El Parque Pereyra Iraola constituye un extraordinario pulmón verde al sur del
Área Metropolitana de Buenos Aires. Ubicado casi íntegramente en el Partido de Berazategui, conforma una zona de amortiguación entre la Capital de la República y la Capital de la Provincia de Buenos Aires.
Junto a los Bosques de Ezeiza, al Oeste; y Campo de Mayo, al Norte, se erigen
como las tres grandes reservas verdes del Conurbano Bonaerense. Su rol es fundamental en el equilibrio de esta gigantesca masa construida, que sigue incrementándose en superficie y densidad.
Originado como un conjunto de estancias de cría de ganado de raza, fue
expropiado en 1949 definiéndolo como "la riqueza forestal de más alto valor de la zona del Gran Buenos Aires", cuya posible desaparición, a raíz de subdivisiones ocasionaría un "desequilibrio climático que redundaría en serios perjuicios para las pequeñas explotaciones agrícolas de la zona". Y en palabras del entonces gobernador Víctor Mercante, en su discurso inaugural, se dijo "...Si en alguna parte del país era necesario crear estos centros de distracción popular...era precisamente en las proximidades del Gran Buenos Aires, donde el hacinamiento de la vivienda llega al máximo y faltaban casi en absoluto lugares de turismo asequibles".
De modo inicial quedaron plasmados los objetivos de la expropiación: "con el
fundamento de salvar ese tesoro forestal y artístico estratégicamente situado entre Buenos Aires y La Plata, a la vez que realizar una vasta obra cultural, social, científica y turística".
Al día de hoy, paradójicamente, en tanto la conurbación metropolitana se
expandió exponencialmente y alberga más de 15 de millones de habitantes, el Parque sigue su proceso de degradación. Cuanto más se han acentuado las condiciones sociales y territoriales hace 70 años detectadas por las visionarias intenciones de los gestores del Parque, más fuerte es su caída. En cuanto más lo necesitamos, menos lo disponemos.
Ya no sólo los lúcidos objetivos fundacionales del Parque diluyen su
significado, sino que su propio futuro como tal carece de toda certidumbre.
De las 10.246 has. expropiadas en 1949, ya en 1958 comenzó un proceso
indiscriminado de concesiones y cesiones. En la década del 1975 a 1985, coincidente en su mayor parte con la última dictadura militar, el porcentaje de cesiones territoriales pasó del 37 al 76 %.
En el año 2007, se publica el Plan de Manejo que posibilitó la categorización
de Reserva de Biosfera de la Unesco, condición que por ahora mantiene el Parque. Según registros de ese momento, en las quintas productivas residían 159 familias con 723 personas. Ahora, según testimonio de los Guardaparques, esa cifra se ha cuadruplicado, sin que se hayan extendido los límites físicos de la zona agraria. Esto es resultado de un proceso descontrolado de subdivisión de la tierra por subarrendamiento, que para su sostén económico requiere una sobreexplotación del recurso suelo, con las consecuencias sociales y ambientales que esta práctica conlleva.
Las ocupaciones ilegales también se multiplicaron. En la estación Pereyra del
Ferrocarril Gral. Roca, se han instalado una serie de viviendas precarias sin servicios y carentes de toda regularización dominial.
El patrimonio Natural y Cultural, ese "tesoro forestal y artístico", sigue siendo,
a pesar de descuidos y negligencias, un extraordinario recurso social. Aquí la relación entre la cultura y la naturaleza se manifiestan como una unidad inescindible, donde una y otra se nutren mutuamente y adquieren su sentido profundo: "El concepto de patrimonio ambiental resulta entonces un concepto integrador, que supera la separación artificial entre patrimonio natural y cultural: está constituido por el conjunto de recursos culturales y naturales de una comunidad, que por sus usos, potencialidades, carácter, singularidad, poseen valor excepcional para el disfrute social que enriquece la experiencia humana en el doble y profundo sentido de continuidad de una cultura común y en la construcción misma de esa cultura".
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