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Yeats, Hesse, Neruda, Szymborska y otros

POEMAS NOBELES

CARAVASAR LIBROS
Fredéric Mistral Rabindranath Tagore
William Butler Yeats Gabriela Mistral
Hermann Hesse Thomas Stearns Elliot
Juan Ramón Jiménez Salvatore Quasimodo
Yorgos Seferis Samuel Beckett
Pablo Neruda Vicente Aleixandre
Octavio Paz Wislawa Szymborska

Poemas nobeles

CARAVASAR LIBROS
ANDA QUE TE ANDARÁS, A TU PAÍS VOLVERÁS
Fredéric Mistral

Puedes rodar por países lejanos


Y de Alemania hasta Italia correr;
Puedes rodar por países lejanos,
Lo que no has visto, por ansia de ver.
Pero país más alegre que el tuyo
No lo has de ver, labrador provenzal,
Porque país más alegre que el tuyo
Ni en montes ni en valles se ha visto jamás.

Puedes vagar más allá de tus landas


Y monumentos grandiosos buscar;
Puedes vagar más allá de tus landas:
Otros como estos no habrás de encontrar.
Teatro, circo, murallas de imperio,
Palacios de papa, castillo real,
Arcos triunfales, soberbio acueducto...
En ningún sitio verás fausto tal.

Puedes correr a la tierra de Grecia,


En donde el Pindo se yergue en la luz;
Puedes correr a la tierra de Grecia,
En donde el cénit está siempre azul.
Pero sus costas cubiertas de rocas
Que el sol matiza de vivo color,
Pero sus costas radiantes y azules
Aquí puedes contemplar a tu sabor.
Puedes viajar por los pueblos modernos
Y los exóticos platos probar;
Puedes viajar por los pueblos modernos:
Recordarás con nostalgia tu hogar.
Recordarás las legumbres humildes.
La buena sopa que humea en el llar;
Recordarás las legumbres humildes
Y el vino aquel de la vid paternal.

Puedes mirar la gentil parisina


Y de Castilla y de Italia la prez
De la belleza, que en esos países
Espléndidamente se ve florecer.
Pero la noble hermosura arlesiana,
Las perlas finas del nido de Arles,
La donosura sin par de tu patria
Ya no verás en ninguna mujer.
PÁJAROS PERDIDOS
Rabindranath Tagore

1
Pájaros perdidos de verano vienen a mi ventana, cantan
y se van volando.
Y hojas amarillas de otoño, que no saben cantar,
aletean y caen en ella, en un suspiro.

2
Vagabundillos del universo, tropel de seres pequeñitos,
¡dejad la huella de vuestros pies en mis palabras!

3
Para quien lo sabe amar, el mundo se quita su careta de
infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un
beso de lo eterno.

4
Las lágrimas de la tierra le tienen siempre en flor
su sonrisa.

5
El desierto terrible arde todo por el amor de una yerbecita;
y ella le dice que no con la cabeza, y se ríe, y se va
volando…

6
Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán
ver las estrellas.
7
En tu camino, agua bailarina, la arena te pordiosea
tu canción y tu fuga.
¿No quieres tú cargarte con la coja?

8
Tu cara anhelante persigue mis sueños como la lluvia por
la noche.

9
Una vez, soñamos los dos que no nos conocíamos. Y nos
conocíamos. Y nos despertamos a ver si era verdad que nos
amábamos.

10
Como el anochecer entre los árboles silenciosos, mi pena,
callándose, callándose, se va haciendo paz en mi corazón.

11
No sé qué dedos invisibles sacan de mi corazón, como una
brisa ociosa, la música de las ondas.

12
–Mar, ¿qué estás diciendo?
–Una pregunta eterna.
–Tú, cielo, ¿qué respondes?
–El eterno silencio.

13
¡Oye, corazón mío, los suspiros del mundo, que está
queriendo amarte!
14
El misterio de la vida es tan grande como la sombra en
la noche. La ilusión de la sabiduría es como la niebla del
amanecer.

