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EL TEATRO Y SU DOBLE

MARTES, 5 DE AGOSTO DE 2014

“No creo que podamos revitalizar el mundo en que vivimos,

y sería inútil aferrase a él, pero propongo algo que nos

saque de este marasmo en vez de seguir quejándonos

del marasmo, del aburrimiento, la inercia y la estupidez de todo”

A. Artaud

  
   Me propuse subir unos apuntes sobre el Teatro y su
doble porque fue un texto disparador. Fue conocer a Artaud y
desde allí otras concepciones, otras maneras de abordar lo
teatral y a partir de él, un mundo nuevo que estoy
descubriendo día a día.Estos son unos apuntes ampliamente
subjetivos, resaltando algunas cosas y omitiendo otras. No
busquéis aquí notas al pie, números de páginas, citaciones
académicas porque no las hay.  Para los que lo conocen es un
ameno recordatorio, para los que no, una introducción para
que se enamoren.

   Artaud comienza realizando una  analogía entre el teatro y


la peste diciendo que la primera toma imágenes dormidas, un
desorden latente y los activa de pronto transformándolos en
los gestos más extremos y que el teatro, como la peste, nos
restituye todos los conflictos que duermen en nosotros. Nos
devela lo oculto, lo no nombrado, con todos sus poderes y da
a esos poderes nombres que llamamos símbolos.

  Entonces,para Artaud, una verdadera pieza de teatro


perturba el reposo de los sentidos, libera el inconsciente
reprimido e incita a una rebelión. La analogía que expone
sobre el teatro y la peste se basa no sólo en el aspecto del
contagio, sino en la revelación, la manifestación, la
exteriorización de un fondo de crueldad latente donde a
partir de él se exponen todas las posibilidades perversas del
espíritu. En ambos sucede que, lo que parece difícil e
imposible, se transforma de pronto en elementos normales y
comunes. Ambos desatan conflictos, liberan fuerzas,
desencadenan posibilidades.

“El teatro como la peste invita al espíritu a un delirio que


exalta sus energías; puede advertirse en fin desde un punto
de vista humano, que esta acción es beneficiosa, pues al
impulsar a los hombres a que se vean tal como son, hace caer
la máscara, descubre la mentira, la debilidad, la hipocresía
del mundo, revela a las comunidades su oscuro poder, su
fuerza oculta, las invita a tomar frente al destino, una
actitud heroica y superior, que nunca hubieran alcanzado de
otra manera.”

   Con respecto a la puesta en escena y la metafísica Artaud


toma el cuadro de Lucas Van den Leiden "Las Hijas de Lot" por
la manera en que es representada y entendida la escena. La
forma de representar el acontecimiento es para Artaud la
forma perfecta. Cautiva nuestros sentidos en la misma manera
en que los perturba.  (Relación profundamente sexual que se
advierte entre las hijas con su padre, como si su única
preocupación fuera la de satisfacerlo). Artaud expone que la
única idea social que parece haber en el cuadro es de la
sexualidad y la reproducción, donde Lot parece estar allí
para aprovecharse abusivamente de sus hijas. Todas las otras
ideas son metafísicas. Para Artaud esta pintura es lo que
debería ser el teatro si supiese hablar su propio lenguaje.
En cambio, el teatro occidental ha relegado a último término
todo lo específicamente teatral, es decir, todo aquello que
no puede expresarse con palabras, que no cabe en el
diálogo. Él está a favor de un teatro que se valga de todos
los lenguajes: gestos, sonidos, palabras, gritos, y así
vuelve a encontrar su camino. Pero la fijación del teatro
occidental es en un lenguaje: la palabra escrita y ésta es la
ruina del teatro. “Destruir el lenguaje para alcanzar la vida
es crear o recrear el teatro”.

