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1873 en adelante
En 1873 como vimos anteriormente se produjo la concentración de la producción y del capital que crea el monopolio, se fusionan
el capital bancario con el industrial y forman las compañías de acciones. Los países coloniales buscan extender sus espacios
coloniales con el objeto de obtener nuevos mercados, asegurarse fuentes de abastecimiento de materias primas y alimentos y
para evitar que países rivales ocupen los territorios.
Hay una terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias más importantes, por lo que luego habrá disputas por un
reordenamiento de tal. Las luchas por el derecho a explotar regiones menos desarrolladas se expresaran en 1914 con la primera
guerra mundial. Surge la URSS (UniónSoviética) redefiniendo la problemática, combinándose en el mundo disputas entre un
estado socialista y paíseshegemónicos capitalistas con desarrollo y crecimiento de los movimientos de liberación tercermundistas.
Estados Unidos
Hacia mitad del siglo XVII el norte y el sur eran exportadores de materias primas, pero en el norte existía manufactura de
autoconsumo desarrollado por artesanos. En el sur no se manufacturaba nada, tenían cultivo de plantaciones para la exportación.
Las características del norte hicieron posible comerciar con el sur y con países tropicales, dándose el desarrollo industrial sobre la
base de un colonialismo interno que los sectores manufactureros del norte sobre el sector agrícola en su conjunto.
Este territorio poseía la ventaja de que el 40% del abastecimiento mundial de hierro provenía de allí y ademásposeían la mitad de
los yacimientos de carbón en un mundo donde la base de las industrias estádada por el uso de estos dos materiales. Se le suma
a su vez sus riquezas naturales (dos océanos, entorno geográfico excepcional) y el constante crecimiento del mercado interno
debido a las corrientes migratorias.
Luego de la guerra civil ingresa, en la era del ferrocarril, hay una transformación de la agricultura. Esta fue una gran característica
de la nación que lo convirtió en el granero del mundo, teniendo un crecimiento económico cada vez mayor.
Comienza a explotar las debilidades de Inglaterra y en 1850 se inicia la expansión continental y más tarde la extracontinental, en
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búsqueda de materias primas para el desarrollo de la manufactura, las que no tenían en cantidad suficiente (caucho, seda)
En 1880 se termina en EE.UU la época del libre cambismo, más tarde produce la fusión de la industria y de los bancos que tendrá
efectos en la construcción de una nueva hegemonía.
De hegemonía inglesa a estadounidense
El ascenso de EEUU al lugar de primera potencia se da por la primera guerra mundial la cual permite consolidar su hegemonía.
Las naciones europeas dedicaban su producción manufacturera a la producción de alimentos, EE.UU. se convierte en
abastecedor de alimentos y mercadería a las naciones en guerra. En principio lo pagan con oro, luego dinero recibido por la venta
de sus títulos e intereses norteamericanos, con lo que se produce la nacionalización de la economíade los estados unidos para
pasar a solicitar créditos de los banqueros estadounidenses, se convierte asi en nación acreedora mundial.
En 1917 los países aliados empiezan a sentir la banca rota financiera, dada la imposibilidad de seguir endeudándose. EE.UU le
declara la guerra a Alemania, dejando como saldo el debilitamiento de las naciones europeas y la fortaleza absoluta de EE.UU.
Asi se convierte en la potencia manufacturera y financiera más grande del mundo capitalista.
El rasgo más importante del periodo de desarrollo hacia afuera (desde fines del siglo XIX hasta 1930) es la estrecha vinculación
económica comercial y financiera internacional que se traducía en el predominio de la libre esterlina.
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revolución científico-técnica y sus derivaciones al mundo de la producción y al plano de la organización y gestión (desarrollo de la
cibernética, tecno electrónica, que son una llave importante para acceder al desarrollo futuro) 2) la trasformación del mundo del
trabajo y sus efectos sociales 3) la globalización económica
Una tendencia al descenso del nivel del empleo a diferencia del periodo de industrialización. El reemplazo de hombre por
tecnología genera disminución en la demanda de los trabajadores y una baja en el nivel de salarios.
Punto de vista económico la globalización puede ser entendida como una nueva fase de expansión del sistema capitalista: hay
una tendencia a la apertura de los sistemas económicos nacionales, un incremento del comercio internacional, expansión y
crecimiento de marcados financiero, innovación tecnológica, disminución de políticas estatales reguladoras y/o proteccionistas. Lo
que genera una aumento de la interdependencia entre países o economías diferentes, ensanchamiento de campo geográfica y
una polarización social, pobreza global.
La Globalización es un proceso complejo que abarca fenómenos políticos, económicos, culturales y la construcción de nuevas
identidades, tiene rasgos nuevos como la percepción de transnacionalidad en el turismo, consumo, medios de comunicación y
estilos de vida, conciencia de peligro ecológico global, percepción de otros transculturales en nuestras propias vidas, circulación
de las industrias culturales globales, desaparición del trabajo como integrador social, crecientes niveles de exclusión y
precarización laboral. "Ricos globalizados y pobres localizados" "dos caras de una misma moneda en la que las dos partes viven
en las dos distintos y ven solo uno"
En advenimiento de los procesos de globalización económica y política implicaron crisis y ruptura del modelo sustitutivo y la
implantación del modelo aperturista.
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a)un complejo de actividades, grupos sociales y regiones que se encuentran ubicados geográficamente en Estados/naciones
diferentes, conforman la parte desarrollada del sistema global y se hallan ligados entre sí, a través de una variedad de intereses
concretos así como por estilos y niveles de vida similares y fuertes afinidades culturales;
b) un complemento nacional de actividades, grupos sociales y regiones parcial o totalmente excluidos de la parte nacional
desarrollada del sistema global y sin ningún lazo con las actividades, grupos y regiones similares de otras naciones.
Esta visión del fenómeno desarrollo/subdesarrollo trata de incorporar los aspectos de dominación/dependencia, de marginalidad y
de desequilibrios espaciales que son parte inherente del mismo; los países desarrollados resultarían ser aquellos donde prevalece
la estructura económica, social y espacial desarrollada, mientras que las actividades, grupos sociales y regiones atrasados y
marginales constituyen fenómenos excepcionales limitados, y aparecen como situaciones de importancia secundaria. A la inversa,
los países subdesarrollados son los que prevalece la marginalidad excluyente, afectando a gran parte de la población, de las
actividades económicas y del espacio físico, presentándose como un problema básico, urgente y agudo por su dimensión absoluta
y relativa.
Partiendo de las categorías básicas que se han combinado para llegar a esta formulación (economías capitalistas nacionales que
se caracterizan internamente por una heterogeneidad entre países desarrollados y subdesarrollados o dominantes y
dependientes, y un sistema capitalista internacional que define las relaciones entre las economías nacionales) se elabora un
modelo gráfico. Se supone en primer lugar, la existencia aislada del sistema capitalista internacional, ya que su coexistencia con
uno o varios sistemas socialistas no es importante. Se supone que el sistema capitalista internacional está integrado por un solo
país desarrollado o dominante y por dos subdesarrollados y dependientes.
En cada país hay una gran heterogeneidad de niveles de desarrollo, de modernidad, de progreso, de ingresos. Se hablara de
sectores integrados y marginados. Suponemos que el sistema capitalista internacional contiene un núcleo internacionalizado o
transnacionalizado, compuesto por los sectores nacionales integrados y las relaciones entre ellos, y segmentos nacionales
excluidos formados por los sectores marginales de cada país y las relaciones entre estos y los integrados.
El sistema capitalista internacional contendría un núcleo central internacionalizado de sectores sociales de mayor o menor
importancia relativa en cada país. Estos comparten una cultura y un estilo de vida común. No obstante hablar idiomas diferentes,
estos sectores tienen una capacidad de comunicación entre sí que es mucho mayor que la posibilidad de comunicación de uno de
estos sectores con sus coterráneos obreros, campesinos o marginados. Para que esta comunidad internacional que reside en los
diferentes países del mundo, tanto desarrollados como subdesarrollados, pueda sostener patrones de consumo similares, debe
tener también niveles de ingresos similares.
En general, en los países desarrollados la distribución del ingreso se ha mantenido más o menos constante o ha mejorado en las
últimas décadas, en los subdesarrollados la desigualdad de los ingresos, seguramente se ha acentuado. Los grupos marginados
experimentan ritmos de crecimiento demográficos superiores al promedio de uno y otro tipo de países, mientras que sus ingresos
crecen a tasas menores que sus respectivos promedios nacionales, sus ingresos per cápita crecen menos que el promedio
nacional también por efectos de ambos factores. Se traduciría en un deterioro de la distribución del ingreso en ambos grupos de
países. Tal tendencia puede quedar contrarrestada en los países desarrollados por efecto de las políticas de redistribución de
ingresos. En los países subdesarrollados dichas políticas, no logran alcanzar resultados similares porque los sectores de bajos
ingresos representan una proporción sustancial de la población. La razón por la que cuando dichas políticas se aplican en
nuestros países tienden a beneficiar a los grupos restringidos pero bien organizados de los sectores medios y obreros antes que a
la gran masa.
1. El sistema internacional
Hacia 1852 el sistema internacional correspondiente al capitalismo industrial ya está estructurado y son evidentes las jerarquías
que funcionarán en el siglo XIX y parte del XX. Las relaciones de dependencia a escala internacional se organizaron según las
formas económicas del capitalismo comercial, que obtenía beneficios en el área de la circulación, aprovechando las diferencias de
precios entre las regiones productoras y consumidoras.
En 1770 comenzó a predominar en Inglaterra un nuevo tipo de relaciones de producción (capitalistas) que se caracterizaban por la
apropiación del excedente bajo la forma de plusvalía y que coincide históricamente con el proceso de la Revolución Industrial.
Este proceso estaba desarrollado en Inglaterra en 1852 y comenzaba a afirmarse en el resto de Europa occidental. Estos cambios
influyeron en el sistema internacional total.
La Revolución Industrial implicó en Inglaterra una aceleración en la división interna del trabajo. Esto exige una expansión del
mercado que, de no producirse, origina un estrangulamiento en el desarrollo. Los mercados coloniales adquirieron así una
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importancia decisiva, y la formación de un área mercantil colonial estuvo relacionada con este desarrollo industrial. La expansión
colonial fue acelerada por la Revolución Industrial.
El sistema internacional se caracteriza por el papel de mercados que tienen las áreas coloniales. Al mismo tiempo, comienzan a
esbozarse las características de la etapa siguiente, e Inglaterra empieza a organizar la producción a escala mundial,
determinando la formación de las áreas de monocultivo que se ajusten a las necesidades de ese mercado. Esta jerarquización
económica se traduce en formas de dominación política más variadas y flexibles.
2. El sistema nacional
Dentro de ese sistema internacional jerarquizado, la función del sistema nacional argentino se relacionó directamente con el grado
de su integración al mismo. En 1852 la integración de Argentina al sistema internacional es bastante limitada en relación a la
etapa siguiente. Sin embargo esta integración se fue acentuando desde fines del siglo XVIII. Esta misma provocó cambios
internos que prefiguraron los contactos posteriores con el sistema internacional. La integración de Argentina al sistema
internacional, ya en este momento, representa una primera e importante forma de relación.
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terratenientes y de masas rurales cuyo grado de movilización política es muy alto, presentaba los intereses de la provincia en
bloque.
En el Interior se vive una situación de cambio. Tradicionalmente los grupos dominantes eran “gente decente”, comerciantes,
doctores, etc. La declinación económica de esa clase se enlaza con la crisis del sistema mercantil del Interior, y con la
simplificación de la vida política y la desaparición de las funciones administrativas y eclesiásticas que sustentaban la posición
social de la “gente decente” (pérdida del poder político de estos sectores). Muchos de estos terminaron al servicio de los nuevos
caudillos que surgieron. El agotamiento económico es causa de que ninguno de los sistemas de poder locales logre afirmarse
realmente.
3. La configuración espacial
3.1. El Litoral
La evolución del Litoral desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX está caracterizada por: el desarrollo del
puerto y la configuración de un área comercial; y por la formación de una zona productiva ganadera en torno del mismo.
A. El sector comercial
El sector comercial controló el grueso de las inversiones. Los sectores comerciales concentraron los resortes del poder en todos
los niveles y su acción fue decisiva en la configuración espacial Argentina. Para comprender la situación es necesario analizar
esquemáticamente su evolución:
a. Hasta 1776 Buenos Aires era puerto cerrado. La región litoral se desenvolvía autosuficientemente mientras la región
dinámica era la del Alto Perú, que encontraba salida por Lima y se conectaba con el Interior argentino. No obstante, antes de
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1776, Buenos Aires experimentó un alto desarrollo. Este había sido posible por el tránsito de mercadería hacia el Interior, la
actividad de los marinos franceses y el contrabando por ingleses y portugueses desde Colonia.
b. A lo largo del siglo XVIII, la presión de los países imperiales que ansiaban incorporarse al comercio americano comenzó a
hacerse sentir en el Rio de la Plata; esto representa la primera acción de la variable externa y la primera vinculación con el
mercado mundial. Desde principios de siglo se dio una fácil comunicación con el mercado mundial. Buenos Aires se convirtió en el
puerto de entrada de los productos europeos y de salida de la plata potosina.
Hacia fines del siglo la plata representaba el 80% de las exportaciones por Buenos Aires. El carácter básico de las inversiones: a
partir de un centro productor minero, Potosí, hay una traslación de excedente al sector comercializador y exportador.
c. Este reemplazo se originó en la presión de los centros mundiales de decisión, para los cuales Buenos Aires tenía más
condiciones que Lima. Pero también fue decisiva la creación del Virreinato. Esta medida liberó a Bs As del control de Lima y dio
vigencia administrativa al hinterland comercial porteño, incluyendo en él a Potosí. Luego, el reglamento de Libre Comercio otorgó
mayor flexibilidad a los contactos comerciales de las colonias con Europa, aliviando la presión del monopolio. La acción del
Estado tuvo importancia decisiva para acelerar sus efectos.
d. Examinaremos las características de este sistema de inversiones. Las inversiones se produjeron en el sector comercial y los
capitales se centraron en las casas comerciales. Estas casas articularon un sistema destinado a trasladar el total de los
excedentes económicos al exterior. Si bien el grueso del excedente se trasladó al exterior, una parte quedo en Bs As. A su vez, el
Virreinato fue un área comercial que se abrió a los productos manufacturados europeos.
Este efecto secundario se complementó con la formación de una serie de economías de aglomeración. Los beneficios comerciales
crearon una gran demanda, dando lugar a una concentración del comercio y el consumo de artículos de importación y regionales.
A esto se agregó que Bs As era sede de la administración colonial. Estos rasgos explican cómo, a partir de la concentración inicial
de las inversiones comerciales, se produjo una concentración secundaria de inversores no ligados que complementó a aquella y la
realimentó, dando lugar a un proceso circular.
e. Esta situación básica se modificó parcialmente durante la coyuntura originada por las guerras europeas de la Revolución
Francesa y de Napoleón. En estos momentos se debilitaron y rompieron los lazos que unían a Bs As con su metrópoli y no se
notó aun la presencia de la que reemplazaría a España. El comercio local se expandió y se vinculó con el mundo entero.
f. 1810 Inauguró una nueva coyuntura que alteró esa preeminencia de los comerciantes porteños. En primer lugar, disminuyó
su hinterland por los sucesivos desmembramientos. La acción del nuevo Estado fue ineficaz para reconstruir su hinterland. Por
otra parte, el dominio inglés sobre las áreas coloniales comenzaba a reafirmarse a partir de 1810. En Bs As, la libertad de
comercio estuvo acompañada por la radicación de un grupo de comerciantes británicos que terminaron desplazando los criollos.
Hubo un cambio en los sectores inversores y un reordenamiento en el sistema comercial, una disminución de las exportaciones
que provocó un aumento de importaciones. Otro mecanismo para saldar el déficit citado consistió en inversiones locales de los
sectores británicos en compra de tierras. Los desequilibrios básicos de la economía portuaria van a ser compensados por la
expansión ganadera.
g. A través de este proceso se produjo la formación, el crecimiento y la crisis del grupo comercial porteño, primer sector
inversor en actividades mercantiles, y su desplazamiento por los ingleses.
B. La ganadería
Desde 1810 los productos pecuarios abarcan el 90% del valor de los productos salidos por Buenos Aires. Esta expansión de las
exportaciones pecuarias se origina la expansión de la ganadería bonaerense, que se inicia en 1820 y se desarrolla sin cambios
hasta 1850. Esa ganadería conformó algunos aspectos de la estructura económica-social.
a. La expansión ganadera se ajusta a una decisión muy general del sistema internacional, que presiona para estimular el
desarrollo de zonas de monocultivo. El vehículo eficaz fue la demanda de productos pecuarios que se aceleró desde fines del
siglo XVIII. En tanto la relación predominante era la de mercado y la situación en Argentina era de un sistema capitalista, esta
demanda fue el único medio de acción. Las inversiones exteriores para estimular la producción no aparecen en este periodo. Las
peculiaridades de esta demanda influyen en las características de la producción. El cuero argentino ocupa un lugar secundario en
el mercado mundial. La ganadería debe desarrollarse con independencia del precio y esto explica la necesidad que tienen los
inversores locales de operar con escasos capitales y asegurando altas ganancias.
El mercado mundial demanda cueros, preferentemente gruesos y carne salada, no necesariamente de buena calidad. Las
exigencias de la demanda se limitan a un animal muy tosco y poco refinado.
b. Características del agente inversor. El núcleo es la nueva clase ganadera, surgida de la entraña del grupo comercial porteño
y por la nueva ordenación del comercio mundial. Este grupo encontró en la ganadería la salida a esa difícil situación. Las
inversiones en tierras es el ámbito elegido por los inversores extranjeros localizados en Bs As. Estas inversiones son una de las
formas de compensar los balances comerciales sistemáticamente deficitarios del comercio porteño. La expansión ganadera
permitió también la integración de los dos grupos hasta entonces rivales.
El Estado no actúa como inversor directo, sin embargo, está controlado por los ganaderos y su acción es decisiva como anticipo y
ayuda del proceso inversor para estimular el desarrollo ganadero.
c. El punto seleccionado para la inversión ganadera es la campaña de Buenos Aires. No era una región que originalmente
hubiera tenido gran ganadería. Las guerras civiles y la acción disruptiva del comercio británico produjeron un aniquilamiento
ganadero en las provincias litorales, que permitió a Bs As expandirse sin competencia. Los demás factores se relacionan con la
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necesidad de escasas inversiones y altas ganancias. La coyuntura desfavorable de 1810 había descapitalizado a los
comerciantes y ganaderos porteños. La acción del Estado fue decisiva para superar estos inconvenientes:
1) En primer lugar era necesaria tierra. La campaña al desierto de Martín Rodríguez, y la de Rosas, y la defensa de la frontera
ganada, muestran la acción del Estado para incorporar una gran porción de tierra a la explotación agropecuaria.
2) La tierra debía ser barata para los ganaderos, y sobre todo no debía producirse la especulación que suele acompañar a los
procesos expansivos. La ley de enfiteusis de Rivadavia y las políticas adoptadas hasta 1852 tuvieron como resultado que la tierra
fuera entregada en grandes propiedades y a precios bajos. En este segundo aspecto, el Estado sentó las bases de la oligarquía
terrateniente bonaerense.
3) A la escasa inversión en tierras correspondió una escasa inversión en instalaciones y adelantes tecnológicos. Las
inversiones privadas se dirigieron predominantemente a la adquisición de animales y sal. Los fondos del Estado, que se dirigían a
facilitar la expansión ganadera, provenían de los impuestos aduaneros de las importaciones, las exportaciones eran mínimamente
gravadas.
4) La carencia de mano de obra representaba una posible limitación a la expansión ganadera, no solo por la escasez crónica
sino por los hábitos laborales, características de una situación anterior a la modernización. La acción del Estado fue decisiva,
concentró el poder judicial y de policía rural en manos de los jueces de paz, que eran personas allegadas a los hacendados. Estos
agregaron a su predominio local el uso del aparato represivo para impulsar activamente al trabajo de mano de obra. Se lograba
así atemorizar y disciplinar a los restantes, mientras que los enviados a las milicias colaboraban defendiendo la expansión
ganadera. Se configura un cuadro de producción donde escasas inversiones aseguraban grandes ganancias.
Hacia 1852 se agota la coyuntura favorable y se instalan nuevas formas productivas. El mercado mundial comienza a tener otras
exigencias y la escasez de mano de obra comienza a disminuir. Sin embargo, el fin de esta coyuntura mantendrá intactos algunos
elementos, como el régimen de tenencia de la tierra y la estructura social que genera, que influirán en la etapa siguiente. Esta
expansión ganadera se concentró en la provincia de Buenos Aires.
Sobre 1840 empieza a producirse una acelerada modernización en Entre Ríos, que se convierte en el centro de la oposición al
predominio porteño.
3.2. El Interior
El proceso de incorporación al mercado mundial que provocó el desarrollo comercial y productivo del Litoral produjo una
decadencia en el Interior, que comenzó a ser superada a fines del periodo. Fases y etapas:
a. La situación inicial, hacía del Interior la zona más floreciente del país. La producción del Interior, se colocaba en un mercado
de gran capacidad adquisitiva, el Interior se comunicaba, por medio de contrabando, con centros comerciales portugueses del
Brasil, lo que lo convertía en un cruce de rutas comerciales.
b. El desarrollo comercial de Bs As dio vida a los centros urbanos a lo largo de la ruta al Alto Perú. Sin embargo, la importancia
del sector comercial del Interior no bastaba para cimentar un crecimiento sostenido. Dentro del sistema comercial, donde se
operaba la transferencia del excedente a la metrópoli, y a Bs As, los centros intermediarios del Interior lograban absorber una
pequeña parte del mismo, que se concentraba en el puerto y el exterior, impidiendo que este sistema se capitalizara y lograra
autonomía.
c. La apertura económica provocó una consecuencia negativa sobre la producción local, que sufrió los efectos de la
competencia de los productos europeos.
d. Más importante fue la fragmentación del antiguo Virreinato (luego de 1810); al separar a uno de los polos del sistema, el Alto
Perú, dejó la ruta que los unía sin función económica.
e. Perdidos los beneficios para los inversores privados, la acción del Estado multiplicó los efectos negativos. La fragmentación
y la anarquía aumentaron el número y las exigencias de los aparatos fiscales.
f. La simplificación de la administración estatal desplazó a los sectores “decentes”, que ocupaban los cargos de gobierno y
constituían uno de los fundamentos de la vida urbana.
g. Todos estos factores provocaron efectos secundarios de desaglomeración, que trasladaron y multiplicaron las
consecuencias, realimentando el proceso.
h. Esa situación comienza a ser superada cuando algunos sectores inician una reorientación hacia la ganadería. En esta
decisión operan los mismos factores estimulantes que en el Litoral. Los grupos inversores fueron sectores que anteriormente
tenían poca importancia, que comenzaron a prosperar en cada una de las provincias (como por ej. los caudillos).
i. Los costos de transporte y la ventajosa competencia de ganadería del Litoral hacen que generalmente la producción
ganadera del Interior no se vuelque en Buenos Aires.
1. El sistema internacional
La producción industrial se generalizó como modo de producción dominante en Europa occidental y en Estados Unidos,
afianzándose el núcleo de los países centrales. Las relaciones capitalistas de producción se hicieron extensivas también al sector
agrícola. La situación de las áreas marginales es distinta a la de la etapa anterior. El proceso de crecimiento económico rebalsó
los países centrales y se proyectó hacia el resto del mundo. Estos países se convirtieron en imperialistas; la concentración y
centralización de la producción metropolitana impuso la necesidad de organizar la economía mundial, incorporando al sistema
capitalista nuevas regiones. La organización se basó en la especialización funcional de las distintas áreas y en la división
internacional del trabajo en función de las necesidades de los países centrales.
Uno de los cambios que acompañó al desarrollo industrial fue el aumento de población y traslado de grandes masas de actividad
agrícola a la producción industrial. Este proceso provocó un aumento en la demanda de alimentos, que se unió a la demanda de
materias primas para la industria. De ahí es necesario que los países centrales organicen en la periferia economías primarias,
productoras de alimentos y materias primas para la exportación y consumidoras de las manufacturas europeas. Por esto las áreas
coloniales pasaron a ser productoras, esto determina la función de estas áreas: recibir inversiones de capitales de los países
centrales.
Estos dos aportes (población e inversiones) correspondían tanto a los requerimientos de estas regiones para expandir su
producción cuanto a las propias necesidades internas de los países centrales, que trasladaban a la periferia las contradicciones
surgidas del desarrollo capitalista.
Los excedentes demográficos de los países centrales se volcaron hacia las regiones periféricas. Fueron emigraciones de zonas
dedicadas a la cultura fundamentalmente. El capital acumulado que no encontraba áreas rendidoras de inversión en la metrópoli,
halló en la periferia la solución a la tasa decreciente de la ganancia. La expansión imperialista no solo aseguró el dominio del
mundo a los países capitalistas, sino que evito su propia destrucción interna.
El desarrollo capitalista trajo aparejado en los países centrales un proceso de concentración y centralización económica que llevo
a la integración de las distintas ramas de la producción, el comercio y el financiamiento. Si en la primera parte de la etapa el
dominio de Inglaterra fue indiscutido, aparecieron hacia su fin nuevos competidores (Alemania y EEUU), siendo las regiones
periféricas el campo de disputa. La Primera Guerra Mundial sirvió para dirimir las supremacías y allanar el camino al crecimiento
norteamericano.
2. El sistema nacional
La relación de Argentina con los países centrales se modificó en esta etapa; se dio un acelerado crecimiento económico en
función de las necesidades de los países centrales. El crecimiento relevó un grado muy alto de integración de la economía
argentina al mercado mundial: la etapa puede caracterizarse por la presentación de una frontera muy débil frente al sistema
internacional de dominación.
B. La modernización institucional
La función de la oligarquía en el plano político fue organizar el Estado nacional de modo tal que pudiera operar sobre el proceso
expansivo que se desarrollaba. Esta acción correspondió a un programa iniciado en 1852 y acelerado luego de 1880.
* El primer paso fue la consolidación de la unidad nacional, acabando con los particularismos políticos locales y afirmando el
poder del Estado. Esto demando un proceso largo y conflictivo en el que se incluyó el acuerdo e integración de las oligarquías
mencionadas antes y la eliminación de los núcleos de oposición mediante el uso de la fuerza. La unificación política se produjo
paralelamente al proceso de unificación económica y de conformación del mercado anterior.
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* La unificación se prolongó en la tarea de dotar al país de un armazón político-institucional que comprendió la sanción de la
Constitución y la creación de los poderes nacionales, la obra codificadora y la organización del Estado. Este armazón fue el
sostén del orden interno y la garantía para la concurrencia de las inversiones exteriores.
* El Estado nacional se apoyó en la fuerza militar, garantía del mantenimiento del orden interno. Además el ejército sirvió para
expandir y defender la frontera, ganando tierras a los indios y asegurando el reparto de las mismas dentro de la clase dominante.
* El Estado actuó como intermediario de la inversión extranjera, que en buena parte se canalizó en los préstamos al mismo. La
política económica adoptada fue liberal, evitando la interferencia en la actividad privada, excepto en aquellos sectores que no eran
absorbidos por ninguno inversor privado.
* La obra de la modernización estatal incluyó importantes realizaciones en la promoción de la educación, la laicización de
algunas actividades tradicionalmente eclesiásticas. El funcionamiento del Estado fue modernizado siguiendo criterios de eficacia y
agilidad, pero manteniendo su control intacto en manos de los sectores tradicionales.
* La escasa participación política tenía que ver con el carácter marginal de los contingentes inmigratorios, para los que durante
mucho tiempo fue indiferente a la suerte del país; la lucha política que se producía no era más que la competencia entre las
facciones de la propia oligarquía para adueñarse del poder. En cambio, la clase dominante trató de lograr un consenso del
conjunto de la población para los valores y objetivos de los grupos dirigentes.
3. La configuración espacial
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d. Mantuvo una política monetaria y crediticia acorde con las necesidades de los grandes productores agropecuarios,
canalizando así el crédito externo.
e. Reorientó parte de los ingresos de la actividad agropecuaria hacia las regiones marginales garantizando el equilibrio del
sistema nacional total.
f. Estimuló el proceso exportador ante la necesidad de recaudar fondos a través del sistema aduanero, principal mecanismo para
incorporar ingresos al erario.
g. El papel del Estado inversor fue determinante como conformador del espacio. El comportamiento del Estado fue decisivo en la
concentración geográfica argentina, que se refleja en la particular configuración de la red de los centros urbanos.
Ficha: 2034 – Población y bienestar en Argentina, del primero al segundo centenario. Una
historia social del siglo XX.
Susana Torrado plantea la evolución de la estructura social de la Argentina desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. La crisis
internacional del 1930 da lugar a dos etapas históricas:
- La primera caracterizada por la vigencia del modelo de acumulación o estrategia de desarrollo basado en el sector
agroexportador.
- La segunda, asentada, primero, en la industrialización sustitutiva para el mercado interno y luego, en la apertura a la
globalización económica internacional.
o El modelo agroexportador: antes de 1930
Las transformaciones que experimenta la economía argentina a partir de la segunda mitad del siglo XIX están directamente
determinadas por la coyuntura de los mercados internacionales de materias primas, signada en ese entonces por el notable
acrecentamiento de su demanda en los países que se consolidan como centros industriales, fundamentalmente en Europa. Se
induce asi una nueva división internacional del trabajo que favorece la incorporación a la economía mundial de las regiones
productoras de bienes primarios, vía la inversión de capitales y las migraciones internacionales desde el centro a la periferia.
La Argentina fue designada como una de las zonas más aptas para la producción agropecuaria. Las elites que condujeron el país
durante este periodo se abocaron a resolver cuatro cuestiones prioritarias: la organización política; la atracción de capitales
externos que posibilitan el desarrollo de formas modernas de producción agropecuaria; la promoción de la inmigración europea; la
educación universal y obligatoria.
La unidad nacional y la organización institucional eran indispensables para asegurar las inversiones extranjeras y la continuidad
de las actividades económicas. La promoción de inmigrantes europeos tenía por objetivo “poblar el desierto”. La universalización
de la educación buscaba asemejar el elemento humano nacional al de los países europeos que servían de paradigma. Puede
considerarse que todos estos objetivos se alcanzaron durante el lapso 1870-1930.
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El asentamiento en las ciudades de la mayoría de los recién llegados proporcionó una temprana e importantísima urbanización en
las áreas que se incorporaron a las nuevas actividades agroexportadoras, la que fue acompañada por una incipiente
industrialización ligada a la preparación de productos primarios para la exportación y por un muy considerable desarrollo del
sector terciario. Entre 1885-1914 hubo una rapidísima expansión de los sectores medios, y esto afecto a la movilidad social. Las
cifras indican que el proceso de movilidad social ascendente fue mucho más acentuado entre los extranjeros. A su vez, es
necesario recalcar que las tasas de movilidad debieron haber sido muy desiguales entre regiones, en razón del muy dispar
desarrollo del país durante el modelo agroexportador. Éste modelo finaliza con la crisis mundial de 1930. En Argentina las
consecuencias fueron inmediatas y se tradujeron en disminución de las exportaciones, deterioro de la relación de intercambio
entre los productos nacionales y los bienes de importación, disminución de la entrada neta de capitales, aumento de los servicios
de la deuda externa, cierre del país a la inmigración extranjera, etc.
o La industria como eje del desarrollo: 1930-1975
Como consecuencia de la crisis del 30, la Argentina debe abandonar el modelo agroexportador y se inicia un proceso de
desarrollo basado en la industrialización sustitutiva de importaciones. Ambos modelos tienen un rasgo en común, si bien a
diferente ritmo, ambos indujeron el crecimiento de actividades no-agropecuarias dando lugar a la transferencia de mano de obra
rural hacia los sectores urbanos (migraciones internas). También con respecto a la movilidad social. Ambas estrategias difieren en
lo que concierne a la forma en que se absorbe el empleo no-agropecuario según los sectores productivos y según los estratos
sociales componentes y, por lo tanto, en perfil resultante de la estratificación social.
El modelo justicialista (1945-1955): Este periodo estuvo asignado por el estancamiento de la actividad agropecuaria tradicional y
por el estímulo a la actividad industrial, entrando en juego el capital extranjero mediante la inversión directa en actividades
industriales que funcionaban en condiciones oligopólicas. Sin embargo, hacia 1945 predominaban en la estructura internacional
las empresas pequeñas y medianas de capital nacional.
En 1945 emerge un nuevo movimiento liderado por Juan Domingo Perón como expresión de una nueva alianza de clases: la de la
clase obrera y los pequeños y medianos empresarios industriales. Ahora la industria constituye el objetivo central del proceso de
desarrollo. Se impulsa una industrialización sustitutiva basada en el incremento de la demanda de bienes de consumo masivo en
el mercado interno, la cual es generada a través del aumento del salario real. El principal mecanismo para lograr estos objetivos
fue la reasignación de recursos para la producción a través de la acción del Estado. Para este entonces, las medidas que
impulsaron la industrialización beneficiaron sobre todo a los pequeños y medianos empresarios de origen nacional y, los
asalariados industriales. También el Estado busca nacionalizar o crear empresas de servicios públicos, hubo altísimos niveles de
creación de empleo urbano.
Por única y primera vez en la Argentina, la industria manufacturera asume el liderazgo de ese proceso favoreciendo a la creación
de puestos asalariados tanto de la clase obrera como de la clase media. Lo fundamental de este modelo justicialista fue su
superior capacidad de creación de empleo industrial, aunque no puede afirmarse de un importante crecimiento en la economía ni
tampoco modernización destacable en la estructura social. No solo se da lugar al aumento del empleo asalariado sino también del
empleo autónomo (empleadores y cuenta propia). La distancia entre las velocidades de expansión entre la clase obrera y la clase
media era cada vez menor. No se detecta en este momento empleo precario y existe escaso empleo marginal. En conclusión,
todas las evidencias disponibles llevan a concluir que la movilidad ocupacional ascendente fue efectivamente acompañada por un
movimiento también ascendente en la escala de ingresos.
Una serie de restricciones estructurales y coyunturales en las variables que sostenían la acumulación interna se conjugaron para
interrumpir el crecimiento industrial impulsado durante el periodo justicialista. Entre ellas pueden citarse: la acérrima oposición del
sector agroexportador que, al disminuir la producción exportable, favoreció una crisis en la balanza de pagos que redujo la
capacidad de importación de los bienes intermedios y de capital indispensables para continuar y profundizar la industrialización
sustitutiva; la no menos virulenta oposición de los grandes empresarios que retrotrajeron la inversión y trataron de recuperar
ingresos a través del aumento de los precios con la consiguiente inflación; el fracaso en la tentativa de obtener capitales externos
que permitieran superar el estrangulamiento externo de la economía. Estas fueron las principales fuerzas que se conjugaron para
derrocar al gobierno justicialista en 1955.
El modelo desarrollista (1958-1972): En 1958 accede al poder un nuevo bloque caracterizado por la alianza de la burguesía
industrial nacional y el capital extranjero, corporizado este último por grandes empresas transnacionales norteamericanas que
afluyen entonces al país en magnitudes significativas. En esta nueva estrategia, la industria también constituye el objetivo central
del proceso de desarrollo. Pero, a diferencia del modelo justicialista, se impulsa ahora una industrialización sustitutiva de bienes
intermedios y de consumo durable, en la que el incremento de la demanda está asegurado por la inversión, el gasto público y el
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consumo suntuario del estrato social urbano de altos ingresos. Este modelo implica, un proceso regresivo de concentración de la
renta. El papel de la industria manufacturera es prácticamente nulo. Este modelo destruye un número muy considerable de
pequeños y medianos establecimientos industriales pero crea empleo asalariado de clase media a un ritmo veloz. Aunque es
verdad que la creación de empleo urbano es aún más rápida que durante el justicialismo, el contexto ya no es de pleno empleo.
