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ECCLESIAE SANCTAE -

Normas para la aplicación del Decretos Conciliares

6-8-1966

CARTA APOSTÓLICA

DEL SUMO PONTÍFICE

PABLO VI

en forma de "Motu proprio"

II

Normas para la aplicación del

Decreto "PERFECTAE CARITATIS"

Los Institutos religiosos, a fin de que puedan madurar diligentemente los


frutos del Concilio, deben ante todo promover la renovación espiritual y luego
llevar a cabo, con prudencia y dedicación, una adecuada reforma de la vida y
de la disciplina, estudiando asiduamente la Constitución dogmática Lumen
gentium (cap. V y VI) y el Decreto Perfectae caritatis y llevándolo a la
práctica la doctrina y normas del Concilio.

Con el fin de urgir la aplicación del Decreto Perfectae caritatis, las normas que
siguen -valederas, hecha la debida aplicación, para todos los religiosos tanto
latinos como orientales- determinan el modo de proceder y algunas
prescripciones.

1ª Parte

Promoción de la adecuada renovación de la vida religiosa

I. QUIÉNES DEBEN PROMOVER LA ADECUADA RENOVACIÓN

1. La parte principal de la labor de reforma y adaptación de la vida religiosa


recae sobre los Institutos mismos, que a este fin se han de servir de los
Capítulos generales o, tratándose de los Orientales, de las Synaxis. La función
de los Capítulos no se limita a dictar leyes, sino que debe también fomentar la
vitalidad espiritual y apostólica.

2. Es necesaria la cooperación de todos los Superiores y miembros para


reformar su propia vida religiosa, preparar el espíritu de los Capítulos, llevar a
cabo la labor de los mismos, observar fielmente todas las leyes y normas
dictadas por los Capítulos.

3. Para promover esta adecuada renovación en cada uno de los Institutos,


convóquese en el plazo de dos o a lo más tres años un especial Capítulo
general, ordinario o extraordinario.

Si el mismo Capítulo así lo decretase por secreto sufragio, este Capítulo podrá
dividirse en dos períodos distintos, separados por un espacio de tiempo no
superior generalmente al año.

4. En la preparación de este Capítulo, el Consejo general debe facilitar de


modo adecuado la consulta amplia y libre de los miembros y ordenar los
resultados de esta consulta a fin de ayudar y dirigir la labor del Capítulo. Esto
podrá llevarse a cabo, por ejemplo, oyendo el parecer de los capítulos
conventuales y provinciales, instituyendo comisiones, proponiendo
cuestionarios, etc.

5. En los monasterios estauropogiacos corresponderá al Patriarca dictar las


normas para la realización de esta consulta.

6. Este Capítulo general tiene potestad para cambias ad experimentum ciertas


normas de las Constituciones o, en el caso de los Orientales, de los Típicos,
con la que permanezca intacta la finalidad, naturaleza e índole del Instituto. La
Santa Sede permitirá de buen grado, según parezca oportuno, experiencias
contra el derecho común, en las cuales se ha de proceder ciertamente con
prudencia.

Estas experiencias se pueden continuar hasta el próximo Capítulo general


ordinario, el cual tendrá facultad de prorrogarlas, pero solamente hasta la
celebración del Capítulo inmediatamente sucesivo.

7. De la misma facultad goza el Consejo General durante el tiempo que corre


entre tales Capítulos y con las condiciones que éstos han de determinar y,
entre los Orientales, en los Monasterios sui iuris el Hegúmeno con la Synaxis
menor.

8. La aprobación definitiva de las Constituciones queda reservada a la


Autoridad competente.
9. Para la reforma de las Constituciones de las monjas, cada uno de los
monasterios a través del capítulo, o también cada una de las monjas en
particular formulen sus deseos, los cuales, a fin de asegurar la unidad de la
familia religiosa según la índole peculiar de cada una de ellas, serán recogidos
por la suprema Autoridad de la orden, si existe, y, en su defecto, por el
Delegado de la S. Sede y, en el caso de los Orientales, por el Patriarca o el
Jerarca del lugar. Podrán asimismo explorarse los deseos y pareceres de los
consejos de las Federaciones y de otros conventos legítimamente convocados.
En todo esto la solicitud pastoral de los Obispos procure prestar benévola
ayuda.

