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Problemas y desafíos en el Perú actual

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Carreras para Gente que Trabaja

Material de trabajo de la semana 7

Indicaciones: Integrantes:
 Este material debe ser resuelto de manera grupal. 1. Díaz Cueva, Walther
 Debe ser llevado a la sesión presencial, porque en base a U20309835
este se desarrollará la sesión. 2. Ecca Campaña, Andy

 El trabajo debe ser enviado, a través de Canvas, a su U19303060

docente en la fecha indicada. 3. Gago Ruiz, Ana Cecilia


U20100193
 El trabajo enviado será calificado y forma parte de la nota
4. Pérez Noya, Myriam
de Participación.
U20247528
 No olviden incluir los nombres de todos los integrantes del
5. Toro Vásquez, Marilyn
grupo que participaron en la elaboración del trabajo.
1410224

Tema El Fujimorato 1990 – 2000: régimen político y social


A partir de los videos vistos, conteste las siguientes preguntas.

1. Explique cuál es el contexto en que es elegido presidente Alberto Fujimori.

Fujimori llega con nuevas ideas, en el año de los 90’, encontrando a un Perú golpeado por el
desprestigio de los partidos políticos debido a la crisis económica, social, etc. que atravesaba nuestro país
en los 80’. Como siempre, la gente culpaba a los políticos y querían algo nuevo, en donde Fujimori llegó
como una persona que no tenía que ver con la política llegando de esta manera al poder y bueno, dos años
después de su mandato empezaron los problemas de su gobierno.

2. Explique qué se entiende por el autogolpe de Estado del 5 de abril de 1992 y cuáles fueron las
motivaciones.

En teoría un golpe de Estado se da cuando el ejército realiza un golpe contra todos los poderes del
Estado, el parlamento y el presidente, ante esto, el autogolpe que se dio en aquel mandato lo dio el poder
Ejecutivo en contra del Congreso y el Poder Judicial, motivado por las grandes diferencias que tenía el
Congreso con Fujimori. Ante ello, cierran el Congreso, canales televisivos, etc. todo apoyado por las Fuerzas
Armadas. Por ese motivo, es denominado como autogolpe
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3. Explique los aspectos más saltantes de la Constitución de 1993.

Los aspectos más saltantes de la constitución de 1993 son los siguientes.


 Permitió la reelección presidencial inmediata.
 Se nombró el congreso unicameral (120 miembros).
 Reconoce nuevos derechos de participación ciudadana.
 En materia económica, iniciativa privada libre y se facilita la libre competencia.
 Las empresas públicas y privadas están sujetas a las mismas normas.
 El estado puede ejercer actividad empresarial subsidiariamente y por ley expresa.
 La política monetaria es autónoma: El banco Central de Reserva es autónomo de decisiones
políticas

4. Describa dos acontecimientos ocurridos durante el gobierno de Alberto Fujimori en donde hubo
violación de derechos humanos.

Durante su gobierno de Alberto Fujimori, hubo varios hechos ocurridos en lo que respecta la
violación de los derechos humanos los dos más sonados son los siguientes.
1. La matanza de Barrios Altos ocurrido el 03/11/1991, en las que fallecieron 17 personas entre ellas
un niño de 8 años, ellos fueron asesinados equivocadamente debido a que fueron asociados al
terrorismo, pero dicha información fue herrada.
2. Santa el 02/05/1992, denominado como la masacre de Santa, se le conoce como el asesinato de
nueve campesinos, aunque se presume que hubo más, realizado por el grupo colina, esto ocurrió
en la provincia de Santa, departamento de Ancash. Tras cometer dichos asesinatos, los miembros
del denominado grupo colina, realizaron grafitis pro senderistas, para generar la idea de que se
trataba de un acto subversivo.
3. La matanza de la Cantuta el 18/07/1992, en su mayoría fueron estudiantes y profesores, ello fue
ejecutada por el grupo colina.
Este grupo colina fue creado por Vladimiro montesinos, dicho grupo lo conformabas miembros del
ejército activos y dirigido por el capitán Santiago Martin Rivas.
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Tema El Fujimorato 1990 – 2000: Régimen económico y corrupción

A partir de los videos vistos, conteste las siguientes preguntas.

1. Explique el contexto económico en que es elegido presidente Alberto Fujimori.

Alberto Fujimori llega a ser presidente del Perú, luego del gobierno de Alan García Pérez, quien,
según el Banco Central de Reserva, dejó al país con una inflación del 2.178.482%. Fue por eso que
Fujimori llegó al poder acompañado de un equipo técnico, el cual estaba conformado por siete
asesores económicos. Pese a que Fujimori durante su campaña había negado un shock económico,
el gobierno no tuvo más remedio que seguir las recomendaciones del Fondo Monetario
Internacional (FMI), es así que el 8 de agosto de 1990 anuncia una reestructuración de los precios a
lo que se llamó el fujishock. De alguna manera, esta medida ayudó al gobierno a controlar la
inflación, aunque provocó la devaluación de los salarios de la mayoría de la población.

