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ANTONIO JOSÉ IREGUI:

UN INTELECTUAL COLOMBIANO DE LA PRIMERA


MITAD DEL SIGLO XX

POR
NATALIA MASULLO J.*

Este artículo se propone presentar un acercamiento a la vida y obra de


Antonio José Iregui (Cáqueza 1864 - Bogotá 1941), un notable y prolífico
pensador, activo no sólo en la vida intelectual de su época, sino también en la
política de su país. Fue uno de los cuarenta miembros de número de la Aca-
demia Colombiana de Historia de la primera década del siglo XX, su obra
escrita fue numerosa y su aporte en la enseñanza muy significativo. Asimis-
mo fue un hombre que no sólo estuvo inmerso en la intelectualidad de su
país, ya que fue miembro correspondiente de las academias de historia de
Madrid, Barcelona, París, Ateneo de Guatemala, Quito y Brasil y de la So-
ciedad de Geografía de París. De la misma manera, su viaje a Europa y a
Estados Unidos le permitió tener contacto directo con los grandes pensado-
res internacionalmente. Además hizo parte de la élite santafereña y llevó una
activa vida social1 .
Si bien Iregui fue un personaje bastante reconocido por sus contemporá-
neos, son pocos los estudios que se han hecho sobre su vida hasta la fecha.
Entre ellos encontramos: una biografía en el Diccionario Biográfico y

* Historiadora Universidad Javeriana, nataliamasullo@yahoo.com


1 Fue incluido en La Galería de Notabilidades Colombianas, colección de retratos de José
Joaquín Pérez que compila tarjetas de visita de numerosos personajes históricos del siglo
XIX y primeros años del XX. Dichas tarjetas eran encargadas por los mismos personajes lo
que pone de manifiesto el interés de Iregui por desempeñar un papel destacado en ese
sentido. De la misma manera podemos afirmar, por la educación que recibió, en el colegio
San Bartolomé la educación secundaria y en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario
la superior, y por los viajes que hizo a Estados Unidos y a Europa, que era un hombre de
familia adinerada.
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Bibliográfico de Colombia2 , otra en la Bibliografía Académica3 , una breve


nota que realiza Carlos Arturo Torres en su obra Idola Fiori4 y la biografía
que hace Alirio Gómez Picón con motivo del centenario de su muerte5 .
Las referencias a su obra o pensamiento son aún más escasas y no existen
estudios o análisis que profundicen en éstos. Historiadores actuales del pen-
samiento colombiano de su época, se han limitado sólo a nombrarlo. Así lo
hacen Leonardo Tovar González, en su artículo El pensamiento colombiano
en las postrimerías del siglo XIX6 , Javier Ocampo López en Positivismo
spenceriano y tradicionalismo en la Constitución de 1886. La Regenera-
ción7 , y Jaime Jaramillo Uribe en El pensamiento colombiano en el siglo
XIX8 . Los tres lo ubican dentro del pensamiento positivista como uno de los
representantes más significativos de la orientación spenceriana9 . Sin embar-
go, esta clasificación no es producto de un estudio de su obra o de sus ideas,
sino que sigue la realizada por los contemporáneos de Iregui sin el necesario
análisis que la legitime.
Iregui fue reconocido por sus coetáneos y por la prensa de su país como
uno de los hombres más comprometidos con la educación de los jóvenes
colombianos. Tanto Joaquín María Monroy, director de El Girondino: órga-
no de la juventud liberal de Colombia10 , como Arturo A. Quijano destacaron
su desempeño como educador dentro de la campaña liberal; el segundo lo
califica como “uno de esos pocos consecuentes con el programa doctrinario
y educacionista del liberalismo”11 .

