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ESTUDIO DE LA EPÍSTOLA A LOS HEBREOS

Día 303 “La disciplina es para los hijos”


4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;5 y habéis ya olvidado la exhortación que como
a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
6 Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a
hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido
participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y
los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?10 Y aquellos, ciertamente por
pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su
santidad.11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto
apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Hebreos 12:4-11 (Reina Valera -1960)
¿Alguna vez ha visto a un padre o una madre agarrar firmemente a un niño travieso para llevarlo a donde tiene que estar?
A veces, nuestro Padre celestial tiene que ser fuerte con nosotros para dirigirnos. Aun como creyentes, somos un pueblo
rebelde inclinado a descarriarse. Por eso cuando nos alejamos, Dios nos ayuda a volver al buen camino.
La mano del Padre celestial está siempre sobre sus hijos, y cuando caemos en pecado, El aprieta con fuerza. A esa presión
la llamamos convicción de pecado. Al recordarnos: “Este pensamiento, o esta acción o actitud, no corresponde con quién
somos en Cristo”, el Espíritu Santo nos advierte del pecado. La convicción de pecado tiene el propósito de ayudarnos a ver
la condición de nuestra relación con Dios.
A veces, el Señor utiliza la disciplina para hacernos volver hacia el camino que abandonamos. La disciplina puede ser
dolorosa y costosa, sobre todo cuando hemos resistido la presión de la convicción. Sin embargo, como cualquier padre sabio
le diría, las consecuencias de la conducta necia, enseñan a un niño lecciones valiosas en cuanto a cómo mantenerse dentro
de los límites de lo correcto. Si el Señor nos abandonara a nuestra suerte, nos destruiríamos a nosotros mismos yendo tras
placeres fugaces y deseos egoístas. Dios tiene un mejor viaje en mente para nuestra vida: el viaje hacia la libertad perfecta
en Cristo, guiándonos con su tierna mano. Cuando nos desviemos de la senda, Él nos tomará con fuerza, y nos traerá de
regreso al buen camino. Bueno es Dios y para siempre su misericordia. Fredy & Maria Esther Salcedo.

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