Artaud plantea que el diálogo no pertenece específicamente a


la escena, sino al libro. El teatro está o debería estar
destinado a los sentidos, satisfaciéndolos. Una forma de este
lenguaje como poesía en el espacio es la del lenguaje-
signo, donde los gestos en lugar de representar palabras o
frases, representan ideas. Por lo tanto, Artaud determina que
mientras ese lenguaje nazca de la escena, derive su eficacia
de una creación espontánea en escena y luche directamente con
la escena sin pasar por la palabra, la puesta en escena es
entonces teatro mucho más que la pieza escrita y
hablada. “Latina y occidental es la necesidad de emplear
palabras para expresar ideas claras”.

Para Artaud la verdadera poesía es metafísica y resalta este


carácter en el teatro oriental (teatro balinés) donde se
induce al pensamiento a adoptar actitudes que él llama
metafísica-en-acción. Es hacer que el lenguaje exprese lo que
no expresa comúnmente, es emplearlo de una manera nueva
excepcional y desacostumbrada. Es darle la capacidad de
producir un estremecimiento físico, dividirlo y distribuirlo
activamente en el espacio, restituirle el poder de desgarrar
y manifestar realmente algo.  Todo esto nos lleva
a reencontrar el significado religioso y místico que nuestro
teatro ha perdido completamente. Artaud toma al Teatro
Balinés porque según él, es quien restituye al teatro,
mediante ceremonias que combinan la danza, el canto y la
pantomima, su destino primitivo. No es un teatro de
entretenimiento. Apunta a estados espirituales que pretende
crear, propone soluciones místicas.  En el teatro balinés
asistimos a una alquimia mental que transforma el estado
espiritual en gesto: el gesto seco, desnudo, lineal que
podrían tener todos nuestros actos si apuntaran a lo
absoluto.

El teatro occidental usa la palabra para expresar conflictos


psicológicos de la realidad cotidiana, o algún drama de
dominio social y al contrario, el teatro oriental es
espiritual y trata sobre cuestiones primitivas del hombre. El
dominio de este último es plástico y físico (gestos, sonidos,
música, se integran en el espacio). Así debería ser el teatro
en general para Artaud. Hay que integrar a la palabra en esta
anarquía formal. Hacer poesía en el espacio como si fuese
magia. La puesta de escena es un instrumento de hechicería,
no reflejo de un texto escrito. No se trata de suprimir la
palabra, sino de modificar su posición y reducir su ámbito.
Lograr que no sea solo un medio de llevar los caracteres
humanos a sus objetivos exteriores. 

Artaud continua postulándose contra la situación del teatro


de su época y nos propone qué y cómo debe ser teatro:  “…
mientras el teatro se limite a mostrarnos escenas intimas de
las vidas de unos pocos fantoches, transformando al público
en voyeur, no será raro que las mayorías se aparten del
teatro, y que el público común busque en el cine, en el music
hall o en el circo satisfacciones violentas…Las intrigas del
teatro psicológico que nació con Racine nos han
desacostumbrados a esa acción inmediata y violenta que debe
tener el teatro…” 
Antonin vuelve a proponer un espectáculo que transgreda la
clásica caja a la italiana, aquella estética que muestra solo
una cara y mantiene dos mundos cerrados: el de la sala y el
de la escena, por lo tanto preconiza un teatro giratorio, que
implique una idea de espectáculo total, donde todo se
integre: la plástica, la inteligencia, los sentidos, el
cuerpo, y en el que los gestos, los objetos y los signos,
sean utilizados con un nuevo sentido, dando lugar a que no
solo hablen las palabras, sino también lo que en la extensión
(el espacio) sucede.   
Artaud sintetiza sus ideas propuestas en dos manifiestos. En
el primero sobre el lenguaje, la técnica, los temas, los
sonidos, las luces, el vestuario,  y enfatiza que la puesta
en escena será el centro del lenguaje teatral, su punto de
partida. No un reflejo del texto dramático. El rostro
se utilizará como una máscara con su variedad de expresiones,
independiente de la “psicologización” de ellas. Aclara que no
habrá escenografía, sino que el decorado será todo esto que
llene la escena. Artaud le da un lugar primordial al actor y
la sala será un lugar único que ubique en el centro al
espectador para que el espectáculo lo atraviese. 

