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La escuela
y los (des)encuentros
con el saber
La escuela y los
(des)encuentros con el saber
Compiladora
Soledad Vercelino
Autoras:
Soledad Vercellino
Nora Liliana Tarruella
Romina Alejandra van den Heuvel
Lidia Mónica Cardinale
Rocío Belén Andrade
Mariana Andrea Guerreiro
María Cristina Irigoyen
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Índice
Prólogo..................................................................................................... 9
Bernard Charlot
Prefacio.................................................................................................... 13
Soledad Vercellino
Bernard Charlot
Universidad París 8, Universidad Federal de Sergipe
Prólogo |9
necesario investigar su relación epistémica con el saber (para los alumnos y
para cada uno de ellos, ¿cuál es la naturaleza de esa actividad denominada
como aprender?), su relación identitaria (¿quién soy yo, que estoy tratando
de aprender eso y que lo consigo o no?) y, transversalmente, su relación so-
cial (¿cuáles son las respuestas epistémicas e identitarias en varios medios
sociales, culturales y, a veces, en niños y en niñas?). Esto lleva a tratar de
entender las relaciones con el mundo, con los demás y consigo mismo, que
fundamentan la relación con el saber (así como las relaciones con el saber
y las relaciones con los saberes). Así que la problemática, inicialmente de
carácter sociológico, se vuelve rápidamente socioantropológica. En el mis-
mo movimiento, el enfoque, en términos de relación con el saber, permite
abordar otras cuestiones además de la desigualdad social en la escuela (por
ejemplo, en este libro, la cuestión intercultural de los mapuche).
El punto de partida de Jacky Beillerot es diferente. Es la cuestión del saber
como objeto de deseo y, por lo tanto, también la cuestión del inconsciente en la
construcción de la relación con el saber. No hay pulsión de saber, como Freud
ya lo había notado. Lo que el deseo busca es satisfacción, gozo, no saber. En
esas condiciones, ¿cómo puede el sujeto querer aprender, cómo se construye
un deseo de saber? Para entenderlo, se requiere explorar las formas sucesivas
que el deseo toma, con sus transformaciones, inconscientes y conscientes. Así,
se abre una problemática de la relación con el saber que moviliza los diversos
conceptos del psicoanálisis: identificación, transferencia, entre otros.
Muchas veces, se presenta mi problemática de la relación con el saber
como sociológica o (mejor) socioantropológica, y la de Beillerot como psicoa-
nalítica. Esto no es falso, pero la situación es más compleja. Beillerot no es un
psicoanalista, está formado en historia; no soy un sociólogo, estoy formado
en filosofía; y ambos nos consideramos como investigadores en las ciencias
de la educación.1 En el campo de las ciencias de la educación, sin embargo,
ni la desigualdad social ni la cuestión del sujeto pueden (ni deben) ser ig-
noradas. Beillerot perteneció al grupo de sociopsicoanálisis de Gérard Men-
del, fue un militante sindical y, en el cres, Nicole Mosconi es una militante
feminista. Por lo tanto, también están interesados en cuestiones sociales.
Pero su punto de partida como investigadores es la pulsión, y la socialización
viene más tarde. Por mi parte, encuentro la cuestión del deseo a través de
1 En este campo, somos amigos, socios y hasta cómplices, por más de diez años: Jac-
ky fue vicepresidente durante mis dos mandatos como presidente de la Asociación
(francesa) de Profesores e Investigadores en Educación (aecse, 1990-1995) y yo hice
parte del pequeño equipo que lo apoyó en su empresa para fundar una Bienal de la
Educación y la Formación. La cuestión de la relación con el saber no es solo teórica,
la relación con el saber también fundamenta prácticas pedagógicas, culturales y
militantes y, en ese punto, Jacky y yo estábamos en total acuerdo.
10 | Charlot
la movilización, una vez que la movilización para aprender presupone un
deseo –y Rochex, en el escol, está muy interesado en el psicoanálisis–. Pero
es cierto que presto más atención a la cuestión del deseo que a la del incons-
ciente. Las diferencias, por lo tanto, existen, pero la oposición sociología/
psicoanálisis las traduce mal. Son diferencias en las cuestiones de origen,
más complementarias que opuestas. Hay también una diferencia real en las
propias referencias psicoanalíticas, aquella que Jacky Beillerot había notado
cuando él, irónicamente, me dijo que yo era un lacaniano y me aconsejó leer
Bion. Beillerot y el cres piensan a partir de la idea de pulsión y solo después
abren un espacio para lo social. Pienso el sujeto como constituido en una re-
lación con el otro, en un enfoque hegeliano, que es efectivamente el de Lacan,
pero también, sobre este punto, el de Vygotski y el de Wallon; el sujeto, por lo
tanto, es inmediatamente atrapado en lo social, idea que me llevó a interesar-
me por las sociologías interaccionistas.
Se debe citar aquí, también, las propuestas de Yves Chevallard, más tarde.
Chevallard es conocido como un didáctico de las matemáticas que desarrolló
la idea de transposición didáctica, inicialmente formulada por el sociólogo
Michel Verret. Mostró cómo la transferencia del saber de la institución cien-
tífica a la institución educativa necesita un trabajo de transposición. La idea
de relación con el saber le permite prolongar su reflexión sobre las situacio-
nes didácticas: apropiarse de un saber propuesto por una institución requie-
re que se entre en la relación que esta institución mantiene con el saber.
Esta es la prehistoria de la noción de relación con el saber –por lo me-
nos, como está pensada por uno de los protagonistas de esta prehistoria–.
En 2003, migro a Brasil. En 2004, Jacky Beillerot muere. escol, renombrado
Educación y Escolarización, continúa bajo la dirección de Élisabeth Bautier
y Jean-Yves Rochex, pero no se interesa más por la cuestión de la relación con
el saber. El cref continúa sus investigaciones, bajo la dirección de Claudine
Blanchard-Laville y Nicole Mosconi. Otros equipos franceses, especialmente
en Toulouse, investigan la cuestión de la relación con el saber. En el mundo
francófono se están realizando investigaciones en Bélgica, Suiza y especial-
mente en Canadá. En América Latina, el país más activo es Brasil, inicial-
mente bajo mi impulso (mis libros han sido traducidos al portugués muy
temprano y desde 2006 soy profesor-visitante en la Universidad Federal de
Sergipe), luego, en un movimiento mucho más amplio. Se han producido y
publicado en Brasil muchas tesis doctorales, maestrías, artículos y algunos
libros sobre la relación con el saber.2 En la Argentina, donde los textos del
cref fueron traducidos tempranamente y los míos de modo más reciente,
Prólogo | 11
las investigaciones sobre la relación con el saber, inicialmente aisladas, se
vuelven más numerosas y organizadas, bajo el impulso actual de Soledad
Vercellino, organizadora de este libro. La cuestión de la relación con el saber
está siendo abordada también en Uruguay, Chile, Colombia y México.
Este libro es, por lo tanto, bienvenido, y llega en el momento oportuno
para amplificar una dinámica de investigación que ya existe en la Argen-
tina y en América de lengua española. Por un lado, él nos permite entrar,
con un buen nivel científico y una escritura clara, en las dos problemáticas
fundamentales de la relación con el saber (la socioantropológica y la psi-
coanalítica). Por otro lado, aborda las cuestiones teóricas esenciales y da
una muestra del valor heurístico de la noción de relación con el saber en la
investigación de campo.
Dos calidades del libro merecen destaque.
El libro combina la reflexión teórica y la investigación de campo. Más
que una teoría ya construida, aunque elementos de teorización sean pro-
puestos, relación con el saber define una nueva manera de preguntar, una
nueva mirada sobre cosas cotidianas que, de cierta manera, ya se saben,
pero que uno ya no ve; tal vez, un nuevo paradigma. Sin trabajo teórico, el
trabajo de campo y la propia expresión de relación con el saber pueden per-
derse en descripciones que son finalmente banales. Sin los datos de campo,
el discurso teórico corre el riesgo de atascarse en los debates académicos,
sin que se perciba el poder explicativo que la mirada, en términos de rela-
ción con el saber, origina.