2 Ospina, J. Diccionario Biográfico y Bibliográfico de Colombia, Bogotá, Ed. Águila, Tomo III,
p. 765. 1937.
3 Ortega Ricaurte, E. Bibliografía Académica. Bogotá, Ed. Minerva, 1953.
4 Torres, C. A. Idola Fiori. Ensayo sobre las supersticiones políticas. Tunja, Ed. La rana y el
águila, 1969.
5 Gómez Picón, A. “Centenarios académicos de 1964. El doctor Antonio José Iregui”, en
Boletín de Historia y Antigüedades. LI: 600-602 (octubre-diciembre, 1964), Bogotá, pp. 550-552.
6 Tovar González, L. “El pensamiento colombiano en las postrimerías del siglo XIX”. Gaceta
32 (abril, 1996): 121-128, Bogotá.
7 Ocampo López, J. “Positivismo spenceriano y tradicionalismo en la Constitución de 1886.
La Regeneración”, en Universitas Humanística. 15:26 (junio, dic, 1986), Bogotá, pp. 53-72.
8 Jaramillo Uribe, J. El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Bogotá, Ed. Planeta, 1996.
9 El positivismo se ha entendido como un método de conocimiento, una ideología política y una
corriente filosófica. Se ha señalado que los representantes de esta última son Augusto Comte y
Herbert Spencer.
10 Monroy, J. M. “Antonio José Iregui”, en El Girondino: órgano de la juventud liberal de
Colombia. 1:1 (abril, 1898). Bogotá.
11 Arturo A. Quijano. 1897. En la velada literaria a la Universidad Republicana celebró como
homenaje a su digno Rector Señor Antonio José Iregui, Bogotá, Ed. Samper Matiz.
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Iregui fue profesor de ciencias morales y filosóficas, psicología, biología,


sociología, historia nacional y universal, y antropogeografía. En 1890 fundó
con José Herrera Olarte y Rueda la Universidad Republicana y fue rector y
profesor en la Escuela de Literatura y Filosofía de la misma. Asimismo dictó
clases en la Universidad Externado de Colombia y en los colegios Mc. Douall
y Araujo, Codazzi y Académico. Además escribió varios libros para la edu-
cación de la juventud tales como: Fundamentos científicos de una reforma
docente en Colombia (1889), Tratado del relativo (1899), Curso teórico y
práctico de Economía Política adaptado a las necesidades nacionales (1905),
y textos aún inéditos como Historia Universal, Castellano Superior y Pro-
grama de Sociología (1897).
Respecto a la política sabemos que de joven combatió contra la dictadura
de Rafael Núñez, que fue preso político durante la guerra civil de 189912 , y
que durante toda su vida escribió y actuó en defensa del partido liberal. En
una entrevista realizada en 1915 por Jorge López Posada y publicada en El
Gráfico13 , señala que escribió numerosos artículos en El Relator, El Republi-
cano, La Crónica –órgano de la división pacifista del partido liberal–, El
Autonomista –órgano de la división belicista del partido liberal–, El Rayo X,
El Debate, El Nuevo Tiempo, la Revista de Jurisprudencia y Anales de ins-
trucción pública y que fundó la Revista Científica y El Educacionista; am-
bas publicadas por la Universidad Republicana.
En dicha entrevista afirma también que varios de estos artículos no fueron
firmados y que otros tantos fueron escritos bajo el seudónimo SUUM
QUIQUE con el que libró “batallas por la enseñanza y las libertades públi-
cas”14 . De años posteriores conocemos artículos –con firma– en periódicos y
revistas como Cromos, El Diario Nacional, Revista Liberal y El Tiempo.
También ocupó cargos públicos en la política tales como Representante al
Congreso en cuatro ocasiones (1916, 1917, 1932 y 1933) y Diputado por
Cundinamarca (1914, 1915, 1928 y 1929); asimismo fue miembro de núme-
ro del Centro Liberal Doctrinario y presidió la Convención Nacional de
Apulo15 .

