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LAS MANIFWARACIONES DEL KARMA

11 conferencias impartidas en Hamburgo del 16 al 28 de mayo de 1910


 LAS MANIFESTACIONES DEL KARMA - GA120
 CONTENIDO
 Conferencia 1: La Naturaleza y el Significado del Karma en lo Personal e Individual,
y en la Humanidad, la Tierra y el Universo
Conferencia 2 : El Karma y el Reino Animal
Conferencia 3 : El karma en relación con la enfermedad y la salud
Conferencia 4 : La Curabilidad e Incurabilidad de las Enfermedades en relación con el Karma
Conferencia 5 : La Enfermedad natural y accidental en relación con el Karma
Conferencia 6 : Las relaciones entre el Karma y los accidentes
Conferencia 7 : Fuerzas de la Naturaleza, Erupciones Volcánicas, Terremotos y Epidemias en
Relación con el Karma
Conferencia 8 : Karma de los Seres Superiores
Conferencia 9 : Efectos kármicos de nuestras experiencias como hombres y mujeres. Muerte y
nacimiento según el Karma
Conferencia 10 : Libre albedrío y Karma en el futuro de la evolución humana
Conferencia 11 : Karma individual y humano. Karma de los Seres Superiores.

CONFERENCIA 1

LA NATURALEZA Y EL SIGNIFICADO DEL KARMA EN LO PERSONAL E


INDIVIDUAL, Y EN LA HUMANIDAD, LA TIERRA Y EL UNIVERSO
Hamburgo 16 de mayo de 1910
En este ciclo de conferencias trataremos ciertas cuestiones en el ámbito de la Ciencia
Espiritual que desempeñan un gran papel en la vida. De las diferentes conferencias que en
el curso del tiempo se han dado, habréis aprendido que la Ciencia Espiritual no debe ser
una teoría abstracta, ni una mera doctrina o enseñanza, sino una fuente de vida y aptitud
para la vida. Sólo cumple su cometido cuando, por los conocimientos que es capaz de dar,
vierte en nuestras almas algo que hace la vida más rica y comprensible, fortaleciendo
nuestras almas y vigorizándolas. Cuando el antropósofo pone ante él el ideal que acabamos
de resumir en unas pocas palabras y luego mira a su alrededor para ver hasta dónde puede
llevarlo a la práctica, tal vez reciba una impresión nada gratificante. Porque si
consideramos imparcialmente lo que el mundo cree "saber" hoy en día, y lo que lleva a los
hombres a tal o cual sentimiento o acción, podríamos decir que todo esto es tan diferente de
las ideas e ideales antroposóficos, que el antropósofo es bastante incapaz de influir
directamente en la vida con lo que ha adquirido de la Ciencia Espiritual. Sin embargo, esto
sería una visión muy superficial de la situación, sin tener en cuenta lo que nosotros mismos
hemos adquirido de nuestra concepción del mundo. Si esos poderes que adquirimos a través
de la Antroposofía se hacen realmente lo suficientemente fuertes, encontrarán la manera de
actuar en el mundo; pero si no se hace nada para que esos poderes se hagan cada vez más
fuertes, entonces sí será imposible que influyan en el mundo.
Pero hay otra cosa que puede consolarnos, por así decirlo, aunque después de las
consideraciones anteriores nos sintamos desesperados, y eso es justo lo que nos debe llegar
como resultado de las observaciones que se expondrán en este curso de conferencias; los
estudios sobre lo que se llama el karma humano y el karma en general. Por cada hora que
pasemos aquí veremos con mayor claridad que no hay que escatimar nada para que exista la
posibilidad de influir en la vida por medio de la antroposofía; además, si nosotros mismos
creemos seria y firmemente en el karma, debemos tener la confianza de que el propio
karma nos dictará lo que cada uno, tarde o temprano, tendrá que hacer por sus propias
fuerzas. Si pensamos que aún no somos capaces de utilizar los poderes que hemos
adquirido por nuestra concepción del mundo, veremos que no hemos fortalecido
suficientemente esos poderes para que el karma nos permita influir en el mundo por medio
de ellos. De modo que en estas conferencias no sólo habrá una serie de hechos sobre el
karma, sino que con cada hora nuestra confianza en el karma se despertará más plenamente,
y tendremos la certeza de que, cuando llegue el momento, ya sea mañana, o pasado
mañana, o dentro de muchos años, nuestro karma nos traerá las tareas que, como
antropósofos, tenemos que realizar. El karma se nos revelará como una enseñanza que no
nos dice meramente cuál es la conexión entre esto o aquello en el mundo, sino que
podemos, con las revelaciones que nos trae, hacer la vida más satisfactoria, y al mismo
tiempo elevarla a un nivel más alto.
Pero si el karma realmente va a hacer esto, debemos profundizar en la ley a la que se
refiere, y en su acción en el universo. En este caso, es hasta cierto punto necesario que haga
algo inusual para mí al tratar de cuestiones de Ciencia Espiritual, a saber, dar una
definición, una explicación de una palabra; porque normalmente las definiciones no llevan
muy lejos. En nuestras consideraciones comenzamos generalmente por la presentación de
los hechos, y si estos hechos se agrupan y se ordenan de la manera adecuada, los conceptos
y las ideas se siguen de por sí; pero si tuviéramos que seguir un curso similar con respecto a
las cuestiones exhaustivas que tenemos que discutir durante las próximas conferencias,
necesitaríamos mucho más tiempo del que tenemos a nuestra disposición. Así que en este
caso, para hacernos entendibles, debemos dar, si no una definición exacta, al menos alguna
descripción de la concepción que nos ocupará durante algún tiempo. Las definiciones
tienen por objeto aclarar lo que se entiende por tal o cual palabra. En este sentido, se dará
una descripción de la idea de "karma", para que podamos saber lo que se entiende cuando
en el futuro se utilice la palabra "karma".
A partir de las diversas conferencias, cada uno de nosotros se habrá formado una idea de lo
que es el karma. Es una idea muy abstracta del karma llamarla "la Ley Espiritual de las
Causas", la ley por la cual ciertos efectos siguen ciertas causas encontradas en la vida
espiritual. Esta idea del karma es demasiado abstracta, porque por un lado es demasiado
estrecha y por otro demasiado amplia. Si queremos concebir el karma como una "Ley de
Causas", debemos conectarla con lo que se conoce en el mundo como la "Ley de
Causalidad", la Ley de Causa y Efecto. Seamos claros sobre lo que entendemos por la ley
de causas de manera general antes de hablar de hechos y eventos espirituales.
Hoy en día, la ciencia externa subraya muy a menudo que su verdadera importancia radica
en el hecho de que está fundada en la ley universal de las causas, y que en todas partes traza
ciertos efectos a sus respectivas causas. Pero para la gente está ciertamente mucho menos
clara en cuanto a cómo se produce esta vinculación de causa y efecto. Pues todavía se
encuentran en los libros de hoy en día que se supone que son inteligentes y que explican las
ideas de una manera bastante filosófica, expresiones como las siguientes: "Un efecto es lo
que se deriva de una causa. Pero decir esto es perder completamente de vista los hechos. En
el caso de que un rayo de sol caliente cayera sobre una placa de metal y la hiciera más
caliente que antes, la ciencia de los materiales hablaría de causa y efecto de la manera
ordinaria. ¿Pero podemos afirmar que el efecto - el calentamiento de la placa de metal - se
deriva de la causa del cálido rayo de sol? Si el cálido rayo de sol ya tenía este efecto en su
interior, ¿por qué calienta la placa de metal sólo cuando entra en contacto con ella? Por lo
tanto, en el mundo de los fenómenos, en el mundo inanimado que nos rodea, es necesario,
para que un efecto siga una causa, que algo pueda encontrar esta causa. Si esto no ocurre,
no se puede hablar de un efecto que sigue a una causa. Esta observación preliminar, aunque
aparentemente parezca filosófica y abstracta, no es en absoluto superflua; pues si se quiere
lograr un verdadero progreso en materia antroposófica debemos acostumbrarnos a ser
extremadamente precisos en nuestras ideas en lugar de ser casuales como a veces lo son las
personas en otras ramas del conocimiento.
Si bien, no debemos hablar del karma de una manera similar a la de los rayos del sol que
calientan una hoja de metal. Ciertamente hay una causalidad. La conexión entre causa y
efecto está ahí, pero nunca obtendríamos una verdadera idea del karma si habláramos de él
sólo de esa manera. Por lo tanto, no podemos usar el término karma para hablar de una
simple relación entre efecto y causa.
Podemos ahora ir un poco más lejos y formarnos una idea algo más elevada de la conexión
entre causa y efecto. Por ejemplo, si tenemos un arco, y lo tensamos y disparamos una
flecha con él, hay un efecto causado por la flexión del arco; pero no podemos hablar del
efecto de la flecha disparada en relación con su causa como "karma" no mas que en el caso
anterior. Pero si consideramos algo más en relación con este incidente, nos acercaremos,
hasta cierto punto, a la idea del karma, aunque no lo entendamos del todo. Por ejemplo,
podemos reflexionar que el arco, si se flexiona a menudo, se afloja con el tiempo. Por
consiguiente, de lo que hace el arco y de lo que le sucede, se derivará no sólo un efecto que
se muestra externamente, sino también otro que reaccionará sobre el propio arco. A través
de la frecuente flexión del arco, algo le sucede al arco mismo. Algo que sucede a través de
la flexión del arco reacciona, por así decirlo, en el arco. Así se obtiene un efecto que
reacciona sobre el objeto por el cual el efecto mismo fue causado. Esto se acerca más a la
idea del karma. A menos que se produzca un resultado que reaccione sobre el ser o la cosa
que lo produce, a menos que exista este peculiar efecto de reacción sobre el ser que lo
causó, la idea de karma no se entiende. Así pues, nos acercamos un poco más a la idea
cuando tenemos claro que los efectos causados por la cosa o el ser deben retroceder sobre la
cosa o el ser mismo; sin embargo, no debemos llamar al aflojamiento del arco mediante
frecuentes flexiones, el "karma" del arco, por la siguiente razón. Si hemos tenido el arco
durante tres o cuatro semanas y lo hemos doblado a menudo de manera que después de este
tiempo se afloja, entonces realmente tenemos en el arco aflojado algo muy diferente del
arco tenso de cuatro semanas antes. Por lo tanto, cuando el efecto de reacción es de tal tipo
que hace que la cosa o el ser sea algo muy diferente, no podemos hablar todavía de
"karma". Podemos hablar de karma sólo cuando los efectos que reaccionan sobre un ser
encuentran al mismo ser sobre el que reaccionar, o en todo caso ese ser, en cierto sentido,
no ha sido alterado. Así nos hemos acercado un poco más a la idea del karma; pero si la
describimos de esta manera no obtenemos más que una concepción muy abstracta de él.
Si queremos captar esta idea de forma abstracta, no podemos hacerlo mejor que
expresándola de la forma en que acabamos de hacerlo; pero hay que añadir una cosa más a
esta idea del karma. Si el efecto reacciona inmediatamente sobre el ser, es decir, si la causa
y el efecto de reacción son simultáneos, difícilmente podemos llamar a esto karma, porque
en este caso el ser del que procedió el efecto habría tenido en realidad la intención de
producir ese resultado directamente. Por lo tanto, prevería el efecto y percibiría todos los
elementos que conducen a él. Cuando este es el caso no podemos llamarlo realmente
karma. Por ejemplo, no debemos llamarlo karma en el caso de una persona que realiza un
acto por el que pretende obtener ciertos resultados, y que luego obtiene el resultado deseado
de acuerdo con su propósito. Es decir, entre la causa y el efecto debe haber algo que se
oculta a la persona cuando pone en marcha la causa; de modo que, aunque esta conexión
está realmente ahí, no fue realmente diseñada por la propia persona. Si esta conexión no ha
sido diseñada por él, entonces la razón de una conexión entre causa y efecto debe buscarse
en otra parte que en las intenciones de la persona en cuestión. Es decir, esta razón debe ser
determinada por una cierta ley fija. Así pues, el karma incluye también el hecho de que la
conexión entre causa y efecto se determina por una ley independiente de si existe o no una
intención directa por parte del interesado.
Hemos agrupado ahora algunos principios que pueden aclararnos la idea de karma, pero
debemos incluir todos estos principios en la concepción del karma, y no limitarlo a una
definición abstracta. De lo contrario no podremos comprender las manifestaciones del
karma en las diferentes esferas de la vida. Ahora debemos buscar primero las
manifestaciones del karma donde nos encontramos por primera vez con ellas - en las vidas
humanas individuales.
¿Podemos encontrar algo así en las vidas individuales, y cuándo podemos encontrar lo que
acabamos de presentar en nuestra explicación de la idea de karma? Encontraríamos algo así
si, por ejemplo, experimentamos algo en nuestra vida sobre lo que podríamos decir. "Esta
experiencia que ha llegado a nosotros está en cierta relación con un evento anterior en el
que participamos, y que nosotros mismos causamos. Intentemos en primer lugar, con la
mera observación de la vida, asegurarnos de que esta relación existe. Tomaremos el punto
de vista puramente externo. Quien no lo haga nunca podrá llegar al reconocimiento de una
ley de interdependencia en la vida, así como tampoco un hombre que nunca ha observado la
colisión de dos bolas de billar puede entender la elasticidad que las hace rebotar. La
observación de la vida puede llevarnos a la percepción de una ley de interdependencia.
Tomemos un ejemplo concreto.
Supongamos que un joven de diecinueve años, que por algún accidente se ve obligado a
renunciar a una profesión que hasta entonces le parecía destacada para él, y que hasta
entonces había seguido un curso de estudios para prepararse para esa profesión, por algún
infortunio de sus padres se ha visto obligado a renunciar a esta profesión y, a los dieciocho
años, a convertirse en un hombre de negocios. Un observador imparcial de tal
acontecimiento en la vida, como el estudiante de física que observa el impacto de las bolas
elásticas, probablemente encontrará que las experiencias de negocios a las que el joven se
ha visto impulsado tendrán en un primer momento un efecto estimulante sobre él, de modo
que llevará a cabo sus deberes, aprenderá algo de ellos y quizás incluso alcanzará una
excelencia especial en su trabajo. Pero después de algún tiempo se puede observar también
otra condición que entra, un cierto aburrimiento o descontento. Este descontento no se
manifestará inmediatamente. Si el cambio de vocación se produjera en el decimonoveno
año del joven, probablemente los próximos años pasarían tranquilamente, aunque hacia los
veinticuatro años se haría evidente que algo aparentemente inexplicable se había arraigado
en su alma. Al examinar más detenidamente el asunto, es probable que encontremos, si el
caso no es complicado, que la explicación del aburrimiento que surge cinco años después
del cambio de vocación debe buscarse en su decimotercer o decimocuarto año; ya que las
causas de tal fenómeno deben buscarse generalmente durante aproximadamente el mismo
período de tiempo antes del cambio de vocación, ya que el suceso que hemos estado
describiendo tuvo lugar después. El hombre en cuestión, cuando era un niño de trece años,
cinco años antes del cambio de vocación, pudo haber experimentado algo en su alma que le
dio un sentimiento de felicidad interior. Suponiendo que no se hubiera producido ningún
cambio de profesión, entonces lo que el joven se había acostumbrado a hacer a los trece
años se habría manifestado más tarde en la vida y habría dado sus frutos. Sin embargo,
luego se produjo el cambio que al principio interesaba al joven y que poseía su alma de tal
manera que reprimía, por así decirlo, lo que antes le ocupaba; pero aunque reprimido
durante cierto tiempo, por ello adquiría una fuerza peculiar. Esto puede compararse con el
apretón de una bola de goma india que podemos comprimir hasta cierto punto en el que
resiste, y si se le permitiera volver a saltar, lo haría en proporción a la fuerza con la que la
hemos comprimido. Las experiencias que acabamos de indicar, que el joven vivió en su
decimotercer año, y que se fortalecieron hasta el cambio de profesión, podrían también, en
cierto sentido, quedar en un segundo plano. Pero después de un tiempo surge una cierta
resistencia en el alma y entonces se puede ver cómo esta resistencia se hace lo
suficientemente fuerte como para producir un efecto. Debido a que el alma carece de lo que
hubiera tenido si el cambio de profesión no hubiera tenido lugar, lo que había sido
reprimido ahora comienza a afirmarse, apareciendo como aburrimiento y descontento con
su entorno.
Aquí tenemos entonces el caso de un hombre que experimenta algo o hizo algo en sus trece
o catorce años y que más tarde hizo algo - cambió su ocupación, y vemos que estas causas
más tarde en su efecto reaccionan en la misma persona. En tal caso deberíamos tener que
aplicar la idea del karma principalmente a la vida individual de un hombre. No debemos
objetar esto porque hemos conocido casos en los que nada de esto podía ser rastreado.
Puede ser, pero ningún estudiante de física que examine las leyes de la velocidad de la
caída de una piedra diría que la ley es incorrecta porque la piedra fue desviada por un
golpe. Debemos aprender a observar de manera correcta, y excluir aquellos fenómenos que
no tienen nada que ver con el establecimiento de la ley. Ciertamente, un joven así, que
suponiendo que nada más intervenga, experimenta aburrimiento a los veinticuatro años
como resultado de las impresiones recibidas a los trece, no se habría aburrido así si, por
ejemplo, entretanto se hubiera casado. Pero aquí se trata de algo que no influye en la verdad
fundamental del principio. Lo importante es que debemos encontrar los factores reales a
partir de los cuales podemos establecer una ley. La observación pura y simple es
insuficiente; sólo la observación metódica nos llevará al reconocimiento de la ley; y por lo
tanto, si queremos estudiar la ley del karma, debemos hacer estas observaciones metódicas
de la manera correcta.
Comencemos, entonces, con el estudio del karma de una persona especial. El destino le da a
un hombre de veinticinco años un duro golpe, que le causa dolor y sufrimiento. Ahora bien,
si nuestras observaciones son de tal naturaleza que nos limitamos a decir: "Este duro golpe
acaba de irrumpir en su vida y la ha llenado de dolor y sufrimiento", nunca llegaremos a
comprender las conexiones kármicas. Pero si vamos un poco más lejos y observamos la
vida de esta persona a los cincuenta años, después de que haya pasado por tal problema a
los veinticinco años, quizás lleguemos a una conclusión diferente que podamos expresar
así: "El hombre que observamos ahora se ha vuelto trabajador y activo, llevando una vida
excelente. Ahora, miremos más atrás en su vida. A los veinte años nos encontramos con
que era un tipo inútil y completamente ocioso. A los veinticinco años le vino este problema,
y si no hubiera recibido este golpe podemos decir que habría seguido siendo un inútil. En
este caso, el duro golpe del destino fue la causa de que a la edad de cincuenta años le
encontremos ahora un hombre trabajador y excelente.
Tal hecho nos enseña que estaríamos equivocados si considerásemos que el golpe del
destino a los veinticinco años fue sólo un efecto. No podemos preguntarnos qué lo causó, y
detenernos en eso. Pero si consideramos el golpe no como un efecto al final de los
fenómenos que lo precedieron, sino que lo situamos al principio de los acontecimientos
posteriores, y lo consideramos como una causa, entonces aprendemos que debemos
cambiar total y esencialmente los juicios que hemos formado por nuestros sentimientos y
percepciones con respecto a este golpe del destino. Es muy probable que nos aflijamos si lo
consideramos sólo como un efecto, pero si lo consideramos como la causa de lo que sucede
más tarde, probablemente nos alegraremos y sentiremos placer por ello. Porque podemos
decir que gracias al golpe del destino el hombre que lo experimentó se ha convertido en un
hombre decente y un miembro útil de la sociedad. Así que vemos que nuestra actitud es
esencialmente diferente en la medida en que consideramos un evento en la vida como causa
o como efecto. Por lo tanto, es importante desde qué punto de vista consideramos que un
acontecimiento que le sucede a un hombre - si lo consideramos como causa o como efecto.
Es cierto que si comenzamos nuestras investigaciones en el momento de los
acontecimientos dolorosos, no podemos entonces percibir claramente el efecto directo, pero
si hemos llegado a la ley del karma por la observación de casos similares, esa ley puede en
sí misma decirnos: "un acontecimiento es doloroso tal vez ahora porque nos parece
meramente el resultado de lo que ha sucedido anteriormente, pero también se puede
considerar como el punto de partida de lo que vendrá después". Entonces podemos prever
el golpe del destino como el punto de partida y la causa de los resultados, y esto coloca el
asunto bajo una luz muy diferente.
Así, la propia ley del karma puede ser una fuente de consuelo si nos acostumbramos a fijar
un acontecimiento no sólo al final, sino al principio de una serie de acontecimientos. Este
consuelo sólo existe si aprendemos a estudiar la vida metódicamente, y a poner las cosas en
la correcta relación entre ellas como causa y efecto. Si hacemos estas observaciones con
detenimiento, notaremos que los acontecimientos de la vida de un hombre se producen con
cierta regularidad; otros, en cambio, aparecen de manera bastante irregular en la misma
vida. Quien observa la vida humana con atención, no sólo de manera superficial, puede
encontrar en ella conexiones notables. Desgraciadamente, los fenómenos de la vida humana
se observan actualmente sólo durante cortos períodos de tiempo, apenas unos años; las
personas no están acostumbradas a relacionar lo que ha sucedido después de un largo
período de tiempo, con lo que puede haber sucedido anteriormente como causa. En la
actualidad son muy pocos los que estudian el principio y el fin de la vida de un hombre en
su relación con los demás; sin embargo, esta relación es extraordinariamente instructiva.
Supongamos que hemos criado a un niño durante los primeros siete años de su vida sin
haber hecho lo que generalmente sucede, es decir, sin comenzar en la creencia de que si un
hombre va a llevar una vida buena y útil debe cumplir incondicionalmente nuestras propias
ideas de un buen hombre. Porque en tal caso debemos entrenar al niño lo más estrictamente
posible en el comportamiento que, según nuestras propias ideas, es el de un hombre bueno
y útil. Pero si desde el principio reconocemos que un hombre puede ser bueno y útil de
muchas maneras diferentes, y que no hay necesidad de determinar de cuál de estas maneras
el niño con sus talentos individuales debe convertirse en un hombre bueno y útil - en este
caso diríamos: "Sean cuales sean mis ideas de un hombre bueno y útil, este niño debe
convertirse en uno a través de la puesta en práctica de sus mejores talentos, y éstos debo
descubrirlos primero. ¿Qué importan las reglas por las que yo mismo me siento obligado?
El niño mismo debe sentir la necesidad de hacer esto o aquello. Si deseo desarrollar al niño
según sus talentos individuales, debo tratar primero de desarrollar las tendencias latentes en
él y sacarlas a la luz, para que sobre todo pueda realizarlas y actuar de acuerdo con ellas".
Por lo tanto, vemos que hay dos maneras muy diferentes de influir en un niño en los
primeros siete años de su vida. Si miramos ahora al niño en su vida posterior, pasará mucho
tiempo antes de que se manifiesten los efectos esenciales de lo que hemos aportado de esta
manera en los primeros años de su vida. La observación de la vida nos revela que los
resultados reales de lo que se depusitado en el alma del niño en sus primeros años no se
manifiestan hasta la misma tarde de la vida. Un hombre puede poseer hasta el final de su
vida una mente activa, si ha sido, como niño, educado de esta manera; es decir, si las
tendencias vivas e inherentes de su alma han sido observadas y desarrolladas naturalmente.
Si se han extraído y desarrollado sus poderes innatos veremos los frutos en la tarde de su
vida desplegados como una rica vida del alma. En cambio, en un alma hambrienta y
empobrecida y en una correspondiente vejez débil (pues veremos más adelante cómo
reacciona un alma hambrienta sobre el cuerpo), se manifiesta que se ha hecho algo mal en
el tratamiento de una persona en la más temprana infancia. Esto es algo en la vida humana
que en cierto modo es tan regular que es aplicable a todos como una conexión entre causa y
efecto.
La misma conexión puede encontrarse también en las etapas intermedias de la vida, y ahora
llamaremos la atención sobre esto. La forma en que tratamos a un niño desde los siete a los
catorce años produce efectos en la parte de su vida que precede a la etapa final, y por lo
tanto vemos la causa y el efecto trabajando en ciclos. Lo que existió como causa en los
primeros años se convierte en efecto en los últimos. Pero además de estas causas y efectos
en las vidas individuales que siguen su curso en ciclos, existe lo que puede describirse
como una ley de línea recta.
En nuestro ejemplo que mostró cómo el decimotercer año influyó en el vigésimo tercero,
vemos cómo la causa y el efecto están tan conectados con la vida humana que lo que un
hombre ha experimentado conduce a efectos secundarios que a su vez reaccionan sobre él.
Así el karma se cumple en las vidas individuales. Pero no llegaremos a una explicación de
la vida humana si estudiamos sólo la conexión de causa y efecto en la vida de un solo
individuo. La forma en que la idea que ahora se presenta debe ser probada y llevada a cabo,
la mostraremos en otras conferencias; por el momento sólo tocaremos brevemente lo que ya
se reconoce, que la Ciencia Espiritual enseña cómo la vida de un hombre entre el
nacimiento y la muerte es la repetición de las existencias humanas anteriores.
Si ahora buscamos la principal característica de la vida entre el nacimiento y la muerte,
podemos describirla como la extensión de una sola y misma conciencia (en todo caso en su
esencia) a lo largo de toda la vida. Si recordamos las primeras partes de nuestra vida,
diremos: "Hay, en efecto, un momento en el que comienzan mis recuerdos de la vida, que
no coincide con mi nacimiento, sino que llega un poco más tarde. Todo aquel que no sea un
iniciado lo permitirá, y dirá, esto va tan lejos como su conciencia se extiende. Hay, en
efecto, algo muy notable en el período de tiempo entre el nacimiento y el comienzo de este
recuerdo de la vida, y volveremos a él de nuevo, ya que arrojará luz sobre asuntos
importantes. Excepto en este período entre el nacimiento y el comienzo de la memoria
podemos decir que la vida entre el nacimiento y la muerte se caracteriza por el hecho del
extenderse de dicha conciencia a lo largo de ese período de tiempo.
En la vida ordinaria una persona no ve la conexión entre causa y efecto, porque sólo toma
en consideración períodos cortos. Así que cuando algo le sucede en la vida posterior, no
busca la causa en su vida anterior; sin embargo, podría hacerlo si fuera lo suficientemente
observador e investigara todo. Podría hacerlo con la consciencia que como consciencia de
la memoria está a su disposición, y si a través del recuerdo se esforzara por hacer la
conexión, en un sentido kármico, entre los eventos anteriores y posteriores, llegaría a la
siguiente conclusión: "Veo, por supuesto, que ciertas experiencias que me llegan no habrían
ocurrido a menos que esto o aquello me hubiera sucedido en la vida anterior, y ahora debo
sufrir por la forma equivocada en que fui criado". Pero si también mira la conexión, no por
lo que ha hecho mal, sino por el mal que se ha hecho contra él, eso será una ayuda para él.
Encontrará más fácilmente los medios para neutralizar el daño que se le ha hecho. El
reconocimiento de tal conexión entre causa y efecto en nuestros diferentes períodos de vida,
que podemos explorar con la conciencia ordinaria, puede ser de la mayor utilidad para
nosotros en la vida; porque si adquirimos este conocimiento podemos quizás hacer algo
más. Sin duda, si una persona que ha llegado a la edad de ochenta años mira hacia atrás y
ve que las causas de las cosas que le suceden ahora se encuentran en su más tierna infancia,
le será quizás muy difícil remediar el mal que se le ha hecho; y si luego comienza a estudiar
la enseñanza no le ayudará mucho. Pero si se deja enseñar antes, y mira hacia atrás,
digamos, en su cuadragésimo año, a los males que se le han hecho, podría entonces tener
tiempo para tomar medidas contra ellos.
Vemos por tanto, que debemos ser enseñados no enteramente por nuestro propio karma de
vida individual, sino por la ley de interdependencia que significa el karma en su conjunto.
Esto puede ser muy útil en nuestra vida. ¿Qué debe hacer un hombre que en su
cuadragésimo año trata de evitar el efecto de los males que le han causado, o los males que
él mismo causó en su duodécimo año? Hará todo lo posible para evitar las consecuencias de
sus propias fechorías o las de otros hacia él. Hasta cierto punto, reemplazará por otro el
resultado que inevitablemente habría tenido lugar si no hubiera intervenido. El
conocimiento de lo que ocurrió en su duodécimo año le llevará a una acción definitiva en su
cuadragésimo año, que no habría tomado si no hubiera sabido que esto o aquello había
ocurrido en su duodécimo año. ¿Qué ha hecho entonces el hombre mirando hacia atrás en
su vida temprana? Ha permitido, a través del conocimiento alcanzado, que un resultado
definitivo siga una causa. Ha querido la causa y la ha llevado a cabo. Esto muestra ahora
cómo, en la línea de las consecuencias kármicas, nuestra voluntad puede intervenir y
provocar algo que sustituya a los efectos kármicos que de otra forma se habrían producido.
Si consideramos un caso en el que una persona ha provocado conscientemente una
conexión entre causa y efecto en la vida, podríamos concluir que en este caso el karma o las
leyes del karma han penetrado en su consciencia, y él mismo, en cierto modo, ha provocado
el efecto kármico. Apliquemos ahora las mismas reflexiones a lo que sabemos sobre la vida
del hombre en sus diferentes reencarnaciones en la tierra. La conciencia de la que acabamos
de hablar, que se extiende, con la excepción mencionada, a lo largo del período entre el
nacimiento y la muerte, se debe al hecho de que el hombre es capaz de utilizar su cerebro
como un instrumento.
Cuando un hombre atraviesa la puerta de la muerte, entra en juego un tipo diferente de
conciencia, un tipo de conciencia que es independiente del cerebro y que actúa bajo
condiciones esencialmente diferentes. También sabemos que esta conciencia, que dura
hasta un nuevo nacimiento, puede mirar hacia atrás a todo lo que ha hecho el hombre en su
vida entre el nacimiento y la muerte. En este período entre el nacimiento y la muerte
debemos primero formar la intención de mirar hacia atrás a cualquier daño que se nos haya
hecho, o que hayamos hecho, si queremos contrarrestar estos daños kármicamente. Después
de la muerte, al mirar hacia atrás en la vida, vemos lo que hemos hecho mal o de otra
manera; y al mismo tiempo vemos cómo estos hechos nos han afectado; vemos cómo, a una
cierta acción, nuestros caracteres han sido mejorados o degradados. Si hemos causado
sufrimiento a alguien, nos hemos hundido y nos hemos vuelto menos valiosos; somos
menos perfectos, por así decirlo. Ahora bien, si miramos hacia atrás después de la muerte
vemos numerosos acontecimientos de este tipo, y nos decimos: "Me he deteriorado".
Entonces en la conciencia después de la muerte, la voluntad y el poder surgen para
recuperar, cuando se presentan las oportunidades, el valor que hemos perdido; la voluntad,
es decir, para compensar cada error cometido. Así, entre la muerte y el renacimiento se
forma la tendencia y la intención de reparar lo que se ha hecho mal, para recuperar el nivel
de perfección que un hombre debería tener, un nivel que ha sido rebajado por el hecho
mencionado.
Entonces el hombre vuelve una vez más a la vida en la tierra. Su conciencia se altera de
nuevo. No recuerda el tiempo entre la muerte y el renacimiento, o los propósitos de
compensación. Pero la intención permanece dentro de él, y aunque no sabe que debe hacer
tal o cual cosa para compensar tal o cual acto, sin embargo se ve impulsado por el poder
dentro de él para hacer la compensación. Ahora podemos formarnos una idea de lo que
ocurre cuando un hombre de veinte años sufre una dura prueba. Con la conciencia que
posee entre el nacimiento y la muerte, se deprimirá por la prueba; pero si pudiera recordar
sus resoluciones hechas entre la muerte y el renacimiento, podría rastrear el poder que lo
llevó a la posición en la que sufrió la prueba, porque sintió que sólo al pasar por ella
recuperaría el grado de perfección que había perdido y que ahora debía recuperar. Cuando,
por consiguiente, la conciencia ordinaria dice: "La prueba está ahí y tú la sufres", no ve más
que el problema en sí mismo, y no el efecto que produce; pero la otra conciencia, que puede
mirar hacia atrás todo el tiempo que transcurre entre la muerte y el renacimiento, ve la
búsqueda intencional de la prueba u otra desgracia.
Esto, de hecho, se nos muestra cuando miramos la vida de un hombre desde un punto de
vista más elevado. Entonces podemos ver que los eventos fatídicos que se producen en la
vida humana no son el resultado de causas en la vida individual misma, sino que son los
efectos de causas percibidas en otro estado de conciencia, a saber, la conciencia que
teníamos antes del renacimiento. Si captamos estas ideas a fondo, veremos que en primer
lugar tenemos una conciencia que se extiende a lo largo del tiempo entre el nacimiento y la
muerte, que llamamos la conciencia de la "Personalidad". Y luego vemos que hay una
conciencia que actúa más allá del nacimiento y la muerte de la cual el hombre en su
conciencia ordinaria no sabe nada, pero que sin embargo actúa de la misma manera que la
conciencia ordinaria. Por lo tanto, hemos mostrado en primer lugar cómo cada uno puede
hacerse cargo de su propio karma, y en su cuadragésimo año hacer alguna compensación
para que las causas de su duodécimo año no se hagan efectivas. De esta manera, él toma el
karma en su conciencia personal. Sin embargo, si el hombre es llevado a algún lugar donde
tiene que sufrir dolor para compensar algo y convertirse en un hombre mejor, esto también
procede del hombre mismo; no de su conciencia personal, sino de una conciencia más
amplia que opera durante el período entre la muerte y el renacimiento. A la entidad incluida
en esta conciencia la llamaremos "individualidad", y a esta conciencia, que está siendo
continuamente interrumpida por la "conciencia personal", la llamaremos "conciencia
individual". Así vemos el karma operativo en relación con el ser humano individual.
A pesar de ello, no comprenderemos la vida humana si sólo seguimos la secuencia de los
fenómenos como acabamos de hacer, si sólo fijamos nuestra atención en lo que el hombre
tiene en su interior en cuanto a la causa y los efectos que le conciernen. Basta con presentar
un caso sencillo para aclarar las cosas, y veremos enseguida que no podemos comprender la
vida humana si sólo tomamos en consideración lo que ya se ha dicho. Tomemos un
descubridor o un inventor, por ejemplo, Colón, o el inventor de la máquina de vapor, o
cualquier otro: en el descubrimiento hay una acción distinta, un logro distinto. Si
examinamos la acción y buscamos la causa por la que el hombre lo hizo, siempre
encontraremos tales causas buscando en las líneas que acabamos de señalar. Encontraremos
en su karma individual y personal las razones por las que Colón navegó a América y por las
que decidió hacerlo en ese momento. Pero ahora podríamos preguntarnos si la causa debe
buscarse sólo en su karma personal e individual; y si la acción sólo debe considerarse como
un efecto para la individualidad que trabaja en Colón. El hecho de que Colón descubriera
América tuvo ciertas consecuencias para él. Se elevó al hacerlo, y se hizo más perfecto, y
esto se mostrará en el desarrollo de su individualidad en las vidas sucesivas. ¿Pero qué
efectos ha tenido este logro en otros hombres? ¿No debe considerarse también como una
causa que afectó la vida de innumerables seres humanos?
Esto, todavía sigue siendo una consideración bastante abstracta de tal cuestión que
podríamos estudiar mucho más profundamente si pudiéramos observar la vida humana
durante largos períodos de tiempo. Consideremos la vida humana en la época egipcio-
caldea que precedió a la greco-latina. Si examinamos las peculiaridades de aquella época,
sobre todo en lo que respecta a lo que ha dado a la humanidad y lo que ésta ha aprendido en
ella, veremos algo curioso. Si comparamos esta época con la nuestra, percibiremos que lo
que ocurre en nuestra época está relacionado con lo que ocurrió en la civilización egipcio-
caldea. La Greco-Latina se encuentra entre las dos. En nuestra época ciertas cosas no
sucederían a menos que otras cosas hubieran sucedido en la época egipcio-caldea. Si la
ciencia natural actual ha dado ciertos resultados, ciertamente lo ha hecho por medio de
poderes que se han desplegado y desarrollado a partir de las almas de los hombres. Las
almas humanas que trabajaron en nuestra época también se encarnaron en el hombre en la
época egipcio-caldea, y en esa época pasaron por ciertas experiencias sin las cuales no
podrían realizar lo que hacen hoy en día. Si los alumnos de los antiguos sacerdotes de los
templos egipcios no hubieran aprendido en la astrología egipcia las relaciones existentes
entre los cuerpos celestes, no habrían podido penetrar más tarde en los secretos del mundo,
ni ciertas almas de la época actual habrían tenido la capacidad de explorar las regiones de
los cielos.
Por ejemplo, ¿cómo llegó Kepler a sus descubrimientos? Lo hizo porque en su interior
había un alma que en la época egipcio-caldea había adquirido las fuerzas necesarias para
los descubrimientos que iba a hacer en la quinta época. Nos llena de satisfacción interior
ver en ciertas almas una comprensión que surge del hecho de que los gérmenes de lo que
están haciendo ahora fueron depositados en el pasado. Kepler, uno de los hombres que ha
desempeñado un papel más importante en la investigación de las leyes del universo dice de
sí mismo: "Sí, soy yo quien ha robado los vasos de oro de los egipcios para hacer una
ofrenda a mi Dios lejos de los límites de Egipto". Si me perdonáis, me regocijaré, pero si
me culpáis debo soportarlo; aquí tiro los dados y escribo este libro. Qué importa si se lee
hoy o más tarde, ¡aunque deban pasar siglos antes de que se lea! El mismo Dios tuvo que
esperar seis mil años para que se reconociera su obra".
Aquí tenemos un recuerdo esporádico que surge en Kepler de lo que recibió como germen
por el trabajo que, en su vida personal como Kepler, realizó. Cientos de casos similares
podrían darse. Pero en Kepler vemos algo más que la mera manifestación de los efectos que
fueron el resultado de las causas en una encarnación anterior - vemos una manifestación
que tiene su significado para toda la humanidad - una manifestación de algo que fue
igualmente importante para la humanidad en una época anterior. Vemos cómo una persona
se coloca en una posición especial para hacer algo por toda la humanidad. Vemos que no
sólo en las vidas individuales, sino en toda la humanidad, hay conexiones entre causa y
efecto, que se extienden por amplios períodos de tiempo, y podemos deducir que la ley
kármica del individuo se intersectará con las leyes que podemos llamar "leyes kármicas de
la humanidad". A veces esta intersección es sólo ligeramente perceptible. Imaginen lo que
le habría pasado a nuestra astronomía si el telescopio no hubiera sido descubierto en aquel
tiempo. Si miramos atrás en la historia del telescopio vemos la enorme importancia que ha
tenido el descubrimiento. Ahora es bien sabido que el descubrimiento del telescopio se hizo
de la siguiente manera: Algunos niños estaban jugando con lentes en un taller de óptica y
por casualidad, como se podría decir, habían colocado las lentes ópticas de tal manera que
alguien tuvo la idea de emplear este arreglo para hacer algo como un telescopio. Piense en
lo profundo que hay que buscar para llegar al karma individual de los niños y al karma de la
humanidad que llevó al descubrimiento en ese momento. Intenten pensar los dos hechos
juntos, y verán de qué manera tan notable el karma de individuos particulares y el karma de
toda la humanidad se interceptan y se entrelazan. Debéis admitir que todo el desarrollo de
la humanidad habría sido diferente si tal o cual cosa no hubiera ocurrido cuando ocurrió.
Hacerse una pregunta como: - "¿Qué habría pasado con el Imperio Romano si los griegos
no hubieran vencido el ataque persa en las guerras persas en un momento determinado?" -
es a menudo bastante inútil, pero preguntar: "¿Cómo sucedió que la guerra persa terminó de
esta manera?" no es de ninguna manera inútil. Si seguimos esta pregunta y buscamos una
respuesta veremos que en Oriente, se produjeron resultados definitivos porque había
gobernantes despóticos que sólo querían algo para sí mismos, y que, para conseguir sus
fines, se combinaban con las ofrendas de los sacerdotes. Toda la organización del Estado
Oriental era en aquel tiempo necesaria para que cualquier cosa se llevara a cabo y este
arreglo trajo consigo todos los problemas que hicieron que los griegos - un pueblo
constituido de manera diferente - derrotaran el ataque oriental en un momento crítico.
¿Cómo debemos considerar entonces el karma de los que trabajaron en Grecia para resistir
el ataque persa? Encontraremos mucho de lo que es personal en el karma de aquellos en
cuestión, pero también encontraremos que su karma personal está ligado al karma de las
naciones y de la humanidad, por lo que es válido decir que el karma de la humanidad
colocó a estas personas en particular en ese lugar concreto en ese momento. Vemos aquí el
karma de la humanidad que afecta al karma individual, y debemos preguntarnos cómo se
entrelazan estas cosas. Pero podemos ir aún más lejos, y considerar otra conexión por
medio de la Ciencia Espiritual.
Podemos mirar hacia atrás a un tiempo en la evolución de nuestra tierra cuando todavía no
había ningún reino mineral. La evolución de la Tierra fue precedida por las evoluciones de
Saturno, Sol y Luna, donde todavía no había ningún reino mineral en el sentido que le
damos a la palabra. Fue en esta tierra donde nuestros minerales adoptaron por primera vez
sus formas actuales. Pero debido a que el reino mineral se separó en el curso de la
evolución de la tierra, seguirá siendo un reino separado hasta el final. Antes de eso,
hombres, animales y plantas se habían desarrollado sin el reino mineral. Para que más tarde
los otros reinos pudieran progresar más, tuvieron que separar el reino mineral de sí mismos,
pero después de haber hecho esto, sólo podían desarrollarse en un planeta que tuviera una
forma mineral firme. No podían desarrollarse de otra manera que así, si admitimos que la
formación de un reino mineral tuvo lugar de la manera que hemos dicho. El reino mineral
está ahí, y el destino posterior de los otros reinos depende de la existencia de este reino
mineral que se formó en nuestra tierra en épocas remotas de la antigüedad. Así que algo
ocurrió relacionado con el hecho de la formación del reino mineral que debe tenerse en
cuenta en todas las evoluciones posteriores de la tierra. Lo que sigue como resultado del
origen del reino mineral encuentra su cumplimiento en períodos posteriores de lo que
ocurrió en los anteriores. En la tierra se cumple lo que en la tierra se preparó hace mucho
tiempo. Hay una conexión entre lo que ocurrió antes y lo que ocurrió después, pero también
es una conexión que en sus efectos reacciona sobre el ser que lo causó. Hombres, animales
y plantas se han separado del reino mineral, y este último reacciona sobre ellos. Así vemos
que es posible hablar del karma de la tierra.
Finalmente, podemos sacar a la luz algo, cuyos elementos podemos encontrar en los
principios generales descritos en mi libro, Ciencia Oculta. Sabemos que ciertos seres
permanecieron en la etapa de la antigua evolución de la Luna y que estos seres lo hicieron
con el propósito de dar a los seres humanos ciertas cualidades definidas. No sólo los seres,
sino también se mantuvieron en la Tierra sustancias que procedían de la antigua Luna. En la
etapa lunar quedaron rezagados los seres que influyeron en la existencia de la Tierra como
seres luciféricos. Como resultado de esto, se manifiestan en nuestra tierra ciertos efectos
cuyas causas se encuentran en la vida de la Luna. Pero desde el punto de vista de la
sustancia real, también se produjo algo análogo. Como vemos ahora nuestro sistema solar,
lo encontramos compuesto de cuerpos celestes que regularmente realizan movimientos
recurrentes mostrando una especie de plenitud interior. Pero encontramos otros cuerpos
celestes que se mueven, de hecho, con un cierto ritmo, pero que rompen, por así decirlo, las
leyes habituales del sistema solar. Estos son los cometas. La sustancia de un cometa no
obedece a las leyes que existen en nuestro sistema solar, sino a las que prevalecían en la
antigua existencia de la Luna. De hecho, las leyes de esa antigua Luna se conservan en la
vida del cometa. Ya he señalado a menudo que la Ciencia Espiritual había indicado ciertas
leyes de la ciencia antes de que fueran confirmadas por la Ciencia Natural.
En París, en 1906, llamé la atención sobre el hecho de que, durante la antigua existencia de
la Luna, ciertas combinaciones de carbono y nitrógeno desempeñaron un papel similar al
que desempeñan en la actualidad en nuestra tierra las combinaciones de oxígeno y carbono,
monóxido de carbono, dióxido de carbono, etc. Estos últimos tienen algo mortal en ellos.
Las combinaciones de cianuro, combinaciones de ácido prúsico, jugaron un papel similar
durante la antigua existencia de la Luna. La ciencia espiritual llamó la atención sobre estos
hechos en 1906, y en otras conferencias se demostró que los cometas traen las leyes de la
antigua existencia de la Luna a nuestro sistema solar, de modo que no sólo los seres
luciféricos quedaron atrás, sino también las leyes de la antigua sustancia lunar, que actúan
en nuestro sistema solar de manera irregular. Siempre hemos dicho que un cometa debe
contener algo como combinaciones de cianuro en su atmósfera. Sólo mucho más tarde, es
decir este año, 1910, se encontró ácido prúsico por análisis de espectro en el cometa,
probando lo que ya se había dado a conocer por la Ciencia Espiritual. Si alguna vez se nos
pide que mostremos si algo puede ser descubierto por la Ciencia Espiritual tenemos aquí
una prueba. Hay más pruebas de este tipo con sólo querer observarlas. Así que hay algo de
la antigua existencia de la Luna actuando en nuestra actual existencia en la Tierra. Ahora
llegamos a la pregunta: ¿Puede mantenerse que algo espiritual se encuentra detrás de un
fenómeno observado por medio de los sentidos externos?
Para alguien que conoce la Ciencia Espiritual es bastante claro que hay algo espiritual
detrás de todas las realidades materiales. Si desde el punto de vista de la sustancia hay una
acción de la antigua existencia de la Luna en nuestra existencia terrestre cuando un cometa
brilla sobre ella, entonces también algo espiritual está trabajando detrás, e incluso podemos
distinguir qué fuerza espiritual está trabajando en el caso del cometa Halley. El cometa
Halley es la expresión externa de un nuevo impulso de materialismo cada vez que entra en
la esfera de la existencia de nuestra tierra. Para el mundo de hoy esto puede parecer
supersticioso, pero los hombres deben recordar cómo ellos mismos traen las influencias
espirituales de las constelaciones. ¿Quién negaría que un esquimal es un tipo de ser humano
diferente a un hindú, porque en las regiones polares los rayos del sol golpean la tierra en un
ángulo diferente? En todas partes los propios científicos refieren los efectos espirituales
sobre la humanidad a las constelaciones. Un impulso espiritual hacia el materialismo
coincide con la aparición del cometa Halley [Ver Nota 1] y este impulso puede hacerse
sentir. La aparición de este cometa en 1835 fue seguida por la cultura materialista de la
segunda mitad del siglo XIX, y su aparición antes de eso fue seguida por la iluminación
materialista de los Enciclopedistas Franceses. Esa es la conexión. Para que ciertas cosas
puedan entrar en la existencia de la tierra, las causas deben ser puestas mucho antes fuera
de la tierra; y aquí tenemos realmente que tratar con el Karma del mundo. Lo espiritual y lo
material han sido expulsados de la antigua luna para que ciertos efectos se reflejen en las
entidades que los han expulsado. Es cierto que los seres luciféricos han sido expulsados y
forzados a desarrollarse de una manera diferente para que para los seres de la tierra, el libre
albedrío y las posibilidades del libre albedrío pudieran originarse. Aquí tenemos algo que
en su efecto kármico se extiende más allá de nuestra existencia en la tierra; ¡he aquí un
vistazo del karma mundial!
Así que ahora hemos podido hablar de la concepción del karma, de su significado para cada
personalidad, cada individualidad, y para toda la humanidad. Hemos descrito su influencia
dentro de nuestra tierra y más allá de ella, y hemos encontrado algo más que podemos
describir como el karma mundial.
Así encontramos la ley kármica de conexión entre causa y efecto que actúa de tal manera
que el efecto, a su vez, actúa sobre la causa; y sin embargo, al reaccionar, mantiene su
esencia y permanece igual. Encontramos esta ley del karma gobernando en todo el mundo
en la medida en que reconocemos el mundo como espiritual. Sentimos vagamente que el
karma se revela de muchas maneras diferentes, en esferas completamente diferentes, y
sentimos cómo las diferentes ramas del karma - el karma personal, el karma de la
humanidad, el karma de la tierra, el karma del mundo, etc., se intersectarán entre sí. Y así
tendremos la explicación que necesitamos para entender la vida; porque la vida sólo puede
ser entendida en sus detalles si podemos encontrar cómo se entrelazan las diversas
influencias kármicas.
Nota 1 La próxima aparición del cometa será [fue] en 1986. Sus visitas periódicas se
producen a intervalos de unos 76 años, y se han registrado desde el año 240 a.C. Durante su
última visita, pasó directamente entre la Tierra y el Sol, la Tierra pasando por la cola de la
corneta. Es interesante notar que esta serie de conferencias se estaban dando mientras el
cometa estaba en su punto más cercano a la Tierra, en mayo de 1910. (Ed.)