También es una gran calidad de este libro la de tomar en serio la idea
de figuras del aprender. El saber, en el sentido intelectual y académico del
término, es solo una de las figuras del aprender y hay otras, tan importan-
tes en la vida de los hombres. Aprender no siempre resulta en la apropia-
ción de enunciados (científicos, míticos o cotidianos); también pueden
ser nuevas posibilidades inscritas en el cuerpo (aprender a nadar, dirigir,
entre otras), nuevas formas subjetivas e intersubjetivas (aprender a men-
tir, a seducir, por ejemplo), maneras de articular experiencias y principios
(conocer la vida, comprender a la gente) y quizás otros efectos, incluso
los inconscientes. Estas diferencias entre varios significados de aprender
pueden convertirse en competencia, tensión, contradicción. ¿Cuáles son
las formas de aprender válidas, importantes y, a veces, vitales cuando se
vive en una favela, una tribu o una familia de clase media? ¿O cuando eres
un niño, una niña o una persona de otro género? ¿Aprender lo que la es-
cuela enseña o lo que hace posible sobrevivir y valorarse donde se vive? ¿O
ambos? Pero ¿cómo se puede aprender uno cuando la relación con el saber
fue construida en el mundo del otro?
Cuestiones tan antiguas como la filosofía y también muy contemporá-
neas. Cuestiones sobre las cuales este libro hace pensar.
12 | Charlot
Prefacio
Soledad Vercellino
ciedis-unrn /curza-unco
Prefacio | 13
de modo teórico la fertilidad del concepto de relación con el saber para la com-
prensión psicopedagógica de los aprendizajes escolares y sus problemas,
identificando y problematizando los distintos desplazamientos teóricos que
esa noción ha tenido. Posteriormente, se ha avanzado en el análisis de los
procesos secundarios de constitución de la relación con el saber en alumnos
pertenecientes a escuelas urbanas insertas en sectores de pobreza, identi-
ficando los sentidos que estos otorgan a los saberes escolares y explorando
cómo se configura la relación docente-alumno-saberes en el ámbito escolar.
El trabajo colectivo desarrollado en esos proyectos, que se traduce en
algunos capítulos de este libro –de igual carácter–, contuvo y sostuvo reco-
rridos de investigación singulares, en los que la noción de relación con el
saber opera como hilo conductor que fue enhebrando temas de investiga-
ción diversos.
La obra se organiza en dos partes, una en la que se presentan investi-
gaciones de tipo teórico y la segunda en la que damos cuenta de nuestros
recorridos de indagación empírica. Todo este desarrollo es prologado por
Bernard Charlot, figura de reconocimiento internacional en el campo de las
ciencias de la educación y de la investigación sobre la relación con el saber.
Charlot, en su prólogo, historiza la construcción de ese campo de investiga-
ción, especifica la particularidad de su abordaje y, generosamente, destaca
los aportes de este libro.
La primera parte de la obra contiene nuestras indagaciones teóricas en
torno a la noción de relación con el saber. El capítulo 1 es un review colecti-
vo de las investigaciones que recurren a ella, lo que permite visibilizar los
desplazamientos teóricos de esa noción y las posibilidades que brinda para
el análisis psicopedagógico de los aprendizajes escolares. El capítulo 2, de
mi autoría, revisita los orígenes psicoanalíticos de la noción en la obra de
Jacques Lacan, origen que, entiendo, ha sido olvidado por gran parte de la
investigación en la temática. Esa propuesta es retomada en el capítulo 3 por
Nora Tarruella, quien vuelve a la lectura psicoanalítica para profundizar en
la noción de saber y su vínculo con la verdad, sosteniendo como hipóte-
sis que la creencia es una modalidad de relación con el saber cuya confor-
mación es el saldo de la operación de renegación; de allí su consistencia
y resistencia a ser modificada. En el capítulo 4, Lidia Cardinale explora la
controversia entre Bernard Charlot y Francoise Dubet, entendiendo que
esta permite «articular, refinar, modificar, integrar [sendos desarrollos y]
constituyen una vía que conduce a revelar dimensiones ocultas y supues-
tos implícitos» (Nudler, 2009, p. 47) sobre la noción que nos ocupa. Final-
mente, en el capítulo 5, Romina van den Heuvel propone una indagación
epistemológica, inspirada en la propuesta teórico-metodológica de Geor-
ges Canguilhem (1971, 1975, 2009), y analiza los movimientos de conceptos
producidos en dos contextos teóricos, disciplinares y sociales diferentes: el
14 | Vercellino
de la relación con el saber del psicoanalista francés Beillerot (1996; Beillerot
y otros, 1998) y el de modalidad de aprendizaje de la psicopedagoga argen-
tina Alicia Fernández (1987, 2002, 2009, 2010, 2011, 2012).
La segunda parte del libro presenta nuestras indagaciones empíricas,
tanto colectivas como individuales. El capítulo 6 exhibe la experiencia de
campo y algunos resultados de la indagación sobre los procesos secundarios
de constitución de la relación del alumnado con el saber, focalizando en es-
tudiantes que culminan el nivel primario e inician el nivel medio en escuelas
públicas de la provincia de Río Negro. Específicamente, se identifican y pro-
blematizan los sentidos que el alumnado otorga a los saberes escolares y, más
en general, a la escuela y a sus trayectos pasados y futuros en ella. Analizamos
tal relación pesquisando, en primer lugar, la relación epistémica con el saber,
es decir, explorando con qué tipos de saberes (saberes objeto, actividades,
modos de relación) el alumnado interactúa y qué procesos de aprendizajes
se dan con este (objetivación, apropiación, dominio, entre otros). Luego, con-
sideramos que aprender tiene sentido en referencia «a la historia del sujeto,
sus relaciones con los otros, a la imagen que tiene de sí mismo y a aquella que
quiere dar a los otros» (Charlot, 2008b, p. 117). Es decir, atendemos la dimen-
sión social e identitaria de la relación con el saber.
El último capítulo presenta la investigación de Rocío Andrade que ana-
liza la relación con el saber que han construido adolescentes que cursan sus
estudios en escuelas secundarias insertas en lof –comunidades– mapuche
y mapuche-tehuelche rurales y urbanas de la provincia de Río Negro. La
investigación, un estudio de casos cualitativo, concluye que los saberes y
prácticas de saber comunitarios adquieren un carácter mítico, pues son re-
latos sostenidos por los adultos que aparecen más o menos fragmentarios,
más o menos ocultados, más o menos reivindicados, con escasez de ritos
que sostengan su inscripción colectiva e individual (múltiples ceremonias
ancestrales se han perdido, otras perduran o han mutado). Las ofertas del
sistema educativo, si bien tienen en común el hecho de haber sido dise-
ñadas para impedir el desarraigo de sus comunidades, de su cultura, son
cuestionadas por los adolescentes, quienes denuncian el empobrecimiento
de la oferta educativa. En ese contexto, los jóvenes construyen una particu-
lar relación con el saber, que el texto describe minuciosamente.
Cada uno de los capítulos ha sido sometido a alguna instancia de valida-
ción científica, ha sido total o parcialmente publicado en revistas nacionales
o internacionales, ha sido evaluado como parte de tesis de grado o posgrado
y presentado en reuniones científicas. Aquí aparecen revisados y articulados.
Este libro no constituye un punto final, una obra acabada, sino que da
cuenta de un recorrido de trabajo en el que se articulan e imbrican condi-
ciones institucionales para el desarrollo de investigaciones académicas con
deseos de saber singulares. Este libro constituye, para el equipo que lo ha
Prefacio | 15
producido, un hito, un escalón que nos relanza a otros recorridos. Así, a par-
tir del 2017, exploramos otros campos de aplicación de la noción, indagando
la relación con el saber universitario de los alumnos que comienzan las ca-
rreras de ciencias aplicadas de la Universidad Nacional de Río Negro (unrn).
Y ahora que este libro está en manos del lector, importa por lo que él mis-
mo (por lo que sostiene, por lo que apenas balbucea, por su inacabamien-
to) dará para pensar, discutir, acordar, en torno al aprendizaje escolar y sus
vicisitudes.
16 | Vercellino
Parte i
Relación con el saber:
investigaciónes teóricas
Capítulo 1
Revisión bibliográfica sobre la relación con el saber
Desarrollo
1 Una versión preliminar de este capítulo fue publicada en Vercellino (2015a) y Verce-
llino, Heuvel y Guerreiro (2014).
por el dispositivo concreto (en este caso el taller matemático), sino tam-
bién en la manera en que esas solicitudes conscientes e inconscientes
van a surgir y cobrar sentido en términos de lo que está permitido y au-
torizado […] y de lo que se dirá de las reglas instituidas de esa manera.
(Hatchuel, 2009, p. 4)
Esta cuestión es también analizada por Grieco (2013) cuando describe las
características específicas que adquiere la relación con el saber, en situacio-
nes de enseñanza y aprendizaje grupal en la educación superior e indaga so-
bre la posible existencia de una dimensión grupal de la relación con el saber.
