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Revista de Pensamiento Estratégico y Seguridad CISDE

Recibido: 18-02-2018 / Revisado: 01-05-2018


Aceptado: 01-05-2018 / Publicado: 30-05-2018

CISDE Journal, 3(1), 2018


La seguridad en Reino Unido tras el
Brexit: déficits observables en el discurso
tory hegemónico
Security in the United Kingdom after Brexit: observable deficits in the hegemonic
Tory discourse

Alfredo Crespo Alcázar1


1 ADESyD (Asociación de Diplomados Españoles en Seguridad y Defensa), España

alfredocrespoalcazar1974@gmail.com

RESUMEN. Consumada la victoria de los partidarios del Brexit en el referendo de 23 de junio de


2016, las amenazas para la seguridad británica siguen siendo las mismas que antes de la citada
consulta (Rusia, ISIL,…) y así se observa en el argumentario del actual gobierno británico. Los
brexiters fomentaron un discurso demagógico y populista, basado en sostener que el abandono de
la UE (y la consiguiente supuesta recuperación de la soberanía nacional) inmunizaría al Reino Unido
frente a cualquier amenaza para su seguridad.
ABSTRACT. After the victory of the supporters of Brexit in the referendum of June 23, 2016, the
threats to British security remain the same as before the aforementioned consultation (Russia,
ISIL,...) and this is observed in the argument of the current British government. Brexiters fostered a
demagogic and populist discourse, based on maintaining that the abandonment of the EU (and the
consequent supposed recovery of national sovereignty) would immunize the United Kingdom against
any threat to its security.
PALABRAS CLAVE: Brexit, Partido conservador británico, Tory, OTAN, Unión Europea,
Terrorismo islamista, Rusia, Soberanía nacional, David Cameron, Theresa May.
KEYWORDS: Brexit, British Conservative Party, Tory, NATO, European Union, Islamist Terrorism,
Russia, National Sovereignty, David Cameron, Theresa May.

Crespo Alcázar, A. (2018). La seguridad en Reino Unido tras el Brexit: déficits observables en el discurso tory hegemónico. Revista de Pensamiento Estratégico
y Seguridad CISDE, 3(1), 19-29.

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1. Introducción
La relación de Reino Unido con la CEE-UE entre 1973-2016 se caracterizó por el debate permanente que
en numerosas ocasiones mutó en notable confrontación. Su presencia como Estado miembro suscitó en el
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interior del país una polémica que no se ha observado en el resto de integrantes del proyecto de integración
europea.

De una manera general, puede afirmarse que como miembro de la CEE-UE priorizó hacer de Europa una
zona de libre comercio al mismo tiempo que se mostraba reacio hacia cualquier avance en la construcción
política. Al respecto, en opinión de Josep Piqué,1 “el Reino Unido acepta Maastricht, acepta Amsterdam. No
fue un obstáculo para la construcción europea, les bastaba con obtener el opting out: no me voy a oponer pero
tampoco me voy a sumar. Había una solidaridad europea que unían al concepto de interés nacional británico”.2

En este artículo otorgaremos el protagonismo como actor principal del mismo al Partido Conservador
británico y de un modo más particular, a los gobiernos tories3 encabezados por David Cameron (2010-2016)
y Theresa May (2016-…). Esto obedece a varias razones, sobresaliendo dos de ellas.

En primer lugar, porque fue el gobierno presidido por David Cameron el que convocó el referendo in vs
out celebrado el 23 de junio de 2016, cumpliendo de esta manera la promesa efectuada por el citado Primer
Ministro en enero de 2013 (Cameron, 2013). El resultado de la consulta otorgó la victoria a quienes defendían
el abandono de la Unión Europea, si bien por estrecho margen (51,9% vs 48,1%) (El País, 2016). De esta
manera, Reino Unido puso fin a más de 40 de años como Estado miembro de la CEE-UE.

Durante el desarrollo de esta trayectoria, los diferentes gobiernos británicos mantuvieron relaciones
complejas con el proyecto de integración europea, las cuales se remontan a los orígenes del mismo. Al respecto,
el gobierno laborista encabezado por Clement Attlee (1945-1951) renunció voluntariamente a formar parte de
la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA).

