizan la complejidad de la economía-mundo. En ese sentido, las semiperiferias actúan
contradictoriamente como “medios de equilibrio” para el sistema-mundo, y por su carácter intermediario implica
una división clasista específica dentro de estos países, que le confiere también mayor inestabilidad política-
económica del punto de vista del mismo sistema”(Seabra y Bueno, 2012). La dependencia continua siendo una
brújula, una categoría orientadora aplicable a nuevos procesos de acumulación de capital y las nuevas formas que
asume la relación centro-semiperiferia-periferia, mucho mas en un contexto de transición hegemónica como el que
vivimos actualmente. Debate2: China y America Latina ¿cooperación estratégica o neodependencia? China como
gran potencia económica suscita hoy grandes debates. Para algunos, estamos asistiendo a importantes cambios
geopolíticos, manifiestos en la decadencia de EE.UU como potencia hegemonica y el surgimiento de nuevas
potencias globales. Entre 1989 y 2012 China emergio como una gran potencia económica mundial. Hay que destacar

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que el ascenso global de china ha sido pacifico y se ha llevado a cabo a través de estrategias de colaboración y no de
oposición y confrontación con los EEUU. Actualmente, China es la segunda economía mundial y el polo económico
mas dinamico e importante a nivel global. Es el primer exportador de bienes del planeta, el primer consumidor
mundial de energía y de automóviles, el principal consumidor de aluminio, cobre, estaño, soja y zinc. El segundo
consumidor de azúcar y petróleo y el quinto exportador de servicios. Alberga a la mayor población del planeta y es la
gran fábrica del mundo, de productos tecnológicos. Su industria comienza a demandar más recursos energéticos e
insumos básicos. Por este motivo, se ha convertido en el principal demandante mundial de la gran mayoría de
commodites. Ademas es una potencia tmb financiera, compra bonos del Tesoro de los EEUU, de quien China es el
principal prestamista. Página 52 de 69 En los últimos años, los intercambios entre America Latina y China se han
intensificado. China desplazo como socio comercial a los EEUU, y ocupa el primer puesto como país destino de
exportaciones para países como Brasil, Chile, Peru, el segundo para Uruguay, Venezuela y Colombia y el tercero para
Argentina. Es el principal importador para Brasil y Paraguay y el segundo para Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y
Costa Rica. La Argentina exporta soja, frutos oleaginosos y aceites vegetales. Chile cobre, Brasil soja y hierro,
Venezuela y Ecuador petróleo. Esta cada vez más presente el capital de origen chino en la región. La confrontación
de una relación comercial privilegiada con China, basada en la demanda de commidities y en la vertiginosa
consolidación de un intercambio desiual, marcaria la emergencia de nuevas relaciones de dependencia, cuyo
contorno se estaría definiendo al calor de las negociaciones unilaterales que aquel país mantiene con cada uno de
sus socios Latinoamericanos. Desde el punto de vista económico, esta asimetría se ha traducido en un proceso de
reprimarización de la economía, visible en la reorientación hacia actividades primario extractivas, con escaso valor
agregado. Los países Latinoamericanos exportan mucho a China, pero esto no alcanza para cubrir el costo de las
importaciones desde ese país. Todo ello conllevara no solo al endeudamiento, sino también a una exacerbación del
extractivismo, esto es, una tendencia al aumento de las exportaciones de productos primarios, a fin de cubrir el
déficit comercial, con lo cual se ingresaría en una espiral perversa. Debate 3: Larga vida de la marginalidad y sus
metamorfosis. Diferentes vías de investigación que se abrieron en America Latina, vinculan a la problemática de la
marginalidad y sus consecuencias. Quijano, se refiere a grupos marginalizados como un estrato que atraviesa el
cuerpo entero de la sociedad. Propuso hablar de una estructura de sobrevivencia, para hacer referencia a la red de
reaciones de prestación y recepción de ayuda. Lomnitz, retoma la visión de Quijano, quien suponía la existencia de
mecanismos de reciprocidad. La autora se propuso responder la pregunta de cómo sobreviven los marginados, a
través de un estudio que establecia la relación entre marginalidad, migración y redes de reciprocidad, a través de un
trabajo etnográfico en la ciudad de México. La autora sostenia que la sobrevivencia de los marginados no dependía
del mercado, sino de las redes de intercambio que creaban con reglas propias, basadas en los recursos del
parentesco y la amistad. En esta línea de lectura, resulta central la noción de reciprocidad, como forma de
intercambio. Donde a comunidad y la reciprocidad podrían ser la base de una economía alternativa. Otra línea de
estudios, que puso el acento en la economía de sobrevivencia, aparece condensada por el concepto introducido por
la OIT de “sector informal urbano”, como un sector por fuera de los canales formales de la economía. Se definiría el
sector informal, como trabajadores y/o empresas en actividades no organizadas, que usan procedimientos
tecnológicos sencillos y trabajan en mercados competitivos o en la base de estructuras económicas caracterizadas
por la concentración oligopólica. Ciertos autores consideran que el concepto de sector informal, habría reemplazado
a la categoría de marginalidad. Otro enfoque sobre la marginalidad urbana y sus dimensiones socioespaciales,
condujo a una serie de estudios sobre las formas de organización y movilización de los pobres urbanos, en su
demanda de bienes y servicios. En el espacio urbano, la emergencia de nuevas luchas (ocupación de tierras), ligadas
a las condiciones de vida y, por ende, al reclamo de la tierra y la vivienda y los servicios públicos, daría lugar a los
llamados “movimientos urbanos”. Así, el basto contingente de marginales se convertirían en principales actores de
las nuevas movilizaciones sociales, que incluirían desde la acción directa ( asentamientos iegales) hasta la acción
institucional (demanda de títulos de tierra y diferentes servicios del Estado), adoptando formatos organizativos
duraderos, por ejemplo juntas vecinales. Hacia los años 90, el pasaje a un nuevo tipo soecietal, caracterizado por la
asociación entre globalización y neoliberalismo, tuvo una repercusión importante en el plano de la acción colectiva,
lo que se expreso en marchas, movilizaciones y huelgas. Y posteriormente, en la reemergencia de nuevas formas de
acción, ligadas a la acción directa, saqueos, estallidos sociales, puebladas, cortes y bloqueos de ruta etc. El contexto
de reconfiguración social llevo a que ciertos autores ligados al paradigma identitario de la acción colectiva señalaran
que los movimientos sociales aparecían como grandes perdedores, subrayando a incapacidad de los mismos para

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devenir actores. Mientras otros autores harian referencia a la centralidad de los marginados. Marginalidad y (nueva)
cuestión social A comienzos del siglo XXI, Auyero subrayaba que varios países de América Latina (entre ellos
Argentina) estaban viviendo una nueva marginalidad, ligada al funcionamiento de la economía posfordista
globalizada, a la terciarización temprana y no moderna y a la puesta en práctica por pate de Estado de un ajuste
neoliberal. Al Página 53 de 69 compás de este ajuste, visible en el aumento del desempleo y en la acentuación de las
diferentes formas de precarización laboral y vulnerabilidad social. Por añadidura, en el marco del modelo de
acumulación flexible, se iria expandiendo la idea de que los nuevos rostros de la marginalidad y la consecuente
fractura social no eran privativos sólo de los paires periféricos y que la problemática de la “exclusión” alcanzaba
también a los países centrales, donde afloraba a través de diferentes tematizaciones, como “el fin del trabajo”, “la
miseria del mundo”; en fin, lo que en clave de la sociología francesa no tardaría en denominarse como “la nueva
cuestión social”. En Argentina, en el contexto de implementación de las reformas neoliberales, los índices de
desempleo y subocupación se habían multiplicado de manera exponencial. Roberto Castel asociaba la cuestión social
a la crisis de la sociedad salarial, visible en la desestabilización de los estables, la instalación de la precariedad laboral
y el déficit de lugares ocupables en la estructura social. Desde su perspectiva, el fenómeno se apoyaba en la pérdida
de la dimensión integradora del Estado, pero también, en otro nivel, de las propias empresas. Convergían así una
modalidad de intervención focalizada del Estado con una política de flexibilización y competitividad de las empresas
que descalificaba a los menos aptos y dejaba afuera a los mas jóvenes, que devenían “trabajadores sin trabajo” o
“los inútiles del mundo”. De los movimientos sociales urbanos a los nuevos movimientos socioterritoriales
Actualmente, hay consenso entre analistas latinoamericanos acerca de dos cuestiones: la primera se refiere al
retorno de la nocion de movimientos sociales. La apertura de un nuevo ciclo de luchas contra la globalización
neoliberal, a partir de 1994, ilustra esta afirmación del regreso de los movimientos sociales en sentido fuerte. Un
primer momento del ciclo se abrió con la irrupción del zapatismo en Chiapas, el cual fue el primer movimiento
contra la globalización neoliberal. Un segundo momento, que señalará una progresiva acumulación de las lichas
contra las reformas neoliberales, arrancaría en el año 2000, con la Guerra del Agua en Cochabamba, y conocería
nuevas inflexiones en la Argentina en diciembre de 2001, en Ecuador en 2005, nuevamente en Bolivia en 2003 y
2006, entre otros hitos. Las organizaciones y los movimientos sociales fueron los grandes protagonistas de este
nuevo ciclo, contribuyendo a legitimar otras formas de pensar la política y las relaciones sociales: la crisis de
representación de los sistemas vigentes, el reclamo frente a la conculcación de los derechos mas elementales, la
defensa de los recursos naturales, prontamente tematizados como bienes comunes, en fin, la reivindicación de las
autonomías indígenas. El segundo punto del consenso hace referencia a la importancia que han adquirido los
movimientos socioterritoriales. Desde fines de los 80 el territorio se fue erigiendo en el lugar priviegiado de disputa a
partir de la implementación de las nuevas políticas sociales de carácter focalizado, diseñadas desde el poder con
vistas al control y la contención de la pobreza. Así una de las dimensiones constituyentes de los movimientos sociales
latinoamericanos es la territorialidad. En términos generales, tanto para los movimientos urbanos como rurales, el
territorio aparece como un espacio de resistencia y también, progresivamente, como un lugar de resignificación y
creación de nuevas relaciones sociales. América Latina es el continente más desigual. Actualmente, el 19% de la
población latinoamericana estaría bajo planes sociales (política de bonos o Programas de Transferencia de Ingresos),
esto es, alrededor de unas ciento trece millones de personas, que incluyen quince países latinoamericanos,
independientemente de su signo ideologico, y cuyas beneficiarias principales son las mujeres jefas de hogar. Un dato
que confirma la consolidación de un polo marginal, y nos obliga a pensar las consecuencias de la cristalización de un
modelo de ciudadanía asistencial-participativa, altamente dependiente del Estado, que ofrece a los sujetos escasas
posibilidades de desarrollarse con autonomía (política, social, económica). Situados por fuera del mercado formal y
frente a la ausencia del Estado, gran parte de los sectores populares han tenido que desarrollar y reproducirse
mediante estructuras de reciprocidad y formas autogestivas de cooperacion. Sobre esta realidad asociada a la
persistencia y reproducción de la “marginalidad” se irán desarrollando una pluralidad de enfoques: por un lado,
aquellos que privilegian las dinámicas colectivas y vinculan el proceso de territorializacion de las clases populares a la
posibilidad de recomposición del lazo social, de la emergencia de una economía popular y el cuestionamiento del
orden existente por parte de los movimientos sociales; por otro lado, aquellos que tienden a subrayar la negatividad
del fenómeno y ven en la marginalidad la expresión de una economía política de la pobreza, la consolidación de un
polo marginal o pobreza estructural, altamente dependiente del Estado. Sea cual fuere la interpretación, vistos como
posibles agentes de cambio o como pobres estructurales dependientes del Estado y carentes de autonomía política,

