Está en la página 1de 3

Warma Kuyay

Introducción: En esta ocasión hablaremos sobre Warma Kuyay (amor de niño) el


cual trata sobre el fervoroso amor que tiene un niño de 14 años hacía su amor
platónico. El siguiente ensayo tratara sobre el personaje Ernesto (el niño), pero más
específicamente sobre su cobardía y el cómo esta afecta su entorno ya que gracias
a esta Kutu lleno de ira y sin saber que hacer se desquita azotando a los becerros
de Don Froylán

Desarrollo: En la obra se ve como Ernesto aún con unas ganas tremendas de


demostrar su amor a Justina no lo hace, al verse éste incapaz de hacerlo se llena de
impotencia y esto lo refleja molestando a Justina y sobre todo a Kutu
(enamoramiento de Justina)

—¡Justinay, te pareces a las torcazas de Sausiyok! —


¡Déjame, niño, anda donde tus señoritas! —¿Y
el Kutu? ¡Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta!

También vemos como Ernesto no es capaz de aceptar que él nunca podrá estar con
Justina ya que es solo un niño de 14 y lo sabe perfectamente, aún así lo sigue
intentando engañandose a si mismo que lo puede lograr cuando en el fondo sabe
que no.

Más adelante vemos como después de una persecución de parte de Don Froylán
hacia Ernesto y Kutu estos se refugian para poder ir a descansar, pero algo andaba
mal, Kutu estaba molesto y triste y Ernesto empezó a hablar con él descubriendo así
el acto de abuso que había cometido Don Froylán hacia Justina, Ernesto sin saber
que hacer y sin aguantar más se hecha a llorar hacia lo brazos de Kutu, este lo
consuela y lo acuesta en su cama, ya ahí Ernesto le pregunta al indio que por que
no mata a Don Froylan y este le responde que no podía ya que el hacendado tenía
niños pequeños, esto último colmo a Ernesto y tacho a Kutu de cobarde, como si la
culpa fuera de el pobre indio, este acto demuestra nuevamente como Ernesto no
puede aceptar lo sucedido y busca echarle la culpa a otros para poder así encontrar
un poco de paz para él mismo. —
¿Y por qué no matas a don Froylán? Mátale con tu honda, Kutu, desde el frente del
río, como si fuera puma ladrón. —¡Sus
hijitos, niño! ¡Son nueve! Pero cuando seas “abugau” ya estarán grandes.—
¡Mentira, Kutu, mentira! ¡Tienes miedo, como mujer! —No sabes
nada, niño. ¿Acaso no he visto? Tienes pena de los becerritos, pero a los hombres
no los quieres. —¡Don Froylán!
¡Es malo! Los que tienen haciendas son malos; hacen llorar a los indios como tú; se
llevan las vaquitas de los otros, o las matan de hambre en su corral. ¡Kutu, don
Froylán es peor que toro bravo! Mátale no más, Kutucha, aunque sea con galga, en
el barranco de Capitana. —¡”Endio” no puede, niño!
¡”Endio” no puede!

Según Ernesto y Kutu la forma de hacerle daño a Don Froylán y vengarse de lo que
había hecho era dañando lo que era suyo, y que mejor que sus mejores becerros,
Kutu y el niño iban cada noche, ocultos, para azotar a los pobres animales, y
Ernesto gozaba, gozaba como nunca o eso él quería pensar ya que detrás de ese
gozo se ocultaba una gran pena, pero como de costumbre de cobarde se quedó
callado y con los brazos cruzados aún sabiendo que estaba actuando mal. —
¡De don Froylán es, no importa! ¡Es de mi enemigo! Hablaba
en voz alta para engañarme, para tapar el dolor que encogía mis labios e inundaba
mi corazón. (decía Ernesto refiriendo a Kutu)

Una noche Ernesto no pudo más con esta pena y fue arrepentido por lo que había
hecho esa misma noche, su última víctima, el becerro Zarinacha, de rodillas y
humillado pidió perdón y beso al animalito hasta ya no poder más, peró este dijo
algo que delató que aún no aceptaba totalmente lo que había hecho o de lo que
había sido cómplice, quedando así nuevamente como cobarde. —
¡Niñacha, perdóname! ¡Perdóname, mamaya! Junté
mis manos y, de rodillas me humillé ante ella. —Ese
perdido ha sido, hermanita, yo no. ¡Ese Kutu canalla, indio perro!

Luego ya Ernesto dejo esa mala costumbre y enfrentó a Kutu haciendo temblar a
este, ya que lo tachaba de asesino, Kutu apenado y tembloroso se rindió y aceptó lo
que había hecho, y con este último acto haciendo que el indio se largue de la
haciendo para no volver más.
Ernesto no era bastardo y no iría a aprovechar que ese indio cara de sapo ya no
estaba para conquistar a Justina, porque finalmente aceptó que él como niño no iba
a conquistar a tan bella mujer, y que si lo hacía su Justina sería de otro tarde o
temprano.

Conclusión: En la obra vemos la evolución de un niño cobarde a uno de bien, no sin


antes ver todo lo que su cobardía había ocasionado, señalando con el dedo primero
y luego señalando así mismo para arrepentirse y mejorar, no obstante al parecer no
fue suficiente ya que al final de la obra se cuenta que Ernesto habiendo encontrado
la paz en esa hacienda lo mandan a la gran ciudad, así viviendo amargado y pálido,
esto tal vez dando un mensaje de que a pesar de corregir nuestros errores estos
dejan cicatrices que nos perseguirán hasta el final de nuestros días y muy
posiblemente afecten nuestro futuro.

También podría gustarte