Con respecto al termino Crueldad, Artaud argumenta que debe


ser entendida en su sentido amplio, no en el sentido material
que se le da habitualmente.  Filosóficamente hablando, una
crueldad que significa rigor, aplicación, decisión,
determinación. Sumisión a la necesidad. No hay crueldad sin
consciencia, esta es la que otorga al ejercicio de todo acto
de vida su color de sangre, pues la muerte es siempre la vida
de alguien. Aclara que emplea la palabra crueldad en el
sentido de apetito de vida, de rigor cósmico y de necesidad
fuera de la cual no puede continuar la vida. “Y el teatro,
como creación continua,  acción mágica total, obedece a esta
necesidad. Una pieza donde no interviniera esta voluntad,
este apetito de vida, ciego y capaz de pasar por encima de
todo, visible en los gestos, en los actos, y en el aspecto
trascendente, de la acción, sería una pieza inútil…” 

Con respecto al Teatro de la crueldad, Artaud señala que el


término de crueldad lo emplea en su teatro no en un sentido
accesorio, por gusto sádico o perversión espiritual, no se
trata de la crueldad como vicio, sino al contrario, de un
sentimiento desinteresado y puro, de un verdadero impulso del
espíritu basado en los ademanes de la vida misma. “ (…) La
vida metafísicamente hablando, y en cuanto admite la
extensión, el espesor, la pesadez y la materia, admite
también, como consecuencia directa, el mal y todo lo que es
inherente al mal, al espacio, ala extensión y ala materia" 
Él pretende un teatro que funcione activamente. La acción del
teatro no debe desbordar al plano social, ni tampoco al moral
y psicológico. Para Artaud, el verdadero principio del teatro
es metafísico. Cuyo objeto es el de crear Mitos; traducir la
vida en su aspecto universal, inmenso y extraer de la vida
las imágenes en las que desearíamos volver a encontrarnos.
Un teatro que nos libere en un mito donde hayamos sacrificado
nuestra pequeña individualidad humana, como personajes del
pasado. 

En el segundo manifiesto Artaud  expresa que  “( …) El teatro


de la crueldad ha sido creado para devolver al teatro una
concepción de la vida apasionada y convulsiva;, y en ese
sentido de violento rigor, de extrema condensación de los
elementos escénicos, ha de entenderse la crueldad de ese
teatro...” En este segundo manifiesto, Artaud  va a exponer
los lineamientos de su teatro, en cuanto a los temas y
asuntos; y  la forma de la puesta en escena. Con respecto a
lo primero, los temas y asuntos del teatro de la crueldad,
deberán corresponder con la agitación y la inquietud de
nuestra época. Su teatro buscará poner otra vez de moda las
grandes preocupaciones y las grandes pasiones esenciales que
el teatro moderno ha recubierto  con cuestiones del burgués
civilizado.

Pretenderá renunciar al hombre psicológico, al carácter y a


los sentimientos netos. El teatro de la crueldad se dirigirá
al hombre total y no al hombre social sometido a leyes y
deformado por preceptos y religiones. En cuanto a la puesta,
esta deberá materializar los temas en movimientos,
expresiones, y gestos- en lugar de palabras-. Se incorporará
una noción nueva del espacio, en el que se usen todos los
planos posibles y los grados de la perspectiva en profundidad
y altura, sumando de esta manera una idea particular del
tiempo a la idea del movimiento. Es decir, la creación de un
verdadero lenguaje basado en signos y no en palabras.
El teatro de la crueldad intenta recuperar todos los antiguos
medios mágicos para alcanzar la sensibilidad. Tales consisten
en intensidades de colores, de luces o sonidos, que utilizan
la vibración, la trepidación, la repetición ya sea de un
ritmo musical o de una frase hablada, tonos especiales o una
dispersión general de la luz que puedan puedan obtener todo
efecto mediante el empleo de las disonancias.

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