Como excepciones a esta suerte de “regla general”, Diego López Garrido4 señala las siguientes: “el
laborismo de Blair es de lo más europeísta que yo he visto. Difícilmente podemos encontrar un gobierno tan
europeísta como el suyo, quizás el del conservador Edward Heath (1970-1974). El gobierno de Blair era
claramente muy europeísta…pero claro, el europeísmo que tiene el Reino Unido no es el europeísmo que
tenemos los españoles o los italianos. Es un europeísmo con sus límites”.5

En segundo lugar, porque la trayectoria del Partido Conservador refleja una visión mayoritaria que rechaza
cualquier iniciativa tendente a crear una defensa europea autónoma e independiente de la OTAN,6
considerando a esta última organización la garante exclusiva del binomio estabilidad-seguridad del que ha
disfrutado Europa Occidental desde el final de la Segunda Guerra Mundial (Ancram, 2005a). Esta idea hunde
sus raíces en el punto de vista expuesto por el gobierno tory encabezado por Winston Churchill (1951-1955)

1 Josep Piqué fue, entre otros cargos, Ministro de Asuntos Exteriores (2000-2002) en el gobierno de José María Aznar (Partido Popular).
2 Entrevista del autor a Josep Piqué, celebrada en Madrid el 9 de febrero de 2016.
3 Tory es el apelativo con que se conoce en Reino Unido a quienes forman parte o apoyan al Partido Conservador. En ningún caso es
un término con connotaciones despectivas o peyorativas. De hecho, es recurrente encontrar en la prensa y en estudios académicos,
expresiones del tipo “Tory Party” para referirse al Partido Conservador.
Nosotros lo emplearemos a lo largo del presente texto con la finalidad de aludir a miembros o simpatizantes del Partido Conservador,
tanto en singular, como en plural (tories).
4 Secretario de Estado para la Unión Europea (2008-2011) en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE).
5 Entrevista del autor a Diego López Garrido, celebrada en Madrid el 5 de abril de 2016.
6 Como excepción a este punto de vista general, destacan las ideas de uno de los políticos tories con credenciales más eurofilas, Chris
Patten. Para éste, la UE debía avanzar en una agenda en la cual las cuestiones de seguridad ocuparan mayor protagonismo. Asimismo,
sostenía que discutir acerca de si una defensa europea autónoma era compatible con la existencia de la OTAN suponía un debate estéril.
(Patten, 2004).

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hacia el proyecto (finalmente fallido, cabe apuntar) de creación de la Comunidad Europea de Defensa (CED);
posteriormente, recobró el máximo protagonismo durante el último ejecutivo presidido por Margaret Thatcher
(1987-1990) (Thatcher, 1992).

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2. La persistencia de las amenazas a la seguridad previas al 23 de junio de
2016
Durante la campaña que condujo al referendo de 23 de junio de 2016, la OTAN gozó de notable
protagonismo tanto entre los tories partidarios del Brexit (Daily Mail, 2016), como entre referentes de la clase
política británica que en la dialéctica OTAN versus defensa europea autónoma se decantaban por la primera
alternativa y denunciaban las insuficiencias de la segunda. Lord David Owen (Ministro de Asuntos Exteriores
entre 1977 y 1979 durante el gobierno laborista presidido por James Callaghan) quizás sea el representante
más acreditado de esta última corriente, de tal manera que una vez conocido el resultado del referendo, señaló
que la principal razón por la que los británicos votaron a favor del Brexit estaba relacionada con las propuestas
de la UE para crear una defensa europea independiente de la OTAN, opción que él estimaba errónea y
asociaba especialmente a Francia y Alemania (Owen, 2016).

Sin embargo, el resultado de la consulta no ha despejado los interrogantes que afectan a las cuestiones de
seguridad en Reino Unido. En efecto, este fenómeno se ha advertido en la prioridad concedida a aquéllas por
Theresa May en sus diversas reuniones con Jefes de Estado y de Gobierno de países miembros de la Unión
Europea, en particular con aquellos que han sufrido recientemente atentados terroristas (Francia, Alemania,
España o Bélgica) y con representantes de las organizaciones internacionales de defensa, caso de Jens
Stoltenberg (actual Secretario General de la OTAN).

