Renovación historiográfica en las universidades: Annales y la historiografía
argentina. Romero y Halperin Donghi
José Luis Romero y los inicios de la renovación La renovación historiográfica tiene sus inicios entre las décadas de 1930 y 1940, con José Luis Romero como figura central. Y posteriormente en los años posteriores a 1955. Romero finaliza su doctorado en 1938 en la Universidad de la Plata, facultad dominada por la Nueva Escuela Histórica. Romero no mostro entusiasmo con ciertos aspectos de la NEH como la excesiva concentración en la operación erudita de crítica y edición documental, y su enfoque descriptivo y orientado a las dimensiones ético- políticas del pasado histórico. Remero a diferencia de muchos de sus contemporáneos, muestra un sólido optimismo con respecto a su imagen del futuro. Además consideraba que el derrotero argentino se enmarcaba dentro de un proceso universal, por lo tanto no había una historia argentina sino una historia universal (de la civilización occidental). Tras un interés temprano en la historia antigua, en 1943 Romero escribe un artículo dedicado a Bartolomé Mitre. En el cual relativiza la centralidad de la labor erudita en Mitre, y disuelve la distinción entre historia erudita y filosofía que había formulado Carbía. Para Romero ambas dimensiones están presentes en Mitre, además de que la verdadera importancia de la obra mitrista fue la búsqueda de un respuesta histórica de la consolidación de la Nación Argentina. Otros aspectos de Mitre, que atraían al autor fueron su confianza en la utilidad pedagógica de la historia, y su capacidad de brindar una historia integral en la que tanto las minorías ilustradas como las masas populares ocupaban un papel. Ese mismo año también hace una lectura sobre Vicente Fidel López. En ella defiende la concepción de una historia universal planteada por López. También se muestra favorable hacia el interés de López por la filosofía de la historia y la idea de progreso universal. Sin embargo se mostraba distante con los planos de la historia entendida como resultado del accionar de individuos notables y un liberalismo menos progresivo y democrático que el que creía percibir en Mitre. Políticamente en los 30, Romero frecuenta los campos intelectuales antifascistas llevándolo a oponerse al golpe de 1943 y luego al peronismo. Estando afiliado al Partido Socialista. Uno de los primeros grandes historiadores con los que interactúa Romero fue Claudio Sánchez Albornoz, reconocido en España por sus estudios medievales. Aunque Albornoz a diferencia de Romero, se enfocaba en el aspecto jurídico-institucional y la operación documental. Romero también se relacionó con Fernand Braudel. Con la llegada del Peronismo, en 1946, Romero es desplazado de la Universidad. Lo que lo llevó a dedicarse a actividades como la dirección de colecciones de libros y dos años después a enseñar en la Universidad de Montevideo. En 1953, Romero crea la revista de historia de la cultura: Imago Mundi. Entre los temas tratados estuvieron la historia política, de las ideas, de las formas de saber y de la creación (filosofía, música, literatura, ciencia, educación, etc.) Allí Romero, dice que entre los objetos de la historia podemos encontrar tanto los hechos como las ideas y representaciones. Con respecto a la historia de la cultura resalta tres aspectos: la idea de que esta es un modo de preguntar sobre el pasado, la distinción entre ella y la filosofía de la historia, y de que debe ser comprendida en su dinámica del cambio histórico y en sus dimensiones d diversidad. La revista también consideró a la cultura académica oficial de la universidad peronista como arcaica y poco atenta al estadio de los estudios en el resto del mundo. Sin embargo dentro de la revista, sus miembros mostraban distintas posturas políticas e ideológicas. Entre sus colaboradores destacados podemos encontrar a Alberto Mario Salas y Tulio Halperin Donghi. El primero propuso una temprana convergencia entre historia y etnografía. Mientras que el segundo, en 1951 publica en un ensayo sobre Echeverría. Halperin también tuvo un paso por el extranjero, entre 1950-1951 en la Universidad de Turinl donde refuerza sus vínculos con la tradición croceana. Asimismo tuvo contacto con la obra de Antonio Gramsci. Su próxima experiencia fue en 1953 en Francia, donde se encuentra con Braudel participando de su seminario. Se sintió atraído por la búsqueda de la originalidad interpretativa pero distante como en la forma de escribir del francés. La caída del peronismo en 1955, posibilita la apertura de nuevas posibilidades para la renovación historiográfica, por ejemplo Romero se