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LA EXPANSIÓN ÁRABE

En el 642 los árabes se lanzaron desde Egipto hacia Occidente (el Magreb). En
el 647 vencieron a las fuerzas del prefecto bizantino y de ese modo pusieron fin a la
dominación de Bizancio sobre el Magreb. Fundaron Qairuán. Tras una parada temporal,
que corresponde al periodo de los cismas que dividían al mundo islámico, lanzan otra
oleada invasora hacia el oeste al mando de Ocba ibn Nafí. Veradero huracán que barrió
todo el Magreb hasta el Atlántico en cuyas olas espumosas hizo penetrar a su caballo,
estremecido aún, pidiendo a Alá que le concediera otros países y otras tierras para
conquistar.
No penetraron en dirección sur, pero sí lo hicieron en el Kawar y en el Fezzan.
Sin embargo, un contrataque bereber dirigido por Koceila destrozó a Ocba en el 683
llegando hasta Qairuán, que fue saqueada, y empujó a los restos del ejército árabe hasta
Egipto. Hassán, gobernador árabe de Egipto, tomó de nuevo la ofensiva, reconstruyó
Qairuán y echó al mar a los últimos bizantinos aliados con los bereberes. Estos, bajo el
mando de una sacerdotisa zenata, la Kahena, lograron rechazar de nuevo a los invasores
árabes a los que detuvieron hasta el año 703 en que volvieron a alcanzar el atlántico.
En el 711 dirigidos por Táriq (Dchebel al Tárik = Gibraltar) los árabes y
bereberes convertidos al Islam se lanzaron hacia la Península Ibérica donde
desarrollaron una brillante civilización en las tierras del emirato y luego califato de
Córdoba.
Mientras el Magreb continuaba en plena agitación. Algunos dirigentes bereberes
lograron por tercera vez expulsar a los árabes hasta Egipto, lo que obligó al califa fatimí
de El Cairo a incitar a los beduinos beni Hilal y beni Soleim, originarios de Arabia y
que efectuaban razzias contra Egipto meridional, a que prosiguieran su marcha hacia el
Magreb.
Pese a los pasajes de Ibn Jaldún en los cuales compara a los árabes con la
langosta, que no perdona ni siquiera a los bosques, la expansión hilaliana del siglo XI
no debe ser considerada como una avalancha aniquiladora y destructiva: “Sembraron la
ruina allí donde antes, desde las tierras de los negros hasta las orillas del Mediterráneo,
todo estaba cultivado”.
No parece muy real, sino una elocuente exageración para restarle importancia al
hecho. Una consecuencia importante de la invasión hilaliana fue la popularización del
Islam. En segundo lugar, porque sería falso oponer radicalmente a nómadas y
sedentarios, identificados con árabes y bereberes, respectivamente con demasiada
facilidad. Y finalmente porque también intervinieron otras tribus árabes muy diferentes
de los beni Hilal.
Los Ma`quil, llegados de Libia en el siglo XIII, siguiendo el borde del desierto,
fueron rechazados por Abú Yúsuf en 1270, viéndose obligados a dirigirse hacia
Mauritania. Estos son los antepasados de las tribus Hasan.
La conquista árabe del norte de África constituye un fenómeno histórico
trascendental para los tres continentes de cuyo punto de unión partió. En la costa
oriental, a través de Sáhara, los arabo-bereberes se dedicaron al tráfico de esclavos que
fue en aumento paulatino hasta el siglo XIX.
Dieron a África una de sus principales religiones, transformando áreas enteras de
su paisaje sociocultural, pues los intelectuales árabes, geógrafos e historiadores,
proporcionaron al África Negra un inestimable beneficio al permitirnos conocer por
medio de sus textos escritos las realizaciones sociopolíticas del Blad as-Sudán.
La geografía era para los árabes una necesidad porque en su imperio
cosmopolita que se entendió desde los Pirineos a la India eran necesarias obras que
sirviesen de guía. Tanto más cuanto que cada año convergían hacia Arabia verdaderas
masas de gente provenientes del todos los puntos cardinales, utilizando largas rutas y
difíciles de franquear para confluir alrededor de los santos lugares de La Meca.
Ptolomeo fue traducido al árabe, y los geógrafos árabes hicieron brillante contribución a
la Geografía, ya antes de las aportaciones de los portulanos portugueses.

