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APUNTES DE BACHILLERATO
CLASE DE Quique Castillo
GUÍA PARA EL
COMENTARIO CRÍTICO
DE TEXTOS PERIODÍSTICOS:
VALORACIÓN PERSONAL
ÍNDICE (pincha sobre el título del epígrafe para acceder directamente a su contenido)
1. Valoración personal ………………………………………………………………………………... 2
2. Plantilla para preparar la opinión personal ……………………………………………… 5
Anexo I: Cómo introducir los ejemplos en el comentario ……………………………… 6
Anexo II: Modelo de comentarios resueltos …………………………………………………. 7
1. VALORACIÓN PERSONAL
Se iniciará la parte más importante y extensa del comentario, llevando a cabo una
valoración crítica de lo expresado por el autor o la autora (no obligatoria) y una
opinión personal sobre el tema o la idea central que se encuentra en el texto.
• El tema que se trata resulta de interés general o, por el contrario, solo sería
de interés para un público concreto.
• El tema tratado es o no es de actualidad.
• El autor(a) se expresa de forma clara o, por el contrario, emplea un
vocabulario o expresiones de difícil comprensión.
• El vocabulario empleado por el autor(a), los tiempos verbales, la sintaxis,
etc.
• Los datos y los argumentos que utiliza resultan o no convincentes.
• El texto está bien estructurado en la disposición de sus párrafos o partes.
• Si se está o no de acuerdo con lo expresado por el autor(a) y con la forma
en que lo hace. Se hará de forma razonada y con expresiones correctas,
educadas y no sujetas a ningún tipo de prejuicio personal.
En todos los casos, habrá que justificar con palabras propias todo lo que se diga en
esa valoración crítica y, por tanto, se debe utilizar la tercera persona cuando se esté
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refiriendo al emisor y la primera cuando se expresen las ideas propias. Si se desea
reproducir alguna parte del texto, hay que hacerlo entre comillas. No obstante, no
es conveniente abusar de las citas textuales.
b) Opinión personal:
Como fácilmente se puede intuir, esta es la parte más original del comentario y,
por consiguiente, se debe redactar, preferentemente, en primera persona. Se trata
de que se exponga la opinión personal acerca del tema sobre el que versa el
comentario, de forma razonada, justificada. Por tanto, se elaborará un texto expo-
sitivo-argumentativo en que justificaremos la postura que el tema nos merezca (la
tesis, evitando, eso sí, expresiones manidas como “estoy de acuerdo con…”, “opino
de forma similar”, etc.) a través de argumentos. Para ello, se pueden tomar en
consideración los siguientes consejos:
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En la valoración personal el alumno debe enjuiciar y valorar de un modo personal las ideas del texto y la
forma como han sido expresadas. A través de estos juicios y valoraciones el alumno demuestra su
capacidad crítica y su conocimiento de la realidad.
Es importante subrayar que la valoración personal no es un apartado dislocado del comentario crítico, sino
la continuidad natural del análisis realizado. Debe concebirse, pues, como un cierre conclusivo del
comentario crítico, por lo que parece razonable que a la hora de realizar el examen el alumno la componga
inmediatamente después de los apartados anteriores.
La valoración personal es, ante todo, un ejercicio de redacción en donde el alumno compone un texto de
carácter expositivo-argumentativo en torno a las 20-25 líneas, en el que enjuicia las ideas contenidas en el
texto y la forma con que el autor las ha expresado.
Los errores más habituales de las valoraciones personales suelen ser los siguientes:
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PREPARO LA
En la opinión personal, la
OPINIÓN PERSONAL
segunda parte de nuestra
valoración personal, aunque no seamos plenamente conscien-
tes de ello, hemos de construir un texto expositivo-argumen-
tativo, es decir, como el autor o autora, partiendo del tema pro-
puesto, hemos de redactar nuestro propio “artículo de opinión”.
Para ello, antes de empezar a redactar desaforadamente, es ne-
cesario fijar la posición de partida: la tesis (qué idea defiendo o cuál es mi
postura sobre el tema); además, necesito tener claros qué argumentos voy a uti-
lizar (cuáles son las razones con las que voy a defender esa tesis).
La opinión que
defiendo es...