2. Explique en qué consistió el programa de estabilización económica aplicado por Fujimori.

El programa de estabilización puesto en marcha en agosto de 1990 consiguió su objetivo central de


eliminar la hiperinflación. Asimismo, conjuntamente con las reformas estructurales llevadas a cabo
permitió sentar las bases para un crecimiento sostenido. La estabilización económica se dio luego del
fujishock, cuando durante el gobierno de Fujimori, se ajustaron algunos precios, ya que era netamente
necesario, de lo contrario, no se hubiera podido salir de la crisis en la que nos dejó el primer gobierno de
Alan García Pérez. La actividad económica estaba estancada, las reservas internacionales se habían
agotado y el país se encontraba aislado de la comunidad financiera internacional. En este cuadro de crisis
generalizada, se había perdido totalmente la credibilidad en la política económica del gobierno
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3. A partir de lo explicado en los videos y la lectura del texto de Campodónico, explique en qué consistió
la reforma neoliberal del gobierno de Fujimori.

“En agosto de 1990, Alberto Fujimori ganó las elecciones con un programa que negaba la aplicación de un
shock de precios. Sin embargo, al poco tiempo de ganar las elecciones, cambió de política y aplicó un
programa típico de reducción de la demanda interna –que se conoció como ´fujishock´– para enfrentar la
hiperinflación. El diagnóstico básico del programa de estabilización era que los precios dependían de la
oferta monetaria: la inflación estaba determinada directamente por el enorme crecimiento de la
cantidad de dinero. Esta concepción tomó cuerpo en un shock aplicado para revertir los principales
desequilibrios macroeconómicos: déficit fiscal, baja presión tributaria, déficit de la balanza de pagos,
hiperinflación y desorden de los precios relativos. Dancourt y Mendoza nos dicen que vinculados con el
mencionado desequilibrio existían atrasos en los precios básicos de la economía: tipo de cambio y tarifas
de los servicios públicos (agua, electricidad, gasolina). Este shock vino acompañado por un programa de
compensación social para los sectores más pobres. Tuvo un impacto duro y devastador, generando
condiciones de elevada anomia social. Los programas sociales asistencialistas recién fueron creados dos
años después, cuando la situación había comenzado a mejorar.

En marzo de 1991, una vez estabilizada relativamente la economía, Fujimori puso en marcha el
denominado Programa de Ajuste Estructural (PAE), aplicación del Consenso de Washington. (…) Los PAE
afirman que los problemas de América Latina tienen un origen endógeno, vale decir que su causa radica
en las políticas intervencionistas del Estado en la economía bajo el modelo de Industrialización por
Sustitución de Importaciones (ISI). Por tanto, plantean una política integral que otorgue prioridad al
mercado en la asignación de los factores de producción. Así, los llamados diez mandamientos del
Consenso de Washington fueron:
1. Disciplina fiscal
2. Reorientación del gasto público
3. Reforma tributaria: se priorizan los impuestos indirectos (impuesto general a las ventas [IGV])
4. Liberalización financiera: apertura de la cuenta de capitales de la balanza de pagos
5. Tipos de cambio reales unificados y competitivos
6. Liberalización comercial: baja de aranceles
7. Apertura a la inversión extranjera directa (IEI)
8. Privatización de las empresas estatales
9. Desregulación
10. Mercados laborales flexibles
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En consonancia con estos principios, los gobiernos latinoamericanos privatizaron las empresas estatales,
desregularon los mercados y abrieron las cuentas de capitales. Asimismo, se liberalizaron el tipo de
cambio, las tasas de interés y los mercados laborales, y se terminó con la reforma agraria.

Se crearon nuevas instituciones basadas en la libre competencia (Indecopi), se crearon las llamadas «islas
de eficiencia» -Comisión Nacional Supervisora de Empresas y Valores del Perú (CONASEV), SUNAT,
PROMPERÚ, PROMPEX, entre otras-, así como organismos reguladores para las políticas de precios de los
servicios públicos, casi todos basados en el enfoque de los costos marginales (electricidad y gas,
Osinergmin; telefonía, Osiptel; agua potable, Sunass).