La expansión del empleo favoreció más al asalariado que al autónomo, se acelera el crecimiento de la clase media con respecto a
la clase obrera, dentro de la clase media la expansión beneficia al estrato asalariado y en la clase obrera al estrato autónomo, es
decir, se produce un proceso de asalarización de la clase media y de desalarización de la clase obrera.
Con respecto a la movilidad social, la misma es descendente relativa que constituye el efecto neto, por un lado, del mejoramiento
de las posiciones correspondientes a la clase alta y a los segmentos superiores de la clase media, por otro, del empeoramiento de
las posiciones propias de la clase obrera y de los segmentos inferiores de la clase media. Hay notoria modernización y
complejización de la estructura social gracias a la expansión rápida de puestos de clase media asalariada, pero también hay
incremento de empleo precario que hace que se lo denomine como “excluyente”.
El freno de este modelo estuvo dado por la convergencia de factores económicos y políticos de índole adversa. Entre los
primeros, se encuentra la recurrencia de las crisis de la balanza de pagos,la agudización del conflicto social manifestado en las
movilizaciones de protesta. Durante 1970-1973, una aguda crisis institucional que se resuelve con el llamado a elecciones
generales y con la asunción del tercer gobierno justicialista, en mayo de 1973.
o El modelo aperturista: 1976-2001
El gobierno surgido del golpe de Estado de marzo de 1976 adoptó una estrategia de desarrollo sustancialmente diferente a todas
las experimentadas en el pasado. Esta estrategia aperturista dio lugar a la vigencia de los precios de mercado como régimen
básico de funcionamiento; promoción de los sectores altamente competitivos lo que implicaba la concentración del capital y la
eliminación de empresas de menor productividad; apertura de la economía a la importación de capital extranjero y de bienes de
todo tipo; etc.
En el plano económico se observa una notable reducción de los aranceles a la importación, privatización, se desmantela el Estado
de bienestar que se había organizado en nuestro país en la década de 1940. Este modelo está conformado por dos momentos: el
de ajuste en dictadura y el ajuste en democracia.
El ajuste en dictadura (1976-1983): Un golpe de estado militar desplaza al modelo justicialista en marzo de 1976 adoptando una
nueva estrategia de desarrollo. Puede caracterizarse al nuevo bloque dominante durante 1976-1983 como una alianza entre el
estamento militar y el segmento más concentrado del capital nacional y de las empresas transnacionales. Las Fuerzas Armadas
llegaron al poder modificando la antigua estructura de relaciones sociales, políticas y económicas. Dicho modelo da por terminada
la industrialización como objetivo central del proceso de desarrollo.
En cuanto a los aspectos sociales hubo una disminución de la migración interna hacia las grandes ciudades, retroceso de la
inmigración de trabajadores limítrofes, aumento de la emigración externa de argentinos. Hubo aumento de los no-asalariados y de
la alza del trabajo precario y marginal, es decir, que se detiene el proceso de asalarización de la clase media y se acelera el de
desalarización de la clase obrera. El desempleo abierto afectó a todos los trabajadores pero en los estratos inferiores lo hizo con
mayor intensidad. Hay una desigualdad en la distribución del ingreso (reducción del salario real, incremento de desigualdad en la
distribución de las remuneraciones entre los asalariados y los no-asalariados, etc).Y con respecto a la movilidad social, el menor
crecimiento del empleo urbano elimina la movilidad ascendente, expansión de la clase media aunque dicha clase crece menos
que en las etapas precedentes. En conclusión, el balance del modelo aperturista durante el gobierno militar es de preeminencia de
movilidad estructural descendente.
El ajuste en democracia (1983-2001): En abril de 1982 la guerra de las Malvinas marca el ocaso del gobierno militar es por ello
que para fines de ese año, estaba ya en marcha el proyecto de reconstrucción democrática que culminaría con la asunción del
gobierno constitucional de Raúl Alfonsín(partido radical) en diciembre de 1983. Desde entonces hasta julio de 1989 no llegó a
implementarse una estrategia de desarrollo especifica distinta al aperturismo. La recuperación democrática había legado al nuevo
gobierno una situación económica caótica, con enorme déficit fiscal y presiones inflacionarias. Los brotes hiperinflacionarios hacia
fines de 1980 obligaron a la entrega anticipada del poder en julio de 1989.Carlos Saúl Menem (partido justicialista) asume para
ese entonces. Fue en 1991 con el Plan de Convertibilidad que se afianza una estrategia de desarrollo nítida en sus objetivos y en
sus medios de implementación, que, en el placo económico, retoma el modelo aperturista del gobierno militar pero ahora con un
éxito notable en el control de la inflación y en el crecimiento del producto bruto nacional, al menos durante algunos años. A los
inconvenientes generales que el modelo aperturista arrastraba desde los años setenta, se agrega durante los noventa un
agravamientos de la vulnerabilidad externa de la economía.
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En diciembre de 1999, el justicialismo fue desplazado del poder por una alianza de partidos que llevó como presidente a Fernando
De La Rúa, cuyo gobierno no cambió la orientación aperturista prevaleciente hasta su renuncia anticipada a fines del 2001.
Entre 1980-1991 se acelera el aumento del cuentapropismo, aumenta el número de empleadores varones, expansión ocupacional
del sector terciario y volvió a disminuir la mano de obra ocupada a la industria. Durante la década de 1980 hay un aumento del
desempleo, intensa precarización del trabajo asalariado donde la desocupación en el 2000 era más que el doble de 1991.
Entre 1991-2000 fue prácticamente nula la creación de empleo asalariado. Hubo una nueva y brutal devaluación de los títulos
académicos que indujo la abrupta irrupción del hiperdesempleo ya que ahora para conseguir empleo se necesita de más
educación pero para reciclarse se necesitan ingresos que no se obtienen porque se es desempleado. A partir de 1991, el exitoso
control de la inflación que acompañó el Plan de Convertibilidad permitió que mejorasen los ingresos reales de todos los grupos de
perceptores. No obstante, ésta importante recuperación después de 1994 continuó la tendencia negativa de las remuneraciones
reales. Hay una desregulación de las antiguas protecciones de los trabajadores, ya que las normas laborales se modificaron
dando lugar a la precarización del trabajo aumentando el trabajo en negro y la vulnerabilidad social.
Con respecto a la estructura social hubo una drástica desalarización de toda la estructura, aumento de la clase obrera,
crecimiento del estrato autónomo, abrupto incremento del estrato marginal, etc.
En cuanto a la movilidad social fue esencialmente descendente tanto desde el punto de vista ocupacional como de la distribución
de los ingresos.
En conclusión, el aperturismo da lugar a un empeoramiento de las condiciones laborales y de bienestar en tan corto lapso,
heterogeneidad de la pobreza crítica, deterioro brutal de los niveles de bienestar, etc.
Una visión de largo plazo: Antes de 1930, durante el modelo agroexportador, el perfil de la estructura social se trastoca
profundamente, se aprecia una rapidísima expansión de los estratos medios. Después de 1930, la estrategia justicialista si bien no
modernizó significativamente la estructura social, fue claramente distribucionista e incluyente de los estratos más desfavorecidos.
Por su parte, el desarrollista aunque modernizadora, fue marcadamente concentrador y excluyente. La aperturista presenta rasgos
de claro sesgo desindustrializador, concentrador y excluyente, sin atisbos de modernización.
Ficha: 2059 – La sociedad excluyente. La Argentina bajo el siglo del neoliberalismo. Svampa.
o Capítulo 4: Continuidades y rupturas de los sectores dominantes
De manera general la teoría social considera como sectores dominantes a aquellos sectores sociales que ocupan un lugar
privilegiado –económico y político- dentro del modelo de acumulación capitalista. Buena parte de la literatura latinoamericana
pareció concluir en el carácter más bien dominante – antes que dirigente- de la burguesía. Sin embargo, la presentación sobre los
sectores dominantes tiene un carácter fragmentario e incompleto, ya que existe una escasa investigación al respecto.
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Otro elemento novedoso es el surgimiento de organizaciones empresariales vinculadas a este sector agroindustrial, las cuales
convocan numerosos seminarios y convenciones en donde convergen los distintos actores involucrados, abordándose así
preocupaciones técnicas, económicas y políticas.
De esta forma, hay elementos que indican que el vertiginoso desarrollo de la agroindustria ha traído aparejada la desarticulación
de los sistemas productivos locales, en favor del desarrollo de formas organizacionales como lo son los pools de siembra y los
fondos de inversión, con escasas relaciones en el contexto local. Asimismo, no hay que olvidar los “paquetes agrotecnológicos”,
los cuales están en manos de unas pocas empresas multinacionales.
RECAPITULANDO, consignamos la expansión de un nuevo paradigma agrario desde mediados de los 90, hablando así de un
nuevo perfil empresarial, vinculado a la revolución tecnológica y la sociedad del conocimiento. Exploramos también las
transformaciones culturales analizando las prácticas de los actores. Desde el punto de vista cultural, para los sectores dominantes
liberales en lo económico y antiperonistas), la alianza con el gobierno de Menem significó una gran oportunidad. Este giro
inesperado alentaría una suerte de mimetización cultural de la elite con la clase política gobernante, una fascinación por lo
plebeyo despojado de su dimensión antagónica y contracultural, en una dinámica en la cual se entremezclaban y confundían ética
de la ostentación y sentimiento de impunidad, consumos suntuarios y afán de transgresión. Aunque acostumbradas a la distancia
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social y las ventajas de los lugares protegidos, la modificación del espacio social trajo consigo consecuencias importantes para las
clases altas en términos de socialización y sociabilidad. Así los nuevos espacios serán compartidos tanto por los antiguos como
los recién llegados a la elite.
Históricamente en nuestro país las clases medias fueron consideradas como un rasgo particular de la estructura social respecto
de los países latinoamericanos. Sin embargo, la crisis de los 80 y el pasaje a un nuevo modelo de acumulación en los 90,
terminaron por desmontar el anterior modelo de integración, echando por tierra la representación de una clase media fuerte, y
hasta cierto punto, culturalmente homogénea, asociada al progreso y la movilidad social ascendente. Se da de esta manera una
suerte de fragmentación de las clases medias.
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gran cuestionamiento a los modelos familiares y escolares tradicionales. En definitiva, se trataba de una nueva clase media. De
esta manera, la alianza entre los sectores medios y los populares se tornaba real y posible, gracias a la peronización de la
juventud y de los sectores intelectuales. Así la década del 60, queda establecida como la época de oro de las clases medias, pues
estas habrían de afirmar una cierta autonomía cultural respecto de las clases dominantes, buscando así una articulación política
con las clases populares peronistas.
Hacia la heterogeneidad y la polarización social
Durante mucho tiempo, el modelo de integración social se asentó en la afirmación de estilos residenciales y espacios de
socialización mixtos, apuntando a una mezcla entre distintos sectores sociales. El marco propicio para tal integración eran los
espacios públicos. Estos proveían al individuo de una orientación doble: hacia adentro y hacia afuera de su grupo social,
apareciendo como contextos propicios para una socialización mixta y exitosa.
Ahora bien, a partir de los 90, la entrada en una sociedad excluyente tiró por la borda esta representación integradora de la
sociedad argentina, centrada en lo público. La nueva dinámica excluyente puso de manifiesto el distanciamiento en el interior
mismo de las clases medias, producto de la transformación de movilidad ascendente y descendente.
Dichas transformaciones terminaron de abrir una gran brecha en la sociedad argentina, acentuando los procesos de polarización y
vulnerabilidad social. De esta manera, la entrada en una sociedad excluyente determinó que ciertas clases medias se vieran
empobrecidas y debieran desarrollar estrategias de sobrevivencia, basadas en la utilización y potenciación de competencias
culturales y sociales preexistentes.
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Después del colapso del modelo de convertibilidad en el 2001, el trueque registro una explosión incontrolada. Así, en 2002, la
Argentina poseía la red del trueque más extensa del mundo. Ahora bien, se puede decir que la explosión del trueque estuvo
directamente ligada a la crisis económica. El resultado es conocido,las redes no pudieron procesar este crecimiento explosivo y la
mayoría terminaron pos estallar en medio de una crisis de inflación de la moneda social (los créditos) y de corrupción.
El ascenso y la búsqueda de la distancia social
El reconocimiento de la producción de nuevas brechas en el seno de las clases medias aparece ilustrado por la expansión de
consumos y estrategias de inclusión, cada vez más diferenciadas, tanto en términos de capital económico como cultural. Sin
embrago, en un segundo momento la fractura intraclase aparece reflejada en los nuevos estilos residenciales, modelos de
socialización y formas de sociabilidad emergentes.
En el caso de la oferta inmobiliaria, importa recodar que el centro de expansión no comprendió tanto los clubes de campo,
exclusivos y elitistas, sino los nuevos barrios privados cerrados, provistos de seguridad privada, cuyos destinatarios eran las
clases medias en ascenso. Los destinatarios han sido mayoritariamente matrimonios jóvenes pertenecientes a las clases medias
de servicios, con hijos pequeños. Entre urbanizaciones privadas y clases medias ascendentes podemos abordar dos temas: en
primer lugar, la seguridad privada impulsa el desarrollo de un estilo de vida, centrado en el contacto con el verde que se
caracteriza por la homogeneidad social y generacional. En términos de sociabilidad este nuevo estilo de vida presenta rasgos
comunes con un modelo más comunitario y cerrado propio de las clases altas.
En segundo lugar, las urbanizaciones privadas han permitido la creación de nuevos marcos de socialización que implican un
escaso contacto con seres diferentes. La sociabilidad se desarrolla en un amplio espacio común en la cual se encuentran barrios
privados, countries y los diferentes servicios.
En resumen, este nuevo estilo residencial tiende a afirmar una inclusión hacia arriba, en donde los espacios comunes tienden a
naturalizar la distancia social.
RECAPITULANDO: las nuevas estrategias de adaptación de las clases medias empobrecidas dieron cuenta de la centralidad que
adquirían el capital y las competencias culturales. Asimismo, los diferentes estudios mostraron que, una vez asumida la caída
social, frente a la imposibilidad de retornar a su estatus anterior, la experiencia del empobrecimiento conducía a la progresiva
recomposición de una cultura individualista en el seno de nuevas formas de solidaridad. Por ejemplo, la experiencia del trueque
puede ser leída en estos términos. Luego, en 2001, se vio la importancia de la textura cultural en el proceso de redefinición de las
clases medias movilizadas. Así, es importante subrayar el rol de la cultura en la constitución de las clases sociales, sobre todo, en
el pasaje de la acción colectiva. Pensaremos así la cultura, como eje de reconstrucción de la subjetividad y a la vez, como
expresión de la resistencia colectiva.
Durante décadas en la Argentina hubo una fuerte tendencia a interpretar las transformaciones de los sectores populares urbanos
en sintonía con la historia de los sectores sindicales a la luz de los avatares del peronismo. Cambios económicos y sociales que
arrancaron en los 70 y se acentuaron en los 90, reconfiguraron el mundo popular urbano, cuya identidad colectiva se había
estructurado en torno a la dignidad del trabajador. Marcado por la desindustrialización, la informalización y el deterioro de las
condiciones laborales, este conjunto de procesos fue trazando una distancia creciente entre el mundo del trabajo formal y el
mundo popular urbano, cuyo resultado fue tanto el quiebre del mundo obrero como la progresiva territorialización y fragmentación
de sectores populares. Este proceso “el pasaje de la fábrica al barrio”, señala el ocaso del universo de los trabajadores urbanos, y
la emergencia del mundo comunitario de los pobres urbanos.
Tres ejes mayores constituyen la trama mayor del mundo popular actual:
- Transformaciones y quiebre del mundo obrero
- Emergencia de un nuevo tejido territorial
- Análisis de las mutaciones del peronismo
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La teoría social clásica ha elaborado la noción de “clases obreras o trabajadoras” para designar al sector social que ocupa una
posición desventajosa en la estructura productiva, caracterizado por la no propiedad de los medios de producción y obligado a
vender su fuerza de trabajo en el mercado. Se le suele añadir la dimensión cultural, que incluye tanto los modelos de socialización
como los estilos de vida; por otro lado, la dimensión política, que alude a las formas de organización y la acción colectiva
resultante. La acción de las clases trabajadoras en tanto actor de clase, comportaría la articulación de estas tres dimensiones
(económica, cultural y política), esferas propiamente diferenciadas y contrapuestas al otro gran actor de clase, la burguesía o
clase dominante.
La aplicación de este esquema reveló rápidamente sus insuficiencias en las sociedades periféricas, donde sectores subalternos
constituyen un conglomerado más amplio y heterogéneo que el de la sola clase obrera. Éste es el caso de los países
latinoamericanos, región en la cual la existencia de un proletariado multiforme y heterogéneo, en el cual se entrecruzan y al mismo
tiempo se dividen estructuras y estilos de vida tradicionales y modernos, correspondientes a diferentes modelos culturales y
formas de desarrollo económico, constituye una marca de origen.
La acción de los sectores populares no estaría determinada de manera exclusiva por el conflicto de clase, sino también por las
luchas por la integración nacional y contra la dominación extranjera. Desde el comienzo, lo popular tendería a designar una
resistencia cultural y política, tanto frente a la acción de una clase dominante con notorios resabios feudales, como frente a la
dinámica imperialista de los capitales extranjeros.
Entre las décadas de 1930 y 1950, el carácter subalterno y la dependencia terminaron por habilitar el llamado nacionalista y
desarrollista del proletariado latinoamericano. Encontró su expresión política en el populismo, fenómeno estructurado
institucionalmente en torno a un líder carismático y un proyecto nacional basado en una coalición de clases sociales. Signó el
éxito de la noción de “pueblo” sobre la de “clase social”. Concepto de pueblo realidad difícil de acotar y multidimensional,
construida en el cruce siempre ambiguo entre lo social y lo político, categoría central del discurso político y las ciencias sociales
latinoamericanas, designando sectores populares como sujeto social y actor colectivo.
Desde la perspectiva del marxismo, hacia los años 60, se elaboraron otras nociones para dar cuenta del carácter multidimensional
de la realidad social latinoamericana. Teoría de la marginalidad consideraba que la especificidad latinoamericana en relación con
las sociedades centrales, residía en la “masa marginal”: aludía a los múltiples tipos de relación con los medios de empleo,
subrayando el carácter deficitario de los mecanismos de integración sistémica proporcionados por un mercado y/o por el Estado.
La heterogeneidad de situaciones sociales dentro del mundo urbano latinoamericano terminó siendo un rasgo poco tenido en
cuenta en el contexto del modelo de acumulación sustitutivo. En el caso argentino, en un contexto de pleno empleo la pregnancia
del modelo nacional-popular fue tal que durante mucho tiempo se consideró que nuestro país estaba más cerca de las
“sociedades salariales” del Primer Mundo que de otro países latinoamericanos.
En las últimas décadas, el proceso de desmantelamiento del modelo nacional-popular ha sido de tal envergadura que significó
para numerosos individuos y grupos sociales la entrada a la precariedad, pérdida de soportes sociales y materiales que durante
décadas habían configurado identidades sociales. Política de flexibilización laboral apuntó a la “reformulación de las fronteras de
trabajo asalariado”, afectó fuertemente la capacidad de representación y de reclutamiento del movimiento sindical, acelerando con
ello el quiebre del mundo obrero. Este proceso de pérdida y despojo de derechos se vio agravado por el comportamiento de los
grandes sindicatos nucleados en la CGT, cuya adaptación pragmática a los nuevos tiempos desembocó en el apoyo del modelo
neoliberal propuesto por el peronismo triunfante, a cambio de la negociación de ciertos espacios de poder. En consecuencia, el
pasaje a un nuevo modelo de sociedad supuso una fuerte transformación de las pautas de integración y exclusión social, lo cual
se tradujo en la desvinculación de amplios contingentes de trabajadores y la rápida puesta en marcha de una modelo
caracterizado por la precarización, la inestabilidad laboral y una alta tasa de desocupación.
Analizaremos los ejes centrales de esa configuración de “lo popular”:
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En el marco de este proceso de reconfiguración territorial, surge un nuevo proletariado, multiforme, plebeyo y heterogéneo, que no
sólo es el asiento de prácticas ligadas al asistencialismo y al clientelismo afectivo, promovidas centralizada o descentralizada
desde diferentes instancias y organizaciones, sino también el locus de nuevas formas de resistencia y prácticas políticas.
II. El carácter constructivo del neoliberalismo refiere a que las técnicas de gobernación propias del mismo tienen como propósito
producir, fabricar un nuevo tipo de subjetividad. A diferencia del sujeto moderno, diferenciado en sus fronteras jurídicas, religiosas,
institucionales, etc, el sujeto neoliberal se homogeniza como sujeto emprendedor, entregado al máximo rendimiento y
competencia, como un empresario de sí mismo, que vive permanentemente en relación con lo que lo excede, el rendimiento y la
competencia ilimitada.
III. Las técnicas de gestión, los dispositivos de evaluación, los coach, los entrenadores personales, los consejeros y estrategas de
vida son el suplemento social del sujeto neoliberal, quien vive al límite, en el goce de la rentabilidad y la competencia y
estableciendo consigo mismo la lógica del emprendedor que está a punto de fracasar a cada paso. El stress, ataques de pánico,
depresión, corrosión del carácter, lo precario, lo líquido y fluido, etc, constituyen el medio en el que el sujeto neoliberal ejerce su
propio desconocimiento de sí, respecto a los dispositivos que lo gobiernan, los cuales le reclaman que sea el acto de su propia
vida, el que racionaliza su deseo en la competencia y en la técnica de conducirse a sí mismo y a los demás: management del
alma.
IV. La racionalidad del neoliberalismo cumple con lo analizado por Heidegger respecto a las estructuras de emplazamiento que
provocan en el ser humano una presentación de su existencia en forma de cálculo de sí, o lo planteado por Lacan en el Discurso
Capitalista, donde el sujeto ya sólo está condicionado por la plusvalía de goce. El fin del neoliberalismo es la producción de un
sujeto nuevo, íntegramente homogeneizado a una lógica empresarial, competitiva, comunicacional, excedida todo el tiempo por su
performance.
El neoliberalismo se extiende, no sólo por los gobiernos, circula mundialmente a través de los dispositivos productores de
subjetividad.
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Decadencia y derrumbe
Desde la segunda mitad de la década de 1970, la reestructuración capitalista neoliberal de la economía a través de la
desarticulación de la estructura productiva industrial y el deterioro de las instituciones del Estado de Bienestar, erosionaron las
bases que estructuraban el sistema de estratificación abierto e integrado de la segunda posguerra. Este proceso no fue lineal,
durante el gobierno de la Junta Militar (1976-1983) se aplicaron medidas de apertura comercial y liberalización de la economía, no
obstante, el Estado mantuvo el control de las empresas estatales. Durante el primer gobierno democrático, hubo esfuerzos por
volver a recrear el modelo de la industrialización sustitutiva sostenida en el mercado interno, pero sus esfuerzos fracasaron en un
contexto signado por las urgencias financieras que imponía la crisis de la deuda a los países latinoamericanos y por ende un
mayor condicionamiento de los organismos internacionales de crédito. La crisis de la hiperinflación y la nueva hegemonía
neoliberal difundida por el Consenso de Washington abrieron, a principios de la década de 1990, las vías para las reformas de
mercado las cuales desmantelaron el tejido productivo de la industrialización sustitutiva de importaciones. Una mirada de mediano
plazo, permite observar las transformaciones regresivas de la estructura social que acompañaron esta súbita y profunda
transición. Entre los efectos regresivos sobre la estructura social se destacan el aumento de la desigualdad de ingresos, el
crecimiento de la pobreza, la instalación de la desocupación como problema estructural del funcionamiento de la economía y el
incremento sostenido de la precariedad laboral. El proceso de desindustrialización y reducción del Estado generó la expansión de
un estrato marginal-precario. Desvinculado del trabajo formal fabril, se fue configurando un universo heterogéneo de marginalidad
socioeconómica compuesto por trabajadores que realizaban actividades de subsistencia. La crisis de 1998-2002 no se trató de un
fenómeno coyuntural sino de la fase final de una progresiva “decadencia social” de un país que desarticuló su estructura
productiva y su entramado social. El período 1998-2001 en el que se produce la crisis final del modelo de apertura y liberalización
de la economía, se profundizaron tendencias que venían desarrollándose en el mediano plazo. La estratificación social de la
Argentina durante la crisis de 1998-2002, condensó el mayor nivel de desigualdad de al menos todo el siglo XX. Los efectos de la
globalización neoliberal fueron la polarización de sectores tradicionalmente ligados a las clases medias y la desestructuración de
la clase trabajadora organizada apoyada en el trabajo formal y el acceso a cobertura social. En 2002, luego de la devaluación, la
desocupación superó el 21% (en mayo) y más de la mitad de la población quedó bajo la línea de pobreza (54,3% en Octubre). En
ese contexto, la distribución del ingreso evidenció los niveles de mayor inequidad entre el vértice de los sectores de mayor poder
económico y una base amplia conformada por un conjunto heterogéneo de obreros no calificados precarizados y trabajadores
cuenta propia con débiles o nulos lazos con la economía formal.
Indicios de recomposición social
En el período 2003-2011, la economía creció a un ritmo acelerado impulsada por la expansión del mercado interno y las
exportaciones del agro. La hoja de ruta de este proceso fue proyectada desde el Estado a través de la reedición de políticas de
estímulos a la demanda tales como el aumento de salarios, subsidios a los servicios básicos y el sostenimiento de un tipo de
cambio competitivo. Complementariamente, esta política fue favorecida por un contexto internacional favorable para las
exportaciones de commodities y productos agropecuarios (en los cuales el país cuenta con ventajas comparativas y es altamente
productivo) demandados en forma creciente por la incorporación al mercado mundial de los países del sudeste asiático, en
espacial China. Ambos procesos confluyeron favoreciendo una década de casi ininterrumpido crecimiento económico. Uno de las
consecuencias del impacto de la expansión económica fue el aumento significativo de la población asalariada de 72,5% del total
de ocupados en 1998, a 76,3% en 2011. El crecimiento de casi 4 puntos porcentuales de la tasa de asalarización, junto al
incremento de la Población Económica Activa (PEA) y el descenso de la tasa de desocupación, representó en términos absolutos
la incorporación de alrededor de 3.800.000 nuevos trabajadores asalariados a la población ocupada urbana. La novedad del
modelo de desarrollo económico-social en curso reside en que mientras en la década de 1990 aún en los ciclos de crecimiento
económico se incrementaban el desempleo y la precariedad laboral, la tendencia actual ha mostrado hasta el momento un rasgo
incorporador de fuerza de trabajo.
En paralelo al proceso de asalarización se fue consolidando otra tendencia de signo más positivo para la integración social: el
incremento sostenido del empleo registrado (con cobertura social) y desde fines de 2004 el estancamiento del empleo no
registrado, trayendo aparejado como corolario un paulatino cambio de composición de los trabajadores asalariados. Los
“empleadores”, que refieren a los propietarios de capital, aumentaron su número con un ritmo lento pero constante luego de la
crisis de 2001-2002 e incrementaron su participación más de un punto porcentual entre los ocupados. Se trata de dueños de
medianos y pequeñas fábricas, comercios y empresas de servicios que florecieron al abrigo de la protección cambiaria y los
estímulos de la creciente demanda interna de bienes de consumo. Por su parte, las ramas que más absorben empleo estatal
como los servicios sociales y de salud, administración-defensa y educación se expandieron entre un tercio y un cuarto
respectivamente respecto de su volumen inicial. En todas las ramas se produjo un mayor crecimiento relativo del empleo
registrado sobre el no registrado. Estas tendencias se frenaron en 2009 por el impacto de la crisis internacional, pero continuaron
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su expansión con el retorno del crecimiento económico hacia fines de 2009. Sin embargo, en 2010 y 2011 el incremento del
empleo fue más lento de lo que había sido los años previos, a pesar de lo cual se mantuvo la tendencia de mayor dinamismo del
empleo registrado. Si bien el crecimiento de la mano obra asalariada en la industria manufacturera en el período 2003-2011 fue
importante, aún no alcanza en cifras absolutas el nivel que registraba en 1998.
Dinámicas emergentes
Uno de los rasgos distintivos de este breve pero intenso período fue una recomposición de la clase trabajadora consolidada
conformada por un sector de la clase obrera calificada inserta en grandes y medianas empresas de los sectores más dinámicos
de la economía (automotrices, petroquímica, siderurgia, minería, agroindustriales, entre las principales) y la recuperación del
sector asalariado de las clases medias bajas. Unos y otros apoyados en el fortalecimiento de los sindicatos tanto en su densidad
como en su capacidad para negociar los salarios, fueron mejorando su posición relativa en la estructura social al tiempo en que se
profundizó una tendencia precedente: la frontera entre los trabajadores asalariados no manuales y manuales se volvió más difusa
por una participación económica creciente de los obreros. En este marco, el movimiento sindical, dejó atrás la política defensiva
de la década de 1990 contra los despidos, el desempleo y la flexibilización laboral, y desarrolló una política ofensiva orientada
hacia el aumento de salarios, la disminución de las condiciones de explotación y la ampliación de la cobertura laboral junto a la
sindicalización de los trabajadores. Estas problemáticas difieren del incremento de la exclusión, la marginalidad y los nuevos
pobres que caracterizaron a la década de 1990. El progresivo incremento de los salarios a través de la negociación colectiva,
acompañado por un proceso de disminución de las desigualdades salariales tendió a mejorar la posición relativa de los obreros
calificados en la estructura social, obteniendo en ocasiones mejoras salariales más altas que sectores asalariados de las clases
medias “fuera de convenio” y otros cuenta propia o pequeños propietarios de capital. Esta dinámica impulsa la regeneración de
dos tipos de problemáticas en la estructura social: i.) Por un lado, se observa un retorno de los conflictos de clase por la
apropiación del ingreso típicos del modelo de acumulación capitalista basado en la Industrialización por Sustitución de
Importaciones en el que la relación salarial se extendía en el mundo del trabajo. Palomino y Trajtemberg trazan un recorrido de la
negociación colectiva desde la década de 1990 hasta la actualidad, mostrando que la misma experimentó desde 2005 un
crecimiento exponencial: mientras en la década pasada los convenios colectivos de trabajo rondaban en promedio los 200, en
2011, alcanzaron los 1600, una cifra ocho veces mayor. También se incrementaron los conflictos laborales con paro y la cantidad
de huelguistas, en particular en el ámbito público. El impulso de la economía y de la inflación, le otorgan un carácter conflictivo al
período en la carrera por la distribución del ingreso. En un trámite acelerado, los obreros y parte de los trabajadores de cuello
blanco fueron experimentando mejoras, obteniendo incrementos salariales por encima del aumento de precios, al tiempo que
mejoró el perfil distributivo. ii.) Por otro lado, se manifiesta en la estructura social una aceleración de procesos de “inconsistencia
de estatus”, en la medida en que el estrato formal y calificado de la clase obrera ha adquirido mejoras económicas periódicas en
un contexto inflacionario que les permitió sobrepasar en la carrera por apropiación del ingreso a un sector significativo de las
clases medias. Estas últimas apoyadas sobre una pretensión de mayor prestigio social desarrollan actitudes y comportamientos
reactivos al avance de los obreros al tiempo que buscan imitar sus prácticas de afiliación sindical.
Los estratos de clase media conformados por profesionales, docentes, empleados públicos, empleados de oficina de grandes y
medianas empresas, ampliaron sus fronteras y mejoraron su posición económica en relación al período de crisis e incluso la
década de 1990, contribuyendo a abrir canales de ascenso desde las clases populares, sobre todo para los hijos/as del sector
más calificado e integrado. Si bien la tendencia dominante de los años recientes ha sido la de un proceso de recomposición social,
un segmento importante de las clases populares aún no ha podido salir de una situación de pobreza y precariedad laboral.
Algunos indicadores basados en la distribución personal del ingreso muestran que el nivel de desigualdad, tanto en los ingresos
de los ocupados como los ingresos familiares, disminuyó en el período 2003-2011. Sin embargo, dicha disminución no fue
suficiente para revertir el largo deterioro distributivo que tuvo lugar en el país desde mediados de la década de 1970, presentando
en la actualidad un nivel alto similar al de mediados de la década de 1990. Para los asalariados no registrados y trabajadores
cuenta propia de baja calificación, la salida de la crisis de 2001-2002 implicó una cierta mejora de sus ingresos. La recuperación
del trabajo, aunque sea precario, implicó efectos favorables en la organización y reproducción de la vida cotidiana. En esta línea,
la asignación universal por hijo aplicada recientemente ha mejorado sus ingresos, no obstante, para un segmento importante de
las clases populares todavía no se han abierto canales efectivos de movilidad ascendente. En el contexto actual, entre las
principales privaciones de este estrato se encuentran la carencia de una vivienda digna, el hábitat deficitario, la sobre-explotación
económica y la falta de protección laboral.
Reflexiones finales
Visto en perspectiva, el perfil de la estratificación social en Argentina en la actualidad condensa las huellas de dos procesos
sucesivos de distinta direccionalidad. Por un lado, aún persiste un alto nivel de desigualdad y un sector importante de las clases
populares conservan marcas de la exclusión social que implicó la etapa de hegemonía neoliberal. Por otro lado, desde 2003 es
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posible constatar un proceso de recomposición social aún en ciernes que ha implicado una expansión de sectores importantes de
la clase obrera y las clases medias. Si la desindustrialización y el declive del mundo obrero significaron una doble pérdida: de la
estabilidad laboral y la acción sindical como fuentes de acceso a mejores condiciones de vida, los cambios en los años recientes
en el marco de una nueva etapa de desarrollo económico-social, han marcado algunas inflexiones tanto en el tamaño relativo de
las clases como en algunas dinámicas propias del sistema de estratificación social. En las clases medias, se constató el aumento
relativo de los grupos ocupacionales asalariados, en especial del estrato medio bajo, compuesto por docentes, trabajadores
calificados de la salud y empleados de rutina de la administración pública y privada. En las clases populares, se expandieron los
grupos ocupacionales calificados y disminuyeron su peso relativo los trabajadores cuenta propia no calificados y los obreros no
calificados en la industria y los servicios, en donde los niveles de precariedad laboral son mayores. Apoyados en el fortalecimiento
de los sindicatos la clase obrera calificada y parte de las clases medias asalariadas fueron mejorando su posición relativa en la
estructura social. A diferencia de la década de 1990 en la que se popularizó el concepto de “nuevos pobres” para conceptualizar la
caída de estos grupos, en los comienzo del siglo XXI, se ha observado un proceso de sentido inverso: la ampliación de las clases
medias en términos de ingresos por la recuperación de fracciones de esta clase anteriormente empobrecidas y la incorporación de
algunos grupos de las clases populares que en el ciclo reciente de crecimiento económico lograron mejorar sus ingresos.