Este último, una vez consumada la victoria del Brexit, reflejó en diferentes intervenciones algunos hechos
fundamentales. El principal de ellos aludía al compromiso histórico de todos gobiernos británicos con la
OTAN, apreciable en que es de los pocos miembros que aporta el 2% de su GDP al presupuesto de la citada
organización (Stoltenberg, 2016). En este sentido, cabe señalar que si bien durante los sucesivos gobiernos de
David Cameron (2010-2015 y 2015-2016) los tories incrementaron su distanciamiento con respecto a la Unión
Europea, este fenómeno no se advirtió en lo relativo a la OTAN. Por el contrario, pusieron en valor su rol y
exigieron tanto su modernización como la asunción de nuevas responsabilidades (Cameron, 2016).

Sobre esta última cuestión, Carlos Miranda7 explicaba tal comportamiento británico en los siguientes
términos: “ellos entienden que en materia de seguridad el vínculo transatlántico es fundamental. La OTAN es
fundamental y no quieren tocar nada que dificulte a la OTAN. No les importa que a nivel de la UE se progrese
en materia de seguridad y defensa pero siempre y cuando no sea en detrimento de la OTAN”.8

Asimismo, derivado de las reuniones desarrolladas por Theresa May desde que accedió al cargo de
Primera Ministra (julio de 2016, tras la dimisión de David Cameron), se ha desprendido una premisa
fundamental que guía el comportamiento de Reino Unido, a la que también aludió Cameron durante su etapa
final al frente del gobierno británico. Dicha premisa se traduce en que Reino Unido, aún estando fuera de la
Unión Europea, no dará la espalda a los problemas (de seguridad) que afectan al “continente” (May, 2016a).
Lo que está por determinar es cómo se va a articular esta “nueva” relación y qué grado de implicación va a
mostrar el gobierno británico para lo cual deberá apartar la retórica con la que abordó, tanto en los momentos
anteriores como posteriores al referendo de 23 de junio de 2016, la cuestión de las relaciones futuras con la
UE.

Al respecto, Boris Johnson (actual Ministro de Exteriores y uno de los referentes del Brexit) en fechas

7 Embajador de España en Reino Unido (2004-2008) y Representante Permanente de España en el Consejo de la OTAN (2008-2012).
8 Entrevista del autor a Carlos Miranda, celebrada en Madrid el 16 de septiembre de 2015.

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previas al 23 de junio de 2016 sostuvo que “votar por el abandono no te convierte automáticamente en
antieuropeo o xenófobo” ya que su país debería de estar “interesado en la UE pero no absorbido ni
comprometido” (Vote Leave, Take Control, 2016; Johnson, 2015). En función de estas ideas se debería
fortalecer la cooperación de Reino Unido con la Unión Europea sobre unas bases estrictamente
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intergubernamentales ya que esto permitiría el desarrollo de todo el potencial británico como actor
internacional, el cual desde la perspectiva de los brexiters (partidarios del Brexit) se hallaba constreñido por
los tratados comunitarios (Johnson, 2016a).

Theresa May, por su parte, en la Conferencia Anual del Partido Conservador de 2016 no se desmarcó de
esta ortodoxia cuando afirmó que aspiraba crear un “nuevo partenariado” entre una Unión Europea “fuerte y
exitosa” y un Reino Unido “soberano” que les facilitara a ambos seguir cooperando y comerciando. Sin
embargo, añadió el matiz nada baladí de “un partenariado que asegure que Reino Unido es una nación
soberana de nuevo. Un país en el cual los británicos tienen el control” (May, 2017).

Como se deduce de este planteamiento tory, reaparece la visión excesivamente grandilocuente del rol que
a Reino Unido le corresponde desempeñar en los “asuntos globales”. Este enfoque enlaza, por ejemplo, con
el proyectado por el último gobierno de Winston Churchill (1951-1955) quien expresaba que “Gran Bretaña
es una parte integrante de Europa y deseamos desempeñar el papel que nos corresponde en el renacimiento
de su prosperidad y grandeza. Pero Gran Bretaña no es un simple estado aislado. Ella es la fundadora y el
centro de un imperio mundial y de la Commonwealth” (Becerril, 2016).