La privatización
El escenario hiperinflacionario y recesivo que prevaleció en el Perú y en el resto de la región a fines de los
ochenta, legitimó un planteamiento fuertemente negativo sobre la pertinencia de la actividad
empresarial del Estado. Esto, unido a la caída de la Unión Soviética y al escenario de guerra interna, fue
aprovechado para generar un consenso en torno a la privatización de empresas públicas como solución
para la inflación, lo que proporcionó elementos para una privatización sin mayor resistencia. Así, el
presidente Fujimori inició la reestructuración del Estado, dando curso a una importante transformación
de las relaciones con la sociedad, que a su vez condicionó los vínculos entre los distintos grupos sociales y
actores políticos en el Perú.

La privatización constituyó un componente esencial del programa de reformas. El gobierno consideró que
era una herramienta a través de la cual el Estado dejaba en el sector privado la iniciativa empresarial, con
el fin de tornar eficiente la acción pública en aquellas áreas donde había perdido presencia en las últimas
décadas: educación, salud, seguridad y administración de justicia.

Por tanto, en el modelo correspondía al sector privado encargarse directamente de la actividad


productiva y constituirse en el motor del desarrollo del país. Así, la privatización no fue considerada
como un fin en sí misma, sino como un medio para reasignar los roles del Estado y el sector privado, a fin
de conseguir una mayor eficiencia en la asignación de recursos y en la producción de bienes y servicios.
(…)

El dinero obtenido por el Estado gracias a la privatización no fue bien empleado. Casi un tercio de los
ingresos fue gastado en programas sociales asistencialistas a los sectores pobres, llamados también de
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“focalización”. Esa ayuda social también fue funcional al desarrollo de un extenso clientelismo que
subordinó las ilusiones populares a los designios del poder político.
Un segundo tercio de los ingresos fue empleado en adquisiciones de bienes del extranjero,
principalmente en compra de armas. En estas compras el gobierno no cumplió con los procedimientos
administrativos, debido a la formación de una amplia red de corrupción. Cabe señalar, además, que
buena parte del armamento que se compró era obsoleto y de mala calidad y fue comprado a precios
elevados pagando enormes sobornos a funcionarios del gobierno peruano.

Finalmente, el último tercio de los ingresos sirvió para el pago de la deuda externa, sobre todo en los
años 1999 y 2000, a los acreedores de la banca multilateral. Así, se logró “aliviar” la difícil situación del
presupuesto de la República, al no requerirse ingresos internos para atender el servicio de la deuda.

El dinero de la privatización utilizado para gastos sociales pudo mitigar los niveles de pobreza –con
políticas de corte populista–. No sucedió lo mismo con el dinero gastado en armas, como ya hemos visto,
mientras que el pago de la deuda externa puso menos presión a las cuentas fiscales. Así, la venta de los
activos del Estado produjo una ilusión poco duradera por definición, ya que estos solo pueden venderse
una vez, por lo que no generan ingresos sostenibles”. (Campodónico 2015: 189-195, 202-207 En: Zapata
2015)

La reforma neoliberal de Fujimori consistió en abrir el limitado mercado nacional a las grandes
empresas transnacionales, existió mucha la desregularización de las relaciones económicas, laborales y
financieras. Así mismo se impulsó la industrialización del país, el estado se redujo en gran parte y se
privatizaron muchos servicios. También fue un periodo de inestabilidad en los trabajadores, de hecho, se
dieron muchos despidos masivos. El derecho de los trabajadores a la estabilidad en sus empleos es
señalado como un privilegio inaceptable por los poderosos, mientras las huelgas y protestas son
convertidas en delitos por atentar contra las inversiones.

En el Perú, el neoliberalismo se aplicó sobre la base del desmonte de las reglas de la democracia
liberal, ejemplo de ello fue el autogolpe de Estado de 1992, las privatizaciones mediante decretos
dictatoriales, la recomposición corrupta de la institucionalidad, la fraudulenta prolongación del régimen, el
vasto genocidio étnico llevado a cabo y el otorgamiento de amnistía a los miles de crímenes cometidos.

Finalmente, se dice que la reforma neoliberal desde sus inicios en 1990, es considerada como una
cadena de sistemáticas violaciones a los derechos a la vida, al empleo decente, a disfrutar de un ambiente
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saludable y especialmente a los derechos de las mujeres. Durante este periodo de reforma se expande el
crimen y crecen la pobreza y la desesperación de las mayorías

4. A partir de lo explicado en los videos y de la lectura del texto de Stéphanie Rousseau, explique los
factores permitieron el apoyo de las clases populares al gobierno de Fujimori.