Costumbres de los africanos del desierto de Libia


León el africano (obra de 1554, versión italiana), pp. 27-28.

Los cinco pueblos que habitan esta amplia zona del norte de África (Zanaga,
Guenziga, Terga, Lemta y Berdeua) tienen la misma forma de vida, sin norma ni
instituciones. Su vestido consiste en un paño estrecho de lana gruesa con el que cubren
la menor parte del cuerpo. Algunos llevan sobre la cabeza un paño de tela negra, casi a
modo de turbante. Los hombres principales, para diferenciarse del resto, llevan grandes
camisas, con mangas anchas (chilabas) tejidas con hilo azulado de algodón que les traen
los mercaderes que vienen de la Tierra de los Negros de donde también llegaban las
especias.
No usan otras monturas que los camellos y cabalgan sobre ciertas sillas que
colocan entre la joroba y el cuello de los camellos. No usan espuelas y les taladran la
nariz por donde pasan una cuerda a modo de brida.
Para dormir usan esteras tejidas de juncos muy finos. Hacen tiendas (jaimas) de
piel de camello y de lanas ásperas que producen las palmeras entre los racimos de
dátiles. Tienen gran paciencia para resistir el hambre. No suelen comer pan ni carne
sazonada de ninguna manera, sino que se nutren con la leche de los camellos, de la que
beben todas las mañanas una gran cantidad, caliente, recién ordeñada; por la tarde hacen
una cena ligera con un poco de carne seca y hervida en leche y manteca, de la cual una
vez cocida, toma cada uno su ración en la mano, y después sorben el caldo, para lo cual
por falta de cucharas usan de las manos. Después beben una taza de leche y este es el fin
de la cena.
Mientras les dura la leche no se preocupan del agua, principalmente en
primavera, por lo que muchos no se lavan ni las manos ni la cara (uso de arena a modo
de agua).
La vida la emplean en la caza y en apoderarse de los camellos de sus enemigos.
Y no se detienen en un mismo lugar más allá de tres o cuatro días, que es lo que tardan
los camellos en consumir la hierba que allí se encuentre.
Estos que viven sin regla ni razón tienen sin embargo en cada uno de sus pueblos
un príncipe, que hace como de rey y al cual tributan honores y obedecen ciegamente.
No solo son ignorantes en letras y artes, sino que también desconocen la práctica de
toda virtud, hasta el punto que no se puede encontrar en pueblo tan numeroso un solo
juez que pueda administrar justicia, de suerte que si algunos se ve obligado a
presentarse en juicio o quiere vindicar algún agravio recibido, tiene que cabalgar por
espacio de cinco o seis días para llegar a la tienda de un juez. La razón de esto es que
entre ellos nadie se dedica al estudio, ni sienten la necesidad de abandonar el desierto
para instruirse, y los jueces no quieren de buena voluntad presentarse entre tal canalla,
por no poder soportar sus costumbres y modos de vivir. Más los que se dedican a ello
son bien remunerados, pues pagan mil ducados anuales a cada uno aproximadamente.
Los hombres principales que usan turbante cuando comen descubren la boca,
pero una vez que han introducido en trozo de comida en la boca la vuelven a tapar.
Dicen que así como es gran descortesía para el hombre devolver la comida, también lo
es ingerirla delante de los demás.
Las mujeres, bastante voluminosas, son afables en el hablar y en darse las
manos. Algunas tienen por cortesía dejarse besar, pero es muy peligroso propasarse con
esto, porque sus maridos se matan entre ellos sin perdón por esto.
Son muy liberales con los extraños  legendaria hospitalidad del desierto,
aunque a causa de la gran sequía de aquellos lugares poca gente pasa por sus tiendas, ni
ellos frecuentan tampoco los grandes caminos. Pero las caravanas que atraviesan sus
desiertos se ven obligadas a pagar cierta gabela a sus príncipes, la cual consiste en un
pequeño paño o lienzo por cada carga de camello, que podrá importar el valor de un
ducado (el total).