En efecto, las declaraciones de Theresa May, Boris Johnson así como de otros partidarios tories del Brexit
que actualmente forman parte del gobierno británico (David Davis o Liam Fox) aluden siempre a una suerte
de nuevo comienzo de la historia de Reino Unido tras el 23 de junio de 2016 (Davis, 2016). Este punto de
vista lo comparte, por ejemplo, Edwin Feulner (Fundación Heritage) para quien “el león ha vuelto. Libre de
los obstáculos de los burócratas no elegidos de Bruselas, puede perseguir la búsqueda de acuerdos comerciales
y tomar docenas de decisiones libres de interferencias procedentes de burócratas sin nombre y no elegidos.
Tiene mucho trabajo que hacer, pero por ahora, también mucho que celebrar. Deberíamos celebrarlo con
ellos” (Feulner, 2016).

Sin embargo, la realidad demuestra que en lo referente a las cuestiones de seguridad, los interrogantes
actuales asociados a las mismas son idénticos a los que ya existían con anterioridad al 23-J de 2016. A modo
de ejemplo de esta afirmación, un breve repaso por el manifiesto electoral con el que los tories se presentaron
a las elecciones de mayo de 2015 así lo constata. En el citado documento se presentaba un listado de amenazas
dentro de las cuales se incluía como principales a Rusia y al terrorismo islamista (Conservative Party Manifesto,
2015).

En efecto, a día de hoy en el discurso tory, en lo que a las amenazas para la seguridad se refiere, Rusia
retiene un lugar de privilegio que se observa personalizado en la figura de Vladimir Putin, en particular tras su
política revisionista hacia el espacio ex soviético iniciada en 2008 (guerra contra Georgia) (Ruiz González,
2010) y continuada en 2014 (anexión ilegal rusa de Crimea). Esta última acción conllevó las sanciones
económicas y comerciales de la UE a Rusia, interpretadas por Moscú como un intento de humillación
(Fernández Sola, 2015), defendidas en todo momento por el gobierno británico presidido por David Cameron
(Fox, 2015).

Al respecto, el entonces Ministro para Europa de Reino Unido, el tory David Lidington, sostenía lo
siguiente: “la UE no ha adoptado estas medidas a la ligera. Sino que hemos decidido colectivamente que no
podemos quedarnos parados mientras el presidente Putin pisotea el derecho internacional y los derechos de
un país vecino soberano. No podemos ignorar las muertes y la destrucción que las acciones de Rusia han
provocado en el continente que compartimos. Las sanciones son una parte fundamental de la respuesta de la
UE (…) Son necesarias por una sencilla razón: las acciones de Rusia en Ucrania son inaceptables. Rusia se
niega a reconocer la independencia y la soberanía de Ucrania. Se ha anexionado territorio de Ucrania por la
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fuerza de las armas: primero, Crimea y, a continuación enviando su ejército a las regiones orientales del país
(…) Sabemos por la historia de Europa lo que puede suceder cuando una nación independiente se ve
amenazada y socavada por la fuerza militar” (Lidington, 2014).

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Tras el 23 de junio de 2016, el peligro representado por la Rusia de Putin no ha desaparecido en el discurso
tory y así lo corroboró por ejemplo Michael Fallon (Ministro de defensa entre 2014 y noviembre de 2017).
Para éste, el resurgimiento de Rusia en la esfera internacional, con su agresiva política hacia el espacio ex
soviético perseguía desestabilizar a las naciones europeas y socavar a la Alianza Atlántica (Fallon, 2017a).

3. Complejidad y letalidad: rasgos distintivos de las amenazas para la


seguridad británica y para la seguridad global
Con anterioridad al 23 de junio de 2016, Rusia, Siria y el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL, por
sus siglas en inglés) constituían las principales amenazas para la seguridad británica; en la actualidad conservan
su vigencia (Fallon, 2017b). Asimismo, a nivel interno el terrorismo islamista ha intensificado sus acciones en
Reino Unido tras la consulta en la que decidió su futuro en la Unión Europea, como han corroborado los
atentados en Londres y Manchester ocurridos en 2017.

Al igual que otros países europeos, como por ejemplo España, Reino Unido durante buena parte del siglo
XX, hubo de enfrentarse a un terrorismo etno-nacionalista autóctono. En el caso británico, la amenaza
liberticida estuvo representada por el IRA y las diversas facciones en que se fue dividiendo con el discurrir del
tiempo, algunas de las cuales aún siguen presentes (Alonso, 2013).