«Tres factores explican el apoyo relativamente duradero que los sectores populares le brindaron a
Fujimori a lo largo de la década del 90. Estos pueden ser descritos como factores políticos, factores
relacionados a la identidad y factores materiales, incluyendo estas últimas dimensiones económicas y de
seguridad. (…) Fujimori propició una nueva fase de ruptura con la élite política asociada con el régimen
democrático de la década de 1980. Aun cuando los procesos fundamentales que han caracterizado la
debilidad de la democracia se mantuvieron, e incluso empeoraron –gobierno personalista, clientelismo,
ausencia de frenos y contrapesos institucionales, centralización del poder en manos del presidente–, la
“independencia” política de Fujimori y su habilidad para reconstruir un nuevo orden político, fueron bien
recibidos por los sectores populares que lo veían como una alternativa al estado de desesperación en el
habían estado inmersos por un tiempo.

El componente de identidad presente en el apoyo de los sectores populares estuvo relacionado con el
alto grado de identificación personal que una mayoría desarrolló frente a Fujimori. Como se ha
mencionado anteriormente, los sectores populares compartían con Fujimori su experiencia de
discriminación vinculada a su condición de hijo de inmigrantes japoneses, y sus antecedentes de clase
popular. Fujimori también utilizó referencias de la cultura popular en su lenguaje y en las imágenes de
marketing que fue creando a través de la utilización de ropa indígena en las diferentes regiones del Perú
que visitaba y, por otro lado, bailando en escenarios con bailarines de tecnocumbia (Degregori 2001).
También se hizo famoso por visitar los pueblos más remotos para inaugurar obras públicas, escuelas o
puestos de salud. Ese contacto tan amplio del presidente con los sectores populares no se había visto en
anteriores políticos peruanos. Al mismo tiempo, Fujimori jugó también con su origen asiático, el mismo
que estaba asociado con el éxito en los negocios y en las redes internacionales. Su llamado neopopulista
para los sectores populares se anclaba en una peculiar mezcla de referencias culturales que hacían eco en
muchos peruanos y que los llevó a desarrollar un lazo particularmente fuerte con el presidente.

Los componentes políticos y de identidad del apoyo de los sectores populares a Fujimori durante la
mayor parte de la década de 1990, probablemente no se hubieran mantenido por mucho tiempo sin los
beneficios materiales que recibieron las clases populares durante su gobierno. A pesar de la difícil
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situación económica en la que la mayoría de la población se mantuvo durante el gobierno de Fujimori, es


importante tener en cuenta el hecho de que su mandato se inició durante una crisis sin precedentes. De
hecho, fueron tres los principales logros, en particular, que los peruanos reconocieron como mejoras
claves en su vida socioeconómica. En primer lugar, en términos de seguridad, el gobierno logró avances
impresionantes contra los grupos insurgentes, como la detención de Abimael Guzmán, líder de Sendero
Luminoso, pocos meses después del autogolpe de abril de 1992. Si bien la violencia política siguió
acosando a los peruanos a lo largo de la década, como lo demostró por ejemplo la crisis de los rehenes
instigada por el MRTA en la Embajada del Japón en 1997, el número de ataques insurgentes en las
principales ciudades del Perú y en la mayoría de regiones se redujo drásticamente a partir de 1994, y
Fujimori demandó y recibió un reconocimiento personal por esta victoria.

Otros dos logros materiales relacionados con la seguridad fueron, en primer lugar, la mejora de la
situación macroeconómica en general, con una inflación estabilizada y el reinicio del crecimiento
económico a principios de 1990 y, en segundo lugar, las políticas sociales destinadas a beneficiar a los
pobres, las mismas que fueron aplicadas sobre todo después de 1993. Después de respaldarse en los
programas de apoyo a la emergencia que buscaron mitigar algunos de los impactos negativos de la
adaptación inicial al shock que tuvieron que enfrentar los sectores de bajos ingresos, el gobierno de
Fujimori desarrolló una amplia gama de programas de compensación social con el apoyo de fondos de la
cooperación internacional. La centralización de la mayoría de programas sociales bajo el paraguas del
Ministerio de la Presidencia, controlado por Fujimori, facilitó el vínculo directo entre el presidente y las
personas beneficiarias. La política social estuvo orientada por un enfoque de “reducción de la pobreza”
en correspondencia con el marco dominante de los organismos de crédito multilaterales a partir de los
años 1990. Consistió en la entrega de beneficios a corto plazo a través de los cuales los receptores de
ayuda seguían dependiendo de la asistencia estatal. La política del Estado no promovió el empleo
sostenible, ni proporcionó recursos productivos o de formación técnica. En cambio, los programas
sociales clientelistas concordaban con la necesidad de Fujimori de ejercer el control político directo sobre
los sectores populares marginados, y de hecho una serie de trabajos han demostrado que el gasto social
aumentó de manera significativa en los meses previos a las campañas electorales (Gonzáles de Olarte
1998, Cotler y Grompone 2000).