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Fue a partir de mediados de los 80 cuando el persistente estancamiento de la demanda de empleo empezó a reflejarse en
desocupación y subocupación abiertas. Fines de la década, el desempleo alcanzó niveles nunca antes conocidos en el país. La
combinación de continuo deterioro del nivel de empleo asalariado y fundamentalmente de las remuneraciones reales, derivó en
fuerte caída de la participación de sueldo y salarios en el ingreso nacional. Se incrementó la desigualdad en la distribución de las
remuneraciones entre asalariados. Diversas razones permiten entender este comportamiento y todas derivan de la fuerte
reducción de los pisos salariales que fijaba el gobierno hasta 1988. Ciertas firmas decidieron otorgar salarios por encima de
convencionales a todo o parte de su personal, especialmente al más calificado. Se redujo el efecto de homogeneizador que
significaban las convenciones colectivas por rama de actividad y salarios pasaron a reflejar las posibilidades de pago de las
empresas. Este proceso se dio conjuntamente con ampliación de las diferencias en las posibilidades de pago entre empresas de
mismo sector. El comportamiento exhibido por la economía argentina a lo largo del periodo reseñado llevó a creciente
heterogeneización de la estructura productiva. La regla fue la diferenciación hacia el interior de las ramas industriales.
Los ingresos de los ocupados no asalariados, básicamente los de los cuentapropistas, siguieron un proceso similar de
concentración. El aumento en la desigualdad de la distribución de sus ingresos es una consecuencia del creciente grado de
subempleo que dicho proceso refleja. Hasta mediados de los 70, los que trabajaban por cuenta propia lograban ingresos
adecuados al producir bienes y servicios con un nivel razonable de productividad. La caída de la demanda de trabajo formal llevó
a que las actividades independientes comenzaran a ser consideradas como una alternativa frente al desempleo. Muchos de los
que pasaron a desarrollarlas se dedicaron a tareas de muy baja productividad. Junto al deterioro de los salarios se mantuvieron en
niveles extremadamente reducidos los haberes jubilatorios.
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económica. Cabe destacar el irreversible proceso de privatizaciones que implicará la consolidación de nuevos grupos de poder en
los que se asocian capitales extranjeros y un puñado de empresarios nacionales.
La medición de la pobreza
Dos aproximaciones tradicionalmente utilizadas para medición de la pobreza: la denominada línea de pobreza (LP) y la de
necesidades básicas insatisfechas (NBI). La primera presupone la determinación de una canasta básica de bienes y servicios de
costo mínimo que se construye respetando las pautas culturales de consumo de estratos populares en un determinado momento
histórico. Esta canasta normativa define la LP. La valorización de una canasta de alimentos de costo mínimo permite determinar la
línea de indigencia (LI). La segunda aproximación, NBI, remite a las manifestaciones materiales que evidencian falta de acceso a
ciertos servicios como vivienda, agua potable y educación. Según su criterio, se considera como pobres a los hogares que
respondan a uno de los siguientes indicadores:
✔ Hacinamiento (conviven más de tres personas por cuarto)
✔ Baja capacidad de subsistencia (cuatro personas o más por miembro ocupado y el jefe de hogar tiene un nivel de
instrucción igual o menor a segundo grado de primaria)
Ambos métodos evalúan situaciones diferentes. El de las NBI, la pobreza histórica o “estructural”, es decir, la de aquellos sectores
que han sufrido carencias esenciales por generaciones y que difícilmente pueden superarlas mediante estrategias individuales,
aun cuando sus ingresos pueden ser superiores al valor de la LP; estos sectores necesitan programas sociales. El método de la
LP toma en cuenta aquella situación de pobreza que sólo se expresa en ingresos insuficientes y que en la Argentina es resultado
de un proceso de pauperización. Este enfoque da lugar a clasificación de los hogares en cuatro grupos: no pobres, transicionales,
pauperizados y estructurales.
Ficha: 7198 – La nueva pobreza urbana: Dinámica global, regional y Argentina en las
últimas dos décadas. Kessler y Di Virgillio.
Se analizarán distintas dimensiones de la “nueva pobreza”; el proceso de pauperización sufrido por parte de la clase media en
Argentina, en distintos momentos entre mediados de los ’70 y la crisis del 2001. En constante comparación con la pobreza
estructural, se caracterizará las particularidades de la experiencia de empobrecimiento, las estrategias adaptativas del grupo
mediante la utilización del capital cultural y social, la erosión de su identidad social y la dimensión urbana de la pauperización.
El empobrecimiento en Argentina
Causas del empobrecimiento
El empobrecimiento de los sectores medios es el resultado de varios factores:
* La disminución de los ingresos de las categorías socioprofesionales intermedias tras la instauración del gobierno militar
en 1976. En efecto, la nueva pobreza fue en sus comienzos el resultado de una contracción salarial. En los 80 se
produce la disminución del salario y la pérdida de los beneficios directos e indirectos ligados a los puestos de trabajo. La
hiperinflación de 1989 marcó un punto de inflexión a partir del cual la historia del empobrecimiento se aceleró en
asociación con el aumento del desempleo.
* Una segunda fase de empobrecimiento comenzó en los 90 con el aumento de desempleo. La ley de convertibilidad
aprobada en 1991 favoreció a la estabilidad macroeconómica y el crecimiento, pero aun así seguía habiendo desigualdad
en los ingresos y problemas en el mercado de trabajo. Luego en 1994, los ingresos tuvieron un nuevo punto de inflexión
y hubo una distribución del ingreso desfavorable para los trabajadores menos calificados, que afectó también a los
estratos medios bajos.
* También una creciente inestabilidad de los puestos de trabajo, que afectó primero a los menos calificados y se fue
extendiendo hacia los más calificados.
La crisis del mercado laboral y la creciente desigualdad entre los ingresos de los hogares impactaron fuertemente en las
condiciones de vida de algunos sectores de clase media y se plasmaron en forma paulatina en la emergencia de una nueva
pobreza vinculada a la falta de recursos monetarios. Hacia mediados/fines de los ’90 la pobreza por insuficiencia de ingresos se
consolidó como tendencia estructural.
A fines del 2001, el mercado laboral argentino presentaba una elevada desocupación abierta y una mayor precarización e
inestabilidad de las ocupaciones. Esto último como consecuencia del trabajo en negro y del menor grado de estructuración de las
ocupaciones independientes. Estos factores se influían entre sí: la precariedad aumentaba ya que las personas, ante la falta de
empleo pleno y estable, aceptaban cualquier puesto de trabajo; y a su vez la mayor presencia de puestos inestables hacia que
aumente la tasa de ingreso al desempleo, de episodios cortos.
Hacia fines del 2002 comenzaron a mejorar las condiciones del mercado de trabajo y, por ende, a disminuir los niveles de
pobreza. A la par del crecimiento económico, los niveles de ocupación aumentaron con rapidez. Los salarios, en cambio, se
recuperaron con lentitud. La pregunta seria, cómo esto ha impactado en los distintos grupos de trabajadores. El grado de
desigualdad en las remuneraciones ha disminuido, pero esta tendencia es restringida. En definitiva la desigualdad en sí, no solo
continúa siendo muy elevada, sino que no ha decrecido sustancialmente respecto a los altos niveles de fines de la década de
1990. Ahora bien, ¿cómo ha influido esto en los nuevos pobres? Es posible que aquellos que estaban desocupados, contaban con
más capital educativo y eran más jóvenes hayan tenido mayores posibilidades de reinsertarse en el mercado de trabajo. Cabe
pensar también que posiblemente los que ocupaban puestos de bajas remuneraciones hayan conocido algunas mejoras en sus
ingresos.
La experiencia de la pauperización.
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La pauperización es el empobrecimiento sin pérdida de posición laboral, lo que es diferente al desempleo y a la pobreza
estructural. Es una de las características del comienzo de la nueva pobreza argentina.
Características de los nuevos pobres:
- Los nuevos pobres constituyen un estrato híbrido: están próximos a los sectores medios en variables ligadas a aspectos
económicos-culturales que actúan en el largo plazo (ej., nivel educativo y la composición de la familia), pero se asemejan
a los pobre estructurales en variables de corto plazo, provocadas por la crisis (ej., el nivel de ingresos, el subempleo).
- Polarización y heterogeneidad: la nueva pobreza surgió como un universo heterogéneo que reunía a los “perdedores” de
cada categoría profesional, ya que a partir de los ’80 todas las categorías ocupacionales cayeron de manera sensible.
Esta heterogeneidad, diversidad de perfiles socio-profesionales, conllevaba trayectorias sociales, orígenes familiares,
carreras educativas e historias personales. Mientras tanto, los individuos fueron internalizando expectativas, creencias,
pautas de consumo, muy divergentes. Asi, una vez pauperizados, tal variedad de trayectorias estará en el origen de
formas heterogéneas de experimentar la pobreza.
La pauperización es un cambio general: todos los aspectos de la organización familiar ligados a lo económico e incluso las
practicas más rutinarias y normalmente menos problemáticas, son sometidos a revisión, modificación y supresiones, por ejemplo:
dejar de usar el auto y andar en colectivo, dejar de ir frecuentemente al médico, etc.
Esta constante coacción, obligación, al cambio es una de las singularidades del empobrecimiento. Es una movilidad descendente
que genera una creciente complejidad en la vida cotidiana de quienes realizan permanentes esfuerzos para estabilizarla; la
necesidad de hacerlo es tanto más lenta porque para los afectados no se trata solo de alteraciones en la situación personal, sino
también del mundo circundante. En efecto, la dislocación de la cotidianeidad va afectando tramos de sentido sedimentarios: ideas,
creencias, expectativas, hasta entonces dadas por descontado, que no resisten a la dislocación de la cotidianeidad. La
pauperización se experimenta como una dislocación personal y como una desorganización del mundo social circundante. Esta
doble percepción lleva a que no pueda producirse una “adaptación”: el acomodamiento a un contexto nuevo.
El empobrecimiento de una parte importante de la clase media significó un corte desigual con el modelo generacional y con el
modelo histórico-cultural hasta entonces vigente. La caída marcaba, para los nuevos pobres, el fin del proceso de reproducción
del sentido de trayectoria social familiar, sellada por la movilidad ascendente de cada generación respecto de la anterior. El
empobrecimiento sin posibilidad de recuperación era el fin de ese recorrido, un punto de inflexión que amenazaba amplificarse en
el futuro con la temible movilidad descendente de sus hijos. Asi se explica la aparente irracionalidad de muchas familias que
intentaban mantener las pautas de consumo habituales y hasta se endeudaban para hacerlo.
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La teoría del capital cultural y social presupone un contexto estable, en el cual se produce una acumulación de, por ejemplo,
relaciones sociales con un fin predeterminado: la movilizada ascendente o la supervivencia en la pobreza. El empobrecimiento es
un cambio de contexto que deja en suspenso la eficacia del capital social acumulado, cuya reconversión no es automática. En
términos conceptuales, la nueva pobreza pone en evidencia la incertidumbre sobre el valor de los recursos a los que se puede
echar mano.
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dispersa en los resquicios de la ciudad. Parte del impresionante deterioro de la situación de los hogares se debió en gran medida
a la falta de políticas públicas preventivas.
En las investigaciones de los años ’90 se ha observado, por ejemplo, la falta de ayuda para pagar alquileres y expensas, que
llevan al desalojo; la carencia de recursos para afrontar deudas; las dificultades para afrontar y continuar tratamientos médicos
que luego provocan el fallecimiento; la interrupción de los estudios, que más tarde no eran reanudados, dando origen a un déficit
de capital humano luego insalvable. A la vez, se iba produciendo un aislamiento paulatino de las relaciones de larga data por el
“consumo” de un capital social que, al no poder establecer reciprocidad, se iba gastando. Así, cuanto más hubieran necesitado los
hogares empobrecidos de sus grupos de pertenencia, más se iban alejando de ellos.
● La pobreza define estado de desposesión material y cultural. Los obreros que migraron en el 50 mostraba como pobreza
no es lo mismo que exclusión, participaban en la estructura fabril, sindicatos, asociaciones barriales etc. La pobreza no
necesariamente afecta a la creencia que es posible alcanzar otras posiciones sociales.
● La exclusión pone el acento en un estado, esta afuera del orden social. La idea de expulsión social, refiere la relación
entre ese estado de exclusión y lo que lo hizo posible.
- El excluido es un dato, un resultado de imposible integración.
- El expulsado es un resultado de una operación social.
La expulsión nombra un modo de constitución social. El expulsado pierde la visibilidad, nombre, palabra. Es una “nueva vida”
porque son sujetos que entraron en el mundo de la indiferencia. La sociedad no espera nada de ellos.
Un ser de potencia, es un ser cuyas posibilidades son múltiples, es un ser indeterminado. Un ser de nuda vida, es un ser al que
se le han consumido sus potencias, sus posibilidades. Es un ser determinado.
A simple vista los indicadores de expulsión social, son por falta de trabajo, estrategias de supervivencia ilegales en algunos
casos. Falta de escolarización, violencia, drogas etc. Estos datos hablan de actos y hechos pero no hablan de los sujetos en si, ni
de las valoraciones construidas.
Una forma de subjetivación es el desplazamiento de la promesa del estado por la promesa del mercado. No se tratan de
ciudadanos sino de consumidores. El estado se sustituyo por el mercado. Y a diferencia del estado, el mercado no impone un
orden simbólico articulador.
El consumo no requiere ley porque es relación con un objeto. Y no es repartido equitativamente. Y el mercado instituye un nuevo
ideal del yo. Un espejo donde mirarse. El otro como espejo, como lugar de diferenciación se opaca. Para satisfacer el deseo,
necesito el objeto y no al sujeto.
Violencia no como accidente o práctica excepcional, sino como una nueva forma de socialidad. Un modo de estar con los otros. Y
se admite que la violencia es una expresión fallida de lo simbólico, es un lenguaje.
Nuestra hipótesis es que la violencia se presenta como un modo de relación que aparece en condiciones de impotencia
instituyente de la escuela y la familia. Porque pierden autoridad los maestros y los saberes de los padres. La figura materna o
paterna se encuentran despojados de autoridad.
Según Sarlo, ser Argentino significa:
1. Ser alfabetizado.
2. Ser ciudadano.
3. Tener trabajo.
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Estas 3 cosas anclan al sujeto en un lazo social y a una genealogía cultural. La impotencia instituyente habla de la caída de
referentes de identidad y de la autoridad simbólica. O sea sujetos que nombren, convoquen a los sujetos, les asignen un lugar en
la trama socia y los habiliten para la construcción de sus propios discursos. Es un sujeto fragmentado, despojado del lazo.
Cuando la ley simbólica (limite y posibilidad) no opera, el semejante no se configura. El semejante no es una construcción
espontánea que nace del vinculo entre 2 sujetos. El semejante es siempre igual al otro mediante un tercero. Es la ley la que
instituye un principio de legalidad basado en la formulación de la igualdad. Sin ley no hay registro de transgresión, y la violencia no
es percibida como tal, no hay registro de un limite violado. Se busca al otro desesperadamente sin entenderlo como un limite.
La violencia asume distintas formas:
1. Como estallido: en la escuela, se la vive como algo habitual, no como un acto de agresividad. Se lo detecta por un
observador pero no por sus agentes
2. Como forma instituida: en los ritos.
3. Como componente de un acontecimiento: fiestas.
4. Como matriz cotidiana: (calle).
El estado-nación, mediante sus instituciones principales como la escuela y la familia, dejo de ser un dispositivo fundante de
moralidad. La violencia es la incapacidad de este dispositivo para instituir una subjetividad regulada por una ley simbólica.
Antes el semejante era producto de una educación moral, orientada a la coacción. Enseñar lo bueno y lo malo, y fomentar el
habito de actuar correctamente. El semejante es la creación de un sujeto educado. Hoy en día la violencia en la escuela puede ser
leído como un síntoma de agotamiento del dispositivo pedagógico moderno.
La violencia en las fiestas cuarteteras, los chicos puede protagonizarla, registrarla, y tratar de evitarla. Los chicos se socializan
en fiestas que contienen la violencia como una de sus formas de expresión. Y la fiesta es al mismo tiempo catarsis. La violencia
en las fiestas es parte de la estética del acontecimiento.
La violencia en los ritos, “el bautismo del chico de la calle”. Es la marca del cual un individuo adquiere cierto estatuto. Y lo
ubica en un grupo. La violencia en este caso no es un fuera de lugar como en la escuela, ni un componente mas de la socialidad
como en la fiesta, sino una marca fundante de reconocimiento.
Violencia en la calle. Se presenta constituyendo la matriz del lugar. A diferencia de las fiestas, que también es constitutivo del
lugar. Aquí es de un lugar del cual no se puede escapar (calle). A la fiesta se elige ir, a la calle tenes que ir si o si. Hay un
sentimiento de inseguridad que aparece como un espiral, entre una violencia representada ( x medios de comunicación) y una
violencia real.
Los ritos: Existe una diferencia entre los ritos institucionales transmitidos de generación en generación, y los ritos armados en
situación.
Los ritos institucionales: se configuran, en una relación intergeneracional. El eje de las generaciones se organiza en torno al
núcleo paterno-filial. Y responde al orden burgués. Estos ritos de pasajes, suponen la herencia y la posibilidad de transmisión.
Producen una filiación simbólica duradera. Marcan pertenencias. Y habilitan la transferencia de lo heredado hacia otras
situaciones. Está construido sobre el principio de autoridad y de saber.
Los ritos de escolarización. El pasaje de un grado a otro. El examen. El saludo a la bandera, se inscribe en una trama de
transmisión intergeracional. Cuyo docente es portador de autoridad simbólica. Y los efectos pedagógicos son duraderos y
transferible para el sujeto. Y esto le permite moverse en distintos ámbitos, familia, espacio publico etc.
En los ritos de situación: Son ritos que se producen en circunstancias de mercado. Temporales e imprevisibles, el otro es el
próximo, no el semejante. O sea el otro no se instituye a partir de la ley estatal, sino a partir de las regulaciones grupales. Y
tienen validez solo en el territorio simbólico determinado. No es intergeneracional, sino que se constituye entre pares
(intrageneracional) son frágiles y no generan experiencias transferenciales a otras situaciones sino que cumplen función de
anticipar lo que puede acontecer.
Para estos ritos, el otro no es un semejante, sino un próximo, porque solo me debo al próximo, el que comparte mi circunstancia.
El otro, el par y no la autoridad simbólica de la tradición. Estos ritos sirven como función de inscripción grupal. No a una
genealogía o una cadena generacional. Y no se inscriben en un pasado, presente y futuro. El tiempo del rito de situación es un
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tiempo no lineal. Y hasta se diferencian de la temporalidad del mercado. El tiempo del mercado es el tiempo actual, se
desvanece inmediatamente. El tiempo del rito desconoce la distinción, entre pasado y presente.
Hay 2 prácticas rituales de los jóvenes. En ambas esta la violencia. Y se da en las fiestas y los ritos de situación.
El rito del bautismo de la calle, se arma con las reglas, de la institución represiva, como la de la policía, institutos carcelarios y
de minoridad. La ley simbólica, al tiempo que aquella que reprime también posibilita. Se ha borrado para devenir solo como
amenazas y agresión: es la ley de la pura fuerza, una ley que ya no es portadora de autoridad.
Los chicos se apropian de las reglas del otro represivo, para así anticipar un peligro inminente.
Las fiestas cuarteteras; también constituyen un rito, que habilita el paso de una identidad laxa a otra que permite la constitución
de un nosotros. La fiesta condensa todos los sueños. Uno a cuerpos fragmentados en una identidad grupal. Pero las fiestas en
tanto ritos situacionales, es un reto a los limites, una tentativa de borrar la jerarquías. La fiesta produce una alteración, no se es el
mismo fuera y dentro de la fiesta. Se desarrolla fuera del tiempo codificado. Su fuerza no es la duración, sino la intensidad. La
fiesta condensa dimensiones políticas, amorosas, sexuales, sociales. Allí es hablado o cantado el malestar cotidiano, la falta de
trabajo, la relación con la policía, la perdida de un amor etc.
• Las creencias: Las creencias hablan del predominio de un universo simbólico que supera al centralismo de la racionalidad y que
es habitado también por el misterio y lo desconocido. El tipo de subjetivo resultante no esta dividido entre lo mundano y lo
transcendente sino que el sujeto mezcla formas diversas de inteligibilidad del mundo.
• El choreo: El choreo, el consumo de drogas, el baile, la pelea, la escuela, los vínculos con los padres, las brujas, es parte del
mismo discurso.
Para estos chicos, las practicas del choreo, esta impulsada por otras demandas. Que tiene que ver con la conquista de un lugar
en el grupo. Que pertenezcan a un sistema de valoraciones.
El encuentro, el dialogo, dan cuenta de un espacio narrativo y testimonial en el que se construye la subjetividad del chico que
decide chorear. Y también se da en un marco de posibilidades nulas.
El robo no es un móvil de la practica grupal, algo bien especulado, sino un desencadenante azaroso del encuentro entre sujetos.
El robo frente a la dilución de ofertas culturales, políticas y sociales, motoriza la grupalidad. Estos chicos nacen en lugares donde
el robo es una practica de reproducción de la vida cotidiana, se roba para comer, para vender, ir a bailes, comprar birras, viajar,
comprar drogas, cigarrillos. Y para esto son necesarias redes de interacción.
Y es necesario saberse los códigos del lugar. El robo esta investido de “legitimidad”, si bien no es reivindicado, tampoco esta
condenado moralmente. La dilución de la ley como marco regulatorio, hace que esfume la sensación de trasgresión y culpa.
• El faneo y otras yerbas: La representación de la droga, se acopla con la inseguridad. La droga va a asociada al robo, al
descontrol, al peligro “publico” que puede desencadenar. La frontera de la infancia a la adolescencia se torna borrosa, los chicos
se drogan y al hacerlo se vuelven extraños, indominables y peligrosos a los ojos adultos.
Y el consumo es algo mas que una adicción, es el lugar donde las emociones se desbordan (agresión, dolor, angustia, rabia,
impotencia). Mas allá de la adicción, la droga es una marca como un tatuaje. Marca que enlaza a un nosotros imaginarios. El
consumo no se despega de la socialidad.
Las sustancias alteran los estados, de conciencia y las percepciones mentales, pero el problema no es la sustancia, sino la
relación que el sujeto establece con ella. Tanto Freud, como Benjamin, han experimentado con sustancias químicas, se
consideraba que las drogas consistían en una experiencia y un conocimiento de los limites por medio de las confrontación con el
infinito, pero sin salir de lo social. Hoy en día, no se trata de la confrontación con el infinito como experiencia de saber, sino de la
tentativa de alcanzar una libertad sin limites, sin fallas. Según esta visión, el drogadicto, mas que producir productos químicos,
consume productos imaginarios.
Una de las preguntas, es acerca de la diferencia de géneros, entre mujeres y varones. Las mujeres dotadas de discursos de
representaciones, de imágenes, de opiniones, parecían ocupar lugares familiares y sociales instituidos en el lazo social, trabajan
van a la iglesia, son el centro de la vida domestica, se ocupan de la educación de los hijos.
Los hombres, mas jugados en la acción que en las palabras, más comprometidos que las mujeres en prácticas por reglas de
fidelidad y silencio. Solo parecían asistir a su destitución.
En principio, la correlación entre hombres y mujeres, destituidos contra instituidos, mantenía diferencia entre los sexos, en el
paradigma de los géneros: aquellas funciones que en hegemonía del régimen patriarcal desempeñaban los hombres, en tiempo
de crisis son desempeñado por las mujeres, los hombres parecen sometidos en lugares que las mujeres ocuparon durante siglos.
La mujer como lugar de la madre y esposa, y el hombre como portador del poder de decidir, de trabajar y ocuparse de los asuntos
públicos.
El esquema de las diferencias, no es que no contabilice diferencias, diferencia roles, estatus, diferencias cuantitativas. En pocas
palabras lo que deseamos señalar es que las diferencias de géneros HOY, no parten de diferencias inscriptas en un suelo
instituido para ambos. Sino que son diferencias construidas sobre condiciones de destitución. Ambos ocupan posiciones sin
posiciones “legalizadas” fijas.
El diagrama de varones y mujeres que ofrece el material de la investigación no permite ser leído desde las diferencias
establecidas por el paradigma patriarcal. La diferencia de los sexos debe leerse como un juego complejo de posiciones de
enunciación, que se mueven en la tensión destituido-instituido. Los registros muestran el agotamiento de la figura paterna, como
función de inscripción simbólica de los sujetos.
Las diferencias son diferencias de enunciación. O sea modos diferentes de habitar el ser varón y el ser mujer en ausencia de
mandatos tradicionales. Los varones y mujeres actuales ya no pueden reconocer un mandato, ni para impugnarlo ni para
cumplirlo. Las condiciones de los varones y de las mujeres ya no se anuncian desde una instancia común desde la cual se
especifican sus diferencias. Se ha borrado el suelo estable de institución de las posiciones masculinas y femenina desde donde
varones y mujeres.
- Las condiciones.
La subjetividad de los varones se constituye en situación. Porque son las practicas construidas en territorio y no la escuela y la
familia, las que marcan fuertemente a los sujetos. Los referentes identificatorios son sus pares, las reglas que rigen sus
comportamientos están elaboradas a partir de la demanda de cada situación. El grupo es el que le confiere nombre a unos
individuos.
El padre es una figura ausente, y la madre se insinúa como impotente, con una fuerte presencia afectiva y practica y a menudo es
un par de sus hijos.
La marca tradicional de la masculinidad ha dejado de operar, y las prácticas familiares cambiaron.
Si bien los territorios fuertes de inscripción para las mujeres no se reducen a la escuela, sus relatos nos muestran indicios de una
subjetividad fundamentalmente construida en el lazo. Tanto la presencia del referente religioso que usan las mujeres, como fuente
de moralidad que regula los comportamientos como la expectativa de un futuro vinculado a alguna profesión o trabajo (ser médica,
modelo), hablan de la presencia de un imaginario que procede del lazo.
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Ficha: 2024 – Comida, cocina y consecuencias: La alimentación en Buenos Aires. Patricia
Aguirre.
Postura conceptual de la seguridad alimentaria: derecho de todas las personas a una alimentación cultural y nutricionalmente
adecuada. Este concepto permite analizar tanto el nivel macro (ligándolo a los regímenes de acumulación económicos), como el
nivel microsocial de la cocina familiar (es en los hogares donde se producen la mayor cantidad de relaciones y las más
significativas respecto de la alimentación). En el ámbito de la cocina las relaciones sociales se instalan en la comida a través de
los valores que le dan sentido a la elección de los productos y su combinatoria, tanto como a través de la producción y distribución
de los alimentos que se utilizan y la tecnología aplicada en producirlos, prepararlos, distribuirlos y disponer sus restos. Estas
operaciones prácticas y simbólicas dan como resultado los platos característicos con la legitimación de su consumo por
determinados sectores sociales, géneros y edades. La alimentación es producto y produce relaciones sociales y son estas
relaciones las que dan forma a la cocina que compartimos, a través de la cual nos identificamos y nos ligamos a nuestro pasado.
● Etapa desarrollista.
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En esta etapa se encuentra una asociación entre alimentos con bajo valor agregado e ingresos, cuanto más pobres los hogares
mayor cantidad de alimentos frescos. Las mujeres sustituyen con su trabajo productos que en hogares acomodados se compran.
Cuando tienen dinero o falta tiempo compran masas hechas, salchichas, mayonesa, etc, no sólo porque les ahorran trabajo, sino
porque están rodeados de “modernidad”.
No se presentan consumos exclusivos, los mismos productos se encuentran en todos los sectores pero en cantidades diferentes
(los ricos comen más que los pobres) y en calidades diferentes (en carne vacuna, los pobre comen cortes delanteros, mientras
que los acomodados cortes del cuarto trasero).
● Composición química.
En la canasta de ningún estrato había déficit de energía ni de proteínas. La existencia de cierta uniformidad en los productos
elegidos para organizar la comida puede verse como una homogeneización sobre la diversidad de las cocinas, entre los hogares
de migrantes ints, los migrantes ext y los porteños tradicionales de los distintos estratos. Era un país que se pensaba a sí mismo
como progresista e influyente, la diferenciación entre estratos no pasaba por la alimentación sino por otros consumos (vivienda,
indumentaria, educación, etc.).
En la década de 1960, comienza la preocupación por la comida sana. La creciente medicalización de la vida, donde saberes-
expertos desplazaban el saber-experiencial sobre las reproducciones físicas y sociales, llega a la cocina. Se inicia una sinergia
entre la imagen de los alimentos y la imagen del cuerpo. Los ppios hipocráticos y el saber popular se cristalizarán en percepciones
como “la comida te cambia por dentro”. Se produce un desplazamiento de la preocupación por la comida a la preocupación de sus
efectos en los cuerpos. La dieta promedio se medicaliza, pasa de una condición negativa asociada a la enfermedad a convertirse
en régimen, xa lograr y/o mantener la salud. El cuerpo ideal es curvilíneo (guitarra) en la mujer; en los hombres abdomen chato y
hombros musculosos.
En la ciudad la pobreza está en retroceso vía empleo y asistencia alimentaria del Estado, pero en el área rural se encuentran
niños con deficiencias alimentarias, hay desnutrición aguda. A esta problemática tienden los programas de asistencia, entregando
alimentos ricos en energía (cereales) y proteínas (leche). En esta época sigue habiendo cuerpos gordos de abundancia y flacos
de escasez.
● Producción.
Argentina no presentaba problemas de disponibilidad alimentaria, pero, para garantizar la seguridad alimentaria, se requiere,
además de que los alientos sean suficientes, que su producción sea estable (lo es), autónoma y sustentable (estas no). El campo
Argentino ha demostrado una dinámica y modernización extraordinaria, con desarollos originales en pos de aumentar la
productividad, xo las variables ambientales estaban secundarizadas, ya q representaciones de la naturaleza como pródiga e
infinita, justificaban cualquier tipo de explotación confiando en las capacidades auto-depuradoras del ecosist.
Otro prob asociado a la sustentabilidad, tiene que ver con la autonomía. Durante el último siglo, el país producía casi todos los
alimentos que consumía (menos café y frutas tropicales). Xo la última transición dietaria mundial hizo que, a medida que ingresan
los ingresos medios, la población tienda a consumir más productos animales (proteínas), relegando los cereales (carbohidratos).
Xa responder a estas nuevas pautas de consumo, los países modifican su estructura prod, entrando en la rev forrajera, ya que
para criar ganado necesita inmovilizarlo en establos y alimentarlo en forma controlada. Esto implica dedicar tierras a producir
forraje o importarlo. Mientras en el pasado Argentina era exportadora de carnes, criadas a pasto y agua, en la última década se ha
vuelto la 3ra exportadora mundial de forrajes (soja).
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La crisis de sustentabilidad también se verifica en la contaminación de los acuíferos y, en el mar, en el colapso de calderos que
parecían infinitos (merluza, calamar, etc). Xo todavía no impacta en la disponibilidad global.
● Distribución.
Observando los precios de los alimentos, estos han aumentado más que el promedio inflacionario, por lo que Argentina ha pasado
a ser un país de alimentos caros (reducción en la capacidad de compra).
Se observa un descenso en el consumo global de alimentos, debido a la reducción en la capacidad de compra, x los cambios en
la comensalidad (aumento de comidas tomadas fuera del hogar), y x las representaciones culturales, que funcionan como
principios de inclusión de los alimentos (ideales de cuerpos esbeltos y magros).
Los productos industrializados, envasados, pre-preparados dejan de verse como recurso excepcional xa pasar a ser la norma, en
parte debido al aumento de la participación femenina en la fuerza de trabajo. También cambió el perfil epidemiológico: las
principales causas de muertes se desplazan de enfermedades infecto-contagiosas a crónicas no transmisibles, dependientes del
estilo de vida, autorizando una mayor medicalización de la cocina. La prevención de sobrepeso, obesidad, diabetes, síndrome
metabólico, colesterol, etc, impulsan el reemplazo de carnes rojas por blancas, fritos por asados, graso por magro.
No sólo se ha partido el patrón alimentario, sino que la comida de pobres resulta deficiente en nutrientes básicos y excesiva en
grasas. La cocina de la pobreza condena a los comensales a una monotonía y repetición evidentes, no por falta de saber ni por
ansias de cambio, sino porque no pueden consumir otra cosa debido a sus magros ingresos. Las familias no comen como quieren
ni cómo deben, comen como pueden y en un área urbana ese poder comer está condicionado por la capacidad de compra.
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En oposición, los sectores de ingresos medios y altos, tienen el ideal corporal q pasa x la belleza y la salud, que se
identifican con estar delgados. 2 ideales, pobres gordos, ricos flacos, adecuados al acceso, con contenidos y actores
opuestos.
● Consumo y comensalidad.
En los últimos 30 años, se observan cambios en la comensalidad: el evento alimentario deja de ser colectivo y se transforma en
acto solitario. La mesa familiar empieza a funcionar como un ideal, un deber ser y avanza el picoteo, una forma de alimentación
vagabunda, donde el evento alimentario se desestructura y el otro cultural desaparece. En ello han incidido: modificaciones en el
uso del tiempo, modificaciones en los alimentos cada vez menos frescos y naturales, desvalorización de los roles reproductivos a
favor de los productivos, captura de la alimentación por sistemas expertos, creciente importancia de los medios masivos y
publicidad sobre los saberes experienciales en la cocina, etc. Cada vez mayor cantidad de gente come x lo menos una comida
fuera del hogar; sólo los pasivos y las amas de casa comen en sus hogares, q es a su vez su lugar de trabajo.
El momento de la mesa es una situación de fuerte interacción familiar donde se transmiten las normas y valores de la sociedad, la
historia familiar y personal, la posición ética y política frente a los eventos cotidianos, el comportamiento esperable de las edades
y de los géneros. Esta comensalidad hogareña con sus desventajas, negociaciones, jerarquías y desgracias es uno de los
momentos más imp en la socialización de los jóvenes y en la reflexión crítica de los adultos. La comida hogareña puede no ser un
evento compartido, dependiendo en gran medida de la programación televisiva, con resultados diferentes, ya que en algunos
casos sustituye el diálogo en otros es un disparador xa el mismo.
Esta transformación de la comensalidad tiene q ver con las desestructuración del lenguaje de lo culinario, el cual pauta cuántas
comidas hay q tomar al día y las características de cada una, introduciendo un orden y una combinatoria legitimada de sabores,
texturas y temps; este lenguaje contribuye a crear una identidad, y se pone en acto en la mesa y desaparece en el picoteo. En
esta forma de comer, compuesta por actos alimentarios inds, cortos, desordenados, solo vale el deseo individual. Desaparecen
las normas y combinatorias del saber de los sabores creadas x generaciones anteriores, desaparece el otro cultural y la comida
deja de compartirse de manera material y simbólica Esta crisis de saberes en la alimentación se produce porque hay demasiados
valores. Mientras que en el pasado había un solo relato legítimo acerca de cómo se debía comer, hoy los grandes cocineros
enseñan a comer rico xa disfrutar de la vida, al mismo tiempo que el sistema med indica cómo comer sano xa prevenir enfs, y los
ecónomas que orientan para comer barato y llegar a fin de mes, junto a la ind que ofrece comer rápido, precocido, desgrasado y
envasado.
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donde la diferencia sea un mecanismo de construcción de nuestra autonomía y nuestras libertades, no la excusa para profundizar
las desigualdades sociales, económicas y políticas.
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Los cambios en este sentido son tan importantes que hay autores que hablan de la “declinación de la idea de sociedad” o de la
muerte de lo social. Según este razonamiento, las instituciones habrían perdido la capacidad de marcar las subjetividades y
estamos asistiendo al paso de una sociedad que integraba mediante un proceso de súper socialización de los agentes a través de
diferentes agencias socializadoras, entre las cuales se destacan la familia, la escuela y la iglesia, a una sociedad de individuos
subsocializados y anómicos. Se trataría de un proceso de desinstitucionalización que acompaña la crisis de la sociedad como
concepto y como realidad. En el campo de la educación, estos posicionamientos señalan la pérdida de la potencialidad de la
escuela para instituir identidades y asocian esa caída con la muerte del Estado nación y de la ley como instancia fundadora de la
ciudadanía. La escuela “cayó”, según estos discursos, como ilusión forjadora de un sujeto universal y no dispone de ninguna
narrativa en la que anclar la constitución de lo social.
