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son. Y
todas mis cosas son tuyas y las tuyas son mías: y en ellas he sido glorificado. Y ya no estoy en el
mundo, mas éstos están en el mundo y yo voy a ti. Padre Santo, guarda por tu nombre a aquellos
que me diste para que sean una cosa, como también nosotros. Mientras yo estaba con ellos, los
guardaba en tu nombre. Guardé a los que me diste, y no pereció ninguno de ellos, sino el hijo de
perdición para que se cumpliese la Escritura. Mas ahora voy a ti, y hablo esto en el mundo, para que
tengan el gozo cumplido en sí mismos". (vv. 9-13)
Crisóstomo, ut supra
Repite con frecuencia "Me los diste", para demostrar que esta palabra es grata al Padre, y que no
vino como extraño a seducirlos, sino que los recibió como propios. Después, para que nadie piense
que es nuevo su poder y que recientemente lo ha recibido del Padre, añade: "Y todas mis cosas son
tuyas, y todas las tuyas son mías". Como diciendo: Para que nadie crea que porque me los diste
dejan de ser del Padre, porque mis cosas son suyas; ni que oyendo que eran tuyos entienda que me
eran extraños, porque lo que es del Padre es mío.
Crisóstomo, ut supra
Pasa después a probar lo antedicho, en esta forma: "Yo he sido glorificado en ellos", lo que prueba
que tengo poder sobre ellos por cuanto me glorifican creyendo en ti y en mí, pues no es glorificado
por los que no dependen de su potestad.
Crisóstomo, ut supra
Esto es, aunque no aparezca según la carne, soy glorificado por aquellos que mueren por mí, así
como por el Padre, y me predican como al Padre.
San Agustín, ut supra
Pero si consideras la hora en que hablaba, unos y otros estaban aún en el mundo. Cuando dice: "Ya
no estoy en el mundo", no podemos entender sus palabras según el progreso del corazón y de la
vida. ¿Podemos acaso suponer lícitamente que estuviese poseído en algún tiempo de afectos
mundanos? No puede creerse otra cosa sino que, aquel que antes estaba en el mundo, revelaba
que ya no continuaría en él con presencia corporal.
Por ventura, ¿no decimos todos los días de alguno que marcha o está próximo a morir, que ya no es
de este mundo? Por eso, explicando lo que había dicho, añadió: "Yo a ti voy". Y recomendando
después al Padre a aquellos que iba a abandonar su presencia corporal, dijo: "Padre Santo,
guarda en tu nombre a los que tú me diste". Así es, que ruega como hombre a Dios por los discípulos
que de El recibió. Pero atendamos a lo que sigue: "Para que sean una misma cosa como nosotros".
No dijo para que seamos ellos y nosotros una misma cosa, así como nosotros somos uno. En verdad,
ellos son una misma cosa en su naturaleza, así como nosotros lo somos en la nuestra 1. El hombre
y Dios es una misma persona, entendiendo al hombre en aquello que ruega y a Dios en que es uno
mismo con Aquel que ruega.
Crisóstomo, ut supra
Volviendo el Señor a hablar como hombre, dice: "Cuando estaba con ellos, yo los guardaba en tu
nombre": esto es, por tu protección. Habla humanamente, y dirigiéndose al pensamiento de los que
creían que les reportaría más utilidad su presencia.
Entendemos, pues, que, al hablar así el Señor distingue las personas sin separar la naturaleza.
Cuando el Señor guardaba a sus discípulos con presencia corporal, no esperaba el Padre a que el
Hijo se ausentase para guardarlos, sino que ambos les guardaban con su poder espiritual. Y cuando
el Hijo retiró su presencia corporal, los guardó con el Padre espiritualmente.
Porque, cuando el Hijo-hombre recibió el cargo de guardarlos, no quitó la custodia del Padre. Y
cuando el Padre los dio a guardar al Hijo, no los dio privándolos de su presencia, sino que dio al
hombre-Hijo, sin separar de Dios al mismo Hijo. "Guardé a los que me diste, y ninguno de ellos
pereció, más que el hijo de perdición (esto es, el traidor a Cristo, predestinado a la perdición), para
que se cumpliera la Escritura", que había profetizado de él (Sal 108).
Crisóstomo, ut supra
Y en verdad, entonces él solo pereció, pero después muchos, Dice, pues: "Ninguno de ellos pereció";
esto es, en cuanto de mí dependa, no se perderán. Lo que más claramente dice en otra parte: "No
los echaré fuera" (Jn 6,37), pero si por sí mismos se salieren por un error, yo los atraeré a mí.
Sigue: "Ahora, pues, vengo a ti". Tal vez preguntará alguno: ¿acaso no podrá guardarles
marchándose? Puede, en verdad, pero manifestó por qué lo decía, añadiendo: "Esto lo hablo en el
mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos"; esto es, para que no se turben, siendo
como son imperfectos. Con estas palabras les dio todas las seguridades de su gozo y descanso.
Notas
1. A diferencia del modo en que los seres humanos comparten la naturaleza humana, "las personas divinas no
se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios... 'Cada una de las tres personas
es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina' (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804)"
(Catecismo de la Iglesia Católica, 253).