Está en la página 1de 2

INFLUENCIAS MUTUAS EN EL DESARROLLO DEL YO Y DEL ELLO

Durante esos años el papel del yo es poco destacado y a veces queda hasta sepultado por completo bajo el
impacto de la teoría de los instintos. Sólo entre la segunda y la tercera década del siglo fue definida
explícitamente la psicología del yo como un legítimo capítulo del análisis. El yo se despliega como un sistema
de la personalidad, claramente aparte de las funciones del ello y del superyó. Freud esboza un yo que, en
comparación con sus primeras formulaciones es infinitamente más rico en importancia, en dimensiones y en
especificidad de funciones. En este último nivel, el concepto de yo freudiano aparece como algo
esencialmente nuevo debido al impacto revolucionario que tuvo en el desarrollo de muchos aspectos del
psicoanálisis, incluyendo la teoría de los impulsos instintivos.

Abordando más de cerca los problemas yo-ello, este crecimiento en el tamaño del papel del yo en el
pensamiento de Freud puede considerarse estructuralmente, en su descripción como una unidad en parte
independiente de la personalidad, dinámicamente, en el advertencia de Freud de guardarse de una
generalización simplificadora que había observado en el trabajo de algunos analistas, quienes aprendían a
subestimar la fuerza del yo frente al ello, económicamente, en la hipótesis de que es alimentado por una
modalidad de energía diferente a la de los impulsos.

Para describir la formulación del yo únicamente en función de su dependencia del desarrollo instintivo da por
resultado una imagen incompleta. Esta es sólo una de sus facetas, entre varias. Al describir el desarrollo del
niño en términos de fases libidinales, nos damos hoy cuenta mucho mejor del hecho de que los cortes
transversales de desarrollo no puede ser descritos por completo, si nos referimos sólo a los finales libidinales
(ni siquiera incluyendo en nuestra descripción las correspondientes relaciones de objeto). Tenemos que
describirlas también con respecto a la implicación de otras dos series de factores: las vicisitudes de los
impulsos agresivos y los elementos parcialmente independientes del yo.

Que el yo necesita, a fin de funcionar adecuadamente y de desarrollarse, una relación segura no sólo con los
impulsos, sino también con los objetos es una verdad evidente. Pero el desarrollo del yo y las relaciones de
objeto están relacionados entre sí de modos más complejos de lo que algunos trabajos recientes querrían
hacernos creer y que ya podíamos esperar en vista de sus fundamentos teóricos.

Está constancia presupone probablemente del lado del yo un cierto grado de neutralización de la energía
agresiva así como de la libidinal; y por la otra parte puede muy bien ser que suscite la neutralización. Es decir,
la “relación objetual satisfactoria”, puede sólo ser afirmada como tal, si consideramos lo que significa en
términos del desarrollo del yo. De todas las múltiples relaciones entre el yo y el ello, con la que estamos más
familiarizados en el análisis es con la del conflicto, esa relación en que los impulsos instintivos llegan a ser
considerados como un peligro, y en cuyo caso la señal de angustia produce la defensa del yo.

No obstante, hablamos también de la “colaboración del yo con el ello y, al hacerlo, parece señalarse toda una
diversidad de procesos: el yo puede servir a las finalidades del ello, o a la energía del ello puede estar
disponible para los finales del yo, puede haber también sustituciones de las finalidades del yo por las del ello
o neutralización de la energía instintiva.

Freud (1937) sugiere que debe existir una tendencia hacia el conflicto que individualmente varía, la cual,
independiente de la situación conflictual misma, podría estar relacionada con la presencia o con la cantidad
de la libre agresión. Sugiere que deberíamos “revisar todo nuestro conocimiento de los conflictos psíquicos
desde este nuevo ángulo”. En época muy anterior traté de desarrollar la sugerencia de Freud en una dirección
específica y acerca de esto debo decir más tarde unas pocas palabras. En el contexto de lo que hoy nos
ocupa, hemos de preguntarnos cuáles son los antecedentes de la vuelta del yo contra el ello.

Las etapas más primitivas del desarrollo del yo pueden describirse desde varios ángulos: como un proceso de
diferenciación que lleva a una demarcación más completa del yo y el ello y del sí-mismo y la realidad exterior:
como un proceso que lleva desde el yo del placer hasta el yo de la realidad: como el desarrollo del principio
de realidad, como el camino que conduce desde el narcisismo primitivo hasta las relaciones de objeto; desde
el punto de vista de la secuencia de situaciones peligrosas, como el desarrollo de los proceso secundarios,
etc. Lo importante para el estudio sistemático del tema, que, como dijo, no se pretende efectuar aquí, sería el
esclarecimiento de la interrelación de todos los aspectos del desarrollo del yo.

Estas características congénitas del yo y de su maduración podrían ser entonces una tercera fuerza que
actuara sobre el desarrollo del yo, además del impacto de la realidad y de los impulsos instintivos. Podemos
denominar factores autónomos a los elementos de parte del yo que dieron origen a este núcleo hereditario
(autonomía primaria)

Se debe también intentar describir todas las correlaciones yo-ello con respecto a sus aspectos energéticos.
Creo, al igual que Freud, que el yo utiliza habitualmente una forma de energía diferente de la empleada por
sus impulsos. Freud habla de energía desexualizada y también de energía sublimada. No parece aventurado
ampliar esta idea de Freud de manera que incluya la neutralización de la energía agresiva que ha de
encargarse de las funciones del yo y, acaso en un estado un tanto diferente, también de las del superyó. La
neutralización usada aquí y en otros lugares, está destinada a abarcar, además de lo que Freud llamó
sublimación (que él limitó a una de las vicisitudes de los impulsos libidinales), el cambio análogo en forma de
impulsos agresivos.

Si adoptamos el concepto de neutralización más amplio posible (incluyendo la sublimación), podemos decir
que, aunque está puede servir a la defensa, es de una naturaleza mucho más general que otros procesos
utilizados para fines defensivos. La neutralización, en ese sentido, bien puede ser un proceso más o menos
constante, si estamos dispuestos a admitir que otras las funciones del yo están alimentadas continuamente
por ella. Pero es ese mismo carácter el que le da su importancia específica para la comprensión de las
relaciones yo-ello, fuera también de la espera del conflicto.
La neutralización de la energía ha de postularse evidentemente desde el momento en que el yo evoluciona
hasta ser una subestructura de la personalidad más o menos definida. Y visto desde otro ángulo, podemos
esperar que la formación de relaciones de objeto constantes presupone cierto grado de neutralización

También podría gustarte