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o bien, ambas dimensiones reunidas en una perspectiva óntica, el mensaje de esas formas de solidaridad subalternas
gestadas desde los márgenes de la sociedad no ha cesado de interpelar al pensamiento crítico y desafiar la
imaginación política latinoamericana. Página 54 de 69 CAPITULO 4: Populismo del Siglo XXI 15 años transcurrieron
desde que América Latina, o algunos países latinoamericanos marcaron un cambio de época. Algunos autores
hablarán tempranamente de posneoliberalismo Incluso un giro de izquierda en paralelo, otros analista fueron
retomando la controvertida y resbalosa categoría de populismo fines de la década del siglo XXI. La caracterización
del populismo comenzaría ganar más terreno hasta tornarse nuevamente en un lugar común. Una vez más el
populismo como categoría teórica devino un campo de batalla político e interpretativo. Pero a diferencia de otras
épocas en las cuales la visión descalificadora era la dominante, el actual retornos se inserta en escenarios políticos e
intelectuales más complejos y disputados. Propongo revisar las perspectivas teóricas sobre el populismo que
recorren el campo académico y presento mis hipótesis sobre el tema, profundizando la distinción entre diferentes
tipos de populismo. DEBATE 1: Perspectivas teóricas y críticas a los populismos. Tres lecturas teóricas: una primera lo
aborda desde un modo de apropiación heterónomo y descalificador de lecturas negativas sobre el tema. Una
segunda línea, señala un modo de apropiación positivo a partir de la valoración del populismo como un fenómeno
político democratizador, identificado con la inclusión de los sectores excluidos o dañados de la sociedad. Por último,
una tercera vía interpretativa tiende a leer el populismo desde el reconocimiento de su radical ambivalencia o de su
dualidad intrínseca, como fenómeno político complejo portador a la vez de elementos democráticos y no
democráticos. Entre las visiones negativas o condenatoria se encuentran aquellas lecturas académicas que afirman la
recurrencia del populismo como mito y aquellas otras, muy difundidas desde los medios de comunicación, que
insisten en reducir el populismo a una política macroeconómica (derroche, gasto social, tendencia inflacionaria,
entre otros y el clientelismo político). Mi intención es alejarme las lecturas estigmatizadoras y simplistas y
concentrarme en la lectura de las académicas, aquellas que asocian el populismo al mito entendiéndolo como un
fenómeno instalado entre la religión y la política, contrapuesto al ethos democrático. Loris zanatta, historiador
italiano especializado en el peronismo considera que el populismo evoca la idea de la comunidad orgánica es
apolítico (no asocia justicia social con democracia)encarna la voluntad por devolver al pueblo de la soberanía
sustraída Y por último propone una suerte de vuelta valores políticos que asocia con un mundo de armonía esta idea
sustituya el Mito por el imaginario de ethos populista. El desarrollo de las instituciones liberales terminarían por
funcionar como un corset democrático, que contendrían la expansión de los anhelos organicistas de los líderes
populistas. Profundiza esta línea el politólogo argentino Laría, que suscribe la asociación entre populismo y mito
movilizador, entre populismo y arquetipo,dos nociones del autor vinculadas con el concepto marco para Designar
aquellas estructuras mentales que conforman el modo de ver la realidad institucional y simbólica del mundo de lo
político y que motivan emocionalmente a los sujetos. Lejos de realizar un análisis crítico-comprensivo, tienden a
reducir las figuras de la democracia a su forma liberal, descartando lo con ello la posibilidad de pensarla en términos
de demodiversidad. Se trata de una crítica profundamente liberal que cuestiona la legitimidad de otras formas de la
Democracia, entre ellas, la democracia participativa, comunal, deliberativa, directa, que hoy postulan tantas fuerzas
colectivas. En segundo lugar una lectura que tuvo gran repercusión en la última década en Argentina,es la de Ernesto
Laclau, para este autor el populismo constituye una lógica inherente a lo político y como tal, este se erigiría en una
plataforma privilegiada para observar el espacio político. Piensa el populismo como ruptur, a partir de la
dicotomización del espacio político y de una articulación de las demandas populares por vía de la lógica de la
equivalencia. Por ejemplo, las organizaciones piqueteras en la Argentina, el zapatismo en México ,se tratarían de
movimientos de protesta horizontales sin integración vertical, lógica de la diferencia. La subjetividad popular en
cambio, emergencia como producto de las cadenas de equivalencia entre demandas subalternas. La importancia del
populismo para la democracia vendría dada porque ofrece la conformación de un pueblo,condición sine qua non del
funcionamiento de la Democracia; con lo cual no puede ser pensado ni leído como una forma anómala de
democracia. Mas aun, si hay peligros para la democracia, estos no provienen del populismo, sino del neoliberalismo.
Francisco Panizza toma distancia de los argumentos del autor anterior, y concluye que el populismo como
antagonismo es la política por excelencia, también lo es la negación de la política, pues en el imaginario populista, la
identificación del pueblo con su líder asimismo define el fin de la historia, tanto como ilusión liberal de una sociedad
sin conflicto. en el orden social de Hobbes o la sociedad sin clases de Marx. Por ultimo,una tercera línea de
interpretación subraya el carácter bicéfalo del populismo. Benjamín Arditi Define el populismo como un rasgo
recurrente de la política moderna,pasible expresarse en contextos democráticos y no democráticos. El populismo

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antes como un espectro a la democracia. Un espejo en el cual la democracia se pueden contemplar así misma y de lo
que le falta. Página 55 de 69 Hacia los populismos de alta intensidad: Paradójicamente, a principio de los 90 se habla
de un nuevo populismo. Aníbal viguera, propuso un tipo ideal, distinguiendo dos dimensiones. Una, según el tipo de
participación, otra según las políticas sociales y económicas. Así desde su perspectiva el neopopulismo de los 90
representa un estilo político populista, pero a diferencia de los populismos clásicos estaba desligado a un
determinado programa económico (nacionalista o vinculado a una matriz estado céntrica). Retomando esta
distinción analítica propongo Llamar a tal fenómeno populismo de baja intensidad, dado el carácter unidimensional
del mismo. Los tiempos actuales no confrantan a configuraciones políticas más típicas, que señalan similitudes con
los populismos clásicos del siglo XX. Ciertamente a lo largo de la primera década del nuevo siglo las inflexiones
políticas que adoptarían los gobiernos de Hugo Chávez en Venezuela de Néstor y Cristina en la Argentina, Rafael
Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, Todos esos países con una notoria y presente tradición populista,
habilitaron el retorno de un uso del concepto en sentido fuerte, esto es, de un populismo de alta intensidad,a partir
de la reivindicación del estado. En este siglo XXI, la reactivación de la matriz populista fue primero tímida y gradual,
hasta hacerse de modo más firme y acelerado. En la Argentina, la dicotomización del espacio político aparece recién
en 2008, a raíz del conflicto del gobierno con las Patronales agrarias por la distribución de la renta sojera, y se
exacerba a límites insoportables en los años siguientes. Esto es, la inflexión populista se operan un contexto más
bien de ruptura con importantes sectores indigenistas, pero de una polarización social más limitada o conyunteral.
En primer lugar, defino al populismo como un fenómeno político complejo y contradictorio que representa una
tensión constitutiva entre elementos democráticos y elementos no democráticos. Lo propio del populismo es poseer
una Concepción Dual de legitimidad, que es una suerte exceso con respecto a la legitimidad propia de la democracia
y un déficit en relación a la imposición autoritaria. En efecto, el populismo es una tensión INELIMINABLE entre la
aceptación de la legitimidad democrática y la búsqueda de una fuente de legitimación que la excede; suplemento de
sentido o exceso que se halla, de alguna manera, en el seno de todo proyecto democrático,pero por lo general, no
logra sustituir completamente la democracia procedimental y representativa. Así mismo, es sin duda de otra figura
de la democracia que se entiende mejor el populismo, pues es en gran parte que esté responde a la necesidad de
reparar ofensas y de acortar la distancia entre representantes y representados,brecha consolida durante el largo
período de dominación liberal- conservador, bajo las dictaduras militares, o de un modo más reciente, luego de las
reformas neoliberales de los años 90. En segundo lugar El populismo entiende la política en término de polarización
y esquemas binarios,lo cual tiene varias consecuencias, por un lado implica la Constitución de un espacio dicotómico
a través de la división en dos bloques antagónicos, por otro lado, el ordenamiento binario del campo político implica
la selección y jerarquización determinados antagonismos en detrimento de otros. Hace una perturbadora pregunta
en realidad de la pregunta fundamental de la política ¿Qué tipo de hegemonía se está constituyendo en esta tensión
peligrosa insoslayable entre lo democráticos y los no democráticos,entre una concepción plural y otra organicista de
la democracia, entre la inclusión de demandas y la cancelación de las diferencias?. En cuarto lugar, es necesario
tener en cuenta la existencia de diferentes tipos de populismos, ligados condición y/o interpretación de clase, tal
como lo muestra la abundante literatura sobre el tema. En esta línea propongo establecer la distinción entre, por un
lado, aquellos populismos Plebeyos más ligados a la acción de los sectores populares, que han venido desarrollando
políticas de contenido más innovador y radical, Por lo cual han desembocado en procesos de distribución del poder
social hacia abajo, como el caso de Venezuela, y por otro lado, populismo de clase media, que se han traducido en
un empoderamiento- incluso a Costa de una fragmentación intraclase- de los sectores medios,como Argentina y
Ecuador. Para resumir, mi hipótesis afirma que asistimos a un retorno del populismo de alta intensidad, pues las
experiencias actuales están vinculadas a la construcción de un determinado tipo de hegemonía, que subraya como
estructura de inteligibilidad de la políticala bipolaridad y, como clave de bóveda, del rol indiscutible del líder. Así,
doble referencia o tensión constitutiva, polarización y grilla de lectura, construcción de hegemonía y existencia de
tipos diferentes, son aspectos que, interconectados, a mi juicio, constituyen el Punto de partida ineludible para leer
los actuales populismos latinoamericanos. Las críticas hacia el populismo revelan múltiples brechas ideológicas,no
sólo entre derechos y populismo, sino también entre izquierdas efectivamente existentes en donde se destaca tanto
la izquierda tradicional, como las izquierdas ecologistas, indianistas y autonomistas. En América Latina la nación
popular, lejos de conjugarse con la alternativa socialista, como había analizado Portantiero, aparece ligado de modo
recurrente y predominante, a la hipótesis populista. Las críticas a los populismos realmente existentes pueden ser
resumidas en tres aspectos fundamentales, un primero de índole político institucional, que enfatiza la tentación

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autoritaria y totalitaria de los diferentes regímenes populistas, el segundo, de carácter político y económico subraya
la falta de modo alternativo y la distancia en un planteo de izquierda, el tercero el último, de carácter ecoterritorial,
apunta la crítica extractivismo y el ausencia de modelos de alternativos de desarrollo. La primera perspectiva se
configura en el marco de la polarización política y cuestiona el carácter democrático del populismo. Las críticas
resaltarán la persistencia/actualización de los rasgos autoritarios, la consolidación de lídererazgos plebiscitarios y
Página 56 de 69 caudillistas. La segunda crítica es de índole político- económica, a partir de la ausencia de un
programa/ modelo económico alternativo. Se critica que los gobiernos populistas latinoamericanos hayan aceptado
el proceso de globalización asimétrica, y con ello las limitaciones propias de las reglas de juego; lo cual además
coloca límites a cualquier política distribución de los ingresos y de las riquezas. Es el caso venezolano, la construcción
de un modelo alternativo, el socialismo del Siglo XXI, a través de la diseminación de consejos comunales y otras
estructuras que ilustran la democracia participativa o el poder popular. La tercera crítica,que domino aquí
ecoterritorial, señala la relación con la crisis ambiental global y postula que los populismos latinoamericanos no sólo
conservaron una matriz reproductiva propia de la modernidad hegemónica, sino que han venido llevando a cabo una
política estadocéntrica de consolidación del extractivismo. A su vez, la crítica ecoterritorial presenta una afinidad
electiva con la crítica Autónomica respecto a la construcción del Poder y el empoderamiento de los sujetos sociales.
Raramente las tres críticas aparecen articuladas, antes bien, suelen estar desconectadas. Debate 2: Tipos de
populismo realmente existentes ¿Cuáles son los rasgos más notorios y las particularidades políticas que adoptan los
populismos realmente existentes en América Latina del Siglo XXI? Para comenzar, es necesario tener en cuenta que
los gobiernos hoy caracterizado como populista, fueron precedidos por intensas movilizaciones sociales de neto
carácter antineoliberal; todos ellos iniciaron un ciclo de estabilidad política, todos ellos ilustran el retorno del Estado
regulador y mediador al centro de escena; todos han desarrollado una importante política social, como abonos o
programas sociales, para paliar la situación de crisis y reducir la pobreza. Asimismo todos ellos han implicado
Fabulosos procesos de concentración de poder, en el poder ejecutivo y finalmente en lo que respecta a la lógica de
la construcción del poder en la relación con las organizaciones sociales, todos han buscado consolidar un modelo de
participación social controlada y tutela desde el estado. Propongo distinguir entre, por un lado,aquellos populismos
Plebeyos que se han apuntado a la redistribución del poder social por la vía el empoderamiento de los sectores
populares, por el otro, de los populismos de clases medias, que lideran sectores medios por diferentes vías ,mientras
el primer caso responde a Bolivia y Venezuela, el segundo refiere Argentina y Ecuador. Populismos Plebeyos: Bolivia
y Venezuela El proceso de politización de lo plebeyo está asociado a la ocupación de la calle, del espacio público. En
América Latina la figura de Los Plebeyos recorre numerosos movimientos y organizaciones sociales populares, sin
estar por eso asociado De manera exclusiva las organizaciones obreras o a un partido político específico, en
Argentina por ejemplo ,hacia los años 50, el peronismo fue la Encarnación política y contracultural de lo plebeyo, de
corte obrerista,pero ya hacia fines de los años 90, en pleno ajuste estructural, estos elementos de carácter plebeyo
reaparecieron en los nuevos movimientos socioterritoriales, las organizaciones de desocupados o piqueteras. En
Bolivia, el cierre de las minas trajo como correlato la crisis las narrativas minera obrerista, ligadas al modelo
populista nacionalista. Sin embargo, de la mano de campesinos, indígenas, trabajadores, urbanos e informales, esto
es de un conglomerado de organizaciones rurales urbanas, emergerán otras formas de protesta plebeya. Populismo
de clases medias Argentina y Ecuador. Los populismos de alta intensidad del Siglo XXI latinoamericano ilustran
también la vitalidad de procesos de empoderamiento de liderazgo y de elites proveniente de las clases medias.
Tanto el caso argentino como el de Ecuador, reflejan en esta condición: no han conllevado un cambio en la
distribución del poder social hacia abajo y no presentan un carácter antielitista o iconoclasta. Se trata de gobiernos
que, pese haberse montado sobre movilizaciones plebeyas, está nutrido por una desconfianza originaria en las
movilizaciones potencialmente autónomas de las masas, a las que buscan tutelar e incorporar de diversas maneras,
a través de la estrategia del llamado de la inclusión en Argentina. Por ejemplo el kirchnerismo emergió como figura
local del progresismo, hacia el 2003, luego de la salida de la crisis del 2001 y 2002. El giro político estuvo a tono con
la orientación antineoliberal de las movilizaciones sociales y el cambio de época, a nivel nacional y latinoamericano.
En consecuencia, la Argentina de la postconvertibilidad comenzaba a ser asociada con la reactivación económica e
industrial, al compás también del boom de las commodities, principalmente la soja y sus derivados. La reivindicación
de los derechos humanos con la política estado y el discurso latinoamericanista. Finalmente, el conflicto del gobierno
de Cristina Fernández con los productores agrarios en 2008, fue la piedra de toque para actualizar de manera plena
en legado populista. El gobierno logró la adhesión activa de un grupo amplio de intelectuales y académicos de corte

