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El día de hoy no fuí al colegio. Dijeron que era feriado por una fecha patria. No era muy
interesante saber eso para mi yo de 14 años.
Salí al patio trasero con varios juguetes. Había dicho a mi madre que volveria a jugar con
ellos pero mi plan estaba muy alejado.
Coloque en fila a los soldaditos de color verde y los tiré uno por uno a una pequeña fogata
que había hecho antes con unas ramitas y un encendedor.
Era estúpido y era conciente de ello pero aún así me divertía. Hice lo mismo con un patito
amarillo, que seguro mi mamá recordaría como el patito de Sebas.
Dejé mi monólogo interno y decidí intentar averiguar algo que pudiera hacer tema de
conversación en la escuela, el día de mañana.
Sigilosamente me acerqué a la cerca e intenté ver por la pequeña endidura que había entre
la madera. No pude ver nada concreto pero sí pude escuchar con claridad como el ente del
otro lado decía "¡COMANDANTE, NOS ATACAN!" "No pierda la calma y tire los misiles" "SÍ,
SEÑOR" "CHuuu Piu Piu"*sonidos de disparos*
-Hola, soy Sebas. ¿Cómo te llamas?- hubo un momento de silencio pero una voz contestó,
quizás solo por educación.
La voz no contestó pero el ser detrás de la cerca no demostró señales de marcharse así
que pasados varios segundos volví a interrogar.
-30 de Junio.
-Dime.
-¿Por qué nunca sales? ¿O por qué no juegas conmigo y los otros chicos? Somos vecinos
¿no?
El niño calló pero parecía querer responder porque pronunció varios emms...
-...- dudó un poco pero dijo claro y de forma casi robótica- A mamá no le gusta que juegue
con gente mundana. Escuchan música que no es correcta y tienen familias en el pecado.
Por eso tu hermana tiene SIDA, Dios la castiga por sus pecados.
Eso último hizo ruido en mi interior. La enfermedad de mi hermana era "algo" que en mi
familia preferíamos ignorar.
Nunca fuí una persona maleducada y hoy no sería la excepción. Por mucho daño que sus
palabras hicieran a mi corazón no iba a faltarle el respeto. Al fin y al cabo era solo un niño.
Repetía, al igual que todos nosotros, lo que dicen nuestros padres.
-... No creo que eso sea cierto. Claire tiene solo diez años, jamás ha dicho malas palabras y
nunca ha chistado cuando mamá le dice que haga algo.- agaché la cabeza y pensando en
el pasado seguí-...su único pecado fué hacerse una transfusión de sangre y que los
doctores hayan sido descuidados... - quería continuar y hubiese deseado argumentar de
mejor forma mi afirmación pero las lágrimas estaban a una palabra de hacerse presentes.
El niño de al lado tomó silencio. Un silencio que de seguro era introspectivo ya que pasado
un tiempo dijo:
-... Lo siento- su voz seguía siendo dulce y en un tono bajo pero denotaba una verdadera
culpabilidad.- ...no fue mi intención ofenderte a vos o a tu familia.
-No te preocupes. Está todo bien.- el pesar había pasado y mi único objetivo era seguir la
charla. No tenía razones para tener esta intención con este niño pero a veces solo haces
"click" con un alguien Y quien soy yo para contradecir los deseos obsesivos de mi
subconciente.
Mis ideas para iniciar una charla fracasaban pero antes de siquiera pronunciar una mala
idea el niño de al lado habló.
-... ayer llovió mucho- su respiración era desacompasada y lo atribuí al nerviosismo.- ¿qué
hiciste?
-Umm, falte a clases y leí un libro.- era la verdad, no hice mucho más. A menos que deba
mencionar las veces en la que fuí al baño o comí. - vos?
-... No, pero no me dejan leer otra cosa que no sea educativo.
-Asi que te gusta leer eh. Te prestaré un libro. Digo, si quieres.- quizás en un futuro me
arrepienta pero quiero que éste niño conozca el mundo que yo conozco. Un deseo algo
egoísta quizá pero a quien le importa.