(TESIS)
Mi opinión presentará la
siguiente estructura:
Mis argumentos
Por último, en ocasiones será interesante reproducir, además del ejemplo que nos
interesa, algún otro elemento que permita entenderlo a aquel con mayor claridad
(por ejemplo, el sustantivo sobre el que actúa un adjetivo valorativo). En ese caso,
este último elemento podrá reproducirse dentro del entrecomillado, pero, como no
se corresponderá con el fenómeno lingüístico que se estará describiendo, conviene
diferenciarlo entre corchetes.
(ej.) “existen adjetivos valorativos, de entre los que destacan “burda [mentira]” (l. 6),
“inquietante [pregunta]” (l. 7) y “simpática [tontería]” (l. 9)”
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ANEXO II: MODELO DE COMENTARIOS RESUELTOS
Hace tiempo que me preguntan por el libro electrónico. Qué opino y cómo veo el futuro, la
desaparición del papel, los formatos clásicos y demás. Siempre respondo lo mismo: me da igual,
porque yo escribo lo que va dentro. Mi trabajo es ocuparme del contenido: contar historias y que la
gente las lea. Del soporte se ocupan otros. Editores y gente así. Y, por supuesto, los lectores que
5 recurren al medio que estiman conveniente. Al hablar de libro de papel y libro electrónico, lo usual es
oponerlos. Obligarte a elegir, como siempre. O conmigo o contra mí. Y no es esa la cuestión. Creo.
El libro electrónico es práctico y divertido. Hace posible viajar con cientos de libros encima, trabajar
consultándolos con facilidad, aumentar el cuerpo de letra o leer sin otra luz que la propia pantalla.
Incluso los hay con ruido de pasar páginas cuando se va de una a otra, «lo que no deja de ser una
10 simpática gilipollez».
Además, mientras lees puedes zapear a tu correo electrónico, escuchar música, ver imágenes y
cosas así. Pero leer no tiene nada que ver con eso. Me refiero a leer de verdad, en comunión estrecha
con algo que educa tu espíritu, que te hace mejor y consciente de ti mismo. Que aporta lucidez,
multiplica vidas, consuela del dolor, la soledad y el desamparo, aclara la compleja y turbia condición
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humana. Leer así requiere tiempo, serenidad concentrada, ritual. Cuando estás en ello, ni siquiera las
bombas son capaces de romper el vínculo mágico. Y si se funden los plomos, o como se diga ahora,
el verdadero lector es capaz de seguir haciéndolo a la luz de una vela, de un encendedor, o a la luz de
la luna llena reflejada en la arena de un desierto. Puestos a setas o a Rolex, aún hay más. He dicho
20 que libro de papel y libro electrónico deberían ser complementarios; pero si me obligan a elegir, diré
alto y claro que no hay color. Y que, llegado a ese extremo, la pantalla portátil me la refafinfla.
Estoy harto de toparme con pantallas en todas partes, hasta en el bolsillo, y me niego a
transformar mi biblioteca en un cibercafé. Con un libro electrónico, sea El Gatopardo o El perro de
los Baskerville, no puedo anotar en sus márgenes, subrayar a lápiz, sobarlo con el uso, hacerlo
25 envejecer a mi lado y entre mis manos, al ritmo de mi propia vida. Nada decora como un buen y viejo
libro una casa, o una vida. Y déjenme añadir algo. Si los libros de papel, bolsillo incluido, han de
acabar siendo patrimonio exclusivo de una casta lectora mal vista por elitista y bibliófila, reivindico
sin complejos el privilegio de pertenecer a ella. Que se mueran los feos. Y los tontos. Tengo casi
treinta mil libros en casa; suficientes para resistir hasta la última bala. Quien crea que esa trinchera
30 extraordinaria, su confortable compañía, la felicidad inmensa de acariciar lomos de piel o cartoné y
hojear páginas de papel, pueden sustituirse por un chisme de plástico con un millón de libros
electrónicos dentro, no tiene ni puta idea. Ni de qué es un lector, ni de qué es un libro.
Valoración personal
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papel. No solo esto sino que, además, contradice muchas de las cosas que había
admitido anteriormente, desacreditándolas, llegando a llamar “chisme de
plástico” (l. 30) lo que antes era, sin más, “práctico” incluso (l 7). Por todo ello,
parece que su argumentación carece de solvencia o no puede admitirse que se
sostenga. También podría reprocharse la estructuración temática del artículo y
su división en párrafos: ¿acaso el primer enunciado y los últimos (a partir de “he
dicho”, l. 18) del segundo párrafo no tendrían más sentido en el primer y en el
tercer párrafos, respectivamente? Por último, en relación con su lenguaje, con el
objeto de generar polémica, como se ha admitido ya, llama la atención que el
autor emplea un lenguaje soez, que a juicio del que comenta llega incluso a
desacreditarlo, admitiendo, por ejemplo, que “[el lector de formato electrónico]
no tiene ni puta idea (…) ni de qué es un libro” (l. 31).
