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CUENTOS
9 DE SEPTIEMBRE DE 2023
UNIVERSIDAD LUCERNA
El conejito soñador
Cuentos originales
Autor:
amistad, autoconfianza
Había una vez un conejito soñador que vivía en una casita en medio del
bosque, rodeado de libros y fantasía, pero no tenía amigos. Todos le
habían dado de lado porque se pasaba el día contando historias imaginarias
sobre hazañas caballerescas, aventuras submarinas y expediciones
extraterrestres. Siempre estaba inventando aventuras como si las hubiera
vivido de verdad, hasta que sus amigos se cansaron de escucharle y acabó
quedándose solo.
Las historias del conejito eran increíbles y le permitían vivir todo tipo de
aventuras. Se imaginaba vestido de caballero salvando a inocentes
princesas o sintiendo el frío del mar sobre su traje de buzo mientras
exploraba las profundidades del océano.
A partir de 6 años
Valores:
El Hada Fea vivía en un bosque encantado en el que todo era perfecto, tan
perfecto que ella no encajaba en el paisaje, por eso se fue a vivir apartada
en una cueva del rincón más alejado del bosque. Allí cuidaba de los
animalitos que vivían con ella, y disfrutaba de la compañía de los niños que
la visitaban para escuchar sus cuentos y canciones. Todos la admiraban por
su paciencia, la belleza de su voz y la dedicación que prestaba a todo lo
que hacía. Para los niños no era importante en absoluto su aspecto.
Un día llegó una visita muy especial al bosque encantado. Era la reina
suprema de todas las hadas del universo: el Hada Reina. La cual estaba
visitando todos los reinos, países, bosques y parajes donde vivían sus
súbditos para comprobar que realmente cumplían su misión: llevar la
belleza y la paz allá donde estuvieran.
Tras la visita del Hada Reina se reunieron urgentemente todas las hadas
del consejo del bosque encantado.
-Esto es cosa del Hada Fea -dijo una de las hadas del consejo-. Ella es la
culpable.
-Vayamos a buscarla -dijo el Hada Gobernadora del bosque -. Hay que
expulsarla de aquí.
Todas las hadas fueron en busca del Hada Fea. Cuando la encontraron le
pidieron que se marchara. La pobre Hada Fea, pensando que era la
culpable, se marchó.
Pero cuando cruzó las fronteras del bosque, éste dejó de ser gris y pasó a
ser de color negro.
Los niños corrieron a abrazarla. Todos menos uno, que se quedó con la
boca abierta.
- ¡Mirad eso! -dijo el niño. El suelo que acaba de pisar el Hada Fea ha
recuperado su color, y también las flores que tiene a su lado.
El Hada Fea perdonó a sus hermanas y las acompañó por todo el bosque.
Todo el mundo pudo admirar el gran corazón de aquel hada que, aunque
tenía una cara muy fea, emocionaba a todos con su belleza interior.
A partir de 8 años
Valores:
Justo cuando cruzaba la puerta para salir a la calle, alguien con una pinta
extraña le preguntó:
-¿Por qué sonríe usted tanto, inspector?
-¡Ja ja ja!- se rió él, muy orgulloso de sí mismo-. Sonrío porque voy a
evitar un terrible robo esta misma mañana-.
-¿Sí? ¿De veras?- siguió preguntando aquel extraño -. ¿Dónde se va a
producir el robo?
-Pues en el museo de la ciudad.
-¡Estoy loco! ¡Estoy loco! -gritó corriendo alrededor de la sala -. ¡No llevo
aquí ni cinco minutos y el encierro ya me ha afectado a la sesera!
El gato empezó a merodear alrededor del inspector Cambalache, mientras
el pobre hombre se afanaba por alejarse todo lo que podía de de aquel
gato.
-No estás loco, Cambalache -empezó a decir el gato-. Soy un gato que
habla, y ya está. ¿No conoces a ninguno, o qué?
El inspector empezó a dar vueltas a ver qué podía coger para forzar la
puerta. El gato, que no era capaz de comprender a aquel detective tan
poco avispado, le dijo con sorna:
-¿No te has preguntado por dónde he entrado yo? Porque no estaba cuando
tú entraste, ¿recuerdas?
-Vaya, es cierto. ¿Cómo has entrado? Tal vez pueda yo salir por ahí.
El inspector Cambalache pensó que no tenía nada que perder así que se
concentró y consiguió poner la avioneta en marcha. Despegaron y en unos
minutos estaban en el tejado del museo.
Polvos de hada
Cuentos originales
Autor:
Irene Hernández
Edades:
A partir de 6 años
Valores:
De todas ellas, había dos que destacan por encima del resto. Una de ellas
se llamaba Alina y la otra Gisela. Ambas tenían las alas más grandes y
brillantes de todo el lugar. Tanto que el resto de hadas las admiraban
profundamente.