CONFERENCIA 2

EL KARMA DEL REINO ANIMAL


Hamburgo 17 de mayo de 1910
Antes de que lleguemos a la cuestión del karma humano, son necesarias una serie de
consideraciones preliminares. Ayer dimos una especie de descripción de los conceptos del
karma, y hoy tendremos que decir algo sobre el karma y el reino animal.
Lo que se podría llamar evidencia externa de la realidad de la ley kármica, podrá
encontrarse en el curso de estas conferencias en lugares donde habrá ocasión de señalar
especialmente esta evidencia externa. En estas ocasiones también podemos adquirir la
capacidad de hablar sobre los fundamentos de la idea del karma a aquellos que desde fuera
pueden plantear preguntas sobre una cosa u otra, o que pueden cuestionar la idea completa
del karma. Pero para todo ello son necesarias algunas observaciones preliminares.
¿Hay algo más natural que preguntarse cómo la vida y el destino de los animales están
relacionados con lo que llamamos el curso del karma humano? En esto encontraremos
incluidas lo que son, para la humanidad, las más importantes y profundas preguntas sobre el
destino.
La relación del hombre en la tierra con el reino animal difiere según las diversas épocas y
también según los diversos pueblos. Y es ciertamente interesante ver que en el caso de los
pueblos que han conservado lo mejor de la antigua sabiduría sagrada de la humanidad, hay
un tratamiento profundamente simpático y amoroso hacia los animales. Por ejemplo, en el
mundo budista que ha preservado partes importantes de los antiguos conceptos del mundo
sostenidos por la humanidad en la antigüedad, encontramos un tratamiento muy
comprensivo de los animales, un tratamiento y un sentimiento hacia el reino animal que
muchos pueblos de Europa no pueden entender.
Lo encontraréis también entre otros pueblos, especialmente donde una nación ha
conservado algunos de los antiguos conceptos que les llegaron como reliquias en un lugar u
otro, encontraréis una especie de amistad, algo parecido a un tratamiento humano de los
animales. Un ejemplo es el árabe y el trato que da a su caballo. Por otra parte, se puede
decir que en los países en los que se está preparando la futura concepción del mundo, es
decir, en Occidente, se comprende poco esta simpatía por el reino animal. También es
característico que en la Edad Media y en nuestros tiempos, precisamente en aquellos países
donde el cristianismo se ha extendido, ha surgido la idea de que los animales no pueden ser
considerados como seres que tienen su propia y especial vida anímica, sino más bien como
algo parecido a los autómatas. También se ha señalado, quizás no injustamente, aunque no
siempre con gran comprensión, que la idea muchas veces avanzada por la filosofía
occidental de que los animales son autómatas y no poseen realmente un alma, puede haber
sido asumida por la gente común que no tiene ninguna simpatía por los animales y a
menudo no conoce límites en su trato cruel con ellos. En efecto, el asunto ha llegado tan
lejos que los pensamientos de un gran filósofo de los tiempos modernos, Descartes,
respecto al reino animal, han sido completamente mal entendidos.
Por supuesto, debemos entender claramente que la idea de los animales como meros
autómatas nunca ha sido planteada por las almas realmente eminentes de la cultura reciente,
ni tampoco Descartes tenía este punto de vista, aunque en muchos libros de filosofía se
puede leer que lo hizo. Es verdad que no atribuye a los animales un alma capaz de
desarrollarse hasta el punto de poder probar, por ejemplo, la existencia de Dios a partir de
su propia conciencia; sin embargo dice que el animal está impregnado y animado por los
llamados Espíritus de la Vida, los cuales, aunque no presentan una individualidad tan
completa como el Ego del hombre, sin embargo actúan como el alma en el organismo
animal. En efecto, es característico que se haya podido malinterpretar tan completamente a
Descartes, pues esto nos muestra que en los siglos pasados ha habido en nuestro desarrollo
occidental la tendencia a atribuir al animal algo meramente automático. No habríamos
malinterpretado esto si hubiéramos procedido concienzudamente, pero lo hemos leído en
Descartes. La peculiaridad de la civilización occidental es que tuvo que desarrollarse a
partir de los elementos del materialismo; incluso se puede decir que los albores del
cristianismo se produjeron de tal manera que este importante impulso en la evolución
humana se ejerció por primera vez en un espíritu occidental materialista. El materialismo de
los tiempos modernos es sólo una consecuencia de esta concepción materialista del
cristianismo, la religión más espiritual de Occidente.
El destino de los pueblos de occidente - si se puede decir así - es que tienen que trabajar
partiendo de fundamentos materialistas, y conquistando estas visiones y tendencias
materialistas desarrollarán las fuerzas que les llevarán a la más alta vida espiritual. Una
consecuencia de este destino, de este karma, es que los pueblos de Occidente tienen la
tendencia a considerar a los animales sólo como autómatas. Aquel que no puede penetrar en
el funcionamiento de la vida espiritual y sólo puede juzgar por lo que le rodea en el mundo
exterior de los sentidos, de las impresiones de ese mundo, llegaría fácilmente a una idea
sobre el reino animal que coloca a los animales en la escala más baja. Por otra parte, los
conceptos del mundo que contienen elementos de las verdades espirituales primordiales, la
antigua sabiduría de la humanidad, conservan una especie de conocimiento de lo que existe
espiritualmente en el reino animal; y a pesar de toda esta incomprensión, a pesar de todo lo
que se ha colado en sus visiones del mundo y ha destruido su pureza, no han podido olvidar
que las actividades espirituales y las leyes espirituales están activas en la vida y el
desarrollo del reino animal. Así pues, si por un lado, debido a nuestra falta de conceptos
espirituales nos vemos obligados a admitir nuestra ignorancia en cuanto a la naturaleza del
alma animal, no debemos por otro lado engañarnos a nosotros mismos aplicando
directamente al reino animal esa idea del karma que ayuda a comprender el destino y el
karma humanos; porque esto sería el resultado de un concepto puramente materialista Esto
no debe hacerse.
Ya hemos señalado que es necesario considerar la idea del karma con exactitud, y que nos
desviaremos si buscamos en el reino animal la reacción del efecto sobre el ser del cual ha
procedido la causa. Ahora bien, sólo podemos comprender las vastas ramificaciones de la
ley kármica si vamos más allá de una sola vida humana entre el nacimiento y la muerte, y
seguimos al hombre a través de sus reencarnaciones consecutivas; entonces descubriremos
que la reacción de una causa que hemos puesto en marcha en una vida sólo puede entrar en
acción en una vida posterior. La ley regular del karma se extiende de vida en vida, y los
efectos de las causas no necesitan operar - de hecho, cuando consideramos el karma en su
conjunto, ciertamente no operan - en la misma vida entre el nacimiento y la muerte.
Ahora bien, a partir de la enseñanza más elemental de la Ciencia Espiritual ya sabemos que
en el caso de los animales no podemos hablar de una reencarnación como la que tiene lugar
con el hombre. En el reino animal no encontramos nada parecido a esa individualidad
humana que se conserva cuando una persona pasa por la puerta de la muerte y vive una
vida particular en el mundo espiritual durante el período que va desde la muerte hasta el
renacimiento para luego entrar de nuevo en la existencia mediante un nuevo nacimiento. No
podemos concebir la muerte animal de la misma manera que concebimos la muerte
humana, porque todo lo que describimos como el destino de la individualidad humana
después de que una persona ha pasado por la puerta de la muerte no es el mismo en el reino
animal. Y si creyéramos que en un animal individual que tenemos ante nosotros podríamos
buscar el ser reencarnado de un animal que ha existido previamente en la tierra - como
podemos hacer en el caso del hombre - estaríamos totalmente equivocados. En la
actualidad, cuando uno se inclina a considerar todo lo que encuentra en el mundo
únicamente desde su lado externo y no desde el interno, los grandes contrastes y las
diferencias más importantes entre el hombre y el animal permanecen imperceptibles. Desde
un punto de vista puramente materialista, el fenómeno exterior de la muerte parece ser el
mismo en el hombre que en el animal. Por lo tanto, se puede creer fácilmente, al observar la
vida de un animal entre su nacimiento y su muerte, que los diversos fenómenos de la vida
individual del animal son comparables a los de la vida personal de un hombre entre el
nacimiento y la muerte. Pero esto sería bastante erróneo. Por lo tanto, para empezar
deberíamos mostrar con ejemplos individuales las diferencias esenciales entre el animal y el
hombre.
Estas diferencias entre el hombre y el animal sólo pueden ser captadas por quien se sirve de
los hechos que le son revelados tanto por sus sentidos externos como por su pensamiento
especulativo. Encontramos un fenómeno que también llama la atención de los
investigadores naturales, pero del cual los presentes no pueden hacer nada, a saber, el
fenómeno de que el hombre tiene que aprender realmente las cosas más simples. A lo largo
de su historia el hombre ha tenido que aprender el uso de los instrumentos más primitivos,
y nuestros hijos tienen todavía que aprender las cosas más sencillas, y tienen que dedicar un
cierto tiempo para aprenderlas. El hombre tiene que hacer esfuerzos para producir incluso
las cosas más simples, o para fabricar sus instrumentos y herramientas. Cuando, por el
contrario, observamos a los animales estamos obligados a admitir lo mucho más fácil que
es para ellos en este sentido. Piense en cómo el castor construye su complicada vivienda.
No necesita aprender; sabe cómo hacerlo, porque trae el conocimiento como una ley
interna, de la misma manera que nosotros los seres humanos traemos con nosotros el poder
de cambiar nuestros dientes a los siete años de edad. Nadie necesita aprender eso. De la
misma manera, animales como los castores traen consigo la capacidad de construir sus
casas. Si observas el reino animal encontrarás que los animales traen consigo capacidades
definidas por las que pueden lograr cosas que el arte humano, por muy grande que sea, está
lejos de lograr.
La pregunta que puede surgir ahora es: ¿Cómo es que cuando nace un ser humano es más
incapaz que, por ejemplo, una gallina o un castor; y que primero tiene que, con muchos
dolores, adquirir lo que estas criaturas ya traen consigo? Porque es mucho más importante
para nuestro concepto del mundo que seamos capaces de hacer la pregunta correcta que de
adquirir masas de conocimiento. Los hechos pueden ser correctos, pero no siempre tienen
que ser esenciales para nuestro concepto del mundo. Ahora bien, aunque hoy nos
adentraremos en las causas de estos fenómenos desde el punto de vista de la Ciencia
Espiritual, nos llevaría demasiado lejos si mostráramos en detalle por qué esto es así. Pero
podemos, para empezar, referirnos a ello en pocas palabras.
Si con la ayuda de la Ciencia Espiritual volvemos a la evolución humana en el pasado
primitivo, encontraremos que las fuerzas que están a disposición del castor o de cualquier
otro animal, para que traigan tales poderes artísticos al mundo, estuvieron en un tiempo a
disposición del hombre. No es que el hombre, en un pasado primitivo, careciera de esta
dotación de capacidades mientras que los animales las tomaban todas para sí; también
recibió estos poderes, en efecto, en un grado mucho mayor que los animales. Pues aunque
estos últimos traen consigo una cierta gran habilidad artística al mundo, ésta es, sin
embargo, limitada en su extensión. Fundamentalmente, el hombre no puede hacer nada al
nacer y debe aprender primero todo lo que concierne al mundo exterior. Esto se expresa con
cierta fuerza, pero comprenderán lo que quiero decir. Ahora bien, cuando un hombre
aprende, pronto se demuestra que puede llegar a ser polifacético, y que en lo que respecta al
desarrollo de ciertas capacidades artísticas, etc., esto puede ser mucho más rico que el de un
animal. Así que el hombre originalmente traía consigo poderes más abundantes, que no trae
hoy en día. Se produce el peculiar fenómeno de que originalmente el hombre y el animal
estaban dotados de forma similar; y si volvemos a la antigua evolución de Saturno, veremos
que no había ninguna diferencia en absoluto entre el desarrollo humano y el animal. Todas
estas capacidades eran comunes a ambos. ¿Qué ha sucedido entonces mientras tanto para
que el animal traiga ahora a la existencia todo tipo de capacidades, mientras que el hombre
es realmente un ser torpe cuando viene al mundo? ¿Cómo se ha comportado el hombre
mientras tanto para ya no poseer todo lo que una vez traía consigo? ¿Lo ha desperdiciado
tontamente en el curso de la evolución, mientras que los animales lo han preservado como
ahorrativos dueños de casa? Estas son preguntas que pueden plantearse sobre la base de
hechos reales.
El hombre no ha desperdiciado estos poderes que hoy en día el animal manifiesta como
capacidades externas; sólo los ha transformado, pero en algo que difiere de lo que los
animales poseen. Ellos los han aplicado a obras externas; los castores construyen sus casas
y las avispas sus nidos, pero el hombre ha transformado e incorporado dentro de sí las
mismas fuerzas que los animales manifiestan externamente, y por este medio ha creado lo
que llamamos su organización humana superior. Para que el hombre pueda caminar
erguido, para que tenga un cerebro más perfecto y, en general, una organización interna
más perfecta, eran necesarias ciertas fuerzas, y estas fuerzas son las mismas con las que el
castor construye su morada. El castor construye su casa, pero el hombre ha vuelto las
fuerzas hacia adentro sobre sí mismo, hacia su cerebro, etc., y por lo tanto no le queda nada
con lo que trabajar exteriormente. Por lo tanto, si en la actualidad nos movemos entre los
animales de constitución más perfecta, se debe al hecho de que hemos aplicado
interiormente todas las fuerzas que el castor gasta de forma externa. Tenemos nuestra
constitución de castor dentro de nosotros, y por lo tanto ya no somos capaces de manifestar
estas fuerzas hacia fuera de la misma manera. Cuando tomamos una visión global del
mundo, entendemos el origen de las diversas capacidades que existen en la creación, y
cómo nos aparecen hoy en día.
¿Por qué las fuerzas del hombre, de las que acabamos de mencionar y que encontramos en
las funciones externas de las diversas especies y géneros del reino animal, han de aplicarse
al interior de la organización humana? Porque el hombre sólo podría convertirse en
portador de lo que hoy es el ego, aquello que progresa de encarnación en encarnación, sólo
siendo capaz de crear la organización interior. Ninguna otra organización podría haberse
convertido en portador de un Yo; pues depende enteramente de la envoltura externa si una
individualidad del ego puede estar activa en la existencia terrenal o no. No podría hacerlo si
la organización externa no fuera apropiada para la individualidad del yo. Así que todo se
redujo a hacer apropiada la organización externa de esta individualidad del yo. Para ello, se
tuvo que crear una instalación especial, y ya conocemos los aspectos esenciales de la
misma.
Sabemos que la evolución de la Luna precedió a la de la Tierra. Antes de eso fue la
evolución del Sol que fue precedida por la de Saturno. Cuando la antigua evolución de la
Luna llegó a su fin, el hombre estaba en una etapa de desarrollo - en cuanto a su vida
externa - que puede describirse como animal-humano. En aquel tiempo este organismo
humano externo no había progresado lo suficiente como para convertirse en el vehículo de
un Yo individual. Fue la evolución terrestre del hombre la que tuvo la tarea de encarnar el
Ego en este organismo. Pero esto sólo podía ocurrir regulando la evolución de la Tierra de
una manera muy especial. Cuando el desarrollo de la antigua Luna llegó a su fin, todo se
disolvió, por así decirlo, en el caos. Hasta cierto momento del amanecer cósmico, el nuevo
cosmos de la evolución de nuestra Tierra surgió. En él estaba contenido todo lo que, al
igual que nuestro sistema solar, está conectado con nosotros y la Tierra. De este conjunto,
de esta unidad cósmica se separaron todos los demás cuerpos planetarios pertenecientes a
nuestra especial existencia en la Tierra. No necesitamos entrar en la forma en que los otros
planetas, Júpiter, Marte, etc., se separaron. Sólo tenemos que señalar que en un cierto
período de nuestra fase de evolución, nuestra Tierra y nuestro Sol se separaron. Mientras
que el Sol ya se había separado y enviaba sus actividades a la Tierra desde el exterior,
nuestra Tierra seguía unida a la actual Luna, de modo que las sustancias y fuerzas
espirituales que en la actualidad pertenecen a la Luna, en aquel tiempo seguían unidas a la
Tierra.
Ahora bien, a menudo hemos tocado la cuestión de qué habría pasado si el Sol no se
hubiera separado de la Tierra y se hubiera saltado esa condición en la que actúa en la Tierra
desde el exterior como lo hace ahora. Al principio, cuando la Tierra estaba todavía unida al
Sol, las condiciones eran muy diferentes y todo el sistema cósmico incluía a los ancestros
de la organización humana formando una unidad. Es absurdo mirar las condiciones
modernas y decir: "¡Qué tontería dicen esos antropósofos! Si así hubiera sido, todos los
seres se habrían quemado". Pero estos seres estaban organizados de tal manera que en aquel
tiempo podían existir en condiciones muy diferentes a las de esta época. Ahora bien, si el
Sol hubiera permanecido en unión con la Tierra, habrían permanecido fuerzas muy
diferentes y mucho más violentas con la Tierra; y la consecuencia habría sido que toda la
evolución de la Tierra habría progresado con tal violencia y velocidad que habría sido
imposible que la organización humana se desarrollara como debiera. Por lo tanto, era
necesario que se le diera a la Tierra un ritmo más lento, y que se pusieran a su disposición
fuerzas más densas. Esto sólo podía lograrse mediante la retirada de las fuerzas violentas y
tormentosas de la Tierra. Las fuerzas del Sol trabajaban con menos violencia cuando
actuaban desde el exterior después de la retirada de la Tierra. Además de esto, sin embargo,
ocurrió algo más. La Tierra estaba ahora en una condición en la que la humanidad no podía
progresar a su vez de la manera correcta. El estado de la Tierra era ahora demasiado denso,
y ejercía una acción secante y petrificante sobre toda la vida. Si las condiciones hubieran
permanecido así, el hombre habría sido nuevamente incapaz de desarrollarse. Esto fue
remediado por un acuerdo especial. Algún tiempo después de la salida del Sol, la Luna
actual dejó la Tierra, y se llevó las fuerzas retardantes que habrían llevado a toda la vida a
una muerte lenta. Así la Tierra permaneció entre el Sol y la Luna, seleccionando
exactamente el ritmo adecuado para la organización humana, y permitiéndole acoger un
Ego, y ser el portador de la individualidad que va de encarnación en encarnación. La
organización humana tal y como existe hoy en día no se habría podido producir desde el
cosmos bajo ninguna otra condición que a través de este proceso - primero la separación del
Sol y luego la de la Luna.
Alguien podría quizás decir: "Si yo hubiera sido el Todopoderoso lo habría hecho de otra
manera; muy pronto habría producido tal combinación que la organización humana habría
sido capaz de progresar de la manera en que tenía que progresar! ¿Qué necesidad había de
que el Sol saliera primero y luego, después de un tiempo, la Luna?
La persona que piensa de esta manera piensa demasiado abstractamente. No reflexiona que
cuando en el orden universal se debe producir una cosa tan compleja como la organización
humana, es necesario un arreglo especial para cada una de las partes. No se puede convertir
en realidad lo que el pensamiento humano inventa e imagina. En abstracto se puede pensar
cualquier cosa, pero en la verdadera Ciencia Espiritual hay que aprender a pensar
concretamente para poder decir: La organización humana no es una cosa simple; consiste
en un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral. Estas tres partes deben ser
primero llevadas a un equilibrio particular, de modo que las diversas partes deben estar
correctamente relacionadas entre sí. Esto sólo pudo tener lugar a través de este triple
proceso: Primero, la formación del cosmos unitario - toda la unidad cósmica de la Tierra, el
Sol y la Luna juntos. Luego había que hacer algo que actuara de forma retardada en el
cuerpo etérico humano, que de otra manera habría consumido toda la evolución demasiado
ferozmente - esto se logró con la retirada del Sol. Luego, la Luna tuvo que ser retirada,
porque de otra manera a través del cuerpo astral la organización humana habría muerto.
Estos tres procesos tuvieron que tener lugar debido a la triple organización humana.
Así podemos ver que el hombre debe su existencia y sus actuales cualidades a un
complicado ordenamiento en el cosmos. Pero también sabemos que las evoluciones de
todos los reinos de la naturaleza no proceden en absoluto al mismo ritmo que la evolución
general. A partir de las diversas conferencias dadas en años anteriores, sabemos que en
cada una de las encarnaciones planetarias de la tierra, ciertos seres han permanecido
siempre rezagados en la evolución general. Luego, a medida que la evolución avanza, viven
en condiciones que no corresponden plenamente a esta evolución. También sabemos que
fundamentalmente toda la evolución sólo puede proceder de la manera correcta gracias a
los rezagos de estas entidades. Durante la antigua evolución de la Luna ciertos seres como
los seres luciféricos se quedaron atrás, y a través de ellos ha surgido mucho de lo que es
malo; pero a ellos también debemos lo que hace posible la existencia humana, es decir, la
posibilidad de la libertad, del libre desarrollo de nuestro ser interior. De hecho, podemos
decir que en cierto sentido el haberse quedado rezagados los seres luciféricos fue un
sacrificio. Se quedaron atrás para que durante la existencia de la Tierra pudieran ejercer
ciertas actividades; pudieran conferir al hombre las cualidades que pertenecen a su dignidad
y a la ordenación de su destino. Hay que acostumbrarse a ideas completamente diferentes
de las que son habituales, porque según las ideas habituales se podría decir que los espíritus
luciféricos no progresaron y tuvieron que quedarse atrás; y no se puede excusar su
negligencia. Pero no se trataba de la negligencia de los seres luciféricos; en cierto modo su
retraso fue un sacrificio, para que pudieran trabajar en nuestra humanidad terrestre por
medio de lo que adquirieron con este sacrificio.
Desde la última conferencia ya sabéis que no sólo los seres sino también las sustancias
permanecieron y preservaron las leyes que en las condiciones planetarias anteriores eran las
correctas, y luego llevaron esas leyes a la evolución posterior. Así, las fases de la evolución
pertenecientes a la antigüedad se mezclan y compenetran con las de la modernidad. Y es
esto lo que produce tan grandes complejidades en la vida, lo que nos ofrece grados de
existencia [que son] los más diversos. El reino animal nunca podría haberse desarrollado
junto con el reino humano hoy en día si ciertos seres no se hubieran quedado atrás al final
del período de Saturno para, mientras que la humanidad en el Sol ya estaba desarrollando
una etapa más alta, formar un segundo reino y presentarse como los primeros antepasados
de nuestro actual reino animal. Por lo tanto, este quedarse atrás era absolutamente necesario
como base para las formaciones posteriores.
Veamos ahora una comparación que explique por qué los seres y las sustancias tuvieron
que quedarse atrás. El desarrollo del hombre tenía que progresar gradualmente, y sólo podía
hacerlo en la misma medida en que el hombre se refinaba. Si hubiera actuado siempre con
las mismas fuerzas con las que había actuado durante la fase de Saturno, no habría
progresado, sino que se habría quedado atrás. Por esta razón tuvo que refinar sus fuerzas.
Como ilustración, supongamos que tenemos un vaso de agua en el que se disuelve alguna
sustancia. Todo en este vaso, de arriba a abajo, será del mismo color, de la misma densidad,
etc. Supongamos ahora que las substancias más gruesas se depositan en el fondo; entonces
el agua más pura y las substancias más finas permanecen arriba. El agua sólo puede ser
refinada por la separación de las partes más gruesas. Algo así también era necesario
después de que la evolución de Saturno hubiese finalizado su curso, de modo que apareció
tal sedimento, y toda la humanidad se separó de algo, reteniendo todas las partes más finas.
Lo que quedaba constituiría más tarde el reino animal. Por medio de esta separación el
hombre fue capaz de refinarse a sí mismo, y ascender una etapa más alta. A cada paso hay
que separar ciertos seres, para que el hombre pueda elevarse cada vez más.
Así pues, tenemos una humanidad que sólo se ha hecho posible a través de la liberación del
hombre de los seres que viven a su alrededor en los reinos inferiores. En un tiempo
estuvimos ligados a estos seres, con todas sus fuerzas, en el estrés de la evolución al igual
que los componentes más densos del agua. Nos hemos separado de ellos y de esta manera
nuestro desarrollo ha sido posible. Así, miramos hacia abajo a los tres reinos de la
naturaleza que nos rodean, y vemos en ellos algo que tuvo que convertirse en una base para
nuestro desarrollo. Estos seres se han hundido para que nosotros podamos levantarnos. De
esta manera miramos a los reinos subordinados de la naturaleza desde la perspectiva
adecuada.
El estudio del desarrollo de la Tierra nos ayudará a entender los detalles de este proceso aún
más claramente. Debemos entender que todos los hechos de nuestro desarrollo terrestre
tienen ciertas relaciones y conexiones. Hemos visto que la separación del Sol y la Luna de
la Tierra realmente se produjo con el fin de que durante la evolución de la Tierra la
organización humana pudiera desarrollarse hasta el punto de convertirse en una
individualidad; y en conjunto con esto la organización humana se hizo pura. Pero a través
de esta separación en el universo por el bien del hombre, a través de este gran cambio en
nuestro sistema solar, los otros tres reinos de la naturaleza también se vieron afectados -
especialmente el reino animal. Si queremos entender la influencia ejercida sobre el reino
animal a través de los procesos de la separación del Sol y la Luna, esto es a lo que llegamos
como resultado de la investigación espiritual: -
En el momento de la separación del Sol, el hombre se encontraba en una cierta etapa de la
evolución. Ahora bien, si se hubiera visto obligado a mantenerse en esta etapa en la que se
encontraba durante el período en que la Luna estaba todavía unida a la Tierra, no habría
podido alcanzar su organización actual; se habría enfrentado a un cierto desgaste y
desecación. Antes que nada, las fuerzas de la Luna tuvieron que salir. La posibilidad de esta
organización humana se debe únicamente a la circunstancia de que durante el período en
que la Luna todavía formaba parte de la Tierra, el hombre había conservado una
organización que todavía podía ser flexible; ya que podría haber sido posible que su
organización se estableciera de tal manera que la salida de la Luna ya no sirviera para nada.
Sólo los antepasados de la humanidad estaban en esa etapa flexible en la que la
organización aún era posible. Por lo tanto, la Luna tenía que separarse en un momento
determinado. ¿Qué ocurrió hasta el momento de la salida de la Luna?
La organización humana se volvió cada vez más burda. El hombre no se parecía a la
madera, eso sería una concepción demasiado burda. La organización de entonces, a pesar
de su grosería, era todavía mucho más fina que la actual; pero durante el período
comprendido entre la salida del Sol y la de la Luna, la organización del hombre era tan
grosera que la parte más espiritual de él, que en cierto sentido vivía alternativamente dentro
y fuera del cuerpo físico, llegó a la crisis que cuando quiso volver a entrar en su cuerpo
físico lo encontró tan denso, debido a los acontecimientos que habían tenido lugar en la
tierra que ya no podía entrar en él como su morada. Por lo tanto, también se produjo que la
parte espiritual y del alma de muchos de nuestros antepasados humanos partió por completo
de la tierra, y durante cierto tiempo se refugió en otros planetas pertenecientes a nuestro
sistema solar. Sólo un pequeño número de los cuerpos físicos pudieron ser utilizados y
mantenerse durante este tiempo. Como he dicho, por mucho el mayor número de almas
humanas salieron al espacio, pero la corriente de evolución humana fue mantenida por un
pequeño número de aquellos que eran más robustos y que fueron capaces de luchar y
conquistar. Estas almas robustas llevaron la evolución durante el período crítico.
Durante todo este proceso la individualidad humana aún no había evolucionado. Todavía
predominaba el carácter del alma de la especie, y cuando algunas almas se retiraron se
integraron a las almas grupales.
Luego vino la salida de la Luna que hizo posible que la organización humana se refinara
más. Entonces pudo retomar las almas que antes se habían remontado, y estas almas
gradualmente -hasta y durante la época atlante- bajaron de nuevo y entraron en los cuerpos
humanos de abajo. Pero durante este tiempo crítico ciertos organismos se habían
reproducido y no podían convertirse en los vehículos del alma humana, ya que eran
demasiado toscos. Debido a esto, junto con los organismos capaces de refinarse y
convertirse en vehículos de la individualidad humana, también se habían propagado
organismos que no podían, y estos eran los sucesores de los organismos que habían sido
abandonados por el alma humana durante el tiempo en que el Sol ya se había retirado y la
Luna todavía estaba unida a la Tierra.
Así que junto con el hombre vemos un reino de organismos en desarrollo, que, al preservar
el carácter de la Luna se habían vuelto incapaces de ser los vehículos de la individualidad
humana.
Estos organismos son esencialmente los que se han convertido en nuestro actual reino
animal. Puede parecer curioso que los organismos más toscos de los animales actuales
tengan ciertas capacidades por las que son capaces de actuar sabiamente, tal y como se
ejemplifica en el trabajo del castor, etc.; pero esto puede explicarse plenamente si no
pensamos demasiado superficialmente. Es precisamente en los organismos de estos seres,
en los que no han entrado las almas humanas, en los que se han desarrollado las
disposiciones exteriores de la estructura animal - un sistema nervioso, etc., lo que ha
permitido que se sitúen totalmente en armonía con las leyes de la existencia terrestre.
Porque los seres que no desarrollaron la capacidad de acoger almas humanas,
permanecieron unidos a la Tierra todo el tiempo. Los otros organismos que se refinaron
más tarde, para poder acoger las individualidades humanas, ciertamente también estuvieron
con ellos en la tierra, pero como tuvieron que sufrir ciertos cambios más tarde cuando la
Luna estaba fuera, perdieron estas capacidades, o más bien las transmutaron al refinarse a sí
mismos, y al tener que pasar por otros cambios.
Así pues, se advierte que cuando la Luna se separó, en la Tierra había ciertos organismos
que simplemente reproducían en sí mismos las antiguas condiciones que existían cuando la
Luna estaba unida a la Tierra. Estos organismos habían permanecido burdos, habían
conservado las leyes que tenían antes, y se habían establecido de tal manera que cuando la
Luna se separó, no se produjo ningún cambio en ellos. Simplemente se siguieron
propagando rígidamente. Los otros organismos que se convertirían en vehículos de las
individualidades humanas no podían perpetuarse rígidamente como lo hacían los
organismos más burdos. Tenían que cambiarse a sí mismas de tal manera que aquellos seres
que entretanto no se habían unido a la Tierra, y que ahora debían volver a ella, pudieran
ahora trabajar en ellas. Aquí tenemos la diferencia entre los seres que han conservado el
antiguo carácter rígido de la Luna y los que se han cambiado a sí mismos. Pero, ¿en qué
consistió el cambio?
Cuando las almas que se habían ido de la tierra volvieron, y una vez más tomaron posesión
de los cuerpos, comenzaron a introducir alteraciones en el sistema nervioso, el cerebro, etc.
Aplicaron sus fuerzas, por así decirlo, a la construcción interior. Ya no podía haber cambios
en los otros seres que se habían endurecido. Diferentes seres se apoderaron de estos últimos
organismos, seres que habían quedado atrás en una etapa anterior y que no estaban
suficientemente evolucionados para operar en el organismo desde dentro. Trabajaban más
bien desde el exterior como las Almas-Grupo de los animales. Así, el alma humana tomó
posesión de los organismos que les convenían después de la salida de la Luna, y estos seres
trabajaron entonces el organismo hasta conseguir una estructura humana perfecta. Los
organismos que se mantuvieron rígidos durante el período lunar ya no podían ser
modificados, algunas almas se apoderaron de ellos, almas que en conjunto no se habían
desarrollado lo suficiente como para ponerse a trabajar en una individualidad, pero que
habían permanecido en la etapa lunar, desarrollándose lo más posible en aquel tiempo. Por
lo tanto, ahora tomaron posesión de estos organismos inferiores como "Almas-Grupo".
Así, la diferencia entre el hombre y el animal es explicada mediante eventos cósmicos.
Mediante los procesos cósmicos en la evolución de la Tierra se han producido dos tipos de
organismos. Si nos hubiéramos visto obligados a permanecer con una estructura como la de
los seres inmediatamente inferiores a la humanidad, ahora nos veríamos obligados a
revolotear alrededor de la Tierra porque nuestro organismo habría sido demasiado rígido.
Por lo tanto, no podríamos haber bajado a ellos, y aunque nos hubiéramos convertido en
seres más perfectos, deberíamos haber tenido que permanecer donde está la organización de
las almas grupales de los animales. Sin embargo, como nuestros organismos pudieron
perfeccionarse, pudimos entrar en ellos y utilizarlos como nuestra morada; es decir,
pudimos descender a las encarnaciones corporales. Las almas grupales no necesitaban hacer
esto; actuaban sobre estos seres desde el mundo espiritual.
Por tanto, vemos en el reino animal que nos rodea algo que también habríamos tenido que
ser hoy, si nuestro actual organismo no se hubiera transformado. Preguntémonos ahora
cómo los animales con sus organismos más rígidos han aparecido en la tierra. Bajaron a
través de nosotros. Son los descendientes de los cuerpos que ya no deseábamos ocupar
después de la retirada de la Luna. Dejamos esos cuerpos para encontrar otros más tarde y
no habríamos podido encontrar otros más tarde, si no los hubiéramos abandonado en ese
preciso momento. Porque sólo después de la salida del Sol podríamos continuar nuestro
progreso en la Tierra. Dejamos atrás, por así decirlo, a ciertos seres, para que nosotros
mismos pudiéramos encontrar la posibilidad de elevarnos. Para elevarnos más alto tuvimos
que ir a otros planetas y dejar los cuerpos de abajo ir a la ruina, y en cierto sentido debemos
lo que somos a lo que quedó abajo. De hecho, lo que debemos puede ser descrito aún más
minuciosamente. Podemos preguntarnos cómo fue posible que dejáramos la Tierra durante
el período crítico, ya que un ser no puede ir justo donde le gusta.
Durante la evolución de la Tierra llegó por primera vez algo que le debemos a los espíritus
luciféricos. Fueron nuestros líderes y nos alejaron de la evolución de la Tierra en el período
crítico. Fue como si nos dijeran: "Abajo viene un momento crítico y deben abandonar la
Tierra". Dejamos la Tierra bajo la guía de los espíritus de Lucifer, los mismos seres que
introdujeron en nuestro cuerpo astral de aquel tiempo el principio luciférico, la tendencia en
nosotros a todo lo que llamamos la posibilidad del mal; pero con ello también vino al
mismo tiempo la posibilidad de la libertad. Si no nos hubiesen alejado de la Tierra en
aquella época, habríamos estado siempre encadenados a la forma que entonces nos
habíamos creado, y ahora, a lo sumo, sólo podríamos flotar sobre esta forma sin poder
entrar jamás. Así que nos llevaron y unieron su propio ser con el nuestro.
Si tenemos esto en cuenta, comprenderemos que durante el tiempo que nos fuimos
tomamos las influencias luciféricas. Aquellas otros organismos que no compartían este
destino por el que fuimos llevados a ciertas regiones del mundo, permanecieron abajo sin la
influencia luciférica. Tenían que compartir nuestro destino terrenal, pero no podían
compartir nuestro destino celestial. Y cuando volvimos a la tierra tuvimos la influencia
luciférica en nosotros - pero esos otros seres no la tuvieron. De esta manera nos fue posible
llevar una vida en un cuerpo físico y, sin embargo, una vida independiente de él, de modo
que pudiéramos ser cada vez más independientes del cuerpo físico. Pero estos otros seres
que no tenían la influencia luciférica representan lo que nuestros cuerpos astrales eran en el
intervalo entre la partida del Sol y la de la Luna, es decir, aquello de lo que nos liberamos.
Miramos a los animales y decimos: "Todo lo que los animales manifiestan en forma de
crueldad, voracidad y todos los vicios animales, además de la habilidad que tienen,
deberíamos haber tenido dentro de nosotros, si no hubiéramos sido capaces de expulsarlos.
Debemos esta liberación de nuestros cuerpos astrales a la circunstancia de que todos los
cuerpos astrales más groseros han quedado atrás en el reino animal y en la tierra". En
efecto, podemos decir que está bien para nosotros que ya no tengamos la crueldad del león,
la astucia del zorro, etc., sino que éstos se retiren de nosotros y lleven una existencia
independiente fuera de nosotros.
Los animales tienen el cuerpo astral en común con nosotros, y por lo tanto son capaces de
sentir dolor. Pero de lo que se ha dicho ahora vemos que no poseen el poder de evolucionar
a través del dolor y de la conquista del dolor, ya que no tienen individualidad. Los animales
son por esta razón mucho más dignos de lástima que nosotros. Tenemos que soportar el
dolor, pero cada dolor es para nosotros un medio para la perfección; al superarlo nos
elevamos más. Hemos dejado atrás al animal como algo que ya tiene la capacidad de sentir
el dolor pero que todavía no posee el poder de elevarse por encima del dolor, y de triunfar
por medio de él. Ese es el destino de los animales. Nos manifiestan nuestro propio
organismo anterior cuando éramos capaces de sentir el dolor, pero aún no podíamos, a
través de la superación del dolor, transformarlo en algo beneficioso para la humanidad. Por
eso, en el curso de nuestra evolución terrenal hemos dejado lo peor para los animales, y
ellos están a nuestro alrededor como muestra de cómo nosotros mismos llegamos a nuestra
perfección. No nos habríamos librado de los residuos si no hubiéramos dejado atrás a los
animales. Debemos aprender a considerar tales hechos, no como teorías, sino con un
sentimiento de mundo cósmico. Cuando miramos a los animales debemos sentir: "Ustedes
los animales están afuera. Cuando sufrís, sufrís algo de lo que nos beneficiamos. Nosotros,
los hombres, sin embargo, tenemos el poder de superar el sufrimiento mientras que
vosotros debéis soportarlo. Habiendo recibido el sufrimiento, se lo hemos transmitido a
ustedes, y estamos tomando para nosotros el poder de superarlo".
Si desarrollamos este sentimiento cósmico aparte de la teoría, entonces experimentamos un
gran y completo sentimiento de simpatía por el reino animal. Por lo tanto, cuando este
sentimiento universal surgió de la sabiduría primitiva de la humanidad, cuando la
humanidad todavía poseía el recuerdo del conocimiento original que le decía a cada uno por
una visión clarividente tenue cómo habían sido las cosas una vez, se preservó con él la
simpatía por el reino animal también, y esto en un alto grado. Esta simpatía volverá cuando
la gente se acostumbre a tomar la Ciencia Espiritual, y cuando vea de nuevo cómo el karma
de la humanidad está ligado al karma del mundo. En la llamada edad oscura, cuando el
pensamiento materialista dominaba, no se podía tener la percepción correcta de esta
conexión. En aquella época se observaba sólo lo que estaba al lado del espacio, sin tener en
cuenta el hecho de que todo lo que está al lado del espacio tiene un origen común, y sólo se
ha separado en el curso de la evolución. Era natural que uno dejara de sentir la conexión
entre el hombre y el animal; y en aquellas partes de la tierra donde ha sido la misión ocultar
el conocimiento espiritual de esta conexión, sustituyéndolo por una conciencia que sólo se
refiere al espacio físico exterior, el hombre ha pagado de una manera extraña su deuda con
los animales. Se los ha comido.
Estas cosas nos muestran cómo las concepciones del mundo están conectadas con el mundo
humano de la percepción y el sentimiento. Estos últimos son las consecuencias de los
primeros y como las concepciones e ideas cambian, las percepciones y sentimientos de la
humanidad también cambian. El hombre no podía hacer otra cosa que evolucionar. Por eso
tuvo que empujar a otros seres al abismo para poder elevarse a sí mismo. No podía darles
una individualidad que compensara kármicamente lo que los animales tienen que sufrir;
sólo podía darles dolor, sin poder darles la compensación kármica. Pero lo que no pudo
darles antes, lo dará cuando haya alcanzado la libertad y el desinterés de su individualidad.
Entonces él aprehenderá conscientemente la ley kármica en este reino y dirá: "Es a los
animales a quienes debo lo que he llegado a ser". Como los animales han caído de una
existencia individual a una existencia en la sombra, no puedo devolverles lo que han
sacrificado por mí, pero debo hacer esto bien, en la medida de lo posible, por el tratamiento
que les doy". Por lo tanto, con el progreso de la evolución vendrá de nuevo a través de la
conciencia del karma una mejor relación entre el hombre y el reino animal de la que hay
ahora, especialmente en occidente. Vendrá un tratamiento de los animales en el que el
hombre volverá a elevar a los que ha empujado hacia abajo.
Así vemos que hay una cierta relación, entre el karma y el reino animal, aunque no
podemos, si queremos evitar la confusión del pensamiento, comparar lo que el animal
experimenta como su destino, con el karma humano. Pero si consideramos todo el
desarrollo de la Tierra, veremos que sí podemos hablar de una relación entre el karma de la
humanidad y el reino animal.
CONFERENCIA 3

