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Había una vez, en un pequeño pueblo, un grupo de animales que vivían juntos

en armonía en un bosque frondoso. Los animales de diferentes especies, como


conejos, ciervos, pájaros, ardillas y zorros, compartían el bosque y se llevaban
muy bien.

Sin embargo, un día, un conejo nuevo llegó al bosque y comenzó a molestar a


los demás animales. El conejo era muy egoísta y siempre intentaba quedarse
con toda la comida para él solo. Además, siempre trataba de dominar y
controlar a los otros animales del bosque.

Los demás animales del bosque estaban muy molestos con el comportamiento
del conejo. Decidieron tener una reunión y discutir cómo podían solucionar el
problema. El ciervo sugirió que deberían confrontar al conejo y decirle que su
comportamiento no era aceptable. Pero las ardillas y los pájaros pensaron que
eso sólo empeoraría las cosas.

Finalmente, después de una larga discusión, los animales del bosque decidieron
hacer algo diferente. Decidieron invitar al conejo a una cena en la que cada uno
de los animales traería un plato de comida para compartir. El objetivo era
mostrarle al conejo la importancia de compartir y convivir en armonía.

El conejo aceptó la invitación y llegó a la cena con un plato de zanahorias para


compartir. Mientras se sentaba a la mesa con los otros animales, comenzó a
darse cuenta de lo feliz que era la comunidad de animales del bosque. Vio
cómo todos los animales compartían su comida y se ayudaban mutuamente.

Al final de la cena, el conejo se disculpó por su comportamiento egoísta y


prometió ser más considerado en el futuro. Desde entonces, el conejo se
convirtió en un miembro valioso de la comunidad de animales del bosque, y
todos los animales vivieron felices y en armonía juntos.

La moraleja de la historia es que la convivencia armoniosa depende del esfuerzo


y la colaboración de todos los miembros de la comunidad. Cuando las personas
o los animales trabajan juntos para crear un ambiente de respeto y
colaboración, todos se benefician.

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