Es evidente que el modelo societal integrado por la acción política de un Estado con capacidad de articular e incluir material y
simbólicamente al conjunto de la población está roto. Es claro también que el conjunto de las instituciones que caracterizaron a la
sociedad industrial está atravesando profundas modificaciones y que esto, a su vez, da cuenta de una sociedad que está
reconfigurando sus dispositivos de control y reproducción social. En esta nueva orden societal la familia ha cambiado. Ha dejado
de ser una estructura jerárquica organizada alrededor de los mandatos de reproducción de la especie, de la producción material y
de las exigencias del mandato patriarcal. Hoy día el eje organizador de la unidad familiar es la comunidad emocional, el cultivo de
la intimidad y el reconocimiento de las individualidades. Este tipo familiar resulta de una larga lucha por la emancipación de la
mujer, en la que jugó un papel central la separación entre sexualidad y reproducción que resultó del desarrollo de los dispositivos
de anticoncepción; de la valorización del espacio íntimo como fuente de gratificación; de la penetración del discurso “psi” y
también de la perplejidad de los adultos frente a los nuevas configuraciones culturales. Esta nueva familia es sin duda mas débil
en la transmisión de mandatos, no porque la composición heterogénea que ahora reviste impida este mandato, o porque las
relaciones emocionales y la democratización de la intimidad obligue a una horizontalidad reñida con la transmisión cultural, o
porque el discurso “psi” no incluya mecanismos de regulación, sino simplemente porque las familias viven la experiencia del
cambio cultura y de una sociedad de riesgo que exige lecturas particularizadas de la realidad y construcción individualizada del
futuro. Algunas de estas familias se han adaptado a esta sociedad de riesgo y apuestan a la creatividad de sus hijos para el
despliegue de estrategias y trayectorias innovadoras para abordar un futuro siempre cambiante.
Sin embargo la retracción de la tradición, y las rupturas en la trasmisión generacional de estrategias concretas para la acción que
por supuesto traen incluidas una definición ética, no significa que se haya interrumpido la trasmisión de capitales culturales y
sociales a los hijos a partir de los cuales estos rearman sus trayectorias a la luz de las oportunidades y restricciones que generan
las nuevas condiciones de existencia. No hay repetición pero si transferencia de capitales que, no siempre pueden ser actualizado
en las nuevas condiciones sociales. Los cambios en la familia han sido leídos en clave conservadora o con un dejo de nostalgia
por la pérdida del orden patriarcal. Según estos autores las familias han dejado de cumplir con su función de socialización
primaria, ya no transmiten a sus hijos una determinada visión del mundo sino que los han abandonado a sus propias elecciones. A
partir de ello se hace un reclamo a las familias para que reasuman su función de autoridad y de socialización primaria de sus hijos
de modo de restituir la capacidad familiar de regular los comportamientos de sus hijos. En este caso, no se trata de la muerte de la
familia ni de la pérdida de todo mecanismo de regulación, sino de una nueva configuración donde las responsabilidades
individuales tienen otra centralidad y donde la regulación está más asociada a los flujos y redes en las que se inscribe la vida
cotidiana. De cualquier modo, resulta impensable reconciliar la antigua estructura patriarcal de la familia con las nuevas
reivindicaciones de libertad individual y realización personal de hombres y mujeres. Según Beck, lo que se vive como crisis o
catástrofe consiste en que tenemos que entender y reconocer más libertades de las que “habían sido previstas en el libro ilustrado
de la mentada y prometida, pero nunca vivida, democracia”. Vivimos, según este autor, bajo las condiciones de una “democracia
internalizada” para la cual mucho de los conceptos y recetas de la primera modernidad se han vuelto insuficientes. Más allá de los
temores que puedan ocasionar los procesos de individualización y las prácticas “no estandarizadas” que estos procesos generan,
es importante señalar que son muchas las investigaciones que dan cuenta de una ruptura en la transmisión cultural
intergeneracional. El cambio cultural dificulta la comunicación entre las generaciones. La generación electrónica es portadora de
códigos, valores y comportamientos que resultan ajenos o extraños para la generación que les precede. Esta brecha generacional
se ve agravada por la incertidumbre que genera el futuro de una sociedad en permanente cambio.
De la Galaxia Guttemberg a la sociedad mediática
En la segunda mitad del siglo XX se acumularon una serie de cambios que transformaron significativamente el orden social,
político, económico y cultural a la vez que modificaron la vida cotidiana de la gente e impactaron significativamente en la
constitución de las subjetividades y en la conformación de identidades En el campo de la cultura el fenómeno más significativo es
sin duda la revolución de las comunicaciones, tanto por el desarrollo de los massmedia como por el de las tecnologías
electrónicas para la transmisión y almacenamiento de datos. Sin duda los medios de comunicación se han constituido en un
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ecosistema o ambiente donde se desenvuelve nuestra vida y donde se recrean y producen lenguajes, conocimientos valores y
orientaciones sociales. Este hecho desafía a la institución escolar, tanto en su función de transmisora de conocimientos y saberes,
como en su carácter de socializadora de niños y jóvenes. En el apartado anterior hemos presentado la existencia de un proceso
de des-institucionalización entendido como la pérdida de eficacia regulatoria de las instituciones generadas por la sociedad
industrial entre las que se destacan el Estado, la escuela y la familia. La otra cara de la moneda la constituye la capacidad de los
massmedia para definir modos de vida, gustos y conformar un arco valorativo que reordena y desmonta las anteriores formas de
intermediación y autoridad que configuraban hasta no hace mucho el estatuto del poder social. De allí que se piense a la TV como
un dispositivo que está en la base del aumento de la violencia, la pérdida de la autoridad en todos los ámbitos y la decadencia de
la capacidad lectora de las nuevas generaciones. En todos estos casos la TV es representada como un aparato poderoso que
contrasta con la pasividad con que los niños y jóvenes recepcionan los mensajes. A partir de esta apreciación sobre el efecto de
los medios se ha construido un discurso sobre la muerte de la infancia. Desde este punto de vista, se considera que los medios
han eliminado las fronteras entre la infancia y la madurez y por lo tanto han debilitado la autoridad de los adultos.
El formato de la escuela moderna rompe con las anteriores formas de transmisión cultural que se basaban en un aprender a hacer
a través de las incorporación de los aprendices a la producción familiar. La escuela instaura un lugar específico donde sucede la
relación pedagógica que es autónomo al resto de la vida social y productiva. Sucede que los medios representan un papel cada
vez más importante en la definición de las experiencias culturales de los niños de hoy. El desafío para las familias y la escuela no
es protegerlo de los medios vedándoles el acceso, sino por el contrario prepararlos para abordar la experiencia mediática. Dentro
de este paquete de calamidades que se le atribuye a la influencia de los medios, esté el declinar de la lectura o la muerte del libro.
Según esta postura la seducción que ejercen los medios audiovisuales sobre los niños y jóvenes sería la que explica su
alejamiento de la lectura. Sin embargo, la actual crisis de la lectura pareciera estar más relacionada con la profunda
reorganización que atraviesa el mundo de la escritura y los relatos y la consiguiente transformación de los modos de leer, es decir,
con el desconcierto que entre los mas jóvenes produce la obstinación de seguir pensando la lectura únicamente como modo de
relación con el libro y con la pluralidad y heterogeneidad de textos y escrituras que hoy circulan. No se trata entonces de la muerte
de la lectura, sino de la pérdida de su lugar central y hegemónico en el espacio cultural.
La inmersión de esta generación en un ambiente cultural tan diferente al de los mayores es en parte una de las causales de la
existencia de una brecha generacional que es pensada como ruptura en el sentido de pérdida de los intercambios y de la
transmisión cultural de una generación a otra. Esta ruptura también está en la base de las dificultades de la escuela para
constituirse en transmisora cultural. Para algunos autores la escuela se ha transformado en un lugar de enfrentamiento entre la
cultura letrada y la audiovisual. Sin embargo yo no creo que esa lucha efectivamente se esté librando. A mi entender, nos
encontramos ante instituciones escolares en las que la transmisión cultural es poco significativa o muy débil, de modo que no
puede considerarse que desde allí se apunte a contrarrestar o competir con el sustrato cultural que proponen los massmedia. Esta
falencia de la función básica de la escuela resulta de su incapacidad de reconocer los nuevos códigos culturales y de poner en
juego los instrumentos que proporciona la cultura letrada para interactuar inteligentemente con los medios audiovisuales y
electrónicos. La escuela debería proporcionar a los niños y jóvenes un “filtro cognitivo” que los desplace del lugar de espectador
pasivo y lo transforme en un lector inteligente de los mensajes que se le dirigen ya sea como consumidor a través de las
propagandas o como receptor cultural. Se trata de un cambio radical del proyecto cultural de la escuela. En primer lugar se trata
de reconocer a las nuevas tecnologías de comunicación como tecnologías de intelectuales o sea como estrategias de
conocimiento y no como meros auxiliares de la tarea escolar. En segundo lugar se trata de incorporar los medios audiovisuales
como objeto de estudio de la cultura cotidiana de los chicos, de la sociedad en que vivimos, de los acontecimientos que jalonan
nuestra historia y de los múltiples modos de contarnos esa historia. El análisis de una telenovela puede decirnos mucho de la
cultura popular, de los valores que la articulan, de los modos que se procesa el conflicto en nuestras sociedades, del lugar de la
mujer, de las relaciones familiares, de las relaciones entre los diferentes grupos sociales, de los modos de concebir la pobreza y la
riqueza y así al infinito.
De la promesa del futuro a la exigencia del presente
La escuela es una institución pensada en la intersección del pasado, el presente y el futuro. Es sabido que es a través de ella que
se transmite de generación en generación un acerbo cultural, una versión de la historia, una valoración de los rasgos identitarios
de la nacionalidad, una cosmovisión del mundo que reconoce tradiciones heroicas, que anula otras y que conforma lo que
Wallerstein llama la versión nacional del arbitrario cultural de la civilización occidental. Es posible que los textos televisivos hagan
hoy un aporte más sustancioso que la escuela para las construcciones identitarias y que en estas la relación con el pasado sea
más efímera y menos importante como fundador del presente. Con esto queremos señalar que el relato escolar se sostiene en
una secuencia temporal donde el pasado es fundante del presente, lo explica y lo hace inteligible. En cambio el discurso televisivo
se justifica en un mero presente.
51
La escuela es una institución tradicionalmente anclada en esta secuencia temporal. El pasado que debe ser configurado,
inventado, transmitido por la institución para construir una representación que haga inteligible el presente y justifique la pretensión
de futuro. Al mismo tiempo, la escuela contiene una promesa de futuro. La promesa de integración e inclusión a través de la
incorporación al mercado laboral y a los códigos del intercambio social y la promesa de la autonomía individual mediante el
despliegue de las potencialidades que portamos como individuos. Desde esta perspectiva el presente escolar es valorado a partir
de su capacidad de transmitir una versión del pasado socialmente aceptada y de seleccionar las tradiciones que abonan ese
pasado y por otro lado, el presente se justifica porque contiene una hipótesis de futuro, una promesa a alcanzar. Habitamos una
cultura que en la secuencia temporal se privilegia el presente. La demanda por gratificación que se ancla en el deseo y la
búsqueda de su satisfacción, ha desplazado en gran medida una ética del sacrificio que desplazaba la graficación para el futuro.
Los padres evalúan no solo ni principalmente la construcción de futuro que promete la escuela, sino qué presente le brinda a sus
hijos, de este modo se puede cambiar de escuela a los hijos en función de un presente evaluado como insatisfactorio. Las
escuelas recogen también esta exigencia: generar propuestas extracurriculares, darles afecto, protegerlos del medio social en el
que viven, evitar el delito, aparecen como una exigencia que obliga a repensar la gramática escolar para reconfigurar la ecuación
del tiempo en el espacio escolar. La demanda por “contención” que recibe la escuela se inscribe en el mismo registro de
valoración del presente. Este mandato de contener atraviesa a todas las instituciones escolares.
La resiliencia se propone entender como niños, adolescentes y adultos son capaces de sobrevivir y superar adversidades a pesar
de vivir en condiciones de pobreza, violencia o desastres naturales. En el campo escolar se proponen favorecer la autoestima y la
autonomía, estimular la capacidad de resolver problemas y de mantener el buen ánimo a pesar de las situaciones adversas, y
crear un clima de optimismo y alegría. Se distinguen tres componentes esenciales para la promoción de resiliencia: 1) la noción de
adversidad, trauma o riesgo, 2) la adaptación positiva o superación de la adversidad, 3) la dinámica entre mecanismos
emocionales, cognitivos y socioculturales que influyen sobre el desarrollo humano. De allí que se piense a la escuela como un
espacio que puede desarrollar una dinámica destinada a la adaptación positiva de niños y jóvenes que habitan en contextos
sociales y familiares adversos. Si el contexto no puede cambiarse entonces la única posibilidad es que los individuos desarrollen
una estrategia “ganadora” para superar la adversidad del medio. Del mismo modo hay un discurso que proviene
fundamentalmente de los ámbitos oficiales que demanda esta función “contenedora” de la escuela, que se expresa en la
pretensión de universalización de los diferentes niveles educativos que viene atado tanto a un discurso que señala el valor del
conocimiento en la sociedad actual, como a una retórica que asocia contención escolar con control del riesgo social y que piensa
a la escolarización como un dispositivo de seguridad urbana, que saca a los jóvenes de la calle y previene la potencialidad
delictiva de un grupo social que no estudia ni trabaja. Las experiencias de escuelas “urbanas” que amplían la jornada escolar se
inscriben en esta preocupación por el control del riesgo social. Se argumenta a favor de la doble escolaridad de los “pobres” en
base a su derecho a recibir una escolarización “igual” a la que se les proporciona a los chicos “ricos” que generalmente concurren
a escuelas con este formato escolar.
A modo de cierre
El gran tema de hoy es redefinir los dispositivos tecnológicos con los que se pretende incorporar a las nuevas generaciones al
orden social y cultural. La escuela moderna presenta limitaciones muy fuertes para cumplir una tarea que le sigue siendo
reclamada. Responder a la pregunta de ¿Cómo educar hoy? exige revisar el sustrato cultural de las escuelas, su organización
institucional, sus articulaciones con el entramado social, su papel en la reproducción de las diferencias sociales y en la búsqueda
de la igualdad. En definitiva se trata de abandonar las pretensiones de reposicionar el mandato educativo de la modernidad y
plantearnos un nuevo proyecto institucional para dar acogida a las generaciones venideras.
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medida en que no ofendan nuestros principios democráticos. La sociedad moderna consagraba determinadas
desigualdades de clase dentro de una estructura que organizaba las experiencias de cada clase alrededor de su
cultura y su conciencia de clase. Este ordenamiento permitía percibir la desigualdad en un orden social injusto, al
tiempo que estable, que permitía que cada miembro de la sociedad tuviera asociados determinados atributos y
construyera su pertenencia e identidad de acuerdo con su posición social, y desde esa construcción podía
movilizarse para mejorar su posición, y acceder a recursos de los que antes estaba excluido (accesos a la educación,
el trabajo, la salud como derechos). La transformación de la estructura productiva, la desaparición de la gran
industria, y la emergencia de la cultura de masas multiplica y fragmenta las experiencias de las desigualdades
sociales, que comienzan a percibirse alrededor de otros ejes identitarios como desigualdades de género, de
credenciales, etarias, étnicas, culturales, etc. La paradoja de la sociedad democrática es que se denuncien las
grandes desigualdades y se defiendan prácticas de distinción que operan a nivel de microcosmos sociales entre
quienes comparten afinidades y grupos menos favorecidos. El problema es que al ahondarse las desigualdades al
tiempo que se encuentran afinidades con quienes comparten con nosotros puntos de vista, miradas del mundo
culturales, económica, étnicas y de género, se producen especies de guetos donde los desfavorecidos quedan
agrupados y descalificados. Si bien la masificación del acceso a la educación escolar constituyó una democratización
en cuanto a las posibilidades de estudio, las desigualdades sociales siguen teniendo peso significativo en la
trayectoria escolar de los estudiantes. “Al tiempo que la masificación escolar democratizó el acceso a los estudios,
los sujetos despliegan una competencia por obtener bienes escolares más redituables en el mercado de trabajo. Esto
refuerza la paradoja de la valoración de la meritocracia y la igualdad de oportunidades como principios de la justicia
social. La “elección de la desigualdad” se justifica en nuestra creencia en la igualdad de oportunidades, pero a la vez
que sostenemos esta creencia la competencia se ha convertido en regla y todos están interesados en profundizar sus
diferencias. Esta “economía moral del mérito y la dignidad” se extiende a todos los campos de lo social, culpando a
las víctimas como aprovechadores sobre todo cuando éstos están relativamente próximos y amenazan la caída social
y el desplazamiento.” La igualdad social -que asocia con la igualdad real- se funda en lazos, sentidos de pertenencia,
solidaridad, sentimientos de semejanza y fraternidad. Sin esos lazos prácticos e imaginarios, el reconocimiento de la
igualdad fundamental no nos compromete a buscar una igualdad real. En la modernidad, la solidaridad se establece
a escala nacional, que se define por el compartir lo cotidiano y por la adhesión a un conjunto de obligaciones en
favor de aquellos a quienes no conocemos, pero de los cuales nos sentimos próximos y responsables. La solidaridad
se apoya tanto en la división del trabajo y el funcionamiento económico a la vez que en acuerdos políticos, al tiempo
que en creencias y representaciones. Los lazos y los sentimientos de solidaridad son el producto de construcciones
sociales de los que emergen imaginarios de fraternidad, progreso e igualdad que, en tanto mitos, construcciones
colectivas, relatos, son efectivos siempre y cuando los individuos crean en ellos. Según Dubet, la sociedad moderna
fue conformando una sociedad que aparecía como protectora del desvalimiento del individuo y en esa sociedad se
sostenía el imaginario solidario que hoy está siendo cuestionado en sus fundamentos. En el paso de las comunidades
feudales a las sociedades nacionales, los lazos sociales, la cohesión, la solidaridad se adosaron a una representación
de la vida social en términos de integración alrededor de tres grandes ejes: el trabajo, las instituciones y la nación. Es
esta representación de la sociedad como sistema de integración la que se está agotando como resultado de las
mutaciones sociales atribuidas al neoliberalismo, a la globalización, a las nuevas tecnologías y a una nueva era del
individualismo. En un contexto de segunda modernidad o sociedad posmoderna, deviniendo una sociedad liviana,
líquida y arriesgada, el imaginario de solidaridad se desplaza hacia los individuos y las políticas, más que hacia las
instituciones y la política. Frente a estas nuevas condiciones se hace necesario pensar la construcción de una nueva
solidaridad social basada en un nuevo imaginario diferente del anterior y buscar nuevos horizontes reguladores,
maneras de leer la vida social y las experiencias. Si ya no es posible sustentar la solidaridad en el modelo de
integración, lo que nos queda a lo sumo son algunos indicios convergentes alrededor del concepto de cohesión
social. Por tanto, si la solidaridad no es un estado sino una producción continua, resultado de las acciones
individuales, las políticas públicas, el capital social y la confianza, lo que importa es el deseo de construir sociedad.
Página 35 de 69 Dubet identifica algunos de los fundamentos de la cohesión social: la centralidad del individuo, la
creencia en un mundo equitativo, la centralidad del capital social y la confianza. También el paso de un modelo
estado céntrico a un diagrama de políticas de administraciones descentralizadas y organizaciones de la sociedad civil.
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EJE 3: Pensar el Estado; Estado y políticas sociales: sistema de salud y salud
mental.
Estado y políticas sociales en Argentina: Las trayectorias de la protección social; problemas y orientaciones de políticas.
Tendencias actuales en el Estado y la política.
El sistema de salud en la Argentina, conformación y problemas. La atención de la salud mental en el sistema de salud mental,
nuevas perspectivas y estrategias, Ley de Salud Mental
.
5.2.- El Estado como proyecto: Factores materiales, ideológicos y políticos en la génesis del Estado Moderno.
Siglos XIV y XV, etapa de transición entre el ocaso de la Edad Media y la génesis del Renacimiento. En líneas generales, se
caracterizó por la confluencia de diversos factores: recesión demográfica, crisis económicas, agitaciones sociales y convulsiones
políticas en un contexto de guerra generalizada. En el régimen feudal, los medios materiales de dominación pertenecían a los
señores feudales territoriales; por eso se caracterizó por ser sucesivamente primero una poliarquía, es decir, un poder
fragmentado, disperso, distribuido complejamente en las localidades y/o en unidades más extensas como el señorío, y luego se
transformó en un Estado estamental-dual, es decir, de representación corporativa y contradictoria. Esta competencia o poder dual,
es decir, de doble representación, establecería una ausencia de unidad concreta, que pretendió ser reemplazada por una unidad
ideal que se encontrara por encima de tantas contradicciones: es el origen de un nuevo tipo de Estado.
Las características básicas que distinguen al Estado moderno de sus antecesores de la Edad Media son:
● Centralización del poder: progresivamente el Estado va adquiriendo bajo el control y la intervención sobre la totalidad de las
relaciones sociales, económicas y políticas. Así adquiere la supremacía sobre el territorio.
● Secularización: la política y la administración van separándose paulatinamente de toda reminiscencia dogmática o religiosa.
La política se legitima sobre sus propias bases, con eje en la racionalidad del individuo. El Estado avanza autónomamente
en su proceso de construcción política.
● Administración concentrada en una burocracia profesional: crece y se desarrolla un tipo particular de administración, basada
en parámetros profesionales e impersonales, que opera en base a códigos y leyes estatuidas con anterioridad, elaborados
sobre criterios de racionalidad para la administración. Quienes llevan adelante esta tarea son funcionarios con idoneidad
para su desempeño, que perciben un salario.
Para analizar la relación entre el desarrollo incremental de las formas capitalistas de producción y el surgimiento de un nuevo tipo
de Estado, comenzaremos por analizar algunos de los factores materiales que la caracterizaron. Primero, el desarrollo de la
economía mercantil y manufacturera necesitaba de un conjunto de políticas por parte de los poderes públicos (seguridad en el
tráfico de productos, una mínima racionalidad fiscal y administrativa, estímulo y protección a las actividades emergentes). Dichas
políticas consolidan la alianza objetiva de la burguesía con la monarquía.
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En segundo lugar, la expansión demográfica registrada en Europa occidental a partir del siglo XI tendrá importantes
consecuencias sociales que arrastrarán cambios políticos. A ese crecimiento demográfico son atribuibles el auge de la
colonización interior, el crecimiento de las ciudades y la expansión de la actividad agrícola, comercial e industrial.
Un tercer factor se relaciona con el influjo de la guerra en el alumbramiento del entramado institucional que caracteriza a este
Estado. El ejército moderno adquiere nuevas características en materia de técnicas y de organización: mayor tamaño, artillería y
armas de fuego más sofisticadas, rasgos de permanencia, carácter mercenario, y la existencia de un cuerpo de oficiales
profesionalizado.
Hacer frente a esos costos crecientes exigía una reorganización general de los ingresos públicos, lo que requería una maquinaria
burocrática capaz de sostenerlos económicamente, así como una infraestructura administrativa complementaria (como por
ejemplo, el uso de la diplomacia como fuente de información).
Factores ideológicos y políticos de la transición. Las guerras civiles de finales del XIV y principios del XV, en la mayor parte de
Europa occidental, representaron la oportunidad de construir un Estado moderno bajo la forma de una monarquía autoritaria. En
esa forma estatal se halla el impulso hacia la construcción de los nuevos Estados.
La religión es un factor de innegable influencia en este proceso. Cuando estalle la Reforma, protestantes y católicos coincidirán en
aportar al nuevo Estado una de sus más significativas fuentes de legitimidad. El Estado se convierte en garantía de supervivencia
para estas religiones. En este contexto se procede a la sacralización de la cabeza del Estado; la tendencia protestante a hacer del
príncipe la cabeza de la Iglesia, a la vez que la del Estado, le hacía participar en el simbolismo de un cuerpo místico. Pero también
los monarcas católicos de la Contrarreforma se esforzaron por obtener un estatuto semejante.
Por último, la recepción y divulgación del Derecho romano constituye otro factor coadyuvante al proceso de gestación y
afianzamiento del Estado. De hecho, hace posible no solamente el desarrollo de una inicial economía capitalista, sino que
contribuye a la misma aceptación del hecho estatal. El derecho romano se funde con el influjo del derecho canónico para
conformar el pensamiento legal de Occidente. En última instancia, la idea de soberanía y la razón de Estado terminarán de
asentar ese modelo de organización política.
5.4.- El Estado entre los siglos XVII y XIX, y su proyección posterior. Los derechos civiles
A lo largo de los siglos XVII y XVIII se irán gestando las bases para la configuración del nuevo Estado liberal. El Estado
comenzará a encargarse de una serie de funciones que hasta ese momento corrían a cargo de la familia, de la Iglesia o de las
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instituciones locales, o que respondían a nuevas necesidades. Es decir, que en el proceso de conformación de las estructuras
políticas modernas, el Estado-nación se instituirá a partir de la concentración de su poder en un único centro simbólico, a la vez
que fomentará la unificación del mercado interno.
Como dice Marshall, el siglo XVIII corresponderá a las luchas por la ciudadanía civil (libertad de expresión y de religión, derecho a
la propiedad y a ser juzgado por la ley). Las monarquías europeas, aunque ilustradas, presentaban los rasgos de los regímenes
absolutos, y dentro de sus territorios y sus colonias serán evidentes los riesgos de un estallido.
Cuando comiencen las revoluciones burguesas, en Inglaterra, en Estados Unidos y en Francia, el nuevo modelo estatal se
fundamentará en los valores e instituciones acuñados a lo largo de los dos siglos anteriores: la creencia en la libertad y la dignidad
intrínseca de todos los hombres; la confianza en el progreso indefinido; la apuesta por la libertad económica; la idea de soberanía
nacional; la división de poderes; el Estado de Derecho, y la representación política. Durante este período se irá consolidando la
burguesía como formación social dominante, cuyo poder ascendente demandará una determinada organización política que será
el Estado liberal. Ese proceso se dará en simultáneo con el desarrollo de la sociedad industrial y la incorporación de las
innovaciones tecnológicas en el campo y en la industria, que garantizarán los recursos necesarios para esta nueva etapa, y
devendrá en el crecimiento del comercio mundial y el aumento progresivo de las ciudades.
57
● Derechos sociales: A través de políticas sociales universales, el Estado se dirige a toda la población y extiende sus políticas
para cubrir todas las necesidades básicas sociales de los ciudadanos.
● Generalizar un alto nivel de consumo, para estimular la creación de puestos de trabajo y la promoción del empleo.
● Intervenir con políticas monetarias y presupuestarias. Con ello se trata de evitar la caída de la economía, así como aquellos
procesos sociales que puedan terminar en revueltas sociales, crisis o revoluciones.
58
La expresión neoliberal en el terreno político se manifestó en propuestas ideológicas que buscaban desandar los avances previos
hacia la construcción de una articulación más estrecha entre las tareas públicas y las relaciones de la esfera social-privada. El
diagnóstico neoconservador era que el problema residía en la multiplicación de los grupos de interés que la democracia había
favorecido, quienes tenían una incidencia real en los asuntos y acciones públicas; eso había cargado al Estado de Bienestar con
demandas crecientes, que ya no era posible atender porque la estructura de la gestión pública hacía inoperante su propio
funcionamiento. Para resolver tal situación proponían la simple disolución entre lo colectivo y lo privado en nombre de la libertad
económica y el individualismo.
Los efectos inmediatos de esas propuestas se plasmaron en:
1) que los grandes objetivos sociales de pleno empleo y de distribución del ingreso más igualitaria quedaron supeditados a los
mecanismos de regulación económica del mercado, y
2) que los conflictos entre los intereses propios de cada clase podían resolverse en la lucha política, a partir de la operación de la
democracia formal y de los regímenes partidarios con el ejercicio del voto.
Por lo tanto, para hacer frente a los problemas de pobreza y desigualdad, la atención gubernamental debía centrarse en la
creación de esquemas jurídicos y económicos que salvaguardaran la libertad individual y fomentaran la libre iniciativa empresarial
de los individuos, ya que el fortalecimiento de las actividades privadas traería el efecto derrame de mejorar las condiciones de vida
de todos los ciudadanos. Lo anterior suponía un poder Ejecutivo fuerte que impusiera los arreglos institucionales pertinentes para
facilitar la sustitución de la regulación económica con base en el intervencionismo estatal, por la regulación del mercado
fundamentado en la racionalidad económica de la empresa privada.
Características básicas:
● Progresivo debilitamiento del Estado-Nación.
❖ Apertura de los sistemas económicos nacionales; aumento del comercio internacional; expansión de los mercados
financieros; reorganización espacial de la producción; búsqueda permanente de ventajas comparativas y de la
competitividad que da prioridad a la innovación tecnológica; aparición de elevadas tasas de desempleo y el descenso de
niveles históricos de remuneración; formación de polos económicos regionales. Sesgo hacia el capital financiero.
❖ Fragmentación y exclusión social: el Estado se retira de lo social y de lo productivo, y apura una reconversión tecnológica
que flexibiliza y margina una parte significativa de la población que carece de las capacidades para insertarse. El empleo
deja de ser el gran integrador de la sociedad, configurando sociedades débilmente integradas.
● Dificultad del Estado para legitimar políticas (debilitamiento de los mecanismos de solidaridad política, ideológica y laboral), y
para incitar adhesiones, por la disminución de la identificación ciudadana en el ámbito nacional. Tendencias al localismo, a
configurar grupos de referencia más cercanos.
● Nuevas formas de gestión estatal. El sector público deja de ser la burocracia de los ministerios (racionalidad de normas y
procedimientos, piramidal, sectorial) para exhibir mayor flexibilidad, descentralización y velocidad de tiempos en similitud a los
utilizados por el management privado. Este cambio se produce en la relación entre los distintos sectores y agencias del
Estado, cuestionando el modelo centralizado y burocrático, junto con la creciente importancia que adquiere la tecnocracia en
la definición de los problemas y en la toma de decisiones, y con nuevas formas de articulación público-privado para la
resolución de demandas.
60
La política de servicios universales, en la Argentina, aparece también vinculada al descubrimiento de la importancia estratégica de
la población y sus condiciones de vida. Esta preocupación por la población estaba presente, como se sabe, en las especulaciones
de la élite sobre la ocupación de los espacios vacíos y la conformación de contingentes de brazos capaces de producir trabajo y
riqueza, tal y como aparecen en los escritos de Sarmiento y Alberdi. En las últimas décadas del siglo XIX esta preocupación
incorpora los dilemas propios a las consecuencias de la inmigración masiva: las condiciones de vida en una ciudad sobrepoblada,
la “nacionalización” cultural de los recién llegados. Es el origen de la esfera de las intervenciones públicas universales o
universalizantes, dentro de las cuales puede comprenderse la aparición del sistema de educación pública básica y, con el auge
del higienismo, un campo propio a la sanidad y la salud pública. La educación básica pública fue presentada como proyecto de ley
en 1880 y aprobada luego de un fuerte debate, sumamente polarizado, entre progresistas y católicos. La universidad pública, por
último, continuaría siendo un baluarte de las clases dominantes hasta la Reforma Universitaria de 1918. Antes que los dilemas de
la instrucción, las grandes epidemias –en particular la de fiebre amarilla (1871)– sobre unos núcleos urbanos en rápida expansión
determinarían que los problemas de la salud y la enfermedad ingresaran con creciente relevancia a la agenda del Estado, en
forma de preocupación por la higiene pública. Así, la laicización gradual de los establecimientos asistenciales existentes es
paralela a los comienzos de la profesionalización de la medicina y de la aparición de la preocupación pública por cuestiones de
salud, en particular con el Departamento Nacional de Higiene (DNH).
Por debajo del mercado de trabajo libre en expansión y de las redes de protección mutualista el sistema asistencial mantiene
estabilidad relativa, en franca continuidad respecto del pasado, como instrumento de política social en la Argentina. En los años
’30, sin embargo, la asistencia social sigue transitando el pasaje de una filantropía no demasiado sistemática a una asistencia
social relativamente laicizada y profesionalizada. La crisis económica introdujo la idea de que la pobreza podía ser (también) un
fenómeno coyuntural propio a las oscilaciones de la economía capitalista. Se abre paso gradualmente, así, una concepción de la
pobreza como situación que incumbe a la sociedad reparar, y una noción del empleo como condición que el Estado debe
normalizar y proteger.
El estado social en la Argentina
Contra cierta idea generalizada de que hasta 1943 las relaciones entre el Estado y las organizaciones de asalariados estuvieron
caracterizadas exclusivamente por el enfrentamiento y la represión, hay evidencias de un éxito relativo tanto en las medidas de
lucha cuanto en los resultados de las negociaciones colectivas. Estas habrían comenzado a redundar en “estatutos de garantías”
que incluyeron el nivel de salarios y otras mejoras, “una nueva pauta en las relaciones laborales”, cuya tendencia central habría
sido la negociación. El cambio hacia un patrón intervencionista del Estado en el nuevo dominio de “lo social” cruzaba instituciones
e ideologías, constituyendo una suerte de espíritu de época, cuya complejidad no se agotaba en las nuevas necesidades
económicas de un modelo en crisis. Para todo esto, que se hallaba “en ciernes”, el período 1943-55 fue una etapa histórica clave.
En esa etapa cambió la intensidad y la relación entre las dos lógicas de la intervención social, aquéllas que llamásemos lógicas de
intervención “en el centro” y “en las márgenes”. Se consolidó, en primer lugar, un nuevo tipo de intervención en el centro, basada
en la expansión de una condición de los asalariados protegida y regulada por el Estado. Esta condición salarial se realizó
fundamentalmente a través de una mayor intensidad en la regulación pública de los contratos de trabajo; del crecimiento de los
salarios reales; de la extensión cualitativa y cuantitativa del “salario indirecto” en forma de seguros sociales. Las transformaciones
se pusieron en marcha por la vía de una relación menos conflictiva y más “protectiva” del Estado en los conflictos capital-trabajo,
culminando en una alianza estratégica entre Estado y sindicatos que fue el sostén esencial del gobierno peronista; y que imbuyó
de sus especificidades al Estado Social en la Argentina. Se recicló, en segundo lugar, la intervención en las márgenes, adoptando
modalidades novedosas. Por una parte la asistencia social fue efectivizada por primera vez en términos de derecho ciudadano y
de deuda pública, poniendo en crisis la lógica de legitimación del dispositivo filantrópico-caritativo y paraestatal, que se basaba en
una correcta distinción entre pobres, la máxima profesionalización en la atención al pobre incapaz o no vergonzante y una división
del trabajo con el Estado respecto del pobre capaz. Sin embargo, al mismo tiempo se descubrió el valor político de una asistencia
social eficaz; y el grueso de la asistencia pública continuó siendo paraestatal, canalizándose a través del partido gobernante, con
el Estado como refuerzo financiero y legal. El aumento del salario real se convirtió en el elemento de transferencia de ingresos de
índole redistributiva de mayor intensidad de la política social del peronismo clásico. La expansión salarial fue posibilitada
directamente por aumentos reales, a través de negociaciones colectivas en donde los asalariados fueron apoyados fuertemente
por el Estado; mientras que el sector privado fue presionado para otorgar aumentos a cambio de crédito subsidiado.