12 León Gómez, A. Secretos del panóptico, Bogotá, Imprenta de M. Rivas, 1905.


13 López Posada, J. “Antonio José Iregui”, en El gráfico 24: 234 (mayo, 1915), Bogotá, pp. 674-
675.
14 López Posada, J. Ibídem, p. 674.
15 Primer y segundo vicepresidente: Antonio Samper Uribe y Uldarico Rozo. Se proponía:
“desarrollar una orientación afín que devolviera al liberalismo colombiano sus funciones
civilizadoras, como guardián de las libertades públicas”, acabar con varios aspectos negativos de
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Su obra escrita fue muy extensa, su primer escrito reconocido fue su tesis
de Derecho Limitaciones legales de la propiedad (1885). De años posterio-
res conocemos: Ensayo sobre ciencia constitucional (1897), Poder
adquisitorio y liberatorio de la moneda y la normalización de la economía
del país (1932), Ideario Liberal Doctrinario (1936), y El consenso humano
o historia del espíritu humano (1941).
También los artículos: “La última jornada de Rafael Uribe Uribe” (1914),
“El espíritu literario y al activismo” (1919), “El colombiano y la zona” (1934),
“Dura lex, sed lex” (1934), “El liberalismo social” (1935), y “Sociología
Política” (1935); asimismo algunos trabajos publicados en El Tiempo y com-
pilados en El Espíritu liberal contemporáneo y el mensaje a la Convención
Nacional (1929), otros publicados en el Diario Nacional e incluidos en Re-
cortes16 (1934).
Finalmente las dos biografías compiladas en la colección Colombianos
Ilustres. (Estudios y biografías): “Ensayo Biográfico. Luis A. Robles” (1916),
y “Ensayo Salvador Camacho Roldán. Síntesis histórica de las ideas y suce-
sos notables de mediados a fines del siglo XIX y perspectivas del siglo XX
en Colombia” (1919).
Sin embargo, esta lista es una pequeña parte de su obra. Entre sus textos
inéditos están Ensayo psicológico y sociológico sobre el consenso humano y
Ensayo sobre la familia como factor de la civilización; libros que califica
Carlos Arturo Torres de “dignos de admiración” y sitúa por encima de otros
trabajos del mismo autor. Además de estas obras escribió también los Ensa-
yos Biográficos de Manuel Murillo, Santiago Pérez, Rafael Núñez, Francis-
co Eustaquio Álvarez, y su autobiografía Memorias de Juan Polar.
Realizó también diversas alocuciones de tipo académico, literario y fune-
rario, de las que sólo conocemos algunas que fueron impresas: “Por la Patria,
por el pueblo y por la juventud” (1913), “Nuestra democracia y el obrero
colombiano” (1913), “Por la propiedad y por la Patria”, un discurso que

la vida nacional propios de la “hegemonía conservadora”, como la corrupción electoral, el


despilfarro de los fondos públicos, o la ausencia de una “noción democrática, cuya esencia es la
rotación de los partidos, a base de opinión”, e impulsar una “política agraria que acreciente las
fuerzas productoras del país y lleve a los mercados la riqueza de la zona, en vez de ser tributarios
de otros pueblos”. Antonio José Iregui, El Espíritu liberal contemporáneo y el mensaje a la
Convención Nacional (Artículos publicados por el autor y mensaje a la Convención Nacional
de Apulo), Bogotá, Ed. Minerva, 1929, pp. 19-21.
16 Este libro compila 56 artículos publicados en El Diario Nacional desde 1927 hasta el 1934. Está
dividido en tres partes: 22 estudios jurídicos, 12 siluetas políticas y 14 estudios literarios.
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Antonio José Iregui. El consenso humano o historia del espíritu humano,


Bogotá, Tipografía “Colón”, 1941.
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pronunció para la celebración del Centenario dedicado al prócer José Acevedo


Gómez (1910) y otro que presentó en 1904 en la Academia Colombiana de
Historia.
Todos y cada uno de estos ensayos, artículos, libros y discursos se carac-
terizan por una gran erudición, en ellos hay citas en latín, inglés, francés,
referencias muy frecuentes al legado de pensadores tanto de la Antigüedad
como contemporáneos –filósofos, historiadores, sociólogos, economistas,
políticos–, referencias a corrientes de pensamiento de diferentes culturas y
épocas, a hechos contemporáneos y del pasado nacionales e internacionales;
asimismo se caracterizan por un sólido fundamento teórico y filosófico y por
desarrollar los debates más apremiantes de su momento tales como la deter-
minación biológica o la libertad del individuo, y la contradicción o
complementación de la ciencia y la religión.
De acuerdo con la intención y el tema tratado, el lenguaje puede ser apa-
sionado y florido en algunas ocasiones, como también puede ser un lenguaje
“científico” con predominio de términos y postulados tomados de la biolo-
gía, la física, la medicina, etc. Asimismo, los temas desarrollados abarcan un
espectro muy amplio: sus escritos hablan sobre el liberalismo y la política, la
economía, la sociología, la gramática, la historia, así como también sobre la
vida de “hombres ilustres” de su tiempo.
Si bien en la gran mayoría de estos artículos, libros y discursos está pre-
sente la preocupación del autor por defender y difundir las ideas liberales, su
propósito último no es éste. Iregui es un político liberal que escribe para los
hombres de su partido, es sobretodo un intelectual de partido –aunque no
forzosamente partidista–, que si bien quiere defender las ideas liberales, bus-
ca alejarse de la politiquería. Su papel dentro de la política es más que todo
doctrinario y una de las preocupaciones más frecuentes en sus escritos es
fundamentar el liberalismo bajo bases “científicas”.
Iregui comparte preocupaciones con sus coetáneos liberales tales como la
búsqueda de una unidad en el interior de su partido o, por ejemplo, el comba-
te contra el socialismo. No obstante sus preocupaciones van más allá y no se
relacionan con los problemas inmediatos del liberalismo o sus contradiccio-
nes con el partido opuesto.
Nunca se verá que Iregui ataque los actos del presidente en curso, niegue las
medidas tomadas por el partido conservador o busque alimentar la oposición.
Iregui pretende dar valor a las ideas liberales y demostrar que éstas son la solu-
ción a todos los males del país; esto sin querer decir que las ideas de su adversario
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–el partido conservador–, sean “falsas” ya que él sabe –y además lo ve en vida17–


