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BATALLA DE JUNÍN

Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO

Lic. En Filosofía y CCSS

La batalla de Junín es elogiada por propios e infrecuentes seres humanos. Nadie difiere de la
importancia del logro, aunque desde el lado racionalista de Simón Bolívar era ya predecible el
resultado. Para Bolívar la batalla estaba de antemano tarambana, perdida y derrotada, por eso
dirigió, pero no la encabezó, llego a Rancas, pernoctó y después hizo la proclama en las
pampas de Sacramento, donde como lo hacía casi siempre prorrumpió las palabras de aliento
al ejército libertador: “¡Soldados! Van a completar la obra más grande que el cielo ha
encomendado a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud.”

En el fondo Bolívar no estaba convencido de la probable victoria, su extremo dogmatismo


Kantiano no le aseguraba que podía haber un triunfo, las fuerzas eran parejas, incluso los
realistas tenían más dominio del campo de batalla que fue al final en la meseta del Bom Bom.
La batalla fue un tema de táctica de movilización de tropas y toma de elevaciones geográficas.
Los movimientos de los ejércitos fueron desde Ninacaca hasta Ondores, desde Carhuamayo
hasta Junín.

Incluso en la crónica de la guerra escrito por el coronel Manuel Antonio López, Bolívar se vio
rendido cuando el ejército realista vencía a las tropas de tierra y a parte de la caballería, el
coronel le sugirió que ingrese la caballería que quedaba, pero Bolívar se negó, convencido
que le había tocado perder.

Fue allí que sobresale la figura del comandante Isidoro Suarez y de Andrés Razuri que
capitaneaba a los “Húsares del Perú,” una parte de la caballería que estaba reorganizando el
ataque cuando ya la batalla estaba ya perdida. En esos momentos de decisión táctica y militar
este valeroso y arriesgado comandante de caballería y sus comandados fue efectiva y decidió
la ruta de la victoria a favor del ejército libertador.

Enseguida Bolívar para reivindicarse envió infantería al terreno clave donde se decidía la
victoria, pero para eso ya la caballería peruana ardía en vítores y gritos de victoria patriótica en
las pampas de Chacamarca.

Como el comandante Isidoro Suarez y su caballería carecían de movidas políticas, algo que
Bolívar dominaba muy bien. El libertador no tardó en reconocer en el campo de batalla la
acción táctica de “Los Húsares del Perú”, pero había enviado emisarios en toda la república
aduciéndose la victoria a él. La gran mayoría reconocía a Bolívar, pero no a Suarez ni a Razuri,
como sucedió con Sucre verdadero héroe en la batalla decisiva de Ayacucho.

Por eso cuando el poeta Bertolt Brecht escribe en su elegía “Preguntas de un obrero ante un
libro”, nos induce a pensar que ¿quienes ganan las batallas?: Las tropas, pero ¿a quienes se les
recuerda?: A los generales, no se les recuerda a quienes convirtieron la derrota en triunfo
como sucedió en Chacamarca, sino a quienes aprovechan del trabajo de otros, porque
mientras “unos trabajan la lana, otros se llevan la fama”.

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