Úrsula era tan envidiosa que era capaz de todo. Y así lo demostró el día
que las hadas organizaron una fiesta.
Ese día, todas las hadas se pusieron muy guapas y volaron en el cielo
mostrando todos sus encantos. Alina y Gisela eran las más brillantes de
todas y ese día estaban especialmente bellas.
Cuando Úrsula las vio, no dudó en ordenar a sus cuervos malvados que
fuesen a secuestrarlas. Y, mientras Alina y Gisela revoloteaban en el cielo
los pájaros se lanzaron a por ellas.
- ¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Mirad esos pájaros tan feos! – gritaban el resto de
las hadas desde el suelo.
Las hadas volaron y volaron para intentar escapar, pero los cuervos
pudieron raptar a Gisela.
- ¡¡¡Noooooo!!! ¡¡¡Soltarla!!! – gritaban las hadas
Pero los cuervos se la llevaron a los mundos oscuros donde la bruja Úrsula
le robó sus polvos de hada y la encerró en una jaula.
- ¡Ja, ja, ja! ¡Por fin tengo mis polvos de hada! Ahora me convertiré en la
más bella hechicera! – gritaba Úrsula triunfal
La pobre hada se quedó apagada y triste sin sus polvos mágicos. Además la
pobre ya no podía volar.
Úrsula se dio cuenta de que así conseguiría mucho más polvo del que tenía
y acabó aceptando el trato.
Las hadas le hicieron prometer que nunca más las molestaría y entre todas
consiguieron salvar a Gisela. Todas sabían que si perdían parte de sus
polvos de hada ya no serían tan brillantes, ni volarían tan alto, ni serían tan
espectacularmente bellas, pero también sabían que era la única manera de
ayudar a su amiga y entre todas hicieron el esfuerzo y devolvieron a Gisela
la magia de sus alas.
La competición de las verduras
Cuentos originales
Autor:
Irene Hernández
Edades:
vida sana
Tomatito y Zanahorio eran dos amiguitos
que siempre estaban muy alegres y
contentos. Cada día iban a casa de todos
los niños a llevarles un montón de
tomates y zanahorias porque a los niños
les encantaba comérselos a cualquier
hora del día.
Doña patata, que era una señora muy mayor e inteligente y a la que los
niños querían mucho les dijo:
- ¡Tengo una idea! Tengo un truco para que se den cuenta de lo ricos que
estáis y de lo buenos que sois para su alimentación.
Y así, todas las verduras explicaron sus cualidades, pero los niños
abuchearon a todas las verduras.
- ¡¡Buuuuu!! ¡¡Buuuu!! ¡Yo sólo quiero comer verduras ricas y vosotras no
nos gustáis nada! – gritaban los niños
Pero Doña Patata, que era tan querida por todos, tenía un plan. Había
preparado riquísimas recetas usando sus patatitas y el resto de verduras.
Por un lado, hizo un puré de patatas con brócoli y zanahoria que estaba
para chuparse los dedos, por otro hizo un plato de espárragos con jamón,
también preparó arroz con tomate y salchichas, una tortilla de calabacín,
cebolla y patata y un montón de cosas más.
Tapó los ojos a todos los niños y les dio a probar todos y cada uno de los
platos.
- ¡¡Uhmmm!! ¡Qué puré más rico! Creo que es de patata y zanahoria, pero
tiene algo más que me gusta mucho – dijo uno de los niños
- ¡Anda! Pero si esta tortilla está riquísima! – dijo otro
Todos los niños probaron los platos que Doña Patata había preparado y
tuvieron que votar sus platos preferidos.
- ¡Yo voto al puré! ¡yo a la tortilla! – gritaban todos a la vez
Cuando Doña Patata les
enseñó qué era lo que habían probado aunque la mayoría de los niños no
se lo creían.
- ¡Pero eso es imposible! ¡Si yo odio el brócoli! – dijo un niño
- ¡Y yo los espárragos! – dijo otro
Y Doña Pata, que sabía que con su pequeño engaño les demostraría que
con imaginación todo era posible, les dijo:
- Es muy importante que comáis todas las verduras que podáis y no sólo
tomate, zanahoria o patata. Hay mil maneras de comerlas y siempre las
podéis mezclar con otras que os gusten más para conseguir sabores tan
ricos como los que habéis probado hoy. ¡Es sólo cuestión de imaginación!
Desde ese día, los niños se animaron a probar otras cosas y Tomatito y
Zanahorio llenaron sus carretillas de un montón de verduras de diferentes
colores y sabores.
Todas las verduras vivieron felices a sabiendas de que los niños se estaban
alimentando tan bien que crecerían muy fuertes e inteligentes.