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Acto 1
Narrador : Hace un largo tiempo atrás, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel
Aureliano Buendía recordó cuando su padre lo llevo a conocer el Hielo por primera vez.
Acto 2
Narrador : Macondo en ese entonces era una aldea de veinte casas construidas con
barro y cañabravas construidas a las orillas del rio de aguas diáfanas que se precipitaban
por un lecho de piedras pulidas de color blanco y gigantes como el tamaño de un huevo
prehistórico.
El mundo era nuevo, muchas cosas que carecían de nombre, y para ser mencionadas se
tenía que señalar con el dedo. Cada año se organizaba una feria de gitanos, en esa feria
había un gitano llamado Melquíades, este se dedicaba a exhibir nuevos inventos como el
imán, lingotes imantados etc. Haciendo llamar la atención de muchos gitanos y la de
Arcadio.
Melquíades: observen, esto es el futuro, las cosas tienen vida propia, solo es cuestión de
despertarles el aníma
Narrador : José Arcadio Buendía, cuya imaginación iba siempre más lejos que el ingenio
de la naturaleza, el milagro o la magia, pensó que era posible que aquella invención inútil
del gitano podría desenterrar oro de la tierra. Melquiades, que siempre fue un hombre
honrado, le dijo, que aquellos artefactos no servían para eso. Pero José Arcadio Buendía,
aquel tiempo no creía sobre la honradez de los gitanos, así que intercambio su mulo y
varios chivos por dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán mujer de José arcadio que
contaba con aquellos animales para ampliar más el deterioro patrimonio doméstico, no
consiguió disuadirlo, entonces su marido le dijo.
José Arcadio: no te preocupes pronto habrá de sobrarnos oro para poder empedrar la
casa.
Gitano: con ustedes uno de los últimos descubrimientos de los judíos de Ámsterdam.
Melquiades: gracias a la ciencia dentro de poco el hombre podrá ver todo lo que ocurre
en todas partes de la tierra, sin necesidad de moverse de su casa.
José Arcadio B.: ¿Ahora qué voy a hacer? Mi invento fracaso, Aunque pensándolo bien…
podría utilizar mi invento como un arma de guerra.
Melquiades: Como vas a usar tu invento como arma de guerra ¡ESTAS LOCO!, eso no
funcionara. Más bien podríamos negociar.
Narrador : Al final Melquiades acepto los dos lingotes imantados y tres piezas de dinero
colonial y José que quedo con la lupa de Melquiades y Úrsula comenzó a llorar.
Úrsula: Como has podido darle el dinero a Melquiades. ¡Ese dinero fue ahorrado por mi
padre durante toda su vida!
Narrador : José Arcadio no le intereso los reclamos de su esposa y se fue a seguir con sus
experimentos, arriesgando su vida.
José Arcadio: Tengo que demostrarle a la tropa enemiga los efectos de la lupa.
Narrador : José al tratar de demostrar los efectos de la lupa sufrió quemaduras que se
convirtieron en úlceras que tardaron en sanar.
Úrsula: ¡pero que tienes en la cabeza! ¿¡haz perdido el juicio?! ¿No ves lo que te ha
causado aquella idea absurda?
ante los reclamos de Úrsula por tan riesgosa inventiva, estuvo por incendiar la casa, José
arcadio paraba encerrado en su cuarto haciendo cálculos sobre posibles estrategias de
aquella arma novedosa, que fueron enviados a las autoridades acompañado de varios
testimonios Con el fin de demostrarle su invento ante los poderes militares.
durante varios años estuvo esperando su respuesta, cansado de tanto esperar se
lamentaba ante Melquiades de aquel fracaso de su iniciativa, y aquel gitano dio una
prueba de honradez convincente.
Melquiades: está bien hagamos algo, yo te devuelvo los doblones y te doy unos mapas
portugueses junto a varios instrumentos de navegación, a cambio de la lupa.
Narrador : luego de eso José Arcadio Buendía paso varios meses encerrado en un
pequeño cuarto que fue construido al fondo de la casa, para no ser perturbado en sus
experimentos, dejando de lado sus obligaciones domésticas, pasando varias noches en el
patio observando el curso de los astros, estando a punto de contraer una insolación.
Narrador : José Arcadio con el pasar del tiempo tenia dolencias, sufría por los más
insignificantes problemas económicos y había dejado de reír desde que el escorbuto le
halla arrancado los dientes.
José Arcadio: no lo soporto, cada día envejezco más y el maldito escorbuto me quito los
dientes.
Coronel Aureliano: ¡Maldición Macondo está repleto de agua por todos lados!
Narrador : Úrsula en la mañana encontró a José Arcadio en el cuartito del
fondo diciéndose a sí mismo sus sueños de mudanza, mientras colocaba en
sus cajas piezas del laboratorio. Lo dejó terminar. Solo cuando empezó a
desmontar la puerta del cuartito, Úrsula se atrevió a preguntarle por qué lo
hacía, y él le dijo con una cierta amargura:
José Arcadio: como nadie quiere irse, los dos nos iremos solos.
Úrsula: No, no nos iremos, aquí nos quedaremos porque este fue el lugar
donde tuvimos a nuestros hijos
José Arcadio: uno no puede ser de ninguna parte sin tener un muerto bajo
tierra.
Narrador : él permaneció mirando a los niños con mirada absorta, hasta que
se le humedecieron los ojos y se los secó, y exhaló.
José Arcadio: de acuerdo, diles que me ayuden a sacar las cosas de los
cajones.
Narrador : les enseñó a leer y escribir y a sacar cuentas, y les habló de las
maravillas del mundo, aquellos aprendizajes quedaron de tal modo impresas
en la memoria de los niños.
II
Narrador: José Arcadio Buendía soñó esa noche que en aquel lugar se
levantaba una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo y le
contestaron con un nombre que nunca había oído “Macondo”, que no tenía
significado alguno.
Al día siguiente convenció a sus hombres de que nunca encontrarían el mar.
Les ordenó derribar los árboles y en el lugar más fresco de la orilla, y allí
fundaron la aldea.
Narrador: El hijo de Pilar Ternera fue llevado a casa de sus abuelos a las dos
semanas de nacido. Úrsula lo admitió de mala gana, pero impuso la condición
de que se ocultara al niño su verdadera identidad. Aunque recibió el nombre
de José Arcadio, terminaron por llamarlo simplemente Arcadio para evitar
confusiones.