EL KARMA Y SU RELACIÓN CON LA ENFERMEDAD Y LA SALUD


Hamburgo 18 de mayo de 1910
Las observaciones que tendremos que hacer en esta y en las siguientes conferencias pueden
quedar expuestas a un cierto malentendido. Tendremos que tratar varias cuestiones sobre la
enfermedad y la salud desde el punto de vista del karma, pero debido a la naturaleza
contraria de las actuales corrientes de pensamiento sobre este tema, puede formarse
fácilmente una idea errónea de la base científico-espiritual cuando se toca este tema.
Sabemos que estas cuestiones de la salud y la enfermedad son discutidas en los más
diversos círculos y que la discusión se lleva a cabo a menudo con gran vehemencia y
pasión. Tanto los laicos como algunos médicos se oponen a lo que se llama medicina
científica, y es fácil ver cómo los defensores de la medicina científica tal vez estén siendo
desafiados por algún ataque injusto, para que no caigan en una especie de pasión cuando se
trata de, que es su derecho. Abogar por lo que la ciencia tiene que decir al respecto, pero
que desde este lado se libra una lucha a veces muy encarnizada contra lo que de alguna
manera se dice desde otros puntos de vista distintos a los representados en la medicina
oficial sobre lo que se está considerando. La teosofía o la ciencia espiritual solo podrán
hacer justicia a sus elevadas tareas si mantienen un juicio imparcial y objetivo en tal campo,
que a menudo se ve oscurecido por las discusiones.. Quienes me han escuchado a menudo
en conferencias sabrán lo poco que estoy dispuesto a unirme al coro de quienes desean
desacreditar lo que se describe como medicina académica; en la Ciencia Espiritual no es
una cuestión de acuerdo con una u otra parte en particular.
Como observación preliminar podemos decir que los logros de los últimos años en materia
de salud y las investigaciones reales sobre los fenómenos de la enfermedad suscitan
realmente elogios, reconocimiento y admiración, al igual que muchos otros
descubrimientos científicos. En cuanto a lo que se ha logrado en este ámbito, se puede decir
que si alguien puede alegrarse de lo que la medicina ha logrado en los últimos años, ese
alguien es la Ciencia Espiritual que debe hacerlo. Por otra parte, debemos señalar que los
logros y los conocimientos y descubrimientos reales de las Ciencias Naturales no siempre
se interpretan y explican verdadera y satisfactoriamente por la opinión científica actual. En
efecto, es muy evidente en muchos campos de la investigación científica que las opiniones
y teorías no han crecido de acuerdo con las ideas y hechos positivos que a veces son
maravillosos. La luz que procede de la Ciencia Espiritual también iluminará con éxito las
conquistas científicas de los últimos años.
Después de esta observación preliminar se verá que no nos preocupa ningún tipo de
acuerdo en una mísera escaramuza sobre lo que se puede hacer en la actualidad en el campo
de la medicina científica. Se puede decir, sin embargo, que los hechos más admirables que
han salido a la luz hasta ahora no pueden dar fruto para el bien de la humanidad en nuestros
días porque las opiniones y teorías materialistas que prevalecen hoy en día los hacen
estériles. Por lo tanto, es mucho mejor para la Antroposofía decir modestamente lo que
tiene que decir que participar en cualquier tipo de guerra de partidos. De esta manera se
despertarán mucho menos las pasiones ya tan excitadas en la actualidad.
Si queremos obtener un punto de vista desde el cual considerar las cuestiones que nos van a
ocupar, debemos comprender primero que la causa de cualquier fenómeno debe buscarse de
diversas maneras; hay causas más cercanas y más lejanas, y donde la Antroposofía desea
descubrir la causa kármica de la salud, tendrá que ocuparse un poco de las causas más
lejanas no en la superficie. Daremos una ilustración de esto, que al reflexionar se entenderá
pronto.
Tomemos el punto de vista de alguien que piensa que estamos gloriosamente avanzados en
la actualidad en este campo, y que desprecia por completo las opiniones sobre la salud y la
enfermedad que fueron planteadas en los siglos anteriores. Si examinamos las cuestiones de
la enfermedad y la salud, tenemos la impresión de que los representantes de este punto de
vista suelen concluir que lo que ha salido a la luz en este campo en los últimos veinte o
treinta años es una especie de verdad absoluta que puede, en efecto, ser complementada,
pero que nunca puede decirse lo mismo que los conocimientos adquiridos en épocas
pasadas. Por ejemplo, a menudo se dice: "En este campo encontramos la superstición más
burda de los tiempos pasados". Y luego se dan ejemplos verdaderamente sorprendentes de
la forma en que en siglos pasados trataron de curar una u otra dolencia. Se considera
excepcionalmente malo cuando uno se encuentra con términos que para la conciencia
moderna han perdido el significado que poseían en aquel tiempo. Así, algunos dicen:
"¡Hubo tiempos en los que toda enfermedad se atribuía a Dios o al diablo! Esto no era tan
malo como esta gente cree, porque no pueden formarse una idea de lo que significaba la
expresión "Dios" o "diablo". Podemos dejar esto muy claro por medio de una ilustración.
Supongamos que dos personas están hablando entre si. Una le dice a la otra: "Acabo de ver
una habitación llena de moscas. Alguien dijo que era muy natural que la habitación
estuviera llena de moscas, y yo también lo pensé, porque la habitación estaba muy sucia y
las moscas prosperaban. Es bastante natural que uno acepte esto como una razón para la
existencia de las moscas y será bastante razonable decir que si la habitación se limpiara a
fondo las moscas desaparecerían. Pero hubo otra persona que dijo que conocía una razón
diferente para la existencia de las moscas en la habitación, y que la verdadera causa era que
durante mucho tiempo una ama de casa muy perezosa había vivido allí. Qué superstición
tan ilimitada pensar que la pereza era un tipo de personalidad que sólo necesitaba hacer
señas, y entonces entraron las moscas! Seguramente la explicación que atribuye la
presencia de las moscas a la suciedad es mejor. Ocurre casi lo mismo cuando se dice:
"Alguien ha enfermado por estar infectado por algún tipo de bacilo; si se le expulsa, la
persona volverá a estar bien". Otros hablan de una causa espiritual que se encuentra más
abajo, pero para efectuar una cura todavía piensan que es necesario sólo expulsar el bacilo.
Hablar de una causa espiritual de la enfermedad admitiendo todo lo demás no es más
supersticioso que decir, como en el primer caso, que la presencia de las moscas se debió a
un ama de casa perezosa. Y no hay necesidad de enojarse si alguien dice que las moscas no
estarían allí si la habitación estuviera limpia.
No se trata de que un punto de vista se oponga al otro, sino que el titular de cada punto de
vista debe aprender a comprender al otro y estudiar su significado. Hay que saber
diferenciar si sólo se habla de las causas inmediatas o si se hace referencia a las causas
indirectas. El antropósofo objetivo no tomará nunca este punto de vista de que la pereza
sólo tiene que hacer señas para que las moscas entren en la habitación; él sabrá que otras
cosas materiales también entran en consideración. Pue todo lo que tiene una expresión
material tiene su trasfondo espiritual, y para el bienestar de la humanidad hay que buscar
este trasfondo espiritual. Sin embargo, los que quieran participar en el combate deben
recordar también que las causas espirituales no siempre se entenderán de la misma manera
y que tampoco se pueden combatir de la misma manera que las causas materiales
ordinarias; y no se debe pensar siempre que combatiendo las causas espirituales no habrá
necesidad de combatir las causas materiales; porque entonces se podría dejar que el cuarto
se mantenga sucio tratando de curar la ociosidad del ama de casa. Lo que es necesario es
que cada una de estas dos partes entienda el punto de vista del otro y no se pelee con él por
ello.
Ahora bien, cuando consideramos el karma debemos hablar de las conexiones de los
acontecimientos que llegaron a la vida humana en tiempos pasados, y cómo se manifiestan
más tarde en sus secuelas en el propio ser humano. Si hablamos de la salud y la enfermedad
desde el punto de vista del karma debemos preguntarnos: "¿Podemos relacionar la
condición de salud y enfermedad con los hechos y experiencias anteriores de esta persona,
y cómo reaccionará más tarde su condición actual de salud o enfermedad sobre ella?
El hombre de hoy en día preferiría creer que la enfermedad sólo está relacionada con causas
inmediatas. Porque la tendencia fundamental en la visión moderna de la vida es siempre
buscar lo que es más conveniente. Y ciertamente es conveniente no ir más allá de la causa
inmediata. Por lo tanto, al considerar las enfermedades humanas, sólo se tienen en cuenta
las causas inmediatas, y sobre todo es el caso del propio inválido. Porque no se puede negar
que los propios pacientes son llevados a tomar este punto de vista, y debido a esto existe
tanta insatisfacción. Cuando se cree que la enfermedad debe tener una causa inmediata que
debe ser encontrada por el médico experto, y cuando no puede ayudar, se le acusa de
haberse equivocado en algún lugar. De este conveniente método de juicio procede mucho
de lo que se dice actualmente sobre este tema. El que sabe observar los efectos
generalizados del karma siempre extenderá su mirada cada vez más desde lo que ocurre
ahora a acontecimientos que se encuentran comparativamente muy atrás. Sobre todo, se
convencerá de que la comprensión completa de alguna circunstancia de la vida de una
persona sólo es posible cuando se puede obtener una visión ampliada de lo que está más
atrás. Especialmente es así en el caso de la enfermedad. Cuando se habla de las personas
que están enfermas, y también de las que están bien, surge la pregunta: "¿Cómo podemos
formarnos una idea de la naturaleza de la enfermedad?
Cuando la investigación espiritual se lleva a cabo directamente con la ayuda de los órganos
espirituales de percepción, siempre se notan irregularidades, -en el caso de los seres
humanos- no sólo en el cuerpo físico, sino también en los principios superiores, en los
cuerpos etérico y astral. El investigador espiritual siempre debe considerar en el caso de
una enfermedad, por un lado la parte que el cuerpo físico puede tener en este caso
particular, y por otro lado, la parte del cuerpo etérico y del cuerpo astral; ya que los tres
principios pueden estar implicados en la enfermedad. La pregunta que surge ahora es:
"¿Qué ideas podemos formarnos sobre los procesos de la enfermedad? La respuesta a esta
pregunta puede encontrarse más fácilmente considerando primero hasta dónde puede
extenderse la idea de enfermedad. Dejémoslo en manos de aquellos que disfrutan usando
ese lenguaje alegórico y simbólico para hablar de las enfermedades de los minerales o los
metales. Dejemos que hablen del óxido como una enfermedad del hierro. Debemos tener
claro que si usamos ideas puramente abstractas no podemos obtener ningún conocimiento
práctico de la vida, sino que sólo podemos llegar a una visión fantástica, y no a una que
realmente penetre en los hechos. Si queremos llegar a una idea real de la enfermedad y
también a una idea real de la salud, tendremos que evitar decir que los minerales y metales
también pueden tener enfermedades.
Pero las cosas son muy diferentes cuando llegamos al reino vegetal. Ciertamente podemos
hablar de las enfermedades de las plantas, para una comprensión real de la idea de
enfermedad estas enfermedades de las plantas son especialmente interesantes e importantes.
En el caso de las plantas, si de nuevo no se actúa de manera fantástica, no se puede hablar
de "causas internas de las enfermedades", de la misma manera que con los animales y los
hombres. Las enfermedades de las plantas siempre pueden ser atribuidas a causas externas,
tales como alguna influencia perjudicial en el suelo, luz insuficiente, tal o cual efecto del
viento y otras actividades elementales de la naturaleza. O bien se pueden atribuir a la
influencia de los parásitos que viven en las plantas y las dañan. En el reino vegetal, la idea
de "causas internas de enfermedad" no puede justificarse. Por supuesto, es imposible en el
corto espacio de tiempo de que disponemos proporcionar innumerables pruebas de lo que
acabo de indicar, pero cuanto más se profundiza en la patología de las plantas más se puede
ver que en su caso no existen causas internas de enfermedad, sino que tenemos que tratar
con lesiones externas u otras influencias externas.
Ahora una planta como la que vemos en el mundo exterior es un ser que se compone de un
cuerpo físico y etérico. Al mismo tiempo es un ser que nos hace notar el hecho de que lo
que llamamos cuerpo físico y etérico son en principio sanos, y que tiene que esperar hasta
que se encuentra con una lesión externa antes de que pueda enfermarse. Las investigaciones
de la Ciencia Espiritual confirman que este es el verdadero estado de las cosas. Mientras
que a través de la investigación científica espiritual de las enfermedades de los animales y
los seres humanos somos capaces de ver cambios bastante decididos en la parte interna o
suprasensible del ser, en el caso de una planta enferma nunca somos capaces de decir que el
propio cuerpo etérico original ha cambiado, sino sólo que todo tipo de perturbaciones e
influencias dañinas del exterior han penetrado en el cuerpo físico y especialmente en el
cuerpo etérico. La Ciencia Espiritual confirma completamente la siguiente conclusión
general: En las partes constituyentes de la planta, es decir, los cuerpos físico y etérico,
tenemos ante nosotros algo que es en esencia saludable. Pero otra cosa es ver cómo cuando
ha sufrido daños externos puede salvaguardar por todo tipo de medios su crecimiento y
desarrollo, y curar la lesión.
Fíjense, por ejemplo, en que si cortan una planta, ésta trata de crecer alrededor de la parte
dañada, y de rodear lo que posteriormente interfiere y la daña. Podemos ver que cuando se
produce una lesión externa, se manifestación claramente el poder curativo que la planta
tiene en su organización interna. En los cuerpos etérico y físico de la planta existen fuerzas
curativas que se ponen en juego cuando se inflige alguna lesión exterior. Este es un hecho
extremadamente importante si queremos llegar a un claro entendimiento en este ámbito. Un
ser como una planta, teniendo un cuerpo físico y etérico, muestra así que estos principios
son fundamentalmente saludables. Hay en ellos suficiente fuerza no sólo para el desarrollo
y crecimiento de la planta, sino que también hay una superabundancia de estas fuerzas que
se manifiestan como poderes curativos cuando las heridas vienen del exterior. ¿De dónde
proceden, entonces, estas fuerzas curativas? Si se hiere a un cuerpo meramente físico, la
lesión permanecerá; es incapaz por sí misma de reparar la lesión. Por esta razón, no
podemos hablar de una enfermedad en el caso de un cuerpo meramente físico, y menos aún
podemos hablar de una relación entre la enfermedad y la curación. Esto lo podemos ver
mejor cuando una enfermedad aparece en una planta. Aquí tenemos que buscar el principio
del poder curativo interno en el cuerpo etérico. La investigación espiritual nos muestra esto
muy claramente, ya que la actividad del cuerpo etérico de la planta se intensifica mucho
alrededor de la parte donde se ha infligido la herida. Produce a partir de sí mismo formas
completamente diferentes, y desarrolla corrientes completamente diferentes. Es un hecho
extremadamente interesante que cuando dañamos el cuerpo físico de una planta, invocamos
al cuerpo etérico para que ejerza una mayor actividad.
No hemos definido el concepto de enfermedad, pero hemos hecho algo para llegar a su
naturaleza, y hemos conseguido algo que nos da una idea del proceso interno de curación.
Siguiendo la pista dada por la observación espiritual interna vayamos más allá y tratemos
de entender los fenómenos externos a los que nos lleva la Ciencia Espiritual. Entonces
podemos pasar de la consideración de las heridas que provocamos a las plantas a las que
provocamos a los animales que, además del cuerpo etérico, tienen también un cuerpo astral.
Si llevamos más lejos nuestras observaciones veremos que el cuerpo etérico de un animal
superior reacciona correspondientemente menos a una lesión externa. Cuanto más alto esté
el animal en la escala de la evolución tanto menos será la acción del cuerpo etérico. Si
causamos una lesión grave al cuerpo físico de un mamífero inferior o incluso superior; si,
por ejemplo, le arrancamos una pata a un perro o a un animal similar, nos encontramos con
que el cuerpo etérico no puede responder con su poder de curación en la misma medida en
que el cuerpo etérico de una planta responde a una lesión similar en sí mismo. Pero incluso
en el reino animal esta acción del cuerpo etérico puede verse en gran medida. Descendamos
a un orden muy bajo de animales, a los tritones. Si cortamos ciertos órganos de dicho ser no
experimentan nada particularmente doloroso. Los órganos crecen rápidamente de nuevo, y
el animal pronto se ve como antes.
En este caso ha ocurrido algo similar a lo que ocurrió en el caso de la planta; hemos
invocado un cierto poder de curación en el cuerpo etérico. Pero no debemos negar que tal
provocación para desarrollar poderes curativos en el cuerpo etérico del hombre o de los
animales superiores significaría un riesgo considerable para la salud. El animal inferior, por
el contrario, sólo será estimulado desde su interior para poner en marcha otro miembro por
medio de su cuerpo etérico.
Ahora bien, si se corta una de las extremidades de un cangrejo, el animal no puede
renovarla de inmediato. Pero cuando la próxima vez se desprende de su caparazón y llega a
la siguiente etapa de transición de su vida, aparece un muñón; la segunda vez el muñón se
agranda, y si el animal se desprendiera de su caparazón con suficiente frecuencia, la
extremidad sería reemplazada por una nueva. Estos hechos nos muestran que el cuerpo
etérico debe hacer mayores esfuerzos para invocar las fuerzas internas de curación; y en los
animales superiores el poder de curación es aún menor. Si se mutila a un animal superior
éste no puede hacer nada para reemplazar el miembro. Aquí debemos aludir a un hecho que
en la actualidad es objeto de una importante disputa en el campo de las Ciencias Naturales:
Si se mutila a un animal, y luego el animal tiene descendencia, las deformidades no se
transmiten a la descendencia; la siguiente generación tiene de nuevo las partes completas.
Cuando el cuerpo etérico lleva sus cualidades a la descendencia, es estimulado de nuevo
para formar un organismo completo. El cuerpo etérico de un tritón sigue actuando en el
propio animal; en un cangrejo sólo actúa cuando arroja su caparazón; en los animales
superiores el propio fenómeno aparece sólo en la descendencia, y allí el cuerpo etérico
reemplaza lo que había sido mutilado en la generación anterior. Si observamos
correctamente estos fenómenos percibiremos claramente que debemos seguir hablando de
las fuerzas curativas del cuerpo etérico, aunque estas fuerzas se manifiesten sólo en la
generación siguiente cuando la descendencia nace sin la mutilación que sufrió el
progenitor. Aquí tenemos, por así decirlo, una investigación sobre el por qué de los poderes
curativos del cuerpo etérico.
Ahora podríamos hacer la pregunta: ¿Cómo es pues, que cuanto más alto nos elevamos en
el reino animal - y esto se aplica externamente también al reino humano - encontramos que
las fuerzas curativas del cuerpo etérico tienen que hacer mayores esfuerzos para
manifestarse? Esto depende del hecho de que el cuerpo etérico puede estar unido al cuerpo
físico de formas muy diferentes. Entre el cuerpo físico y el cuerpo etérico puede haber una
unión más íntima o una unión débil. Por ejemplo, tomemos el tritón, en el que el miembro
cortado se reemplaza muy rápidamente. Aquí debemos asumir una conexión débil entre el
cuerpo físico y el cuerpo etérico, y esto se aplica en el reino vegetal en un grado aún mayor.
Esta unión, digamos, es tal que el cuerpo físico es incapaz de reaccionar sobre el cuerpo
etérico, y este último permanece intacto por lo que le sucede al cuerpo físico y es en cierto
sentido independiente de él. La naturaleza del cuerpo etérico es la de la actividad, la
generación y el crecimiento. Fomenta el crecimiento hasta cierto punto. Cuando cortamos
una parte, el cuerpo etérico se prepara inmediatamente para restaurar esa parte, y para ello
despliega todas sus actividades. ¿Pero cuál es la razón cuando no puede desarrollar todas
sus actividades? La razón se encuentra en una dependencia más estrecha del cuerpo físico.
Este es el caso de los animales superiores. Aquí hay una unión mucho más íntima entre el
cuerpo etérico y el físico, y cuando el cuerpo físico desarrolla su forma y organiza las
fuerzas de la naturaleza física, estas fuerzas reaccionan sobre el cuerpo etérico.
Para decirlo claramente: En los animales o plantas inferiores, lo que está fuera no reacciona
en el cuerpo etérico sino que lo deja intacto, llevando una existencia independiente. Cuando
llegamos a los animales superiores, las reacciones del cuerpo físico se imponen al cuerpo
etérico que se adapta completamente al cuerpo físico; de modo que si dañamos el cuerpo
físico, dañamos el cuerpo etérico al mismo tiempo. Por lo tanto, el cuerpo etérico tiene que
ejercer mayores poderes si antes tiene que curarse a sí mismo y luego al miembro
correspondiente en el cuerpo físico. Por lo tanto, en el caso del cuerpo etérico de un animal
superior, se debe recurrir a fuerzas curativas más profundas. ¿Pero cuál es la conexión?
¿Por qué el cuerpo etérico de un animal superior depende tanto de las formas del cuerpo
físico?
Cuanto más avanzamos en la creación animal, más tenemos que considerar, no sólo la
actividad del cuerpo etérico y del cuerpo físico, sino también la del cuerpo astral. En el caso
de los animales inferiores, la actividad del cuerpo astral tiene poca consideración. Por esta
razón, los animales inferiores todavía tienen muchas cualidades en común con las plantas.
Cuanto más alto ascendemos, más entra en acción el cuerpo astral, y esta acción es tal que
hace que el cuerpo etérico se subordine a sí mismo. Un ser como una planta, que sólo tiene
cuerpo físico y cuerpo etérico, tiene poco que ver con el mundo exterior; se puede ejercer
una acción sobre la planta desde el exterior, pero esto no se refleja como una experiencia
interior. Cuando un cuerpo astral está activo, las impresiones externas se reflejan en las
experiencias internas, pero un ser en el que el cuerpo astral está inactivo está más aislado
del mundo externo. Cuanto más activo es el cuerpo astral, más se abre el ser al mundo
exterior. Así, el cuerpo astral une la naturaleza interna de un ser con el mundo exterior, y la
creciente actividad del cuerpo astral hace que el cuerpo etérico tenga que utilizar fuerzas
mucho más fuertes para reparar las lesiones.
Si ahora pasamos de los animales al hombre, surge un nuevo elemento. El hombre no se
conforma simplemente con ciertas funciones prescritas e inspiradas por el cuerpo astral,
como es el caso de los animales que tienen, por así decirlo, un curso trazado de antemano
para ellos, y que viven más de acuerdo a un programa establecido. Apenas se puede decir
de un animal que se aleje en gran medida de sus instintos, o que siga sus instintos con más
o menos moderación. Sigue su plan de vida, y todas sus acciones se someten a una especie
de programa general. Pero el hombre, habiendo ascendido en la escala de la evolución, es
capaz de discernir entre lo correcto y lo incorrecto, la verdad y la falsedad, el bien y el mal.
Por motivos puramente individuales, entra en contacto con el mundo exterior de varias
maneras. Estos contactos reaccionan e impresionan a su cuerpo astral, y como consecuencia
de la interacción entre su cuerpo astral y el cuerpo etérico, ambos sufren ahora estas
reacciones. Así, si una persona lleva una vida disoluta en cualquier aspecto, hará una
impresión en su cuerpo astral que a su vez influye en el cuerpo etérico. La forma en que lo
hará dependerá de lo que se haya establecido en el cuerpo astral. Por lo tanto, ahora
podremos comprender que el cuerpo etérico del hombre se altera, según como él lleve tal o
cual vida dentro de los límites de lo correcto o lo incorrecto, la verdad o la falsedad, etc.
Todo esto ejerce una influencia en su cuerpo etérico.
Recordemos ahora lo que ocurre cuando un ser humano pasa por el portal de la muerte.
Sabemos que el cuerpo físico se deja a un lado y que el cuerpo etérico, ahora unido al astral
y al Ego, permanece. Cuando ha transcurrido cierto tiempo después de la muerte, tiempo
que se mide sólo en días, el cuerpo etérico también se desecha como un segundo cadáver;
sin embargo, queda un extracto del cuerpo etérico que se lleva consigo y se guarda
permanentemente. En este extracto del cuerpo etérico está contenido como en una esencia,
todo lo que ha penetrado en el cuerpo etérico, por ejemplo, de una vida disoluta, o de un
pensamiento, sentimiento y acción verdaderos o falsos. Esto está contenido en el cuerpo
etérico y se lo lleva consigo en el período hasta un nuevo nacimiento. Como un animal no
tiene tales experiencias, no puede, por supuesto, tomar nada de la misma manera más allá
del portal de la muerte. Cuando la persona vuelve a existir por nacimiento, la esencia de su
anterior cuerpo etérico es algo que ahora impregna su nuevo cuerpo etérico, e impregna su
estructura. Por lo tanto, en su nueva existencia la persona tiene en su cuerpo etérico los
resultados de lo que había experimentado en su vida anterior, y como el cuerpo etérico es el
constructor de una organización completamente nueva en un nuevo nacimiento, todo esto
se imprime ahora también en su cuerpo físico. ¿Cómo se produce esto?
La investigación espiritual nos muestra que por la forma que tiene un cuerpo humano que
entra en la existencia por nacimiento, somos capaces de ver aproximadamente lo que hizo
una persona en una vida anterior. En el caso de un animal no podemos decir que al nacer
traiga consigo una individualidad reencarnada de una vida terrestre anterior. Sólo el cuerpo
astral común de esta especie de animal está activo, y esto limitará el poder de curación del
cuerpo etérico de este animal. En el hombre encontramos que no sólo su cuerpo astral sino
también su cuerpo etérico está impregnado con los resultados de las acciones de su vida
anterior: y como el cuerpo etérico tiene en sí mismo el poder de producir lo que antes tenía,
también comprenderemos que este cuerpo etérico también construirá en el nuevo
organismo lo que trae consigo de las encarnaciones anteriores. Ahora comprenderemos
cómo nuestros actos en una vida pueden influir en nuestras condiciones de salud en la
siguiente vida, y cómo en nuestro estado de salud tenemos que buscar a menudo un efecto
kármico de los actos de una vida anterior.
Podemos abordar el asunto de otra manera. Podemos preguntar: ¿Todo lo que hacemos en
la vida entre el nacimiento y la muerte reacciona de la misma manera en nuestro cuerpo
etérico? Incluso en la vida ordinaria podemos percibir una gran diferencia en nuestra
organización interna entre la reacción de lo que experimentamos como seres conscientes, y
muchas otras experiencias. Aquí surge un hecho muy interesante que puede ser
completamente explicado por la Ciencia Espiritual y que también puede ser razonablemente
entendido. En el curso de su vida una persona tiene un gran número de experiencias que
recibe conscientemente y las une a su Ego. En su interior se desarrollan conceptos que él
trabaja, etc. Pero muchas experiencias e impresiones no llegan a los conceptos, y sin
embargo están realmente allí en el hombre y actúan sobre él. Si usted camina por la calle, a
menudo sucede que alguien le dice: "¡Te he visto hoy, y hasta me has mirado! ¡Y sin
embargo no sabes nada de eso! Esto es a menudo el caso. Por supuesto, esto ha causado una
impresión; tus ojos han visto a la otra persona, pero la impresión directa no ha llegado tan
lejos como un concepto. Hay innumerables casos de este tipo, de modo que nuestra vida
está realmente dividida en dos partes - en un reino de la vida del alma que consiste en
conceptos, y otro reino que nunca hemos llevado realmente a la conciencia clara. También
hay otras diferencias. Podrás distinguir fácilmente entre las impresiones que tienes en tu
vida y que puedes recordar, y las que no puedes recordar.
Así, nuestra vida del alma está dividida en categorías completamente diferentes, y hay, en
efecto, una diferencia muy considerable entre estas diversas categorías si consideramos el
efecto sobre el ser interior del hombre. Consideremos ahora por unos minutos la vida del
hombre entre el nacimiento y la muerte. En primer lugar, observamos esta gran diferencia
entre los conceptos que llegan una y otra vez a nuestra conciencia y los que han sido
olvidados. Esta diferencia se puede ejemplificar más fácilmente con lo siguiente. Piensa en
una impresión que te ha causado una idea clara dentro de ti. Que sea una impresión que
haya despertado alegría o dolor, una impresión que haya sido acompañada por un
sentimiento.
Tengamos en cuenta que la mayoría de las impresiones, en realidad todas las impresiones
que se producen sobre nosotros van acompañadas de sentimientos y estos sentimientos se
expresan no sólo en la superficie consciente de la vida, sino que trabajan en el cuerpo
físico. Sólo hay que recordar cómo una impresión nos hace palidecer y otra nos hace
sonrojar. Estas impresiones afectan a la circulación de la sangre. Y ahora pasemos a lo que
en general no llega a la conciencia, o sólo fugazmente, y no se recuerda. En este caso, la
Ciencia Espiritual muestra cómo estas impresiones están acompañadas de emociones de la
misma manera que las impresiones conscientes. Si recibís una impresión del mundo
exterior que, si se recibe conscientemente, os habría asustado tanto que habría hecho latir
vuestro corazón, esa misma impresión no está, sin embargo, sin efecto, incluso cuando se
recibe inconscientemente. No sólo causa una impresión, sino que también desciende al
cuerpo físico. Es notable que una impresión que produce una idea consciente, encuentra
una especie de resistencia al actuar en el organismo humano más profundo; pero si la
impresión actúa simplemente sobre nosotros sin que la llevemos a una idea consciente,
entonces nada la obstaculiza, y por esta razón es aún más eficaz. La vida humana es mucho
más rica que la vida humana consciente.
Hay un período en nuestra vida en el que experimentamos un gran número de impresiones
que actúan muy fuertemente sobre la organización humana y que no podemos recordar. En
todo el período desde el nacimiento hasta el momento en que una persona puede recordar
por primera vez, se producen sobre ella un gran número de impresiones que están todas ahí,
y que se han transformado durante este tiempo. Actúan al igual que las impresiones
conscientes, pero no hay nada que se oponga a ellas, sobre todo cuando se olvidan. Nada
que esté contenido de otra manera en la vida del alma en el camino de la concepción
consciente puede formar así una presa por así decirlo, y las impresiones subconscientes son
las que actúan más profundamente. Ahora bien, en la vida externa se puede encontrar a
menudo la prueba de que hay momentos en la vida humana en los que se manifiesta el
segundo tipo de efecto interior. Somos incapaces de explicar muchos de los eventos en la
vida posterior y no podemos descubrir por qué tenemos que experimentar una cosa u otra
de esta manera en particular. Por ejemplo, experimentamos algo que tiene una impresión
tan tremenda sobre nosotros que no podemos explicar cómo una experiencia tan
comparativamente insignificante puede causar una impresión tan grande. Ahora bien, si
investigamos, tal vez descubramos que exactamente en ese momento crítico entre el
nacimiento y retrocediendo hasta el tiempo al que podemos recordar, tuvimos una
experiencia remotamente similar, pero que hemos olvidado. Ninguna idea de ello ha
quedado atrás, pero en ese momento tuvimos una impresión que nos afectó mucho. Esto ha
perdurado y ahora se une a la impresión actual, fortaleciéndola de manera que lo que de
otra manera nos habría conmovido mucho menos o tal vez no nos conmueve en absoluto,
ahora causa una impresión particularmente fuerte. Si lo percibimos claramente, podremos
formarnos una idea de la extrema importancia de la impresión que se hace en un niño en
sus primeros años y de cómo algo puede arrojar su sombra o luz muy significativa en la
vida posterior. Aquí también, algo de la vida anterior funciona en la vida posterior.
Puede suceder que estas impresiones de la infancia - sobre todo si se repiten - influyan en
toda la disposición de tal manera que a partir de cierto momento se produzca una
inexplicable depresión de espíritu. Esto sólo puede explicarse cuando se va hacia atrás y se
descubren las impresiones recibidas durante la infancia que arrojan sus luces o sombras en
la vida posterior, y que ahora se expresan en una depresión permanente de los espíritus.
Ahora veremos que los eventos que le causaron impresiones particulares en la infancia
actúan con mayor fuerza en el niño. Podemos decir que si las emociones, particularmente
los sentimientos y las sensaciones, se conectaron con las impresiones que luego se
olvidaron, estas emociones y desbordamientos de sentimientos son particularmente eficaces
para producir experiencias posteriores similares.
Ahora recuerden lo que he dicho a menudo sobre la vida durante el periodo kamaloca.
Después de que el cuerpo etérico se ha dejado de lado como un segundo cadáver, el hombre
vive toda su última vida hacia atrás. Repasa todas las experiencias que ha tenido, pero no de
tal manera que sea indiferente a ellas. Durante el período en kamaloca, puesto que el
hombre todavía posee su cuerpo astral, lo que ha pasado provoca las más profundas
experiencias en el sentimiento. Por ejemplo, supongamos que una persona muere a la edad
de setenta años. Vive su vida hasta los cuarenta años cuando golpeó a un hombre en la cara;
entonces experimenta el dolor que le dio al otro. Se produce una especie de autorreproche
que se mantiene para compensar el asunto en una vida futura. Comprenderéis que, como en
este período entre la muerte y el nuevo nacimiento, hay toda clase de experiencias astrales,
lo que experimentamos como acción se imprime con mayor seguridad y profundidad en
nuestro interior y contribuye a la construcción de nuestro nuevo cuerpo. Así, aunque en la
vida ordinaria nos afectan tan fuertemente ciertas experiencias, sobre todo si van
acompañadas de sentimientos, que pueden provocar más tarde una depresión de los
espíritus, comprenderemos que las impresiones mucho más fuertes de la vida kamaloca son
capaces de expresarse para que trabajen profundamente en la organización del cuerpo
físico.
Aquí, entonces, se puede ver una forma más fuerte de un fenómeno que en una cuidadosa
observación se puede encontrar, incluso en la vida entre el nacimiento y la muerte. Las
ideas que se encuentran sin impedimentos en la conciencia conducirán a otras
irregularidades en el alma - a la neurastenia, a varios tipos de enfermedades nerviosas y tal
vez también a enfermedades mentales. Todos estos fenómenos se presentan como
conexiones causales entre eventos anteriores y posteriores, y nos proporcionan una clara
imagen de ellos.
Si ahora queremos ir más allá con esta idea podemos decir que nuestras acciones, en la vida
después de la muerte, se transmutarán en una poderosa emoción. Esta emoción, que no se
debilita por ninguna idea física, ni se limita por ninguna conciencia ordinaria -pues el
cerebro no es necesario-, es experimentada por la otra forma de conciencia, que entonces
trabaja más profundamente. Así que hace que nuestras acciones y toda la naturaleza de
nuestra vida anterior aparecen en la constitución de toda nuestra organización en una nueva
vida. Por lo tanto, comprenderemos fácilmente que cuando una persona que en una
encarnación ha pensado, sentido y actuado muy egoístamente, ve ante sí después de la
muerte los frutos de sus pensamientos, sentimientos y acciones egoístas, se llena de fuertes
sentimientos contra sus actos anteriores. Este es, de hecho, el caso. Desarrolla tendencias
que se dirigen contra su propio ser, y estas tendencias, en la medida en que han procedido
de una naturaleza egoísta en la vida anterior, se expresan en una organización débil en la
nueva vida. (La "organización débil" se refiere aquí al ser, y no a la impresión externa). Por
lo tanto, debemos entender claramente que una organización débil puede remontarse
kármicamente al egoísmo en una vida anterior. Vayamos más allá.
Supongamos que en una vida una persona manifiesta una tendencia particular a decir
mentiras. Esta es una tendencia que procede de una organización más profunda del alma;
porque si una persona sólo sigue lo que está en su vida más consciente no mentirá
realmente. Sólo las emociones y sentimientos que salen de su subconsciente le llevan a
esto. Aquí también tenemos algo más profundo. Si una persona es falsa, las acciones que
proceden de la falsedad volverán a despertar los sentimientos más fuertes contra sí misma
en la vida después de la muerte, y aparecerá una profunda tendencia contra la mentira.
Entonces traerá consigo a la siguiente vida no sólo una organización débil sino - así nos lo
muestra la Ciencia Espiritual - una organización incorrectamente construida, por así
decirlo, y que manifiesta órganos internos formados irregularmente en el organismo más
sutil. Hay algo que no concuerda y esto se debe a la tendencia anterior a mentir. ¿Y de
dónde viene esta tendencia a la mentira? - porque en esa tendencia la persona ya tiene algo
que tampoco está en orden.
Aquí tendremos que retroceder aún más. La Ciencia Espiritual muestra que una vida
voluble que no conoce ni la devoción ni el amor - una vida superficial en una encarnación -
se expresa en la tendencia a la mentira en la siguiente encarnación; y en la tercera
encarnación esta tendencia a la mentira se manifiesta en órganos mal formados. Así
podemos trazar kármicamente los efectos en tres encarnaciones consecutivas:
superficialidad y volubilidad en la primera encarnación, la tendencia a la mentira en la
segunda, y la disposición física a la enfermedad en la tercera encarnación.
Así vemos cómo el karma está conectado con la salud y la enfermedad. Lo que se acaba de
decir se basa en hechos revelados como resultado de una investigación espiritual. No
estamos avanzando teorías, sino casos reales que han sido observados, y que pueden ser
investigados por los métodos de la Ciencia Espiritual. Comenzamos esta conferencia
refiriéndonos a los hechos más ordinarios - los poderes curativos del cuerpo etérico de las
plantas. A continuación mostramos cómo a través de la adición del cuerpo astral en los
animales el cuerpo etérico es menos activo. Y vimos además cómo a través de la recepción
del Ego que desarrolla una vida individual para el bien o el mal, la verdad y la falsedad, el
cuerpo astral que, en el caso de los animales superiores sólo obstaculiza el poder de
curación, añade de nuevo algo nuevo al hombre, a saber, las influencias kármicas de la
enfermedad que fluyen en él de la vida individual. En la planta no hay causas internas de
enfermedad, porque la enfermedad es todavía algo exterior, y los poderes curativos
funcionan sin ser debilitados. En los animales inferiores encontramos un cuerpo etérico
pero con tales poderes de curación que puede incluso reemplazar ciertas partes; pero cuanto
más nos elevamos más se imprime el cuerpo astral en el cuerpo etérico y por lo tanto limita
sus poderes de curación.
Los animales no sobreviven en las reencarnaciones; por lo tanto, lo que está en el cuerpo
etérico no está relacionado con ninguna cualidad moral, intelectual o individual, sino sólo
con el tipo común. En el hombre, sin embargo, lo que experimenta en su Ego actúa en el
cuerpo etérico. ¿Por qué entonces las experiencias de la infancia en el ámbito de los
sentimientos que hemos mencionado se manifiestan sólo en enfermedades leves? Porque
somos capaces de encontrar en la misma vida las causas de muchas cosas que se
manifiestan como neurastenia, neurosis, histeria. Pero tendremos que buscar las causas de
los casos más graves de enfermedad en las causas morales establecidas en la vida anterior
porque lo que se experimenta moral e intelectualmente sólo puede implantarse plenamente
en el cuerpo etérico al pasar a un nuevo nacimiento. En general, el cuerpo etérico del
hombre no puede encarnar las actividades morales más profundas en una vida, aunque
todavía oiremos de casos excepcionales, y de hecho de casos muy importantes.
Tal es la conexión que existe entre nuestra vida de bien o mal, nuestra vida moral e
intelectual en una encarnación, y nuestra salud o enfermedad en la siguiente.

CONFERENCIA 4

LAS ENFERMEDADES CURABLES O INCURABLES EN RELACIÓN CON EL


KARMA
Hamburgo 19 de mayo de 1910
Con respecto a las dos ideas que van a constituir el tema de nuestra presente conferencia, a
saber, la curabilidad e incurabilidad de las enfermedades, se puede presumir que habrá
conceptos más claros y - se podría decir - más aceptables para la humanidad, cuando las
ideas del karma y las conexiones kármicas en la vida se hayan extendido en círculos cada
vez más amplios. En efecto, se puede decir que en lo que respecta a las ideas de la
curabilidad e incurabilidad de las enfermedades ha habido diversas opiniones en diferentes
siglos, y no es necesario retroceder tanto para comprobar lo mucho que han cambiado.
Encontramos un tiempo en el punto de inflexión entre la Edad Media y la época moderna,
alrededor de los siglos XVI y XVII, en el que se fue imponiendo la idea de que las formas
de enfermedad podían limitarse estrictamente, y que para cada enfermedad había una
especie de hierba o mezcla con la que se podía curar la enfermedad en cuestión. Esta
creencia duró mucho tiempo, incluso hasta el siglo XIX, y cuando nosotros, como profanos
o como quienes han aceptado las ideas actuales, leemos sobre el tratamiento de las
enfermedades desde finales del siglo XVIII o principios del XIX y durante algún tiempo
más tarde, nos asombramos de los remedios y recetas que se utilizaban mucho en aquella
época: tés, mezclas, medicinas más peligrosas, sangrías, etc.
En el siglo XIX esta visión se invirtió en sentido contrario en los círculos médicos, y de
hecho en los círculos médicos distinguidos. Puedo decir que durante los primeros años se
presentaron ante mí muchas de estas opiniones contrapuestas en diversas formas. La
oportunidad de esto llegó a todos los que siguieron el progreso de la "escuela de medicina
nihilista" que se inició en Viena a mediados del siglo XIX y que fue ganando más y más
aceptación. El comienzo de un cambio radical en las opiniones sobre la curabilidad e
incurabilidad de las enfermedades se debió a lo que el renombrado médico Dietel sacó a la
luz en relación con la neumonía y enfermedades similares. A partir de todo tipo de
observaciones llegó a la conclusión de que, fundamentalmente, no hay ningún efecto real
que se pueda observar en el uso de diversos remedios en el curso de esta o aquella
enfermedad. Bajo la influencia de la escuela de Dietel, los jóvenes médicos de la época
aprendieron a pensar en el valor curativo de los remedios que se habían utilizado durante
siglos de tal manera que casi superaron lo que se transmite en el conocido dicho: - "Cuando
el gallo cante en el estercolero el clima cambiará - ¡o se quedará como está! Ellos opinaban
que no había mucha diferencia en el curso de esta o aquella enfermedad si se administraba
un cierto remedio o no. Ahora Dietel fue uno de los que, durante ese período, reunió
estadísticas muy convincentes que mostraban que en su llamado tratamiento de "espera y
verás", aproximadamente las personas afectadas de neumonía se curaban o morían tantas
como anteriormente aplicando el tratamiento con remedios de larga duración. El
tratamiento de espera fundado por Dietel, y continuado por Skoda, consistía en poner al
paciente en una condición en la que era más capaz de estimular los poderes de autocuración
y de extraerlos de su organismo. El médico no tenía mucho más que hacer que observar el
curso de la enfermedad y estar a mano si algo sucedía, para poder dar una ayuda práctica a
las necesidades humanas. Por lo demás, se limitó a observar la evolución de la enfermedad,
por así decirlo, y a esperar a ver cómo las fuerzas autocurativas salían del organismo, hasta
que al cabo de un tiempo la fiebre remitía y se producía la autocuración.
Esta escuela de medicina se llamó, y sigue llamándose, "La Escuela Nihilista", porque se
basaba en una declaración del profesor Skoda que decía aproximadamente: - "Quizás
aprendamos a diagnosticar enfermedades, a describirlas, quizás incluso a explicarlas, pero
no podemos curarlas!
Les doy estos detalles de los desarrollos en el curso del siglo XIX para que se den cuenta de
cómo han cambiado las ideas sobre este tema. Pero como se relacione esto o aquello en
forma puramente narrativa no implica que ustedes deban tomar partido de ninguna manera,
porque obviamente la declaración del célebre profesor Skoda fue una especie de
radicalismo, cuyos límites son bastante fáciles de definir. Había, sin embargo, un punto o
aspecto que era repetidamente resaltado por esta particular escuela de medicina. Aunque no
tenían medios para probarlo y ni siquiera tenían las palabras para describir exactamente el
contenido de su concepción, afirmaban repetidamente que en el hombre debe haber algún
elemento que determine la aparición y el curso de su enfermedad, y que está
fundamentalmente fuera del alcance de cualquier intervención humana.
Por consiguiente, se hacía referencia a algo más allá de la ayuda humana; y si uno
realmente va al fondo de estas cosas, esta indicación no puede relacionarse con nada que no
sea la ley del karma y su actividad en la vida humana. Si seguimos el curso de una
enfermedad en la vida humana, el modo en que se desarrolla y cómo los poderes de
curación surgen del propio organismo; si seguimos el proceso de curación de manera
imparcial -en particular si reflexionamos sobre cómo en un caso se produce una curación,
mientras que en otro fracasa- nos veremos impulsados a buscar una ley más profunda que
lo determine. ¿Puede buscarse esta ley más profunda en la vida terrestre anterior del
hombre? Esa es una pregunta para nosotros. ¿Podemos decir que una persona trae consigo
ciertas predisposiciones que en un caso particular llamaron a los poderes de curación de su
organismo, pero que en otro caso, a pesar de todos los esfuerzos, frenaron estas fuerzas?
Recordarán por la última conferencia, que en los eventos que tienen lugar entre la muerte y
un nuevo nacimiento, determinadas fuerzas son incorporadas a la individualidad humana.
Durante el período de kamaloca los acontecimientos de la última vida de una persona, las
buenas y malas acciones que ha realizado, las cualidades de su carácter, etc., se presentan
ante su alma, y a través de la visión de su propia vida adquiere la tendencia a llevar a cabo
el remedio y la compensación de todo lo que es imperfecto en él y que se ha manifestado
como una acción errónea. Se siente movido a adquirir aquellas cualidades que le acercarán
a la perfección en varias direcciones. Se forma intenciones y tendencias durante el tiempo
hasta un nuevo nacimiento, y con estas intenciones vuelve a la existencia. Además, él
mismo trabaja sobre el nuevo cuerpo que adquiere para su nueva vida, y construye en
conformidad con las fuerzas que ha traído de vidas terrenales anteriores, y del tiempo entre
la muerte y el renacimiento. Se le proporcionan estas fuerzas y las incorpora a su nuevo
cuerpo. De esto se puede ver que este nuevo cuerpo será débil o fuerte según la persona esté
en posición de construir fuerzas débiles o fuertes en él.
Debe pues, entenderse claramente que tendrá una cierta consecuencia cuando, por ejemplo,
durante la vida en kamaloca, una persona vea que en la última vida, cometió muchas
acciones bajo la influencia de las emociones de la ira, el miedo, la aversión, etc. Estas
acciones se encuentran ahora vívidamente ante su alma en kamaloca, y en su alma se forma
el pensamiento (las expresiones que tenemos que usar para estas fuerzas están por supuesto
acuñadas de la vida física): "Debes hacerte algo a ti mismo, para que te vuelvas más
perfecto en este aspecto, de modo que en el futuro ya no te sientas inclinado a cometer tales
acciones arrastrado por tus emociones". Este pensamiento se convierte en una parte integral
de la individualidad del alma humana, y durante el paso a un nuevo nacimiento, se imprime
con más fuerza aún en el nuevo cuerpo. Así, este nuevo cuerpo está penetrado con la
tendencia a actuar de tal manera en toda la organización del cuerpo físico, el cuerpo etérico
y el cuerpo astral, que le impedirá realizar ciertas acciones resultantes de las emociones de
la ira, el odio, la envidia, etc. Será impulsado a nuevas acciones que compensarán las
anteriores. De manera, que desde una razón que va mucho más allá de su racionalidad
ordinaria, la persona está imbuida de un fuerte deseo de una mayor perfección en ciertas
direcciones, y con el deseo también de compensar ciertas acciones. Si consideramos lo
múltiple que es la vida y cómo día a día realizamos acciones que requieren una
compensación de este tipo, comprenderemos que cuando el alma entra en una próxima
existencia en la tierra, contiene muchos de estos pensamientos esperando ser equilibrados, y
que estos múltiples pensamientos y tendencias se cruzan entre sí, haciendo que el cuerpo
físico y etérico humano reciba una compleja urdimbre y trama de tales tendencias y deseos.
Para ilustrar esto, tomemos un caso llamativo, y debo repetir de nuevo que evito hablar
desde cualquier tipo de teoría o hipótesis, y que cuando doy ejemplos sólo doy los que han
sido probados por la Ciencia Espiritual.
Supongamos que en su vida anterior una persona haya actuado a partir de un sentimiento
del ego demasiado débil, y que haya permitido demasiada influencia del mundo exterior,
tanto que haya dado a sus acciones una falta de independencia, una falta de carácter que ya
no encaja en el estado actual de la humanidad. De modo que debido a esta falta de
sentimiento de sí mismo, en una encarnación, se vio obligado a realizar ciertas acciones.
Durante el período de kamaloca, tuvo ante sí las acciones que procedían de esta atrofia de
su Ego y de ésta adquiere la tendencia: "Debes desarrollar dentro de ti fuerzas que
aumenten tu sentimiento de personalidad; en tu próxima encarnación debes buscar
oportunidades para fortalecer este sentimiento, para entrenarlo, por así decirlo, contra la
oposición de tu cuerpo, contra las fuerzas que vendrán a ti en tu próxima encarnación desde
tu cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral. Debes hacer un cuerpo que te muestre las
consecuencias de una personalidad débil".
El efecto de esto en la próxima encarnación no podrá entrar plenamente en la conciencia;
seguirá su curso más o menos en una región subconsciente. La persona en cuestión se
esforzará por una encarnación en la que encontrará la mayor oposición a su conciencia del
Ego, por lo que tiene que ejercer estos sentimientos en el más alto grado. Este esfuerzo le
atrae, como si fuera magnéticamente, a lugares y circunstancias en las que se encuentra con
grandes obstáculos, de modo que su Ego es estimulado a la acción en oposición a la
organización de los tres cuerpos. Por extraño que parezca, las individualidades que tienen
este karma, naciendo de la manera que hemos descrito, buscan oportunidades donde, por
ejemplo, estarán expuestas a una epidemia como el cólera, ya que esto les da la oportunidad
de encontrarse con la oposición que hemos descrito anteriormente. La actividad que se
experimenta así en el interior de la persona que está enferma debido a la oposición de los
tres cuerpos, puede entonces actuar de tal manera que en la próxima encarnación su
sentimiento de sí mismo será mucho más fuerte.
Tomemos otro ejemplo ilustrativo, y para que podamos percibir la conexión, tomaremos a
propósito exactamente el caso opuesto. Durante el período de kamaloca, una persona ve
que ha actuado desde un sentimiento demasiado fuerte de sí mismo. Ve que debe ser más
moderado en cuanto a este sentimiento y que debe someterlo. Así que buscará una
oportunidad por la que en la próxima encarnación su triple organismo le condicionará de tal
manera que su conciencia del Ego, por mucho que se esfuerce, no encontrará limitaciones,
y será llevado a lo insondable y al absurdo. Estas oportunidades le llegan cuando el karma
le trae la malaria.
Aquí tenemos un caso de enfermedad provocada por el karma que explica que
fundamentalmente el hombre es conducido por un tipo de razón más elevada que la que
percibe con su conciencia ordinaria a circunstancias que en el curso de su karma son
favorables a su desarrollo. Si tenemos en cuenta lo que se acaba de decir, nos será mucho
más fácil entender la naturaleza epidémica de las enfermedades. Podríamos presentar
muchos ejemplos diferentes que muestran cómo, debido a su experiencia en el período
kamaloca, un hombre busca realmente la oportunidad de contraer una determinada
enfermedad, a fin de que, superándola y desarrollando las fuerzas de autocuración, pueda
adquirir la fuerza y el poder que lo lleve hacia arriba en el camino de la evolución.
He dicho antes que si una persona ha hecho muchas cosas bajo la influencia de sus
pasiones, en el período kamaloca vivirá a través de acciones que también se han producido
bajo esa influencia. Esto despertará en él la tendencia en su próxima encarnación a
experimentar algún obstáculo en su propio cuerpo y al superarlo, estará en posición de
compensar ciertas acciones en su vida anterior. Especialmente en la forma de la enfermedad
que en estos tiempos modernos llamamos diftérica, que en muchos casos aparece cuando
hay una complicación kármica debido a actos anteriores dominados por las emociones y
pasiones.
En el curso de estas conferencias tendremos que hablar de las causas de diversas
enfermedades, pero ahora debemos profundizar aún más si queremos responder a la
pregunta: "Si una persona entra en la existencia de tal manera que, a través de su karma,
trae consigo la tendencia a superar el sufrimiento para obtener otra cosa, ¿cómo es que uno
logra superar la enfermedad y adquirir fuerzas que lo elevan, mientras que otro sucumbe y
la enfermedad es la vencedora? Aquí tenemos que volver a los principios espirituales que
permiten que la enfermedad sea posible en la vida humana.
Si un hombre puede enfermar, e incluso puede, a través del karma, buscar la enfermedad -
esto se debe a un cierto principio que ya ha aparecido ante nosotros en nuestros estudios de
la Ciencia Espiritual. Sabemos que en cierto punto de la evolución de la Tierra penetraron
en el desarrollo de la humanidad las fuerzas que llamamos luciféricas, que pertenecen a los
seres que se quedaron rezagados durante la evolución de la antigua Luna, y que no
avanzaron lo suficiente como para alcanzar, por así decirlo, el punto normal de su
desarrollo. Así pues, se implantó en el cuerpo astral del hombre, antes de que su Ego
pudiera trabajar de forma adecuada, un principio que emanaba de estos seres luciféricos. De
modo que la influencia de estos seres interfirió desde entonces en el cuerpo astral del
hombre, y la ha mantenido a lo largo de su evolución. Esta influencia desempeña un gran
papel en la evolución humana; pero para nuestra tarea actual es importante señalar que,
como resultado de estas fuerzas que tenía dentro de él, le llevó a ser menos perfecto de lo
que hubiera sido de otra manera si no hubiera sufrido tal influencia. También le
proporcionó la tendencia a actuar y a juzgar más por sus emociones, pasiones y deseos, de
lo que hubiera hecho si la influencia luciférica no hubiera intervenido. Esta influencia
produjo un cambio en la individualidad real del hombre que se convirtió en más
dependiente a lo que podríamos llamar "Mundo de los deseos" de lo que hubiera sido el
caso de otra manera, y es debido a esta influencia que el hombre se ha identificado mucho
más con el mundo terrenal físico de lo que hubiera sido de otra manera. A través de la
influencia luciférica el hombre ha entrado más en su cuerpo y se ha identificado más con él,
porque si la influencia de los seres luciféricos no hubiera estado allí, muchas de las cosas
que atraen al hombre a desear esto o aquello no habrían sucedido. El hombre habría sido
bastante indiferente a estos atractivos. Pero los atractivos del mundo externo de los sentidos
vinieron a través de esta influencia de Lucifer, y el hombre se rindió a ellos. La
individualidad que proporcionada el Ego se vió impregnada con las actividades que
proceden del principio luciférico, y así se produjo que en su primera encarnación en la
tierra el hombre sucumbió a los atractivos del principio luciférico, y llevó estos atractivos
consigo a vidas posteriores. Podemos decir que la forma en que sucumbió a los atractivos
del principio luciférico, se convirtió en una parte integral de su karma.
Ahora bien, si el hombre hubiera acogido en sí mismo sólo este principio, habría
sucumbido cada vez más a los atractivos del mundo físico terrestre; se habría visto obligado
a renunciar gradualmente a la perspectiva de desprenderse nuevamente de este mundo.
Sabemos que la influencia de Cristo que vino después se opuso al principio luciférico y lo
equilibró de nuevo, por así decirlo, de modo que en el curso de la evolución el hombre
volvió a recibir los medios para librarse de la influencia luciférica. Pero con esta influencia
se proporcionó al mismo tiempo algo más. El hecho de que esta influencia había penetrado
en su cuerpo astral hizo que todo el mundo externo en el que había entrado le pareciera
diferente. Lucifer entró en el interior del hombre, que entonces vio el mundo a su alrededor
a través de Lucifer. Su visión del mundo terrenal se nubló y sus impresiones externas se
mezclaron con lo que llamamos la influencia ahrimánica. Ahriman sólo podía insinuarse a
sí mismo y convertir el mundo exterior en una ilusión porque previamente habíamos creado
desde el interior la tendencia hacia la ilusión y el maya. Así, la influencia ahrimánica que
llegó al mundo exterior fue una consecuencia de la influencia luciférica. Podemos decir que
cuando las fuerzas luciféricas estaban allí, el hombre se enredó más en el mundo de los
sentidos de lo que hubiera hecho sin esta influencia; pero de este modo absorbió la
influencia ahrimánica con cada percepción externa. Así, en la individualidad humana que
pasa por encarnaciones en la tierra, hay una influencia luciférica, y, como resultado de esto,
la influencia ahrimánica. Estas dos potencias luchan continuamente en la individualidad
humana que se ha convertido en su campo de batalla.
El hombre en su conciencia ordinaria está todavía expuesto a la seducción de Lucifer, que
actúa a partir de las pasiones y emociones de su cuerpo astral; también está sujeto a las
seducciones de Ahriman que le vienen de fuera en forma de error, engaño, etc., con
respecto al mundo exterior. Mientras una persona está encarnada en la tierra sus ideas
ponen un obstáculo en el camino, de manera que lo que viene de Lucifer y Ahriman no
puede penetrar más profundamente, sino que encuentra un obstáculo en sus conceptos,
siendo sus actos subordinados a su juicio moral o intelectual. Pero cuando una persona,
entre el nacimiento y la muerte, peca contra la moralidad al seguir a Lucifer, o contra la
lógica o el sano pensamiento al seguir a Ahriman, eso sólo concierne a su vida ordinaria
consciente del alma. Cuando, por el contrario, pasa por el portal de la muerte, la vida de la
idea que está ligada al instrumento del cerebro cesa, y comienza una forma diferente de
conciencia; entonces, todas las cosas que en la vida entre el nacimiento y la muerte fueron
sometidas al juicio moral o racional, penetran en el fundamento del ser humano, en aquello
que, después de kamaloca, organiza la existencia siguiente y se imprime en las fuerzas
plásticas, que construyen entonces un triple cuerpo humano. Los errores que resultan de la
devoción a Ahriman se convierten en fuerzas de enfermedad que afectan al hombre a través
de su cuerpo etérico. Los errores que fueron objeto de un juicio moral entre el nacimiento y
la muerte se convierten en causas de enfermedad que trabajan más desde el cuerpo astral.
A partir de ahí vemos que efectivamente, nuestros errores provenientes de las fuerzas
ahrimánicas en nuestro interior, incluyendo errores voluntarios como la mentira, etc., se
convierten en causas de enfermedad, si no consideramos meramente una encarnación, sino
que observamos el efecto de una encarnación en la siguiente. Así mismo vemos cómo las
influencias luciféricas se convierten de la misma manera en las causas de la enfermedad, y
de hecho podemos decir, "nuestros errores no quedan impunes". Llevamos el sello de
nuestros errores en nuestra siguiente encarnación". Pero lo hacemos desde una razón más
elevada que la de nuestra conciencia ordinaria - desde una conciencia que durante el
período entre la muerte y un nuevo nacimiento nos dirige a hacernos tan fuertes que ya no
estaremos expuestos a estas tentaciones. Así, en nuestra vida, la enfermedad juega incluso
el papel de un gran maestro. Si estudiamos las enfermedades de esta manera veremos
inequívocamente que una enfermedad es una manifestación de influencias luciféricas o
ahrimánicas. Cuando estas cosas sean comprendidas por aquellos que bajo la guía de la
Ciencia Espiritual desean convertirse en médicos, la influencia de estos sanadores-
terapeutas en el organismo humano será infinitamente más profunda de lo que puede ser
hoy en día.
Podemos examinar ciertas formas de enfermedad desde este punto de vista. Tomemos la
neumonía por ejemplo; es un efecto kármico que se produce cuando durante su vida en
kamaloca la persona en cuestión mira hacia atrás a una característica que tenía en su
interior la tendencia al exceso sexual, y el deseo de vivir una vida sensual. No hay que
confundir lo que se atribuye ahora a una conciencia anterior con lo que aparece en la
conciencia de la siguiente encarnación. Este es un asunto muy diferente. En efecto, lo que
una persona ve durante su vida en kamaloca se transformará de tal manera que se impriman
en ella fuerzas mediante las cuales superará la neumonía. Porque es exactamente en la
superación de esta enfermedad, en la búsqueda de la autocuración, donde la individualidad
humana actúa en oposición a los poderes luciféricos y libra una batalla campal contra ellos.
Por lo tanto, en la superación de la neumonía se da la oportunidad de dejar de lado lo que
fue un defecto en el carácter en una encarnación anterior. En esta dolencia vemos
inequívocamente la guerra del hombre contra los poderes luciféricos.
Ahora bien, en el caso de la llamada "tuberculosis de los pulmones", el caso es diferente,
cuando vemos el singular fenómeno por el cual las fuerzas de autocuración se activan, y las
influencias nocivas están rodeadas y enmarcadas por una materia calcárea con un tejido que
luego se rellena y que forma concreciones sólidas. Una persona puede tener estas
concreciones en sus pulmones, y muchas más personas de lo que se supone tienen estas
cosas, ya que estas son las personas en las que un pulmón tuberculoso ha sido curado.
Cuando esto ha ocurrido, el ser humano ha librado una guerra interna contra lo que las
fuerzas ahrimánicas han producido. Es un proceso defensivo desde el interior contra lo que
ha sido producido por la materialidad externa, para velar por la independencia del ser
humano en este sentido especial.
Hemos demostrado cómo, de hecho, los dos principios - el ahrimánico y el luciférico -
actúan en la base misma de una enfermedad. Y de muchas maneras se puede señalar que en
las diversas formas de enfermedad se distinguen esencialmente dos tipos, la arimánica y la
luciférica. Si se tiene en cuenta esto, se descubrirán los verdaderos principios para
encontrar un remedio adecuado para el paciente; ya que las enfermedades luciféricas
requerirán remedios totalmente diferentes de los ahrimánicos. Hoy en día las fuerzas
externas se utilizan para la curación de una manera que traiciona una cierta falta de juicio -
fuerzas como la electroterapia, el tratamiento de agua fría, etc. La Ciencia Espiritual podría
arrojar mucha luz sobre la idoneidad de uno u otro método, si se decidiera primero si se
trata de una enfermedad luciférica o ahrimánica. Por ejemplo, la electroterapia no debe
utilizarse en las enfermedades de origen luciférico, sino sólo en las enfermedades
arimánicas. Porque la electricidad, que no tiene ninguna relación con las actividades de
Lucifer, es inútil para tratar las formas luciféricas de la enfermedad; pertenece a la esfera de
los seres ahrimánicos, aunque, por supuesto, otros seres además de los ahrimánicos hacen
uso de las fuerzas de la electricidad. Por otro lado, el calor y el frío pertenecen a la esfera
de Lucifer. Todo lo que tiene que ver con hacer que el cuerpo humano sea más caliente o
más frío, o lo que lo hace más caliente o más frío a través de influencias externas, pertenece
a la esfera de Lucifer; y en todos los casos en los que tenemos que tratar con el calor o el
frío tenemos una forma de enfermedad luciférica.
A partir de esto vemos cómo actúa el karma en la enfermedad y cómo trabaja para superar
la enfermedad. Ya no parecerá incomprensible que en el karma también esté la curabilidad
o incurabilidad de una enfermedad. Si entendemos claramente que el objetivo - el objetivo
kármico de la enfermedad es el progreso y la mejora del hombre, debemos suponer que si
un hombre, de acuerdo con la sabiduría que trae consigo a esta existencia desde el período
kamaloca, contrae una enfermedad, entonces desarrolla las fuerzas curativas que implican
un fortalecimiento de sus fuerzas internas y la posibilidad de elevarse. Supongamos que el
hombre en la vida anterior, debido a su otro organismo y a su karma restante, tuviera la
fuerza de progresar durante esta vida misma por medio de lo que ha adquirido a través de la
enfermedad. Entonces la curación tiene un objeto. La persona sale curada de la enfermedad,
habiendo obtenido lo que debía obtener. A través de la conquista de la enfermedad ha
adquirido fuerzas perfectas donde antes tenía fuerzas imperfectas. Si a través de su karma
se equipa con tales poderes, y si a través de las circunstancias favorables de su anterior
destino se coloca en el mundo de tal manera que puede utilizar las nuevas fuerzas, y puede
trabajar para ser de utilidad a sí mismo y a los demás, entonces la curación se produce y se
recupera.
Ahora supongamos un caso en el que una persona supera una enfermedad, desarrolla las
fuerzas curativas, y luego se enfrenta a una vida que le exija un grado de perfección que
aún no ha alcanzado. En efecto, él conseguiría algo a través de la enfermedad vencida, pero
es, sin embargo, imposible - porque el resto de su karma no lo admite - con lo poco que ha
ganado ayudar a los demás. Entonces sucede que su subconsciente más profundo dice: -
'Aquí no tienes la oportunidad de recibir toda la fuerza de lo que realmente deberías tener.
Tuviste que entrar en esta encarnación para obtener el grado de perfección que sólo puedes
alcanzar en el cuerpo físico superando la enfermedad. Que has tenido que adquirir; pero no
puedes desarrollarlo más. Ahora tienes que entrar en condiciones en las que tu cuerpo físico
y las otras fuerzas no te perturben, donde puedas trabajar libremente lo que has conseguido
a través de la enfermedad". Tal individuo busca la muerte para seguir usando, entre la
muerte y otro nacimiento, lo que no puede usar en la vida. Tal alma pasa por la fase entre la
muerte y el renacimiento para construir un organismo con las fuerzas más fuertes que ha
conseguido al superar la enfermedad. De esta manera, a través de la presencia de una
enfermedad, se puede hacer un pago a cuenta, por así decirlo, y el pago se completa
después de pasar por la muerte.
Cuando consideremos el asunto de esta manera diremos: Sin duda parece estar basado en el
karma el hecho de que una enfermedad termina en la curación y otra en la muerte. Si vemos
que las enfermedades terminan de esta manera, obtendremos a través del karma, desde un
punto de vista más elevado, una especie de reconciliación, una profunda reconciliación con
la vida; porque sabremos que está dentro de la ley del karma el que -aunque una
enfermedad termine en la muerte- el hombre progresa, y que incluso en ese caso la
enfermedad tiene por objeto llevar a la persona a un nivel más elevado. Ahora bien, nadie
debe sacar de esto la conclusión de que debemos desear que la muerte se produzca en
ciertos casos de enfermedad. Nadie puede decir esto, porque la decisión sobre lo que debe
suceder, ya sea de curación o de otro tipo, pertenece a un poder de juicio más alto que el
incluido en nuestra conciencia ordinaria. En el mundo que se encuentra entre el nacimiento
y la muerte, y con nuestra conciencia ordinaria, debemos humildemente dejar que tales
preguntas queden sin respuesta. Con nuestra conciencia superior podemos, sin embargo,
incluso tomar el punto de vista de que la muerte es el regalo de los poderes espirituales
superiores. Pero esa conciencia que debe ayudar y ponerse a trabajar en la vida no debe
presumir de colocarse junto con esta conciencia superior, porque entonces podríamos
equivocarnos fácilmente e interferir injustificadamente en algo que nunca debe ser
interferido, a saber, la esfera de la libertad humana.
Si podemos ayudar a una persona a desarrollar las fuerzas de autocuración, o apoyarla para
ayudar a la naturaleza, para que se produzca una cura, debemos hacerlo. Y si se plantea la
cuestión de si el paciente debe seguir viviendo, o si se le ayudaría más si muriera, nuestra
ayuda debe ser siempre hacia la curación. Si esto se hace, ayudamos a la individualidad
humana a usar sus propios poderes, y la asistencia médica sólo lo apoya en esto. Eso no
interfiere en la individualidad humana. Sería muy diferente que ayudáramos en una
enfermedad incurable a que una persona buscara su progreso en otro mundo. Estaríamos
entonces interfiriendo con su individualidad, y llevándolo a otra esfera de acción.
Estaríamos imponiendo nuestra voluntad sobre el otro y eso debemos dejárselo al propio
individuo. En otras palabras, debemos hacer todo lo posible para que se cure; porque todas
las medidas que conduzcan a una cura proviene de la conciencia que está madura para
nuestra Tierra, y todas las demás medidas irían más allá de nuestra esfera terrestre. Otras
fuerzas distintas a las que pertenecen a nuestra conciencia ordinaria tendrían entonces que
actuar.
Así vemos que una verdadera comprensión kármica sobre la curabilidad e incurabilidad de
la enfermedad nos lleva a hacer todo lo posible para ayudar a la persona que está enferma,
y, por otra parte, también nos lleva a sentirnos reconfortados si una decisión diferente
proviene de otra esfera. No necesitamos nada más en cuanto a esta otra decisión. Es
necesario que encontremos un punto de vista desde el cual la incurabilidad de una
enfermedad no nos deprima, como si el mundo sólo contuviera lo imperfecto y lo malo. La
concepción del karma no paraliza nuestras actividades de curación. Por el contrario, nos
llevará de nuevo a la armonía con respecto al destino más duro, con respecto a la
incurabilidad de una cierta enfermedad.
Así hemos visto hoy cómo la comprensión del karma por sí sola nos permite comprender el
curso de una enfermedad de manera correcta, y entender que en nuestra vida actual vemos
los efectos kármicos de nuestra vida anterior. Los ejemplos detallados se darán más
adelante cuando discutamos el otro tema. Ahora debemos distinguir entre las enfermedades
que provienen del interior del hombre, que aparecen como resultado del karma, y aquellas
enfermedades que nos llegan aparentemente por casualidad, al estar expuestos a algún
accidente. En resumen, veremos ahora cómo podemos llegar a una comprensión kármica de
los accidentes, como, por ejemplo, cuando uno cae bajo las ruedas de un tren. ¿Cómo
podemos entender los llamados accidentes en relación con el karma?

