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Dos décadas de una política exterior marcada por la "guerra contra el terrorismo"

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Los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono del 11 de septiembre de 2001 desencadenaron una respuesta histórica de
Estados Unidos en política exterior en lo que denominado como "guerra contra el terrorismo internacional". Los hechos también
supusieron el inicio de una serie de conflictos que evidenciaron el desgaste de esta superpotencia ante la disyuntiva de resolver
problemas complejos en otras naciones. 20 años después de los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono, nadie duda de
que aquel día sigue teniendo repercusiones en la política global. La primera potencia a nivel global vio cómo su corazón financiero y
militar fue brutalmente atacado y su respuesta supuso el inicio de una nueva etapa en el panorama internacional. Antes de aquella
mañana del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos todavía vivía la dulce sensación de haber sido el ganador de la Guerra Fría que
enfrentó a dos bloques diametralmente opuestos durante casi 50 años. Desde principios de los 90 ningún país del mundo había podido
discutir la hegemonía estadounidense en el plano político, económico y militar e incluso algunos teóricos se aventuraron a presagiar el
denominado “fin de la historia”. Pero el mayor ataque en suelo estadounidense desde Pearl Harbor evidenció que esa era una
percepción falsa. Semanas después de que casi 3.000 personas murieran debido a los atentados perpetrados por el grupo terrorista
islámico Al-Qaeda, la Administración del entonces presidente George W. Bush se embarcó en la que quizá haya sido una de las
mayores respuestas de Estados Unidos, la denominada "guerra contra el terror".

Una respuesta “histórica” tras el 11-S: Con la nación todavía de luto, la Administración Bush culpó al régimen talibán presente en
Afganistán de dar cobijo a los dirigentes de Al-Qaeda, entre ellos Osama Bin Laden, el cerebro de los ataques. Apenas unas semanas
después del 11-S la nación norteamericana estaba invadiendo Afganistán para deponer a los talibanes y acabar con la célula terrorista
junto a una coalición internacional de potencias occidentales. El éxito fue aparentemente casi rotundo. Aunque no se consiguió detener
a Bin Laden, se depuso al régimen talibán y se acabó con una parte importante de los miembros de Al-Qaeda en Afganistán. Pero esto
no supuso el final de la guerra contra el terrorismo, sino el inicio. La conocida como ‘Doctrina Bush’ empezó a imponerse en el
quehacer de la política exterior estadounidense en un intento de preservar los intereses de la nación norteamericana en el mundo y
esta se aplicó especialmente en Medio Oriente. Esta corriente conservadora intentaba "expandir la democracia" por el mundo
justificando así las intervenciones militares forzosas contra regímenes que Washington consideraba “peligrosos”. Es a partir de este
pretexto cuando George W. Bush crea su “eje del mal”, en el que aparecieron naciones como Irán, Irak o Corea del Norte. Estados
enemigos de los intereses liberales de Estados Unidos a los que se lanzó la amenaza de poder sufrir las mismas consecuencias que los
talibanes en Afganistán. Menos de dos años después de la invasión de este país, Estados Unidos se aventuró a intervenir en Irak, un
viejo enemigo al que ya había enfrentado en la Guerra del Golfo en 1991 tras atacar a Kuwait y que seguía gobernado por Saddam
Hussein con mano de hierro. En esta ocasión, la conexión con los atentados del 11 de septiembre no estuvo clara y el pretexto
utilizado fue la supuesta posesión del Gobierno de Husein de armas de destrucción masiva, algo que no había sido comprobado.
Algunas potencias, como Francia o Rusia, se opusieron a esta intervención, aunque finalmente se dio.