15
No dejes tu amor sobre el precipicio.

16
Me he sentado esta mañana en mi balcón, para ver el
mundo. Y él, caminante, se detiene un punto, me saluda y
se va.

17
Menudos pensamientos míos, ¡con qué rumor de hojas
suspiran su alegría en mi imaginación!

18
Tú no ves lo que eres, sino tu sombra.

19
¡Qué necios estos deseos míos, Señor, que están turbando
con sus gritos tus canciones! ¡Haz Tú que solo sepa yo
escuchar!

20
No soy yo quien escoge lo mejor, que ello me escoge a mí.

21
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces, amanece?
¿Por qué susurra el viento del sur entre las hojas recién nacidas?
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces,
la medianoche entristece con nostálgico silencio a las estrellas?
22
Sé que esta vida, aunque no madure el amor, no está perdida del todo.

23
¡No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi triunfo,
sino tu mano apretada en mi fracaso!
CUANDO ESTÉS VIEJA Y GRIS Y SOÑOLIENTA
William Butler Yeats

Cuando estés vieja y gris y soñolienta


y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,
léelo lentamente y sueña con la suave mirada
y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.

Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia


y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,
pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina
y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.

E inclinada ante las relumbrantes brasas


murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor
y anduvo en las cimas de las altas montañas
y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.
EL AMOR QUE CALLA
Gabriela Mistral

Si yo te odiara, mi odio te daría


en las palabras, rotundo y seguro;
pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro.

Tú lo quisieras vuelto en alarido,


y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.

Estoy lo mismo que estanque colmado


y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que el entrar en la muerte!
EN LA NIEBLA
Hermann Hesse

¡Qué extraño es vagar en la niebla!


En soledad piedras y sotos.
No ve el árbol los otros árboles.
Cada uno está solo.

Lleno estaba el mundo de amigos


cuando aún mi cielo era hermoso.
Al caer ahora la niebla
los ha borrado a todos.

¡Qué extraño es vagar en la niebla!


Ningún hombre conoce al otro.
Vida y soledad se confunden.
Cada uno está solo.
LA MUERTE DE SAN NARCISO
Thomas Stearns Elliot

Ven bajo la sombra de esta roca gris


Entra bajo la sombra de esta roca gris,
Y te mostraré algo distinto, lo mismo de
Tu sombra extendiéndose sobre la arena al alba, o
Tu sombra saltando tras el fuego contra la piedra carmesí:
Te mostraré su ropa y miembros manchados de sangre
Y la sombra gris sobre sus labios.

Una vez caminaba entre el mar y los acantilados


Cuando el viento le hizo consciente dé sus miembros
sucediéndose suavemente
Y de sus brazos cruzados sobre el pecho.
Al caminar por la pradera
Estaba ahogado y sosegado por su propio ritmo.
En el río
Sus ojos se percataron de los ángulos agudos de sus ojos
Y sus manos, de las puntas agudas de sus dedos.
Sobrecogido por tal conocimiento
No pudo vivir al modo de los hombres y se convirtió
en un danzante ante Dios.
Si caminaba en las calles citadinas
Parecía pisotear los rostros, convulsos muslos y rodillas.
Así que surgió del fondo de la roca.

Al principio estaba seguro que había sido un árbol,


Entreverando sus ramas una con otra
Y trenzando sus raíces una con otra.
Luego supo que había sido un pez
Con el vientre blanco y resbaladizo atrapado entre sus dedos,
Retorciéndose en su propio puño, su antigua belleza
Fija por un instante en las puntas rosáceas de su nueva belleza.

Después había sido una muchacha


Acorralada en los bosques por un viejo borracho
Y así conoció al final el sabor de su propia blancura
El horror de su propia tersura,
Y se sintió borracho y viejo.

Se convirtió entonces en un danzante ante Dios.


Como su carne estaba enamorada de las flechas en llamas
Danzó en la arena ardiente
Hasta que las flechas llegaron.
Mientras las abrazaba, su carne blanca se rindió a lo rojo
de su sangre, y halló satisfacción.
Ahora él es verde, seco y manchado
Con la sombra en los labios.
¡QUÉ TRISTEZA DE OLOR A JAZMÍN!
Juan Ramón Jiménez

¡Qué tristeza de olor de jazmín! El verano


torna a encender las calles y a oscurecer las casas,
y, en las noches, regueros descendidos de estrellas
pesan sobre los ojos cargados de nostalgia.