De esta manera, la política social no solo focalizó a los pobres de una manera paternalista, sino que
también se crearon relaciones clientelistas institucionalizadas entre los sectores populares y el Estado. En
un contexto en el que las organizaciones de los sectores populares ya estaban debilitadas y fragmentadas
debido a los años de violencia insurgente y contrainsurgente en las barriadas y zonas rurales, el ingreso
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masivo de las agencias estatales al ámbito de las necesidades básicas debilitó aún más su capacidad de
autonomía. El presidente se benefició directamente de las nuevas redes clientelistas dada la
concentración de recursos en el Ministerio de la Presidencia, que controlaba la mayoría de tales
programas, al menos hasta 1996, cuando se creó el Ministerio de Promoción de la Mujer y del Desarrollo
Humano (PROMUDEH). (…) El PROMUDEH prosiguió con la estrategia del gobierno de focalizar a los
sectores populares con la entrega de bienes que eran esenciales para la supervivencia cotidiana de la
población, ya que no tenían otra alternativa.

Esta descripción del apoyo brindado por las clases populares al gobierno de Fujimori corrobora la
afirmación de que este último representaba un nuevo tipo de régimen populista que continuaba con las
tendencias de representación política y de gobernanza que caracterizaron a la política latinoamericana al
menos durante la segunda mitad del siglo XX. Fujimori exhibió varios de los rasgos asociados con los
gobiernos populistas del pasado, tales como el liderazgo personalista, la movilización de un apoyo de
masas heterogéneas concentrado en las clases populares, y débiles canales intermediarios de
representación entre el líder y sus seguidores.» (Rousseau 2012: 90-94)

El apoyo de los sectores populares estuvo relacionado con el alto grado de identificación personal
que una mayoría desarrolló frente a Fujimori. Como se ha mencionado en la lectura, en los sectores
populares compartían con Fujimori su experiencia de discriminación vinculada a su condición de hijo de
inmigrantes japoneses, y sus antecedentes de clase popular. Así mismo Fujimori también utilizó referencias
de la cultura popular en su lenguaje y en las imágenes de marketing que fue creando a través de la
utilización de ropa indígena en las diferentes regiones del Perú que visitaba y, por otro lado, bailando en
escenarios con bailarines de tecnocumbia (Degregori 2001).

Otro factor importante que ayudo a que Fujimori tenga apoyo de clases populares fue que se hizo
famoso por visitar los pueblos más remotos para inaugurar obras públicas, escuelas o puestos de salud. Ese
contacto tan amplio del presidente con los sectores populares no se había visto en anteriores políticos
peruanos. Al mismo tiempo, Fujimori jugó también con su origen asiático, el mismo que estaba asociado
con el éxito en los negocios y en las redes internacionales. Su llamado neopopulista para los sectores
populares se anclaba en una peculiar mezcla de referencias culturales que hacían eco en muchos peruanos
y que los llevó a desarrollar un lazo particularmente fuerte con el Alberto Fujimori.
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5. A partir de los videos revisados y la lectura del texto de Alfonso, describa dos situaciones ocurridas
durante el gobierno de Fujimori donde sea posible identificar prácticas de corrupción.

“Montesinos y Fujimori celebraban, bajo un manto de secreto, algunas ocasiones especiales en compañía
de amigos y asociados íntimos. Los reporteros de prensa quedaban excluidos de estos acontecimientos,
un indicador simbólico de los lazos poco transparentes entre el poder ilimitado y sus colaboradores
encubiertos. Estas reuniones quedaron registradas solamente en las fotografías y videos del servicio de
inteligencia. En el quincuagésimo tercer cumpleaños de Montesinos, el 20 de mayo de 1998, había
bastante que celebrar en las lúgubres habitaciones y corredores del SIN. El régimen estaba consolidado
en el poder, la maquinaria corrupta venía operando con pocos problemas y la campaña para la segunda
reelección de Fujimori marchaba viento en popa. A la extraña reunión festiva acudió un grupo selecto de
parlamentarios, ministros, generales de las fuerzas armadas y de la policía, jueces, fiscales y empresarios.
Esta y otras celebraciones secretas eran una muestra representativa de las vastas redes y ramas de
corruptela en la década de 1990.

Las redes de corrupción tenían, al centro, la íntima e intrincada alianza entre Fujimori y Montesinos. El
primero se ocupaba fundamentalmente de la política y actuaba como imagen mediática populista; y el
segundo negociaba secretamente con el alto comando militar y reunía fondos ilegales en medio de
múltiples otras tareas de inteligencia desde el SIN, su cuartel general de espionaje. Durante la fase final
del régimen de Fujimori, Montesinos mantenía enlaces con casi todas las ramas de la estructura de
corruptela que controlaba el poder, manipulaba la información pública, saboteaba a la oposición y daba
el mal ejemplo a los rangos inferiores de funcionarios y a la sociedad en general. El tamaño, alcance y
composición de esta red fueron asombrosos (...).

