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Logaritmos.

¿Qué son los logaritmos? ¿Para qué sirven? ¿En qué se aplican? Quiero contarles
una breve historia. No estoy seguro de que haya sido exactamente así, tal vez sea
un recuerdo distorsionado de mi pasado.
Para fijar las ideas, digamos que tenía entre 7 y 8 años. Mi padre solía charlar
conmigo sobre diferentes situaciones de la vida cotidiana. Trataba de interesarme
en lo que sucedía a mi alrededor.
Vivió (y mi madre también, claro) intentando que mi hermana y yo entendiéramos
la importancia de respetar al otro, de ser generosos, solidarios. No sé si lo
consiguió, pero ciertamente lo intentó.
Recuerdo que una vez trajo un librito pequeño, con muchas páginas. Cada página
tenía muchos números. Muchos. Cada número figuraba en una pequeña tabla. Si la
memoria no me traiciona, creo que en el lomo (del libro) decía: “Tablas de
logaritmos de Lalande”.
Aunque parezca raro, mi idea, al ver tantos números, era saber si podía descubrir
cómo estaban ordenados y qué patrón podía encontrar.

Era fácil advertir que estaban dispuestos de menor a mayor, pero ¿qué separaba a
uno del siguiente? ¿Cómo hacer para calcular el próximo sabiendo el anterior? No
me daba cuenta de que, si hubiera habido una manera de hacerlo, ¿para qué
alguien habría de escribir y publicar un libro sobre el tema? Es decir, si hubiera
habido alguna forma de descubrir el número siguiente conociendo el anterior, no
tendría sentido escribir esas tablas. La pregunta obvia era entonces: ¿para qué
sirven? ¿Qué son los logaritmos? Mi viejo me preguntó: “¿Qué es más fácil:
multiplicar o sumar?”.
Yo contesté lo mismo que usted está pensando: “Sumar”.
Luego vino otra pregunta de mi padre: “¿ Qué es más fácil: calcular potencias de
números o multiplicar?”, que obtuvo la respuesta obvia: “Multiplicar”.
Y eso, aunque parezca una banalidad, es lo que uno tiene que saber si quiere hacer
cálculos. Obviamente, en la década de 1950 no había calculadoras ni computadoras.
Por lo tanto, si uno tenía que hacer operaciones con números grandes (de muchos
dígitos), usar logaritmos era la forma de abordarlos.
Los logaritmos ayudan a multiplicar números de muchos dígitos.
Es decir, si bien no voy a hacer acá el desarrollo de la teoría de los logaritmos, lo
primero que uno aprende de ellos es que, cuando hay que multiplicar dos números
“grandes”, lo que hacemos es calcularles el logaritmo a ambos, luego sumar esos
logaritmos y, después, se vuelve para atrás (lo que en la escuela se llama “calcular
el antilogaritmo”, o bien uno vuelve para atrás con la función exponencial).
Para simplificar, supongamos que uno tiene que multiplicar dos números escritos
como potencias de 10. Digamos 10^5 x 10^7 . Dicho de otra forma:
100.000 * 10.000.000  (*).
o sea, cien mil por diez millones.

El número 5, que aparece en 10^5


, cuenta la cantidad de “ceros” que tiene el primer
número, y de la misma forma el número 7, que aparece en 10^ 7
, cuenta el número
de ceros que tiene el segundo.
Entonces, si uno calcula los logaritmos de ambos, obtiene 5 y 7.

Los suma y obtiene el número 12. “Volver para atrás” en este caso, significa poner
un uno seguido de doce ceros, y por lo tanto, el resultado de multiplicar.
10^5 x 10^7 = 10^12 = 1.000.000.000.000.

La cantidad de dígitos que tiene un número indica cuán grande es. Lo que hace el
logaritmo de ese número, entre otras cosas, es detectar cuántos dígitos tiene y, por
lo tanto, saber qué tamaño tiene.
De esa forma, uno tiene idea del tamaño que tendrá el producto.
Después, lo podrá calcular con mayor o menor precisión, pero estimar el número de
dígitos permite estimar el tamaño del producto.
Por supuesto, los logaritmos tienen múltiples aplicaciones que sería imposible
enumerar acá. Pero, al menos ahora, si alguien viene y le pregunta para qué puede
servir conocer el logaritmo de un número, usted le puede contestar que tener ese
dato permite saber (entre otras cosas) el tamaño del número. Permite también
convertir multiplicaciones en sumas y potencias en productos. Se usan para
convertir cuentas complicadas en otras mucho más sencillas.
Pero el logaritmo (y su inversa, la función exponencial) se usa para medir la
intensidad de un terremoto (en la escala de Richter), para evaluar cuánto tiempo
llevaría la solución de un problema mediante una computadora (lo que se llama
estimar la complejidad de un proceso), para describir el decaimiento radiactivo de
una sustancia, para medir cómo se expande una enfermedad o cómo crece o
decrece una colonia de bacterias, para evaluar el comportamiento de una epidemia,
para calcular cómo crece un determinado capital invertido en un banco a un cierto
interés, para resolver cuestiones en ingeniería y física... y la lista continúa.
Hasta para medir semitonos en las partituras de música se usan los logaritmos

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