que en algunos momentos liberales y conservadores estarán de acuerdo.
El propósito de Iregui no es la construcción y aplicación de las ideas y
postulados liberales; éstos simplemente son el medio para lograr algo mayor,
algo que estaría por encima de cualquier interés de partido y que incumbe a
la humanidad. Esto se puede observar claramente en su obra póstuma y prin-
cipal: El consenso humano o historia del espíritu humano18 en la que el
autor recoge y reafirma sus ideas. Esta obra deja en claro que las preocupa-
ciones y objetivos de Iregui van más allá de los intereses partidistas y que su
mensaje se dirige no sólo a los liberales, sino a todos colombianos y a la
humanidad. La obra –como lo indica su título– desarrolla a cabalidad un
concepto que Iregui viene desarrollando desde principios de siglo XX y que
estará presente en todos sus escritos, el consenso humano.
Nuestro personaje define este concepto como la correlación de ideas, sen-
timientos, e intereses entre los hombres sin importar su raza, partido, “secta”
o clase, correlación que lleva a la comprensión y solidaridad de la humani-
dad; este consenso es por excelencia espiritual y no material. Si bien Iregui
señala que son tres los elementos que se correlacionan entre los hombres, el
consenso es por sobretodo intelectual. Para Iregui el campo intelectual o el
“mundo de las ideas” dirige y coordina la vida del hombre y de las socieda-
des, y por esto se le debe impulsar.
Iregui entiende que el progreso de la nación parte del desarrollo del indi-
viduo; no obstante este desarrollo no es suficiente; es necesario que se dé una
“asociación solidaria” entre los individuos. El desarrollo o “evolución” del
individuo depende directamente del método de conocimiento que éste em-
plee y de una forma de sentir y actuar derivada del método.
El método de conocimiento adecuado para el desarrollo del individuo y el
progreso de la nación tiene que ser por excelencia experimental y adaptativo;
el hombre que emplea el método de conocimiento experimental no se rige
por dogmas, sus creencias y principios están en constante adaptación a los
cambios, evolución y necesidades de la sociedad.
Iregui considera que existen tres clases de hombre, el “pensador”, el
“sabio” y el “hombre de fe”, que se distinguen por su método de conoci-

17 En el discurso como representante a la Cámara en 1931señala que los dos partidos se han puesto
de acuerdo en los puntos más importantes respecto a la nacionalidad.
18 Iregui, A. J. El consenso humano o historia del espíritu humano, Bogotá, Tipografía “Colón”,
1941.
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miento. El “pensador” es quien utiliza el método de conocimiento expe-


rimental y pasa su vida buscando la verdad, éste “no sujeta sus ideas a
ninguna preconcepción y pone sello personal y profundo a sus concep-
ciones”19 . Este tipo de hombre está desarrollado en las biografías de Luis
A. Robles y Salvador Camacho Roldán; sobretodo el segundo encarna
este tipo de hombre preciso para el progreso de la nación.
El “sabio” es quien posee un conocimiento ordenado del universo en un
grupo sistemático de hechos”20 ; mientras éste coordina, el “pensador” crea.
El “hombre de fe” es quien utilizando un método de conocimiento dog-
mático, es quien busca comprobar ideas a priori por medio de razonamien-
tos lógicos21 .
Sin embargo, el éxito del hombre no sólo depende de que emplee el mé-
todo de conocimiento experimental, también es indispensable que derive de
él su actuar y sentir. Sólo así puede lograr la armonía interior, así no sólo
habrá unidad en sus ideas, en sus sentimientos, o en sus actos, sino también
una congruencia entre los sentimientos y las ideas, entre el pensamiento y los
actos.
Iregui hace énfasis en que los actos y sentimientos de cada hombre no
deben contradecir su pensamiento; no obstante, defiende asimismo una serie
de valores morales y una forma de actuar en particular. El hombre debe por
encima de todo amar a su Patria y actuar siempre en beneficio de ella. Sus
actos, así como sus sentimientos, deben ser nobles, transparentes y sinceros.
Debe ser humilde, buen padre, esposo y amigo, su bondad debe extenderse
siempre hasta los más débiles y desafortunados.
El hombre debe ser también católico, creyente, pero no necesariamente
practicante; su religiosidad debe ser íntima y personal. Iregui postula que el
hombre, por naturaleza, se encuentra unido a Dios; para desarrollar esta idea
cita a Carlos Denis:
“(...) El alma humana, por sus raíces profundas, penetra en lo
infinito. El hombre no es un átomo aislado en el gran torbellino
vital. Su espíritu se encuentra siempre de algún modo en comu-

