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6-8-1966
CARTA APOSTÓLICA
PABLO VI
II
Con el fin de urgir la aplicación del Decreto Perfectae caritatis, las normas que
siguen -valederas, hecha la debida aplicación, para todos los religiosos tanto
latinos como orientales- determinan el modo de proceder y algunas
prescripciones.
1ª Parte
Si el mismo Capítulo así lo decretase por secreto sufragio, este Capítulo podrá
dividirse en dos períodos distintos, separados por un espacio de tiempo no
superior generalmente al año.
12. Las leyes generales (Constituciones, Típicos, Reglas, o con cualquier otro
nombre que se las designe) deberán comprender los siguientes elementos:
13. Es necesaria la unión de uno y otro elemento a saber, del espiritual y del
jurídico, para que los códigos fundamentales de los Institutos posean un
fundamento estable y estén penetrados de un verdadero espíritu y de una
norma de vida; hay por lo tanto que evitar que resalte un texto o solamente
jurídico o meramente exhortatorio.
14. Exclúyanse del código fundamental de los Institutos todo cuanto esté ya
fuera de uso, o esté sujeto a cambio según las costumbres de cierta época, o
responda a usos meramente loables.
17. Se han de considerar fuera de uso todas aquellas cosas que no constituyen
la naturaleza y finalidad del Instituto y, al haber perdido su eficacia y
significado, no constituyen ya una ayuda verdadera para la vida religiosa,
teniendo en cuenta el testimonio que por su misma función debe dar la vida
religiosa.
18. La forma de gobierno debe ser tal que "los Capítulos y Consejos ...
expresen, cada uno a su modo, la participación y cuidado de todos por el bien
de toda la comunidad" (Decr. Perfectae caritatis N° 14), lo cual se obtendrá
sobre todo si los miembros tienen parte verdaderamente eficaz en la elección
de sus componentes; asimismo debe ser tal que el ejercicio de la autoridad se
desenvuelva más eficaz y expeditamente en conformidad con las exigencias
de los tiempos actuales. Por lo cual los Superiores de cualquier grado que sean
deben estar dotados de las facultades oportunas, a fin de que no se
multipliquen los recursos inútiles o demasiado frecuentes a las Autoridades
superiores.
19. Por lo demás la adecuada renovación no se podrá alcanzar de una vez para
siempre, sino que ha de ser fomentada incesantemente, mediante el fervor de
los miembros y la solicitud de los Capítulos y de los Superiores.
2ª Parte
20. Aunque los religiosos que recitan el Oficio parvo legítimamente aprobado
participen en la oración pública de la Iglesia (cfr. Const. Sacrosanctum
Concilium N° 98), sin embargo se recomienda a los Institutos que, en lugar
del Oficio parvo, reciten el Oficio divino en todo o en parte, a fin de que
participen más íntimamente en la vida litúrgica de la Iglesia. Los orientales
reciten las doxologías y Laudes divinas según sus propios Típicos y
Costumbres.
21. A fin de que los religiosos participen más íntimamente y con mayor fruto
en el sacrosanto misterio de la Eucaristía y en la oración pública de la Iglesia,
y toda su vida espiritual se nutra más copiosamente, en vez de una multitud de
preces, concédase más amplio espacio a la oración mental, sin abandonar por
esto los ejercicios de piedad comúnmente en uso en la Iglesia y atendiendo
con especial cuidado a que los miembros sean instruidos diligentemente en la
manera de vivir la vida espiritual.
III. LA MORTIFICACIÓN
22. Los Religiosos, en medida superior que el resto de los fieles, deben
practicar las obras de penitencia y mortificación. En la medida que sea
necesario, revísense las observancias penitenciales propias de los Institutos,
para que, teniendo en cuenta las tradiciones tanto de Oriente como de
Occidente y las circunstancias actuales, los miembros puedan verdaderamente
llevarlas a la práctica, adoptando también formas nuevas de la actual manera
de vivir.
IV. LA POBREZA
V. LA VIDA COMÚN
25. En los Institutos dedicados a obras de apostolado, foméntese por todos los
medios y de acuerdo con la renovación del Instituto la vida común, que es de
tan gran importancia para que los miembros, a manera de una familia, unida
en Cristo, instauren una convivencia fraterna.
26. En estos Institutos, a menudo el horario del día no puede ser el mismo en
todas las casas ni a veces en la misma casa para todos sus miembros. Mas en
todo caso se ha de disponer de forma que los Religiosos, además del tiempo
dedicado a las cosas espirituales y a sus ocupaciones, dispongan también de
algún tiempo para sí y puedan disfrutar del recreo conveniente.
27. Los Capítulos generales y las Synaxis estudien la manera de que los
miembros llamados conversos, cooperadores o con otros nombres,
gradualmente tengan voz activa en determinados actos de comunidad y en las
elecciones y, para determinados cargos, también voz pasiva; de esta manera se
logrará que éstos estén estrechamente unidos con la vida y ocupaciones de la
comunidad y que los sacerdotes puedan dedicarse con mayor libertad a sus
ministerios propios.
32. Queda suprimida la clausura menor. Por lo tanto las Monjas que por
institución se dedican a actividades externas, determinen en las Constituciones
la propia clausura. Mas las Monjas que, aunque sean contemplativas por
institución, emprendieron no obstante actividades externas, transcurrido un
período suficiente para deliberar, o bien, abandonadas las actividades
externas, conservarán la clausura papal, o bien, manteniendo las actividades
emprendidas, determinen la propia clausura en las Constituciones, sin
perjuicio de su condición de Monjas.
