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I. CUESTIONES PREVIAS
Jorge del Picó indica que se trata de “una causal de término del vínculo matrimonial,
que tiene su origen en una declaración judicial, y que permite a los que un día fueron
cónyuges volver a contraer libremente un nuevo matrimonio, igualmente válido ante el
derecho que el anteriormente celebrado”. Agrega que “se puede definir como un modo para
disolver el matrimonio que tiene su origen en una decisión judicial, dictada en un juicio
iniciado por la demanda de uno de ellos, o de ambos, por las causas establecidas por la ley”1.
Convendrá agregar que la resolución que declara el divorcio del matrimonio es una
sentencia judicial firme, pues desde ese momento y no antes los cónyuges se encuentran
efectivamente divorciados, al menos entre ellos.
1 DEL PICÓ RUBIO, Jorge, Tratado de derecho conyugal (Santiago, Legal Publishing, 2017), p. 529.
2 RAMOS PAZOS, René, Derecho de Familia. Tomo I (7ª ed. actualizada, Santiago, Editorial Jurídica de Chile,
2010), p. 101. Así se sigue del artículo 20 de la Ley de Matrimonio Civil de 1884.
3 Así se recoge en RAMOS PAZOS, René, cit. (n. 2), p. 103.
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a) El divorcio por culpa, subjetivo o sanción.
La idea de divorcio “por culpa” o “subjetivo” guarda relación con las exigencias de
la figura en comento, por cuanto implica la necesidad de atribuir una conducta reprochable
a uno de los cónyuges, lo que permite que se dé lugar al término del vínculo conyugal. Lo
de “sanción”, por su parte, conecta con que se sigue una consecuencia negativa para el
cónyuge culpable que da lugar a la ruptura matrimonial. Este aspecto –como se verá– se
encuentra bastante matizado, pues depende de si coincide o no el cónyuge demandado con
el titular del derecho a pedir compensación económica.
“El divorcio podrá ser demandado por uno de los cónyuges, por falta
imputable al otro, siempre que constituya una violación grave de los
deberes y obligaciones que les impone el matrimonio, o de los deberes y
obligaciones para con los hijos, que torne intolerable la vida en común”.
1. Que se trate de una falta imputable a uno de los cónyuges. Bajo esta lógica, el
cónyuge demandante es el cónyuge inocente, mientras que el cónyuge
demandado es el cónyuge culpable de esta falta. Debe haber un incumplimiento
por parte del cónyuge demandado, el que debe ser atribuible a título de culpa o
dolo5.
2. Que dicha falta constituya una violación grave de los deberes y obligaciones que
impone el matrimonio, o de los deberes y obligaciones para con los hijos. De este
modo queda definido el ámbito de los posibles incumplimientos del cónyuge
culpable. En tal sentido, pueden incumplirse los deberes personales entre los
cónyuges, como el deber de fidelidad. Respecto de los hijos, podría ocurrir que
4 En este sentido RAMOS PAZOS, René, cit. (n. 2), p. 107. De igual modo RODRÍGUEZ PINTO, María Sara, Manual
de derecho de familia (2ª ed. actualizada Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2021), p. 228, al expresar que se
trata de una causal genérica o abierta que da lugar al divorcio por falta.
5 Por todos ILLANES VALDÉS, Alejandra, “El divorcio”, en VIDAL OLIVARES, Álvaro (coord.), El nuevo derecho
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incumpla el deber de cuidado que tienen los progenitores, lo que puede ser
constitutivo de violencia intrafamiliar según lo dispuesto en el inciso segundo
del artículo 5° de la Ley N° 20.066. Adicionalmente, el legislador exige que dicha
falta debe ser grave, por lo que debe tener cierta entidad o magnitud, lo que será
apreciado por el juez de familia. Sin perjuicio de ello, hay casos en que la misma
ley preconfigura la gravedad, como ocurre con el adulterio: es el mismo artículo
132 del Código civil el que lo califica como una grave infracción al deber de
fidelidad.