El autor sostendrá que la relación con el saber se encuentra sostenida
en la realidad intrapsíquica del sujeto y en la realidad externa grupal o in-
tersubjetiva, a partir de los pactos y acuerdos inconscientes que el sujeto y
un otro (o más de un otro) comparten en su grupo primario originario, es
decir, la familia. A lo que agrega que la relación con el saber presenta una
dimensión grupal originaria:
la relación con el saber del sujeto individual, contiene una dimensión gru-
pal originaria, constituida a partir de la grupalidad psíquica del sujeto.
Dicha dimensión es la que permite la creación, en un espacio transicional
e intermediario, de la relación con el saber grupal. (Grieco, 2013, p. 211)
La relación del sujeto con el saber presenta dos posiciones básicas y cla-
ramente diferenciadas, en la figura de la apropiación de los saberes en
situación de grupo. Por un lado se encuentra la posición aprendiente,
que toma el modelo de la imitación de la relación con el saber del do-
cente y por otra parte, cuando se produce un distanciamiento de ella, se
rige por la posición enseñante, donde el modelo es el del autodidacta, en
que el sujeto es autor de su propio pensar. (Grieco, 2013, p. 92)
Soledad Vercellino
Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Derechos,
Inclusión y Sociedad (ciedis) de la unrn - Centro Universitario
Regional Zona Atlántica de la unco
Tanto Jacky Beillerot (1996; Beillerot y otros, 1998) como Bernard Charlot
(2008) reconocen que fue Jacques Lacan el primero en formular el sintag-
ma relación con el saber. Indican que la noción se menciona por primera vez
en una conferencia que el psicoanalista francés presentó en el congreso
celebrado en Royaumont, en julio de 1958. En 1966, la comunicación allí
presentada es recopilada e incluida en el segundo volumen de sus escritos,
bajo el título Subversión del sujeto y dialéctica del deseo. Allí, Lacan señala:
42 | Vercellino
Lo que cambia en tal inversión, disimétrica al orden de saber estableci-
do, es el terreno mismo en que se inscribe la nueva problemática produ-
cida. […] En cada uno de estos casos lo que se ha operado […] es la (trans)
valoración de una noción conocida cuyas propiedades negativas, referi-
das al saber dominante, la deslegitimaban de algún modo (i.e., infinito,
inconsciente, fuerza de trabajo); y que, al ser valoradas positivamente
por una intervención inédita, han producido –o precipitado en– un
nuevo concepto. (Farrán, 2009, pp. 01-02)
No intitulé la última vez ese discurso: Cortés debate entre Saber y Ver-
dad. Hablé del sujeto de la ciencia y no del saber, es ahí que yace algo
de lo que les he dicho que cojea, dicho de otro modo que no encaja de
ninguna manera absolutamente adecuada y fácil. Es por eso por otra
parte que esa lección, esa exposición, tiene por verdadero título: El suje-
to de la ciencia, pero como debe ser puesto en venta, la ley de un objeto
vendible es que la etiqueta cubra lo que yo llamo la mercancía, y como
se trata evidentemente en el interior de la Ciencia por una parte y de la
Ahora bien, este sujeto será su correlato antinómico, porque ante el va-
cío, la ciencia, de Descartes en adelante, instaura cerramientos, clausura de
sentidos que velan ese vacío. Es decir, el sujeto surge en el lugar de ese resto
irreductible a la formalización, allí donde la cadena hermenéutica llega al
44 | Vercellino
punto de lo indecible. Allí la ciencia realiza una operación de cierre y ex-
clusión porque genera un saber sin sujeto, un saber cuya verdad es formal,
pues no trasciende el propio discurso de la ciencia, sino que se constituye
en «un sistema de proposiciones que se bastan entre sí por establecer rela-
ciones lógicas y semánticas» (Laso, 2007, p. 322). Como dice Lacan: «tendré
que indicar que la incidencia de la verdad como causa en la ciencia debe
reconocerse bajo el aspecto de la causa formal» (2013b, p. 831). O como, sar-
cásticamente, señala Nietzsche:
Montano señala que la división entre saber y verdad puede ser explica-
da a partir de los tres registros lacanianos:
46 | Vercellino
momento (1946-1950) en donde se la conceptualiza como la esencia del ser,
como las cosas conocidas de manera clara y distinta. Un segundo momento
en donde la verdad es revelación del registro simbólico en el sujeto (1953-
1957) y un tercer momento, que va de 1960 a 1965 y en el que se ubicarían las
dos obras que Beillerot toma como referencia de la noción de relación con
el saber, donde la verdad se la vincula al saber, como siendo esta lo que falta
en el saber para su realización (Montano, 2001).
Algunas clases más adelante de aquella sobre la «Subversión del sujeto…»,
Lacan insistirá en que, «contrariamente a lo que se dice, no es la experiencia
la que hace progresar al saber. Son los impasses donde el sujeto está puesto
por ser determinado por la mandíbula, diría, del significante» (1966, p. 32).
El sujeto del psicoanálisis, en tanto efecto del significante, no es un su-
jeto de las profundidades ya presente desde siempre.
No es casual que la noción de relación con el saber aparezca en «La cien-
cia y la verdad» al aludir a la ruptura de Freud con Jung a partir de su teoría
de las profundidades del sujeto y de los arquetipos universales e inmemo-
riales. Para Lacan, esta ruptura fue provocada por lo que concibe como un
intento de Jung de restaurar un sujeto dotado de profundidades,
A modo de cierre
El recorrido preliminar realizado por las dos obras connotadas, como las
que dan origen al concepto de relación con el saber, y el análisis más ex-
haustivo realizado sobre las investigaciones teóricas y empíricas que en
48 | Vercellino
Capítulo 3
La creencia, una modalidad de relación
con el saber que el psicoanálisis
revela y ante la que se rebela
50 | Tarruella
Freud está aludiendo a una memoria escrita en signos, de diferentes clases
de signos.
El psicoanálisis va a perturbar la primacía de la conciencia y de la razón.
Concepción que da vuelta el principio cartesiano «pienso, luego soy», para
sostener que «pienso donde no soy, luego soy donde no pienso».
Cabe hacer la siguiente pregunta: ¿es el sujeto que posee el inconsciente
que se revela a través de los equívocos?
Además se pregunta: «¿Quién habla? cuando se trata del sujeto del in-
consciente. Pues esta respuesta no puede venir de él, si él no sabe lo que
dice, ni siquiera que habla, como la experiencia del análisis entera nos lo
enseña» (Lacan, 2002, p. 780).
El sujeto queda dividido entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la
enunciación.
El sujeto del inconsciente irrumpe por vías regias que son las forma-
ciones del inconsciente de manera puntual y evanescente, y se presenta
como una fractura en el decir (un olvido, un fallido, una asociación), como
algo que rompe la linealidad de la cadena. El deseo se reconoce en esas for-
maciones que se producen a través de metáforas y metonimias, ya que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje.
El sujeto es la discontinuidad de la cadena significante, lo opuesto a un yo
que intenta cerrar significados. El término sujeto no es el yo como el conjunto
de representaciones sino que emerge como resultado del atravesamiento del
el lugar del tesoro del significante lo que no quiere decir del código,
pues no es que se conserve en él la correspondencia unívoca de un signo
con algo, sino que el significante no se constituye sino en una reunión
sincrónica y numerable donde ninguno se sostiene sino por el principio
de su oposición a cada uno de los otros. (Lacan, 2013, p. 785)
52 | Tarruella
Sed de sentido
54 | Tarruella
reconocimiento y la desestimación. En «El fetichismo», el concepto de ver-
leugnung cobra una importancia decisiva. Allí Freud estableció una defini-
ción del proceso en términos de defensa del yo ante la percepción de la falta
del pene en la madre, que resulta fuertemente traumática.
La renegación o desmentida surge de la percepción de las diferencias se-
xuales, a las cuales responde creando ficciones sostenidas en la premisa de
universalidad del falo. Creencia que se ve objetada no por la percepción de
la ausencia del pene en la mujer sino por el significado de esa percepción,
afirma Bleichmar (2014). El supuesto de que todos los seres vivos tienen falo
coexiste con el saber de la falta, y allí la creencia surge como saldo de esta
escisión. Escisión que implica un tiempo de engaño –mistificación– y otro
desengaño, de descubrimiento de la falta, no obstante se cree. «Lo sé, pero sin
embargo» es una expresión de Octave Mannoni (1969), que significa que la
creencia puede mantenerse a pesar del desmentido de la realidad, constitu-
yéndose así en garantía de las instituciones, en creencias colectivas.
¿Cómo entender la operatoria de la creencia en términos lacanianos?