En los balcones, a las altas horas, siguen


blancas mujeres mudas, que parecen fantasmas;
el río manda, a veces, una cansada brisa,
el ocaso, una música imposible y romántica.

La penumbra reluce de suspiros; el mundo


se viene, en un olvido mágico, a flor de alma;
y se cogen libélulas con las manos caídas,
y, entre constelaciones, la alta luna se estanca.

¡Qué tristeza de olor de jazmín! Los pianos


están abiertos; hay en todas partes miradas
calientes... Por el fondo de cada sombra azul,
se esfuma una visión apasionada y lánguida.
LA LLUVIA
Salvatore Quasimodo

He aquí la lluvia:
los aires callados remece,
y las golondrinas
–gaviotas de mínimos peces–
las aguas oscuras, tranquilas,
rizan en los lagos.
Un olor de heno
satura recintos y campos.

Y el año se va
sin dar un lamento,
ni lanzar un grito,
que un día más
pudiera ganar de improviso.
DIECISÉIS HAI-KU
Yorgos Seferis
Este instante...
Marco Aurelio

Vierte en el lago
sólo una gota de vino
y el sol se extinguirá.

Ni un solo trébol
de cuatro hojas en el campo,
¿quién falla de los tres?

Sillas vacías,
las estatuas volvieron
a otro museo.

¿Es la voz
de nuestros amigos muertos
o un fonógrafo?

Sus dedos
en el pañuelo verde mar,
míralos: corales.
La más grave
preocupación,
su busto en el espejo.

Volví a llevar
la fronda del árbol
y tú balabas.

En la noche, el viento
la distancia se ensancha
y flota el viento.

JOVEN PARCA

Mujer desnuda
la granada que se ha abierto
estaba llena de estrellas.

Recojo ahora
una mariposa muerta
sin maquillaje.

Dónde reunir
los mil pedazos
de cada persona.
TRAZO ESTÉRIL

¿Qué le pasa al timón?


La barca describe círculos
y ni una sola gaviota.

ERINIS ENFERMA

No tiene ojos
la serpiente que sostenía
le devoran las manos.

Esta columna
tiene un agujero,
¿ves a Perséfone?

Se hunde el mundo
guárdate, te dejará
solo en el sol.

Estás escribiendo;
la tinta ha mermado
la mar crece.
DESPUÉS DE BAJAR UN POCO
Samuel Beckett

Después de bajar un poco


a través de la inmundicia
donde todo es oscuridad
sin tener que mendigar
sin tener nada que dar
sin palabras sin sentido
sin tener necesidad
a través de la inmundicia
bajar un poco aún
donde todo es oscuridad
se vislumbra el manantial.
EL SUR DEL OCÉANO
Pablo Neruda

De consumida sal y garganta en peligro


están hechas las rosas del océano solo,
el agua rota sin embargo,
y pájaros temibles,
y no hay sino la noche acompañada
del día, y el día acompañado
de un refugio, de una
pezuña, del silencio.

En el silencio crece el viento


con su hoja única y su flor golpeada,
y la arena que tiene sólo tacto y silencio,
no es nada, es una sombra,
una pisada de caballo vago,
no es nada sino una ola que el tiempo ha recibido,
porque todas las aguas van a los ojos fríos
del tiempo que debajo del océano mira.

Ya sus ojos han muerto de agua muerta y palomas,


y son dos agujeros de latitud amarga
por donde entran los peces de ensangrentados dientes
y las ballenas buscando esmeraldas,
y esqueletos pálidos caballeros deshechos
por las lentas medusas, y además
varias asociaciones de arrayán venenoso,
manos aisladas, flechas,
revólveres de escama,
interminablemente corren por sus mejillas
y devoran sus ojos de sal destituida.
Cuando la luna entrega sus náufragos,
sus cajones, sus muertos
cubiertos de amapolas masculinas,
cuando en el saco de la luna caen
los trajes sepultados en el mar
con sus largos tormentos, sus barbas derribadas,
sus cabezas que el agua y el orgullo pidieron para siempre,
en la extensión se oyen caer de rodillas
hacia el fondo del mar traídas por la luna
en su saco de piedra gastado por las lágrimas
y por las mordeduras de pescados siniestros.