Por razones desconocidas me propuse que este niño experimentara lo que deba
experimentar. No tenía las ideas muy claras, quizás debí partir por esa idea.
-¡¿En serio harías eso?! - no podía ver su rostro pero juraría que tenía una sonrisa de oreja
a oreja.
-Por supuesto, Felix. - era la primera vez que pronunciaba su nombre. Era irreal, cálido y me
atrevería a decir angelical.
~°~°~°~°~
A la mañana siguiente un viento helado se coló por las bisagras de las puertas y ventanas.
El otoño por primera vez, en dos semanas, se hacía presente.
Tardé en levantarme pero a penas hice memoria del día de ayer, me levanté de golpe y con
muchas ganas de hacer todos mis deberes.
La rutina diaria iba a ser truncada por la vuelta a clases después de un hermoso feriado.
Seguido de la misma debía volver y tantear el terreno para poder darle un regalo a ese niño
que tanta felicidad me trajo.
Ya lo había mencionado antes, mi apego a ese ser cuyo rostro jamás ví era incomprensible.
Sin embargo, hice caso omiso a las alertas que mi cuerpo daba.
Pasadas las clases, llegué a casa algo agotado pero no lo suficiente como para no cumplir
mi cometido.
Subí corriendo las escaleras, tirando mi mochila sobre mi cama.
Observé con detenimiento la pequeña biblioteca y tomé tres libros de los cuales debería
hacer los pros y contras para regalar el ganador de ellos al niño de la dulce voz.
El último fué un regalo de mi tía Marta y la verdad sí me gustó y mucho pero lo había
comentado con mis compañeros y a todos les aburrió. Decidí desechar esa idea porque no
quería que Félix pensara que era alguien aburrido por haberle regalado ese tipo de libros.
El segundo era un libro complejo y consideré que era dirigido a un público mayor. Lo
consideraba un libro de instropeccion, quizás otro día.
"El olvidado Rey Gudú" parecía ser la opción correcta. Mezclaba lo fantástico con lo
interesante y casi desconocido de la vida medieval. Casi podía imaginarme a mi mismo en
un traje de lata chirriando al caminar.
Traté de imaginarme a Félix vestido de la misma manera pero el hecho de ni siquiera saber
cuál es su estatura comenzaba a conflictuarme.
¿Conflictuarme? Qué tengo últimamente con las palabras desconocidas que al parecer
conozco.
Baa'
Bajé las escaleras y salí al patio trasero. Me acerqué a la cerca y suavemente dije;
-Félix-dije en murmullos.
-¿Ah sí?
Me paré del piso y tomé el libro que previamente había puesto en una especie de envoltorio,
que en realidad era una bolsa de papel. El rió y me dijo entre pequeñas risillas que tenía
que ponerse de puntillas de pies para tocar el borde de la cerca.
Ambos en una coordinación no previamente ensayada, intercambiamos el paquete. En el
intercambio nuestros dedos se rozan levemente y solo nos quedó ignorar la corriente
eléctrica que ambos sentimos.
Él se sorprende-...¡¿Si?!-
-... Yo también- la respuesta había tardado pero al fin y al cabo fue satisfactoria. -...pero hay
un problema- su voz cansada casi rompió mi corazón.- no puedo salir... pero vos podés
entrar- lo último lo dijo con alegría. Yo no pude evitar sentirme felíz debido a ello.
~°~°~°~°~°~
El viernes, me la pasé sentado al lado de la cerca de mi casa. Hablaba en tonos bajos con
Félix, quien me relataba todo (y al decir "todo" es todo) con sumo detalle lo que había leído
del libro hasta el momento.
No me agoté, la verdad, amaba escucharlo hablar. De vez en cuando me perdía en su voz y
solo fantaseaba en cómo se vería. Cómo me vería yo ante él.