Buena parte de los argumentos empleados por Arturo Pérez Reverte son fútiles,
románticos (en el sentido más decimonónico de la palabra, basta leer el título):
aluden al tacto, al olor, a las experiencias sensoriales que se desprenden de la
lectura en papel, y olvida que, de igual modo que su trabajo como escritor es
“ocuparse del contenido”, el del lector es interpretar o decodificar lo que ese
objeto contiene, al margen de su formato, al margen de esas otras experiencias
auxiliares que podrían llegar, incluso, a distraerlo tanto o más que una puntual
notificación informando de la recepción de un correo electrónico. Reconozco al
menos que yo, cuando el papel se amarillea, se cuartea, cuando desprende olor a
humedad, no experimento en absoluto las mismas sensaciones que Pérez
Reverte describe exaltado. Además, personalmente no creo que el disfrute de la
lectura tenga nada que ver con los placeres sensuales, sino que se trata de un
ejercicio de carácter intelectual y de abstracción. Paralelamente, hasta que se
extendió el uso del papel a causa de su abaratamiento, en los monasterios
medievales el soporte habitual era el pergamino, elaborado a partir de la piel
animal, y no creo que ahora proceda imaginárselos a los monjes poniendo el
grito en el cielo, montando en cólera, aduciendo que el tacto del pergamino es
más agradable, o que el olor que del pergamino emana evoca y favorece la
lectura. La industria tecnológica evoluciona, y con ella también la industria del
libro, y a veces es normal, y hasta aconsejable, temer el cambio; pero
recordemos, no obstante, que la invención de la imprenta fue catalogada en su
momento como un arma del diablo, algo parecido a lo que ocurre hoy con la
televisión o con internet. Sí, de lo anterior se desprenderá que tengo y disfruto
con mi lector electrónico, que no sustituye a la lectura tradicional: la
complementa. En cualquier caso leo, interpreto, decodifico: extraigo el
contenido, que es mi misión como lector.
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Antes aquí no había nada
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¿Qué duda cabe de que el turismo es una de las causas de los efectos señalados
por Íñigo Domínguez? La depredación de los recursos naturales necesarios para
sostener un sector económico en auge como este resulta cada vez mayor, sin
olvidar que incluso, en ocasiones, empresarios despiadados yerguen
monumentales edificios en primera línea de playa contraviniendo la ley de costas
o en espacios medioambientales protegidos. Sin embargo, como bien hace el
autor, conviene denunciar que sus efectos no se limitan a impactar sobre una
emergente crisis climática, ya de por sí suficientemente crítica: sus efectos
también se sienten en las ciudades, en las que la habitabilidad de sus vecinos
resulta cada vez más crítica. La aparición de nichos de mercado cada vez más
rentables, por ejemplo, en relación con los pisos turísticos, causados por
especuladores sin escrúpulos, o que solo se preocupan “por la pela”, alentados o
auspiciados por empresas digitales como Airbnb, así como el aumento
indiscriminado de los precios del alquiler que provocan en ocasiones los fondos
buitre que adquieren edificios enteros “a precio de saldo”, provoca lo que se
conoce técnicamente como gentrificación, es decir, el abandono de los centros
urbanos históricos o neurálgicos por parte de sus anteriores inquilinos, que se
ven abocados a instalarse en barrios del extrarradio, en favor de nuevas formas
de negocio con las que los anteriores pueden enriquecerse más. Esta y otras
situaciones similares son las que han movido a muchos grupos ciudadanos a
rebelarse contra el turismo, como en Barcelona, donde han aparecido múltiples
pintadas en que podía leerse “tourists, go home”. Sin embargo, ¿es deseable que
se marchen realmente? No parece esta una postura muy inteligente cuando el
turismo es uno de los sectores económicos que más dividendos ofrece, y que más
puestos de trabajo directos e indirectos genera. Quizá resulte interesante por fin
adoptar las fórmulas de las que la clase política lleva años hablando, consistentes
en reducir el número de visitantes pero aumentar su calidad (en resumidas
cuentas, menos personas, más dinero).