El sujeto paga un precio por la entrada del lenguaje, lo introduce en una
dualidad: uno que legisla y otro que obedece, amo y esclavo. Entre el sujeto
y el Otro materno, se ubica el Otro omnipotente, un padre que posibilita
el desasimiento del deseo materno. Esto implica endiosamiento y sujeción
al Otro en el afán de poner límite a la demanda materna. La servidumbre
voluntaria surge del ensayo de Étienne de La Boétie en 1553, quien sostiene
que el poder abusivo no existiría si no fuera sostenido, alimentado, con-
sentido por el o los sometidos al tirano. Este sometimiento, si bien es un
escándalo escucharlo, sucede inevitablemente. Este es el precio que se paga
por acceder a la dimensión subjetiva, plantea el psicoanálisis. Esta posición
sacrificial surge de la búsqueda de un padre a quién obedecer, en pos de
restituir fantasmáticamente al padre omnipotente.
La creencia está vinculada a la añoranza al padre que dé garantías, no
obstante, esta función siempre es fallida. Esto significa, en términos laca-
nianos, que los significantes están castrados, que ningún significante pue-
de representar en términos absolutos el deseo materno.
La pregunta por el deseo del Otro es incesante. Se articula una respues-
ta: el fantasma. Es una respuesta prefabricada, una matriz de significados,
es una frase, un axioma inconsciente que surge frente a la falta. Desde esta
perspectiva, podemos decir que el fantasma y la creencia guardan una re-
lación estrecha pues no habrá creencia que no se sostenga en un fantasma.
Se construye negando de alguna manera la castración, es decir, la inexis-
tencia del significante que pueda darle pleno sentido. El sujeto no sabe lo
que quiere, para saberlo debería poseer la certeza de lo que el Otro quiere
de él y esto es imposible por la falta de un significante que lo haría un uni-
verso completo, es un enigma insondable.
56 | Tarruella
del objeto que ocupa el lugar del Ideal hace completo al Otro, crea la ilusión
de que existe. La política se sostiene en una creencia, la de la posibilidad de
una comunidad humana que pueda organizarse y operar en nombre del
bien común, (no) advertidos de su imposibilidad. La propuesta de todas las
ideologías del progreso que proyectan hacia el futuro –revolución política
o tecnológica–, prometiendo respeto hacia los derechos, bienestar, paz per-
manente, se caracterizan por la ausencia de castración. «Sé de la imposibi-
lidad, pero aún creo en la democracia, en la solidaridad», dando como saldo
una creencia colectiva.
El efecto de una creencia es la ilusión. Veamos también el estatuto de las
ilusiones. Un párrafo escrito por Freud en «El porvenir de una ilusión» (1927)
responde una interpelación acerca del carácter inevitable de la ilusión:
Sé lo difícil que es evitar las ilusiones, y es muy posible que las esperan-
zas por mí confesadas antes sean también de naturaleza ilusoria. Pero
habré de mantener una diferencia. Mis ilusiones –aparte de no existir
castigo alguno para quien no las comparte– no son irrectificables, como
las religiosas, ni integran su carácter obsesivo […]. Observe usted la di-
ferencia que existe entre su actitud y la mía ante la ilusión. Usted tiene
que defender la ilusión religiosa con todas sus fuerzas; en el momento
en que pierda su valor –y ya aparece harto amenazada– se derrumbará
para usted todo un mundo, no le quedará a usted nada y habrá de des-
esperar de todo, de la civilización y del porvenir de la Humanidad. En
cambio, nosotros estamos libres de semejantes servidumbres. Hallán-
donos dispuestos a renunciar a buena parte de nuestros deseos infan-
tiles, podemos soportar muy bien que algunas de nuestras esperanzas
demuestren no ser sino ilusiones. (Freud, 2012, p. 2990)
El psicoanálisis hace caer los ideales, hace caer los impostores que se
valen de ellos. Es pues subversivo, su única fortaleza son las preguntas. Se
A modo de cierre
58 | Tarruella
sin falla–, en tanto crea el velo necesario para que la vida sea posible. Es una
demanda de ser, un modo de hacer con el vacío, demandar su sutura en el
afán de lograr un universo pleno. De allí que sostenemos que la creencia
constituiría una modalidad de relación con el saber cuya conformación es
el saldo de la operación de renegación.
Rebelar significa sublevarse en contra de la obediencia debida, es opo-
ner resistencia ante alguna autoridad o estatuto. El psicoanálisis interpela
las creencias, utopías en las cuales el campo de la política se nutre, ya que
la política procede por identificación, manipula los significantes. El psicoa-
nálisis impugna esa ilusión ideológica. Ya sabemos que las ilusiones están
al servicio de renegar la castración. El único camino deseable para evitar
las consecuencias de una ilusión es la des-ilusión, la des-idealización. De
allí que una ética sostenida en el deseo, el objeto como causa de un de-venir
siempre a construir, es lo que promueve el psicoanálisis.
Si bien la creencia en el Otro, sujeto supuesto saber, es la condición del
análisis, la instalación de la transferencia, el objetivo, será el desasimiento,
la construcción del ateísmo del sujeto, esto es sostenerse sin servir a nin-
gún dios, en todo caso sabrá a qué atenerse con su relación con el saber.
62 | Cardinale
para que puedan brindar progreso epistémico, pueden reestructurarse a
partir de un proceso de refocalización, es decir, la creación de un nuevo
foco con parte o todo lo que estaba en el terreno común del espacio contro-
versial (Nudler, 2004).
A continuación se presentarán, en primer lugar, los puntos en común
entre ambos autores, luego, las argumentaciones y contraposición de las
posiciones respecto al lugar del sujeto en el estudio sociológico y, en último
término, los aportes que brinda la discusión a fin de enriquecer el campo
de reflexión teórica, que podrán auxiliarnos en la comprensión de ciertos
procesos educativos.
64 | Cardinale
2011, p. 71), lo que deriva en plantear que «el objeto de una Sociología de la
experiencia social es la subjetividad de los actores» (Charlot, 2008b, p. 63).
La controversia
66 | Cardinale
logrado imponer su lógica más o menos al proceso de socialización» (2008b,
p. 68), es decir que quien fracasa en ello está privado de la capacidad de ser
sujeto, situación que lleva, por ejemplo, a un alumno del liceo que continúa
adhiriendo a los valores escolares, a privarse de ser un sujeto. Para Charlot,
no se puede aceptar que se es más o menos un sujeto, porque se es sujeto a
pesar de estar alienado o dominado.
En el texto «Sociología de la experiencia escolar», Dubet y Martuchelli
(1998) señalan que, en la construcción de la experiencia escolar, los indivi-
duos combinan lógicas de acción (integración, subjetivación y estrategia)
que están condicionadas por la estructura del sistema escolar. En cada
etapa escolar estarían todas presentes, aunque siempre prima una de
ellas. Las investigaciones realizadas muestran que, en el nivel primario,
la experiencia está dominada por la lógica de integración, y en el secun-
dario, prima la subjetivación dado el cuestionamiento de las normas que
realizan los jóvenes ante la necesidad de construir una identidad propia.
Asimismo, las tensiones de la experiencia escolar suelen ser más fuer-
tes cuando es grande la distancia entre las categorías que estructuran el
mundo escolar y el origen social de los jóvenes (1998, p. 437), provocando,
en algunos casos, un divorcio entre la subjetividad del joven y el mundo
escolar, lo que impide construir una experiencia escolar significativa.
Es decir, de acuerdo con las distintas formas de construcción de la expe-
riencia, la subjetivación puede construirse en la escuela, al lado o en contra
de la escuela, y en ello las diferencias de origen social tienen influencia. Lo
que significa que la escuela, en estos casos, no tiene capacidad para insta-
larse como espacio para la construcción de una identidad a partir de deter-
minadas normas y valores. Asimismo, la experiencia escolar está siempre
bajo la amenaza de un sentimiento de desprecio al no lograr percibirse a sí
mismo como un alumno aceptable, lo que remite a sus propias insuficien-
cias y, por tanto, se vuelve intolerable.
Señala Dubet que los estudiantes «se definen menos como individuos
absorbidos por un marco de socialización preformado y para lo cual serían
más o menos adecuados, que como sujetos que deben construir su propia
experiencia» (2006, p. 71), y esa construcción de la experiencia está atravesa-
da por mayor o menor «facilidad y felicidad según los registros de la acción
y las motivaciones coherentes y compatibles con ello», es decir, hay un juego
de tensión entre un orden escolar y «la obligación de cada cual de construir
su propia relación con los estudios» (2006, p. 72), lo que significa que, según
cómo se dé la subjetivación en relación con el mundo escolar, se puede ge-
nerar distinto tipo de experiencia.