En la actualidad, otro terrorismo en este caso de raíz religiosa (Rapoport, 2004), viene desafiando al Estado
británico con la intención de subvertir su democracia. En este sentido, el informe de la Europol titulado EU
Terrorism Situation and Trend Report de 2017 (Europol, 2017) situaba a Reino Unido en el primer lugar de
la suma de ataques terroristas (bien frustrados, bien completados) ocurridos en la Unión Europea. A
continuación se encontraban Francia e Italia.

Sin embargo, los atentados de Manchester (22 de mayo de 2017) o de Londres (22 de marzo y 3 de junio
de 2017) (El País, 2017) han demostrado lo erróneo de establecer cualquier tipo relación causa-consecuencia
entre el abandono de la Unión Europea y el aumento de la seguridad interior británica, correlación defendida
entre otros por el líder UKIP (United Kingdom Independence Party), Nigel Farage, vía twitter (politico.eu,
2016). Por el contrario, puede afirmarse que el riesgo se ha incrementado, consecuencia del carácter complejo
del terrorismo islamista, cuyo material e ideología, como recordó Amber Rudd (actual Ministra de Interior de
Reino Unido) se publican y difunden on line, por lo que resultan fácilmente accesibles para la ciudadanía
(Rudd, 2017).

Asimismo, a esta complejidad debe añadirse su letalidad, lo que exige como respuesta obligatoria la
cooperación policial y judicial no sólo entre los integrantes de la UE, sino también entre la comunidad
internacional en su conjunto ya que la comisión de sus acciones liberticidas no se limita a un país concreto. El
riesgo del aludido binomio complejidad/letalidad se ve incrementado por el manejo que viene efectuando en
particular el ISIL de las nuevas tecnologías y de las redes sociales, herramientas ambas que se han convertido
en instrumentos fundamentales para la captación de nuevos integrantes (Kepel, 2015; Lesaca, 2017).

Por todo ello, la amenaza del terrorismo islamista obliga a desarrollar una doble estrategia de cara a su
derrota gradual. Por un lado, emitir un mensaje que desacredite la narrativa del ISIL mostrando su adulteración
de Islam o sus violaciones sistemáticas de derechos humanos (Toboso, 2016), fenómeno al que se refirió David
Cameron en Naciones Unidas (Government - United Kingdom, 2015). Por otro lado, llevar a cabo
determinadas políticas domésticas orientadas a prevenir la radicalización, las cuales habían carecido de
protagonismo en las sociedades democráticas occidentales cuando combatían a los terrorismos locales (Alonso,
2009).
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4. Insuficiencias en el enfoque brexiter sobre la seguridad


Como hemos señalado en los párrafos precedentes, el referendo celebrado en Reino Unido el 23 de junio
de 2016 dio la victoria a los partidarios de abandonar la Unión Europea. Durante los meses previos, los
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defensores tanto del abandono (Brexit) como de la permanencia (Remain) esgrimieron una serie de ideas para
avalar sus respectivos puntos de vista, ocupando la seguridad y las amenazas a la misma un lugar preferente.

Al respecto, los partidarios del Brexit manejaron una serie de argumentos políticos, económicos y culturales
sobre los cuales permearon las cuestiones relacionadas con la seguridad. El resultado fue una concepción
decimonónica de la soberanía nacional, en función de la cual se identificaba el abandono de la Unión Europea
con la recuperación de la independencia y el autogobierno por Reino Unido (The Guardian, 2016a).

Esta premisa se mantiene inalterable a día de hoy en el discurso del Partido Conservador (David, 2016;
May, 2016b), tal y como se pudo comprobar, por ejemplo, en el manifiesto para las elecciones generales de
junio de 2017. Dicho documento aludía a una “repatriación del derecho”, entendiendo por tal que las leyes
británicas se debían hacer en Londres, Edimburgo, Cardiff,… no en Luxemburgo o que la Carta de Derechos
Fundamentales no formaría parte del Derecho británico (Conservative Party Manifesto, 2017).

Así, hechos cercanos en el tiempo al 23 de junio de 2016, como la crisis de los refugiados sirios o los
atentados perpetrados por el terrorismo islamista en Bruselas y París (marzo de 2016 y noviembre de 2015,
respectivamente), sirvieron para que los brexiters propusieran medidas contundentes e ineficaces que
descansaban esencialmente en otorgar al gobierno británico la capacidad exclusiva para controlar sus fronteras.