36. Esta formación debe impartirse en casas adecuadas y, para que no sea
meramente teórica, debe comprender también la práctica de la labor u oficio, a
manera de aprendizaje, de acuerdo con el carácter y circunstancias propias de
cada Instituto, de manera que vayan siendo introducidos gradualmente en la
vida que más tarde han de conducir.
37. Sin perjuicio siempre de la formación propia de cada Instituto, cuando por
sí mismos no puedan atender suficientemente a la formación doctrinal o
técnica, puede suplirse con la colaboración fraterna de varios, la cual puede
revestir diversas formas y grados: lecciones o cursos comunes, el intercambio
de profesores, incluso la asociación de los mismos Institutos y la puesta en
servicio de los medios en una escuela común que sea frecuentada por los
miembros de varios Institutos.
38. Una vez realizadas las experiencias que se estimen oportunas, cada uno de
los Institutos podrá redactar las normas propias y adecuadas para la formación
de sus miembros.
39. La realización de una unión de cualquier género entre los Institutos supone
una idónea preparación espiritual, psicológica y jurídica, según el Decreto
Perfectae caritatis. Con este fin, frecuentemente será oportuno que los
Institutos sean ayudados por algún Asistente aprobado por la Autoridad
competente.
40. En los citados casos y circunstancias hay que mirar al bien de la Iglesia,
considerando también debidamente la índole propia de cada Instituto y la
libertad de cada uno de sus miembros.
41. Entre los criterios que pueden ayudar en la decisión acerca de la supresión
de algún Instituto o Monasterio, una vez consideradas todas las circunstancias,
ténganse sobre todo en cuenta simultáneamente los siguientes: el reducido
número de Religiosos en relación con el número de años de existencia, la falta
de candidatos durante muchos años, la edad avanzada de la mayor parte de sus
miembros. Si se ha de proceder a la supresión, provéase a fin de que "de ser
posible se agregue a otro instituto o monasterio más vigoroso y que no
discrepe mucho por su fin y espíritu" (Decreto Perfectae caritatis N° 21).
Oígase antes el parecer de cada uno de los Religiosos y procédase en todo con
caridad.
Por esto es de desear que las cuestiones que interesan a ambas partes sean
tratadas en Comisiones mixtas formadas por Obispos y Superiores o
Superioras mayores.
CONCLUSIÓN
44. Estas normas, valederas para los Religiosos de la Iglesia universal, dejan
en vigor las leyes generales tanto de la Iglesia latina como de las Iglesias
orientales, así como las leyes propias de los Institutos religiosos, a no ser que
explícita o implícitamente las modifiquen.
III
11. Sírvanse los Obispos también de los Institutos misioneros para encender
en los fieles el interés por las misiones y facilítenles oportunidades, observado
el debido orden, de despertar y fomentar vocaciones misioneras en los jóvenes
y de hacer colectas (N° 23, 37, 38).
A fin de obtener una mayor unidad y eficacia, los Obispos sírvanse del
Consejo misional regional o nacional, el cual estará formado por los directores
de las Obras Pontificias y por los Institutos misioneros existentes en la región
o nación.
12. Cada uno de los Institutos misioneros debe atender cuanto antes a su
propia adecuada reforma, tanto en primer lugar en lo relativo a los métodos de
evangelización e iniciación cristiana (N° 13, 14). como en lo relativo al modo
de vivir de las comunidades (Decr. Perfectae caritatis N° 3).
13. § 1. Es necesario que para todas las misiones exista un solo Dicasterio
competente, a saber, la Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe. No
obstante, puesto que algunas misiones por razones particulares están aún
sujetas temporalmente a otros Dicasterios, institúyase entre tanto en estos
Dicasterios una sección misional que esté en estrecha relación con la Sagrada
Congregación de la Propagación de la Fe, a fin de que en la organización y
dirección de todas las misiones sea posible proceder conforme a una razón y
norma absolutamente constante y uniforme (N° 29).
14. El Presidente del Secretariado para la unión de los cristianos es, por razón
de su mismo oficio, miembro de la Sagrada Congregación de la Propagación
de la Fe; el secretario del mismo Secretariado es consultor de la Sagrada
Congregación de la Propagación de la Fe (N° 29).
18. Puesto que es de desear que las Conferencias Episcopales de las misiones
se reúnan en asambleas orgánicas que correspondan a los llamados espacios
socioculturales (cfr. supra N° 9), la Sagrada Congregación de la Propagación
de la Fe (N° 29) debe promover la coordinación de este tipo entre las
Conferencias Episcopales.
1°) Buscar las formas, incluso nuevas, mediante las que los fieles y los
Institutos misioneros, unidas sus fuerzas, deban introducirse en los pueblos o
grupos en medio de los cuales viven o a los que son enviados (N° 10, 11) y
con los que es necesario hablar de la salvación;
23. Se hace necesaria la cooperación con los Obispos de misiones a fin de que
los inmigrantes de las tierras de misión sean debidamente acogidos y
sostenidos mediante una adecuada cura pastoral por los Obispos de las
naciones cristianas más antiguas (N° 38).
Pablo VI