Charlot sostiene que la dificultad central en el planteo de Dubet esta-
ría dada por «la definición misma de la subjetivación, de la subjetividad
y del sujeto» (2008b, p. 68). Respecto a la subjetivación, como ya se señaló
68 | Cardinale
Para Dubet, el actor social «nunca es un sujeto “real” sino que se define
por su deseo de ser un sujeto de su vida aunque nunca lo logre totalmente»
(2011, p. 122) pues, por ejemplo, no puede reducirse a su rendimiento en
la escuela o a su desempeño en el trabajo; se define por ser un sujeto libre
y autónomo con necesidad de ser reconocido. Por eso «es más razonable
hablar de subjetivación que de sujeto» (2011, p. 123), dado que se evoca una
tensión más que un ser que ya está presente. El individuo mismo no es un
sujeto, solo lo deviene en la experiencia de la separación de sí que le permite
determinar su vida y percibirse como su autor; entiende la subjetivación
como proceso de creación de un sí mismo, de un sujeto capaz de actuar con
voluntad y cierta libertad: un sujeto con agencia. Es decir, la subjetivación
como el modo en que el sujeto hace la experiencia de sí mismo.
Este concepto problematiza la noción de identidad como un estado
natural o dado, pero también como un lugar a donde llegar. Si usamos sub-
jetivación, en vez de sujeto, marcamos una distancia clave. La subjetivación
designa un proceso y no una situación, un estado, un estatus o un principio
del ser. Este proceso no es simplemente el de un llegar a ser sujeto, como si
pudiera darse por entendido que sabemos lo que significa ser sujeto.
Por otra parte, expresa Dubet que no se puede pensar que la vida social sea
una pura construcción subjetiva y que, en ese caso, los sociólogos no pueden
más que mostrar de la manera en que los actores mismos dan cuenta de esa
realidad. En el extremo opuesto, no se puede pensar que esos actores sean sim-
ples soportes de posiciones sociales cuyos discursos y prácticas no serían más
que consecuencias mecánicas programadas, «los actores actúan, reflexionan
y se interrogan sobre los mecanismos que los determinan» (2006, p. 37). En-
tiende –por tanto– que la experiencia social «no es algo vivido que corresponde
a una simple descripción comprensiva, sino que es un trabajo, una actividad
cognitiva, normativa y social que debemos aprender a analizar» (Dubet, 2011,
p. 125), pues el material con que cada uno construye su experiencia no le perte-
nece, ya que está sujeta al juego de intereses y funciones sociales.
Para Dubet, el riesgo que corre la sociología, al replegarse sobre los fenó-
menos microsociológicos y sus interacciones, es olvidar que las sociedades
existen a pesar de todo; no se puede prescindir de las representaciones ra-
cionales de la sociedad donde vivimos, pues «nos pueden llevar a identi-
ficar algunos rasgos esenciales, sin pretender con ello un retrato fiel de la
misma» (2011, p. 126).
La sociedad está compuesta por un conjunto de esferas y grupos en los
que circulan los individuos y los actores. La vida social se describe como
un flujo, como una coexistencia desequilibrada de sistemas en la que los
registros y procesos de integración parecen multiplicarse sin formar ver-
daderamente un sistema, y por eso se habla de redes, de movilidad y de
riesgos. Si bien hay una tendencia a oponer el mundo vivido al sistema, en
70 | Cardinale
mutaciones actuales de dicha institución, señala que trae como conse-
cuencia –según el trabajo de campo realizado– que se «intenta transmitir
el gusto por el saber y [los docentes] están más centrados en la actividad
del alumno y su creatividad» (2006, p. 109). Consigna, además, que el núcleo
central de la actividad pedagógica es la búsqueda de la actividad del alum-
no –volverlos activos–, y movilizarlos para la construcción de sentido.
Los docentes se preocupan por ofrecer actividades y ejercicios que den
sentido a la enseñanza, que movilicen a los alumnos, «que tengan en cuen-
ta sus especificidades cognitivas y psicológicas». Esto se pone en evidencia
a partir de la preocupación expresada por los docentes, en el sentido de
«poner en acción a los niños, inventar estrategias, argucias, trucos para que
cada pequeño comprenda» (Dubet, 2006, p. 111).
También cuando desarrolla la cuestión de la enseñanza como una de
las lógicas de acción del trabajo docente, vuelve a retomar el tema de la ac-
tividad de los alumnos en el aprendizaje como uno de los principios que
sostiene esta lógica y destaca que «no todo consiste en hacer trabajar a los
alumnos, sino también en ponerlos a trabajar» (2006, p. 124), queriendo, con
ello, destacar que no se trata de prácticas rituales y mecánicas, sino que «se
interesan por encontrar formas de trabajo más activas que convoquen a to-
dos y cada uno» (2006, p. 124), que los docentes construyen a partir de com-
binar diferentes métodos y que son difíciles de conocer pues constituyen lo
que el autor denomina «secretos de fabricación». Estas actividades pueden
derivarse de posiciones que refieren al desarrollo cognitivo o psicológico de
los niños y docentes.
Otra de las consecuencias que plantea la mutación de la escuela refiere
al problema del «sentido subjetivo y cultural de la adquisición de los sa-
beres escolares» (Dubet, 2006, p. 395), pues no está dada de antemano sino
que se autonomiza, y por ello requiere un trabajo conjunto entre docentes y
alumnos: para qué ir a la escuela y por qué trabajar en ella. Este aspecto re-
sulta importante dado que los ayuda a crecer y a formar su juicio acerca de
ellos mismos y de su relación con el mundo. Las investigaciones realizadas
por Dubet muestran que esto no se da en forma automática, sino que los
estudiantes requieren ser ayudados por los docentes a encontrar buenas
razones para aprender y hallar interés en sus estudios.
«Causar el gusto por el saber» (2006, p. 126) es uno de los objetivos que
este autor le atribuye a la lógica de subjetivación que privilegia las activida-
des expresivas de la clase y la relación con cada niño. El trabajo escolar no es
un trabajo como cualquier otro, «es necesario que el individuo se compro-
meta y le dé sentido» (2011, p. 68). Asimismo, considera que esa motivación
no es obvia sino difícil, e identifica algunos registros de motivaciones que
tienen los alumnos para estudiar en la escuela o para no hacerlo: porque se
vive como evidente por el capital cultural que se posee, por la utilidad de
A modo de cierre
72 | Cardinale
Estudiar el fracaso escolar en términos de relación con el saber llevó a
Charlot a desarrollar una sociología de la relación con el saber, lo que implica
«deliberadamente y sin vergüenza, una sociología del sujeto» (2008b, p. 142);
para ello es necesario tener en cuenta los aportes de otras disciplinas que
también trabajan la cuestión del sujeto y del sentido, y entrar en diálogo crí-
tico con ellas; no se trata de «confundir todo en un cajón de sastre» (p. 143),
sino de que cada una se apropiará de los aportes producidos por las otras, no
para producir una ciencia total, sino para construir un espacio de circulación
de saber y aportar a la construcción de una teoría de la relación con el saber.
En el libro La experiencia sociológica, Dubet (2006) señala que se propuso
recorrer el camino inverso que la propuesta clásica de los estudios socioló-
gicos, pasando de la subjetividad a la objetividad, es decir, partiendo de la
experiencia de los actores, del sentido que le otorgan a sus actos, al análisis
de la objetividad de las situaciones, del contexto donde se forma. «He que-
rido comprender cómo los actores actúan y en qué mundo vivimos» (2006,
p. 135). Sostiene esta postura afirmando que nadie puede ser explicado por
las determinaciones o etiquetas que se ejercen sobre él, sino que «cada cual
puede ser tratado como actor, como un sujeto» (2006, p. 42).
Para Charlot (2008b), el sujeto ocupa una posición social y asigna sen-
tidos y significados singulares tanto a sí mismo como al mundo, mientras
construye una historia singular y, por ello, constituye una realidad social
que puede ser estudiada de otra forma por la sociología. Dubet (2011) en-
tiende que el análisis de la experiencia social es útil no para describir lo
vivido de los individuos, sino para comprender cómo se producen nuestras
maneras de vivir juntos. Parecería ser este el nudo de la controversia entre
ambos autores que, en el marco del archipiélago de tendencias existentes
en el campo de investigación sociológica, podría entenderse como perspec-
tivas que enriquecen la producción de conocimiento.
