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La seguridad jurídica puede ser definida como la predictibilidad de las consecuencias jurídicas de
los actos o conductas. En nuestro ordenamiento jurídico, heredero en esta materia como en otras
de la tradición francesa, la seguridad jurídica es un concepto discutido.
Dejando al margen este debate teórico, en todo caso la seguridad jurídica aparece como una
exigencia fundamental para el mantenimiento del ordenamiento jurídico, vinculada a la
estabilidad económica y social.
La seguridad jurídica ha sido perseguida por el Derecho desde los inicios de la actividad
legisladora. Frente a la incertidumbre de la costumbre, el monarca afirma progresivamente su
poder de dictar normas escritas, hasta el triunfo prácticamente completo de la norma escrita de
producción estatal, a fines del siglo XVIII.
Más tarde, la aparición del Estado constitucional a raíz de las revoluciones de fines del siglo
XVIII, consolida la victoria de la norma estatal escrita sobre la costumbre y la práctica judicial: la
ley pasará a ser considerada como la norma por excelencia, superior en rango y eficacia a
cualquier otra, símbolo de la seguridad que confiere el empleo de una norma escrita de carácter
general.
Recoge este artículo una serie de principios propios del Estado de Derecho, dirigidos sobre todo
al aplicador del Derecho, vinculados entre sí y reconducibles todos ellos a dos grandes principios,
el de legalidad o imperio de la ley, dogma básico del sistema democrático y el de seguridad
jurídica.
La seguridad jurídica implica principalmente dos exigencias para el ordenamiento jurídico:
publicidad de las normas, vinculada a la posibilidad de exigir su cumplimiento, e irretroactividad,
no sólo la mencionada en el artículo 9.3 de la Constitución, irretroactividad de las disposiciones
sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, sino el principio general de
irretroactividad de todas las normas jurídicas, aplicable tanto a las disposiciones sancionadoras
no a las beneficiosas, en aras de la seguridad jurídica.
Para garantizar estas notas en la producción del Derecho se aplica actualmente en el ámbito
comparado la técnica normativa, sobre todo para hacer frente a la inflación normativa derivada
de factores como la ampliación del sufragio, la revolución industrial o las transformaciones
económicas. En un contexto de interés doctrinal por la técnica normativa, se aprueban las primeras
directrices, las Directrices sobre la forma y estructura de los Anteproyectos de Ley, que fueron
aprobadas por el Consejo de Ministros el 18 de octubre de 1991, y derogadas por las vigentes
Directrices de Técnica Normativa aprobadas por Acuerdo del Consejo de Ministros de 22 de julio
de 2005.
En un segundo momento, de vigencia de las normas una vez aprobadas, la seguridad jurídica
garantiza la estabilidad del ordenamiento jurídico y su ejecución. Por último, este principio
también afecta a la fase de aplicación judicial de las normas jurídicas en caso de conflicto, en
cuanto es función del poder judicial determinar el Derecho aplicable, a lo que se une el efecto de
cosa juzgada de sus resoluciones.
Precisamente sobre la relación entre el poder judicial y la seguridad jurídica se ha pronunciado
asimismo el Tribunal Constitucional, en Sentencia 231/1991, según la cual "el principio de
inalterabilidad de las resoluciones judiciales firmes, (...) constituye garantía mediante la cual el
derecho a la tutela judicial, en conexión con el principio de seguridad jurídica, consagrada en
el artículo 9.3 de la Constitución, asegura a los que son o han sido partes en un proceso, que las
resoluciones judiciales dictadas en el mismo que hayan alcanzado firmeza, no serán alteradas o
modificadas al margen de los cauces judiciales previstos".
En cuanto a la relación entre la seguridad jurídica y el principio de legalidad, a priori este último
principio de legalidad coadyuva al aumento de la seguridad jurídica, en cuanto un mayor número
de normas, tanto de rango legal como de desarrollo reglamentario, supone una mayor cobertura
de los posibles supuestos y por tanto una mayor predictibilidad de las consecuencias de los actos
previstos en dichas normas, objetivo último de la seguridad jurídica.
Lejos de realizarse plenamente, la seguridad jurídica se enfrenta hoy por tanto a múltiples
desafíos, vinculados a la crisis del Estado legislador y a fenómenos como la citada inflación
normativa, la heterogeneidad en el contenido de las normas o la multiplicación de los titulares de
la potestad legislativa, en el caso de los ordenamientos compuestos.
En relación con la inflación normativa, la búsqueda de una mayor seguridad jurídica conduce a
una frecuente aplicación de los principios generales del derecho, en cuanto con su formulación
amplia permiten la solución de múltiples casos por medio de la analogía.
La homogeneidad en el contenido de las normas es otro de los requisitos que exige una correcta
técnica normativa, y a ella se opone la figura de las leyes ómnibus, fenómeno que comenzó con
las Leyes de Presupuestos, leyes anuales cuyo objeto esencial es regular los gastos e ingresos del
sector público estatal. Pese a ello, en la Ley de Presupuestos se fueron incluyendo preceptos
referentes a cualquier materia legislativa distinta de la tributaria, expresamente excluida por
el artículo 134.7 de la Constitución. Desde la Sentencia del Tribunal Constitucional 27/1981, el
supremo intérprete de la Constitución declaró que la Ley de Presupuestos no podía incluir normas
de vigencia permanente, dada la limitación temporal de sus efectos. En la Sentencia del Tribunal
Constitucional 76/1992, declaró que esta Ley no podía contener disposiciones que no coincidan
exactamente con su contenido constitucional.
Finalmente, cabe señalar que la Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo
Común de las Administraciones Públicas junto con algunas mejoras en la regulación vigente sobre
jerarquía, publicidad de las normas y principios de buena regulación, hace referencia al principio
de seguridad jurídica como principio de buena regulación. En base a este principio apuesta por
mejorar la planificación jurídica ex ante en relación con la iniciativa legislativa y la potestad
reglamentaria de las distintas Administraciones Públicas.
Así el artículo 129 de la Ley 39/2015, de 1 de octubre, en su apartado primero señala que en el
ejercicio de la iniciativa legislativa y la potestad reglamentaria, las Administraciones Públicas
actuarán de acuerdo con los principios de necesidad, eficacia, proporcionalidad, seguridad
jurídica, transparencia, y eficiencia. En la exposición de motivos o en el preámbulo, según se
trate, respectivamente, de anteproyectos de ley o de proyectos de reglamento, quedará
suficientemente justificada su adecuación a dichos principios.
Concretamente el apartado cuarto indica que, a fin de garantizar el principio de seguridad jurídica,
la iniciativa normativa se ejercerá de manera coherente con el resto del ordenamiento jurídico,
nacional y de la Unión Europea, para generar un marco normativo estable, predecible, integrado,
claro y de certidumbre, que facilite su conocimiento y comprensión y, en consecuencia, la
actuación y toma de decisiones de las personas y empresas.