10. Si en algún caso en los monasterios de monjas se estiman oportunas


algunas experiencias que afecten a las observancias por un tiempo
determinado, podrán ser permitidas por los Superiores generales o por los
Delegados de la S. Sede y, en el caso de los Orientales, por el Patriarca o por
el Jerarca del lugar. Sin embargo, téngase en cuenta la peculiar vocación de
las monjas de clausura, tan necesitadas de estabilidad y seguridad.

11. A las Autoridades más arriba mencionadas corresponderá el cuidado de


que, con la ayuda y consejo de los mismos Monasterios, se revise el texto de
las Constituciones y sea sometido a la S. Sede o a la Jerarquía competente
para su aprobación.

II. LA REVISIÓN DE LAS CONSTITUCIONES Y DE LOS TÍPICOS

12. Las leyes generales (Constituciones, Típicos, Reglas, o con cualquier otro
nombre que se las designe) deberán comprender los siguientes elementos:

a) Los principios evangélicos y teológicos de la vida religiosa y de su unión


con la Iglesia, y las palabras aptas e inequívocas con las cuales "se reconozcan
y se mantengan fielmente el espíritu y propósitos propios de los fundadores,
así como las sanas tradiciones, todo lo cual constituye el patrimonio de cada
Instituto" (Decr. Perfectae caritatis N° 2b).

b) Las normas jurídicas necesarias que definen claramente la índole, fines y


medios del Instituto; estas normas no han de ser multiplicadas con exceso,
sino que siempre deben estar formuladas de manera adecuada.

13. Es necesaria la unión de uno y otro elemento a saber, del espiritual y del
jurídico, para que los códigos fundamentales de los Institutos posean un
fundamento estable y estén penetrados de un verdadero espíritu y de una
norma de vida; hay por lo tanto que evitar que resalte un texto o solamente
jurídico o meramente exhortatorio.
14. Exclúyanse del código fundamental de los Institutos todo cuanto esté ya
fuera de uso, o esté sujeto a cambio según las costumbres de cierta época, o
responda a usos meramente loables.

Mas aquellas normas que respondan a la época actual, a las condiciones


físicas y psíquicas de los miembros, así como a peculiares circunstancias,
consígnense en códigos anejos, llamados "directorios", libros de costumbres o
con otros nombres.

III. CRITERIOS DE UNA ADECUADA RENOVACIÓN

15. Las normas y el espíritu, a que debe acomodarse la adecuada renovación,


deben buscarse no sólo en el Decreto Perfectae caritatis, sino también en los
demás documentos del Concilio Vaticano II, especialmente en los capítulos V
y VI de la Constitución dogmática Lumen gentium.

16. Procuren los Institutos que los principios sancionados en el N° 2 del


Decreto Perfectae caritatis, inspiren verdaderamente la renovación de la
propia vida religiosa; por lo cual:

§ 1. Foméntese con empeño en todos los miembros ya desde el noviciado el


estudio y la meditación de los Evangelios y de toda la Sagrada Escritura.
Asimismo se habrá de procurar que los mismos participen con los medios más
adecuados en el misterio y vida de la Iglesia;

§ 2. Investíguese y expóngase la doctrina acerca de la vida religiosa en sus


diversos aspectos (teológico, histórico, canónico, etc.);

§ 3. Para procurar el bien de la Iglesia, los Institutos fomenten el


conocimiento auténtico de su espíritu primitivo, de forma que, permaneciendo
fiel a éste al decretar las adaptaciones a efectuar, se purifique la vida religiosa
de elementos extraños y se libere de las cosas fuera de uso.

17. Se han de considerar fuera de uso todas aquellas cosas que no constituyen
la naturaleza y finalidad del Instituto y, al haber perdido su eficacia y
significado, no constituyen ya una ayuda verdadera para la vida religiosa,
teniendo en cuenta el testimonio que por su misma función debe dar la vida
religiosa.