Fujimori contaba con un núcleo interno de parientes a cargo de los intereses familiares que giraban
alrededor de su poderoso cargo. Víctor Aritomi Shinto, casado con Rosa, hermana de Fujimori, fue
nombrado embajador del Perú en Japón en 1991, un puesto clave que mantuvo hasta los últimos días del
régimen. Hábilmente, Fujimori y Aritomi utilizaron la nacionalidad japonesa, que podía otorgarles
protección e impunidad. Entre otras varias operaciones, Aritomi usó su inmunidad diplomática para
transportar con regularidad los ingresos ilícitos de Fujimori al Japón, en montos manejables como para
lavarlos sin dejar huellas evidentes. Además, la secretaria personal de Fujimori hizo transferencias
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bancarias a Aritomi de los fondos ilegales que el presidente recibía en el Perú. Aritomi también solicitó
donaciones y fondos de socorro humanitario que se canalizaron a la familia Fujimori.

Además, el poder y la influencia corruptora ejercida por Montesinos en el poder judicial se hicieron casi
absolutos después de 1992. Los jueces de la Corte Suprema y de los juzgados superiores y provinciales
conformaron una red de prevaricación y cohecho que otorgaba decisiones y sentencias a favor de
intereses privados y políticos protegidos por Montesinos. Un aliado principal de Montesinos en la Corte
Suprema fue el juez Alejandro Rodríguez Medrano, quien convocaba a otros jueces para presionarles a
dictaminar según lo requerido por el asesor presidencial. En un caso particularmente vergonzoso,
Montesinos le entregó al presidente de la Corte Suprema el borrador de una resolución favorable a la
apelación de Fujimori para postular a la presidencia del país por tercera vez, no obstante los
impedimentos constitucionales. El juez en cuestión y los miembros de la sala constitucional de la Corte
Suprema se reunieron con Montesinos en el SIN para tratar sobre dicha resolución, que luego aprobaron
oficialmente.

Desde su supuesta reforma en 1992, todo el sistema judicial estaba plagado de «innovaciones»
institucionales que servían como incentivo para los jueces mediocres y corruptos, y como castigo para los
honrados. Aproximadamente cincuenta jueces de cortes superiores y provinciales colaboraron en la red
judicial de Montesinos. En otro caso notorio, Blanca Nélida Colán, la fiscal de la Nación y cabeza del
Ministerio Público, desestimó diversas acusaciones formales contra Montesinos. Durante su larga
permanencia en el cargo (1992-2001), la fiscal accedió a una vida de considerable lujo que luego no pudo
justificar al ser encausada judicialmente.

El soborno de las autoridades electorales para que llevaran a cabo el fraude fue particularmente
escandaloso. En diciembre de 1999, José Portillo, el jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales
(ONPE), y aproximadamente cuarenta asociados vinculados a los congresistas Absalón Vásquez y María
Jesús Espinoza falsificaron parte de las miles de firmas necesarias para la inscripción de Perú 2000, el
rebautizado movimiento político de Fujimori. El fraude fue expuesto por informes de investigación
publicados en El Comercio. Para la falsificación se usaron padrones confidenciales de votantes de
elecciones anteriores. Además, un aparato sofisticado de espionaje telefónico masivo, que suministraba
información directamente a Montesinos, fue instalado en la sede central de la ONPE. Portillo, así como
Alipio Montes de Oca, el jefe del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), visitaban a Montesinos en el SIN
regularmente. Invariablemente, el JNE rechazaba todas las quejas legales presentadas contra las
maniobras reeleccionistas e inconstitucionales de Fujimori.(…)
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Varios representantes elegidos por la oposición en el Congreso fueron sobornados por Montesinos para
que cambiaran de bando en cuestiones claves, suministraran información confidencial acerca de los
partidos de oposición o apoyaran en secreto a la bancada fujimorista en las votaciones. Este tipo de
soborno se había venido dando desde por lo menos 1992, pero se intensificó después de las elecciones
de 2000 porque la bancada fujimorista ya no tenía la mayoría. Los congresistas sobornados asistían a
reuniones individuales y secretas con Montesinos en el SIN para concertar los pagos. Algunos recibieron
dinero directamente de manos del asesor. Cada congresista tránsfuga tenía su precio. El más notorio fue
el caso de Alberto Kouri, quien recibió 60.000 dólares para cambiar su lealtad partidaria inmediatamente
después de las elecciones de 2000.