Recurrir al concepto de campo científico que aporta Bourdieu con sus
reglas, con sus posibilidades e imposibilidades teóricas, tal como se van
conformando y modificando en la historia de la disciplina, nos puede ayu-
dar a comprender lo que constituye el marco compartido de quienes discre-
pan desde teorías divergentes:
74 | Cardinale
Capítulo 5
Relación con el saber y modalidad de
aprendizaje: un análisis epistemológico
3 Sobre la unidad revolucionaria entre historia y epistemología que propone este au-
tor, en continuidad con la obra de Gastón Bachelard, ver Lecourt (1970).
Desplazamientos conceptuales
Nuevos interrogantes
Metodología
1 Una versión similar de este capítulo fue publicada en Vercellino, Tarruella, van den
Heuvel, Andrade, Guerreiro, Irigoyen y Cardinale (2017).
2 Estos son extractos de escrituras del alumnado que participó en esta investigación.
Nos interesa transcribirlos de manera fiel a los originales, pues ponen de manifiesto
lo señalado más arriba en relación con la forma en que dominan la escritura.
A modo de cierre
1 Según el informe de 2012 del Relator Especial sobre los derechos de los pueblos in-
dígenas de la Organización de Naciones Unidas, James Anaya, la Argentina ha dado
pasos importantes en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas
en el país, sin embargo, advierte, persiste una brecha significativa entre el marco
normativo establecido en materia indígena y su implementación real, resultando
necesario que el Estado priorice y dedique mayores esfuerzos a los temas relaciona-
dos con los derechos humanos de los pueblos indígenas.
108 | Andrade
En ese marco, la problematización de la incorporación de la mirada
política del pueblo mapuche y, específicamente, de los saberes mapuche
–entre ellos, la lengua materna–, en los procesos de escolarización es un
tema de debate académico (Díaz, 2001; Díaz y Rodríguez, 2008; Fernández,
2010; Malvestitti, 2010) y en ciertos sectores de la comunidad mapuche. La
revisión bibliográfica realizada nos permitió identificar que existen ya una
serie de investigaciones abocadas a la relación con el saber en el marco del
contexto sociocultural mapuche. Por ejemplo, muestran cómo esa cosmo-
visión cultural presenta ciertas particularidades (identidad individual y
territorial; espiritualidad y religiosidad mapuche, base del mapuche kimun
o conocimiento propio; metodologías y estrategias de formación; todo es
materia y energía; y el principio de sabiduría del kimche o anciano mapu-
che) que la diferencian de la cosmovisión occidental que sostiene la escuela
(Millaleo, 2007). En el marco de dicha cosmovisión, aparecen ciertos méto-
dos y procedimientos de adquisición de conocimientos, ciertos métodos y
estrategias de enseñanza o formación (Millaleo, 2007), ciertas prácticas o
dispositivos educativos, como el kimeltuwün,2 y ciertos personajes investi-
dos del saber-poder educar, tal es el caso de los kimches (Quilaqueo y Quin-
triqueo, 2010).3 Por otro lado, la investigación desarrollada en la Patagonia
muestra que ante este avasallamiento histórico, en los jóvenes se generan
procesos de activismo cultural y de reivindicación de la identidad (Kropff,
2005; Briones, 1998).
Partimos de concebir que la relación de un sujeto con el saber se cons-
tituye en los primeros vínculos que el niño desarrolla en el ámbito familiar,
proceso que imprime ciertas marcas –más o menos posibilitadoras– en
la forma en que el sujeto se relaciona con el saber, y un proceso secunda-
rio, vinculado al tránsito por instituciones exogámicas –las del sistema
educativo, las de la inserción laboral– que, con sus propios reservorios de
La estrategia metodológica
En función del marco conceptual antes explicitado, se llevó adelante una es-
trategia de investigación cualitativa que nos posibilitó construir elementos
de análisis, recuperar y privilegiar las significaciones intersubjetivas de los
actores que componen los escenarios donde se produce la relación con el
saber de los adolescentes. Esta decisión supuso una opción epistemológica
110 | Andrade
de un enfoque hermenéutico/interpretativo, a partir del cual priorizamos
la producción de categorías interpretativas a partir de los datos. Realizamos
una investigación exploratoria debido al carácter incipiente del estudio de
la temática en el campo psicopedagógico y a la multidimensionalidad del
objeto de estudio.
Indagar sobre la relación con el saber de adolescentes mapuche supu-
so seleccionar jóvenes insertos en comunidades, lo que implicó el trabajo
con ellos, con los integrantes de la comunidad y con actores educativos.
Dadas las características de esta investigación, se seleccionaron dos ca-
sos: adolescentes pertenecientes a una comunidad mapuche de tipo rural
y de otra urbana y/o semiurbana. Esto fue bajo el supuesto (que fue in-
terpelado luego en el trabajo de campo) de que en las comunidades del
primer tipo habría una mayor conservación de valores, símbolos y ritos
propios de la etnia, mientras que en las segundas, el grado de articulación
con lo urbano y su reservorio de sentidos, significados y propuestas iden-
tificatorias sería proporcional al decaimiento de la cultura mapuche. Esto
permitió trabajar con adolescentes que asisten a centros de educación
media virtuales (hay veintitrés en las comunidades de la provincia) y a
adolescentes que asisten a centros de educación media presenciales, con-
siderando así la oferta de objetos y prácticas de saberes en dos contextos
educativos diferentes.4
Si bien se había previsto realizar entrevistas individuales, los adoles-
centes de las comunidades plantearon la posibilidad de hacerlas de manera
grupal, criterio al cual se accedió.
En virtud de que se empleó como estrategia metodológica el estudio de
caso, recurrimos a variadas fuentes de información a través de diferentes
técnicas. Se optaron como procedimientos operativos para la recolección
de datos, las siguientes técnicas: entrevistas semiestructuradas, observa-
ción no participante y análisis documental. Los informantes clave fueron
seleccionados en función de aquellos actores involucrados en la relación
con el saber de los adolescentes insertos en la comunidad mapuche, lo que
generó obtener información, reflexiones y diversidad de perspectivas que
nos permitieron comprender el contexto, las situaciones y las significacio-
nes que otorgan los diferentes actores involucrados en la relación con el
saber de adolescentes mapuche.
La observación permitió registrar tanto la situación escolar de los jóve-
nes como los espacios de la comunidad.
5 Utiliza paisano como sinónimo de mapuche. El uso de paisano surge como forma de
nombrar peyorativamente al pueblo mapuche tras la Conquista del Desierto.
6 Persona que tiene otras costumbres, otra cultura. El mapuche generalmente lo uti-
liza para nombrar a las personas que tienen una mirada y una posición negativa,
discriminadora hacia el pueblo mapuche.
112 | Andrade
Marisol, «vos te despertabas y estaba ahí»), comida (con los tíos «charlába-
mos, nos daban factura, nos hacían el té»), saberes («Marcelo era rebueno,
nos explicaba siempre»). Se revierte la relación de expoliación que describe
la anciana.
Asimismo, distintas dimensiones de la relación con el saber (Charlot,
2008) aparecen articuladas en el relato: la dimensión epistémica, en tanto
relación con objetos de conocimiento: Educación física, Lengua, Ciencias
naturales. Pero también en tanto vínculo con ciertas actividades de cono-
cimiento: leer, hacer experimentos, ir al cerro.
Otros significativos se cuelan en el relato: los maestros que recuerdan
(Marcelo, Marisol, los tíos) e incluso ellos mismos en posición docente:
«Siempre el que nos explica es Enzo, pobre».
En el balance de los objetos y prácticas de saber que les ofrece el cem
Rural, el resultado es negativo. Los adolescentes denuncian que son más las
cosas que el cem no les da, permite o posibilita, que las que aprenden en él.
El cem es connotado como un lugar donde «no te enseñan mucho», «no
hay nada importante para hacer» y donde «no se estudia, no se hace depor-
te, no se hace nada».
Los estudios sobre la relación con el saber advierten sobre la impor-
tancia que la oferta de saberes y de modos de relación con ellos tiene en
la conformación de la relación de cada sujeto con el saber (Charlot, 2008b;
Beillerot y otros, 1998; Dicker y Frigerio, 2007).
Parafraseando a Beillerot, surge la pregunta: ¿qué objetos son ofrecidos
al apetito del adolescente y en qué términos?
¿Cuáles son los objetos dignos de ser sabidos y aprendidos y por con-
siguiente amados? ¿Qué es bueno saber y qué es bueno ignorar? […] Lo
que importa es la modalidad de la oferta: ¿se conmina o se muestra?
¿Se ocultan […] los saberes o se lo invita a apropiarse de ellos? ¿Qué se
favorece: el robo del saber o la duda? (Beillerot y otros, 1998, p. 65)
114 | Andrade
asimila, como dice la anciana, «a la vida, a la tierra, a los animales». Es decir,
la lengua articula al hombre con el cosmos en un uno.