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Palabrera
Deconstrucción no es una palabra pomposa, sino necesaria. Abogo por aumentar el número de
entradas de nuestros lexicones y no avergonzarnos de usar términos como lexicones, saponificación
o tergiversar, un verbo que se trasgiversa mucho. Con palabras se nombra la realidad y se
comprende. Nos hace falta designar emociones, partes del cuerpo y árboles. Aprender palabras
5 ensancha el campo visual, y ensanchar el campo visual enriquece el acervo léxico. Construimos
realidad y pensamiento. Limpiamos la casa y a la vez emborronamos sus límites: esos son los
peligros de nombres, verbos, metáforas y silogismos. Alpendre, escorrentía, epanadiplosis,
flebitis, música... Reivindico la lexicografía, el Scrabble y la acción pública de empollar. Lo cierto es
que la gente redicha es ignífuga y resistente: no se puede andar por la vida con una mochila —como
10 dicen ahora— de 1.200 palabras. Por eso, quiero hablar del profesor Andreu Navarra, que ha
publicado Devaluación continua, libro en el que aprendemos qué es el ciberproletariado. Me
encanta. En el ámbito de las ciencias humanas, dar con la combinación de términos o con el
compuesto o derivado iluminadores es fundamental: fin de la historia, sociedad líquida, literatura
caníbal… Luego discutimos sobre la pertinencia ideológica de los constructos. Con su neologismo,
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Navarra alude a una generación que se está quedando sin léxico y, lo que resulta paradójico, sin
datos: quizá por el exceso de estímulos, el descrédito de la memoria y por una falta de concentración
que se vincula con nuevos soportes, nuevos modos de lectura, la hegemonía audiovisual, pero
también con la desnutrición. Con la confusión entre el perfil pedagógico y el psicoterapéutico, y la
necesidad de satisfacer instantáneamente el placer. La entrevista que le concedió a Berna González
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Harbour plantea una inquietud que comparto: la de que cultura y educación hayan dejado de ser
ascensores sociales. Donde esté un buen culo, una lengua bífida o una metralleta, que se quite todo lo
demás. Intento no ser apocalíptica, pero sentirme integrada atenta contra mi esencial optimismo
transformador.
25 La segunda palabrería es más confortable. La Caja de las Letras del Instituto Cervantes acoge
una exposición sobre palabras perdidas. El futuro aparentemente se acelera y las academias hacen el
pino puente para adaptarse a laptops y whatsapps, mientras otras palabras se arrumban, y en ese
arrumbamiento, más allá de melancolías, hay una pérdida de realidad y sentido. María Sánchez lo
cuenta en Tierra de mujeres colocando el foco sobre trabajadoras del medio rural, sus espacios,
30 herramientas, cuidados. Los dueños de las palabras siempre han sido los otros —modelos de virtud
humana y profesional—, y quizá en el rescate de ciertos vocablos descubramos lo poco que han
importado las cosas de mujeres. La exposición de las palabras perdidas nace de la artista zaragozana
Marta P. Campo, que recoge cuñadez, cocadriz (femenino de cocodrilo) o bajotraer (abatimiento,
humillación). La muestra se cierra el 29 de septiembre. Yo, que me siento un poco bajotraída, saldré
35 de mis dormisqueos y me amalaré el noema. Porque, además, de incorporar novedades anglas y jugar
con las piezas del museo, quienes usamos el lenguaje —¿alguien se ha quedado fuera?— tenemos
derecho a mostrar lo mucho que nos importa, inventariándolo, aprendiéndolo, acumulándolo e
inventándonoslo, con mayor o menor fortuna, para hablar de sexo, iluminar lo no dicho, hacer
política o, incluso, circensemente, circunvalar la verdad.
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resulta cuanto menos significativo que Marta Sanz recoge fenómenos de todo
tipo: de neologismos (“ciberproletariado”, l. 11), de coloquialismos (“hacen el
pino puente”, l. 25 y s.), de voces que se adscriben a un registro más formal
(“lexicones”, l. 2), de tecnicismos (“epanadiplosis”, l. 7), de vulgarismos
(“trasgiversa”, l. 3), de voces en desuso (“cocadriz”, l. 32), etc. En una primera
lectura, esta diversidad genera confusión, resulta particularmente abrumadora,
pero parece correlacionarse perfectamente con el tema del texto, con la
reivindicación de su autora; es decir, el despliegue léxico demostrado por Marta
Sanz está en clara consonancia con su deseo de evitar su depauperación, con su
deseo de demostrar que existe un léxico amplísimo que posibilita aludir a los
conceptos con mayor precisión y que puede acabar por desaparecer si no se
emplea.