Es verdad, es la luna descendiendo


con crueles sacudidas de esponja, es, sin embargo,
la luna tambaleando entre las madrigueras,
la luna carcomida por los gritos del agua,
los vientres de la luna, sus escamas
de acero despedido: y desde entonces
al final del Océano desciende,
azul y azul, atravesada por azules,
ciegos azules de materia ciega,
arrastrando su cargamento corrompido,
buzos, maderas, dedos,
pescadora de la sangre que en las cimas del mar
ha sido derramada por grandes desventuras.

Pero hablo de una orilla, es allí donde azota


el mar con furia y las olas golpean
los muros de ceniza. Qué es esto?* Es una sombra?
No es la sombra, es la arena de la triste república,
es un sistema de algas, hay alas, hay
un picotazo en el pecho del cielo:
oh superficie herida por las olas,
oh manantial del mar,
si la lluvia asegura tus secretos, si el viento interminable
mata los pájaros, si solamente el cielo,
sólo quiero morder tus costas y morirme,
sólo quiero mirar la boca de las piedras
por donde los secretos salen llenos de espuma.

Es una región sola, ya he hablado


de esta región tan sola,
donde la tierra está llena de océano,
y no hay nadie sino unas huellas de caballo,
no hay nadie sino el viento, no hay nadie
sino la lluvia que cae sobre las aguas del mar,
nadie sino la lluvia que crece sobre el mar.

____________________________
* Nota del editor: en toda su obra Neruda siempre utilizó un único signo de
interrogación, el de cierre. Según testimonios de allegados, el de apertura no
existía en el tablero de su máquina de escribir.
SE QUERÍAN
Vicente Aleixandre

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,


a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos


laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,


entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo,


ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,


como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,


ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.
ELEGÍA INTERRUMPIDA
Octavio Paz

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.


Al primer muerto nunca lo olvidamos,
aunque muera de rayo, tan aprisa
que no alcance la cama ni los óleos.
Oigo el bastón que duda en un peldaño,
el cuerpo que se afianza en un suspiro,
la puerta que se abre, el muerto que entra.
De una puerta a morir hay poco espacio
y apenas queda tiempo de sentarse,
alzar la cara, ver la hora
y enterarse: las ocho y cuarto.

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.


La que murió noche tras noche
y era una larga despedida,
un tren que nunca parte, su agonía.
Codicia de la boca
al hilo de un suspiro suspendida,
ojos que no se cierran y hacen señas
y vagan de la lámpara a mis ojos,
fija mirada que se abraza a otra,
ajena, que se asfixia en el abrazo
y al fin se escapa y ve desde la orilla
cómo se hunde y pierde cuerpo el alma
y no encuentra unos ojos a que asirse...
¿Y me invitó a morir esa mirada?
Quizá morimos sólo porque nadie
quiere morirse con nosotros, nadie
quiere mirarnos a los ojos.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al que se fue por unas horas
y nadie sabe en qué silencio entró.
De sobremesa, cada noche,
la pausa sin color que da al vacío
o la frase sin fin que cuelga a medias
del hilo de la araña del silencio
abren un corredor para el que vuelve:
suenan sus pasos, sube, se detiene...
Y alguien entre nosotros se levanta
y cierra bien la puerta.
Pero él, allá del otro lado, insiste.
Acecha en cada hueco, en los repliegues,
vaga entre los bostezos, las afueras.
Aunque cerremos puertas, él insiste.

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.


Rostros perdidos en mi frente, rostros
sin ojos, ojos fijos, vaciados,
¿busco en ellos acaso mi secreto,
el dios de sangre que mi sangre mueve,
el dios de yelo, el dios que me devora?
Su silencio es espejo de mi vida,
en mi vida su muerte se prolonga:
soy el error final de sus errores.

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.


