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El teatro de la crueldad que promueve Artaud es un teatro de

producción deseante, no de carencia o de espectáculo restaurador, no


es un teatro para la catarsis de un sujeto asistente a un relato
narrativo, sino un teatro en donde el deseo puede fluir, se expanda y
en ello se pierda desde la destrucción del teatro. Los flujos deseantes
pasan, no están codificados, esto sería entonces la crueldad, el deseo
sin la palabra de la ley, allí, todo es posible en un teatro sin bordes
definidos, sin limitaciones espaciales, que no está dirigido desde un
órgano especifico alojado en el cerebro y alejado del cuerpo, sino que
en él todo habla, todo es acto. Decimos teatro del acto, no de la
representación. Teatro nómada, de deriva de flujos deleuzianos. Esto
hace de la vida un doble del teatro, un juego irrepresentable, una
acumulación de intensidades, o como decía Artaud, su doble. Y ello
significa que por el teatro de la crueldad no se vive otra vida, sino que
se empieza a vivir ésta, pero desde una posición más arriesgada.
“Sin un elemento de crueldad en la base de todo espectáculo, no es posible
el teatro. En nuestro presente estado de degeneración, sólo por la piel puede
entrarnos otra vez la metafísica del espíritu.”1

Esta ruptura en la relación entre teatro y mímesis permitirá


comprender alguna de las derivaciones de la filosofía deleuziana: su
compleja teoría maquínica, que llevará a cabo junto con Guattari,
pretende establecer una ontología no representacional, no basada en
el espejeo de una conciencia, en la forma de concebir un teatro
simulacro y no representacional.

1
Véase. Ibid., pág.112
“Se trata, pues, para el teatro, de crear una metafísica de la palabra, del
gesto, de la expresión para rescatarlo de su servidumbre a la psicología y a
los intereses humanos. Pero nada de esto servirá si detrás de ese esfuerzo
no hay una suerte de inclinación metafísica real, una apelación a ciertas
ideas insólitas que por su misma naturaleza son ilimitadas, y no pueden ser
descritas formalmente. Estas ideas acerca de la Creación, el Devenir, el
Caos, son todas de orden cósmico y nos permiten vislumbrar un dominio que
el teatro desconoce hoy totalmente, y ellas permitirían crear una especie de
apasionada ecuación entre Hombre, la Sociedad, la Naturaleza y los
Objetos.”2

Lyotard3 hablaba en sus análisis del teatro de la crueldad, de sustituir


una semiótica del teatro por una economía libidinal. Esto es,
presentación sin representación, escenografía de sí misma de lo que
ocurre aquí y ahora en los actores, en sus cuerpos, en su gestualidad.
Se trata de una lengua concreta devenida material, corporal, viviente:
“(…) es decir, que las palabras sean oídas como elementos sonoros y no por
lo que gramaticalmente quieren decir, que se las perciba como movimientos
directos, simples, como los que los actores no tienen mucho, y he aquí
entonces que el lenguaje de la literatura se recompone, se vuelve viviente.” 4

Se trata de un teatro de la crueldad que también es un pensamiento


en que la crueldad está operando como liberación de flujos, como
vaciamiento de formas. En palabras del propio Artaud:

2
Véase, Ibid., pág.102
3
Para poder entender la crítica de Jean Francois Lyotard a Artaud, se hace necesario leer
el artículo “El diente, la palma de la mano”, contenido en su texto “Dispositivos
Pulsionales”. Allí no sólo queda expuesta la intensión de Artaud de destruir el lenguaje
articulado y la separación del cuerpo, sino donde este camino queda detenido-en Artaud-
por su nihilismo, su religión…..
4
Véase, Ibid., pág.135-136
“si hay aún algo infernal y verdaderamente maldito en nuestro tiempo, es esa
complacencia artística con que nos detenemos en las formas, en vez de ser
como hombres condenados al suplicio del fuego que hacen señas sobre sus
hogueras”5

