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GOBIERNO REGIONAL PIURA

DIRECCIÓN REGIONAL DE EDUCACIÓN PIURA


UNIDAD DE GESTIÓN EDUCATIVA LOCAL TAMBOGRANDE

AHORA LEE CON ATENCIÓN


"El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual
revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños
que de ello se derivan. Es necesario un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida, «a tenor de los cuales
la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos
que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones». Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce
daños ambientales, así como la degradación ambiental, a su vez, provoca insatisfacción en las relaciones sociales. La naturaleza, especialmente
en nuestra época, está tan integrada en la dinámica social y cultural que prácticamente ya no constituye una variable independiente. La
desertización y el empobrecimiento productivo de algunas áreas agrícolas son también fruto del empobrecimiento de sus habitantes y de su
atraso. La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra,
el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es
necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente unida
a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la «ecología humana» en la sociedad, también la ecología ambiental se
beneficia. Así como las virtudes humanas están interrelacionadas, de modo que el debilitamiento de una pone en peligro también a las otras,
así también el sistema ecológico se apoya en un proyecto que abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza.
(Benedicto XVI. Caritas in Veritate)
ACTUAR RÁPIDO PARA CURAR LA CASA COMÚN

Tomado y adaptado Catholic.net.


Tomado y adaptado de Vatican.va Laudato Si. Papa Francisco

“Hemos heredado un jardín: no debemos dejar un desierto a nuestros hijos”


(Papa Francisco).

El Papa mira al futuro – a las nuevas generaciones que "nunca nos perdonarán si
perdemos la oportunidad de proteger nuestra casa común" – pero debemos actuar en
el presente: "Ahora es el momento de emprender una acción transformadora como
respuesta común”. De hecho, son demasiado urgentes los "desafíos sin precedentes
que amenazan nuestra hermosa casa común", todo ello vinculado a "una crisis de
valores, ética y espiritualidad". "Nuestras creencias y espiritualidades enseñan el
deber de cuidar de la familia humana y del entorno en el que vive. Somos
profundamente interdependientes entre nosotros y con el mundo natural. No somos
dueños ilimitados de nuestro planeta y sus recursos".
Por tanto, es una "obligación moral" cooperar en la curación del planeta y ser
"custodios del entorno natural con vocación de cuidarlo". Esto debe hacerse
trabajando "a largo plazo" y en "un marco de esperanza y coraje", al tiempo que se
cambia "la narrativa del desarrollo". También se pide a los gobiernos que adopten
"prácticas de uso sostenible de la tierra que respeten las culturas locales y promuevan
estilos de vida, consumo y modelos de producción sostenibles".
Asimismo, la crisis ecológica es un llamado a una profunda conversión interior. Pero
también tenemos que reconocer que algunos cristianos comprometidos y orantes,
bajo una excusa de realismo y pragmatismo, suelen burlarse de las preocupaciones
por el medio ambiente. Otros son pasivos, no se deciden a cambiar sus hábitos y se
vuelven incoherentes. Les hace falta entonces una conversión ecológica, que implica
dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones
con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es
parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto
secundario de la experiencia cristiana.
Sin embargo, no basta que cada uno sea mejor para resolver una situación tan
compleja como la que afronta el mundo actual. Los individuos aislados pueden perder
su capacidad y su libertad para superar la lógica de la razón instrumental y terminan a
merced de un consumismo sin ética y sin sentido social y ambiental. Se requerirán una
reunión de fuerzas y una unidad de realización». La conversión ecológica que se
requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión
comunitaria.
Esta conversión supone diversas actitudes que se conjugan para movilizar un cuidado
generoso y lleno de ternura. En primer lugar, implica gratitud y gratuidad, es decir, un
reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre, que provoca
como consecuencia actitudes gratuitas de renuncia y gestos generosos, aunque nadie
los vea o los reconozca: «Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha […] y
tu Padre que ve en lo secreto te recompensará» (Mt 6,3-4). También implica la amorosa
conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás
seres del universo una preciosa comunión universal. Para el creyente, el mundo no se
contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre
nos ha unido a todos los seres. Además, haciendo crecer las capacidades peculiares que
Dios le ha dado, la conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y
su entusiasmo, para resolver los dramas del mundo, ofreciéndose a Dios
«como un sacrificio vivo, santo y agradable» (Rm 12,1). No entiende su superioridad
como motivo de gloria personal o de dominio irresponsable, sino como una capacidad
diferente, que a su vez le impone una grave responsabilidad que brota de su fe.

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