19 Iregui, A. J. “Ensayo Biográfico. Salvador Camacho Roldán. Síntesis histórica de las ideas
y sucesos notables de mediados a fines del siglo XIX y perspectivas del siglo XX en
Colombia”, en Rafael María Mesa Ortiz, Colombianos Ilustres, Bogotá, Imprenta San Bernardo,
1919, p. 12.
20 Iregui, A. J. Ibídem, p. 12.
21 Iregui, A. J. Ibídem, p. 12.
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nión con la Causa Eterna. Por la fuerza de las cosas el hombre se


aproxima a Dios (...)”22 .
Iregui construye una “moral laica” en la que si bien el hombre es un cre-
yente católico, no necesita esclavizarse a los “dogmas exclusivos de infalibi-
lidad intransigente” de la religión.
En el momento en que cada hombre adopta tanto el método de conoci-
miento experimental, como una forma de sentir y actuar de acuerdo a éste, se
convierte en un motor de progreso para la nación y de esta manera está dan-
do un paso para lograr el consenso humano.
La noción de consenso humano está construida a partir de problemas
teóricos y de la apropiación de algunos postulados de la biología y de teorías
sobre la evolución. El primer problema teórico manifiesto tiene que ver di-
rectamente con la forma de entender la verdad. Nuestro pensador defiende la
relatividad de la verdad frente a quienes, en nombre de la ciencia y de la
razón, la postulan como absoluta.
Por otro lado Iregui se sirve de conceptos y postulados de la biología. En
primer lugar postula la existencia de las leyes naturales y biológicas, que son
uniformes, constantes, y determinan la evolución del mundo y de todo lo que lo
compone. Señala también que el hombre no puede cambiar el curso que éstas le
imponen al universo, a la sociedad y a él mismo; sólo cuenta con cierta libertad
que le permite impulsar o retardar la evolución. En este momento Iregui se en-
cuentra inmerso en uno de los debates importantes de la época en cuanto a la
manera de entender al hombre. En este debate participan, por un lado, quienes
defienden que el hombre es predeterminado biológicamente, a lo que Iregui de-
nomina “fatalismo histórico”. Por otro lado, están quienes señalan que el hombre
es escultor de sí mismo, que nuestro pensador denomina “espíritu empírico”.
Iregui, se ubica en un punto medio y señala que si bien existen unas leyes natu-
rales y biológicas que determinan al hombre, “es indudable que el método y el
criterio para pensar y obrar, así como la exactitud del conocimiento, deciden del
acierto o del fracaso en la conducta de los hombres y partidos”23 .
De todos modos, Iregui muestra cómo el hombre no ha sabido impulsar el
“mundo de las ideas” y por el contrario, le ha impuesto obstáculos que han
retardado su evolución. El hombre, al creer que posee la verdad absoluta, cali-
fica como falso o erróneo las teorías, credos y opiniones diferentes a las suyas.
En lugar de buscar la verdad por medio de una actitud discriminante y

22 Iregui, A. J. Ibídem, p. 69-70.


23 Iregui, A. J. Ibídem, p. 82.
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rectificadora, trata de acabar con lo que se opone a sus creencias. Iregui, en