3. Por último, esta falta grave e imputable debe tornar intolerable la vida en común.
En otras palabras: se espera que la convivencia matrimonial sea trastocada
fuertemente a tal punto que se vuelva insostenible para los cónyuges, debido a
la infracción. Hay, en consecuencia, una relación de causa a efecto entre la falta
y este requisito. Por consiguiente, si no se provoca la ruptura de la convivencia
conyugal debido a la falta imputable, o bien el incumplimiento ocurre cuando
los cónyuges ya se encontraban separados, entonces no se satisfará esta
exigencia.
Por su parte, las causales específicas del artículo 54 de la LMC sirven como guía para
determinar el cumplimiento de las exigencias de la causal general. Estas son las siguientes:
Como dato histórico, la causal del numeral 4° del artículo 54 de la LMC era la antigua
“conducta homosexual”, que fue suprimida en virtud de la Ley N° 21.367, de 16 de agosto
de 2021.
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Adicionalmente, cabe hacer presente que esta causal de divorcio no exige transcurso
alguno del tiempo, por lo que es posible demandar el divorcio por culpa –hipotéticamente–
al día siguiente de haberse celebrado el matrimonio.
Por otro lado, se ha señalado que el divorcio por culpa es compatible con la
indemnización de perjuicios en sede extracontractual. Así se sigue de lo resuelto por la Corte
de Apelaciones de La Serena en causa rol N° 507-2013 (Civil), y el posterior pronunciamiento
de la Corte Suprema respecto del recurso de casación en el fondo que se interpuso en contra
del fallo de segunda instancia, lo que se conoció en causa rol N° 10.622-2014.
Tal como lo establece la regla, es preciso que ambos cónyuges concurran ante el
juzgado de familia consensuadamente. De hecho, en la práctica, más que hablar de
“demanda” de divorcio de común acuerdo, se trata de una “solicitud”, por cuanto –en rigor–
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no hay controversia entre las partes. Sin embargo, cabe hacer notar que, según el lugar en
que se litigue, es posible que se exija que cada cónyuge asista patrocinado por un abogado
habilitado para el ejercicio de la profesión, como ocurre en la Región de Valparaíso.
El plazo para impetrar esta solicitud debe ser mayor a un año, el que debe cumplirse
con anterioridad a la interposición de la presentación ante el tribunal.
Para que el acuerdo sea completo, debe regular las materias del artículo 21 de la
LMC, y que son las siguientes:
Por su parte, el acuerdo será suficiente –ex artículo 55– “si resguarda el interés
superior de los hijos, procura aminorar el menoscabo económico que pudo causar la ruptura
y establece relaciones equitativas, hacia el futuro, entre los cónyuges cuyo divorcio se
solicita”.
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2) Divorcio unilateral.
En este caso, es uno de los cónyuges el que toma la iniciativa de demandar al otro a
fin de que se decrete la disolución del vínculo matrimonial por medio de sentencia firme de
divorcio. El juez de familia debe verificar que se haya producido ese quiebre objetivo y
constatable, con independencia de la voluntad del cónyuge demandado. En este orden de
ideas, no cabe tal cosa como que el cónyuge demandado no quiera dar la firma para
divorciarse, pues, incluso mediando su oposición, es posible que se dé lugar a la demanda
de divorcio unilateral.
Ahora, es posible que el cónyuge demandante deba alimentos, sea que se trate
respecto de su cónyuge o de los hijos comunes. En tal caso toma relevancia lo dispuesto en
el mismo inciso tercero del artículo 55 de la LMC, esto es, la denominada “cláusula de
dureza” o “excepción de alimentos no cumplidos”, cuyo contenido es el siguiente:
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incumplimiento, o si deben haberse requerido medidas de apremio de la Ley N°
14.908, en contra del deudor.
iv. El cónyuge deudor de alimentos debe haber estado en condiciones de haber podido
pagar la pensión de alimentos.
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III. RÉGIMEN PROBATORIO DEL DIVORCIO
Una primera idea que debemos anotar al respecto es que, según el artículo 28 de la
Ley de Tribunales de Familia (N° 19.968), hay libertad de prueba:
Esto aplica íntegramente para el divorcio por culpa del artículo 54 de la LMC.