CONFERENCIA 5

ENFERMEDADES NATURALES Y ACCIDENTALES EN RELACIÓN CON EL


KARMA
Hamburgo 20 de mayo de 1910
El contenido de la última conferencia es muy importante para nuestra próxima
consideración así como para la comprensión de la conexión kármica en general. Por esta
razón, debido a su extrema importancia, permítanme recapitular los puntos principales.
Hemos comenzado diciendo que las opiniones relativas a las curas y los medicamentos han
experimentado en el curso de un tiempo relativamente corto, durante el último siglo, un
cambio radical. Señalamos el hecho de que en los siglos XVI y XVII se desarrolló ese
punto de vista que se basaba enteramente en la teoría de que para cada enfermedad a la que
se le daba un nombre, y que se creía que podía ser estrictamente definida, debía existir
algún remedio en la tierra. Y se creía firmemente que con el uso del remedio en cuestión
debía influirse en el curso de la enfermedad. Señalamos entonces que esta opinión
prevaleció más o menos hasta el siglo XIX, y junto con esto mostramos la completa
inversión de esta opinión que encontró su expresión principalmente en el nihilismo de la
escuela vienesa, fundada por el famoso médico Dietel, y continuada por Skoda y sus
discípulos. Hicimos una descripción de la corriente nihilista diciendo que no sólo albergaba
dudas sobre la existencia de una conexión absoluta entre un remedio u otro, una
manipulación u otra con respecto al tratamiento de la enfermedad y la enfermedad misma,
sino que ya no tendría ninguna conexión de este tipo. La idea de la llamada "autocuración"
penetró en las mentes de los jóvenes médicos influenciados por esta escuela.
El mismo Skoda hizo la siguiente declaración significativa a esta escuela: "Podemos ser
capaces de diagnosticar una enfermedad, explicarla y quizás también describirla, pero no
tenemos ningún remedio para ella. Este punto de vista se originó en las pruebas
proporcionadas por Dietel en el sentido de que, dadas las condiciones necesarias, una
enfermedad como la neumonía, con un tratamiento temporal, desarrollará fuerzas de
autocuración al final de cierto período. Por medio de las estadísticas pudo probar que un
tratamiento temporal no mostraba ni menos curas ni más muertes que los remedios
normalmente utilizados. En aquel entonces el término "nihilismo terapéutico" no carecía de
justificación, ya que es muy cierto que los médicos de esta escuela eran impotentes ante la
convicción del paciente de que simplemente debe existir un remedio, una prescripción. El
paciente no se rendiría, ni tampoco sus amigos. Había que prescribir un remedio, y los
discípulos de esta escuela salieron de la dificultad prescribiendo una fina solución de goma
arábiga, que según su opinión tendría el mismo efecto que los remedios anteriormente
utilizados. A partir de ahí hemos aprendido cómo el mundo científico moderno se está
moviendo en la dirección de lo que podemos llamar las conexiones kármicas de la vida.
Porque ahora tenían que encontrar una respuesta a la pregunta: ¿cómo se produce lo que
podemos llamar "autocuración"? O mejor aún, ¿por qué tiene lugar? ¿Y por qué en algunos
casos no puede haber autocuración o cura de ningún tipo?
Si toda una escuela dirigida por autoridades médicas recurre a la introducción de la idea de
la autocuración, debemos llegar a la conclusión de que se invoca algo en el curso de una
enfermedad que lleva a la conquista de la misma. Y esto nos habría inducido a perseguir las
razones más secretas del curso de la enfermedad. Hemos intentado señalar cómo tal
conexión kármica con el curso de una enfermedad puede ser buscada en el desarrollo de la
humanidad. Hemos demostrado que, en efecto, lo que logramos en nuestra vida ordinaria
con respecto a las acciones buenas o malas, o las acciones sabias o tontas, lo que
experimentamos con respecto a las emociones correctas o incorrectas, que todo esto no
entra profundamente en la base fundamental del organismo humano. Y hemos demostrado
la razón por la que lo que está sujeto al juicio moral, intelectual o emocional en la vida
ordinaria permanece en la superficie, y no está sujeto a la ley que podríamos rastrear en
otro caso - una ley que influye en las fuerzas subyacentes más profundas del organismo
humano. Demostramos que de esta manera existe una especie de obstáculo que impide que
la inmoralidad entre en las fuerzas más profundas de nuestro organismo. Y esta barrera
contra la penetración de nuestros actos y pensamientos en las fuerzas más profundas de
nuestro organismo, consiste en el hecho de que nuestros actos y nuestras emociones
realizadas entre el nacimiento y la muerte van acompañados de nuestros conceptos
conscientes. En la medida en que acompañamos un acto o cualquier otra experiencia por un
concepto consciente, en igual medida proporcionamos una defensa contra el resultado de
nuestros actos que se hunden en nuestro organismo.
También hemos señalado la importancia de esas experiencias que han sido
irrevocablemente olvidadas. Ya no es posible devolverlas a la vida de nuestras
percepciones conscientes, pero esas experiencias, al carecer de la defensa de los conceptos,
penetran de manera definitiva en nuestro organismo interno y allí cooperan con las fuerzas
formativas de nuestro organismo. Y somos capaces de señalar aquellas formas de
enfermedad que están más cerca de la superficie, como la neurosis, la neurastenia, etc. Se
arroja una luz incluso sobre las condiciones de histeria. Como dijimos, la causa de tales
condiciones debe buscarse en los conceptos que se han olvidado, que han caído del
conjunto de la conciencia y se han hundido en la vida interior del alma donde, como una
especie de cuña, se afirman en forma de enfermedad. Hemos señalado además la enorme
importancia del período que transcurre entre el nacimiento y el momento en que
empezamos a recordar nuestras experiencias; y se ha llamado nuestra atención sobre el
hecho de que lo que en una etapa anterior se ha olvidado sigue activo dentro de nuestro
organismo vivo, formando, por así decirlo, una alianza con las fuerzas más profundas de
nuestro organismo, y por lo tanto influyendo en nuestro propio organismo. Como vemos,
un conjunto de conceptos, una serie de experiencias deben hundirse en los fundamentos
más profundos de nuestro ser antes de que puedan intervenir en nuestro organismo.
Señalamos entonces que este hundimiento es más profundo cuando hemos pasado por la
puerta de la muerte y estamos experimentando la existencia ulterior entre la muerte y el
renacimiento. La cualidad de todas las experiencias se transforma después en fuerzas que
desarrollan ahora una actividad de organización, y los sentimientos que hemos
experimentado durante el período entre la muerte y el renacimiento se convertirán en parte
de las fuerzas plásticas, las fuerzas formativas que participan en la reconstrucción del
cuerpo cuando volvemos a una nueva vida.
En estas fuerzas formativas el hombre lleva ahora dentro de sí el resultado de lo que en una
etapa anterior mantuvo dentro de su vida del alma, tal vez incluso en sus conceptos
conscientes. Y además podríamos señalar el hecho de que el hombre con sus conceptos
conscientes impregnados por el Ego oscila entre dos influencias presentes en el mundo -
entre las influencias luciféricas y las arimánicas. Cuando debido a las características de
nuestro cuerpo astral hemos hecho mal a través de las pasiones malignas, el temperamento,
etcétera, somos impulsados a ello por las fuerzas luciféricas. Tales acciones toman entonces
el curso que hemos descrito, si se transforman en fuerzas formativas, estarán albergando
como causas de la enfermedad luciférica dentro de las fuerzas formativas, y sentarán las
bases de nuestro nuevo cuerpo. Hemos visto además que estamos sujetos también a las
fuerzas ahrimánicas que nos afectan más desde el exterior. Y de nuevo tuvimos que admitir,
en relación con las fuerzas ahrimánicas, que se transforman en fuerzas formativas, en
fuerzas que conforman el nuevo organismo cuando el hombre entra en la existencia a través
del nacimiento, y en la medida en que las influencias ahrimánicas se mezclan con las
fuerzas formativas, podemos hablar de predisposición a la enfermedad. A continuación
señalamos en detalle cómo actúan las fuerzas que se desarrollan de esta manera. Cité
algunos ejemplos radicales de esta actividad, porque en los ejemplos radicales el cuadro es
más claro, más definido. Les decía que la persona que en su vida anterior había actuado en
todo momento de tal manera que producía una débil conciencia del Ego y una débil
confianza en sí mismo, y cuyo Ego le daba poco valor a sí mismo, quedando absorbido sólo
en generalidades y demás. Tal persona desarrollará después de la muerte la tendencia a
absorber fuerzas que le harán capaz de fortalecer y perfeccionar su ego en su futura
encarnación. Como resultado de esto buscará condiciones que le den la oportunidad de
luchar contra ciertas resistencias, para que su débil conciencia del Ego se fortalezca a través
de la resistencia. Esta tendencia le llevará a buscar la oportunidad de contraer el cólera,
porque en ello se enfrentará a algo que le ofrecerá la oportunidad de conquistar esas
resistencias, hacia cuya conquista será llevado en su próxima encarnación, o incluso si en
esta misma encarnación se efectúa una cura, a una conciencia del Ego más fuerte o a
fuerzas que, por medio de la autoeducación, le llevarán gradualmente a una conciencia del
Ego más fuerte. Hemos declarado además que una enfermedad como la malaria ofrece la
oportunidad de compensar la dominante conciencia del ego que ha sido engendrada por el
alma en una vida anterior a través de sus acciones y emociones.
Aquellos de nosotros que participamos en nuestros anteriores estudios antroposóficos
entenderemos tal curso. Siempre se ha dicho que el Ego del hombre encuentra su expresión
física en su sangre. Ahora, estas dos enfermedades que se acaban de mencionar están
relacionadas con la sangre y las leyes de la sangre. Están tan conectadas que en el caso del
cólera hay un espesamiento de la sangre que puede considerarse como la "resistencia" que
debe experimentar una débil autoconfianza, y por medio de la cual está tratando de
desarrollarse. También podremos entender que en un caso de malaria nos enfrentamos a un
empobrecimiento de la sangre, y que una conciencia del ego demasiado desarrollada
necesita la oportunidad de ser llevada a un extremo imposible. Este empobrecimiento de la
sangre de un Ego sobre-desarrollado encontrará todos sus esfuerzos terminando en la
aniquilación. Naturalmente estas cosas están en una relación íntima con nuestro organismo,
pero si las examinamos, las encontraremos comprensibles.
El resultado de todo esto es que cuando se trata de un organismo formado por un alma que
ha traído consigo la tendencia a superar alguna imperfección en una u otra dirección, el
hombre tenderá a impregnarse de una predisposición a una determinada enfermedad, pero,
al mismo tiempo, tendrá la capacidad de luchar contra esta enfermedad que se produce sin
más motivo que el de proporcionar los medios de una cura. Y la curación se efectuará
cuando la persona, de acuerdo con todo su karma, adquiera, mediante la conquista de la
enfermedad, las fuerzas que le permitan, durante el resto de su vida, hacer un verdadero
progreso por medio de su trabajo en el plano físico. En otras palabras, si las fuerzas
estimulantes son tan fuertes que la persona es capaz de adquirir en el propio plano físico las
cualidades por las que la enfermedad estalló, entonces podrá trabajar con ese poder
reforzado del que antes carecía y que obtuvo del proceso de curación. Pero si es en nuestro
karma donde tenemos el deseo de moldear nuestro organismo para que a través de la
conquista de la enfermedad en cuestión adquiera fuerzas que lo lleven más cerca de la
perfección, y sin embargo debido a la complejidad de las causas nos vemos obligados a
dejar nuestro organismo débil en otra dirección, entonces puede ser que aunque las fuerzas
que desarrollamos y utilizamos en el proceso de curación nos fortalezcan, no lo hacen lo
suficiente como para hacernos iguales a nuestro trabajo en el plano físico. Entonces, debido
a que lo que ya hemos adquirido no puede ser utilizado en el plano físico, se utilizará
cuando pasemos por la puerta de la muerte, y trataremos de añadir a nuestras fuerzas lo que
no pudimos lograr en el plano físico. Así que estas fuerzas madurarán en la formación del
siguiente cuerpo cuando regresemos a la tierra en una nueva encarnación.
Teniendo esto en cuenta, se debe dar una indicación más que trata de aquellas formas de
enfermedad que no conducen ni a una cura real ni a la muerte, sino a condiciones crónicas,
a una especie de estado de languidez. Aquí tenemos algo de lo que el conocimiento es de la
mayor importancia para la mayoría de la gente. Cuando uno se ha recuperado de una
enfermedad, el efecto buscado se ha obtenido y en cierto sentido la enfermedad ha sido
conquistada. Pero en otro sentido puede que no sea así. Por ejemplo, aunque el problema
que se produjo entre el cuerpo etérico y el físico ha desaparecido, la desarmonía entre el
cuerpo etérico y el astral sigue existiendo, y oscilamos entre los intentos de curación y
nuestra incapacidad para llevarla a cabo. En tal caso es de especial importancia que
hagamos uso de todo lo que hemos logrado en el camino de una cura real. Y esto es lo que
se hace muy raramente, ya que es precisamente en el caso de las enfermedades que se
vuelven crónicas donde nos encontramos en un círculo vicioso. Deberíamos encontrar una
salida a la dificultad si en tal caso pudiéramos aislar la parte de nuestro organismo que ha
logrado una cierta curación, si pudiéramos dejarla vivir por sí misma y retirar de la parte
sana el resto que todavía está en perturbación y desorden por lo que hay en el alma. Pero
hay muchas cosas que se oponen a esto, y sobre todo el hecho de que cuando hemos tenido
una enfermedad que ha dado lugar a una condición crónica, estamos viviendo todo el
tiempo bajo la influencia de esa condición, y, si me permiten expresarme así crudamente,
nunca podemos realmente olvidar por completo nuestra condición, nunca llegar realmente a
retirar lo que aún no está sano, para tratarlo por sí mismo.
Por el contrario, al pensar continuamente en la parte enferma de nuestro organismo,
traemos por así decirlo nuestra parte sana a algún tipo de relación con la enfermedad y así
la irritamos de nuevo. Se trata de un proceso especial, y para que quede más claro me
gustaría explicar uno de los hechos probados por la Ciencia Espiritual, que puede ser visto
por la conciencia clarividente cuando una persona ha pasado por una enfermedad, y ha
retenido algo que puede ser llamado crónico. Lo mismo ocurre cuando no existe una
enfermedad aguda aparente, pero cuando se desarrolla una enfermedad crónica sin que se
haya notado especialmente ningún estado agudo. En la mayoría de estos casos es posible
ver que hay un estado de equilibrio inestable entre el cuerpo etérico y el físico, una
oscilación anormal de las fuerzas, pero a pesar de lo cual el cuerpo sigue vivo. Esta
oscilación de fuerzas que pertenecen al cuerpo etérico y al cuerpo físico provocan en la
persona un estado continuo de irritación que lleva a una continua excitación. La conciencia
clarividente ve que esta agitación se transmite al cuerpo astral, y estos estados de excitación
se abren paso continuamente en la parte del organismo que está en parte enferma y en parte
sana, creando así un equilibrio no estable sino inestable. A través de esta penetración de la
excitabilidad astral, la salud que de otra manera sería mucho mejor, se ve de hecho muy
perjudicada. Debo rogarles que recuerden que en este caso el astral no coincide con la
conciencia, sino con una excitabilidad del alma interior, que el paciente no desea admitir ni
siquiera a sí mismo.
Debido a que en tales casos la barrera de la conciencia no existe, esas condiciones y
pasiones, las crisis emocionales, los continuos estados de cansancio de la mente y el
descontento interior no siempre actúan como lo hacen las fuerzas conscientes, sino más
bien como las fuerzas organizadoras. Asentadas en nuestro ser más profundo irritan
continuamente esa parte que está medio enferma y medio bien. Si el paciente, por medio de
una fuerte disciplina del alma, pudiera olvidar su condición por lo menos por un tiempo,
obtendría tal satisfacción, que incluso de esta propia satisfacción podría derivar la fuerza
necesaria para seguir adelante. Si pudiera olvidar completamente su estado y desarrollar la
fuerte voluntad que le ayudara a decir: "No me molestaré con mi condición", ciertas fuerzas
del alma se liberarían así, y si las aplicara a algo espiritual que lo elevara y satisficiera su
alma interior, si liberara las fuerzas que están continuamente ocupadas con la sensación de
dolores, opresión y demás, obtendría así una gran satisfacción. Porque si no vivimos estos
sentimientos, las fuerzas son libres y están a nuestra disposición. Naturalmente, no servirá
de mucho decir que no queremos tomar nota de estos dolores y molestias, porque si no
ponemos estas fuerzas liberadas en uso espiritual, las condiciones anteriores volverán
pronto.
Sin embargo, si empleamos estas fuerzas liberadas para un propósito espiritual que absorba
el alma, pronto descubriremos que estamos logrando de una manera complicada lo que
nuestro organismo de otra manera hubiera logrado sin nuestra ayuda a través de la
conquista de la enfermedad. Naturalmente la persona en cuestión tendría que ser consciente
de llenar su alma con algo directamente relacionado con su enfermedad o con lo que
constituye su enfermedad. Por ejemplo, si alguien que sufre de debilidad en los ojos leyera
mucho para evitar pensar en ello, naturalmente no llegaría a su meta. Pero no es necesario
recurrir a más ilustraciones. Todos hemos notado lo útil que es cuando estamos ligeramente
indispuestos, poder olvidar esa indisposición, especialmente si conseguimos olvidarnos
ocupándonos de algo diferente. Tal olvido es positivo y saludable. Esto ya nos sugiere que
no somos del todo impotentes ante los efectos kármicos de esas transgresiones de nuestras
vidas anteriores que se expresan en forma de enfermedad. Reconocemos que lo que está
sujeto a juicio moral, emocional e intelectual durante la vida entre el nacimiento y la muerte
no puede penetrar tan profundamente durante una sola vida como para convertirse en la
causa de una enfermedad orgánica, mientras que en el período entre la muerte y el
renacimiento puede penetrar tan profundamente en la esencia humana como para causar
una enfermedad; entonces debe existir también la posibilidad de volver a transformar estos
procesos en procesos conscientes.
La pregunta podría plantearse así: Si las enfermedades son el resultado kármico de eventos
espirituales o de otro tipo que el alma evoca o experimenta, si son la metamorfosis de tales
causas, ¿no podríamos entonces suponer también que el resultado de la metamorfosis, es
decir, la enfermedad, podría ser evitado - o no aprendemos nada de esto a partir de hechos
espirituales? ¿No podría evitarse si pudiéramos reemplazar, para el bien de nuestra
educación, los procesos de curación que se extraen del organismo para combatir la
enfermedad. ¿No podríamos reemplazarlos por su contraparte espiritual, su equivalente
espiritual? ¿No deberíamos así, si fuéramos suficientemente sabios, transformar la
enfermedad en un proceso espiritual y llevar a cabo a través de nuestras fuerzas del alma la
autoeducación que de otra manera se lograría a través de la enfermedad?
La viabilidad de esto puede demostrarse con un ejemplo. Una vez más debemos insistir en
que sólo se den aquellos ejemplos que hayan sido investigados por la Ciencia Espiritual. No
son afirmaciones hipotéticas sino "casos" reales. Una cierta persona contrae el sarampión
en una etapa posterior de la vida, y buscamos la conexión kármica en este caso.
Encontramos que este caso de sarampión apareció como el efecto kármico de
acontecimientos en una vida precedente - acontecimientos que pueden ser descritos así: En
una vida precedente, a la individualidad en cuestión no le gustaba el mundo exterior, sino
que se ocupaba mucho de sí misma, aunque no en el sentido egoísta ordinario. Investigaba
mucho, meditaba mucho, aunque no con respecto a los hechos del mundo exterior, sino que
se limitaba a la vida del alma interior. Hoy en día nos encontramos con muchas personas
que creen que a través de la autoconcentración y de la reflexión dentro de sí mismos,
llegarán a la solución de los enigmas del mundo. La persona en cuestión pensaba que podía
ordenar su vida a través de la meditación interna como actuar en un caso u otro sin aceptar
ninguna enseñanza de los demás. La debilidad del alma resultante de esto llevó a la
formación de fuerzas durante la existencia entre la muerte y el renacimiento que expuso al
organismo comparativamente tarde en la vida a un ataque de sarampión.
Podríamos preguntarnos ahora: si por un lado tenemos el ataque de sarampión que es el
efecto kármico físico de una vida anterior, ¿cómo es entonces con el alma? Porque la vida
anterior también resultará a través de la acción kármica en una cierta condición del alma.
Esta condición del alma demostrará ser tal que la personalidad en cuestión, durante la vida
en la que el ataque de sarampión tuvo lugar, fue una y otra vez objeto de autoengaño. Así,
en el autoengaño debemos ver el resultado kármico psíquico de esta vida anterior, y en el
ataque de sarampión el resultado kármico físico.
Asumamos ahora que esta personalidad antes de desarrollar el sarampión había logrado
obtener tales fuerzas del alma que ya no estaba expuesto a todo tipo de autoengaño,
habiendo corregido completamente este fallo. En este caso la fuerza del alma adquirida
haría el ataque del sarampión bastante innecesario, ya que las tendencias que se produjeron
en este organismo durante su formación habían sido borradas a través de las fuerzas del
alma más fuertes adquiridas por la auto-educación. Si contemplamos la vida en su conjunto
y examinamos en detalle nuestras experiencias, considerándolas siempre desde este punto
de vista, deberíamos encontrar invariablemente que el conocimiento externo confirmará en
todos los detalles lo que aquí se ha afirmado. Y lo que he dicho sobre un caso de sarampión
puede llevar a una explicación de por qué el sarampión es una de las enfermedades de la
infancia. Porque los defectos que he mencionado están presentes en muchas vidas y
especialmente en ciertos períodos en los que prevalecieron en muchas vidas. Cuando tal
personalidad entre en existencia estará ansioso por hacer la correspondiente corrección lo
antes posible. En el período entre el nacimiento y la aparición general de las dolencias de
los niños que afectan a una autoeducación orgánica, no puede haber, por regla general,
ninguna cuestión de educación del alma.
A partir de esto vemos que en cierto sentido podemos hablar de una enfermedad que se
transforma de nuevo en un proceso espiritual. Y es muy significativo que cuando este
proceso haya entrado en el alma como un principio de vida, evocará un punto de vista que
tiene un efecto curativo en el alma. No debemos sorprendernos de que en nuestro tiempo
seamos capaces de influir tan poco en el alma. Cualquiera que considere nuestra época
actual desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual comprenderá por qué tantos médicos,
tantos doctores se convierten en materialistas. Porque la mayoría de la gente nunca se
ocupa de nada que tenga fuerza vital. Todo lo que se produce hoy en día carece de fuerza
vital para el alma. Por eso quien quiera trabajar para la Ciencia Espiritual siente en esta
actividad antroposófica algo extremadamente sano, pues la Ciencia Espiritual puede traer
de nuevo a los hombres algo que entra en el alma para que se aleje de lo que actúa en el
organismo físico. Pero no hay que confundir lo que aparece al principio de un movimiento
como la Antroposofía con lo que este movimiento puede ser en realidad. En el Movimiento
Antroposófico se pueden introducir cosas que prevalecen en el mundo físico, ya que las
personas al convertirse en Antropósofos traen a menudo a la Antroposofía exactamente los
mismos intereses y también todas las malas costumbres que tenían fuera. Así, se introduce
gran parte de la degeneración de nuestra época, y cuando aparece alguna de estas
degeneraciones en las personas en cuestión, el mundo dice que es el resultado de la
Antroposofía. Esa es, por supuesto, una afirmación infundada.
Si ahora vemos el hilo kármico que pasa de una encarnación a otra, sólo captamos un
aspecto de la verdad. Para cualquiera que empiece a entender esto, surgirán muchas
preguntas que se tocarán en el curso de estas conferencias. En primer lugar, debemos tratar
la cuestión: ¿Qué diferencia hay entre una enfermedad debida a causas externas y una
enfermedad cuya causa reside exclusivamente en el propio organismo humano? Estamos
tentados de deshacernos de estas últimas enfermedades diciendo que vienen por sí mismas
sin ninguna provocación externa. Pero no es así. En cierto sentido estamos justificados al
decir que las enfermedades vienen a nosotros si tenemos una disposición especial para la
enfermedad en nuestro interior. Sin embargo, muchas formas de enfermedad se deben a
causas externas; no todo lo que nos sucede, sino lo que nos ocurre desde fuera. Si nos
rompemos una pierna, por ejemplo, estamos obligados a dar cuenta de ello por causas
externas. También debemos incluir dentro de las causas externas los efectos del clima y los
numerosos casos de enfermedades que afectan a los habitantes de los barrios pobres. Aquí
también prevemos un amplio campo. Una persona experimentada que mire el mundo
encontrará fácil explicar por qué la tendencia moderna de la facultad de medicina es buscar
las causas de la enfermedad en las influencias externas, y especialmente en los microbios.
De éstos, un ingenioso caballero (Tröhls-Lund) dijo no sin justicia: "Hoy se dice que las
enfermedades son provocadas por microbios, tal como antes se decía que venían de Dios, el
diablo, etc.". En el siglo XIII se decía que las enfermedades venían de Dios; en el XV se
decía que venían del diablo; más tarde se dijo que las enfermedades venían de los humores,
¡hoy decimos que las enfermedades vienen de los microbios! Tales son los puntos de vista
que con el paso del tiempo se dan lugar unos a otros.
Por lo tanto, hablamos de causas externas de la enfermedad y la salud humanas. Y el
hombre de hoy en día puede fácilmente verse tentado a usar una palabra que está
fundamentalmente adaptada para traer desorden a todo nuestro concepto del mundo. Si
alguien que antes estaba sano llega a un territorio donde hay una epidemia de gripe o
difteria, y luego cae enfermo, el hombre de hoy se inclinará a decir que la persona se ha
enfermado por haber entrado en ese territorio en particular. Por lo tanto, es fácil hacer uso
de la palabra "casualidad". Hoy en día la gente realmente habla de 'azar'. Esta palabra es
realmente desastrosa para cualquier concepto del mundo, y mientras no hagamos ningún
intento de aclarar lo que tan fácilmente se denomina "azar", no podremos tratar de ninguna
manera satisfactoria las etapas iniciales del tema: "Enfermedades naturales y accidentales
del hombre". Para ello es esencial que intentemos, a modo de introducción, arrojar algo de
luz sobre la palabra "azar".
¿No se inclina el propio azar a hacernos sospechar de la forma en que se define
frecuentemente hoy en día? Ya he llamado su atención en una ocasión anterior sobre el
hecho de que un hombre inteligente en el siglo XVIII no estaba del todo equivocado
cuando, en relación con el motivo de levantar monumentos, hacía la siguiente declaración:
"Si consideramos objetivamente el curso de la historia, deberíamos erigir con mucho el
mayor número de monumentos al azar". Y si examinamos la historia, haremos extraños
descubrimientos sobre lo que se esconde detrás del azar. Como he mencionado antes, el
telescopio se debe al hecho de que los niños jugaban con lentes ópticas en un laboratorio
óptico. En su juego formaban una combinación por medio de la cual alguien producía un
telescopio.
También se puede recordar la famosa lámpara de la catedral de Pisa, que antes de la época
de Galileo había sido vista por miles y miles de personas, oscilando con la misma
regularidad. Pero le correspondió a Galileo descubrir por medio de un experimento cómo
estas oscilaciones coincidían con el curso de su circulación sanguínea, por lo que descubrió
las famosas leyes del péndulo. Si no las hubiéramos conocido, todo el curso de nuestra
física, toda nuestra cultura se habría desarrollado en líneas completamente diferentes.
Intentemos encontrar un significado en la evolución humana, y luego veamos si todavía
queremos mantener que solo la casualidad actuó cuando Galileo hizo este importante
descubrimiento. Consideremos otro caso más.
Somos conscientes de lo que significó para los países civilizados de Europa la traducción
de la Biblia de Lutero. Influyó profundamente en el sentimiento y pensamiento religioso y
también en el desarrollo de lo que llamamos el lenguaje literario alemán. Simplemente
menciono el hecho sin comentarios. Sólo insisto en la profunda influencia que ejerció esta
traducción. Debemos esforzarnos en ver el significado de esa educación que, durante varios
siglos, llegó a la humanidad como resultado de la traducción de la Biblia de Lutero.
Esforcémonos por percibir un significado en esto, y luego consideremos el siguiente hecho.
Hasta cierto período de su vida, Lutero estaba profundamente imbuido con el sentimiento y
el deseo de ordenar su vida para convertirse en un verdadero "hijo de Dios". Este deseo
había sido suscitado por una constante lectura de la Biblia. Entre los monjes agustinos
predominaba la costumbre de leer preferentemente las obras de los Padres de la Iglesia,
pero Lutero pasó al disfrute espiritual de la propia Biblia. De este modo fue llevado a sentir
intensamente que era un "hijo de Dios", y bajo esta influencia cumplió con sus deberes
como profesor de teología en el primer período de Wittenberg. Me gustaría destacar el
hecho de que Lutero tenía cierta repugnancia por adquirir el título de Doctor en Teología,
pero que, al sentarse con un viejo amigo del monasterio agustino de Erfurt, fue persuadido
en el curso de una conversación "casual" para intentar ganarse el birrete de Doctor en
Teología. Para este propósito era necesario a su vez estudiar la Biblia. Por lo tanto, fue la
conversación "casual" con su amigo la que llevó a un renovado estudio de la Biblia, y a
todo lo que resultó de ella.
Traten de concebir desde el punto de vista de los últimos siglos, el significado de la
"casualidad" gracias a la cual Lutero conversase entonces con ese amigo y fuese persuadido
a intentar el Doctorado en Teología. Se verán ustedes obligados a ver que sería grotesco
relacionar esta evolución humana con un evento "casual".
De lo que se ha dicho, primeramente concluiremos que tal vez después de todo hay algo
más en la casualidad de lo que se supone normalmente. Por regla general, creemos que el
azar es algo que no puede ser explicado satisfactoriamente ni por las leyes de la naturaleza
ni por las leyes de la vida, y que constituye una especie de excedente por encima de lo que
puede ser explicado. Añadamos ahora a esta afirmación un hecho que nos ha ayudado a
comprender tantos aspectos de la vida: El hombre, desde que comenzó su existencia
terrena, ha estado sujeto a las dos fuerzas de los principios luciférico y ahrimánico. Estas
fuerzas y principios penetran continuamente en el hombre. Mientras que las fuerzas
luciféricas actúan más hacia el interior influyendo en el cuerpo astral, las fuerzas
ahrimánicas actúan más bien a través de las impresiones externas que recibe. En lo que
recibimos del mundo exterior están contenidas las fuerzas ahrimánicas, y en lo que surge y
actúa dentro del alma en forma de alegría y abatimiento, deseos, etc., están contenidas las
fuerzas luciféricas. Tanto los principios luciféricos como los ahrimánicos nos inducen a
cometer errores. El principio luciférico nos induce a autoengañarnos en cuanto a nuestra
propia vida interior, a juzgar nuestra vida interior erróneamente, a ver a Maya, la ilusión
dentro de nosotros mismos. Si contemplamos la vida racionalmente, no nos será difícil
descubrir a Maya en nuestra propia vida anímica. Consideremos cuán a menudo nos
persuadimos a nosotros mismos de que hemos hecho una cosa u otra por esta o aquella
razón. Generalmente la razón es bastante diferente, y mucho más profunda. Puede
encontrarse en el temperamento, el deseo o la pasión, pero en nuestra conciencia superficial
damos una explicación bastante diferente.
Especialmente nos esforzamos por negar la presencia dentro de nuestra alma de lo que el
mundo no aprecia mucho, y cuando nos vemos impulsados a algún acto por motivos
puramente egoístas, frecuentemente nos encontramos disfrazando estos crudos impulsos
egoístas con un camuflaje de abnegación, y explicando por qué era necesario que
actuáramos así. Por lo general, no somos conscientes de que nos equivocamos. Cuando nos
damos cuenta de ello, generalmente comienza una mejoría acompañada de un cierto
sentimiento de vergüenza. Lo peor de todo es que para la mayoría somos ignorantes de que
estamos impulsados a algo desde el fondo de nuestra alma, y entonces inventamos un
motivo para el acto en cuestión. Esto también ha sido descubierto por los psicólogos
modernos. Sin embargo, como hoy en día existe poca cultura psicológica, se presentan estas
indicaciones grotescas y se llega a interpretaciones que son totalmente peculiares.
Cualquier verdadero investigador al observar tales hechos comprenderá naturalmente su
verdadero significado y se dará cuenta de que hay dos influencias que actúan juntas, a
saber, nuestra conciencia, y la que habita en las capas más profundas bajo el umbral de la
conciencia. Pero cuando los mismos hechos son observados por un psicólogo materialista,
se pondrá a trabajar de manera diferente. Inmediatamente fabricará una teoría sobre la
diferencia entre el pretexto para nuestros actos y el motivo real. Si, por ejemplo, un
psicólogo discute los suicidios de estudiantes que se producen con tanta frecuencia hoy en
día, dirá que lo que se cita como pretexto no es el motivo real; que el motivo real se
encuentra mucho más profundo, ya que se encuentra principalmente en una vida sexual mal
dirigida, y que el motivo real se transforma de tal manera que engaña a la conciencia por
una u otra razón.
A menudo esto puede ser así, pero cualquiera que tenga el mínimo conocimiento del
pensamiento psicológico verdaderamente profundo nunca desarrollará a partir de esto una
teoría general. Tal teoría podría ser fácilmente refutada, pues si el caso es tal que el pretexto
no es nada, y el motivo todo, esto también se aplicaría al propio psicólogo, y deberíamos
estar obligados a decir que en su caso también, lo que nos está diciendo y desarrollando
como teoría no es más que un pretexto. Si buscáramos razones más profundas, quizás las
razones alegadas por él serían de la misma naturaleza. Si este psicólogo hubiera aprendido
realmente por qué es imposible una razón basada en la conclusión: "Todos los cretenses son
unos mentirosos", y que tal juicio es parcial si lo hace el propio cretense, si hubiera
aprendido la razón por la que esto es así, también habría aprendido el círculo
extraordinariamente vicioso que se crea cuando en ciertos dominios las afirmaciones
pueden ser aplicadas a uno mismo. En casi toda nuestra literatura encontramos muy poco
de cultura profunda. Por eso, como regla general, la gente apenas se da cuenta de lo que
hace, y por esta razón será indispensable para la Ciencia Espiritual en todos los aspectos
evitar tales confusiones en la lógica. Los filósofos modernos, cuando tratan con la Ciencia
Espiritual, llegan más que cualquier otro a tales confusiones en la lógica. Nuestro ejemplo
es típico de esto. Aquí vemos los trucos que nos hacen las influencias luciféricas al
transformar la vida del alma en Maya, de modo que podemos pretender tener motivos muy
diferentes de los que realmente nos mueven.
Deberíamos tratar de adquirir una auto disciplina más estricta a este respecto. Hoy en día
las palabras se manejan por regla general con gran facilidad. Una palabra, sin embargo,
puede llevar a un gran error y confusión. La palabra no tiene más que un sonido agradable,
y crea la impresión de una obra de caridad. Incluso el sonido agradable de una frase nos
hará creer que el motivo en cuestión está dentro de nuestra alma, mientras que en realidad
detras de ella puede ocultarse el principio egoísta sin que seamos conscientes de su
presencia, porque no tenemos la voluntad de llegar al verdadero auto conocimiento. De este
modo por una parte vemos a Lucifer activo. ¿Cómo actúa Ahriman por la otra?
Ahriman es ese principio que se entremezcla con nuestras percepciones y entra en nosotros
desde el exterior. La actividad de Ahriman es más fuerte cuando sentimos que en este caso
el pensamiento no es suficiente, y que nos enfrentamos a un momento crítico en nuestra
vida de pensamiento. El pensar está atrapado como en un laberinto de pensamientos.
Entonces el principio ahrimánico aprovecha la ocasión para penetrarnos como a través de
una grieta en el mundo exterior. Si seguimos el curso de los acontecimientos mundiales y
los acontecimientos más obvios, si por ejemplo, seguimos la física moderna hasta aquel
momento en que Galileo estaba sentado frente a la lámpara oscilante de la iglesia en la
Catedral de Pisa, podemos hacer girar un torbellino de pensamientos que abarquen todos
estos acontecimientos mediante los cuales la materia se pueda explicar fácilmente. Todo
estará bastante claro, pero en el momento en que lleguemos a la lámpara oscilante de la
iglesia, nuestros pensamientos se confunden. Aquí está la ventana a través de la cual las
fuerzas ahrimánicas nos penetran con mayor fuerza, y aquí nuestro pensamiento se niega a
entender los fenómenos que podrían traer la razón y el entendimiento a la materia. Aquí
también está lo que llamamos "azar". Es aquí donde Ahriman se vuelve más peligroso para
nosotros. Los fenómenos que llamamos "azar" son los fenómenos por los que Ahriman nos
engaña más fácilmente.
Así aprenderemos a comprender que no es la naturaleza de los hechos en sí misma lo que
nos induce a hablar de "casualidad", sino que depende de nosotros mismos y de nuestro
propio desarrollo. Poco a poco tendremos que educarnos para penetrar en Maya y en la
ilusión, es decir, debemos comprender los asuntos en los que la influencia de Ahriman es
más fuerte. De modo que justo donde tenemos que hablar de las causas importantes de la
enfermedad, y de una luz que debe ser derramada en el curso de muchas enfermedades,
encontraremos que es necesario abordar los fenómenos desde el siguiente aspecto. En
primer lugar, hay que tratar de comprender hasta dónde llega la casualidad de que alguien
viaje en el mismo tren en el que puede perder la vida, o que alguien en un período
determinado se exponga a gérmenes que le afectan desde el exterior, o a alguna otra causa
de enfermedad, y si seguimos adelante con una comprensión más aguda, podremos llegar a
un conocimiento más verdadero de todo el significado de la enfermedad y la salud para la
vida humana.
Hoy hemos tenido que mostrar en detalle cómo Lucifer conduce a las ilusiones dentro del
hombre, y cómo Ahriman se entrelaza con las percepciones externas y allí conduce a Maya;
que si nos engañamos con un motivo falso, es resultado de Lucifer, y que la falsa
suposición sobre el mundo de los fenómenos - el engaño a través de Ahriman - conduce a la
creencia en el azar. Estos fundamentos tuvieron que ser establecidos para mostrar que los
eventos kármicos, los resultados de vidas anteriores, están activos también en aquellos
casos en que las causas externas, que parecen ser el azar, dan lugar a enfermedades.