convierte en interventor en la Universidad de Buenos Aires. Esta designación permitió a otros miembros de Imago Mundi a ser designados como decanos interventores en distintas facultades. Sin embargo en el ámbito de la Historia, los avances fueron limitados manteniéndose la predominancia del cuerpo tradicional de profesores. Una novedad importante fue la creación de la catedra de Historia Social en la universidad de Buenos Aires, en 1957 originalmente para la carrera de Sociología e introducida dos años después en la de historia. Dentro de ella la influencia de Annales (historia económico-demográfica) se iría haciendo dominante. Más allá de Buenos Aires La renovación no solo se dio en Buenos Aires. Su penetración fue desigual, mientras que lograba introducirse con éxito en la Facultad de Rosario, en lugares como la Plata la Nueva Escuela Histórica mantuvo su preminencia. Nicolás Sánchez Albornoz llegó a Argentina en 1948, procedente desde España. Tras completar sus estudios, a partir de 1955 se desempeñó en distintas universidades como la de Buenos Aires, Rosario y La Plata. En Rosario se dedicó al estudio de la demografía y economía española a lo largo del siglo XIX, también tuvo como objeto de estudio el ámbito americano publicando “La población de América Latina” en 1968. Asimismo creo un grupo de trabajo para investigar la población del valle de Santa María durante el siglo XVIII y XIX. En esta última hubo una colaboración entre historiadores y antropólogos José Chiaramonte fue docente de la catedra de Historia del pensamiento Argentino. Entre su producción escrita, dedico ensayos a la ilustración en el Rio de la Plata durante el siglo XVIII. En sus Ensayos sobre la Ilustración Argentina (1962) muestra una de sus características historiográficas: la de abordar un tema desde distintos ángulos acotados y complementarios. Chiaramonte construye su análisis, a partir de la indagación de la obra de Juan Maziel y de sus vínculos con la ilustración española. Dos años después en la revista “Storica Italiana”; incorpora a su análisis sobre la ilustración rioplatense la influencia del iluminismo italiano. En 1964 publica un artículo sobre la crisis de 1866 y el proteccionismo de la década de 1879, mientras que en 1971 publica un libro dedicado a esa temática. En este trata el debate entre librecambistas y proteccionistas desde finales del siglo XVIII. En la universidad de Córdoba, fue importante Garzón Maceda director del departamento de historia desde 1960. Este oriento sus estudios hacia la historia económica y demográfica. Además se destacó por la formación de discípulos, entre ellos Carlos Asadourian, quien mostro un interés hacia el marxismo y la erudición histórica. En 1971 publica un artículo sobre la integración y la desintegración regional en el espacio colonial. Allí atiendo dos temas de la tradición braudeliana, la articulación de espacios económicos desde una perspectiva geohistórica y el ritmo lenta de las transformaciones de los mismos. La influencia de Annales en la historiografía argentina de la década del 60 Durante este periodo en las universidades argentina se produjo un intento de transformación de las prácticas historiográficas con numerosas influencias de la escuela francesa de Annales. Dentro de la escuela de Annales se pueden distinguir distintas etapas, la de Henri Berr a principios del siglo XX, la de Febvre y Bloch a partir de 1929 (se funda la revista de Annales), la que va desde 1946 a 1956 con Fernand Braudel, y finalmente el periodo de eclecticismo y consolidación intelectual. Durante su segunda etapa, surgen características como la apertura hacia las ciencias sociales y la intento de diferenciación con respecto a las tradiciones imperantes. Dentro de las distintas etapas de Annales se pueden distinguir varias innovaciones metodológicas, entre ellas los estudios de Bloch sobre la sociedad feudal y la historia agraria de Francia, la historia de mentalidades de Febvre, y los trabajos sobre la larga duración y la historia total de Braudel. Este grupo también conformo una percepción sobre cómo debía construirse la tarea historiográfica. Buscando una ruptura con el modelo tradicional. Esta clase de trabajos penetran en las universidades argentinas en la década del 60. Los intentos de renovación ya venían desde la década anterior, implicando a conformación de una comunidad académica en las, ciencias sociales que paulatinamente fue construyendo sus reglas de validación y reconocimiento y sus propios espacios. El grupo argentino se veía a sí mismo como renovador frente a la Nueva Escuela Historia y al revisionismo. Annales fue tomado como modelo para