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AÑOS 50
AÑOS 60
AÑOS 70
AÑOS 50
AÑOS 60
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Literatura de posguerra LENGUA CASTELLANA 4º ESO
Yolanda Jiménez Puech
COLEGIO SAN AGUSTIN SEVILLA
AÑOS 70
LA POESÍA
Antecedentes
1. G27
2. Miguel Hernández
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Literatura de posguerra LENGUA CASTELLANA 4º ESO
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Poesía años 40 3. Poesía in mista. Pablo García Baena y el Grupo Cán co.
Poesía años 50 POESÍA SOCIAL. BLAS DE OTERO, GABRIEL CELAYA. HOSÉ HIERRO
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Poesía años 70
LOS NOVÍSIMOS. Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Leopoldo Mª
Panero, Joan Brossa, Vicente Molina Foix, Ana ª Foix. Antonio
Colinas.
LA NOVELA
Novela en el exilio
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INFLUENCIAS
1.EXTRANJERAS
2.HISPANOAMERICANA
EL BOOM DE LA
NOVELA HP
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EL TEATRO
Teatro en el exilio
Teatro años 40
LA COMEDIA BURGUESA TEATRO CÓMICO
Teatro años 50
TEATRO COMPROMETIDO
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Teatro años 60
TEATRO EXPERIMENTAL Y TEATRO INDEPENDIENTE
ANTOLOGÍA DE POSGUERRA
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Blas de Otero
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a) Tema
Dámaso Alonso
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Gabriel Celaya
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5. BAST
6. Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún si o, iluminada
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El régimen polí co que se estableció en España al nal de la Guerra civil se caracterizó por el
predominio de las viejas clases dominantes y por la ins tucionalización de formas de po
fascista. Además la gura del dictador, el general Francisco Franco, presidió el período de
forma tan omnipresente que le otorgó hasta el nombre: franquismo.
La victoria franquista en la Guerra Civil signi có el triunfo de los grupos que con la República
temieron perder los privilegios que venían disfrutando desde el siglo XIX. Así, la gran burguesía,
el ejército y la Iglesia católica apoyaron un régimen dictatorial que garan zaba su poder e
in uencia.
El largo período de la dictadura franquista abarca desde el nal de la Guerra Civil (1939) hasta
la muerte del dictador (1975). A lo largo de esos casi cuarenta años, el régimen permaneció
inalterable en sus principios básicos: concentración de poderes en manos del dictador,
ausencia de Cons tución y de libertad de par dos y de derechos democrá cos individuales y
colec vos. Su única “legi midad” provenía de haber ganado la Guerra Civil.
El apoyo del franquismo a las potencias fascistas durante la Segunda Guerra Mundial lo
mantuvo aislado durante años del resto de los países europeos. Durante casi veinte años
(1939-1959), el país sufrió una situación económica marcada por la autarquía, el racionamiento
y un bajo nivel de vida.
Ahora bien, durante esos años se dieron cambios importantes en la estructura socio-
económica. Del estancamiento económico de la posguerra (1939-1959), se pasó a una etapa de
fuerte crecimiento económico y acelerada transformación social (1959-1973). Tras la muerte
de Franco, en 1975, se inició un proceso de transición hacia la democracia.
“Tenía una perrilla perdiguera-la Chispa-, medio ruin, medio bravía, pero que se
entendía muy bien conmigo; con ella me iba muchas mañanas hasta la Charca, a
legua y media del pueblo hacia la raya de Portugal, y nunca nos volvíamos de
vacío para casa. Al volver, la perra se me adelantaba y me esperaba siempre junto
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al cruce; había allí una piedra redonda y achatada como una silla baja, de la que
guardo tan grato recuerdo como de cualquier persona; mejor, seguramente, que el
que guardo de muchas de ellas. Era ancha y algo hundida y cuando me sentaba se
me escurría un poco el trasero (con perdón) y quedaba tan acomodado que sentía
tener que dejarla; me pasaba largos ratos sentado sobre la piedra del cruce,
silbando, con la escopeta entre las piernas, mirando lo que había de verse,
fumando pitillos. La perrilla, se sentaba enfrente de mí, sobre sus dos patas de
atrás, y me miraba, con la cabeza ladeada, con sus dos ojillos castaños muy
despiertos; yo le hablaba y ella, como si quisiese entenderme mejor, levantaba un
poco las orejas; cuando me callaba aprovechaba para dar unas carreras detrás de
los saltamontes, o simplemente para cambiar de postura: Cuando me marchaba,
siempre, sin saber por qué, había de volver la cabeza hacia la piedra, como
para despedirme, y hubo un día que debió parecerme tan triste por mi marcha,
que no tuve más suerte que volver sobre mis pasos a sentarme de nuevo. La perra
volvió a echarse frente a mí y volvió a mirarme; ahora me doy cuenta de que tenía
la mirada de los confesores, escrutadora y fría, como dicen que es la de los
linces… un temblor recorrió todo mi cuerpo; parecía como una corriente que
forzaba por salirme por los brazos, el pitillo se me había apagado; la escopeta, de
un solo caño, se dejaba acariciar, lentamente, entre mis piernas. La perra seguía
mirándome fija, como si no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de
algo de un momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas de
tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese que entregarme; hacía
calor, un calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar, como
un clavo, del animal. Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar.