Finjo no saber la atracción que él provoca en mi. Esa sensación desconocida incluso a mi
edad. Ese "no se qué" que nadie más logró hacerme sentir. Sé que todo fué muy rápido y
quizás solo soy alguien muy enamoradizo que se entrega a la mínima muestra de afecto.
Incluso si así fuera me niego a pensar que ésto se terminará con el tiempo. Es más, pienso
que éste sentimiento crecerá solo con el correr de las horas. Pienses lo que pienses solo
quiero decir que "me gusta".
~~~~~~~~~~
Sábado 10/03
Las hojas pintadas de un color terracota me reciben en un nuevo día. Mis manos inquietas y
sudorosas solo hacen evidente mi nerviosismo. Me duché, me lavé muy bien los dientes, mi
ropa estaba impecable y mi cabello, bueno, éste no tenía solución.
No eran ni las 08: 00 a.m y yo ya me encontraba en el patio sentado junto a la cerca
esperando a que un niño llamara a mi nombre y así poder contestar con un "¿si, Dulzura?".
Obviamente todo esto de manera hipotética ya que mi cerebro solo logra hacer que me vea
como un imbécil con confianza. Todo lo contrario a mí.
-Así sería, pero mis padres me despertaron para decirme que saldrían a la reunión. -él sonó
más suelto que de costumbre- ¿pasas o qué?
-Oh, si claro. -
-aggh, mierda- dije en voz baja- es por esto que odio los deportes.
-Concuerdo con tu odio a esas cosas del demonio- busqué con la mirada a quién emitía esa
voz. Giré en su dirección y mi mandíbula inferior cayó cual palanca.
Todo en él era precioso; cada línea, cada trazo, cada mancha como pecas en sus mejillas;
El flamante carmesí de su labios, los armoniosos tonos ámbar de sus ojos y los casi
subliminales tonos de anaranjado que formaban la mata de pelo. Me fué inevitable no
comparar todos los tonos naturales de su anatomía con aquellos que a su lado parecían
artificiales. Los Robles envidiaban sus cálidos colores.
Poseía una estatura promedio de 1,45, un peso de 37 kg. Era un niño alto y algo rellenito.
Era precioso.
Pero uno nunca puede tener la fiesta en paz. No pasó ni un minuto y todas mis
inseguridades se plantaron en mí. Mi cabello castaño, mi piel vainilla, mis ojos cafés, yo era
tan insignificante al lado de él.
Sin embargo, una sonrisa proveniente de su parte hizo que mi pesar disminuyera.
-Eres lindo- no lo pude evitar. Mamá dijo que mi lengua sin límites puede ser una bendición
o una maldición.
Un sonrojo muy evidente de su parte hizo presente uno muy parecido en mi rostro-... Vos
igual- mis ojos se abrieron. Este niño que parecía caído del cielo pensaba que [YO] era
atractivo. Mi sonrisa no se hizo esperar.
Al parecer, no sólo mis palabras son disparatadas sino también mis acciones, porque
después de ser conciente de sus palabras, solo me abalancé a él y lo abracé como jamás lo
hice con otra persona.
Él correspondió al abrazo.
Ese día nos la pasamos charlando de cosas que hoy en día carecen de importancia pero no
fué él contenido en sí lo importante. Fue la situación, todo lo que ella encuadraba: ambos
sentados en el suelo con la espalda recostada sobre el portal, pasando la tarde y con hojas
que evidenciaban el frío otoño que presenciabamos. Nuestras manos unidas que
demostraban que a pesar de saber lo simple el uno del otro, incluso sin pensar, sabíamos
que podíamos contar con el contrario.
Esa fachada trasera, escondió ese "primer beso" en una tarde de tonos naranja. Esos
primeros besos que fueron seguidos de tantos más, al fin y al cabo esto no tuvo un final,
fuimos y aún somos muy jóvenes para pensar en el final de algo que apenas empieza.
Pensamos en un futuro juntos, incluso ese sentimiento que a penas reconocíamos,
preferimos denominarlo un gerundio.