18. La forma de gobierno debe ser tal que "los Capítulos y Consejos ...
expresen, cada uno a su modo, la participación y cuidado de todos por el bien
de toda la comunidad" (Decr. Perfectae caritatis N° 14), lo cual se obtendrá
sobre todo si los miembros tienen parte verdaderamente eficaz en la elección
de sus componentes; asimismo debe ser tal que el ejercicio de la autoridad se
desenvuelva más eficaz y expeditamente en conformidad con las exigencias
de los tiempos actuales. Por lo cual los Superiores de cualquier grado que sean
deben estar dotados de las facultades oportunas, a fin de que no se
multipliquen los recursos inútiles o demasiado frecuentes a las Autoridades
superiores.

19. Por lo demás la adecuada renovación no se podrá alcanzar de una vez para
siempre, sino que ha de ser fomentada incesantemente, mediante el fervor de
los miembros y la solicitud de los Capítulos y de los Superiores.

2ª Parte

Algunas cosas que deber ser adaptadas o reformadas en la vida religiosa

I. EL OFICIO DIVINO DE LOS RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS

(Decr. Perfectae caritatis N° 3)

20. Aunque los religiosos que recitan el Oficio parvo legítimamente aprobado
participen en la oración pública de la Iglesia (cfr. Const. Sacrosanctum
Concilium N° 98), sin embargo se recomienda a los Institutos que, en lugar
del Oficio parvo, reciten el Oficio divino en todo o en parte, a fin de que
participen más íntimamente en la vida litúrgica de la Iglesia. Los orientales
reciten las doxologías y Laudes divinas según sus propios Típicos y
Costumbres.

II. LA ORACIÓN MENTAL

(Decr. Perfectae caritatis N° 6)

21. A fin de que los religiosos participen más íntimamente y con mayor fruto
en el sacrosanto misterio de la Eucaristía y en la oración pública de la Iglesia,
y toda su vida espiritual se nutra más copiosamente, en vez de una multitud de
preces, concédase más amplio espacio a la oración mental, sin abandonar por
esto los ejercicios de piedad comúnmente en uso en la Iglesia y atendiendo
con especial cuidado a que los miembros sean instruidos diligentemente en la
manera de vivir la vida espiritual.

III. LA MORTIFICACIÓN

(Decr. Perfectae caritatis N° 5 y 12)

22. Los Religiosos, en medida superior que el resto de los fieles, deben
practicar las obras de penitencia y mortificación. En la medida que sea
necesario, revísense las observancias penitenciales propias de los Institutos,
para que, teniendo en cuenta las tradiciones tanto de Oriente como de
Occidente y las circunstancias actuales, los miembros puedan verdaderamente
llevarlas a la práctica, adoptando también formas nuevas de la actual manera
de vivir.

IV. LA POBREZA

(Decr. Perfectae caritatis N° 13)

23. Los Institutos, principalmente a través de los Capítulos generales,


fomenten diligente y concretamente el espíritu y la práctica de la pobreza
según el sentir del Decreto Perfectae caritatis N° 13, buscando y urgiendo
también nuevas formas de acuerdo con su propia índole, que hagan más
eficaces en nuestro tiempo el ejercicio y el testimonio de la pobreza.

24. A los mismos Institutos de votos simples compete decidir en Capítulo


general si se ha de introducir en las Constituciones la renuncia a los bienes
patrimoniales adquiridos o por adquirir y, en caso afirmativo, si ha de ser
obligatoria o facultativa, y acerca del tiempo en que haya de realizarse, es
decir, antes de la profesión perpetua o transcurridos algunos años.

V. LA VIDA COMÚN

(Decr. Perfectae caritatis N° 15)

25. En los Institutos dedicados a obras de apostolado, foméntese por todos los
medios y de acuerdo con la renovación del Instituto la vida común, que es de
tan gran importancia para que los miembros, a manera de una familia, unida
en Cristo, instauren una convivencia fraterna.