Respecto del divorcio por cese de convivencia la situación es distinta, pues debe
distinguirse sobre la base de la fecha de celebración del matrimonio, lo que conecta con la
fecha de publicación y posterior entrada en vigencia de la Ley N° 19.947. En este orden de
ideas, cabe hacer presente que la LMC se publicó en el Diario Oficial el 17 de mayo de 2004,
y según el artículo final de la misma ley, ésta entraría en vigencia seis meses después de su
publicación. Por ende, la LMC su plena eficacia comenzó a regir desde el 18 de noviembre
de 2004.
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Por el contrario, si se trata de un matrimonio celebrado con posterioridad a la
entrada en vigencia de la LMC, rige lo dispuesto en el inciso cuarto del artículo 55 de la
LMC; esto es, que el cese de convivencia debe acreditarse con los medios de prueba
indicados en los artículos 22 y 25 de la LMC:
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normas señalan, pues ello atenta contra el principio de libertad de prueba
que rige íntegramente en el caso sub lite”.
Es posible que los cónyuges, por distintas razones, vivan juntos bajo el mismo techo,
pero no convivan, esto es, no hay realmente una vida matrimonial en común. Esto puede
ocurrir cuando los cónyuges –por ejemplo– por razones económicas, de salud, o de mera
cooperación, toleran el hecho de vivir en el mismo hogar, pero sin llevar a cabo una vida
genuinamente conyugal. En tal caso no hay separación de cuerpos, pero aun así hay cese de
convivencia.
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impide irse del lugar, toda vez que ninguno de ellos cuenta con
condiciones económicas para vivir fuera del domicilio.
Por último, a propósito del divorcio bilateral por cese de convivencia, es necesario
tener presente lo dispuesto en el artículo 64 bis de la Ley N° 19.968. Esta regla fue
incorporada en virtud de la Ley N° 21.394 de 30 de noviembre del 2021. Con una defectuosa
técnica legislativa, una norma sobre divorcio de común acuerdo es recogida en el régimen
de la audiencia de juicio del procedimiento ordinario ante los tribunales de familia.
Según el inciso primero del artículo 64 bis, se regula la posibilidad de que la solicitud
de divorcio de común acuerdo sea resuelta de plano por el tribunal de familia, en la medida
que se acompañen los antecedentes necesarios. El inciso segundo aclara lo anterior: para
efectos de acreditar el cese de convivencia, las partes deben acompañar los documentos
fundantes de su solicitud: certificado de matrimonio; certificado de nacimiento de los hijos,
si los hubiere; certificados de domicilio; certificados de juntas de vecinos; boletas de
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servicios básicos en que figuren los nombres de los solicitantes; entre otros. Y para efectos
de acreditar que no se ha reanudado la vida en común con ánimo de permanencia (lo que
implica probar positivamente que los cónyuges efectivamente se han mantenido separados
por el lapso correspondiente y sin contacto alguno que pudiera significar alguna
manifestación de vida conyugal), se precisa de dos declaraciones juradas de testigos.
Cabe hacer presente que el mismo inciso segundo del artículo 64 bis permite que el
cese de convivencia de los matrimonios celebrados con anterioridad a la entrada en vigencia
de la LMC se pueda acreditar con las referidas declaraciones juradas.
Por último, los testigos pueden suscribir sus declaraciones juradas por medio de
firma electrónica simple. En términos prácticos, esto puede hacerse por medio de la
derivación de firma que permite la Oficina Judicial Virtual, sin necesidad de acudir ante un
notario público.
Hace unos cuantos años, era menester contar con la partida de matrimonio para
acreditar la existencia del vínculo matrimonial no disuelto, lo que guarda plena coherencia
con lo dispuesto en el inciso primero del artículo 305 del Código civil, en materia de prueba
del estado civil:
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con que cuentan para acreditar el cese; si hay hijos comunes; en caso de haberlos, si están
regulados o no el cuidado personal, los alimentos menores y el régimen de relación directa
y regular; entre otros.
