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El niño Ernesto y Kutu, vivían en la misma casa que pertenecía don Froylán.

  Una noche,
Kutu le dijo a Ernesto que don Froylán había abusado de la Justina cuando ésta fue a
bañarse con los niños; Ernesto no podía creerlo y se puso a llorar abrazado al cholo. 

El Kutu, que era un indio fornido, lo levantó como quien alza un becerro y lo echó sobre su
cama diciéndole que la Justina tenía corazón para él, pero que ella sentía miedo porque él
era un muchacho todavía. 

Ernesto sentía luna rabia irrefrenable por lo que había hecho don Froylán, llegando a
decirle a Kutu que cuando fuera grande lo mataría. 

Era tanta su sed de venganza que incitó a Kutu para que matara a don Froylán, con su
honda, como si fuera un puma ladrón.  Ante la negativa del indio, Ernesto lo acusó de
cobarde y le dijo que se largara porque en Viseca ya no servía. 

Dos semanas después, Kutu pidió licencia y se fue.  La tía de Ernesto lloró por él; como si
hubiera perdido a su hijo.  Ernesto se quedó junto a don Froylán, pero cerca de Justina; de
su Justinacha ingrata.  Ya no fue desgraciado. 

A la orilla de ese río espumoso, oyendo el canto de las torcazas, vivía sin esperanzas, pero
ella estaba abajo el mismo cielo que él, en esa misma quebrada que fue su nido,
contemplando sus ojos negros, oyendo su risa, mirando sus pestañas largas, su boca que
llamaba al amor y que no lo dejaba dormir. 

La mirada desde lejos; era casi feliz porque su amor por Justina era un “Warma Kuyay”
(amor de niño) y no creía tener derecho todavía sobre ella; sabía que tenía que ser de otro,
de un hombre grande que empuñara ya el zurriago, el mismo látigo con que Kutu
masacraba los becerros más finos y delicados de don Froylán, como queriendo así, lavar el
honor de la Justina. 

Ernesto vivió alegre en esa quebrada verde y llena del calor amoroso del sol, hasta que un
día hubo de abandonar aquella tierra que amaba tanto y que era su ambiente, para vivir
pálido y amargado, como una animal de los llanos fríos, llevado a la orilla del mar, sobre
los arenales candentes y extraños.

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