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Atontados
Poca repercusión ha tenido un estudio de Italia tan inquietante como quizá revelador para
comprender lo que les pasa a nuestros vecinos transalpinos y también lo que nos ocurre por estos
lares. Estamos atontados por culpa de algunas cadenas de televisión. Y por eso votamos lo que
votamos. Tirando del hilo llegaríamos a que el desgobierno es cosa de Vasile. Bueno, no tanto, pero
5 casi.
Han concluido tres economistas italianos que Mediaset, el rentabilísimo emporio mediático
que tantos identifican con la telebasura, tuvo una influencia enorme en la elección
de Berlusconi como primer ministro italiano, así como en el más reciente éxito electoral de fuerzas
populistas como las que hoy cogobiernan. El estudio es demoledor. Concluye que la gente que pasa
10 horas y horas consumiendo los programas de este canal -sobre todo ancianos y jóvenes- presenta un
impacto negativo en sus habilidades cognitivas y bajos niveles de compromiso civil. Y establece que,
con la cabeza embotada de tanto ver programas de mamachichos y versiones similares a
nuestro Mujeres, hombres y viceversa, tienen dificultades para procesar cuestiones sobre democracia
con alguna mínima complejidad, por lo que en ellos calan muy bien los eslóganes y las simplezas de
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los dirigentes que han convertido la política en espectáculo. Rivera haría su agosto en Roma.
Que sepamos, nadie está investigando aún los efectos que pueda tener en los españolitos la
programación que vomitan algunas de nuestras cadenas. Pero no hay que ser linces para presuponer
que algo tendrá que ver con el arraigo aquí del populismo de izquierda y derecha, o con el hecho de
20 que hoy para liderar cualquier partido sea más importante contar con el tipín de Pedro Sánchez que
una cabeza amueblada. Hoy tener el Estado en el cerebro como antes se le atribuía a gentes
como Fraga o Rubalcaba seguro que penaliza en las urnas.
Con todo, lo más preocupante es que, mientras se sitúan al frente de la agenda política
cuestiones como la erradicación del sexismo o el machismo, la lucha contra la cosificación de la
25 mujer, la promoción de la igualdad, etcétera, cada día millones de jóvenes consumen programas
como el mencionado o el engendro recién estrenado por Jesús Vázquez que contribuyen a enquistar
los peores estereotipos sociales en los cerebelos de la generación de la que saldrá el futuro inquilino
de La Moncloa. Igual Carmen Calvo que este verano estará desocupada debiera leerse el informe
italiano. O a lo peor es que nuestros políticos nos quieren cada vez más tontos. No es descartable.
Valoración personal
La ‘caja tonta’ ‘atonta’. ¡Qué novedad! Nada nuevo bajo el sol, nada que no
supiéramos ya. Esta es una de las conclusiones que alcanza el sociólogo francés
Pierre Bourdieu en su ensayo Sobre la televisión: entre otras, este autor recoge
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Parad el mundo, que nosotros nos subimos
Cada día buscamos en el periódico cómo de malo será lo que nos espera. Tratamos de desci-
frar curvas y datos para entender de una vez cuál va a ser la magnitud de este desastre y cuál será su
duración. Sin embargo, algo está pasando al mismo tiempo que este horror. Un cambio en la concien-
cia que no sabemos medir ni mostrar en un gráfico y que, sin embargo, se asoma cada tarde a los bal-
5 cones. Y grita y aplaude. Un cambio que es bueno. […]
Reconozco que me había acostumbrado a aplaudir y gritar siempre contra otros. Por eso es tan
emocionante cuando retumban las calles vacías, llenas de aplausos cada noche. Cuando sentimos que
la solidaridad ha de ser de todos con todos, que no queda otra, ni con el virus ni con los demás.
El Covid-19 ha venido cargado de tristeza. Pero también ha llegado para despertarnos una
10 nue-va conciencia. Y creo, además, que estábamos deseando que este cambio llegara. Llevábamos
dema-siado tiempo anestesiados, formando parte de un sistema que se equivoca demasiado a menudo
en lo fundamental. Teníamos ganas de formar parte de una sociedad capaz de reaccionar ante la
adversidad y de anteponer, si es preciso, la fragilidad al dinero, los cuidados a la producción. […]
Muchos trabajadores nos hemos encerrado en casa para proteger a nuestros mayores y cuidar
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de esos niños a quienes estamos llenando de tiempo y de sentido. En la era millenial nos hemos con-
vertido en ciudadanos capaces de sacrificarnos por quienes antes lo hicieran por nosotros. Así, en
esta triste parada del mundo, estamos tomando conciencia de que no viajábamos solos. España está
en es-tado de alarma porque creemos que el ritmo de una sociedad no lo marca solo el que más corre,
20 tam-bién el más débil, el más frágil, el que ni siquiera puede correr.
