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Castigar a los pobres.

Cap. 1 La inseguridad social y la escalada punitiva.

Loïc Wacquant
El aumento del castigo

 Primer nivel. El encarcelamiento sirve para neutralizar y almacenar


las fracciones excedentes de la clase trabajadora.

 Segundo nivel. La introducción de la red policial, judicial y


correcional del Estado cumple la función, inseparablemente
económica y moral, de imponer la mano de obra desocializada
entre las fracciones establecidas del proletariado y el estrato
inseguro y en decadencia de la clase media.

 Tercer nivel. La institución penal cumple con la misión simbólica de


reafirmar la autoridad del Estado y la nueva voluntad de las élites
políticas y aplicar la sagrada frontera entre ciudadanos loables y
categorías desviadas, los que merecen ser salvados e «insertados»
en el circuito de la mano de obra inestable y los que deben ser
relegados y expulsados para siempre.
La inseguridad social y la escalada
punitiva

El análisis comparativo de la evolución de la penalidad en los


países avanzados en la última década revela:

1. Un estrecho vínculo entre el ascenso del neoliberalismo,


como proyecto ideológico y práctica gubernamental que
propugna la sumisión al «libre mercado» y celebra la
«responsabilidad individual» en todos los ámbitos.

2. La adopción de políticas punitivas e impulsoras del


mantenimiento del orden contra la delincuencia callejera
y las categorías que quedan en los márgenes y las grietas
del nuevo orden económico y moral caracterizado tanto
por el capital financializado como por la flexibilización
laboral.
Seis características comunes de estas
políticas gubernamentales

1. Atacar de frente el problema del crimen, así como los


disturbios urbanos y los desmanes públicos que rodean
los confines del derecho penal, bautizados como
«incivilidades», pero dejando abiertamente de lado sus
causas.

2. Una proliferación de leyes y un deseo insaciable de


innovaciones burocráticas y dispositivos tecnológicos.

3. Esas políticas punitivas se transmiten en todas partes a


través de un discurso alarmista, incluso catastrófico,
sobre la «inseguridad».
Seis características comunes de estas
políticas gubernamentales

4. Este discurso revaloriza, como «de pasada», la represión y estigmatiza


a los jóvenes de los barrios de la declinante clase trabajadora,
desempleados, sin techo, mendigos, drogadictos y prostitutas
callejeras, así como a inmigrantes de las ex colonias de Occidente y
de las ruinas del imperio soviético.

5. La filosofía terapeútica de la «rehabilitación» ha sido más o menos


suplantada por un enfoque de gestión basado en la regulación, por
medio de establecimientos de pago, de las entradas y salidas de las
cárceles, abriendo así el camino a la privatización de los servicios
correcionales.

6. La aplicación de estas nuevas políticas punitivas se ha traducido en la


ampliación y el fortalecimiento de la red policial, un endurecimiento y
aceleramiento de los procesos judiciales y, al final de la cadena
penal, un aumento absurdo de la población carcelaria.
La realidad no es la que imaginamos

 La súbita proclamación de un «estado de emergencia»


no corresponde a una ruptura en la evolución del crimen
y la delincuencia, pues no ha cambiado bruscamente
en ningún lado del Atlántico.

 Tampoco traduce un salto adelante en la eficiencia del


aparato represivo que justificaría su fortalecimiento.

 Tampoco es el producto de avances en ciencia


criminológica que autorizarían un perfeccionamiento de
la disuasión y la presión judicial.
La realidad no es la que imaginamos

En realidad se trata de un triple movimiento, complejo e


interconectado:

 Amputación del brazo económico.

 Retracción de su seno social.

 Ampliación generalizada de su mano penal.

Esta transformación es la respuesta burocrática de las élites políticas a


las mutaciones del trabajo asalariado (cambio a los servicios y a la
polarización de las ocupaciones, flexibilización e intensificación del
trabajo, individualización de los contratos laborales, discontinuidad y
dispersión en las carreras ocupacionales) y sus efectos devastadores
en los niveles más bajos de la esctructura social y espacial.
La vuelta de la cárcel

 La mano invisible del mercado de trabajo no cualificado


halla su extensión ideológica y su complemento institucional
en la mano de hierro del Estado penal, que crece y se
despliega a fin de contener los desórdenes generados por
la difusión de la inseguridad social.

 Las estructuras sociales y económicas desaparecen para


dejar lugar a un razonamiento de tipo marginalista que
degrada las causas colectivas a la escala de «excusas»
para justificar mejor las sanciones individuales.

 En consecuencia, las cárceles vuelven a estar al frente de


la escena social, cuando hace apenas treinta años los más
eminentes especialistas en cuestiones penales no vacilaban
en predecir su declive, si no su desaparición.
La pantalla delincuencial

 La lucha contra la delincuencia callejera sirve como


pantalla y contrapartida de la nueva cuestión social…

 Si uno desea vislumbrar el destino de las fracciones


precarias de la clase trabajadora en su relación con el
Estado, ya no es posible limitarse a estudiar los
programas de asistencia social.

 Es necesario amploar y completar la sociología de las


políticas tradicionales del «bienestar» colectivo, con la
de las políticas penales.
La pantalla delincuencial

En realidad, la cristalización de un régimen liberal,


paternalista y político que practica el laisser-faire et laisser-
passer hacia los estratos superiores de la estructura de
clases, en el campo de los mecanismo de producción de la
desigualdad, y el paternalismo punitivo hacia abajo, en el
ámbito de sus implicaciones sociales y espaciales, exige
abandonar la definición tradicional de asistencia social
como el producto de un sentido común político. Requiere
adoptar un enfoque amplo que englobe la totalidad de
acciones por las que el Estado se propone moldear,
clasificar y controlar a las poblaciones consideradas
anómalas, dependientes y peligrosas, que vivien en su
territorio.

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