26. En estos Institutos, a menudo el horario del día no puede ser el mismo en
todas las casas ni a veces en la misma casa para todos sus miembros. Mas en
todo caso se ha de disponer de forma que los Religiosos, además del tiempo
dedicado a las cosas espirituales y a sus ocupaciones, dispongan también de
algún tiempo para sí y puedan disfrutar del recreo conveniente.

27. Los Capítulos generales y las Synaxis estudien la manera de que los
miembros llamados conversos, cooperadores o con otros nombres,
gradualmente tengan voz activa en determinados actos de comunidad y en las
elecciones y, para determinados cargos, también voz pasiva; de esta manera se
logrará que éstos estén estrechamente unidos con la vida y ocupaciones de la
comunidad y que los sacerdotes puedan dedicarse con mayor libertad a sus
ministerios propios.

28. En los monasterios en los que se hubiera llegado a un solo género de


monjas, las obligaciones corales deben quedar determinadas en las
Constituciones, atendiendo a la diversidad de personas exigida por la
distinción de ocupaciones y vocaciones especiales.
29. Las Hermanas que cuidan del servicio externo del monasterio, llamadas
oblatas o de otro modo, se han de regir por estatutos especiales, en los cuales
se debe atender tanto a la índole de su vocación no exclusivamente
contemplativa, como a las exigencias de la vocación de las Monjas con las que
viven en comunidad, aunque ellas no sean Monjas.

La Superiora del monasterio tiene la grave obligación de cuidar solícitamente


de ellas, de procurarles la adecuada formación religiosa, de tratarlas con
verdadero sentido de caridad y de fomentar el vínculo de hermandad con la
comunidad de las Monjas.

VI. LA CLAUSURA DE LAS MONJAS

(Decr. Perfectae caritatis N° 16)

30. La clausura papal de los Monasterios debe ser considerada como un


instituto ascético conforme de modo particular con la vocación especial de las
Monjas, en cuanto que constituye un signo, una protección y una forma
particular de su alejamiento del mundo.

Animados de idéntico espíritu, deben observar las Monjas de los ritos


orientales su propia clausura.

31. En la adaptación de esta clausura se ha de proceder de manera que se


conserve la separación material de lo externo. Mas cada una de las Familias,
en conformidad con el espíritu de cada una de ellas, pueden establecer y
determinar en las Constituciones las normas particulares relativas a esta
separación material.

32. Queda suprimida la clausura menor. Por lo tanto las Monjas que por
institución se dedican a actividades externas, determinen en las Constituciones
la propia clausura. Mas las Monjas que, aunque sean contemplativas por
institución, emprendieron no obstante actividades externas, transcurrido un
período suficiente para deliberar, o bien, abandonadas las actividades
externas, conservarán la clausura papal, o bien, manteniendo las actividades
emprendidas, determinen la propia clausura en las Constituciones, sin
perjuicio de su condición de Monjas.

VII. LA FORMACIÓN DE LOS RELIGIOSOS

(Decr. Perfectae caritatis, N° 18)

33. La formación de los Religiosos desde el noviciado no ha de estar


organizada del mismo modo en todos los Institutos, sino que debe atenderse a
la índole particular de cada Instituto. En su reforma y adaptación concédase a
la experiencia una parte suficiente y prudente.
34. Cuanto se establece en el Decreto Optatam totius (sobre la formación
sacerdotal), adaptado convenientemente conforme lo exija la índole propia de
cada Instituto, obsérvese fielmente en la formación de los religiosos clérigos.

35. La formación a impartir después del noviciado que debe hacerse de


manera conveniente a cada Instituto y que es absolutamente necesaria para
todos los miembros, también los de vida contemplativa, debe prolongarse
generalmente durante todo el período de votos temporales cuando se trate de
los Hermanos de las Religiones no clericales y de las Hermanas que
pertenecen a Institutos que se dedican a actividades apostólicas, como se hace
ya en muchos Institutos durante los llamados juniorados, escolasticados, etc.