La investigación sobre las actividades de otro de los congresistas tránsfugas, Jorge Polack, resulta
bastante reveladora de los tratos realizados entre Montesinos y los dueños de medios de comunicación
con el objetivo de manipular la opinión pública. Polack —el acaudalado propietario de Radio Libertad,
una radioemisora e instrumento valioso de su propia campaña electoral— había sido elegido al Congreso
en el año 2000 como integrante del partido de oposición Solidaridad Nacional. Polack fue acusado de
recibir cerca de medio millón de dólares de Montesinos. Al parecer, este habría sido el soborno más
grande dado a un congresista tránsfuga. Además, en agosto de 2000, la red radial de Polack habría
recibido pagos por 118.000 dólares de tres compañías bajo el control de Montesinos y sus agentes para
que emitiera avisos políticos. Polack, asimismo, fue sindicado por colaborar con uno de los agentes
confidenciales del asesor presidencial que estaba a cargo de los equipos de vigilancia telefónica. No
obstante, Polack sería solo la punta del viciado témpano mediático.

Los magnates de los medios de comunicación de masas fueron los mejor pagados por Montesinos,
debido a su papel estratégico en la información pública. Dado que solo una parte menor de la población
accedía a los medios impresos, el jefe de espías puso conscientemente la mira en la emisión televisiva
como el medio de comunicación más influyente para sus fines. Los medios de comunicación no fueron
censurados ni controlados directamente por el gobierno. Esta engañosa «libertad» de expresión y de
prensa fue la cobertura para incesantes y bien orquestadas campañas mediáticas que apoyaban el
«autoritarismo electoral» de Fujimori. El soborno de los magnates y celebridades mediáticas a cambio
del respaldo político a Fujimori y de lanzar campañas de difamación contra la oposición fue una de las
formas más perniciosas de corrupción que manejaron las altas jerarquías del gobierno.
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Los participantes más notorios en la corrupción de los medios fueron José Francisco y José Enrique
Crousillat, padre e hijo entonces propietarios de América Televisión, canal 4. Dicha estación televisiva
ofrecía programas parcializados, conducidos por Laura Bozzo, la anfitriona de denigrantes reality shows,
y otros presentadores. Los Crousillat le vendieron la línea editorial de su emisora a Montesinos, desde
por lo menos 1997, en cerca de 600.000 dólares mensuales. Montesinos arregló el refinanciamiento de la
deuda de siete millones de dólares que los Crousillat tenían con el Banco Wiese y garantizó el pago de
seis millones de dólares a los Crousillat, a través de la Caja de Pensiones Militar Policial-Banco de
Comercio, que se encontraba bajo control financiero de agentes montesinistas. Los Crousillat amasaron
fortunas personales de aproximadamente cinco millones de dólares en bienes raíces y en cuentas
offshore en el Caribe y en Panamá.

Montesinos aludía a este grupo de magnates mediáticos como el «equipo». Un video grabado en 1999
mostró a Ernesto Schütz, presidente del directorio de Panamericana Televisión, canal 5, negociando con
Montesinos por más de 12 millones de dólares para que vendiera su línea editorial y atacara a la
oposición. Schütz tuvo que contentarse con 1,5 millones de dólares al mes por un total de 9 millones. Los
hermanos Samuel y Mendel Winter tal vez recibieron menos por la venta de su contenido editorial, pero
quedaron agradecidos, pues lograron apropiarse del canal 2 en 1996, gracias a la persecución contra
Baruch Ivcher, el principal accionista. Ivcher se vio obligado a exiliarse y fue privado de su ciudadanía
peruana después de que le retirase su respaldo a Fujimori y emitiera informes reveladores sobre la
tortura y el espionaje telefónico. Genaro Delgado Parker, un importante accionista de canal 13 que tenía
crónicos problemas legales, le prometió a Montesinos que despediría al periodista independiente César
Hildebrandt a cambio de una sentencia favorable en una disputa por la propiedad de acciones del canal.
(…)