CONFERENCIA 6

LA RELACIÓN ENTRE EL KARMA Y LOS ACCIDENTES


Hamburgo 21 de mayo de 1910
Se entiende fácilmente que la ley kármica puede operar cuando, en el sentido demostrado,
una causa de enfermedad se afirma desde el interior del hombre. Pero es más difícil de
entender que las experiencias y acciones de una vida anterior traídas por el individuo al
nacer pueden provocar enfermedades que son el resultado de causas externas, enfermedades
que la ciencia llama infecciones. Sin embargo, si profundizamos en la verdadera naturaleza
del karma, no sólo aprenderemos a entender cómo estas causas externas puedan estar
relacionadas con las experiencias y acciones de vidas anteriores, sino que también
aprenderemos que los accidentes que nos suceden, eventos que somos propensos a describir
como casualidades, pueden tener una relación definida con el curso de una vida anterior.
Debemos penetrar un poco más profundamente en la naturaleza del ser humano si
queremos entender las condiciones que están tan veladas por nuestra perspectiva humana.
Ayer vimos cómo el azar o el accidente siempre presenta el acontecimiento externo de
forma velada, porque en los casos en que hablamos de azar, los engaños externos creados
por los poderes ahrimánicos son los mayores posibles. Ahora examinemos en detalle cómo
se producen tales accidentes, es decir, aquellos eventos que generalmente se llaman
"accidentes".
Aquí es necesario tener en cuenta la ley, la verdad - el reconocimiento de que en la vida
mucho de lo que describimos como "surgido de dentro" o "derivado del ser interior del
hombre" ya está revestido de ilusión, porque si realmente nos elevamos por encima de la
ilusión, hallamos que mucho de lo que al principio creemos que se ha originado en el
interior del hombre debe describirse como que fluye desde el exterior. Siempre nos
encontramos con esto cuando tenemos que lidiar con esas disposiciones, esos rasgos de
carácter, que se resumen bajo el nombre de "características hereditarias". Parece como si
estas características hereditarias fueran parte de nosotros sólo porque nuestros antepasados
las tenían, y puede parecernos en el grado más eminente como si hubieran caído en nuestra
suerte sin culpa nuestra y sin nuestra cooperación. Es fácil llegar a una diferenciación
errónea entre lo que hemos traído de encarnaciones anteriores y lo que hemos heredado de
nuestros padres y antepasados. Cuando nos reencarnamos no llegamos por casualidad a
tales o cuales padres o a tal o cual país. Sino que aquí opera un motivo asociado a nuestro
ser más íntimo. Incluso en aquellas características hereditarias que no tienen nada que ver
con la enfermedad, no debemos asumir nada al azar. En el caso de una familia como la de
Bach, por ejemplo, durante muchas generaciones nacieron una y otra vez músicos más o
menos renombrados (había más de veinte músicos más o menos renombrados en la familia
de Bach). Se podría pensar que esto tiene que ver puramente con la línea de la herencia, que
las características son heredadas de los antepasados, y que como tales características están
ahí, se desarrollarán ciertas tendencias hacia el talento musical traído de una encarnación
anterior. Sin embargo, no es así; los hechos son muy diferentes.
Supongamos que alguien tuviera la oportunidad de recibir muchas impresiones musicales
en una vida entre el nacimiento y la muerte, que estas impresiones musicales pasaran de
largo en esta vida, simplemente por la razón de que no tiene oído musical. Otras
impresiones que recibe en esta vida no pasan de largo de la misma manera, porque tiene
órganos formados de tal manera que puede transformar las experiencias e impresiones en
capacidades propias. Aquí podemos decir que una persona tiene impresiones en el curso de
su vida que es capaz de transformar en capacidades y talentos por la disposición que ha
traído consigo desde su último nacimiento; y tiene otras impresiones, que a causa de su
karma general, por no haber recibido los poderes adecuados, no puede transformar en las
capacidades correspondientes. Éstas permanecen, se acumulan, y en el período entre la
muerte y el nuevo nacimiento se convierten en la tendencia particular a expresarse en la
siguiente encarnación. Y esta tendencia lleva a la persona a buscar la reencarnación en una
familia particular que pueda proporcionarle los órganos adecuados. Así, si alguien ha
recibido muchas impresiones musicales, y debido a un oído no musical, no ha podido
transformarlas en capacidades musicales o de disfrute, esta incapacidad estará relacionada
con la tendencia de su alma a entrar en una familia en la que heredará un oído musical. De
esto veremos ahora que si una cierta familia hereda una cierta construcción del oído -que
puede ser heredada al igual que la forma externa de la nariz- todos aquellos individuos que
como consecuencia de su anterior encarnación anhelan un oído musical, se esforzarán por
entrar en esta familia. A partir de ahí vemos que, efectivamente, una persona no ha
heredado un oído musical o un don similar en una encarnación particular. "por casualidad",
sino que ha buscado y realmente procurado la característica heredada.
Si observamos a tal persona desde el momento de su nacimiento, nos parecerá como si el
sentido musical estuviera dentro de él, una cualidad de su ser interior. Sin embargo, si
extendemos nuestra investigación al momento anterior a su nacimiento, encontraremos que
el oído musical que tuvo que buscar es algo que le ha llegado desde el exterior.
Antes de su nacimiento o concepción, el oído musical no estaba dentro de él. Sólo había un
impulso que le impulsaba a adquirir tal oído. En este caso el hombre ha atraído hacia sí algo
externo. Antes de la reencarnación, el rasgo que más tarde se denomina hereditario era algo
externo. Se acercó al hombre, y él se apresuró a tomarlo. En el momento de la encarnación
se convirtió en algo interno, e hizo su aparición en el interior. Por tanto, al hablar de
disposición hereditaria, sufrimos una ilusión, porque no tenemos en cuenta el momento en
que la cualidad interna era externa.
Preguntémonos ahora si un evento externo que se produce entre el nacimiento y la muerte,
podría no ser el mismo que el caso que acabamos de discutir - si podría ser susceptible de
ser transformado en algo interno. No podemos responder a esta pregunta sin examinar aún
más de cerca la naturaleza de la enfermedad y la salud. (Hemos dado muchos ejemplos para
caracterizar la enfermedad y la salud. Y ustedes saben que yo no defino, sino que trato de
describir poco a poco las cosas, y de añadir cada vez más características, para que se vayan
comprendiendo poco a poco. Así que ahora añadamos algunas características más a las que
ya hemos recogido).
Debemos comparar la enfermedad y la salud con algo que aparece en la vida normal, a
saber, el dormir y el despertar, y entonces encontraremos algo de aún mayor importancia.
¿Qué ocurre en el interior de un ser humano cuando los estados diarios de sueño y de
vigilia se suceden? Sabemos que cuando dormimos, el cuerpo físico y el etérico son
abandonados por el cuerpo astral y el Ego, y que el despertar es un retorno del cuerpo astral
y del Ego al cuerpo físico y etérico. Cada mañana al despertar, todo lo que constituye
nuestro ser interior - cuerpo astral y Ego - se sumerge de nuevo en nuestros cuerpos físico y
etérico. ¿Qué sucede con las experiencias que un ser humano tiene al dormir y al despertar?
Si consideramos el momento de irse a dormir, vemos que todas las experiencias que de la
mañana a la noche fluctuaron en nuestras vidas, especialmente las experiencias psíquicas de
alegría y pena, felicidad y dolor, pasiones, imaginaciones, etc., se hunden en el
subconsciente. En la vida normal, cuando dormimos, nosotros mismos estamos
inconscientes. ¿Por qué perdemos la consciencia cuando nos dormimos? Sabemos que
durante el estado de sueño estamos rodeados por un mundo espiritual, así como en el estado
de vigilia estamos rodeados por cosas y hechos del mundo físico de los sentidos. ¿Por qué
no percibimos este mundo espiritual? Porque en la vida normal ver los hechos y cosas
espirituales que nos rodean en la actual etapa de desarrollo humano entre el sueño y el
despertar, sería peligroso en el más alto grado. Si la persona pasara hoy conscientemente al
mundo que nos rodea entre el sueño y el despertar, su cuerpo astral, que se alcanzó su pleno
desarrollo en el período de la Antigua Luna, fluiría hacia el mundo espiritual, pero esto no
podría hacerlo el Ego, que justo podrá desarrollarse durante el período terrestre, y que habrá
completado su Evolución al final del período terrestre. El Ego no está lo suficientemente
desarrollado para poder desarrollar toda su actividad entre el sueño y el despertar. Si nos
durmiéramos conscientemente, la condición de nuestro Ego podría ilustrarse de la siguiente
manera. Supongamos que tenemos una pequeña gota de líquido coloreado; la dejamos caer
en un recipiente de agua y dejamos que se mezcle.
El color de esa pequeña gota ya no se verá porque se ha mezclado con toda la masa de
agua. Pues algo de esta naturaleza ocurre cuando el hombre al dormirse deja sus cuerpos
físico y etérico. Estos dos principios son los que mantienen unido al ser humano en su
totalidad. Tan pronto como el cuerpo astral y el Ego abandonan los dos principios
inferiores, (osea el cuerpo físico y el cuerpo etérico), ambos se dispersan en todas las
direcciones, impulsados siempre por este principio de expansión. De esta manera, el Ego se
disolvería, y en efecto sería posible contemplar las imágenes del mundo espiritual, pero no
sería posible comprenderlas por medio de las fuerzas que sólo el Ego puede hacer valer -las
fuerzas del discernimiento, de la perspicacia, etc.-, en resumen, con la conciencia que
aplicamos a la vida ordinaria. Porque el Ego se disolvería y nosotros estaríamos frenéticos,
desgarrados aquí y allá, nadando sin individualidad y sin dirección en el mar de los
acontecimientos e impresiones astrales. Por esta razón, porque en el caso de la persona
normal el Ego no está lo suficientemente fuerte, reacciona sobre el cuerpo astral e impide
que entre conscientemente en el mundo espiritual que es su verdadero hogar, hasta que
llegue el tiempo en el que el Ego pueda acompañar al cuerpo astral a donde quiera que
pueda penetrar. Así pues, hay una buena razón para que perdamos la conciencia cuando nos
quedamos dormidos, porque si fuera de otra manera, no podríamos mantener nuestro Ego.
Sólo podremos mantenerlo suficientemente cuando se culmine nuestra evolución terrestre.
Por eso se nos impide el despliegue de la conciencia de nuestro cuerpo astral.
Cuando despertamos, ocurre lo contrario. Cuando despertamos y nos hundimos en nuestros
cuerpos físico y etérico, deberíamos en realidad experimentar su naturaleza interna (del
cuerpo físico y también del cuerpo etérico). Pero esto no sucede, porque en el momento del
despertar se nos impide considerar la naturaleza interna de nuestro ser corpóreo, porque
nuestra atención se dirige inmediatamente a los acontecimientos externos. Ni nuestra
facultad de la vista ni nuestra facultad de percepción están dirigidas hacia la penetración del
ser interior, sino que están distraídas por el mundo exterior. Si nos volcáramos
inmediatamente hacia nuestro ser interior, habría una inversión exacta de la situación que se
produciría como cuando nos quedáramos dormidos y entráramos en el mundo espiritual con
nuestra conciencia ordinaria. Todo lo espiritual que habíamos adquirido a través de nuestro
Ego en el curso de nuestra vida en la Tierra se concentraría entonces, y después de nuestra
reentrada en los cuerpos físico y etérico, actuaría sobre ellos de la manera más poderosa,
provocando un tremendo aumento de nuestro egoísmo. Nos hundiríamos con nuestro Ego;
y todas las pasiones, los deseos, la codicia y el egoísmo de que somos capaces se
concentrarían en este Ego. Todo este egoísmo se derramaría en la vida de los sentidos. Para
que esto no suceda, nos distraemos con el mundo exterior y no se nos permite penetrar en
nuestro interior con nuestra conciencia.
El hecho de que esto sea así puede confirmarse a partir de los informes de aquellos místicos
que intentaron realmente penetrar en el interior del hombre. Consideremos a Meister
Eckhart, Johannes Tauler y otros místicos de la Edad Media, que para descender a su
propio ser interior se dedicaron a un estado en el que su atención e interés se desviaba por
completo del mundo exterior. Leamos las biografías de muchos Santos y Místicos que
intentaron descender a su interior. ¿Cuál fue su experiencia? Tentaciones, tribulaciones y
experiencias similares que han representado con colores vivos. Estas se concentraban en el
cuerpo astral y en el Ego, y se hacían sentir como fuerzas opuestas. Es por eso que todos
aquellos que como místicos han tratado de descender hacia el interior del ser encontraron
que cuanto más descendían, más se veían impulsados a la extinción de su Ego. El señor
Eckhart encontró una excelente palabra para describir este descenso a su propio interior.
Habla de "Ent Werdung", es decir, la extinción del Ego. Y leemos en ";La Teología
Germánica"; (German Theology) cómo el autor describe el camino místico hacia el interior
del ser humano, y cómo insiste en que el que desea descender no actuará más a través de su
propio Ego, sino que Cristo, con quien está plenamente impregnado, actuará dentro de él.
Tales místicos buscaban extinguir su Ego. No ellos mismos, sino el Cristo dentro de ellos
deben pensar, sentir y querer, para que no surja lo que habita en ellos en forma de pasión,
deseo y codicia, sino más bien lo que fluye en ellos como Cristo. Por eso San Pablo dice:
"No yo, sino Cristo en mí".
Podemos describir los procesos de despertar y dormir como experiencias internas del ser
humano: el despertar como un hundimiento del Ego comprimido en la corporeidad del
hombre, y el dormir como una liberación de la conciencia, porque todavía no estamos
preparados para ver ese mundo en el que penetramos al dormirnos. A través de esto
entendemos el despertar y el sueño en el mismo sentido en que entendemos muchas otras
cosas en este mundo, como una permeabilidad de unos a otros de los varios miembros de la
entidad humana. Si consideramos a una persona despierta desde este punto de vista,
diremos que en ella están presentes los cuatro miembros de la entidad humana, el cuerpo
físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el Ego, y que están unidos de cierta manera.
¿Qué resulta de esto? El hecho de "estar despierto". Porque no podríamos estar despiertos si
no descendiéramos a nuestra corporación de tal manera que nuestra atención se distrajera
por causa del mundo exterior. Que estemos despiertos o no depende de una cierta
cooperación regulada de nuestros cuatro miembros. Y a la vez, si estamos dormidos o no
depende de la adecuada separación de nuestros cuatro miembros. No basta con decir que
estamos compuestos de cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y Ego, ya que sólo
entendemos al hombre cuando sabemos hasta qué punto los diversos miembros están
unidos entre sí en un cierto estado, y cuán íntimamente están conectados. Esto es necesario
para comprender la naturaleza humana. Ahora vamos a examinar cómo estos cuatro
miembros del hombre están vinculados entre sí en el caso de una persona normal. Vamos a
establecer desde el punto de vista de que la condición del hombre cuando está despierto es
la condición normal.
La mayoría de nosotros recordará que la conciencia que actualmente poseemos como seres
humanos entre el nacimiento y la muerte, es sólo una de las formas posibles de conciencia.
Si, por ejemplo, estudiamos la "Ciencia Oculta", veremos que nuestra conciencia actual es
una etapa de las siete diferentes etapas de la conciencia, y que esta conciencia que
poseemos hoy en día se desarrolló a partir de otras tres etapas precedentes de la conciencia,
y que en un período posterior se desarrollará en otras tres formas sucesivas de conciencia.
Cuando éramos seres de la Luna no teníamos todavía un Ego. El Ego se unió al hombre
sólo durante el período de la Tierra. Por eso no pudimos obtener nuestra conciencia actual
antes del período terrestre. Una conciencia como la que tenemos hoy entre el nacimiento y
la muerte, presume que el Ego coopera con los otros tres miembros exactamente como lo
hace hoy en día y es el más excelso de los cuatro miembros de la entidad humana. Antes de
que nos impregnáramos del Ego, sólo estábamos compuestos de cuerpo físico, cuerpo
etérico y cuerpo astral. El cuerpo astral era entonces nuestro miembro más elevado, y
nuestra conciencia entonces era tal que hoy en día sólo puede ser comparada con nuestra
conciencia de sueño que es una reminiscencia del pasado. Pero no debemos pensar en la
actual conciencia de los sueños, sino en una en la que las imágenes de los sueños
representan realidades. Si estudiamos el sueño tal como es hoy en día, encontraremos en
sus múltiples imágenes mucho de lo que es caótico, porque nuestra actual conciencia
onírica es una antigua herencia. Pero si estudiamos la conciencia que precedió a la de hoy,
deberíamos encontrar que en aquel tiempo no podíamos ver objetos externos como las
plantas, por ejemplo. Por lo tanto, era imposible para nosotros recibir una impresión
externa. Todo lo que se nos acercaba evocaba una impresión análoga a la de un sueño, pero
correspondía a un determinado objeto o impresión externa.
Por lo tanto, antes de tratar con la conciencia del Ego, tendremos que tratar con una
conciencia que podría llamarse una conciencia astral, porque está unida al cuerpo astral,
que era antes el miembro más elevado. Dicha conciencia es oscura y nebulosa, y aún no ha
sido irradiada por la luz del Ego. Cuando el hombre se convirtió en hombre-terreno, esta
conciencia se vio eclipsada por la conciencia del Ego. El cuerpo astral, sin embargo,
todavía está dentro de nosotros, y podríamos preguntarnos cómo fue posible que nuestra
conciencia astral pudiera ser tan atenuada y eliminada para que la conciencia del Ego
pudiera ocupar plenamente su lugar. Esto se hizo posible porque debido a la impregnación
del hombre por el Ego, la conexión anterior entre el cuerpo astral y el cuerpo etérico se
aflojó mucho. La conexión anterior y más íntima se disolvió, por así decirlo. Así, antes de
la conciencia del Ego, existía una relación mucho más íntima entre el cuerpo astral del
hombre y los miembros inferiores de su ser. El cuerpo astral penetraba más en los otros
miembros de lo que lo hace hoy. En cierto modo, el cuerpo astral ha sido apartado de los
cuerpos etérico y físico.
Debemos aclarar este proceso de salida parcial, este desprendimiento del cuerpo astral de
los cuerpos etérico y físico. Incluso hoy en día, ¿no podría haber una posibilidad con
nuestro estado ordinario de conciencia de establecer algo similar a aquella antigua relación?
¿No podría suceder también hoy en día en una vida humana, que el cuerpo astral trate de
penetrar más en los otros miembros de lo que debería, para impregnar y penetrar más de lo
que le corresponde? Un cierto estándar normal es necesario para la penetración del cuerpo
astral en los cuerpos etérico y físico. Supongamos que esta norma se excede en una u otra
dirección. Como resultado de ello, se producirían ciertas perturbaciones en todo el
organismo humano. Porque lo que el hombre es hoy depende de la relación exacta entre los
diversos principios de su ser que encontramos en un estado de vigilia normal. Tan pronto
como el cuerpo astral actúe erróneamente, tan pronto como penetre más profundamente en
los cuerpos etérico y físico, se producirá el desorden. En nuestras charlas pasadas vimos
que esto realmente ocurre. Luego miramos todo el proceso desde otro aspecto. ¿Cuándo se
produce esto? Se produce cuando el hombre en una vida anterior impregnó su cuerpo astral
con algo, permitió que algo fluyera en él que concebimos como una transgresión moral o
intelectual para esa vida anterior. Esto ha quedado grabado en el cuerpo astral. Ahora bien,
cuando el hombre entra en la vida de nuevo, esto puede en efecto causar que el cuerpo
astral busque una relación diferente con los cuerpos físico y etérico de la que hubiera
establecido si no hubiera estado impregnado en la vida anterior con esta transgresión. Por lo
tanto, las transgresiones cometidas bajo la influencia de Ahriman y Lucifer se transforman
en fuerzas organizadoras que, en una nueva vida, inducen al cuerpo astral a adoptar una
relación diferente hacia los cuerpos físico y etérico de la que tendría si no hubieran
intervenido dichas fuerzas.
Así que vemos cómo los primeros pensamientos, sensaciones y sentimientos afectan al
cuerpo astral y lo inducen a provocar trastornos en el organismo humano. ¿Qué sucede
cuando se producen tales trastornos? Cuando el cuerpo astral penetra más de lo normal en
los cuerpos físico y etérico, provoca algo similar a lo que ocurre cuando despertamos,
cuando nuestro Ego se hunde en los dos principios inferiores. El despertar consiste en el
hundimiento del Ego en los cuerpos físico y etérico. ¿En qué consiste entonces la acción del
cuerpo astral cuando, inducido por los efectos de experiencias anteriores, penetra en los
cuerpos físico y etérico más de lo que debería? Lo que ocurre cuando nuestro Ego y nuestro
cuerpo astral se hunden en nuestros cuerpos físico y etérico al despertar y percibir algo,
muestra el hecho mismo de nuestro despertar. Así como el estado de vigilia es el resultado
del descenso del Ego a nuestros cuerpos físico y etérico, ahora debe tener lugar algo
análogo a lo que hace el Ego, algo que hace el cuerpo astral. Desciende al cuerpo etérico y
al cuerpo físico. Si vemos a un hombre cuyo cuerpo astral tiene una tendencia a una unión
más estrecha con los cuerpos etérico y físico de lo que normalmente debería tener lugar,
veremos al cuerpo astral realizar el fenómeno que de otro modo lograría el Ego al despertar.
¿En qué consiste esta excesiva penetración de los cuerpos físico y etérico por el cuerpo
astral? Consiste en lo que podría describirse como la esencia de la enfermedad. Cuando
nuestro cuerpo astral hace lo que hacemos al despertar, es decir, se abre camino en el
cuerpo físico y en el cuerpo etérico, cuando el cuerpo astral, que normalmente no debería
desarrollar ninguna conciencia dentro de nosotros, se esfuerza por conseguir una conciencia
dentro de nuestros cuerpos físico y etérico, tratando de despertar dentro de nosotros, nos
enfermamos. La enfermedad es una condición anormal del despertar de nuestro cuerpo
astral. ¿Qué es lo que hacemos cuando en condiciones normales de salud vivimos en una
condición de vigilia ordinaria? Estamos despiertos en la vida ordinaria. Pero para que
pudiéramos tener una condición de vigilia ordinaria, tuvimos que llevar nuestro cuerpo
astral a una relación diferente en una etapa anterior. Tuvimos que ponerlo a dormir. Es
esencial que nuestro cuerpo astral duerma durante el día mientras estamos dominados por
nuestra conciencia del ego. Sólo podemos estar sanos si nuestro cuerpo astral está dormido
dentro de nosotros. Ahora podemos concebir la esencia de la salud y la enfermedad de la
siguiente manera. La enfermedad es un despertar anormal del cuerpo astral en el hombre, y
la salud es el estado normal de sueño del cuerpo astral.
¿Y qué es esta conciencia del cuerpo astral? Si la enfermedad es realmente el despertar del
cuerpo astral, algo como una conciencia debe manifestarse. Hay un despertar anormal, y
por lo tanto podemos esperar una conciencia anormal. Debe haber algún tipo de conciencia.
Cuando nos enfermamos, debe ocurrir algo similar a lo que ocurre cuando nos despertamos
por la mañana. Nuestras facultades deben ser desviadas a algo diferente. Nuestra conciencia
ordinaria se despierta por la mañana. ¿Surge alguna conciencia cuando nos enfermamos?
Sí, surge una conciencia que conocemos muy bien. ¿Y cuál es esa conciencia? ¡Una
conciencia se expresa en las experiencias! La conciencia que surge entonces se expresa en
lo que llamamos dolor, que no tenemos durante nuestra condición de vigilia cuando
estamos en la salud ordinaria, porque es entonces cuando nuestro cuerpo astral está
dormido. El sueño del cuerpo astral significa que estamos en una relación normal y regular
con los cuerpos físico y etérico, y no tenemos dolor. El dolor nos dice que el cuerpo astral
está presionando al cuerpo físico y al etérico de tal manera en un estado anormal, y está
adquiriendo conciencia. Ahí está el dolor.
No debemos aplicar esta afirmación ilimitadamente. Cuando hablamos en términos de
Ciencia Espiritual debemos poner límites a nuestras afirmaciones. Se ha afirmado que
cuando nuestro cuerpo astral despierta, surge una conciencia impregnada de dolor. No
debemos sacar la conclusión de que el dolor y la enfermedad van invariablemente juntos.
Sin excepción, toda penetración en los cuerpos etérico y físico por el cuerpo astral
constituye una enfermedad, pero no por ello sentir dolor. Esa enfermedad puede tener un
carácter diferente se mostrará por el hecho de que no todas las enfermedades van
acompañadas de dolor. La mayoría de las personas no se dan cuenta de ello porque
normalmente no se esfuerzan por conseguir la salud, sino que se conforman con estar sin
dolor; y cuando están sin dolor creen estar sanos. Esto no siempre es así, pero en general,
cuando no hay dolor, la gente se cree sana. Estaríamos bajo una gran ilusión si creyéramos
que la experiencia del dolor va siempre unida a la enfermedad. Nuestro hígado puede estar
dañado todo él, y si el daño no es tal que la pared abdominal se vea afectada, no habrá
ningún tipo de dolor. Podemos llevar un proceso de enfermedad dentro de nosotros que de
ninguna manera se manifiesta a través del dolor. Esto puede ser así en muchos casos.
Objetivamente se considera que estas enfermedades son las más graves, ya que si
experimentamos dolor nos ponemos a trabajar para deshacernos de él, pero cuando no
tenemos dolor no nos preocupa mucho deshacernos de la enfermedad.
¿Cuál es la posición en los casos en que no hay dolor con la enfermedad? No hay más que
recordar que sólo poco a poco nos hemos ido desarrollando hasta llegar a ser seres humanos
como lo somos hoy en día, y que fue durante nuestro período terrestre cuando añadimos el
Ego al cuerpo astral, al cuerpo etérico y al cuerpo físico. Sin embargo, una vez fuimos
hombres que sólo poseían un cuerpo etérico y un cuerpo físico. Un ser que posee sólo estos
dos principios es como una planta de hoy en día. Nos encontramos aquí con un tercer grado
de conciencia infinitamente más vago, que no alcanza la claridad ni siquiera de la
conciencia onírica actual. Es un gran error creer que estamos desprovistos de conciencia
cuando dormimos. Tenemos una conciencia, pero es tan vaga que no podemos recuperarla
dentro de nuestro Ego hasta el punto de la memoria. Tal conciencia habita también dentro
de las plantas; es una especie de conciencia de sueño de grado aún más bajo que la
conciencia astral. Hemos alcanzado ahora una conciencia aún más baja del hombre.
Supongamos que a través de las experiencias en una encarnación anterior hemos provocado
no sólo el desorden que entra en nuestro organismo cuando el cuerpo astral va más allá de
sus límites, sino también el desorden causado por el cuerpo etérico que se abre paso
erróneamente en el cuerpo físico. Ciertamente puede surgir tal condición cuando la relación
entre el cuerpo etérico y el cuerpo físico es anormal para el hombre actual, donde el cuerpo
etérico ha penetrado demasiado en el cuerpo físico. Supongamos que el cuerpo astral no
toma parte en esto; pero que la tendencia creada en una vida anterior afecta a una conexión
más estrecha que debería haber entre el cuerpo etérico y el cuerpo físico en el organismo
humano. Tenemos aquí el cuerpo etérico comportándose de la misma manera que el cuerpo
astral cuando tenemos dolor.
Si el cuerpo etérico a su vez se hunde demasiado profundamente en el cuerpo físico,
aparecerá una conciencia similar a la que tenemos durante el sueño, como la conciencia de
la planta. Por lo tanto, no es sorprendente que esta sea una condición de la que no somos
conscientes. Cualquiera que no sea consciente del sueño será igualmente inconsciente de
esta condición. Y sin embargo es una forma de despertar! Así como nuestro cuerpo astral se
despertará de manera anormal cuando se haya hundido demasiado profundamente en los
cuerpos etérico y físico, así también nuestro cuerpo etérico se despertará de manera
anormal cuando penetre demasiado profundamente en el cuerpo físico. Pero esto no será
percibido por nosotros, porque es un despertar a una conciencia aún más vaga que la
conciencia del dolor. Supongamos que una persona ha hecho realmente en una vida anterior
algo que entre la muerte y el renacimiento se transforma de tal manera que el propio cuerpo
etérico despierta, es decir, toma intensa posesión del cuerpo físico. Si eso ocurre, se
despierta en nuestro interior una profunda conciencia que sin embargo no puede ser
percibida de la misma manera que otras experiencias del alma humana. ¿Debe no obstante
ser ineficaz porque es imperceptible? Intentemos explicar la peculiar tendencia adquirida
por una conciencia que se encuentra todavía un grado más profunda.
Si sufres una quemadura, que es una experiencia externa, esto causa dolor. Para que
aparezca un dolor, la conciencia debe tener al menos el grado de conciencia del cuerpo
astral. Un dolor debe presentarse en el cuerpo astral; por eso, siempre que el dolor surge en
el alma humana, tiene que ver con un suceso en el cuerpo astral. Supongamos ahora que
sucede algo que no está relacionado con el dolor, pero que es, sin embargo, un estímulo
externo, una impresión externa. Si algo vuela hacia su ojo, esto causa un estímulo externo y
el ojo se cierra. El dolor no está conectado con él. ¿Qué produce esta estimulación?
Produce un movimiento. Es algo similar a lo que ocurre cuando se toca la planta del pie; no
es dolor, pero aún así se produce como un tic en el pie. Por lo tanto, también hay
impresiones en un ser humano que no van acompañadas de dolor, pero que aún así dan
lugar a algún tipo de evento, a saber, un movimiento. En este caso, como no puede penetrar
en este grado profundo de conciencia, la persona no sabe cómo se produce que un
movimiento siga el estímulo externo. Cuando se percibe un dolor y se rechaza algo, es el
dolor el que hace notar lo que luego se rechaza. Pero ahora puede llegar algo que te impulse
a un movimiento interno, a un movimiento reflejo. En este caso la conciencia no desciende
al grado en que el estímulo se transforma en movimiento.
Aquí tenéis un grado de conciencia que no entra en vuestra experiencia astral, que no se
experimenta conscientemente, que sigue su curso en una especie de conciencia de sueño,
pero que no es, sin embargo, tal que no conduce a las ocurrencias. Cuando se produce esta
penetración más profunda del cuerpo etérico en el cuerpo físico, se produce una conciencia
que no es una conciencia de dolor, porque el cuerpo astral no participa en ella, pero es tan
vaga que la persona no la percibe. Esto no significa necesariamente que una persona en esta
conciencia no pueda realizar acciones. También realiza otras acciones en las que su
conciencia no toma parte. Sólo hay que recordar el caso en que la conciencia ordinaria del
día se extingue y una persona mientras camina en su sueño comete todo tipo de actos. En
este caso hay un tipo de conciencia que la persona no puede compartir, porque sólo puede
experimentar las dos formas superiores de conciencia: la conciencia astral como placer y
dolor, etc., y la conciencia del ego como juicio y como la conciencia ordinaria del día. Esto
no implica que el hombre no pueda actuar bajo el impulso de esta conciencia de sueño.
Ahora tenemos una conciencia tan profunda que el hombre no puede alcanzarla cuando el
cuerpo etérico desciende al cuerpo físico. Supongamos que desea hacer algo sobre lo que
en la vida normal no puede saber nada, que está conectado de alguna manera con sus
circunstancias; lo hará sin saber nada al respecto. Algo en él, es decir, la cosa en sí misma,
lo hará sin que él sepa nada al respecto. Tomemos ahora el caso de una persona que por
ciertos acontecimientos en una vida anterior ha establecido causas para sí misma, que en el
período entre la muerte y el renacimiento actúan hasta que llevan a una penetración del
cuerpo etérico en el cuerpo físico. A partir de ahí, surgirán acciones que conducirán a la
elaboración de procesos de enfermedad más profundos. En este caso la persona se verá
obligada por tales actividades a buscar las causas externas de estas enfermedades.
Puede parecer extraño que esto no aparezca claramente en la conciencia del Ego ordinario -
pero una persona nunca lo haría desde esta conciencia. Nunca se expondría en su
autoconciencia ordinaria a una gran cantidad de bacilos. Pero supongamos que esta débil
conciencia encuentra que una lesión externa es necesaria, para que se produzca el proceso
que hemos descrito como el propósito de la enfermedad. Esta conciencia que penetra en el
cuerpo físico busca entonces la causa de la enfermedad o del mal. Es el ser real del hombre
el que va en busca de la causa de la enfermedad para llevar a cabo lo que ayer llamamos el
proceso de la enfermedad. Así, de la naturaleza más profunda de la enfermedad y la
dolencia comprenderemos que aunque no aparezca el dolor, siempre pueden venir
reacciones internas, pero si el dolor se manifiesta -mientras el cuerpo etérico penetre
demasiado en el cuerpo físico- siempre puede venir lo que se puede llamar: la búsqueda de
las causas externas de la enfermedad a través de los estratos más profundos de la propia
conciencia humana. Por grotesco que parezca, es sin embargo cierto que buscamos con un
grado diferente de conciencia las causas externas de nuestras enfermedades, al igual que
nuestras características heredadas, cuando las necesitamos. Pero, una vez más, lo que
acabamos de decir sólo es válido dentro de los límites que hemos descrito hoy.
Nuestra tarea especial en esta conferencia ha sido mostrar que una persona puede estar en la
posición - sin perseguirla con el grado de conciencia del que es consciente - de buscar una
enfermedad, y esto se produce por una condición anormal y más profunda de la conciencia.
Teníamos que mostrar que en una enfermedad nos produce un despertar de las etapas de
conciencia que como seres humanos hemos trascendido desde hace mucho tiempo. Al
cometer errores en una vida anterior, hemos evocado grados más profundos de conciencia
que los apropiados para nuestra vida actual; y lo que hacemos a partir de los impulsos de
esta conciencia más profunda influye en el curso de la enfermedad, así como en el proceso
que realmente conduce a ella. Así vemos que en estas condiciones anormales aparecen
antiguas etapas de conciencia que el hombre ha pasado hace mucho tiempo. Si se
consideran los hechos de la vida cotidiana pero un poco, se podrá entender de manera
general lo que se ha dicho hoy en día. Es cierto que a través de su dolor, el hombre
desciende más profundamente en su ser, y esto se expresa en la conocida afirmación de que
una persona sólo sabe que posee un órgano cuando éste comienza a dolerle. Es un dicho
popular, pero no es tan estúpido. ¿Por qué una persona en su conciencia normal no sabe
nada al respecto? Porque en los casos normales su conciencia duerme tan profundamente
que no se sumerge con la suficiente intensidad en su cuerpo astral; pero si lo hace (si se
sumerge), entonces aparece el dolor, y a través del dolor sabe que tiene el órgano en
cuestión.
En muchos de los dichos populares hay algo que es muy cierto, porque son reliquias de
etapas anteriores de la conciencia en las que el hombre, cuando podía ver en el mundo
espiritual, era consciente de mucho que ahora tenemos que adquirir con esfuerzo. Si se
comprende que una persona puede experimentar capas más profundas de conciencia,
también se comprenderá que el hombre no sólo puede buscar causas externas de
enfermedad, sino también golpes externos de destino que no puede explicar racionalmente,
pero cuya racionalidad actúa desde los estratos más profundos de la conciencia. Por lo
tanto, es razonable suponer que un hombre no se colocaría con su conciencia ordinaria
donde puede ser alcanzado por un rayo; con su conciencia ordinaria haría cualquier cosa
para evitar estar de pie donde el rayo puede golpearle. Pero puede haber una conciencia
activa dentro de él, que se encuentra mucho más profunda que la conciencia ordinaria, y
que a partir de una previsión que no posee la conciencia ordinaria le lleva al mismo lugar
donde el rayo puede golpearle - y así desea que ocurra. El hombre realmente busca el
accidente.
Hemos comprendido que es posible atribuir influencias kármicas a accidentes y otras
causas externas de enfermedad. Cómo se lleva a cabo esto en detalle, cómo actúan sobre los
seres humanos las fuerzas que están en las capas más profundas de la conciencia, y si es
permisible que nuestra conciencia ordinaria evite tales accidentes, son cuestiones que
trataremos más adelante. De la misma manera que podemos entender que si vamos a un
lugar donde podemos estar expuestos a una infección, lo hemos hecho bajo la influencia de
un grado de conciencia que nos ha llevado allí, también debemos ser capaces de entender
cómo es que tomamos precauciones para hacer que tales infecciones sean menos efectivas,
y que a través de nuestra conciencia ordinaria estamos en posición de contrarrestar estos
efectos con medidas higiénicas. Debemos admitir que sería muy poco razonable si fuera
posible que la subconsciencia buscara gérmenes de enfermedades si por otro lado no
pudieran ser contrarrestados a través de la conciencia ordinaria.
Veremos que es razonable buscar las causas de la enfermedad, y razonable también, fuera
de la conciencia ordinaria, tomar medidas higiénicas contra la infección, obstaculizando así
las causas de la enfermedad.

CONFERENCIA 7

FUERZAS DE LA NATURALEZA, ERUPCIONES VOLCÁNICAS,


TERREMOTOS Y EPIDEMIAS EN RELACIÓN CON EL KARMA
Hamburgo 22 de mayo de 1910
Habrán notado ustedes en estas conferencias que paso a paso nos acercamos a nuestra meta,
pero que con cada paso tratamos de penetrar más profundamente en nuestro tema. En la
última conferencia hablamos de la naturaleza del dolor, que puede estar conectado con una
enfermedad; también señalamos cómo en otros casos una enfermedad puede desarrollarse -
al menos en cierto sentido - sin estar acompañada de dolor.
Ahora debemos considerar la naturaleza del dolor con algo más de detalle. Debemos tener
presente que el dolor puede aparecer junto con la enfermedad. En nuestra última charla ya
concluimos que no podemos considerar la enfermedad y el dolor como inseparables.
Debemos ser conscientes de que si el dolor está relacionado con una enfermedad, debe
haber en juego algo más que la mera enfermedad. Hemos señalado que el proceso que tiene
lugar durante la transición de una encarnación a otra, por el que los acontecimientos de las
encarnaciones anteriores se transforman en causas de enfermedad, está influido por un lado
por el principio luciférico, y por otro por el principio ahrimánico.
¿Cómo preparamos el terreno para las enfermedades? ¿Por qué adquirimos una
predisposición a la enfermedad? ¿Qué nos induce entre la muerte y el renacimiento a
preparar fuerzas que se manifestarán como enfermedad en nuestra próxima vida? Nos
vemos impulsados a ello cuando vemos nuestra propia debilidad frente a las tentaciones de
Lucifer por un lado y las de Ahriman por otro. Toda nuestra codicia, egoísmo, ambición,
orgullo, vanidad, todas las cualidades relacionadas con esta expansión de nuestro Ego, este
deseo de ser el centro de atención, todo esto es el resultado de las tentaciones luciféricas.
En otras palabras, si caemos víctimas de las fuerzas activas dentro de nuestro cuerpo astral
para que se expresen en nuestras codicias y pasiones egoístas, estamos en esa encarnación
realizando acciones a las que somos tentados por Lucifer. Y durante el período entre la
muerte y el renacimiento, vemos los resultados de tales acciones inspiradas por Lucifer.
Entonces contraemos la tendencia a encarnarnos en condiciones en las que tendremos que
sufrir una enfermedad que, si se supera, nos liberará aún más de las garras de estos poderes
luciféricos. Si el poder luciférico no existiera, no deberíamos caer en esas tentaciones que
nos llevan a buscar poderes renovados.
Si no hubiera nada más en la vida que los impulsos y pasiones egoístas nacidos de Lucifer,
nunca seríamos capaces de liberarnos de ellos, ni siquiera en las sucesivas encarnaciones,
porque nunca más volveríamos a sucumbir a ellos. Supongamos, por ejemplo, que durante
la evolución de la Tierra hubiésemos sido abandonados a nuestra suerte, pero que aún
estuviésemos sujetos a la influencia luciférica. Deberíamos tener las tentaciones de los
poderes luciféricos en una encarnación y luego, después de la muerte, percibir a dónde nos
han llevado. Esto traería consigo una enfermedad, pero si no cooperase nada más, la
enfermedad no llevaría a una gran mejora durante la vida en la que se experimenta. Solo
conduce a una mejora porque otros poderes, adversarios de Lucifer, añaden algo a todo el
proceso.
Cuando caemos en poder de Lucifer, inmediatamente interviene una contrarreacción por
parte de poderes antagónicos a los poderes luciféricos. Estos ejercen una fuerza opuesta,
por lo que la influencia luciférica puede ser expulsada de nosotros. Y son estas fuerzas,
oponentes de los poderes luciféricos, las que añaden dolor al proceso resultante de la
influencia de Lucifer. Por lo tanto, si los poderes luciféricos son malignos, debemos
considerar el dolor como algo que nos dan las fuerzas benefactoras, porque a través del
dolor escapamos de las garras de estos poderes malignos, y no sucumbimos a ellos de
nuevo. Si no estuviera el dolor relacionado con las enfermedades que resultan de ceder a los
poderes luciféricos, deberíamos sentir que no era tan malo después de todo sucumbir a
estos poderes. Y no habría nada que nos impulsara a escapar de las fuerzas luciféricas. El
dolor, que es la conciencia del cuerpo astral en un mal estado de vigilia, es también lo que
impide que caigamos otra vez presa de los poderes luciféricos en ese reino en el que ya
hemos sucumbido. Así el dolor se convierte en nuestro maestro de escuela con respecto a
las tentaciones de los poderes luciféricos.
Pero, ¿cómo puede convertirse el dolor en nuestro maestro de escuela, si sólo sentimos el
dolor y no somos conscientes de su fuerza benéfica? El hecho de que sea así, es el resultado
de nuestra conciencia del ego. En esa conciencia que hemos descrito que subyace a nuestra
conciencia del Ego, y que no se percibe en el estado normal, ya está teniendo lugar un
proceso mediante el cual nos damos cuenta de que estamos experimentando dolor, y que
éste es provocado por las fuerzas benéficas para contrarrestar nuestras transgresiones. Esta
es una fuerza en nuestra mente subconsciente que actúa verdaderamente como una
realización kármica - como un impulso para no caer más en esos actos, inclinaciones y
codicias que provocaron la enfermedad.
Así se puede ver cómo actúa el karma, cómo caemos presa de los poderes luciféricos, cómo
estos poderes afectan a una enfermedad en la siguiente encarnación, y cómo las fuerzas
benéficas añaden dolor al problema orgánico, para que a través del dolor podamos educar el
subconsciente. Por lo tanto, podemos decir que en todos los casos en que el dolor se hace
sentir, estamos padeciendo una enfermedad provocada por las fuerzas luciféricas. El dolor
es un signo de que el poder luciférico se encuentra en sus raíces. Las personas a las que les
gusta hacer clasificaciones, ahora desearán distinguir estas enfermedades debidas a la
influencia puramente luciférica de las que se deben a la influencia puramente ahrimánica.
Porque en toda teoría es más conveniente clasificar -hacer fórmulas- y la gente se engaña a
sí misma creyendo que ha comprendido mucho de esta manera. En realidad, sin embargo,
las cosas no se organizan de tal manera que puedan ser comprendidas de esta manera
conveniente. En realidad se entrecruzan y se interpenetran continuamente. Y será fácil
entender que durante el curso de una enfermedad hay fenómenos que pueden ser atribuirse
en parte a la influencia de Lucifer - a las actividades de nuestro cuerpo astral - y otros que
se deben a la influencia ahrimánica. Por lo tanto, nadie debe creer que si sentimos dolor,
sólo se debe a las influencias luciféricas. El dolor revela que parte de nuestra enfermedad se
debe a la influencia luciférica. Pero esto se aclarará si preguntamos de dónde viene la
influencia ahrimánica.
No habríamos caído presa de la influencia ahrimánica si no hubiéramos sucumbido primero
a la de Lucifer. A través de la influencia luciférica se produjo la relación de los cuatro
elementos que constituyen el hombre -el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y
el Ego-, relación que no habría existido si sólo hubieran operado las fuerzas opuestas a
Lucifer. En ese caso, nos habríamos desarrollado de forma muy diferente. Por consiguiente,
el principio luciférico causó desorden en el ser interior del hombre, y la posición del
hombre en relación con el mundo exterior depende de lo que él mismo es. Así como no
podemos ver el mundo cuando tenemos ojos imperfectos, así a través de la influencia
luciférica se nos impide ver el mundo externo como realmente es. Y debido a la
incapacidad del hombre para ver el mundo exterior como realmente es, la influencia
ahrimánica ha sido capaz de insinuarse en este cuadro inexacto. Por lo que la influencia
luciférica en el hombre es la que ha hecho posible el acercamiento de Ahriman. Sometidos
a la influencia ahrimánica podemos ser presa no sólo de las pasiones egoístas, los impulsos,
la codicia, la vanidad y el orgullo, etc., sino que ahora el egoísmo puede afectar al
organismo humano hasta el punto de desarrollar órganos a través de los cuales podemos ver
el mundo exterior distorsionado e inexacto. Ahriman se ha insinuado en este cuadro
inexacto, y bajo su influencia sucumbimos no sólo a las tentaciones internas, sino también
al error. Caemos en la falsedad en nuestro juicio del mundo exterior y nuestras
afirmaciones sobre él. Así, Ahriman actúa desde el exterior; pero nosotros hemos hecho
posible que él nos alcance.
Las influencias ahrimánicas y luciféricas nunca van separadas. Siempre reaccionan entre sí,
y en cierto sentido mantienen un equilibrio. Lucifer se manifiesta hacia afuera desde
adentro, Ahriman actúa desde afuera, y nuestra imagen del mundo se forma entre los dos.
Si en una encarnación el hombre interior gana en fuerza, si el hombre está más expuesto a
las influencias interiores, entonces sucumbirá más fácilmente a Lucifer, cuando su orgullo,
su vanidad, etc., entren en juego. En una encarnación en la que el hombre no está, a través
de su karma general, predispuesto a ceder a las influencias interiores, estará más inclinado a
caer presa del error y de las tentaciones de Ahriman. Esto es lo que realmente sucede. De
modo que en la vida diaria en un momento dado caemos más en las tentaciones de Lucifer
y en otro en las de Ahriman. Y oscilamos entre estas dos influencias que nos conducen, una
al engreimiento interior y la otra a las ilusiones sobre el mundo exterior.
Dado que se trata de un asunto de singular importancia, cabe mencionar aquí que
cualquiera que esté llamado a un desarrollo espiritual y desee penetrar en el mundo
espiritual, ya sea penetrando en esa espiritualidad externa que se encuentra detrás de los
fenómenos del mundo exterior, o bien descendiendo místicamente a su propio ser interior,
debe resistir especialmente a las tentaciones de ambos lados. Cuando penetramos en el
mundo que está detrás del mundo físico, siempre encontramos esas imágenes engañosas
que Ahriman conjura. Cuando un hombre trata de descender místicamente a su propia alma,
se expone a las tentaciones de Lucifer en un grado especial. Cuando intenta descender sin
haber tomado previamente precauciones contra el orgullo, la vanidad, etc.; cuando logra
vivir como místico sin haber prestado atención a una cultura moral especial, es más
probable que caiga víctima de las tentaciones de Lucifer, que actúa sobre el alma desde el
interior. Si un místico no ha prestado atención a su cultura moral, correrá un gran peligro de
penetrar en su interior, de llamar con más fuerza que antes a las fuerzas reaccionarias de
Lucifer y de volverse aún más vano y orgulloso de lo que era antes.
Por esta razón es esencial asegurar primero que a través de la formación de nuestro carácter
seamos capaces de resistir las tentaciones de la vanidad, el engreimiento y el orgullo a las
que en cualquier caso estaremos expuestos. Nunca podremos hacer lo suficiente para
adquirir cualidades que nos lleven a la modestia y la humildad. Esto es esencial para ese
aspecto de nuestro desarrollo que llamamos "Místico". Por otra parte, es necesario
defenderse de los engaños de Ahriman cuando se intenta llegar al origen espiritual de las
cosas, siguiendo el camino que lleva detrás de los fenómenos del mundo exterior. Si no
formamos un carácter fuerte y firme que nos permita fortalecernos, adquirir una fuerte vida
interior, puede suceder que justo en el momento en que estamos logrando salir al mundo
espiritual, caigamos en las garras de Ahriman, que nos engañará con ilusión tras ilusión,
alucinación tras alucinación.
Debemos entender que estas cosas deben ser aceptadas en el espíritu y no en la letra.
Debido a que se enfatiza tan a menudo el hecho de que un desarrollo superior deseoso de
comprender los fenómenos del mundo exterior debe ir acompañado de una conciencia
plena, sucede que una y otra vez los sonámbulos nos aseguran que perciben el mundo
espiritual, y lo hacen cuando están plenamente conscientes. Lo único que se puede hacer es
asegurarles que sería mucho mejor para ellos, y mucho más sabio si no tuvieran esta plena
conciencia. Porque la gente se equivoca en cuanto a la naturaleza de esta conciencia, que es
meramente una imagen o conciencia astral. Si estas personas no fueran conscientes en un
grado inferior no percibirían nada, y lo que importa es que al entrar en el mundo espiritual
debemos mantener la integridad de nuestra conciencia del Ego. Con la conciencia del Ego,
sin embargo, está vinculado nuestro poder de juicio y nuestra facultad de discriminación
aguda. Esto es lo que falta en cuanto a las formas que ven en el mundo espiritual. Que
tengan alguna conciencia no es de ninguna manera notable, pero la conciencia que deben
tener es la que está vinculada a la cultura de nuestro Ego. Por eso, durante nuestro
desarrollo hacia la percepción de los mundos superiores no estamos tan interesados en
llegar a estos mundos superiores tan rápido como sea posible, en ver un mundo lleno de
imágenes y todo tipo de formas, de oír quizás todo tipo de voces. Más bien hacemos
hincapié en el hecho de que la entrada en el mundo espiritual sólo puede traer felicidad o
ser de utilidad cuando nuestra conciencia, nuestra facultad de discriminación y
discernimiento, y nuestro poder de juicio se han agudizado de tal manera que en los
mundos superiores no caigamos en el engaño. La mejor manera de lograrlo es a través del
estudio de las verdades antroposóficas. Por eso insistimos en que el estudio de la
Antroposofía es la mejor salvaguardia contra estas supuestas visiones, que por su naturaleza
no son capaces de ser puestas a prueba por un juicio sensato. Un estudiante de Ciencia
Espiritual no aceptará todo lo que se le presente, pero podrá distinguir entre la realidad y el
espejismo. Sabrá también que toda percepción auditiva debe ser tratada con la mayor
circunspección, ya que ninguna percepción de este tipo puede corresponder a la realidad si
el oyente no ha pasado previamente por la esfera del silencio absoluto. Aquel que no ha
experimentado primero el silencio y la calma absoluta del mundo espiritual puede estar
seguro de que lo que percibe son ilusiones, aunque lo que le transmiten le parezca de lo más
portentoso. Sólo quien se ha esforzado en fortalecer su juicio tratando de comprender las
verdades de los mundos espirituales, sólo él puede defenderse de tales ilusiones. Los
medios que ofrece la ciencia externa son insuficientes. La ciencia externa no nos
proporciona el poder de juicio lo suficientemente seguro y fuerte para el verdadero
discernimiento en el mundo espiritual. Por eso decimos que cuando la información sobre
los mundos superiores nos la proporcionan personas que no han fortificado cuidadosamente
el poder de juicio - y esto se puede hacer a través del estudio de la Antroposofía - dicha
información es siempre cuestionable, y en cualquier caso debe ser comprobada primero por
los métodos adquiridos a través de una verdadera formación. De esto se desprende que
Lucifer y Ahriman no interrumpen sus tentaciones cuando nos esforzamos por un desarrollo
superior.
Sólo hay un poder ante el cual Lucifer se retira, y es la moralidad que lo quema como el
más terrible de los fuegos. Y no hay otro medio para oponerse a Ahriman que el poder de
juicio y discernimiento de la Ciencia Espiritual. Porque Ahriman huye aterrorizado del sano
poder de juicio adquirido en la Tierra. No hay nada a lo que tenga mayor aversión que las
cualidades que obtenemos de una sana educación de nuestra conciencia del Ego. Porque
veremos que Ahriman pertenece a una región muy diferente, muy alejada de esa fuerza de
juicio sano que desarrollamos en nosotros mismos. En el momento en que Ahriman se
encuentra con esto, recibe una terrible conmoción, ya que es algo completamente
desconocido para él, y lo teme. Cuanto más nos aplicamos en nuestra vida para desarrollar
este sano juicio, más trabajamos en oposición a Ahriman. Esto aparece particularmente en
el número de casos de personas llevadas ante uno, que cuentan desde el amanecer hasta el
atardecer todo lo que han visto en los mundos espirituales. Y si uno intenta dar a estas
personas alguna explicación, y desarrollar su juicio y discernimiento, Ahriman
generalmente los tiene tan completamente en su poder, que difícilmente pueden entrar en la
discusión. Es aún más difícil hacerlos entrar en razón cuando las tentaciones de Ahriman
les llegan desde el lado auditivo. Hay muchas más maneras de tratar con los delirios que
aparecen como imágenes que con los que vienen acústicamente - en voces escuchadas y
cosas por el estilo. Tales personas tienen una gran aversión a cualquier estudio serio que
contribuya al desarrollo de su conciencia del Ego entre el nacimiento y la muerte. Pero no
es a ellos mismos a quienes no les gusta; son las fuerzas ahrimánicas que los arrastran lejos
de él. Si uno lleva a esas personas hasta el desarrollo de un sano discernimiento, y
comienzan a aceptar la instrucción, pronto se hace evidente que las visiones, voces y
alucinaciones cesan. Eran simplemente una quimera ahrimánica, y Ahriman es poseído por
el miedo tan pronto como siente que de este hombre surge un sano poder de juicio.
De hecho, el mejor remedio contra las enfermedades particularmente dañinas que dan lugar
a visiones y voces delirantes inducidas por Ahriman es hacer todos los esfuerzos posibles
para inducir a la persona a adquirir un juicio sano y racional. En muchos de estos casos es
extraordinariamente difícil hacerlo, pues los otros poderes facilitan mucho las cosas a los
ilusos y los guían. Quien intenta expulsar este poder no puede hacer las cosas tan cómodas,
y en consecuencia encuentra su tarea difícil; pues sostienen que se les está privando de lo
que antes les había llevado al mundo espiritual. La verdad es que están siendo sanados y
protegidos contra una mayor invasión de estos poderes malignos.
Ahora sabemos lo que las fuerzas luciféricas y ahrimánicas aborrecen. Entonces vemos a lo
que los poderes luciférico y ahrimánico tienen una gran aversión, a la humildad y la
modestia en las personas, y a no considerarse más de lo que justifica un juicio sano, eso es
algo que a Lucifer no le gusta nada. Por el contrario, prolifera como las moscas en una
habitación sucia, cuando surgen las cualidades de la vanidad y la ambición. Todo esto y las
ilusiones que generamos sobre nosotros mismos, nos preparan para recibir a Ahriman
también. Nada puede defendernos de Ahriman a menos que nos esforcemos en pensar
sanamente, como nos enseña la vida entre el nacimiento y la muerte. Y especialmente
nosotros, que estamos en la roca de la Ciencia Espiritual, tenemos todas las razones para
insistir una y otra vez y tan intensamente como sea posible, en el hecho de que no es
conveniente para nosotros, como seres de la tierra, ignorar lo que se nos va a dar a través de
la vida en la tierra. Las personas que desdeñan la adquisición de un juicio sano y un
discernimiento racional, y que aspiran a un mundo espiritual sin hacer este esfuerzo, están
realmente tratando de evitar la vida en la tierra. Ellos, siendo de la opinión de que es
realmente una ocupación demasiado trivial para que se ocupen de asuntos que puedan
llevar a la comprensión de esta vida, aspiran a elevarse por encima de ella. Se consideran a
sí mismos superiores y es precisamente este estado de ánimo el que constituye un nuevo
motivo de orgullo. Por esta razón vemos constantemente que tales personas que se inclinan
hacia el fanatismo sentimental - "Schwärmerei" - repudian verse afectados por las cosas de
esta tierra y de la vida terrestre, negándose a aprender porque ya tienen el conocimiento
interior, no tienen nada en común con un movimiento como el nuestro. Tales personas
dicen: "La humanidad debe entrar en el mundo espiritual".
Ciertamente, pero sólo hay un camino saludable por el que podemos entrar, y es la moral
que debe adquirirse en la tierra, una moral en el sentido más elevado de la palabra, que nos
evitará la sobrevaloración de nosotros mismos y nos hará menos sumisos a nuestros
impulsos, codicias y pasiones, pero que por otra parte será una cooperación activa y sana
con las condiciones de la vida en la tierra, y no un deseo de elevarse por encima de tales
condiciones.
Aquí hemos sacado de nuevo de las profundidades del karma algo relacionado con las
profundidades de la vida espiritual. Esto puede ser de gran valor, pero nada del mundo
espiritual es de valor para el desarrollo del hombre y de su individualidad a menos que sea
sacado del mundo espiritual por una razón sana y con moralidad.
Al considerar todas las discusiones de nuestra última conferencia y las de hoy, nos
preguntaremos: ¿Por qué la influencia luciférica, por la misma razón de que actuó antes y
se ha transformado en enfermedad, y luego se ha igualado a través del dolor, por qué no
debería suscitar en el hombre, atraer después de él, por así decirlo, la influencia
ahrimánica? ¿Y por qué no debería lo que nos causa dolor y anuncia la influencia luciférica
de una enfermedad, por qué no debería la influencia ahrimánica tomar parte en esto como
consecuencia de la influencia luciférica? ¿Pero cómo actúa la influencia arimánica? ¿Cómo
se convierten las tentaciones de Ahriman en causas de enfermedad? ¿Cómo se manifiestan
en encarnaciones posteriores?
Todo lo que se pueda atribuir a la influencia ahrimánica es indirectamente atribuible a
Lucifer; sin embargo, cuando la influencia luciférica ha sido tan fuerte como para llamar
inmediatamente a la influencia ahrimánica, entonces esta influencia es la más maliciosa. Se
ancla no sólo en las transgresiones del cuerpo astral, sino en las del cuerpo etérico. Se
manifiesta en una conciencia más profunda que la conciencia del dolor, causando un daño
no necesariamente acompañado de dolor, daño que hace inútil el órgano que ataca.
Supongamos que en una encarnación se hubiera ejercido una influencia ahrimánica sobre
un ser que trajera consigo ciertas consecuencias. Ahora el hombre pasa por el período entre
la muerte y un nuevo nacimiento, y reaparece en una nueva encarnación. Entonces se
manifestará que algún órgano ha sido atacado por Ahriman; en otras palabras, el cuerpo
etérico ha entrado en este órgano más profundamente de lo que debería, más
profundamente de lo normal. En tal caso, precisamente a causa de este órgano defectuoso,
el hombre está aún más abierto a las tentaciones de error que son obra de Ahriman en la
tierra. Por medio del órgano que debe su defecto a la influencia de Ahriman, y en el que el
cuerpo etérico ha penetrado demasiado profundamente, el hombre, si experimentara todo
este proceso, se vería aún más envuelto en lo que Ahriman puede efectuar, a saber, "Maya".
Dado que nada de lo que produce el mundo material como Maya puede ser llevado al
mundo espiritual, el mundo espiritual se aleja más de él. Porque en ese mundo solo se
encuentra la verdad y no la ilusión. Cuanto más se enreda en las ilusiones de Ahriman, más
nos vemos obligados a entrar en el mundo externo de los sentidos, en las ilusiones de los
sentidos físicos, mucho más lejos de lo que sería el caso sin el órgano defectuoso.
Sin embargo, entra en juego un efecto de compensación, al igual que tenemos el efecto del
dolor que contrarresta la influencia luciférica. Este efecto compensatorio actuará de tal
manera que en el momento en que exista el peligro de que nos unamos demasiado
estrechamente al mundo físico de los sentidos y de que perdamos las fuerzas que nos
conducen al mundo espiritual, en ese momento el órgano será destruido; o bien quedará
paralizado o bien se debilitará demasiado para ser eficaz. Se produce un proceso de
destrucción. Así, si vemos un órgano acercándose a la destrucción, debemos darnos cuenta
de que se lo debemos a fuerzas beneficiosas; el órgano se nos quita para que podamos
encontrar nuestro camino de vuelta al mundo espiritual. Cuando no hay alternativa de
escape, ciertas fuerzas de hecho destruyen nuestros órganos o los debilitan para que no nos
enredemos demasiado en Maya o en la ilusión y podamos encontrar nuestro camino de
regreso al mundo espiritual.
Tomemos el caso de una persona que tiene una enfermedad del hígado, pero que no va
acompañada de dolor. Estamos aquí tratando con el efecto de una influencia ahrimánica
precedente que ha dado lugar a este trastorno en el hígado. Si este órgano no le hubiera sido
quitado, las fuerzas conectadas con una penetración más profunda del cuerpo etérico le
habrían llevado demasiado lejos en Maya.
Las sagas y los mitos siempre han sabido de la más profunda sabiduría, y la han expresado.
De ello el hígado es un muy buen ejemplo. Es un órgano que puede exponerse más
fácilmente al peligro de llevar al hombre al mundo físico ilusorio, y al mismo tiempo el
hígado es el órgano que nos une a la tierra. Esta verdad está relacionada con el hecho de
que precisamente ese ser que, según la leyenda, dio al hombre la fuerza que lo lleva a la
vida terrenal y que lo hace muy activo allí - a saber, Prometeo - tendría que tener su hígado
roído por un buitre. Un buitre le roe el hígado, no porque esto le causaría a Prometeo un
fuerte dolor, ya que en ese caso la leyenda no se correspondería con los hechos fisiológicos!
El buitre roe el hígado porque no le duele. Esto indica que Prometeo provocó algo que
podría enredar más profundamente a los hombres en la ilusión ahrimánica, si no se podía
producir un efecto contrario. Los registros ocultos están siempre de acuerdo con las
verdades que damos a conocer en la Ciencia Espiritual.
Les he demostrado hoy, mediante un simple análisis de los hechos, que son los poderes
benéficos los que nos causan dolor al reaccionar contra la influencia de Lucifer.
Comparemos esto con los registros del Antiguo Testamento. Después de que la influencia
de Lucifer se hizo sentir, según se simboliza por la tentación de la serpiente de Eva, los
adversarios de Lucifer tuvieron que infligir dolor para obstaculizar lo que Lucifer estaba
tratando de lograr en los hombres. Los poderes que se oponían a Lucifer tenían que
aparecer y revelar que de ahí en adelante la humanidad debía conocer el dolor. Esto fue
hecho por Jehová, o Jahveh, cuando dijo: "Con dolor darás a luz a los niños".
Por lo general no apreciamos plenamente estos dichos de los registros bíblicos hasta que
poseemos las explicaciones de la Ciencia Espiritual. Más tarde nos damos cuenta de lo
profundos que son estos registros. Antes de que podamos hablar del pasaje: "En el dolor
darás a luz a los niños", debemos estudiar el karma, porque sólo cuando llegue el momento
podremos dar una explicación. Por esta razón es de poca utilidad pedir una explicación de
este o aquel pasaje de los registros ocultos antes de haber alcanzado el estado requerido en
el desarrollo oculto de uno. Hasta entonces no es bueno preguntar cuál es el significado de
esto o aquello. Debemos ser pacientes y esperar hasta que hayamos alcanzado el estado
requerido. Porque sólo con explicaciones no llegaremos a nada.
Así vemos nuestra vida afectada por los poderes luciféricos por un lado, y por el otro por
los poderes opuestos a Lucifer. Entonces los poderes ahrimánicos se inmiscuyen en
nuestras vidas, y debemos darnos cuenta de que aquellos poderes que incapacitan nuestros
órganos cuando caemos presa de las influencias ahrimánicas deben contarse entre los
poderes benéficos, cuyo adversario no es otro que Ahriman. Si partimos de todo lo que se
ha dicho aquí, podremos comprender la complicada estructura de la naturaleza humana y
llegaremos a la siguiente conclusión: los poderes luciféricos son los que han quedado atrás
durante el antiguo período lunar, y hoy en día durante la evolución de nuestra Tierra
influyen en la vida humana por medio de fuerzas que son realmente lunares, y que sólo
pueden operar en ese plano cósmico que actúa de acuerdo con las fuerzas que se oponen a
Lucifer. Estas fuerzas no están dentro de la evolución de la Tierra. Por lo tanto, Lucifer
influye en los planes de otro ser.
Ahora podemos volver a una época anterior. Si por un lado percibimos que en la Luna, los
seres se quedaron atrás en su desarrollo, para intervenir en la vida humana en la Tierra,
puede parecer factible que también en el antiguo Sol se quedaron atrás seres que
desempeñaron un papel en la Luna análogo al que desempeñan las potencias luciféricas en
la Tierra en la actualidad. En el ser humano actual observamos lo que puede describirse
como un conflicto - el conflicto entre los poderes luciféricos que penetran en nuestro
cuerpo astral, y aquellos poderes benéficos que sólo pueden afectarnos a través de nuestro
Ego y a través de nuestro avance en la Tierra. Porque los poderes opuestos a Lucifer sólo
pueden actuar sobre nosotros a través de nuestro Ego. Si adquirimos una clara comprensión
y una verdadera valoración de nosotros mismos, lo hacemos sólo con la ayuda de aquellos
poderes que afectan a nuestro Ego. Para ello debemos hacer uso de nuestro Ego. Por lo
tanto podemos decir que mientras nuestro Ego lucha con los poderes luciféricos, Yahvé o
Jehová, está luchando dentro de nosotros contra Lucifer. Aquel que vela por el ordenado
diseño cósmico está luchando contra aquel que se rebela contra ese diseño y contra su
exclusividad. Nuestro ser más íntimo se encuentra en medio de esta lucha, entre Lucifer y
otros seres. Nosotros mismos somos el campo de batalla de esta lucha, y el hecho de que
seamos el campo de batalla en esta lucha nos lleva al karma, pero sólo indirectamente, a
través del hecho de que esta batalla se libra contra Lucifer. Si, por el contrario, dirigimos
nuestra mirada hacia el exterior, nos atrae la influencia de las potencias ahrimánicas. Se
promulga algo que viene de fuera, y aquí Ahriman entra dentro de nosotros.
Sabemos que en la antigua Luna habitaban seres que entonces pasaron por su etapa
humana, tal y como ahora nosotros pasamos por ella en el curso de la evolución de la
Tierra. En los Registros Akásicos y en la Ciencia Oculta estos seres se denominan
Ángeles, Angeloi y Dhyanis - el nombre no importa. Dentro de estos seres tuvo lugar una
batalla similar a la batalla luciférica que se libra dentro de nuestras propias almas - una
batalla provocada por los seres que se habían quedado rezagados en el Sol. Esta batalla en
la Luna no tiene nada que ver con nuestro Ego interior, porque en la Luna todavía no
poseíamos nuestro Ego. No tiene que ver con nada en lo que nuestro Ego participe. En la
Luna tuvo lugar "en el seno de los ángeles". Y por lo tanto estos seres se desarrollaron de
una manera que sólo fue posible a través de la influencia de los otros seres que se habían
quedado rezagados durante la evolución del Sol. Estos seres que jugaron el mismo papel
con respecto a los ángeles que hoy los seres luciféricos juegan con respecto a nosotros,
fueron los seres ahrimánicos que, durante toda la evolución del Sol, se quedaron rezagados
como los seres luciféricos durante la evolución de la Luna. Es por eso que sólo podemos
encontrarnos indirectamente con estos seres. Fue Ahriman quien, por así decirlo, actuó
como tentador en el seno de los ángeles, y estuvo activo en ellos. Gracias a él, los ángeles
se convirtieron en lo que luego fueron, y han llevado consigo lo que adquirieron a través de
Ahriman, así como el bien que luego adquirieron.
El bien que hemos alcanzado a través de Lucifer es la posibilidad de discernir entre el bien
y el mal, la libre facultad de discernimiento y nuestro libre albedrío. Todo esto sólo lo
hemos logrado a través de Lucifer. Los Ángeles, sin embargo, han traído a la Tierra los
frutos de su lucha con los poderes ahrimánicos, y esto los ha preparado para su tarea actual
como seres espirituales que nos rodean. Nuestro Ego interior no se ocupa ni toma parte en
lo que estos seres experimentaron entonces, ni en los efectos de sus experiencias. Veremos,
sin embargo, que nosotros mismos recibimos indirectamente tales experiencias, porque la
influencia ahrimánica actúa sobre nosotros. A través de Ahriman, por lo tanto, estos seres
han alcanzado ciertos resultados causados durante su existencia en la Luna y estos
resultados se introducen en nuestra existencia en la Tierra. Tratemos de identificar en
nuestra existencia en la Tierra el efecto de la batalla ahrimánica de esa época.
Si esa batalla ahrimánica no hubiera tenido lugar en la antigua Luna, estos seres no podrían
haber traído a nuestra existencia en la Tierra lo que una vez formó parte de la antigua
existencia de la Luna. Porque eso habría dejado de existir después de que la antigua Luna
hubiera perecido. A través de la influencia ahrimánica, los ángeles se vieron involucrados
en la existencia de la Luna, así como nosotros, a través de la influencia luciférica, nos
vemos involucrados en la existencia de la Tierra. Recibieron en su naturaleza más íntima
algo del elemento lunar y lo transportaron a nuestra existencia en la Tierra. Debido a esto
están en posición de elevar las fuerzas que evitarán que nuestra Tierra sucumba por
completo a la influencia luciférica. En su totalidad nuestra Tierra habría sucumbido a la
influencia de Lucifer si los resultados de la batalla de los ángeles contra Ahriman en la
Luna no hubieran sido traídos a nuestra existencia en la Tierra.
¿Cuáles son entonces los procedimientos en la existencia de la Tierra que describimos
como normales? Cuando nuestro actual sistema solar se organizó de acuerdo con el
objetivo de nuestra Tierra, lo que vemos como los movimientos regulares de la Tierra y de
los planetas comenzaron, y eso hizo que las estaciones del año se sucedieran en una
sucesión regular, que tuviéramos sol y lluvia, que nuestros frutos maduraran en los campos,
y así sucesivamente. Estas son condiciones que se repiten una y otra vez de acuerdo con el
ritmo del Cosmos que se formó para la presente existencia después de que la existencia de
la Luna se sumiera en el crepúsculo. Pero dentro de la existencia terrestre actúa Lucifer; y
veremos que actúa muchos más ámbitos que el mero ámbito en el que podemos seguirlo en
el hombre mismo, el cual, sin embargo, se ha convertido en su ámbito más importante.
Incluso si Lucifer se encontrara sólo en la existencia terrestre, el hombre, debido a todas las
condiciones que están determinadas por el curso regular de los planetas alrededor del Sol, a
través de los cambios del verano y el invierno, la lluvia y el sol y así sucesivamente, habría
caído en lo que podemos llamar la tentación luciférica. Si el hombre recibiera todo lo que le
puede llegar de un Cosmos bien ordenado, y todo lo que los movimientos rítmicos
regulares del sistema solar pueden producir, si sólo prevalecieran las leyes que se adaptan a
nuestro Cosmos actual, el hombre todavía caería bajo la influencia luciférica, y preferiría su
vida cómoda a una vida de esfuerzo por su bienestar cósmico, prefiriendo el curso regular a
lo que debe lograr por sí mismo.
Por eso, se tuvieron que crear fuerzas contrapuestas. Fueron necesarias fuerzas que
intervinieran en los fenómenos cósmicos normales y provocaran eventos que, en la antigua
Luna, eran altamente beneficiosos y normales, pero que, al actuar en la Tierra hoy, son
anormales y ponen en peligro su curso regular. Estas influencias aparecen de tal manera
que corrigen lo que ocurriría si sólo existiera el ritmo, dando la tendencia a una vida
confortable, a la comodidad, a la facilidad y al lujo; y vemos tales fuerzas, por ejemplo,
manifestarse en violentas granizadas. Así pues, cuando se destruye lo que de otro modo se
produciría por las fuerzas regulares de la Tierra, se produce en estos casos una corrección
que en conjunto actúa de manera beneficiosa -aunque el hombre no pueda verla en un
primer momento- porque hay una razón más elevada en tal proceso de la que puede ser
percibida por el hombre. Cuando el granizo cae sobre los campos, podemos entonces decir:
En la antigua Luna estas fuerzas que actúan en el granizo eran las habituales, como hoy son
las que traen bendiciones en la lluvia y el sol; pero se precipitan para corregir lo que de lo
contrario se produciría por la influencia luciférica. Y cuando el curso regular es
restablecido de nuevo, se apresuran de nuevo para efectuar una mayor corrección. Todo lo
que conduce a una mayor evolución progresiva pertenece a las fuerzas de la propia tierra.
Cuando el volcán arroja su lava, están actuando en él fuerzas que son fuerzas retrasadas
traídas desde la antigua Luna para que puedan producir la corrección de la vida en la Tierra.
Encontraremos que mucho de lo que viene de fuera encuentra su justificación en la marcha
general de la evolución. Veremos más tarde cómo esto está conectado con la conciencia del
ego humano.
Pero un punto que debe quedar claro es el de que estos asuntos representan sólo un lado de
la existencia humana, de la existencia de la Tierra y de la existencia cósmica en general. Si
por un lado vemos en la destrucción de un órgano la actividad benéfica de los poderes
espirituales, y si hemos encontrado hoy que todo el curso de la evolución de la Tierra debe
ser rectificado por las fuerzas que surgen de la antigua existencia de la Luna, debemos
ahora preguntarnos cómo es que nosotros como hombres de la Tierra por otro lado debemos
tratar de rectificar las influencias dañinas de las antiguas fuerzas de la Luna. Ya sentimos
que como hombres de la Tierra no tenemos derecho a desear erupciones volcánicas y
terremotos, ni podemos destruir órganos para ayudar al efecto benéfico de las antiguas
fuerzas lunares. Pero también podremos decirnos, y eso ciertamente tiene su justificación:
si estalla una epidemia en algún lugar, se producirá algo que el hombre realmente está
buscando, de modo que algo se equilibre en él. Y podemos suponer que el hombre se ve
empujado a ciertas condiciones para experimentar daños, a través de cuya superación se
acerca a la perfección. Pero ¿qué pasa con las medidas higiénicas y sanitarias ?, ¿no se
podría decir alguien: entonces las epidemias serán muy buenas? ¿No es entonces incorrecto
utilizar todo tipo de instituciones promotoras de la salud para reducir la posibilidad de tales
influencias mediante medidas preventivas de enfermedades? A alguien se le puede ocurrir
que no se debe hacer nada para mitigar los eventos elementales, y puede motivarlo diciendo
que está completamente en línea con lo que se dijo hoy y ayer.
Veremos que no es así, una vez más sólo bajo ciertas condiciones. Sólo ahora estamos
preparados para entender en nuestra próxima charla cómo, por un lado, las fuerzas
benefactoras pueden causar daño a un órgano, para que podamos escapar del efecto de
Maya, y por otro lado, para ser conscientes del efecto que producimos con el uso de
medidas sanitarias e higiénicas contra la enfermedad.
Veremos que hemos llegado aquí al punto en el que tan a menudo se produce una aparente
contradicción, y en el que nos vemos impulsados por toda la fuerza de esta contradicción.
En tal caso estamos más cerca del punto en el que los poderes ahrimánicos pueden ejercer
la mayor influencia sobre nosotros. En ningún momento el peligro de la ilusión es mayor
que cuando hemos llegado a tal punto muerto. Porque ahora decimos que las fuerzas que
inutilizan un órgano son fuerzas benéficas porque trabajan en oposición a Ahriman; por lo
tanto, los que toman medidas contra las enfermedades trabajan contra la humanidad, ya que
las medidas higiénicas limitarían esta reacción benéfica.
Hemos llegado a un punto muerto, y es bueno que nos hayan llevado a esta contradicción
para que reflexionemos sobre el hecho de que esto es posible, e incluso puede constituir una
buena disciplina para nuestra mente. Porque cuando hayamos visto cómo podemos salir por
nuestra propia iniciativa de esta aparente contradicción, entonces habremos llegado a un
resultado por el que podremos fortalecernos contra las ilusiones de Ahriman.