La perra tenía una sangre oscura y pegajosa que se extendía poco a poco por la
tierra.”
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“Si Mario hubiera tenido sen do cuando dejó este valle de lágrimas, a buen seguro que no se
hubiera marchado muy sa sfecho de él. Poco vivió entre nosotros; parecía que hubiera olido el
parentesco que le esperaba y hubiera preferido sacri carlo a la compañía de los inocentes en
el limbo. ¡Bien sabe Dios que acertó con el camino, y cuántos fueron los sufrimientos que se
ahorró al ahorrarse años! Cuando nos abandonó no había cumplido todavía los diez años, que
si pocos fueron para lo demasiado que había de sufrir, su cientes debieran de haber sido para
llegar a hablar y a andar, cosas ambas que no llegó a conocer; el pobre no pasó de arrastrarse
por el suelo como si fuese una culebra y de hacer unos ruiditos con la garganta y con la nariz
como si fuese una rata: fue lo único que aprendió. En los primeros años de su vida ya a todos
nosotros nos ne dado el conocer que el infeliz, que tonto había nacido, tonto había de morir;
tardó año y medio en echar el primer hueso de la boca y cuando lo hizo, tan fuera de su si o le
ne a nacer, que la señora Engracia, que tantas veces fuera nuestra providencia, hubo de
rárselo con un cordel para ver de que no se clavara en la lengua. Hacia los mismos días, y vaya
usted a saber si como resultas de la mucha sangre que tragó por lo del diente, la salió un
sarampión o sarpullido por el trasero (con perdón) que llegó a ponerle las nalguitas como
desolladas y en la carne viva por habérsele mezclado la orina con la pus de las bubas; cuando
hubo que curarle lo dolido con vinagre y con sal, la criatura tales lloros se dejaba arrancar que
hasta al más duro de corazón hubiera enternecido. Pasó algún empo que otro de cierto
sosiego, jugando con una botella, que era lo que más le llamaba la atención, o echadito al sol,
para que reviviese, en el corral o en la puerta de la calle, y así fue rando el inocente, unas
veces mejor y otras peor, pero ya más tranquilo, hasta que un día -teniendo la criatura cuatro
años- la suerte se volvió tan de su contra que, sin haberlo buscado ni deseado, sin a nadie
haber molestado y sin haber tentado a Dios, un guarro (con perdón) le comió las dos orejas.
Don Raimundo, el bo cario, le puso unos polvos amarillitos, de seroformo, y tanta dolor daba
el verlo amarillado y sin orejas que todas las vecinas, por llevarle consuelo, le llevaban, las más,
un tejeringo los domingos; otras, unas almendras; otras, unas aceitunas en aceite o un poco de
chorizo... ¡Pobre Mario, y cómo agradecía, con sus ojos negrillos; los consuelos! Si mal había
estado hasta entonces, mucho más mal le aguardaba después de lo del guarro (con perdón);
pasábase los días y las noches llorando y aullando como un abandonado, y como la poca
paciencia de la madre la agotó cuando más falta le hacía, se pasaba los meses rado por los
suelos, comiendo lo que le echaban, y tan sucio que aun a mí que, ¿para qué men r?, nunca
me lavé demasiado, llegaba a darme repugnancia”.
Miguel estaba tendido, con el antebrazo derecho sobre los párpados cerrados; dijo:
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-Pues tú estás bien. No sé yo qué problema es el que tenéis. Ya quisiéramos estar como tu
novia y tú.
-Eso no quiere decir nada, Sebas. Son otros muchos factores con los que ene uno que contar.
Uno no vive solo, y cuando en una casa están acostumbrados a que entre un sueldo más, se les
hace muy cuesta arriba resignarse a perderlo de la noche a la mañana. Eso aparte otras
complicaciones que no sé yo, un lío.