Este punto de vista lo avalaban aludiendo a que determinar quién puede convertirse en ciudadano de un
país y quién no, o decidir quién pueden ser admitido como visitante y quien no, son prerrogativas
fundamentales y exclusivas de la soberanía nacional (Redwood, 2015). Estas medidas, asimismo, en un
principio características del UKIP fueron asumidas como propias por amplios sectores del Partido Conservador
(agrupados por ejemplo en Conservatives for Britain) y, en menor medida, del Partido Laborista (Labour
Leave) (Bromund, 2016).

Consecuentemente, los brexiters vincularon el abandono de la UE con una mejora inmediata de la


seguridad británica, tal y como explicaba uno de sus principales portavoces, Michael Gove, para quien “Reino
Unido tuvo el primer parlamento libre, aseguramos que nadie fuera detenido arbitrariamente, lideramos la
abolición de la esclavitud y establecimos la educación gratis para todos. En contraste, la Unión Europea, a
pesar del indudable idealismo de sus fundadores y de las buenas intenciones de muchos de sus líderes, ha
fracasado en muchos frentes. El euro ha creado miseria para la gente más pobre de Europa. La regulación de
la UE ha consolidado el desempleo masivo. Las políticas de inmigración de la UE han fomentado el tráfico de
personas y han traído campos de refugiados a nuestras fronteras” (The Independent, 2016).

No obstante, los brexiters insistieron en el internacionalismo (británico), de tal manera que el abandono de
la UE no implicaría el aislamiento del país, si bien esta suerte de actitud constructiva solían combinarla con la
difusión de una imagen peyorativa de la UE, como reflejó la siguiente afirmación de Boris Johnson: “la verdad
es que cuando pase el referendo, Bruselas va a seguir adelante con nuevas estructuras de integración política
y fiscal. Tenemos que dejar de engañar a los británicos y explicarles que esto forma parte de un plan para
construir un país llamado Europa” (El Mundo, 2016a, 2016b).

Así, para los partidarios del abandono de la UE, Reino Unido seguiría siendo un actor global principal,
debido a la fortaleza derivada de su entramado de relaciones internacionales y a su presencia destacada en
organizaciones como la OTAN, la ONU o el FMI. Por tanto, en el proyecto del Reino Unido post Brexit
aparecía perfilado el intergubernamentalismo como la herramienta fundamental para guiar sus relaciones
exteriores (Johnson, 2016b), si bien como matiza Luis Moreno (Consejo Superior de Investigaciones
Científicas) “pese a su gran peso específico en el concierto internacional, el Reino Unido sería difícilmente

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reconocible en el momento presente como otro super-poder global a la par de China, pongamos por caso”
(Moreno Fernández, 2014). Josep Piqué se manifiesta de manera idéntica, exponiendo que “un Reino Unido
fuera de Europa perdería buena parte de su capacidad de influencia. Para Europa amputarle un miembro como
el Reino Unido sería muy malo pero perdería más éste porque aunque siempre han mantenido un grado de

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autonomía muy notable en su política exterior, sobre todo en seguridad y defensa, en muchas materias saben
que tendrán más capacidad de influir estando en Europa que fuera de ella, por ejemplo en Oriente Medio”.9

Por su parte, los partidarios de permanecer en la UE identificaron a ésta con la estabilidad generada en
Europa occidental durante las últimas décadas (Carmichael, 2015), considerando que ese rol se mantendría
inalterable en el futuro frente a las amenazas derivadas del radicalismo religioso o el cambio climático
(Johnson, 2015). De una manera más particular, formar parte de la UE implicaría mayor seguridad para Reino
Unido a través de la cooperación con el resto de Estados miembros, señalándose cuestiones concretas (el
terrorismo) y actores (Rusia) que demandaban un enfoque comunitario y no exclusivamente estatal.