Indirectamente, además, el salario real creció fuertemente por la disminución de costos clave de la canasta familiar, como el
congelamiento de alquileres urbanos y los arrendamientos rurales; el de los servicios públicos, progresivamente nacionalizados; y
el de los alimentos, sujetos a controles de precio y a subsidios indirectos. El otro elemento clave del nuevo modelo de intervención
fue la consolidación de una fuerte tutela pública del contrato de trabajo. El Estado medió en los conflictos entre capital y trabajo,
aplicando como novedad la fórmula de la conciliación obligatoria, fallando en una cantidad cada vez mayor de casos a favor de los
asalariados, imprimiendo intensidad y masividad a la dinámica mediadora.
61
Los cambios del período 1943-1955 fueron clave también en el conjunto de políticas universalistas. En la más asentada de estas
políticas, el sistema de educación pública, la etapa implicó la extensión y masificación de la enseñanza media y secundaria; y la
aparición de la preocupación por estrategias de instrucción vinculadas al desarrollo económico: las necesidades productivas y las
lógicas del mercado de trabajo. En salud pública el balance es ambiguo, en la medida en que los proyectos originales de
centralización y semiestatización quedan relativamente truncos; y al mismo tiempo el crecimiento del sector público en salud es
intenso. La expansión de la red de hospitales públicos y de su capacidad de atención serán resultado del esfuerzo presupuestario
de los gobiernos provinciales y de la Fundación Eva Perón. El Estado nacional se mantuvo en estrategias de coordinación
suprajurisdiccional y en el desarrollo de instituciones especializadas en atención específica; o en el desarrollo de medicamentos
clave. El cambio más dramático en políticas universales provino de la estatización de los servicios públicos. Se nacionalizaron o
crearon instituciones públicas de servicios en las comunicaciones, una parte importante del sistema de transportes urbanos e
interurbanos, la infraestructura sanitaria y los servicios de energía. El fuerte cambio de modelo de política social se reflejó también
en la política asistencial. El proyecto inicial del Estado peronista fue de crear un sistema público de asistencia a la pobreza que
integrase intervenciones sanitarias y transferencias distributivas, y que absorbiese directamente a la estructura filantrópico-
caritativa. Muy pronto, sin embargo, el grueso de la política asistencial pública se canalizó a través de la Fundación de Ayuda
Social Doña María Eva Duarte de Perón (más tarde Fundación Eva Perón, en adelante FEP). La FEP realizó un doble tipo de
acción: la “ayuda social directa” – distribuciones de bienes (muebles, ropa, juguetes, máquinas de coser, medicamentos y
equipamiento médico) y de dinero (efectivo y becas)– y el mantenimiento de una infraestructura de instituciones asistenciales –
hogares de tránsito y de ancianos, proyectos de vivienda, hospitales, centros recreativos y colonias de vacaciones, proveedurías
de bienes a precios subsidiados. En composición de ingresos la FEP distribuía en forma de política asistencial recursos
provenientes fundamentalmente del Estado nacional y de los sectores asalariados. En la FEP se combinaba la consolidación de
una idea de obligación universal del Estado en la atención a la pobreza con el descubrimiento del potencial político-electoral de la
asistencia social. La impronta del Estado Social argentino marcó los modos de integración social de la Argentina en las décadas
siguientes al peronismo clásico. Los fortísimos vaivenes políticos de la segunda mitad del siglo, quizás aún más que la
inestabilidad macroeconómica, hicieron variar la intensidad y la dirección de esta tutela: los sectores incluidos y parcialmente
excluidos del paraguas protectivo de un Estado semimilitarizado y feudalizado por una “sociedad civil” más fuerte que lo que una
lectura superficial del proceso ha tradicionalmente sugerido. Luego del golpe de Estado de 1955, y a pesar de un breve intento de
revisión general de la política social peronista, las tendencias de lo que hemos denominado política del trabajo en el período 1943-
55 se consolidaron: un contrato de trabajo pautado y regulado por el Estado según formas fordistas, con un fuero laboral con
impronta protectiva de los asalariados; y un sistema de seguros sociales garantes de la estabilidad del ingreso, fragmentado
según líneas corporativo-profesionales pero unificado “por debajo” a través de la intervención pública.
El aspecto más conflictivo y cambiante en el período 1955-76, con mayor impacto probablemente en los matices del complejo de
política social fue la relación entre el Estado y el movimiento obrero organizado. La revisión del lugar clave que esta relación había
ocupado en el período 1943-55 se constituyó en uno de los objetivos primordiales de los gobiernos posteriores. Esta situación
politizó radicalmente al diálogo Estado-sindicatos, en la medida en que estos últimos eran al mismo tiempo los representantes
políticos de los asalariados y del peronismo proscrito, partido de oposición mayoritario de gobiernos civiles y militares. Como se
sabe, la crisis del modelo de crecimiento económico y de las formas de intervención del Estado Social trajo aparejada una
paulatina degradación de las condiciones de generación de empleo y de financiación de la estructura de la protección social.
Durante la segunda mitad de los años ’70 y durante los años ’80 la Argentina presenció el crecimiento de la pobreza, la caída en
la tasa de generación de empleo, la saturación del sector cuentapropista y las pérdidas de posición de los salarios reales y de la
calidad de la protección social de los asalariados. Aunque la dictadura militar de 1976-83 significó un parteaguas en la historia
política y económica argentina, los cambios no redundaron en una alteración definitiva del modelo de política social. El impacto
más importante se verificó en una fuerte restricción de la influencia sindical en la negociación colectiva tripartita con Estado y
patronales que permitió una fuerte caída del salario real, un disciplinamiento represivo de la mano de obra y la intervención del
sistema de Obras Sociales. El disciplinamiento represivo sobre los asalariados se combinó con formas de terrorismo de Estado
destinadas a neutralizar la movilización social en organizaciones comunitarias barriales que había sido una característica de los
años ’70, a través de la desaparición física (por encarcelamiento o asesinato). Es la dictadura, por último, la que inicia el proceso
de descentralización de la educación pública y el de privatización parcial de los servicios públicos. La transición democrática
(1983-1991) fue una etapa de crisis abierta del modelo de integración social, de las capacidades presupuestarias del Estado y del
complejo argentino de política social; pero la compleja dinámica del sistema político evitó que esa crisis redundara en
transformaciones sustantivas. La política laboral estuvo signada por la negociación directa Estado-sindicatos de la indexación
salarial en un contexto de fuerte inflación y de convenciones colectivas congeladas.
El estado capitalista neoclásico en la Argentina: En términos generales, se podría decir que en la última década del siglo XX se
presencia un proceso de asistencialización de la política social argentina. Es decir, hay un cambio fundamental en la intervención
62
sobre el mercado de trabajo, que desregula completamente las formas de salarización y el sistema de seguros sociales, incluso
privatizando parcialmente una parte de ellos. Hay una fuerte caída de la calidad de la cobertura de los sistemas universalistas del
Estado y la desaparición completa del sistema de servicios públicos como tales, quedando sólo una laxa y cuestionable regulación
en su lugar. Por último, adquiere una centralidad inmensa la política asistencial, tanto que gran parte de la legitimidad sociopolítica
del Estado argentino parece pasar a depender de esa política asistencial. Como se sabe, la crisis del modelo de crecimiento
económico y de las formas de intervención del Estado Social trajo aparejada una paulatina degradación de las condiciones de
generación de empleo y de financiación de la estructura de la protección social. Durante la segunda mitad de los años ’70 y
durante los años ’80 la Argentina presenció el crecimiento de la pobreza, la caída en la tasa de generación de empleo, la
saturación del sector cuentapropista y las pérdidas de posición de los salarios reales y de la calidad de la protección social de los
asalariados. El cambio en las formas de acumulación de los años ’90 agravó y consolidó este proceso en vez de detenerlo. El
empleo se estancó, y un proceso de reemplazo de empleo estable por empleo precario afectó a una parte importante de los
asalariados.
La política social argentina sigue de cerca y consolida estos procesos sociales. Adaptándose a las condiciones de funcionamiento
de los capitalismos de fin de siglo, la intervención social del Estado viró en casi todas partes hacia la búsqueda de formas de
reinsertar sujetos que habían perdido su calidad de asalariados hacia la búsqueda de formas de proteger sujetos cuya
salarización es de tan baja calidad que ya no garantiza el acceso a una protección social abarcativa. En el ámbito de la política
laboral, la ley ya no garantiza que una relación salarial formal esté organizada de manera de proveer los ingresos monetarios
mínimos para la subsistencia del asalariado/a y de su grupo doméstico. La flexibilización contractual, pensada para adaptar la
estructura del empleo a nuevos procesos productivos, redundó en la Argentina en procesos de precarización laboral. El
achicamiento del mercado de trabajo es tal, que se trata de crear instancias alternativas de obtención de ingreso monetario. Esas
instancias revisten para sus receptores el carácter de relaciones salariales, a pesar de que formalmente sean presentadas como
programas asistenciales de tipo workfare, es decir subsidios a desempleados con contraprestación en forma de trabajo.
Completando la mutación de la política social, a los cambios en el funcionamiento del mercado de trabajo y en la política laboral
se sumó la transformación sustancial del sistema de seguros sociales. El sistema previsional y el sistema de seguros de salud,
principales componentes de la seguridad social argentina, fueron parcialmente privatizados. La seguridad social ya no tenderá a
homogeneizar la condición salarial entre los extremos, sino que reproducirá en la calidad de la atención de salud y en las
prestaciones de retiro el éxito relativo de cada individuo en los ingresos de su vida activa. Las políticas universales del Estado
argentino acompañan también la tendencia. El sistema educativo público sufre hace bastante tiempo de una degradación de la
calidad de la enseñanza en sus tres niveles. La tendencia a una educación de calidad diferenciada entre sector público y privado
es visible, y está sólo frenada probablemente por la relativamente baja competitividad que ha ofrecido hasta ahora la enseñanza
en el propio sector privado. Como tendencia general, el aspecto asistencial de las políticas sociales ha pasado a ser el ámbito
fundamental de las nuevas formas de intervención social del Estado argentino durante los años ’90. El Estado argentino ha optado
políticamente, en el contexto de sus opciones de gobernabilidad (alianzas, límites fiscales y elecciones de política económica) por
multiplicar y –recientemente– sistematizar los programas que brindan asistencia alimentaria y nutricional, asistencia de salud y
empleo temporario. Estos programas han tomado una creciente centralidad, al punto que se asocia “políticas sociales” a
programas y políticas asistenciales.
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64
Ficha: 2005 – Diagnostico evaluativo para el fortalecimiento de la intervencion en Salud
Mental en Argentina. Gerlero Santra y otros.
Introducción.
Desde hace casi dos décadas, el campo de la salud mental comenzó a tener mayor visibilidad, tanto en contextos internacionales
como locales, a partir del impulso progresivo que instalaron en el sector los procesos de reforma.
Diversos organismos han instado a que se contemple la especificidad de la salud mental en la formulación de planes nacionales
de salud, se incrementen los esfuerzos por reestructurar los procesos de atención –reemplazando el hospital psiquiátrico por
servicios de atención comunitaria–, se diseñen estrategias de prevención y promoción de la salud, se formule legislación particular
sobre el tema y se enuncien y concreten medidas efectivas de protección de los derechos humanos de quienes sufren problemas
mentales.
En Argentina, si bien se han trazado lineamientos y acciones que valorizan la salud mental en el contexto más amplio de las
políticas sanitarias, se expresan fuertes inequidades en su cuidado y protección entre los distintos grupos sociales y en las
dificultades de acceso y obtención de prestaciones continuadas, en función de la carencia de servicios específicos de atención
primaria y modelos descentralizados de atención.
Un examen crítico de la situación nacional revela un conjunto de problemas no resueltos en el campo de la salud mental:
a) inexistencia de una legislación nacional que brinde un marco para las políticas y prácticas sanitarias de salud mental,
b) el alto número de personas que permanecen internadas por períodos terapéuticamente indeterminados, en condiciones de
cronicidad o abandono,
c) la vulnerabilidad y el riesgo constante de violación de los derechos de las personas con sufrimiento psíquico, al no estar
suficientemente garantizados los principios que las consideran sujetos de derecho y no objetos de tutela o custodia,
d) la fragilidad ética de las prácticas asistenciales con procesos de atención que no satisfacen estándares mínimos de calidad, y
e) la débil existencia de redes y estrategias de soporte social para propender a la máxima autonomía e independencia posible de
las personas con problemas mentales.
Este trabajo elabora un análisis de carácter evaluativo que busca identificar las transformaciones y logros obtenidos en el terreno
de las políticas, los planes y los servicios específicos; a la vez que explora aquellos obstáculos y barreras que dificultan
intervenciones sustentadas en la integralidad, continuidad y calidad en el cuidado de la salud mental.
MÉTODO
El enfoque adoptado sobre la evaluación
El estudio, desarrollado durante 2007, constituye una investigación evaluativa que vincula categorías analíticas devenidas del
encuentro entre la salud mental y las políticas de salud.
Se identificaron como unidades de análisis a las seis jurisdicciones nacionales que contaban, a comienzos del 2007, con la
sanción de una legislación específica para salud mental: Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias de Córdoba, Entre
Ríos, Río Negro, San Juan y Santa Fe. Se fundamenta en que la norma instala un marco regulatorio de las intervenciones del
sector y es indicativa de la existencia de grupos sociales, políticos, gestores, profesionales y organizaciones civiles que
estimularon el debate, en sus distintos momentos y visibilizaron la relevancia de la salud mental en esos ámbitos.
De las seis jurisdicciones, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe exhiben los mejores indicadores económicos,
culturales y sanitarios, Entre Ríos y Río Negro muestran condiciones cercanas a los promedios nacionales, mientras que San
Juan se ubica en una posición desfavorable con respecto a ellos.
RESULTADOS
La legislación en salud mental: la situación nacional y local
En Argentina, la década de los noventa se caracterizó por la sanción de algunas leyes provinciales que orientaron
transformaciones de las políticas y las prácticas de salud mental en el nivel local. A comienzos de 2007, sólo seis jurisdicciones de
todo el país contaban ya con leyes sobre salud mental, todas ellas sancionadas entre 1991 y 2000.
El conjunto de las leyes enfatiza el respeto por los derechos humanos de los pacientes, conforme a los lineamientos de la
Declaración de Caracas y los 25 principios de la Organización de Naciones Unidas. Las leyes de Santa Fe y Córdoba contemplan
garantizar el derecho al tratamiento y al cuidado de la integridad psíquica y física durante la internación psiquiátrica, mientras que
las restantes jurisdicciones agregan otros derechos.
Frente al debate social y sanitario sobre el hospital psiquiátrico, las diferentes leyes toman posiciones desiguales. La ley de Río
Negro es la única que reconoce la ineficacia terapéutica de la claustración de las personas en el hospital monovalente y prohíbe la
construcción de éstos en los sectores público o privado.
En similar dirección, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Entre Ríos promueven la desinstitucionalización progresiva y el
traspaso de la asistencia a centros de salud mental territoriales. En Santa Fe, la reglamentación de su ley dispone la reconversión
institucional bajo el nombre de Hospital Interdisciplinario de Salud Mental, aunque mantiene su carácter monovalente. San Juan
65
mantiene el formato monovalente tradicional y la ley de Córdoba no hace referencia a su transformación ni a su sustitución por
otras formas de cuidado.
A pesar de estas diferencias, en casi todas las normas está presente la necesidad de incorporar la salud mental en la estrategia
de atención primaria de la salud.
DISCUSIÓN
Argentina aún carece de una ley nacional de salud mental. La ausencia de una norma nacional es ilustrativa de la desatención y
los desacuerdos existentes en el sector. Si bien puede ser ventajosa la situación de las provincias que cuentan con legislación
específica, sus leyes muestran contradicciones en los modelos de atención y reflejan pautas incumplidas para la reestructuración
de los manicomios.
Difícilmente se consiga modificar las formas presentes de exclusión social y fragmentación sanitaria, si se mantiene el hospital
monovalente como principal estrategia de cuidado frente a los problemas más severos, y si persiste un modelo de atención que no
suprime las pautas de la asistencia psiquiátrica tradicional.
La continuidad de hospitales monovalentes perpetúa una organización en la cual los establecimientos generales aparecen sólo
como puerta de ingreso para pacientes que luego son derivados hacia las instituciones psiquiátricas. Períodos de internación que
superan una década en la mayoría de los psiquiátricos analizados, son elocuentes respecto de ello.
Un eje de avance tangible, que requeriría ser fortalecido, se encuentra en la expansión de los servicios de salud mental
articulados al desarrollo de una red de atención primaria. La fuerte concentración de esos servicios en los grandes centros
urbanos provinciales (Rosario, Santa Fe, Paraná, Córdoba y San Juan) expresa las limitaciones de accesibilidad geográfica de la
población.
Es insuficiente el desarrollo de dispositivos dedicados al cuidado de la salud mental infantil. Conforme con otros estudios, los
resultados revelan la deficitaria planificación de acciones que privilegien a esos grupos etáreos, como así también la ausencia de
información sobre sus problemas prevalentes.
66
Por último, la implantación de procesos de reforma en las políticas públicas en salud mental requiere estar acompañada de metas
claras a corto y largo plazo. Cuando aquellas no establecen plazos de tiempo y los planes no estipulan metas con presupuestos
temporales que garanticen su continuidad, las acciones quedan sujetas a vicisitudes, conflictos políticos y cambios en las
coyunturas de gestión.
67
de Atención Primaria en Salud (CAPS) y postas sanitarias, que en la actualidad ascienden a 35 espacios aproximadamente y la
reciente inauguración del C.E.M.A. Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias, estos centros tienen diferentes grados de
complejidad en el tipo de atención que brindan. En lo que respecta al perfil de la población que mayoritariamente utiliza los
servicios públicos de salud se puede afirmar que son fundamentalmente personas provenientes de sectores con Necesidades
Básicas Insatisfechas (NBI), pauperizados con ingresos insuficientes y/o vulnerables que, por diversas razones, no cuentan con
capacidad económica como para contratar algún tipo de cobertura en salud.
El cambio de paradigma de la Ley 26.657: entre consensos y resistencias
Ahora bien, en relación a una legislación en Salud Mental, lo primero que resulta necesario destacar aunque suene simplista, es
que finalmente se ha promulgado y reglamentado una Ley de Salud Mental, hecho histórico en torno a la conquista y ampliación
de derechos para toda la población. Esto implica dejar de lado una vieja concepción y tornar un cambio claro de paradigma en
función a instalar el campo de la Salud Mental con características interdisciplinaria, intersectorial y con diferentes actores
intervinientes, esta es la forma más racional de acercarse a las problemáticas sobre el padecimiento mental. Durante mucho
tiempo en nuestra región y en el resto del mundo, una serie de factores impidieron estos avances. Por un lado, la instalación del
capitalismo financiero desde mediados de los 70, promovió una privatización del sector Salud. Su consecuencia es la
medicalización del padecimiento subjetivo, lo que lleva a un reduccionismo biológico de la subjetividad. En Salud Mental este
movimiento tiene un nombre: la contrarreforma psiquiátrica. Ahora bien, pasemos a observar de qué se trata este cambio de
paradigma, para ello iremos analizando algunos artículos de la Ley 26.657. El artículo 1° expresa: “La presente ley tiene por
objeto asegurar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos de
aquellas con padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional…” Esta ley propone una ruptura con el modelo asilar
ya que concibe al usuario del servicio como sujeto de derechos y no como objeto de asistencia, se propone el pasaje a un modelo
comunitario de Salud Mental. Los usuarios de los servicios de Salud Mental históricamente han sido invisibilizados y marginados
en sus derechos. El servicio público deberá prestar una atención especial a las personas con trastornos psicóticos, por sobre las
que sufren disturbios neuróticos; una persona que no tiene cobertura social y sufre de un padecimiento psicótico, llega difícilmente
a poder sostener un tratamiento en el sub-sector privado de la salud su principal causa es el costo que un tratamiento puede
tener, además por otra parte, antes la tutela estaba dada en el hospital psiquiátrico, ahora, con la promulgación de la ley, es
necesario generar instituciones capaces de asegurarle atención y ayuda en cualquier momento del día a estas personas. Dos
modificaciones que se dan sobre las normas preexistentes son sobre el Código Civil que data del año 1869, la primera de ellas es
en el Art. 152 cuando manifiesta que una persona pude ser internada de por vida, sin tener derecho a una audiencia con un juez,
a tener asistencia jurídica o de presentar pruebas a su favor, y la segunda es en relación al Art. 482, para impedir las
internaciones de personas por su peligrosidad.
“Las declaraciones judiciales de inhabilitación o incapacidad deberán fundarse en un examen de facultativos conformado por
evaluaciones interdisciplinarias. No podrán extenderse por más de tres (3) años y deberán especificar las funciones y actos que
se limitan, procurando que la afectación de la autonomía personal sea la menor posible. (art. incorporado por Ley N° 26.657).”
Para el segundo de los casos, la modificación sobre el Código Civil es la correspondiente al Art. 482 que es sustituido por; “No
podrá ser privado de su libertad personal el declarado incapaz por causa de enfermedad mental o adicciones, salvo en los casos
de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros, quien deberá ser debidamente evaluado por un equipo interdisciplinario del
servicio asistencial con posterior aprobación y control judicial. Las autoridades públicas deberán disponer el traslado a un
establecimiento de salud para su evaluación a las personas que por padecer enfermedades mentales o adicciones se encuentren
en riesgo cierto e inminente para sí o para terceros. A pedido de las personas enumeradas en el artículo 144 el juez podrá, previa
información sumaria, disponer la evaluación de un equipo interdisciplinario de salud para las personas que se encuentren
afectadas de enfermedades mentales y adicciones, que requiera asistencia en establecimientos adecuados aunque no justifiquen
la declaración de incapacidad o inhabilidad”. El denominación de “demente” es reemplazado por “el declarado incapaz por causa
de enfermedad mental o adicciones” La consideración de “riesgo cierto e inminente para sí o para terceros, reemplaza a la
consideración de “daño para sí o para terceros o afectación de la tranquilidad pública” “La evaluación por equipo interdisciplinario
y posterior control judicial” suplanta a la “internación con autorización judicial” La intervención de “autoridades públicas” para
disponer el traslado y la evaluación reemplaza a la intervención de “autoridades policiales” para disponer la internación.
De aquí se desprende el Art. 5 de la Ley 26.657 cuando plantea que “la existencia de un diagnostico en el campo de la salud
mental no autoriza en ningún caso a presumir riesgo de daño o incapacidad, lo que solo puede deducirse a partir de una
evaluación interdisciplinaria de cada situación particular en un momento determinado. Otra modificación es la que establecía las
normas que regulan la internación y el egreso de establecimientos de salud mental. Pero, ¿qué otras cosas sucedían antes de la
ley? Previo a la promulgación de la ley, los usuarios de los servicios generalmente podían ser medicados de forma excesiva, en
algunos casos con fines punitivos, también como se ha señalado se los obligaba a internarse sin su voluntad, en muchos casos
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llegando a pasar largos períodos de encierro, garantizando la profundización de la ruptura de sus lazos sociales. Despojados de
sus derechos, anulados en sus posibilidades y potencialidades, sin poder; trabajar, casarse, votar, estudiar, podríamos pensar en
estos sujetos como expresión del concepto de nuda vida. Es necesario remarcar que no se puede delegar todo en función de que
como ahora hay una ley, entonces toda forma de violación de derechos deja de suceder, sino que ahora existe un marco
regulatorio que protege a los usuarios ante estas situaciones y es importante aunar fuerzas para garantizar que aquello no
suceda.
Desde la letra, el cambio de paradigma tiende a finalizar la reproducción de un sistema basado en lo patológico que estigmatiza a
los sujetos en donde; “La segregación en las instituciones psiquiátricas incrementa la discapacidad y viola los estándares
internacionales de derechos humanos. Al ser separadas de sus comunidades las personas profundizan la perdida de familiares y
amigos. Van perdiendo también sus habilidades de vida esenciales para vivir en la comunidad, obstaculizando su inclusión y
rehabilitación.” Sobre las internaciones prolongadas por “factores sociales”, el Art. 15 rompe con esta lógica prohibiendo la
internación fundada en problemas sociales o de vivienda, otorgándole al Estado la responsabilidad de la solución a través de los
organismos públicos competentes. En tal dirección, se plantea un sistema de integración entre lo que pueda hacer el equipo de
salud y lo que pueda hacer la comunidad con su distintas ramas que son: la familia si alguien le ofrece un soporte adecuado: las
instituciones del territorio cuando informadas, los distintos servicios existentes dentro de la comunidad. A lo largo del escrito de la
ley no se habla de enfermedad mental, sino de padecimiento mental y en la misma línea, es que en el Art. 3 se plantea que la
salud mental “…es un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos,
cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos
humanos y sociales de toda persona.” De esta manera, esta definición, incluye aspectos sociales de los padecimientos mentales.
Este artículo trajo particular resistencia por gran parte de la comunidad psiquiátrica ya que entienden que los componentes
biológicos han quedado al mismo nivel que los sociales y psicológicos. De esta manera al incluir la multicausalidad de los
padecimientos mentales, obliga al abordaje interdisciplinario.
La interdisciplina propone la igualdad de condiciones entre psicopedagogos, psiquiatras, psicólogos, terapistas ocupacionales,
enfermeros, fonoaudiólogos y demás profesionales con titulo de grado atravesados en el campo de conocimiento de la salud
mental para ocupar cargos de conducción y gestión de los servicios e instituciones. Continuando con la redistribución del poder
por parte de los profesionales tratantes, por su parte, los Art. 16 y 20 hablan acerca de los casos de las internaciones voluntarias o
involuntarias, en donde serán necesarias dos firmas, de las cuales al menos una debe ser de un psicólogo y/o un psiquiatra, y la
otra de cualquier otro profesional de la salud mental. Considerando fundamental la formación del psicólogo dentro del campo de la
psicopatología. Claramente este es otro de los artículos fuertemente resistidos por la Sociedad de Psiquiatría y Psicología Médica
de Mar del Plata entre otras instituciones de la psiquiatría. La ley refiere en el Art. 14 que la internación es “un recurso terapéutico
de carácter restrictivo, y solo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las
intervenciones realizables en su entorno familiar, comunitario o social, reforzando como se expuso más arriba, el cambio de
criterio en relación al Código Civil. En cuanto a los Arts. 27 y 28, se prohíbe “…la creación de nuevos manicomios,
neuropsiquiátricos o instituciones de internación monovalentes, públicos o privados.” Los ya existentes deben readaptarse a los
objetivos dispuestos hasta ser sustituidos por dispositivos alternativos.
Esto no significa que las personas no se internen, sino que lo que sucederá es que no lo harán en hospitales psiquiátricos, sino en
hospitales generales, que deberán adaptarse a tal fin. Pero sí significa que rompe con la lógica asilar del padecimiento mental
como estrategia terapéutica, proponiendo la desmanicomialización. No es posible la humanización del manicomio (estructura para
objetos deshumanizados), pero si lo es la humanización de la relación con el enfermo en estructuras no coercitivas o coercitivas
solamente en momentos muy circunscritos. “…si la cuestión de Salud Mental queda subsumida a debatir la situación de los
manicomios varias cuestiones quedan eludidas. No sólo la política en Salud y Salud Mental, que va mucho más allá de los
Hospitales Monovalentes. Sino también cuáles son los dispositivos teórico técnicos necesarios para poder llevar adelante una
transformación. Y como se sostiene. Inclusive se puede utilizar la nueva Ley de Salud Mental para encubrir despidos y profundizar
la privatización de la Salud. Es el caso en que el propio estado financie internaciones prolongadas de pacientes que antes estaban
en hospitales públicos en pequeños manicomios privados, cuestión que sucede en la Ciudad de Buenos Aires”. La Ley contempla
en el Art. 4 “Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental. Las personas con uso
problemático de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos y garantías que se establecen en la presente ley en su
relación con los servicios de salud.”
Necesario resulta destacar que el espíritu de la ley, a lo largo de su escrito y en particular sobre el Art. 7 refiere a los derechos de
las personas con padecimiento mental, este es un claro ejemplo de ampliación de ciudadanía, abarcando a un contingente de
personas que se encontraban recluidas y como objeto de asistencia, y de este modo garantizar una serie de derechos en
búsqueda de la inclusión social y la equidad: Derecho a la libertad y autonomía de la persona con padecimiento mental. De
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este modo la internación involuntaria solo quedará restringida a circunstancias de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros,
esto aparece expresado en el Art. 20. Así rompe con la noción de “sujeto peligroso”. Para reemplazar las internaciones masivas,
en el Art. 11 se promueven tratamientos ambulatorios; atención domiciliaria, casas de convivencia, hospitales de día, cooperativas
de trabajo, centros de capacitación socio-laboral, emprendimientos sociales, hogares y familias sustitutas. Se promulga en el Art.
21, la celeridad en los plazos para informar la internación involuntaria al juez, se informa dentro de las primeras 10 horas y el
juez debe expedirse dentro de los 3 días sobre ampliación de información, autorización o denegación de la internación. Derecho
a un trato digno y respetuoso: según Art. 29, se obliga a la denuncia de toda sospecha de trato indigno. El Art. 12 refiere que la
medicación se administrará con el fin terapéutico, nunca como castigo, o para suplir acompañamiento terapéutico. Derecho al
acompañamiento y contención familiar: las personas con padecimiento mental tienen derecho a ser acompañadas durante el
proceso terapéutico por familiares u otros afectos. El Art. 30, manifiesta que las derivaciones de tratamientos que se realicen fuera
del ámbito comunitario donde vive la persona solo corresponderá si se realiza en lugares donde la misma cuenta con mayor
apoyo y contención social o familiar, en la misma línea, el traslado tiene que darse con la compañía de familia o persona allegada.
Se destaca en este punto la atención del paciente y de la familia, dándole a la familia un lugar importante desde los servicios
comunitarios, ya que sobre los familiares recae una carga específica acerca del padecimiento del sujeto, a veces intolerable, por
ello es necesario la articulación y el apoyo desde el servicio. A veces, el padecimiento del familiar provoca malestar en esa familia,
entonces aparece otro motivo de intervención, la familia si bien puede a veces convertirse en el contexto que favorece la recaída,
es importante lograr un alto nivel informativo con los familiares. Siguiendo a la OMS, la construcción de una red social que
empieza por la familia, es el único índice de pronóstico positivo a largo plazo para el trastorno mental. Derecho a no ser
identificado ni discriminado por un padecimiento mental pasado o actual. Derecho a ser informado y a decidir: El Art. 7, la
persona con padecimiento mental y/o su familia debe ser informada de manera clara y comprensible adaptando a sus medios y
tecnologías de información acerca de los derechos y de lo inherente a su salud, tratamiento y alternativas de los mismos. En
consecuencia se privilegia el principio de consentimiento informado. En la misma línea, remarca que las personas con
padecimiento mental tienen derecho a no ser objeto de investigación clínica sin un consentimiento fehaciente, también a recibir
compensación justa por su tarea en caso de participar en actividades de labor terapia o de trabajo comunitario que impliquen la
producción de objetos, obras o servicios que luego sean comercializados. Derecho a que el padecimiento mental no sea
considerado un “estado inmodificable” aquí se intenta una ruptura con los rótulos de “demente”.
Sobre la cuestión del financiamiento para llevar adelante esta reforma que se propone en la ley, el Art. 32 refiere que el Poder
Ejecutivo Nacional debe incluir en los proyectos de presupuesto un incremento en las partidas destinadas a salud mental hasta
alcanzar un 10% del presupuesto total de Salud. A lo largo del tiempo se han podido corroborar en las instituciones psiquiátricas
diversos casos de violaciones a los derechos humanos. Esto es posible ya que no existen mecanismos de supervisión pública,
además de la falta de recursos apropiados, capacitación de los agentes de salud y el déficit edilicio en las instituciones.
Paralelismo entre la Ley 180 (Italia) y la Ley 26.657 (Argentina)
En Italia al igual que en nuestro país se propuso; * Cierre progresivo de los hospitales psiquiátricos, prohibiéndose la construcción
de otros nuevos o la actuación de nuevas internaciones allí. *La apertura de pequeños departamentos de hospitalización en los
hospitales generales o en los centros de salud mental en el territorio, considerados la base de la nueva red de asistencia. *La
creación de pequeñas estructuras protegidas para personas incapaces de vivir en familias o solas. *El tratamiento es considerado
terapéutico y voluntario (las excepciones, son estrictamente reglamentadas y delimitadas); se sanciona el derecho del paciente a
rechazar los cuidados, quedando firme el deber del servicio público de garantizárselos, en libertad, en la medida de lo posible.
Se observa mediante este paralelismo las coincidencias en el paradigma de atención en Salud Mental propuesto por el
movimiento de la antipsiquiatría de los años ´70 en Italia y el proyecto propuesto desde la ley en la Argentina, alineado con los
protocolos y documentos establecidos de manera internacional por los organismos de salud a nivel mundial.
Concluyendo
Esta ley posee una particularidad que no se puede soslayar y tiene relación con el riesgo de que la 26.657 quede como “letra
muerta” con el paso del tiempo. La aprobación de una ley de Salud Mental fue sorpresiva para todos los actores, de allí, por
ejemplo las organizaciones psiquiátricas se opusieron porque la ley afectaba sus intereses, los argumentos esgrimidos adolecen
de cientificidad, lo que más se repite es que “la ley es difícil de aplicar”, como si alguna legislación fuese lineal, directa y sin
disputa de intereses. Se deberán generar espacios para su divulgación, conocimiento y debate en el campo actual de la Salud
Mental, así como también estrategias para transformar ese sistema, así se harán más visibles las líneas sobre la lucha de poderes
que en ese campo se libran a partir de ahora.
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En este proceso que se ha dado comienzo con la ley, se deberá asegurar que la desinstitucionalización no signifique cerrar los
hospitales para reducir el gasto público, abandonando en el territorio a quienes en él estaban internados, que tampoco signifique
imaginar falsamente que se están eliminando las instituciones de control social en nombre de la ampliación de derechos de los
pacientes que luego nadie va a garantizar, y menos que no signifique desplazar a los “encerrados” a otros lugares con lógicas
similares, con nombres diferentes pero que totalizan a los enfermos en la enfermedad. Sí, deberá significar empezar otra vez por
la complejidad de la persona humana, por la necesidad de aligerar sus lazos sociales e interiores, por su derecho a ser
protagonista y libre, para no enfermar e incluso para elegir el tratamiento de su parte enferma. Por último y siguiendo a Carpintero,
hay que tener en cuenta que para evitar que el Mercado se filtre, será necesario que el Estado sostenga la salud pública
desarrollando una política universalista de seguridad social con la participación de equipos interdisciplinarios y usuarios. Para ello
debe asignar un presupuesto adecuado para dar una cobertura de salud a todos los ciudadanos independientemente de sus
posibilidades económicas y que los profesionales no sufran precarización laboral. Esto no solo es posible sino necesario.
Tiene por objeto asegurar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los
derechos humanos de aquellas con padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional.
Se reconoce a la salud mental como un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos,
culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social
vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.
Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental.
Debe promoverse que la atención en salud mental esté a cargo de un equipo interdisciplinario integrado por
profesionales, técnicos y otros trabajadores capacitados con la debida acreditación de la autoridad competente. Se
incluyen las áreas de psicología, psiquiatría, trabajo social, enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o
campos pertinentes.
El proceso de atención debe realizarse preferentemente fuera del ámbito de internación hospitalario y en el marco
de un abordaje interdisciplinario e intersectorial.
La prescripción de medicación sólo debe responder a las necesidades fundamentales de la persona con
padecimiento mental y se administrará exclusivamente con fines terapéuticos y nunca como castigo… debe
promoverse que los tratamientos psicofarmacológicos se realicen en el marco de abordajes interdisciplinarios.