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progresista, quienes salieron en defensa de la institucionalidad y realizaron una lectura de las movilizaciones agrarias
en término de conflicto destituyente y golpismo sin sujeto. En este marco, el gobierno impulso las medidas más
progresistas, entre ellas, la ley de matrimonio igualitario, la nacionalización del sistema provisional y, sobre todo, la
asignación universal por hijo. Tras la muerte de Néstor se terminó de abrir por completo las compuertas el
populismo en su clásica versión estatalista. Este fenómeno con llevo dos consecuencias mayores: por un lado
consolidó el discurso binario como gran relato refundador del kirchnerismo, sintetizado en la oposición entre un
bloque popular y sectores de poder concentrados como monopolios, corporaciones gorilas, antiperonistas.
Esquemas dicotómicos. Página 57 de 69 Por otro lado, movilizó un sector de la juventud con la cámpora. Al compás
de una doble militancia: tanto es de altos puestos del aparato del estado como desde las bases, marcadas por un
activismo virtual antes que territorial, de Twitter y redes sociales. Lejos de mostrar una polarización social entre
sectores de arriba y sectores de abajo, la puja ilustraba una suerte de grieta instalada en el corazón mismo de las
clases medias Argentina. Este escenario se vio agravado con la ruptura de la alianza que el oficialismo tenía con el
sindicalista Hugo Moyano, con lo cual el gobierno abandono la vía del populismo clásico, la pata sindical como
columna vertebral, para concentrarse sobre sus aliados provenientes de las clases medias. Así la base sindical del
kitchnerismo quedaría reducida a un sector de la cta, vinculado a sectores medios como maestros y empleados
estatales. El kitchnerismo terminó por convertirse en un populismo de clases medias que pretende monopolizar el
lenguaje del progresismo el nombre de las clases populares, vía por la cual también busca descalificar a otros
sectores de las clases medias movilizadas. Cómo sucedió en otros países de la región, la emergencia del liderazgo de
Rafael Correa en Ecuador está vinculada con la crisis económica y estallido de los partidos tradicionales, que tuvo su
máxima expresión en una insurrección popular, sobre toda la ciudad de Quito, donde hubo protestas que derribaron
el gobierno neoliberal de Lucio Gutiérrez y dieron paso a una agitada transición electoral. Asimismo, en el trasfondo
de esta rebelión estaba presente creciente protagonismo indígena, organizaciones de los pueblos originarios más
importantes de América Latina, cuya agenda política marcaba el giro ecoterritorial de las luchas. La revolución
ciudadana suscitó enormes expectativas, tuvo la particularidad de articular diferentes matices sociopoliticas y
narrativas críticas, desde las que ilustraban los movimientos indígenas hasta los diferentes sectores de izquierda.
Uno de los cambios más notables introducidos por Correa fue el papel y el peso del estado, que a diferencia de los
años neoliberales, se erigió en motor y dirección de la Revolución ciudadana. Cómo sucedió en Venezuela, también
hubo una recuperación del estado en la actividad petrolera, seguido de una mejora del ingreso a tributario y una
batería de planes sociales bonos destinados a reducir la pobreza, y aumentar el acceso de los pobres en la salud y la
educación. El proceso de construcción hegemónica de la Revolución ciudadana seguido por una doble estrategia por
un lado, reforzar la autoridad presidencial, claramente debilitada luego largo periodo de inestabilidad política. Por
otro lado, este proceso tuvo como complemento la estrategia de descorporativizacion de la sociedad, si bien apunta
neutralizar la política de presión de diferentes grupos particulares, en un contexto de crisis y de necesaria
reconstrucción de la autoridad presidencial, y fomentar los valores ciudadanos o republicanos, también se
constituyó en la piedra de toque privilegiada para desprestigiar a los líderes de los movimientos sociales, y debilitar,
en consecuencia cualquier intento de movilización social autónoma. El retorno del populismo de alta intensidad se
opera en un contexto académico que no acepta fácilmente el tradicional uso peyorativo al concepto. Este explica la
existencia de una pluralidad de lecturas. Es en razón de ello que propuse la distinción entre populismos plebeyos y
populismos de clase media, en realidad mientras populismos Plebeyos hicieron una apuesta por la participación
desde abajo, muchas veces desordenada o anárquica, sobre todo en Venezuela y con rasgos más corporativos en
Bolivia, o bien buscaron crear una nueva estructura política jurídica para dar cuenta de una realidad plural, los
populismos de clases medias sólo han apuntado a ser la participación de una suerte declaración retórica,
sustituyendo la innovación institucional y la búsqueda de un horizonte igualdad por el paradigma más confuso y
acotado de la inclusión social.

Ficha: 2031 – Apuntes y reflexiones para el debate Ciudadanía, Acceso a Derechos, Estado
y Democracia en América Latina. Silvana Ines Lado.

Introducción

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Ciudadanía: conjunto de prácticas que definen a una persona como miembro de pleno derecho dentro de una sociedad
y como el acceso pleno a determinados derechos. La ciudadanía implica otros términos como el sentido de pertenencia
y la posibilidad de construcción identitaria respecto de una comunidad política.
Asociado al ideario de la modernidad desde la Revolución Francesa y la Declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano, su expansión e implementación ha pasado por varios derroteros, luchas y resistencias vinculadas a la
expansión del capitalismo como modo de producción hegemónico y a las determinadas relaciones que se establecen
entre Estado, sociedad y democracia en cada sociedad particular.
El concepto se remonta a la ciudad/estado de la Grecia clásica en donde dicha categoría designaba a los nativos que
tenían resueltas sus necesidades económicas e implicaba el derecho político, es decir el derecho a participar de las
decisiones comunitarias de la polis. El sujeto de la ciudadanía constituye el demos (pueblo como colectivo orgánico
constituido por los ciudadanos) y su objeto, la participación política.
El Renacimiento y la recuperación de la antigüedad clásica sentaron las bases para la construcción de la ciudadanía
moderna de la mano de las Revoluciones Francesa y Americana en el siglo XVIII. No obstante, su emergencia debió
enfrentar tres problemas centrales:
1) el del Estado y la formación de instituciones nuevas asociadas a la unificación política sobre un vasto territorio, el
nacimiento del Estado nación y la separación entre política y sociedad civil;
2) el problema del gobierno en donde la reconstrucción de la república, la isonomía (igualdad ante la ley) y la igualdad
se dio en contextos de monarquías absolutas; y
3) el problema de la dignidad del hombre y el humanismo cristiano que concibe a todos los hombres como iguales ante
Dios.
El principio de la ciudadanía moderna, fundado sobre la idea de humanidad, enfrentó muchas dificultades para su
aplicación. La primera se refiere al tamaño de las repúblicas modernas, que impide el ejercicio directo del poder por el
ciudadano. El Estado se destaca de la sociedad civil, el poder no puede ya ser ejercido por todos. Para evitar el
despotismo, el principio republicano consagra la idea del control popular por el sufragio universal, inspirándose en la
visión de soberanía popular defendida por Rousseau.
De acuerdo con la doctrina de la representación, fundada en la soberanía popular, el origen y el fin de toda soberanía
se encuentra en el pueblo. El ciudadano no puede ya ejercer en persona el poder, pero escoge con su voto a sus
representantes. Este principio se universalizó, pero sufrió algunos períodos de derogación, como la llamada
democracia censaria, reservada a los propietarios.
Con la modernidad y fundamentalmente a partir de la organización de los Estados-nación, la ciudadanía quedó
asociada al concepto de nacionalidad, y los derechos y obligaciones de los individuos -garantizados por medio de una
Carta Magna o Constitución- asociados a su pertenencia como miembros de una nación y al territorio nacional.
La organización política del Estado Nación cristaliza las luchas liberales/burguesas incluyendo los llamados derechos
civiles: derechos individuales de libertad, igualdad, propiedad, libre desplazamiento, libertad de culto, libertad de
expresión, derecho a la vida, etc. Además, se incluyen derechos políticos como la libertad de asociación y reunión, de
organización política y sindical, de participación política y electoral. Dentro del territorio del Estado Nación moderno, el
sujeto de la ciudadanía es el individuo y el objeto la representación política de todos y cada uno de los ciudadanos.
En los desarrollos de los teóricos contractualistas (que utilizaban la metáfora del contrato o pacto social para explicar el
paso del estado de naturaleza o pre-social al estado social) podemos ver que el eje está centrado en la defensa de las
libertades individuales frente al poder absoluto del Estado. El pacto/contrato/constitución/carta magna establece cuáles
son los derechos, obligaciones de los individuos en tanto ciudadanos y qué garantías tienen en relación con el Estado.
Es a partir del discurso de las ciencias sociales que se empieza a discutir la explicación jurídica y formal de la
ciudadanía. Comienza a analizarse el concepto en relación con las condiciones objetivas y subjetivas necesarias que
posibilitan el real ejercicio de la ciudadanía (ciudadanía formal vs. ciudadanía sustantiva).
El debate entonces centra su mirada sobre los actores sociales y sus prácticas efectivas, su organización y
construcción identitaria, sus luchas y resistencias, por un lado, y sobre la naturaleza de las democracias y los soportes
institucionales que se ponen en marcha desde el Estado para garantizar la participación, las políticas públicas y su
definición de sujeto destinatario, por el otro.
La actitud contemporánea que parece prevalecer es la de buscar una estrategia para combinar lo civil (derechos
individuales) y lo cívico (deberes para con el Estado, responsable por el bien público). Combinar la libertad de los
antiguos (participación política del hombre público) con la libertad de los modernos (derechos individuales del hombre
privado). Pero para eso parece ser necesaria la presencia previa de un elemento aglutinador, el sentimiento de
comunidad, de identidad colectiva que sería, entre los antiguos, pertenecer a una ciudad, y entre los modernos,
pertenecer a una nación. La construcción de una ciudadanía plena exige un sabio equilibrio entre los dos espacios (el
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público y el privado) pues el predominio excesivo de un polo puede inviabilizar el otro. En otras palabras, se trataría de
buscar la integración de la solidaridad familiar existente en el espacio doméstico, con las reglas impersonales,
racionales, de las instituciones públicas.

I. La crisis del ’30 como crisis global del capitalismo dio lugar a la implementación de un conjunto de medidas y la
puesta en marcha de un entramado institucional que se ha conocido como Estado de Bienestar. El rol del Estado da
paso a una revalorización de la ciudadanía y una expansión de su alcance en cuanto a los derechos y a la población
que incluye (relativa a la creciente incorporación de sectores populares al mercado de trabajo formal). Al desarrollo de
los derechos civiles y políticos, se agregan ahora los derechos sociales o de segunda generación.
Es en este contexto que Thomas H. Marshall despliega su teoría sobre el desarrollo histórico de los derechos como
resultado de la tensión entre igualdad democrática y desigualdad económica. Para él, la ciudadanía, es por un lado
conquista de derechos y por el otro espacio de conflicto donde se disputa por la expansión de esos derechos.
Según Marshall, la ciudadanía como construcción histórica ha recorrido tres etapas. En la primera, correspondiente al
siglo XVIII y asociada al contractualismo, la ciudadanía se refirió a la adquisición de los derechos civiles de propiedad,
libertad de expresión, igualdad ante la ley, etc. Es la ciudadanía asociada a la emergencia de la sociedad civil, como
resultado de las luchas de la burguesía para terminar con los privilegios de los grupos sociales dominantes del Antiguo
Régimen.
Posteriormente, en el siglo XIX, se amplía el área de derechos al ámbito político, la ciudadanía política, emanada de la
puja de las clases medias industriales para ser incluidas dentro de la comunidad política. Está relacionada a los
procesos de democratización y a las instituciones parlamentarias.
La tercera etapa corresponde al siglo XX, cuando se comienzan a tener en cuenta los derechos sociales. A través de
ellos, se pretende garantizar a los ciudadanos los estándares históricos económicos y sociales, que en cada sociedad
específica, y su alcance en un momento determinado de su desarrollo histórico social. Aquí se encuadran el derecho al
trabajo, a la salud, a la educación, a una vida digna, etc., tornando reales los derechos formales. El actor fundamental
es el movimiento obrero y su lucha sindical.
Para Marshall, la ciudadanía es aquel status que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad, lo
que no excluye la desigualdad, la presencia de miembros sin plenos derechos. Funciona como un status ideal a
conseguir; como significante que moviliza para conquistar derechos y que una vez conquistados se llenan de
contenidos. Desde esta perspectiva la ciudadanía sería una institución que contempla la existencia de la desigualdad y
que excluye la igualdad real. Su evolución, dice Marshall, coincide con el auge del capitalismo, que no es un sistema de
igualdad sino de desigualdad.
La ciudadanía, entonces, desarrolla un tipo de igualdad compatible con otros tipos de desigualdad. La paradoja es que
su legitimación reside en su función integradora de lo desigual, que supone y tolera. El éxito de la democracia
capitalista reside, en parte, en haber desarrollado un Estado social que logró, como dice Ralph Milliband, conjurar las
presiones desde abajo transformando sus expresiones revolucionarias en reformistas, mientras se sigue garantizando
la acumulación de capital.
Desde el materialismo histórico, el cuestionamiento radica en que el mismo concepto de ciudadanía supone una
sociedad compuesta por individuos iguales y por lo tanto implica un ocultamiento de las relaciones de clase, relaciones
sociales antagónicas de explotación y opresión, de cuyo develamiento y toma de conciencia dependerá la praxis
revolucionaria que permita el acceso a una sociedad sin desigualdades. Considerar al ciudadano como punto de
partida y no como resultado de las relaciones sociales de producción en el modo de producción capitalista, conlleva el
ocultamiento de la lucha de clases bajo la forma demanda de los ciudadanos.
No obstante, desde la izquierda también emergieron voces que revitalizaron el discurso de la declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano y de la revolución democrática francesa y estadounidense: Ernesto Laclau y
Chantal Mouffe señalan que, a partir de ese exterior discursivo democrático de igualdad, las relaciones de
subordinación se transforman en sede de antagonismos y comienzan a sentirse y percibirse como relaciones de
opresión posibilitando la resistencia y la lucha.
Se ha criticado el análisis de Marshall dado que su desarrollo histórico de la ciudadanía no es aplicable al análisis de
América Latina en la que los derechos sociales asociados a los derechos de los trabajadores han sido garantizados
con anterioridad al pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos. O incluso, al considerar las múltiples
interrupciones de las democracias en América Latina, es posible comprobar cómo los derechos políticos han sido
suprimidos y los partidos políticos proscriptos.
Eduardo Bustelo resalta que si bien los tres tipos de ciudadanía (civil, política y social) se asocian al principio de
libertad, es el propio Marshall quien reconoce la tensión inherente respecto de la igualdad ya que consideraba al
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capitalismo como un sistema que producía desigualdades: mientras que los derechos civiles no entran en contradicción
con la lógica de mercado, los derechos políticos, al ampliar las bases de participación a los grupos anteriormente
excluidos de la lucha política, posibilitaron la consolidación del reformismo social frente a la vía revolucionaria. Por eso
la tensión se va a centrar en la ciudadanía social que se encuentra limitada por la imposibilidad de cambiar la
estratificación social derivada de la lógica capitalista. La respuesta de Marshall a esta tensión es la modificación de la
forma de distribución de la riqueza, garantizando a todos los ciudadanos un piso de bienes y servicios esenciales.
Siguiendo a Bustelo, su importancia radica en que comprendió a los derechos sociales como habilitaciones para su
ejercicio, como desarrollo de capacidades y por lo tanto, abiertos a la posibilidad de su conquista. Los derechos
sociales no son dádivas (¿regalos?) a súbditos y presuponen la constitución de actores que ganen el espacio político
que posibilite su implementación efectiva.
Los derechos sociales se ganan en la lucha por el poder dentro de la dimensión política y es en esa dimensión donde
se define el proceso de ampliación de la ciudadanía. En otras palabras, los derechos adquieren sentido en contextos
sociales determinados y asociados a Instituciones específicas que permitan su ejercicio, es decir, entender la
ciudadanía en términos de prácticas sociales.
Según Liszt Vieira, existe una tensión interna entre derechos y Estado: mientras los derechos civiles y políticos
precisan de un Estado mínimo, los derechos sociales precisan de un Estado muy presente con un desarrollo de
entramado institucional importante. Así, la tesis actual del Estado mínimo (patrocinada por el neoliberalismo)
corresponde no a una discusión meramente cuantitativa, sino a estrategias diferenciadas de los diversos derechos que
componen el concepto de ciudadanía y de los actores sociales respectivos. Esta tensión quedó puesta en evidencia
con el desmantelamiento del Estado social y las políticas neoliberales.
En la segunda mitad de nuestro siglo surgieron los derechos de tercera generación, que tienen como titulares a
colectivos (pueblo, nación, minorías étnicas, la humanidad). Dentro de estos derechos de tercera generación podemos
citar como ejemplo el derecho de autodeterminación de los pueblos, derechos ambientales, de las mujeres, los niños,
los jóvenes, los ancianos y otros derechos incluidos dentro de lo que se llama derechos difusos cuyo ejercicio requiere
de la ponderación de la particularidad y la diferencia frente a la igualdad y la universalidad y la implementación de la
discriminación positiva o compensatoria.
En la actualidad ya se habla de derechos de cuarta generación, que tienen en cuenta cuestiones de bioética con el fin
de evitar la destrucción de la vida en el planeta y en un intento de regulación frente a los avances de la biotecnología
en la creación de nuevas formas de vida.