Costumbres de los árabes que habitan África


Los que habitan en Numidia y Libia llevan una vida miserable y llena de
pobreza, no difieren en esto de los pueblos antes descritos, pero son más animosos y
trafican con sus camellos en la Tierra de los Negros. Tienen gran cantidad de caballos
de talle bajo, que en Europa se llaman caballos bereberes. Y se dedican diariamente a la
caza de ciervos, de asnos salvajes, avestruces y otros animales.
La mayor parte de los árabes de Numidia son versificadores y componen largos
cantos en los que describen con gran elegancia y dulzura sus combates, cacerías y temas
de amor. Visten a la manera de los númidas, sin embargo las mujeres tienen
indumentaria algo diferente.
Los desiertos en que viven estos árabes estaban ocupados antiguamente por los
pueblos de África, mas cuando esta generación de árabes penetró en África los expulsó
con sus armas y los númidas tuvieron que emigrar hasta los desiertos que confinan la
Tierra de los Negros. Los árabes que habitan entre el monte Atlas y el Mediterráneo
están más acomodados y son más ricos que los otros, principalmente en el vestir y en
los aderezos de sus caballos y en la belleza y magnificencia de sus tiendas. También
tienen caballos muchos más esbeltos, pero no tan veloces en la carrera como los del
desierto.
Estos árabes cultivan bien sus tierras y cosechan granos en abundancia, tienen
bueyes y ovejas, a causa de lo cual no pueden vivir siempre en el mismo lugar, porque
es insuficiente para tanto ganado. Son más bárbaros y de naturaleza más vil que los del
desierto, no obstante son muy liberales.
Los que habitan el reino fe Fez están sometidos y son tributarios del rey. Los que
habitan alrededor del reino de Marruecos y de Duccala antes estaban exentos de
tributos, hasta que los portugueses se apoderaron de Azafi y Azemur (1513 fue el
desembarco en Mazagán, permanecieron en Azamor hasta el año 1541). Se despobló
Duccala.
Los árabes que habitan los desiertos próximos de Telensin y de Túnez viven del
mismo modo que sus señores, porque cada uno de sus jefes recibe del rey provisiones
en abundancia y las distribuye al pueblo para evitar discordias y mantenerlos en paz y
unión amistosa. Tienen amor al orden y a que sus caballos estén bien guarnecidos. Sus
tiendas son hermosas y grandes. En verano suelen ir a los confines de Túnez a buscar
sus provisiones y, en el mes de octubre, se surten de todo lo que es necesario, tanto de
víveres como de paños y armas. Entonces se vuelven al desierto, donde permanecen
todo el invierno.
En primavera se dedican a la caza, persiguiendo con perros y halcones toda clase
de fieras y pájaros.
Sus tiendas (casas) están bien abastecidas de paños, cobre, hierro y latón, pero
no debe confiarse en ellos porque roban y asesinan de buena gana; por lo demás son
muy corteses. Aman la poesía y en su lengua común, que hoy está muy corrompida,
componen versos muy elegantes.
Las mujeres van bien vestidas, según la costumbre del país. Sus vestidos
consisten en ciertas camisas negras con las mangas anchas, sobre las cuales llevan una
tela del mismo color o también azulado, la cual se la ciñen o sujetan de tal forma que,
cayéndoles las extremidades sobre las espaldas por uno y otro lado, la abrochan sobre el
hombro con fíbulas de plata hechas con mucha habilidad. Llevan en las orejas muchos
anillos de plata, lo mismo que en los dedos de las manos. También se ciñen las piernas y
los talones con cerquillos como es costumbre de los africanos. Sobre el rostro llevan
ciertos velos horadados enfrente de los ojos y, cuando ven a algún hombre que no sea
pariente suyo, se cubren el rostro rápidamente y no hablan; pero cuando se hallan con
sus maridos y parientes llevan siempre el velo alzado.
Cuando se quieren trasladar de un lugar a otro, sientan a las mujeres en sillas-
en forma de cestas sobre los camellos y cubiertas de tapices, donde solo cabe una mujer.
Cuando se enfrentan al enemigo llevan consigo a sus mujeres porque les
reconfortan y les quitan el miedo.
Las mujeres se pintan el rostro, el pecho y todo el brazo, las manos y los dedos
porque lo consideran algo muy gentil. Esta costumbre la tomaron de los árabes
africanos, porque antes no la tenían, aunque entre los nobles de Berbería esto no se
acostumbra hacer, ya que entre ellos se estima que las mujeres conserven la blancura
con la que nacieron. El uso de la henna (humo de agallas y azafrán) para teñirse la cara
(triángulo en las cejas, otros dibujos geométricos, en el mentón hojas de olivo). Esta
moda es alabada por los poetas árabes y por los nobles. Pero solo la llevan dos o tres
días, porque durante ese tiempo no pueden presentarse ante sus parientes, excepto hijos
y marido, puesto que hacen esto para excitar la lujuria de los esposos, y al sentirse así
más atractivas.