CONFERENCIA 8

EL KARMA DE LOS SERES SUPERIORES


Hamburgo 25 de mayo de 1910
Si queremos resolver la contradicción que se nos presentó al final de la conferencia de ayer,
debemos mirar hoy una vez más hacia atrás a las dos fuerzas, los dos principios, que en el
curso del tiempo se nos han aparecido para estimular y también al mismo tiempo para
regular nuestro karma.
Hemos visto que nuestro karma únicamente se pone en acción a través de las influencias
que los poderes luciféricos ejercen sobre nuestro cuerpo astral, y que a través de las
tentaciones de estos poderes somos llevados a expresar sentimientos, impulsos y pasiones,
que en cierto modo nos hacen menos perfectos de lo que deberíamos ser de no ser por ellos.
Mientras actúan sobre nosotros, las influencias luciféricas suscitan las influencias
ahrimánicas cuyas fuerzas no actúan desde el interior, sino desde el exterior, actuando
sobre y en nosotros por medio de todo a lo que nos enfrentamos externamente. Así pues, es
Ahriman el que es evocado por Lucifer, y nosotros los seres humanos estamos vitalmente
involucrados en el conflicto de estos dos principios. Cuando nos encontramos atrapados en
las garras de Lucifer o de Ahriman, debemos esforzarnos por progresar triunfando sobre el
mal que se nos ha infligido. Esta interacción de la actividad de los poderes luciférico y
ahrimánico que nos rodean puede entenderse con bastante claridad si volvemos a considerar
desde un aspecto algo diferente el caso al que aludimos en la última conferencia: el caso en
que la persona sucumbe a la influencia ahrimánica, por cuyo motivo experimenta todo tipo
de imágenes e ilusiones engañosas. Cree que el conocimiento de una cosa u otra le ha sido
especialmente transmitido, o está en una dirección u otra causándole una impresión,
mientras que otra persona que ha conservado un sólido poder de juicio reconocería
fácilmente que la persona en cuestión ha sucumbido a errores e ilusiones. La última vez que
hablamos de estos casos de ilusiones clarividentes en relación con el mundo espiritual, la
clarividencia en el sentido de la invidencia, y también hemos visto que no hay otra defensa,
o al menos no más favorable contra las ilusiones de los falsos clarividentes que un sano
poder de juicio adquirido durante nuestra vida física entre el nacimiento y la muerte.
Lo que se ha dicho en nuestra última conferencia es de gran importancia y de fundamental
importancia si se trata de aberraciones clarividentes, ya que si en el caso de la clarividencia
no se ha logrado mediante un entrenamiento regular, mediante ejercicios sistemáticos bajo
una dirección estricta y adecuada, sino que se muestra a través de antiguas características
heredadas, en las imágenes, o bien en la audición de los sonidos - en el caso de tal falsa
clarividencia siempre encontraremos que disminuye, o incluso cesa por completo si la
persona en cuestión encuentra la oportunidad y tiene la inclinación a tomar en serio los
estudios antroposóficos, o a tomar una formación que sea racional y normal. Por lo tanto,
podemos decir que una persona que tiene una percepción errónea de lo suprasensible
siempre encuentra que las verdaderas fuentes de conocimiento, si es susceptible a ellas,
invariablemente le serán útiles y le llevarán de vuelta al camino correcto. Por el contrario,
todos sabemos que si alguien a través de las complejidades del karma ha llegado a una
condición en la que desarrolla síntomas de manía persecutoria, o megalomanía, desarrollará
todo un sistema de ideas engañosas, todas las cuales puede corroborar más lógicamente
pero que sin embargo son engañosas. Puede suceder, por ejemplo, que piense correcta y
lógicamente en cualquier otra faceta de la vida, pero que tenga la idea fija de que se le
persigue en todas partes por una u otra razón. Será capaz, dondequiera que esté, de formar
las combinaciones más inteligentes a partir de los acontecimientos más triviales: "Aquí está
de nuevo esa camarilla cuyo único objetivo es infligirme esto o aquello. Y de la manera
más inteligente te demostrará lo bien fundada que está su sospecha.
Por lo tanto, una persona puede ser perfectamente lógica y, sin embargo, dar expresión a
ciertos síntomas de locura. Será imposible impresionar a tal persona con un razonamiento
lógico. Por el contrario, si utilizamos el razonamiento lógico en tal caso, puede suceder que
éste ponga en tela de juicio las ideas ilusorias y que la víctima intente encontrar una prueba
aún más concluyente de la afirmación resultante de su manía persecutoria. Cuando
hablamos en los términos de la Ciencia Espiritual las cosas deben ser tomadas literalmente.
Si hace poco tiempo, y también la última vez, señalábamos el hecho de que en el
conocimiento de la Ciencia Espiritual poseemos una fuerza contraria a cualquier aberración
de los poderes clarividentes, nos referíamos entonces a algo totalmente diferente de lo que
estamos discutiendo ahora. No se trata ahora de influir en la persona en cuestión por medio
de las revelaciones de la Ciencia Espiritual. Tal persona no está sujeta a ningún
razonamiento derivado del reino del sentido común ordinario. ¿Por qué debería ser así?
En una enfermedad cuyos síntomas son como los que hemos descrito, nos estamos
enfrentando con una causa kármica en encarnaciones anteriores. Los errores que provienen
del interior no proceden en todos los casos de la presente encarnación, sino de una anterior.
Intentemos ahora hacernos una idea de cómo algo puede ser llevado de una encarnación
anterior a la presente.
Para ello debemos prever el curso de la evolución de nuestra alma. Como hombre externo,
estamos formados por un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral. Con el paso
del tiempo, en estas envolturas hemos construido mediante nuestro Ego el alma sensible en
el cuerpo sensible, el alma racional o mental en el cuerpo etérico, y un alma consciente en
el cuerpo físico. Hemos desarrollado y construido estos tres miembros del alma en las tres
envolturas en las que ahora habitan. Supongamos que en alguna encarnación fuimos en tal
manera tentados por Lucifer, o en otras palabras, desarrollamos tales impulsos egoístas,
codicia y otros instintos debido a los cuales nuestra alma estaba cargada de transgresiones.
Estas transgresiones pueden estar en el alma sensible, en el alma racional o mental, o en el
alma consciente. Esta es pues la causa que se implantará en alguna futura encarnación en
uno de los tres miembros del alma. Supongamos que hay una falta atribuible especialmente
a las fuerzas del alma racional. En el estado entre la muerte y el renacimiento esto se verá
metamorfoseado de tal manera que se manifestará en el cuerpo etérico. Por consiguiente, en
la nueva encarnación encontramos en el cuerpo etérico el efecto que puede tener su causa
en el alma racional de una encarnación precedente. Pero el alma racional de la siguiente
encarnación actuará a su vez de forma independiente en esa encarnación, y será diferente
según haya cometido previamente esta falta o no. Si lo ha hecho en una encarnación
anterior, ahora lleva su falta en su cuerpo etérico. Ahora está más profundamente arraigado
y no está en el alma racional sino en el cuerpo etérico. Por mucha racionalidad y buen
sentido que podamos adquirir en el plano físico, eso no afectará mas que a nuestra alma
racional, y no afectará a aquella actividad de nuestra alma racional que en una encarnación
anterior ya ha quedado entretejida en el cuerpo etérico. Por esta razón puede suceder que
las fuerzas del alma racional, tal como las encontramos ahora en los seres humanos, estén
haciendo su trabajo lógicamente, de modo que el verdadero ser interior esté completamente
intacto; pero que la cooperación del alma racional con la parte enferma del cuerpo etérico
provoque un error en cierta dirección. Podemos afectar al alma racional con razones que se
pueden anticipar en el plano físico, pero no podemos afectar directamente al cuerpo etérico.
Es por eso que ni la lógica ni la persuasión tendrán ningún efecto. La lógica no serviría de
nada si pusiéramos a alguien delante de un espejo convexo para que viera su imagen
distorsionada, y luego tratáramos de convencerle de que se equivoca al ver la imagen. A
pesar de todo, él verá una imagen distorsionada. De la misma manera depende del hombre
mismo si malinterpreta mórbidamente una cosa, ya que su lógica puede ser sólida en sí
misma pero se refleja de manera deformada en su cuerpo etérico.
De esta manera podemos llevar dentro de nuestro organismo profundo los efectos kármicos
de una encarnación anterior, y podemos demostrar realmente que el defecto está presente en
una cierta parte del organismo, como por ejemplo en nuestro cuerpo etérico. Vemos aquí
cómo bajo la influencia luciférica hemos contraído un mal en una encarnación anterior, y
cómo entre la muerte y un nuevo nacimiento se ha transformado. En el ínterin entre la
muerte y un renacimiento se realiza la transformación de algo interno en algo externo, y
entonces Ahriman trabaja contra nosotros a través de nuestro propio cuerpo etérico. Esto
muestra cómo Ahriman es atraído por Lucifer para acercarse a nuestro cuerpo etérico.
Anteriormente aquella transgresión que era luciférica; se ha transformado de tal manera
que, por así decirlo, Ahriman nos da un recibo por ella en la siguiente encarnación, y luego
es cuestión de expulsar el defecto del propio cuerpo etérico. Esto sólo puede hacerse
mediante una intervención más profunda en nuestro organismo que la que se puede lograr
en una encarnación por los medios ordinarios de la razón externa.
Aquel que en una cierta encarnación pasa por una experiencia como la de la manía
persecutoria, cuando vuelva a pasar por la puerta de la muerte, se enfrentará a todas las
acciones que ha realizado como consecuencia de este defecto ahrimánico, y verá lo absurdo
de lo que ha hecho. De ello surgirá la nueva fuerza que le curará completamente para su
próxima encarnación; pues sólo podrá curarse al darse cuenta en lo sucesivo de que la
forma en que actuó bajo la influencia de los síntomas en cuestión era absurda en el mundo
exterior. Ahora nos damos cuenta de cómo podemos ayudar a tal curación. Si alguien sufre
de tales ideas locas no conseguiremos curarle por medio de un razonamiento lógico, porque
tal razonamiento sólo suscitará una oposición aún más violenta. Pero conseguiremos algún
resultado, especialmente cuando esta disposición se manifiesta en la juventud temprana, si
llevamos al enfermo a una situación en la que las consecuencias de estos síntomas se
revelan como obviamente absurdas. Si le hacemos afrontar los hechos que él mismo ha
invocado y que reaccionan sobre él de manera crasamente absurda, podemos curarlo de
cierta manera.
También podemos tener una influencia curativa si nosotros mismos afianzamos las
verdades de la Ciencia Espiritual, hasta el punto de que se han convertido en la posesión
interna de nuestra alma. Si se han convertido en una parte integral de nosotros, entonces
toda nuestra personalidad irradiará estas verdades de la Ciencia Espiritual. Con estas
verdades que fluyen en la vida entre el nacimiento y la muerte, llenándola y sin embargo
proyectando esta vida misma; con estas revelaciones del mundo súprasensible podemos
lograr más que con las verdades racionales externas. Cuando no se puede lograr nada con el
razonamiento lógico externo, si aplicamos pacientemente las verdades de la Ciencia
Espiritual, seremos capaces de aportar impulsos a la persona en cuestión, para que
podamos, por así decirlo, lograr en una encarnación lo que de otra manera sólo podría
producirse mediante el paso tortuoso de una encarnación a otra, es decir, mediante la
penetración del cuerpo etérico por el alma racional. Porque las verdades del plano físico no
pueden salvar el abismo entre el alma sensible y el cuerpo astral, entre el alma racional y el
cuerpo etérico, o incluso entre el alma consciente y el cuerpo físico. Por eso siempre
encontraremos que por mucha sabiduría relativa al mundo material que uno pueda absorber
en el plano físico, esta sabiduría tendrá poca relación con el mundo de sus sentimientos - lo
que podríamos llamar una impregnación de su cuerpo astral por los correspondientes
impulsos y pasiones. Uno puede ser el más erudito, puede tener mucho conocimiento
teórico de las cosas que pertenecen al mundo físico, puede haberse convertido en un "viejo
profesor" y, sin embargo, puede no haber logrado en su interior una transformación de los
impulsos, sentimientos y pasiones que habitan en el cuerpo astral. Uno puede, en efecto,
saber mucho sobre el mundo físico y, sin embargo, ser un egoísta grosero, porque tales
impulsos han sido absorbidos en la juventud. Naturalmente las dos cosas pueden ir de la
mano, tanto la ciencia material externa como el cultivo de los cuerpos astral y etérico desde
el interior. De la misma manera uno puede poseer verdades y acumular tales conocimientos
que pueden convertirse en fuerzas para el alma racional con respecto al plano físico, y sin
embargo ser incapaz de salvar el profundo abismo existente entre el alma racional y el
cuerpo etérico. En las verdades externas, aunque uno puede estar aprendiendo una enorme
cantidad, rara vez se encontrará que lo aprendido tendrá algún poder sobre las fuerzas
formativas del cuerpo.
En el caso de una persona que se ve afectada por estas verdades hasta tal punto que se
apoderan de todo su ser, podemos encontrar que en el curso de diez años toda su fisonomía
habrá cambiado de modo que sobre ella podemos leer el conflicto que ha experimentado.
También podemos notar en sus gestos si, por ejemplo, con autocontrol se ha vuelto
tranquilo. Estas cosas encontrarán su camino en las fuerzas formativas del organismo, e
incluso las partes más delicadas y sutiles del organismo se agitarán por ello. Si lo que capta
nuestra mente no se refiere exclusivamente al plano físico, al cabo de diez años seguiremos
siendo diferentes, pero el cambio se habrá mantenido en el curso normal, de la misma
manera que las disposiciones se desarrollan y cambian de manera normal en la vida
ordinaria. En el curso de diez años es posible que desarrollemos una expresión facial
diferente, pero a menos que hayamos salvado el abismo desde el interior, este cambio se
habrá producido por influencias externas. En este caso no nos transformamos por una
fuerza que se apodere de nosotros desde dentro. Por lo tanto, es obvio que sólo lo
verdaderamente espiritual que se une realmente a nuestro ser más íntimo es capaz de tener
un efecto transformador sobre nuestras fuerzas de formación durante el período entre el
nacimiento y la muerte, y que esta transición, este puente del abismo tendrá lugar sin duda
en la actividad kármica entre la muerte y el renacimiento. Si, por ejemplo, esos mundos a
través de los cuales pasamos en el ínterin entre la muerte y un nuevo nacimiento están
impregnados con las experiencias del alma sensible, entonces aparecerán en la siguiente
encarnación como fuerzas formativas, moldeadoras.
De esta manera la actividad recíproca de Ahriman y Lucifer se ha vuelto inteligible. Y
ahora nos preguntamos cómo se presenta esta actividad recíproca combinada cuando las
cosas están aún más distantes, cuando, por ejemplo, la influencia luciférica no sólo tiene
que cruzar el abismo entre el alma racional y el cuerpo etérico, sino que tiene, por así
decirlo, un camino más largo por recorrer.
Supongamos que en una vida somos particularmente susceptibles a la influencia de Lucifer.
En tal caso, con todo nuestro ser interior deberíamos llegar a ser considerablemente menos
perfectos de lo que éramos antes, y en el período de kamaloca tendríamos esto más
vívidamente presente ante nuestros ojos, de modo que tomamos la decisión de hacer un
tremendo esfuerzo para equilibrar esta imperfección. Este deseo lo incorporamos como
tendencia, y en la siguiente encarnación, todo eso ahora se han convertido en fuerzas
formativas, y con ellas damos forma a nuestro nuevo organismo de modo que desarrolle la
tendencia a equilibrar nuestras experiencias anteriores. Pero supongamos que lo que
desencadenó estas influencias luciféricas hubiera sido instigada por algo externo, por una
codicia externa, debe haber existido por tanto una influencia de Lucifer. Ninguna cosa
externa podría habernos afectado si Lucifer no hubiera estado activo dentro de nosotros.
Por lo tanto, tenemos dentro de nosotros una tendencia a compensar lo que hemos llegado a
ser debido a la influencia luciférica.
Pero como hemos visto, la influencia luciférica de una encarnación desafía y atrae hacia sí
la influencia ahrimánica en la siguiente encarnación, de modo que las dos actúan en
alternancia. Hemos visto que la influencia luciférica es tal que podemos percibirla con
nuestra conciencia; es decir, que no obstante, nuestra conciencia (aunque
débilmente) todavía puede llegar hasta nuestro cuerpo astral. Hemos dicho que cuando
somos conscientes del dolor se debe a la influencia luciférica, pero no podemos descender a
esos reinos que pueden denominarse la conciencia de los cuerpos etérico y físico. Incluso
en el sueño sin sueños tenemos una conciencia, pero de grado tan bajo que no somos
capaces de ser conscientes de ello. Pero esto no significa necesariamente que estemos
inactivos en esta conciencia que es la que poseen normalmente, por ejemplo, las plantas,
que consisten sólo de cuerpo físico y etérico. Las plantas viven continuamente en la
conciencia del sueño sin sueños. La conciencia de nuestro cuerpo físico y etérico está
presente también en nuestra condición de vigilia durante el día, pero no podemos descender
a ella. Que esta conciencia puede ser activa, sin embargo, se muestra cuando realizamos en
nuestro sueño acciones sonámbulas de las que más tarde no sabemos nada. Es esta
conciencia de sueño sin sueños la que está activa. La conciencia ordinaria y la conciencia
astral no pueden penetrar en la esfera de la acción sonambulista.
Pero aunque durante el día vivamos en nuestra conciencia del Ego y en la conciencia astral,
no por ello hemos de creer que los otros tipos de conciencia están ausentes. Es sólo que no
somos conscientes de ellos. Supongamos que a través de la influencia luciférica de una
encarnación anterior hemos provocado una fuerte influencia ahrimánica que aunque será
incapaz de actuar sobre nuestra conciencia ordinaria. Sin embargo, atacará a la conciencia
que habita en nuestro cuerpo etérico, y esta conciencia no sólo conducirá a una cierta
organización de nuestro cuerpo etérico, sino que nos impulsará incluso a actos que se
expresarán de tal manera que la conciencia de nuestro cuerpo etérico nos dice: Ahora solo
puedes quitar de ti mismo aquello que la influencia luciférica, a la que sucumbiste tan
poderosamente en tu anterior encarnación, hizo en ti; ¡y puedes hacer esto ahora haciendo
un acto que está exactamente en la dirección opuesta al error luciférico previo!´
Supongamos que dominados por la influencia luciférica, hemos sido llevados a sustituir un
punto de vista que era religioso o espiritual por el punto de vista del hombre que dice:
"Quiero disfrutar de la vida", y así se sumerge de cabeza en los burdos placeres materiales.
Esto desafiaría la influencia ahrimánica de tal manera que provocaría el proceso opuesto.
Sucede entonces que al pasar por la vida buscamos un punto donde es posible, de un solo
salto, volver a la espiritualidad desde una vida de los sentidos. En uno, nos sumergimos de
un salto en burdos placeres materiales, y en el otro intentamos de un salto volver a la vida
espiritual. Nuestra conciencia ordinaria no es consciente de esto, pero la misteriosa
subconsciencia que está encadenada al cuerpo físico y al cuerpo etérico nos impulsa ahora
hacia un lugar donde podemos esperar una tormenta eléctrica, donde hay un roble, un banco
situado debajo, y donde el rayo caerá. En este caso, la mente subconsciente nos ha instado a
cumplir lo que hemos hecho en una encarnación anterior. Aquí vemos el proceso opuesto.
Esto es lo que se entiende por un efecto de influencia luciférica en una vida anterior, y,
como consecuencia, una influencia ahrimánica en la vida actual. La cooperación de
Ahriman es necesaria para permitirnos dejar de lado nuestra conciencia ordinaria hasta tal
punto que todo nuestro ser obedezca exclusivamente a la conciencia del cuerpo etérico o
físico.
De esta manera muchos eventos se vuelven comprensibles. Sin embargo, debemos tener
cuidado de no llegar a la conclusión de que cada accidente debe ser atribuido a algo similar,
ya que esto sería tomar una visión muy estrecha del karma. Hay corrientes de pensamiento
incluso en nuestro movimiento que toman una visión muy estrecha del karma. Si el karma
fuera realmente como ellos lo conciben, todo el orden mundial tendría que estar
especialmente dispuesto en interés de cada ser humano, de modo que cada vida debería
funcionar armoniosamente y ser debidamente compensada - las condiciones de una vida
siempre se combinarían de tal manera que resultara un equilibrio exacto de las
consecuencias de una vida anterior. Sin embargo, este punto de vista no puede mantenerse.
Supongamos que alguien le dijera a un hombre que ha tenido un accidente: "Este es tu
karma; este es el resultado kármico de tu vida anterior, y tú en ese momento te lo buscaste".
Si el mismo hombre tuviera un golpe de suerte, entonces el otro diría: "Esto se remonta a
una buena acción que hiciste en una vida anterior". Si tales palabras tienen algún valor, la
persona debería haber sabido lo que sucedió en una vida anterior que se supone que produjo
este resultado. Si hubiera tenido conocimiento de la vida anterior, vería las causas que
provienen de esa vida, y tendría que buscar los efectos en encarnaciones posteriores. De
esto es lógico concluir que en cada encarnación hay ciertas causas primarias que entran en
juego de una encarnación a otra, y éstas se equilibrarán kármicamente en la siguiente vida.
Al examinar la próxima vida podemos observar las causas. Sin embargo, si ocurre un
accidente para el cual, a pesar de todos los medios a nuestra disposición, no podemos
encontrar causas en una vida anterior, entonces debemos concebir que esto se equilibrará en
una vida posterior. El karma no es el destino. De cada vida algo es llevado a posteriores
vidas.
Si entendemos esto, también comprenderemos que podemos encontrar nuevos eventos en
nuestra vida que son de profunda importancia. Recordemos que los grandes
acontecimientos en el curso de la evolución humana no podrían ocurrir sin ser llevados por
ciertas personas. En un cierto momento las personas deben asumir las intenciones de la
evolución. ¿Cuál habría sido el desarrollo de la Edad Media si Carlomagno no hubiera
intervenido en un momento dado? ¿Cómo podría haberse desarrollado la vida espiritual de
la antigüedad si Aristóteles no hubiera hecho su trabajo en un momento dado? Vemos de
esto que gente como Carlomagno, Aristóteles, Lutero y así sucesivamente, no vivieron en
un cierto período por su propio bien sino por el del mundo. Sin embargo, sus destinos
personales están íntimamente conectados con los eventos mundiales. ¿Debemos concluir
por ello que lo que han logrado es la expiación o la recompensa por sus méritos o
transgresiones anteriores?
Tomemos el caso de Lutero. No podemos simplemente atribuir a su karma todo lo que
experimentó y soportó; debemos tener claro que aquellas cosas que deben suceder en el
curso de la evolución humana deben suceder por medio de la acción humana y que
determinadas individualidades deben ser sacadas del mundo espiritual, sin considerar si
están totalmente preparados en sí mismas. Nacen para los propósitos de la evolución
humana, y un camino kármico tiene que ser interrumpido o alargado, para que la
individualidad en cuestión pueda aparecer en un momento determinado. En tales casos, se
impone un destino a los hombres que no tiene por qué tener relación con su karma pasado.
Pero el haber logrado algo entre el nacimiento y la muerte establece en la tierra causas
kármicas posteriores, de modo que si bien es cierto que Lutero nació para la humanidad y
tuvo que soportar un destino que no tenía ninguna vinculación vital con su karma anterior,
sin embargo lo que logró en la tierra estará conectado con su karma posterior. El karma es
una ley universal, y cada uno lo experimenta por sí mismo; pero no sólo debemos mirar
hacia atrás a nuestras anteriores encarnaciones; también debemos mirar hacia delante.
Desde este punto de vista, sólo en una vida posterior podemos juzgar y justificar las
encarnaciones anteriores, ya que algunos de los acontecimientos de esta vida no se
encuentran en el camino kármico.
Tomemos un caso que sucedió realmente. En una catástrofe natural, varias personas
perecieron. No es necesario creer que estaba en su karma que todos ellos perecieran al
unisono; esto sería una suposición barata. No siempre es necesario que todo se remonte a
transgresiones anteriores. Se ha investigado el caso de varias personas que perecieron en
una catástrofe natural que dio lugar a una estrecha alianza de estas personas en un período
posterior y, debido a su destino común, adquirieron la fuerza para emprender algo en
común. A través de esta catástrofe fueron capaces de dar la espalda al materialismo y
trajeron consigo en su siguiente encarnación una disposición a la espiritualidad.
¿Qué ocurrió en ese caso? Si volvemos a la vida anterior encontramos que en este caso la
destrucción común tuvo lugar durante un terremoto; en el momento del terremoto la
inutilidad del materialismo se presentó ante sus almas, y así se desarrolló en ellas una
mente dirigida hacia lo espiritual. Podemos ver de esto cómo las personas cuya misión era
traer algo espiritual al mundo, se prepararon para ello de esta manera, lo que demuestra la
sabiduría de la evolución. Este caso ha sido investigado y autentificado por la Ciencia
Espiritual. Así que podemos mostrar cómo los eventos primarios pueden entrar en la vida
humana, y que no siempre se puede atribuir a una transgresión anterior cuando una o varias
personas se encuentran con una muerte temprana en una catástrofe o un accidente. Tal
evento puede aparecer como una causa primaria, que se equilibrará en la siguiente vida.
Pueden darse otros casos. Puede ocurrir que alguien tenga que enfrentarse a una muerte
prematura en dos o tres encarnaciones consecutivas. Esto puede ocurrir porque esta
individualidad ha sido elegida para traer a la humanidad en el curso de tres encarnaciones
ciertos dones que sólo pueden ser ofrecidos cuando se vive en el mundo material con tales
fuerzas como resultado de un "cuerpo en crecimiento". Vivir en un cuerpo que se ha
desarrollado hasta el trigésimo quinto año es muy diferente de vivir en un cuerpo de mayor
edad. Hasta los treinta y cinco años dirigimos nuestras fuerzas hacia el cuerpo, para que las
fuerzas se desarrollen desde el interior. Pero a partir del trigésimo quinto año comienza una
vida en la que progresamos sólo interiormente - una vida en la que debemos medir
continuamente las fuerzas externas con nuestras fuerzas vitales. Desde el punto de vista de
la organización interna, estas dos mitades de la vida difieren en todos los aspectos la una de
la otra. Supongamos que, según la sabiduría que preside la evolución humana, tenemos
necesidad de tales personas, que sólo pueden florecer cuando no tienen que luchar contra la
tensión externa que llega en la segunda mitad de la vida, entonces puede ser que las
encarnaciones se cierren prematuramente. Existen tales casos. En nuestras reuniones ya
hemos señalado una individualidad que apareció sucesivamente como un gran profeta, un
gran pintor y un gran poeta y cuya vida siempre se terminó por una muerte prematura,
porque lo que tuvo que realizar en el curso de estas tres encarnaciones sólo fue posible por
la interrupción de la encarnación antes de haber entrado en la segunda mitad de la vida.
Aquí vemos el extraño entrelazamiento del karma humano individual y el karma general de
la humanidad.
Podemos ir aún más lejos y encontrar ciertas causas kármicas en el karma general de la
humanidad, cuyos efectos sólo se manifiestan en un período posterior. Así, el individuo se
ve de nuevo atrapado en el karma general de la humanidad.
Si consideramos la evolución post-Atlante, encontramos el período greco-latino en el
medio, precedido por el período egipcio-caldeo, y seguido por nuestro período - el quinto
período de la civilización. A nuestro período le seguirá una sexta y séptima época cultural.
También he señalado en otras ocasiones que en cierto modo hay ciclos en la sucesión de las
diversas civilizaciones, de modo que la cultura grecolatina se mantiene por sí misma, pero
que el período egipcio-caldeo se repite en la nuestra. También en este curso, ya he señalado
que Kepler vivió en nuestro período, y que la misma individualidad vivió antes en un
cuerpo egipcio, y estuvo en esa encarnación bajo la influencia de los sabios sacerdotes
egipcios que dirigieron su mirada a la bóveda celeste, de modo que los misterios de las
estrellas le fueron revelados desde arriba. Todo esto fue llevado más lejos en su
encarnación de Kepler que tuvo lugar en el quinto período, y que, en cierto modo, es una
repetición del tercero.
Pero podemos ir aún más lejos. Desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual podemos
afirmar que la mayoría de la gente hoy en día está ciega cuando considera la evolución del
mundo y la vida humana. Estas similitudes, estas repeticiones, estas vidas cíclicas pueden
ser seguidas incluso en sus detalles. Si tomamos un cierto momento de la evolución
humana, digamos por ejemplo el año 747 A.C., encontraremos que constituye una especie
de "Hipomocrito", una especie de punto cero, y que lo que está antes y después de este
punto se equiparan de manera bastante definida. Podemos volver a una época de la
evolución egipcia, y allí encontramos ciertas ordenanzas y órdenes rituales que aparecieron
como dadas por los dioses. Y esto es lo que realmente eran. Estas ordenanzas se
relacionaban con ciertas abluciones que los egipcios tenían que hacer de día. Estaban
reguladas por la costumbre y por ciertas prescripciones rituales, y los egipcios creían que
sólo podían vivir de la manera deseada por los dioses, si en este o aquel día debían realizar
un cierto número de abluciones. Esta era una orden de los dioses que se expresaba en un
cierto culto a la limpieza, y si en el ínterin nos encontramos con un período algo menos
limpio, ahora de nuevo, en nuestro propio período, nos encontramos con medidas
higiénicas como las que se dan a la humanidad por razones materialistas. Aquí vemos una
repetición de lo que se perdió en un período correspondiente en Egipto. El cumplimiento de
lo ocurrido anteriormente está representado en el karma general de una manera muy
notable. Sólo el carácter general es siempre diferente. Kepler en su encarnación egipcia
había dirigido su mirada hacia el cielo estrellado, y lo que allí percibía esa individualidad,
se expresaba en las grandes verdades espirituales de la astrología egipcia. En su
reencarnación durante ese período de objetivos materialistas, la misma individualidad
expresó estos hechos de manera correspondiente a nuestro período, en sus tres leyes de
Kepler de tintes materialistas. En el antiguo Egipto las leyes de la limpieza eran leyes por
revelación divina. El egipcio creía que cumplía su deber con la humanidad cuidando su
limpieza particular en cada oportunidad. Esta preocupación por la limpieza vuelve a
ponerse en primer plano hoy en día, pero bajo la influencia de una mentalidad que es
totalmente materialista. El hombre moderno no piensa que está sirviendo a los dioses
cuando obedece tales reglas, sino que se está sirviendo a sí mismo. Sin embargo, es una
reaparición de lo que fue antes.
Así, todas las cosas se cumplen cíclicamente de cierta manera. Y ahora empezamos a
entender que los asuntos que resumimos la última vez en una contradicción, no son tan
simples como uno tiende a suponer. Si en un cierto período la gente no podía concebir
ciertas medidas contra las epidemias, eran tiempos en los que los hombres no podían
hacerlo porque, según el sabio plan mundial general, las epidemias tenían que surtir efecto
para dar a las almas humanas la oportunidad de equilibrar lo que se había efectuado a través
de la influencia ahrimánica y ciertas influencias luciféricas anteriores. Si ahora se producen
otras condiciones, éstas también están sujetas a ciertas grandes leyes kármicas. Así que
vemos que estos asuntos no pueden ser considerados superficialmente.
Cómo concuerda esto con nuestra afirmación de que si alguien busca una oportunidad de
ser infectado en una epidemia, esto es el resultado de la reacción necesaria contra una causa
kármica anterior. ¿Tenemos derecho ahora a tomar medidas higiénicas o de otro tipo?
Esta es una pregunta profunda, y debemos empezar por reunir el material necesario para
responderla. Debemos comprender que cuando los principios luciférico y ahrimánico
cooperan, ya sea de forma simultánea o durante períodos más largos, o cuando trabajan uno
contra el otro, se manifiestan ciertas complicaciones en la vida humana. Estas
complicaciones aparecen bajo formas tan diversas que nunca vemos dos casos idénticos.
Sin embargo, si estudiamos la vida humana, encontraremos nuestro camino de la siguiente
manera: si en un caso particular tratamos de descubrir la actividad combinada de Lucifer y
Ahriman, siempre encontraremos un hilo por el cual esta conexión se hará evidente.
Debemos discriminar claramente entre el hombre interno y el externo. Aún hoy hemos
tenido que diferenciar claramente entre lo que expresa el alma racional y lo que aparece
dentro del cuerpo etérico como resultado del alma racional. Debemos examinar la
continuidad en la que se realiza el karma, y al mismo tiempo debemos comprender que
seguimos teniendo la posibilidad de influir en nuestro ser interior por medio de ciertas
influencias kármicas, de modo que en el futuro el ser interior pueda preparar una nueva
compensación kármica. Por esta razón, es posible que un ser en una vida anterior haya
experimentado sensaciones, sentimientos y demás que hayan desarrollado en él un deseo de
amor hacia sus semejantes. Supongamos, por ejemplo, que ha pasado por una experiencia
en la que, a través de la acción kármica, se ha vuelto poco caritativo. Puede suceder que
nosotros, siguiendo por un tiempo un grado descendente, engendremos el mal. Al principio
descendemos para desarrollar el impulso contrario que nos hará volver a ascender.
Supongamos que un ser, al ceder a ciertas influencias, tiende a la falta de caridad. Esta falta
de caridad aparecerá en una vida posterior como resultado kármico, y desarrollará fuerzas
internas en su organismo. Podemos entonces actuar de dos maneras: conscientemente, o
bien inconscientemente. En nuestra época no hemos progresado tanto como para hacerlo
conscientemente. Con tal persona podemos tomar precauciones para que estas
características en su organismo, derivadas de la falta de caridad, sean expulsadas y
podemos actuar de tal manera que el efecto que se expresa en el organismo externo como
falta de caridad sea contrarrestado. Por estos medios, sin embargo, el alma no se limpiará
de toda falta de caridad, sino que sólo el órgano externo de la falta de caridad será
expulsado. Si no hacemos nada más, sólo habremos cumplido la mitad de nuestra tarea,
quizás incluso nada en absoluto. Quizá hayamos ayudado a esta persona física y
externamente, pero no le habremos dado un respiro a su alma. Ahora que se ha eliminado la
expresión física de la falta de caridad, no podrá dar expresión a esta falta de caridad, sino
que tendrá que retenerla en su organismo interno hasta una futura encarnación.
Supongamos que un gran número de personas, debido a la falta de caridad, se han visto
obligadas a absorber ciertos gérmenes infecciosos, de modo que sucumbieron a una
epidemia. Supongamos además que estuviéramos en condiciones de protegerlos de esta
epidemia. En tal caso, deberíamos preservar el cuerpo físico de los efectos de la falta de
caridad, pero no deberíamos haber eliminado la tendencia interna a la falta de caridad.
Podría ser que, al eliminar la expresión externa de la falta de caridad, debiéramos asumir el
deber de influir en el alma también de manera que se elimine de ella la tendencia a la falta
de caridad. La expresión orgánica de la falta de caridad es eliminada en el sentido más
completo, en el sentido corporal externo, por la vacunación contra la viruela. Allí, por
ejemplo, se manifiesta lo siguiente, y ha sido investigado por la Ciencia Espiritual. En un
período de la civilización, cuando prevalecía una tendencia general a desarrollar un mayor
grado de egoísmo, y la falta de caridad, la viruela hizo su aparición. Tal es el hecho. En la
Antroposofía es nuestro deber dar expresión a la verdad.
Ahora quedará claro por qué en nuestro período apareció la protección de la vacunación.
También entendemos por qué, entre las mejores mentes de nuestro período, existe una
especie de aversión a la vacunación. Esta aversión corresponde a algo interno, y es la
expresión externa de una realidad interna. Así que si por un lado destruimos la expresión
física de una falta anterior, debemos, por otro lado, asumir el deber de transformar el
carácter materialista de tal persona por medio de una educación espiritual correspondiente.
Esto constituiría la contrapartida indispensable sin la cual sólo realizamos la mitad de
nuestra tarea. No hacemos más que cumplir algo para lo cual la persona en cuestión tendrá
que producir por sí misma una contrapartida en una encarnación posterior. Si destruimos la
susceptibilidad a la viruela, nos concentramos sólo en el lado externo de la actividad
kármica. Si por un lado vamos por la higiene, es necesario que por otro lado sintamos el
deber de contribuir a la persona cuyo organismo se ha transformado tanto, algo también por
el bien de su alma. La vacunación no será perjudicial si, después de la vacunación, la
persona recibe una educación espiritual. Si nos concentramos en un solo lado y no ponemos
énfasis en el otro, pesamos la balanza de manera desigual. Esto es realmente lo que se
siente en los círculos que sostienen que cuando las medidas higiénicas van demasiado lejos,
sólo se propagan las naturalezas débiles. Esto, por supuesto, no es justificable, pero vemos
cuán esencial es que no emprendamos una tarea sin la otra.
Aquí nos acercamos a una importante ley de la evolución humana que actúa de tal manera
que lo externo y lo interno deben estar siempre equilibrados, y que no es permisible actuar
con respecto a uno solo, dejando el otro fuera de consideración. Aquí se vislumbra una
relación importante, y sin embargo no se ha llegado ni siquiera a la significación de la
pregunta: "¿Cuál es la relación entre la higiene y el karma? Como veremos, la respuesta a
esta pregunta nos llevará aún más lejos en las profundidades del karma, y veremos además
que existen relaciones kármicas entre el nacimiento y la muerte del hombre. Además, otras
personalidades influyen en la vida humana, y el libre albedrío y el karma del hombre están
en armonía.