II. La crisis del Estado de Bienestar, crisis del capitalismo y de sus instituciones políticas, económicas y sociales a partir
de los ’70, produce un cambio en las formas de dominación y una ampliación de la colonialidad del poder en todas las
áreas de la vida social. Frente a la implementación de políticas neoliberales, reestructuración del Estado y de su rol en
la relación capital/trabajo, avance y ampliación del mercado, surgen nuevos espacios de resistencia que llevan a que
desde las ciencias sociales cobre nuevos bríos el estudio de la ciudadanía, ahora asociada al estudio de los nuevos
movimiento sociales que ponen de manifiesto la tensión entre derechos universales y derechos particulares de
determinados grupos. Esta tensión da lugar a la emergencia de los derechos de tercera y cuarta generación.
Concomitantemente, y derivado de los debates sobre la desterritorialización de los Estados y la deslegitimación de los
partidos políticos como organizaciones que pueden dar respuesta a las crecientes demandas sociales, se están
discutiendo nuevas formas de ciudadanía que trasciendan la tradicional asociada al Estado-nación.
En América Latina, hasta la irrupción de las dictaduras militares, el debate sobre ciudadanía estuvo centrado en torno a
los derechos sociales como garante de la posibilidad de ejercer los derechos civiles y políticos que estaban
formalmente garantizados. Es decir, el acceso a los derechos sociales, que se asociaban en su ejercicio y acceso a la
condición de trabajador, se consideraba condición objetiva y subjetiva para el acceso real a los derechos civiles y
políticos formalmente establecidos.
Las dictaduras restringen los derechos en todas sus dimensiones, por lo que el debate sobre la ciudadanía que resurge
de la mano de los procesos de transición a la democracia en los ’80, se transforma en espacio de disputa respecto de
cómo se estructurarán las relaciones que habiliten la participación política, económica y social, y cómo se garantizará la
integración social y la gobernabilidad. En este proceso, surge una doble identificación de los derechos con los derechos
humanos, en tanto garantías individuales, y con la democracia, en tanto forma de gobierno capaz de garantizar su
ejercicio.
La caída del Estado de bienestar y su entramado institucional, y las consecuencias que ha tenido la implementación de
las políticas neoliberales en la región, cuya máxima expresión es la emergencia de sociedades excluyentes, exacerba
la tensión entre igualdad política y desigualdad social, poniendo en crisis la asociación entre expansión de la
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ciudadanía e integración social. Se postula entonces un nuevo concepto de ciudadanía como espacio que dé cuenta de
la pertenencia a múltiples formas de interacción y participación social más allá de la pertenencia asociada a un Estado.
No obstante, la configuración de la sociedad excluyente que implicó la expulsión de grandes masas de la población del
acceso a recursos y bienes sociales significativos, sumado al deterioro de las condiciones objetivas de vida, ha tenido
consecuencias devastadoras para la conformación de una ciudadanía autónoma, capaz de definir sus preferencias,
estrategias y objetivos, de organizarse en la demanda de acceso a derechos, proceso que Maristella Svampa,
denomina proceso de descolectivización creciente y otros denominan desciudadanización.
Hoy, la ciudadanía parece haberse escindido en dos: la de los incluidos, que reclaman por los derechos difusos
(calidad de vida, preservación del medio ambiente, valoración de identidades, etc.) y la de los excluidos, que reclaman
por la vigencia de los derechos sociales básicos.
Frente a este panorama, la cuestión central pareciera ser la de lograr sociedades en las que la mayor parte de sus
integrantes estén incluidos y puedan ejercer sus derechos políticos y sociales.

III. Algunos desarrollos ponen el acento en la relación entre ciudadanía y exclusión. Desde esta perspectiva interesa
destacar aquéllos que señalan la diversidad étnica y cultural de los países latinoamericanos. La multiculturalidad puede
entrar en colisión con los sistemas legales y normativos hegemónicos (de la modernidad occidental) al cuestionar, por
ejemplo, determinadas concepciones sobre los derechos de propiedad. Desde esta perspectiva son interesantes los
trabajos que analizan los conflictos entre las formas de propiedad de la tierra que asumen las comunidades indígenas y
la propiedad privada capitalista garantizada en general por los sistemas jurídicos de los países de la región que
produce una jerarquización de los ciudadanos de acuerdo a sus posibilidades reales de acceso y ejercicio de los
derechos.
Sinesio López, establece, para el caso de Perú, mapas de ciudadanía de acuerdo con las desigualdades de status al
interior de los territorios, en los que remite a la existencia de ciudadanos de primera, segunda y tercera clase que
conviven dentro del mismo espacio social segmentado de acuerdo al diferencial acceso a derechos de acuerdo a su
pertenencia de clase, género, étnicas, de acceso a la educación y a la salud. Si bien reconoce la ampliación del acceso
a derechos de gran parte de la población a partir del siglo XX en el que se produjo el paso de una sociedad cerrada de
señores, a una sociedad de ciudadanos a través de un proceso que todavía no ha concluido, es este un proceso en el
que se ha podido constatar la emergencia masiva de peruanos con derechos de diverso tipo, más o menos
reconocidos, aunque difícilmente garantizados.
En la misma línea y dentro de las investigaciones urbanas que articulan el derecho de propiedad y el acceso a la
vivienda, se pone de manifiesto la contradicción entre un derecho social y el derecho civil de propiedad como derecho
de exclusión garantizado por el Estado. La propiedad está instituida como la base legal que posibilita el intercambio y el
mercado legitima la fragmentación: ser o no ser ocupante ilegal. El ocupante ilegal sería un ciudadano de segunda
categoría. Sin embargo, estas investigaciones trascienden ese emergente y analizan la esencia, centrándose en un
viraje de las normas a las prácticas sociales, es decir, saltan de la propiedad como institución legal, a la apropiación
como proceso social legítimo y abundan en la posibilidad de que las distintas maneras de apropiarse de los mismos
bienes resulten en fuente de nueva producción jurídica. En otras palabras, resignificar el derecho del modo que lo
utilizan los actores sociales y no como un objeto en sí mismo.
Otros estudios trasladan el eje de la discusión al análisis de las desigualdades materiales y su impacto en el desarrollo
de una ciudadanía plena, considerando que es necesario el acceso a determinadas condiciones materiales (y también
simbólicas) como garantía de la participación política. En ellos, se discute la noción de igualdad y se propone su
reemplazo por el concepto de equidad o igualdad compleja como reconocimiento de las diferencias y promoción de
acciones que compensen las desigualdades de género, étnicas, territoriales y de edad en las políticas sociales.
Eduardo Bustelo, considera la relación existente entre política social y proceso de expansión de la ciudadanía. Toda
política social lleva implícita una concepción particular sobre derechos sociales y ciudadanía, así como una definición
ontológica del sujeto destinatario. Es así que va contraponer dos modelos, dos paradigmas de ciudadanía, que
atraviesan la definición de la política social en los países de América Latina:
1) La ciudadanía asistida, derivada de la racionalidad capitalista, parte de una concepción atomística de la sociedad en
la que son los individuos quienes, buscando su propio provecho personal, producen el bienestar general.
2) La ciudadanía emancipada, en cambio, derivado de una concepción socialista, solidaria, parte de una concepción
comunitaria en la que los derechos se derivan de la pertenencia a una comunidad y son los derechos sociales los que
prevalecen, garantizando la calidad de miembro de la comunidad. En este caso, se privilegia la existencia de un
nosotros y se considera que es la ciudadanía social la que habilita el acceso al resto de los derechos.

86
En la misma línea, y recuperando la concepción de Hanna Arendt (la ciudadanía como el derecho a tener derechos),
Elizabeth Jelín pone el acento en el umbral de humanidad (necesidades básicas satisfechas, sentido de pertenencia e
historia compartida) y la revalorización del espacio público como condición para el ejercicio de la ciudadanía: la
pertenencia, la interacción, la ausencia de aislamiento son las bases fundantes de la idea de comunidad y humanidad.
En otras palabras, se necesita espacio público, la presencia del otro, la interacción para convertirnos en humanos.
En el libro que compila junto con Sergio Caggiano y Laura Mombello centran su preocupación sobre la brecha que
existe entre los derechos adquiridos y su accesibilidad como eje central para pensar la acción política y como debate
de las ciencias sociales sobre la relación Estado/Sociedad civil en el diseño de marcos regulatorios que garantizaran
los derechos en el marco de los procesos de democratización en América Latina.
Las cuestiones que orientan el análisis remiten a la influencia de la acción colectiva en la ampliación de derechos y el
cumplimiento de los derechos formalmente reconocidos, analizando la tensión entre la lógica formal del derecho y la
lógica de las prácticas de la acción colectiva.
Elizabeth Jelín, luego de introducir la discusión sobre ciudadanía, nos presenta un interrogante, “¿En qué relaciones
sociales ejercemos efectivamente nuestros derechos ciudadanos?”, para presentarnos la relación entre movimientos
sociales y acción colectiva en su doble rol (instrumental y expresivo) como prácticas que fortalecen las instancias
institucionales de la democracia. El planteo permite pasar de la categoría ciudadanía (en relación al Estado Nación
desde su impronta de origen), hacia la perspectiva de derechos humanos como derechos que implican el acceso a
derechos de colectivos y que no son accesibles desde la perspectiva del individuo. Asimismo, muestra cómo las
organizaciones sociales permean las fronteras del Estado y cuestionan la legitimidad de su marco regulatorio basando
su accionar en los sentidos de pertenencia identitaria y neo comunitaria. Los trabajos compilados dan cuenta de cómo
a partir de la acción colectiva se produce la incorporación de nuevos derechos a la vez que señalan la brecha entre los
marcos regulatorios y el acceso a derechos.

