Está en la página 1de 1

Tres semanas seguidas escuchamos parábolas de Jesús. Mateo las ha reagrupado.

Y así todas juntas


podemos leerlas como curso sobre el discernimiento.

De hecho, nos ayudan a entender cómo es el Reino de Dios, su dinámica. Distinguir lo que es el Reino de
lo que no es, nos ayuda a tomar las decisiones oportunas. Elegimos la comida, la ropa, los estudios, el
trabajo, las relaciones, así se concreta nuestro proyecto de vida y de seguir a Jesús.

Hoy hablo de una práctica, entre muchas, que nos ayuda a discernir: contar la historia de nuestra vida.
Es que nuestra vida es un libro valioso, quizás es el más valioso, y necesitamos leerlo si queremos
aprender cómo Dios se hace presente en nuestras vidas. Dos cosas para leer la historia de nuestra vida.

Lo primero. Hay que entrar en uno mismo. Es lo que hace Agustín que en sus Confesiones que decía: “Y
he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando; y deforme como era,
me lanzaba sobre las bellezas de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo”. «Entra
dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad». Hay que buscar este momento.
Quizás el verano es más propicio para ello.

Segundo, la vida es un proceso, aunque no lineal. Está hecho de crecimiento pero también de crisis. El
discernimiento tiene un enfoque narrativo, no se detiene sobre la acción puntual, la incluye en un
contexto: ¿Qué siento ahora, de dónde viene? ¿Dónde me lleva, esto que estoy pensando ahora?? ¿Es
algo nuevo que me viene ahora, o lo he encontrado otras veces? ¿Qué me quiere decir la vida con esto?

Lo segundo, que cuando contamos los acontecimientos de nuestra vida descubrimos cosas desconocidas
hasta ese momento. Algo aparentemente pequeño y sencillo, como un encuentro, una lectura, un
servicio… cuando nos detenemos ellos, pasado un tiempo, puede reconocerlos como algo importante.
Estos pequeños acontecimientos a veces nos transmiten paz, alegría o nos invita a otras iniciativas
buenas. Así aprendemos a distinguir como obra Dios en nuestra vida. Discretamente, impulsándonos en
una u otra dirección. Y por ello necesitamos detenernos y reconocer estos regalos de cada día.

Tercero. Ojalá podamos hacerlo con personas de confianza y si no podemos podermos

También podría gustarte