La internación es considerada como un recurso terapéutico de carácter restrictivo, y sólo puede llevarse a cabo
cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las intervenciones realizables en su entorno familiar,
comunitario o social…salvo en aquellas excepciones que por razones terapéuticas debidamente fundadas establezca
el equipo de salud interviniente.
Requisitos de internación: evaluación, diagnóstico interdisciplinario e integral y motivos que justifican la internación,
son la firma de al menos dos profesionales del servicio asistencial donde se realiza la internación, uno de los cuales
debe ser necesariamente psicólogo o médico psiquiatra.
La persona internada bajo su consentimiento podrá en cualquier momento decidir por sí misma el abandono de la
internación. El juez debe evaluar, en un plazo no mayor de 5 días de ser notificado, si la internación continúa
teniendo carácter voluntario o si la misma debe pasar a considerarse involuntaria, con los requisitos y garantías
establecidos para esta última situación.
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La internación involuntario de una persona debe concebirse como recurso terapéutico excepcional en caso de que
no sean posible los abordajes ambulatorios, y sólo podrá realizarse cuando a criterio del equipo de salud mediare
situación de riesgo cierto e inminente para sí o ara terceros.
Haciendo autorizado la internación involuntaria, el juez debe solicitar informes con una periodicidad no mayor a 30
días corridos a fin de reevaluar si persisten las razones para la continuidad de dicha medida, y podrá en cualquier
momento disponer su inmediata externación. Si transcurridos los primeros 90 días y luego del tercer informe
continuase la internación involuntaria, el juez deberá pedir al órgano de revisión que designa un equipo
interdisciplinario que no haya intervenido hasta el momento, y en lo posible independiente del servicio asistencial
interviniente, a fin de obtener una nueva evaluación.
Queda prohibida por la presente ley la creación de nuevos manicomio, neuropsiquiátricos o instituciones de
internación monovalentes, públicos o privados. En el caso de los ya existentes se deben adaptar a los objetivos y
principios expuestos, hasta su sustitución definitiva por los dispositivos alternativos.
Se deben desarrollar planes de prevención en salud mental y planes específicos de inserción socio-laboral para
personas con padecimientos mental.
Todas las personas que padezcan una enfermedad mental tendrán derecho a ejercer todos los derechos civiles,
políticos, económicos, sociales y culturales reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos…
Toda persona que padezca una enfermedad mental tendrá derecho a vivir y a trabajar, en la medida de lo posible, en
la comunidad.
Se protegerá a todo paciente de cualesquiera daños, incluidos la administración injustificada de medicamentos, los
malos tratos por parte de otros pacientes, del personal o de otras personas u otros actos que causan ansiedad
mental o molestias físicas.
El medioambiente y las condiciones de vida en las instituciones psiquiátricas deberán aproximarse en la mayor
medida posible a las condiciones de la vida normal de las personas de edad similar.
Los Estados velarán porque existan mecanismos adecuados para promover el cumplimiento de los presentes
Principios, inspeccionar las instituciones psiquiátricas, presentar, investigar y resolver quejas y establecer
procedimientos disciplinarios o judiciales apropiados para casos de conducta profesional indebida o de violación d
los derechos de los pacientes.
Ficha: 2019 – Practicas inclusivas en salud mental y adicciones con enfoque de derechos
humanos.
Introducción: ¿Qué consideramos una práctica inclusiva?
La Ley Nacional de Salud Mental define principios y garantías para todas las personas en relación con el derecho a la salud
mental. Uno de los ejes primordiales es la promoción de abordajes interdisciplinarios e intersectoriales, basados en la comunidad,
entendiendo por ello que la definición respecto de los cuidados necesarios en salud mental involucra la participación de
usuarios/as y familiares. No hay salud mental son concreción de derechos humanos. Desde esta perspectiva, jerarquizamos el rol
protagónico de la comunidad en la que se inscriben todos los ciudadanos e instituciones sociales en las que tiene lugar el devenir
cotidiano de las personas. Porque a través de nuestras prácticas, desde el lugar que cada uno ocupa según sus
responsabilidades, podemos incluir albergando la diversidad, fruto del reconocimiento del principio universal de dignidad humana,
y generar alternativas para construir dispositivos que afecten lo menos posible las libertades individuales y alojen en toda su
72
dignidad a quien transita una situación de padecimiento en su salud mental. Es en el devenir de la práctica donde se presenta su
carácter inclusivo.
Café Basaglia
Descripción de la práctica: El propósito de quienes formamos parte del Café Basaglia consiste en construir y poner en práctica un
dispositivo nuevo, por fuera de las instituciones psiquiátricas, bajo el modelo conceptual de la empresa social y de la salud mental
comunitaria, diseñado especialmente con el fin de capacitar para la reinserción socio-laboral de personas usuarias de los servicios
de salud mental de la Ciudad de Buenos Aires; personas que por su vulnerabilidad social tienen dificultades en su inserción
laboral. A continuación se describirán los ejes que atraviesan la fundamentación del proyecto.
Estrategias de desmanicomialización: el dispositivo de inserción laboral Café Basaglia nace como una iniciativa autónoma en un
espacio dentro de la comunidad –y no dentro de un hospital– y se propone como un lugar de invención de salud y cultura; lugar de
socialización, de expresión físico-artístico-cultural, de actividad y trabajo conjunto. Por consiguiente, el Café Basaglia se propone
como un dispositivo que produzca nuevas tramas de relaciones sociales que actúen como estímulo y como red de contención. La
estrategia de desmanicomialización se basa en considerar que el proceso terapéutico puede desarrollarse a través de múltiples
efectores y desde diversos lugares que trascienden el hospital psiquiátrico.
La dignidad del riesgo: La empresa social implica crear condiciones que faciliten a la persona obrar con impulsos propios, lo cual
supone asumir la dignidad del riesgo. Esta expresión está vinculada, por un lado, al derecho de todas las personas de transitar el
mundo con todas sus posibilidades y peligros, y por otro, al riesgo que se asume en el desafío de construir conjuntamente un
proyecto que implica otro modo de pensar la salud y el trabajo.
Contexto en el que se desarrolla la experiencia: Lo instituido hasta el momento suponía que el mejor lugar donde puede estar una
persona con problemáticas mentales es en una institución especializada, depositando de este modo el saber en los técnicos, en
los profesionales. La reforma epistemológica que propone el contexto actual implica pensar en la integración de recursos no
convencionales en los equipos de salud mental, en la socialización del conocimiento y el empoderamiento de diferentes actores
para que los referentes vinculares sean partícipes del abordaje de las problemáticas mentales, y para que la comunidad misma
supere su tendencia excluyente (como manifestación del estigma, el miedo y la vergüenza) y pueda constituirse en un agente de
inclusión. Los dispositivos laborales creados y gestionados desde la comunidad promueven no solo la inclusión laboral, sino que
permiten la circulación de las personas con padecimientos mentales, favoreciendo su inclusión social y derribando mitos
vinculados con la peligrosidad, la incapacidad, la cronicidad y la irreversibilidad de las problemáticas mentales. ¿Y por qué un
café? Porque el café representa un espacio cotidiano de encuentro, trabajo e intercambio con otros, que ya forma parte de la
idiosincrasia cultural de nuestra ciudad.
El cisme del arte
Fundamentación de la práctica: El Cisne del Arte se fundamenta en el reconocimiento de las personas con padecimiento mental
como personas con plenos derechos, y de la dimensión cultural del hombre y los pueblos como parte integrante de los derechos
humanos. Esta iniciativa propone un abordaje interdisciplinario e intersectorial, y caracteriza la salud mental como un proceso en
el cual la dimensión de la cultura y el lazo social se consideran en relación dialéctica con los procesos de salud. El término
dispositivo cultural nos permite abarcar distintas prácticas que suceden en El Cisne del Arte: actividades artísticas, artesanales,
comunicacionales, editoriales, etc. Estas prácticas son el núcleo específico de un taller cultural que no es reductible a otros
campos del saber. El concepto de cultura supone reconocer distintos estilos y modalidades humanas en relación con la
supervivencia y el desarrollo comunitario. Abarca el análisis de las complejas tramas que relacionan lo orgánico, lo simbólico y lo
imaginario. Es un campo complejo y heterogéneo donde distintas maneras de pensar y sentir el mundo conviven en tensión,
contradicción o mixtura. El Cisne del Arte es un espacio, entre otros, para trabajar sobre las representaciones sociales, los
recursos simbólicos de usuarios, familiares, profesionales y allegados, con la finalidad de favorecer los lazos sociales por fuera de
estigmas, estereotipos o paternalismos.
Orientación de la práctica: El Cisne del Arte toma una dirección diferente de la llamada “rehabilitación de los enfermos mentales”.
No está para corregir, rehabituar o adaptar al paciente a los cánones de una normalidad, según la cual falla. Piensa al sujeto como
sede de un saber. Saber que hace lazo o que aún no ha encontrado su modo de entretejerse. El que viene al taller es alguien que
ha hecho algo con su malestar y su circunstancia. Desde esa singularidad se intenta alojar la diferencia, pero sin idealismos de
ningún tipo. Proponemos un proceso de trabajo que evita los imaginarios negativos sobre la locura, así como las idealizaciones
románticas, porque en definitiva ambas posiciones no representan necesariamente a los usuarios de los sistemas de salud mental
y dejan al sujeto allí donde lo encuentran: “si es un menos, no hay nada que apostar allí; si es un más, no hay ninguna necesidad
de apostar”.
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Descripción de la experiencia: La finalidad de El Cisne del Arte es promover el lazo social a través de prácticas artísticas,
artesanales, recreativas y comunicacionales. Trabaja fuertemente articulado con el equipo de salud de manera interdisciplinaria y
en concordancia con las estrategias personalizadas de tratamiento integral de cada participante. El Cisne del Arte no tiene una
finalidad terapéutica, los efectos en la subjetividad y en los vínculos de los participantes se retoman en sus espacios individuales
de tratamiento o en el espacio interdisciplinario del equipo de salud.
Grupo de mujeres “Proyectándonos entre puntos, puntadas y pinceladas
Descripción de la experiencia: La práctica que nos proponemos compartir en este escrito se relaciona con un proyecto productivo
de un grupo de mujeres convocadas desde distintos efectores de salud de la ciudad de Santo Tomé a fin de abordar algunos
aspectos de la situación de vulnerabilidad social que se encuentran atravesando. Los principales objetivos que direccionan este
proyecto se vinculan con los siguientes puntos: · Potenciar los saberes y habilidades de mujeres que se encuentran en tratamiento
ambulatorio con algún profesional del equipo de salud mental, desarrollando sus autonomías y autoestimas desde el
reconocimiento de la producción propia. · Contribuir a producir cambios significativos en los procesos de salud-enfermedad-
atención, potenciando los aspectos saludables de las personas. · Promover y fortalecer el lazo social. · Generar dispositivos
grupales como espacios complementarios a los abordajes individuales y en consultorio.
Fundamentación de la práctica: Desde este dispositivo se intenta realizar un abordaje partiendo de reconocer a la salud mental
como un proceso que está atravesado por una multiplicidad de componentes (históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos,
psicológicos) que están presentes en la singularidad de cada una de las participantes del proyecto. Asimismo, entendemos que la
preservación y mejoramiento de la salud mental implica un proceso de construcción social (artículo 3 de la Ley Nacional de Salud
Mental). Partimos de pensar al otro como sujeto de derechos, ciudadano, capaz de posicionarse activamente en la resolución de
sus conflictos y malestares, generando procesos de salud en tanto participación activa y crítica sobre la realidad; como actor
portador de saberes y habilidades que se ponen en juego en la interacción misma con otros sujetos. Pensamos en abordajes
integrales que complementen los tratamientos individuales y en consultorio, tomando también como marco legal y sustento de
esta práctica la Ley Provincial de Salud Mental de Santa Fe. Este dispositivo es concebido como espacio de intercambios
materiales de aquello que cada uno produce desde sus saberes y posibilidades, y también de intercambios simbólicos, que
implican el reconocimiento por parte de los demás actores (ya sean familiares o la comunidad en general) de estas producciones,
y la posibilidad de construcción de nuevos lazos de cooperación entre las integrantes del grupo.
Programa de rehabilitación y externación asistida (PREA)
Descripción de la práctica: El Programa de Rehabilitación y Externación Asistida (PREA) es un programa surgido en el año 1999,
a partir de una resolución del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires para su instalación en todos los hospitales
monovalentes de la provincia, bajo responsabilidad de la dirección ejecutiva de cada hospital. Tiene como objetivo promover y
sostener la externación de aquellos pacientes internados que carezcan de los necesarios soportes familiares y económicos que
les permitan su inclusión en la vida comunitaria.
Dispositivo de talleres para la externación: Este dispositivo acompaña el tránsito de cada paciente de la vida hospitalaria a la vida
en la comunidad. Es el núcleo de la tarea de rehabilitación. En este pasaje, el grupo y las actividades propuestas se ofrecen como
oportunidades de establecer vínculos, recuperar historias personales, explorar posibilidades, tantear límites e imaginar proyectos
de vida. Se trata de habilitar campos de experiencia habitualmente inexistentes en la institución manicomial, en los que un sujeto
es convocado a hacerse cargo de la singularidad de su propio recorrido. Previo a la externación a una casa del programa se
realizan salidas con permanencia progresiva en el nuevo domicilio, para lograr una apropiación del espacio. Pasarán, entonces, a
convivir en grupos de entre tres y cinco personas en casas alquiladas por el hospital, contando con el apoyo de los dispositivos de
asistencia en la externación. Entretanto, se habrán gestionado pensiones, subsidios o planes de empleo, y se promoverán
iniciativas laborales que contribuyan al sostén económico de las mujeres que se externan.
Programa Andrés
Descripción de la práctica: El Programa Andrés Rosario nace en el año 1993 como filial del Programa Andrés Buenos Aires. En el
año 1996 logra su independencia jurídica y económica, comenzando así a desarrollar modelos y prácticas de abordaje propios. El
origen institucional está estrechamente ligado al desarrollo de las organizaciones no gubernamentales, en el ámbito de los nuevos
movimientos sociales emergentes durante el período hegemónico neoliberal de la década del 90. Desde el Programa Andrés, se
resignifica el abordaje de las problemáticas subjetivas asociadas al consumo; son pensadas como situaciones complejas que
implican diversas formas de expulsión del sujeto.
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Metodología de trabajo: El esquema de trabajo es el siguiente: la plataforma de trabajo está en condiciones de sostener tres
intervenciones barriales educativas, lúdicas, laborales al mismo tiempo. Estos tres espacios funcionan como bases que articulan
distintos procesos. Cuando decimos procesos nos referimos a que pensamos las intervenciones como un “cordón” que articula los
tres espacios en los cuales trabajamos. Así, al definir la puesta en marcha de capacitaciones laborales, las pensamos con relación
a una posible implementación en los tres espacios.
76
que el ascenso global de china ha sido pacifico y se ha llevado a cabo a través de estrategias de colaboración y no de
oposición y confrontación con los EEUU. Actualmente, China es la segunda economía mundial y el polo económico
mas dinamico e importante a nivel global. Es el primer exportador de bienes del planeta, el primer consumidor
mundial de energía y de automóviles, el principal consumidor de aluminio, cobre, estaño, soja y zinc. El segundo
consumidor de azúcar y petróleo y el quinto exportador de servicios. Alberga a la mayor población del planeta y es la
gran fábrica del mundo, de productos tecnológicos. Su industria comienza a demandar más recursos energéticos e
insumos básicos. Por este motivo, se ha convertido en el principal demandante mundial de la gran mayoría de
commodites. Ademas es una potencia tmb financiera, compra bonos del Tesoro de los EEUU, de quien China es el
principal prestamista. Página 52 de 69 En los últimos años, los intercambios entre America Latina y China se han
intensificado. China desplazo como socio comercial a los EEUU, y ocupa el primer puesto como país destino de
exportaciones para países como Brasil, Chile, Peru, el segundo para Uruguay, Venezuela y Colombia y el tercero para
Argentina. Es el principal importador para Brasil y Paraguay y el segundo para Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y
Costa Rica. La Argentina exporta soja, frutos oleaginosos y aceites vegetales. Chile cobre, Brasil soja y hierro,
Venezuela y Ecuador petróleo. Esta cada vez más presente el capital de origen chino en la región. La confrontación
de una relación comercial privilegiada con China, basada en la demanda de commidities y en la vertiginosa
consolidación de un intercambio desiual, marcaria la emergencia de nuevas relaciones de dependencia, cuyo
contorno se estaría definiendo al calor de las negociaciones unilaterales que aquel país mantiene con cada uno de
sus socios Latinoamericanos. Desde el punto de vista económico, esta asimetría se ha traducido en un proceso de
reprimarización de la economía, visible en la reorientación hacia actividades primario extractivas, con escaso valor
agregado. Los países Latinoamericanos exportan mucho a China, pero esto no alcanza para cubrir el costo de las
importaciones desde ese país. Todo ello conllevara no solo al endeudamiento, sino también a una exacerbación del
extractivismo, esto es, una tendencia al aumento de las exportaciones de productos primarios, a fin de cubrir el
déficit comercial, con lo cual se ingresaría en una espiral perversa. Debate 3: Larga vida de la marginalidad y sus
metamorfosis. Diferentes vías de investigación que se abrieron en America Latina, vinculan a la problemática de la
marginalidad y sus consecuencias. Quijano, se refiere a grupos marginalizados como un estrato que atraviesa el
cuerpo entero de la sociedad. Propuso hablar de una estructura de sobrevivencia, para hacer referencia a la red de
reaciones de prestación y recepción de ayuda. Lomnitz, retoma la visión de Quijano, quien suponía la existencia de
mecanismos de reciprocidad. La autora se propuso responder la pregunta de cómo sobreviven los marginados, a
través de un estudio que establecia la relación entre marginalidad, migración y redes de reciprocidad, a través de un
trabajo etnográfico en la ciudad de México. La autora sostenia que la sobrevivencia de los marginados no dependía
del mercado, sino de las redes de intercambio que creaban con reglas propias, basadas en los recursos del
parentesco y la amistad. En esta línea de lectura, resulta central la noción de reciprocidad, como forma de
intercambio. Donde a comunidad y la reciprocidad podrían ser la base de una economía alternativa. Otra línea de
estudios, que puso el acento en la economía de sobrevivencia, aparece condensada por el concepto introducido por
la OIT de “sector informal urbano”, como un sector por fuera de los canales formales de la economía. Se definiría el
sector informal, como trabajadores y/o empresas en actividades no organizadas, que usan procedimientos
tecnológicos sencillos y trabajan en mercados competitivos o en la base de estructuras económicas caracterizadas
por la concentración oligopólica. Ciertos autores consideran que el concepto de sector informal, habría reemplazado
a la categoría de marginalidad. Otro enfoque sobre la marginalidad urbana y sus dimensiones socioespaciales,
condujo a una serie de estudios sobre las formas de organización y movilización de los pobres urbanos, en su
demanda de bienes y servicios. En el espacio urbano, la emergencia de nuevas luchas (ocupación de tierras), ligadas
a las condiciones de vida y, por ende, al reclamo de la tierra y la vivienda y los servicios públicos, daría lugar a los
llamados “movimientos urbanos”. Así, el basto contingente de marginales se convertirían en principales actores de
las nuevas movilizaciones sociales, que incluirían desde la acción directa ( asentamientos iegales) hasta la acción
institucional (demanda de títulos de tierra y diferentes servicios del Estado), adoptando formatos organizativos
duraderos, por ejemplo juntas vecinales. Hacia los años 90, el pasaje a un nuevo tipo soecietal, caracterizado por la
asociación entre globalización y neoliberalismo, tuvo una repercusión importante en el plano de la acción colectiva,
lo que se expreso en marchas, movilizaciones y huelgas. Y posteriormente, en la reemergencia de nuevas formas de
acción, ligadas a la acción directa, saqueos, estallidos sociales, puebladas, cortes y bloqueos de ruta etc. El contexto
de reconfiguración social llevo a que ciertos autores ligados al paradigma identitario de la acción colectiva señalaran
que los movimientos sociales aparecían como grandes perdedores, subrayando a incapacidad de los mismos para
77
devenir actores. Mientras otros autores harian referencia a la centralidad de los marginados. Marginalidad y (nueva)
cuestión social A comienzos del siglo XXI, Auyero subrayaba que varios países de América Latina (entre ellos
Argentina) estaban viviendo una nueva marginalidad, ligada al funcionamiento de la economía posfordista
globalizada, a la terciarización temprana y no moderna y a la puesta en práctica por pate de Estado de un ajuste
neoliberal. Al Página 53 de 69 compás de este ajuste, visible en el aumento del desempleo y en la acentuación de las
diferentes formas de precarización laboral y vulnerabilidad social. Por añadidura, en el marco del modelo de
acumulación flexible, se iria expandiendo la idea de que los nuevos rostros de la marginalidad y la consecuente
fractura social no eran privativos sólo de los paires periféricos y que la problemática de la “exclusión” alcanzaba
también a los países centrales, donde afloraba a través de diferentes tematizaciones, como “el fin del trabajo”, “la
miseria del mundo”; en fin, lo que en clave de la sociología francesa no tardaría en denominarse como “la nueva
cuestión social”. En Argentina, en el contexto de implementación de las reformas neoliberales, los índices de
desempleo y subocupación se habían multiplicado de manera exponencial. Roberto Castel asociaba la cuestión social
a la crisis de la sociedad salarial, visible en la desestabilización de los estables, la instalación de la precariedad laboral
y el déficit de lugares ocupables en la estructura social. Desde su perspectiva, el fenómeno se apoyaba en la pérdida
de la dimensión integradora del Estado, pero también, en otro nivel, de las propias empresas. Convergían así una
modalidad de intervención focalizada del Estado con una política de flexibilización y competitividad de las empresas
que descalificaba a los menos aptos y dejaba afuera a los mas jóvenes, que devenían “trabajadores sin trabajo” o
“los inútiles del mundo”. De los movimientos sociales urbanos a los nuevos movimientos socioterritoriales
Actualmente, hay consenso entre analistas latinoamericanos acerca de dos cuestiones: la primera se refiere al
retorno de la nocion de movimientos sociales. La apertura de un nuevo ciclo de luchas contra la globalización
neoliberal, a partir de 1994, ilustra esta afirmación del regreso de los movimientos sociales en sentido fuerte. Un
primer momento del ciclo se abrió con la irrupción del zapatismo en Chiapas, el cual fue el primer movimiento
contra la globalización neoliberal. Un segundo momento, que señalará una progresiva acumulación de las lichas
contra las reformas neoliberales, arrancaría en el año 2000, con la Guerra del Agua en Cochabamba, y conocería
nuevas inflexiones en la Argentina en diciembre de 2001, en Ecuador en 2005, nuevamente en Bolivia en 2003 y
2006, entre otros hitos. Las organizaciones y los movimientos sociales fueron los grandes protagonistas de este
nuevo ciclo, contribuyendo a legitimar otras formas de pensar la política y las relaciones sociales: la crisis de
representación de los sistemas vigentes, el reclamo frente a la conculcación de los derechos mas elementales, la
defensa de los recursos naturales, prontamente tematizados como bienes comunes, en fin, la reivindicación de las
autonomías indígenas. El segundo punto del consenso hace referencia a la importancia que han adquirido los
movimientos socioterritoriales. Desde fines de los 80 el territorio se fue erigiendo en el lugar priviegiado de disputa a
partir de la implementación de las nuevas políticas sociales de carácter focalizado, diseñadas desde el poder con
vistas al control y la contención de la pobreza. Así una de las dimensiones constituyentes de los movimientos sociales
latinoamericanos es la territorialidad. En términos generales, tanto para los movimientos urbanos como rurales, el
territorio aparece como un espacio de resistencia y también, progresivamente, como un lugar de resignificación y
creación de nuevas relaciones sociales. América Latina es el continente más desigual. Actualmente, el 19% de la
población latinoamericana estaría bajo planes sociales (política de bonos o Programas de Transferencia de Ingresos),
esto es, alrededor de unas ciento trece millones de personas, que incluyen quince países latinoamericanos,
independientemente de su signo ideologico, y cuyas beneficiarias principales son las mujeres jefas de hogar. Un dato
que confirma la consolidación de un polo marginal, y nos obliga a pensar las consecuencias de la cristalización de un
modelo de ciudadanía asistencial-participativa, altamente dependiente del Estado, que ofrece a los sujetos escasas
posibilidades de desarrollarse con autonomía (política, social, económica). Situados por fuera del mercado formal y
frente a la ausencia del Estado, gran parte de los sectores populares han tenido que desarrollar y reproducirse
mediante estructuras de reciprocidad y formas autogestivas de cooperacion. Sobre esta realidad asociada a la
persistencia y reproducción de la “marginalidad” se irán desarrollando una pluralidad de enfoques: por un lado,
aquellos que privilegian las dinámicas colectivas y vinculan el proceso de territorializacion de las clases populares a la
posibilidad de recomposición del lazo social, de la emergencia de una economía popular y el cuestionamiento del
orden existente por parte de los movimientos sociales; por otro lado, aquellos que tienden a subrayar la negatividad
del fenómeno y ven en la marginalidad la expresión de una economía política de la pobreza, la consolidación de un
polo marginal o pobreza estructural, altamente dependiente del Estado. Sea cual fuere la interpretación, vistos como
posibles agentes de cambio o como pobres estructurales dependientes del Estado y carentes de autonomía política,
78
o bien, ambas dimensiones reunidas en una perspectiva óntica, el mensaje de esas formas de solidaridad subalternas
gestadas desde los márgenes de la sociedad no ha cesado de interpelar al pensamiento crítico y desafiar la
imaginación política latinoamericana. Página 54 de 69 CAPITULO 4: Populismo del Siglo XXI 15 años transcurrieron
desde que América Latina, o algunos países latinoamericanos marcaron un cambio de época. Algunos autores
hablarán tempranamente de posneoliberalismo Incluso un giro de izquierda en paralelo, otros analista fueron
retomando la controvertida y resbalosa categoría de populismo fines de la década del siglo XXI. La caracterización
del populismo comenzaría ganar más terreno hasta tornarse nuevamente en un lugar común. Una vez más el
populismo como categoría teórica devino un campo de batalla político e interpretativo. Pero a diferencia de otras
épocas en las cuales la visión descalificadora era la dominante, el actual retornos se inserta en escenarios políticos e
intelectuales más complejos y disputados. Propongo revisar las perspectivas teóricas sobre el populismo que
recorren el campo académico y presento mis hipótesis sobre el tema, profundizando la distinción entre diferentes
tipos de populismo. DEBATE 1: Perspectivas teóricas y críticas a los populismos. Tres lecturas teóricas: una primera lo
aborda desde un modo de apropiación heterónomo y descalificador de lecturas negativas sobre el tema. Una
segunda línea, señala un modo de apropiación positivo a partir de la valoración del populismo como un fenómeno
político democratizador, identificado con la inclusión de los sectores excluidos o dañados de la sociedad. Por último,
una tercera vía interpretativa tiende a leer el populismo desde el reconocimiento de su radical ambivalencia o de su
dualidad intrínseca, como fenómeno político complejo portador a la vez de elementos democráticos y no
democráticos. Entre las visiones negativas o condenatoria se encuentran aquellas lecturas académicas que afirman la
recurrencia del populismo como mito y aquellas otras, muy difundidas desde los medios de comunicación, que
insisten en reducir el populismo a una política macroeconómica (derroche, gasto social, tendencia inflacionaria,
entre otros y el clientelismo político). Mi intención es alejarme las lecturas estigmatizadoras y simplistas y
concentrarme en la lectura de las académicas, aquellas que asocian el populismo al mito entendiéndolo como un
fenómeno instalado entre la religión y la política, contrapuesto al ethos democrático. Loris zanatta, historiador
italiano especializado en el peronismo considera que el populismo evoca la idea de la comunidad orgánica es
apolítico (no asocia justicia social con democracia)encarna la voluntad por devolver al pueblo de la soberanía
sustraída Y por último propone una suerte de vuelta valores políticos que asocia con un mundo de armonía esta idea
sustituya el Mito por el imaginario de ethos populista. El desarrollo de las instituciones liberales terminarían por
funcionar como un corset democrático, que contendrían la expansión de los anhelos organicistas de los líderes
populistas. Profundiza esta línea el politólogo argentino Laría, que suscribe la asociación entre populismo y mito
movilizador, entre populismo y arquetipo,dos nociones del autor vinculadas con el concepto marco para Designar
aquellas estructuras mentales que conforman el modo de ver la realidad institucional y simbólica del mundo de lo
político y que motivan emocionalmente a los sujetos. Lejos de realizar un análisis crítico-comprensivo, tienden a
reducir las figuras de la democracia a su forma liberal, descartando lo con ello la posibilidad de pensarla en términos
de demodiversidad. Se trata de una crítica profundamente liberal que cuestiona la legitimidad de otras formas de la
Democracia, entre ellas, la democracia participativa, comunal, deliberativa, directa, que hoy postulan tantas fuerzas
colectivas. En segundo lugar una lectura que tuvo gran repercusión en la última década en Argentina,es la de Ernesto
Laclau, para este autor el populismo constituye una lógica inherente a lo político y como tal, este se erigiría en una
plataforma privilegiada para observar el espacio político. Piensa el populismo como ruptur, a partir de la
dicotomización del espacio político y de una articulación de las demandas populares por vía de la lógica de la
equivalencia. Por ejemplo, las organizaciones piqueteras en la Argentina, el zapatismo en México ,se tratarían de
movimientos de protesta horizontales sin integración vertical, lógica de la diferencia. La subjetividad popular en
cambio, emergencia como producto de las cadenas de equivalencia entre demandas subalternas. La importancia del
populismo para la democracia vendría dada porque ofrece la conformación de un pueblo,condición sine qua non del
funcionamiento de la Democracia; con lo cual no puede ser pensado ni leído como una forma anómala de
democracia. Mas aun, si hay peligros para la democracia, estos no provienen del populismo, sino del neoliberalismo.
Francisco Panizza toma distancia de los argumentos del autor anterior, y concluye que el populismo como
antagonismo es la política por excelencia, también lo es la negación de la política, pues en el imaginario populista, la
identificación del pueblo con su líder asimismo define el fin de la historia, tanto como ilusión liberal de una sociedad
sin conflicto. en el orden social de Hobbes o la sociedad sin clases de Marx. Por ultimo,una tercera línea de
interpretación subraya el carácter bicéfalo del populismo. Benjamín Arditi Define el populismo como un rasgo
recurrente de la política moderna,pasible expresarse en contextos democráticos y no democráticos. El populismo
79
antes como un espectro a la democracia. Un espejo en el cual la democracia se pueden contemplar así misma y de lo
que le falta. Página 55 de 69 Hacia los populismos de alta intensidad: Paradójicamente, a principio de los 90 se habla
de un nuevo populismo. Aníbal viguera, propuso un tipo ideal, distinguiendo dos dimensiones. Una, según el tipo de
participación, otra según las políticas sociales y económicas. Así desde su perspectiva el neopopulismo de los 90
representa un estilo político populista, pero a diferencia de los populismos clásicos estaba desligado a un
determinado programa económico (nacionalista o vinculado a una matriz estado céntrica). Retomando esta
distinción analítica propongo Llamar a tal fenómeno populismo de baja intensidad, dado el carácter unidimensional
del mismo. Los tiempos actuales no confrantan a configuraciones políticas más típicas, que señalan similitudes con
los populismos clásicos del siglo XX. Ciertamente a lo largo de la primera década del nuevo siglo las inflexiones
políticas que adoptarían los gobiernos de Hugo Chávez en Venezuela de Néstor y Cristina en la Argentina, Rafael
Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, Todos esos países con una notoria y presente tradición populista,
habilitaron el retorno de un uso del concepto en sentido fuerte, esto es, de un populismo de alta intensidad,a partir
de la reivindicación del estado. En este siglo XXI, la reactivación de la matriz populista fue primero tímida y gradual,
hasta hacerse de modo más firme y acelerado. En la Argentina, la dicotomización del espacio político aparece recién
en 2008, a raíz del conflicto del gobierno con las Patronales agrarias por la distribución de la renta sojera, y se
exacerba a límites insoportables en los años siguientes. Esto es, la inflexión populista se operan un contexto más
bien de ruptura con importantes sectores indigenistas, pero de una polarización social más limitada o conyunteral.
En primer lugar, defino al populismo como un fenómeno político complejo y contradictorio que representa una
tensión constitutiva entre elementos democráticos y elementos no democráticos. Lo propio del populismo es poseer
una Concepción Dual de legitimidad, que es una suerte exceso con respecto a la legitimidad propia de la democracia
y un déficit en relación a la imposición autoritaria. En efecto, el populismo es una tensión INELIMINABLE entre la
aceptación de la legitimidad democrática y la búsqueda de una fuente de legitimación que la excede; suplemento de
sentido o exceso que se halla, de alguna manera, en el seno de todo proyecto democrático,pero por lo general, no
logra sustituir completamente la democracia procedimental y representativa. Así mismo, es sin duda de otra figura
de la democracia que se entiende mejor el populismo, pues es en gran parte que esté responde a la necesidad de
reparar ofensas y de acortar la distancia entre representantes y representados,brecha consolida durante el largo
período de dominación liberal- conservador, bajo las dictaduras militares, o de un modo más reciente, luego de las
reformas neoliberales de los años 90. En segundo lugar El populismo entiende la política en término de polarización
y esquemas binarios,lo cual tiene varias consecuencias, por un lado implica la Constitución de un espacio dicotómico
a través de la división en dos bloques antagónicos, por otro lado, el ordenamiento binario del campo político implica
la selección y jerarquización determinados antagonismos en detrimento de otros. Hace una perturbadora pregunta
en realidad de la pregunta fundamental de la política ¿Qué tipo de hegemonía se está constituyendo en esta tensión
peligrosa insoslayable entre lo democráticos y los no democráticos,entre una concepción plural y otra organicista de
la democracia, entre la inclusión de demandas y la cancelación de las diferencias?. En cuarto lugar, es necesario
tener en cuenta la existencia de diferentes tipos de populismos, ligados condición y/o interpretación de clase, tal
como lo muestra la abundante literatura sobre el tema. En esta línea propongo establecer la distinción entre, por un
lado, aquellos populismos Plebeyos más ligados a la acción de los sectores populares, que han venido desarrollando
políticas de contenido más innovador y radical, Por lo cual han desembocado en procesos de distribución del poder
social hacia abajo, como el caso de Venezuela, y por otro lado, populismo de clase media, que se han traducido en
un empoderamiento- incluso a Costa de una fragmentación intraclase- de los sectores medios,como Argentina y
Ecuador. Para resumir, mi hipótesis afirma que asistimos a un retorno del populismo de alta intensidad, pues las
experiencias actuales están vinculadas a la construcción de un determinado tipo de hegemonía, que subraya como
estructura de inteligibilidad de la políticala bipolaridad y, como clave de bóveda, del rol indiscutible del líder. Así,
doble referencia o tensión constitutiva, polarización y grilla de lectura, construcción de hegemonía y existencia de
tipos diferentes, son aspectos que, interconectados, a mi juicio, constituyen el Punto de partida ineludible para leer
los actuales populismos latinoamericanos. Las críticas hacia el populismo revelan múltiples brechas ideológicas,no
sólo entre derechos y populismo, sino también entre izquierdas efectivamente existentes en donde se destaca tanto
la izquierda tradicional, como las izquierdas ecologistas, indianistas y autonomistas. En América Latina la nación
popular, lejos de conjugarse con la alternativa socialista, como había analizado Portantiero, aparece ligado de modo
recurrente y predominante, a la hipótesis populista. Las críticas a los populismos realmente existentes pueden ser
resumidas en tres aspectos fundamentales, un primero de índole político institucional, que enfatiza la tentación
80
autoritaria y totalitaria de los diferentes regímenes populistas, el segundo, de carácter político y económico subraya
la falta de modo alternativo y la distancia en un planteo de izquierda, el tercero el último, de carácter ecoterritorial,
apunta la crítica extractivismo y el ausencia de modelos de alternativos de desarrollo. La primera perspectiva se
configura en el marco de la polarización política y cuestiona el carácter democrático del populismo. Las críticas
resaltarán la persistencia/actualización de los rasgos autoritarios, la consolidación de lídererazgos plebiscitarios y
Página 56 de 69 caudillistas. La segunda crítica es de índole político- económica, a partir de la ausencia de un
programa/ modelo económico alternativo. Se critica que los gobiernos populistas latinoamericanos hayan aceptado
el proceso de globalización asimétrica, y con ello las limitaciones propias de las reglas de juego; lo cual además
coloca límites a cualquier política distribución de los ingresos y de las riquezas. Es el caso venezolano, la construcción
de un modelo alternativo, el socialismo del Siglo XXI, a través de la diseminación de consejos comunales y otras
estructuras que ilustran la democracia participativa o el poder popular. La tercera crítica,que domino aquí
ecoterritorial, señala la relación con la crisis ambiental global y postula que los populismos latinoamericanos no sólo
conservaron una matriz reproductiva propia de la modernidad hegemónica, sino que han venido llevando a cabo una
política estadocéntrica de consolidación del extractivismo. A su vez, la crítica ecoterritorial presenta una afinidad
electiva con la crítica Autónomica respecto a la construcción del Poder y el empoderamiento de los sujetos sociales.