IV. Maristella Svampa analiza los modelos y figuras de ciudadanía realmente existentes que remiten a la renuncia a
modelos más universalistas de derechos. Para esto señala como problemática importante, los modelos de ciudadanía
que se consolidaron en los ’90 a partir del despojo y la conculcación de los derechos sociales de una parte importante
de la población.
En primer lugar, sostiene que en Argentina nunca hubo un modelo de ciudadanía efectivamente universalista y para
ilustrarlo refiere a las teorizaciones e investigaciones que se desarrollaron en los ’60 sobre marginalidad en América
Latina. En ellas se demuestra que los individuos dependieron menos de mecanismos de integración sistémica que de
redes solidarias y de sobrevivencia generadas a partir de los propios contextos de pobreza.
En América latina la característica ha sido la existencia de formas de integración y exclusión muy diferenciadas, en
donde Argentina se planteaba como una excepción porque fue uno de los pocos países de la región que tuvo sociedad
salarial con el modelo justicialista o peronista de acumulación. Por lo tanto, amplios sectores de la población fueron
integrados a través del trabajo y a partir de ello tuvieron acceso a derechos laborales, protección laboral y estabilidad.
Si bien no se daba acceso igualitario a los derechos sociales, el modelo habría logrado integrar amplios sectores
populares al funcionar con una lógica igualitaria y establecer fronteras sociales menos rígidas y jerárquicas.
El pasaje a un nuevo tipo de sociedad llevó a la polarización, la multiplicación de las desigualdades sociales y las
distancias sociales, presentando una nueva cartografía en la que puede delinearse:
1) Una franja de ganadores pertenecientes a los grandes grupos económicos y a la nueva clase de servicios
compuesta por gerentes y profesionales);
2) Un conglomerado de perdedores: que incluye importantes sectores de clase media de servicios, pauperizados de la
clase media y el nuevo proletariado de servicios asociado a las nuevas modalidades de trabajo precario y flexible y a la
desafiliación laboral; la clase trabajadora afectada por el debilitamiento de los derechos sociales y por la expulsión del
mundo del trabajo que conforman el nuevo proletariado marginal (masa de desocupados con escasa vinculación con el
sistema).
A esta nueva matriz social le corresponden nuevas formas de ciudadanía como límite en el acceso a recursos, bienes y
derechos sociales. El nuevo tipo de sociedad supone la redefinición de la relación entre Estado y Sociedad, cambios en
las formas de regulación social, afirmación de la preeminencia del mercado como mecanismo de inclusión social y
reformulación del rol del individuo frente a la nueva dinámica de individualización y privatización de las diferentes áreas
de la vida y como otra cara del proceso de globalización. Ahora el individuo enfrenta una mayor exigencia de
autonomía y autorregulación: la sociedad exige a los individuos que se hagan cargo de sí mismos y que,
independientemente de los recursos materiales y simbólicos, desarrollen los soportes necesarios y las competencias
para garantizar el acceso a bienes sociales.
87
En Argentina, la desregulación y los programas de ajuste estructural implicaron la pérdida de soportes sociales y
materiales que durante décadas configuraron las identidades sociales. La pérdida de referencias colectivas es tal que
hay que hablar de descolectivización masiva de la sociedad civil. Asimismo, supuso el fenómeno de reenclasamiento
de amplios sectores sociales expulsados de sus anteriores pertenencias de clase.
El modelo neoliberal caracterizado por la redefinición de los roles del Estado, la primacía del mercado y un proceso de
individualización compulsivo, produjo nuevos modelos de ciudadanía en los 90: la ciudadanía patrimonialista; la
ciudadanía del usuario consumidor y la ciudadanía asistida. Estos tres tipos de ciudadanía están restringidas en cuanto
a: dimensiones que abarcan, población y derechos, y están muy distanciadas de un modelo más igualitario, incluyente
y universalista.
La ciudadanía patrimonial es vista como una figura valorada positivamente. Se fundamenta en dos ejes: el del
ciudadano contribuyente y en la autorregulación individual. Los beneficiarios son los que tienen recursos materiales y
simbólicos, soportes, y acceso a bienes sociales y materiales. Su cartografía se hace visible en la expansión de las
urbanizaciones privadas: nuevas configuraciones urbanas basadas en la segregación espacial. Es un tipo de
ciudadanía centrada en la privatización de los bienes sociales que busca realizar sus aspiraciones comunitarias entre
sus semejantes (frontera espacial, acceso a la propiedad, afirmación de homogeneidad social de la gente como uno).
Conforman una nueva sociedad con reglas propias, diferente de la sociedad desregulada y anómica, cuyos límites
como comunidad es que se basa en principios de mercantilización del lazo social y no en la solidaridad. Hay una
mercantilización de la sociabilidad y la reciprocidad. Como consecuencias perversas señala el vandalismo infantil y los
crímenes. La seguridad privada es su marca de status.
El modelo del ciudadano consumidor es una figura que propone la inclusión a través del consumo y que nació de la
mano de la convertibilidad, la fantasía de pertenecer al primer mundo, del dólar barato, etc. Ocultó otras dimensiones
del modelo neoliberal (como la dinámica relacional excluyente mediante la ilusión de inclusión que conllevaba la
destrucción de puestos de trabajo y el aumento de las desigualdades sociales).
El tercer modelo de ciudadanía, la asistencialista, está ligada a las fuerzas excluyentes del modelo neoliberal. Incluye a
los sectores expulsados, desvinculados del trabajo formal e informal, desconectados de las instituciones educativas y
políticas y con escasas posibilidades de consumo (pobreza y desocupación como problemáticas centrales de la
sociedad argentina). Es un modelo asistencial reservado a la población excluida y vuelve a la concepción del pobre
merecedor. Se implementan políticas focalizadas del Estado para la asistencia y contención de sujetos sin recursos
materiales o que no pueden integrarse al mercado de trabajo. La propuesta del modelo neoliberal es la inclusión de
estos sectores, pero se los incluye en tanto excluidos, por medio de la intervención territorial en los barrios que se da
luego del eclipse del mundo del trabajo urbano y el pasaje de la fábrica al barrio como locus privilegiado de
construcción de identidades colectivas. Se produce la emergencia del mundo comunitario de los pobres urbanos y la
redefinición del peronismo mediante la multiplicación de las formas políticas de intervención territorial (de la unidad
básica al comedor comunitario). Se establece una nueva relación con los sectores populares, el clientelismo afectivo,
que incluye la dimensión simbólica y afectiva vinculada a la memoria y lealtad hacia el peronismo (nuevo modelo de
legitimación). El modelo asistencial señala la omnipresencia del estado en el control biopolítico de los sectores pobres
de la población.
Frente a esta situación y a la exigencia de autorregulación en un contexto en el que no existen los soportes necesarios
para autorregularse, el recurso es la autorregulación comunitaria. Es paradójico cómo el desarrollo de las redes
comunitarias locales, que antes era visto por los organismos internacionales como un obstáculo a la modernización,
ahora es una dimensión revalorizada en los debates en los que es reinterpretada como capital social comunitario.
Finalmente Svampa se pregunta si el desarrollo de redes comunitarias, redes locales, posibilita el ejercicio de nuevas
formas de ciudadanía o constituye una nueva modalidad de administración de la pobreza. Sostiene que el mundo
comunitario es complejo y dentro de este mundo complejo reivindica a las organizaciones piqueteras como
organizaciones político-sociales que pueden abrir una brecha política en el mundo de los pobres urbanos, articulando
tres ejes: la acción directa, la dinámica asamblearia y las experiencias de autogestión. Considera que constituyen un
aporte a la recomposición de relaciones sociales y lazos sociales nuevos como espacios de posible acción
emancipatoria.

Ficha: 7191 – Por los derechos: Mujeres y hombres en la acción colectiva. Jenin Elizabeth.
● Los derechos como resultado de luchas históricas

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A partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, y de todos los pactos, tratados y convenciones
internacionales posteriores, el campo de la discusión y defensa de los “derechos humanos” es amplio y complejo. Estos acuerdos,
siempre parciales y cuestionados, no son eternos. Son el producto de luchas históricas, de conquistas logradas por hombres y
mujeres que se han ocupado y preocupado por lograr que las instituciones reconozcan y especifiquen los atributos humanos que
deben ser garantizados, y quienes han luchado por ampliar el acceso a estos atributos a más categorías de seres humanos,
previamente discriminados y excluidos en función de su género, raza, edad, educación, etc.

- ¿Qué es la ciudadanía?
En la teoría democrática, la noción de ciudadanía está anclada en la definición legal de derechos y obligaciones que la
constituyen.
Hay tres ejes claves de debate:
- La naturaleza de los “sujetos” que serán considerados ciudadanos;
- El contenido de sus “derechos”; y
- Las responsabilidades y compromisos inherentes a la relación ciudadanía-estado.

Históricamente, el tema de los derechos humanos y de la ciudadanía se inaugura en Occidente como una demanda da la
modernidad de la burguesía (y de sus filósofos) frente al poder y a los privilegios de las monarquías (gobierno de uno solo). Las
luchas históricas siguen vigentes en relación con el contenido de derechos específicos. Marshall plantea una progresión
(aumento) histórica que implica primero la extensión de los derechos civiles, una segunda etapa de expansión de los derechos
políticos, y por último, los derechos sociales. La hipótesis de Marshall de la expansión de los derechos se corresponde con la
terminología de generaciones de derechos. Los derechos de primera generación son los derechos civiles y políticos; los de
segunda generación son los derechos económicos, sociales y culturales, que requieren un papel activos del Estado para asegurar
las condiciones materiales requeridas para el ejercicio de los anteriores. Estos dos tipos de derechos se refieren
fundamentalmente a derechos individuales. Los derechos de tercera (paz, desarrollo, medio ambiente) y de cuarta generación
(derechos de los pueblos) son de otra naturaleza, ya que hacen referencia a fenómenos globales y colectivos.
La ampliación de la base social de la ciudadanía (por ejemplo, la extensión del voto a mujeres o a analfabetos/as), la inclusión de
grupos sociales discriminados o desposeídos como miembros de la ciudadanía y el reclamo por la “igualdad frente a la ley” han
sido temas casi permanentes en la historia contemporánea.
En este sentido, tanto la ciudadanía como los derechos están siempre en proceso de construcción y de cambio.
Desde una perspectiva analítica, el concepto de ciudadanía hace referencia a una práctica conflictiva vinculada al poder, que
refleja las luchas acerca de quienes podrán decir que en el proceso de definir cuáles son los problemas comunes y cómo serán
abordados.
El derecho básico es el “derecho a tener derechos”. Las acciones propias de los ciudadanos son sólo aquellas que tienden a
mantener, y de ser posible a incrementar, el ejercicio futuro de la ciudadanía.
Lo importante de la tradición de los derechos humanos occidentales es la ausencia de referentes trascendentes. No hay autoridad
por encima de la sociedad, no hay un “gran juez” para solucionar los conflictos. La justicia queda anclada en la existencia de un
espacio público de debate, y la participación en la esfera pública se convierte en un derecho y un deber.
Lo importante y significativo de esta historia: la noción de individuo con derecho a participar en el debate público se definió en
términos excluyentes como hombres masculinos. Además de la referencia a los derechos, la ciudadanía incluye las
responsabilidades y los deberes de los ciudadanos/as.
En el plano macrosocial, el proceso de construcción de derechos y deberes ciudadanos tiene como referente al Estado. La historia
latinoamericana ha sido y es la de una lucha por transformar un Estado que ha permanecido lejano de la ciudadanía.
El proceso de democratización (la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son
adoptadas por el pueblo) implica el desmantelamiento (destrucción) de formas antidemocráticas de ejercicio del poder
(autoritarias, basadas en la fuerza pura) y también el reconocimiento y la vigencia de los derechos, así como los criterios que
otorgan legitimidad a los actores sociales. La gente tiene que adoptar comportamientos y creencias coherentes con la noción de
democracia. Los líderes políticos y las clases dominantes tienen que aprender a reconocer y tomar en cuenta los derechos y las
identidades de actores sociales diversos, renunciando a la arbitrariedad y a la impunidad.
El concepto de “ciudadanía” es histórico y dinámico. Puede definirse como un conjunto de derechos y responsabilidades que las
personas tienen en el marco de una comunidad determinada y en tanto que miembros de una comunidad. Cada persona debe ser
tratada como miembro pleno de una sociedad de iguales.
Es común hablar de ciudadanía en términos de derechos civiles, políticos, sociales y culturales.
Normalmente existe una enorme distancia entre la formalidad de la ley y la realidad de su aplicación (entre lo que la Ley dice y lo
que se hace), y una buena parte de las luchas sociales está históricamente destinada a acortar esta brecha. Puede también haber
una gran distancia entre la formalidad de la ley y la conciencia sobre los derechos que los propios sujetos de derecho tienen. Aún
en los casos en que existen derechos de ciudadanía formalmente definidos, en la vida cotidiana la gente no los ejerce, no los
demanda, no se apropia de ellos. De esta forma, se viven como normales y naturales las jerarquías y las desigualdades sociales.

89
Una cuestión central es saber cómo se construye la ciudadanía “desde abajo”. En otras palabras, lo que importa son las maneras
en que se van ampliando las categorías de personas que son consideradas ciudadanos/as (por ejemplo, reconocer que quienes
son analfabetos/as también son ciudadanos/as con derechos) y cómo se van adquiriendo más derechos.
Los escenarios de acción pública y del reclamo y la lucha por derechos son múltiples. Estos escenarios se ubican en diversas
escalas o niveles. En la sociedad, hay una pluralidad de órdenes normativos operando al mismo tiempo. Los grupos que luchan
por conseguir un derecho o por proteger uno ya existente se mueven en diversas escalas y en relación con esta pluralidad de
órdenes normativos. No es acertado pensar esta multiplicidad de sentidos y de niveles como si se tratara de esferas cerradas,
separadas entre sí. A veces, los intereses y escenarios de acción se articulan en diversas escalas de manera armónica o
conflictiva.

- Un proceso con idas y vueltas


El proceso dinámico de construcción de derechos y de ciudadanía toma formas diversas. La ampliación y profundización de los
mismos puede darse a través de su institucionalización, o a través de formas menos institucionalizadas pero no menos
importantes.
Derechos por los que se luchó y fueron conquistados hace mucho tiempo fueron desmantelados (deshabilitados) después.
Discusiones que avanzaron en un plano pudieron haber generado retrocesos en otros, etc.