cambio, señala que por ley natural existen los contrarios y que es inútil tratar de
erradicarlos; por otro lado postula que las diferencias sólo existen en apariencia
y que siempre en el fondo hay una verdad común. Iregui busca ejemplos con-
cretos de cómo ha ocurrido esto en la historia de nuestro país. En sus escritos
de 1914 a 1930 señala que los obstáculos que se interponen a la evolución son
las divisiones partidistas y la intolerancia e infalibilidad de la religión de sus
contemporáneos. En el artículo “La última jornada de Rafael Uribe Uribe”
observa que, por encima de las diferencias, existen principios superiores desde
los cuales éstas resultan naturales e insignificantes:
“Pecado es para las multitudes pretender hallar nexos de solida-
ridad nacional fuera de los credos de partido, borrando las fron-
teras que el odio levanta como trinchera de sus dogmas.
Cismático es para ellos quienes procuren plantear las luchas
políticas fuera de los dardos religiosos, cerniéndose en las sere-
nas alturas de los principios de libertad de conciencia y de igual-
dad civil y política, desde los cuales los modos de creer y de
pensar no son sino naturales arrugas del paisaje de la vida. Pero
cuán pocos los que pueden apreciar las rectificaciones de las
verdades relativas como expresión de un consenso, de un alma
nacional!¡Perezcan los partidos y los hombres dirán, pero sál-
vense las fórmulas absolutas, abstractas e imposibles!”24
En el momento en el que escribe el autor este artículo considera que no es
posible alcanzar el consenso humano ya que los intereses de partido impiden
que se llegue a una unidad nacional y hacen que los dogmas y el odio primen
y dirijan la historia. Considera también que las diferencias entre los partidos
existirán siempre y que su lucha será interminable; la única solución posible
es que cada uno se preocupe de lo propio y permita al otro desenvolverse en
su espacio:
“Egoísmo y envidia son dos malos demonios que nos atormen-
tarán siempre, y la lucha de los partidos no terminará nunca. Lo
que hay de razonable es que cada cual haga el oficio que ha
aprendido y que no impida hacer el suyo a los demás”25 .
No obstante 15 años después, Iregui dirá en un discurso que a los partidos
conservador y liberal ya no los separan grandes diferencias y que se han
puesto de acuerdo en los sillares de la nacionalidad tales como el ciudadano,
la propiedad, la familia y la patria.

24 Iregui, A. J. El consenso humano... p. 333.


25 Iregui, A. J. Ibídem, p. 333.
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Iregui postula también que la religión se presenta como un obstáculo a la


evolución cuando es dogmática y fanática; en 1913, la compara con un “pa-
rásito dañino” del que es víctima el pueblo colombiano:
“Hay un parásito que, como el escolia que ataca la larva de la
cetonia, devora al niño; que, como el esfex de las alas amarillas
ataca al grillo, mata al joven; que, como la amófila paraliza a su
víctima sin matarla, para devorarla por más tiempo. Esta víctima
es el pueblo colombiano, y ese parásito es el fanatismo, ya le-
gión, que extiende su influjo mortal sobre las fuerzas vivas del
país. Libertémonos cuanto antes de su maléfico influjo nuestras
fuerzas sociales: el niño, el joven, la mujer, el obrero; la escuela,
el cuartel, el clero, todo lo que es vida nacional”26 .
Bajo el nombre de la religión y de Dios, el hombre ha justificado una serie
de actos en los que atenta contra el hombre mismo. En 1914 acusa a la reli-
gión de servir como medio para satisfacer intereses particulares:
“El fanatismo despierta y aíra la fiera manida. La fe no sería
recusada si los que la esgrimen contra el hermano, no se aliasen
con los conculcadores del derecho de los excluídos. Lo que es-
tos rechazan no es la creencia, ala, consuelo, aliento, y por tanto
respetable. Lo que condenan es la aparcería, que pone a Dios al
servicio del exterminio fraticida o del privilegio exclusivo, como
se dignan los autócratas ponerlo a la cabeza de sus ulanos y
cosacos, y permiten a la Providencia llenarles su despensa”27 .
Las referencias al problema de la religión y de los dogmas de la Iglesia si
bien se concentran en los primeros escritos de nuestro pensador, siguen pre-
sentes en su obra póstuma; donde señala que:
“Los dogmas religiosos no han dado paz entre los hombres. Al
contrario, han encendido hogueras inquisidoras, levantado ca-
dalsos para quemar herejes y soplado el exterminio de los disi-
dentes. Dos mil años de cristianismo no han disminuido el odio
de razas y de los pueblos, ni cegado las fuentes del robo y el
homicidio. Estos son los hechos que ninguna fe puede negar. La
miseria humana es hoy tan honda como ahora dos milenios”28 .
En escritos posteriores a 1929, el obstáculo que encuentra Iregui para la
evolución del universo es el socialismo. Se refiere primero a la problemática