36. Esta formación debe impartirse en casas adecuadas y, para que no sea
meramente teórica, debe comprender también la práctica de la labor u oficio, a
manera de aprendizaje, de acuerdo con el carácter y circunstancias propias de
cada Instituto, de manera que vayan siendo introducidos gradualmente en la
vida que más tarde han de conducir.

37. Sin perjuicio siempre de la formación propia de cada Instituto, cuando por
sí mismos no puedan atender suficientemente a la formación doctrinal o
técnica, puede suplirse con la colaboración fraterna de varios, la cual puede
revestir diversas formas y grados: lecciones o cursos comunes, el intercambio
de profesores, incluso la asociación de los mismos Institutos y la puesta en
servicio de los medios en una escuela común que sea frecuentada por los
miembros de varios Institutos.

Los Institutos que estén suficientemente provistos de medios prestarán de


buen grado su ayuda a los demás.

38. Una vez realizadas las experiencias que se estimen oportunas, cada uno de
los Institutos podrá redactar las normas propias y adecuadas para la formación
de sus miembros.

VIII. UNIÓN Y SUPRESIÓN DE INSTITUTOS

(Decr. Perfectae caritatis N° 21-22).

39. La realización de una unión de cualquier género entre los Institutos supone
una idónea preparación espiritual, psicológica y jurídica, según el Decreto
Perfectae caritatis. Con este fin, frecuentemente será oportuno que los
Institutos sean ayudados por algún Asistente aprobado por la Autoridad
competente.
40. En los citados casos y circunstancias hay que mirar al bien de la Iglesia,
considerando también debidamente la índole propia de cada Instituto y la
libertad de cada uno de sus miembros.

41. Entre los criterios que pueden ayudar en la decisión acerca de la supresión
de algún Instituto o Monasterio, una vez consideradas todas las circunstancias,
ténganse sobre todo en cuenta simultáneamente los siguientes: el reducido
número de Religiosos en relación con el número de años de existencia, la falta
de candidatos durante muchos años, la edad avanzada de la mayor parte de sus
miembros. Si se ha de proceder a la supresión, provéase a fin de que "de ser
posible se agregue a otro instituto o monasterio más vigoroso y que no
discrepe mucho por su fin y espíritu" (Decreto Perfectae caritatis N° 21).
Oígase antes el parecer de cada uno de los Religiosos y procédase en todo con
caridad.

IX. LAS CONFERENCIAS O UNIONES DE SUPERIORES Y


SUPERIORAS MAYORES

(Decr. Perfectae caritatis N° 23)

42. Cuídese que la unión de Superiores generales y la unión de Superioras


generales a través de algún Consejo constituido ante la Sagrada Congregación
de Religiosos, puedan ser escuchadas y consultadas.

43. Es del mayor interés que las Conferencias o Uniones nacionales de


Superiores y Superioras mayores con confianza y reverencia cooperen con las
Conferencias episcopales (cf. Decr. Christus Dominus N° 35, 5; Decr. Ad
gentes divinitus N° 33).

Por esto es de desear que las cuestiones que interesan a ambas partes sean
tratadas en Comisiones mixtas formadas por Obispos y Superiores o
Superioras mayores.

CONCLUSIÓN

44. Estas normas, valederas para los Religiosos de la Iglesia universal, dejan
en vigor las leyes generales tanto de la Iglesia latina como de las Iglesias
orientales, así como las leyes propias de los Institutos religiosos, a no ser que
explícita o implícitamente las modifiquen.

III

Normas para la aplicación del Decreto

"AD GENTES DIVINITUS"


Puesto que el Decreto Ad gentes divinitus del Ss. Concilio Vaticano II (acerca
de la actividad misionera de la Iglesia) debe estar en vigor en la Iglesia
universal y debe ser fielmente observado por todos, de manera que toda la
Iglesia sea realmente misionera y todo el Pueblo de Dios llegue a ser
consciente de si obligación misionera, los Ordinarios del lugar deben procurar
que se dé a conocer el Decreto a todos lo fieles cristianos: deben darse sobre
el tema conferencias al clero y sermones al pueblo en los que se explique e
inculque la común obligación de conciencia respecto de la actividad
misionera.