Pero ante el huinka, y ante la escuela que es su principal representante,
es un objeto que debe ser escondido, ocultado. Un objeto de saber connota-
do como lo peor. «El paisano ya no corre más», insisten ancianos y jóvenes.
Es un objeto de saber que queda reservado a los ancianos. Y con ellos, con
su partida, está en riesgo de desaparecer. La transmisión de la lengua se
advierte cortada, escindida en la generación de los padres de los jóvenes
que participaron en esta investigación. A ellos no se les enseñó la lengua,
sus padres dicen «no pudimos trasmitírsela». Algunos de esos ancianos se
confiesan arrepentidos cuando advierten que parten, que el tiempo de de-
jar legados ha terminado. A partir de allí, la lengua es un objeto sobre el que
las nuevas generaciones saben algo, que «no se habla mucho», que «se saca
con tirabuzón». Un saber fragmentado: «dicen algunas palabras».
La anciana refiere que tal ruptura en la cadena de transmisión de la len-
gua se da a partir de la intervención de la escuela. Las políticas de represión
de la lengua mapuche, y de las lenguas de los pueblos originarios en gene-
ral, por parte de la escuela, han sido ampliamente estudiadas (Casamiquela,
1958,1967; Fernández Garay, 1982; Fernández Garay y Golluscio, 1978; Go-
lluscio, 2006; Acuña,1987; Stell, 1987; Santa Catalina, 1993; Malvestitti, 1993).
Prácticas de saber vinculadas a la desvalorización («paisano», «indio»), a la
represión explícita («si te escuchaban te retaban, te pegaban en la escuela te
pegaban»), son ubicadas como las condiciones que dieron lugar a esa esci-
sión entre generaciones: «pienso yo, por ahí se me vienen los pensamientos
que nosotros no pudimos trasmitírsela a nuestros hijos, a nuestros nietos
como nuestros ancianos lo hicieron. Y eso me pone muy triste a mí».
La lengua mapuche se transmite en prácticas colectivas, fundamen-
talmente comunitarias y orales. Autores chilenos como Daniel Quilaqueo
(2005) o Segundo Quintriqueo y Héctor Torres (2012), al respecto señalan
que, en el caso de las comunidades mapuche, el saber tradicional, «basado
en la relación hombre-sociedad, hombre-naturaleza y hombre-fuerzas es-
pirituales, lleva un corpus de conocimiento que se mantiene en la memoria
social como una lógica de pensamiento propio que se ha desarrollado a
través de la expresión oral» (Quilaqueo, 2005). La lógica de la cosmovisión
del pueblo mapuche está fundada en la oralidad para atribuir sentido y sig-
nificado a la relación de las personas con el objeto (mundo objetivo) y lo
espiritual (mundo subjetivo e intersubjetivo) (Quintriqueo y Torres, 2012).
En el relato de la anciana y de los adolescentes de la lof rural también
aparecen otras prácticas de saber: los cantos y los consejos.
Para tratar de comprender la música mapuche y, en particular, su can-
to, debemos tener en cuenta que estas son expresiones espirituales lleva-
das adelante en prácticas sociales, principalmente en ceremonias. Para el
7 Es una ceremonia que se puede llevar adelante solo o con otros. La gran mayoría de
los integrantes del pueblo mapuche la realizan todas las mañanas para mantener y
fortalecer su espiritualidad. Consiste en ofrecer ofrendas (yerba, arroz) a la mapu
mientras se pide y agradece. Asimismo, se solicita por la familia; este procedimien-
to es el mangel o invitación protocolar que se hace a los linajes familiares pu kupan
(patrilineal) y pu tuwvn (matrilineal) para seguir manteniendo viva la cultura. Para
esta ceremonia se requiere sabiduría y saber la lengua mapuche.
8 Kamarikun es un vocablo compuesto por ka (lejos), mari (diez) y kun (que viene de
kuni, es decir, ramada) por eso el lelfun (el espacio donde se desarrolla el kamarikun)
corresponde a una pampa (tierra virgen), mallines, una aguada, un menuco y rama-
das en forma de semicírculo con dirección hacia el Este, de donde sale el sol (antu).
Por lo general, tiene una duración de dos a cuatro días. Cada comunidad decide
116 | Andrade
mapuche. Según las distintas identidades territoriales, se puede realizar
una vez por año, cada dos años y, en algunas, hasta cada cuatro años. Es una
práctica social que llevan adelante en el territorio rionegrino la lof Cañumil
(comunidad Cañumil, ubicada en la zona de Chacay Huarruca) y la lof Futa
Anekon (comunidad Anekon, ubicada en esa zona de la meseta rionegrina),
y que no se practica en esta lof rural, tal lo señalan los entrevistados.
Fermina Pichumil, autoridad originaria del pueblo mapuche en Río Ne-
gro, advierte:
118 | Andrade
Objetos y prácticas de saber generadas por los jóvenes
120 | Andrade
La anciana destaca una práctica de saber: los consejos. Pero lo hace ya
no circunscribiéndolos a esa particular práctica de saber mapuche sino
para caracterizar otras modalidades de transmisión de saberes. La anciana
rescata la práctica del consejo como la modalidad de enseñanza y apren-
dizaje por excelencia. Traslada aquella práctica de saber propia del pueblo
mapuche a otras relaciones de saber en las que reconoce haber aprendido:
su relación con el cura, con las monjas, con el matrimonio benefactor. Esta-
blece categóricamente qué características debe tener una práctica de saber
(Beillerot y otros, 1998) para constituir un buen consejo. Debe:
• Trasmitir el saber con amor: «uno aprende cuando le hablan
bien, cuando se preocupan por uno, cuando uno siente que
ese consejo es de corazón».
• Hacerlo sin prisa: «los consejos hay que darlos suaves y despacio».
• Atender los tiempos/momentos que necesita cada uno: puede
durar «horas y horas y otras veces no tanto […], si es necesario
hay que volverlo a repetir […], hay que buscar el momento, no
es en cualquier momento».
122 | Andrade
una explicación el primer día cuando es tema nuevo y después te dan los
libros y si por ahí no le agarras la mano después ya te cuesta porque te dan
trabajos y trabajos»); el recurso a estrategias que carecen de sentido: dicta-
do, fotocopias, manuales, «puros» trabajos, contestar preguntas, completar
fichas, estudiar de memoria.
Pero también rescatan otras experiencias escolares que promueven en-
cuentros con el saber. Los jóvenes identifican prácticas de saber en las que
aparecen los contenidos curriculares (como, por ejemplo, historia) articula-
dos a los saberes comunitarios; otras, en las que el adulto docente media y
vuelve interesante los objetos de conocimientos que presentan («hay clases
que están buenas, que los profe te explican, traen actividades que te llaman
la atención»); el recurso a estrategias que tienen sentido: salir a la sierra y
hacer talleres con la comunidad para estudiar la historia; investigar en su
casa; aprender a usar máquinas con las que poder hacer cosas.
También rescatan el valor de los aprendizajes en el contexto grupal; el
par también enseña: «hay compañeros que lo explican mejor y así entendés.
Yo hay cosas que voy entendiendo porque mis compañeros me explican».
Asimismo, los jóvenes identifican objetos de saber que ofrece la escuela
y otros que encuentran fuera de ella, en el ámbito de su casa. En relación
con los primeros, las materias del área artística, Historia, Matemáticas, In-
glés, Química, aparecen como contenidos intelectuales que, con mayor o
menor dificultad, resultan interesantes de ser apropiados (Charlot, 2008b).
Otros objetos de conocimiento de los que dicen apropiarse son ubicados
fuera de la escuela. Se trata de los objetos vinculados a las nuevas tecnologías
de la información: la música, mirar películas, usar Facebook, realizar búsque-
das de información, jugar, «usar tutoriales para sacar temas», «aprender a to-
car un instrumento o hacer un silla o cualquier cosa», todo ello lo encuentran
en Internet. El uso de ese recurso en el ámbito escolar es caracterizado como
sumamente escaso (se utiliza «casi nada, con algunos profes las usamos un
par de veces para buscar información, para hacer un power9»).
Ahora bien, en el discurso de estos jóvenes aparece la problemática del
diálogo necesario entre los saberes curriculares o escolares y los saberes
comunitarios:
Alumno 2: Para mí Geografía [no es importante] porque ¿qué sentido
tiene que sepamos la longitud y la latitud?
A3: Sí, eso contaba el otro día don Antonio, que así se ubicaba nuestra
gente antes y nunca se perdían.
A2: Contaba el caso de una persona mayor de una comunidad que fue a
Buenos Aires y no se perdió, se guiaba por el sol.
