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Identidad e intimidad en nuestro contexto cultural frente

a la identidad e intimidad en el Evangelio según Juan

Mg. Guillermo Mejía Castillo

El Evangelio según Juan destaca la identidad de hijo de Dios de quienes


creemos en Jesús, el Cristo. Esta identidad trae consigo vida abundante (1:12b; 3:15-
16; 10:10; 20:31). El Verbo hecho carne, quien da a conocer a Dios, nos invita a
peregrinar –andar la vida– con él, naciendo de nuevo, desmontando nuestros propios
prejuicios, buscando la gloria que viene de Dios, creyendo verdaderamente en él,
etc. (1:14, 18, 39; 3:3-8, 13; 5:44; 7:38). Este peregrinaje con Jesús nos introduce a
una relación de intimidad con Dios, en la que los cielos se abren, Jesús nos revela su
gloria, vemos el reino de Dios, practicamos la verdad, reconocemos que su
enseñanza viene de Dios, tenemos la luz de la vida, nos hace ver, reconocemos la
voz del pastor, nos ama hasta el fin, etc. (1:51; 2:11; 3:3, 21; 4:14; 5:21, 25, 40;
7:17, 38; 8:12; 9:25; 10:4: 13:1). A partir de esta intimidad con Dios, somos
apremiados a servir al prójimo (13:14; 21:15-17).

Tratando de discernir y de aplicar la literatura juanina a nuestro contexto de


manera contracultural, encuentro que la identidad del ser humano, en nuestro
contexto cultural y sociológico secular, es entendida como un accidente de la
naturaleza, como “un coito de odios encontrados que da lugar a un intruso”.1 Así es
como Milán Kundera describe, en su novela La fiesta de la insignificancia, la
percepción frívola de nuestra sociedad sobre nuestra identidad. El intruso aquí es
Alan –el personaje principal de esta obra–. Alan se describe así mismo como un
intruso, a partir de que su propia madre le cuenta que ella no quiso traerlo al mundo,
pero su amante se sobrepuso durante el coito. El peregrinaje, es decir: andar la vida,
que surge de una identidad así, se refleja en la obra de Kundera como “la estupidez
eterna del hombre”.2 No hay intimidad que nos proyecte a amar y servir al prójimo,
como sí sucede en el Evangelio según Juan; más bien, en nuestro contexto cultural
secular tenemos una identidad que, intencionalmente o no, se forja y se desarrolla en
la insignificancia. Con razón, Armand Nicholi Jr. afirma que “muchos jóvenes de
hoy consideran que su cultura ya no responde a las preguntas sobre propósito,
significado y destino. Sienten que hemos fracasado en cuanto a proveer alguna razón
para la esperanza”.3

La literatura juanina, aplicada contraculturalmente, nos da una cosmovisión


alternativa de vida plena a partir de nuestra identidad como hijos de Dios que
podemos vivir en intimidad con él a través de Jesús, el Cristo, y proyectarnos a

1
Milán Kundera, The Festival of Insignificance, trad., Linda Asher (Nueva York: Harper, 2016), 59.
2
Kundera, Insignificance, 77.
3
Armand Nicholi Jr. “Hope in a Secular Age”, en Finding God at Harvard: Spiritual Journeys of Thinking
Christians, ed., Kelly Monroe (Grand Rapids: Zondervan, 1996), 113.
servir al prójimo en los ámbitos cotidianos, ya sean políticos, económicos, laborales,
artísticos, de consejería, etc.

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