A fin de que se proceda más fácil y fielmente a la aplicación del decreto, se


establece cuanto sigue:

1. La teología misional de tal forma quede encuadrada en la enseñanza y


progreso de la doctrina teológica que se ponga en su plena luz la naturaleza
misionera de la Iglesia. Asimismo considérense los caminos del Señor en la
preparación del Evangelio y la posibilidad de salvación de los no
evangelizados, así como también se debe inculcar la necesidad de la
evangelización e incorporación a la Iglesia (Decr. Ad gentes divinitus, cap. I) .

Todo esto ha de tenerse en cuenta al proceder a la reforma de los estudios en


los Seminarios y Universidades (N° 39).

2. Las conferencias episcopales son invitadas a comunicar lo antes posible a la


Santa Sede las cuestiones generales relativas a las Misiones que pueden ser
tratadas en la próxima reunión del Sínodo de Obispos (N° 29).

3. Para cooperar al crecimiento del espíritu misionero en el pueblo cristiano,


foméntense las oraciones y sacrificios cotidianos, de modo que el día anual de
las misiones llegue a ser una especie de demostración espontánea de ese
espíritu (N° 36).

Los Obispos o las Conferencias episcopales compongan invocaciones por las


Misiones para recitarlas en la Oración de los fieles de la Misa.

4. En cada diócesis nómbrese un sacerdote encargado de promover


eficazmente las iniciativas en favor de las misiones, el cual deberá formar
parte también del Consejo pastoral de la diócesis (N° 38).

5. A fin de fomentar el espíritu misionero, anímese a los alumnos de los


Seminarios y a los jóvenes pertenecientes a las asociaciones católicas a
entablar y mantener relaciones con los alumnos de los Seminarios y con
asociaciones análogas de las misiones, de manera que el conocimiento mutuo
despierte la conciencia misionera y eclesial en el pueblo cristiano (N° 38).
6. Los Obispos conscientes de la urgencia de la evangelización del mundo
fomenten las vocaciones misioneras entre los propios clérigos y jóvenes y
faciliten a los Institutos que se dedican a la labor misionera los medios y la
oportunidad de dar a conocer en la diócesis las necesidades de las misiones y
de despertar vocaciones (N° 38).

Para despertar vocaciones misioneras explíquense diligentemente la misión de


la Iglesia hacia todas las naciones y las formas específicas en que tanto los
Institutos, como los sacerdotes, religiosos y laicos de ambos sexos se
esfuerzan por realizarla. Póngase sobre todo de relieve la especial vocación
misionera "para toda la vida", ilustrándola con ejemplos (N° 23, 24).

7. Promuévanse en todas las diócesis las Obras Misioneras Pontificias y


obsérvense debidamente sus estatutos, especialmente lo relativo al envío de
los fondos de ayuda (N° 38).

8. Dado que son absolutamente insuficientes las cantidades dadas


espontáneamente por los fieles en favor de las Misiones, se recomienda que
cuanto antes se proceda a instituir una contribución fija anual proporcional a
las rentas a consignar por la diócesis y por las parroquias y demás
comunidades diocesanas, cuya distribución competerá a la Santa Sede,
permaneciendo intactas las otras ofertas de los fieles (N° 38).

9. Dentro del ámbito de las Conferencias episcopales constitúyase una


Comisión episcopal para las misiones, encargada de fomentar la actividad y
conciencia misionera y la organización concorde de la cooperación entre las
diócesis, de mantener relaciones con otras Conferencias Episcopales, así como
también de estudiar los medios que permitan mantener en lo posible la debida
proporción en la ayuda misionera (N° 38).

10. Puesto que los Institutos misioneros son absolutamente necesarios,


reconozcan todos que están en posesión de un ministerio de evangelización
que les ha sido confiado por la autoridad eclesiástica para el cumplimiento del
deber misionero de todo el pueblo de Dios (N° 27).