Aunque no todo se ha parado. Muchos y muchas están redoblando esfuerzos ahí fuera, los que
ni siquiera pueden permitirse el lujo de quedarse en casa, de hacer lo posible por no contagiarse.
Gracias a ellos, el Covid-19 ha hecho una excelente distinción entre el valor y el precio de las
cosas. Los más valiosos vuelven a ser los que cuidan y los que educan, si es que debemos distinguir
25 entre ambas cosas. Sanitarios y cuidadores primero; pero también camioneros, tenderos, basureros,
periodistas… Una selección de profesiones a las que casi habíamos perdido el respeto y de las que re-
cordamos ahora su valor.
Es imposible medir el sacrificio inmenso que está haciendo este país. Aún así, es posible que
vengan tiempos peores. Recuerden al menos que nos van a pillar siendo mejores.
Valoración personal
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mundo, que me quiero bajar”1; teniendo en cuenta que este personaje de Quino
pretendía denunciar fundamentalmente las carencias de la vida en sociedad, la
inversión de esta célebre frase puede bastar, por sí sola, para justificar la pos-
tura de la autora.
Ahora que han pasado casi cuatro meses desde la redacción de este texto por
parte de Nuria Labari, la sola constatación de los últimos acontecimientos vivi-
dos a propósito de la crisis sanitaria permiten suponer que la postura de la auto-
ra es de una extrema ingenuidad. ¿Realmente una crisis de este tipo nos ha con-
vertido en mejores personas, en una sociedad mejor? Dejando al margen que las
experiencias de esta clase, en las que el ciudadano común ve peligrar su modo de
vida, su sustento, su estabilidad, su seguridad…, lo hacen converger hacia pe-
ligrosas posturas individualistas, egoístas, de rechazo a “el otro” (ejemplos de
este comportamiento ha habido en muchas ocasiones a lo largo de la historia,
como, por ejemplo, cuando perdida la I.ª Guerra Mundial Alemania abrazó el
régimen nazi para superar, entre otras razones, la crisis económica en que su
derrota la dejó sumida), hoy es posible aducir muchas otras situaciones que no
respaldan la tesis de Labari: comportamientos incívicos por parte de amplios
sectores de la sociedad que han incumplido el confinamiento o que no emplean
la mascarilla, poniéndose a sí mismos en riesgo, pero también al resto y despre-
ciando el esfuerzo desarrollado por nuestros sanitarios; manifestaciones en fa-
vor de la libertad a lo largo del ancho mundo, desde Estados Unidos hasta Euro-
pa, despreciando también ellos este esfuerzo colectivo del que habla la autora,
este deseo de proteger a los más frágiles; respuestas inverosímiles por parte de
negacionistas (no solo “conspiranoicos”, sino también líderes mundiales), que
no solo han restado credibilidad desde sus tribunas a las evidencias empíricas
proporcionadas por los científicos, sino que han sugerido medidas o soluciones
altamente peligrosas o cuestionables, alimentando, por otra parte, el peligroso
discurso de los “antivacunas”, por ejemplo; actitudes poco responsables por
parte de la clase política, que ha seguido cómodamente parapetada en la con-
frontación sin trabajar conjuntamente para superar la crisis. Esta ristra de es-
perpentos de la vida en común, de espantajos de la civilización occidental, no
niegan, sin embargo, que esta crisis ha representado un “aldabonazo” para otro
importante sector de nuestra sociedad, uno que “ha despertado de la anestesia” y
ha cobrado conciencia de la importancia de la comunidad y de la necesidad de
unos sólidos servicios públicos para garantizar su cohesión y estabilidad. Ahora
bien, ¿será esto suficiente para creer en el advenimiento de un mundo mejor?
¿Nos hará más fuertes esta experiencia, saldremos fortalecidos de la misma o,
por el contrario, ha destapado nuestras vergüenzas y nos enfrentará a unos y
otros para mantener nuestro estatus, nuestra seguridad, nuestro bienestar?
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