El inicio del repliegue exterior: A pesar de que el despliegue militar y el intento de cambiar los regímenes de dos países puedan
parecer lo contrario, este esfuerzo mayúsculo fue el inicio de un repliegue progresivo. Estados Unidos se vio envuelto en dos guerras
de una alta complejidad al mismo tiempo y fue descubriendo con el paso de los años que crear, fortalecer y estabilizar un Estado no es
tan sencillo como deponer a dictadores. Para Mariano Aguirre, investigador asociado del Instituto Chatham House y de la red de
seguridad de la Fundación Friedrich Ebert, “la denominada ‘guerra contra el terrorismo’ supuso en cierta medida el inicio del repliegue
de la política exterior estadounidense”. Aguirre afirma que “aunque durante la era Bush se comienzan a ver pequeñas señales, sobre
todo se ve con la llegada de Barack Obama al poder y su promesa inicial de retirar las tropas”. Pero la situación para 2009 estaba lejos
de ser tranquila en países como Afganistán o Irak. Aunque Obama promete salir de las guerras, que para entonces ya se consideraban
largas, muchos sectores del Partido Republicano y del Demócrata se niegan debido a la presencia cada vez mayor de organizaciones
terroristas y miembros que las siguen. Esta atípica guerra no solo había sido incapaz de terminar contra el terrorismo, sino que en ese
contexto de violencia y radicalización surgió una organización terrorista aún más extremista que Al-Qaeda: el grupo Estado Islámico.
Esta formación no solamente se conformaba con propinar ataques puntuales a fuerzas occidentales, sino que tenía la intención de
conformarse como una especie de pseudo Estado. Amenazas como esta propiciaron que a principios de la década pasada se aumentara
la presencia de tropas en Medio Oriente. Pero Mariano Aguirre señala que este esfuerzo en la región también fue el comienzo del
repliegue o pérdida de interés en otras como América Latina o África. “Para Estados Unidos, la cuestión migratoria fue prácticamente el
único gran punto de la agenda geopolítica latinoamericana que preocupaba”, puntualiza el investigador. Durante la segunda legislatura
de Obama en el poder, Estados Unidos protagonizó intervenciones en países que atravesaban momentos complejos como Siria o Libia
en plena Primavera Árabe, aunque sin presencia física de tropas. En estos casos también se intentó cambiar los regímenes existentes
desde hacía décadas, pero hubo un fracaso estrepitoso. En Libia, Estados Unidos colaboró en la captura y posterior asesinato de
Muamar al Gadafi, aunque posteriormente el país entró en guerra civil. En el caso de Siria, Estados Unidos fue incapaz de deponer del
poder a Bashar al-Assad luego del apoyo fundamental de Rusia a su Gobierno.
El ‘America First’ de Donald Trump: Donald Trump se postuló como aspirante a la Presidencia de Estados Unidos recogiendo gran
parte del hartazgo a los años de intervención en Medio Oriente. Con su ‘America First’ como eslogan, el republicano vaticinó un
repliegue estadounidense en el panorama internacional que no se veía desde 1945. Durante la era Trump se criticó la intervención en
Libia y se mostró un gran desinterés por lo que sucedía en la guerra civil siria, una cuestión que dio alas a que otras potencias, como
Irán o Rusia, ganaran poder en la zona. Para el exmandatario, cuestiones como la migratoria eran más importantes. Aguirre además
destaca que se “descuidara” la relación con aliados históricos en Europa o la salida de instituciones internacionales que en el pasado
habían sido creadas bajo las directrices de Washington. El experto agrega que, durante su etapa, se prefiere “ceder el protagonismo a
aliados que actúan como potencias regionales en Medio Oriente, tales como Israel”. A esto añade que la única gran confrontación que
aumenta durante la era Trump es la que existe, en el plano económico, con China. Un enfrentamiento que surge “por una cuestión
electoral”. Acuerdos como el alcanzado con los talibanes muestran el hartazgo de un sector importante de la política estadounidense
con respecto al intervencionismo o ‘state building’ promulgado durante los años anteriores y que tanto dinero y esfuerzos habían
costado a Washington. En esa ocasión se acordó la salida de las tropas estadounidenses del país con la única condición de que no se
albergaran terroristas, sin contar para nada con el Gobierno que estaba vigente. Durante los años anteriores, los talibanes habían ido
aumentando su presencia por todo el país a pesar de haber sido expulsados del Gobierno en 2001. Su total convicción de una posible
salida de Estados Unidos en el corto o mediano plazo les dio la entereza de saber que, si aguantaban, podrían volver al poder. Y lo
hicieron.

Un mundo multipolar: La victoria de Joe Biden en noviembre de 2020 pudo hacer pensar que en ciertas materias Estados Unidos
volvería a estar presente. Pero, aunque el mandatario demócrata tiene un carácter mucho más multilateral, lo cierto es que para el país
es prácticamente imposible volver a la política promulgada dos décadas atrás debido al contexto actual. Biden acató y efectuó lo
acordado por su antecesor con los talibanes y efectuó la salida completa de todas las tropas estadounidenses antes del 31 de agosto
de 2021. De esta forma, la nación norteamericana asumía, aunque no de forma explícita, su derrota en Afganistán, que además estuvo
acompañada por situaciones inesperadas que complicaron el operativo de salida, como fue la toma de Kabul en apenas unas semanas.
Aguirre asegura que “escenas como las vistas en Afganistán este agosto son la clara muestra de que Estados Unidos, ahora mismo,
prioriza cuestiones internas como la gran polarización política y las tensiones raciales” algo que responde a “seguir la tendencia de los
últimos años”. El investigador asegura que “aunque Estados Unidos sigue siendo la mayor potencia militar a nivel global, se ha dado
cuenta que es imposible intentar controlar los altos grados de complejidad de los conflictos que existen en el mundo”. Esto se acentúa
en un panorama internacional donde se entrevé una multipolaridad del poder en el que varias potencias emergentes y regionales son
capaces de competir con Estados Unidos en sus áreas de influencia. Lo que está viviendo Estados Unidos no es necesariamente un
proceso de decadencia, pero sí uno de adaptabilidad a un sistema donde no solamente hay una nación árbitra del mundo, sino donde
los poderes están mucho más igualados y equilibrados. Los ataques del 11 de septiembre de 2001 significaron el final de un breve
periodo de hegemonía absoluta tras la Guerra Fría, pero también el punto de partida de un nuevo equilibrio internacional que todavía
está en movimiento y por consolidarse.

1. ¿Qué es una potencia mundial y que elementos la caracterizan?


2. ¿En qué se basa el autor para afirmar que los Estados Unidos fue el ganador de la Guerra Fría?
3. ¿Cuáles fueron los motivos de grupo islámico Al-Qaeda para atacar a los Estados Unidos?
4. ¿Quiénes son los Talibanes y cuáles son sus principales ideologías?
5. Realiza una Biografía de Ruhollah Jomeiní (mínimo 1 página). ¿Por qué Irán es considerado un por los Estados Unidos como
miembro del eje del mal?
6. ¿Qué es un pseudo Estado?
7. Según el documento ¿En qué otras regiones ha intervenido los Estados Unidos y cuál fue el motivo para su intervención?
8. ¿Cuál es la principal ideología del: ‘America First’ de Donald Trump? Mínimo15 renglones.
9. En un friso elabora las 10 restricciones que tienen los Talibanes hacia las mujeres en Afganistan.

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