26 Iregui, A. J. “Nuestra democracia y el obrero colombiano”, Conferencias, Bogotá, Imp. de


Gaceta, 1913, p. 10.
27 Antonio José Iregui, El consenso humano... p. 333.
28 Iregui, A. J. Ibídem, p. 437.
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de “importar instituciones de otros países, sin curarse de su justa adapta-


ción”29 . Si bien menciona que esta tendencia se explica por la “ley de imita-
ción” o por un “magnetismo de lo forastero” –que “induce a copiarlo, para
mejorar lo autóctono”–, afirma que debe ser superada porque la implanta-
ción del socialismo llevaría el país al caos.
Iregui postula que el socialismo niega las leyes naturales y de esta manera
el curso natural del mundo y las concreciones de su evolución; algunas de las
leyes que niega son:
“ley de cooperación y de solidaridad, que une el hombre al hom-
bre, el pueblo al pueblo y el continente al continente, por víncu-
los económicos, intelectuales y morales de interés y respeto
mutuo (...). La ley de la división del trabajo social, que solidari-
za el trabajo de todos los hombres. (...) La ley de justicia que da
a cada cual lo que es suyo. (...) La ley de la individualidad, que
eleva el yo, ligándolo al de los demás y al de la naturaleza, por
la ciencia y el arte. (...) La ley de la fraternidad, que vincula el
hombre al hombre, la clase a la clase y cambia el strugle for life
por l’entente pour la vie”30 .
Niega también la “ley de la conservación” que postula que la vida huma-
na no se conserva sino por el ejercicio de sus órganos. El pensador indica
que las funciones psíquicas y biológicas son los mismos derechos “entre los
cuales está, en primer término, el tener con qué sustentarla [a la vida huma-
na], esto es la propiedad individual, como dueño el hombre de sí mismo y de
su trabajo o función de sus órganos”31 . Por último se equivoca al negar el
valor de la individualidad y el de la propiedad32 .
Iregui postula también que la teoría del socialismo es errada por situar lo
colectivo por encima de lo individual; esta creencia se explica por las ideas
de A. Comte:
“El mito socialista viene de Comte, que tiene por real lo colecti-
vo y por irreal lo individual, que no se desarrolla sino en socie-
dad, bien que toda evolución parte de una génesis individual.

29 Antonio José Iregui, Discurso como Representante a Cundinamarca…, 1931, p. 14.


30 Iregui, A. J. Ibídem, pp. 14-15.
31 Iregui, A. J. Ibídem, p. 17.
32 “El hombre no vino a ser dueño de sí mismo, para regir su temor por su razón sino cuando fincó
su personalidad en el suelo, regado con el sudor de su frente, fundó el cercado de su hogar, y dijo:
esto, que yo he roturado con mis manos y fecundado con mi pensamiento, es mío, por derecho
de primer ocupante, y del trabajo que lo mejora. En ese momento de la evolución histórica, nació
la libertad individual, con la conciencia racional y la propiedad fruto del trabajo”. Iregui, A. J.
Ibídem, p. 16.
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La verdad es un producto individual, al paso que la mentira es


una convención social”33 .
Finalmente, el autor concluye que el socialismo es una “teoría regresiva”
ya que niega no sólo la individualidad sino también la propiedad, la familia y
la patria, en otras palabras “hace tabla rasa con los máximos avances de la
humanidad”.
Es así como Iregui se propone mostrarle al hombre la manera de impulsar
la evolución natural a la que está sujeto. Para lograrlo debe, en primera ins-
tancia, estudiar, conocer y desenvolverse en su entorno de acuerdo con las
leyes naturales y biológicas. Si bien su objetivo es acelerar la evolución, al
mismo tiempo debe adaptarse a los cambios y constantes que se presentan
por ley biológica. El hombre debe impulsar la evolución en la medida que las
leyes lo permitan ya que de hacerlo de una manera violenta, el universo, el
que está predeterminado por ley natural a una evolución que debe llevarse a
cabo paso por paso, puede caer en un caos irreversible.
De todos modos Iregui no se dirige a la humanidad cuando promueve el
impulso en pro de la evolución. Si tenemos en cuenta, por un lado, que para
Iregui el proyecto del consenso humano es algo puramente intelectual y, por
otro, su idea acerca de la gran mayoría de la población colombiana de su
época, podemos afirmar con certeza que no está hablando de un consenso
que integra a la humanidad, sino a unos cuantos elegidos. Iregui sostiene que
ante las leyes estatales los hombres son iguales, pero postula también que por
ley biológica no existen dos hombres que lo sean, ya que “por nacimiento,
los hombres no nacen iguales ni libres, sino desiguales en aptitudes, que la
educación acentúa”34 . Sin embargo, que no exista una igualdad entre los
hombres no es un problema, ya que, muy al contrario, “las desigualdades de
nacimiento y educación, coordinan el consenso, a pesar de la retardación
que lo inhibe”35 . De esta ley Iregui deduce que la razón no es accesible a
todos y que tampoco llegará a serlo; a diferencia de los sentimientos, que si
pueden llegar a hacer parte de las masas:
“No hay que esperar que la razón sea popular nunca. Las pasio-
nes, los sentimientos pueden venir a ser populares, pero la razón
será siempre la propiedad exclusiva de algunos elegidos”36 .