Raramente las tres críticas aparecen articuladas, antes bien, suelen estar desconectadas. Debate 2: Tipos de
populismo realmente existentes ¿Cuáles son los rasgos más notorios y las particularidades políticas que adoptan los
populismos realmente existentes en América Latina del Siglo XXI? Para comenzar, es necesario tener en cuenta que
los gobiernos hoy caracterizado como populista, fueron precedidos por intensas movilizaciones sociales de neto
carácter antineoliberal; todos ellos iniciaron un ciclo de estabilidad política, todos ellos ilustran el retorno del Estado
regulador y mediador al centro de escena; todos han desarrollado una importante política social, como abonos o
programas sociales, para paliar la situación de crisis y reducir la pobreza. Asimismo todos ellos han implicado
Fabulosos procesos de concentración de poder, en el poder ejecutivo y finalmente en lo que respecta a la lógica de
la construcción del poder en la relación con las organizaciones sociales, todos han buscado consolidar un modelo de
participación social controlada y tutela desde el estado. Propongo distinguir entre, por un lado,aquellos populismos
Plebeyos que se han apuntado a la redistribución del poder social por la vía el empoderamiento de los sectores
populares, por el otro, de los populismos de clases medias, que lideran sectores medios por diferentes vías ,mientras
el primer caso responde a Bolivia y Venezuela, el segundo refiere Argentina y Ecuador. Populismos Plebeyos: Bolivia
y Venezuela El proceso de politización de lo plebeyo está asociado a la ocupación de la calle, del espacio público. En
América Latina la figura de Los Plebeyos recorre numerosos movimientos y organizaciones sociales populares, sin
estar por eso asociado De manera exclusiva las organizaciones obreras o a un partido político específico, en
Argentina por ejemplo ,hacia los años 50, el peronismo fue la Encarnación política y contracultural de lo plebeyo, de
corte obrerista,pero ya hacia fines de los años 90, en pleno ajuste estructural, estos elementos de carácter plebeyo
reaparecieron en los nuevos movimientos socioterritoriales, las organizaciones de desocupados o piqueteras. En
Bolivia, el cierre de las minas trajo como correlato la crisis las narrativas minera obrerista, ligadas al modelo
populista nacionalista. Sin embargo, de la mano de campesinos, indígenas, trabajadores, urbanos e informales, esto
es de un conglomerado de organizaciones rurales urbanas, emergerán otras formas de protesta plebeya. Populismo
de clases medias Argentina y Ecuador. Los populismos de alta intensidad del Siglo XXI latinoamericano ilustran
también la vitalidad de procesos de empoderamiento de liderazgo y de elites proveniente de las clases medias.
Tanto el caso argentino como el de Ecuador, reflejan en esta condición: no han conllevado un cambio en la
distribución del poder social hacia abajo y no presentan un carácter antielitista o iconoclasta. Se trata de gobiernos
que, pese haberse montado sobre movilizaciones plebeyas, está nutrido por una desconfianza originaria en las
movilizaciones potencialmente autónomas de las masas, a las que buscan tutelar e incorporar de diversas maneras,
a través de la estrategia del llamado de la inclusión en Argentina. Por ejemplo el kirchnerismo emergió como figura
local del progresismo, hacia el 2003, luego de la salida de la crisis del 2001 y 2002. El giro político estuvo a tono con
la orientación antineoliberal de las movilizaciones sociales y el cambio de época, a nivel nacional y latinoamericano.
En consecuencia, la Argentina de la postconvertibilidad comenzaba a ser asociada con la reactivación económica e
industrial, al compás también del boom de las commodities, principalmente la soja y sus derivados. La reivindicación
de los derechos humanos con la política estado y el discurso latinoamericanista. Finalmente, el conflicto del gobierno
de Cristina Fernández con los productores agrarios en 2008, fue la piedra de toque para actualizar de manera plena
en legado populista. El gobierno logró la adhesión activa de un grupo amplio de intelectuales y académicos de corte
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progresista, quienes salieron en defensa de la institucionalidad y realizaron una lectura de las movilizaciones agrarias
en término de conflicto destituyente y golpismo sin sujeto. En este marco, el gobierno impulso las medidas más
progresistas, entre ellas, la ley de matrimonio igualitario, la nacionalización del sistema provisional y, sobre todo, la
asignación universal por hijo. Tras la muerte de Néstor se terminó de abrir por completo las compuertas el
populismo en su clásica versión estatalista. Este fenómeno con llevo dos consecuencias mayores: por un lado
consolidó el discurso binario como gran relato refundador del kirchnerismo, sintetizado en la oposición entre un
bloque popular y sectores de poder concentrados como monopolios, corporaciones gorilas, antiperonistas.
Esquemas dicotómicos. Página 57 de 69 Por otro lado, movilizó un sector de la juventud con la cámpora. Al compás
de una doble militancia: tanto es de altos puestos del aparato del estado como desde las bases, marcadas por un
activismo virtual antes que territorial, de Twitter y redes sociales. Lejos de mostrar una polarización social entre
sectores de arriba y sectores de abajo, la puja ilustraba una suerte de grieta instalada en el corazón mismo de las
clases medias Argentina. Este escenario se vio agravado con la ruptura de la alianza que el oficialismo tenía con el
sindicalista Hugo Moyano, con lo cual el gobierno abandono la vía del populismo clásico, la pata sindical como
columna vertebral, para concentrarse sobre sus aliados provenientes de las clases medias. Así la base sindical del
kitchnerismo quedaría reducida a un sector de la cta, vinculado a sectores medios como maestros y empleados
estatales. El kitchnerismo terminó por convertirse en un populismo de clases medias que pretende monopolizar el
lenguaje del progresismo el nombre de las clases populares, vía por la cual también busca descalificar a otros
sectores de las clases medias movilizadas. Cómo sucedió en otros países de la región, la emergencia del liderazgo de
Rafael Correa en Ecuador está vinculada con la crisis económica y estallido de los partidos tradicionales, que tuvo su
máxima expresión en una insurrección popular, sobre toda la ciudad de Quito, donde hubo protestas que derribaron
el gobierno neoliberal de Lucio Gutiérrez y dieron paso a una agitada transición electoral. Asimismo, en el trasfondo
de esta rebelión estaba presente creciente protagonismo indígena, organizaciones de los pueblos originarios más
importantes de América Latina, cuya agenda política marcaba el giro ecoterritorial de las luchas. La revolución
ciudadana suscitó enormes expectativas, tuvo la particularidad de articular diferentes matices sociopoliticas y
narrativas críticas, desde las que ilustraban los movimientos indígenas hasta los diferentes sectores de izquierda.
Uno de los cambios más notables introducidos por Correa fue el papel y el peso del estado, que a diferencia de los
años neoliberales, se erigió en motor y dirección de la Revolución ciudadana. Cómo sucedió en Venezuela, también
hubo una recuperación del estado en la actividad petrolera, seguido de una mejora del ingreso a tributario y una
batería de planes sociales bonos destinados a reducir la pobreza, y aumentar el acceso de los pobres en la salud y la
educación. El proceso de construcción hegemónica de la Revolución ciudadana seguido por una doble estrategia por
un lado, reforzar la autoridad presidencial, claramente debilitada luego largo periodo de inestabilidad política. Por
otro lado, este proceso tuvo como complemento la estrategia de descorporativizacion de la sociedad, si bien apunta
neutralizar la política de presión de diferentes grupos particulares, en un contexto de crisis y de necesaria
reconstrucción de la autoridad presidencial, y fomentar los valores ciudadanos o republicanos, también se
constituyó en la piedra de toque privilegiada para desprestigiar a los líderes de los movimientos sociales, y debilitar,
en consecuencia cualquier intento de movilización social autónoma. El retorno del populismo de alta intensidad se
opera en un contexto académico que no acepta fácilmente el tradicional uso peyorativo al concepto. Este explica la
existencia de una pluralidad de lecturas. Es en razón de ello que propuse la distinción entre populismos plebeyos y
populismos de clase media, en realidad mientras populismos Plebeyos hicieron una apuesta por la participación
desde abajo, muchas veces desordenada o anárquica, sobre todo en Venezuela y con rasgos más corporativos en
Bolivia, o bien buscaron crear una nueva estructura política jurídica para dar cuenta de una realidad plural, los
populismos de clases medias sólo han apuntado a ser la participación de una suerte declaración retórica,
sustituyendo la innovación institucional y la búsqueda de un horizonte igualdad por el paradigma más confuso y
acotado de la inclusión social.
Ficha: 2031 – Apuntes y reflexiones para el debate Ciudadanía, Acceso a Derechos, Estado
y Democracia en América Latina. Silvana Ines Lado.
Introducción
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Ciudadanía: conjunto de prácticas que definen a una persona como miembro de pleno derecho dentro de una sociedad
y como el acceso pleno a determinados derechos. La ciudadanía implica otros términos como el sentido de pertenencia
y la posibilidad de construcción identitaria respecto de una comunidad política.
Asociado al ideario de la modernidad desde la Revolución Francesa y la Declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano, su expansión e implementación ha pasado por varios derroteros, luchas y resistencias vinculadas a la
expansión del capitalismo como modo de producción hegemónico y a las determinadas relaciones que se establecen
entre Estado, sociedad y democracia en cada sociedad particular.
El concepto se remonta a la ciudad/estado de la Grecia clásica en donde dicha categoría designaba a los nativos que
tenían resueltas sus necesidades económicas e implicaba el derecho político, es decir el derecho a participar de las
decisiones comunitarias de la polis. El sujeto de la ciudadanía constituye el demos (pueblo como colectivo orgánico
constituido por los ciudadanos) y su objeto, la participación política.
El Renacimiento y la recuperación de la antigüedad clásica sentaron las bases para la construcción de la ciudadanía
moderna de la mano de las Revoluciones Francesa y Americana en el siglo XVIII. No obstante, su emergencia debió
enfrentar tres problemas centrales:
1) el del Estado y la formación de instituciones nuevas asociadas a la unificación política sobre un vasto territorio, el
nacimiento del Estado nación y la separación entre política y sociedad civil;
2) el problema del gobierno en donde la reconstrucción de la república, la isonomía (igualdad ante la ley) y la igualdad
se dio en contextos de monarquías absolutas; y
3) el problema de la dignidad del hombre y el humanismo cristiano que concibe a todos los hombres como iguales ante
Dios.
El principio de la ciudadanía moderna, fundado sobre la idea de humanidad, enfrentó muchas dificultades para su
aplicación. La primera se refiere al tamaño de las repúblicas modernas, que impide el ejercicio directo del poder por el
ciudadano. El Estado se destaca de la sociedad civil, el poder no puede ya ser ejercido por todos. Para evitar el
despotismo, el principio republicano consagra la idea del control popular por el sufragio universal, inspirándose en la
visión de soberanía popular defendida por Rousseau.
De acuerdo con la doctrina de la representación, fundada en la soberanía popular, el origen y el fin de toda soberanía
se encuentra en el pueblo. El ciudadano no puede ya ejercer en persona el poder, pero escoge con su voto a sus
representantes. Este principio se universalizó, pero sufrió algunos períodos de derogación, como la llamada
democracia censaria, reservada a los propietarios.
Con la modernidad y fundamentalmente a partir de la organización de los Estados-nación, la ciudadanía quedó
asociada al concepto de nacionalidad, y los derechos y obligaciones de los individuos -garantizados por medio de una
Carta Magna o Constitución- asociados a su pertenencia como miembros de una nación y al territorio nacional.
La organización política del Estado Nación cristaliza las luchas liberales/burguesas incluyendo los llamados derechos
civiles: derechos individuales de libertad, igualdad, propiedad, libre desplazamiento, libertad de culto, libertad de
expresión, derecho a la vida, etc. Además, se incluyen derechos políticos como la libertad de asociación y reunión, de
organización política y sindical, de participación política y electoral. Dentro del territorio del Estado Nación moderno, el
sujeto de la ciudadanía es el individuo y el objeto la representación política de todos y cada uno de los ciudadanos.
En los desarrollos de los teóricos contractualistas (que utilizaban la metáfora del contrato o pacto social para explicar el
paso del estado de naturaleza o pre-social al estado social) podemos ver que el eje está centrado en la defensa de las
libertades individuales frente al poder absoluto del Estado. El pacto/contrato/constitución/carta magna establece cuáles
son los derechos, obligaciones de los individuos en tanto ciudadanos y qué garantías tienen en relación con el Estado.
Es a partir del discurso de las ciencias sociales que se empieza a discutir la explicación jurídica y formal de la
ciudadanía. Comienza a analizarse el concepto en relación con las condiciones objetivas y subjetivas necesarias que
posibilitan el real ejercicio de la ciudadanía (ciudadanía formal vs. ciudadanía sustantiva).
El debate entonces centra su mirada sobre los actores sociales y sus prácticas efectivas, su organización y
construcción identitaria, sus luchas y resistencias, por un lado, y sobre la naturaleza de las democracias y los soportes
institucionales que se ponen en marcha desde el Estado para garantizar la participación, las políticas públicas y su
definición de sujeto destinatario, por el otro.
La actitud contemporánea que parece prevalecer es la de buscar una estrategia para combinar lo civil (derechos
individuales) y lo cívico (deberes para con el Estado, responsable por el bien público). Combinar la libertad de los
antiguos (participación política del hombre público) con la libertad de los modernos (derechos individuales del hombre
privado). Pero para eso parece ser necesaria la presencia previa de un elemento aglutinador, el sentimiento de
comunidad, de identidad colectiva que sería, entre los antiguos, pertenecer a una ciudad, y entre los modernos,
pertenecer a una nación. La construcción de una ciudadanía plena exige un sabio equilibrio entre los dos espacios (el
83
público y el privado) pues el predominio excesivo de un polo puede inviabilizar el otro. En otras palabras, se trataría de
buscar la integración de la solidaridad familiar existente en el espacio doméstico, con las reglas impersonales,
racionales, de las instituciones públicas.
I. La crisis del ’30 como crisis global del capitalismo dio lugar a la implementación de un conjunto de medidas y la
puesta en marcha de un entramado institucional que se ha conocido como Estado de Bienestar. El rol del Estado da
paso a una revalorización de la ciudadanía y una expansión de su alcance en cuanto a los derechos y a la población
que incluye (relativa a la creciente incorporación de sectores populares al mercado de trabajo formal). Al desarrollo de
los derechos civiles y políticos, se agregan ahora los derechos sociales o de segunda generación.
Es en este contexto que Thomas H. Marshall despliega su teoría sobre el desarrollo histórico de los derechos como
resultado de la tensión entre igualdad democrática y desigualdad económica. Para él, la ciudadanía, es por un lado
conquista de derechos y por el otro espacio de conflicto donde se disputa por la expansión de esos derechos.
Según Marshall, la ciudadanía como construcción histórica ha recorrido tres etapas. En la primera, correspondiente al
siglo XVIII y asociada al contractualismo, la ciudadanía se refirió a la adquisición de los derechos civiles de propiedad,
libertad de expresión, igualdad ante la ley, etc. Es la ciudadanía asociada a la emergencia de la sociedad civil, como
resultado de las luchas de la burguesía para terminar con los privilegios de los grupos sociales dominantes del Antiguo
Régimen.
Posteriormente, en el siglo XIX, se amplía el área de derechos al ámbito político, la ciudadanía política, emanada de la
puja de las clases medias industriales para ser incluidas dentro de la comunidad política. Está relacionada a los
procesos de democratización y a las instituciones parlamentarias.
La tercera etapa corresponde al siglo XX, cuando se comienzan a tener en cuenta los derechos sociales. A través de
ellos, se pretende garantizar a los ciudadanos los estándares históricos económicos y sociales, que en cada sociedad
específica, y su alcance en un momento determinado de su desarrollo histórico social. Aquí se encuadran el derecho al
trabajo, a la salud, a la educación, a una vida digna, etc., tornando reales los derechos formales. El actor fundamental
es el movimiento obrero y su lucha sindical.
Para Marshall, la ciudadanía es aquel status que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad, lo
que no excluye la desigualdad, la presencia de miembros sin plenos derechos. Funciona como un status ideal a
conseguir; como significante que moviliza para conquistar derechos y que una vez conquistados se llenan de
contenidos. Desde esta perspectiva la ciudadanía sería una institución que contempla la existencia de la desigualdad y
que excluye la igualdad real. Su evolución, dice Marshall, coincide con el auge del capitalismo, que no es un sistema de
igualdad sino de desigualdad.
La ciudadanía, entonces, desarrolla un tipo de igualdad compatible con otros tipos de desigualdad. La paradoja es que
su legitimación reside en su función integradora de lo desigual, que supone y tolera. El éxito de la democracia
capitalista reside, en parte, en haber desarrollado un Estado social que logró, como dice Ralph Milliband, conjurar las
presiones desde abajo transformando sus expresiones revolucionarias en reformistas, mientras se sigue garantizando
la acumulación de capital.
Desde el materialismo histórico, el cuestionamiento radica en que el mismo concepto de ciudadanía supone una
sociedad compuesta por individuos iguales y por lo tanto implica un ocultamiento de las relaciones de clase, relaciones
sociales antagónicas de explotación y opresión, de cuyo develamiento y toma de conciencia dependerá la praxis
revolucionaria que permita el acceso a una sociedad sin desigualdades. Considerar al ciudadano como punto de
partida y no como resultado de las relaciones sociales de producción en el modo de producción capitalista, conlleva el
ocultamiento de la lucha de clases bajo la forma demanda de los ciudadanos.
No obstante, desde la izquierda también emergieron voces que revitalizaron el discurso de la declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano y de la revolución democrática francesa y estadounidense: Ernesto Laclau y
Chantal Mouffe señalan que, a partir de ese exterior discursivo democrático de igualdad, las relaciones de
subordinación se transforman en sede de antagonismos y comienzan a sentirse y percibirse como relaciones de
opresión posibilitando la resistencia y la lucha.
Se ha criticado el análisis de Marshall dado que su desarrollo histórico de la ciudadanía no es aplicable al análisis de
América Latina en la que los derechos sociales asociados a los derechos de los trabajadores han sido garantizados
con anterioridad al pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos. O incluso, al considerar las múltiples
interrupciones de las democracias en América Latina, es posible comprobar cómo los derechos políticos han sido
suprimidos y los partidos políticos proscriptos.
Eduardo Bustelo resalta que si bien los tres tipos de ciudadanía (civil, política y social) se asocian al principio de
libertad, es el propio Marshall quien reconoce la tensión inherente respecto de la igualdad ya que consideraba al
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capitalismo como un sistema que producía desigualdades: mientras que los derechos civiles no entran en contradicción
con la lógica de mercado, los derechos políticos, al ampliar las bases de participación a los grupos anteriormente
excluidos de la lucha política, posibilitaron la consolidación del reformismo social frente a la vía revolucionaria. Por eso
la tensión se va a centrar en la ciudadanía social que se encuentra limitada por la imposibilidad de cambiar la
estratificación social derivada de la lógica capitalista. La respuesta de Marshall a esta tensión es la modificación de la
forma de distribución de la riqueza, garantizando a todos los ciudadanos un piso de bienes y servicios esenciales.
Siguiendo a Bustelo, su importancia radica en que comprendió a los derechos sociales como habilitaciones para su
ejercicio, como desarrollo de capacidades y por lo tanto, abiertos a la posibilidad de su conquista. Los derechos
sociales no son dádivas (¿regalos?) a súbditos y presuponen la constitución de actores que ganen el espacio político
que posibilite su implementación efectiva.
Los derechos sociales se ganan en la lucha por el poder dentro de la dimensión política y es en esa dimensión donde
se define el proceso de ampliación de la ciudadanía. En otras palabras, los derechos adquieren sentido en contextos
sociales determinados y asociados a Instituciones específicas que permitan su ejercicio, es decir, entender la
ciudadanía en términos de prácticas sociales.
Según Liszt Vieira, existe una tensión interna entre derechos y Estado: mientras los derechos civiles y políticos
precisan de un Estado mínimo, los derechos sociales precisan de un Estado muy presente con un desarrollo de
entramado institucional importante. Así, la tesis actual del Estado mínimo (patrocinada por el neoliberalismo)
corresponde no a una discusión meramente cuantitativa, sino a estrategias diferenciadas de los diversos derechos que
componen el concepto de ciudadanía y de los actores sociales respectivos. Esta tensión quedó puesta en evidencia
con el desmantelamiento del Estado social y las políticas neoliberales.
En la segunda mitad de nuestro siglo surgieron los derechos de tercera generación, que tienen como titulares a
colectivos (pueblo, nación, minorías étnicas, la humanidad). Dentro de estos derechos de tercera generación podemos
citar como ejemplo el derecho de autodeterminación de los pueblos, derechos ambientales, de las mujeres, los niños,
los jóvenes, los ancianos y otros derechos incluidos dentro de lo que se llama derechos difusos cuyo ejercicio requiere
de la ponderación de la particularidad y la diferencia frente a la igualdad y la universalidad y la implementación de la
discriminación positiva o compensatoria.
En la actualidad ya se habla de derechos de cuarta generación, que tienen en cuenta cuestiones de bioética con el fin
de evitar la destrucción de la vida en el planeta y en un intento de regulación frente a los avances de la biotecnología
en la creación de nuevas formas de vida.
II. La crisis del Estado de Bienestar, crisis del capitalismo y de sus instituciones políticas, económicas y sociales a partir
de los ’70, produce un cambio en las formas de dominación y una ampliación de la colonialidad del poder en todas las
áreas de la vida social. Frente a la implementación de políticas neoliberales, reestructuración del Estado y de su rol en
la relación capital/trabajo, avance y ampliación del mercado, surgen nuevos espacios de resistencia que llevan a que
desde las ciencias sociales cobre nuevos bríos el estudio de la ciudadanía, ahora asociada al estudio de los nuevos
movimiento sociales que ponen de manifiesto la tensión entre derechos universales y derechos particulares de
determinados grupos. Esta tensión da lugar a la emergencia de los derechos de tercera y cuarta generación.
Concomitantemente, y derivado de los debates sobre la desterritorialización de los Estados y la deslegitimación de los
partidos políticos como organizaciones que pueden dar respuesta a las crecientes demandas sociales, se están
discutiendo nuevas formas de ciudadanía que trasciendan la tradicional asociada al Estado-nación.
En América Latina, hasta la irrupción de las dictaduras militares, el debate sobre ciudadanía estuvo centrado en torno a
los derechos sociales como garante de la posibilidad de ejercer los derechos civiles y políticos que estaban
formalmente garantizados. Es decir, el acceso a los derechos sociales, que se asociaban en su ejercicio y acceso a la
condición de trabajador, se consideraba condición objetiva y subjetiva para el acceso real a los derechos civiles y
políticos formalmente establecidos.
Las dictaduras restringen los derechos en todas sus dimensiones, por lo que el debate sobre la ciudadanía que resurge
de la mano de los procesos de transición a la democracia en los ’80, se transforma en espacio de disputa respecto de
cómo se estructurarán las relaciones que habiliten la participación política, económica y social, y cómo se garantizará la
integración social y la gobernabilidad. En este proceso, surge una doble identificación de los derechos con los derechos
humanos, en tanto garantías individuales, y con la democracia, en tanto forma de gobierno capaz de garantizar su
ejercicio.
La caída del Estado de bienestar y su entramado institucional, y las consecuencias que ha tenido la implementación de
las políticas neoliberales en la región, cuya máxima expresión es la emergencia de sociedades excluyentes, exacerba
la tensión entre igualdad política y desigualdad social, poniendo en crisis la asociación entre expansión de la
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ciudadanía e integración social. Se postula entonces un nuevo concepto de ciudadanía como espacio que dé cuenta de
la pertenencia a múltiples formas de interacción y participación social más allá de la pertenencia asociada a un Estado.
No obstante, la configuración de la sociedad excluyente que implicó la expulsión de grandes masas de la población del
acceso a recursos y bienes sociales significativos, sumado al deterioro de las condiciones objetivas de vida, ha tenido
consecuencias devastadoras para la conformación de una ciudadanía autónoma, capaz de definir sus preferencias,
estrategias y objetivos, de organizarse en la demanda de acceso a derechos, proceso que Maristella Svampa,
denomina proceso de descolectivización creciente y otros denominan desciudadanización.
Hoy, la ciudadanía parece haberse escindido en dos: la de los incluidos, que reclaman por los derechos difusos
(calidad de vida, preservación del medio ambiente, valoración de identidades, etc.) y la de los excluidos, que reclaman
por la vigencia de los derechos sociales básicos.
Frente a este panorama, la cuestión central pareciera ser la de lograr sociedades en las que la mayor parte de sus
integrantes estén incluidos y puedan ejercer sus derechos políticos y sociales.
III. Algunos desarrollos ponen el acento en la relación entre ciudadanía y exclusión. Desde esta perspectiva interesa
destacar aquéllos que señalan la diversidad étnica y cultural de los países latinoamericanos. La multiculturalidad puede
entrar en colisión con los sistemas legales y normativos hegemónicos (de la modernidad occidental) al cuestionar, por
ejemplo, determinadas concepciones sobre los derechos de propiedad. Desde esta perspectiva son interesantes los
trabajos que analizan los conflictos entre las formas de propiedad de la tierra que asumen las comunidades indígenas y
la propiedad privada capitalista garantizada en general por los sistemas jurídicos de los países de la región que
produce una jerarquización de los ciudadanos de acuerdo a sus posibilidades reales de acceso y ejercicio de los
derechos.
Sinesio López, establece, para el caso de Perú, mapas de ciudadanía de acuerdo con las desigualdades de status al
interior de los territorios, en los que remite a la existencia de ciudadanos de primera, segunda y tercera clase que
conviven dentro del mismo espacio social segmentado de acuerdo al diferencial acceso a derechos de acuerdo a su
pertenencia de clase, género, étnicas, de acceso a la educación y a la salud. Si bien reconoce la ampliación del acceso
a derechos de gran parte de la población a partir del siglo XX en el que se produjo el paso de una sociedad cerrada de
señores, a una sociedad de ciudadanos a través de un proceso que todavía no ha concluido, es este un proceso en el
que se ha podido constatar la emergencia masiva de peruanos con derechos de diverso tipo, más o menos
reconocidos, aunque difícilmente garantizados.
En la misma línea y dentro de las investigaciones urbanas que articulan el derecho de propiedad y el acceso a la
vivienda, se pone de manifiesto la contradicción entre un derecho social y el derecho civil de propiedad como derecho
de exclusión garantizado por el Estado. La propiedad está instituida como la base legal que posibilita el intercambio y el
mercado legitima la fragmentación: ser o no ser ocupante ilegal. El ocupante ilegal sería un ciudadano de segunda
categoría. Sin embargo, estas investigaciones trascienden ese emergente y analizan la esencia, centrándose en un
viraje de las normas a las prácticas sociales, es decir, saltan de la propiedad como institución legal, a la apropiación
como proceso social legítimo y abundan en la posibilidad de que las distintas maneras de apropiarse de los mismos
bienes resulten en fuente de nueva producción jurídica. En otras palabras, resignificar el derecho del modo que lo
utilizan los actores sociales y no como un objeto en sí mismo.
Otros estudios trasladan el eje de la discusión al análisis de las desigualdades materiales y su impacto en el desarrollo
de una ciudadanía plena, considerando que es necesario el acceso a determinadas condiciones materiales (y también
simbólicas) como garantía de la participación política. En ellos, se discute la noción de igualdad y se propone su
reemplazo por el concepto de equidad o igualdad compleja como reconocimiento de las diferencias y promoción de
acciones que compensen las desigualdades de género, étnicas, territoriales y de edad en las políticas sociales.
Eduardo Bustelo, considera la relación existente entre política social y proceso de expansión de la ciudadanía. Toda
política social lleva implícita una concepción particular sobre derechos sociales y ciudadanía, así como una definición
ontológica del sujeto destinatario. Es así que va contraponer dos modelos, dos paradigmas de ciudadanía, que
atraviesan la definición de la política social en los países de América Latina:
1) La ciudadanía asistida, derivada de la racionalidad capitalista, parte de una concepción atomística de la sociedad en
la que son los individuos quienes, buscando su propio provecho personal, producen el bienestar general.
2) La ciudadanía emancipada, en cambio, derivado de una concepción socialista, solidaria, parte de una concepción
comunitaria en la que los derechos se derivan de la pertenencia a una comunidad y son los derechos sociales los que
prevalecen, garantizando la calidad de miembro de la comunidad. En este caso, se privilegia la existencia de un
nosotros y se considera que es la ciudadanía social la que habilita el acceso al resto de los derechos.
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En la misma línea, y recuperando la concepción de Hanna Arendt (la ciudadanía como el derecho a tener derechos),
Elizabeth Jelín pone el acento en el umbral de humanidad (necesidades básicas satisfechas, sentido de pertenencia e
historia compartida) y la revalorización del espacio público como condición para el ejercicio de la ciudadanía: la
pertenencia, la interacción, la ausencia de aislamiento son las bases fundantes de la idea de comunidad y humanidad.
En otras palabras, se necesita espacio público, la presencia del otro, la interacción para convertirnos en humanos.
En el libro que compila junto con Sergio Caggiano y Laura Mombello centran su preocupación sobre la brecha que
existe entre los derechos adquiridos y su accesibilidad como eje central para pensar la acción política y como debate
de las ciencias sociales sobre la relación Estado/Sociedad civil en el diseño de marcos regulatorios que garantizaran
los derechos en el marco de los procesos de democratización en América Latina.
Las cuestiones que orientan el análisis remiten a la influencia de la acción colectiva en la ampliación de derechos y el
cumplimiento de los derechos formalmente reconocidos, analizando la tensión entre la lógica formal del derecho y la
lógica de las prácticas de la acción colectiva.
Elizabeth Jelín, luego de introducir la discusión sobre ciudadanía, nos presenta un interrogante, “¿En qué relaciones
sociales ejercemos efectivamente nuestros derechos ciudadanos?”, para presentarnos la relación entre movimientos
sociales y acción colectiva en su doble rol (instrumental y expresivo) como prácticas que fortalecen las instancias
institucionales de la democracia. El planteo permite pasar de la categoría ciudadanía (en relación al Estado Nación
desde su impronta de origen), hacia la perspectiva de derechos humanos como derechos que implican el acceso a
derechos de colectivos y que no son accesibles desde la perspectiva del individuo. Asimismo, muestra cómo las
organizaciones sociales permean las fronteras del Estado y cuestionan la legitimidad de su marco regulatorio basando
su accionar en los sentidos de pertenencia identitaria y neo comunitaria. Los trabajos compilados dan cuenta de cómo
a partir de la acción colectiva se produce la incorporación de nuevos derechos a la vez que señalan la brecha entre los
marcos regulatorios y el acceso a derechos.
IV. Maristella Svampa analiza los modelos y figuras de ciudadanía realmente existentes que remiten a la renuncia a
modelos más universalistas de derechos. Para esto señala como problemática importante, los modelos de ciudadanía
que se consolidaron en los ’90 a partir del despojo y la conculcación de los derechos sociales de una parte importante
de la población.
En primer lugar, sostiene que en Argentina nunca hubo un modelo de ciudadanía efectivamente universalista y para
ilustrarlo refiere a las teorizaciones e investigaciones que se desarrollaron en los ’60 sobre marginalidad en América
Latina. En ellas se demuestra que los individuos dependieron menos de mecanismos de integración sistémica que de
redes solidarias y de sobrevivencia generadas a partir de los propios contextos de pobreza.
En América latina la característica ha sido la existencia de formas de integración y exclusión muy diferenciadas, en
donde Argentina se planteaba como una excepción porque fue uno de los pocos países de la región que tuvo sociedad
salarial con el modelo justicialista o peronista de acumulación. Por lo tanto, amplios sectores de la población fueron
integrados a través del trabajo y a partir de ello tuvieron acceso a derechos laborales, protección laboral y estabilidad.
Si bien no se daba acceso igualitario a los derechos sociales, el modelo habría logrado integrar amplios sectores
populares al funcionar con una lógica igualitaria y establecer fronteras sociales menos rígidas y jerárquicas.
El pasaje a un nuevo tipo de sociedad llevó a la polarización, la multiplicación de las desigualdades sociales y las
distancias sociales, presentando una nueva cartografía en la que puede delinearse:
1) Una franja de ganadores pertenecientes a los grandes grupos económicos y a la nueva clase de servicios
compuesta por gerentes y profesionales);
2) Un conglomerado de perdedores: que incluye importantes sectores de clase media de servicios, pauperizados de la
clase media y el nuevo proletariado de servicios asociado a las nuevas modalidades de trabajo precario y flexible y a la
desafiliación laboral; la clase trabajadora afectada por el debilitamiento de los derechos sociales y por la expulsión del
mundo del trabajo que conforman el nuevo proletariado marginal (masa de desocupados con escasa vinculación con el
sistema).
A esta nueva matriz social le corresponden nuevas formas de ciudadanía como límite en el acceso a recursos, bienes y
derechos sociales. El nuevo tipo de sociedad supone la redefinición de la relación entre Estado y Sociedad, cambios en
las formas de regulación social, afirmación de la preeminencia del mercado como mecanismo de inclusión social y
reformulación del rol del individuo frente a la nueva dinámica de individualización y privatización de las diferentes áreas
de la vida y como otra cara del proceso de globalización. Ahora el individuo enfrenta una mayor exigencia de
autonomía y autorregulación: la sociedad exige a los individuos que se hagan cargo de sí mismos y que,
independientemente de los recursos materiales y simbólicos, desarrollen los soportes necesarios y las competencias
para garantizar el acceso a bienes sociales.
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En Argentina, la desregulación y los programas de ajuste estructural implicaron la pérdida de soportes sociales y
materiales que durante décadas configuraron las identidades sociales. La pérdida de referencias colectivas es tal que
hay que hablar de descolectivización masiva de la sociedad civil. Asimismo, supuso el fenómeno de reenclasamiento
de amplios sectores sociales expulsados de sus anteriores pertenencias de clase.