Creencias de los antiguos africanos


En tiempos antiguos fueron casi todos idólatras. Mantenían el fuego sagrado
constantemente encendido día y noche, cuidando que no se apagase.
Los de Numidia y Libia adoraban a los planetas a los cuales ofrecían sacrificios.
Algunos pueblos negros veneraron a Guighimo (el señor del cielo) sin haber sido
instruidos por profeta ni doctor alguno. Algún tiempo después recibieron la ley judaica,
a la cual permanecieron fieles durante años, posteriormente algunos reinos de los negros
se hicieron cristianos, manteniéndose fieles hasta que apareció la fe de Mahoma en el
año 268 (Islam) el 881-882 dC. En esta época predicaron en África algunos discípulos
de Mahoma de tal modo que todos los reinos de los negros que confinan con Libia se
hicieron mahometanos. Solo algunos conservan la fe en Cristo. Los pueblos negros que
habitan cerca del océano atlántico son todos paganos y adoran a ídolos. Estos han sido
visitados por los portugueses que han tenido algún trato con ellos. (Recordar que León
el Africano escribe en el año 1554).
Los habitantes de Berbería fueron durante mucho tiempo idólatras. Doscientos
cincuenta años antes del nacimiento de Mahoma (321 d.C) se hicieron cristianos,
porque la parte en que están Túnez y Trípoli fue dominada por los señores de Pulla y
Sicilia; y la costa de Cesárea y Mauritania sometida por los godos. En aquellos tiempos,
muchos cristianos de Italia, huyendo del furor de los godos, fueron a habitar las tierras
próximas a Cartago donde crearon un dominio cristiano. Aquí se equivoca León el
Africano cuando dice que estos cristianos de África no obedecían a la iglesia de Roma,
sino que pertenecían a las reglas y fe de los arrianos, entre los que se encontraba
Agustín de Hipona (S. Agustín +430). (Los vándalos asediaron Hipona en el 430, la
defensa de la ciudad la organizó el mismo santo, por lo tanto no era arriano, ya que el
arrianismo lo introdujeron en África los vándalos)1.
Cuando los árabes conquistaron Berbería encontraron esta zona en manos de los
cristianos, por lo cual tuvieron muchos enfrentamientos violentos, pero fue voluntad de
dios dar la victoria a los árabes y los arrianos se vieron obligados a huir, pasando unos a
Italia y otros a España. Unos doscientos años después de la muerte de Mahoma (hacia el
800 d.C.) casi toda la Berbería se hizo mahometana, aunque pervivieron las heregías y
disensiones

1
El arrianismo es el conjunto de doctrinas cristianas expuestas por Arrio, un presbítero de Alejandría,
probablemente de origen libio. Algunos de sus discípulos y simpatizantes colaboraron en el desarrollo de
esta doctrina teológica, que sostenía que Jesús era hijo de Dios, pero no Dios mismo. Uno de los primeros
y acaso el más importante punto del debate entre los cristianos de esa época fue el tema de la divinidad de
Cristo, que surgió cuando el emperador Constantino oficializó el cristianismo. El arrianismo fue
condenado como herejía, inicialmente, en el Primer Concilio de Nicea (325) y, tras varias alternativas en
las que era sucesivamente admitido y rechazado, fue definitivamente declarado como herejía en el Primer
Concilio de Constantinopla (381). No obstante, el arrianismo se mantuvo como religión oficial de algunos
de los reinos establecidos por los godos en Europa tras la caída del Imperio romano de Occidente. En el
Reino Visigodo de Toledo pervivió al menos hasta el III Concilio de Toledo (589), durante el reinado de
Recaredo I, quien se convirtió al catolicismo oficial.

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