- Tensiones y dilemas
El proceso de demanda, consolidación y mantenimiento de derechos humanos y ciudadanía generan tensiones o dilemas. En
primer lugar, la tensión entre derechos y responsabilidades o deberes de ciudadanía es permanente, con contenidos cambiantes.
En segundo lugar, los derechos humanos son universales, afectan a todos/as. La ciudadanía (pertenencia que una persona tiene
hacia una sociedad determinada en la que participa. En tanto ciudadano tiene derechos y obligaciones) también es universal
aunque limitada. Si bien afecta a todos los miembros de un Estado Nación, en el ejercicio de la ciudadanía y los derechos hay
diferencias entre las personas y muchas veces los reclamos por los derechos son reclamos de reconocimiento, de respeto o de
tolerancia de las diferencias.
La igualdad literalmente entendida puede ser engañosa o insuficiente en muchas situaciones. Todos los seres humanos son
iguales por naturaleza. Pero los seres humanos no son sólo “naturales” sino también sociales e históricos, es decir, son lo que son
en tanto forman parte de una sociedad o de un grupo social y tienen una historia. En esa otra cara de la realidad los individuos no
somos todos iguales. Siendo iguales por naturaleza, somos diferentes por sociedad, por cultura y por historia. Otra crítica a la
noción de igualdad está contenida en la universalidad de los derechos humanos o de la ciudadanía. Nadie puede tener una
mirada universal. No es posible formular derechos y reglas en términos universales que sean ciegos a las diferencias. Sólo
tomando en cuenta las diferencias se podrá lograr la inclusión y la participación de todos. Las diferencias existen y muchas veces
es necesario reclamar para que se las respete. Se hace difícil, entonces, mantener aquel paradigma de la igualdad universal. Hay
una tensión inevitable entre el principio de la igualdad y el derecho a la diferencia.
En tercer lugar, existe un tema controvertido, vinculado a la pertenencia y al reconocimiento de bienes simbólicos, del derecho a
tener una identidad colectiva, de pertenecer a una comunidad, de defender intereses en función de ella.
El tema de la pertenencia comunitaria se vuelve problemático cuando hay una comunidad hegemónica (normalmente un Estado-
Nación) que engloba a otra (y que incluso puede pretender ignorarla o borrarla étnica o culturalmente, por ejemplo).
Hablar de derechos culturales es hablar del derecho de grupos, comunidades, colectivos o sociedades (autodefinidas como tales)
a vivir en su propio estilo de vida.
Los derechos humanos pueden llegar a ser contradictorios con los derechos colectivos. La vigencia de derechos humanos
universales no es garantía de la vigencia de derechos colectivos de los pueblos.

● El espacio de los movimientos sociales y la acción colectiva


- Un poco de historia
Durante La década de los 70 y comienzos de los 80 se incrementaron en América Latina los estudios de los nuevos movimientos
sociales. La particularidad latinoamericana fue que la visibilidad de estas formas de acción colectiva coincidió con el cierre de los
canales institucionales de expresión de demandas sociales. La cuestión era entonces determinar si estas formas de acción
colectiva eran un fenómeno legítimamente nuevo o una respuesta al cierre de los canales instituidos de expresión de las
demandas sociales. A partir de ese momento, cuestiones ligadas a la construcción de ciudadanía, al reconocimiento de derechos
y a la participación han estado a la orden del día.
En términos sociales, la decadencia del Estado de Bienestar trajo un aumento notorio de las desigualdades y la polarización
social, acompañado por políticas públicas “focalizadas”, basadas en un modelo asistencialista productor de exclusión y
marginación.
En este contexto histórico, asistimos en la primera década del siglo XXI a una transformación del escenario público-político en
varios países de la región. En Argentina, entre ellos, se recobra y se renueva la demanda social expresada en acciones colectivas
y en movimientos sociales.

90
- Voceros e intermediarios: movimientos sociales y ONGs.
El panorama mundial de los actores sociales se ha transformado profundamente en las últimas décadas. Hasta los años 70, el
tema de la democracia y la participación estaba centrado en el sistema político. El Estado estaba en el centro; las estrategias de la
toma del poder eran el eje de la discusión. Lo que había eran protestas y demandas frente al Estado. En el plano internacional, la
centralidad del Estado llevaba a acuerdos y convenciones. La sociedad tenía poca cabida directa y poco espacio en ese mundo.
En las dos décadas siguientes (80 y 90), el poder de las organizaciones sociales no gubernamentales fue creciendo.
A partir de los años 70, hacen su aparición en el escenario público, y van cobrando creciente importancia, agrupamientos que
dirigen sus demandas al Estado. En el plano internacional, la red de organizaciones sociales ha tenido un papel central en la
defensa y promoción de derechos de categorías y grupos específicos (niños y niñas, derechos ambientales, etc.).

- Derechos Humanos y ciudadanía internacional


El campo de los derechos humanos y el mundo de las mujeres constituyen las áreas donde este fenómeno de los movimientos
sociales se ha extendido más.
En las sociedades latinoamericanas, las protestas colectivas y los movimientos se fueron transformando en organizaciones más
formales, constituyendo un nuevo sector, el llamado Tercer Sector, diferente del Estado y del Mercado, compuesto por
organizaciones privadas sin fines de lucro, auto-gobernadas y con algún grado de actividad solidaria. Se trata de un sector muy
heterogéneo, donde interesa distinguir dos tipos de organizaciones: las que son mediadoras y las conformadas por los propios
beneficiarios. En el primer tipo, su papel mediador es entre el Estado y las demandas de los sectores populares. Estas
organizaciones, conformadas a menudo por profesionales, trabajan para ampliar los derechos de sectores subordinados. Cuentan
con reglas de funcionamiento propias y con una creciente legitimidad en ámbitos gubernamentales. Las del segundo tipo,
organizaciones de pueblos originarios, de mujeres, de jóvenes, de inmigrantes, etc.
Son agrupamientos que dirigen sus demandas al Estado.
En los años 90, las organizaciones no gubernamentales se fueron convirtiendo en intermediarias entre los desposeídos y el poder,
o en organizaciones compensadoras de lo que el Estado no proveía. A menudo representan ante el poder a aquellos que no
tienen voz, los excluidos.

- El nuevo siglo
En una perspectiva de mediano plano, las demandas sociales representadas en movimientos colectivos han ido cambiando de
perfil. La heterogeneidad y multiplicidad de actores y de sentidos de su acción se tornaron más visibles. Primero fueron
movimientos heterogéneos y diversos y luego apuntaron a formas más diversificadas y múltiples.
En este nuevo contexto, los actores sociales y los movimientos tienen un doble rol: por un lado, son sistemas colectivos de
reconocimiento social, y por otro son intermediarios políticos no partidarios.

● Derechos sexuales y reproductivos y acción colectiva en la Argentina

Dos casos resonantes de negación y obstaculización del derecho al aborto no punible por parte de adolescentes con discapacidad
mental embarazadas como producto de violación recibieron amplia cobertura en los medios en Argentina en el año 2006. Distintas
organizaciones del movimiento de mujeres se movilizaron para exigir el derecho de esas adolescentes a interrumpir el embarazo
de acuerdo al Código Penal, y también acompañaron y asesoraron a las madres de las jóvenes. La historia de las luchas por
asegurar los derechos sexuales y reproductivos es una historia de lucha y confrontación de diferentes actores sociales y políticos.
El rol del movimiento de mujeres se destaca como el principal actor comprometido con la defensa y la promoción de los derechos
sexuales y reproductivos.
En cuanto a los derechos sexuales y reproductivos, en el caso argentino, sigue la acción de la sociedad civil organizada con
énfasis en la exigencia del cumplimiento de los derechos acreditados en las leyes vigentes y en la demanda por la
despenalización y legalización del aborto.

- Los derechos sexuales y reproductivos en las conferencias internacionales


En el contexto de las conferencias internacionales de las Naciones Unidas se acordó a fines de los años 90 que los derechos
sexuales y reproductivos son derechos humanos, cuya base fundamental es que hombres y mujeres tienen derecho a vivir sus
vidas sexuales de forma satisfactoria y segura y a controlar sus vidas reproductivas.
En la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948 los derechos sexuales y reproductivos no fueron materia de definición
específica.
Recién en 1994 en la IV Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, llevaba en El Cairo, se definieron los alcances de
la salud reproductiva: “la salud reproductiva entraña la capacidad de disfrutar de una vida sexual satisfactoria y sin riesgos, así
como la capacidad de procrear, y la libertad para decidir hacerlo o no hacerlo, cuándo y con qué frecuencia”. Allí apareció el
eslabón perdido de la sexualidad. Tanto la IV Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, llevaba en El Cairo, como
en la V Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada un año después (1995) en Beijing, se han constituido en puntos de torsión

91
en el marco de las luchas por los derechos sexuales y reproductivos. Aún así, los caminos de los derechos sexuales y
reproductivos siguen plagados de obstrucciones.
La cuestión de los derechos sexuales y reproductivos constituye un tema altamente sensible para algunos sectores de la sociedad
para quienes el planteo de la autonomía en relación a la sexualidad representa una amenaza para la moralidad, la familia
tradicional, etc.

- La importancia de la “y” en los derechos sexuales y reproductivos


Separar la esfera de la sexualidad de la esfera de la reproducción, y subrayar el derecho a la sexualidad no reproductiva: desde
los años 60 uno de los puntos medulares sobre los que se ha apoyado la lucha por la emancipación de las mujeres se ubica en
torno de la sexualidad y el control de la capacidad reproductiva. El eje central es la separación de la sexualidad de la procreación
y la posibilidad de que la maternidad sea una opción y no un destino para las mujeres.

- Argentina: derechos sexuales y reproductivos


En Argentina el desarrollo de políticas públicas en el campo de la salud sexual y reproductiva ha sido lento y escaso. El Estado ha
tenido históricamente una actitud refractaria (reacio, rebelde) para reconocer y atender los derechos sexuales y reproductivos de
la población, y a su vez se ha hecho sentir la fuerte influencia de la jerarquía de la Iglesia Católica en las decisiones de políticas
públicas. Esa intromisión ha marcado un camino lleno de obstáculos en el reconocimiento y garantía de los derechos sexuales y
reproductivos por parte del Estado y en la efectiva implementación de políticas públicas en este campo.
En 1974 se dispuso la prohibición de las actividades de planificación familiar, se restringió la venta libre de anticonceptivos, por
medio de la promulgación del decreto 659 bajo el gobierno de Isabel Perón. En 1977, se promulgó (publicó) el decreto 3938 donde
se afirmaba la necesidad de eliminar las actividades de control de la natalidad (control sobre el número de nacimientos). El efecto
de las prohibiciones sobre el acceso a los métodos anticonceptivos fue profundamente discriminatorio, ya que recayó sobre los
sectores populares que eran y son los usuarios de los servicios públicos de salud. Las mujeres de clase media y alta pudieron
recurrir al sector privado para resolver las necesidades de anticoncepción. Tres años después de la recuperación de la
democracia, ambos decretos restrictivos estaban aún vigentes. En 1986 el gobierno de Alfonsín los anuló y reconoció por primera
vez en un instrumento legal “el derecho de la pareja a decidir libremente acerca del número y el espaciamiento de los hijos”.
La década del 90 estuvo signada por una postura del gobierno nacional sumamente conservadora, de profundo alineamiento con
la Iglesia Católica, y reacio a cualquier avance en el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos. Recién a finales de
los 90 comenzó a gestarse un proceso de apertura y cambios institucionales a favor del reconocimiento de los derechos sexuales
y reproductivos.
En el año 2001 la Cámara de Diputados dio media sanción a un nuevo proyecto de ley para crear el Programa Nacional de Salud
Sexual y Procreación Responsable que finalmente fue aprobado en el 2002 convirtiéndose en ley. La ley y el Programa son el
producto de un complejo proceso histórico, político y social, de la larga lucha encabezada por el movimiento de mujeres y de años
de debate parlamentario.
La sanción de esta ley ha marcado un punto de inflexión en el largo proceso de instalación en la agenda pública de la salud sexual
y reproductiva como un derecho.

- El programa
El Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, destinado a la población general, tiene como objetivos (entre
otros): alcanzar para la población el nivel más elevado de salud sexual y procreación responsable con el fin de que pueda adoptar
decisiones libres de discriminación; disminuir la mortalidad materno-infantil; prevenir embarazos no deseados; promover la salud
sexual de los adolescentes; garantizar a toda la población el acceso a información, orientación, métodos y prestaciones de
servicios referidos a la salud sexual y procreación responsable, etc. Esta ley pone un énfasis particular en la provisión gratuita y
universal de métodos anticonceptivos. La implementación de este programa no ha estado libre de obstáculos. La distribución
gratuita de anticonceptivos hormonales y la anticoncepción hormonal de emergencia también han sido objeto de presentaciones
judiciales. Existen varios casos judiciales que han logrado limitar la distribución gratuita de anticoncepción de emergencia.

- El orden de las leyes: la brecha entre las leyes existentes y su efectiva aplicación
El punto más crítico tiene que ver con las deficiencias en la implementación de políticas para el ejercicio de los derechos
consagrados en las leyes. La distancia entre la existencia de legislación, la provisión de los servicios correspondientes y la
posibilidad real del ejercicio de los derechos por parte de la población, es enorme.
- Monitoreo ciudadano
En Argentina, distintas organizaciones llevan adelante acciones de control social o ciudadano sobre la existencia, disponibilidad y
calidad de las prestaciones del Estado para denunciar el incumplimiento de los derechos.

- El aborto en Argentina
El aborto en Argentina está legalmente restringido. El Código Penal lo tipifica como un delito contra la vida y la persona, y lo
sanciona con prisión para quien lo efectúa y para la mujer que se lo causara o consintiera. Sin embargo el artículo 86 establece

92
causales específicas de despenalización que incluyen: 1) si el aborto se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la
salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por otros medios y 2) si el embarazo proviene de una violación sobre una
mujer idiota o demente. En este caso, el consentimiento de representante legal deberá ser requerido para realizar el aborto.
A pesar de que esta normativa existe desde hace más de 90 años, los abortos permitidos son todavía inaccesibles para la
mayoría de las mujeres. En la práctica prevalece una interpretación restrictiva del artículo 86.
El aborto no punible es el ejemplo extremo de la brecha entre la ley y su verdadera aplicación y una asignatura pendiente del
Estado que debería dar respuesta a través de una política pública para ofrecer servicios de aborto legal disponibles, accesibles y
de calidad, cuya ausencia constituye una clara violación a los derechos humanos de las mujeres.