El pensamiento disipado, el acto
disipado, los nombres esparcidos
(lagunas, zonas nulas, hoyos
que escarba terca la memoria),
la dispersión de los encuentros,
el yo, su guiño abstracto, compartido
siempre por otro (el mismo) yo, las iras,
el deseo y sus máscaras, la víbora
enterrada, las lentas erosiones,
la espera, el miedo, el acto
y su reverso: en mí se obstinan,
piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,
beber el agua que les fue negada.

Pero no hay agua ya, todo está seco,


no sabe el pan, la fruta amarga,
amor domesticado, masticado,
en jaulas de barrotes invisibles
mono onanista y perra amaestrada,
lo que devoras te devora,
tu víctima también es tu verdugo.
Montón de días muertos, arrugados
periódicos, y noches descorchadas
y en el amanecer de párpados hinchados
el gesto con que deshacemos
el nudo corredizo, la corbata,
y ya apagan las luces de la calle
–saluda al sol, araña, no seas rencorosa–
y más muertos que vivos entramos en la cama.

Es un desierto circular el mundo,


el cielo está cerrado y el infierno vacío.
PRIMERA FOTOGRAFÍA DE HITLER
Wislawa Szymborska

¿Y quién es este niño con su camisita?


Pero ¡si es Adolfito, el hijo de los Hitler!
¿Tal vez llegue a ser un doctor en leyes?
¿O quizá tenor en la ópera de Viena?
¿De quién es esta manita, de quién la orejita, el ojito, la naricita?
¿De quién la barriguita llena de leche? ¿No se sabe todavía?
¿De un impresor, de un médico, de un comerciante, de un cura?
¿A dónde irán estos graciosos piecitos, a dónde?
¿A la huerta, a la escuela, a la oficina, a la boda
tal vez con la hija del alcalde?

Cielito, angelito, corazoncito, amorcito,


cuando hace un año vino al mundo,
no faltaron señales en cielo y en la tierra:
un sol de primavera, geranios en las ventanas,
música de organillo en el patio,
un presagio favorable envuelto en un fino papel de color rosa.
Antes del parto, su madre tuvo un sueño profético:
ver una paloma en sueños, será una buena noticia;
capturarla, llegará un visitante largamente esperado.
Toc, toc, quién es, así late el corazón de Adolfito.

Chupete, pañal , babero, sonaja,


el niño, gracias a Dios, está sano, toquemos madera,
se parece a los padres, al gatito en el cesto,
a los niños de todos los demás álbumes de familia.
Ah, no nos pondremos a llorar ahora, ¿verdad?,
mira, mira, el pajarito, ahora mismo lo suelta el fotógrafo.
Atelier Klinger, Grabenstrasse, Braunen,
y Braunen no es una muy grande, pero es una digna ciudad,
sólidas empresas, amistosos vecinos,
olor a pastel de levadura y a jabón de lavar.

No se oye el aullido de los perros, ni los pasos del destino.


El maestro de la historia se afloja el cuello
y bosteza encima de los cuadernos.
ÍNDICE

Anda que te andarás, a tu país volverás – Frédéric Mistral 2


Pájaros perdidos – Rabindranath Tagore 4
Cuando estés vieja y gris y somnolienta – William Butler Yeats 8
El amor que calla – Gabriela Mistral 9
En la niebla – Hermann Hesse 10
La muerte de San Narciso – Thomas Stearns Elliot 11
¡Qué tristeza de olor a jazmín! – Juan Ramón Jiménez 13
La lluvia – Salvatore Quasimodo 14
Dieciséis hai-ku – Yorgos Seferis 15
Después de bajar un poco – Samuel Beckett 18
El sur del océano – Pablo Neruda 19
Se querían – Vicente Aleixandre 22
Elegía interrumpida – Octavio Paz 24
Primera fotografía de Hitler – Wislawa Szymborska 27
© De la edición, Caravasar Libros (2018)

Portada, selección, edición y diseño: Armando José Sequera


Imagen de portada: “Cisne en Galway”, Armando
José Sequera

Todos los textos aparecidos en esta antología se han


obtenido en diversas páginas web y blogs dedicados
a la poesía.