CONFERENCIA 9

LOS EFECTOS KÁRMICOS DE NUESTRAS EXPERIENCIAS COMO HOMBRES


Y MUJERES.
LA MUERTE Y EL NACIMIENTO EN RELACIÓN CON EL KARMA
Hamburgo 26 de mayo de 1910
Como ya he señalado varias veces, las grandes leyes kármicas sólo pueden ser mencionadas
brevemente, de modo que sea despertado su interés en este dominio casi infinito. Si
reflexionáis sobre todo lo que se ha dicho en los últimos días, ya no os sorprenderá la idea
de que el hombre se vea impulsado a buscar en el mundo exterior los efectos
compensatorios de las causas kármicas que él mismo ha incorporado en su organismo.
Puede, por ejemplo, ser llevado a un lugar donde se encontrará con una infección que le
ofrecerá la compensación buscada, o incluso puede ser llevado por esta necesidad de
compensación a lo que podría llamarse un "accidente fatal".
¿Cómo afecta al curso kármico, si a través de algún tipo de medidas podemos evitar que la
persona busque este ajuste?
Supongamos que con ciertas medidas higiénicas hacemos imposibles ciertas causas, ciertos
males hacia los que el karma de una persona se ve atraída. Ya hemos demostrado que la
toma de tales medidas no le corresponde en absoluto. Hemos visto, por ejemplo, que en un
cierto período se siente la necesidad de limpieza simplemente porque esta inclinación que
había desaparecido en períodos anteriores, reaparece por su repetición invertida en la
evolución. De esto vemos que es de acuerdo con las grandes leyes del karma humano que
en períodos definidos adoptamos tal o cual medida. Pero es fácil entender por qué tales
medidas no fueron inventadas antes de nuestra época, ya que la humanidad en una época
anterior estaba necesitada de tales epidemias de las que el mundo se libra ahora por estas
medidas. Con respecto a los grandes planes de la vida, la evolución humana está sujeta a
leyes definidas, y no estamos en condiciones de adoptar tales medidas hasta que sean de
importancia y utilidad para toda la evolución humana. Porque estas medidas no surgen de la
vida plenamente consciente, de la vida racional, entre el nacimiento y la muerte, sino que
surgen más bien de la mente general de la humanidad, por lo que sólo tenemos que recordar
que cuando la humanidad esté madura para ello, y no antes, estos inventos o
descubrimientos harán su aparición. Un breve resumen de la historia de la evolución
humana sobre la tierra puede resultar útil.
No olvidemos que nuestros antepasados, es decir, nuestras propias almas, habitaban en el
continente atlante en cuerpos muy diferentes al cuerpo humano actual. Este continente
después se sumergió y sólo después de un período definido los habitantes de la mitad de la
tierra que había emergido se pusieron en contacto con los de la otra mitad. Sólo
recientemente los pueblos de Europa han podido alcanzar de nuevo los territorios que
habían surgido al otro lado del sumergido continente atlante. De hecho, tales asuntos están
regidos por grandes leyes. El descubrimiento de una cosa u otra, la adopción de medidas
que permiten intervenir en el reino del karma - estas cosas no dependen del capricho o de la
voluntad de la humanidad, sino que llegan cuando deben llegar. Sin embargo, podemos
influir en el karma de una persona eliminando ciertas causas que de otro modo habrían
existido y que le habrían llegado como una realización kármica. Esta "influencia" no
significa que la hayamos eliminado, sino simplemente que hemos cambiado su dirección.
Supongamos que un cierto número de personas son impulsadas por el karma a buscar
ciertas condiciones que representarían para ellos una compensación kármica. Debido a las
medidas higiénicas, estas condiciones han sido eliminadas y ya no pueden ser cumplidas.
Estos seres, sin embargo, no se liberarán del efecto kármico evocado por su ser interior,
sino que se les insta a buscar otros efectos. El hombre no puede escapar de su karma. A
través de tales medidas no se libera de lo que de otra manera hubiera buscado.
De esto podemos concluir que si la reparación kármica se evita en una dirección, tendrá que
ser buscada en otra. Cuando abolimos ciertas influencias, sólo creamos la necesidad de
buscar otras oportunidades e influencias. Supongamos que muchas epidemias y
enfermedades se deben al hecho de que las víctimas buscan eliminar lo que han fomentado
kármicamente en su interior. Este es el caso, por ejemplo, de la viruela, que es el órgano de
la falta de caridad. Aunque estemos en condiciones de eliminar la posibilidad de esta
enfermedad, la causa de la falta de caridad permanecería y las almas en cuestión se verían
obligadas a buscar otra forma de compensación kármica, ya sea en esta o en otra
encarnación. Lo siguiente nos ayudará a entender lo que realmente ocurre. Es un hecho que,
en la actualidad, se eliminan muchas influencias y causas que de otro modo se habrían
buscado como ajuste para ciertas cuestiones kármicas con las que la humanidad se había
cargado en períodos anteriores. Pero, al eliminar estas influencias sólo eliminamos la
posibilidad de que el hombre sucumba a sus efectos externos. Hacemos su vida externa más
agradable, y también más saludable, pero lo que de otra manera habría buscado como un
ajuste kármico en la enfermedad correspondiente, ahora tendrá que ser buscado en otra
dirección. Las personas que hoy en día se salvan en lo que respecta a la salud, están al
mismo tiempo condenadas a buscar un ajuste kármico de otra manera. Si la vida de hoy es
más saludable y agradable, el alma recibe una influencia en el sentido opuesto. Poco a poco
descubre un cierto vacío - o frustración. Si este estado de cosas continuara de tal manera
que la vida exterior se hiciera cada vez más agradable y saludable, en el sentido materialista
de estas palabras, entonces tales almas no tendrían más que un pequeño incentivo para el
progreso interior y se produciría un vacío del alma. Esto puede ser observado incluso hoy
en día por cualquiera que examine la vida más de cerca. Apenas ha habido una época en la
que tantas personas hayan tenido condiciones externas tan agradables como las de hoy en
día y, sin embargo, se encuentren con almas tan estancadas y vacías. Es por eso que tales
personas van a la búsqueda de una sensación tras otra. Cuando los medios lo permiten,
viajan de ciudad en ciudad para ver algo, o si se ven obligados a permanecer en la misma
ciudad, se precipitan noche tras noche de placer en placer. Sin embargo, a pesar de todo
esto el alma permanece vacía, se da cuenta del vacío, y al final no sabe qué buscar en el
mundo para llenarlo. En una vida pasada en condiciones externas y físicamente agradables
la tendencia al materialismo es especialmente marcada. Así las almas se enferman cada vez
más a medida que la vida exterior se vuelve más sana. Y menos aún un Antropósofo
debería quejarse de esto porque la Antroposofía nos enseña una verdadera comprensión de
estos asuntos y así nos da el conocimiento de dónde se puede buscar la compensación. Las
almas pueden permanecer vacías sólo hasta cierto punto; luego, a través de su propia
elasticidad, se precipitan en la dirección opuesta. Buscan algo parecido a sus propias almas,
y entonces verán cuánta necesidad tienen de una concepción antroposófica del mundo.
Ahí se puede ver cómo los resultados de una concepción materialista de la vida pueden
muy bien facilitar la vida externa, pero crea dificultades en nuestra vida interior,
llevándonos finalmente desde las profundidades de los sufrimientos a buscar verdades
espirituales. La concepción del mundo espiritual tal como se presenta hoy en día por la
Ciencia Espiritual, se dirige pues a aquellas almas que no pueden encontrar satisfacción a
través de las impresiones que el mundo exterior puede proporcionarles. Las almas
continuarán en su búsqueda y buscarán siempre nuevas impresiones hasta que su elasticidad
actúe tan fuertemente en la otra dirección, que se sentirán de nuevo atraídas por la vida
espiritual. Por lo tanto, existe una relación entre la higiene y las futuras esperanzas de la
concepción mundial de la Ciencia Espiritual.
Incluso hoy en día esto se puede observar a pequeña escala. Hoy en día existen personas
que añaden a otras superficialidades una nueva superficialidad, a saber, el interés por la
concepción del mundo antroposófico y que asumen la concepción del mundo antroposófico
como una nueva sensación. Es inevitable que lo que tiene un profundo significado interior
aparezca también como moda, como sensación, y esta tendencia puede ser constatada en
todas las corrientes de la evolución humana. Pero las almas que están verdaderamente
maduras para la antroposofía son aquellas que no encuentran satisfacción en las sensaciones
externas y que se dan cuenta de que la ciencia externa, a pesar de todas sus explicaciones,
no puede explicar ciertos hechos. Son las almas que por su karma general están preparadas
de tal manera que se unen a la Antroposofía con los miembros más íntimos de su vida
anímica. La Ciencia Espiritual forma parte del karma general de la humanidad, y como tal
ocupará su lugar allí.
Es así como podemos dar una orientación al karma humano, pero en la medida en que es el
efecto de acciones pasadas no podemos evitar la reacción sobre las almas individuales. De
alguna manera, lo que regresa es lo que el hombre se preparó en vidas anteriores.
Podemos mostrar cuán lógica es la elaboración del karma en el mundo, considerando el
karma donde su actividad es todavía independiente de la moralidad - donde lo vemos
manifestarse en el universo, sin preocuparse por los impulsos morales que emanan del alma
del hombre y que lo conducen a actos morales o inmorales. Nos propondremos un aspecto
del karma en el que la moralidad no desempeña ningún papel, sino en el que aparece algo
neutro como vínculo kármico.
Supongamos que una mujer vive en una cierta encarnación. No se puede negar que esta
mujer, por razón de su sexo, pasará por experiencias que difieren de las de un hombre, y
que éstas no son meramente dependientes de la vida interna de su alma, sino que en su
mayor parte están relacionadas con acontecimientos externos, con circunstancias en las que
se encontrará simplemente por ser mujer, y que volverán a reaccionar sobre el conjunto de
la condición y disposición de su alma. Vemos, por lo tanto, que ciertos actos de la mujer
están más íntimamente conectados con el hecho de su femineidad. Sólo en el ámbito de la
comunidad espiritual hay igualdad entre el hombre y la mujer. Cuanto más nos adentramos
en lo puramente espiritual y en el aspecto exterior del ser humano, más se acentúa la
diferencia entre el hombre y la mujer en relación con sus vidas. Podemos decir que la mujer
se diferencia del hombre también en ciertas cualidades del alma, y que se inclina más hacia
aquellos impulsos que deben ser denominados emocionales. Por esta razón encontramos
que las experiencias psíquicas llegan a ella más fácilmente que al hombre. El
intelectualismo y el materialismo son, por el contrario, más naturales para la vida del
hombre, y estos influyen fuertemente en la vida del alma. Así que lo psíquico y emocional
predomina en la mujer y lo intelectual y materialista en el hombre. De manera que hay
ciertos matices en la vida del alma de la mujer en virtud de su femineidad. Ya se ha descrito
cómo las cualidades que experimentamos en nuestras almas se abren camino entre la
muerte y el nuevo nacimiento en nuestro próximo organismo corporal. Aquello que es
psíquica y emocionalmente más fuerte y lo que en la vida entre el nacimiento y la muerte
penetra más profundamente en el alma, tendrá una mayor tendencia a entrar más
profundamente en el organismo, y a impregnarlo mucho más intensamente. Y puesto que
la mujer absorbe las impresiones psíquicas y emocionales, también recibe las experiencias
de la vida en las partes más profundas del alma. El hombre puede tener experiencias más
ricas y también más científicas, pero no penetran en la vida de su alma tan profundamente
como las de la mujer. Todo el mundo de sus experiencias está profundamente grabado en el
alma de la mujer. Por lo tanto, esas experiencias tendrán una tendencia más fuerte a afectar
al organismo, a modificar el organismo más estrechamente en el futuro. Por ello la vida de
la mujer absorbe la tendencia a una intervención más profunda en el organismo por medio
de las experiencias de una encarnación, y por lo tanto hacia la formación del propio
organismo en la siguiente encarnación. Una intervención profunda en el organismo y a
través de él dará lugar a un organismo masculino. Un organismo masculino aparece cuando
las fuerzas del alma desean ser grabadas más profundamente en la materia. De ello se
desprende que el efecto de las experiencias de la mujer en una encarnación da lugar a un
organismo masculino en la siguiente encarnación. La enseñanza oculta aquí muestra que
hay una conexión que está fuera de los límites de la moralidad. Por esta razón el ocultismo
afirma que "El hombre es el karma de la mujer". El organismo masculino de una
encarnación posterior es el resultado de las experiencias y eventos de una encarnación
femenina precedente. A riesgo de suscitar en algunos de los presentes reflexiones que
posiblemente no sean sinceras (siempre sucede que al hombre moderno le aterroriza
encarnar como mujer), ya que estas cuestiones son hechos, debo iluminarlos objetivamente.
¿Qué sucede en el caso de las experiencias del hombre?
Los entenderemos mejor si los basamos en lo que se ha dicho antes. En el organismo del
hombre, el hombre interior ha penetrado profundamente en la materia y la ha abrazado más
estrechamente que la mujer. La mujer conserva más espiritualidad. No penetra tan
profundamente en la materia, sino que mantiene su materialidad más flexible. Es
característico de la naturaleza de la mujer que ella retenga un mayor grado de espiritualidad
libre, y por esa razón no penetra tan profundamente en la materia, y sobre todo mantiene su
cerebro más flexible. Por lo tanto, no es sorprendente que la mujer tenga una inclinación
especial por lo nuevo, especialmente en el ámbito espiritual. Y no es por accidente, sino de
acuerdo con una ley profunda, que en un movimiento cuya naturaleza misma trata de la
espiritualidad, se debe encontrar un mayor número de mujeres que de hombres. Cualquier
hombre sabe que el cerebro masculino es frecuentemente un instrumento intratable. Debido
a su rigidez ofrece una terrible resistencia cuando se lo utiliza para líneas de pensamiento
más flexibles. Se niega a seguirlo y debe ser educado por todo tipo de medios antes de que
pueda perder su rigidez. Con todos los hombres esto puede ser una experiencia personal.
La naturaleza del hombre está más condensada, más concentrada; se ha comprimido más,
se ha vuelto más rígida y dura por su ser interior de hombre; se ha hecho más material. Un
cerebro más rígido es ante todo un instrumento para el intelectual, más que para el psíquico.
Porque la intelectualidad se ocupa principalmente del plano físico. A este respecto
podríamos hablar de un cerebro congelado hasta cierto punto y cuando se trata de los
canales más finos del pensamiento, primero debe ser descongelado. Por lo tanto, un hombre
se inclinará a absorber menos de aquellas experiencias que están conectadas con las
profundidades de su propia vida del alma, y lo que absorbe no es tan profundo. Tenemos
una prueba externa de esto en la poca profundidad de la ciencia externa, y su fracaso
comparativo para comprender el ser interior. Aunque mucho pensamiento se gasta en una
amplia circunferencia, los hechos se concentran con poca minuciosidad. Citamos un
ejemplo de la superficialidad de la ciencia moderna:
Supongamos que un joven está en una universidad donde un rabioso darwiniano está dando
clases. Así es como el defensor de la teoría de la selección natural describirá ciertos hechos:
¿De dónde saca un gallo sus hermosas plumas iridiscentes de tintes azulados? Esto se debe
a la selección sexual natural, ya que el gallo atrae a las gallinas por sus colores, y las
gallinas elegirán a los gallos que posean estas plumas azuladas e iridiscentes. De esta
manera los otros gallos son ignorados, y la consecuencia es que se desarrolla una especie
particular. Esto es progreso; ¡esto es "selección natural"! Y el estudiante se alegra de saber
cómo se produce el desarrollo progresivo.
Ahora va a la siguiente aula, donde se trata la fisiología de los sentidos. Puede suceder que
el estudiante en esta segunda aula escuche lo siguiente: Se han hecho experimentos que
muestran cómo los distintos colores del espectro afectan a los distintos seres. Se puede
probar que de todo el espectro de colores, las gallinas, por ejemplo, sólo pueden ver los
colores que van del verde al naranja, y del rojo al rojo extremo, pero no los que van del azul
al violeta.
Ahora un estudiante, si quiere combinar estas dos afirmaciones que realmente se enseñan
hoy en día, se ve obligado a considerar las cosas superficialmente. Toda la teoría de la
selección natural se basa en el hecho de que las gallinas perciben los variados colores de los
gallos y que estos colores les proporcionan un placer especial. Este no es el caso, ya que los
colores para ellos aparecen como el negro de los cuervos.
Esto es sólo un ejemplo, pero cualquiera que quiera investigar científicamente se encontrará
con casos de este tipo a cada paso. Esto demostrará que la intelectualidad no penetra muy
profundamente en la vida, sino que permanece en la superficie. He elegido
intencionadamente los ejemplos más marcados.
No es tan fácil creer que la intelectualidad permanece en el exterior y afecta al interior del
hombre, salvo ligeramente. Y una mente materialista afecta aún menos a la vida del alma.
La consecuencia de esto es que el ser al abandonar una encarnación en la que ha vivenciado
apenas un poco en el alma, lleva consigo la tendencia, entre el nacimiento y la muerte, a
penetrar menos profundamente en el organismo en la siguiente encarnación. Tiene poco
poder para hacerlo, y por eso en la siguiente encarnación el organismo está menos
impregnado. Así que viene la inclinación a construir un cuerpo femenino en la siguiente
encarnación, y por lo tanto es correcto cuando el ocultismo dice que "La mujer es el karma
del hombre".
En este dominio moral neutral vemos que lo que preparamos en una encarnación será una
fuerza organizadora para nuestro cuerpo en la siguiente. Y estas influencias intervienen
profundamente no sólo en nuestra vida interior, sino también en nuestras experiencias y
acciones externas. Así debemos decir que el hecho de tener las experiencias del hombre o
de la mujer en una encarnación, de una manera u otra determina nuestros actos externos en
la siguiente encarnación. A través de las experiencias de la mujer estaremos dispuestos a
formar un organismo masculino, y, a la inversa, a través de las experiencias del hombre un
organismo femenino. Sólo en raros casos se repetirá una encarnación en el mismo sexo, y a
lo sumo puede repetirse siete veces. La regla es, sin embargo, que cada organismo
masculino en la siguiente encarnación se esforzará por convertirse en femenino, y a la
inversa. Toda repugnancia es inútil, pues no se trata de nuestros deseos en el mundo físico,
sino de nuestras inclinaciones durante el período entre la muerte y un nuevo nacimiento, y
éstas están determinadas por razones mucho más sabias que un posible horror concebido
durante una encarnación masculina de reencarnar como mujer. De esto se deduce que
nuestra vida posterior está kármicamente determinada por la anterior, y también que las
acciones de una vida posterior pueden ser ordenadas de esta manera.
Es importante que aprendamos a entender que otra conexión kármica será esencial si
queremos arrojar luz sobre las importantes discusiones de los próximos días.
Por lo tanto, volvamos nuestra mirada hacia una época remota de la evolución humana
cuando las encarnaciones humanas comenzaron en la tierra. Esto tuvo lugar en el antiguo
período lemúrico. Fue entonces cuando la influencia luciférica actuó por primera vez de
manera efectiva sobre el hombre, y que esto evocó entonces la influencia ahrimánica.
Intentemos poner ante nuestras almas cómo actuó externamente esta influencia luciférica en
la vida humana. El hecho de que el hombre alcanzara en la antigüedad el estadio en el que
podía absorber esta influencia luciférica, y también impregnar su cuerpo astral con la
influencia luciférica, tuvo el efecto de que su cuerpo astral se inclinase a penetrar mucho
más profundamente en el organismo, en la parte material del cuerpo físico, y a hacerlo de
una manera muy diferente. A través de la influencia luciférica el hombre se hizo más
material. Si esta influencia no hubiera estado activa, la tendencia humana a descender al
mundo material habría sido mucho más débil, y el hombre habría permanecido en esferas
de existencia más elevadas. De este modo se produjo una penetración mucho más fuerte del
hombre externo e interno, que la que hubiera sido posible sin la influencia luciférica. Esta
penetración fue la primera causa de nuestra incapacidad de recordar los acontecimientos
que precedieron a nuestra encarnación. El nacimiento a través del cual entramos en la
existencia era de tal naturaleza que nos unimos estrechamente con la materia, borrando así
todo recuerdo de experiencias anteriores. De lo contrario, deberíamos haber retenido el
recuerdo de nuestras experiencias espirituales antes del nacimiento. A través de la
influencia luciférica se nos robó la memoria de las experiencias precedentes y por esta
razón, nos vemos obligados durante nuestra vida a depender del mundo exterior para el
conocimiento y las experiencias.
Sería un grave error creer que sólo las sustancias más gruesas que absorbemos actúan sobre
nosotros. No sólo actúan sobre nosotros las fuerzas nutricionales y de alimentación, sino
también otras experiencias que fluyen en nosotros a través de nuestros sentidos. Pero a
través de la unión más grosera con la materia, los nutrientes nos afectan de una manera
diferente. Supongamos que no hubiera habido ninguna influencia luciférica; entonces todo,
desde los nutrientes hasta las impresiones de los sentidos, tendría una influencia mucho más
refinada sobre nosotros. Todo lo que experimentamos como nuestra relación con el mundo
exterior, se impregnaría de lo que experimentamos entre la muerte y un nuevo nacimiento.
Debido a que tenemos materia condensada, estamos inclinados a absorber lo que es más
denso.
Así pues, la influencia luciférica está surtiendo efecto de tal manera que a través de la
condensación de la materia, también atraemos hacia nosotros, desde el mundo exterior,
materia más densa de lo que deberíamos haber hecho de otra manera y los efectos son muy
diferentes. Las sustancias menos densas habrían conservado un recuerdo de nuestra vida
anterior, y también nos habrían dado la certeza de que todas nuestras experiencias entre el
nacimiento y la muerte tendrán resultados durante un tiempo sin fin. Deberíamos saber que
aunque haya muerte, todo lo que sucede continúa en su efecto. Debido a que el hombre
tuvo que absorber sustancias densas, crea desde el nacimiento una fuerte actividad
recíproca entre su propia naturaleza corporal y el mundo exterior.
¿Qué resulta de esta reciprocidad? El mundo espiritual se eclipsa al nacer. Antes de que el
hombre pueda volver a vivir en el mundo espiritual, su condición anterior debe ser
restaurada. Todo lo que sea materia densa introducida en nosotros desde el exterior, nos
será arrebatado. Debido a que hemos adquirido una materialidad más densa, nos vemos
obligados, para volver a entrar en el mundo espiritual, a esperar ese período en el que el
cuerpo material externo nos sea arrebatado. La materia más densa que nos penetra, desde
nuestro nacimiento, destruye gradualmente nuestro cuerpo humano. Aquello que fluye en el
interior destruye el cuerpo más y más, hasta que ha sido completamente destruido, de modo
que ya no puede existir. Desde el momento de nuestro nacimiento, debido a la influencia
luciférica, absorbemos una materialidad más densa y destruimos lentamente nuestro cuerpo
hasta que, en el momento de la muerte, se ha vuelto completamente inútil.
De esto concluimos que la influencia luciférica es la causa kármica de la muerte del
hombre. Si el nacimiento no tuviera este carácter, la muerte tampoco sería para el hombre
lo que es. Deberíamos acercarnos a la muerte, si no fuera por la influencia luciférica, con
una perspectiva segura de lo que tenemos por delante. La muerte es el efecto kármico del
nacimiento, y el nacimiento y la muerte están conectados kármicamente. Sin el nacimiento,
tal como lo experimentamos hoy en día, la muerte como la experimentamos no existiría.
Ya he dicho antes que no podemos hablar del karma para los animales en el mismo sentido
que para los seres humanos. Si alguien dijera que también en el caso de los animales, el
nacimiento y la muerte están conectados kármicamente, tal persona ignoraría el hecho de
que el nacimiento y la muerte de un ser humano es completamente diferente al de un
animal. Aquello que externamente parece idéntico, difiere interiormente. Es la experiencia
interna y no el evento físico lo que es significativo en el nacimiento y la muerte. En el caso
de un animal, sólo el alma genérica o grupal tiene experiencias. Para el alma grupal la
muerte de un animal se asemeja un poco a nuestra experiencia al acercarse el verano,
cuando nos cortan el pelo, que luego volverá a crecer lentamente. El alma grupal de una
especie siente la muerte de un animal como la muerte de un miembro que será
gradualmente reemplazado. Por lo tanto, podemos comparar el alma genérica con el Ego
humano. No conoce ni el nacimiento ni la muerte; es continuamente consciente de lo que
ocurre antes del nacimiento, y ve continuamente lo que sigue a la muerte. Hablar del
nacimiento y de la muerte de un animal de la misma manera que hablamos de la del hombre
sería absurdo, porque están precedidos por causas muy diferentes. Y sería una negación de
la actividad del espíritu, si creyéramos que lo que parece idéntico externamente se debe a
idénticas causas internas. La identidad de los eventos externos nunca apunta con certeza a
causas idénticas.
Si consideramos un poco cómo las apariencias externas pueden ser idénticas mientras que
las experiencias internas no lo son en lo más mínimo, podríamos llegar de manera metódica
y lógica a la conclusión de que así es. Supongamos, por ejemplo, que llegamos a un cierto
lugar a las 9 en punto, y vemos a dos personas de pie juntas. Más tarde, llegamos al mismo
lugar, y estas dos personas seguían de pie en el mismo lugar. Ahora podríamos concluir:
"A" sigue en el mismo lugar: "B" sigue en el mismo lugar donde estaba a las 9 en punto. Si
preguntamos, sin embargo, sobre lo que estas dos personas han hecho mientras tanto, tal
vez encontremos que una ha estado de pie allí todo el tiempo mientras que la otra ha
caminado una larga distancia, y se ha cansado. Estamos aquí tratando con eventos
completamente diferentes. Y así como sería tonto decir, si dos personas en una hora
posterior están de nuevo de pie en el mismo lugar, que deben haber tenido experiencias
idénticas, sería igualmente tonto cuando encontramos dos células de la misma forma para
concluir de su estructura una identidad de su función interna. Es necesario conocer toda la
conexión de los hechos que han llevado a una célula al lugar en cuestión.
Por eso la fisiología celular moderna que parte de un examen de la estructura interna de las
células está tomando un rumbo equivocado. Nunca la apariencia externa puede probar la
naturaleza interna de una cosa.
Debemos hacer reflexiones de este tipo si queremos comprender las conclusiones a las que
llegan los ocultistas a través de la observación oculta - como la diferencia entre el
nacimiento y la muerte en el caso del hombre y los animales o los pájaros. El estudio de
estas cuestiones sólo será posible cuando nos ocupemos de lo que la investigación espiritual
tiene que decirnos. Mientras esto no se haga en general, la ciencia externa, que se adhiere a
las apariencias externas y a los hechos externos, saca a la luz hechos muy hermosos, pero
todas las opiniones que la gente pueda formarse sobre las suposiciones relativas a tales
hechos nunca serán decisivas para la realidad. Por eso toda nuestra ciencia teórica moderna
es una creación de la fantasía que ha surgido a través de combinaciones de hechos externos,
teniendo en cuenta sólo su apariencia exterior. En muchos departamentos los hechos
externos nos impulsan a una interpretación verdadera, pero la opinión moderna se interpone
en el camino.
Hoy hemos permitido que dos dominios neutrales de la ley kármica actúen sobre nosotros,
y veremos que serán la base de nuestras discusiones posteriores. Nos hemos dado cuenta de
que el organismo de la mujer es el resultado kármico de las experiencias del hombre, y el
organismo del hombre el resultado kármico de las experiencias de la mujer; y también nos
hemos dado cuenta de que la muerte es el resultado kármico del nacimiento en la vida
humana. Si intentamos comprender esto gradualmente, puede llevarnos a penetrar más
profundamente en las conexiones kármicas de la vida humana.

CONFERENCIA 10

EL LIBRE ALBEDRÍO Y EL KARMA EN EL FUTURO DE LA EVOLUCIÓN


HUMANA
Hamburgo 27 de mayo de 1910
Hay ciertas cuestiones profundas de relación kármica que conciernen más especialmente a
nuestra influencia humana sobre el karma, en particular sobre el de otras personas, y que
conciernen también al cambio de dirección del karma, ya sea en mayor o menor medida.
Cuestiones como estas no pueden responderse ni siquiera dar una idea de cómo deben ser
respondidas, sin tocar, como lo haremos hoy, ciertos secretos importantes de nuestra
existencia mundial. Tal vez puedan surgir a partir de lo que se ha dicho, si seguimos lo que
se ha planteado y se le ha vertido luz desde un lado u otro.
Podemos preguntarnos qué sucede en el karma de una persona cuando por sus actos o
experiencias anteriores ha surgido la necesidad de que la enfermedad compense estos actos
y experiencias, y esta persona se cura realmente con la ayuda humana por medio de
remedios u otra intervención. ¿Qué significa esto y de qué manera se relaciona tal hecho
con una concepción más profunda de la ley kármica?
Comenzaré diciendo que para proporcionar una luz importante a esta cuestión, hay que
tocar cosas que están muy alejadas de la ciencia y del pensamiento actual y que, por así
decirlo, sólo pueden ser abordadas por los antropósofos que, habiendo absorbido algunas de
las verdades relativas a los fundamentos más profundos de la existencia, ya se han
preparado para tales cosas y han adquirido una percepción de cómo las cosas que hoy sólo
pueden ser indicadas, pueden, sin embargo, ser plenamente probadas. Me gustaría, sin
embargo, aprovechar esta oportunidad para pedirles una cosa. Hoy me veo obligado a
hablar de los fundamentos más profundos de la existencia de la tierra, que trataré de
expresar con la mayor precisión posible. Pero esto sería un error si se utilizara en otro
contexto o se hablara de ello sin ninguna relación, y llevaría a un malentendido tras otro.
Les pido que sólo acepten el presente y no lo utilicen de ninguna otra manera. También
debo señalar, con respecto a estas cosas, que no deben ser transmitidas; que nadie debe
considerarlas como una enseñanza que pueda de alguna manera extenderse más allá; porque
sólo la relación justifica tal declaración, y tal declaración es justificable sólo cuando está
respaldada por la conciencia que puede acuñar palabras adecuadas para expresar
pensamientos de esta clase.
Estamos hablando, por un lado, de la naturaleza más profunda de la existencia material, y
por otro, de la naturaleza de la existencia del alma. Hoy debemos adquirir una comprensión
más profunda de lo que pertenece al alma y al mundo material. Esto es necesario por una
razón bien definida - por la razón dada en las conferencias anteriores cuando dijimos que el
alma del hombre puede penetrar más o menos profundamente en la materia. Ayer
describimos la naturaleza del hombre diciendo que en el hombre el alma penetra más
profundamente en la materia, mientras que en la mujer el alma se retiene de cierta manera y
es más independiente de la materia. Vimos que gran parte de la experiencia kármica
depende de cómo se produce la penetración del alma en la materia. Vimos también cómo
ciertas enfermedades en una encarnación aparecen como las consecuencias kármicas de los
errores cometidos por el alma en encarnaciones anteriores cuando trabajaba en sus actos,
experiencias e impulsos. Luego, en el camino entre la muerte y el nuevo nacimiento, el
alma adquirió la tendencia a transformar en materia lo que antes era sólo una característica,
una mera influencia en el alma; así que ahora impregna el cuerpo. A consecuencia de que el
ser humano está entonces impregnado por un alma que también ha absorbido la influencia
luciférica o ahrimánica, la sustancia humana será en consecuencia dañada. Aquí se
encuentra la causa de la enfermedad, y por lo tanto podemos decir: En un cuerpo enfermo
habita un alma dañada que ha sufrido una influencia errónea, una influencia luciférica o
ahrimánica; y en el momento en que seamos capaces de eliminar estas influencias del alma,
debe producirse la relación normal entre el alma y el cuerpo, y debe restablecerse la salud.
¿Cuál es entonces la relación entre estos dos miembros de la existencia humana terrenal de
la que estamos hablando ahora, la materia y el alma? ¿Qué son en su naturaleza más
profunda?
El hombre de hoy en día es generalmente de la opinión de que la respuesta a la pregunta,
'¿En qué consiste la materia? "¿Qué es el alma?" - si es que se puede dar - debe ser la
misma en todo el mundo. No creo que sea fácil para él entender que para los seres que
vivían en la antigua Luna, la respuesta a estas preguntas debe ser muy diferente de las de
los seres que viven en la Tierra. Porque la existencia está tan en plena evolución, que
incluso las ideas que un ser pueda tener sobre los fundamentos más profundos de su propia
naturaleza pueden ser alteradas; de modo que la respuesta a esta pregunta, "¿Qué es la
materia, qué es el alma?" también debe variar. Hay que subrayar inmediatamente que las
respuestas que se darán son sólo las que puede dar el hombre de la tierra, y sólo tienen
significación para el hombre de la tierra.
Una persona al principio juzgará la "materia" en función de lo que se le presenta en el
mundo exterior en forma de diferentes seres y cosas, y todo lo que le cause una impresión
de cualquier manera. Luego descubre que hay diferentes tipos de materia. Pero no es
necesario que me extienda mucho en esto, porque se pueden encontrar en todos los libros
ordinarios las exposiciones que se podrían dar aquí si tuviéramos tiempo suficiente. Estas
diferencias en la materia se le presentan al hombre cuando ve los diferentes metales, oro,
cobre, plomo, etc., o cuando ve algo que no pertenece a esta categoría. Ustedes saben,
también, que la química establece que estos diferentes materiales derivan de ciertas
sustancias fundamentales de la materia, llamadas "elementos". Estos elementos, incluso en
el siglo XIX, se consideraban todavía como sustancias que poseían ciertas propiedades que
no admitían ser divididas más. Pero en el caso de una sustancia como el agua, somos
capaces de separarla en hidrógeno y oxígeno, pero en el hidrógeno y el oxígeno mismos
tenemos sustancias que, de acuerdo con la química del siglo XIX, eran incapaces de
dividirse más. Se podrían distinguir unos setenta elementos de este tipo. Sin duda sabréis
también que debido a los fenómenos que se han producido en relación con algunos
elementos especiales -el radio, por ejemplo- y también debido a diversos fenómenos
producidos en el estudio de la electricidad, la idea de los elementos se ha visto sacudida de
muchas maneras. Se ha llegado a la conclusión de que los setenta elementos no eran más
que limitaciones temporales de la materia y que se podía remontar a la posibilidad de
subdivisión en una sustancia fundamental, que luego, por combinaciones internas, por la
naturaleza de su ser elemental interior, se manifiesta en un momento como el oro, en otro
como la potasa, la cal, etc.
Estas teorías científicas varían; y así como las teorías científicas han cambiado "cada
cincuenta años" del siglo XIX, también se ha dado el caso de que ciertos físicos han visto
en la materia ciertas entidades cargadas de electricidad; así como la teoría iónica está ahora
de moda -pues hay modas en la ciencia- de la misma manera, en un futuro no muy lejano,
existirán otros métodos científicos, y nuestra idea de la constitución de la materia será muy
diferente. Estos son hechos. Las opiniones científicas son cambiantes, y deben serlo, ya que
dependen totalmente de los hechos que son de importancia para una época en particular.
Las enseñanzas de la Ciencia Espiritual, por otra parte, continúan a través de todas las
épocas - mientras haya civilizaciones en la tierra - y continuarán mientras estas
civilizaciones existan. Siempre ha tenido el mismo punto de vista comprensivo sobre la
naturaleza de la existencia material y de la materia; y para llevarles hacia lo que la Ciencia
Espiritual considera como la parte esencial de la materia y de la sustancia, quisiera decir lo
siguiente:
Todos ustedes saben que el hielo es un cuerpo sólido, no por su propia naturaleza, sino por
circunstancias externas. De inmediato deja de ser sólido si aumentamos la temperatura lo
suficiente; entonces se convierte en una sustancia fluida. Por lo tanto, no depende de lo que
hay en una sustancia en sí misma para que adopte una forma u otra en el mundo exterior,
sino de todas las condiciones del universo que la rodea. Podemos entonces aportar más
calor a esta sustancia, y a partir del agua podemos, llegados a cierto punto, producir vapor.
Tenemos hielo, agua, vapor, y a través de aplicarle temperatura hemos causado lo que
podemos describir como "la aparición de la materia en múltiples formas". Por lo tanto, en la
materia tenemos que diferenciar que la apariencia que nos presenta no proviene de una
constitución interna, sino que la manera en que se nos presenta depende de la constitución
general del universo, y que no se debe aislar ninguna parte del universo entero en sustancias
individuales. Ahora bien, los métodos de la ciencia moderna no pueden llegar a donde la
ciencia espiritual es capaz de llegar. La ciencia de hoy no puede nunca, por medio de los
métodos de que dispone, hacer que la sustancia del hielo -que, al aumentar la temperatura,
se hace primero fluida y luego se convierte en vapor- alcance la condición final de la que se
compone la Tierra, en la que toda sustancia puede ser transmutada. No es posible hoy en
día, por medios científicos, crear condiciones que demuestren que "si tomas el oro y lo
enrareces en la medida en que pueda ser enrarecido sobre la tierra, lo llevarás al fin a un
estado que podría ser alcanzado igualmente por la plata o el cobre". La Ciencia Espiritual
puede hacer esto porque se basa en los métodos de la investigación espiritual; puede por
tanto observar cómo, en los espacios entre las sustancias, hay siempre una sustancia
uniforme en todas partes que representa el límite extremo al que toda la materia es
reducible. La investigación espiritual descubre una condición de disolución en la que todos
los materiales se reducen a una base común, pero lo que aparece entonces ya no es materia,
sino algo que está más allá de todas las formas especializadas de la materia que nos rodea.
En cada sustancia, ya sea oro, plata o cualquier otra sustancia, hay aparentemente una
condensación de esta sustancia fundamental, que en realidad ya no es materia. Hay una
esencia fundamental de nuestra existencia material en la tierra, a partir de la cual
únicamente toda la materia llega a existir por un proceso de condensación, y a la pregunta:
¿Cuál es esta sustancia fundamental de nuestra existencia terrena, la Ciencia Espiritual da la
respuesta: "Toda sustancia sobre la tierra es luz condensada". No hay nada en la existencia
material en ninguna forma que no sea luz condensada. De ahí que para los que conocen los
hechos, no puede haber necesidad de una teoría como la de la "hipótesis de la vibración"
del siglo XIX. En ella se buscaba encontrar la luz por métodos que en sí mismos son más
toscos que la luz misma. La luz no es atribuible a ninguna otra cosa de nuestra existencia
material. Dondequiera que se alcance y se toque una sustancia, allí hay luz condensada y
comprimida. Toda la materia es, en su esencia, luz.
De esta forma hemos indicado un lado de la cuestión desde el punto de vista de la Ciencia
Espiritual. Hemos visto que la luz es el fundamento de toda la existencia material. Si
miramos el cuerpo humano material, que también, en la medida en que está compuesto de
materia, no es más que una sustancia tejida a partir de la luz. En la medida en que el
hombre es un ser material, está compuesto de luz.
Consideremos ahora la otra cuestión: ¿En qué consiste el alma? Si investigáramos de la
misma manera, por medio de los métodos de la Ciencia Espiritual, sobre la sustancia, sobre
la esencia realmente fundamental del alma, entonces aparecería que así como toda la
materia es luz comprimida, así todos los diferentes fenómenos del alma sobre la tierra son
modificaciones, son transformaciones múltiples de lo que debe llamarse, si se comprende
verdaderamente el sentido fundamental de la palabra: el amor. Cada agitación del alma,
dondequiera que aparezca, es de alguna manera una modificación del amor, y si lo interno y
lo externo están, por así decirlo, entremezclados, imbuidos el uno en el otro dentro del
hombre, encontramos también que su parte corporal externa está tejida de luz, y su alma
interna está tejida espiritualmente por amor. El amor y la luz están, en efecto, de alguna
manera entrelazados en todos los fenómenos de nuestra existencia terrena, y cualquiera que
desee entender las cosas tal como se explican en la Ciencia Espiritual, se preguntará en
primer lugar: ¿Hasta qué punto están entrelazados el amor y la luz?
El amor y la luz son los dos elementos, las dos partes componentes de toda la existencia
terrenal: el amor como la parte del alma, y la luz como la parte material externa.
Ahora, sin embargo, llega otro hecho. Para estos dos elementos, luz y amor, que de otra
manera estarían juntos a lo largo del gran curso de la existencia mundial, hay que encontrar
un intermediario, tejiendo un elemento en el otro - la luz en el amor. Debe ser un poder que
no tenga un interés particular en el amor, que de este modo entreteja la luz en el elemento
del amor - un poder que sólo esté interesado en hacer que la luz se extienda al exterior en la
mayor medida posible, y por lo tanto hace que la luz fluya en el elemento del amor. Tal
poder no puede ser terrestre, porque la tierra es el cosmos del amor y su misión es tejer el
amor en todas partes. Por consiguiente, todo lo que está ligado a la existencia terrestre no
puede tener ningún interés que no esté en cierta medida influido por el amor.
Son los seres luciféricos quienes actúan aquí, debido a que se quedaron rezagados en la
Luna en el Cosmos de la Sabiduría. Ellos están particularmente interesados en tejer la luz
en el amor. Los seres luciféricos están en todas partes trabajando cuando nuestra parte
interior, que está realmente tejida a partir del amor, entra en cualquier tipo de conexión con
la luz, en cualquier forma que se encuentre; y nos enfrentamos a la luz en toda la existencia
material. Dondequiera que entremos en contacto con la luz, los seres luciféricos entran, y la
influencia luciférica se convierte en tejido de amor. De esta manera el hombre entró
primeramente, en el curso de sus encarnaciones, en el elemento luciférico. Lucifer se ha
tejido a sí mismo en el elemento del amor; y todo lo que se forma a partir del amor tiene la
impresión de Lucifer, que es el único que puede traernos lo que hace que el amor no sea
meramente un abandonarse a sí mismo, sino que lo impregne en lo más íntimo de su ser con
sabiduría. De lo contrario, sin esta sabiduría, el amor sería una fuerza impersonal en el
hombre de la que no podría ser responsable. Pero de esta manera el amor se convierte en la
fuerza esencial del Ego donde se teje ese elemento luciférico, que de otra manera sólo se
encuentra fuera en la materia.
De esta manera se hace posible que nuestro ser interior, que durante la existencia terrestre
debe recibir el atributo del amor en su plenitud, se impregne además de todo lo que puede
describirse como una actividad de Lucifer, y desde ese lado conlleva una penetración de la
materia externa; de modo que lo que se teje de luz no está entretejido sólo con el amor, sino
con el amor que está impregnado por Lucifer. Cuando el hombre toma el elemento
luciférico, entrelaza en la parte material de su propio cuerpo un alma que está, es verdad,
tejida por amor, pero en la que el elemento luciférico está entrelazado. Es ese amor que está
impregnado con el elemento luciférico, el que impregna la materia y es la causa de la
enfermedad que se desarrolla desde el interior. En relación con lo que ya hemos
mencionado como una consecuencia necesaria de una enfermedad que procede de un
elemento luciférico, podemos decir que el dolor resultante, que hemos visto que es una
consecuencia del elemento luciférico, nos muestra el efecto del funcionamiento de la ley
kármica. Así pues, las consecuencias de un acto o una tentación procedentes de Lucifer se
experimentan kármicamente y el propio dolor indica lo que debe conducir a la superación
de las consecuencias en cuestión.
¿Deberíamos ayudar en ese caso o no? ¿Deberíamos de alguna manera cancelar lo que se
ha plasmado desde el elemento luciférico con todas sus consecuencias que se desarrollan en
el dolor?
Recordando la respuesta a nuestra pregunta sobre la naturaleza del alma, se deduce
necesariamente que sólo tenemos derecho a hacerlo si encontramos los medios, en el caso
de un hombre que tiene en sí el elemento luciférico causante de su enfermedad, el de
expulsar ese elemento luciférico de la manera correcta. ¿Cuál es el remedio que ejerce una
acción más fuerte, para que el elemento luciférico sea expulsado. ¿Qué es lo que ha sido
profanado por el elemento luciférico en nuestra tierra? Es el amor. Por lo tanto, sólo por
medio del amor podemos dar una verdadera ayuda para que el karma actúe de la manera
correcta. Finalmente debemos ver en ese elemento de amor que ha sido psíquicamente
influenciado por Lucifer resultando en una enfermedad, una fuerza que debe ser afectada
por otra fuerza. Esa fuerza que debemos inculcar es el amor. Todos esos actos de curación
dependientes de lo que podemos llamar un "proceso de curación psíquica" deben tener la
característica de que el amor es parte del proceso. De una forma u otra, toda curación
psíquica depende de una corriente de amor, que depositamos en otra persona como un
bálsamo. Todo lo que se hace en este dominio debe finalmente ser rastreado hasta el amor;
y esto se puede hacer. Incluso si ponemos en acción simples factores psíquicos; si
ayudamos a otro, tal vez, sólo para superar la depresión, esto puede ser rastreado hasta el
amor. Todo surge del impulso del amor, de procesos más simples de curación, a lo que a
menudo, de forma amateur, se llama "curación magnética". ¿Qué le comunica el curandero
al que va a ser curado? Es, para usar una expresión de la física, un "intercambio de
tensiones". Ciertos procesos en el cuerpo etérico del sanador crean con la persona a curar
una especie de polaridad. La polaridad surge tal como se produciría en un sentido abstracto,
cuando se produce un tipo de electricidad, digamos positiva, y luego aparece la electricidad
correspondiente, la negativa.
Así se crean las polaridades, y este acto debe ser concebido como emanado del sacrificio.
Se evoca en uno mismo un proceso que no tiene por objeto que tenga significado sólo para
uno mismo, porque entonces se suscitaría un solo proceso; en este caso, sin embargo, el
proceso tiene por objeto además inducir una polaridad en otra persona, y esta polaridad, que
depende naturalmente de un contacto entre el sanador y la persona que debe ser sanada, es,
en el sentido más completo de la palabra, el sacrificio de una fuerza que no es otra que la
acción transmutada del amor. Eso es lo que realmente está activo en estas curaciones
psíquicas - un poder transmutado de amor. Debemos entender claramente que sin esta
fuerza fundamental de amor la curación no conducirá a la meta correcta. Pero estos
procesos de amor no tienen por qué seguir siempre su curso [para] que la persona sea
plenamente consciente de ellos con su conciencia cotidiana; siguen su curso también en la
región del subconsciente. En lo que se considera como la técnica del proceso de curación,
hasta la forma en que se hacen los movimientos de las manos, y reducido técnicamente a un
sistema, tenemos el reflejo de un acto de sacrificio. Por lo tanto, incluso cuando no vemos
la conexión directa en un proceso de curación, cuando no vemos lo que se está haciendo,
tenemos, sin embargo, ante nosotros un acto de amor, aunque la acción puede ser
completamente transformada en una mera técnica.
Dado que el alma consiste fundamentalmente en el amor, podemos ayudar con los factores
psíquicos. Y estos procesos aparentemente se encuentran muy cerca de la periferia de la
naturaleza humana, y por dichos factores de curación aquello que en su esencia consiste en
amor se enriquece con lo que requiere en el camino del amor. Así, por un lado vemos cómo
podemos ayudar, de modo que, después de quedar atrapado en las artimañas de Lucifer, el
paciente es capaz de liberarse de nuevo. Debido a que el amor es la esencia fundamental del
alma, podemos, de hecho, influir en la dirección del karma.
Por otra parte, podemos preguntarnos, ¿qué ha sido de la sustancia tejida de luz en la que el
alma habita?
Tomemos el cuerpo, el hombre exterior en su parte material. Si a través de un proceso
kármico no se hubiera imprimido desde fuera del alma a la materia una sustancia de amor
como la que está impregnada por Lucifer o Ahriman; si sólo se hubiera vertido una
sustancia de amor pura, no habría sido impurificadora, o dañina para la sustancia tejida de
la luz. Si sólo el amor fluyera en la materia, entonces fluiría de tal manera en el cuerpo
humano que éste no podría ser dañado. Solamente porque un amor que ha absorbido
fuerzas luciféricas o ahrimánicas puede penetrar, la sustancia tejida de la luz se vuelve
menos perfecta de lo que originalmente se pretendía. Por lo tanto, es sólo debido a que se
vierten en el hombre influencias luciféricas o ahrimánicas durante sus encarnaciones
consecutivas, hace que la organización humana no sea lo que podría ser. Si fuera como
debería ser, manifestaría una sustancia humana saludable; pero debido a que ha absorbido
las actividades de Lucifer y Ahriman, resultan enfermedades y dolencias.
¿Cómo podemos extraer desde fuera esas influencias que han fluido desde dentro de un
alma imperfecta, es decir, desde una sustancia amorosa equivocada? ¿Qué le sucede al
cuerpo mediante este influjo de algo que es defectuoso? Según la Ciencia Espiritual algo
sucede que convierte la luz de alguna manera en su opuesto. La luz tiene su opuesto en la
oscuridad. Todo lo que se presenta, por extraño que parezca, como la profanación de lo que
está tejido de luz, es una oscuridad tejida por una influencia luciférica o ahrimánica. Por
eso vemos la oscuridad entretejida en la sustancia humana. Pero esta oscuridad sólo se
entretejió así porque el cuerpo humano se ha convertido en el portador del Ego que vive a
través de las encarnaciones. Esto antes no estaba allí. Sólo un cuerpo humano puede estar
sujeto a esta corrupción, porque tal corrupción no estaba antes contenida en lo que estaba
tejido de la luz.
El hombre de hoy obtiene la base de su vida material de lo que ha ido rechazando
gradualmente en el curso de la evolución - es decir, el reino animal, el reino vegetal y el
reino mineral. Estos también contienen las diferentes sustancias tejidas de luz para la
existencia de la Tierra. Pero en ninguna de estas sustancias aparecen las influencias que, en
el curso del karma humano, han actuado sobre el organismo a través del alma. Por lo tanto,
en los tres reinos que nos rodean, el hombre no puede, a través de su influencia luciférica o
ahrimánica, como la que emana de sus fuerzas de amor, tener un efecto contaminante. Nada
de él está aquí. Y lo que en el hombre se ha contaminado se extiende a su alrededor en toda
su pureza. Consideremos una sustancia mineral, una sal o cualquier otra sustancia que el
hombre también tiene o podría tener en su interior. Pero en él está entrelazada con la
sustancia del amor contaminada por Lucifer o Ahriman. Afuera, sin embargo, es pura. Así,
toda sustancia exterior se distingue de la que el hombre lleva dentro de él. Externamente es
siempre diferente de lo que es en el hombre, porque en él está entretejida con la influencia
ahrimánica o luciférica. Por eso, para todo lo que la sustancia externa puede ser más o
menos contaminada por el hombre, debe haber algo que se pueda encontrar externamente
representando la misma cosa en su condición pura. Lo que existe en el mundo en su pureza,
es la cura externa para la sustancia correspondiente en su estado dañado. Si se aplica esto
de la manera correcta al ser humano, entonces se tiene lo específico para la dolencia
correspondiente.
De esta manera encontramos de manera bastante objetiva, lo que se puede aplicar al cuerpo
humano como remedio. Aquí la enfermedad está caracterizada como una forma de
oscuridad - y lo que no está todavía oscuro como luz pura exterior tejida; y vemos por qué
somos capaces de eliminar la oscuridad que se encuentra en el hombre si traemos la
sustancia pura tejida de la luz para que se aplique sobre él. Así tenemos un remedio
específico para la enfermedad. Ahora bien, a menudo se ha señalado que los antropósofos,
en particular, no deben caer en el error estrecho de miras de negar que en tales casos existe
realmente un remedio específico contra tal o cual lesión, o que afecta beneficiosamente a
tal o cual órgano. Se ha dicho a menudo que el organismo tiene en su interior las fuerzas
con las que ayudarse a sí mismo. Aunque la Escuela de Terapéutica Nihilista de Viena
puede tener razón en su afirmación de que convocando a las fuerzas opuestas podemos
lograr una cura, podemos sin embargo ayudar en la cura con remedios específicos. Aquí
vemos un paralelo que se puede describir de la Ciencia Espiritual.
De lo que he dicho sobre la difteria, por ejemplo, se puede deducir que las causas kármicas
han afectado en este caso particularmente al cuerpo astral. Ahora bien, lo que está
estrechamente relacionado con el cuerpo astral es el reino animal, En aquellas formas de
enfermedad que están más estrechamente relacionadas con el cuerpo astral, siempre
encontrarán que la ciencia médica, impulsada inconscientemente por un tenue impulso,
busca remedios del reino animal. Para tales enfermedades cuyas causas se encuentran en el
cuerpo etérico, la ciencia busca remedios del reino vegetal. Se podría dar una interesante
conferencia sobre la relación de la dedalera púrpura con ciertas enfermedades del corazón.
Estas son cosas que, en la medida en que se basan en la verdad, no son correctas durante
cinco años solamente - como afirma un médico - y luego empiezan a estar equivocadas -
como en el caso de que sólo se tengan en cuenta los síntomas externos. Pero hay un cierto
tesoro de remedios que siempre se puede rastrear de alguna manera a alguna conexión con
la Ciencia Espiritual, que han sido heredados sin ningún conocimiento de dónde vinieron.
Así como hoy en día los astrónomos no saben que la teoría de Kant y Laplace vino de las
escuelas de misterio de la Edad Media, tampoco la gente sabe de dónde vinieron estos
valiosos remedios. Las causas de las enfermedades, que están conectadas con la naturaleza
del cuerpo físico, llevan al uso de remedios del reino mineral.
Una simple consideración de estas opiniones análogas proporcionará un punto de referencia
para estos asuntos. A través de su conexión con el mundo circundante, el hombre puede ser
ayudado desde dos lados diferentes: por un lado trayéndole amor transmutado del método
psíquico de curación y por otro lado trayéndole luz transmutada de varias maneras por
aquellos procesos que están conectados con métodos externos de curación. Todo lo que se
puede hacer es llevado a cabo ya sea por medios psíquicos internos - por amor - o por los
medios externos de luz densificada. Cuando un día la ciencia haya avanzado tanto como
para aprender a creer en lo suprasensible y en el dicho: "La materia es una forma de luz
condensada", entonces una luz espiritual será arrojada por estas palabras sobre la
investigación sistemática de los remedios externos. Por lo tanto, vemos que lo que durante
largas épocas, desde las escuelas de misterios del antiguo Egipto y la antigua Grecia, se
añadió gradualmente al tesoro de la curación no es una mera tontería, sino que en todas
estas cosas hay un núcleo sólido. La Antroposofía no existe para atacar una cierta escuela
de medicina y decir: "¡Allí dan venenos a la gente! La palabra veneno funciona hoy en día
como una sugerencia, y la gente no refleja lo relativa que es esta palabra. Porque, ¿qué es
'veneno'? Toda sustancia puede ser un veneno. Es sólo una cuestión de los métodos de
curación y de cuánto se toma a la vez. El agua es un veneno fuerte, si se toman diez cubos a
la vez. Los resultados de esto, considerados químicamente, no son muy diferentes de lo que
serían si se le diera a una persona cualquier otra sustancia. Depende siempre de la cantidad,
ya que todas estas ideas son relativas.
Por lo que hemos visto hoy, podemos alegrarnos de que por cada lesión que podamos
causar a nuestro cuerpo, se encuentre en la naturaleza circundante, que ahora se nos
presenta como el mundo, aquello que lo restaurará de nuevo por completo. También es una
hermosa relación que tenemos con el mundo exterior, y podemos alegrarnos no sólo porque
vemos las hermosas flores y las montañas brillando a la luz del sol, sino también porque
nuestro entorno está tan íntimamente conectado con lo que hay en el propio hombre, bueno
o malo. Podemos regocijarnos en la naturaleza, no sólo por lo que nos atrae a primera vista,
sino porque cuanto más nos adentremos en lo que se ha condensado en la existencia
material externa, más descubriremos que esta naturaleza que nos hace regocijarnos tiene en
su interior al mismo tiempo el poderoso sanador de todo el daño que el hombre puede
causarse a sí mismo. En algún lugar de la naturaleza el remedio está oculto. Se trata no sólo
de entender el lenguaje del sanador, sino también de obedecerlo y llevarlo a cabo
realmente. Hoy en día es en la mayoría de los casos imposible para nosotros escuchar la
voz de la naturaleza sanadora porque nuestra incomprensión de la luz, y la oscuridad que ha
penetrado en el conocimiento ha provocado en muchos aspectos condiciones que nos
impiden escuchar. Por lo tanto, debemos entender claramente que si en un caso no se puede
dar una ayuda adecuada, si debido a las conexiones kármicas, algún sufrimiento no puede
ser disminuido adecuadamente, esto no significa que no se pueda hacer en absoluto.
Aquí también vemos una conexión notable que nos permite percibir todo el gran mundo,
incluida la humanidad, como un único ser. En los dichos: "La materia es luz tejida", y "el
alma es de alguna u otra manera amor diluido", se encuentran las claves de innumerables
secretos de la existencia terrestre. Pero estos sólo sirven para la existencia de la tierra, y no
se refieren a ningún otro ámbito de la existencia del mundo. Así hemos demostrado nada
menos que nosotros, si de alguna manera alteramos la dirección del karma, nos unimos en
uno u otro caso con los elementos que componen nuestra existencia terrestre: por un lado
con la luz que se ha convertido en materia - y por otro lado con el amor que se ha
convertido en alma. Sacamos los remedios de nuestro entorno, de la luz condensada, o de
nuestra propia alma mediante el acto amoroso de curación, el acto de sacrificio, y luego
curamos con las fuerzas del alma obtenidas del amor. Nos unimos a lo que está más
profundamente justificado en la tierra, cuando, por un lado, nos unimos con la luz y por el
otro con el amor. Todas las condiciones de la tierra son de alguna manera condiciones de
equilibrio entre la luz y el amor y todo lo que no es saludable es una perturbación de ese
equilibrio. Si la perturbación está en el amor, podemos entonces ayudar desplegando las
fuerzas del amor; y si la perturbación está en la luz, podemos entonces ayudar proveyendo
de alguna manera por nosotros mismos, desde el universo, esa luz que es capaz de disolver
la oscuridad dentro de nosotros.
Estas son las formas fundamentales de ayuda, y vemos de nuevo cómo todo depende del
equilibrio de los opuestos. La luz y el amor son polos opuestos y de su entrelazamiento
dependen en última instancia todos los procesos psíquicos y materiales de nuestra vida. Por
lo tanto, en todas las esferas de la vida humana, la evolución continúa de época en época
con el equilibrio inclinándose primero hacia un lado y luego girando de nuevo hacia el otro,
de modo que la evolución se asemeja al surgimiento de las olas. Este movimiento de un
equilibrio inestable arroja luz incluso en los procesos más complejos de la civilización.
Tomemos un período en el que ciertas afecciones entraron en la evolución de la humanidad
porque el hombre sólo contemplaba lo interno y descuidaba lo externo, por ejemplo, en la
Edad Media. Fue entonces cuando a través del florecimiento del lado místico, lo externo
permaneció desatendido y se produjeron errores no sólo en el conocimiento sino en la
acción. Luego siguió la edad en la que el misticismo era rechazado y se sentía atraído por el
mundo exterior para hacer que el péndulo oscilara hacia el lado opuesto.
Aquí está la transición de la Edad Media a los tiempos modernos y muchas de estas
perturbaciones del equilibrio, se manifiestan de diferentes maneras.
A este respecto me gustaría señalar que justo en tiempos como el nuestro, una característica
en muchas personas es que olvidan completamente, y no prestan atención, a lo que se puede
llamar "la conciencia de un mundo súprasensible". No prestan ninguna atención al hecho de
que hay un mundo espiritual, y por lo tanto alejan sus pensamientos de él. En tal época, o
en todas las épocas, siempre hay una contrapartida en ciertos aspectos. Me gustaría
mostrarles esto de una manera muy simple.
Cuando hay personas en el plano físico que están tan absortos en lo físico que olvidan
completamente lo espiritual, entonces aparece una tendencia contraria entre las almas que
viven en el mundo espiritual entre la muerte y un nuevo nacimiento - una tendencia que
trabaja desde el plano físico al espiritual - impulsándolas a ocuparse de las influencias que
actúan desde el mundo espiritual al físico. Esto es lo que provoca en el mundo físico la
intervención de las almas que aún están en ese estado antes del nacimiento. Estas almas
trabajan en el mundo físico según los medios que se les ofrecen y pueden trabajar
indirectamente a través de personas que son más sensibles a tal influencia del mundo
espiritual. Para que esto sea más claro, no hay que aceptar todo lo que pretende ser una
revelación del mundo espiritual. Hay que distinguir los casos característicos reales en los
que los muertos están ansiosos y muestran de manera palpable que existe efectivamente un
mundo espiritual. Debido a que hay tantas personas completamente en la oscuridad, que
han tejido tanta oscuridad en sí mismos que no desean saber nada sobre el mundo espiritual,
hay, por otra parte, entre los muertos muchos que tienen el impulso de trabajar en el mundo
físico. Tales cosas generalmente ocurren cuando no se hace nada deliberadamente para
llevarlas a cabo en el plano físico y se producen sin una preparación especial.
Encontrará muchas pruebas de estas cosas recogidas en el libro de nuestro amigo, Ludwig
Deinhard, Das Mysterium des Menschen (El Misterio del Hombre). Aquí se ha recogido y
sistematizado mucho que es justo lo que se necesita, y que en la literatura científica de hoy
está tan disperso que es imposible que todos lo recojan juntos. Por lo tanto, es bueno tener
en este libro una colección de estos hechos espirituales, que, como ven, son eminentemente
característicos de un aspecto de nuestra época. Encontrarán muy bien descrito en este libro
el hecho característico de un investigador, que por métodos materialistas se había esforzado
en su vida terrenal por dar todas las pruebas posibles del mundo espiritual - me refiero al
difunto Federico Myers - y que después de su muerte se vio fuertemente impulsado a
mostrar a la humanidad por medio de las radiaciones del mundo espiritual y con la ayuda
del mundo espiritual, lo que se había esforzado por hacer cuando estaba aquí.
Esto pretende ilustrar cómo en el mundo y en los asuntos mundiales vemos continuas
perturbaciones del equilibrio, y luego otra vez los esfuerzos para el restablecimiento del
equilibrio.
Esta continua perturbación y restauración del equilibrio entre los dos elementos de la luz y
el amor es fundamental para nosotros; y en el karma humano, de encarnación en
encarnación, ambos trabajan para restaurar la condición perturbada. El karma, trabajando su
camino tortuoso a través de las encarnaciones es precisamente un equilibrio tan perturbado,
hasta que el hombre, después de todas sus encarnaciones, creará por fin el equilibrio final
que puede ser alcanzado en la tierra. Habiendo cumplido su misión en la tierra, evoluciona
entonces a una nueva forma planetaria.
Me he esforzado en exponer algunos hechos, sin los cuales un establecimiento más
profundo de las conexiones y leyes kármicas sería imposible. No he dejado de tocar hoy
esos misterios para los cuales nuestra ciencia moderna no estará madura por mucho tiempo:
la materia es en realidad luz tejida, y lo que pertenece al alma es de alguna u otra manera
amor refinado. Estos son antiguos proverbios ocultos, pero son proverbios que seguirán
siendo verdaderos para siempre y que resultarán fructíferos para la evolución humana, no
sólo para el conocimiento, sino también para el trabajo y la acción humana.