-Pues yo no es que quiera meterme en la vida de nadie, pero, chico, te digo mi verdad: yo creo
que uno en un momento dado ene derecho a casarse como sea. O vamos, compréndeme, a
no ser que tenga responsabilidades mayores, por caso, enfermos o cosa así. Pero si es sólo
cues ón de que se vayan a ver un poquito más estrechos, ¿eh?, económicamente, yo creo que
hay que dejarse de contemplaciones y cortar por lo sano. Que les quitas un sueldo con el que
han estado contando hasta hoy; bueno, pues ¡qué se le va a hacer! Todos enen derecho a la
vida. Y también, si te vas, es una boca menos a la mesa. Por eso te digo; yo que tú, no sé las
cosas, ¿verdad?, pero vamos, que respecto a la familia, me liaba la manta a la cabeza y podían
cantar misa. Mi criterio por lo menos es ése, ¿eh?; mi criterio.
-Eso se dice pronto. Pero las cosas no son tan simples, Sebas án. Desde fuera nadie se puede
dar una idea de los tejemanejes y las luchas que existen dentro de una casa. Aun queriéndose.
Las mil pequeñas cosas y los quismiquis que andan de un lado para otro todo el día, cuando
se vive en una familia de más de cuatro y más de cinco personas. No creas que es cosa fácil.
-Si es que ya lo sabemos, pero con todo eso hay que arrostrar.
-Que no, hombre, que no; pre ere uno fas diarse y esperar el momento oportuno.
“En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos. Los que
quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas
que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la
avaricia, y por eso mismo me será muy di cil perdonarte, cariño, por mil años que viva, el que
me quitases el capricho de un coche. Comprendo que a poco de casarnos eso era un lujo, pero
hoy un Seiscientos lo ene todo el mundo, Mario, hasta las porteras si me apuras, que a la vista
está. Nunca lo entenderás, pero a una mujer, no sé cómo decirte, le humilla que todas sus
amigas vayan en coche y ella a pa ta, que, te digo mi verdad, pero cada vez que Esther o
Valen na o el mismo Crescente, el ultramarinero, me hablaban de su excursión del domingo
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me enfermaba, palabra. Aunque me esté mal decirlo, tú has tenido la suerte de dar con una
mujer de su casa, una mujer que de dos saca cuatro y te has dejado querer, Mario, que así qué
cómodo, que te crees que con un broche de dos reales o un detallito por mi santo ya está
cumplido, y ni hablar, borrico, que me he hartado de decirte que no vivías en el mundo pero tú,
que si quieres. Y eso, ¿sabes lo que es, Mario? Egoísmo puro, para que te enteres, que ya sé
que un catedrá co de Ins tuto no es un millonario, ojalá, pero hay otras cosas, creo yo, que
hoy en día nadie se conforma con un empleo. Ya, vas a decirme que tú tenías tus libros y “El
Correo”, pero si yo te digo que tus libros y tu periodicucho no nos han dado más que disgustos,
a ver si miento, no me vengas ahora, hijo, líos con la censura, líos con ls gente y, en sustancia,
dos pesetas. Y no es que me pille de sorpresa, Mario, porque lo que yo digo, ¿ quién iba a
leer esas cosas tristes de gentes muertas de hambre que se revuelcan en el barro como
puercos?. Vamos a ver, tú piensa con la cabeza, ¿quién iba a leer ese rollo de “El Cas llo de
Arena” donde no hablas más que de loso as? Tú mucho con que si la tesis y el impacto y
todas esas historias, pero ¿quieres decirme con qué se come eso? A la gente le importan un
comino las tesis y los impactos, créeme, que a , querido, te echaron a perder los de la tertulia,
el Aróstegui y el Moyano, ese de las barbas, que son unos inadaptados”.
“Solo aquí, qué bien, me parece que estoy encima de todo. No me puede pasar nada. Yo soy el
que paso. Vivo. Vivo. Fuera de tantas preocupaciones, fuera del dinero que tenía que ganar,
fuera de la mujer con la que me tenía que casar, fuera de la clientela que tenía que conquistar,
fuera de los amigos que me tenían que es mar, fuera del placer que tenía que perseguir, fuera
del alcohol que tenía que beber. Si estuvieras así. Mantente ahí. Ahí enes que estar. Tengo que
estar aquí, en esta altura, viendo cómo estoy solo, pero así, en lo alto, mejor que antes, más
tranquilo, mucho más tranquilo. No caigas. No tengo que caer. Estoy así bien, tranquilo, no me
puede pasar nada, porque lo más que me puede para es seguir así, estando donde quiero estar,
tranquilo, viendo todo, tranquilo, estoy bien, estoy bien, estoy muy bien así, no tengo nada que
desear.
Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste.
Estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no fui.
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