Por tanto, consumada la victoria de los partidarios del abandono de la UE, en la actualidad las amenazas
para la seguridad británica (y europea) son las mismas que antes del 23 de junio de 2016, resultando recurrente
que el actual gobierno británico priorice Rusia, Siria, el ISIL (DAESH) y, de una manera más general, el
terrorismo global. El cambio fundamental alude a cómo va a articular Reino Unido sus alianzas para encarar
exitosa y eficazmente dichas amenazas, las cuales tampoco deben ser consideradas a modo de compartimentos
estanco, como demuestra el binomio Rusia-Siria.

Sobre esta última cuestión, si Philip Hammond afirmaba en febrero de 201610 que “el problema con los
rusos es que mientras ellos hablan, bombardean y apoyan a Al Assad. Los rusos dicen que quieren destruir el
DAESH pero ellos no están bombardeando al DAESH; ellos están bombardeando a la oposición moderada”
(The Guardian, 2016b; Johnson, 2016c), en julio de 2016 durante el desarrollo de la Cumbre de la OTAN
celebrada en Varsovia, David Cameron reivindicaba la unidad de los europeos frente a la amenaza que suponía
Rusia (The Guardian, 2016c), tanto por la actitud de este país hacia el espacio ex soviético como por los
intereses que le guiaban en Siria, escenario donde en opinión del gobierno británico Rusia no está cooperando
para derrotar al ISIL sino para consolidar la hegemonía de Bashar al Assad (Fallon, 2017).

En este sentido, la OTAN será la principal organización a través de la cual Reino Unido canalizará sus
relaciones exteriores cuando el contenido principal de las mismas afecte a las cuestiones de seguridad y defensa
(Conservative Party Manifesto, 2017). Este modus operandi no supone novedad alguna en el comportamiento
británico. En efecto, Abel Matutes11 sostenía que “los británicos siempre son atlantistas. Siempre han
procurado defender la relación con Estados Unidos por encima si era necesario de la UE”.12 Carlos
Westendorp,13 por su parte, se expresaba en términos similares: “en temas de defensa, siempre Reino Unido
ha mostrado más empatía con Washington que con Bruselas. Eso siempre”.14

Sin embargo, actualmente en la OTAN existen numerosos escenarios que preocupan a sus integrantes, de
tal manera que no puede establecerse una agenda única. En este sentido, la cautela que muestra Reino Unido
(así como los Países Bálticos o Polonia) hacia Rusia, no la comparten de igual modo otros países como por
ejemplo España. En íntima relación con esta idea, en el imaginario del Partido Conservador británico ha
predominado una visión que alude al binomio debilidad/incapacidad de “Europa” para garantizar su propia
seguridad. Además, los tories siempre han subrayado que la creación de una defensa europea autónoma
supone una innecesaria reduplicación de estructuras y de costes, lo que en última instancia implica, a su juicio,

9 Entrevista del autor a Josep Piqué, celebrada en Madrid el 9 de febrero de 2016.


10 Philip Hammond en aquel momento, febrero de 2016, era Ministro de Exteriores. Actualmente lo es de Economía.
11 Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de España durante la legislatura 1996-2000.
12 Entrevista del autor a Abel Matutes celebrada en Madrid en marzo de 2014.
13 Carlos Westendorp fue Secretario de Estado para la CEE (1991-1995) y Ministro de Asuntos Exteriores de España (1995-1996).
14 Entrevista del autor a Carlos Westendorp celebrada en Madrid el 8 de abril de 2013.

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una amenaza para la supervivencia y eficacia de la OTAN (Cash, 2000). Al respecto, como sintetizaba años
atrás Liam Fox: “la seguridad que América ofrece a Europa es una necesidad no un lujo. El objetivo de
cualquier gobierno británico debería ser asegurar que la OTAN retiene su primacía en lo relativo a la seguridad
europea (…) Gran Bretaña no puede tener dos grandes amigos. Es tiempo de decidir” (Fox, 2008).
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5. Conclusiones
La relación de Reino Unido con la CEE-UE ha estado definida por el debate permanente que en
numerosas ocasiones se transformó en una abierta confrontación. Manuel Marín15 definía este fenómeno en
los siguientes términos: “la aproximación de Reino Unido a la UE siempre fue difícil y complicada. En el inicio,
durante la Segunda Posguerra Mundial, está el gran discurso de Churchill que da la sensación de que, de una
vez por todas, el Reino Unido ha comprendido la integración, tal y como se concebía en aquella época, es decir,
la mecánica funcionalista. Sin embargo, Reino Unido decidió por circunstancias internas quedarse fuera del
proceso. Sólo después, cuando ve que se ha consolidado el mercado interior solicitó la adhesión”.16 El
referendo de 23 de junio de 2016 demostró que en las últimas décadas esta controversia ha afectado en mayor
medida al Partido Conservador que al Partido Laborista (Bogdanor, 2013), principalmente a partir de la última
legislatura (1987-1990) de Margaret Thatcher.

