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La interrelación con el derechos francés aparece, por tanto, clara a través de las
comunes influencias, aunque sus positivaciones siguen realizándose de manera
diferente. El carácter religioso del modelo norteamericano deja paso a paso una
versión más lacia en Francia. La separación de poderes, fundamental en el futuro
Estado de derecho, ya existía en modelo inglés y Montesquieu lo teoriza en su
Espíritu de las leyes. Aunque en el método francés aparece la necesidad de
derechos fundamentales y separación de poderes para que haya una verdad
constitución, adquiriendo rango de derecho natural estas dos exigencias por
vocación y alcance de la declaración de 1789, sus contenidos van de la mano. Los
aspectos de los derechos fundamentales que derivan de los valores de libertad y de
igualdad encuentran en la separación de poderes una de sus dimensiones formales.
Sin control por parte del poder judicial, las garantías necesarias para proteger los
derechos subjetivos derivados de este rango de derechos no serían posibles. El
principio de legalidad y el sometimiento de la administración serán los otros dos
puntos del Estado de derecho que complementan este diseño con el que parte la
Revolución francesa.
Todo tratado al igual que los tratados de derecho humanos “deberá ser interpretado
de buena fe, conforme al sentido corriente que haya de atribuirse en los términos
del tratado en el contexto de estos y teniendo en cuenta su objeto y fin” (art. 31 de
la Viena DT); la interpretación de los tratados debe hacerse siempre teniendo como
base las pautas dadas por la Corte IDH en el sentido que pueden considerarse
reglas del derecho internacional general sobre el tema y así lo ha hecho la Comisión
IDH (1982) en la aplicación del texto vianés en el ámbito del PIDCP, para interpretar
las obligaciones jurídicas asumidas por los Estados partes; en ese orden de ideas,
existen tres pautas de interpretación: la sistemática o universalista, la evolutiva y la
conocida como pro persona o pro homine.
La interpretación sistemática o universalista concordante con el principio de la
integración sistemática: Se fundamenta en la fórmula acuñada y reiterada por la
Corte IDH, que para interpretar las normas de un tratado de derechos humanos, se
debe tomar en cuenta el “muy comprensivo corpus iuris internacional” que
constituye el estatuto del ser humano contemporáneo, apoyado en su doble
dimensión que le brinda el orden de los derechos humanos a escala mundial y en
la dimensión continental, todos ellos entendidos como una cadena entre otras
muchas cadenas, todos ellos dan consistencia a la vasta red que teje día a día el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos y por ende, el Derecho
Internacional general. En otras palabras, el argumento sistemático plantea que las
normas deben ser interpretadas como parte de un todo cuyo significado y alcance
debe fijarse en función del sistema jurídico al cual pertenece y sujeta a examen en
el marco del derecho internacional.
La interpretación evolutiva: Los tratados de derechos humanos y los textos
constitucionales nacionales, están llamados a perdurar en el tiempo, y habrán de
ser interpretados y aplicados a hechos y circunstancias producidas en contextos
histórico-sociales y marcos jurídicos generales diferentes de los imperantes al
momento de su elaboración y adopción. Max Huber expresó que en materia de
interpretación esta dependerá del tratado en juego, llevado a cabo con arreglo a las
reglas que rigen esa tarea. Una expresión de la Corte EDH (1928), resume la
esencia que debe originar la interpretación evolutiva y es que los tratados de
derechos humanos son instrumentos vivos, cuya interpretación evoluciona con el
tiempo por el obrar del principio de progresividad que impulsa permanentemente el
diario devenir de la dignidad de la persona y con ella, el progreso, el aumento de
perfeccionamiento de la tutela originaria, que se encuentra en evolución constante
como instrumento vivo del derecho, que reclaman las nuevas condiciones de las
vidas actuales para su fiel desempeño, lo que conduce a que un tratado pase a
abarcar situaciones nuevas, es decir, no previstas al momento de su adopción, lo
que permite que el Derecho Internacional de los Derechos Humanos avance
sustancialmente y su empleo constituya una obligación que parte de la función
trascendental de un tribunal internacional o Corte.
Interpretación pro-persona o pro homine: Emana del objeto y fin de los tratados de
protección de derechos humanos, en razón a que se tiene que considerar la labor
del intérprete. Según, Mónica Pinto (2009) el principio pro homine es un criterio
hermenéutico que informa todo el derecho de los derechos humanos, en virtud del
cual se debe acudir a la norma más amplia, o a la interpretación más extensiva,
cuando se trata de reconocer derechos protegidos e inversamente, a la norma o a
la interpretación más restringida cuando se trata de establecer restricciones
permanentes al ejercicio de los derechos o su suspensión extraordinaria. Este
principio coincide con el rasgo fundamental del derecho de los derechos humanos.
DERECHOS FUNDAMENTALES Y ESTADO DE DERECHO JURÍDICO O
PLURALISMO POLÍTICO
En el panorama de la cultura jurídica política del siglo XX, los fenómenos culturales
se presentan como algo más que un contexto en el que discurren los
acontecimientos a los que los derechos humanos se enfrentan, contradicen o dan
su respuesta.
1. Imperio de la ley.
2. Legalidad de la administración.
3. Separación de poderes.
4. Derechos fundamentales.
Conclusiones
De esta manera podemos concluir que estamos ante un nuevo derecho: El Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, donde los Derechos Humanos son el eje
central de protección de los Estados y de la comunidad internacional, fundado en
los derechos de cada persona como sujeto con garantías y deberes y con ello el
fundamento principal de la existencia de los Estados. Por tanto, este nuevo derecho,
se configura como un nuevo desafío de la comunidad internacional, que ha de seguir
inspirando la acción de protección de la persona humana en beneficio de las
generaciones presentes y futuras, a su vez, se abre una obligación en el sentido de
que todas las autoridades sin excepción se encuentran obligadas a asumir una
responsabilidad de Estado y, en especial, aquellos que enfrentan las y los
operadores de justicia, particularmente quienes tienen en sus manos la impartición
de justicia o funciones asociadas con la defensa tanto jurisdiccional como no
jurisdiccional de los derechos humanos, para desarrollar todas sus acciones desde
el nuevo paradigma que supone la incorporación de este nuevo concepto.
Bibliografía
http://biblioteca.clacso.edu.ar/Venezuela/fundavives/20170103034143/pdf_133.pdf