- Aborto inseguro
Estimaciones realizadas en los últimos años mostraron la ocurrencia de 460.000 abortos inducidos por año. Alrededor de 100
mujeres mueren por abortos inseguros cada año, siendo ésta la primera causa de muerte materna en muchas provincias. Dada la
ilegalidad del aborto muchas mujeres recurren a procedimientos que ponen en riesgo su salud y su vida. Existe un mercado de
servicios de aborto donde la calidad y seguridad de los procedimientos está asociada a la capacidad económica de la mujer.
La práctica del aborto ha variado en los últimos años a partir de la expansión de la utilización del misoprostol para interrumpir el
embarazo. El aborto con medicamentos se ha constituido en un recurso de alto valor para los países con legislaciones restrictivas
ya que es un método de interrupción del embarazo seguro y efectivo y relativamente accesible. El aborto con medicamentos ha
contribuido a disminuir las complicaciones de los abortos inseguros, aunque su utilización incorrecta puede generar graves
consecuencias.

- El movimiento por los derechos sexuales y reproductivos


El movimiento de mujeres es el principal actor comprometido con la defensa y promoción de los derechos sexuales y
reproductivos. Sus acciones se concentran principalmente en reducir la brecha existente entre el marco normativo y la posibilidad
real de ejercicio de los derechos, en especial para los sectores más desprotegidos de la sociedad, y en la ampliación del marco de
los derechos, a través de una reforma legislativa que conduzca a la despenalización y legalización del aborto.
Aunque el acceso universal a la anticoncepción y el acceso al aborto seguro son dos de los principales ejes de la agenda del
movimiento de mujeres, este movimiento no es homogéneo. Algunas autoras prefieren hablar de movilización de mujeres para dar
cuenta que coexisten diferentes modos de plantear las inequidades de género y la cuestión de la sexualidad y la reproducción.
Así, los grupos de mujeres proyectan objetivos comunes a la vez que se caracterizan por la heterogeneidad y diversidad de
tendencias.

- Tensiones sobre la despenalización/legalización del aborto


El discurso dominante acerca de la liberalización del aborto en la Argentina se apoya en tres pilares básicos: el aborto como
problema de salud pública, de derechos humanos y de justicia social.
Desde la perspectiva de la salud pública: la expresión más dramática de la prohibición del aborto está en las cifras inaceptables
de mortalidad materna por aborto inseguro que presenta nuestro país.
Desde la perspectiva de los derechos humanos: el reclamo de la liberalización del aborto se estructura en base a la discriminación
que sufren las mujeres ya que las leyes que penalizan el aborto recaen sobre las mujeres que son quienes experimentan
físicamente el embarazo y las consecuencias de los abortos inseguros.
El argumento de la injusticia social: señala la inequidad que existe en el acceso al aborto seguro entre mujeres de distintos
sectores sociales.

Conclusiones
Los avances legislativos no tienen un correlato fuerte en la implementación de políticas públicas y acciones que posibiliten el
ejercicio pleno de los derechos adquiridos.
El movimiento de mujeres se ha profesionalizado, institucionalizado e internacionalizado constituyéndose en un actor social
legitimado, reconocido y con creciente poder de presión.
Actualmente la ampliación de los derechos sexuales y reproductivos, en especial en lo relativo al aborto, se percibe por primera
vez con un horizonte posible.
La posibilidad de dar nuevos pasos en el acceso y ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos depende en gran parte de
las acciones de monitoreo, denuncia y exigibilidad de derechos de la sociedad civil.

Ficha: 2013 – Movimientos sociales. Delgado, Saintout y Molina, Chavez.


Introducción
Se entiende por movimientos sociales a las acciones colectivas con alguna estabilidad en el tiempo y algún nivel de organización,
orientadas al cambio o conservación de la sociedad o de alguna esfera de ella. La expresión nuevos movimientos sociales
comienza a ser utilizada en los años 70, y corresponde a unas formas de acción colectiva diferentes de aquellas basadas en el

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conflicto central puesto en el Estado y en las divisiones entre clases sociales. Teniendo en cuenta la historicidad del objeto
sociológico (en ciencias sociales no es solo el observador quien interfiere en el proceso de observación, sino que el propio objeto
de investigación se sitúa siempre en un contexto histórico) existen dos dimensiones a tener en cuenta a la hora de pensar en el
surgimiento de los nuevos movimientos sociales. Por un lado, una dimensión empírica que habla de la aparición en el espacio
público de unos actores hasta el momento relegados al espacio privado. Por otro lado, una dimensión teórica, que nos sitúa de
cara a la crisis del estructuralismo y a una nueva teorización de la subjetividad.

Surgimiento de los nuevos movimientos sociales


De un modo empírico, es posible decir que a fines de las décadas del 70 y el 80 en América Latina, y antes en Europa, hemos
asistido a la emergencia en el espacio público de nuevos actores y nuevas formas de expresión política. Estos actores
(movimientos de mujeres, homosexuales, migrantes, de derechos humanos) aparecen como novedosos frente a los actores
políticos tradicionales. Son movimientos sociales con minúscula y en plural por oposición al Movimiento Social con mayúscula y
en singular, que fue generalmente el movimiento obrero. Este movimiento se constituyó en relación a una matriz sociopolítica
clásica o nacional popular, donde el Estado ocupaba un lugar de referencia central para las acciones políticas.
Por un lado el Movimiento Social (mayúscula singular), orientado al nivel histórico–estructural de una determinada sociedad y
definiendo su conflicto central. Por otro lado los movimientos sociales (plural minúsculas) que son actores concretos que se
mueven en el mundo de la vida, organizacional o institucional, orientados hacia metas específicas y con relaciones problemáticas,
que se definen en cada sociedad y momento con el Movimiento central.
Hasta los años 70, el tema de la participación estaba centrado en el sistema político: partidos políticos y elecciones para la
transformación social democrática, guerras de liberación para la transformación societal. El Estado estaba en el centro. Inclusive
los actores corporativos tradicionales – burguesía, movimiento obrero, los militares – eran mirados fundamentalmente en cuanto a
su capacidad de intervenir en el espacio político del poder del Estado. Los otros actores sociales eran débiles; lo que había eran
protestas, demandas frente al Estado, espacios de sociabilidad y de esfuerzo cultural local. En el plano internacional, la
centralidad del aparato del Estado llevaba a acuerdos y convenciones. Pero la centralidad del Estado y la matriz nacional popular
que le daba sentido en América Latina se resquebrajó en un contexto de ruptura o crisis debido a múltiples y complejos procesos:
la globalización económica y cultural; el pasaje de una sociedad industrial de Estado Nacional hacia sociedades post industriales
globalizadas, con la consiguiente crisis y declinación del paradigma del trabajo como eje organizador de la vida común y de la
política. Frente al surgimiento de un nuevo tipo societal, emergieron nuevos actores y nuevas formas de acción colectiva.
En América Latina, a partir de los 70 hacen su aparición en el escenario público y van cobrando creciente importancia formas de
articulación de intereses y agrupamientos que dirigen sus demandas al Estado, pero que no se canalizan a través de los partidos
políticos. En la Argentina, en el contexto de la Dictadura, el Movimiento de Derechos Humanos supo articular un espacio de
participación que operó, en la medida que reformulaba las demandas y lograba condensar los nudos del conflicto, como eje de
oposición ante el gobierno militar. La experiencia Argentina de los movimientos de derechos humanos, los que surgen como un
modo de defensa ante la agresión de estos derechos, se caracterizan por su relación negativa ante el poder pero carece de
propuesta global de transformación social. El Movimiento de Derechos Humanos en la Argentina, invalida el fundamento de la
guerra contra el enemigo interno denunciando la represión y la ilegalidad del gobierno militar. Los derechos humanos aparecen
como el nudo de la acción política y su defensa desnuda la lógica de la dominación.
En las transiciones a la democracia, algunos movimientos se constituyen en actores sociales institucionalizados, especialmente en
los gobiernos locales. Otros tienen recorridos diferentes en los años 80, siendo incorporadas sus plataformas en la agenda social
y política de la transición. Puede decirse que se produce una doble situación en el proceso de transición. Por un lado, los
movimientos de DDHH se debilitan y quiebran, existiendo conflictos alrededor de las estrategias entre quienes quieren entrar a las
estructuras del poder y quienes eligen no negociar aunque esto signifique quedar fuera. Pero por otro lado, sus temáticas se
extienden socialmente y son apropiados por la sociedad, lo que finalmente afirma la fuerza de estos movimientos. La temática de
los movimientos sociales en los 90 se reconfigura, con un fuerte impacto en el empleo.
La temática de los movimientos sociales en los 90 se reconfigura, en un contexto de profundas transformaciones sociales y
económicas, con un fuerte impacto en el empleo. Comienzan a aparecer movimientos ligados a la recuperación del trabajo o la
protesta social, vinculada a obtener beneficios directos para la sobrevivencia, de amplios sectores sociales desplazados del
proceso de modernización.

Las características de los nuevos movimientos sociales: Son las más sobresalientes a partir de algunas de sus particularidades
más visibles, sin que por esto sean compartidas por todos ellos ni que aparezcan siempre de manera absoluta.
● El conflicto: no son movimientos anclados en el mundo del trabajo o el Estado exclusivamente, pero que se fortalecen en ese
universo en la década del 90. En la medida en que estos movimientos se agrupan en torno a demandas tan variadas como
trabajo, libertad sexual, la identidad, la ecología, el consumo, etc., y que incluso generan comunidades que van más allá de
las fronteras del estado nación, crean una sociedad civil internacionalizada; la problemática que plantean no puede reducirse
a la oposición sociedad civil/estado. Si en Europa surgen básicamente en torno a los conflictos ligados al género, a la noción
de identidad/diferencia, a la ecología, no siendo el Estado el adversario fundamental, en América Latina estos nuevos
movimientos sociales no pueden ser entendidos son la referencia fuerte al Estado. Esta dimensión es muy clara en los
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llamados Movimientos de Derechos Humanos que se configuran para resistir a los Estados represivos de las dictaduras
militares. Pueden verse en América Latina 4 ejes de conflicto o de acción colectiva: primero, el eje de la democratización
política, que implica movimientos y actores que definen su acción social hacia el cambio de régimen político; segundo, el eje
de la democratización social, en torno a la redefinición de la ciudadanía, la superación de la pobreza y la exclusión social;
tercero, el eje de la reconstrucción de la economía nacional, en torno al cual se realizan acciones colectivas defensivas
frente a la pérdida de conquistas sociales previas a la desarticulación del modelo de desarrollo del Estado Nacional hacia
adentro; y por último, el eje de la modernidad, en torno del cual se desarrollan acciones colectivas de afirmación e
impugnación de los diferentes modelos de modernidad y las identidades posibles.

● Las estrategias: en varios de estos nuevos movimientos sociales el poder es redefinido a partir de su no exterioridad con
respecto a los sujetos, no como algo del cual hay que apoderarse sino como una dimensión que hace al tejido social. Se
parte de asumir que la voluntad colectiva no se juega en un solo tablero, lo que implica la ausencia de un único adversario.
Estos movimientos no se plantean la estrategia que subvierta el orden social, sino más bien, microdisidencias en las que
caben distintas actitudes frente al poder. Para el zapatismo, por ejemplo, la lucha contra la dominación no implica cambiar un
poder por otro, no implica la toma del poder, idea que sintetizan a través de la afirmación: “para nosotros nada, para todos
todo”

● La política y la cultura: estos movimientos, si bien no niegan la política partidaria, no se remiten a ella como única vía para
hacer política. Marcan su autonomía con respecto a los partidos y dan prioridad a la sociedad civil por sobre el Estado.
Prestan especial atención a la visibilización a través de la dramatización, de la puesta en escena del conflicto. Asumen que
en la pelea por sus reclamos la cultura como expresión simbólica juega un papel importante para sostener una demanda
cuando las vías políticas se clausuran. Las prácticas culturales son, más que acciones, actuaciones. (Buscando la visibilidad
negada por siglos, los zapatistas muestran el pasamontañas como símbolo de la colectividad, afirmando que todos somos
Marcos, tapándose para hacerse ver). Por otro lado, las madres de Plaza de Mayo sabían que sus hijos estaban muertos,
pero también sabían que para todo el pueblo argentino, pedir la aparición con vida era lo más justo que podían hacer. Este
pedido opera en dos dimensiones: como memoria de la sociedad, y como proyecto hacia el futuro.

● La comunicación: la lucha por la definición de los conflictos, por los símbolos, por la legitimación de los actores y las
demandas encuentra en los medios masivos de comunicación una arena de disputa ciertamente valorada por estos
movimientos. La comunicación juega un papel central en la gran mayoría de ellos, tanto desde una dimensión mediática
como por fuera de ésta. Así, no sólo existe una preocupación por estar, ser en los medios masivos, sino que también
diseñan estrategias comunicacionales por fuera de estos medios (ej: el Zapatismo usa medios de baja intensidad –cartas,
comunicados, pliegos, petitorios– pero también tecnología de punta–Internet). En cuanto a los medios masivos, como
agentes que disputan a las instituciones tradicionales la hegemonía en la construcción de sentidos sociales de la vida, los
nuevos movimientos sociales han tenido especial interés en participar en ellos y en sus lógicas de visibilidad/invisibilidad.

● Espacio público/privado: la emergencia de los nuevos movimientos sociales se hace desde la crítica a la configuración del
espacio público/privado tal cual lo había ordenado la modernidad, planteando conflictos diversos en torno a la identidad, la
diferencia, el poder, la cultura, la subjetividad. Las líneas divisorias entre el dominio público y privado son redefinidas.