11. Sírvanse los Obispos también de los Institutos misioneros para encender
en los fieles el interés por las misiones y facilítenles oportunidades, observado
el debido orden, de despertar y fomentar vocaciones misioneras en los jóvenes
y de hacer colectas (N° 23, 37, 38).

A fin de obtener una mayor unidad y eficacia, los Obispos sírvanse del
Consejo misional regional o nacional, el cual estará formado por los directores
de las Obras Pontificias y por los Institutos misioneros existentes en la región
o nación.
12. Cada uno de los Institutos misioneros debe atender cuanto antes a su
propia adecuada reforma, tanto en primer lugar en lo relativo a los métodos de
evangelización e iniciación cristiana (N° 13, 14). como en lo relativo al modo
de vivir de las comunidades (Decr. Perfectae caritatis N° 3).

13. § 1. Es necesario que para todas las misiones exista un solo Dicasterio
competente, a saber, la Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe. No
obstante, puesto que algunas misiones por razones particulares están aún
sujetas temporalmente a otros Dicasterios, institúyase entre tanto en estos
Dicasterios una sección misional que esté en estrecha relación con la Sagrada
Congregación de la Propagación de la Fe, a fin de que en la organización y
dirección de todas las misiones sea posible proceder conforme a una razón y
norma absolutamente constante y uniforme (N° 29).

§ 2. Las Obras Misioneras Pontificias, a saber, la Obra Pontificia de la


Propagación de la Fe, la Obra de San Pedro para el clero indígena, la Unión
misional del clero y la Obra de la Santa Infancia, están sometidas a la Sagrada
Congregación de la Propagación de la Fe.

14. El Presidente del Secretariado para la unión de los cristianos es, por razón
de su mismo oficio, miembro de la Sagrada Congregación de la Propagación
de la Fe; el secretario del mismo Secretariado es consultor de la Sagrada
Congregación de la Propagación de la Fe (N° 29).

Asimismo la Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe debe estar


representada ante el Secretariado para la unión de los cristianos.

15. En el gobierno de la Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe


toman parte veinticuatro representantes con voto deliberativo, a no ser que en
casos particulares disponga de otro modo el Sumo Pontífice, a saber: doce
Prelados de misiones, cuatro de otras regiones, cuatro entre los Superiores de
los Institutos; cuatro de las Obras Pontificias, todos los cuales deben ser
convocados dos veces al año. Los miembros de este Consejo son nombrados
para un período de cinco años y cada año aproximadamente la quinta parte de
ellos se renueva. Una vez cesados en el cargo, pueden ser elegidos para otro
período de cinco años.

Las Conferencias Episcopales, los Institutos y Obras Pontificias, de acuerdo


con las normas que en breve plazo les serán dadas a conocer por la Santa
Sede, propondrán al Sumo Pontífice los nombres de aquellas personas, de
entre quienes el Sumo Pontífice eligirá los mencionados representantes, y
asimismo los nombres de aquellas personas, aunque vivan en tierras de
misión, de entre quienes puedan ser elegidos los consultores.
16. Los representantes de los Institutos religiosos en misiones y de las Obras
regionales para las misiones, así como también de los Consejos de laicos,
sobre todo si son internacionales, pueden tomar parte en las reuniones de este
Dicasterio con voto consultivo (N° 29).

17. La Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe, tras haber


consultado a las Conferencias Episcopales y a los Institutos misioneros,
proceda lo antes posible a la formulación de los principios generales según los
cuales se han de estipular las convenciones entre los Ordinarios del lugar y los
Institutos misioneros que han de regir sus mutuas relaciones (N° 32).

En la estipulación de estas convenciones téngase presente la estabilidad de la


labor misionera y las necesidades de los Institutos (N° 32).

18. Puesto que es de desear que las Conferencias Episcopales de las misiones
se reúnan en asambleas orgánicas que correspondan a los llamados espacios
socioculturales (cfr. supra N° 9), la Sagrada Congregación de la Propagación
de la Fe (N° 29) debe promover la coordinación de este tipo entre las
Conferencias Episcopales.