Esta regla remite al artículo 254 del Código de procedimiento civil, por lo que es
necesario conocer para efectos de la individualización de los litigantes: el nombre completo,
número de cédula de identidad, profesión u oficio y domicilio de las partes. En caso de no
conocerse la profesión u oficio del demandado, en la práctica se suple indicando “se ignora
profesión u oficio”. Adicionalmente, el juicio de divorcio no precisa de mediación
obligatoria (a diferencia de lo que ocurre con las demandas de cuidado personal, alimentos
y relación directa y regular).
Otro aspecto de capital relevancia dice relación con el patrocinio y mandato judicial.
Como cualquier presentación, es necesario que cuente con patrocinio de abogado habilitado,
según las reglas generales de la Ley N° 18.120. En cuanto al mandato judicial, este puede ser
asumido por el mismo abogado patrocinante; y en el caso de la Región de Valparaíso, los
tribunales de familia concuerdan con que pueden comparecer como mandatarios judiciales
los estudiantes de tercero, cuarto, quinto año, y el egresado hasta tres años, contados desde
la fecha del egreso, que cuenten con su certificado de habilitación8. Esto no ocurre en otros
lugares del país, debido a una interpretación errónea del artículo primero del auto acordado
S/N sobre el funcionamiento de los juzgados de familia, del 8 de octubre de 2005.
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“Primero: Que la facultad de las partes para comparecer personalmente a
las audiencias en los asuntos de familia no es incompatible con la
comparecencia a audiencias orales, ante los Juzgados de Familia, de los
postulantes de las Corporaciones de Asistencia Judicial ni de los otros
habilitados en derecho que se desempeñan en entidades públicas o
privadas que prestan asistencia jurídica gratuita a personas de escasos
recursos”.
Ahora, en cuanto a las facultades del mandato judicial, cabe hacer presente que, para
la representación del cónyuge en su ausencia, no basta con las facultades del artículo 7° del
Código de Procedimiento Civil, sino que es también necesario que se confiera facultad
especialísima al apoderado para obrar en el trámite de conciliación disciplinado en el
artículo 67 de la LMC, particularmente a propósito de la consulta sobre la posible
reanudación de la vida en común:
El artículo 67, en este orden de ideas, regula dos cuestiones: primero, el trámite
especial para instar a la recomposición de la vida en común; segundo, lo concerniente a
ciertas materias de familia que aparecen en el inciso segundo de la regla en análisis.
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En la práctica, cuando el mandato judicial se constituye por medio de declaración
escrita formulada por el mandante y autorizada ante el ministro de fe, suele agregarse lo
siguiente en un otrosí de la demanda/solicitud:
Como se dijo, lo anterior resulta tremendamente útil para aquellos casos en que los
cónyuges, por diversas razones, no pueden asistir a la audiencia preparatoria.
Otro aspecto práctico dice relación con renunciar a los recursos y términos legales,
con excepción del de aclaración, rectificación o enmienda, a fin de que la sentencia definitiva
que hace lugar al divorcio quede ejecutoriada. Esto se da en aquellos casos en que se
presenta solicitud de divorcio de común acuerdo, o bien cuando el demandado de divorcio
unilateral por cese de convivencia se allana a la demanda y se solicita conjuntamente la
realización de una audiencia de juicio inmediata, ex artículo 61 N° 10 de la Ley N° 19.968, es
decir, cuando se cuenta con todos los medios de prueba.
Por último, si bien la sentencia de divorcio produce efectos entre los cónyuges desde
que queda firme, para efectos de volver a contraer matrimonio y adquirir el estado civil de
divorciado, es indispensable que la sentencia y el certificado de ejecutoria se subinscriban al
margen de la inscripción matrimonial en el Servicio de Registro Civil e Identificación.
“El divorcio producirá efectos entre los cónyuges desde que quede
ejecutoriada la sentencia que lo declare.
Sin perjuicio de ello, la sentencia ejecutoriada en que se declare el
divorcio deberá subinscribirse al margen de la respectiva inscripción
matrimonial. Efectuada la subinscripción, la sentencia será oponible a
terceros y los cónyuges adquirirán el estado civil de divorciados, con lo
que podrán volver a contraer matrimonio”.
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V. EFECTOS DEL DIVORCIO
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