Nuevos movimientos y nuevas perspectivas teóricas: Los movimientos sociales en relación con ciertos debates que en el plano de
las ciencias sociales se han dado en los últimos años en torno a la subjetividad, la identidad, el poder y la memoria:
● La subjetividad: desde un punto de vista teórico, no podemos pensar la aparición de los Nuevos Movimientos Sociales si no
es relacionada con lo que se ha llamado el surgimiento o retorno de la subjetividad, por reacción a las explicaciones
deterministas de la acción y la conciencia social. Esta emergencia de la subjetividad tiene que ver entonces con la crisis de
los paradigmas de análisis estructuralistas, que pretendían explicar la acción y la conciencia social por la determinación de
las estructuras, de las cuales los sujetos eran sólo epifenómenos. Pero además, la problemática de los nuevos movimientos
sociales surge en relación a una línea de pensamiento que va a caracterizar la crisis de la modernidad a partir de la idea del
proyecto inconcluso. La modernidad se concibe como un proceso de constitución de sujetos, pero éstos no se pueden
entender sólo desde una dimensión racional. El sujeto se define como la reivindicación por el individuo o el grupo de su
derecho a ser un actor singular y esta finalidad se constituye a través de la conflictividad. La subjetivación realizada, puesta
en el espacio público por los actores, es lo que da vida a los nuevos movimientos sociales, estos donde los actores
combinan la experiencia cultural privada con la participación en el universo de la acción instrumental.

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● Identidad: si durante los procesos de constitución de los estados nacionales, y específicamente en América Latina, las
identidades colectivas se habían afirmado desde la nación, con la crisis de los modelos de estado dominante y con el
desarrollo de los procesos de globalización, estas identidades entran también en crisis. Los nuevos movimientos sitúan en
primer plano las cuestiones ligadas a la identidad de sus integrantes, que en ocasiones son consideradas plataformas para la
participación. Salen del ámbito privado para transformarse en reivindicaciones sociales. Las reivindicaciones de estos
movimientos, tienden a presentarse asociadas a una serie de símbolos, creencias, valores y significados colectivos que
tienen especial importancia para sus seguidores por dos razones: 1) están en el origen de los sentimientos de pertenencia a
un grupo diferenciado; 2) están íntimamente relacionados con la imagen que los seguidores de estos movimientos tienen de
sí mismos y con el sentido de su existencia individual. Pero la identidad no es sólo la imagen de uno mismo, sino que supone
como condición de emergencia la intersubjetividad, la otredad: la identidad emerge y se afirma sólo en la medida en que se
confronta con otras identidades en el proceso de interacción social. La emergencia de estos nuevos movimientos sociales en
la escena pública no sólo puso de manifiesto la necesidad de un reconocimiento de la alteridad a partir de una afirmación
positiva de la identidad (nosotros somos gay, nosotros somos aborígenes) sino que también expresó la participación
asimétrica en la posesión de los recursos materiales circulantes en el espacio social (somos pobres, somos sin tierra).
A la hora de hablar de movimientos sociales e identidad, es necesario tomar la conceptualización realizada por Castels en
torno a lo que él llama las identidades defensivas por oposición a las identidades proyectivas: las identidades defensivas,
como aquellas que ante las adversidades desarrollan estrategias de sobrevivencia cuya característica es la defensa del
entorno; las identidades proyecto, aquellas que pasan de la defensa al proyecto, a una actitud proactiva. Corriendo el riesgo
de la generalización, se podría decir que en Europa los nuevos movimientos sociales surgen a partir de la afirmación
religiosa, de género, ecológica, mientras que es posible pensar que en América Latina es más fuerte la dimensión de la
carencia, de la falta: los sin tierra, sin bienes, injusticia, sin identidad.

● Memoria: durante los 2 últimos siglos el tiempo fue concebido básicamente desde 2 lugares centrales: por un lado, como
tiempo episódico o histórico, por otro lado como no tiempo, o tiempo de la larga duración. La primera definición debe
atribuirse a aquellas narrativas que explicaron el tiempo de las sociedades y las culturas desde la idea de historia aunada a
la noción de progreso indefinido. Así se presenta el tiempo como una serie de sucesiones lineales, donde cada etapa supera
a la anterior. En segundo lugar, las ciencias sociales han analizado la temporalidad social desde el paradigma estructuralista
donde el tiempo es un gran ausente en la problematización de lo social. En los últimos años, de la mano de la sociología
histórica y de los estudios culturales, las ciencias sociales comienzan a pensar el tiempo desde una densidad diferente,
planteándose las múltiples temporalidades o (des) tiempos de lo social; de la historia (un único tiempo) a la memoria.
En la Argentina pos dictadura se reconoce la presencia de movimientos sociales que son producto de la intención de hacer
oír la memoria. Movimientos que se construyen a partir de la pérdida, el dolor, de la consecuencia de los hechos o de la
derrota. Ejemplo de esto son el grupo HIJOS y los ex soldados combatientes de Malvinas. A estos movimientos los une el
carácter de un hecho que los atravesó y les otorga sentido de pertenecía. HIJOS se constituye como grupo involucrando en
ello la reintroducción de los otros, del pasado silenciado y olvidado. Si bien hoy hay florecimiento de nuevas y múltiples
subjetividades políticas (de clase, étnicas, gay, ecológicas, feministas, religiosas) en el caso de HIJOS existe un proceso que
busca la reconstrucción histórica de un relato fundante que posibilite un proceso identificatorio desde la reconstrucción de la
memoria. Ellos buscan el pasado de sus padres y el presente propio.
● El poder: las ideas clásicas en relación al poder, atravesadas por las miradas marxistas, hablaban de un poder dividido en
dos, uno coaccionando sobre el otro: una clase dominando a la otra, imponiéndole su fuerza. A partir de los aporte
gramscianos se lleva a cabo un desplazamiento de la concepción del poder como imposición hacia la noción de hegemonía.
Se traslada el acento puesto en la dominación como imposición hacia la dominación como relación de reconocimiento, de
comunicación, donde el poder no se ejerce como fuerza sino como sentido. Es decir, que los procesos de dominación social
ya no son pensados como procesos de imposición desde un exterior y sin sujetos, sino como procesos en los que una clase
o sectores de clases hegemonizan en la medida en que representan intereses que también representan como suyos las
clases subalternas. No hay hegemonía, sino que ella se hace y se deshace, se rehace permanentemente en un proceso
vivido, hecho no sólo de fuerza sino también de sentido, de apropiación del sentido por el poder, de seducción y complicidad,
lo que implica que la hegemonía nunca puede ser total, siempre pueden surgir formas de conciencia en la vida cotidiana que
se movilicen contra el orden hegemónico.
Por otro lado, para los años 80 opera también la ruptura con la idea moderna del poder expresada a partir de la idea
foucaultiana de la microfísica del poder. El mismo la define así: no hay poder, sino que, dentro de una sociedad existe
múltiples relaciones de poder extraordinariamente numerosas y múltiples, colocadas en diferentes niveles, apoyándose unas
sobre las otras y cuestionándose mutuamente. El poder en las sociedades está en todas partes, circula; la organización
social está regida por el ejercicio del poder. Esta idea fue asumida por los propios movimientos, como mirada desde donde
ubicarse en la conflictiva social, tanto para sus accionares como para sus modos de organización interna.

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A manera de conclusión
Es posible afirmar que en lo últimos años asistimos a la emergencia de unos nuevos actores y formas de acción colectiva que se
definen no más por su posicionamiento estructural excluyentemente sino por la inscripción de la subjetividad y la memoria en el
espacio público. Estos nuevos movimientos sociales, caracterizados no a través de un conflicto central sino en relación a diversos
ejes, surgen de la mano de la crisis de la sociedad industrial y el pasaje a una sociedad posindustrial o de la información, donde el
paradigma organizador de la vida cotidiana deja de ser el trabajo, sino más bien la ausencia de él y las identidades colectivas
comienzan a desplegarse del Estado Nacional. En este nuevo contexto, los actores sociales y los movimientos tienen un rol doble:
por un lado, son sistemas colectivos de reconocimiento social, que expresan identidades colectivas viejas y nuevas, con
contenidos culturales y simbólicos importantes. Por otro, son intermediarios políticos no partidarios, que traen necesidades y
demandas de las voces no articuladas a la esfera pública y las vinculan con los aparatos institucionales del estado.
La primera pregunta que surge al analizar los nuevos movimientos sociales se relaciona con la capacidad o no de los nuevos
actores de marcar una diferencia, es decir, de ejercer poder de transformación de las relaciones sociales hegemónicas. Porque si
bien es posible afirmar que la emergencia de nuevos sujetos y nuevas demandas ha significado un efecto democratizador, se
plantea la duda en torno a la posibilidad de acción cuando la fragmentación de actores y demandas toma difuso los oponentes y
las vías de canalización. En segundo lugar y ligado a lo anterior, una cuestión que suscita interés se refiere a la vinculación entre
esas nuevas demandas y el sistema político. Sin duda la vinculación entre los movimientos sociales y las instituciones políticas,
las agencias estatales, los partidos políticos, son altamente cambiantes. El panorama es heterogéneo. Aunque se diferencian del
Movimiento Social, con mayúsculas, estos nuevos movimientos sociales, por lo menos en América Latina y en los últimos años, se
consolidan y estructuran, vía la protesta social, y que tienen como eje articulador, la desafiliación del mundo del trabajo.

Ficha: 2003 – Neoliberalismo y crimen organizado en México: El surgimiento del Estado


narco. José Luis Solís González.
Desde hace algunas décadas, en América Latina, y de manera particular en México, el crimen organizado ligado a las actividades del
narcotráfico, así como a la trata de personas, el tráfico de armas, el secuestro y la extorsión, ha experimentado un
crecimiento exponencial que lo ha llevado a tener una presencia muy significativa en la vida económica, política, social y
hasta cultural en la región. Este fenómeno, lejos de ser un hecho aislado, obedece a una serie de factores tanto internos
como externos. A los factores endógenos de crisis del anterior modelo de acumulación, basado en la sustitución de
importaciones, se han sumado los factores derivados de la crisis del capitalismo global y de la aplicación de las políticas
neoliberales que la han acompañado. Esto ha conducido a México hacia una profunda crisis orgánica, constituida por un
déficit de racionalidad en la intervención económica del Estado (más de tres décadas sin crecimiento económico, con
aumento rampante de la pobreza y las desigualdades sociales) y un déficit de legitimidad del Estado y sus instituciones. Lo
anterior ha desembocado en niveles de violencia e inseguridad pública sin precedentes en la historia contemporánea de
México, y en una creciente militarización del aparato de Estado (Reveles, 2010). Tanto el modelo económico neoliberal
vigente, basado en la apertura externa, como el sistema corporativo autoritario heredado de la época del “nacionalismo
revolucionario” (el cual ha permanecido sin cambios mayores a pesar de la supuesta “alternancia en el poder”), han
constituido el caldo de cultivo para el surgimiento de una economía, sociedad y gobiernos con una creciente penetración y
control por parte del narcotráfico y de las distintas agrupaciones del crimen organizado (Smith, 1997). Esto ha llevado a que
ciertos sectores de la opinión pública estadounidense hayan caracterizado al Estado mexicano como un “Estado fallido”, así
como a especular sobre la necesidad de intervenir militarmente en México con el pretexto de salvaguardar su seguridad
nacional y sus fronteras. Se está de hecho ante el surgimiento en México de una nueva forma de Estado capitalista periférico,
que hemos caracterizado como Estado narco. Siguiendo a Salama (1979), analizamos la instancia estatal en tres diferentes
niveles de abstracción/ concreción: a) como forma general del Estado capitalista; b) como régimen político o forma
fenoménica (exterior) del Estado y c) como gobierno concreto de un régimen político determinado. La unidad de estos tres
niveles de existencia del Estado constituye su realidad concreta en tanto que relación social de dominación política de clase.
El Estado periférico mexicano, a diferencia de los Estados del capitalismo central, no refleja la universalidad de intereses que
funda el carácter abstracto e impersonal del Estado capitalista en general (Pasukanis, 1970), sino que aparece como el
instrumento particular de grupos de poder fáctico que se disputan la hegemonía al interior de una oligarquía facciosa y voraz,
de la cual forman parte, desde luego, los diferentes cárteles de la droga. En consecuencia, su legitimidad no descansa, como
en los países del capitalismo desarrollado, en la generalización de las relaciones de cambio (fetichismo de la mercancía y del
dinero) ni en el ejercicio de la democracia formal representativa asociada a la generalización mercantil, sino en contenidos
políticos, sociales y culturales muy heterogéneos, desprendidos del pasado histórico y/o del campo inmediato de fuerzas
sociales de clase, pudiendo apoyarse incluso (como en la coyuntura actual) en la violencia y la represión institucionales. Esta
situación ha conducido a una tensión permanente, en el seno del régimen político, entre la exteriorización de las
determinaciones esenciales de todo Estado capitalista (Hirsch, 1978) y la expresión particularista de los intereses de la clase
empresarial (incluido el narco) y de la “clase política” enquistada en los aparatos del Estado. El “Estado de derecho” aparece
así como algo inacabado o abiertamente inexistente y la democracia representativa burguesa como una ficción, como un

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remedo de democracia dominada por el clientelismo y la corrupción. El resultado ha sido la emergencia de una nueva forma
de Estado capitalista periférico en México: el Estado narco. Así, México se encuentra en la década de 2010 en una
encrucijada: en un contexto de neoliberalismo rampante y de crisis económica nacional y global, la parálisis funcional que
sufre el Estado le impide coadyuvar eficazmente a la regeneración del capital nacional (aunque no del capital global), lo cual
agrava su déficit de racionalidad y socava aún más su legitimidad. En este sentido, en septiembre de 2012, una vez más, la
elección presidencial le fue adjudicada por las autoridades electorales al candidato de la derecha (esta vez priísta), conspicuo
representante de la oligarquía dominante. El Estado narco se reprodujo así en la continuidad de un régimen político neoliberal
autoritario e ilegítimo, ajeno a los intereses nacionales y ciego ante las apremiantes necesidades de las grandes mayorías de
la población mexicana.

Ficha: 2007 – ALIMONDA. La naturaleza colonizada.

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