CONFERENCIA 11

EL KARMA INDIVIDUAL Y DE LA HUMANIDAD.


Hamburgo 28 de mayo de 1910
Todavía hay mucho que decir sobre las diversas manifestaciones del karma; pero como esta
es nuestra última conferencia, y el tiempo es necesariamente corto para un tema tan amplio,
fácilmente se entiende que mucho de lo que se podría decir, tal vez mucho de lo que está en
sus mentes en forma de preguntas, no puede ser tratado en este momento. Pero nuestro
movimiento antroposófico continuará, y lo que en un curso de conferencias debe
necesariamente quedar sin respuesta, puede en otra ocasión ser continuado y explicado más
adelante.
Repetidamente se habrá presentado ante sus mentes que en la ley del karma, el hombre
experimenta algo que está organizado de tal manera que en cada momento de nuestra vida
podemos mirar lo que hemos pasado, lo que hemos hecho, pensado y sentido en las
encarnaciones anteriores a la nuestra, y siempre encontraremos que nuestro destino humano
interior y exterior momentáneo puede ser comprendido a la luz de un "Relato de vida", en
el que por un lado ponemos todas las experiencias inteligentes, razonables y sabias, y por el
otro todo lo que es irracional, malvado o feo. En un lado o en el otro habrá un exceso que
significa en cualquier momento de la vida el destino de ese momento.
Ahora pueden surgir varias preguntas a este respecto, y la primera sería: ¿Cómo se conecta
lo que los seres humanos hacen como sociedad con lo que llamamos "karma individual"?
Ya hemos tocado estas preguntas desde otros aspectos. Si miramos hacia atrás a cualquier
acontecimiento de la historia, hacia atrás, por ejemplo, a las guerras persas, nos será
imposible creer que estos acontecimientos - mirados en primer lugar desde el punto de vista
griego - representan algo que sólo se puede escribir en el libro del destino de los hombres
individuales, que en el plano físico pueden parecer las personas más directamente
interesadas. Piensen en todos los líderes de las guerras persas, en todos los hombres que se
sacrificaron en aquella época, en todo lo que hicieron los individuos - desde los líderes
hasta los individuos separados - en las legiones griegas de aquella época. Si realmente
consideramos tal evento de manera razonable, ¿podríamos atribuir lo que cada persona por
separado hizo en aquel tiempo únicamente a la cuenta kármica de ese individuo? Nos
resultaría imposible hacerlo. ¿Podríamos imaginar que en los eventos que le suceden a toda
una nación o a una gran parte de la humanidad civilizada, no ocurre nada más allá de que
cada individuo humano por separado simplemente vive su propio karma? Esto no es
posible. En el curso de la evolución histórica debemos proceder siempre de un
acontecimiento a otro, y veremos que en la evolución de la propia humanidad se encuentran
tanto el significado como la significación, pero que tales acontecimientos no pueden ser
idénticos al karma particular de los individuos separados.
Podemos reflexionar sobre un acontecimiento como el de las guerras persas, y preguntarnos
qué significado tuvieron en el curso de la evolución humana. En el Este se había
desarrollado una cierta civilización brillante. Pero como toda luz tiene su sombra, debemos
ver claramente que esta civilización oriental sólo iba a ser alcanzada por la humanidad a
costa de ciertos elementos oscuros y sombríos que no deberían haber tenido lugar en la
evolución humana. Esta civilización tenía un lado oscuro pronunciado - el impulso de
extender sus fronteras por medio de la fuerza física. Si este deseo de engrandecimiento no
hubiera existido, es evidente que toda esa civilización oriental no habría nacido. No se
puede pensar en lo uno sin lo otro. Para que el hombre pudiera evolucionar más, la
civilización griega, por ejemplo, tuvo que desarrollarse a partir de principios muy
diferentes. Pero la civilización griega no pudo tener un comienzo directo. Tuvo que obtener
ciertos elementos de fuera y los tomó prestados de la civilización oriental. Varias leyendas
sobre héroes que desde Grecia pasaron a Oriente, representan de hecho cómo los alumnos
de ciertas escuelas griegas fueron a Oriente y trajeron a los griegos los tesoros de la cultura
oriental que podían ser transformados por medio del talento nacional griego. Pero para ello
era necesario erradicar la cara oculta de esta cultura - el impulso de avanzar hacia el Oeste
por medio de una fuerza puramente externa. La civilización romana que sucedió a la griega,
y todo lo que contribuyó a la evolución de la humanidad europea no habría sido posible si
los griegos no hubieran preparado el terreno con un mayor desarrollo de la civilización
oriental - si no hubieran derrotado a los persas y lo que les pertenecía. Así, lo que había
sido creado en Asia fue purificado por la expulsión de los asiáticos.
Muchos eventos en la evolución del mundo pueden ser considerados de esta manera, y uno
obtiene entonces una imagen sorprendente. Si diéramos un curso de conferencias que se
extendiera a lo largo de tres o cuatro años y durante ese tiempo sólo pensáramos en los
documentos tradicionales e históricos de la humanidad, veríamos entonces el desarrollo de
algo que podríamos llamar realmente un plan en la evolución de la humanidad. Podríamos
entonces estudiar dicho plan y decirnos a nosotros mismos, "esto tenía que ser alcanzado;
tenía esta cara oculta que más tarde tenía que ser desechada; los tesoros que habían sido
adquiridos tenían que pasar a otro, y allí se perfeccionarían más".
Después de que los griegos se hubieran llevado los tesoros adquiridos por un tiempo, se
produjo la caída de Grecia, y Roma ocupó su lugar. De esta manera deberíamos llegar a un
plan de evolución humana, para que al hablar de este plan nunca pudiéramos caer en el
error de decir: "¿Cómo es que, por ejemplo, sólo Jerjes o Milciades o Leónidas tuvieron tal
o cual karma individual? Debemos considerar este karma individual como algo que debe
ser determinado y entrelazado con el plan de la evolución de la humanidad. Esto no puede
ser entendido de ninguna otra manera; y este es también el punto de vista de la Ciencia
Espiritual. Pero si este es el caso, debemos decir: En este avance bien planeado de la
evolución humana debemos ver algo que es una cosa por sí misma, que es continua en sí
misma, de una manera similar a la que los eventos kármicos en las vidas humanas
individuales están conectados entre sí, y debemos investigar más: "¿Qué relación tiene tal
plan de toda la evolución de la humanidad con el karma individual del hombre?
Consideremos primero lo que podríamos llamar el "destino" de la evolución humana en sí
misma.
Cuando miramos atrás vemos cómo surge una civilización tras otra, y cómo la evolución de
un pueblo sigue a la de otro. Vemos además cómo una nación tras otra adquiere esto o
aquello que es nuevo, cómo algo permanece de las distintas civilizaciones nacionales que es
permanente, pero cómo justamente por eso las naciones deben morir, de modo que los
tesoros que cada nación separada ha adquirido puedan ser guardados para las
correspondientes épocas posteriores de la evolución humana. Debemos, por lo tanto,
encontrar muy comprensible lo que la Ciencia Espiritual tiene que decir, que en el continuo
avance de la evolución humana se puede en primer lugar distinguir claramente dos
corrientes. Consideremos cómo en todo el curso de la evolución de la humanidad existe lo
que podemos considerar como una "corriente continua", dentro de la cual se desarrolla
oleada tras oleada, y lo que la anterior ha adquirido es arrastrado a la siguiente. Podemos
hacernos una idea de esto si miramos hacia atrás a la primera civilización de la era Post-
Atlante, y observamos los grandes logros de la antigua India. Pero si comparamos esto con
el débil eco de ello que se contiene en los antiguos Vedas, que aunque son, sin duda,
bastante maravillosos, no son sino un tenue reflejo de lo que los Rishis alcanzaron y de lo
que la Ciencia Espiritual nos relaciona de la gran cultura de los indios, nos vemos obligados
a admitir que la grandeza original de lo que este pueblo logró para la humanidad ya se
había desvanecido cuando se comenzó a preservar este tesoro de la cultura humana en esas
hermosas producciones poéticas. Pero lo que la cultura india ganó inicialmente fluyó en el
curso general de la evolución humana y esto por sí solo hizo posible que se desarrollara
más tarde, lo cual fue requerido nuevamente por un pueblo joven, no por un pueblo ya
envejecido. Los indios tuvieron primero que ser conducidos de vuelta al sur de la Península,
y luego evolucionó en Persia la visión zaratustrista del mundo. ¡Qué sublime era esta visión
del mundo cuando surgió, y como se deterioró en un tiempo comparativamente corto en los
pueblos que la habían recibido! En Egipto y Caldea vemos que ocurre lo mismo. Luego
vemos el paso de la sabiduría oriental a Grecia, y vemos a los griegos derrotar lo que es
oriental en el plano físico externo. Luego vemos todo lo que todo el Oriente había adquirido
tomado en el regazo de Grecia y entretejido con mucho que había sido adquirido en varios
ámbitos de Europa. A partir de esto se creó una nueva cultura, que luego de varias maneras
indirectas se volvió capaz de recibir el impulso de Cristo y de transplantarlo a Occidente.
Encontramos esta corriente constante de civilización en la que vemos oleada tras oleada, y
cada oleada sucesiva es a la vez una continuación de la anterior y una nueva contribución a
la humanidad. ¿Pero cuál fue el origen de todo esto? Recuerden todo lo que cada nación
experimenta en su propia cultura. Piense en la acumulación de emociones y percepciones
en innumerables individuos, de deseos y entusiasmos que fomentan el impulso de esta
cultura. Piense en cómo los individuos se unieron en un único impulso cultural, de modo
que a través de incontables siglos de desarrollo humano, una nación tras otra, desarrollando
los sucesivos impulsos culturales, cada uno vivió sus entusiasmos; pero también vivió en
una especie de ilusión. Cada uno de ellos creía que el logro particular de esa cultura no era
transitorio sino eterno. Por eso sólo se hizo posible gracias al trabajo abnegado de los
distintos pueblos, porque la ilusión siempre sobrevivió. Incluso hoy en día la ilusión existe;
aunque no estamos tan absolutamente obligados a ella y no hablamos de nuestra cultura
como necesariamente eterna.
He ahí dos cosas necesarias para las civilizaciones nacionales, y que sólo empiezan a
cambiar en nuestros días. El primer ámbito de la vida espiritual humana en el que tales
ilusiones no pueden persistir, es el de la Antroposofía. Sería un grave error para un
antropósofo creer que las formas en las que nuestro conocimiento se viste ahora y la línea
de pensamiento que somos capaces de dar hoy a partir de nuestro pensamiento, sentimiento
y voluntad antroposófica, son eternas. Sería muy miope suponer que dentro de tres mil años
todavía habría personas que hablarían de las verdades antroposóficas como nosotros
mismos lo hacemos hoy. Sabemos que estamos obligados, debido a las condiciones de
nuestro tiempo, a imprimir algo de la continua corriente de evolución en las formas actuales
de pensamiento y que nuestros sucesores expresarán sus experiencias de estas cosas en
formas completamente diferentes. ¿Por qué es así? A lo largo de muchos siglos y miles de
años de cultura humana, la civilización impuso a cada individuo experiencias a través de las
cuales se contribuyó a la evolución colectiva de las naciones. Piense en las innumerables
experiencias que se vivieron en la antigua Grecia, y piense en lo que surgió de eso más
tarde como un extracto para toda la humanidad! Entonces dirás: En esto hay algo más que
las simples corrientes individuales. Muchas cosas ocurren por el bien de esta corriente
primordial.
Así que debemos observar dos cosas: primero, algo que debe surgir y morir, para que de su
totalidad una segunda cosa, que en proporción es la parte más pequeña, pueda sobrevivir
como algo duradero. Cuando nos demos cuenta de que en la evolución de la humanidad,
desde que existe el karma individual humano, actúan dos poderes o seres que siempre
hemos encontrado activos -Lucifer y Ahriman-, sólo entonces comprenderemos el progreso
de la evolución humana. Porque el objetivo de esta evolución es que, finalmente, cuando la
Tierra haya alcanzado su meta, esas experiencias que se fueron encarnando gradualmente
en toda la evolución humana a partir de las diferentes civilizaciones, darán fruto para cada
individuo por separado, independientemente del destino particular que pueda haber tenido
cada uno. Pero sólo podemos ver esta meta si miramos la evolución del mundo a la luz de
la Antroposofía. Para que nadie se engañe a sí mismo. Pensar en tal meta de manera
correcta, con toda la fuerza de la individualidad humana, sin la fusión de la individualidad
en alguna nebulosa unidad panteísta, sino de tal manera que la individualidad se mantenga
plenamente, de modo que en ella fluya lo que la humanidad en su conjunto ha adquirido -
esta meta sólo puede verse clara y definitivamente cuando el alma se desarrolla por medio
de la Antroposofía.
Si miramos hacia atrás a las civilizaciones anteriores, vemos que desde que las
individualidades humanas se han encarnado, Lucifer y Ahriman han tenido una
participación en la evolución de la humanidad. Lucifer, por su parte, siempre busca
participar en la corriente progresiva de la civilización estableciéndose en los cuerpos
astrales humanos, e impregnándolos con el impulso de Lucifer. Lucifer continúa su
existencia durante el curso de la evolución de la humanidad trabajando en los cuerpos
astrales humanos. El hombre nunca podría adquirir lo que Lucifer le da, únicamente a partir
de los poderes que propician el flujo continuo de la civilización que acabamos de describir.
Si se separa esta corriente de civilización de todo el curso progresivo de la humanidad,
entonces se tiene una riqueza cada vez mayor que los Seres Espirituales normalmente
progresivos de las Jerarquías hacen que se vierta en la humanidad. Debemos mirar a las
Jerarquías y decir: Aquellos que pasan por su evolución normal proporcionan a la
civilización terrestre lo que es la posesión duradera de la humanidad, que fue, ciertamente,
transformada más tarde, pero que sin embargo se ha convertido en una posesión duradera.
Es como un árbol y su savia. Y así obtenemos una corriente constante de vida en las
civilizaciones en progreso.
A través de los seres de las jerarquías que están atravesando por una evolución normal por
su propia cuenta, el hombre habría guiado su Ego cada vez más con este enriquecimiento
progresivo de la evolución humana. De vez en cuando habría fluido en lo que lleva al
hombre más lejos. El hombre se habría llenado cada vez más de los dones del mundo
espiritual, y por fin, cuando la tierra hubiera alcanzado su meta, es lógico que el hombre
poseería dentro de sí todo lo que se le haya concedido desde los mundos espirituales. Pero
entonces una cosa no habría sido posible. El hombre no habría sido capaz de desarrollar el
original y sagrado ardor, la devoción y el entusiasmo que surgen de una civilización tras
otra. Del mismo suelo del que brotan todos los deseos y todos los anhelos, brota también el
deseo de grandes ideales, el deseo de la felicidad de la humanidad, de las realizaciones del
Arte en los sucesivos períodos de la civilización humana. De la misma tierra de la que
brotan los deseos perjudiciales que conducen al mal, brota también la lucha por lo más alto
que se puede lograr en la tierra. Y lo que enciende el alma humana para el bien más
elevado, no existiría si, por otra parte, el mismo deseo no se hundiera en la maldad y el
vicio. La posibilidad de esto en la evolución humana es obra de los espíritus luciféricos. No
debemos dejar de reconocer que los espíritus luciféricos han traído la libertad a la
humanidad al mismo tiempo que la posibilidad del mal, la receptividad libre para lo que de
otro modo sólo fluiría en el alma humana.
Pero hemos visto en otras ocasiones, que todo lo provocado por Lucifer encuentra su
contrapartida en Ahriman. Vemos a Lucifer y a todas sus huestes trabajar en lo que
proporcionó a la evolución humana el impulso de la civilización griega, en los héroes
griegos, en los grandes hombres y artistas de Grecia. Penetra en los cuerpos astrales y
enciende en ellos el entusiasmo por lo que honran como lo más alto. Así que lo que iba a
fluir en la evolución a través de Grecia se convirtió al mismo tiempo en un entusiasmo en el
alma del pueblo. Este es precisamente el reino de Lucifer, porque Lucifer debe su poder a la
evolución de la Luna y no a la de la Tierra. Él es un desafío para Ahriman, y a medida que
Lucifer desarrolla su actividad de una época a otra, Ahriman se une y, poco a poco, echa a
perder lo que Lucifer ha traído a la Tierra. La evolución del hombre es una acción y
reacción continua entre Ahriman y Lucifer. Si Lucifer no estuviera en la humanidad,
faltarían el celo y el fuego por el progreso continuo del desarrollo humano; si Ahriman no
estuviera allí, destruyendo de nuevo, nación tras nación, lo que viene, -no por la corriente
constante, sino por el impulso luciférico-, entonces Lucifer querría perpetuar cada
civilización. Aquí se ve a Lucifer descargando su propio karma sobre sí mismo. Esta es una
consecuencia necesaria de su evolución en la antigua Luna. Y la consecuencia ahora es que
siempre debe encadenar a Ahriman a sus talones: Ahriman es la realización kármica de
Lucifer.
Así, con el ejemplo de los seres ahrimánicos y luciféricos, obtenemos una visión del karma
de los seres superiores. Allí también reina el karma. El karma está en todas partes donde
hay egos. Lucifer y Ahriman naturalmente tienen egos y por lo tanto los efectos de sus
actos pueden reaccionar sobre sí mismos. Muchos de esos secretos se tocarán en el verano,
en la serie de conferencias sobre "Secretos de la Historia Bíblica de la Creación", pero hay
una sola cosa sobre la que me gustaría llamar su atención, mostrándoles la profunda
importancia de cada palabra en los verdaderos registros ocultos.
¿Nunca has pensado cómo es que en la Historia de la Creación de la Biblia, al final de cada
día de la creación aparece la frase: "Y los Elohim vieron la obra, y vieron que era muy
buena"? Esa es una frase significativa. ¿Por qué está ahí? La frase en sí misma muestra que
se refiere a una característica de los Elohim cuya evolución es normal en la antigua Luna y
cuyo oponente es Lucifer. Se da como una especie de característica perteneciente a los
Elohim que después de cada día de la creación viesen que "era muy bueno". Se da por la
razón de que este era el grado de progreso alcanzado por los Elohim. En la Luna sólo
podían ver su trabajo mientras lo realizaban, no podían tener una conciencia posterior de
ello. El hecho de que posteriormente pudieran mirar hacia atrás reflexivamente a su trabajo,
marca una etapa particular en la conciencia de los Elohim. Esto sólo se hizo posible en la
tierra, y su carácter interno se muestra por el hecho de que el elemento de la voluntad fluye
desde el ser de los Elohim, de modo que cuando lo vieron vieron que era muy bueno. Esos
eran los Elohim que habían completado su tarea en la Luna y que, cuando la miraron
después en la tierra, pudieron decir: "Puede permanecer, es muy bueno". Pero para eso era
necesario que la evolución de la Luna se completara.
¿Y qué hay de los seres luciféricos, que no habían completado su desarrollo lunar?
También deben tratar de mirar hacia atrás en su trabajo cuando están en la tierra, por
ejemplo, a su participación en el ardor y el entusiasmo de la civilización griega. Viendo
luego cómo, poco a poco, Ahriman lo desmenuzaba, tendrían que decir, puesto que no lo
habían completado: "Al ver el trabajo del día, he aquí que no era de lo mejor; había que
borrarlo".
Esta es la gran desilusión de los espíritus luciféricos; siempre tratan de hacer su trabajo de
nuevo, siempre tratan de hacer oscilar el péndulo de nuevo al otro lado, y siempre
encuentran su trabajo de nuevo destruido por Ahriman. Hay que pensar en ello como un
flujo y reflujo en la marea de la evolución humana, un continuo despertar de nuevas fuerzas
por parte de seres más elevados que nosotros mismos, y la experiencia por parte de ellos de
continuas decepciones. Eso entra en la experiencia de los espíritus luciféricos en la
evolución de la Tierra. El hombre tuvo que asumir este karma en sí mismo, porque sólo así
pudo alcanzar la verdadera libertad que sólo puede desarrollarse cuando el hombre mismo
da el propósito más elevado a su Ego terrestre. Ese Ego que el hombre habría tenido, si al
final de la evolución terrestre se le dieran todas las metas, no podría ser libre en un sentido
verdadero; porque desde el principio estaba predestinado a que todo el bien de la evolución
terrestre fluyera en él. El hombre sólo podía liberarse añadiendo al Ego otro Ego capaz de
equivocarse, que se balancea siempre de un lado a otro entre el bien y el mal, y que todavía
es capaz de luchar una y otra vez por lo que es la finalidad de la evolución terrestre. El Ego
inferior tenía que unirse al hombre a través de Lucifer, de modo que la lucha ascendente del
hombre hacia el Ego superior debía ser obra suya. Sólo así es posible el "libre albedrío"
para la humanidad. El libre albedrío es algo que el hombre puede adquirir gradualmente, ya
que está situado de tal manera en su vida que el libre albedrío flota ante él como un ideal.
¿Existe un movimiento en la evolución humana cuando el libre albedrío es libre? Nunca es
libre, porque en cualquier momento puede sucumbir al elemento luciférico y arimánico; no
es libre porque cada hombre, cuando ha pasado por las puertas de la muerte, en el tiempo
ascendente de la purificación - tal vez durante varios decenios - tiene impresiones que son
definitivas y determinadas. La parte esencial de kamaloca es que debemos ver hasta qué
punto somos todavía imperfectos a causa de nuestros fallos en el mundo, que debemos ver
en detalle de qué manera nos hemos vuelto imperfectos. De ahí la decisión de rechazar todo
lo que nos ha hecho imperfectos. De este modo, la vida en kamaloca añade una intención a
otra, y la conclusión de que volvemos a hacer bien todo aquello que hicimos y pensamos
que nos rebajó. Eso que sentimos entonces se imprime en nuestra vida posterior y entramos
en la existencia a través del nacimiento con esa decisión e intención así cargada con nuestro
propio karma. Por lo tanto, no podemos hablar de libre albedrío cuando hemos entrado en
la existencia a través del nacimiento. Podemos decir que nos acercamos más al "libre
albedrío", sólo cuando hemos logrado dominar las influencias de Lucifer y Ahriman, y
podemos obtener el dominio sobre las influencias luciféricas y ahrimánicas, sólo por medio
del conocimiento. En primer lugar, a través del autoconocimiento, nos hacemos cada vez
más capaces - incluso en la vida entre el nacimiento y la muerte - de aprender a conocer
nuestras debilidades en los tres aspectos del alma, en el pensar, sentir y querer. Si nos
esforzamos constantemente por no ceder a ninguna ilusión, entonces crece en nuestro Ego
esa fuerza por medio de la cual somos capaces de resistir la influencia luciférica; porque
entonces nos daremos cuenta cada vez más del verdadero valor de esos tesoros de la
humanidad. En segundo lugar, podemos obtener esta capacidad por medio del
conocimiento del mundo exterior, que debe ser complementado por el conocimiento de sí
mismo - ambos deben trabajar juntos. Debemos unir el auto conocimiento y el
conocimiento del mundo exterior con nuestro propio ser y entonces seremos muy claros en
cuanto a nuestra posición con respecto a Lucifer.
Es característico de la Antroposofía que a través de ella podamos arrojar luz sobre estas
cuestiones hasta qué punto las inclinaciones y las emociones, y hasta qué punto Lucifer y
Ahriman juegan en cada acción humana. ¿Qué hemos hecho en este curso de conferencias,
aparte de explicar de cuántas maneras diferentes trabajan las fuerzas luciféricas y
ahrimánicas en nuestras vidas? En nuestra era actual, la iluminación de las fuerzas
luciféricas y ahrimánicas puede comenzar, y el hombre debe ser iluminado con respecto a
ellas si realmente desea contribuir algo para el logro del objetivo de la humanidad terrenal.
Si miras a tu alrededor, en todos los lugares donde existe el sentir y el pensar humanos,
puedes ver lo lejos que están los hombres de una verdadera iluminación de las influencias
de Lucifer y Ahriman, y encontrarás que un gran número de personas no desean tal
iluminación. Verás que una gran parte de la humanidad sucumbe a un cierto egoísmo
religioso, y es vencida por el sentimiento de que sobre todo deben alcanzar en sus propias
almas el mayor grado de bienestar. Este egoísmo es tal que la gente no es en absoluto
consciente de que las pasiones más fuertes pueden jugar un papel en él. En ningún otro
lugar Lucifer desempeña un papel más importante que cuando las personas, impulsadas por
sus emociones y deseos, se esfuerzan por ascender a la Divinidad sin que ésta haya sido
iluminada por la luz del conocimiento. ¿No crees que Lucifer está frecuentemente presente
allí donde la gente cree que se esfuerza por lo más alto? Pero las formas por las que se
esfuerzan de esta manera también pertenecerán a los desencantos de Lucifer, y aquellas
personas cuyos deseos erróneos les hacen creer que son capaces de recibir tal o cual forma
de cultura espiritual, que predican una y otra vez que esta Antroposofía es tan mala porque
cree en algo nuevo, deberían reflexionar que no depende de la voluntad humana que
Ahriman se aferre a los talones de Lucifer. Y las formas que han surgido en el curso del
desarrollo, debido a que Ahriman se entremezcla, también perecerán nuevamente a través
de Lucifer. Solo la corriente constante de la evolución humana se salvará.
En una evolución anterior, como sabemos, ciertos seres se sacrificaron retrasando su
desarrollo. Estos seres viven su karma por nuestro bien, para que podamos expresar de
manera normal lo que estos seres pueden otorgarnos. De hecho, Jehová originalmente
vertió en la humanidad por medio del Aliento Divino, la capacidad de absorber el Ego. Si
únicamente hubiera entrado ese Aliento Divino que late en la sangre humana, sin aquello
que nos aleja de ella; de hecho, si el impulso luciférico así como el ahrimánico no
estuvieran actuando, ciertamente el hombre habría sido capaz de alcanzar el don real de
Jehová, pero no lo habría percibido con una libertad autoconsciente.
Hoy en día podemos mirar hacia atrás a muchas decepciones de Lucifer, pero también
podemos mirar hacia un futuro en el que podemos aprender más y más para entender cuál
es la verdadera corriente de la evolución. La antroposofía será el instrumento para la
comprensión de esto y nos ayudará a ser más conscientes de las influencias de Lucifer, más
capaces de reconocerlo dentro de nosotros mismos, y por lo tanto más capaces de hacer
buen uso de él conscientemente; porque antes funcionaba pero como un impulso débil. Lo
mismo se aplica, por supuesto, a las influencias ahrimánicas.
A este respecto, quizás pueda llamar la atención sobre el hecho de que tenemos ante
nosotros un importante período de la evolución humana, una época en la que las fuerzas del
alma se invierten. Es una época en la que ciertas personas -muy pocas- desarrollarán
capacidades diferentes a las reconocidas hoy en día. Por ejemplo, el cuerpo etérico del
hombre, además del cuerpo físico, sólo puede ser visto por aquellos que han sido sometidos
a un entrenamiento metódico. Pero incluso antes de la mitad del siglo XX habrá personas
que posean una clarividencia etérica natural, que, puesto que la humanidad ha llegado a la
época en que ésta se desarrollará como un don natural, percibirán el cuerpo etérico como
algo que impregna el cuerpo físico y se extiende más allá de él. De la misma manera que el
hombre, una vez que ha sido capaz de ver en el mundo espiritual, ha descendido a la
percepción meramente física y a la comprensión intelectual del mundo exterior, así
comienza a desarrollar gradualmente nuevas y conscientes capacidades que se añadirán a
las antiguas. Una de estas nuevas capacidades que me gustaría caracterizar.
Habrá personas -al principio sólo unas pocas, ya que sólo en el transcurso de los próximos
dos o tres mil años estas capacidades evolucionarán en mayor número, y estos primeros
precursores nacerán antes de que termine la primera mitad del siglo XX- que tendrán una
experiencia algo así como la siguiente. Después de participar en alguna acción se retirarán
de ella, y tendrán ante ellos una imagen que surge del acto en cuestión. Al principio, no lo
reconocerán; no encontrarán en él ninguna relación con lo que han hecho. Al final verán
que este cuadro, que les aparece como una especie de imagen onírica consciente, es la
contrapartida de su propia acción; es el cuadro de la acción que debe tener lugar, para que
se produzca la compensación kármica de la acción anterior.
Por lo tanto, nos estamos acercando a una época en la que los hombres comenzarán a
entender el karma no sólo a partir de las enseñanzas y presentaciones de la Ciencia
Espiritual, sino en la que comenzarán a ver realmente el karma. Mientras que hasta ahora el
karma era para el hombre un oscuro impulso, un oscuro deseo, que sólo podía cumplirse en
la vida siguiente, que sólo podía transformarse en una intención entre la muerte y un nuevo
nacimiento, el hombre evolucionará gradualmente hacia una percepción consciente del
trabajo de Lucifer y su efecto. Ciertamente, sólo tendrán este poder de clarividencia etérica
aquellos que se hayan esforzado por el conocimiento y el autoconocimiento. Pero incluso
en circunstancias normales los hombres tendrán cada vez más ante sí las imágenes kármicas
de sus acciones. Eso los llevará más y más lejos, porque verán lo que aún deben al mundo -
lo que está en el lado deudor de su karma. Lo que nos impide ser libres es que no sabemos
lo que todavía debemos y por lo tanto no podemos hablar realmente de libre albedrío en
relación con el karma. La expresión "libre albedrío" en sí misma es incorrecta, ya que el
hombre sólo se hace libre a través de un conocimiento cada vez mayor, a través de elevarse
cada vez más y crecer cada vez más en el mundo espiritual. Al hacerlo, se llena de los
contenidos del mundo espiritual, y se convierte en mayor grado en el director de su propia
voluntad. No es la voluntad la que se hace libre, sino el hombre que se impregna de lo que
puede conocer y ver en el ámbito espiritualizado del mundo.
Así pues, miramos los hechos y las decepciones de Lucifer y decimos: De esta manera,
hace miles de años, se sentaron los cimientos de lo que defendemos; porque si no nos
apoyamos en esos cimientos, no podremos evolucionar hacia la libertad. Pero después de
que nos hayamos iluminado sobre Lucifer y Ahriman, podemos obtener una relación
diferente con estos poderes; podemos recoger los frutos de lo que han hecho; podemos, por
así decirlo, hacernos cargo de la obra de Lucifer y Ahriman. Sin embargo, los actos de los
que Lucifer es autor y que siempre han provocado desilusiones deben transformarse en su
contrario cuando los realizamos nosotros. Los actos de Lucifer necesariamente despertaron
deseos, y condujeron al hombre a dar como resultado el mal. Si nosotros mismos
contrarrestaremos a Lucifer, si regularemos sus asuntos en el futuro, sólo el amor que hay
en nosotros podrá sustituir los actos de Lucifer: pero el amor podrá hacerlo.
De la misma manera, cuando eliminemos gradualmente la oscuridad que entretejemos en la
sustancia externa, de modo que superemos completamente la influencia ahrimánica,
reconoceremos el mundo como realmente es. Penetraremos en aquello en lo que realmente
consiste la materia, en la naturaleza de la Luz. En la actualidad la ciencia misma está sujeta
a múltiples engaños en cuanto a la naturaleza de la luz. Muchos de nosotros creemos que
vemos la luz con nuestros ojos físicos. Eso no es correcto. No vemos la luz, sino sólo
cuerpos iluminados. No vemos la luz, sino que vemos a través de la luz. Todos estos
engaños serán eliminados para que la imagen del mundo se transforme, porque
necesariamente bajo la influencia de Ahriman se entretejió con el error, pero de ahí en
adelante estará impregnada de sabiduría. El hombre, al avanzar hacia la luz, desarrollará la
contraparte psíquica de la luz, que es la sabiduría.
Por este medio el Amor y la Sabiduría entrarán en el alma humana. El Amor y la Sabiduría
se convertirán en la fuerza práctica, el impulso vital que resulta de la Antroposofía. La
Sabiduría que es la contraparte interior de la Luz, la Sabiduría que puede unirse al Amor, y
el Amor cuando está impregnado de Sabiduría; estos dos nos llevarán a la comprensión de
lo que actualmente está inmerso en la sabiduría externa. Si vamos a participar en el otro
lado de la evolución, y a superar a Lucifer y a Ahriman, debemos impregnarnos de
Sabiduría y Amor, porque estos elementos fluirán de nuestras propias almas como nuestra
ofrenda a aquellos que como los poderes luciférico y ahrimánico en la primera mitad de la
evolución se sacrificaron para darnos lo que necesitábamos para el logro de nuestra
libertad. Pero es indispensable que seamos conscientes de lo siguiente: Porque la evolución
debe ser, debemos aceptar las civilizaciones que son la expresión de ella. Nos dedicaremos
con gusto y amor a una cultura antroposófica que no será eterna - sin embargo la
aceptaremos con entusiasmo, y crearemos con amor lo que antes se creaba bajo la
influencia de Lucifer; también desarrollaremos dentro de nosotros una superabundancia de
amor, sin la cual no podría desarrollarse una cultura tras otra. No nos haremos ilusiones de
que todo durará para siempre, porque con nuestra actitud contrarrestaremos las decepciones
de Lucifer; le devolveremos a Lucifer conscientemente los servicios que nos ha prestado y
con esta devolución lo redimiremos.
Esa es la otra cara del karma de los seres superiores, que desarrollamos un amor que no se
queda sólo en la humanidad, sino que penetra directamente en el cosmos. El amor fluirá en
los seres que son más elevados que nosotros y lo sentirán como un sacrificio. Este sacrificio
se elevará hacia aquellos que una vez derramaron sus dones sobre nosotros; así como en los
primeros tiempos el humo del sacrificio ascendía hacia los Espíritus, cuando los hombres
todavía tenían posesiones espirituales. En aquel tiempo los hombres sólo podían enviar el
humo simbólico del sacrificio, pero en el futuro enviarán corrientes de amor, y a partir del
sacrificio se derramarán fuerzas superiores a los hombres que actuarán, con un poder cada
vez mayor, en nuestro mundo físico como fuerzas guiadas desde el mundo espiritual. Esas
serán fuerzas mágicas en el verdadero sentido.
Así pues, la evolución humana es la elaboración del karma humano y el karma de los seres
superiores. Todo el plan evolutivo está conectado con el karma individual. Si un ser
superior o una individualidad sobrehumana en el año 1910 hizo esto o aquello que fue
llevado a cabo en el plano físico por un ser humano, se establece un contacto entre ellos. La
persona se entrelaza entonces con el karma de los seres superiores y el karma humano es
fecundado por el karma universal del mundo.
Considere a Milciades, o alguna personalidad importante, que haya jugado un papel en la
historia de su nación. Esta parte fue necesaria para el karma de los poderes superiores y por
eso cada hombre se coloca en su puesto. En el karma individual se vierte parte del karma de
la humanidad que luego se convierte en su propio karma tan pronto como realiza alguna
acción relacionada con él. De esa manera vivimos y tejemos también en el macrocosmos el
karma individual de un microcosmos.

Hemos llegado al final de este curso de conferencias, aunque no al final del tema. Pero eso
no se puede evitar. Sólo puedo añadir algunas palabras más, a saber, que he dado este curso
de conferencias sobre aquellas cuestiones muy humanas que son capaces de conmover el
corazón humano tan profundamente, y que a su vez están conectadas con el mayor destino,
incluso de los seres superiores. Cuando digo que he dado este curso realmente desde lo más
profundo de mi alma y me alegro de que por una vez haya sido posible hablar de estas
cosas en un círculo antroposófico, entre amigos antropósofos, que han venido aquí desde
todas las direcciones para dedicarse a estas consideraciones, estas palabras vienen del fondo
de mi corazón. Aquellos que tengan la oportunidad de escuchar más cursos, verán que
mucho se responderá de lo que alguien pueda tener en su alma en relación con este curso.
Pero aquellos que no puedan escuchar los cursos de verano, tendrán la oportunidad de
discutir algo así conmigo. Por eso puedo decir en esta ocasión que me he esforzado por
hablar de las cosas que se han discutido de tal manera que no sean meros conocimientos
abstractos, sino que pasen a nuestro pensamiento, sentimiento y voluntad, a nuestra vida
entera, de manera que uno pueda ver en los antropósofos que están en el mundo una
semejanza y una imagen de lo que podemos llamar las verdades antroposóficas más
profundas. Esforcémonos por llegar a esto completamente, pues sólo así tendremos un
movimiento antroposófico que en nuestro pequeño círculo existe para el estudio del
conocimiento espiritual. Sin embargo, este conocimiento debe - en primer lugar en el
círculo de nuestros miembros - convertirse en vida y alma para nosotros, y como tal pasar
al mundo. Y el mundo verá gradualmente que no fue en vano que en el punto de inflexión
del siglo XX había antropósofos honestos y rectos - personas que honesta y directamente
creían en el poder de los poderes espirituales. Y cuando ellos mismos creyeron en ello, se
llenaron de la fuerza con la que trabajar para ello. La civilización avanzará cada vez más
rápido en nuestras vidas, si transformamos dentro de nosotros mismos lo que oímos en
vida, en acción y en hechos - y no tratando de convencer a otras personas. La era actual no
está todavía preparada para eso. Sólo se convencerán aquellos que lleguen a la
Antroposofía desde el impulso más profundo de sus corazones; los demás no se
convencerán. También tenemos karma en la esfera mental, fue algo provocado por el
materialismo; y debemos considerar estos defectos como aquello contra lo que la
Antroposofía debe mostrarse como un poder espiritual.
Por lo tanto, lo que tenemos que dar al mundo debe ser dado por la convicción de que es lo
más importante. Cada uno que ha transformado la Antroposofía en una fuerza interior de su
alma será una fuente espiritual de fuerza. Y quien crea en lo suprasensible puede estar
absolutamente convencido de que nuestros conocimientos y convicciones antroposóficas
actúan de manera espiritual, es decir, se difunden invisiblemente en el mundo si nos
convertimos realmente en un instrumento consciente, lleno de la vida de la Antroposofía.

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