Obra para la promoción de la lectura

Distribución gratuita

SE PROHIBE SU VENTA
El catálogo de CARAVASAR LIBROS es enteramente
gratuito y, para obtener sus títulos, no es necesario ningún
pago o compromiso, ni en el momento, ni posterior.
Tampoco hay límite en la cantidad de libros o
cuadernos que pueden bajarse de una vez.
Nuestros propósitos son la promoción de la lectura
y la difusión del arte literario.
Para bajar las obras disponibles sólo debe hacer
click en la siguiente dirección electrónica:

http://www.caravasarlibros.wordpress.com/
Frédéric Mistral (Maillane, Provenza, Francia, 8 de septiembre de
1830 – Marsella, 25 de marzo de 1914). Escritor francés en lengua
occitana. Premio Nobel de Literatura en 1904.

Rabindranath Tagore, (Calcuta, India, 7 de mayo de 1861 – Calcuta, 7


de agosto de 1941). Poeta, filósofo, dramaturgo y músico bengalí.
Premio Nobel de Literatura en 1913.

William Butler Yeats (Dublín, 13 de junio de 1865 – Roquebrune-Cap-


Martin, Francia, 28 de enero de 1939). Poeta y dramaturgo irlandés.
Premio Nobel de Literatura en 1923.

Gabriela Mistral, pseudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro


Godoy Alcayaga (Vicuña, Chile, 7 de abril de 1889 – Nueva York,
Estados Unidos, 10 de enero de 1957). Poeta, diplomática y pedagoga
chilena. Premio Nobel de Literatura en 1945.

Hermann Karl Hesse (Calw, Wurtemberg, Imperio alemán, 2 de julio de


1877 – Montagnola, Cantón del Tesino, Suiza, 9 de agosto de 1962). Escritor
y pintor alemán, naturalizado suizo. Premio Nobel de Literatura en 1946.

Thomas Stearns Eliot, conocido como T. S. Eliot (San Luis, Misuri; 26


de septiembre de 1888 – Londres; 4 de enero de 1965). Poeta,
dramaturgo y crítico literario británico-estadounidense. Premio Nobel de
Literatura en 1948.

Juan Ramón Jiménez Mantecón (Moguer, Huelva, España, 23 de


diciembre de 1881 – San Juan, Puerto Rico, 29 de mayo de 1958).
Poeta español. Premio Nobel de Literatura en 1956.
Salvatore Quasimodo (Modica, Sicilia, Italia, 20 de agosto de 1901 – Amalfi,
Italia, 14 de junio de 1968). Poeta y periodista italiano. Premio Nobel de
Literatura en 1959.

Yorgos Stilianú Seferiadis, conocido como Yorgos Seferis (Urla, Izmir,


Turquía, 13 de marzo de 1900 – Atenas, 20 de septiembre de 1971). Poeta,
ensayista y diplomático griego. Premio Nobel de Literatura en 1963.

Samuel Barclay Beckett (Dublín, 13 de abril de 1906 – París, 22 de diciembre


de 1989). Escritor y crítico literario irlandés. Premio Nobel de Literatura en 1969.

Pablo Neruda, pseudónimo de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto


(Parral, Región del Maule, Chile; 12 de julio de 1904 – Santiago, Región
Metropolitana, 23 de septiembre de 1973). Poeta y diplomático chileno.
Premio Nobel de Literatura en 1971.

Vicente Pío Marcelino Cirilo Aleixandre y Merlo (Sevilla, España, 26


de abril de 1898 – Madrid, España, 13 de diciembre de 1984). Poeta
español. Premio Nobel de Literatura en 1977.

Octavio Irineo Paz Lozano (Ciudad de México, 31 de marzo de


1914 – Ciudad de México, 19 de abril de 1998). Poeta, ensayista
y diplomático mexicano. Premio Nobel de Literatura en 1990.

Wisława Szymborska (Prowent, actual Kórnik, 2 de julio de 1923 – Cracovia, 1


de febrero de 2012) fue una poeta, ensayista y traductora polaca, ganadora del
Premio Nobel de Literatura en 1996.

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