A9: También por ahí en la escuela te dan materias que por ahí vos no
necesitás. O por ahí que son materias que, por ejemplo, sí te sirven pero
hay temas dentro de la materia que no te sirven. Por ejemplo, a nosotros
hay talleres que tenemos en la escuela, por ejemplo uno de medio am-
biente, y nos enseñaban, nunca entendí, nos enseñaban con unas ecua-
ciones a medir la parte de los territorios, no se entendía nada. Si hu-
bieran enseñado una concientización para el cuidado de la naturaleza,
porque desde ya no va el medio ambiente, por ahí era más interesante,
o la importancia del territorio y todo lo que eso tiene, por ejemplo, para
un pueblo hubiese sido mucho más interesante. Pero hay materias que
no sirven o los profesores tienen temas que no sé de dónde los sacan.
124 | Andrade
En el kimun –la cosmovisión cultural mapuche– ni los saberes ni las for-
mas de relacionarse con ellos se presentan aislados, ni uno prima sobre el
otro sino, por el contrario, la incorporación del kimun es un proceso conti-
nuo, cíclico, permanente y holístico, que se da y manifiesta a lo largo de toda
la vida para desarrollar al sujeto como küme az che, es decir, como persona
integral.
La relación dialógica con los saberes que los jóvenes entrevistados in-
tentan describir se daría entre el kimun (con sus saberes, prácticas de saber
y modos de relación con el saber) y el saber occidental que ofrece la escuela,
que se caracteriza, en el decir de los jóvenes –y en los análisis que realizan
tanto epistemólogos, como Santos (2002), y educadores mapuche, como
Quintriqueo (2010)–, por su condición hegemónica, por su representación
fundamentalmente escrita, su descontextualización de la vida cotidiana, su
organización en disciplinas, su apropiación fundamentalmente individual.
En lo que respecta a la lengua materna, el mapuchezungum, aparece como
un objeto de saber que resulta interesante para los jóvenes entrevistados.
Más aún, su aprendizaje aparece reivindicado: consideran que «la lengua
y la ceremonia son re importantes para que un pueblo exista»; «si nosotros
perdemos la cultura, la lengua, estamos perdiendo la identidad de nuestro
pueblo». Aquí aparece claramente el carácter fundante de la lengua, de la
identidad mapuche.
La anciana, incluso los adolescentes, dan cuenta de las prácticas de ne-
gación de la lengua que el pueblo mapuche ha sufrido, fundamentalmente
en el contexto escolar. No obstante ello, en esta comunidad, la transmisión
de la lengua, de una generación a otra, pervive, ha continuado. Los adoles-
centes identifican que al menos dos generaciones previas a la suya hablan
el mapuchezungum: «acá en la comunidad los ancianos saben bien la lengua
126 | Andrade
La relación con el saber de jóvenes mapuche:
algunas hipótesis interpretativas
La investigación arrojó que el principal objeto de saber que se ofrece a
estos jóvenes por su inscripción en el pueblo mapuche es el mapuchezun-
gum. Ahora bien, este objeto de saber se ofrece –producto de políticas de
represión– fragmentado: «dicen algunas palabras sueltas», los adolescentes
«saben algo», «no se habla mucho». Este modo de ofrecimiento del objeto-
lengua mapuchezungum impacta en los modos de transmisión y apropia-
ción de otros saberes comunitarios y la filiación cultural resultante de esa
apropiación.
Los estudios desarrollados sobre el saber mapuche dan cuenta de la di-
versidad de saberes, prácticas de saber y modos de relación con el saber que
conforman su cosmovisión (Millaleo, 2007; Quilaqueo y Quintriqueo, 2010;
Quintriqueo y Torres, 2012). Este pueblo posee un vocablo para denominar
el saber que cada sujeto construye a partir de su vida comunitaria: el kimun.
Las investigaciones sobre la relación con el saber de jóvenes mapuche chi-
lenos han identificado una diversidad de subcategorías de saberes (az che;
tuwün y küpan; mapuche feyentun; mapuzungun, mapuche kimeltuwün).14
Los adolescentes participan de manera desigual en prácticas de saber
comunitarias. Mientras los de la lof urbana han recibido consejos de los
ancianos, participan de ceremonias como el wiñau tripantum y de juegos,
los jóvenes de la lof rural solo refieren al juego de la boleada del choique15 y
dicen no haber participado de ninguna otra ceremonia, aun cuando les han
relatado sobre su existencia y significado.
Todas estas prácticas de saber se caracterizan por su condición
colectiva,16 su finalidad de mantener y fortalecer la identidad mapuche y la
preeminencia del aprendizaje de formas de relación y dominios de activi-
dad antes que la apropiación de saberes-objetos (Charlot, 2008). Varias de
estas prácticas sociales de saber también se fueron perdiendo a lo largo de
los años.
14 Az che refiere no solo al aspecto físico de la persona sino a su forma de ser y actuar,
de vivir y de comportarse como parte de los elementos naturales; tuwün significa
lugar geográfico y territorial de origen y küpan se refiere a la ascendencia familiar o
linaje; feyentun es espiritualidad; y kimeltuwün es conocimiento.
15 Boleada refiere a la acción de cazar con boleadoras; el choique es el avestruz
patagónico.
16 Este carácter colectivo de lo identitario no está lo suficientemente explorado en la
teoría de la relación con el saber (Charlot, 2008b; Beillerot y otros, 1998), tal vez por-
que sus investigaciones se realizan en el marco de una cultura erigida sobre el sí
mismo, el yo, como lo es la cultura occidental a partir de la Modernidad.
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el cem virtual rural realiza una oferta reducida de objetos y prácticas de
saber connotadas como poco interesantes–, los adolescentes se apropian
de ciertos restos de ambas ofertas y emprenden un trabajo de recreación
que integra ese resto de saber (Beillerot y otros, 1998) en un proceso sin-
crético, creando un saber nuevo, propio, que da continuidad y rompe con
los saberes ofrecidos. Es que la apropiación de saber de estos jóvenes, por
su grado de recreación, supone cierta traición hacia los saberes y prácticas
de saber ofrecidas, traición en la que reside la posibilidad de usufructuar
ciertos saberes comunitarios y escolares.
La constitución de la relación con el saber de los adolescentes de la lof
urbana se da en un marco con semejanzas y diferencias. Esta lof mapuche
oferta una variedad un poco más amplia de saberes y prácticas de saberes,
y lo hace desde una finalidad reivindicatoria y de recuperación de esos sa-
beres. La incorporación del cem a la modalidad intercultural bilingüe se en-
marca en esa línea. No obstante ello, la escuela aparece como un espacio no
exento de conflictos para los adolescentes: ubican a su oferta de saber como
posibilitadora de encuentros con el saber, a veces, y de desencuentros, otras.
El desencuentro se produce, paradójicamente, cuando el cem, bajo expe-
riencia en educación intercultural bilingüe, desconoce los saberes mapuche.
En ese marco, los adolescentes construirían una relación con el saber
que podríamos describir y nominar como de transgresión-dialógica: de sus
relatos y demandas, se advierte cómo su estrategia de vinculación con los
saberes conecta los ámbitos culturales, como si se estuviera con un pie en
una cultura y el otro en la restante: el saber huinka que transmite la escue-
la y el saber ancestral que transmite la comunidad, reivindicando ambos
como necesarios para distintos contextos de la vida.
Esta relación dialógica con el saber que se reconoce en los adolescentes
se caracteriza por «la tolerancia discursiva, la disponibilidad a incorporar
conocimientos alternativos, la preferencia por saberes suprimidos y margi-
nalizados, y sobre todo la disposición a aceptar la condición finita inheren-
te al propio contexto cultural» (Vergalito, 2009, p. 21). En otras palabras, por
tolerar las prácticas discursivas escolares, por estar dispuesto a recuperar
aquellos saberes occidentales que brindan herramientas para vivir en esta
sociedad huinka; la preferencia por los saberes comunitarios, históricamen-
te sojuzgados pero sustantivos en la formación de la persona (az che), en la
enseñanza de «cosas importantes para la vida».
Sobre el pueblo mapuche pende, tal lo advierten numerosos investiga-
dores (Millaleo 2007; Quilaqueo y Quintriqueo, 2010; Quintriqueo y Torres,
2012), una historia signada por la negación de su presencia detrás de un
modelo de ciudadanía hegemónico y homogéneo: el Estado nación (Kroppf,
2005, p. 105). La escuela, entre otras instituciones, ha cumplido un rol fun-
damental en tal proceso de invisibilización y ha promovido estrategias
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Lista de referencias bibliográficas
Soledad Vercellino