33 Iregui, A. J. El consenso humano, p. 115.


34 Iregui, A. J. Ibídem, p. 165.
35 Iregui, A. J. Ibídem, p. 450.
36 Iregui, A. J. Ibídem, p. 333.
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De esta manera, Iregui no integra al “rebaño”, las “multitudes”, el “con-


glomerado indígena”, o el “colmenar” a su proyecto nacional ya que éstos
son ignorantes y refractarios al conocimiento; para él, sencillamente, “la masa
no es la nación”37 .
Según Iregui, el medio de trabajo del obrero –o “desheredado de la suer-
te”– es el brazo, mientras que el del hombre liberal es el cerebro, y mientras
el primero trabaja para producir, el otro es quien brinda los instrumentos y
con su trabajo intelectual lo libera.
A lo largo de su obra Iregui subraya la importancia de la educación
gratuita y universal, ya que es la única solución para que la totalidad de la
nación colombiana supere la ignorancia; sólo la educación puede hacer
que las masas tengan como herramienta de conocimiento las ciencias y las
artes. No obstante, aunque se refiere a la educación como el mejor medio
para cultivar a todos colombianos y así hacer de ellos un grupo, en lo posi-
ble menos heterogéneo, en otros momentos señala que las diferencias de
nacimiento entre los hombres son acentuadas por la educación y le ve como
algo positivo.
A las clases populares o “masas” sólo hay que entenderlas como fuerza
de trabajo y mantenerlas contentas para que no se opongan al orden estable-
cido; éstas son “conciencia” en la medida que no perturban el trabajo de los
pensadores y no se dejan llevar por los “especuladores de catástrofes”.
Todas las virtudes que menciona del obrero –valor, conformidad, obe-
diencia, adaptación a las formas de vida superior– son cualidades que valen
más que por sí mismas, por los beneficios que le pueden traer a la élite. La
evolución de este primero es diferente a la del hombre intelectual; mientras el
segundo contribuye directamente al consenso de ideas, el obrero sólo lo hace
en la medida que no se presenta como un obstáculo para éste último. Ya que
el obrero no es y no será nunca un portador de ideas, la evolución lo adapta
gradualmente hacia la “vida intensa, por el aprovechamiento de la máquina y
de los métodos perfeccionados”38 .
Como conclusión se puede observar que el consenso humano es la solu-
ción a la tensión conceptual más importante del presente de Iregui: la defini-
ción de verdad. El consenso humano es el espacio por excelencia para
encontrarla. Al postular la existencia de una ley de los contrarios, prueba que
la contradicción en las diversas creencias y teorías es sólo superficial y que,

37 Iregui, A. J. Ibídem, p. 36.


38 Iregui, A. J. “Nuestra democracia y el obrero colombiano”… p. 10.
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en el fondo, existe una verdad común: la verdad relativa, que sólo se puede
encontrar al explorar en profundidad las creencias o teorías que a simple
vista se contradicen.
Al definir la verdad, es necesario también aclarar si ésta se encuentra en el
campo de la ciencia o de la religión; Iregui, así como lo hacen varios de sus
coetáneos, se ubica en un punto medio y señala que estos dos campos se
complementan.
Por último, es importante resaltar la originalidad de la posición de Iregui
al proponer, para el progreso de la nación, un método específico de cono-
cimiento. Su concepción es particular ya que mientras sus contemporá-
neos se preocuparon por proponer fórmulas dentro de los campos de la
economía, los valores morales, la tecnología, etc, el autor desarrolló un
enfoque a su vez más abstracto pero más específico, en un campo menos
explorado. Lo que brinda Iregui es un método de pensamiento aplicable
a diferentes circunstancias; en lugar de proporcionar fórmulas, nos ofre-
ce herramientas.

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