Es competencia de estas Conferencias, en conexión con la Sagrada


Congregación de la Propagación de la Fe:

1°) Buscar las formas, incluso nuevas, mediante las que los fieles y los
Institutos misioneros, unidas sus fuerzas, deban introducirse en los pueblos o
grupos en medio de los cuales viven o a los que son enviados (N° 10, 11) y
con los que es necesario hablar de la salvación;

2°) Formar grupos de estudio que investiguen la manera de pensar de los


pueblos acerca del universo, del hombre y de su relación con Dios y sometan
a consideración teológica (N° 22) cuanto de bueno y verdadero encuentren.

Este estudio teológico ofrezca el fundamento necesario para las adaptaciones


necesarias, las cuales deben ser estudiadas también por los grupos de estudio
ya mencionados. Estas adaptaciones deben referirse, entre otras cosas, a los
métodos de evangelización, a las formas litúrgicas, a la vida religiosa y a la
legislación eclesiástica (N° 19).

Respecto de los métodos de evangelización y catequesis (N° 11, 13, 14), la


Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe debe promover una estrecha
colaboración entre los Institutos pastorales superiores.

Respecto de las formas litúrgicas, los grupos de estudio envíen la


documentación y su parecer al Consejo para la aplicación de la Constitución
sobre la Sagrada Liturgia.
Respecto del estado religioso (N° 18), hay que evitar que se preste mayor
atención a la forma externa (como son los gestos, vestidos, artes, etc.) que a la
incorporación de la índole religiosa de los pueblos y su conformación a la
perfección evangélica;

3°) Organizar, en tiempos determinados, reuniones de profesores de


seminarios para la adaptación de la organización de los estudios y para la
mutua comunicación de informaciones, con el consejo de los grupos de
estudio ya mencionados, a fin de proveer de manera más adecuada a las
actuales necesidades de la formación sacerdotal (N° 16);

4°) Estudiar el modo más apto de distribuir las fuerzas (sacerdotes,


catequistas, Institutos, etc.) en el territorio, ante todo a fin de remediar la falta
de fuerzas en los lugares más poblados.

19. En la distribución de los fondos, resérvese anualmente una parte


proporcionada para la formación y sustentación del clero local, de los
misioneros y de los catequistas, y para los grupos de estudio, de los que se
habla en el N° 18. Los Obispos transmitan la documentación relativa a la
Sagrada Congregación para la Propagación de la fe (N° 17, 29).

20. Constitúyase debidamente el Consejo pastoral, al cual corresponde a tenor


del Decreto Christus Dominus N° 27, "estudiar y sopesar lo que atañe a las
obras pastorales y sacar del estudio conclusiones prácticas", así como prestar
su colaboración en la preparación del Sínodo diocesano y en el cuidado del
cumplimiento de los Estatutos del Sínodo (N° 30).

21. Constitúyanse en las misiones Conferencias de Religiosos y Uniones de


Religiosas, de las cuales formarán parte los Superiores mayores de todos los
Institutos de la misma nación o región y mediante los cuales se coordinarán
las actividades de los mismos (N° 33).

22. Multiplíquense en las misiones, según dicte la posibilidad y la necesidad,


Centros científicos que cooperen de común acuerdo en la recta organización
de los trabajos de investigación y especialización, teniendo cuidado de que no
haya dos de la misma naturaleza en la misma región (N° 34).

23. Se hace necesaria la cooperación con los Obispos de misiones a fin de que
los inmigrantes de las tierras de misión sean debidamente acogidos y
sostenidos mediante una adecuada cura pastoral por los Obispos de las
naciones cristianas más antiguas (N° 38).

24. Respecto de los misioneros laicos en las misiones:


§ 1. Exíjase sincera intención de servir a las misiones, madurez, adecuada
preparación, especialización profesional y una permanencia conveniente en la
misión;

§ 2. Coordínense entre sí eficazmente las asociaciones misioneras de laicos;

§ 3. El Obispo del lugar de misión cuide solícitamente de estos laicos;

§ 4. Garantícese la seguridad social de estos laicos (N° 41).

Pablo VI

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