La prensa amarilla, a la cual se conocía colectivamente como la «prensa chicha», atendía a las masas mal
informadas. Los propietarios y editores de estos pasquines mostraban gran imaginación en propagar
insultos estrambóticos, desinformación y manipulación sociopolítica. Los más exitosos en este tipo de
periodismo y sus campañas «psicosociales» fueron los hermanos Alex y Moisés Wolfenson (este último
un congresista fujimorista elegido en 2000), editores de El Chino. Otros propietarios de periódicos chicha
como Rubén Gamarra (La Yuca) y José Olaya (El Tío) fueron sindicados por recibir cuantiosos subsidios
impropios en 1999. Augusto Bresani, un periodista cercano al SIN, trabajó con Montesinos y el publicista
Daniel Borobio en la transmisión tanto de titulares como de dinero a los editores de la prensa chicha.
Bresani no solo recibía dinero de Montesinos sino también, a partir de 1997, de importantes
corporaciones privadas decididas a prestar respaldo a Fujimori y sus campañas sucias. Entre los
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principales contribuyentes de la prensa chicha figuraron compañías extranjeras y grupos empresariales


nacionales. En marzo y abril de 1998, la prensa chicha lanzó una virulenta campaña de difamación contra
prominentes periodistas independientes que iban descubriendo los aspectos más escabrosos del
régimen, en particular aquellos que publicaban informes acerca de las fechorías de oficiales militares y de
inteligencia en La República, entre ellos Fernando Rospigliosi, Ángel Páez y Edmundo Cruz. La
manipulación de la prensa amarilla, complementada con amenazas de muerte y acusaciones de traición,
representaba una censura ex post facto que caía pesadamente sobre los periodistas más honrados.
(Quiroz 2013: 466-483, 495-505)

Primero, las irregulares actividades del embajador del Perú, Victor Aritomi Shinto en colusión con
Alberto Fujimori. Por un lado, recibía dinero ilícito remitido por Fujimori para lavarlos y ocultar su
procedencia. Las formas comunes de trasladar el dinero a Japón eran, usando su inmunidad diplomática
para el transporte y por transferencia bancaria hecha por la secretaria personal del ex presidente. Por otro
lado, fue intermediario, junto a su esposa Rosa, de manejar las donaciones y fondos de socorro
humanitario que debía ser enviado al Perú. Las donaciones nunca llegaron a su destino original, sino fue
manejado por la hermana del presidente, direccionando las donaciones a cuentas personales.

Segundo, el soborno por parte de Montesinos a las distintas autoridades con la finalidad de
controlar el sistema político. En principio, Montesinos sobornó a las autoridades judiciales, desde el Poder
Judicial, hasta la Fiscalía de la Nación. En la Corte Suprema conformó una red de corrupción, donde sacaban
sentencias a favor del régimen. También, controlaba por medio del soborno a las autoridades electorales.
Uno de los hechos más sonados fue la falsificación de firmas para la reinscripción del partido Perú 2000,
con el que podrían participar nuevamente en las elecciones del año 2000.

6. Describa, con sus propias palabras, el proceso de la caída de Alberto Fujimori.

En noviembre de 2000, tras sus (10) años a cargo de la Presidencia del Perú, Alberto Fujimori quería
reelegirse. Sin embargo, su propia constitución no lo permitía, pero argumentando que su primer mandato
no era válido, porque se dio con la anterior Carta Magna, este participó en las elecciones presidenciales de
ese entonces.
Alejandro Toledo, opositor al gobierno, compitió en contra de Alberto Fujimori y este llevaba una
ventaja en los sondeos a boca de urna. Sin embargo, pasado las horas los conteos oficiales daban como
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ganador a Alberto Fujimori, tildando a dicho sufragio como fraude. Posteriormente, en voz de protesta
Alejandro Toledo decidió no participar en la segunda vuelta, declarándose así mismo Alberto Fujimori como
ganador.
Más adelante, la oposición junto con Alejandro Toledo, realizó la marcha de los (04) suyos en
protesta por el régimen corrupto de Alberto Fujimori. Fue entonces que, a inicios de noviembre, se difundió
el primer “Vladi-video” comprando la conciencia de uno de los congresistas elegido, el sr. Alberto Curi a
cambio de 15,000 dólares americanos. Tras la divulgación de ese y varios videos más de sobornos a
parlamentarios, el 19 de noviembre del 2000, Alberto Fujimori renunció al cargo de presidente de la
República desde Tokio, Japón, vía fax y pidiendo asilo político en dicho país. Sin embargo, su renuncia no
fue aceptada por el Congreso de la República y este decidió destituirlo por incapacidad moral.
Posteriormente, se dio lugar a la sucesión legal del cargo y asumió el poder el sr. Valentín Paniagua,
presidente del poder legislativo, quien encabezó un gobierno de transición.

Bibliografía
Quiroz, A. (2013). Historia de la corrupción en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos / Instituto de
Defensa Legal.

Rousseau, S. (2012). Mujeres y ciudadanía: las paradojas del neopopulismo en el Perú de los noventa . Lima:
IEP.

Zapata, A. (Coord.) (2015). Perú: la búsqueda de la democracia 1960-2010. Tomo 5. Madrid: Fundación
MAPFRE y Penguin Random House.

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