El Brexit también cabe concebirlo como el gran exponente de la crisis política y económica por la que
transitó la Unión Europea desde 2008. Esta crisis para ciertos sectores académicos y políticos británicos,
algunos estrechamente vinculados ideológicamente al Partido Conservador, suponía el paradigma del “carácter
irreformable de la UE” (Howard, 2016).

Las cuestiones de seguridad ocuparon un lugar prioritario durante la campaña que condujo a la votación
del 23 de junio de 2016. Los ganadores de la consulta interpretaron que la principal conclusión que dejaba el
referendo aludía a que Reino Unido “recuperaba el control” sobre sus fronteras (The Commentator, 2016).
En palabras de David Davis (actual Ministro para el Brexit), el Brexit implicaba que “las decisiones sean
tomadas por nuestro parlamento, por nuestras instituciones y por nuestros tribunales, es decir, que las
decisiones sobre cómo se gastan nuestros impuestos sean tomadas en Reino Unido; que las decisiones sobre
quien entra en nuestro país se tomen aquí y que todas nuestras leyes sean hechas en el Reino Unido” (Davis,
2017).

La postura que ha prevalecido históricamente en el Partido Conservador es la de considerar a la OTAN


como la organización más capacitada para asegurar la defensa de Europa Occidental y, por tanto, de Reino
Unido (Ancram, 2005b). En función de esta perspectiva, los tories consideran cualquier iniciativa de la UE en
materia de defensa como ineficaz, costosa desde el punto de vista económico e incompatible con la
independencia nacional (Helmer, 2008). En palabras de Carlos Westendorp “los británicos parten de un
dogma: no quieren más Europa. Sin embargo, los desafíos globales son tan grandes, que un solo país no los
puede afrontar. Desde el punto de vista militar, vamos a unir fuerzas…pues nada de esto se lo plantean de
manera pragmática, sino como “Europa, mal asunto” y no quieren estar ahí”.17

Quienes defendieron el Brexit, hallaron en las cuestiones de seguridad argumentos con los que apuntalar
una serie de ideas que habían expuesto con anterioridad, en función de las cuales responsabilizaban a la Unión
Europea de todos los problemas de Reino Unido, por lo que la única alternativa válida era abandonarla. En
este sentido, los partidarios de la permanencia (Remain) afrontaron un escenario complejo que se vio
acentuado por el propio desarrollo de la UE en los últimos años (crisis económicas y financieras, crisis de los
refugiados sirios e incapacidad para dar una respuesta coherente a los retos derivados de la seguridad) (Seguró
& Innerarity, 2017; Schulz, 2013; Borrell & Missé, 2012; Hewitt, 2015; Torreblanca, 2011).

15 Vicepresidente de la Comisión Europea (1985-1999). Falleció el pasado 4 de diciembre de 2017.


16 Entrevista del autor a Manuel Marín, celebrada en Madrid el 21 de mayo de 2015.
17 Entrevista del autor a Carlos Westendorp, celebrada en Madrid el 8 de abril de 2013.

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y Seguridad CISDE, 3(1), 19-29.

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Tras el Brexit, Reino Unido intentará incrementar su protagonismo en la OTAN. Sin embargo, existen
temas que pueden generar polémica como la contribución a los presupuestos de la mencionada organización
(aspecto sobre el cual, los tories siempre han criticado la actitud de la mayoría de los socios europeos de la
Alianza Atlántica) (Adye, 2016), sin olvidar la diferente jerarquía que conceden a determinadas amenazas (por

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ejemplo, Rusia) sus miembros.

En definitiva, el Brexit (y la supuesta recuperación de la soberanía nacional) no le hará inmune a Reino


Unido frente a las amenazas que se ciernen sobre su seguridad. Por el contrario, las incertidumbres y los riesgos
previos al 23 de junio de 2016 se han incrementado desde entonces.

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