estos historiadores, teniéndose en cuenta la metodología que podía aportar la historia de las mentalidades, la seria o la de la larga duración. Asimismo de que permitía alejarse de la temática tradicional de la historia política. Los historiadores de la renovación también fueron influenciados por la sociología, la economía y el marxismo. Tradición sociológica Dentro de un marco de modernización, se crea la carrera y el departamento de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. En 1959 se crea un proyecto sobre el impacto de la inmigración masiva en el Rio de la Plata, dirigido por Gino Germani (sociólogo) y José Luis Romero. Economía e historia económica La nueva historiografía también interactuó con la economía. En 1961 se crea el Instituto de Desarrollo Económico y Social (Ides), ámbito decisivo para la colaboración entre economistas historiadores y sociólogos. El fin de un ciclo La intervención de las Universidades en 1966 fue una fecha clave para la historiografía renovadora. Este hecho llevó a la renuncia o exilio de numerosos profesores e investigadores. Sin embargo esta ruptura no termino con la producción intelectual de la historia renovadora, produciéndose una continuidad en el ámbito de la educación privada y exterior. Aunque dentro del ámbito intelectual se empieza a ver una radicalización. Halperin Donghi: Revolución y Guerra Muchas líneas de trabajo de Halperin, culminarían en su obra Revolución y guerra, publicada en 1972. Este trabajo aspiraba a ser una historia total, reflexionando sobre las relaciones con el espacio, la economía, a sociedad y la política. Las dimensiones ideológicas del proceso ocupan un lugar bastante limitado. Estas ideas ya habían sido exploradas en otro libro de Donghi. En Revolución y guerra las ideas se presentan como una formalización por parte de los actores de datos de una realidad con la que interactúan, y que al mismo tiempo aspiran a emplearlas como instrumentos justificatorios y como racionalización de su acción en la política concreta. Si se lo compara con Mitre, Halperin indaga con mayor detalle la diversidad regional del proceso revolucionario aunque manteniendo la dicotomía litoral-interior. Además Halperin se aleja de la imagen heroica o ejemplar del proceso, mostrando una narración con rasgos pesimistas. Halperin hace una distinción entre el espacio social y el espacio físico. Dentro del prólogo podemos ver comentarios sobre Mitre y Vicente Fidel López, representantes de la Historiografía argentina tradicional. Allí señala que Mitre pensaba que el surgimiento del centro de poder de Buenos Aires era “el signo por excelencia de un cambio mucho más abarcador: la forja de una nueva nacionalidad dentro de los límites del territorio que le había sido predestinado desde el origen mismo de los tiempos” (Halperin Donghi, 2002; 17). Como sujetos que hacen la historia podemos ver la mención de un grupo de hombres de elite que darían impulso a la revolución. Resaltando que el propósito de su estudio es “seguir las vicisitudes de una elite política creada, destruida y vuelta a crear por la guerra y la revolución” (Halperin Donghi, 2002: 18) Halperin se refiere a este escrito como “un libro de historia política” (Halperin Donghi, 17). Sin embargo se ve un interés del autor por hacer un análisis de la economía y sociedad, rasgo heredado de la escuela de Annales. En lo económico en varias partes del texto manifiesta una visión pesimista, debido a los efectos negativos del proceso revolucionario. En lo social también hace un análisis sobre la diferenciación y organización de la sociedad en la época del virreinato y de la revolución. En el siguiente fragmento muestra cómo se daba esto en las distintas regiones del espacio argentino, “Una división social según castas en el Interior, una estratificación social poco sensible a los cambios económicos en el Litoral (salvo en la zona de ganadería nueva), parecen entonces definir el entero panorama de la comarca rioplatense” (Halperin Donghi, 2002: 75). Otro aspecto a destacar son ciertas referencias a las mentalidades de los distintos grupos de la época. Podemos poner ejemplo la que tenían las elites de Buenos Aires sobre sus rivales: “desde la primera década revolucionaria, Buenos Aires se ha acostumbrado a ver en sus enemigos a los representantes de un salvajismo rústico al que es preciso cerrar el paso por cualquier medio” (Halperin Donghi, 2002: 428 Bibliografía
Devoto y Pagano, Capitulo 6: La renovación historiográfica. PP 339-431.
Korol, La influencia de los “Annales” en la historiografía argentina de la década del 60. PP 124-135. Revolución y guerra, Halperin Donghi.