Este efecto transgresor propio de Deleuze, se basa en anteponer el


simulacro al signo, y que pasa por Klossowski y nos reenvía de nuevo
al origen en común de la obra en Nietzsche. Sin duda, la idea de que
la vida es crueldad es un principio que conecta a Nietzsche y Artaud.
En un caso, se asimila “voluntad de potencia” y “voluntad de crueldad”
y en el otro de la crueldad como “apetito de vida”. Ambos ven en ella la
expresión de una fuerza que va hasta el final de sus consecuencias.
Por otra parte, intentan sin cesar distinguir entre una crueldad “natural”
o “inocente” y una crueldad perversa. Esta última, que caracteriza la
maldad de los débiles o el sistema de la moral, consiste en una
inversión de la crueldad de la vida contra ella misma.
Finalmente, no la ven más que secundariamente como un rasgo
psicológico y humano. Al inicio de su obra, en relación con la
metafísica de “El nacimiento de la tragedia” y la de “El teatro y su
doble”, la crueldad tiene una significación metafísica y cósmica. Y el
origen de esta metafísica, reconocida por Nietzsche, implica a Artaud.
Esta perspectiva metafísica explica el rechazo común de la función
mimética del teatro. Nietzsche dice que el Drama significa
acontecimiento, factum por oposición a actum:
“Además, todo el conjunto de instintos vitales, el juego de sentimientos, de
los afectos, los actos de la voluntad, se nos revela, si examinamos el hecho

5
Véase, Ibid., pág. 35.
atentamente, únicamente como representaciones, no con arreglo a su
esencia.”6

Y es también un acontecimiento irrepetible lo que el Teatro de la


Crueldad debe hacer vivir fuera de los juegos de la representación
teatral. Todo debe ser hecho para que el espectador se transforme en
“el vidente” (Schauer) del mundo visionario. La destinación
suprahumana del teatro hace de su recinto un lugar inhumano, como
lo indica el recurso a las máscaras o a los gestos comparables con
hieroglifos vivientes. El carácter sagrado del ritual teatral exige la
condena del psicologismo y del realismo. De allí surge su rechazo
común al teatro de representación.
Deleuze busca un pensamiento que sea creativo, capaz de configurar
conceptos, de ligar regímenes de signos y construir así nuevas tramas
de significación que permitan la apertura de un nuevo ángulo de
visión. Deleuze utilizará como metáfora el conocido episodio de la
correspondencia entre Antonin Artaud y su editor Jacques Rivière, en
el que Artaud envía unos poemas que el editor rechaza, a lo que
siguen varias cartas del poeta en donde justifica su “insuficiencia de
escribir”, la limitación de su pensamiento, y escribe sobre su
incapacidad de escribir.
En todo esto, dirá Deleuze:
“(…) Artaud persigue la terrible revelación de un pensamiento sin imagen y la
conquista de un nuevo derecho que no se deja representar. Sabe que la
dificultad como tal, y su cortejo de problemas y preguntas, no son un estado

6
Nietzsche Friedrich, Ensayos sobre los griegos, Ediciones Godot, Buenos Aires, 2013,
pág.73
de hecho, sino una estructura de derecho del pensamiento. (…) Sabe que
pensar no es innato, sino que debe ser engendrado en el pensamiento”. 7

La energía pura del pensamiento, su expresión trascendental, habría


de ser, por tanto, y frente a la concepción kantiana, una ruptura del
pensamiento. Deleuze aboga por la disolución de las formas, el
vaciamiento de toda figura, para encontrar, en esa falta, una suerte de
materialismo maquínico fundado en una nueva concepción de la
corporalidad.
dios
y con dios
sus órganos
porque no hay nada más inútil que un órgano.
Cuando ustedes le hayan hecho un cuerpo sin
órganos lo habrán liberado de todos sus automatismos
y lo habrán devuelto a
su verdadera libertad.
Entonces podrán enseñarle a danzar al revés
como en el delirio de los bailes populares
y ese revés será
su verdadero lugar.8

7
“Artaud poursuit la terrible révélation d'une pensée sans image et la conquête d'un
nouveau droit qui ne peut être représenté. Il sait que la difficulté en tant que tel, et sa
parade de problèmes et de questions, ne sont pas un état de fait, mais une structure de
droit de pensée. (...) Il sait que la pensée n'est pas innée, mais doit être engendrée dans
la pensée.» Véase, Deleuze, Diferencia y repetición, Op. Cit., pág. 227.
8
Véase, Artaud Antonin, Para terminar con el juicio de dios, Éditions Gallimard, Paris,
2003, pág.61

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