El modelo neoliberal caracterizado por la redefinición de los roles del Estado, la primacía del mercado y un proceso de
individualización compulsivo, produjo nuevos modelos de ciudadanía en los 90: la ciudadanía patrimonialista; la
ciudadanía del usuario consumidor y la ciudadanía asistida. Estos tres tipos de ciudadanía están restringidas en cuanto
a: dimensiones que abarcan, población y derechos, y están muy distanciadas de un modelo más igualitario, incluyente
y universalista.
La ciudadanía patrimonial es vista como una figura valorada positivamente. Se fundamenta en dos ejes: el del
ciudadano contribuyente y en la autorregulación individual. Los beneficiarios son los que tienen recursos materiales y
simbólicos, soportes, y acceso a bienes sociales y materiales. Su cartografía se hace visible en la expansión de las
urbanizaciones privadas: nuevas configuraciones urbanas basadas en la segregación espacial. Es un tipo de
ciudadanía centrada en la privatización de los bienes sociales que busca realizar sus aspiraciones comunitarias entre
sus semejantes (frontera espacial, acceso a la propiedad, afirmación de homogeneidad social de la gente como uno).
Conforman una nueva sociedad con reglas propias, diferente de la sociedad desregulada y anómica, cuyos límites
como comunidad es que se basa en principios de mercantilización del lazo social y no en la solidaridad. Hay una
mercantilización de la sociabilidad y la reciprocidad. Como consecuencias perversas señala el vandalismo infantil y los
crímenes. La seguridad privada es su marca de status.
El modelo del ciudadano consumidor es una figura que propone la inclusión a través del consumo y que nació de la
mano de la convertibilidad, la fantasía de pertenecer al primer mundo, del dólar barato, etc. Ocultó otras dimensiones
del modelo neoliberal (como la dinámica relacional excluyente mediante la ilusión de inclusión que conllevaba la
destrucción de puestos de trabajo y el aumento de las desigualdades sociales).
El tercer modelo de ciudadanía, la asistencialista, está ligada a las fuerzas excluyentes del modelo neoliberal. Incluye a
los sectores expulsados, desvinculados del trabajo formal e informal, desconectados de las instituciones educativas y
políticas y con escasas posibilidades de consumo (pobreza y desocupación como problemáticas centrales de la
sociedad argentina). Es un modelo asistencial reservado a la población excluida y vuelve a la concepción del pobre
merecedor. Se implementan políticas focalizadas del Estado para la asistencia y contención de sujetos sin recursos
materiales o que no pueden integrarse al mercado de trabajo. La propuesta del modelo neoliberal es la inclusión de
estos sectores, pero se los incluye en tanto excluidos, por medio de la intervención territorial en los barrios que se da
luego del eclipse del mundo del trabajo urbano y el pasaje de la fábrica al barrio como locus privilegiado de
construcción de identidades colectivas. Se produce la emergencia del mundo comunitario de los pobres urbanos y la
redefinición del peronismo mediante la multiplicación de las formas políticas de intervención territorial (de la unidad
básica al comedor comunitario). Se establece una nueva relación con los sectores populares, el clientelismo afectivo,
que incluye la dimensión simbólica y afectiva vinculada a la memoria y lealtad hacia el peronismo (nuevo modelo de
legitimación). El modelo asistencial señala la omnipresencia del estado en el control biopolítico de los sectores pobres
de la población.
Frente a esta situación y a la exigencia de autorregulación en un contexto en el que no existen los soportes necesarios
para autorregularse, el recurso es la autorregulación comunitaria. Es paradójico cómo el desarrollo de las redes
comunitarias locales, que antes era visto por los organismos internacionales como un obstáculo a la modernización,
ahora es una dimensión revalorizada en los debates en los que es reinterpretada como capital social comunitario.
Finalmente Svampa se pregunta si el desarrollo de redes comunitarias, redes locales, posibilita el ejercicio de nuevas
formas de ciudadanía o constituye una nueva modalidad de administración de la pobreza. Sostiene que el mundo
comunitario es complejo y dentro de este mundo complejo reivindica a las organizaciones piqueteras como
organizaciones político-sociales que pueden abrir una brecha política en el mundo de los pobres urbanos, articulando
tres ejes: la acción directa, la dinámica asamblearia y las experiencias de autogestión. Considera que constituyen un
aporte a la recomposición de relaciones sociales y lazos sociales nuevos como espacios de posible acción
emancipatoria.
Ficha: 7191 – Por los derechos: Mujeres y hombres en la acción colectiva. Jenin Elizabeth.
● Los derechos como resultado de luchas históricas
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A partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, y de todos los pactos, tratados y convenciones
internacionales posteriores, el campo de la discusión y defensa de los “derechos humanos” es amplio y complejo. Estos acuerdos,
siempre parciales y cuestionados, no son eternos. Son el producto de luchas históricas, de conquistas logradas por hombres y
mujeres que se han ocupado y preocupado por lograr que las instituciones reconozcan y especifiquen los atributos humanos que
deben ser garantizados, y quienes han luchado por ampliar el acceso a estos atributos a más categorías de seres humanos,
previamente discriminados y excluidos en función de su género, raza, edad, educación, etc.
- ¿Qué es la ciudadanía?
En la teoría democrática, la noción de ciudadanía está anclada en la definición legal de derechos y obligaciones que la
constituyen.
Hay tres ejes claves de debate:
- La naturaleza de los “sujetos” que serán considerados ciudadanos;
- El contenido de sus “derechos”; y
- Las responsabilidades y compromisos inherentes a la relación ciudadanía-estado.
Históricamente, el tema de los derechos humanos y de la ciudadanía se inaugura en Occidente como una demanda da la
modernidad de la burguesía (y de sus filósofos) frente al poder y a los privilegios de las monarquías (gobierno de uno solo). Las
luchas históricas siguen vigentes en relación con el contenido de derechos específicos. Marshall plantea una progresión
(aumento) histórica que implica primero la extensión de los derechos civiles, una segunda etapa de expansión de los derechos
políticos, y por último, los derechos sociales. La hipótesis de Marshall de la expansión de los derechos se corresponde con la
terminología de generaciones de derechos. Los derechos de primera generación son los derechos civiles y políticos; los de
segunda generación son los derechos económicos, sociales y culturales, que requieren un papel activos del Estado para asegurar
las condiciones materiales requeridas para el ejercicio de los anteriores. Estos dos tipos de derechos se refieren
fundamentalmente a derechos individuales. Los derechos de tercera (paz, desarrollo, medio ambiente) y de cuarta generación
(derechos de los pueblos) son de otra naturaleza, ya que hacen referencia a fenómenos globales y colectivos.
La ampliación de la base social de la ciudadanía (por ejemplo, la extensión del voto a mujeres o a analfabetos/as), la inclusión de
grupos sociales discriminados o desposeídos como miembros de la ciudadanía y el reclamo por la “igualdad frente a la ley” han
sido temas casi permanentes en la historia contemporánea.
En este sentido, tanto la ciudadanía como los derechos están siempre en proceso de construcción y de cambio.
Desde una perspectiva analítica, el concepto de ciudadanía hace referencia a una práctica conflictiva vinculada al poder, que
refleja las luchas acerca de quienes podrán decir que en el proceso de definir cuáles son los problemas comunes y cómo serán
abordados.
El derecho básico es el “derecho a tener derechos”. Las acciones propias de los ciudadanos son sólo aquellas que tienden a
mantener, y de ser posible a incrementar, el ejercicio futuro de la ciudadanía.
Lo importante de la tradición de los derechos humanos occidentales es la ausencia de referentes trascendentes. No hay autoridad
por encima de la sociedad, no hay un “gran juez” para solucionar los conflictos. La justicia queda anclada en la existencia de un
espacio público de debate, y la participación en la esfera pública se convierte en un derecho y un deber.
Lo importante y significativo de esta historia: la noción de individuo con derecho a participar en el debate público se definió en
términos excluyentes como hombres masculinos. Además de la referencia a los derechos, la ciudadanía incluye las
responsabilidades y los deberes de los ciudadanos/as.
En el plano macrosocial, el proceso de construcción de derechos y deberes ciudadanos tiene como referente al Estado. La historia
latinoamericana ha sido y es la de una lucha por transformar un Estado que ha permanecido lejano de la ciudadanía.
El proceso de democratización (la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son
adoptadas por el pueblo) implica el desmantelamiento (destrucción) de formas antidemocráticas de ejercicio del poder
(autoritarias, basadas en la fuerza pura) y también el reconocimiento y la vigencia de los derechos, así como los criterios que
otorgan legitimidad a los actores sociales. La gente tiene que adoptar comportamientos y creencias coherentes con la noción de
democracia. Los líderes políticos y las clases dominantes tienen que aprender a reconocer y tomar en cuenta los derechos y las
identidades de actores sociales diversos, renunciando a la arbitrariedad y a la impunidad.
El concepto de “ciudadanía” es histórico y dinámico. Puede definirse como un conjunto de derechos y responsabilidades que las
personas tienen en el marco de una comunidad determinada y en tanto que miembros de una comunidad. Cada persona debe ser
tratada como miembro pleno de una sociedad de iguales.
Es común hablar de ciudadanía en términos de derechos civiles, políticos, sociales y culturales.
Normalmente existe una enorme distancia entre la formalidad de la ley y la realidad de su aplicación (entre lo que la Ley dice y lo
que se hace), y una buena parte de las luchas sociales está históricamente destinada a acortar esta brecha. Puede también haber
una gran distancia entre la formalidad de la ley y la conciencia sobre los derechos que los propios sujetos de derecho tienen. Aún
en los casos en que existen derechos de ciudadanía formalmente definidos, en la vida cotidiana la gente no los ejerce, no los
demanda, no se apropia de ellos. De esta forma, se viven como normales y naturales las jerarquías y las desigualdades sociales.
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Una cuestión central es saber cómo se construye la ciudadanía “desde abajo”. En otras palabras, lo que importa son las maneras
en que se van ampliando las categorías de personas que son consideradas ciudadanos/as (por ejemplo, reconocer que quienes
son analfabetos/as también son ciudadanos/as con derechos) y cómo se van adquiriendo más derechos.
Los escenarios de acción pública y del reclamo y la lucha por derechos son múltiples. Estos escenarios se ubican en diversas
escalas o niveles. En la sociedad, hay una pluralidad de órdenes normativos operando al mismo tiempo. Los grupos que luchan
por conseguir un derecho o por proteger uno ya existente se mueven en diversas escalas y en relación con esta pluralidad de
órdenes normativos. No es acertado pensar esta multiplicidad de sentidos y de niveles como si se tratara de esferas cerradas,
separadas entre sí. A veces, los intereses y escenarios de acción se articulan en diversas escalas de manera armónica o
conflictiva.
- Tensiones y dilemas
El proceso de demanda, consolidación y mantenimiento de derechos humanos y ciudadanía generan tensiones o dilemas. En
primer lugar, la tensión entre derechos y responsabilidades o deberes de ciudadanía es permanente, con contenidos cambiantes.
En segundo lugar, los derechos humanos son universales, afectan a todos/as. La ciudadanía (pertenencia que una persona tiene
hacia una sociedad determinada en la que participa. En tanto ciudadano tiene derechos y obligaciones) también es universal
aunque limitada. Si bien afecta a todos los miembros de un Estado Nación, en el ejercicio de la ciudadanía y los derechos hay
diferencias entre las personas y muchas veces los reclamos por los derechos son reclamos de reconocimiento, de respeto o de
tolerancia de las diferencias.
La igualdad literalmente entendida puede ser engañosa o insuficiente en muchas situaciones. Todos los seres humanos son
iguales por naturaleza. Pero los seres humanos no son sólo “naturales” sino también sociales e históricos, es decir, son lo que son
en tanto forman parte de una sociedad o de un grupo social y tienen una historia. En esa otra cara de la realidad los individuos no
somos todos iguales. Siendo iguales por naturaleza, somos diferentes por sociedad, por cultura y por historia. Otra crítica a la
noción de igualdad está contenida en la universalidad de los derechos humanos o de la ciudadanía. Nadie puede tener una
mirada universal. No es posible formular derechos y reglas en términos universales que sean ciegos a las diferencias. Sólo
tomando en cuenta las diferencias se podrá lograr la inclusión y la participación de todos. Las diferencias existen y muchas veces
es necesario reclamar para que se las respete. Se hace difícil, entonces, mantener aquel paradigma de la igualdad universal. Hay
una tensión inevitable entre el principio de la igualdad y el derecho a la diferencia.
En tercer lugar, existe un tema controvertido, vinculado a la pertenencia y al reconocimiento de bienes simbólicos, del derecho a
tener una identidad colectiva, de pertenecer a una comunidad, de defender intereses en función de ella.
El tema de la pertenencia comunitaria se vuelve problemático cuando hay una comunidad hegemónica (normalmente un Estado-
Nación) que engloba a otra (y que incluso puede pretender ignorarla o borrarla étnica o culturalmente, por ejemplo).
Hablar de derechos culturales es hablar del derecho de grupos, comunidades, colectivos o sociedades (autodefinidas como tales)
a vivir en su propio estilo de vida.
Los derechos humanos pueden llegar a ser contradictorios con los derechos colectivos. La vigencia de derechos humanos
universales no es garantía de la vigencia de derechos colectivos de los pueblos.
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- Voceros e intermediarios: movimientos sociales y ONGs.
El panorama mundial de los actores sociales se ha transformado profundamente en las últimas décadas. Hasta los años 70, el
tema de la democracia y la participación estaba centrado en el sistema político. El Estado estaba en el centro; las estrategias de la
toma del poder eran el eje de la discusión. Lo que había eran protestas y demandas frente al Estado. En el plano internacional, la
centralidad del Estado llevaba a acuerdos y convenciones. La sociedad tenía poca cabida directa y poco espacio en ese mundo.
En las dos décadas siguientes (80 y 90), el poder de las organizaciones sociales no gubernamentales fue creciendo.
A partir de los años 70, hacen su aparición en el escenario público, y van cobrando creciente importancia, agrupamientos que
dirigen sus demandas al Estado. En el plano internacional, la red de organizaciones sociales ha tenido un papel central en la
defensa y promoción de derechos de categorías y grupos específicos (niños y niñas, derechos ambientales, etc.).
- El nuevo siglo
En una perspectiva de mediano plano, las demandas sociales representadas en movimientos colectivos han ido cambiando de
perfil. La heterogeneidad y multiplicidad de actores y de sentidos de su acción se tornaron más visibles. Primero fueron
movimientos heterogéneos y diversos y luego apuntaron a formas más diversificadas y múltiples.
En este nuevo contexto, los actores sociales y los movimientos tienen un doble rol: por un lado, son sistemas colectivos de
reconocimiento social, y por otro son intermediarios políticos no partidarios.
Dos casos resonantes de negación y obstaculización del derecho al aborto no punible por parte de adolescentes con discapacidad
mental embarazadas como producto de violación recibieron amplia cobertura en los medios en Argentina en el año 2006. Distintas
organizaciones del movimiento de mujeres se movilizaron para exigir el derecho de esas adolescentes a interrumpir el embarazo
de acuerdo al Código Penal, y también acompañaron y asesoraron a las madres de las jóvenes. La historia de las luchas por
asegurar los derechos sexuales y reproductivos es una historia de lucha y confrontación de diferentes actores sociales y políticos.
El rol del movimiento de mujeres se destaca como el principal actor comprometido con la defensa y la promoción de los derechos
sexuales y reproductivos.
En cuanto a los derechos sexuales y reproductivos, en el caso argentino, sigue la acción de la sociedad civil organizada con
énfasis en la exigencia del cumplimiento de los derechos acreditados en las leyes vigentes y en la demanda por la
despenalización y legalización del aborto.
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en el marco de las luchas por los derechos sexuales y reproductivos. Aún así, los caminos de los derechos sexuales y
reproductivos siguen plagados de obstrucciones.
La cuestión de los derechos sexuales y reproductivos constituye un tema altamente sensible para algunos sectores de la sociedad
para quienes el planteo de la autonomía en relación a la sexualidad representa una amenaza para la moralidad, la familia
tradicional, etc.
- El programa
El Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, destinado a la población general, tiene como objetivos (entre
otros): alcanzar para la población el nivel más elevado de salud sexual y procreación responsable con el fin de que pueda adoptar
decisiones libres de discriminación; disminuir la mortalidad materno-infantil; prevenir embarazos no deseados; promover la salud
sexual de los adolescentes; garantizar a toda la población el acceso a información, orientación, métodos y prestaciones de
servicios referidos a la salud sexual y procreación responsable, etc. Esta ley pone un énfasis particular en la provisión gratuita y
universal de métodos anticonceptivos. La implementación de este programa no ha estado libre de obstáculos. La distribución
gratuita de anticonceptivos hormonales y la anticoncepción hormonal de emergencia también han sido objeto de presentaciones
judiciales. Existen varios casos judiciales que han logrado limitar la distribución gratuita de anticoncepción de emergencia.
- El orden de las leyes: la brecha entre las leyes existentes y su efectiva aplicación
El punto más crítico tiene que ver con las deficiencias en la implementación de políticas para el ejercicio de los derechos
consagrados en las leyes. La distancia entre la existencia de legislación, la provisión de los servicios correspondientes y la
posibilidad real del ejercicio de los derechos por parte de la población, es enorme.
- Monitoreo ciudadano
En Argentina, distintas organizaciones llevan adelante acciones de control social o ciudadano sobre la existencia, disponibilidad y
calidad de las prestaciones del Estado para denunciar el incumplimiento de los derechos.
- El aborto en Argentina
El aborto en Argentina está legalmente restringido. El Código Penal lo tipifica como un delito contra la vida y la persona, y lo
sanciona con prisión para quien lo efectúa y para la mujer que se lo causara o consintiera. Sin embargo el artículo 86 establece
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causales específicas de despenalización que incluyen: 1) si el aborto se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la
salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por otros medios y 2) si el embarazo proviene de una violación sobre una
mujer idiota o demente. En este caso, el consentimiento de representante legal deberá ser requerido para realizar el aborto.
A pesar de que esta normativa existe desde hace más de 90 años, los abortos permitidos son todavía inaccesibles para la
mayoría de las mujeres. En la práctica prevalece una interpretación restrictiva del artículo 86.
El aborto no punible es el ejemplo extremo de la brecha entre la ley y su verdadera aplicación y una asignatura pendiente del
Estado que debería dar respuesta a través de una política pública para ofrecer servicios de aborto legal disponibles, accesibles y
de calidad, cuya ausencia constituye una clara violación a los derechos humanos de las mujeres.
- Aborto inseguro
Estimaciones realizadas en los últimos años mostraron la ocurrencia de 460.000 abortos inducidos por año. Alrededor de 100
mujeres mueren por abortos inseguros cada año, siendo ésta la primera causa de muerte materna en muchas provincias. Dada la
ilegalidad del aborto muchas mujeres recurren a procedimientos que ponen en riesgo su salud y su vida. Existe un mercado de
servicios de aborto donde la calidad y seguridad de los procedimientos está asociada a la capacidad económica de la mujer.
La práctica del aborto ha variado en los últimos años a partir de la expansión de la utilización del misoprostol para interrumpir el
embarazo. El aborto con medicamentos se ha constituido en un recurso de alto valor para los países con legislaciones restrictivas
ya que es un método de interrupción del embarazo seguro y efectivo y relativamente accesible. El aborto con medicamentos ha
contribuido a disminuir las complicaciones de los abortos inseguros, aunque su utilización incorrecta puede generar graves
consecuencias.
Conclusiones
Los avances legislativos no tienen un correlato fuerte en la implementación de políticas públicas y acciones que posibiliten el
ejercicio pleno de los derechos adquiridos.
El movimiento de mujeres se ha profesionalizado, institucionalizado e internacionalizado constituyéndose en un actor social
legitimado, reconocido y con creciente poder de presión.
Actualmente la ampliación de los derechos sexuales y reproductivos, en especial en lo relativo al aborto, se percibe por primera
vez con un horizonte posible.
La posibilidad de dar nuevos pasos en el acceso y ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos depende en gran parte de
las acciones de monitoreo, denuncia y exigibilidad de derechos de la sociedad civil.
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conflicto central puesto en el Estado y en las divisiones entre clases sociales. Teniendo en cuenta la historicidad del objeto
sociológico (en ciencias sociales no es solo el observador quien interfiere en el proceso de observación, sino que el propio objeto
de investigación se sitúa siempre en un contexto histórico) existen dos dimensiones a tener en cuenta a la hora de pensar en el
surgimiento de los nuevos movimientos sociales. Por un lado, una dimensión empírica que habla de la aparición en el espacio
público de unos actores hasta el momento relegados al espacio privado. Por otro lado, una dimensión teórica, que nos sitúa de
cara a la crisis del estructuralismo y a una nueva teorización de la subjetividad.
Las características de los nuevos movimientos sociales: Son las más sobresalientes a partir de algunas de sus particularidades
más visibles, sin que por esto sean compartidas por todos ellos ni que aparezcan siempre de manera absoluta.
● El conflicto: no son movimientos anclados en el mundo del trabajo o el Estado exclusivamente, pero que se fortalecen en ese
universo en la década del 90. En la medida en que estos movimientos se agrupan en torno a demandas tan variadas como
trabajo, libertad sexual, la identidad, la ecología, el consumo, etc., y que incluso generan comunidades que van más allá de
las fronteras del estado nación, crean una sociedad civil internacionalizada; la problemática que plantean no puede reducirse
a la oposición sociedad civil/estado. Si en Europa surgen básicamente en torno a los conflictos ligados al género, a la noción
de identidad/diferencia, a la ecología, no siendo el Estado el adversario fundamental, en América Latina estos nuevos
movimientos sociales no pueden ser entendidos son la referencia fuerte al Estado. Esta dimensión es muy clara en los
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llamados Movimientos de Derechos Humanos que se configuran para resistir a los Estados represivos de las dictaduras
militares. Pueden verse en América Latina 4 ejes de conflicto o de acción colectiva: primero, el eje de la democratización
política, que implica movimientos y actores que definen su acción social hacia el cambio de régimen político; segundo, el eje
de la democratización social, en torno a la redefinición de la ciudadanía, la superación de la pobreza y la exclusión social;
tercero, el eje de la reconstrucción de la economía nacional, en torno al cual se realizan acciones colectivas defensivas
frente a la pérdida de conquistas sociales previas a la desarticulación del modelo de desarrollo del Estado Nacional hacia
adentro; y por último, el eje de la modernidad, en torno del cual se desarrollan acciones colectivas de afirmación e
impugnación de los diferentes modelos de modernidad y las identidades posibles.
● Las estrategias: en varios de estos nuevos movimientos sociales el poder es redefinido a partir de su no exterioridad con
respecto a los sujetos, no como algo del cual hay que apoderarse sino como una dimensión que hace al tejido social. Se
parte de asumir que la voluntad colectiva no se juega en un solo tablero, lo que implica la ausencia de un único adversario.
Estos movimientos no se plantean la estrategia que subvierta el orden social, sino más bien, microdisidencias en las que
caben distintas actitudes frente al poder. Para el zapatismo, por ejemplo, la lucha contra la dominación no implica cambiar un
poder por otro, no implica la toma del poder, idea que sintetizan a través de la afirmación: “para nosotros nada, para todos
todo”
● La política y la cultura: estos movimientos, si bien no niegan la política partidaria, no se remiten a ella como única vía para
hacer política. Marcan su autonomía con respecto a los partidos y dan prioridad a la sociedad civil por sobre el Estado.
Prestan especial atención a la visibilización a través de la dramatización, de la puesta en escena del conflicto. Asumen que
en la pelea por sus reclamos la cultura como expresión simbólica juega un papel importante para sostener una demanda
cuando las vías políticas se clausuran. Las prácticas culturales son, más que acciones, actuaciones. (Buscando la visibilidad
negada por siglos, los zapatistas muestran el pasamontañas como símbolo de la colectividad, afirmando que todos somos
Marcos, tapándose para hacerse ver). Por otro lado, las madres de Plaza de Mayo sabían que sus hijos estaban muertos,
pero también sabían que para todo el pueblo argentino, pedir la aparición con vida era lo más justo que podían hacer. Este
pedido opera en dos dimensiones: como memoria de la sociedad, y como proyecto hacia el futuro.
● La comunicación: la lucha por la definición de los conflictos, por los símbolos, por la legitimación de los actores y las
demandas encuentra en los medios masivos de comunicación una arena de disputa ciertamente valorada por estos
movimientos. La comunicación juega un papel central en la gran mayoría de ellos, tanto desde una dimensión mediática
como por fuera de ésta. Así, no sólo existe una preocupación por estar, ser en los medios masivos, sino que también
diseñan estrategias comunicacionales por fuera de estos medios (ej: el Zapatismo usa medios de baja intensidad –cartas,
comunicados, pliegos, petitorios– pero también tecnología de punta–Internet). En cuanto a los medios masivos, como
agentes que disputan a las instituciones tradicionales la hegemonía en la construcción de sentidos sociales de la vida, los
nuevos movimientos sociales han tenido especial interés en participar en ellos y en sus lógicas de visibilidad/invisibilidad.
● Espacio público/privado: la emergencia de los nuevos movimientos sociales se hace desde la crítica a la configuración del
espacio público/privado tal cual lo había ordenado la modernidad, planteando conflictos diversos en torno a la identidad, la
diferencia, el poder, la cultura, la subjetividad. Las líneas divisorias entre el dominio público y privado son redefinidas.
Nuevos movimientos y nuevas perspectivas teóricas: Los movimientos sociales en relación con ciertos debates que en el plano de
las ciencias sociales se han dado en los últimos años en torno a la subjetividad, la identidad, el poder y la memoria:
● La subjetividad: desde un punto de vista teórico, no podemos pensar la aparición de los Nuevos Movimientos Sociales si no
es relacionada con lo que se ha llamado el surgimiento o retorno de la subjetividad, por reacción a las explicaciones
deterministas de la acción y la conciencia social. Esta emergencia de la subjetividad tiene que ver entonces con la crisis de
los paradigmas de análisis estructuralistas, que pretendían explicar la acción y la conciencia social por la determinación de
las estructuras, de las cuales los sujetos eran sólo epifenómenos. Pero además, la problemática de los nuevos movimientos
sociales surge en relación a una línea de pensamiento que va a caracterizar la crisis de la modernidad a partir de la idea del
proyecto inconcluso. La modernidad se concibe como un proceso de constitución de sujetos, pero éstos no se pueden
entender sólo desde una dimensión racional. El sujeto se define como la reivindicación por el individuo o el grupo de su
derecho a ser un actor singular y esta finalidad se constituye a través de la conflictividad. La subjetivación realizada, puesta
en el espacio público por los actores, es lo que da vida a los nuevos movimientos sociales, estos donde los actores
combinan la experiencia cultural privada con la participación en el universo de la acción instrumental.
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● Identidad: si durante los procesos de constitución de los estados nacionales, y específicamente en América Latina, las
identidades colectivas se habían afirmado desde la nación, con la crisis de los modelos de estado dominante y con el
desarrollo de los procesos de globalización, estas identidades entran también en crisis. Los nuevos movimientos sitúan en
primer plano las cuestiones ligadas a la identidad de sus integrantes, que en ocasiones son consideradas plataformas para la
participación. Salen del ámbito privado para transformarse en reivindicaciones sociales. Las reivindicaciones de estos
movimientos, tienden a presentarse asociadas a una serie de símbolos, creencias, valores y significados colectivos que
tienen especial importancia para sus seguidores por dos razones: 1) están en el origen de los sentimientos de pertenencia a
un grupo diferenciado; 2) están íntimamente relacionados con la imagen que los seguidores de estos movimientos tienen de
sí mismos y con el sentido de su existencia individual. Pero la identidad no es sólo la imagen de uno mismo, sino que supone
como condición de emergencia la intersubjetividad, la otredad: la identidad emerge y se afirma sólo en la medida en que se
confronta con otras identidades en el proceso de interacción social. La emergencia de estos nuevos movimientos sociales en
la escena pública no sólo puso de manifiesto la necesidad de un reconocimiento de la alteridad a partir de una afirmación
positiva de la identidad (nosotros somos gay, nosotros somos aborígenes) sino que también expresó la participación
asimétrica en la posesión de los recursos materiales circulantes en el espacio social (somos pobres, somos sin tierra).
A la hora de hablar de movimientos sociales e identidad, es necesario tomar la conceptualización realizada por Castels en
torno a lo que él llama las identidades defensivas por oposición a las identidades proyectivas: las identidades defensivas,
como aquellas que ante las adversidades desarrollan estrategias de sobrevivencia cuya característica es la defensa del
entorno; las identidades proyecto, aquellas que pasan de la defensa al proyecto, a una actitud proactiva. Corriendo el riesgo
de la generalización, se podría decir que en Europa los nuevos movimientos sociales surgen a partir de la afirmación
religiosa, de género, ecológica, mientras que es posible pensar que en América Latina es más fuerte la dimensión de la
carencia, de la falta: los sin tierra, sin bienes, injusticia, sin identidad.
● Memoria: durante los 2 últimos siglos el tiempo fue concebido básicamente desde 2 lugares centrales: por un lado, como
tiempo episódico o histórico, por otro lado como no tiempo, o tiempo de la larga duración. La primera definición debe
atribuirse a aquellas narrativas que explicaron el tiempo de las sociedades y las culturas desde la idea de historia aunada a
la noción de progreso indefinido. Así se presenta el tiempo como una serie de sucesiones lineales, donde cada etapa supera
a la anterior. En segundo lugar, las ciencias sociales han analizado la temporalidad social desde el paradigma estructuralista
donde el tiempo es un gran ausente en la problematización de lo social. En los últimos años, de la mano de la sociología
histórica y de los estudios culturales, las ciencias sociales comienzan a pensar el tiempo desde una densidad diferente,
planteándose las múltiples temporalidades o (des) tiempos de lo social; de la historia (un único tiempo) a la memoria.
En la Argentina pos dictadura se reconoce la presencia de movimientos sociales que son producto de la intención de hacer
oír la memoria. Movimientos que se construyen a partir de la pérdida, el dolor, de la consecuencia de los hechos o de la
derrota. Ejemplo de esto son el grupo HIJOS y los ex soldados combatientes de Malvinas. A estos movimientos los une el
carácter de un hecho que los atravesó y les otorga sentido de pertenecía. HIJOS se constituye como grupo involucrando en
ello la reintroducción de los otros, del pasado silenciado y olvidado. Si bien hoy hay florecimiento de nuevas y múltiples
subjetividades políticas (de clase, étnicas, gay, ecológicas, feministas, religiosas) en el caso de HIJOS existe un proceso que
busca la reconstrucción histórica de un relato fundante que posibilite un proceso identificatorio desde la reconstrucción de la
memoria. Ellos buscan el pasado de sus padres y el presente propio.
● El poder: las ideas clásicas en relación al poder, atravesadas por las miradas marxistas, hablaban de un poder dividido en
dos, uno coaccionando sobre el otro: una clase dominando a la otra, imponiéndole su fuerza. A partir de los aporte
gramscianos se lleva a cabo un desplazamiento de la concepción del poder como imposición hacia la noción de hegemonía.
Se traslada el acento puesto en la dominación como imposición hacia la dominación como relación de reconocimiento, de
comunicación, donde el poder no se ejerce como fuerza sino como sentido. Es decir, que los procesos de dominación social
ya no son pensados como procesos de imposición desde un exterior y sin sujetos, sino como procesos en los que una clase
o sectores de clases hegemonizan en la medida en que representan intereses que también representan como suyos las
clases subalternas. No hay hegemonía, sino que ella se hace y se deshace, se rehace permanentemente en un proceso
vivido, hecho no sólo de fuerza sino también de sentido, de apropiación del sentido por el poder, de seducción y complicidad,
lo que implica que la hegemonía nunca puede ser total, siempre pueden surgir formas de conciencia en la vida cotidiana que
se movilicen contra el orden hegemónico.
Por otro lado, para los años 80 opera también la ruptura con la idea moderna del poder expresada a partir de la idea
foucaultiana de la microfísica del poder. El mismo la define así: no hay poder, sino que, dentro de una sociedad existe
múltiples relaciones de poder extraordinariamente numerosas y múltiples, colocadas en diferentes niveles, apoyándose unas
sobre las otras y cuestionándose mutuamente. El poder en las sociedades está en todas partes, circula; la organización
social está regida por el ejercicio del poder. Esta idea fue asumida por los propios movimientos, como mirada desde donde
ubicarse en la conflictiva social, tanto para sus accionares como para sus modos de organización interna.
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A manera de conclusión
Es posible afirmar que en lo últimos años asistimos a la emergencia de unos nuevos actores y formas de acción colectiva que se
definen no más por su posicionamiento estructural excluyentemente sino por la inscripción de la subjetividad y la memoria en el
espacio público. Estos nuevos movimientos sociales, caracterizados no a través de un conflicto central sino en relación a diversos
ejes, surgen de la mano de la crisis de la sociedad industrial y el pasaje a una sociedad posindustrial o de la información, donde el
paradigma organizador de la vida cotidiana deja de ser el trabajo, sino más bien la ausencia de él y las identidades colectivas
comienzan a desplegarse del Estado Nacional. En este nuevo contexto, los actores sociales y los movimientos tienen un rol doble:
por un lado, son sistemas colectivos de reconocimiento social, que expresan identidades colectivas viejas y nuevas, con
contenidos culturales y simbólicos importantes. Por otro, son intermediarios políticos no partidarios, que traen necesidades y
demandas de las voces no articuladas a la esfera pública y las vinculan con los aparatos institucionales del estado.
La primera pregunta que surge al analizar los nuevos movimientos sociales se relaciona con la capacidad o no de los nuevos
actores de marcar una diferencia, es decir, de ejercer poder de transformación de las relaciones sociales hegemónicas. Porque si
bien es posible afirmar que la emergencia de nuevos sujetos y nuevas demandas ha significado un efecto democratizador, se
plantea la duda en torno a la posibilidad de acción cuando la fragmentación de actores y demandas toma difuso los oponentes y
las vías de canalización. En segundo lugar y ligado a lo anterior, una cuestión que suscita interés se refiere a la vinculación entre
esas nuevas demandas y el sistema político. Sin duda la vinculación entre los movimientos sociales y las instituciones políticas,
las agencias estatales, los partidos políticos, son altamente cambiantes. El panorama es heterogéneo. Aunque se diferencian del
Movimiento Social, con mayúsculas, estos nuevos movimientos sociales, por lo menos en América Latina y en los últimos años, se
consolidan y estructuran, vía la protesta social, y que tienen como eje articulador, la desafiliación del mundo del trabajo.
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remedo de democracia dominada por el clientelismo y la corrupción. El resultado ha sido la emergencia de una nueva forma
de Estado capitalista periférico en México: el Estado narco. Así, México se encuentra en la década de 2010 en una
encrucijada: en un contexto de neoliberalismo rampante y de crisis económica nacional y global, la parálisis funcional que
sufre el Estado le impide coadyuvar eficazmente a la regeneración del capital nacional (aunque no del capital global), lo cual
agrava su déficit de racionalidad y socava aún más su legitimidad. En este sentido, en septiembre de 2012, una vez más, la
elección presidencial le fue adjudicada por las autoridades electorales al candidato de la derecha (esta vez priísta), conspicuo
representante de la oligarquía dominante. El Estado narco se reprodujo así en la continuidad de un régimen político neoliberal
autoritario e ilegítimo, ajeno a los intereses nacionales y ciego ante las apremiantes necesidades de las grandes mayorías de
la población mexicana.
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